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ATRAS

INTRODUCIÓN

 

Los actuales libros de 1 y 2 Reyes formaron originalmente un solo libro, que, en época bastante tardía, por motivos prácticos, fue dividido en dos. Este hecho ha tenido como consecuencia que la descripción del reinado de Ocozías, rey de Israel, haya sido separada artificialmente en dos secciones: una al concluir el primer libro (1 Re 22,52-54) y la otra al inicio del segundo libro (2 Re 1,1-18).

Por lo tanto, el lector se encuentra frente a una sola gran obra (1 y 2 Re), cuya intención es hacer memoria interpretativa y narrar la historia de la monarquía en los antiguos reinos de Judá e Israel, como una forma de explicar la situación en la cual vive el autor, muy probablemente la época del exilio (s. VI a.C.). Esta intención del autor del libro de Reyes, debería recibir un cierto eco en la mente del lector, quien se ha de plantear algunas preguntas que parecen ser relevantes con vistas a identificar el mensaje del libro.

 

1-         «El resto de los hechos de Jeroboán, cómo hizo la guerra y cómo reinó…» (1 Re 14,19): dimensión histórica

 

a)-        ¿Por qué escribir la historia?

 

Una primera pregunta que el lector del libro debería considerar es la referente a la motivación histórica del autor: ¿Por qué podría ser tan importante escribir la historia de la monarquía?

Al parecer, esta pregunta parece estar fundamentada en dos momentos importantes en la concepción del autor: por una parte, la historia demuestra la acción permanente de Dios y, por otra, explica la situación presente en la cual se encuentra Israel.

En primer lugar, se ha de considerar esta última afirmación: la historia explica la situación presente. ¿Cómo es la situación en la que el autor del libro redacta su obra? A todas luces lo que caracteriza el contexto en el que el libro ve la luz, es una situación producto del exilio de Judá. Desde esta perspectiva, es posible asegurar que el libro de Reyes, así como el resto de los libros históricos ligados a él, fueron editados como una manera de comprender los motivos que explicaban la catástrofe del exilio, incluyendo los hechos que formaron parte de este proceso, especialmente las destrucciones del Templo y de la ciudad de Jerusalén. En este sentido, el libro nace de una gran necesidad de “comprender” por qué las cosas sucedieron de una determinada manera. Al mismo tiempo el libro busca dejar una enseñanza: se trata de aprender de los errores del pasado, para no repetirlos.

A la hora de determinar cuál es el mayor error, no resulta tan sencillo responder, porque el libro tiende a presentar un conjunto complejo de faltas y malas conductas de los reyes y del pueblo; sin embargo, es posible hacer un resumen bajo la rúbrica de idolatría, o –en otras palabras– de infidelidad.

A partir de esta categoría fundamental, es más sencillo explicar el papel que el autor adjudica a la acción permanente de Dios en la historia de Israel. En realidad, se trata de un tema esencial en la espiritualidad de todo el AT, pero especialmente relevante en los libros “históricos”. En la narrativa del AT, comenzando con Génesis, el Señor es presentado como el Dios fiel que, en virtud de la Alianza, un compromiso solemne contraído con Israel, no deja de conducir y muchas veces de corregir a su pueblo, de quien también espera su fidelidad al pacto. Por lo tanto, la historia de los reyes de Judá e Israel ha de demostrar empíricamente cómo la presencia o la ausencia de esta fidelidad a Dios explican el éxito o el fracaso de sus reinados, pero, sobre todo, explican la gran catástrofe final representada por el exilio.

 

b)-        ¿Por qué la historia de los reyes?

 

Ahora bien, si el motivo central del libro se explica a partir de la noción de que Dios conduce la historia de Israel, ¿por qué motivo el autor centra su atención en las acciones de los reyes, y no de toda la nación?

En este punto parece estar funcionando un principio muy importante en la mentalidad del autor de Reyes: se trata del hecho de que las acciones de aquellas personas que ostentan la “autoridad” no son indiferentes en relación con el bienestar del conjunto del pueblo. En la concepción del autor, los líderes de la sociedad, reyes, ministros, sacerdotes, profetas, entre otros, tienen una responsabilidad ineludible en la conducción e inspiración del conjunto de la nación. Esta categoría básica se expresará de diferentes formas a lo largo de la obra. A continuación pasaremos a considerar algunas de ellas.

            En primer lugar es necesario detenernos en la figura central del rey David. Se trata del fundador de la dinastía que reinará en Jerusalén, en el estado de Judá, prácticamente hasta el advenimiento del exilio. David es presentando por el autor como un modelo a seguir y el parámetro según el cual son juzgados todos sus descendientes: un monarca será evaluado positivamente en la medida en que se asemeja al prototipo del rey David. Sin lugar a dudas, la figura histórica de David ha sido idealizada sin fijarse en sus aspectos negativos. Solo un texto hace una alusión de paso a su pecado narrado en Reyes: «Porque David había hecho lo recto a los ojos del Señor y durante todos los días de su vida no se había apartado de cuanto Dios le había ordenado, excepto en lo referente a Urías, el hitita» (1 Re 15,5; 2 Sm 11-12).

            Esta función central de la figura de David encuentra una contraparte en la persona de Jeroboán, hijo de Nebat, considerado como el fundador de la dinastía del reino de Israel, (también llamado «Reino del Norte»). Este personaje Jeroboán es mal evaluado a lo largo de todo el libro, hecho que lo convierte en el paradigma de la infidelidad e idolatría. Esta evaluación negativa es ampliada a todo el resto de los reyes de Israel: ni uno solo de sus reyes aparece bajo una luz favorable. Esta visión negativa incluye a la ciudad de Samaría y a los ciudadanos de todo el reino del Norte.

            En el caso del Reino del Sur, Judá, la situación resulta ser ambivalente: algunos reyes son presentados como dignos sucesores de David (especialmente Ezequías y Josías); en cambio, otros aparecen como representantes de una actitud de impiedad (los más extremos en este sentido son Ajab, Manasés y Amón).

 

c)-        Las fuentes históricas

           

De modo constante el autor hace referencias a las «Crónicas de los reyes de Israel y de Judá». Sin duda alguna, en los palacios se conservaban anales de los distintos reyes. El autor no parte de cero para su historia, pero tampoco pretende reproducirlos en su totalidad, por eso remite a ellos. Él toma solo algunos de los hechos que le parecen importantes y fundamentales para su finalidad como escritor.

            Por eso no estamos ante un relato con pretensiones científicas de un historiador de la corona que pretenda dar una crónica exacta de todo lo acontecido en esos reinados, sino ante una narrativa en la que el autor va a interpretar la historia y algunos de sus hechos fundamentales conforme a su visión de fe.

 

2-         «¿Por qué ha hecho el Señor esto a esta tierra y a este Templo?…» (1 Re 9,8-9): mensaje teológico

 

El autor, en el tiempo del exilio, quiere explicar la catástrofe final. Esta se debe no porque Dios haya sido infiel, sino porque el pueblo lo fue. Pero esta constatación del pecado y del castigo, conforme al pensamiento de aquella época, no es la última palabra del Señor ni el fin absoluto de la historia de Israel. Esta situación es un llamado a la conversión para todas las personas, de forma que apoyadas en la misericordia bondadosa de Dios, se vislumbra una esperanza en medio de la catástrofe. Un repaso somero a la teología que hay en cada momento de la historia ayuda a comprender mejor todo esto.

 

a)-        Los reyes

 

Punto importante de la teología de este libro es la idealización del rey David, como modelo de monarca fiel al Señor (1 Re 3,6.14; 9,4; 11,4.34.38); como ya se explicó solo en 1 Re 15,5 se hace alusión a su pecado (2 Sm 11-12). La promesa de la dinastía perpetua (2 Sm 7) y su repercusión en la vida del pueblo elegido, de alguna forma se hacen presentes en situaciones álgidas de la historia, por ejemplo en la división de los reinos: «Y tampoco arrancaré todo el reino, sino que daré a tu hijo una tribu por consideración a tu padre David y a Jerusalén, la ciudad que yo elegí» (1 Re 11,13). Algo similar en el asedio de Senaquerib a Jerusalén: «Porque yo defenderé esta ciudad para salvarla, por causa mía y de mi servidor David» (2 Re 19,34). La promesa estaba en parte condicionada a la fidelidad de los reyes y del pueblo (1 Re 2,4; 3,14; 6,12-13), sin embargo, aun en el exilio, si se arrepienten, Dios se compadecerá de ellos (8,46-51); por eso, la última narración del perdón a Jeconías, rey exiliado, parece abrir una esperanza (2 Re 25,27-30).

En Salomón, es fundamental su sabiduría, pedida por él mismo, para poder gobernar a su pueblo con justicia (1 Re 3,9-12; ver 3,16-28). También es clave la importancia atribuida a la construcción y consagración del Templo, dominando la teología de que en esa casa el pueblo se reúne, allí está presente el Nombre, aunque el Señor habita en el cielo (1 Re 8), y de que su presencia está condicionada a la fidelidad a la alianza de parte del rey y del pueblo (6,11-13; 9,1-9). Estos textos resultan claves para entender la desgracia final: por qué la descendencia davídica perdió el reinado y por qué fueron destruidos Jerusalén y su Templo.

La división de los reinos, bajo el aspecto político, es vista como castigo de Dios a las infidelidades de Salomón. Pero la división religiosa, al establecer Jeroboán dos santuarios en el reino de Israel en sus fronteras (Betel en el sur, y Dan en el norte) y poner allí los becerros de oro, es considerada una idolatría, aunque estrictamente hablando no lo era, ya que los becerros no eran ídolos u otros dioses, sino pedestales del trono de Dios, como lo era el arca de la Alianza.

El juicio que se hace de los diversos monarcas del reino de Judá y de Israel es siempre en referencia a dos criterios. El primero es la fidelidad a Dios y a su alianza, sin caer en la idolatría. El segundo es la centralización del culto en el santuario de Jerusalén, con la consecuencia de la supresión de otros lugares de culto al Dios de Israel.

El autor considera a los reyes de Israel o del Norte como malos. Por lo pronto no reconocieron el único santuario de Jerusalén, sino que desde Jeroboán, al establecer sus dos santuarios de Betel y Dan, no fomentaron la unicidad del santuario en Jerusalén. Además, como ya se indicó, el autor los considera idolátricos, aunque en realidad no lo eran. Eso refuerza el rechazo de todos sus reyes.

Los reyes de Judá o del Sur que estuvieron en favor de la fidelidad al único Dios y rechazaron la idolatría son buenos. Los que, además, suprimieron los santuarios locales, son plenamente alabados. En cambio, son vistos mal quienes fomentaron la idolatría.

 

b)-        La ruina

 

Las situaciones que provocaron la caída de Samaria y luego, la de Jerusalén, se deben, conforme a la teología de Reyes, a las fallas a la alianza pactada con el Señor por haber abandonado al Dios de Israel yéndose tras los ídolos. El telón de fondo está contenido en el Shemá Ysrael…: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu fuerza» (Dt 6,4-5).

Mientras la ruina de Samaria merece una reflexión amplia del autor (2 Re 17,7-23); la desgracia de Jerusalén no tiene nada al respecto, solo las reflexiones antes de su destrucción (20,16-18; 22,15-17) aludiendo a los pecados de Manasés (21,10-16; 23,26-27; 24,1-4).

 

c)-        Los profetas

 

Por encima de la actividad de los reyes está la voz y la acción profética. Por eso en el reino de Israel son ilustrativos los ciclos de los profetas Elías y Eliseo, quienes actuaron en el siglo IX a.C., y muestran, por un lado, que es la palabra de Dios, y no el monarca, quien debe gobernar al pueblo. Sus historias son una parte muy importante de estos libros.

Además, a lo largo de esta obra, se alude con frecuencia al cumplimiento de la palabra de Dios según lo anunciado por los profetas. Así, por ejemplo, la división política de los reinos (1 Re 12,15) cumple la profecía y acción simbólica del profeta Ajías (11,29-39). Nadab acaba con la familia de Jeroboán (15,29-30) en cumplimiento de lo anunciado también por Ajías (14,10-11). El profeta Elías asegura a la viuda pobre, en nombre de Dios, que «la vasija de harina no se vaciará y el frasco de aceite no se acabará», y así sucede en cumplimiento de la palabra profética (17,14.16). El asesinato de Jezabel y de los descendientes de Ajab (2 Re 9,30-10,11) cumple lo anunciado por el profeta Elías como castigo a los crímenes del rey y de su esposa que mandan matar a Nabot y usurpan su parcela (1 Re 21,19-24).

Otra temática en este campo es la referente a la profecía verdadera y la falsa, algo que en muchos momentos de la historia de Israel constituyó un problema fuerte, como lo puede ser también hoy (1 Re 13; 22).

Ante esta clara visión profética del autor manifestada en estos hechos, surge el interrogante, por qué el autor no habla de los profetas clásicos, cuyos oráculos nos han llegado por escrito, y que tuvieron un rol fundamental en la vida del pueblo y de sus dirigentes, enfrentando a todos ante la Palabra de Dios en esta época, desde el s. VIII hasta el VI a.C. La única excepción es la mención de Isaías en el reinado de Ezequías, sobre todo con ocasión del asedio de Senaquerib a Jerusalén en el año 701 a.C. Pero para nada se habla de Amós, Oseas, Miqueas, Nahún, Sofonías, Habacuc, Jeremías y aún de Ezequiel en sus primeros años de predicación en el exilio. Teniendo en cuenta que la predicación de estos profetas tiene un énfasis fuerte sobre los pecados sociales, la explotación de los más débiles, los atropellos a los pobres, la falta de justicia y fraternidad, la caricatura del culto cuando está desprovisto de justicia social, es extraño que en Reyes no haya más alusiones a esos profetas ni a los pecados sociales que denuncian, dimensión horizontal esencial para ver si la relación con Dios es auténtica.

Lo que se refleja de denuncia social en sus oráculos no se descubre presente de manera fuerte en los textos de Reyes. Son excepción, por ejemplo, la mención del descontento de los de Israel por el yugo pesado de Salomón a causa de los impuestos y trabajos forzados (1 Re 12); la denuncia de Elías ante el asesinato de Nabot y la usurpación de su viña por parte del rey Ajab, instigado por su mujer Jezabel (1 Re 21) o algunas referencias pasajeras sobre acontecimientos posteriores, como la de Manasés que derramó mucha sangre inocente en Jerusalén (21,16; 24,4). Se hace alusión genérica a los profetas enviados (17,13-15), pero no desde la perspectiva social, sino desde la insistencia en la fidelidad a Dios y a su alianza, sin caer en la idolatría.

 

3-         El resto de los hechos de Jeroboán «están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel» (1 Re 14,19): dimensión literaria

 

a)-        Estructura literaria de 1 y 2 Reyes

Como punto de partida para la presentación de todo el complejo narrativo formado por 1 y 2 Reyes se ha preferido la estructura con­céntrica que revela una percepción de la historia donde cada etapa es paralela a una segunda:

 

 

 

 

 

PARTES

1 Reyes

A

Reino de Salomón: unidad y esplendor

1 Re 1–11

I

 

B

Escisión del reino de Israel (norte)

1 Re 12,1–14,20

II

 

C

Historia de reyes de Israel y Judá

1 Re 14,21–16,20

III

 

                       D

Historia de la casa de Omrí (Elías y Eliseo)

1 Re 16,21–2 Re 10,36

IV

2 Reyes

C’

Historia de reyes de Israel y Judá

2 Re 11–16

V

 

B’

Destrucción del reino de Israel (norte)

2 Re 17

VI

 

A’

Reino de Judá: unidad y decadencia

2 Re 18–25

VII

 

A partir de esta estructura, se puede percibir cómo Reyes presenta la historia de una trágica caída desde las alturas de las glorias salomónicas hasta las profundidades del exilio y la casi desaparición del pueblo lo que, como imagen, recuerda el oráculo de Ezequiel sobre el rey de Tiro (Ez 28,1-26).

Como se ha visto, la intención principal del autor es explicar la catástrofe del exilio. La explicación sucede a través del empleo de la categoría de la retribución, como una manera de apelar a la obediencia absoluta a la voluntad de Dios. El germen de la caída (representada en 2 Re 18-25) se encuentra ya presente en el primer periodo de la historia monárquica (1 Re 1-11).

Partiendo por la sección central (1 Re 17-2 Re 10), se explica el contenido de cada una de las secciones paralelas.

 

b)-        Historia de la casa de Omrí: 1 Re 17-2 Re 10

 

En el centro de la estructura narrativa de 1 y 2 Reyes se encuentra el ciclo de los profetas Elías y Eliseo, dentro del contexto de la dinastía de la casa de Omrí. La centralidad de los profetas Elías y Eliseo se explica por el hecho de que ambos personajes tienen valor emblemático en la concepción del autor: no son los reyes quienes rigen los destinos de la nación, sino los profetas, porque su autoridad procede directamente de Dios.

La presentación de esta pareja de profetas parece funcionar en base a dos ciclos paralelos, cada uno centrado en la figura principal del profeta y caracterizado por un elemento particular:

 

            Ciclo de Elías

«fuego» :

1 Re 17,1-2 Re 2,12

            Ciclo de Eliseo

«agua» :

2 Re 2,13-2 Re 10,36

 

El ciclo de Elías comienza con la aparición súbita del protagonista en 1 Re 17 y concluye con el relato de su desaparición arrebatado en un carro de fuego (2 Re 2,1-12). A lo largo de la historia de Elías, el lector encuentra una serie de milagros relacionados con fuego: el sacrificio del Carmelo, la teofanía del Sinaí, la destrucción de los soldados enviados para hacerlo prisionero y la ascensión del profeta en un carro de fuego. Hay quien considera que los episodios de Elías en el monte Carmelo y la teofanía en el Horeb son el clímax de Reyes.

El ciclo de Eliseo da inicio con la figura del profeta que recoge el manto de su maestro, como signo de la herencia profética (2 Re 2,13) y concluye con una serie de relatos sobre la unción y la revuelta de Jehú como rey de Israel (2 Re 9-10). Esta última sección del ciclo de Eliseo representa el cumplimiento de las profecías enunciadas por Elías en contra de la dinastía de Omrí, principalmente el oráculo con motivo del asesinato de Nabot por parte de Jezabel, mujer del rey Ajab (1 Re 21,17-27). A lo largo del ciclo de Eliseo, es posible evidenciar cómo los relatos milagrosos se encuentran continuamente asociados al tema del agua. Esta característica se fundamenta en el hecho de que Eliseo parece desarrollar su acción principalmente en las cercanías del río Jordán; así, por ejemplo, se mencionan milagros como el paso milagroso de Eliseo a través de las aguas del río, la victoria sobre los enemigos de Israel gracias a un milagro que incluye aguas en el desierto, el rescate de un hacha desde las aguas del río, la sanación de aguas ponzoñosas o de un caldo envenenado y, sobre todo, la curación del arameo Naamán quien debe bañarse siete veces en las aguas del Jordán.

En cuanto a la figura de los reyes durante esta sección, a primera vista no resulta claro por qué la narrativa de Ajab pueda ocupar un lugar central en el interior del libro y, al mismo tiempo, por qué sea tan extensa. Algunos piensan en la importancia conferida por el autor a partir del hecho de la permanencia de la dinastía de Omrí, a pesar de su idolatría. En esta sección no es extraño encontrar algún paralelo con otras secciones del libro, como, por ejemplo, Ajab que construye un santuario para su mujer, como Salomón para las suyas. La intención del autor es presentar a Ajab como un nuevo Salomón. Otro paralelo importante es el existente entre los relatos del juicio al Reino de Salomón o ciclo salomónico (1 Re 3,16-28) y el juicio a Joram de Israel (2 Re 6,24-31).

 

c)-        Historia de los reyes de Judá e Israel: 1 Re 14,21-16,34 y 2 Re 11-16

 

La estructura de Reyes revela un interés cuidadosamente balanceado por los dos reinos de Israel y Judá. Un elemento que sirve para dar consistencia a la narra­tiva de Reyes son las llamadas «fórmulas reales» insertas al inicio y al final del reinado de cada rey. Se trata de textos cuya finalidad es evaluar el desempeño de cada uno de los reyes desde la perspectiva fundamental de su fidelidad a Dios.

En realidad, dichas fórmulas se encuentran en su mayoría concentradas en estas dos secciones (1 Re 13-16 y 2 Re 11-15), siendo notorio que tanto los ciclos narrativos de Salomón como los de Jeroboán y de Jehú no cuentan con este tipo de fórmulas introductorias al reinado, las que –al parecer– han sido reemplazadas por relatos de sucesión (1 Re 1-2; 12; 2 Re 9).

El autor utiliza un tipo de fórmula diferente para el reino de Judá (Norte) y de Israel (Sur). Las dos secciones pueden ser estructuradas de la siguiente manera:

 

Judá

Israel

 

Estabilidad dinástica

Inestabilidad dinástica

1 Re 14,21-16,34

Inestabilidad dinástica

Estabilidad dinástica

2 Re 11,1-16,20

 

En la sección de 1 Re 14,21-16,34, el periodo de estabilidad dinástica en el reino de Judá, cuyo representante más importante parece ser Josafat, es acompañado de un periodo de inestabilidad en el reino de Israel. Por el contrario, en la sección de 2 Re 11,1-16,20, el periodo de estabilidad política en el reino del Norte es acompañado de un periodo de relativa inestabilidad en el reino del Sur, manifestado en el asesinato de tres monarcas (Atalía, Joás y Amasías), pero también en una ruptura temporal en la línea dinástica de David por medio de Atalía, representante de la casa de Omrí. Cabe advertir que la narración presenta hacia el final un período de inestabilidad en el Norte (15,8-26) y de estabilidad en el Sur (15,1-7.32-38; 16)

Un paralelo bastante estudiado dentro de estos dos ciclos es el del relato del conflicto entre los reyes Asá de Judá y Basá de Israel (1 Re 15,16-22) y el conflicto entre Ajaz de Judá y Pecaj de Israel (2 Re 16,5-9). Se trata de dos relatos estructurados sobre los mismos principios y que, a su vez, emplean un lenguaje común. Las correspondencias son numerosas para ser fortuitas: un examen detallado revela que las analogías son intencionadas; en ellas se manifiesta la voluntad del autor de relacionar ambas narraciones.

 

d)-        Escisión y deportación del reino de Israel: 1 Re 12,1-14,20 y 2 Re 17

 

El relato de la separación del reino de Israel de la casa de David –Judá– (1 Re 12,1-14,20) tiene su análogo en el relato de la deportación de sus habitantes (2 Re 17). Una analogía importante entre ambos relatos es la forma de culto criticada en 1 Re 12,25-13,34 y en 2 Re 17,24-33. Además, es probable que un elemento de afinidad entre ambos pasajes sea la temática del éxodo, con la cual, de alguna manera, es comparada la experiencia del exilio. No hay que olvidar que la escisión del reino de Israel representa el castigo inmediato a la ido­latría de Salomón, así como la deportación de Samaría es resultado de su persistencia en diversas formas de infidelidad a Dios.

 

e)-        Reino de Salomón, y unidad y decadencia del reino de Judá: 1 Re 1-11 y 2 Re 18-25

 

En los últimos capítulos de Reyes (2 Re 18-25) es posible encontrar una suma de alu­siones al reinado de Salomón o ciclo salomónico (1 Re 1-11), lo que permite pensar que el autor tuvo la intención de colocar ambos relatos en una relación de correspondencia. Ambos coinciden aproximadamente en cuanto al tamaño y tratan, exclusivamente, de la situación en el reino desde la pers­pectiva de Judá.

La figura de Salomón, con su ambigüedad entre servicio al Señor y la idolatría, encuentra un paralelo en sus sucesores en esta última sección: por una parte, dos reyes que representan máxima fidelidad a Dios: Ezequías y Josías, y por otra, dos monarcas que representan la máxima apostasía: Manasés y Amón.

Comparando ambos relatos, se advierte en 2 Re 18-25 la ausencia del tema de la sabiduría, propio de la historia de Salomón, y –como contrapartida– la ausencia del tema profético en 1 Re 1-11. Esta parece ser una característica de la narrativa de Reyes: el tema profético que se encuentra ausente en la historia de Salomón, está presente en el resto del libro, así como el tema de la sabiduría, presente en la historia de Salomón, está ausente en el resto de Reyes.

 

 

 

PRIMER LIBRO DE LOS REYES

 

I- REINO DE SALOMÓN: UNIDAD Y ESPLENDOR*­

 

– Ascenso de Salomón al trono de Israel

 

Yo seré el próximo rey*

 

1 1 El rey David era anciano, de edad avanzada, y aunque lo cubrían con mantas, no entraba en calor. 2 Por eso le propusieron sus servidores: “Busquemos para nuestro señor el rey una muchacha virgen que esté a su servicio, lo atienda y se acueste con él, y así entre en calor nuestro señor el rey”. 3 Así pues buscaron por todo Israel una muchacha hermosa, encontraron a Abisag, la sunamita, y se la llevaron al rey. 4 La muchacha era bellísima. Se convirtió en asistente del rey y lo servía, pero el rey no tuvo relaciones con ella.

5 Mientras tanto, Adonías, hijo de Jaguit, se ilusionaba pensando: “Yo seré el próximo rey”. Adquirió un carro, jinetes y cincuenta hombres que corrían delante de él. 6 Pero su padre no se lo reprochó ni le preguntó “¿Por qué haces esto?”. Adonías también era muy apuesto y había nacido después de Absalón. 7 Se puso de acuerdo con Joab, hijo de Seruyá, y con el sacerdote Abiatar, que lo apoyaron. 8 Por el contrario, el sacerdote Sadoc y Benayas, hijo de Yoyadá, el profeta Natán, Semey y Reí, y los guerreros de David, no estaban de parte de Adonías.

9 Adonías ofreció un sacrificio de ovejas, bueyes y terneros cebados, junto a la piedra de Zojélet, que está al lado de la fuente Roguel. Invitó a todos sus hermanos, hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del rey. 10 Pero no invitó al profeta Natán ni a Benayas ni a los guerreros ni a Salomón, su hermano.

 

¿Cómo es que Adonías reina ahora?

Gn 27, 1-45

 

11 Natán dijo entonces a Betsabé, madre de Salomón: “¿No has oído que Adonías, hijo de Jaguit, se ha proclamado rey, y nuestro señor David no lo sabe? 12 Déjame darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu hijo Salomón. 13 Te presentarás ante el rey David y le dirás: ‘¿Acaso tú mismo, mi señor el rey, no hiciste este juramento a tu servidora: ‘Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono? Entonces, ¿cómo es que Adonías reina ahora?’. 14 Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré y confirmaré tus palabras”.

15 Betsabé entró a la habitación del rey; el rey era muy anciano, y Abisag, la sunamita, lo servía. 16 Betsabé se inclinó, se postró ante el rey, y este le pregunto: “¿Qué deseas?”. 17 Ella le respondió: “Mi señor, tú juraste a tu servidora por el Señor tu Dios: ‘Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono’. 18 Ahora bien, Adonías es rey ahora, y ¡tú, mi señor el rey, ni te has dado cuenta! 19 Además ha sacrificado toros, terneros cebados y ovejas en gran cantidad y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, el jefe del ejército. Pero a Salomón, tu servidor, no lo ha invitado. 20 Hacia ti, mi señor el rey, están dirigidos los ojos de todo Israel, para que les anuncies quién se sentará en el trono de mi señor el rey después de ti. 21 De lo contrario, cuando mi señor el rey repose con sus antepasados, yo y mi hijo Salomón seremos considerados culpables”.

22 Ella estaba todavía hablando con el rey cuando llegó el profeta Natán. 23 Entonces le avisaron al rey: “Aquí está el profeta Natán”. Este entró en la presencia del rey y se postró ante él, rostro en tierra, 24 y le dijo: “Mi señor el rey, seguramente tú afirmaste: ‘Adonías reinará después de mí, y él se sentará en mi trono’. 25 Porque hoy ha bajado a la fuente y ha sacrificado toros, terneros cebados y ovejas en gran cantidad. Ha invitado a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar. Ahora mismo están comiendo y bebiendo con él y gritando: ‘¡Viva el rey Adonías!’. 26 Pero no nos ha invitado a mí, tu servidor, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benayas, hijo de Yoyadá, ni a Salomón, tu servidor. 27 ¿Es mi señor el rey el que ha ordenado todo esto, sin notificar a sus servidores quién se sentará en el trono de mi señor el rey después de él?”.

 

Salomón, tu hijo, reinará

 

28 El rey David respondió: “Llámenme a Betsabé”. Ella se presentó al rey y permaneció en pie ante él. 29 Entonces el rey hizo este juramento: “¡Vive el Señor que me ha liberado de toda adversidad! 30 Hoy cumpliré con el juramento que te hice por el Señor Dios de Israel: que Salomón, tu hijo, reinaría después de mí y se sentaría en mi trono”. 31 Betsabé se inclinó rostro en tierra, se postró ante el rey y dijo: “¡Viva por siempre mi señor, el rey David!”.

32 Enseguida el rey David dijo: “¡Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benayas hijo de Yoyadá!”. Ellos se presentaron ante el rey 33 y él les dijo: “Tomen con ustedes a algunos de mis servidores, hagan montar a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y condúzcanlo a Guijón. 34 Allí el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán como rey de Israel. Ustedes tocarán la trompeta y lo aclamarán: ‘¡Viva el rey Salomón!’. 35 Después subirán detrás de él, y cuando llegue se sentará en mi trono y reinará en mi lugar, porque he decretado que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá”. 36 Benayas, hijo de Yoyadá, respondió al rey: “Así sea, así lo disponga el Dios de mi señor el rey. 37 El Señor esté con Salomón así como estuvo con mi señor el rey. Él haga que su trono sea más glorioso que el trono de mi señor, el rey David”.

 

¡Viva el rey Salomón!

 

38 Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benayas, hijo de Yoyadá, los quereteos y los peleteos, fueron, hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey David y lo condujeron a Guijón. 39 El sacerdote Sadoc tomó del tabernáculo el recipiente del aceite y ungió a Salomón. Entonces tocaron la trompeta y todo el pueblo aclamó: “¡Viva el rey Salomón!”. 40 Luego todo el pueblo regresó detrás de él tocando flautas, con gran alegría, y la tierra retemblaba con sus gritos.

41 Adonías y todos sus invitados oyeron los gritos y dejaron de comer. Cuando Joab oyó el sonido de la trompeta, preguntó: “¿A qué se debe este alboroto en la ciudad?”. 42 Mientras hablaba, llegó de improviso Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. Adonías le dijo: “Acércate, ya que eres un hombre de bien y seguramente me anunciarás buenas noticias”. 43 Jonatán respondió a Adonías: “Al contrario: nuestro señor, el rey David, ha proclamado rey a Salomón. 44 El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benayas, hijo de Yoyadá, a los quereteos y a los peleteos. Lo han hecho montar sobre la mula del rey, 45 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido como rey en Guijón. Luego han subido desde allí llenos de alegría y la ciudad está alborotada; ese es el ruido que ustedes han escuchado. 46 Salomón se ha sentado en el trono del reino. 47 Además, los servidores del rey han ido a bendecir a nuestro señor, el rey David, diciendo: ‘Que tu Dios haga el nombre de Salomón más poderoso que tu nombre y su trono más glorioso que el tuyo’. El rey se ha postrado sobre su lecho 48 y ha respondido: ‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, quien me ha otorgado en este día uno que se sienta en mi trono y lo han visto mis ojos’”.

49 Todos los invitados de Adonías se atemorizaron, se levantaron, y cada uno huyó por su lado. 50 Adonías, con temor a Salomón, se levantó, fue y se aferró a los ángulos del altar.

51 Le informaron a Salomón: “Mira, Adonías tiene miedo del rey Salomón, se ha aferrado a los ángulos del altar y ha dicho: ‘Que el rey Salomón me jure en este día que no matará a su servidor por la espada’”. 52 A lo que Salomón respondió: “Si se comporta como hombre de bien, no caerá siquiera un cabello suyo a tierra, pero si en él se encuentra alguna maldad, morirá”. 53 El rey Salomón mandó que lo apartaran del altar. Adonías vino a donde estaba Salomón, se postró ante él y Salomón le dijo: “Puedes ir a tu casa”.

 

David se acostó con sus antepasados*

= 1 Cr 29,26-27

 

2 1 Cuando se acercaron los días de la muerte de David, este advirtió a su hijo Salomón: 2 “Yo me voy por el camino de todos: debes hacerte fuerte y ser valiente. 3 Guarda las disposiciones del Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, cumpliendo sus leyes y mandamientos, sus normas y preceptos, como están escritos en la Ley de Moisés, para que prosperes en todo aquello que hagas y en todo aquello a lo que te dediques. 4 Así, el Señor mantendrá su palabra, como me lo ha prometido: ‘Si tus hijos cuidan su conducta, caminando en mi presencia con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no será arrancado ningún sucesor tuyo del trono de Israel’.

5 ”Por otra parte, tú sabes lo que me hizo Joab, hijo de Seruyá, aquello que hizo a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Yéter, comandantes de los ejércitos de Israel: los asesinó y vertió sangre de guerra en tiempo de paz, y manchó con sangre de guerra el cinturón que ciñe su cintura y también las sandalias de sus pies. 6 Actúa según tu sabiduría: que no bajen sus canas en paz a la tumba.

7 ”En cambio, con los hijos de Barzilay, el galadita, actuarás benignamente, y estarán entre los que comen en tu mesa, porque me ayudaron cuando huía de tu hermano Absalón.

8 ”Y mira, contigo está Semey, hijo de Guera, benjaminita de Bajurín. Él me maldijo gravemente el día de mi huida a Majanain. Aunque también bajó a mi encuentro en el Jordán, y le juré por el Señor, diciendo: ‘No te mataré por la espada’. 9 Pero ahora no lo dejes impune ya que eres un hombre sabio. Sabes qué hacer con él: harás bajar sus canas con sangre a la tumba”.

10 David se acostó con sus antepasados y fue enterrado en la ciudad de David. 11 El tiempo que reinó sobre Israel fue de cuarenta años: siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12 Salomón se sentó en el trono de su padre David y su reinado se consolidó firmemente.

 

– Salomón asegura su trono

 

Hirió a Adonías y murió

 

13 Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón, y ella le preguntó: “¿Vienes en son de paz?”. Él respondió: “En paz”. 14 Adonías dijo: “Tengo una petición que hacerte”. Y ella respondió: “Habla”. 15 Él dijo: “Tú sabías que me correspondía la realeza y que todo Israel esperaba que yo fuese el rey. Pero la realeza me fue adversa y recayó en mi hermano, porque el Señor así lo dispuso. 16 Ahora bien, una sola cosa te pido, no me la niegues”. Y ella le respondió: “Habla”. 17 Él continuó: “Intercede, por favor, ante el rey Salomón, porque no te lo negará, para que me entregue a Abisag, la sunamita, por esposa”. 18 Respondió Betsabé: “Muy bien, intercederé a tu favor ante el rey”.

19 Betsabé se presentó ante el rey Salomón para hablarle sobre Adonías. El rey se levantó a su encuentro y se postró ante ella; después se sentó en su trono e hizo colocar un trono para la madre del rey y ella se sentó a su derecha. 20 Betsabé dijo: “Una cosa pequeña te quiero pedir, no me la niegues”. Le respondió el rey: “Pídeme, madre mía, porque no te la negaré”. 21 Ella dijo: “Que Abisag, la sunamita, sea entregada como esposa a Adonías, tu hermano”.

22 El rey Salomón contestó a su madre: “¿Por qué pides tú a Abisag, la sunamita, para Adonías? ¡Pide, además, para él la realeza! Porque él es mi hermano mayor y con él están el sacerdote Abiatar y Joab, hijo de Seruyá”.

23 Entonces el rey Salomón juró por el Señor, diciendo: “Dios me maldiga, si Adonías no ha hecho esta petición a costa de su vida. 24 Y, ahora, juro por el Señor que me ha establecido y me ha sentado sobre el trono de David, mi padre, y que me ha construido una casa como había prometido, que en este mismo día morirá Adonías”. 25 Y el rey Salomón envió a Benayas, hijo de Yoyadá, quien hirió a Adonías y este murió.

 

Mata a Joab y sepúltalo

 

26 El rey dijo al sacerdote Abiatar: “Debes retirarte a Anatot, a tus campos, porque eres reo de muerte. Pero en este día no te haré morir, porque cargaste el arca del Señor Dios en presencia de David, mi padre, y porque te afligiste con todo lo que afligió a mi padre”. 27 Y así Salomón privó a Abiatar de ser sacerdote del Señor, para cumplir la palabra del Señor, que había predicho sobre la casa de Elí en Siló.

28 Cuando la noticia llegó hasta Joab, que había apoyado a Adonías, aunque nunca a Absalón, huyó a la Tienda del Señor y se aferró a los ángulos del altar. 29 Comunicaron al rey Salomón que Joab había huido a la Tienda del Señor y que, precisamente, estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benayas, hijo de Yoyadá, diciendo: “Anda y mátalo”. 30 Fue Benayas a la Tienda del Señor y dijo a Joab: “Así dice el rey: ‘¡Debes salir!’. Respondió Joab: “¡No, porque aquí moriré!”. Entonces Benayas comunicó al rey: “Así dice Joab y así me ha respondido”.

31 El rey le dijo: “Harás como él ha dicho: mátalo y sepúltalo. Así apartarás de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente que derramó Joab. 32 Y que el Señor haga recaer su sangre sobre su cabeza, porque mató a dos hombres justos, mejores que él, y los asesinó por la espada, sin que mi padre David lo supiera: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Yéter, jefe del ejército de Judá. 33 Que su sangre recaiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia para siempre, pero sobre David y su descendencia, su casa y su trono, sea la paz para siempre de parte del Señor”.

34 Benayas, hijo de Yoyadá, subió, lo hirió, lo mató y lo sepultó en su casa en el desierto. 35 El rey colocó a Benayas, hijo de Yoyadá, al frente del ejército en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc, en lugar de Abiatar.

 

Hirió a Semey y murió

 

36 Entonces el rey mandó llamar por medio de un mensajero a Semey y le dijo: “Edifícate una casa en Jerusalén, habitarás allí y no saldrás de allí a ningún lugar. 37 Porque debes saber que en el día en que salgas y cruces el torrente Cedrón, morirás irremediablemente. Tu sangre caerá sobre tu cabeza”.

38 Semey respondió al rey: “Me parece bien la palabra que ha dicho mi señor, el rey: así lo hará tu servidor”. Y Semey habitó en Jerusalén un largo tiempo.

39 Pero sucedió que, al término de tres años, huyeron dos esclavos de Semey al reino de Aquis, hijo de Maacá, rey de Gat. Informaron a Semey: “Mira, tus esclavos están en Gat”. 40 Entonces Semey se levantó, aparejó su asno y fue a Gat, donde estaba Aquis, para buscar a sus esclavos y los trajo desde Gat.

41 Cuando se avisó Salomón que Semey había ido de Jerusalén a Gat y retornado, 42 el rey mandó llamar a Semey, por medio de un mensajero, y le dijo: “¿Acaso no te hice jurar por el Señor y dar testimonio, diciendo: ‘Debes saber que en el día en que salgas y vayas a cualquier lugar, morirás irremediablemente’, y tú respondiste: ‘Me parece bien la palabra que he escuchado’? 43 Ahora bien, ¿por qué no has guardado el juramento que hiciste por el nombre del Señor y la orden que te di?”.

44 Luego el rey dijo a Semey: “Tú sabes bien y tu corazón reconoce todo el mal que hiciste a David mi padre. El Señor haga recaer tu maldad sobre tu cabeza. 45 Pero que el rey Salomón sea bendito y el trono de David sea firme en la presencia del Señor para siempre”.

46 El rey mandó a Benayas, hijo de Yoyadá, que salió, hirió a Semey y este murió. El reinado se consolidó en manos de Salomón.

 

Salomón amaba al Señor*

 

3 1 Salomón se emparentó con el faraón, rey de Egipto, porque había tomado por esposa a la hija del faraón. La trajo a la ciudad de David, mientras concluía de edificar su propia casa, la casa del Señor y los muros en torno a Jerusalén.

2 El pueblo, por desgracia, sacrificaba en los santuarios locales, porque hasta esos días aún no había sido edificada una casa para el nombre del Señor. 3 Salomón amaba al Señor, y caminaba según los preceptos de su padre David, a pesar de que solía sacrificar y quemar incienso en los santuarios locales.

 

– Salomón, el rey sabio

 

Te doy un corazón sabio

= 2 Cr 1,3-12

Eclo 47,12-18

 

4 El rey fue a Gabaón para ofrecer allí un sacrificio, porque ese era un santuario importante: Salomón ofreció mil holocaustos sobre aquel altar.

5 En Gabaón se le apareció el Señor a Salomón en un sueño nocturno y le dijo: “Pídeme cualquier cosa y te la concederé”. 6 Respondió Salomón: “Tú has tenido un gran amor a tu servidor David, mi padre, porque caminó en tu presencia con fidelidad y justicia, con rectitud de corazón hacia ti, y le has conservado ese gran amor concediéndole un hijo que se sienta hoy sobre su trono. 7 Por eso ahora, Señor mi Dios, has hecho rey a tu servidor en lugar de mi padre David. Pero yo soy un muchacho joven, que no sabe conducirse, 8 y tu servidor se encuentra en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso, imposible de medir y contar. 9 Por lo tanto, concede a tu servidor un corazón capaz de escuchar, para juzgar a tu pueblo, y comprender la diferencia entre el bien y el mal, porque ¿quién podría juzgar a un pueblo tan importante como el tuyo?”.

10 A los ojos del Señor resultó agradable esta petición que hizo Salomón. 11 Entonces Dios respondió a Salomón: “Porque has pedido esto y no has pedido para ti larga vida ni riquezas ni la muerte de tus enemigos, sino que has pedido la capacidad de discernir para administrar justicia, 12 te concedo tu petición: te doy un corazón sabio y entendido, como no lo hubo antes de ti y como tampoco lo habrá después. 13 Además, te concedo lo que no has pedido: riquezas y, también, gloria, de tal manera que mientras vivas no haya nadie como tú entre todos los reyes. 14 Y si caminas por mis senderos, guardando mis leyes y mandamientos, como anduvo tu padre David, entonces prolongaré tu vida”.

15 Se despertó Salomón y se dio cuenta de que era un sueño, y vino a Jerusalén. Se puso delante del arca de la Alianza del Señor y ofreció holocaustos, e hizo un sacrificio de comunión. Además, preparó un banquete para todos sus servidores.

 

La sabiduría de Dios estaba en él

2 Re 6,24-33

 

16 En ese momento, se presentaron dos mujeres prostitutas ante el rey y se colocaron frente a él. 17 Y una de las mujeres dijo: “Atiéndeme, mi Señor: yo y esta otra mujer habitamos en la misma casa y ambas hemos dado a luz en dicha casa. 18 Y ha sucedido que al tercer día de mi alumbramiento, esta mujer también dio a luz. Nosotras estábamos juntas y no había ningún extraño con nosotras en la casa; estábamos las dos solas. 19 Y el hijo de esta mujer murió durante la noche, porque ella se había acostado sobre él. 20 Pero ella se levantó a medianoche, tomó de mi lado a mi hijo, mientras tu servidora dormía, y lo acostó en su regazo, y a su propio hijo muerto, lo acostó junto a mí. 21 Yo me levanté en la mañana para amamantar a mi hijo, y estaba muerto. Lo examiné mejor a la luz de la mañana y me di cuenta de que no era mi hijo, el que yo había dado a luz”.

22 Entonces dijo la otra mujer: “¡No es así! Porque mi hijo es el vivo y tu hijo es el muerto”. Y la otra respondió: “¡No es así! Porque tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo”. Así discutían en presencia del rey.

23 Entonces dijo el rey: “Esta dice ‘este es mi hijo, el vivo y tu hijo es el muerto’ y esta otra dice ‘¡No es así! Porque tu hijo es el muerto y mi hijo es el vivo’. 24 Y ordenó el rey: “¡Traigan una espada!”. Entonces le trajeron una espada. 25 El rey dijo: “Corten al niño vivo en dos y den la mitad a una y la otra mitad a la otra”.

26 A la mujer del hijo vivo se le conmovieron sus entrañas por su hijo y dijo entonces al rey: “Por favor, mi señor, que den a ella el bebé vivo, ¡que no lo maten!”, y la otra dijo: “No será para mí ni para ti ¡Que sea cortado!”.

27 Entonces el rey dictaminó: “Entreguen el niño a la primera mujer, de ninguna manera lo maten: ella es su madre”.

28 Todo Israel escuchó la sentencia que pronunció el rey y sintieron un temor reverencial ante él, porque vieron que la sabiduría de Dios estaba en su interior para hacer justicia.

 

Estos fueron sus dignatarios*

2 Sm 8,15-18

 

4 1 El rey Salomón reinó sobre todo Israel. 2 Y estos fueron sus dignatarios: Azarías, hijo de Sadoc, era sacerdote; 3 Elijóref y Ajías, hijos de Sisá, escribas; Josafat, hijo de Ajilud, el cronista; 4 Benayas, hijo de Yoyadá, el comandante del ejército; Sadoc y Abiatar, sacerdotes; 5 Azarías, hijo de Natán, estaba a cargo de los prefectos; Zabud, hijo de Natán, era sacerdote y consejero del rey. 6 Ajisar estaba al frente del palacio; y Adonirán, hijo de Abdá, encargado de los trabajos forzados.

 

Doce prefectos a cargo de todo Israel

Gn 22,15-18

 

7 Salomón tenía doce prefectos a cargo de todo Israel, que abastecían al rey en su palacio: a cada uno le tocaba la provisión un mes al año. 8 Y estos son sus nombres: Benjur, en los montes de Efraín; 9 Bendéquer, en Maqués y Saalbín, en Betsemes y Elón, hasta Betjanán; 10 Benjésed, en Arubot; a él pertenecía Socó y toda la tierra de Jefer; 11 Benabinadab, a él le correspondía toda la región de Dor, y Tafar, hija de Salomón, fue su esposa; 12 a Baaná, hijo de Ajilud, le correspondía Tanac y Meguido y todo Betsán que está cerca de Sartán, por debajo de Jezrael, desde Betsán hasta Abelmejolá, más allá de Yocneán; 13 Bengaber, en Ramot de Galaad: tenía los campamentos de Yaír, hijo de Manasés, que están en Galaad, y también la región de Argob que está en Basán, sesenta ciudades grandes, amuralladas y con cerraduras de bronce; 14 Ajinadab, hijo de Idó, en Majanain; 15 Ajimás en Neftalí: y también él contrajo matrimonio con Basemat, una hija de Salomón; 16 Baaná, hijo de Jusí, en Aser y en Alot; 17 Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar; 18 Semey, hijo de Elá, en Benjamín; 19 Guéber, hijo de Urí, en la tierra de Galaad, en el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. Y un solo prefecto estaba en la tierra de Judá.

20 Judá e Israel eran tan numerosos como las arenas del mar: comían, bebían y se alegraban.

 

Las provisiones diarias de Salomón*

 

5 1 Salomón fue soberano sobre todos los reinos, desde el río Éufrates, pasando por la tierra de los filisteos, hasta la frontera de Egipto. Todos ellos acudían con regalos y servían a Salomón durante todos los días de su vida.

2 Las provisiones diarias de Salomón consistían en treinta sacos de harina fina y sesenta sacos de harina común; 3 diez vacas gordas, sesenta vacas de pastar y cien ovejas, además de los ciervos, gacelas, venados y aves de corral. 4 Él gobernaba sobre toda la región más acá del Éufrates, desde Tifsaj hasta Gaza, sobre todos los reyes de más acá del Éufrates y tenía paz con todos sus vasallos que lo rodeaban. 5 Judá e Israel habitaban tranquilos desde Dan hasta Berseba, cada uno bajo su viña y bajo su higuera, durante todos los días de Salomón.

6 Salomón tuvo cuarenta mil establos de caballos para sus carros y doce mil caballos de montar. 7 Los prefectos abastecían al rey Salomón, y a todos los invitados a su mesa, cada uno en su mes. Nunca faltaba nada. 8 En cuanto a la cebada y el heno para los caballos y los mulos, cada uno, según su turno, los traía al lugar donde se encontraban.

 

La sabiduría de Salomón

 

9 Dios concedió a Salomón sabiduría y entendimiento en gran medida, y una mente vastísima como la arena que hay en la orilla del mar. 10 La sabiduría de Salomón superó la sabiduría de todos los habitantes de oriente y toda la sabiduría de Egipto. 11 Fue más sabio que todos los hombres: que Etán, el ezrajita, que Hemán, Calcol y Dardá, hijos de Majol. Su nombre se hizo famoso entre todas las naciones vecinas.

12 Pronunció tres mil proverbios y sus cánticos fueron mil cinco. 13 Disertó sobre los árboles: desde el cedro que está en el Líbano hasta el musgo que crece en el muro; y también disertó acerca de los ganados, las aves, los reptiles y los peces.

14 Venían de todos los pueblos a escuchar la sabiduría de Salomón, de todos los reinos de la tierra en donde se escuchaba hablar de su sabiduría.

 

– Preparativos para la edificación del Templo

 

Escuchó Jirán las palabras de Salomón

= 2 Cr 2,1-17

 

15 Entonces Jirán, rey de Tiro, envió a sus servidores a Salomón, porque se enteró de que había sido ungido rey en lugar de su padre. Y Jirán había sido siempre amigo de David.

16 Salomón envió un mensaje a Jirán, diciéndole: 17 “Tú sabes que mi padre David no pudo edificar una casa para el nombre del Señor su Dios debido a las guerras en que se vio envuelto, hasta que el Señor puso a sus enemigos bajo las plantas de sus pies. 18 Pero ahora el Señor mi Dios me ha dado tranquilidad en mi entorno: no tengo ningún adversario y no hay nadie que me haga el mal. 19 Por lo tanto, he pensado edificar una casa para el nombre del Señor mi Dios, como el Señor le había predicho a mi padre David, cuando dijo: ‘Tu hijo, el que yo establezca después de ti sobre tu trono, él edificará la casa para mi nombre’. 20 Ahora bien, ordena que corten para mí cedros del Líbano, que mis servidores trabajen con los tuyos, y te daré la paga de tus servidores según lo que me indiques, porque tú sabes que no hay entre nosotros ninguno que sepa cortar árboles como los sidonios”.

21 Cuando escuchó Jirán las palabras de Salomón, se alegró mucho y dijo: “Bendito sea el Señor en este día, porque ha dado a David un hijo sabio a cargo de este gran pueblo”.

22 Entonces envió Jirán un mensaje a Salomón diciendo: “He escuchado lo que me has pedido, y haré todo lo que deseas en cuanto a la madera de cedro y la madera de ciprés. 23 Mis servidores la bajarán del Líbano al mar, y yo transportaré los tablones hasta el lugar donde tú me indiques y los dejaremos allí. Tú los recogerás y cumplirás mi deseo proporcionando provisiones para mi casa”.

24 De esta forma, Jirán se convirtió en proveedor de cuanta madera de cedro y de ciprés desease Salomón. 25 Y Salomón dio a Jirán veinte mil sacos de trigo para alimento de su casa y nueve mil litros de aceite fino: esto daba Salomón a Jirán cada año.

26 El Señor concedió sabiduría a Salomón como le había prometido. Hubo paz entre Jirán y Salomón, y pactaron una alianza entre ellos.

 

Hizo un reclutamiento de obreros

= 2 Cr 2,1.17

 

27 Por otra parte, el rey Salomón hizo un reclutamiento de obreros en todo Israel: llegaron a ser treinta mil hombres. 28 Envió al Líbano diez mil cada mes, por turnos: un mes estaban en el Líbano y dos meses en sus casas. A cargo del reclutamiento estaba Adonirán.

29 Tuvo Salomón sesenta mil cargadores de material y ochenta mil canteros en la montaña, 30 sin contar los tres mil trescientos comandantes de los prefectos de Salomón que estaban a cargo de la obra y que dirigían al pueblo que trabajaba en ella. 31 El rey ordenó que extrajeran piedras grandes y costosas, para cimentar la casa con piedras labradas. 32 Los constructores de Salomón, los constructores de Jirán y los gabelitas las recortaron, y prepararon la madera y las piedras para edificar la casa.

 

– Construcción del templo del Señor

 

Salomón edificó el Templo para el Señor*

= 2 Cr 3,1-7

 

6 1 El rey comenzó a edificar el Templo para el Señor en el año cuatrocientos ochenta de la salida de los israelitas de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv; es decir, en el segundo mes.

2 La casa que edificó el rey Salomón para el Señor era de veintisiete metros de largo, nueve de ancho y trece metros y medio de alto. 3 La sala que había delante de la nave de la casa tenía nueve metros de largo, a lo ancho de la casa, y cuatro metros y medio de ancho, en la parte delantera de la casa. 4 Salomón hizo para la casa ventanas con marcos y enrejados.

5 También edificó sobre el muro de la casa una ampliación, que rodeaba los muros de la casa, la nave central y la cámara santa, e hizo cuartos laterales alrededor. 6 El cuarto de abajo tenía dos metros y medio de ancho; el central, tres metros de ancho, y el tercero, tres metros y medio de ancho, porque había procurado unos recortes alrededor de la casa, por fuera de ella, para no presionar los muros de la casa. 7 Durante su construcción, la casa era edificada con piedras terminadas que se acarreaban: no se escucharon en la casa martillos, ni hachas ni otra herramienta de hierro durante su edificación. 8 El ingreso del cuarto lateral de en medio estaba a espaldas de la casa, a mano derecha. Se subía al cuarto de en medio, y del cuarto de en medio al tercer cuarto, por escaleras en espiral.

9 Salomón edificó el Templo, lo concluyó y lo recubrió con vigas y artesonados de cedro. 10 Edificó además una ampliación sobre todo el Templo: su altura era de dos metros y medio y estaba firmemente unida al edificio con maderas de cedro.

 

Habitaré en medio de Israel

 

11 Entonces llegó la palabra del Señor a Salomón, diciéndole: 12 “A causa de este Templo que tú edificas, si caminas según mis leyes, si cumples mis normas y guardas todos mis mandamientos, caminando en ellos, mantendré en pie mi palabra, la que te he dado, la que prometí a tu padre David: 13 habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo Israel”.

 

Recubrió todo el Templo con oro

= 2 Cr 3,8-9

 

14 Así edificó Salomón el Templo y lo concluyó. 15 Revistió los muros por dentro de la casa con tablas de cedro, desde el suelo hasta el techo: los recubrió de madera por dentro, y el suelo, con tablas de ciprés. 16 Separó diez metros del fondo de la casa con tablas de cedro, desde el suelo hasta los muros, y construyó por dentro el lugar santísimo: este es el Santo de los Santos. 17 Enfrente de él la nave central tenía veinte metros. 18 En el interior del Templo no se veía la piedra; todo era de cedro con tallados de calabazas y flores abiertas.

19 El lugar santísimo, al fondo del Templo, lo preparó interiormente para depositar allí el arca de la Alianza del Señor. 20 Recubrió de oro fino el frente del lugar santísimo, que tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto y revistió el altar con cedro. 21 Salomón recubrió el interior del Templo con oro fino y colocó cadenas de oro delante del lugar santísimo, revistiéndolo enteramente de oro. 22 Recubrió todo el Templo con oro, y el altar que está en el lugar santísimo también lo revistió de oro.

 

Hizo dos querubines de madera

= 2 Cr3,10-13

Éx 25,10-11

 

23 Salomón hizo además dos querubines de madera resinosa, de cuatro metros y medio de alto, para la cámara santa. 24 Un ala del querubín medía dos metros y medio y la segunda ala del querubín medía también dos metros y medio: en total medían cinco metros, desde la punta de un ala hasta la punta de la otra. 25 El segundo querubín medía también cinco metros de alto: la misma medida y la misma forma tenían ambos querubines. 26 La altura del primer querubín era de cinco metros, y así también era el segundo querubín. 27 Salomón colocó los querubines adentro, en medio de la casa; los querubines extendían las alas: el ala de uno tocaba la del otro con la punta y el ala del segundo querubín tocaba en la punta al otro, y sus alas extendidas hacia el centro de la casa se tocaban ala con ala. 28 Y recubrió los querubines con oro.

29 Hizo tallar todos los muros en torno de la casa, por dentro y por fuera, con grabados de querubines en relieve, palmas y flores abiertas. 30 Recubrió de oro el piso de la casa, tanto el interior como el exterior. 31 A la entrada del lugar santísimo, hizo puertas de madera resinosa; el dintel y los postes median un quinto del muro. 32 Las dos puertas eran de madera resinosa e hizo tallar en ellas grabados de querubines, palmas y flores abiertas, y las recubrió de oro, y aplicó oro sobre los querubines y las palmas. 33 También hizo postes de madera resinosa que medían un cuarto del muro para la puerta de la nave central. 34 Las dos puertas eran de madera de ciprés. Las dos hojas de la primera puerta giraban y también las dos de la segunda. 35 E hizo tallar querubines, palmas y flores abiertas y los recubrió de oro: con mucho cuidado sobre los grabados. 36 Y edificó el atrio interior con tres filas de piedras labradas y una fila de troncos de cedro.

37 En el año cuarto fueron colocados los cimientos de la casa del Señor, en el mes de Ziv. 38 Y en el año once, en el mes de Bul; es decir, en el octavo mes, se concluyó el Templo en todos sus detalles y conforme a su proyecto. Salomón lo edificó en siete años.

 

Salomón edificó su propia casa*

 

7 1 Salomón edificó su propio palacio durante trece años, hasta que lo concluyó en su totalidad. 2 Edificó la casa llamada “Bosque del Líbano”, de cuarenta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho y trece metros y medio de alto, sobre cuatro filas de columnas de cedro, con vigas de cedro sobre las columnas. 3 Estaba techada con cedro, por arriba de las vigas, que estaban sobre las columnas. Estas eran cuarenta y cinco: quince columnas por cada fila. 4 La casa tenía ventanas abiertas en tres filas, y cada ventana estaba frente a otra ventana, en las tres filas. 5 Todas las entradas y los postes de las puertas tenían marcos cuadrados, y cada una estaba frente a otra, entrada frente a entrada, por tres veces.

6 La sala de las columnas la hizo Salomón de veintidós metros y medio de largo y trece metros y medio de ancho. Había una sala en frente, con columnas y un friso delante de ellas. 7 E hizo la sala del trono, donde administraba justicia: la sala de justicia. Y la techó con cedro desde un lado al otro.

8 En su casa, en la que habitaba, había un atrio distinto al de la sala de las columnas, pero hecho de la misma forma. Salomón hizo además una casa para la hija del faraón, que había tomado por esposa, del mismo modo que aquella sala.

9 Todo esto era de piedras costosas, labradas a medida, pulidas con un pulidor, por dentro y por fuera, desde los cimientos hasta la cúspide y desde fuera hasta el gran atrio. 10 Y estaba cimentada sobre piedras costosas, y grandes, piedras, de cinco y de cuatro metros. 11 Hasta arriba había piedras costosas, labradas a medida, y madera de cedro. 12 El gran atrio estaba rodeado por tres filas de piedras labradas y una fila de troncos de cedro; y lo mismo el atrio interior de la casa del Señor y la sala de la casa.

 

Los trabajos de Jirán, artesano en bronce

= 2 Cr 2,12-14; 3,15-17; 4,2-6.10-18

Éx 35, 30-35

 

13 El rey Salomón envió un mensaje e hizo venir a Jirán de Tiro. 14 Se trataba del hijo de una mujer viuda de la tribu de Neftalí y su padre era un hombre de Tiro, artesano en bronce, que estaba lleno de pericia, habilidad y conocimiento para trabajar toda clase de objetos de bronce. Se presentó ante el rey Salomón e hizo todos sus objetos.

15 Jirán modeló dos columnas de bronce, cada una de nueve metros de altura con una circunferencia de seis metros. 16 Hizo además dos capiteles para colocarlos en la cúspide de las columnas, vaciados en bronce, de dos metros y medio de altura cada capitel. 17 Hizo unos enrejados, diseños labrados, guirnaldas y diseños de cadenas, para los capiteles que estaban sobre la cúspide de las columnas, siete para un capitel y siete para el otro capitel. 18 Jirán hizo dos filas de granadas alrededor de cada enrejado, para cubrir el capitel que estaba sobre la cúspide de la primera columna, e hizo lo mismo con el segundo capitel. 19 Los capiteles que estaban en la cúspide de las columnas se encontraban en la sala, tenían diseños de lirios y eran de dos metros. 20 Los capiteles que estaban sobre las dos columnas, tenían también por arriba, en oposición al hueco del enrejado, doscientas granadas en filas alrededor del primero y segundo capiteles.

21 Jirán colocó las columnas en la sala de la nave central, levantó la columna de la derecha y le dio el nombre de Yakín, y levantó la columna de la izquierda y le dio el nombre de Boaz. 22 Sobre la cúspide de las columnas había diseños de lirios y así se concluyó la obra de las columnas.

23 Jirán hizo el mar de metal fundido, de cinco metros de un borde al otro borde, redondo en su circunferencia, y de dos metros y medio de alto. El perímetro de su circunferencia era de trece metros y medio. 24 Y diseñó calabazas por debajo de los bordes, que lo rodearan por sus cuatro metros y medio de circunferencia; eran dos filas de calabazas que circundaban alrededor del mar, modeladas cuando se hizo su vaciado. 25 El mar de metal fundido estaba colocado sobre doce toros: tres frente al norte, tres frente al oeste, tres frente al sur y tres frente el este; estaba por arriba de ellos y tenían todas sus patas traseras hacia adentro. 26 El grosor era de unos veinte centímetros, y su borde era como la hechura del borde de un vaso, como el capullo de un lirio, y tenía noventa mil litros de capacidad.

27 También hizo diez plataformas de bronce: de dos metros de largo, dos de ancho y un metro y medio de alto cada una. 28 Esta es la hechura de la plataforma: tenía unos paneles, que estaban entre unas junturas. 29 Y sobre estos paneles, que estaban entre las junturas, había leones, toros y querubines. Y sobre las junturas, por arriba como por debajo de los leones y toros, había colgantes labrados. 30 Cada plataforma tenía cuatro ruedas de bronce y ejes de bronce. Sus cuatro pies tenían soportes por debajo del recipiente, y cada soporte estaba fundido con guirnaldas a su alrededor. 31 La apertura que estaba arriba, por dentro de la corona, era de medio metro, y su forma era redonda igual que el atril, de setenta y cinco centímetros. También sobre su abertura había tallados, y sus paneles eran cuadrados, no redondos. 32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, los costados de las ruedas junto a la base, y la altura de cada rueda era de setenta y cinco centímetros. 33 La hechura de las ruedas era como la de un carro: sus costados, sus rayos, sus aros y sus centros eran todos vaciados. 34 En las cuatro esquinas de cada plataforma había cuatro respaldos: de la misma base salía el respaldo. 35 La cúspide de la plataforma, que era de veinticinco centímetros de altura, tenía un borde redondo; en ella, sus costados y sus paneles estaban todos integrados. 36 Jirán forjó en los paneles de los costados y en los bordes, querubines, leones y palmas, todos fundidos y con guirnaldas alrededor. 37 Así hizo los diez atriles: vaciados todos, de una misma medida y de una misma forma cada uno de ellos.

38 Jirán hizo también diez recipientes de bronce, de mil ochocientos litros de capacidad, cada uno de los recipientes, y de dos metros cada uno de los recipientes: había un recipiente sobre cada plataforma, y así sobre cada una de las diez plataformas. 39 Colocó las plataformas: cinco en el fondo del Templo a mano derecha y cinco en el fondo, a mano izquierda. El mar de metal fundido lo colocó al fondo del Templo a la derecha, hacia la parte este, mirando al sur.

40 Jirán hizo además los recipientes, las paletas y las jarras. Así concluyó de confeccionar todos los objetos que le encargó el rey Salomón para la casa del Señor y que son los siguientes: 41 las dos columnas, las dos cabezas de los capiteles que están sobre la cúspide de las columnas, dos enrejados para cubrir las dos cabezas de los capiteles que están sobre la cúspide de las columnas, 42 las cuatrocientas granadas para los dos enrejados, dos filas de granadas por cada enrejado, para cubrir las dos cabezas de los capiteles que están sobre las columnas, 43 las diez plataformas, los diez recipientes sobre las plataformas, 44 un mar de metal fundido y los doce toros bajo el mar.

45 Las vasijas, las paletas, las jarras y todos los otros utensilios que hizo Jirán para el rey Salomón, para la casa del Señor, eran de bronce bruñido. 46 El rey los había hecho fundir en el valle del Jordán en tierra compacta, entre Sucot y Sartán.

47 Salomón dejó sin inventariar todos los utensilios por su grandísima cantidad y porque no se podía determinar el peso del bronce. 48 De esta manera, Salomón hizo todos los utensilios de la casa del Señor: el altar era de oro; la mesa sobre la cual se coloca el pan de la presentación era de oro; 49 los candelabros, que estaban cinco a mano derecha y cinco a mano izquierda frente al lugar santísimo, eran de oro fino; los capullos, las lámparas y las tenazas eran de oro; 50 las fuentes, los despabiladores, las jarras, las cucharas y los braseros, de oro fino; las bisagras de las puertas de la casa interna; es decir, del Santo de los Santos y de las puertas de la casa externa; es decir, de la nave central, eran de oro.

51 Así se completó toda la obra que hizo el rey Salomón en la casa del Señor. Después Salomón hizo traer los objetos consagrados por su padre David: la plata, el oro y los utensilios, y los depositó en el tesoro de la casa del Señor.

 

– Consagración del templo del Señor

 

 

La gloria del Señor llenaba el Templo*

= 2 Cr 5,2-6,11

2 Sm 7,12

 

8 1 Entonces Salomón congregó junto a él en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de los clanes, a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el arca de la Alianza del Señor desde la ciudad de David, es decir, desde Sion.

2 Todos los hombres de Israel se congregaron junto al rey Salomón para la fiesta en el mes de Etanín, es decir, en el mes séptimo. 3 Y se presentaron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes transportaron el Arca. 4 Los sacerdotes y los levitas subieron el arca del Señor junto con la Tienda del Encuentro y todos los objetos sagrados que estaban en ella.

5 El rey Salomón y toda la asamblea de Israel que se había reunido junto a él, frente al Arca, sacrificaban ovejas y bueyes, los que no se podían contar ni calcular por la gran cantidad. 6 Entonces los sacerdotes llevaron el arca de la Alianza del Señor a su lugar en la cámara santa de la casa, al Santo de los Santos, debajo de las alas de los querubines; 7 porque los querubines extendían sus alas sobre el lugar del Arca, y de esta forma cubrían el Arca y sus varas por arriba. 8 Las varas se prolongaban y las puntas de las varas eran visibles desde el Santo, frente al lugar santísimo, pero no eran visibles desde afuera. Y quedaron allí hasta el día de hoy. 9 No había en el Arca más que las dos tablas de piedra que Moisés colocó allí en el Horeb, cuando el Señor pactó alianza con los hijos de Israel durante su salida de la tierra de Egipto.

10 Cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, la nube llenó el templo del Señor, 11 de manera que los sacerdotes no pudieron realizar su servicio a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba el templo del Señor. 12 Entonces Salomón exclamó: “¡El Señor ha dicho: ‘Habitaré en densa nube’! 13 En verdad he edificado una casa magnífica para ti, un lugar donde habites para siempre”.

14 El rey se volvió y bendijo a toda la asamblea de Israel, que estaba de pie, y dijo: 15 “Bendito sea el Señor Dios de Israel que ha cumplido con su mano lo que lo había prometido con su boca a mi padre David, cuando dijo: 16 ‘Desde el día en que hice salir a mi pueblo Israel de Egipto, no escogí una ciudad entre todas las tribus de Israel para edificar una casa donde permaneciera mi nombre, sino que elegí a David para que estuviera al frente de mi pueblo Israel’. 17 Mi padre David tuvo intención de edificar un Templo para el nombre del Señor, Dios de Israel, 18 pero entonces el Señor dijo a mi padre David: ‘Ya que has tenido la intención de edificar una casa para mi nombre, has hecho bien en pensar así. 19 Sin embargo, tú no edificarás la casa, sino que tu hijo, el salido de tus entrañas, él edificará el Templo para mi nombre’. 20 El Señor ha cumplido su promesa, la que había dicho, y he sucedido a mi padre David; me he sentado en el trono de Israel como lo había prometido el Señor. He edificado la casa para el nombre del Señor, Dios de Israel, 21 y he dispuesto allí un lugar para el Arca donde está la Alianza del Señor, la que pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto”.

 

Escucha tú desde el cielo

= 2 Cr 6,12-40

Dt 7,6; 2 Sm 7,13-16

 

22 Salomón se puso de pie frente al altar del Señor, delante de toda la asamblea de Israel, extendió sus brazos hacia el cielo 23 y dijo: “Señor Dios de Israel, no hay nadie como tú, Dios en los cielos allá arriba y en la tierra aquí abajo, que mantienes la alianza y el amor con tus servidores, los que caminan en tu presencia de todo corazón. 24 Tú has cumplido a tu servidor, mi padre David, lo que le habías prometido; en este día has cumplido con tu mano lo que prometiste con tu boca. 25 Ahora, Señor, Dios de Israel, cumple con tu servidor, mi padre David, aquello que le habías prometido cuando dijiste: ‘Nunca te faltará un heredero que se siente sobre el trono de Israel, delante de mí, con tal de que tus hijos vigilen su conducta, caminando en mi presencia como caminaste tú ante mí’. 26 Ahora, Dios de Israel, que se cumpla tu palabra, la que has dicho a tu servidor, mi padre David.

27¿En verdad puede Dios habitar sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos, no te pueden contener, ¡cuánto menos este Templo que yo he edificado!

28 No obstante, vuélvete hacia la oración de tu servidor y hacia su súplica, Señor, mi Dios, para escuchar la alabanza y la oración que hoy tu servidor presenta ante ti, 29 para que estén tus ojos abiertos en dirección a este Templo, noche y día, hacia el lugar del cual dijiste: ‘que mi nombre esté allí’, para escuchar la oración que presenta tu servidor hacia este lugar. 30 Escucha la súplica de tu servidor, y de tu pueblo Israel, que presentan hacia este lugar: tú la escucharás en el lugar de tu habitación, en el cielo; escucharás y perdonarás.

31 Y si alguno peca contra su prójimo, y obligado a jurar, viene a jurar ante tu altar, en esta casa, 32 escucha tú desde el cielo, actúa y juzga a tus servidores, condenando al malvado, para que sus obras recaigan sobre su cabeza, y declarando inocente al justo, para retribuirle según su justicia.

33 Y cuando tu pueblo Israel sea vencido frente al enemigo, porque han pecado contra ti, si ellos se convierten a ti y alaban tu nombre, oran y suplican hacia ti en esta casa, 34 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de tu pueblo Israel y devuélvelos a la tierra que diste a sus padres.

35 Y cuando los cielos se cierren y no haya lluvia, porque ellos han pecado contra ti, si oran hacia este lugar, alaban tu nombre y se convierten de su pecado por haberlos tú humillado, 36 escucha tú desde el cielo y perdona el pecado de tus servidores, de tu pueblo Israel, enseñándoles el camino bueno por el cual deben ir, y envía lluvia sobre tu tierra, la que has dado a tu pueblo como herencia.

37 Cuando haya hambre en la tierra, peste, tizón, plaga en los sembrados, langosta, pulgón, o cuando su enemigo los oprima sitiando sus ciudades, o en todo tipo de calamidad o enfermedad, 38 si un ser humano o todo tu pueblo Israel, al tener remordimiento en su corazón, extiende sus brazos hacia esta casa con cualquier tipo de oración y súplica, 39 escucha tú desde el cielo, lugar de tu habitación, perdona, actúa y retribuye a cada uno según las obras que hay en su corazón, porque solo tú conoces el corazón de todo ser humano. 40 De esta manera ellos sentirán un temor reverencial hacia ti, todos los días en que vivan sobre la superficie de la tierra que has dado a nuestros padres.

41 Si también un extranjero, que no pertenece a tu pueblo Israel, y viene de una tierra lejana a causa de tu nombre 42 –porque habrían escuchado hablar de tu gran nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo extendido–, si viene y ora en dirección a este Templo, 43 escucha tú desde el cielo, lugar de tu habitación, actúa según todo aquello que te pida el extranjero de forma que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, para reverenciarte de la misma manera que tu pueblo Israel, y así sepan que tu nombre ha sido pronunciado sobre esta casa que yo he edificado.

44 Cuando tu pueblo salga a la guerra contra su enemigo, por el camino que tú los envíes, si oran al Señor en dirección a la ciudad que has elegido y a la casa que he edificado para tu nombre, 45 escucha tú desde el cielo su oración y su súplica, y actúa con justicia.

46 Cuando pequen contra ti, porque no hay un ser humano que no peque, y te enojes con ellos y los entregues al enemigo y estos los lleven cautivos a una tierra enemiga, lejana o cercana, 47 si ellos reflexionan en su corazón en esa tierra a la que fueron llevados cautivos, se convierten y suplican hacia ti en la tierra de su cautiverio, diciendo: ‘hemos pecado, hemos sido perversos y malvados’, 48 si se convierten a ti con todo su corazón y con toda su alma, en la tierra de sus enemigos que los desterraron, y oran a ti en dirección a su tierra, la que has dado a sus padres, a la ciudad que has elegido y a la casa que yo he edificado para tu nombre, 49 escucha tú desde el cielo, lugar de tu habitación, su oración y su súplica, y actúa con justicia. 50 Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti, todas las rebeliones con que se ha rebelado contra ti, y concédele compasión de parte de sus deportadores para que estos les tengan piedad, 51 porque ellos son tu pueblo y tu heredad, que has sacado de Egipto, de en medio del horno de hierro.

52 ¡Que tus ojos estén atentos a la súplica de tu servidor y a la súplica de tu pueblo Israel para escucharlos todas las veces que clamen hacia ti. 53 Porque tú los has separado para ti como herencia de entre todos los pueblos de la tierra, según lo has prometido por medio de tu servidor Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, Señor Dios!”.

 

Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros

= 2 Cr 7,4-10

 

54 Cuando Salomón terminó de dirigir al Señor toda esta plegaria y esta súplica, se levantó de delante del altar del Señor, donde había estado de rodillas y con los brazos extendidos al cielo, 55 se puso de pie y bendijo a toda la asamblea de Israel en alta voz, diciendo: 56 “¡Bendito sea el Señor que ha dado descanso a su pueblo Israel, según todo lo que había prometido! No ha fallado ninguna de las palabras de bien, que había pronunciado por medio de su servidor Moisés. 57 ¡Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros como lo estuvo con nuestros padres, que no nos abandone y no nos rechace! 58 ¡Que él haga inclinarse nuestro corazón hacia él, para caminar según todos sus senderos y para guardar sus mandamientos, sus leyes y sus normas, como lo ha ordenado a nuestros padres! 59 ¡Que estas palabras mías, que he suplicado, estén delante del Señor, cerca del Señor nuestro Dios, día y noche, para que haga justicia con su servidor y con su pueblo Israel, según sea necesario día a día! 60 ¡Así conozcan todos los pueblos de la tierra que el Señor es el único Dios y no hay otro, 61 y sus corazones estén íntegramente con el Señor nuestro Dios, para caminar según sus leyes y para cumplir sus mandamientos como en este día!”.

62 El rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios delante del Señor. 63 Salomón presentó un sacrificio de comunión, en el que ofreció al Señor veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas, y así el rey y todos los israelitas inauguraron el templo del Señor. 64 En aquel día, el rey consagró el centro del atrio que está frente a la casa del Señor, porque ofreció allí el holocausto, la ofrenda y la grasa del sacrificio de comunión, y porque el altar de bronce que estaba en frente del Señor era pequeño para contener el holocausto, la ofrenda y la grasa del sacrificio de comunión. 65 En esa ocasión, Salomón junto con una gran asamblea que había llegado desde la entrada de Jamat hasta el río de Egipto, celebró una fiesta ante el Señor nuestro Dios durante siete días, y después otros siete: en total, catorce días. 66 En el octavo día el rey despidió al pueblo y ellos bendijeron al rey. Retornaron a sus tiendas, felices y con el corazón contento, por todo el bien que el Señor había hecho a su servidor David y a su pueblo Israel.

 

Si tú caminas en mi presencia*

= 2 Cr 7,11-22

Dt 29,23-26; Jr 22,8

 

9 1 Cuando Salomón terminó de edificar la casa del Señor, la casa del rey y todo lo que deseaba construir, 2 se apareció el Señor a Salomón por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón. 3 Y le dijo el Señor: “He escuchado tu plegaria y la súplica, que me has dirigido y he consagrado este Templo, que has edificado para poner allí mi nombre para siempre: mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días. 4 Si tú caminas en mi presencia, como anduvo tu padre David, con corazón íntegro y recto, actuando según todo lo que te he ordenado: guardando mis leyes y mis normas, 5 entonces haré estable el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como lo prometí a tu padre David, diciendo: ‘no te faltará un heredero sobre el trono de Israel’. 6 Pero si ustedes, y sus hijos, se apartan con obstinación de mí y no guardan mis mandamientos y mis leyes, que yo les di; si se apartan y sirven a otros dioses y los adoran, 7 yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que les he dado y rechazaré de mi presencia la casa que he consagrado para mi nombre. Israel se convertirá así en ejemplo y advertencia ante todos los pueblos. 8 Este Templo será una ruina, todo el que pase por ella quedará desolado, y con estupor preguntará: ‘¿Por qué ha hecho el Señor esto a esta tierra y a este Templo?’. 9 Le responderán: ‘Porque ellos abandonaron al Señor su Dios, que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, se aferraron a otros dioses, los adoraron y les sirvieron, y por este motivo el Señor atrajo sobre ellos todo este mal’”.

 

– Postrimerías de la edificación del Templo

 

¿Qué son estas ciudades?

= 2 Cr 8,1-6

 

10 Durante los veinte años en que Salomón edificó las dos casas, la casa del Señor y la casa del rey, 11 Jirán, rey de Tiro, había provisto a Salomón con madera de cedro, madera de ciprés, oro y con todo lo que deseaba. Por lo tanto, el rey Salomón le cedió a Jirán veinte ciudades en la tierra de Galilea. 12 Entonces salió Jirán desde Tiro para inspeccionar las ciudades que le había dado Salomón, pero no le gustaron. 13 Y dijo: “¿Qué son estas ciudades que me has dado, hermano mío?”. Y las llamó ‘tierra que no vale nada”, y así se dice hasta el día de hoy. 14 Jirán, por su parte, había regalado al rey cuatro mil ciento doce kilos de oro.

 

Salomón dispuso un reclutamiento

= 2 Cr 8,7-16

 

15 Para edificar el templo del Señor, su propio palacio, el terraplén y las murallas de Jerusalén, y además Jasor, Meguido y Guézer, el rey Salomón dispuso un reclutamiento para los trabajos forzados. 16 El faraón, rey de Egipto, había venido y capturado Guézer, le prendió fuego, mató a los cananeos que habitaban la ciudad y se la dio como regalo a su hija, la mujer de Salomón.

17 Además de Guézer, Salomón reconstruyó Betorón de Abajo, 18 Balat y Tamar en la región desértica del país; 19 asimismo, todas las ciudades de almacenamiento propias de él: las ciudades de los cuarteles de carros y de la caballería, y todas las demás construcciones que Salomón se propuso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio de su reino.

20 Y a toda la gente que quedaba, que no eran israelitas, a los amorreos, a los hititas, a los pereceos, a los jeveos y a los jebuseos, 21 a los descendientes de aquellos que quedaron después en el país, a los que los israelitas no habían podido exterminar, Salomón los incluyó en el reclutamiento para trabajos forzados hasta el día de hoy. 22 Pero Salomón no puso a los israelitas en esos trabajos, porque ellos eran soldados: sus ministros, sus oficiales, sus escuderos y oficiales de sus carros y su caballería. 23 Estos son los oficiales de los prefectos que estaban a cargo de la obra de Salomón: quinientos cincuenta hombres que mandaban al pueblo que trabajaba en la obra.

24 Cuando la hija del faraón subió de la ciudad de David a instalarse en su propia casa, la que le había construido Salomón, entonces él edificó el terraplén. 25 Salomón solía ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión tres veces al año en el altar que había construido para el Señor, y quemaba incienso sobre el altar que estaba delante del Señor, cumpliendo así sus obligaciones con el Templo.

 

– Salomón, el rey sabio

 

Construyó una flota de barcos

= 2 Cr 8,17-18

 

26 El rey Salomón construyó una flota de barcos en Esionguéber, que está en Eilat, junto a la orilla del mar Rojo, en la tierra de Edom. 27 Jirán envió en los barcos a sus servidores, marineros que conocían el mar, junto a los servidores de Salomón. 28 Ellos llegaron a Ofir y tomaron de allí unos catorce mil trescientos kilos de oro y los trajeron al rey Salomón.

 

La reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón*

= 2 Cr 9,1-12

Mt 12,42; Lc 11,31

 

10 1 La reina de Sabá, enterada de la fama de Salomón por causa del nombre del Señor, fue a probarlo con enigmas. 2 Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, con gran cantidad de oro y de piedras preciosas. Se presentó a Salomón y le expuso todos los interrogantes que tenía 3 y el rey respondió a todas sus preguntas; no hubo ninguna cuestión oculta para el rey que no le explicase.

4 Entonces la reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón y admiró la casa que había edificado, 5 la comida de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros, sus vestidos, sus coperos y el holocausto que ofrecía en la casa del Señor y se quedó sin aliento.

6 Ella dijo al rey: “¡Es verdad la fama que escuché en mi país, con respecto a ti y tu sabiduría, 7 y no había dado crédito a lo que se decía hasta que vine y lo comprobé con mis propios ojos!¡Y resulta que no me habían contado ni siquiera la mitad! ¡Tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que había oído! 8 ¡Dichosos tus hombres, dichosos tus servidores, ellos que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría! 9 ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha puesto su complacencia en ti, colocándote sobre el trono de Israel por el amor eterno del Señor hacia Israel, y te ha instituido rey para actuar con derecho y justicia!

10 Ella obsequió al rey unos cuatro mil kilos de oro, perfumes en grandísima cantidad y piedras preciosas, nunca más llegó un perfume como aquel y en tal cantidad como dio la reina de Sabá al rey Salomón.

11 Por otra parte, la flota de Jirán, que transportaba oro desde Ofir, trajo también de allí gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas. 12 El rey hizo con la madera de sándalo un tablado para la casa del Señor y para la casa del rey, además de arpas y liras para los músicos. Nunca más llegó madera de sándalo y tampoco se ha vuelto a ver hasta el día de hoy.

13 El rey Salomón concedió a la reina de Sabá todo lo que ella deseaba, lo que ella le pidió. Además de lo que le obsequió según la generosidad del rey Salomón. Entonces ella partió y se volvió a su tierra con sus servidores.

 

El peso del oro que llegaba a Salomón

= 2 Cr 9,13-24

 

14 El peso del oro que llegaba a Salomón en un año era de unos veintitrés mil kilos de oro, 15 además de lo que traían los hombres de negocios, de las mercancías de los comerciantes, de todos los reyes de Arabia y los gobernadores del país.

16 El rey Salomón hizo doscientos escudos grandes de oro batido: el oro ascendía en cada uno a unos siete kilos. 17 Además, trescientos escudos pequeños de oro batido: el oro ascendía en cada uno a un kilo y medio, y el rey los colocó en la casa del bosque del Líbano.

18 También hizo el rey un trono grande de marfil y lo recubrió con oro fino. 19 El trono tenía seis peldaños y una cabecera redonda por detrás, con brazos a uno y otro lado del lugar del asiento, y dos leones que estaban de pie junto a los brazos. 20 Doce leones había allí sobre los seis peldaños, a uno y otro lado. Nunca se hizo algo así en todos los reinos.

21 La vajilla para beber del rey Salomón era toda de oro, y todos los utensilios de la casa del bosque del Líbano, de oro fino. No había nada de plata, porque no era considerada valiosa durante los días de Salomón.

22 Como el rey tenía en el mar una flota de Tarsis junto con la flota de Jirán, cada tres años la flota de Tarsis transportaba oro, plata, marfiles, monos y pavos reales.

 

Salomón era el más grande de todos los reyes

= 2 Cr 1,14-17; 9,22-27

Eclo 47,18

 

23 El rey Salomón era el más grande de todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. 24 De todas partes buscaban a Salomón para escuchar su sabiduría, esa que el Señor había puesto en su corazón. 25 Todos los años cada uno venía con su tributo: utensilios de plata, utensilios de oro, vestidos, armas, perfumes, caballos y mulos.

26 Salomón adquirió carros y jinetes y llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes y los distribuyó en las ciudades de los cuarteles de los carros y en Jerusalén, junto al rey. 27 Salomón hizo que en Jerusalén la plata fuera tan común como las piedras, y en las tierras bajas hizo que los cedros fueran tan abundantes como los sicomoros.

28 Los caballos de Salomón provenían de Egipto y Cilicia: los mercaderes del rey los compraban en Cilicia 29 y los traían. Un carro costaba en Egipto unos siete kilos de plata, y un caballo, un kilo y medio. Y los vendían a todos los reyes de los hititas y a los reyes de los arameos.

 

– Decadencia de Salomón en el trono de Israel

 

Salomón hizo lo malo a los ojos del Señor*

Dt 17,17; Prov 31, 1-9; Eclo 47,19-22

 

11 1 El rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, 2 de las naciones de las que el Señor había dicho a los israelitas: “ustedes no se unirán a ellas ni ellas a ustedes, porque con seguridad arrastrarán sus corazones detrás de sus dioses”. Precisamente de ellas se enamoró Salomón.

3 Salomón tuvo setecientas esposas principales y trescientas concubinas, que arrastraron su corazón. 4 Fue en su ancianidad que sus mujeres arrastraron su corazón detrás de otros dioses, y ya su corazón no estuvo completamente con el Señor su Dios como el corazón de su padre David. 5 Salomón fue detrás de Astarté, diosa de los sidonios, y detrás de Milcón, ídolo de los amonitas. 6 Así Salomón hizo lo malo a los ojos del Señor y no siguió plenamente al Señor como su padre David. 7 Entonces Salomón edificó un santuario para Camós, ídolo de Moab, en el monte que está en frente de Jerusalén y otro a Milcón, ídolo de Amón. 8 Así hizo a causa de todas sus mujeres extranjeras, que incensaban y sacrificaban a sus dioses.

 

Te arrancaré el reino definitivamente

 

9 Entonces el Señor se indignó contra Salomón porque su corazón se apartó del Señor Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, 10 y justamente le había ordenado no irse detrás de otros dioses. Pero él no observó el mandato del Señor.

11 Entonces el Señor dijo a Salomón: “Ya que ha sucedido esto contigo y no has guardado mi alianza y mis leyes, que yo te he ordenado, te arrancaré el reino definitivamente y se lo daré a un servidor tuyo. 12 Sin embargo, no lo haré en vida tuya, por consideración a tu padre David, sino que lo arrancaré de la mano de tu hijo. 13 Y tampoco arrancaré todo el reino, sino que daré a tu hijo una tribu por consideración a tu padre David y a Jerusalén, la ciudad que yo elegí”.

 

– Adversarios de Salomón

 

El Señor suscitó un adversario de Salomón

 

14 El Señor suscitó un adversario de Salomón: Hadad, el edomita, que era de la descendencia del rey de Edom. 15 En efecto, cuando David había ocupado Edom, vino Joab, comandante del ejército, para sepultar a los caídos y exterminó a todos los hombres de Edom. 16 Porque Joab y todo Israel estuvieron allí seis meses hasta eliminar a todos los hombres de Edom. 17 Pero Hadad pudo huir, junto con otros hombres edomitas, servidores de su padre, y refugiarse en Egipto. Esto sucedía mientras Hadad era aún un muchacho joven. 18 Partieron de Madián y llegaron a Parán; tomaron hombres de Parán consigo, y así llegaron a Egipto y se presentaron ante el faraón, rey de Egipto. Este les dio una casa, les aseguró alimento y les dio tierra.

19 Hadad encontró gran favor a los ojos del faraón, que le dio como mujer a su cuñada; es decir, la hermana de Tafnes, la reina madre. 20 Su esposa, la hermana de Tafnes le dio un hijo, Guenubat. Tafnes lo crió en la casa del faraón, y así Guenubat estuvo en la casa del faraón como uno más de los hijos del faraón.

21 Cuando Hadad oyó en Egipto que David se había ido a descansar con sus padres y que había muerto Joab, comandante del ejército, dijo al faraón: “¡Déjame partir para ir a mi tierra!”. 22 El faraón le respondió: “¿Qué es lo que te falta conmigo para que quieras ir a tu tierra?”. Hadad le dijo: “Nada, pero déjame ir”.

 

Dios suscitó otro adversario de Salomón

 

23 Además, Dios suscitó otro adversario de Salomón, a Rezón, hijo de Elyadá, que había huido de su señor Adadézer, rey de Sobá. 24 Rezón reunió consigo a algunos hombres y se convirtió en jefe de una banda. Como David los perseguía a muerte, se fueron a Damasco, se asentaron allí y reinaron en Damasco. 25 Rezón fue un adversario de Israel toda la vida de Salomón, con la misma rabia de Hadad; aborreció a Israel y reinó sobre Aram.

 

Jeroboán se rebeló contra el rey

 

26 Jeroboán, hijo de Nabat, efraimita de Seredá, era un servidor de Salomón que se rebeló contra el rey. Su madre era una mujer viuda que se llamaba Servá.

27 Y el motivo por el que se rebeló contra el rey Salomón fue el siguiente: el rey edificaba el terraplén; así cerró la brecha que había en la ciudad de su padre David. 28 Salomón vio cómo Jeroboán, hombre de gran valor, trabajaba en la obra, y lo puso a cargo de todo el trabajo forzado de la casa de José.

29 Por aquel tiempo, salía Jeroboán de Jerusalén y el profeta Ajías de Siló, que estaba vestido con un manto nuevo, lo encontró en el camino; los dos estaban solos en el campo. 30 Entonces Ajías tomó el manto nuevo que tenía puesto, y lo cortó en doce pedazos. 31 Y le dijo a Jeroboán: “¡Toma diez pedazos! Porque así dice el Señor Dios de Israel: ‘Mira, yo arranco el reino de la mano de Salomón y te daré a ti diez tribus. 32 Una tribu será para él por consideración a mi servidor David y a Jerusalén, la ciudad que elegí de entre todas las tribus de Israel. 33 Porque Salomón se ha olvidado de mí y ha adorado a Astarté, diosa de los sidonios, y a Camós, dios de Moab, y a Milcón, dios de los amonitas. Y no ha seguido mis caminos haciendo lo recto a mis ojos, según mis leyes y mis normas, como su padre David. 34 Pero no tomaré todo el reino de su mano, porque lo conservaré como príncipe todos los días de su vida, por consideración a mi servidor David, a quien elegí porque cumplió mis mandamientos y mis leyes. 35 Pero tomaré la realeza de la mano de su hijo y te daré a ti las diez tribus. 36 A su hijo daré una sola tribu, de tal manera que permanezca como una lámpara para mi servidor David, todos los días en mi presencia en Jerusalén, la ciudad que elegí para poner allí mi nombre. 37 Te tomaré a ti y reinarás, conforme a tus deseos, y serás rey sobre Israel. 38 Si obedeces todo lo que te mando, andas por mis caminos, y haces lo recto a mis ojos, cumpliendo mis leyes y mis mandamientos, como lo hizo mi servidor David, entonces estaré contigo y te edificaré una casa firme como se la edifiqué a David y te daré a Israel. 39 Humillaré por este motivo a la descendencia de David, pero no para siempre’”.

40 Por este motivo, Salomón buscó dar muerte a Jeroboán, quien huyó a Egipto donde reinaba Sesac, y permaneció allí hasta la muerte de Salomón.

41 El resto de los hechos de Salomón, y todo lo que hizo, lo mismo que su sabiduría, ¿no están escritos en el libro de los hechos de Salomón? 42 El tiempo que reinó Salomón sobre todo Israel en Jerusalén fue cuarenta años. 43 Salomón se acostó con sus padres y fue enterrado en la ciudad de su padre David. Su hijo Roboán reinó en su lugar.

 

II- ESCISIÓN DEL REINO DE ISRAEL

 

Israel se rebeló contra la casa de David*

= 2 Cr 10,1-11,4

 

12 1 Roboán fue a Siquén, porque todo Israel había ido a Siquén para proclamarlo rey. 2 Cuando lo supo Jeroboán, hijo de Nabat, que estaba todavía en Egipto, adonde había huido del rey Salomón, retornó de Egipto. 3 Lo mandaron a llamar, se presentó Jeroboán con toda la asamblea de Israel, y hablaron así con Roboán: 4 “Tu padre hizo pesado nuestro yugo. Aliviana tú, ahora, los pesados trabajos que tu padre nos dejó y el yugo pesado que nos impuso y te serviremos”. 5 Roboán les respondió: “Váyanse por tres días y después vuelvan a mí”. Y los del pueblo se fueron.

6 Entonces el rey Roboán se aconsejó con los ancianos que habían asistido a su padre Salomón cuando vivía, y les preguntó: “¿Qué me aconsejan ustedes para dar una respuesta a este pueblo?”. 7 Ellos le respondieron: “Si en este día te haces servidor de este pueblo, poniéndote a su disposición, y respondiéndole con buenas palabras, entonces ellos serán servidores tuyos para siempre”.

8 Pero el rey rechazó el consejo que los ancianos le habían dado y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y que lo asistían. 9 A ellos les preguntó: “¿Qué aconsejan ustedes para que demos una respuesta a este pueblo, que me ha suplicado diciendo: ‘Aliviana el yugo que tu padre impuso sobre nosotros’?”. 10 Los jóvenes que habían crecido con él le respondieron: “Así debes decir a este pueblo, que te ha suplicado diciendo: ‘Tu padre hizo pesado nuestro yugo, pero tú aliviana lo que nos impuso’, así les debes decir: ‘Lo más pequeño que tengo es más grueso que los muslos de mi padre; 11 si mi padre hizo cargar sobre ustedes un yugo pesado, yo añadiré más peso a su yugo; si mi padre los castigó con látigos, yo los castigaré con escorpiones’”.

12 Jeroboán y todo el pueblo compareció ante Roboán el día tercero, como el rey lo había pedido cuando dijo: “Vuelvan a mí en el día tercero”. 13 Entonces el rey respondió al pueblo duramente, rechazando el consejo que le habían dado los ancianos. 14 El rey les respondió según el consejo de los jóvenes, diciendo: “Si mi padre hizo pesado su yugo, yo añadiré más peso a su yugo; si mi padre los castigó con látigos, yo los castigaré con escorpiones”. 15 El rey no escuchó al pueblo, porque así lo había dispuesto el Señor, para que se cumpliera su palabra, la que el Señor había pronunciado por medio de Ajías de Siló, a favor de Jeroboán, hijo de Nabat.

16 Todo Israel se dio cuenta de que el rey no los escuchaba; entonces el pueblo respondió al rey: “¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia común con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Y ahora preocúpate por tu propia casa, David! Y así Israel se fue a sus tiendas. 17 Pero Roboán siguió reinando sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá.

18 Acto seguido, el rey Roboán envió a Adonirán, quien estaba a cargo del reclutamiento para los trabajos forzados, pero todos los israelitas lo apedrearon y murió. Y el rey a duras penas pudo subir al carro para huir a Jerusalén. 19 De esta manera Israel se rebeló contra la casa de David hasta el día de hoy.

20 Cuando todo Israel oyó que Jeroboán había retornado, lo mandaron llamar, lo invitaron a la asamblea y lo hicieron rey sobre todo Israel; bajo la casa de David no quedó sino la tribu de Judá.

21 Por otra parte, Roboán llegó a Jerusalén y convocó a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres expertos en la batalla, para hacer la guerra contra la casa de Israel, y para restituir el reino a Roboán, hijo de Salomón. 22 Entonces, la palabra de Dios llegó a Semayas, el hombre de Dios, en estos términos: 23 “Debes decirles a Roboán, hijo de Salomón, rey de Judá, a toda la casa de Judá y Benjamín y al resto del pueblo: 24 ‘Así dice el Señor, no vayan y no hagan la guerra contra sus hermanos, los hijos de Israel, sino que cada uno retorne a su casa, porque esto ha sucedido por disposición mía’”. Y ellos escucharon la palabra del Señor y emprendieron el camino de regreso, según la palabra del Señor.

 

Colocó un becerro en Betel y otro en Dan

Nm 32,4-5

 

25 Jeroboán fortificó Siquén en la montaña de Efraín y habitó en ella; luego salió de allí y edificó Penuel. 26 Entonces Jeroboán pensó: “Ahora el reino podría volver a la casa de David, 27 si este pueblo continúa subiendo a ofrecer sacrificios en la casa del Señor en Jerusalén, el corazón de este pueblo se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá. Entonces me matarán y retornarán a Roboán, rey de Judá”.

28 Entonces el rey pidió consejo, hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: “¡Basta ya de subir a Jerusalén! ¡Israel, aquí están tus dioses que te hicieron subir desde la tierra de Egipto!”. 29 Colocó uno en Betel y otro en Dan. 30 Esta acción fue ocasión de pecado, porque el pueblo iba detrás de ellos, aun hasta Dan. 31 Además, hizo una casa como santuario y consagró sacerdotes a algunos del pueblo que no eran de los hijos de Leví. 32 Jeroboán hizo una fiesta en el día quince del mes octavo, igual que la fiesta que hay en Judá. Y él mismo subía al altar, como lo hizo en Betel, para sacrificar a los becerros que había hecho. En Betel estableció a los sacerdotes de los santuarios locales que había erigido. 33 En el día quince del mes octavo, fecha que había elegido arbitrariamente, subió al altar que había hecho en Betel, e hizo una fiesta para los hijos de Israel y subió al altar para quemar incienso.

 

El altar se partirá*

2 Re 23,15-18

 

13 1 Sucedió que un hombre de Dios fue de Judá a Betel, porque así se lo ordenó la palabra del Señor. Llegó en el preciso momento en que Jeroboán estaba oficiando junto al altar para quemar incienso. 2 Entonces el hombre de Dios gritó contra el altar, según la palabra del Señor: “¡Altar, altar! ¡Así dice el Señor: ‘Un hijo nacerá en la casa de David y su nombre será Josías; él sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios locales, los que inciensan sobre ti, y quemará sobre ti huesos humanos!’”.

3 El hombre de Dios hizo en aquel día una señal, diciendo: “Esta es la milagrosa señal que el Señor ha anunciado. Véanlo: el altar se partirá y la grasa que está sobre él se derramará”. 4 Entonces sucedió que en cuanto escuchó el rey la palabra que el hombre de Dios gritó contra el altar de Betel, Jeroboán extendió su mano desde el altar ordenando: “¡Arréstenlo!”. Pero en ese instante se le paralizó la mano, que había extendido contra él, y no podía volverla atrás. 5 Luego el altar se partió y la grasa del altar se derramó, según la milagrosa señal anunciada por la palabra del Señor.

6 Entonces el rey dijo al hombre de Dios: “Ruega, por favor, ante el Señor tu Dios y ora por mí, para que pueda doblar mi mano”. El hombre de Dios rogó ante el Señor, y así el rey pudo doblar la mano como al principio. 7 Luego el rey dijo al hombre de Dios: “Te invito que vengas a mi casa, comas algo para reponer fuerzas y te daré un regalo”. 8 Pero el hombre de Dios replicó al rey: “Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo y no comería pan ni bebería agua en este lugar. 9 Porque así se me ha ordenado por medio de la palabra del Señor, que me dijo: ‘No comerás pan ni beberás agua, y no volverás por el mismo camino por el que te fuiste’”. 10 Y se fue por un camino diferente, no volvió por el mismo camino por el que había ido a Betel.

 

Te has rebelado contra lo que dijo el Señor

 

11 Había un profeta anciano, que habitaba en Betel, uno de sus hijos fue y le contó todas las cosas que había hecho el hombre de Dios ese día en Betel, y también las palabras que había dicho al rey. Sus otros hijos también le contaron a su padre todas estas cosas.

12 Entonces su padre les preguntó: “¿Por cuál camino se fue?”. Sus hijos habían visto el camino por el que se había ido el hombre de Dios, que había llegado de Judá. 13 Y su padre les ordenó: “Ensíllenme el asno”. Le ensillaron el asno y se montó en él. 14 Enseguida se fue detrás del hombre de Dios, lo encontró sentado debajo de un terebinto y le preguntó: ¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? Y él respondió: “Yo soy”. 15 Entonces le dijo: “Te invito que vengas conmigo a casa para que comas algo”. 16 El hombre de Dios le replicó: “No puedo volver contigo, ni ir contigo ni comer pan ni beber agua contigo, en aquel lugar. 17 Porque la palabra de parte del Señor vino a mí de esta manera: ‘No comerás pan ni beberás agua allí, y no volverás por el mismo camino por el que te fuiste’”. 18 El anciano le respondió: “También yo soy profeta como tú, y a mí un ángel me dijo como palabra del Señor lo siguiente: ‘Trata de que vuelva contigo a tu casa, que coma pan y beba agua’”. Pero estaba mintiendo. 19 Y a pesar de esto, el hombre de Dios volvió con el anciano, comió pan en su casa y también bebió agua.

20 Mientras ellos estaban sentados a la mesa, llegó la palabra del Señor al profeta que lo había hecho volver. 21 Este gritó al hombre de Dios que había llegado de Judá: “Así dice el Señor, porque te has rebelado contra lo que dijo el Señor y no has guardado el mandamiento que te había ordenado el Señor tu Dios, 22 y has comido pan y bebido agua en el lugar del que te había dicho: ‘no comerás pan ni beberás agua’; por lo tanto, tu cadáver no se enterrará en la tumba de tus padres”.

23 Después que hubo comido y bebido, él preparó el asno para el profeta al que había hecho regresar. 24 Cuando el hombre de Dios se fue, enseguida lo encontró un león por el camino y lo mató. Y su cadáver quedó tirado en el camino: el asno permanecía junto a él, y también el león estaba junto al cadáver. 25 En eso, unos hombres pasaron y vieron el cadáver tirado en el camino y al león que permanecía junto al cadáver. Entonces fueron y contaron todo en la ciudad en la que habitaba el profeta anciano. 26 Cuando el profeta, que lo había hecho retornar del camino, lo oyó, dijo: “Él es un hombre de Dios que se rebeló contra lo que dijo el Señor; por eso el Señor lo entregó al león, que lo despedazó y lo mató, según la palabra que el Señor le había anunciado”. 27 Luego ordenó a sus hijos: “Ensíllenme el asno”. Ellos se lo ensillaron. 28 Entonces fue y encontró el cadáver tirado en el camino, también al asno y al león que permanecían junto al cadáver; el león no había devorado el cadáver ni había despedazado al asno. 29 El profeta anciano levantó el cadáver del hombre de Dios, lo colocó sobre el asno, lo trajo de vuelta a su ciudad para hacer duelo por él y sepultarlo. 30 Depositó el cadáver en su propia tumba e hicieron duelo por él, diciendo: “¡Ay, hermano mío!”.

31 Y después que había sido sepultado, el profeta anciano dijo a sus hijos: “Cuando yo muera, me sepultarán en la sepultura donde está sepultado el hombre de Dios, junto a sus huesos han de depositar mis propios huesos. 32 Porque con toda seguridad se cumplirá la profecía que pronunció, por la palabra del Señor, contra el altar que está en Betel y contra todas las casas de los santuarios locales que están en las ciudades de Samaría”.

33 Y aún después de esto, Jeroboán no se arrepintió de su mal camino, sino que continuó actuando de la misma manera, consagrando a algunos del pueblo como sacerdotes para los santuarios locales; a cualquiera que lo deseara lo instituía y se convertía en sacerdote en esos santuarios. 34 Este fue un motivo de pecado para la casa de Jeroboán, motivo para su destrucción y para su exterminio de la faz de la tierra.

 

Traigo el mal a la casa de Jeroboán*

 

14 1 Por aquel tiempo cayó enfermó Abías, hijo de Jeroboán. 2 Entonces Jeroboán le dijo a su mujer: “Levántate, por favor, te disfrazarás para que no se sepa que tú eres la mujer de Jeroboán e irás a Siló, porque allí está el profeta Ajías, el que me predijo que sería el rey sobre este pueblo. 3 Tomarás en tu mano diez panes, unas tortas y un jarro de miel, te presentarás ante él y él te dirá qué será del muchacho”.

4 La mujer de Jeroboán lo hizo así: se levantó, se fue a Siló, y llegó a la casa de Ajías, quien no podía ver porque había perdido la vista a causa de su vejez. 5 Entonces el Señor le dijo a Ajías: “Mira, aquí viene la mujer de Jeroboán para indagar una palabra tuya con respecto a su hijo, porque está enfermo. Tú le dirás a ella esto y esto otro. Y, además, has de saber que se ha disfrazado para venir a verte”.

6 Tan pronto como Ajías escuchó el ruido de sus pasos que entraban por la puerta, dijo: “Entra, mujer de Jeroboán, ¿por qué te has disfrazado? Yo he sido enviado a ti con una palabra dura. 7 Irás a decirle a Jeroboán, así dice el Señor Dios de Israel: ‘Porque te he elevado de en medio del pueblo y te he puesto como caudillo sobre mi pueblo Israel, 8 y, además, dividí el reino de la casa de David para dártelo a ti, pero tú no has actuado como mi servidor David, que cumplió mis mandamientos y me siguió de todo corazón, haciendo solo lo que es recto a mis ojos, 9 y tú has hecho el mal, más que todos los que existieron antes de ti; te hiciste otros dioses e ídolos para irritarme y me has dado la espalda; 10 por esta razón traigo el mal a la casa de Jeroboán: extirparé todo descendiente varón de Jeroboán, esclavos o libres en Israel, y quemaré por completo a la casa de Jeroboán, como se consume el estiércol por el fuego. 11 A los que mueran de la familia de Jeroboán en la ciudad, los comerán los perros, y a los que mueran en el campo, los comerán las aves del cielo, porque el Señor lo ha dicho’. 12 Y tú, irás a tu casa y cuando tus pies pisen la ciudad, morirá el niño. 13 Todo Israel hará duelo por él y será sepultado. De los descendientes de Jeroboán, solo él irá a la tumba, porque de entre toda la casa de Jeroboán el Señor Dios de Israel ha encontrado algo bueno solo en él. 14 Y el Señor suscitará para sí un rey sobre Israel, que extirpará la casa de Jeroboán, en este mismo día, y casi ahora mismo. 15 El Señor hará que Israel sea sacudido, como un junco es sacudido por el agua, arrancará a Israel de esta tierra buena que había dado a sus padres y los dispersará más allá del Éufrates, porque se hicieron imágenes sagradas para irritar al Señor. 16 Él entregará a Israel por causa de los pecados que cometió Jeroboán y por los que hizo pecar a Israel”.

17 Entonces la mujer de Jeroboán se levantó, se fue y llegó a Tirsá, y cuando entraba por el umbral de la casa, el muchacho murió. 18 Fue sepultado y lamentado por todo Israel, según la palabra del Señor que había anunciado por medio de su servidor, el profeta Ajías.

19 El resto de los hechos de Jeroboán, cómo hizo la guerra y cómo reinó, están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel. 20 Jeroboán reinó veintidós años y luego se acostó con sus padres. Su hijo Nadab reinó en su lugar.

 

III- HISTORIA DE REYES DE ISRAEL Y DE JUDÁ

 

Siempre hubo guerra entre Roboán y Jeroboán

= 2 Cr 12, 1-16

 

21 Mientras tanto Roboán, hijo de Salomón, reinaba en Judá. Había comenzado a reinar cuando tenía cuarenta y un años, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que había escogido el Señor de entre todas las tribus de Israel para colocar allí su nombre. El nombre de su madre era Naamá, la amonita.

22 Por entonces Judá hizo el mal a los ojos del Señor, lo agraviaron con sus pecados, más de lo que lo habían hecho sus padres. 23 También ellos se edificaron santuarios y estelas con imágenes sagradas en toda cumbre alta y bajo todo árbol verde. 24 Además, había en el país hombres dedicados a la prostitución sagrada, que se comportaban según todas las abominaciones de las naciones, que el Señor había expulsado delante de los hijos de Israel.

25 Y sucedió que, en el año quinto del rey Roboán, fue Sesac, rey de Egipto, contra Jerusalén. 26 Tomó los tesoros de la casa del Señor, los tesoros de la casa del rey y todo lo que pudo, incluyendo todos los escudos de oro que Salomón había hecho. 27 Por este motivo, el rey Roboán hizo escudos de bronce en su lugar, y los confió al cuidado de los jefes de la escolta, los que custodian la puerta de la casa del rey. 28 Y cada vez que el rey iba a la casa del Señor, los escoltas los llevaban y después los volvían a traer a la sala de guardia.

29 El resto de los hechos de Roboán y todo lo que hizo ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? 30 Por lo demás, siempre hubo guerra entre Roboán y Jeroboán. 31 Roboán se acostó con sus padres y lo sepultaron junto a ellos en la ciudad de David. El nombre de su madre era Naamá, la amonita. Su hijo Abías reinó en su lugar.

 

Abías comenzó a reinar sobre Judá*

= 2 Cr 13,1-23

 

15 1 Abías comenzó a reinar sobre Judá en el año dieciocho del reinado de Jeroboán, hijo de Nabat. 2 Reinó tres años en Jerusalén y el nombre de su madre era Maacá, hija de Absalón. 3 Se comportó como su padre y siguió cometiendo los mismos pecados que él; su corazón no fue completamente con el Señor, su Dios, como el corazón de su padre David. 4 Porque a causa de David, el Señor su Dios había puesto una lámpara en Jerusalén, asegurándole una descendencia y manteniendo en pie a Jerusalén. 5 Porque David había hecho lo recto a los ojos del Señor y durante todos los días de su vida no se había apartado de cuanto Dios le había ordenado, excepto en lo referente a Urías el hitita. 6 Roboán y Jeroboán estuvieron en guerra todos los días de su vida.

7 El resto de los hechos de Abías y todo lo que hizo ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? 8 Abías se acostó con sus padres, lo sepultaron en la ciudad de David. Su hijo Asá reinó en su lugar.

 

Asá comenzó a reinar en Judá

= 2 Cr 14,1-16,14

 

9 Asá comenzó a reinar en Judá el año veinte de Jeroboán, rey de Israel 10 Reinó cuarenta y un años en Jerusalén y el nombre de su abuela era Maacá, hija de Absalón. 11 Asá hizo lo recto a los ojos del Señor, al igual que su padre David. 12 Expulsó del país a los hombres dedicados a la prostitución sagrada y quitó todos los ídolos que habían hecho sus padres. 13 También destituyó a su abuela Maacá del cargo de reina madre, porque había hecho una imagen idolátrica para la diosa Aserá. Asá destrozó esa imagen y la quemó en el torrente Cedrón. 14 Sin embargo, los santuarios locales no desaparecieron, aunque el corazón de Asá permaneció íntegramente al Señor toda su vida. 15 Por otra parte, Asá hizo traer a la casa del Señor los objetos sagrados de su padre, la plata, el oro y la vajilla.

16 Siempre hubo guerra entre Asá y Basá, rey de Israel. 17 Basá, rey de Israel, subió contra Judá y comenzó a fortificar Ramá, para impedir cualquier comunicación con Asá, rey de Judá. 18 Asá tomó toda la plata y el oro que quedaba en los tesoros de la casa del Señor y en los tesoros de la casa del rey, los puso en manos de sus servidores y los envió a Benadad, hijo de Tabrimón, hijo de Jezión, rey de Aram, que habitaba en Damasco, para decirle: 19 “Que haya una alianza entre tú y yo, como entre mi padre y tu padre. Mira, te he enviado un regalo: plata y oro. Te pido que vayas y rompas tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí”. 20 Benadad hizo caso al rey Asá y envió a los jefes de las tropas que tenía contra las ciudades de Israel, y así destruyó Iyón, Dan, Abel Bet-Maacá, todo Genesaret y toda la tierra de Neftalí. 21 Cuando Basá lo supo, dejó de fortificar Ramá y habitó en Tirsá. 22 Entonces el rey Asá reclutó a todo Judá, sin excepción, y transportaron las piedras de Ramá y sus maderas, las que Basá había empleado para fortificarla y con ellas el rey Asá reconstruyó Guibeá de Benjamín y Mispá.

23 El resto de todos los hechos de Asá, todo su poder, todo lo que hizo y las ciudades que edificó, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? En su vejez se enfermó de los pies. 24 Asá se acostó con sus padres, lo sepultaron junto a ellos en la ciudad de su padre David. Su hijo Josafat reinó en su lugar.

 

Nadab comenzó a reinar sobre Israel

 

25 Nadab, hijo de Jeroboán, comenzó a reinar sobre Israel en el año segundo de Asá, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 26 Hizo lo malo a los ojos del Señor, siguió el camino de su padre y persistió en el pecado, con el que había hecho pecar a Israel.

27 Por entonces, Basá hijo de Ajías, de la casa de Isacar, conspiró contra él y lo derrotó en Guibetón, ciudad filistea, mientras Nadab y todo Israel la estaban cercando. 28 Así, Basá mató a Nadab en el año tercero de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar. 29 Al comienzo de su reinado, aniquiló toda la casa de Jeroboán; no dejó a nadie con vida hasta exterminarlos, según la palabra que el Señor había dicho por medio de su servidor Ajías de Siló. 30 Esto sucedió por causa de los pecados que Jeroboán había cometido y que había hecho cometer a Israel, provocando el disgusto del Señor, Dios de Israel.

31 El resto de los hechos de Nadab y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel?

 

Basá comenzó a reinar sobre todo Israel

 

32 Siempre hubo guerra entre Asá y Basá, rey de Israel. 33 Basá, hijo de Ajías, comenzó a reinar sobre todo Israel en Tirsá el año tercero de Asá, rey de Judá, y reinó durante veinticuatro años. 34 Hizo lo malo a los ojos del Señor; siguió por el camino de Jeroboán y por su pecado, con el que hizo pecar a Israel.

 

Tú has seguido el camino de Jeroboán*

 

16 1 En ese tiempo la palabra del Señor llegó a Jehú, hijo de Jananí, con respecto a Basá, diciendo: 2 “Yo te levanté del polvo y te puse como caudillo sobre mi pueblo Israel, pero tú has seguido el camino de Jeroboán y has hecho pecar a mi pueblo Israel para disgustarme con sus pecados. 3 Por lo tanto, mira, exterminaré la posteridad de Basá, la posteridad de su casa y dejaré tu casa como la casa de Jeroboán, hijo de Nabat. 4 Al de la familia de Basá que muera en la ciudad, se lo comerán los perros, y al que muera en el campo, se lo comerán las aves del cielo”.

5 El resto de los hechos de Basá, lo que hizo y su poderío, ¿acaso no están escritos en el libro las Crónicas de los reyes de Israel? 6 Basá se acostó con sus padres, lo sepultaron en Tirsá. Su hijo Elá reinó en su lugar.

7 También por medio del profeta Jehú, hijo de Jananí, había venido la palabra del Señor a Basá y a su casa, por todo el mal que había hecho a los ojos del Señor, provocando su disgusto por sus acciones, al punto de llegar a ser como la casa de Jeroboán, y por haberla exterminado.

 

Elá comenzó a reinar sobre Israel

 

8 Elá, hijo de Basá, comenzó a reinar sobre Israel en Tirsá el año veintiséis de Asá, rey de Judá, y reinó durante dos años. 9 Pero su servidor Zimrí, comandante de la mitad de los carros de guerra, conspiró contra él. Y sucedió así: Elá estaba borracho en Tirsá, bebiendo en la casa de Arsá, mayordomo del palacio de Tirsá. 10 Fue Zimrí, lo hirió y lo mató en el año veintisiete de Asá, rey de Judá, y reinó en su lugar.

11 Cuando Zimrí comenzó a reinar y se sentó en el trono, eliminó a toda la casa de Basá, sin dejar con vida a hombre, pariente o amigo. 12 Zimrí exterminó a toda la casa de Basá, según la palabra que el Señor había dicho a Basá por medio del profeta Jehú, 13 a causa de todos los pecados que cometieron Basá y su hijo Elá y con los que hicieron pecar a Israel, provocando el enojo del Señor, Dios de Israel, con sus vanos ídolos.

14 El resto de los hechos de Elá y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel?

 

Zimrí reinó siete días en Tirsá

 

15 Zimrí comenzó a reinar en Tirsá el año veintisiete de Asá, rey de Judá, y reinó siete días, mientras el pueblo estaba asediando Guibetón, de los filisteos. 16 El pueblo, que estaba en el asedio, oyó que se decía: “¡Zimrí ha conspirado y ha herido de muerte al rey!”. Entonces todo Israel proclamó aquel día en el campamento a Omrí, comandante del ejército, como rey sobre Israel. 17 Omrí subió, y todo Israel con él, desde Guibetón, y asediaron Tirsá. 18 Y cuando Zimrí vio que la ciudad había sido capturada, huyó a la fortaleza de la casa real, le prendió fuego con él dentro, y así murió. 19 Esto sucedió a causa de su pecado, el que había cometido haciendo el mal a los ojos del Señor, siguiendo el camino de Jeroboán y de su pecado, con el que había hecho pecar a Israel.

20 El resto de los hechos de Zimrí y la conspiración que llevó a cabo, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel?

 

IV- PRIMERA SECCIÓN: HISTORIA DE LA CASA DE OMRÍ

 

Omrí comenzó a reinar sobre Israel

 

21 Entonces el pueblo de Israel se dividió: una mitad del pueblo estaba a favor de Tibní, hijo de Guinat, para proclamarlo rey, y la otra mitad a favor de Omrí. 22 Pero la parte del pueblo que apoyaba Omrí prevaleció sobre la parte que apoyaba a Tibní, hijo de Guinat: murió Tibní y así reinó Omrí.

23 Omrí comenzó a reinar sobre Israel en el año treinta y uno de Asá, rey de Judá, reinó por doce años, seis de los cuales lo hizo en Tirsá. 24 Por entonces adquirió de Semer, por dos piezas de plata, el monte de Samaría. Edificó una ciudad sobre el monte y la llamó Samaría según el nombre de Semer, el dueño del monte. 25 Omrí hizo el mal a los ojos del Señor y fue peor que todos sus predecesores. 26 Siguió, en todo, los caminos de Jeroboán, hijo de Nabat, e hizo pecar a Israel, provocando el disgusto del Señor, Dios de Israel, con sus vanos ídolos.

27 El resto de los hechos de Omrí, lo que hizo y su poderío, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 28 Omrí se acostó con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Su hijo Ajab reinó en su lugar.

 

Ajab comenzó a reinar sobre Israel

Jos 6,26

 

29 Ajab, hijo de Omrí, comenzó a reinar sobre Israel en el año treinta y ocho de Asá, rey de Judá, y reinó sobre Israel, en Samaría, durante veintidós años. 30 Ajab, hijo de Omrí, hizo el mal a los ojos del Señor más que todos sus predecesores.

31 Como si fuera poco persistir en los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, tomó por esposa a Jezabel, hija de Etbaal, rey de Sidón, rindió culto a Baal y lo adoró. 32 Ajab levantó un altar a Baal, en el templo de Baal que había edificado en Samaría. 33 Además, Ajab hizo una imagen idolátrica y continuó disgustando al Señor, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que lo habían precedido.

34 En sus días, Jiel de Betel reedificó Jericó: colocó los cimientos a costa de la vida de Abirán, su primogénito, y asentó las puertas a costa de la vida de Segub, su hijo más joven. Esto sucedió según la palabra que el Señor había dicho por medio de Josué, hijo de Nun.

 

– Ciclo o historia de Elías*

 

Los cuervos traían a Elías pan y carne*

 

17 1 Por entonces Elías, el tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo al rey Ajab: “¡Vive el Señor, Dios de Israel, ante cuya presencia estoy: no habrá en estos años rocío ni lluvia si no es por una palabra de mi boca!”.

2 Después la palabra del Señor llegó a Elías, diciendo: 3 “Debes salir de aquí, dirigirte hacia el este y esconderte en el torrente Querit que está en frente del Jordán. 4 Beberás del torrente y además he ordenado a los cuervos para que te provean allí de alimento”. 5 Se fue e hizo según la palabra del Señor: partió y se quedó en el torrente Querit que está en frente del Jordán. 6 Los cuervos le traían pan y carne en la mañana, y pan y carne en la tarde, y bebía del torrente. 7 Pero al cabo de unos días se secó el torrente, porque no había lluvia en el país.

 

La vasija de harina no se vaciará

2 Re 4, 1-7; Lc 4, 25-26

 

8 Entonces la palabra del Señor llegó a Elías, diciendo: 9 “Levántate, dirígete a Sarepta, la ciudad de Sidón, y quédate allí. He ordenado a una mujer viuda de ahí, que te provea de alimento”.

10 Elías se levantó, se fue a Sarepta, llegó a la entrada de la ciudad, y precisamente allí estaba una mujer viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme un poco de agua en un cántaro para que pueda beber”. 11 Ella partió para traerlo, y él le gritó: “¡Por favor, tráeme además un pedazo de pan en la mano!”. 12 Entonces ella respondió: “¡Vive el Señor tu Dios: no tengo nada de pan horneado, solo me queda un puñado de harina en la vasija y un poco de aceite en el frasco! Mira, aquí estoy recogiendo dos trozos de leña, luego me iré, prepararé pan para mí y para mi hijo, lo comeremos y después esperaremos la muerte”. 13 Pero Elías le replicó: “No temas, puedes ir y hacer como dices, solo que primero prepárame de allí una torta pequeñita, me la traes, y después prepara para ti y para tu hijo. 14 Porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘La vasija de harina no se vaciará y el frasco de aceite no se acabará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie de la tierra’”.

15 Entonces ella fue e hizo lo que le había dicho Elías. Y así comió ella, el profeta y la familia de ella por largo tiempo. 16 La vasija de harina no se vació y el frasco de aceite no se acabó, según la palabra que el Señor había dicho por medio de Elías.

 

Devuelve la vida a este niño

2 Re 4,18-37; Lc 7,11-17

 

17 Después de estos hechos, se enfermó el hijo de la mujer, dueña de la casa, y su enfermedad se volvió tan grave que ya no podía respirar. 18 Entonces ella dijo a Elías: “¿Qué hay entre nosotros, hombre de Dios? ¿Acaso has venido hasta mí para hacerme recordar mi pecado y matar a mi hijo?”. 19 Elías le respondió: “¡Dame a tu hijo!”. Lo tomó de su regazo, lo subió al segundo piso donde él se alojaba y lo recostó sobre su cama. 20 Entonces invocó al Señor, diciendo: “Señor, Dios mío, ¿es qué harás caer también el mal sobre esta viuda, con la que me alojo, haciendo morir a su hijo?” 21 Luego se tendió sobre el niño por tres veces e invocó al Señor, diciendo: “¡Señor, Dios mío, devuelve la vida a este niño!”.

22 El Señor escuchó la voz de Elías y devolvió la vida al niño. 23 Entonces Elías tomó al niño, lo bajó desde el segundo piso de la casa y se lo dio a su madre. Y Elías le dijo: “Mira, tu hijo está vivo”. 24 Respondió la mujer a Elías: “Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor, que pronuncias, es verdadera”.

 

Preséntate ante Ajab*

 

18 1 Pasaron muchos días y al cabo de tres años la palabra del Señor llegó a Elías: “¡Preséntate ante Ajab y yo mandaré la lluvia sobre la superficie de la tierra!”. 2 Entonces Elías fue a presentarse ante Ajab, mientras el hambre arreciaba en Samaría.

3 Entre tanto, Ajab había llamado a Abdías, que era el mayordomo del palacio, muy temeroso del Señor. 4 Porque cuando Jezabel asesinó a los profetas del Señor, Abdías había tomado a cien profetas, los había escondido en dos grupos de cincuenta en una cueva y les había dado provisión de pan y agua. 5 Ajab dijo a Abdías: “Vamos a recorrer todos los manantiales y los torrentes del país, quizás encontremos algo de hierba para conservar con vida a los caballos y las mulas, y no tengamos que sacrificar a las bestias”. 6 Entonces se dividieron entre ellos el país para recorrerlo: Ajab se fue solo por un camino y Abdías se fue solo por otro camino.

7 Pero cuando Abdías iba por el camino se encontró de pronto con Elías. El mayordomo lo reconoció, inclinó la cabeza y le preguntó: “¿Acaso tú eres mi señor Elías?” 8 El profeta respondió: “Soy yo, pero ahora irás a decirle a tu señor que aquí está Elías”. 9 Abdías replicó: “¿En qué he pecado para que entregues a tu servidor en manos de Ajab y me mate? 10 ¡Vive el Señor, tu Dios, que no existe una nación extranjera o un reino, donde mi señor no haya enviado a un mensajero para buscarte; y cuando le decían: ‘No se encuentra aquí’, hacía jurar a esa nación o ese reino que no te encontrabas allí! 11 Pero ahora tú me dices: ‘Debes ir a decirle a tu señor que aquí está Elías’. 12 Es seguro que cuando yo me aleje de ti, el espíritu del Señor te llevará a un lugar que yo no sepa, mientras yo voy a contarle a Ajab, y después él, al no encontrarte, me degollará, a pesar de que tu servidor es temeroso del Señor desde su juventud. 13 ¿Acaso no le han relatado a mi señor lo que hice cuando Jezabel asesinaba a los profetas del Señor, cómo escondí en una cueva a cien profetas del Señor en dos grupos de cincuenta y les proveí de pan y agua? 14 ¿Y ahora tú dices: ‘Debes ir a decirle a tu señor que aquí está Elías?’. ¡Seguro que me degollará!”. 15 Pero Elías le respondió: “¡Vive el Señor del universo, a quien sirvo, que en el día de hoy me presentaré ante él!” 16 Entonces fue Abdías al encuentro de Ajab, le contó todo y Ajab fue al encuentro de Elías.

 

¡El Señor es el único Dios!

 

17 Cuando Ajab vio a Elías le dijo: “¿Eres tú, azote de Israel?”. 18 Elías respondió: “¡Yo no soy el azote de Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque han abandonado los mandamientos del Señor y se fueron detrás de los baales! 19 ¡Pero ahora envía mensajeros a todo Israel para que se reúnan conmigo sobre el monte Carmelo, los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá, que comen de la mesa de Jezabel!”. 20 Ajab envió mensajeros a todos los israelitas y reunió a los profetas sobre el monte Carmelo.

21 Entonces se acercó Elías a todo el pueblo y dijo: “¿Hasta cuándo van a estar renqueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo, y si lo es Baal, síganlo a él”. Pero el pueblo no le respondió ni una sola palabra. 22 Después Elías dijo al pueblo: “Yo soy el único profeta del Señor que ha quedado y los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta hombres; 23 que nos den dos toros, que ellos mismos escojan uno, lo descuarticen y lo coloquen sobre la leña, pero que no le prendan fuego; y yo prepararé al otro toro, lo colocaré sobre la leña y tampoco le prenderé fuego. 24 Entonces ustedes invocarán el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor: el Dios verdadero será el dios que responda con fuego”. Y todo el pueblo respondió: “¡Esta idea es buena!”.

25 Elías dijo entonces a los profetas de Baal: “Escojan un toro y comiencen primero porque ustedes son la mayoría, invoquen el nombre de su dios, pero no le prendan fuego”. 26 Ellos tomaron al toro que le habían traído, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta la tarde, gritando: “¡Baal, respóndenos!”. Pero no había ni un ruido ni una respuesta, a pesar de que danzaban en torno al altar que habían hecho. 27 Luego, por la tarde, Elías se burlaba de ellos y decía: “¡Griten más fuerte, porque Baal es un dios!¡Quizá esté conversando o esté ocupado!¡Quizá esté de viaje o esté durmiendo y así se despierta!”. 28 Ellos, por su parte, gritaban con voz más fuerte y se hacían heridas, según su costumbre, con cuchillos y lanzas hasta que les corría la sangre por encima. 29 Cuando pasó el mediodía, cayeron en trance hasta la hora del sacrificio de la tarde, pero no había aún ni un ruido ni una respuesta y ni una réplica.

30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo: “¡Acérquense a mí!”. Todo el pueblo se acercó a él y repararon el altar del Señor que estaba destruido. 31 Después Elías tomó doce piedras, según el número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien le había llegado la palabra del Señor, diciéndole: “Israel será tu nombre”. 32 Elías edificó un altar para el nombre del Señor con las piedras, e hizo una zanja alrededor del altar, de una capacidad de noventa litros. 33 Luego dispuso la leña, descuartizó al toro y lo colocó sobre la leña. 34 Y ordenó: “¡Llenen cuatro vasijas de agua, y viértanla sobre el holocausto y sobre la leña”. Luego dijo: “¡Háganlo por segunda vez!”. Y lo hicieron por segunda vez. Y dijo de nuevo: “¡Háganlo por tercera vez!”. Y así lo hicieron. 35 El agua corría alrededor del altar y también la zanja se llenó de agua. 36 A la hora del sacrificio de la tarde, se acercó el profeta Elías y gritó: “¡Señor, Dios de Abraham, Isaac e Israel, que en este día se sepa que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por tu orden he hecho todas estas cosas! 37 ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, y que este pueblo sepa que tú, Señor, eres el único Dios, y que eres tú quien convierte sus corazones!”.

38 De pronto, descendió el fuego del Señor, devoró el sacrificio, la leña, las piedras y el polvo, e incluso secó el agua de la zanja. 39 Entonces todo el pueblo sintió un temor reverencial, inclinaron sus rostros y exclamaron: “¡El Señor es el único Dios!¡El Señor es el único Dios!” 40 Luego Elías les ordenó: “¡Atrapen a los profetas de Baal y que no escape ninguno de ellos!”. Los atraparon. Elías los hizo bajar al torrente Quisón y allí los degolló.

 

Se desató una gran lluvia

 

41 Entonces dijo Elías a Ajab: “¡Sube, come y bebe porque hay un ruido de lluvia abundante!”. 42 Subió Ajab a comer y a beber. Elías, por su parte, subió a la cumbre del Carmelo, se encorvó hacia la tierra y colocó su cabeza entre las rodillas. 43 Luego dijo a su servidor: “¡Sube y observa en dirección al mar!”. El servidor subió, observó el mar y replicó: “¡No hay nada!”. Elías le ordenó por siete veces: “¡Vuelve otra vez!”. 44 Y a la séptima vez el servidor dijo: “¡Mira, una nube pequeña como la mano de un hombre sube del mar!”. Entonces Elías le replicó: “¡Sube a decir a Ajab: ‘Apareja tu carro y baja, que no te detenga la lluvia!’”. 45 A esa hora ya los cielos se oscurecían cada vez más por las nubes, hubo viento y se desató una gran lluvia. Ajab subió a su carro y se fue a Jezrael. 46 La mano del Señor se posó sobre Elías, quien, ciñéndose la cintura, corrió delante de Ajab hasta la entrada de Jezrael.

 

¡Levántate y come!*

 

19 1 A continuación, Ajab refirió a Jezabel todo lo que Elías había hecho y cómo había matado a todos los profetas con la espada. 2 Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías, diciendo: “¡Que los dioses me castiguen si para mañana no te quito la vida como se la quitaste a ellos!”.

3 Elías tuvo miedo, se levantó y escapó para salvar su vida. Llegó a Berseba, ciudad de Judá, y dejó allí a su servidor. 4 Elías caminó un día entero por el desierto. Luego se detuvo y se sentó debajo de un arbusto. Entonces deseó para sí la muerte y se dijo: “¡Ya es demasiado, Señor, toma mi vida, pues yo no soy mejor que mis padres!”.

5 Se acostó y se durmió debajo de un arbusto. Entonces un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate y come!”. 6 Elías abrió los ojos y vio junto a su cabecera una torta cocida sobre unas piedras calientes y un jarro de agua. Entonces comió, bebió, se dio vuelta y se acostó otra vez. 7 El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: “¡Levántate y come, porque te queda mucho por caminar”. 8 Elías se levantó, comió, bebió y caminó con la fuerza de aquella comida, durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que llegó al monte de Dios, el Horeb.

 

Debes salir y quedarte de pie sobre el monte, delante del Señor

// 19,10.14: Rom 11,3; 19,18: Rom 11,4

 

9 Elías llegó a una cueva, y se acostó allí. Entonces la palabra del Señor llegó a él y le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”. 10 Él respondió: “¡Me consumo de celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han abandonado tu Alianza, han derribado tus altares y han matado a tus profetas por la espada: he quedado yo solo y buscan también quitarme la vida!”. 11 Dios le ordenó: “Debes salir y quedarte de pie sobre el monte, delante del Señor”. En ese momento el Señor pasaba: un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las rocas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento; después del viento, se produjo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto; 12 y después del terremoto apareció un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego; por último, después del fuego, hubo un sonido de suave silencio.

13 Cuando Elías lo escuchó, se cubrió el rostro con su manto, salió y se puso en pie, en la entrada de la cueva. Y una voz le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”. 14 Él respondió: “¡Me consumo de celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han abandonado tu Alianza, han derribado tus altares y han matado a tus profetas por la espada: he quedado yo solo y buscan también quitarme la vida!”.

15 El Señor replicó: “Regresa por tu camino hacia el desierto de Damasco; llegarás allí y ungirás a Jazael como rey sobre Aram. 16 Y luego ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey sobre Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abelmejolá, lo ungirás como profeta en tu lugar. 17 Y a todo aquel que escape de la espada de Jazael, lo matará Jehú, y a quien escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo. 18 Además, he dejado en Israel siete mil personas, todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron”.

 

Extendió su manto sobre Eliseo

 

19 Elías se fue de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes a su cargo y él iba con la última. Elías pasó a su lado y extendió su manto sobre él. 20 Entonces Eliseo dejó a los bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo: “¡Por favor, deja que me despida de mi padre y de mi madre y luego te seguiré!”. Elías le respondió: “Puedes ir y volver, yo no te lo impido”. 21 Eliseo se apartó de él, tomó una yunta de bueyes, los sacrificó y con los arneses de los bueyes coció la carne y se la dio a la gente y todos ellos comieron. Entonces se levantó, se fue detrás de Elías y se puso a su servicio.

 

Benadad, rey de Aram, fue a sitiar Samaría*

 

20 1 Por entonces, Benadad, rey de Aram, reunió a todo su ejército y, con treinta y dos reyes vasallos suyos, caballos y carros, fue a sitiar Samaría y a hacerle la guerra. 2 Después envió mensajeros a Ajab, rey de Israel, que estaba en la ciudad, 3 y le dijo: “Así dice Benadad: ‘Tu plata y tu oro son míos, y tus esposas y tus mejores hijos son míos también’”. 4 El rey de Israel le respondió: “Será como dices, mi señor rey: yo soy tuyo y también todo lo que me pertenece es tuyo”.

5 Pero los mensajeros regresaron y dijeron: “Así dice Benadad: ‘Ya que te he enviado mensajeros diciendo: Dame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos, 6 entonces, mañana a esta misma hora, te enviaré a mis servidores, y ellos registrarán tu casa y las casas de tus servidores, se apoderarán de todo lo que tú más quieres y se lo llevarán’”.

7 Entonces, el rey de Israel convocó a todos los ancianos del país y les dijo: “Reconozcan y vean por favor, que este busca hacer una maldad, porque me ha enviado mensajeros para exigirme mis esposas, mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se los negué”. 8 Todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: “¡No lo escuches y no le hagas caso!”. 9 A continuación, Ajab respondió a los mensajeros de Benadad: “Digan a mi señor, el rey: ‘Todo aquello que enviaste a decir la primera vez a tu servidor lo haré, pero lo que dices ahora, no lo puedo hacer’”. Entonces los mensajeros se fueron y llevaron este mensaje a su rey.

10 Ante esta respuesta, Benadad le envió a decir: “Que me castiguen los dioses, y añadan aún más, si el polvo de Samaría es suficiente para llenar las palmas de las manos de todo el pueblo que me sigue”. 11 El rey de Israel respondió: “¡Díganle solo esto: ‘Que no se vanaglorie el que se ata la cintura igual que el que se la desata!’”.

 

Aram huyó e Israel lo persiguió

 

12 Cuando Benadad escuchó este mensaje, estaba bebiendo con los reyes en las tiendas, entonces dijo a sus servidores: “¡A sus puestos!”. Y ellos tomaron posiciones contra la ciudad.

13 Pero, al mismo tiempo, un profeta se aproximó a Ajab, rey de Israel, y le dijo: “Así dice el Señor: ‘Has visto toda esta gran multitud, pero mira, en este día la pondré en tus manos, y así conocerás que yo soy el Señor’”. 14 Y Ajab preguntó: “¿Por medio de quién?” El profeta respondió: “Así dice el Señor: ‘Por medio de los escuderos de los jefes de los distritos’”. Volvió a preguntar Ajab: “¿Quién debe comenzar la batalla?” El profeta dijo: “Tú”.

15 Entonces Ajab pasó revista a los escuderos de los jefes de los distritos y resultaron ser doscientos treinta y dos, y después de ellos pasó revista a todo el pueblo y a todos los israelitas y resultaron ser siete mil. 16 Ellos salieron por la tarde, mientras Benadad estaba borracho, bebiendo en las tiendas, junto con los treinta y dos reyes que lo apoyaban. 17 En primer lugar salieron los escuderos de los jefes de los distritos. Benadad, por su parte, había enviado mensajeros que le informaron, diciendo: “Unos hombres han salido de Samaría”. 18 Entonces replicó: “Si han salido en son de paz, atrápenlos con vida, y si en son de guerra, también”.

19 Los que salieron de la ciudad fueron los escuderos de los jefes de los distritos y el ejército que los seguía. 20 Y cada uno derrotó a un contrario; así, Aram huyó e Israel lo persiguió. Y Benadad, rey de Aram, escapó a caballo con algunos jinetes. 21 De esta manera salió el rey de Israel, derrotó a los caballos y a los carros, e infligió una gran derrota sobre Aram.

22 El profeta se acercó otra vez al rey de Israel y le dijo: “¡Debes ir y poner fortificaciones, mira bien lo que has de hacer, porque al cabo de un año el rey de Aram volverá a atacarte!”.

 

Los hijos de Israel derrotaron a Aram

 

23 Por su parte, los servidores del rey de Aram le decían: “Sus dioses son dioses de las montañas, por eso nos han vencido, pero si luchamos contra ellos en la llanura, con seguridad los venceremos. 24 Esto es lo que deberías hacer: destituye a los reyes de sus puestos y coloca gobernadores en su lugar. 25 Y tú, reúne un ejército como el que perdiste: caballos iguales a esos caballos, carros como esos carros; hagámosle la guerra en la llanura y con seguridad los venceremos”. Benadad escuchó sus consejos y así hizo.

26 Entonces, a la vuelta del año, Benadad pasó revista a los arameos y subió contra Afec para hacer la guerra a Israel. 27 Pero también se pasó revista a los israelitas y se los aprovisionó. Así fueron a su encuentro. Los hijos de Israel acamparon en frente de los arameos como si fueran dos pequeños rebaños de cabras; en cambio Aram cubría toda la tierra.

28 En ese momento, se aproximó el hombre de Dios y dijo al rey de Israel: “Así dice el Señor: ‘Porque Aram ha dicho que el Señor es un Dios de las montañas y que no es un Dios de los valles, por eso voy a entregar en tus manos a toda esta gran multitud y así ustedes reconocerán que yo soy el Señor”.

29 Acamparon unos enfrente de los otros por siete días. En el séptimo día comenzó la batalla y los hijos de Israel derrotaron a Aram: cayeron cien mil infantes en un solo día. 30 Y los sobrevivientes huyeron a la ciudad de Afec, pero se desplomó la muralla sobre los veintisiete mil sobrevivientes. También Benadad pudo huir y se refugió en un escondite en la ciudad.

 

Yo hago alianza contigo y te dejo en libertad

 

31 Entonces sus servidores le aconsejaron a Benadad: “Escucha, por favor. Hemos sabido que los reyes de la casa de Israel son reyes benevolentes: por lo tanto, vistámonos con ropa de penitencia y con cuerdas en nuestros cuellos, y salgamos así al encuentro del rey de Israel, entonces quizás te perdone la vida”. 32 A continuación, se pusieron ropa de penitencia y cuerdas en sus cuellos, fueron a ver al rey de Israel y le dijeron: “Tu servidor, Benadad, dice: ‘¡Por favor, perdona mi vida!’”. Ajab preguntó: “¿Está aún con vida? Porque él es mi hermano”. 33 Los hombres de Benadad esperaban una señal favorable. Entonces aprovecharon rápidamente la oportunidad y dijeron: “¡En verdad, Benadad es tu hermano”. Ajab replicó: “¡Vayan y tráiganlo!”. Entonces Benadad salió al encuentro de Ajab y este lo subió a su propio carro.

34 Benadad le dijo a Ajab: “Las ciudades, que mi padre conquistó de manos de tu padre, las devolveré, y tú, por tu parte, puedes instalar lugares de comercio en Damasco, así como mi padre los instaló en Samaría. A lo que Ajab respondió: “Y yo, por mi parte, hago alianza contigo y te dejo en libertad”. Así hizo una alianza con él y lo dejó libre.

35 A raíz de esto, un hombre de los hijos de los profetas dijo a su vecino: “Por la palabra del Señor, por favor, hiéreme”, pero el otro se resistió a herirlo. 36 El profeta le dijo: “Porque no has querido escuchar la voz del Señor, apenas me aleje de ti, un león te matará”. Y cuando se fue de su lado, lo encontró un león y lo mató.

37 Luego encontró a otro hombre y le dijo: “Por favor, hiéreme”; este lo golpeó con fuerza y lo hirió. 38 El profeta fue y esperó al rey en el camino. Además, se había disfrazado con un trapo que cubría sus ojos. 39 Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó: “Tu servidor ha salido de en medio de la batalla, y de pronto un hombre vino, me trajo un cautivo y me dijo: ‘Vigila a este hombre, y si se escapa, entonces responderás con tu vida por la vida de él o pagarás una pieza de plata’. 40 Y sucedió que tu servidor estaba ocupado aquí y allá, y el cautivo se escapó”. El rey de Israel le respondió: “Esa es tu condena; tú mismo la has decretado”. 41 Pero, de pronto, el profeta se quitó el trapo de los ojos y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas. 42 Entonces el profeta dijo: “¡Así dice el Señor: ‘Porque has dejado ir al hombre que yo había sentenciado a muerte, responderás con tu vida por su vida y con tu pueblo por su pueblo!”. 43 El rey de Israel se fue a su casa, enojado y malhumorado, y así llegó a Samaría.

 

No te daré mi viña*

Dt 19,14; 27,17

 

21 1 Después de estas cosas, sucedió que Nabot de Jezrael tenía una viña en Jezrael junto al palacio de Ajab, rey de Samaría. 2 Por eso habló Ajab a Nabot, diciendo: “Dame tu viña, para que me sirva de huerto, porque se encuentra junto a mi casa. Yo te daré a cambio una viña mejor que esa, y si no te parece bien, te daré su precio en dinero”. 3 Entonces Nabot respondió a Ajab: “No permita el Señor que yo te entregue la heredad de mis padres”.

4 Y Ajab se fue a su casa, deprimido y malhumorado a causa de la respuesta que le había dado Nabot de Jezrael, cuando le dijo: “No te entregaré la heredad de mis padres”. Ajab se acostó en su cama, giró su rostro y no comió nada. 5 Entró su mujer Jezabel a verlo y le preguntó: “¿Por qué estás deprimido y no quieres comer nada?”. 6 Él le respondió: “Porque he estado hablando con Nabot de Jezrael y le he propuesto: ‘Dame tu viña a cambio de dinero o si deseas te daré otra viña’, y me ha respondido: ‘No te daré mi viña’”.

7 Entonces su mujer Jezabel le dijo: “¿Y se supone que eres tú el que gobierna en Israel? ¡Levántate, come algo y reanima tu corazón!¡Yo te daré la viña de Nabot de Jezrael!

8 A continuación ella escribió cartas a nombre de Ajab, las selló con su sello y mandó las cartas a los ancianos y a los nobles de la ciudad, que vivían junto a Nabot. 9 En las cartas había escrito lo siguiente: “Proclamen un ayuno y sienten a Nabot frente al pueblo. 10 Luego sienten a dos rufianes frente a él; ellos han de declarar: ‘Has maldecido a Dios y al rey’. Después lo sacarán y lo apedrearán hasta que muera”.

11 Los hombres de su ciudad, los ancianos y los nobles actuaron tal como les mandó Jezabel, conforme a lo que estaba escrito en las cartas que ella les envió. 12 Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot frente al pueblo. 13 Luego se presentaron dos rufianes, se sentaron frente a él y declararon contra Nabot ante el pueblo: “Nabot ha maldecido a Dios y al rey”. Y así lo sacaron fuera de la ciudad, lo apedrearon y de esta forma murió. 14 Acto seguido, enviaron a decir a Jezabel: “Nabot fue apedreado hasta morir”.

15 Cuando se enteró Jezabel de que Nabot había sido apedreado y había muerto, le dijo a Ajab: “Levántate, toma posesión de la viña de Nabot de Jezrael, la que no te quería vender por dinero, porque Nabot ya no vive, sino que ha muerto”. 16 Al escuchar Ajab que Nabot había muerto, se levantó para bajar a la viña de Nabot de Jezrael y tomar posesión de ella.

 

¿Has asesinado y encima usurpas?

 

17 Entonces llegó la palabra del Señor a Elías de Tisbé, diciendo: 18 “Levántate y baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaría. Ajab está ahora en la viña de Nabot, porque bajó allí para tomar posesión de ella. 19 Y le preguntarás esto: «Así dice el Señor: ‘¿Has asesinado y encima usurpas?’». Y luego le dirás: ”Así dice el Señor: ‘en el lugar donde han lamido los perros la sangre de Nabot, lamerán los perros también tu propia sangre’”.

20 Entonces Ajab dijo a Elías: “¿Acaso me has descubierto, enemigo mío?”. Elías replicó: “Te he descubierto, porque tú mismo te has delatado al hacer lo que es malo a los ojos del Señor. 21 Mira, traeré el mal sobre ti, exterminaré tu descendencia y eliminaré todo varón descendiente de Ajab, esclavo o libre en Israel. 22 Y trataré tu casa como la casa de Jeroboán, hijo de Nabat, y como la casa de Basá, hijo de Ajías, porque me irritaste fuertemente e hiciste pecar a Israel”. 23 Y también contra Jezabel habló el Señor, diciendo: “Los perros se comerán a Jezabel en el terreno de Jezrael. 24 A aquel de los descendientes de Ajab que muera en la ciudad, se lo comerán los perros, y al que muera en el campo, se lo comerán las aves del cielo”.

25 En realidad, no hubo nadie como Ajab que se empeñara en hacer el mal a los ojos del Señor, porque lo incitaba su mujer Jezabel. 26 Ajab se comportó de manera muy abominable, yendo tras los ídolos, según todo lo que hacían los amorreos, a quienes había expulsado el Señor delante de los israelitas.

27 Cuando Ajab escuchó estas palabras, rasgó sus vestiduras y se vistió con ropa de penitencia, ayunó, se acostaba vestido y caminaba lamentándose. 28 Entonces llegó la palabra del Señor a Elías de Tisbé en estos términos: 29 “¿Has visto como se ha humillado Ajab delante de mí? Ahora bien, porque se ha humillado, no haré venir la desgracia en su vida, sino que la haré venir sobre su casa en vida de su hijo”.

 

Solo profetizaré lo que el Señor me diga *

= 2 Cr 18,1-27

Miq 1,2

 

22 1 Transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel. 2 Pero al tercer año vino Josafat, rey de Judá, a ver al rey de Israel. 3 El motivo fue que el rey de Israel había dicho a sus servidores: “¿Sabían ustedes que la ciudad de Ramot de Galaad es nuestra? Pero nosotros no hacemos nada para recuperarla de manos del rey de Aram”. 4 Por eso el rey de Israel invitó a Josafat: “¿Vendrías conmigo a la guerra en Ramot de Galaad?” A lo cual respondió Josafat al rey de Israel: “¡Yo pienso igual que tú; mi pueblo es como tu pueblo y mis caballos, como tus caballos!”.

5 Entonces Josafat dijo al rey de Israel: “Consulta, por favor, en el día de hoy la palabra del Señor”. 6 Y el rey de Israel reunió a los profetas, como unos cuatrocientos hombres, y les consultó: “¿Debo ir a la guerra contra Ramot de Galaad o debo desistir?”. Ellos respondían: “¡Marcha y el Señor la entregará en las manos del rey!”.

7 Pero Josafat preguntó: “¿No hay aquí otro profeta del Señor para que le consultemos?” 8 El rey de Israel replicó a Josafat: “Todavía hay un hombre para consultar al Señor, pero yo lo odio porque no me profetiza nada bueno, sino solo mal: es Miqueas, hijo de Yimlá”. A esto Josafat respondió: “El rey no debería hablar de esta manera”.

9 Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y le dijo: “Trae rápido a Miqueas, hijo de Yimlá”.

10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos con mantos, en el lugar donde se trilla, a la entrada de las puertas de Samaría, y todos los profetas profetizaban en presencia de ellos. 11 Entre ellos, Sedecías, hijo de Cananá, se había hecho unos cuernos de hierro y gritaba: “¡Así dice el Señor, con estos embestirás a los arameos hasta acabarlos!”. 12 Y todos los profetas profetizaban lo mismo, diciendo: “¡Avanza contra Ramot de Galaad y tendrás éxito, porque el Señor la entregará en manos del rey!”.

13 Mientras tanto, el mensajero que había ido a buscar a Miqueas le dijo: “Mira, por favor, las palabras de los profetas son unánimes a favor del rey; por lo tanto, que tus palabras sean iguales a las de ellos y profeticen el éxito”. 14 A lo que Miqueas respondió: “¡Vive el Señor, que solo profetizaré lo que el Señor me diga!”.

15 Cuando llegó a la presencia del rey, este le preguntó: “Miqueas, ¿debemos ir a la guerra contra Ramot de Galaad o debemos desistir?”. Miqueas le respondió: “¡Marcha y tendrás éxito, porque el Señor la entregará en manos del rey!”. 16 A esto respondió el rey: “¿Cuántas veces te tengo que hacer jurar, que no me profetizarás sino solo la verdad en nombre del Señor?”.

17 Entonces Miqueas dijo: “He visto a todo Israel disperso sobre los montes, como ovejas que no tienen pastor, porque el Señor ha dicho: ‘Como no tienen guía, que se vuelva cada uno a su casa en paz’”. 18 Y dijo el rey de Israel a Josafat: “¿Acaso no te había dicho que no me profetiza bien sino mal?”.

19 Luego dijo el profeta: “Por lo tanto, escucha la palabra del Señor, porque he visto al Señor sentado en su trono, y todo el ejército del cielo estaba de pie junto a él, a derecha e izquierda. 20 Y preguntó el Señor: ‘¿Quién engañará a Ajab para que marche y caiga en Ramot de Galaad?’ Y unos decían una cosa y otros, otra; 21 en eso salió un espíritu, se presentó ante el Señor y dijo: ‘Yo lo engañaré’. Y el Señor le preguntó: ‘¿Cómo lo harás?’. 22 Y el espíritu respondió: ‘Saldré y me convertiré en un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas’. Y dijo Dios: ‘Tú lo engañarás y tendrás éxito, puedes ir y hacerlo así’. 23 Ahora sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de todos estos profetas tuyos, porque el Señor ha determinado el mal sobre ti”.

24 En eso, se aproximó Sedecías, hijo de Cananá, y golpeó a Miqueas en la mejilla, diciendo: “¿Cómo es posible que el espíritu del Señor me abandonara a mí, para hablar contigo?” 25 Miqueas le respondió: “Lo sabrás en el día en que vayas de habitación en habitación buscando dónde esconderte”.

26 Entonces el rey de Israel ordenó: “¡Arresten a Miqueas y llévenlo con Amón, gobernador de la ciudad, y con Joás, el hijo del rey!”, 27 y les dirás: “Así dice el rey: ‘Encierren a este hombre en la prisión y pónganlo a pan y agua hasta que yo vuelva victorioso’”. 28 A lo cual replicó Miqueas: “¡Si de verdad vuelves victorioso, quiere decir que el Señor no habla por medio de mí!”. También añadió: “¡Y que lo oigan todos los pueblos!”.

 

Luchen solo contra el rey de Israel

= 2 Cr 18,28-34

1 Re 21,19

 

29 Entonces el rey de Israel marchó contra Ramot de Galaad junto con Josafat, rey de Judá. 30 El rey de Israel había propuesto a Josafat: “Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú sigue con tu vestidura real”. Así se dispuso el rey de Israel a entrar en la batalla.

31 Pero el rey de Aram había dado una orden a los treinta y dos comandantes de sus carros con estas palabras: “No luchen contra ninguno, ni pequeño ni grande, sino solo contra el rey de Israel”. 32 Por eso, cuando los comandantes de los carros vieron a Josafat, se dijeron: “Seguro que ese es el rey de Israel”. Y se abalanzaron para luchar contra él; Josafat, por su parte, se puso a gritar. 33 En ese momento, los comandantes de los carros se dieron cuenta de que ese no era el rey de Israel y se retiraron de él. 34 Pero un soldado disparó su arco sin saber e hirió al rey de Israel entre las junturas de la armadura. Entonces el rey dijo al conductor de su carro: “¡Volvamos y sácame del campo de batalla porque estoy herido!”. 35 Pero la batalla se encarnizó en aquel día, por lo que el rey fue sostenido de pie en su carro, enfrentando a Aram, hasta que falleció al atardecer, mientras la sangre de su herida corría en el interior del carro. 36 Entonces, cuando se puso el sol, un grito recorrió el campo de batalla, y se decía: “¡Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra!”.

37 El rey murió, fue llevado a Samaría y allí lo sepultaron. 38 Luego lavaron el carro en la piscina de Samaría; los perros lamieron su sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la palabra que había dicho el Señor.

39 El resto de los hechos de Ajab, todo lo que hizo, la casa de marfil que edificó y todas las ciudades que construyó, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 40 Ajab se acostó con sus padres y su hijo Ocozías reinó en su lugar.

 

Josafat comenzó a reinar sobre Judá

= 2 Cr 20,31-21,1

2 Cr 17,1-9; 19,1-20,30

 

41 Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar sobre Judá en el año cuarto de Ajab, rey de Israel. 42 Tenía treinta y cinco años cuando subió al trono, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azubá, hija de Siljí.

43 Josafat siguió todos los caminos de su padre Asá y no se apartó de ellos, haciendo lo correcto a los ojos del Señor. 44 Solamente que no suprimió los santuarios locales; el pueblo continuaba sacrificando y quemando incienso en ellos. 45 Además, Josafat hizo la paz con el rey de Israel.

46 El resto de los hechos de Josafat, las grandes cosas que hizo y lo que luchó, ¿acaso no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá?

47 También, Josafat exterminó del país al resto de los hombres dedicados a la prostitución sagrada, que quedaban desde los días de su padre Asá. 48 Durante ese tiempo, no había ningún rey en Edom, sino solo un prefecto que estaba en su lugar. 49 Josafat construyó unos barcos como los de Tarsis, para ir a Ofir en busca de oro, pero no pudo ir porque los barcos se destruyeron en Esionguéber. 50 Entonces Ocozías, hijo de Ajab, propuso a Josafat: “Que mis servidores vayan en los barcos con tus servidores”. Pero Josafat no aceptó.

51 Se acostó Josafat con sus padres, lo sepultaron con ellos en la ciudad de David, su padre. Su hijo Jorán reinó en su lugar.

 

Ocozías comenzó a reinar sobre Israel

 

52 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 53 Hizo el mal a los ojos del Señor y siguió el camino de su padre, el de su madre y el de Jeroboán, hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel. 54 Dio culto a Baal y lo adoró, provocando así la indignación del Señor, Dios de Israel, como lo había hecho su padre.

 

* ­ 1-11. Abarca el relato acerca del reinado de Salomón constituido rey como sucesor de David. En general, se presentan sus cualidades importantes: sabio, administrador de justicia, gran constructor del Templo que consagra. Aunque se notan también las deficiencias del reinado: el cúmulo de lujos, los trabajos forzados para la construcción del Templo y del palacio, sus muchas mujeres que desvían su corazón de la fidelidad al único Dios.

* 1,1-53: El relato de la sucesión al trono de David (2 Sm 9-20) culmina con la designación y unción de Salomón. La narración se desarrolla en varias escenas: la vejez de David y la aspiración de Adonías que por ser el mayor de sus hijos pretende ser el sucesor (1 Re 1,1-10); la intriga de Natán y Betsabé que aluden a un juramento hecho por el rey anciano en favor de su hijo Salomón, juramento que no consta en el texto de la historia de David (1,11-27); y por último, la designación y unción de Salomón junto con las reacciones de Adonías y sus partidarios (1,28-53). El texto muestra analogías con la historia de Jacob, quien recibe la bendición de primogenitura en perjuicio de su hermano mayor Esaú, gracias a la ayuda de su madre Rebeca, engañando a su padre Isaac, quien se encuentra anciano y ciego (Gn 27).

* 2,1-46. La primera escena del capítulo narra las últimas disposiciones de David y su muerte (2,1-12). El soberano aconseja a su hijo Salomón que lleve una vida recta conforme a lo establecido en la Ley de Moisés; así la fidelidad a Dios será la norma para evaluar a todos los reyes. En contradicción, encontramos una segunda sección de consejos destinados a la eliminación de algunos personajes del entorno del rey: Joab, comandante en jefe del ejército y pariente de David, y Semey, de la tribu de Benjamín, quien había faltado gravemente contra la fidelidad debida al rey el día en el que huía de su hijo Absalón. Por el contrario, David recuerda a la familia de Barzilay que la fidelidad es recompensada con fidelidad. Acto seguido, Salomón pone en práctica los consejos de su padre, comenzando con una medida que parece nacer de su iniciativa personal: la eliminación de su hermano Adonías (2,13-46). Estas venganzas, ordenadas en gran parte por David y ejecutadas por Salomón, podrían explicarse por el hecho de que ellos no conocían la vida eterna; según ellos, en esta tierra debería manifestarse la justicia de Dios. Sin embargo, estos actos de violencia hacen caer una sombra negativa sobre los inicios del gobierno de Salomón: en ellos se vislumbra el germen de la caída del rey en sus años finales de vida. El texto concluye: «El reinado se consolidó en manos de Salomón», aunque el lector se pregunta cómo lo logró.

* 3,1-28. El inicio del reinado de Salomón (3,1-3) parece ser promisorio, ya que el rey ama a Dios a pesar de sacrificar en santuarios locales que luego serán prohibidos, y no obstante su matrimonio con la hija del faraón. A continuación se narra su sueño en Gabaón (3,4-15). Es el primero de cuatro encuentros de Salomón con Dios. El Señor le promete el don de una sabiduría superior para gobernar a Israel, lo que da la clave para comprender la figura de Salomón. La sabiduría aparece como garantía del resto de los dones necesarios para gobernar: gloria, riquezas, larga vida. Pero está, a su vez, condicionada por la fidelidad del rey a los mandamientos de Dios. Al final, se introduce el relato del juicio sobre las dos prostitutas que pleitean por un mismo niño (3,16-28). Se evidencia en el asombro de todo Israel la sabiduría que el rey, sin mencionar su nombre, ha recibido de Dios.

 

* 4,1-20. Las noticias sobre la administración del reino y sus funcionarios quieren demostrar la gran sabiduría del rey en el gobierno. Unos personajes están vinculados a la clase de los escribas, que cultivaban el estudio de la literatura sapiencial. Otros son servidores públicos con el encargo de proporcionar víveres para el palacio real; también Israel gozaba de una alimentación abundante. La noticia sobre el pueblo, numeroso como las arenas del mar (4,20), representa un cumplimiento de las promesas hechas por Dios a Abraham (Gn 22,17). Así el autor genera un puente entre los orígenes del pueblo y la época de esplendor del reinado de Salomón.

* 5,1-32. Hay dos secciones diferentes. En la primera, la sapiencial (5,1-14), es importante el interés por las provisiones que sirven como alimentos para el rey, sus ministros, el pueblo entero e incluso la caballería. La tradición sapiencial adjudica importancia al alimento: la sabiduría alimenta a quienes lo necesitan y lo hace de forma abundante; concluye con la descripción de la sabiduría universal de Salomón, con categorías desproporcionadas: es mayor que la de todos los reyes y sabios de la tierra, y nunca hubo ni habrá un rey más sabio. La mención de los proverbios y cánticos compuestos por el rey, expresiones típicas de literatura sapiencial, están en la base para adjudicar a Salomón los libros de Proverbios y Cantar de los Cantares (además del Eclesiastés o Qohélet). La segunda sección (5,15-32) contiene la descripción de los preparativos para la edificación del Templo de Jerusalén. Las relaciones diplomáticas y amistosas de Salomón con Jirán, rey de la ciudad fenicia de Tiro, ayudan a la adquisición de los materiales necesarios para la construcción. Se concluye con la descripción de los trabajos forzados implementados por Salomón para las obras de construcción, que son una nota negativa por la asociación con los trabajos del pueblo durante la esclavitud en Egipto.

* 6,1-38. Descripción de la compleja arquitectura del Templo de Jerusalén. Los intentos por hacer una reconstrucción exacta del edificio no han tenido mucho éxito. La narración sigue una cierta lógica: en primer lugar se da una descripción del exterior del Templo; luego del interior, en especial del Santo de los Santos, donde se depositará el arca de la Alianza. Por último, la hechura del altar y de los querubines sobre el Arca, manifestando la gloria del Señor. El autor se explaya en la descripción de los materiales de construcción: primero la piedra, luego las maderas finas y el oro. De nuevo con categorías desproporcionadas indica que la casa estaba recubierta de oro en su totalidad. Dios habla por segunda vez a Salomón prometiendo establecerse en medio de su pueblo, como reconocimiento por la construcción del Templo, pero es una promesa condicionada a la fidelidad del rey (6,11-13).

* 7,1-51. La mención del palacio real (7,1-12) en el centro de los relatos sobre la construcción del templo de Dios aparentemente está fuera de lugar, pero es una nota crítica. En efecto, Salomón trabajará casi el doble del tiempo en la construcción de su palacio que el dedicado para el Templo, y además su casa es lo doble de grande que la casa de Dios. También la mención de la hija del faraón, representa una nota amenazante: ¿Qué hace una princesa extranjera viviendo tan cerca del Templo? ¿A quién Salomón ama más? Luego se describen los trabajos del artesano Jirán (7,13-51).

* 8,1-66. La consagración del Templo culmina su construcción. El centro es la gran plegaría de Salomón (8,22-53), enmarcada por dos secciones narrativas que incluyen dos bendiciones del rey a Dios: al principio, el traslado del arca de la Alianza, llevada antes por David a Jerusalén (8,1-21), y al final, los sacrificios de comunión ofrecidos por el rey a Dios y la gran asamblea festiva de todo el pueblo (8,54-66). La plegaria de consagración es una oración de intercesión, en la que el rey aparece en su rol de mediador ante Dios por las necesidades del pueblo. El Templo es representado desde una doble perspectiva, como lugar de la presencia del «nombre de Dios», porque el Señor mismo no puede habitar en una morada construida por los humanos, y como garantía de la intervención divina en favor de los necesitados que acuden al Templo a orar a Dios que escucha desde el cielo. Además de algunas necesidades humanas básicas que Dios atiende, como la guerra, la sequía, el hambre, las plagas, aparecen dos aspectos peculiares: la referencia al exilio como tema importante, ya que se encuentra a inicios de la monarquía (8,46-51), y la perspectiva universalista de la plegaria al incluir al extranjero que viene a orar al Templo (8,41-43).

* 9,1-28. Tercer encuentro de Salomón con Dios a pesar de que el texto lo señala como segundo (9,1-9), olvidándose de 1 Re 6,11-13. Una vez más, Dios le muestra que la promesa de elección está condicionada a la fidelidad de los reyes; en esto se encuentra la clave para comprender al final el exilio de Judá y la destrucción del Templo. Luego se narran otros sucesos (9,10-25), organizados en forma paralela al capítulo quinto: primero son noticias referentes a la amistad entre Salomón y Jirán, rey de Tiro, ya no tan ideal, porque Salomón recompensa a Jirán con territorios que no valen nada, y luego, la leva de trabajos forzados para descendientes de naciones extranjeras (pero 5,27 y 11,28 incluyen a israelitas). Se mencionan muchas otras construcciones del rey, incluso en el Líbano, una vez más bajo la dimensión de lo desproporcionado o excesivo. La parte final inaugura otros textos relativos a la sabiduría de Salomón (9,26-28), esta vez bajo la perspectiva de los viajes a lugares remotos y las riquezas.

* 10,1-29. La visita de la reina de Sabá (10,1-13) es fundamental para mostrar la sabiduría de Salomón, como fue el juicio sabio del rey (3,16-28): pero esta vez es la Reina la que viene para probarlo con enigmas. Sus expectativas son superadas con creces al constatar su sabiduría. Como producto de este encuentro, ambos intercambian riquezas en abundancia. El tema de las riquezas de Salomón (10,14-22) es importante en la segunda parte de este capítulo, y tiene su contrapartida en el tema de las provisiones presente en 1 Re 4. Ahora se trata del oro, cuyas cantidades son descritas según las categorías del exceso. Con este oro, Salomón lleva a cabo obras como nunca se habían visto: escudos de lujo y un trono espectacular. El tema de las riquezas puede representar una expresión de la sabiduría, de hecho no existe mayor riqueza que la sabiduría misma y esta enriquece a quien la posee. Las noticias finales sobre la sabiduría universal (10,23-29) reciben un tinte negativo a través de la referencia a los «caballos de Egipto» que parecen aludir a los «carros y caballos del faraón», un elemento amenazador presente en los relatos del éxodo. Se alcanza a ver en estos textos los fundamentos para la oposición que se dio a la muerte de Salomón, porque para lograr las construcciones, sus riquezas y su caballería, Salomón recurrió a la opresión (Dt 17,16-17).

* 11,1-43. La apostasía de Salomón (11,1-13), parecía prevista en las apariciones de Dios que llamaba a la fidelidad y advertía el peligro de la idolatría (3,14: 6,11-13; 9,4-9). Las referencias anteriores a la hija del faraón, a los santuarios locales y a la preocupación de Salomón por su propio prestigio, palacio y construcciones exageradas, así como la leva de trabajos forzados, adquieren ahora la dimensión de un germen, donde se anuncia la caída. En los textos sapienciales es clásico que las «mujeres extranjeras» representan un peligro para el rey o para el hombre. Se incluye una cuarta y última teofanía: nunca más en la historia de Israel, Dios se manifestará directamente a un rey; en ella el Señor anuncia la división del reino y la preservación de Judá solo como expresión de su fidelidad a David y a Jerusalén. Lo siguiente (11,14-43), que concluye con la muerte del rey, presenta antes a tres adversarios enemigos de Salomón: Hadad, Rezón y Jeroboán, que parecen ser una contrapartida a los tres adversarios que el joven rey había eliminado al principio (2,13-46). En los capítulos siguientes se relatará cómo Israel se separó de la casa de David y constituyó un reino aparte conforme a lo anunciado por Dios a Salomón y por el profeta Ajías a Jeroboán.

* 12,1-33. División del antiguo reino fundado por David y Salomón; de ahora en adelante, Judá e Israel tendrán vidas paralelas. Este relato está organizado en base a dos momentos. En el primero, en la asamblea de Siquén (12,1-24), se da la escisión política, motivada por la carga excesiva que Salomón ha impuesto a los habitantes de Israel: impuestos y trabajos forzados, que evocan la esclavitud en Egipto. Este primer relato, continúa además la temática sapiencial a través de la oposición representada por dos tipos de consejeros, los ancianos sabios de Salomón, y los jóvenes de Roboán que lo aconsejan mal. En un segundo momento se describe la separación religiosa (12,25-33) motivada por la intención de Jeroboán de no permitir que el pueblo de Israel continúe acudiendo a Jerusalén para venerar a Dios, instituyendo dos santuarios alternativos a Jerusalén, en una especie de burda imitación del culto verdadero. Para el autor, esto constituye una idolatría, aunque quizá en realidad no lo era. Si la división política era conforme al plan de Dios, la división religiosa es contraria a él.

* 13,1-34. Hay dos pasajes de temática profética. El primer relato (13,1-10) se caracteriza por la condena del altar de Betel, unida a una profecía referente al rey Josías; también por la noción del hombre de Dios, unida a la capacidad de realizar hechos milagrosos. El segundo es un relato que gira en torno a la obediencia a la palabra de Dios como condición para la actividad profética, incluso ante la perspectiva de ser engañado para actuar en forma contraria (13,11-34); es el problema de la profecía verdadera y la falsa. Se ha de notar el rol que juega el león en la narración: leones aparecen en textos proféticos; un buen ejemplo es Amós, representando a la palabra profética en su dimensión amenazante y peligrosa (Am 1,2; 3,4).

* 14,1-31. En la primera parte (14,1-20) hay todavía un pasaje de temática profética (nota a 13,1-34), referente a la destrucción de la casa de Jeroboán, por haber sido infiel a Dios. Se relata la muerte del joven hijo del rey, el heredero al trono, como una anticipación del extermino de toda su descendencia. En la segunda parte (14,21-31), se introduce un informe sobre el reinado de Roboán, rey de Judá. Este texto es el primero de una serie muy similar en el libro. Esta serie está concebida a partir de una descripción de cada reinado, tanto de Judá como de Israel, en forma paralela y sincronizada. Cada rey es evaluado de acuerdo con su actitud religiosa conforme a dos criterios: su fidelidad al único Dios y el culto en el único santuario de Jerusalén. Solo algunos reyes de Judá, recibirán una evaluación positiva, por haber sido fieles al único Dios, como lo fue David, el antepasado común, modelo del servidor fiel a Dios. En cambio, ningún rey de Israel es visto de forma favorable, porque adoraron en otros santuarios y a veces también siguieron a los ídolos; en ellos se impone el modelo negativo, representado por su antecesor Jeroboán.

* 15,1-34. Se relatan los reinados de cuatro reyes: dos de Judá y dos de Israel. De todos ellos, solo Asá recibe una evaluación positiva que, a su vez, es la primera de este género en la serie de los reyes de Judá. La actividad de este monarca se caracterizó por su empeño en garantizar un culto adecuado a Dios en Jerusalén. A pesar que el autor observa que aún persisten los santuarios locales, el rey es alabado por la rectitud de su corazón y por su actitud religiosa intachable.

* 16,1-34. La brevedad del reinado de algunos reyes de Israel, como el de Zimrí, tan solo siete días, es reflejo de la gran inestabilidad del reino. Recuerda lo que Isaías dice a Ajaz, de Judá: «Si ustedes no creen firmemente, no se mantendrán firmes» (Is 7,9), es decir, no tendrán estabilidad. Por otra parte, inicia la historia de la casa de Omrí, rey de Israel, cuyo representante más importante será Ajab. Toda su historia está marcada por la trilogía representada por el rey, su mujer Jezabel, hija del rey de la ciudad fenicia de Sidón, y el profeta Elías que se opone a ellos. Cuando los evangelistas presenten la figura de Juan el Bautista, a semejanza de Elías, este tendrá que enfrentar, a su vez, una pareja de monarcas impíos: el tetrarca Herodes y su mujer Herodías (Mc, 6,17-29).

*1 Re 17,1-2 Re 2,12. Se inicia el ciclo de Elías, luchador infatigable en favor del único Dios y, a la vez, defensor del débil y explotado, denunciando los abusos de los poderosos. Como un nuevo Moisés, repite la experiencia del Horeb o Sinaí, y aunque extenuado, sigue adelante su misión. El hecho de que Elías aparezca inesperadamente, sin un relato de nacimiento o vocación, ha de ser visto en conexión con la desaparición del profeta, arrebatado por un carro de fuego al final del ciclo. Elías es un profeta que aparece y desaparece, probablemente en analogía con la palabra profética que actúa donde quiere Dios; en efecto, parece existir una profunda correlación entre la persona del profeta y su palabra.

* 17,1-24. Hay tres escenas. En la primera (17,1-7), el profeta Elías, que ha encontrado refugio en el torrente Querit, es alimentado por Dios. Hay una clara alusión a los relatos sobre Adán en el jardín del Edén (Gn 2-3), en esta línea se pueden interpretar las menciones del lugar geográfico, el este, y de la comunión entre el profeta y los animales, los cuervos. En la segunda escena (1 Re 17,8-16), se retoma la temática anterior, añadiendo una clave importante: Dios alimenta a los pobres, entre los que se ha de contar el profeta, la viuda y su hijo. En efecto, según la tradición del AT, Dios cuida del huérfano, la viuda y el extranjero; se trata precisamente de las mismas categorías presentes en el texto, ya que la mujer es una viuda extranjera con un solo hijo huérfano. Jesús en su predicación de Nazaret alude a la actividad de Elías y Eliseo a favor de personas que no pertenecen a Israel (Lc 4,25-27). Por último, la tercera escena (1 Re 17,17-24) revela un último elemento importantísimo: cuando Dios asiste al pobre, lo hace a través del don de la vida. A lo largo de esta serie de eventos, Elías ha de vivenciar una especie de catequesis que lo lleva a comprender quién es Dios.

* 18,1-46. Se presentan tres escenas. En la primera (18,1-16), un alto funcionario del rey Ajab, el mayordomo Abdías, «temeroso de Dios», que protegió a profetas perseguidos por la reina Jezabel y les proveyó de alimento, al igual que Dios alimentó a Elías, expresa su temor ante el encargo de Elías de ir al rey Ajab, ante la posible desaparición del profeta, acción que el relato atribuye al “espíritu de Dios”. En una segunda escena (18,17-40), se presenta la famosa contienda entre los profetas de Baal y el profeta Elías en el monte Carmelo, que demuestra la realidad del Dios de Israel como el único Dios verdadero y la completa inexistencia de Baal, como representante de los dioses extranjeros. El relato está redactado de forma muy amena, e incluso con un toque humorístico, expresado en la mofa que hace Elías frente al silencio de Baal. La acción divina como prueba de la exclusividad del Dios de Israel queda de manifiesto en la gran diferencia existente al nivel del tiempo de la intervención: los profetas de Baal se pasan el día entero invocando a su dios sin obtener respuesta; en cambio, apenas Elías hace una breve oración, el fuego divino consume la totalidad del sacrificio, e incluso más. La tercera escena (18,41-46) representa la conclusión de los relatos sobre la sequía. En este contexto es importante constatar el vínculo constate que las tradiciones relativas al profeta Elías tienen con el Monte Carmelo: un hecho que será recogido más tarde por la tradición cristiana y que dará origen a importantes comunidades religiosas dentro de la Iglesia.

* 19,1-21. Comienza con la crisis del profeta (19,1-8), una situación incomprensible hasta cierto punto: Elías, que ha tenido su minuto de gloria en el monte Carmelo, ahora desea morir. Pareciera que sufre una depresión profunda. Esta situación es acompañada con una serie de referencias al éxodo: el camino por el desierto, la marcha durante cuarenta días, la mención de los padres como una generación malvada y el alimento con pan y agua proporcionado por Dios. En realidad, se trata de un anti–éxodo, como si el profeta quisiese desandar la historia de salvación del pueblo. En un segundo momento (19,9-18), el profeta llega al monte Horeb, o Sinaí, lugar de la alianza entre Dios y el pueblo. En este monte el Señor se había revelado a Moisés bajo la forma de una zarza ardiendo o bajo la forma del terremoto y el trueno en el momento de la entrega de la Ley. El presente texto parece proponer una especie de corrección a esos relatos tradicionales: Dios se manifiesta a través de un «sonido de suave silencio». Es la voz que no es voz. A través de ella aparece que el Señor es el Dios de la historia, que tiene el poder para cambiar la realidad que angustia al profeta. La escena final (19,19-21) representa una demostración ejemplar de lo anterior. Una realidad que angustia al profeta es que se «ha quedado solo». Como respuesta a esto, Dios le proporciona un discípulo, alguien a quien simbólicamente Elías cubre con su manto: Eliseo, el hijo de Safat.

* 20,1-43. Este capítulo es una especie de paréntesis en el relato del ciclo de Elías: de hecho en la narración no figura el profeta, sino varios profetas anónimos, identificados indistintamente como «un profeta», «hombre de Dios» o «un hombre de los hijos de los profetas». Los diferentes relatos giran en torno a las acciones bélicas sostenidas entre Ajab, rey de Israel, y Benadad, rey de Aram. La representación del conflicto armado entre ambas naciones sirve para evidenciar algunos elementos centrales de la espiritualidad del autor del libro de Reyes: es Dios quien da la victoria a su pueblo, lo que queda demostrado por una parte por medio de la intervención de una figura profética, como por otra parte, por la pequeñez de Israel frente a la fuerza de sus enemigos. En este contexto es muy importante la obediencia a la palabra divina, manifestada por boca del profeta, especialmente en lo referente a que Israel no ha de hacer alianzas con pueblos paganos.

* 21,1-29. Todo el capítulo gira en torno al crimen cometido por Ajab en contra de Nabot de Jezrael. Hay semejanzas con el crimen de David contra Urías, el hitita: codiciar la mujer/viña del vecino (en la tradición bíblica, la viña puede ser imagen de la mujer), asesinato alevoso para obtener lo que se desea, profecía de denuncia de un crimen que permanecía oculto, y arrepentimiento, seguido de perdón por parte de Dios. Pero también hay algunas particularidades. En primer lugar, la viña –en este contexto– parece ser símbolo de Israel, y Nabot se nos presenta como modelo del verdadero israelita a quien no está permitido enajenar su heredad en la tierra prometida, signo de elección y de alianza. En segundo lugar, el papel que juega Jezabel, mujer de Ajab, representando la reina extranjera, responsable de la maldad de su marido. En tercer lugar, la denuncia profética en nombre de Dios como crítica social ante la explotación del campesino por parte del gobernante, llamado por el Señor a ser garante de la equidad y la justicia. El crimen contra Nabot colma la paciencia de Dios. Aun así, perdona al rey: el castigo no sucederá en sus días, sino en los de su hijo.

* 22,1-54. Este último capítulo, al igual que 1 Re 20, es un paréntesis en el ciclo de Elías: se nota su ausencia y tienen en común la temática de las guerras arameas. El personaje central es el profeta Miqueas, hijo de Yimlá, quien, como Elías, es el único profeta verdadero en medio de los falsos profetas. Hay semejanza con la figura de Jeremías: profeta que no puede dejar de anunciar aquello que Dios ordena, prisión del profeta por parte del rey, descripción de Israel como ovejas sin pastor. El relato de la visión de Miqueas propone una descripción de los falsos profetas: pueden engañar, porque Dios los engaña a ellos. El relato de la derrota concluye con la muerte de Ajab, la cual tiene un carácter inexorable: incluso habiéndose disfrazado para no ser reconocido, muere en la batalla por un hecho casual; también la profecía referente a su sangre lamida por los perros se cumple. En la sección final hay una breve descripción del gobierno positivo de Josafat, rey de Judá, haciendo referencia al intento fallido de emular a Salomón al construir una flota que vaya a Tarsis. Por último se ha de recordar que la presentación de este capítulo como final de 1 Re es artificial: el ciclo de Elías continúa en el primer capítulo de 2 Re.