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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. Esta es la historia de Judas Macabeo y sus hermanos (2,19). El autor y su comunidad

 

El segundo libro de los Macabeos no es continuación del primero, sino una obra independiente referida a la situación de los judíos bajo el dominio de los seléucidas. Los acontecimientos narrados en este libro cubren solo una parte de los relatados en el 1 Mac. La obra fue escrita originalmente en griego, y se presenta como resumen de un escrito mucho más extenso que tuvo por autor a Jasón de Cirene, un escritor hoy desconocido (2,19-23). Una fecha citada en 1,10 indica que el libro fue escrito después del año 124 a. C.

El autor simpatiza con las posiciones teológicas que identifican a los fariseos: existencia de ángeles (10,29-30); intercesión de los santos (1,33; 15,12-14); fe en la resurrección de los muertos (7,9ss; 12,41-46; 14,46); y se distancia de 1 Mac (1 Mac 2,41; 9,43-44) con respecto a la observancia rigurosa del sábado (8,27; 15,1).

Al escribir la obra, el autor se propone agradar a los lectores (2,25; 15,38); por eso las narraciones son matizadas con alusiones a hechos maravillosos (1,21; 3,25; 5,1-4; 10,29-30; 11,8; 15,12-16), y el autor se disculpa por si no ha obtenido el fin que se había propuesto (15,38).

El libro tiene como objeto destacar la santidad del Templo de Jerusalén y la importancia de observar fielmente las tradiciones del judaísmo en medio de un clima hostil. La situación histórica es la de los años 175-161 a. C., la misma que fue encarada en la primera parte del 1 Mac, y en los capítulos 7-12 del libro de Daniel: los judíos se encuentran bajo el gobierno de los seléucidas, empeñados en ahogar el judaísmo e imponer la cultura griega. 

En el libro se describen las hazañas de Judas Macabeo durante la opresión y persecución religiosa que padeció el pueblo judío bajo el reinado de Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.). El héroe, acompañado por sus hermanos, lucha por recuperar el Templo profanado por los paganos y por conseguir que el pueblo tenga la libertad de observar las leyes y tradiciones judías. Judas Macabeo es retratado como un auténtico fariseo (ver Hch 23,8): observante del descanso del día sábado y de las festividades religiosas (8,25-28; 12,38), creyente en la resurrección, en la vida eterna (12,43-44; 15,11-16) y en los ángeles (15,22), respetuoso de las tradiciones y prescripciones de la Ley (5,27; 12,42).

El autor, preocupado por la observancia de la Ley y las tradiciones del judaísmo en su integridad, solo aprueba la conducta de Judas Macabeo. Para el Segundo Libro él es el único héroe, y omite hablar de su muerte aunque escribe mucho después de los acontecimientos. Esto lo excusa de referirse a las actividades de sus hermanos después de la muerte de Judas, que como se relata en 1 Mac, mantuvieron el liderazgo sobre los judíos, pero pactaron con los paganos y recibieron los títulos y honores que estos les otorgaron. El autor de 2 Mac no podía aprobar esta forma de proceder.

Los personajes están retratados de manera muy definida: por una parte están Judas Macabeo y todos los judíos piadosos que se mantuvieron firmes en el cumplimiento de la Ley, todos ellos fueron personas intachables; y por la otra, están los paganos, junto con los judíos helenistas que se doblegaron ante la imposición de la cultura griega: “Desestimaban los valores patrios, pero consideraban mejores las glorias helénicas” (4,15). Estos son retratados como personas perversas empeñadas en destruir el judaísmo.

Con el deseo de exaltar el valor de Judas Macabeo, el autor exagera visiblemente el número de los soldados que componen los ejércitos enemigos y de los que mueren en las batallas, como ya lo había hecho el autor de 1 Mac.

 

  1. La purificación del más grande de los templos (2,19). Teología

 

El libro 2 Mac centra toda su atención en el Templo, al que no deja de aplicar epítetos gloriosos cada vez que lo menciona. La misma estructura del libro pone en lugar central su purificación después que fue profanado por los griegos. El santuario es un don que Dios ha hecho a Israel, y se debe mantener incontaminado. Los que se atreven a profanarlo son castigados con severidad.

En 1 Mac, que no contiene indicios de una esperanza en la vida eterna, se decía que para detener la persecución se debía recurrir a cualquier medio, incluso luchar en día sábado y también pactar con los griegos, como hicieron los hermanos de Judas. El 2 Mac, en cambio, escrito desde la perspectiva propia los fariseos, considera que la Ley y las tradiciones se deben observar aun ante la amenaza de muerte (6,20; 7,2; 8,27; 15,1-2). Por ese motivo se detiene en la narración pormenorizada de las hazañas de los que mueren por su fe (los capítulos 6 y 7); presenta como verdaderos mártires a los que no se defendieron en día sábado (6,11), y no dice nada de la decisión en sentido contrario de la que habla el Primer Libro (1 Mac 2,41).

De diversas maneras se explica que la persecución se debe soportar con paciencia porque es un castigo por los pecados del pueblo (2 Mac 5,18; 6,12-17; 7,18.32-38), que deben ser lavados con la sangre de los mártires (7,38).

En esta situación, muchos podían preguntar: ¿Qué sentido tiene morir por la fe si el que muere no recibirá ninguna retribución? El autor de 2 Mac es testigo de que en ciertos círculos del judaísmo (como en Dn 12,2) ya se daba una respuesta: llegará un día en el que Dios resucitará a los muertos para que estos reciban su recompensa. Pero mientras en el libro de Daniel se dice que la resurrección será general, y habrá premios para unos y castigos para otros, en 2 Mac se anuncia que solo resucitarán los que murieron por una causa justa, y estos recibirán el premio correspondiente. Para los malvados, en cambio, no habrá resurrección (7,14). Por eso 2 Mac pone en primer plano el martirio: es mejor morir por la fe porque los justos resucitarán (2 Mac 7,9.11.14.23.36; 12,43-46). De modo que nunca se debe violar la Ley, ni aun para defender la vida; no se debe luchar en día sábado, ni hacer alianzas con los paganos. Se limita entonces a narrar la historia de Judas Macabeo, a quien ve como un celoso observante de la Ley, y omite todo lo referente a sus hermanos que hicieron pactos con los griegos y aceptaron los títulos que estos les dieron.

            Como el autor de 1 Mac también el de este libro reitera la afirmación de que Dios protege especialmente a Israel, pero en consonancia con la teología de los fariseos aclara que Dios interviene activamente en la historia, y no deja los acontecimientos librados totalmente a la libertad humana, sino que combate junto con los hombres (1,12; 8,24; 12,36; etc.). Como “la victoria no se obtiene por las armas, sino que Dios la concede a quienes la merecen” (15,21), las batallas son siempre precedidas por invocaciones a Dios, a quien se atribuye la victoria en cada caso.

            La Iglesia ha conservado con un afecto especial el libro 2 Mac, porque de él se ha tomado la valoración del martirio, el recurso a la intercesión de los santos y el modelo de las narraciones de los mártires. En la liturgia de los difuntos se lee el texto 12,43-45 en el que se elogia a Judas Macabeo, que hizo ofrecer un sacrificio por los que habían muerto en la batalla porque tenía certeza de la futura resurrección. El Concilio Vaticano II cita ese mismo texto cuando se refiere a la comunión de los Santos, por la que la Iglesia peregrina ora por los difuntos (Lumen Gentium, VII, 50). La teología católica ha tomado una expresión de la versión latina de 7,28 para afirmar que Dios creó todas las cosas desde la nada (“ex nihilo”).

 

  1. Intentaremos resumir en un solo volumen… (2,23). Estructura de la obra

 

            La obra está encuadrada entre dos textos referentes a fiestas religiosas relacionadas con el Templo de Jerusalén: la celebración de la fiesta de la purificación del Templo (Janucá: 1,1-2,18) y la institución de la fiesta de Nicanor, por la derrota del que había blasfemado contra el Templo (15,36).

            Como introducción del libro se reproducen dos cartas dirigidas a los judíos que viven en Egipto, invitándolos a celebrar la fiesta de la purificación (Janucá: 1,1-2,18), en las que se incluyen algunos relatos, tomados de la tradición, sobre acontecimientos que se refieren a la santidad del Templo.

            El relato propiamente dicho se inicia con un prólogo (2,19-32), y concluye con un epílogo (15,38-39), en los que el autor presenta el trabajo que ofrece a los lectores y expone el fin que se propone.

            El cuerpo central del libro se desarrolla en cinco partes, y se indica explícitamente el final de cada una de ellas (3,40; 7,42; 10,9; 13,26; 15,37). Estas partes de la obra están ordenadas de manera que forman un paralelismo concéntrico: en los extremos (primera y quinta parte) hay dos relatos sobre las profanaciones del Templo, y en el lugar central (tercera parte) el relato de la purificación del Templo. En la segunda parte muestran los actos destructivos de los paganos y judíos helenistas, y en la cuarta parte la reconquista llevada a cabo por Judas Macabeo:

 

Introducción:                                                                                       1,1-2,18

Prólogo del autor:                                                                               2,19-32

1.- Heliodoro y la profanación del Templo:                                       3,1-40

2.- Los sacerdotes impíos y la persecución:                                       4,1-7,42

3.- Judas Macabeo y la purificación del Templo:                              8,1-10,9

4.- Victoria de Judas Macabeo sobre Antíoco V Eupátor:                 10,10-13,26

5.- Nicanor y la blasfemia contra el Templo.                                     14,1-15,37

Epílogo:                                                                                              15,38-39

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Les escribimos para que celebren la fiesta de las chozas

2 Mac 4,7-22

 

1,1 “Los judíos que están en Jerusalén y en Judea saludan a sus hermanos que están en Egipto y les desean paz y prosperidad. 2 Que Dios los beneficie y se acuerde de su alianza con sus fieles servidores Abraham, Isaac y Jacob. 3 Que les dé a todos un corazón para adorarlo y para hacer su voluntad con todo el corazón y el alma bien dispuesta. 4 Que él abra el corazón de ustedes a su Ley y a sus mandamientos y les conceda la paz. 5 Que escuche sus oraciones, se reconcilie con ustedes y no los abandone en tiempo de desdicha. 6 Esto es lo que ahora estamos pidiendo en nuestras oraciones por ustedes. 7 Durante el reinado de Demetrio, el año ciento sesenta y nueve,[1] nosotros, los judíos, les escribimos en el momento más crítico de la tribulación que nos sobrevino en esos años, desde que Jasón y los suyos apostataron de la tierra santa y del reino, 8 incendiaron la puerta del Templo y derramaron sangre inocente. Entonces rogamos al Señor y nos escuchó. Ofrecimos un sacrificio y una ofrenda de la mejor harina, encendimos las lámparas y presentamos los panes. 9 Ahora les escribimos para que celebren la fiesta de las chozas[2] en el mes de Casleu del año ciento ochenta y ocho”.[3]

 

El fuego que apareció cuando Nehemías ofreció sacrificios

1 Mac 4,59; 6,1-13 ; 2 Mac 9,1-29; Ex 15,17; 40,34-38; Lv 9,24; Dt 30,3-5; 1 Re 8,10-11

 

10 “Los habitantes de Jerusalén y de Judea, el consejo de ancianos y Judas, saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, tutor del rey Tolomeo y descendiente de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto. 11 Salvados por Dios de grandes peligros, estamos muy agradecidos porque nos dispuso para luchar contra el rey. 12 Fue él quien expulsó a los que salieron a combatir contra la ciudad santa. 13 Y cuando el jefe de estos[4] llegó a Persia, acompañado por su ejército que parecía invencible, fueron despedazados en el templo de Nanea en una emboscada que les tendieron los sacerdotes que sirven en ese lugar. 14 Antíoco, acompañado por sus amigos, se acercó a aquel lugar con el pretexto de desposarse con la diosa Nanea, pero, en realidad, iba con la intención de llevarse, como si fuera una dote, las inmensas riquezas del templo 15 que le habían mostrado los sacerdotes del santuario de Nanea. Antíoco entró con unos pocos al recinto sagrado. Pero apenas entró cerraron el templo, 16 abrieron la puerta secreta del techo, y apedreándolos mataron al jefe y a los suyos. Después los despedazaron, les cortaron las cabezas, y las arrojaron a los que estaban fuera. 17 ¡Bendito sea por todo nuestro Dios, que entregó a los malvados a la muerte! 18  Como nosotros estamos por celebrar la purificación del Templo el día veinticinco de Casleu, consideramos necesario hacerlo saber a ustedes, para que también celebren la fiesta de las cabañas y la del fuego que apareció cuando Nehemías ofreció sacrificios después de reconstruir el Templo y el altar. 19 Porque cuando nuestros antepasados fueron llevados a Persia, los sacerdotes piadosos de entonces tomaron fuego del altar y lo ocultaron secretamente en el hueco de un pozo seco, asegurándose de que nadie supiera dónde estaba. 20 Pasados muchos años, cuando a Dios le pareció bien, Nehemías, enviado por el rey de Persia, mandó que los descendientes de los sacerdotes que lo habían escondido fueran a buscar el fuego. Según ellos nos contaron, no encontraron fuego, sino agua espesa. Entonces les ordenó que la sacaran y se la llevaran. 21 Cuando todo estaba preparado para los sacrificios, Nehemías ordenó que los sacerdotes rociaran con agua los leños y lo que estaba encima. 22 Terminado esto, pasó un tiempo y el sol, que había estado oculto por las nubes, comenzó a brillar. Se encendió entonces un gran fuego, de manera que todos se admiraron. 23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes oraban junto con todos. Jonatán comenzaba y los demás, junto con Nehemías, respondían. 24 La oración era esta: ‘Señor, Señor Dios, creador de todas las cosas, temible, fuerte, justo y misericordioso, rey único y bondadoso; 25 tú eres el único generoso, el único justo, todopoderoso y eterno, el que libra a Israel de todo mal, el que elegiste a nuestros antepasados y los santificaste. 26 Acepta este sacrificio por todo tu pueblo de Israel, protege y santifica a los que son tu heredad. 27 Reúne a nuestros hermanos dispersos, libera a los que están cautivos entre los paganos, atiende a los despreciados y aborrecidos, para que los paganos sepan que tú eres nuestro Dios. 28 Castiga a los que nos oprimen y afligen con arrogancia, 29 planta a tu pueblo en el lugar santo, como dijo Moisés’. 30 Los sacerdotes cantaban los himnos. 31 Cuando se consumieron los sacrificios, Nehemías ordenó derramar sobre las piedras el agua que quedaba.  32 Cuando hicieron esto, se encendió una llama que quedó absorbida por la luz que procedía del altar. 33 Cuando este hecho se divulgó, y se informó al rey de Persia que en el lugar donde los sacerdotes deportados habían ocultado el fuego había aparecido un líquido con el que los compañeros de Nehemías quemaron los sacrificios, 34 el rey, después de investigar el hecho, mandó cercar el lugar y lo declaró sagrado. 35 El rey recibía muchos regalos, y los repartía entre quienes quería favorecer. 36 Los compañeros de Nehemías llamaron a este líquido ‘neftar’, que significa purificación, aunque muchos lo llaman ‘nafta’.

 

Ustedes harán bien en celebrar estos días

1 Mac 4,59; Ex 24,16; Lv 9,24; 10,17; 1 Re 8, 10-11; 2 Cr 7,1; Bar 6

 

2,1 Se encuentra en los escritos que el profeta Jeremías mandó a los deportados que tomaran el fuego, como se ha indicado, 2 y cómo el profeta, al darles la Ley, ordenó a los deportados que no olvidaran los mandamientos del Señor, y que no dejaran extraviar sus pensamientos cuando vieran las estatuas de oro y plata, y el adorno que los rodea. 3 Y diciéndoles otras cosas semejantes los exhortaba para que no apartaran la Ley de su corazón. 4 También se contaba en el documento cómo el profeta, después de haber recibido la revelación de Dios, salió hacia el monte al que subió Moisés para contemplar la heredad de Dios y ordenó que lo acompañaran con la tienda y el Arca. 5 Cuando Jeremías llegó, encontró una cueva, introdujo allí la tienda, el Arca y el altar del incienso y cerró la entrada. 6 Algunos de los que lo acompañaron volvieron después para señalar el camino, pero no pudieron encontrarlo. 7 Cuando Jeremías lo supo, los reprendió diciendo: ‘El lugar será ignorado hasta que Dios reúna a su pueblo y tenga misericordia de él. 8 Entonces el Señor mostrará estas cosas, y aparecerá la gloria del Señor y la nube, como se manifestaba en tiempo de Moisés, y cuando Salomón pidió que el lugar santo fuera consagrado con magnificencia’. 9 En el documento también se hablaba de cómo Salomón, siendo sabio, ofreció un sacrificio para la dedicación y la terminación del Templo. 10 Y así como Moisés oró al Señor, bajó fuego del cielo y consumió las ofrendas del sacrificio, así también oró Salomón y bajó fuego que consumió los holocaustos. 11 Dijo Moisés: ‘No se comió la ofrenda del sacrificio por el pecado, y por eso fue destruida’. 12 Igualmente Salomón celebró los ocho días de fiesta. 13 Todas estas cosas se contaban en los documentos y en las memorias de Nehemías, y también cómo fue fundada una biblioteca, reuniendo los libros de los reyes, de los profetas, de David, y las cartas de los reyes sobre las ofrendas. 14 De la misma manera, Judas reunió todos los escritos que estaban perdidos por la guerra que hemos padecido. Ahora los tenemos nosotros. 15 Así que, si los necesitan, manden por ellos para que los lleven. 16 Les escribimos cuando estamos por celebrar la fiesta de la purificación del Templo. Ustedes harán bien en celebrar estos días. 17 Dios, que salvó a todo su pueblo y dio a todos la herencia, la realeza, el sacerdocio y la santidad, 18 como había prometido por la Ley, esperamos que pronto tenga misericordia de nosotros, y nos reúna desde todas las naciones bajo el cielo en el lugar santo, porque nos ha librado de grandes males y ha purificado el Templo”.

 

Prólogo del Autor

 

19 Esta es la historia de Judas Macabeo y sus hermanos, de la purificación del más grande de los templos y la dedicación del altar, 20 de las guerras contra Antíoco Epífanes y contra su hijo Eupátor; 21 de las apariciones venidas del cielo a los que se comportaron de manera honrosa y heroica por el judaísmo, ya que, siendo pocos, saquearon todo el país, persiguieron a las multitudes bárbaras, 22 recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la ciudad, y restablecieron las Leyes que estaban a punto de ser destruidas, porque  el Señor les fue propicio con toda bondad. 23 Jasón de Cirene expuso todos estos hechos en cinco libros, que nosotros intentaremos resumir en un solo volumen. 24 Porque, viendo la cantidad de números y la dificultad que entraña por la abundancia de la materia, para los que quieren adentrarse en los relatos de la historia, 25 hemos intentado dar gusto a los que quieren leer, facilidad a quienes desean aprender esto de memoria, y utilidad a todos los que se encuentren con ella. 26 Para nosotros, que aceptamos la tarea de hacer un resumen, no fue una labor fácil, sino más bien de sudores y desvelos. 27 Como al que prepara un banquete y busca agradar a los demás, no le resulta fácil, también nosotros, para complacer a todos, soportaremos con gusto esta fatiga. 28 Dejamos al autor el tratamiento detallado de cada suceso, y nos esforzaremos por seguir las reglas de un resumen. 29 Como al arquitecto de una casa nueva le corresponde cuidar de toda la construcción, y al decorador, decorarla y pintarla con las cosas necesarias para adornarla, así considero que nos sucede a nosotros. 30 De la misma manera, entrar en detalles, interpretar los hechos, e interesarse en cada aspecto, le corresponde al historiador. 31 Pero al que hace un resumen se le permite buscar la brevedad del relato, sin hacer una completa exposición de los asuntos. 32 Por eso, comencemos el relato, después del prólogo, porque sería necio ser prolijo en el prólogo y breve en la historia.

 

PRIMERA PARTE

HELIODORO Y LA PROFANACIÓN DEL TEMPLO

 

Heliodoro decía que estos bienes debían ser confiscados

2 Mac 4,5-6.30-34; 15,12

 

3,1 Mientras la ciudad santa vivía en completa paz, y las Leyes eran observadas a la perfección, gracias a la piedad del sumo sacerdote Onías y a su odio al mal, 2 sucedía que aun los mismos reyes honraban el lugar santo y glorificaban el Templo con magníficos regalos, 3 hasta el punto de que Seleuco,[5] el rey de Asia, proveía con sus propios recursos todos los gastos necesarios para los sacrificios litúrgicos. 4 Pero un tal Simón, del clan de Bilgá, constituido jefe del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote por la regulación del mercado de la ciudad. 5 No pudiendo imponerse ante Onías, fue a ver a Apolonio de Tarso, que en aquel tiempo era gobernador de Celesiria y Fenicia, 6 y le informó que el tesoro en Jerusalén estaba lleno de riquezas indescriptibles, a tal grado que la totalidad de sus variadas riquezas era incontable, y que estas eran superiores a lo que se requería para los sacrificios, por lo que el rey podría apoderarse de ellas. 7 Apolonio, al entrevistarse con el rey, lo puso en conocimiento de las riquezas que le habían indicado. El rey designó a Heliodoro, su administrador, y lo envió con la orden de llevarle las riquezas mencionadas. 8 Heliodoro emprendió el viaje de inmediato, aparentando que iba a visitar las ciudades de Celesiria y de Fenicia, pero, en realidad, era para ejecutar el propósito del rey. 9 Cuando llegó a Jerusalén, donde fue recibido con amabilidad por el sumo sacerdote y por la ciudad, informó lo que le habían comunicado, explicó el propósito de su visita y preguntó si en verdad las cosas eran realmente así. 10 El sumo sacerdote le explicó que eran depósitos de las viudas y de los huérfanos, 11 que algunos eran de Hircano, hijo de Tobías, hombre de muy elevada posición, y que contra lo dicho por el impío Simón, había en total doce mil kilos de plata, y seis mil de oro. 12 Que era del todo imposible cometer una  injusticia contra los que habían confiado en la santidad del lugar, y contra los que habían venerado en todo el mundo la dignidad y la inviolabilidad del Templo. 13 Heliodoro, por su parte, decía que, de todos modos, por las órdenes recibidas del rey, estos bienes debían ser confiscados para el tesoro real. 14 El día determinado entró para tomar nota de todo. En toda la ciudad se produjo una angustia enorme. 15 Los sacerdotes, con las vestiduras sacerdotales, postrados ante el altar clamaban al cielo al que había legislado sobre los bienes guardados, para que los conservara intactos para quienes los habían depositado. 16 Destrozaba el corazón ver la apariencia del sumo sacerdote, porque su aspecto e inusitado color manifestaban la angustia de su alma. 17 Porque el hombre estaba invadido por una especie de terror y temblor del cuerpo, que ante quienes lo veían hacían visible el sufrimiento que había en su corazón. 18 Muchos salían en grupo de las casas para hacer rogativas públicas, porque el lugar estaba a punto de ser profanado. 19 Las mujeres con vestidos de penitencia de los senos para abajo, se agrupaban por las calles, las doncellas que estaban encerradas corrían unas a las puertas, otras a los muros, y otras se asomaban por las ventanas, 20 y todas oraban alzando las manos al cielo. 21 Movía a compasión ver aquella confusa multitud postrada, y la ansiedad del sumo sacerdote colmado de angustia. 22 Mientras que ellos rogaban al Señor todopoderoso que guardara intactos y con toda seguridad los depósitos para quienes los habían confiado, 23 Heliodoro, por su parte, se disponía a ejecutar lo que se había propuesto.

 

Heliodoro cayó en tierra

 

24 Él y su escolta estaban allí mismo, junto al tesoro, cuando el soberano de los espíritus y de todo poder se manifestó en su grandeza, de manera que todos los que se habían atrevido a entrar, golpeados por el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes. 25 Porque se les apareció un caballo; el que lo montaba tenía un aspecto terrible y estaba revestido de una preciosísima indumentaria. El caballo se lanzó con fuerza contra Heliodoro y lo pateó con las patas delanteras. El jinete estaba revestido con una armadura de oro. 26 Se le aparecieron además otros dos jóvenes muy vigorosos y hermosos, de magnífica presencia, que se colocaron a ambos lados de él y lo azotaban sin descanso, dándole muchos golpes. 27 Heliodoro cayó en tierra envuelto en densa oscuridad. Lo levantaron y lo colocaron en una camilla. 28 El que poco antes había entrado al tesoro con numerosa comitiva y escolta, era llevado ahora incapaz de valerse por sí mismo, y todos reconocían abiertamente la soberanía de Dios. 29 Mientras él, abatido por el poder divino, yacía sin voz y privado de toda esperanza de salvación, 30 los judíos bendecían al Señor que glorificaba su lugar santo. Y el Templo, poco antes lleno de temor y de confusión, se llenaba de alegría y gozo gracias a la manifestación del Señor todopoderoso. 31 Enseguida, algunos de los partidarios de Heliodoro rogaron a Onías que invocara al Altísimo para que otorgara la vida al que estaba en el último suspiro. 32 El sumo sacerdote, previendo que el rey podría pensar que Heliodoro había sufrido un atentado por parte de los judíos, ofreció un sacrificio por la salvación de aquel hombre. 33 Cuando el sumo sacerdote estaba realizando el sacrificio de expiación, se le aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, con los mismos vestidos adornados y puestos de pie le dijeron: “Debes estar agradecido al sumo sacerdote Onías, porque, gracias a él, el Señor te ha dado la vida. 34 Y tú, castigado por el cielo, anuncia a todos la grandeza del poder de Dios”. Después de decir esto, desaparecieron.

 

Heliodoro daba testimonio de las obras del Dios supremo

 

35 Heliodoro, después de ofrecer un sacrificio al Señor y de orar con grandes súplicas al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y regresó con su escolta a donde estaba el rey. 36 Él daba testimonio a todos de las obras del Dios supremo que había visto con sus propios ojos. 37 Cuando el rey le preguntó a Heliodoro a quién convenía enviar otra vez a Jerusalén, le respondió: 38 “Si tienes algún enemigo o adversario de tu gobierno, envíalo allá, para que, si acaso se salva, lo recibas de vuelta maltratado, porque es verdad que en torno a aquel lugar hay un poder divino. 39 El mismo que tiene su morada en el cielo vigila y protege aquel lugar y hiere de muerte a los que van a causar daño”. 40 Así concluyeron las cosas que se refieren a Heliodoro y a la conservación del tesoro.

 

SEGUNDA PARTE

LOS SACERDOTES IMPÍOS Y LA PERSECUCIÓN

 

Simón calumnió al sacerdote Onías

 

4,1 Simón, ya mencionado antes como delator de los bienes y de la patria, calumnió a Onías, diciendo que él había maltratado a Heliodoro y le había causado los males que lo aquejaban. 2 Se atrevía a llamar enemigo del país al que era bienhechor de la ciudad, protector de sus compatriotas y celoso cumplidor de las Leyes. 3 La enemistad llegó a tal punto que uno de los que estaban con Simón cometió asesinatos. 4 Onías, consciente de lo peligroso de la rivalidad, y de que Apolonio, hijo de Menesteo, gobernador de Celesiria y Fenicia, favorecía la maldad de Simón, 5 se dirigió al rey, no para ser acusador de los ciudadanos, sino buscando el bien común y particular de todo el pueblo, 6 porque veía que, sin la intervención del rey, era ya imposible que se alcanzara la paz y Simón pusiera fin a su locura.

 

Jasón usurpó el sumo sacerdocio

1 Mac 1,10-15

 

7 Cuando murió Seleuco, lo sucedió en el reino Antíoco, por sobrenombre Epífanes.[6] Jasón, el hermano de Onías, usurpó el sumo sacerdocio. 8 En una entrevista le ofreció al rey diez mil kilos de plata y dos mil más de otras rentas 9 y, además, se comprometió a darle otros cuatro mil si, con su autoridad, le concedía establecer un gimnasio y un lugar donde los jóvenes se formaran en la cultura de los griegos, e inscribir a estos jóvenes de Jerusalén como antioquenos.[7] 10 En cuanto el rey se lo permitió, apenas asumió el poder hizo que sus conciudadanos adoptaran el estilo de vida de los griegos. 11 Juan, padre de Eupólemo, había realizado una embajada de amistad y de alianza con los romanos, y gracias a una intervención de él, por benevolencia, se habían otorgado privilegios reales a los judíos. Jasón rechazó estos privilegios, destruyó las instituciones legítimas e introdujo costumbres contrarias a la Ley. 12 Estableció a su entera satisfacción un gimnasio bajo la misma acrópolis, y obligó a los mejores jóvenes a educarse bajo el pétaso.[8] 13 De esta manera, por causa de la perversidad del impío y falso sumo sacerdote Jasón, floreció tanto el helenismo y la invasión de las costumbres extranjeras, 14 que los sacerdotes ya no se interesaban por el servicio del altar, sino que, despreciando el Templo y desatendiendo los sacrificios, apenas sonaba la señal se apresuraban a participar en los juegos de la palestra contrarios a la Ley. 15 Desestimaban los valores patrios, pero consideraban mejores las glorias helénicas. 16 Y eso mismo los llevó a una situación difícil, ya que tuvieron como enemigos y verdugos a aquellos cuyo modo de vida emulaban, y a quienes querían imitar en todo. 17 Porque las violaciones de las leyes de Dios no quedan impunes, como se mostrará a continuación. 18 Cuando se realizaban en Tiro los juegos quinquenales en presencia del rey, 19 el malvado Jasón envió a unos representantes pertenecientes al grupo de los antioquenos de Jerusalén, que llevaban trescientas dracmas de plata para el sacrificio de Hércules, pero los mismos portadores consideraron que no convenía usarlas para el sacrificio, sino que debían ser empleadas en otros gastos. 20 Así, el dinero que el donante quería para el sacrificio de Hércules, por decisión de los portadores fue destinado a la preparación de barcos de remos. 21 Apolonio, hijo de Menesteo, había sido enviado a Egipto para asistir a la entronización del rey Filométor;[9] al enterarse Antíoco de que este rey se había hecho su enemigo político, se preocupó por la seguridad de su propio reino. Por eso, se presentó en Jafa y de allí fue a Jerusalén. 22 Fue recibido con magnificencia por Jasón y los habitantes de la ciudad, y entró en medio de antorchas y aclamaciones. Después partió con su ejército hacia Fenicia.

 

Menelao consiguió para sí el sumo sacerdocio

 

23 Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya mencionado Simón, para que llevara el dinero que le debía al rey, y para resolver otros asuntos urgentes. 24 Menelao, después de presentarse ante el rey y de haberlo impresionado con apariencia de poder, consiguió para sí el sumo sacerdocio, ofreciéndole unos nueve mil kilos de plata más que Jasón. 25 Teniendo en su poder los decretos reales, regresó sin traer algo digno del sumo sacerdocio, sino la rabia de un cruel tirano y la furia de una bestia salvaje. 26 Jasón, que había suplantado a su propio hermano, y ahora era suplantado por otro, se vio obligado a huir al territorio amonita. 27 Menelao, una vez que tuvo el poder, ni se acordó del dinero que había prometido al rey, 28 aunque Sóstrates, que era el prefecto de la acrópolis, se lo reclamaba, ya que a él le correspondía cobrar los impuestos. Por eso, los dos fueron llamados por el rey. 29 Menelao dejó a su hermano Lisímaco como su sustituto en el sumo sacerdocio, y Sóstrates dejó a Crates, jefe de los chipriotas.

 

Andrónico mató al sumo sacerdote Onías

Dn 9,26

 

30 Mientras sucedían estas cosas, los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron porque estas ciudades habían sido entregadas como dote a Antióquida, concubina del rey. 31 El rey marchó de inmediato para poner en orden los asuntos y dejó como sustituto a Andrónico, uno de sus altos dignatarios. 32 Menelao pensó que se le había presentado una buena oportunidad y robó algunos vasos de oro del Templo, regaló algunos a Andrónico, y logró vender otros en Tiro y en las ciudades vecinas. 33 Onías había buscado refugio en Dafne, cerca de Antioquía, y cuando tuvo certeza de esto, se lo reprochó. 34 Por eso, Menelao se reunió a solas con Andrónico y lo convenció de que matara a Onías. Entonces Andrónico fue a ver a Onías, quien, persuadido con engaño y con un juramento de amistad, le dio la mano, y aunque sospechaba, fue convencido para que saliera del refugio. Andrónico lo mató de inmediato, sin respetar la justicia. 35 Por eso, no solo los judíos, sino también muchos de otras naciones, se sintieron ofendidos y se indignaron por el injusto asesinato de aquel hombre. 36 Cuando el rey regresó de las regiones de Cilicia, los judíos y griegos de la ciudad que reprobaban el crimen fueron a verlo para protestar por el asesinato de Onías. 37 Antíoco se entristeció profundamente y, movido a compasión, estuvo llorando por la prudencia y la virtud del difunto. 38 De inmediato, enfurecido, mandó que, sin el manto púrpura y con las vestiduras desgarradas, Andrónico fuera llevado por toda la ciudad hasta el lugar donde había cometido su impiedad contra Onías. Allí hizo desaparecer a este sanguinario y el Señor le dio lo merecido.

 

Al sacrílego Lisímaco lo mataron junto al tesoro

 

39 Lisímaco, con el consentimiento de Menelao, había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad. Cuando ya muchos objetos de oro habían desaparecido, se divulgó la noticia y la multitud se amotinó contra Lisímaco. 40 Como la multitud estaba sublevada y muy violenta, Lisímaco armó a tres mil soldados e inició una cruel represión, poniendo al mando a un tal Aurano, de avanzada edad, pero de no menos locura. 41 Cuando la gente vio el ataque de Lisímaco, unos se armaron de piedras, otros de palos, y algunos recogían el polvo que allí había, y arrojaban todo confusamente contra los partidarios de Lisímaco. 42 De esa manera, hirieron a muchos de ellos, mataron a otros, obligaron a huir a los demás, y al mismo sacrílego lo mataron  junto al tesoro.

 

El rey absolvió a Menelao

 

43 Por estos hechos se inició un juicio contra Menelao. 44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el consejo de ancianos le presentaron las acusaciones. 45 Menelao, sintiéndose ya perdido, prometió una gran suma de dinero a Tolomeo, hijo de Dorimenes, para que persuadiera al rey a su favor. 46 Entonces Tolomeo hizo salir al rey al patio como para refrescarse, y lo hizo cambiar de opinión. 47 El rey absolvió de las acusaciones a Menelao, que era el causante de todo el mal, y condenó a muerte a aquellos infelices que habrían sido absueltos si se hubieran presentado ante un tribunal de los bárbaros. 48 Los que habían defendido la ciudad, el pueblo y los vasos sagrados, sufrieron de inmediato el injusto castigo. 49 Por esto, algunos habitantes de Tiro, que estaban indignados por los crímenes, honraron con magnificencia su sepultura. 50 En cambio, Menelao, por las ambiciones de las autoridades, permaneció en el poder, creciendo en maldad y constituyéndose en el mayor enemigo de sus conciudadanos.

 

Jasón masacró a sus propios conciudadanos

1 Mac 1,16-19

 

5,1 Por ese tiempo, Antíoco preparó la segunda invasión a Egipto. 2 Sucedió que durante casi cuarenta días aparecieron por toda la ciudad jinetes que corrían por los aires con vestiduras doradas, armados con lanzas y con las espadas desenvainadas; 3 escuadrones de caballería en orden de batalla, que realizaban ataques y cargas de un lado y otro, movimiento de escudos, lanzas, espadas, lanzamiento de flechas, resplandores de armaduras doradas y corazas de toda clase. 4 Por eso, todos rogaban que la aparición fuera buen augurio. 5 Se había corrido el falso rumor de que Antíoco había muerto. Jasón, tomando no menos de mil hombres, lanzó de inmediato un ataque contra la ciudad. Vencidos los defensores de la muralla, y tomada la ciudad, Menelao huyó a refugiarse en la acrópolis. 6 Jasón masacró sin piedad a sus propios conciudadanos, sin considerar que el triunfo sobre los de su nación era una gran derrota. Él pensaba que lograba trofeos de sus enemigos y no de sus connacionales. 7 Pero no pudo tomar el poder, y al final, avergonzado por su traición, tuvo que huir de nuevo al territorio amonita, 8 y encontró un final catastrófico. Acusado ante Aretas, tirano de los árabes, huyendo de ciudad en ciudad, perseguido por todos, detestado como renegado de las leyes, y aborrecido como verdugo de su patria y de sus conciudadanos, fue desterrado a Egipto. 9 El que había desterrado a muchos de su patria, murió en el destierro, cuando viajaba a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección por razones de parentesco. 10 El que privó a muchos de sepultura, no tuvo quién lo llorara ni lo sepultara, ni tuvo un lugar en la tumba de sus padres.

 

Antíoco tomó los utensilios sagrados

1 Mc 1,20-24; Dn 11,29-30

 

11 Cuando la noticia de estos acontecimientos llegó a oídos del rey, él pensó que Judea se sublevaba, y por esa razón regresó de Egipto enfurecido como una fiera para tomar la ciudad por las armas. 12 Ordenó a los soldados que hirieran sin piedad a los que encontraran, y que degollaran a los que se escondían en sus casas. 13 Fue una matanza de jóvenes y ancianos, un exterminio de muchachos, mujeres y niños, una masacre de muchachas e infantes. 14 En solo tres días cayeron ochenta mil personas: cuarenta mil a manos de los enemigos, y otros tantos vendidos como esclavos. 15 No satisfecho con esto, se atrevió a entrar en el Templo más sagrado de toda la tierra, teniendo como guía a Menelao, el que había sido traidor de las leyes y de la patria. 16 Con las manos impuras tomó los utensilios sagrados, y con manos profanas arrebató las ofrendas que otros reyes habían dado para gloria y dignidad del lugar. 17 Antíoco estaba engreído en su interior, pero no se daba cuenta de que el Señor se había irritado por un momento a causa de los pecados de los habitantes de la ciudad, y que por eso se había despreocupado del lugar. 18 Si estos no se hubieran dejado arrastrar por sus muchos pecados, Antíoco habría sido azotado y obligado a desistir de su atrevimiento en el mismo momento en que llegó, como le sucedió a Heliodoro cuando fue enviado por el rey Seleuco a inspeccionar el tesoro. 19 Pero el Señor no eligió al pueblo a causa del lugar, sino el lugar a causa del pueblo. 20 Por eso, el lugar mismo, después de haber participado de los infortunios acontecidos a la nación, más tarde compartió los beneficios. Y el que había sido abandonado en el tiempo de la ira del Todopoderoso, otra vez fue restaurado con toda su gloria en el tiempo de la reconciliación con el gran Soberano.

 

Antíoco dejó jefes para que maltrataran al pueblo

1 Mac 2,27-28; Dn 11,33; Heb 11,37-38

 

21 De esta manera, Antíoco robó unos cincuenta mil kilos de plata del Templo y se fue de inmediato a Antioquía. En su orgullo y por la arrogancia de su corazón, consideraba que podía navegar por la tierra y caminar por el mar. 22 Dejó jefes para que maltrataran al pueblo: en Jerusalén a Filipo, nativo de Frigia, que era más cruel que el que lo había designado; 23 en Garizín a Andrónico; y por encima de estos, a Menelao, que se ensañaba mucho más que los otros contra los ciudadanos. Antíoco, que tenía una disposición hostil hacia los judíos, 24 envió a Apolonio, jefe de los misios, con un ejército de veintidós mil hombres, ordenándole que matara a todos los adultos, y que vendiera a las mujeres y a los más jóvenes. 25 Cuando Apolonio llegó a Jerusalén, fingió intenciones de paz y esperó a que fuera el día santo del sábado. Entonces, aprovechando que era el día de descanso de los judíos, ordenó a los suyos que organizaran una exhibición militar, 26 y mató a todos los que salieron a ver el espectáculo. Recorrió la ciudad con sus tropas y dio muerte a una considerable multitud. 27 Pero Judas Macabeo, con unos diez hombres, se retiró al desierto. Vivía con sus compañeros en las montañas, a la manera de los animales salvajes, comiendo solo hierbas, para no contaminarse. 

 

Obligaron a los judíos a no vivir según las leyes de Dios

1 Mac 1,41-64; 2,32-38; Dn 7,24-25; 9,27; 11,31-35

 

6,1 Poco tiempo después, el rey envió a un anciano ateniense para obligar a los judíos a que abandonaran las leyes de sus padres y no vivieran más según las leyes de Dios. 2 Debía además profanar el Templo, dedicando el de Jerusalén a Zeus Olímpico,[10] y el de Garizín a Zeus Hospitalario, como habían pedido los habitantes del lugar. 3 La irrupción del mal fue dura y dolorosa para todos, 4 porque el Templo estaba lleno de libertinaje y de desenfreno, por los gentiles que se divertían con prostitutas y fornicaban con mujeres en los recintos sagrados, e incluso introducían cosas prohibidas. 5 El altar estaba cubierto de víctimas impuras que no están permitidas por las leyes. 6 No se podía celebrar el sábado ni las fiestas establecidas por los antepasados, y ni siquiera declarar que uno era judío. 7 Por el contrario, con amarga violencia eran llevados a participar en los banquetes sacrificiales de la celebración mensual del nacimiento del rey, y cuando llegaba la fiesta de Dióniso[11] eran forzados a participar en la procesión en su honor, llevando coronas de hiedra. 8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida se dictó un decreto para que las ciudades griegas vecinas observaran el mismo proceder con los judíos, los obligaran a participar en los banquetes sacrificiales, 9 y degollaran a los que no quisieran adoptar las costumbres griegas. Se podía ver que la calamidad inminente ya había llegado. 10 Así, dos mujeres fueron arrestadas por haber circuncidado a sus hijos, colgaron a sus niños de sus pechos, y haciéndolas caminar en público por la ciudad, las arrojaron desde lo alto de las murallas. 11 Otros, que se habían reunido en unas cuevas cercanas para celebrar a escondidas el sábado,  fueron denunciados a Filipo y quemados todos juntos, porque no quisieron defenderse a sí mismos por respeto a la santidad del día.

 

Dios corrige a su pueblo con sufrimientos

 

12 Exhorto a los que lean este libro, a que no se desconcierten por las desdichas contadas, porque las penalidades no son para destrucción, sino para educación de nuestra gente. 13 Es señal de gran bondad no tolerar por mucho tiempo a los impíos, sino castigarlos pronto. 14 El Señor, para castigar a los otros pueblos, espera paciente hasta que colman la medida de sus pecados, pero con nosotros decide proceder de forma distinta, 15 de manera que no deba castigarnos después que hayamos llegado al extremo de nuestros pecados. 16 Por eso, nunca aparta la misericordia de nosotros: cuando corrige a su pueblo con sufrimientos, no lo abandona. 17 Que sea suficiente para nosotros haber recordado estas verdades. Y ahora, después de estas breves reflexiones, vuelvo al relato.

 

Eleazar murió dejando un ejemplo muy noble

Lv 11,7-8; Dt 14,8; Dn 1,8; Jdt 12,1-2; Hch 10,9-15

 

18 A Eleazar, uno de los principales doctores de la Ley, hombre de edad ya avanzada, y de muy noble aspecto, lo forzaban a abrir la boca para que comiera carne de cerdo. 19 Pero él, prefiriendo una muerte digna antes que una vida vergonzosa, se dirigió voluntariamente hacia el instrumento de suplicio, 20 después de haber escupido la carne como convenía a aquel que tenía el coraje de rechazar lo que ni aun por amor a la vida le estaba permitido comer. 21 Los encargados del banquete sacrificial prohibido por la Ley, que lo conocían desde hacía tiempo, lo llevaron aparte y lo exhortaban a que hiciera traer un alimento que a él le estuviera permitido comer, preparado por él, y fingiera que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey. 22 Haciendo esto se libraría de la muerte y, por la antigua amistad que tenía con ellos, obtendría buen trato. 23 Tomando la decisión honorable, digna de su edad, de la categoría de su vejez, de sus bien ganadas y espléndidas canas, y de su excelente comportamiento desde niño, y sobre todo, de la santa Ley establecida por Dios, se mostró consecuente, diciendo que lo enviaran enseguida a la mansión de los muertos. 24 “Porque no es digno de nuestra edad fingir, ya que muchos jóvenes considerarán que el nonagenario Eleazar se ha cambiado a costumbres extrañas, 25 y por mi culpa caerán en el error, porque habría fingido para obtener un poco más de vida, ganándome así una vejez manchada y vergonzosa. 26 Si ahora me librara del castigo de los hombres, ni vivo ni muerto escaparía de las manos del Todopoderoso. 27 Por eso mostraré una vejez digna, entregando mi vida con valentía. 28 Voy a morir de manera animosa y digna por las venerables y santas leyes, dejando a los jóvenes un noble ejemplo”. Después de decir esto, se dirigió de inmediato al lugar del suplicio. 29 Los que lo conducían y que poco antes lo habían tratado bien, ahora lo maltrataban porque consideraban que eran una estupidez las palabras que había dicho. 30 Estando a punto de morir por los golpes, dijo gimiendo: “El Señor que tiene el santo conocimiento, ve claramente que pude librarme de la muerte. Ahora sufro fuertes dolores en el cuerpo cuando soy azotado, pero en el espíritu padezco con gusto por temor a él». 31 Y así murió, dejando su muerte como un ejemplo muy noble y como memorial de virtud, no solo para los jóvenes, sino también para la gran mayoría de la nación.

 

Siete hermanos junto con su madre

Lev 11,7-8; Dt 14,8; 32,36; Dn 12,1-2

 

7,1 Ocurrió que siete hermanos fueron arrestados junto con su madre. Obligados por el rey a comer carne de cerdo prohibida por la Ley, eran azotados con látigos y nervios de buey. 2 Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, respondió: “¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros?, porque estamos dispuestos a morir antes que transgredir las leyes de nuestros padres”. 3 El rey se indignó y ordenó que pusieran sartenes y calderas en el fuego. 4 Cuando estuvieron al rojo, ordenó de inmediato que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de ellos, que le arrancaran el cuero cabelludo y le cortaran las manos y los pies en presencia de los demás hermanos que lo estaban viendo junto con la madre. 5 Cuando quedó totalmente mutilado, aunque todavía respiraba, ordenó acercarlo al fuego y freírlo. El humo de la sartén se esparció a mucha distancia. Unos a otros, con la madre, se animaban a morir con dignidad, diciendo así: 6 “El Señor Dios observa, y tendrá compasión de nosotros, como refiere con claridad Moisés en el himno en el que da testimonio contra Israel: ‘Tendrá compasión de sus servidores’”. 7 Después que el primero murió de esta manera, trajeron al segundo a la tortura, y una vez que le arrancaron el cuero cabelludo, le preguntaban si comería antes que ser atormentado en cada uno de los miembros del cuerpo. 8 Él respondió en su lengua materna y dijo: “¡No!”. Por eso, también este recibió de inmediato la misma tortura que el primero. 9 Cuando llegó al último aliento dijo: “Tú, criminal, nos quitas la vida presente, pero a nosotros el rey del mundo nos resucitará a la vida eterna, porque morimos por sus leyes”. 10 Después de este, fue maltratado el tercero, y cuando se lo pidieron, sacó pronto la lengua, y extendiendo las manos con valentía, 11 dijo dignamente: “Del cielo he recibido estos miembros, y los pierdo por sus leyes, pero de él espero recobrarlos de nuevo”. 12 Hasta el mismo rey y los que estaban con él quedaron sorprendidos por el temple de este joven que no mostraba temor a los dolores. 13 Cuando este murió, los torturadores atormentaron de la misma manera al cuarto. 14 Y cuando estaba a punto de morir, dijo: “Los que mueren en manos de los hombres, tienen la esperanza de que Dios los resucitará de nuevo, mientras que para ti no habrá resurrección para la vida”. 15 A continuación, trajeron al quinto y lo torturaron. 16 Y este, mirándolo, le dijo: “Tú, que eres mortal, tienes poder sobre los hombres y haces lo que quieres. Pero no pienses que nuestra gente ha sido abandonada por Dios. 17 Espera un poco y verás cómo su magnífico poder te atormentará a ti y a tu descendencia”. 18 Después de este, trajeron al sexto, y cuando estaba a punto de morir dijo: “No te hagas falsas ilusiones, nosotros hemos pecado contra nuestro Dios y por nuestra culpa suceden estos terribles males que padecemos. 19 Pero tú, que te atreviste a luchar contra Dios, no pienses que quedarás sin castigo”. 20 La madre fue la más admirable y digna de un glorioso recuerdo, porque, aunque vio morir a sus siete hijos en un mismo día, lo soportó valerosamente con la esperanza puesta en el Señor. 21 Los exhortó a cada uno de ellos en su propia lengua, y llena de un noble temple y uniendo el ánimo viril a su pensamiento femenino, les decía: 22 “Yo no sé cómo aparecieron ustedes en mi vientre; yo no les di el espíritu y la vida, ni tampoco fui yo quien formó cada uno de sus miembros. 23 Por eso, el creador del mundo, el que modeló al ser humano en su origen, el que trazó el principio de todas las cosas, les devolverá a ustedes el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora se desprecian a ustedes mismos por amor a sus leyes”. 24 Antíoco pensaba que ella lo estaba insultando, y sospechaba que decía palabras injuriosas. Mientras el más joven seguía con vida,  no solo lo exhortaba con palabras, sino que le juraba y le prometía que si abandonaba las tradiciones de sus antepasados, lo enriquecería y lo haría feliz, y que tendría en él a un amigo y le confiarían cargos de importancia. 25 Como el joven no le prestaba ninguna atención, el rey llamó a la madre y la exhortó para que aconsejara al muchacho de modo que le salvara la vida. 26 Él insistió tanto, que ella aceptó convencer al hijo. 27 E inclinándose hacia él, y burlándose del cruel tirano, le dijo en su propia lengua: “Hijo, apiádate de mí, que te llevé nueve meses en mi vientre, te amamanté tres años, te alimenté, te conduje hasta esta edad que tienes y te cuidé. 28 Te ruego, hijo, que alces la vista al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos te des cuenta de que Dios los hizo de la nada, y que así fue el origen de los hombres. 29 No temas a este verdugo, sino que, siendo digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que te recupere con tus hermanos cuando Dios tenga misericordia”. 30 Ella todavía estaba hablando, cuando el joven dijo: “¿Qué esperan? No obedezco el mandato del rey, sino que escucho el mandato de la Ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. 31 Pero tú, que te has hecho inventor de toda maldad contra los hebreos, no podrás escapar de las manos de Dios. 32 Nosotros padecemos por nuestros propios pecados, 33 y si nuestro Señor que vive se ha irritado por un breve tiempo para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de nuevo con sus servidores. 34 Pero tú, impío, el más sanguinario de todos los hombres, no te engrías neciamente, presumiendo con vanas esperanzas y levantando las manos contra los servidores de Dios. 35 Porque todavía no has escapado al juicio de Dios que todo lo ve y todo lo puede. 36 Es verdad que ahora nuestros hermanos han caído sufriendo una breve pena para alcanzar la vida eterna; en cambio, tú, con el justo juicio de Dios, pagarás las culpas de tu soberbia. 37  Yo, como mis hermanos, entrego el cuerpo y el alma por las leyes de los padres, suplicando a Dios que llegue a ser pronto misericordioso con la nación, y que tú, con aflicciones y azotes, confieses que hay un solo Dios. 38 Que, en mí y en mis hermanos, se detenga la indignación del Todopoderoso que se ha descargado con justicia sobre toda nuestra gente”. 39 El rey recibió con amargura el desprecio del joven, y se enfureció tanto, que con este se portó con mayor crueldad que con los otros. 40 Y este también murió limpio de toda culpa, confiando plenamente en el Señor. 41 Al final, después de los hijos, murió también la madre. 42 Ha quedado suficientemente  mostrado lo referente a los banquetes sacrificiales y las terribles torturas.

 

TERCERA PARTE

 JUDAS MACABEO Y LA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO

 

Judas Macabeo se hizo irresistible ante los paganos

2 Mac 5,27; 1 Mac 2,1-5.27-28; 3,3-9.26

 

8,1 Judas Macabeo y sus compañeros entraban a escondidas a los pueblos y convocaban a sus compatriotas que permanecían fieles al judaísmo. Así lograron reunir unos seis mil hombres. 2 Suplicaban al Señor que mirara al pueblo pisoteado por todos, que se compadeciera del Templo profanado por los hombres impíos, 3 que tuviera piedad de la ciudad devastada y a punto de ser arrasada, y que escuchara la sangre que clamaba a él, 4 que se acordara de la matanza criminal de los niños inocentes, y de las blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrara su odio al mal. 5 Cuando Macabeo se puso al frente de un ejército organizado, ya se hizo irresistible ante los paganos, porque la indignación del Señor se había cambiado en misericordia. 6 Cayendo de improviso, incendiaba las ciudades y los pueblos; tomando los lugares más estratégicos, hacia huir a muchos enemigos. 7 Para estos ataques prefería sobre todo tener las noches como aliadas, y la fama de su valor se difundía por todas partes.

 

Envió a Nicanor para que exterminara a todo el pueblo

1 Mac 3,38-4,25; 2 Re 19,35; Is 37,36; Sal 20,8; 2 Cr 32,21

 

8 Cuando Filipo vio que Judas progresaba poco a poco y lograba éxitos cada vez más frecuentes, escribió a Tolomeo, gobernador de Celesiria y Fenicia, para que fuera a defender los intereses del rey. 9 Este eligió de inmediato a Nicanor, hijo de Patroclo, que era uno de los amigos del rey,[12]  puso bajo su mando no menos de veinte mil soldados de todas las naciones, y lo envió para que exterminara a todo el pueblo de los judíos. Colocó a su lado a Gorgias, un general de gran experiencia en asuntos de guerra. 10 Con la venta de los judíos prisioneros, Nicanor se proponía reunir sesenta mil kilos de plata para pagar el tributo que el rey debía a los romanos. 11 Enseguida mandó invitaciones a las ciudades de la costa, para que fueran al mercado de esclavos judíos, prometiendo darles noventa esclavos a cambio de treinta kilos de plata. No tenía en cuenta el castigo del Todopoderoso que estaba a punto de caer sobre él. 12 Judas recibió la noticia de la expedición de Nicanor, y cuando informó a los suyos de la presencia del ejército, 13 los cobardes y los que no creían en la justicia de Dios, huyeron y se refugiaron en otros lugares. 14 Otros vendían todo lo que les quedaba, rogando al Señor que librara a los que el impío Nicanor ya había vendido antes de la batalla; 15 lo pedían no solo por ellos, sino por la alianza con sus padres, y porque sobre ellos había sido invocado su venerable y magnífico nombre. 16 Macabeo reunió a sus seguidores, que eran unos seis mil, y los exhortó a no temer a los enemigos, ni acobardarse ante la multitud de paganos que injustamente venían contra ellos, sino a combatir con valentía, 17 teniendo presente la sacrílega profanación que aquellos habían cometido contra el lugar santo, y la aflicción de la ciudad humillada, y sobre todo la supresión de las costumbres de los antepasados. 18 Les dijo: “Ellos confían tanto en sus armas como en su astucia, mientras que nosotros confiamos en Dios todopoderoso que con un gesto es capaz de acabar con los que vienen contra nosotros y con el mundo entero”. 19 Les relató los acontecimientos en los que los antepasados fueron ayudados, como en el tiempo de Senaquerib, cuando murieron ciento ochenta y cinco mil hombres, 20 y en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando lucharon unos ocho mil judíos junto con unos cuatro mil macedonios. Al estar perdiendo los macedonios, los ocho mil derrotaron a ciento veinte mil, gracias a la ayuda que ellos recibieron del cielo, y lograron un gran triunfo. 21 Después de infundirles valor con estas palabras, y de prepararlos para morir por las leyes y por la patria, dividió su ejército en cuatro partes. 22 Puso al frente de cada una a sus hermanos Simón, José y Jonatán, asignando mil quinientos hombres a cada uno. 23 Después ordenó a Eleazar que leyera en voz alta el libro sagrado. Y habiéndoles dado la contraseña “¡Ayuda de Dios!”, él mismo se colocó al frente del primer regimiento y enfrentó a Nicanor. 24 Teniendo ellos como su aliado al Todopoderoso, mataron a más de nueve mil enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército de Nicanor, y a todos los demás los obligaron a huir. 25 Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos. Después de perseguirlos por suficiente tiempo, regresaron apremiados por la hora, 26 porque era la víspera del sábado, y por esta causa no continuaron su persecución. 27 Después de recoger las armas y de tomar los despojos de los enemigos, celebraron el sábado, bendiciendo al Señor y dándole gracias con solemnidad, que ese día los había salvado y había comenzado a manifestar su misericordia para con ellos. 28 Después del sábado, distribuyeron parte del botín a los que habían padecido la persecución, las viudas, y los huérfanos; lo que quedó lo repartieron entre ellos y sus hijos. 29 Terminado el reparto, hicieron oración en común, pidiendo al Señor misericordioso que se reconciliara del todo con sus servidores. 30 Y en los combates contra Timoteo y Báquides mataron a más de veinte mil de ellos, apoderándose de las fortalezas ubicadas en las montañas. Repartieron el abundante botín por partes iguales entre ellos y los que habían padecido la persecución, los huérfanos, las viudas y los ancianos. 31 Recogidas las armas, las guardaron con cuidado en lugares estratégicos, y llevaron el resto del botín a Jerusalén. 32 Mataron al jefe de las tropas de Timoteo, hombre muy malvado, que había hecho sufrir mucho a los judíos. 33 Cuando celebraron la victoria en la patria, echaron al fuego a los que habían quemado las puertas del Templo y también a Calístenes, que habían huido a refugiarse en una casita, y así recibieron la paga merecida por su impiedad.

 

Nicanor fue humillado

 

34 El tres veces impío, Nicanor, que había reunido a miles de mercaderes para la venta de los judíos, 35 con la ayuda del Señor, fue humillado por aquellos a quienes consideraba los menos dignos. Despojado de su suntuosa vestidura, se fue solo por el desierto a la manera de un esclavo fugitivo, y tuvo la suerte de llegar a Antioquía, a pesar de la humillación sufrida por su ejército. 36 El que con la venta de los cautivos en Jerusalén se había comprometido a pagar el tributo a los romanos, proclamaba que los judíos tenían a alguien que los protegía y combatía con ellos, y que eran invencibles, porque seguían las leyes determinadas por él.

 

Dios hirió a Antíoco con una enfermedad incurable

2 Mac 1,11-17; 1 Mac 6,1-16

 

9,1 Por aquel entonces Antíoco debió retirarse precipitadamente de las regiones de Persia, 2 porque cuando entró a la ciudad llamada Persépolis, intentó robar el templo y apoderarse de la ciudad; pero la multitud se reunió para defenderse con ayuda de las armas y lo expulsó. Antíoco, puesto en fuga por los habitantes, debió emprender una vergonzosa retirada. 3 Cuando estaba en Ecbatana se enteró de lo sucedido a Nicanor y a las tropas de Timoteo. 4 Se enfureció y pensó desquitarse con los judíos por el agravio que le habían causado los que lo obligaron a huir. Por eso, ordenó al conductor del carro que fuera hasta el final del viaje sin detenerse. Pero ya el juicio del cielo estaba sobre él, porque había dicho con insolencia: “Apenas llegue allá, haré de Jerusalén un cementerio de judíos”. 5 El Señor que lo ve todo, el Dios de Israel, lo hirió con una enfermedad incurable e invisible. Apenas había acabado de decir aquellas palabras, le vino un dolor insoportable en las entrañas, con agudas punzadas interiores. 6 Todo esto era justo para quien había torturado con muchos y extraños tormentos las entrañas de otros. 7 Pero de ningún modo abandonó su soberbia, sino que se llenó más de orgullo, y respirando fuego en su enojo contra los judíos, mandó acelerar la marcha. Pero sucedió que se cayó del carro que iba a toda velocidad y, con tan violenta caída, se le dislocaron todos sus miembros. 8 El que poco antes, por su sobrehumana presunción, pensaba mandar las olas del mar, y se consideraba capaz de pesar en una balanza las cumbres de las montañas, ahora era llevado en una camilla después de haber caído en tierra. De esta manera mostraba a todos la manifiesta fuerza de Dios. 9 A tal grado que del cuerpo del impío brotaban gusanos; y estando todavía vivo, entre penas y dolores, se le caían pedazos de su cuerpo que apestaba con su podredumbre a todo el ejército. 10 Al que poco antes pensaba que podía tocar las estrellas del cielo, nadie podía transportarlo ahora por la insoportable pestilencia de su hedor. 11 Entonces, estando postrado, comenzó a disminuir su mucha soberbia y a aceptar el castigo divino, acosado a cada momento por los dolores. 12 No pudiendo soportar su propia pestilencia, dijo esto: “Es justo someterse a Dios; un mortal no puede pretender igualarse a él”. 13 El malvado oraba al Señor, que ya no tendría misericordia de él, prometiendo 14 que a la ciudad santa, a la que se dirigía apresuradamente para arrasarla y convertirla en un cementerio, la declararía libre; 15 que a los judíos, a quienes había considerado indignos de sepultura, y que había pensado arrojar junto con sus hijos a las fieras y a las aves de rapiña, los igualaría con los atenienses; 16 que adornaría con mejores ofrendas votivas el Templo sagrado que antes había despojado; que devolvería multiplicados todos los objetos sagrados; que proveería de sus propios recursos para los gastos pertenecientes a los sacrificios. 17 Y, por encima de todo, se haría judío y recorrería todo lugar habitado, proclamando el poder de Dios.

 

Antíoco tuvo una muerte miserable

 

18 Como de ningún modo disminuían los sufrimientos, porque el justo juicio de Dios había caído sobre él, desesperado escribió a los judíos la carta cuya copia se transcribe. Tenía forma de súplica, y su contenido era el siguiente: 19 “El rey y general Antíoco les desea a los excelentes ciudadanos judíos que estén bien, con salud y bienestar. 20 Espero en Dios que ustedes y sus hijos estén bien, y que sus cosas estén saliendo como las desean. 21 Me acuerdo con afecto de la estima y la bondad de ustedes. Cuando regresaba de las regiones de Persia, contraje una enfermedad desagradable, y he considerado necesario pensar en la común seguridad de todos, 22 sin desesperar de mi situación, y con mucha esperanza de librarme de la enfermedad. 23 He considerado que mi padre cuando salía en expedición a las regiones altas, designaba a un sucesor, 24 para que, si acontecía algo extraordinario o se anunciaba algo desagradable,  los habitantes del país no se preocuparan, sabiendo a quién se había encargado el gobierno. 25 Además, dándome cuenta de que los soberanos de alrededor y vecinos del reino acechan la ocasión, a la espera de lo que vaya a ocurrir, he designado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, cuando salía yo a las provincias del norte, le confié y recomendé a la mayor parte de ustedes. A él escribo la carta que se transcribe. 26 Los exhorto y pido a ustedes que recuerden los beneficios en común y de cada uno, y que perseveren en los buenos sentimientos hacia mí y hacia mi hijo. 27 Porque estoy seguro de que él, con moderación y filantropía, continuará mis proyectos, manteniendo buenas relaciones con ustedes”.

28 Después de padecer los peores sufrimientos, como él había hecho padecer a otros, el asesino y blasfemo tuvo una muerte miserable en las montañas de un país extranjero.[13] 29 Filipo, que había sido su compañero, trasladó el cuerpo, pero, por temor al hijo de Antíoco, se dirigió a Egipto, con Tolomeo Filométor.[14]

 

Recuperaron el Templo y lo purificaron

1 Mac 4,36-61

 

10,1 Macabeo con sus compañeros, guiados por el Señor, recuperaron el Templo y la ciudad, 2 y destruyeron los altares construidos por los extranjeros en las plazas públicas y sus recintos sagrados. 3 Purificaron el Templo, hicieron otro altar, sacaron fuego del pedernal, y después de dos años volvieron a ofrecer sacrificios. Dispusieron el incienso, las lámparas y los panes de la presencia. 4 Terminado esto, postrados con el rostro en tierra, suplicaron al Señor que no los dejara caer otra vez en estas desgracias, sino que, si alguna vez pecaban, fueran corregidos por él mismo con bondad, y que no los entregara a las naciones blasfemas y bárbaras. 5 La purificación del Templo fue realizada en el mismo día en que el Templo había sido profanado por los paganos: el veinticinco del mismo mes, que es el de Casleu.[15] 6 Celebraron con alegría durante ocho días a la manera de la fiesta de las chozas, recordando que hacía poco tiempo habían pasado esa fiesta en las montañas y en las cuevas como las fieras. 7 Por eso, llevando tirsos, ramas verdes y palmas, entonaban cantos a Aquel que había permitido purificar su lugar santo. 8 Decretaron con mandato y voto público, que todo el pueblo de los judíos celebrara cada año estos días de fiesta. 9 Así fue la muerte de Antíoco, llamado Epífanes.

 

CUARTA PARTE

VICTORIA DE JUDAS MACABEO SOBRE ANTÍOCO V EUPÁTOR

 

Antíoco Eupátor designó a Lisias

 

10 Ahora relataremos lo referente a Antíoco Eupátor,[16] hijo del malvado Antíoco, resumiendo los males causados por las guerras. 11 Cuando Eupátor tomó el reino, designó para los asuntos de gobierno a Lisias, gobernador supremo de Celesiria y de Fenicia, 12 porque Tolomeo, llamado Macrón, que procuraba hacer justicia a los judíos para contrarrestar la injusticia que se les había hecho, e intentaba arreglar los asuntos de manera pacífica, 13 fue acusado ante Eupátor por los amigos del rey. Escuchando de continuo que lo llamaban traidor, porque se había pasado con Antíoco Epífanes, y había abandonado Chipre, que Filométor le había confiado, no pudo desempeñar con dignidad su cargo, y se suicidó envenenándose.

 

Los que estaban con Macabeo atacaron las fortalezas de los idumeos

1 Mac 5,1-8

 

14 Gorgias, nombrado general de la región, mantenía mercenarios, y de continuo provocaba guerra contra los judíos. 15 Al mismo tiempo, los idumeos, dueños de fortalezas importantes, fustigaban a los judíos y procuraban mantener la guerra, recibiendo a los que huían de Jerusalén. 16 Los que estaban con Macabeo, después de suplicar e implorar a Dios para que se hiciera su aliado en la batalla, atacaron las fortalezas de los idumeos. 17 Las atacaron con valor, apoderándose de aquellos lugares, rechazaron a todos los que defendían la muralla, degollaron a los que caían en sus manos y mataron a no menos de veinte mil. 18 Unos nueve mil se refugiaron en dos torres muy bien fortalecidas, provistas con todo lo necesario para un asedio. 19 Macabeo, dejando a Simón, a José y a Zaqueo con número suficiente de compañeros para mantener el asedio, se fue a lugares donde la necesidad de ayuda se hacía más urgente. 20 Pero los de Simón, ávidos de dinero, se dejaron convencer por algunos de los que estaban en las torres y les permitieron escapar a cambio de unas setenta mil dracmas. 21 Macabeo, al ser informado de lo sucedido, reunió a los jefes del pueblo y acusó a aquellos que habían vendido a sus hermanos por dinero, liberando a los enemigos. 22 Ejecutó a estos traidores y de inmediato se apoderó de las dos torres. 23 Él mismo, con las armas en las manos, logró el triunfo, y mató a más de veinte mil en las dos fortalezas.

 

Timoteo se presentó con el propósito de conquistar Judea

Éx 23,22

 

24 Timoteo, que ya había sido vencido por los judíos, reunió muchísimas tropas extranjeras, y juntando numerosa caballería venida de Asia, se presentó con el propósito de conquistar Judea por las armas. 25 Cuando él se acercaba, los de Macabeo se echaron tierra en la cabeza y se vistieron con ropa de penitencia para suplicar a Dios. 26 Postrados al pie del altar, pedían a Dios que tuviera misericordia de ellos, que fuese enemigo de sus enemigos, y adversario de sus adversarios, como lo declara la Ley. 27 Concluida la oración, tomaron las armas, se retiraron bastante lejos de la ciudad y se detuvieron cuando ya estuvieron cerca de los enemigos que venían contra ellos. 28 Al amanecer, al salir el sol, ambos bandos se atacaron, unos tenían como garantía de éxito y de victoria, junto con su valor, el apoyo del Señor, los otros llevaban como guía de sus combates su propio coraje. 29 En lo más duro de la batalla, aparecieron desde el cielo, contra los enemigos, cinco hombres resplandecientes montados sobre caballos con frenos de oro, que lideraban a los judíos. 30 Ellos, colocando a Macabeo en medio y protegiéndolo con sus armas, lo hacían invulnerable, y lanzaban flechas y rayos a los adversarios. Estos, confundidos por la ceguera, se dispersaban en el más completo desorden. 31 Murieron veinte mil quinientos de a pie y seiscientos de a caballo.

 

Sitiaron la fortaleza de Guézer

1 Mac 13,43-48

 

32 Timoteo mismo se refugió en una fortaleza llamada Guézer, bien resguardada, donde comandaba Quereas. 33 Las tropas de Macabeo sitiaron con ardor la fortaleza durante cuatro días. 34 Los que estaban dentro, confiados en la seguridad del lugar, proferían muchas blasfemias e insultos atroces. 35 Al amanecer del quinto día, veinte jóvenes de las tropas de Macabeo, encendidos de rabia  por las blasfemias, se lanzaron con valor contra la muralla y mataron con salvaje furor a todos los que cayeron en sus manos. 36 Otros, en medio del desorden, escalaron la muralla de igual manera contra los que estaban adentro, prendieron fuego a las torres y encendieron hogueras y quemaron vivos a los blasfemos. Y otros, derribando las puertas, dejaron entrar al resto del ejército y se apoderaron de la ciudad. 37 Mataron a Timoteo que se había escondido en una cisterna, y a su hermano Quereas y a Apolófanes. 38 Realizadas estas hazañas, bendecían al Señor con himnos y cánticos porque había beneficiado sobremanera a Israel, dándoles la victoria.

 

Lisias se salvó en vergonzosa huida

1 Mac 4,26-35

 

11,1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y pariente del rey, que estaba a cargo del gobierno, muy disgustado por lo sucedido, 2 reunió a cerca de ochenta mil hombres, junto con toda la caballería, y avanzó contra los judíos. Se proponía lograr que la ciudad fuera habitada por griegos, 3 que el Templo estuviera sometido al pago del tributo, como los demás santuarios de los paganos, y que el sumo sacerdocio se pusiera en venta cada año. 4 Confiado en las miríadas de soldados, los millares de jinetes y los ochenta elefantes, de ninguna manera reconocía el poder de Dios. 5 Entró en Judea y acercándose a Betsur, un lugar fortificado que dista como veinticinco kilómetros de Jerusalén, lo sitió. 6 Cuando los de Macabeo se enteraron de que Lisias estaba asediando las fortalezas, suplicaban junto con el pueblo al Señor, con gemidos y lágrimas, que enviara un ángel bueno para salvar a Israel. 7 El mismo Macabeo fue el primero que tomó las armas y animó a los demás para que, junto con él, enfrentaran el peligro y fueran a ayudar a sus hermanos. Con valor se lanzaron juntos al combate. 8 Cuando estaban cerca de Jerusalén, se apareció un jinete con vestidura blanca, que empuñaba armas de oro y se ponía al frente de ellos. 9 Todos juntos bendijeron a Dios misericordioso y sus ánimos se enardecieron, disponiéndolos a acabar no solo con los hombres, sino también con las fieras más salvajes y con murallas de hierro. 10 Avanzaban en orden de batalla, teniendo como aliado al enviado del cielo, porque el Señor había tenido misericordia de ellos. 11 Se lanzaron como leones contra los enemigos, mataron a once mil infantes y mil seiscientos jinetes, y obligaron a huir a todos los demás. 12 Muchos de ellos escaparon heridos y sin armas, y el mismo Lisias se salvó en vergonzosa huida.

 

Lisias envió embajadores para lograr un acuerdo de paz

1 Mac 6,57-61

 

13 Lisias, que no carecía de juicio, reflexionó en su interior acerca de la derrota que había sufrido y comprendió que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso luchaba como aliado con ellos. 14 Envió entonces embajadores para lograr un acuerdo de paz bajo condiciones justas, y él mismo se comprometió a convencer al rey para que fuera amigo de los judíos. 15 Macabeo estuvo de acuerdo con todas las propuestas de Lisias, pensando que era para el bien común, porque el rey concedió todo lo que Macabeo pidió a Lisias por escrito a favor de los judíos. 16 La carta escrita por Lisias a los judíos contenía lo siguiente: «Lisias desea bienestar al pueblo de los judíos. 17 Juan y Absalón, enviados por ustedes, me han entregado el documento firmado y me han pedido que diera una respuesta sobre su contenido. 18 Expuse al rey lo que se le debía comunicar, y concedí cuanto me fue posible. 19 Si ustedes mantienen buena disposición para el gobierno, también yo procuraré trabajar para el bien de ustedes. 20 Con respecto a los asuntos en particular, he ordenado a los suyos y a los míos que dialoguen con ustedes. 21 Que estén bien. Año ciento cuarenta y ocho, a veinticuatro días del mes de Dióscoro”. 

22 La carta del rey contenía esto: “El rey Antíoco saluda al hermano Lisias. 23 Ahora que nuestro padre ha pasado al estado de los dioses, queremos que nuestros súbditos vivan sin preocupación, atendiendo sus propios asuntos. 24 Sabemos que los judíos no están de acuerdo con cambiarse al helenismo, como quería nuestro padre, sino que han escogido un estilo de vida propio, y han pedido que se les permita vivir de acuerdo con sus propias leyes. 25 Deseando que este pueblo viva libre de preocupación, decidimos que les sea restituido el Templo y que vivan según las costumbres de sus antepasados. 26 Por eso, harás bien enviándoles mensajeros de paz, para que, conociendo nuestra política, estén tranquilos y se dediquen felizmente a lo suyo”.

27 La carta del rey a la nación era esta: “El rey Antíoco saluda al Consejo de Ancianos y a los demás judíos. 28 Deseamos que estén bien, como nosotros estamos bien. 29 Menelao nos ha comunicado que ustedes quieren volver para estar en sus propios hogares. 30 Se les otorgará amnistía a los que regresen antes del día treinta del mes de Xántico. 31 Los judíos podrán usar sus propios alimentos y sus leyes como era antes; ninguno de ellos será molestado de ninguna manera por alguna falta cometida por ignorancia. 32 He enviado a Menelao para que los anime. 33 Que estén bien. A quince días del mes de Xántico del año ciento cuarenta y ocho”.

34 Los romanos también les enviaron una carta que decía: “Quinto Memmio y Tito Manio, embajadores de los romanos, saludan al pueblo de los judíos. 35 Nosotros también estamos de acuerdo en cuanto les ha permitido Lisias, el pariente del rey. 36 Y en cuanto a lo que consideró conveniente exponer ante el rey, después que hayan examinado bien los asuntos, envíen de inmediato a alguien para que los expliquemos como conviene a ustedes, porque nosotros nos vamos a Antioquía. 37 Por eso, apresúrense a enviar a algunos, para que también nosotros sepamos cuál es su opinión. 38 Que estén bien. A quince días del mes de Xántico del año ciento cuarenta y ocho”.

 

Los habitantes de Jafa cometieron un acto criminal

 

12,1 Cuando estos tratados estuvieron concluidos, Lisias volvió a donde estaba el rey, mientras los judíos se dedicaban a los trabajos del campo. 2 Pero Timoteo,[17] Apolonio hijo de Genneo, Jerónimo, Demofón y Nicanor, el jefe de los chipriotas, que eran jefes de la región, no les permitían vivir en paz ni gozar de tranquilidad. 3 Los habitantes de Jafa cometieron un acto criminal. Como si no guardaran ninguna enemistad contra los judíos que vivían con ellos, los invitaron a subir con sus mujeres e hijos en unas barcas que habían preparado. 4 Conforme a la decisión común de la ciudad, los judíos aceptaron porque deseaban vivir en paz, y no sospechaban nada. Pero cuando estaban en altamar los arrojaron al agua. Eran unas doscientas personas. 5 Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida contra sus compatriotas, dio órdenes a sus hombres. 6 Y después de invocar a Dios, que es justo juez, se lanzó durante la noche contra los asesinos de sus hermanos, incendió el puerto, quemó las naves, y mató con la espada a los que allí se habían refugiado. 7 No pudo entrar a la ciudad porque estaba cerrada. Entonces se retiró con la intención de volver en otra oportunidad para exterminar a todos los habitantes de Jafa. 8 Enterado de que también los de Yamnia querían hacer lo mismo con los judíos que vivían entre ellos, 9 atacó Yamnia de noche, incendió el puerto con las naves, de tal modo que el resplandor de las llamas se veía desde Jerusalén, que está a unos cuarenta y cinco kilómetros.

 

Judas atacó también una ciudad que se llamaba Caspín

1 Mac 5,24-54; Jos 6,20

 

10 A unos dos kilómetros de allí, cuando marchaba contra Timoteo, lo atacaron no menos de cinco mil árabes y quinientos jinetes. 11 Gracias a la ayuda de Dios, los hombres de Judas resultaron victoriosos después de una violenta batalla. Cuando los nómadas se vieron vencidos, pidieron a Judas que hicieran las paces, prometiéndole que le darían ganado y lo ayudarían en el futuro. 12 Judas consideró que, en verdad, le serían útiles en muchas ocasiones, y les concedió la paz. Entonces se retiraron a sus carpas después de darse la mano. 13 Judas atacó también una ciudad que se llamaba Caspín, fortificada con terraplenes y rodeada de murallas, en la que habitaba gente de diverso origen. 14 Los que estaban en su interior, confiados en la seguridad de las murallas y la reserva de alimentos, trataban con insolencia a los de Judas, insultándolos, profiriendo blasfemias y maldiciones irrepetibles. 15 Los de Judas, después de haber invocado al gran Señor del mundo, que en tiempos de Josué había derribado Jericó sin arietes ni máquinas de guerra, se lanzaron como fieras contra la muralla, 16 se apoderaron de la ciudad por voluntad de Dios, e hicieron una carnicería indescriptible, a tal punto que el lago vecino, de unos cuatrocientos metros de ancho, parecía lleno de sangre que afluía.

 

Los enemigos se aterrorizaron

1 Mac 5, 37-44; Ex 34,22; Lv 23,15-22; Dt 16,9-12

 

17 Se alejaron de allí y a unos ciento cuarenta kilómetros llegaron a Járac, donde están los judíos llamados tubios. 18 Pero en ese lugar no encontraron a Timoteo, quien, por no conseguir nada en aquellas regiones, se había alejado, dejando en cierto lugar una guarnición muy fuerte. 19 Dositeo y Sosípatro, oficiales de Macabeo, fueron y acabaron con los que Timoteo había dejado en la fortaleza, que eran más de diez mil hombres. 20 Macabeo distribuyó su ejército en batallones, a cuyo frente puso a estos dos oficiales, y se lanzó contra Timoteo, que tenía ciento veinte mil infantes y dos mil quinientos jinetes. 21 Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, envió a las mujeres, a los niños y al equipaje al lugar llamado Carnión, que por los caminos tan estrechos era de difícil acceso e imposible de conquistar. 22 Cuando se presentó el primer batallón de Judas, los enemigos se aterrorizaron, y por el temor provocado por una manifestación de aquel que todo lo ve, huyeron en todas direcciones, de modo que muchas veces eran heridos y traspasados por las espadas de sus propios compañeros. 23 Judas emprendió una vigorosa persecución, hiriendo con la espada a aquellos pecadores, y mató como a tres mil hombres. 24 El mismo Timoteo, que había caído en poder de la gente de Dositeo y Sosípatro, pedía con mucha astucia que lo dejaran con vida, porque, de lo contrario, serían ejecutados muchos parientes y hermanos de los judíos que ellos tenían prisioneros. 25 Cuando los convenció con la promesa de que los devolvería sanos y salvos, lo libraron para salvar a los hermanos. 26 Judas salió para atacar Carnión y el templo de la diosa Atargates, y mató a veinticinco mil hombres. 27 Después de derrotarlos y destruirlos, marchó contra Efrón, ciudad fortificada, en la que residía Lisias, y gente de diverso origen. Jóvenes fuertes, apostados junto a las murallas, la defendían con valor, y en el interior había gran reserva de máquinas de guerra y proyectiles. 28 Después de haber invocado al Señor que, con su poder, aplasta a las fuerzas de los enemigos, se apoderaron de la ciudad, y aniquilaron a unas veinticinco mil personas que estaban dentro. 29 Partieron de allí, avanzaron contra Escitópolis, que dista más de cien kilómetros de Jerusalén. 30 Pero los judíos establecidos allí testimoniaron que los habitantes de Escitópolis los habían tratado bien, y que en tiempos de infortunio los habían ayudado con benevolencia. 31 Entonces les agradecieron y los exhortaron a que, en adelante, fueran bondadosos con sus compatriotas. Llegaron a Jerusalén poco antes de la fiesta de las semanas o pentecostés.

 

Se lanzó sobre los de Gorgias y los hizo huir

 

32 Después de la fiesta llamada de pentecostés, avanzaron contra Gorgias, general de Idumea. 33 Él salió con tres mil infantes y cuatrocientos jinetes, 34 y durante la batalla cayeron unos pocos de los judíos. 35 Dositeo, jinete muy valiente de los de Bacenor, tenía agarrado a Gorgias, y tomándolo de la capa, lo arrastraba con fuerza, con la intención de atrapar vivo a aquel maldito; pero uno de los jinetes tracios se lanzó contra él, lo hirió en el hombro, y Gorgias logró huir a Maresá. 36 Los hombres de Esdrías habían combatido durante mucho tiempo y estaban cansados; entonces, Judas invocó al Señor para que se manifestara su aliado y su guía en la guerra. 37 Lanzó un grito de guerra, y cantando himnos en su lengua materna, cayó de repente sobre los de Gorgias y los hizo huir. 38 Judas reunió a su ejército y partió para la ciudad de Adulán. Cuando llegó el día séptimo se purificaron según la costumbre, y allí celebraron el sábado.  

 

Hizo un sacrificio de expiación por los muertos

Dt 7,25-26

 

39 Al día siguiente, cuando ya se hacía necesario por el tiempo transcurrido, los hombres de Judas fueron a recoger los cuerpos de los que habían caído, para sepultarlos junto a sus parientes en las tumbas de sus padres. 40 Bajo las ropas de cada uno de los muertos encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia que la Ley prohíbe a los judíos, y entonces a todos les quedó claro por qué razón estos habían muerto. 41 Bendiciendo la acción del Señor, justo juez, que manifiesta las cosas ocultas, 42 pasaron a la súplica, rogando que el pecado cometido fuera borrado completamente. El valiente Judas exhortó a la multitud a que se conservara libre de pecado, porque con sus propios ojos habían visto que estos soldados habían muerto por causa de un pecado. 43 Después hizo una colecta entre todos sus hombres y envió dos mil dracmas de plata a Jerusalén para que se ofreciera un sacrificio por el pecado. Una acción buena y noble que él hizo convencido de la resurrección. 44 Porque si no hubiera esperado que los muertos resucitaran, habría sido superfluo e inútil orar por ellos. 45 Pero es una intención santa y piadosa, si se considera que a los que han muerto con piedad les está reservada una hermosísima recompensa. Por eso hizo un sacrificio de expiación por los muertos para que fueran liberados del pecado.

 

Menelao halló la muerte entre la ceniza

 

13,1 En el año ciento cuarenta y nueve, las tropas de Judas se enteraron de que Antíoco Eupátor avanzaba con numerosos ejércitos contra Judea. 2 Con él iba Lisias, tutor y jefe de gobierno, cada uno con un ejército griego de ciento diez mil infantes, cinco mil trescientos de caballería, veintidós elefantes y trescientos carros armados con cuchillas en las ruedas. 3 Menelao se les unió, y con hipocresía adulaba a Antíoco, no por la salvación de su patria, sino procurando ser restablecido en su cargo de sumo sacerdote. 4 Pero el Rey de reyes despertó el furor de Antíoco contra aquel malvado, y cuando Lisias le demostró que Menelao era la causa de todos los males, el rey ordenó que lo llevaran a Berea, y lo ejecutaran según era costumbre en el lugar. 5 Hay allí una torre de veinticinco metros de altura, llena de ceniza, con una máquina giratoria que se inclina por todos lados hacia la ceniza. 6 Al que es culpable de sacrilegio o ha cometido otro crimen mayor, lo suben allí para hacerlo morir. 7 Esta forma de muerte le tocó al renegado Menelao, que no encontró tierra que lo recibiera. 8 Con toda justicia, porque halló la muerte entre la ceniza el que había cometido muchos pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza son sagrados.

 

Llenó de terror y confusión el campamento

 

9 El rey iba con muy bárbaras intenciones, queriendo someter a los judíos a castigos peores que los que habían sufrido en tiempo de su padre. 10 Cuando Judas se enteró de esto, mandó al pueblo que invocara al Señor día y noche, para que, como otras veces, ahora también ayudara a los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria y del Templo santo, 11 y para que no permitiera que el pueblo, que apenas había comenzado a respirar, cayera en manos de las naciones blasfemas. 12 Lo hicieron todos juntos, y durante tres días, sin descanso, suplicaron al Señor misericordioso con llantos, ayunos y postraciones. Judas los animó y les ordenó que estuvieran preparados. 13 Después de reunirse con los ancianos, decidió salir para resolver la situación con la ayuda de Dios, antes que el ejército del rey entrara en Judea y se apoderara de la ciudad. 14 Encomendándose al creador del mundo, animó a los suyos para que con vigor lucharan hasta la muerte por las leyes, por el Templo, por la ciudad, por la patria y por las instituciones. Judas acampó cerca de Modín. 15 Después de acordar con los suyos la contraseña “Victoria de Dios”, fue de noche y con unos jóvenes valientes atacó la carpa real del campamento, mató como a dos mil hombres y abatió al principal de los elefantes, junto con el jinete. 16 Al final, después de haber llenado de terror y confusión el campamento, se retiraron victoriosos 17 cuando ya estaba amaneciendo. Todo terminó gracias a la protección que les había dado el Señor.

 

Antíoco volvió a atacar, pero fue derrotado

1 Mac 6,48-63

 

18 El rey, que había experimentado la valentía de los judíos, intentó apoderarse de diversos lugares por medio de engaños. 19 Avanzó contra Betsur, plaza fuerte de los judíos, pero fue rechazado; volvió a atacar, pero fue derrotado. 20 Judas envió provisiones a los que estaban dentro. 21 Rodoco, uno del ejército de Judas, pasaba información secreta a los enemigos. Pero fue descubierto, arrestado y ejecutado. 22 El rey habló por segunda vez con los de Betsur, acordaron la paz entre ellos, y se retiró. Atacó a los de Judas, pero fue derrotado. 23 El rey se enteró de que Filipo, a quien había encargado el gobierno en Antioquía, se había rebelado; desconcertado por eso, convocó a los judíos, accedió a sus deseos, juró respetar todas las condiciones justas, y se reconcilió, ofreciendo un sacrificio; honró al Templo y fue generoso con el lugar santo. 24 Recibió con agrado a Macabeo y dejó a Hegemónides como gobernador desde Tolemaida hasta  la región de los gerrenios. 25 Fue a Tolemaida, pero sus habitantes estaban molestos por los acuerdos y se sentían ofendidos; por eso, querían anular las disposiciones. 26 Lisias subió a la tribuna, hizo la mejor defensa que pudo; los convenció, los calmó y logró que asumieran una actitud favorable. Luego se fue a Antioquía. Así sucedió con la expedición y la retirada del rey.

 

QUINTA PARTE

NICANOR Y LA BLASFEMIA CONTRA EL TEMPLO

 

Alcimo, que había sido sumo sacerdote

1 Mac 7,1-21

 

14,1 Después de tres años, Judas y los suyos se enteraron de que Demetrio,[18] el hijo de Seleuco, había desembarcado en el puerto de Trípoli con un ejército poderoso y una flota, 2 y después de matar a Antíoco y a su tutor Lisias se había apoderado del país. 3 Un tal Alcimo, que había sido sumo sacerdote, pero se había contaminado voluntariamente con el paganismo en los tiempos de la revuelta, comprendió que de ninguna manera tendría salvación, ni podría acercarse al altar santo. 4 Se acercó entonces al rey Demetrio, hacia el año ciento cincuenta y uno, y le llevó una corona de oro y una palma, además de los ramos de olivo que se suponía procedían del Templo. Aquel día no hizo nada más, 5 pero cuando Demetrio lo llamó al consejo para interrogarlo acerca de la disposición y el plan que habían establecido los judíos, aprovechó la ocasión favorable a su astucia y respondió: 6 “Los judíos llamados asideos, a quienes dirige Judas Macabeo, fomentan guerras y rebeliones y no permiten que el reino encuentre estabilidad. 7 Por eso fui despojado de la dignidad del sumo sacerdocio heredada de mis antepasados. Ahora he venido hasta aquí, 8 preocupado en primer lugar por los intereses del rey, y en segundo lugar, pensando en mis propios compatriotas, porque, por la locura de los que he nombrado antes, toda nuestra nación sufre grandes infortunios. 9 Informado de cada una de estas cosas, majestad, atiende a nuestro país y a nuestra gente atacada por todas partes, conforme a esa generosa benevolencia que muestras hacia todos. 10 Porque, mientras Judas viva, será imposible que el gobierno alcance la paz”. 11 Cuando dijo esto, los demás amigos del rey, que se oponían a Judas, comenzaron de inmediato a instigar más a Demetrio.

 

El rey envió a Nicanor con la orden de eliminar a Judas

1 Mac 7,27-28

 

12 El rey designó enseguida a Nicanor, que comandaba la sección de los elefantes, lo nombró general de Judea, y lo envió 13 con la orden de eliminar a Judas, de dispersar a los suyos, y establecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos. 14 Los gentiles de Judea, que habían huido de Judas, fueron a reunirse en masa con Nicanor, pensando que las desgracias e infortunios de los judíos serían la felicidad de ellos.

15 Cuando los judíos se enteraron de que Nicanor se había puesto en camino y los paganos se le habían sumado para atacar, se postraron en tierra implorando a aquel que había constituido a su pueblo hasta la eternidad, y siempre se manifiesta para ayudar a los suyos. 16 A las órdenes del jefe salieron pronto de allí y enfrentaron al enemigo junto al pueblo de Desau. 17 Simón, el hermano de Judas, enfrentó a Nicanor, pero, por el repentino ataque enemigo, sufrió una leve derrota. 18 No obstante, Nicanor, enterado de la valentía de los hombres de Judas y de su coraje para defender la patria, no se atrevía a decidir que el conflicto se resolviera con derramamiento de sangre. 19 Por eso envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para proponer la paz a los judíos. 20 Después de un profundo examen de las condiciones, el jefe se las comunicó a su ejército, y los acuerdos se aprobaron una vez que se expresó una opinión unánime. 21 Acordaron el día en que se reunirían en privado, se prepararon los asientos en el lugar y llegó un carruaje de cada una de las partes. 22 Judas había colocado hombres armados en lugares estratégicos, listos para intervenir si  se producía una traición de parte de los enemigos. Sin embargo, la entrevista se realizó en armonía. 23 Nicanor permaneció en Jerusalén; no hizo nada fuera de lugar, e incluso despidió a las tropas que se le habían reunido en masa. 24 Estaba siempre en compañía de Judas, porque lo apreciaba mucho. 25 Lo animó a que se casara, y que tuviera hijos. Judas se casó, fue feliz y disfrutó de la vida.

 

Nicanor recibió órdenes de enviar preso a Macabeo

 

26 Cuando Alcimo vio la buena relación entre ellos, tomó los acuerdos establecidos, se presentó ante Demetrio, y le comunicó que Nicanor tenía ideas contrarias al gobierno, porque había designado como sucesor suyo a Judas, el que conspiraba contra el reino. 27 El rey se indignó e, irritado por las calumnias del malvado, escribió a Nicanor, expresándole su molestia por los acuerdos y ordenándole que de inmediato enviara preso a Macabeo a Antioquía. 28 Cuando Nicanor recibió estas órdenes, quedó desconcertado, porque le pesaba tener que faltar a los acuerdos con aquel hombre que no había cometido ninguna injusticia. 29 Pero, como no era posible contradecir al rey, aguardaba una oportunidad para cumplirlas con algún engaño. 30 Macabeo, al observar que Nicanor lo trataba con frialdad y que la convivencia cotidiana era cada vez más áspera, consideró que no estaría por suceder nada bueno. Después de reunir a muchos de sus partidarios, se ocultaron de Nicanor.

 

Nicanor ordenó que le entregaran a Macabeo

1 Mac 7,29-30.33-38

 

31 Nicanor advirtió que había sido burlado con astucia por aquel hombre; se presentó entonces en el magnífico y santo Templo en el momento en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios acostumbrados, y les ordenó que le entregaran a Macabeo. 32 Al afirmar ellos con juramento que no sabían dónde estaba la persona que él buscaba, 33 extendió la mano derecha sobre el santuario, y juró así: “Si no me entregan preso a Judas, arrasaré este recinto de Dios, destruiré el Templo y levantaré aquí un templo magnífico a Dióniso”.[19] 34 Después de decir esto, se retiró. Los sacerdotes alzaron las manos al cielo e invocaron al que ayuda a nuestro pueblo en todo momento, diciendo así: 35 “Tú, Señor, que no tienes necesidad de nada, has querido que este Templo estuviera entre nosotros. 36 Ahora, Señor, santo de toda santidad, conserva siempre sin mancha esta casa que acaba de ser purificada”.

 

De esta manera murió Razis

 

37 Razis, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado ante Nicanor. Era un hombre que amaba mucho a sus conciudadanos, tenía muy buena fama y por su bondad era llamado padre de los judíos. 38 En tiempos anteriores a la revuelta, había sido juzgado por practicar el judaísmo, y por el judaísmo había arriesgado cuerpo y alma con toda entereza. 39 Nicanor, queriendo dejar clara la hostilidad que sentía contra los judíos, envió más de quinientos soldados a arrestarlo, 40 porque pensaba,  deteniendo a aquel hombre, causaría un gran perjuicio a los judíos. 41 Cuando los soldados estaban a punto de tomar la torre y forzaban las puertas del atrio, con orden de prender fuego e incendiarlas, viéndose rodeado por todas partes, se arrojó sobre su espada, 42 prefiriendo morir con dignidad, antes que caer en manos de aquellos criminales y ser tratado de una manera indigna a su propia nobleza. 43 Pero, por lo precipitado de la lucha, el golpe no fue certero. Y mientras los soldados se abrían paso entrando por las puertas, él corrió con valentía hacia lo alto de la muralla y se arrojó con bravura sobre la multitud. 44 Esta se apartó de inmediato dejando un espacio en el que él cayó. 45 Todavía respirando, y con ánimo encendido, se levantó con graves heridas y, derramando mucha sangre, corrió por entre la multitud y se colocó sobre una piedra escarpada. 46 Ya desangrado del todo, se arrancó los intestinos, y tomándolos con ambas manos los arrojó a los soldados. De esta manera murió, pidiéndole al autor de la vida y del espíritu que se los devolviera otra vez.

 

Yo soy soberano de la tierra

 

15,1 Nicanor, enterado de que los hombres de Judas estaban por las regiones de Samaria, decidió atacarlos sin ningún riesgo en día de descanso. 2 Los judíos que eran obligados a acompañarlo, le dijeron: “¡No los mates de manera salvaje y bárbara! ¡Respeta la gloria debida al día honrado y santificado por el que todo lo ve!”. 3 Pero el muy malvado preguntó si en el cielo había un soberano que mandara guardar el día sábado. 4 Ellos le replicaron: “¡El que mandó observar el séptimo día es el Señor vivo, el soberano del cielo!”. 5 Pero él dijo: “Yo soy soberano de la tierra, el que ordena tomar las armas y servir a los intereses del rey”. Sin embargo, no pudo realizar su cruel designio.

 

Jeremías dio a Judas una espada de oro

 

6 Nicanor levantaba la cabeza con toda arrogancia y decidió levantar un monumento público con el botín del ejército de Judas, 7 mientras que Macabeo confiaba y ponía toda su esperanza en que el Señor lo ayudaría. 8 Judas exhortó a los suyos a que no temieran el avance de los paganos, que recordaran las ayudas que les habían venido del cielo y que esperaran también ahora la victoria que les habría de dar el Todopoderoso. 9 Los animaba con las palabras de la Ley y los Profetas, recordándoles las luchas en las que habían vencido. De esta manera les infundía valor. 10 Cuando levantaron el ánimo, les hizo ver la maldad de los gentiles y la forma en que violaban los juramentos. 11 Armó a cada uno de ellos, pero no con la seguridad de los escudos y las lanzas, sino con el ardor de aquellas bondadosas palabras. Y refiriéndoles un sueño digno de fe, los llenó a todos de alegría. 12 La visión era esta: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre excelente y bueno, modesto en su aspecto, de trato amable, prudente al hablar, que desde su niñez había sido educado en todas las cosas referentes a la virtud, estaba con los brazos levantados orando por toda la comunidad de los judíos. 13 Después se apareció un hombre que estaba en la misma actitud, se distinguía por sus cabellos blancos y por su dignidad, rodeado de admirable y magnífica majestuosidad. 14 Onías dijo: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa. Es el profeta Jeremías”. 15 Jeremías extendió la mano derecha y le dio a Judas una espada de oro. Al entregársela le dijo: 16 “Toma esta espada santa de parte de Dios. Con ella destrozarás a tus enemigos”.

 

La victoria no se obtiene por las armas

2 Re 19,35; Is 37,36

 

17 Animados por las palabras de Judas, por completo hermosas y capaces de estimular la virtud y fortalecer las almas de los jóvenes, decidieron no quedarse en el campamento, sino lanzarse a la lucha con nobleza y con toda valentía, porque la ciudad, las cosas santas y el Templo estaban en peligro. 18 El temor que sentían por las mujeres y los hijos, por los hermanos y familiares era menor que el que sentían por el Templo consagrado. 19 Los que se habían quedado en la ciudad estaban muy angustiados por la batalla que se libraría en campo abierto: 20 todos esperaban el momento decisivo, y el combate estaba a punto de iniciarse. El ejército se encontraba en orden de batalla, los elefantes estaban colocados en un lugar estratégico, y  la caballería estaba dispuesta en las alas. 21 Cuando Macabeo vio la presencia de los ejércitos, la variedad de las armas, el salvajismo de los elefantes, levantó las manos al cielo e imploró al Señor que hace maravillas, sabiendo que la victoria no se obtiene por las armas, sino que Dios la concede a quienes la merecen. 22 Decía en su invocación: “Señor, a Ezequías, rey de Judá, tú le enviaste tu ángel que mató a ciento ochenta y cinco mil del ejército de Senaquerib; 23 ahora, soberano de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para que les cause temor y temblor. 24 Que tu brazo poderoso hiera a los que vienen con blasfemias contra el pueblo santo”. Y así terminó su oración.

 

¡Bendito el que conservó sin mancha su lugar santo!

1 Mac 7,40-50; Est 9,20-21

 

25 Los hombres de Nicanor avanzaban entre sonidos de trompetas y cantos de guerra, 26 mientras que los de Judas entraban en combate con invocaciones y oraciones. 27 Luchando con las manos y orando a Dios en sus corazones, mataron a no menos de treinta y cinco mil, alegrándose mucho por la manifestación de Dios. 28 Cuando había terminado la lucha y regresaban con alegría, reconocieron a Nicanor muerto con su armadura. 29 Entre gritos y alborotos, bendecían al Soberano en su lengua materna. 30 Judas, que había luchado en primer lugar con todo el cuerpo y el alma por los ciudadanos, y que desde su juventud había buscado el bien de sus compatriotas, ordenó cortar la cabeza de Nicanor y el brazo hasta su hombro para llevarlos a Jerusalén. 31 Cuando llegaron, convocó a los conciudadanos y a los sacerdotes, se puso ante el altar y ordenó que trajeran a los de la ciudadela. 32 Mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que el infame, lleno de arrogancia, había extendido contra la santa casa del Todopoderoso. 33 Cortó en trozos la lengua del impío Nicanor, y ordenó que la dieran a las aves, y que el brazo se colgara frente al Templo como castigo por su insensatez. 34 Todos, mirando al cielo, bendijeron la gloria del Señor diciendo: “¡Bendito el que conservó sin mancha su lugar santo!”. 35 La cabeza de Nicanor fue colgada de la ciudadela, como un signo claro y manifiesto para todos de la ayuda del Señor. 36 Y todos, de común acuerdo, decretaron que de ninguna manera quedara sin solemnizarse aquel día, sino que fuera celebrado el día trece del duodécimo mes, llamado Adar en lengua siríaca, un día antes de la fiesta de Mardoqueo. 37 Así terminaron los hechos de Nicanor. Desde aquellos tiempos la ciudad ha estado en poder de los hebreos. Aquí termina el relato.

 

EPÍLOGO

 

38 Si la composición ha quedado bella y correcta, eso era lo que quería; si quedó pobre y mediocre, eso es lo que he podido hacer. 39 Porque como beber vino solo o agua sola es dañoso, pero el vino mezclado con agua es agradable y delicioso para beberlo, así sucede con la disposición de las palabras que produce placer en los lectores. Y aquí ponemos fin a la obra.

[1] 1,7. El año 169 del calendario de los Seléucidas corresponde al año 142 a. C., bajo el reinado de Demetrio II (1 Mac 10,67).

[2] 1,9a. La fiesta del día 25 del mes de Casleu es Janukkah (purificación del templo); aquí es llamada “fiesta de las chozas” porque ambas fiestas se celebraban de manera muy parecida (10,7; Lv 23,40).

[3] 1,9b. Corresponde al año 124 a. C.

[4] 1,13. Se refiere al rey Antíoco IV Epífanes (v. 15). La versión de la muerte de Antíoco IV que se refiere en este lugar (vv.13-16) difiere de la que se encuentra en  9,1-28 y de la que está relatada en 1 Mac 6,1-16. Es indudable que circulaban diversas tradiciones sobre cómo había terminado la vida de Antíoco.

[5]  3,3. El rey Seleuco IV Filopátor (187-175 a. C.).

[6] 4,7. Antíoco IV, llamado Epífanes, gobernó entre los años 175-164.

[7] 4,9. Los jóvenes judíos que aceptaban la cultura griega eran inscritos como antioquenos y gozaban de los mismos derechos y privilegios que los ciudadanos de Antioquía.

[8] 4,12. El pétaso es el sombrero característico con el que aparece representado el dios Hermes (o Mercurio), divinidad protectora, entre otras cosas, de los juegos deportivos; los jóvenes que adoptaban las costumbres griegas lo llevaban como distintivo, y los que lo lucían eran vistos por los piadosos como “apóstatas del judaísmo”.

[9] 4,21. Tolomeo VI Filométor, que reinó en Egipto entre los años 18-145 a. C.

[10] 6,2. El templo fue profanado en diciembre del año 167 a. C.

[11] 6,7. Dióniso (no confundir con Dionisio o Baco de los griegos) era una divinidad de la vegetación, de origen frigio, a la que celebraban con ritos orgiásticos (cf. 2 Mac 14,13).

[12] 8,9. “Amigo del rey” era un título honorífico que se otorgaba en la corte y los que lo poseían gozaban de privilegios (3,38; 7,8; 10,18-20.65; 11,57; etc.; cf. Jn 19,12).

[13] 9,28. Según 2 Mac Antíoco IV murió antes de la purificación del Templo (cap. 10). En 1 Mac, en cambio, la muerte del rey se produjo después que Judas Macabeo reconquistó y purificó el templo (1 Mac 4,36-59 y 6,1-16). Los documentos existentes dan la razón a 2 Mac.

[14] 9,29. Tolomeo IV Filométor, rey de Egipto entre los años 180-145 a. C.

[15] 10,5. Esta fecha correspondería al día 15 de diciembre del año 164 a. C. según el calendario actual.

[16] 10,10. Antíoco V Eupátor, hijo de Antíoco IV, fue rey entre los años 164-162 a. C.

[17] 12,2. Es extraño que Timoteo aparezca en este lugar, cuando ya se relató su muerte en 10,37.

[18] 14,1. Demetrio I Sóter, hijo de Seleuco IV, reinó entre los años 161-150 a. C.

[19] 14,33. Cf. 2 Mac 6,7.