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ATRAS

IV- SEGUNDA SECCIÓN: HISTORIA DE LA CASA DE OMRÍ

 

¿Por qué has mandado a consultar a Baalzebub?*

 

1 1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel. 2 Ocozías cayó del balcón de su habitación superior en Samaría y quedó malherido. Entonces envió a unos mensajeros, diciéndoles: “Vayan y consulten a Baalzebub, el dios de Ecrón, si voy a sobrevivir a este accidente”.

3 Al mismo tiempo, un ángel del Señor le dijo a Elías, el tesbita: “Levántate, sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y pregúntales: ‘¿Acaso no hay un Dios en Israel? ¿Por qué entonces van ustedes a consultar a Baalzebub, el dios de Ecrón?’. 4 Por lo tanto, esto dice el Señor: ‘De la cama a la que subiste, no bajarás, porque irremediablemente morirás’”. Y Elías se puso en camino.

5 Después de esto, los mensajeros volvieron a donde estaba el rey y este les pregunto: “¿Por qué han vuelto?”. 6 Entonces ellos le respondieron: “Un hombre subió a nuestro encuentro y nos dijo: ‘Vayan, vuelvan al rey que los envió y díganle: ‘Así dice el Señor, ¿acaso no hay un Dios en Israel? ¿Por qué has mandado a consultar a Baalzebub, el dios de Ecrón? Por lo tanto, de la cama a la que subiste no bajarás, porque irremediablemente morirás’”.

7 Entonces el rey les preguntó: “¿Cómo era la apariencia del hombre que subió al encuentro de ustedes y les dijo estas palabras?”. 8 Ellos le respondieron: “Era un hombre con manto de piel, ceñido con un cinturón de cuero”. Y el rey dijo: “Ese es Elías, el tesbita”.

 

¡Hombre de Dios, el rey te manda que bajes!

// 1,10.12: Ap 20,9

 

9 En seguida el rey envió un comandante de cincuenta hombres con su compañía a buscar a Elías. Encontró a Elías sentado en la cumbre de un monte y le ordenó: “¡Hombre de Dios, el rey te manda que bajes!”. 10 Pero Elías contestó al comandante de los cincuenta hombres: “Si realmente soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta hombres”. Inmediatamente bajó fuego del cielo y lo devoró junto con sus hombres.

11 Un vez más, el rey envió a otro comandante de cincuenta hombres con su compañía a buscar a Elías. Subió a donde estaba y le ordenó: “¡Hombre de Dios, así te manda el rey: ‘Baja en seguida’!”. 12 Elías contestó: “Si realmente soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta hombres”. E inmediatamente bajó el fuego de Dios, desde el cielo, y lo devoró junto con sus hombres.

13 Finalmente, el rey envió un tercer comandante de cincuenta hombres con su compañía, Este subió, se acercó y, cayendo de rodillas delante de Elías, le suplicaba: “Hombre de Dios, te ruego que la vida de tu servidor y la de estos cincuenta hombres sea valiosa a tu ojos. 14 Porque mira, ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos primeros comandantes de cincuenta hombres y a sus compañías. ¡Pero ahora, que mi vida sea valiosa a tus ojos!”. 15 Entonces, el ángel del Señor dijo a Elías: “Baja con él, no le tengas miedo”. Elías se levantó y bajó con él a donde estaba el rey.

 

Irremediablemente morirás

 

16 Al llegar, Elías dijo al rey: “Así dice el Señor: ‘Porque has enviado mensajeros para consultar a Baalzebub, el dios de Ecrón, como si no hubiese un Dios en Israel para consultar su palabra, por eso de la cama a la cual subiste, no bajarás, porque irremediablemente morirás’”. 17 Así murió Ocozías, según la palabra del Señor que había dicho Elías. En su lugar reinó su hermano Jorán, porque Ocozías no tenía hijos. Esto sucedió en el año segundo de Jorán, hijo de Josafat, rey de Judá.

18 El resto de los hechos que llevó a cabo Ocozías, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

 

Elías ascendió al cielo en el torbellino*

Gn 5,24; Eclo 48,9

 

2 1 Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Eliseo partieron de Guilgal. 2 Elías dijo a Eliseo: “Quédate aquí, por favor, porque el Señor me ha enviado a Betel”. Replicó Eliseo: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida, que no te dejaré”. Así bajaron juntos a Betel. 3 La comunidad de los profetas, que estaban en Betel, fue al encuentro de Eliseo. Ellos le preguntaron: “¿No sabes acaso que en este día el Señor arrebatará a tu señor por encima de tu cabeza?”. Eliseo respondió: “Claro que lo sé, pero guarden silencio”.

4 Luego Elías le dijo: “Eliseo, quédate aquí, por favor, porque el Señor me ha enviado a Jericó”. Eliseo replicó: “Juro por la vida del Señor, y por tu vida, que no te dejaré”. Así fueron juntos a Jericó. 5 Y la comunidad de los profetas, que estaban en Jericó, fue al encuentro de Eliseo. Ellos le preguntaron: “¿No sabes acaso que en este día el Señor arrebatará a tu señor por encima de tu cabeza?”. Eliseo respondió: “Claro que lo sé, pero guarden silencio”. 6 Luego Elías le dijo: “Quédate aquí, por favor, porque el Señor me ha enviado al Jordán”. Eliseo replicó una vez más: “Juro por la vida del Señor, y por tu vida, que no te dejaré”. Así caminaron los dos juntos.

7 Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas fueron y se colocaron a lo lejos, de frente a ellos, mientras los dos estaban de pie junto al Jordán. 8 Elías tomó allí su manto, lo dobló y golpeó el agua. Entonces esta se dividió en dos partes y los dos atravesaron por tierra seca. 9 Cuando cruzaron, Elías dijo a Eliseo: “Pídeme lo que quieras, antes que sea arrebatado de tu lado”. Eliseo respondió: “Que se me conceda, por favor, una porción doble de tu espíritu”. 10 Elías le replicó: “Has pedido algo difícil, pero si me ves cuando sea arrebatado de tu lado, se te concederá. Si no me ves, no te será concedido”.

11 Continuaron caminando y conversando, cuando súbitamente un carro de fuego, con caballos de fuego, se colocó entre los dos. Entonces Elías ascendió al cielo en el torbellino. 12 Eliseo, mientras lo veía, gritaba: “¡Padre mío, Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!”. Después no lo vio más. Entonces tomó sus vestidos y los rasgó en dos partes.

 

– Ciclo o historia de Eliseo

 

El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo

 

13 Cuando Eliseo recogió el manto que se le había caído a Elías, regresó por donde había venido y se detuvo junto a la ribera del Jordán. 14 Tomó el manto que se le había caído a Elías, y él también golpeó el agua diciendo: “¿Dónde está realmente el Señor, el Dios de Elías?”. Al golpear el agua, esta se dividió en dos partes y Eliseo atravesó.

15 La comunidad de los profetas, que estaban en frente, en Jericó, vio todo esto. Ellos se dijeron: “El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo”. Fueron a su encuentro y lo honraron postrándose hasta el suelo. 16 Luego le dijeron: “Mira, entre tus servidores hay cincuenta hombres valientes. Deja que vayan y busquen a tu señor. No sea que el espíritu del Señor lo haya levantado y arrojado sobre uno de los montes o en uno de los valles”. Eliseo les respondió: “No envíen a nadie”. 17 Pero como le insistían hasta el cansancio, les dijo: “Envíen entonces a alguien”. Enviaron a los cincuenta hombres que lo buscaron durante tres días, pero no lo encontraron. 18 Regresaron junto a Eliseo, que se había quedado en Jericó, y él les reprochó: “¿Acaso no les dije que no fueran?”.

 

He saneado estas aguas

 

19 Después de esto, los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: “Mira, el emplazamiento de la ciudad es bueno, como puede ver nuestro señor, pero las aguas son malas y la tierra es estéril”. 20 Eliseo les respondió: “Tráiganme una vasija nueva y coloquen sal en ella”. Se la trajeron. 21 Luego fue a la fuente de agua y echó allí la sal diciendo: “Así dice el Señor: ‘He saneado estas aguas; no habrá en ellas más muerte ni esterilidad’”. 22 Así se sanearon las aguas hasta hoy, según la palabra que Eliseo había dicho.

 

¡Sube, calvo!, ¡Sube, calvo!

 

23 Después, Eliseo subió desde allí hasta Betel. Mientras subía por el camino, unos muchachos pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él, gritándole: “¡Sube, calvo!, ¡Sube, calvo!”. 24 Eliseo se dio vuelta, los miró y los maldijo en el nombre del Señor. Salieron del bosque dos osas que destrozaron a cuarenta y dos niños. 25 Eliseo se fue de allí al monte Carmelo y de ese lugar volvió a Samaría.

 

Jorán comenzó a reinar sobre Israel*

 

3 1 Jorán, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría en el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó durante doce años. 2 Hizo lo malo a los ojos del Señor, aunque no como su padre ni como su madre, porque hizo retirar el monumento conmemorativo a Baal que había hecho su padre. 3 Sin embargo, persistió en los pecados con los que Jeroboán, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel y no se apartó de ellos.

 

El rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel

 

4 Por entonces, Mesá, rey de Moab, que poseía mucho ganado, entregaba al rey de Israel un tributo de cien mil corderos y la lana de cien mil carneros. 5 Pero cuando murió Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.

6 En aquel mismo día, el rey Jorán salió de Samaría para reclutar a todo Israel. 7 También envió un mensaje a Josafat, rey de Judá, diciéndole: “El rey de Moab se rebeló contra mí, ¿quieres venir conmigo a combatir contra Moab?”. Josafat respondió: “Sí, subiré. Yo seré como tú, mi gente como la tuya y mi caballería como la tuya”. 8 Luego preguntó: “¿Por cuál camino debemos marchar?”. Jorán le respondió: “Por el camino del desierto de Edom”. 9 Entonces el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom se pusieron en marcha y dieron un rodeo de siete días, pero no encontraron agua para el ejército ni para el ganado que traían. 10 El rey de Israel exclamó: “¡Estamos perdidos! ¡El Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en las manos de Moab!”.

 

Aquí hay un profeta del Señor

 

11 Josafat preguntó: “¿Acaso no hay aquí un profeta del Señor para que podamos consultarlo por medio de él?”. Uno de los servidores del rey de Israel respondió: “Aquí está Eliseo, hijo de Safat, que estaba al servicio de Elías”. 12 Josafat respondió: “Estoy seguro de que la palabra del Señor está con él”. Entonces el rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom bajaron a ver a Eliseo. 13 Eliseo preguntó al rey de Israel: “¿Qué tengo yo que ver contigo? Consulta a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre”. Pero el rey de Israel le replicó: “No me voy sin antes saber si el Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en las manos de Moab”. 14 Entonces Eliseo dijo: “Vive el Señor del universo, a quien sirvo, que si no fuera porque tengo delante a Josafat, rey de Judá, no los miraría ni los tomaría en cuenta a ustedes. 15 Tráiganme a alguien que toque el arpa”.

Cuando el arpista comenzó a tocar, la mano del Señor vino sobre Eliseo, 16 que profetizó: “Así dice el Señor: ‘Hagan en este torrente seco muchas zanjas’. 17 Porque así dice el Señor: ‘Sin que vean el viento y sin que vean la lluvia, este torrente seco se llenará de agua y beberán ustedes, su ganado y sus bestias’. 18 Y esto es nada a los ojos del Señor, porque les entregará a Moab en sus manos. 19 Ustedes destruirán todas las ciudades fortificadas y las importantes; talarán sus mejores árboles, secarán todas las fuentes de agua y arruinarán todos sus campos fértiles, cubriéndolos de piedras”.

20 A la mañana siguiente, a la hora de la ofrenda, repentinamente las aguas corrieron desde el camino de Edom, y se inundó toda la región. 21 Cuando los moabitas se enteraron de que los reyes venían a combatirlos, convocaron a todos los hombres de edad militar en adelante y se concentraron en la frontera. 22 En la mañana, cuando madrugaron, el sol resplandecía sobre las aguas, y Moab vio desde el frente las aguas rojas como sangre. 23 Entonces gritaron: “¡Esta es sangre! ¡Indudablemente los reyes se han peleado, atacándose unos a otros! ¡Ahora, Moab, vamos al botín!”. 24 Y entraron en el campamento de Israel. Entonces Israel se levantó y atacó a Moab. Los moabitas huyeron delante de ellos y los israelitas los batieron. Y así derrotaron a Moab. 25 Arruinaron las ciudades, arrojaron piedras a todos los campos fértiles hasta cubrirlos, secaron todas las fuentes de agua y talaron los mejores árboles, hasta dejar en pie solo Quir Jaraset, que los arqueros rodearon y destruyeron.

26 Pero cuando el rey de Moab vio que iba perdiendo la batalla, tomó consigo setecientos hombres armados para abrirse paso entre el ejército del rey de Edom, pero no pudo. 27 Entonces tomó a su hijo mayor, el que debía sucederlo como rey, y lo ofreció en sacrificio sobre la muralla de la ciudad. Como esto causó una gran indignación contra Israel, este tuvo que retirarse y volver a su tierra.

 

Vende el aceite y cancela tu deuda*

1 Re 17,8-16

 

4 1 La mujer de uno de la comunidad de los profetas, clamó a Eliseo: “¡Tu servidor, mi esposo, ha muerto. Tú sabes que tu servidor era temeroso del Señor, pero el prestamista está a punto de venir a llevarse a mis dos hijos como esclavos suyos!”.

2 Eliseo le respondió: “¿Qué puedo hacer por ti? Cuéntame, ¿qué tienes en tu casa?”. Ella replicó: “Tu servidora no tiene nada en toda la casa, más que una vasija de aceite”. 3 Eliseo le dijo: “Pide prestado recipientes vacíos a todos tus vecinos; y que sean muchos. 4 Luego entra y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos. Después echarás el aceite en todos aquellos recipientes, y los que vayas llenando los colocas aparte”.

5 La mujer se fue de su lado, cerró la puerta detrás de ella y de sus hijos. Y mientras ellos le acercaban los recipientes, ella los llenaba. 6 Cuando hubo llenado todos los recipientes, preguntó a su hijo: “¿Me puedes traer todavía otro recipiente?”. Entonces él le respondió: “No queda ninguno más”. En ese momento dejó de fluir el aceite. 7 Luego, la mujer fue y se lo contó al hombre de Dios. Eliseo le dijo: “Anda, vende el aceite y cancela tu deuda. Tú y tus hijos vivirán de lo que sobre”.

 

Eliseo le dijo: “Toma a tu hijo”

1 Re 17,17-24; Lc 10,4

 

8 Un día que Eliseo atravesaba por Sunam, encontró allí a una mujer importante, que le insistió en que se detuviese a comer un poco de pan. Y así cada vez que pasaba, volvía por allí para comer. 9 Entonces ella dijo a su marido: “Mira, yo sé que este hombre de Dios que viene siempre a visitarnos, es un santo. 10 Hagámosle arriba una habitación pequeña, con una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga a visitarnos pueda descansar allí”.

11 Cierto día que Eliseo pasó por ese lugar, se retiró a la habitación de arriba y allí se acostó. 12 Entonces le ordenó a su sirviente Guejazí: “Llama a esa sunamita”. Su sirviente la fue a buscar y ella se presentó ante él. 13 Eliseo dijo a su servidor: “Pregúntale a ella: ‘Mira, te has tomado con nosotros todas estas molestias. ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Acaso debemos hablar por ti ante el rey o ante el jefe del ejército?’”. Pero ella respondió: “Yo vivo segura en medio de mi pueblo”.

14 Eliseo volvió a insistir a su servidor: “Entonces, ¿qué podemos hacer por ella?”. Guejazí le replicó: “Ella no tiene ningún hijo y para colmo su marido es anciano”. 15 Entonces Eliseo le ordenó: “Llámala”. Él la fue a buscar y ella se detuvo en la puerta. 16 Eliseo le dijo: “El año que viene, por este mismo tiempo, tú estarás abrazando un hijo”. Pero ella le respondió: “No, mi señor, hombre de Dios, no le mientas a tu servidora”.

17 La mujer concibió y dio a luz un hijo dentro del mismo plazo de un año, como le había predicho Eliseo. 18 El niño creció, y cierto día salió a buscar a su padre que estaba con los cosechadores. 19 De pronto el niño dijo a su padre: “¡Mi cabeza, mi cabeza!”. El padre dijo a su servidor: “Llévaselo a su madre”. 20 Este lo llevó y lo entregó a su madre, el niño se acostó en sus rodillas hasta el mediodía y luego murió. 21 Entonces, ella subió, lo recostó sobre la cama del hombre de Dios, cerró la puerta detrás del niño, y salió.

22 Luego llamó a su marido y le dijo: “Envíame, por favor, a uno de los servidores y una de las burras, porque quiero ir rápido a ver al hombre de Dios, y luego vuelvo”. 23 Pero su marido le preguntó: “¿Por qué quieres ir a verlo si hoy no es día de fiesta ni sábado?”. Pero ella simplemente respondió: “Adiós”. 24 Luego aparejó la burra, y dijo a su servidor: “Llévame, camina rápido y no te detengas hasta que yo te lo diga”. 25 Así se fue, y llegó a donde estaba el hombre de Dios en el monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio venir, dijo a su servidor Guejazí: “Mira, esa es la sunamita. 26 Corre ahora a su encuentro, y pregúntale si ella está bien, si está bien su marido y si está bien el niño”. Y cuando le preguntó, ella le respondió: “Todos estamos bien”.

27 Pero cuando ella llegó ante el hombre de Dios, en lo alto de la montaña, se aferró a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios le dijo: “Déjala, porque tiene el alma amargada, y el Señor me lo ha ocultado sin manifestarme nada”. 28 Entonces ella dijo: “¿Acaso fui yo la que le pidió un niño a mi señor? ¿Acaso no dije que no me engañaras?”.

29 Entonces Eliseo dijo a Guejazí: “Debes ponerte el cinturón y tomar mi bastón en tu mano. Después te irás, y si encuentras a alguna persona no la saludes, y si alguien te saluda no le respondas. Luego colocarás mi bastón sobre la cara del muchacho”. 30 Pero la madre del muchacho dijo: “Juro por la vida del Señor y por tu vida que no te dejaré”. Entonces Eliseo se levantó y se fue también detrás de ella. 31 Guejazí, que se había adelantado a ellos, puso el bastón sobre la cara del niño, pero este no emitía voz ni tenía conciencia. Por eso volvió al encuentro de Eliseo y se lo contó diciendo: “¡El niño ya no se despierta!”.

32 Cuando llegó Eliseo a la casa, el niño en efecto estaba muerto y recostado sobre su cama. 33 Entonces entró, cerró la puerta detrás de los dos y oró al Señor. 34 Luego se levantó y se recostó sobre el niño. Colocó la boca sobre su boca, los ojos sobre sus ojos y las manos sobre sus manos. Se inclinó sobre él y así entró en calor la carne del niño. 35 Luego Eliseo bajó y se puso a caminar por la casa de aquí para allá. Volvió a subir, se inclinó sobre el niño y entonces el pequeño estornudó siete veces y luego abrió los ojos. 36 Entonces Eliseo llamó a Guejazí y le dijo: “Llama a esa sunamita”. Al llamado de Guejazí ella entró y Eliseo le dijo: “Toma a tu hijo”. 37 Al acercarse, cayó a sus pies y se postró en tierra; luego tomó a su hijo y salió.

 

¡Hombre de Dios, hay veneno en la vasija!

 

38 Cuando Eliseo regresó a Guilgal, la gente pasaba hambre en la región. Estando Eliseo con la comunidad de los profetas, dijo a su servidor: “Coloca la vasija grande al fuego y cocina un guiso para todos los profetas”. 39 Uno de ellos salió al campo para recolectar hierbas y encontró una enredadera salvaje. Recogió de ella unos pepinos salvajes hasta llenar su manto. Luego vino y los echó en trozos en la vasija del guiso sin saber qué cosa eran.

40 Después sirvieron el guiso a los hombres para que comieran. Pero cuando estaban comiendo del guiso, comenzaron a gritar: “¡Hombre de Dios, hay veneno en la vasija!”. Y no pudieron seguir comiendo. 41 Entonces Eliseo dijo: “Tráiganme harina”. Echó la harina en la vasija diciendo: “Sírvele a toda la gente”. Ellos comieron y ya no había nada malo en la vasija.

 

Así dice el Señor: “Comerán y sobrará”

Mt 14, 13-21; 15,32-39; Mc 6, 30-44; 8,1-10; Lc 9, 10-17; Jn 6, 1-13

 

42 A continuación llegó un hombre de Baalsalisá que traía al hombre de Dios las primicias del pan: una alforja con unos veinte panes de cebada y grano nuevo. Eliseo ordenó: “¡Dáselo a toda la gente para que coma!”. 43 Pero su ayudante replicó: “¿Cómo voy a dar esto a más de cien hombres?”. Eliseo respondió: “Dáselo a toda la gente para que coma. Porque así dice el Señor: ‘Comerán y sobrará’”. 44 Y su ayudante lo puso delante de ellos. Ellos comieron y sobró, según la palabra del Señor.

 

Debes ir a bañarte siete veces en el Jordán*

Lc 4,27

 

  1. 1 Naamán, comandante del ejército del rey de Aram, era un hombre importante para su señor. Había alcanzado fama, porque, por medio de él, el Señor había dado la victoria a Aram. Pero este hombre, que era un guerrero valeroso, estaba leproso.

2 Cierta vez, en una incursión, los arameos raptaron a una jovencita de la tierra de Israel y ella se convirtió en esclava de la mujer de Naamán. 3 Esta muchacha dijo a su señora: “¡Ojalá fuera mi señor a ver al profeta que se encuentra en Samaría. Seguro que lo curaría de su lepra!”. 4 Luego Naamán fue y le comunicó a su señor, el rey: “Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel”. 5 Entonces el rey de Aram le dijo: “Puedes ir y yo enviaré una carta al rey de Israel”. Naamán fue y tomó consigo trescientos cincuenta kilos de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. 6 Al llegar, presentó al rey de Israel la carta que decía: “Ahora, cuando tú recibas esta carta, verás que te he enviado a mi servidor Naamán. Tú lo curarás de la lepra”. 7 En cuanto el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestidos y exclamó: “¿Es que soy un dios para dar la muerte o la vida? ¿Cómo es que este me ha enviado a un hombre para curarlo de su lepra? ¡Sepan y vean que está buscando un pretexto para atacarme!”.

8 Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos y envió este mensaje al rey de Israel: “¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que Naamán venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel”.

9 Entonces Naamán fue con sus caballos y su carro, y se quedó en pie ante la puerta de la casa de Eliseo. 10 Eliseo envió a un mensajero a decirle: “Debes ir a bañarte siete veces en el Jordán y tu cuerpo quedará limpio de la lepra”. 11 Pero Naamán se enfureció y se fue porque decía: “Miren, yo me había imaginado que el profeta saldría personalmente y poniénsode de pie invocaría el nombre del Señor, su Dios. Pasaría su mano sobre la parte enferma y sanaría la lepra. 12 ¿Acaso el Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, no son mejores que todos los arroyos de Israel? ¿No podría bañarme en ellos y quedar limpio?”. Entonces dio media vuelta y se fue lleno de rabia.

13 Pero sus servidores se le acercaron y le aconsejaron: “Padre nuestro, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? Cuánto más si te ha dicho: ‘Báñate y sanarás’”. 14 Entonces Naamán bajó y se sumergió en el Jordán siete veces como le había indicado el hombre de Dios. Enseguida la carne de su cuerpo se renovó, y quedó limpia como la carne de un niño pequeño.

15 Luego regresó con toda su escolta a la casa del hombre de Dios. Al llegar se quedó de pie delante de Eliseo y le dijo: “Mira, reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra, sino solo en Israel. Por eso acepta ahora un regalo de parte de tu servidor”. 16 Pero Eliseo replicó: “Juro por el Señor, a quien sirvo, que no lo aceptaré”. Naamán le insistía en que lo aceptara, pero Eliseo no quiso.

17 Luego Naamán dijo: “Ya que no quieres aceptar nada, permite que se entregue a tu servidor la carga de tierra que puedan llevar un par de mulas. Porque este servidor tuyo no ofrecerá más holocaustos ni sacrificios a un dios diferente, sino al Señor, Dios de Israel. 18 Además, hay una cosa que deberá perdonar el Señor Dios a su servidor: cuando el rey, mi señor, vaya a la casa de Rimón para adorarlo allí y el rey se apoye en mi mano y yo también tenga que postrarme en la casa de Rimón, que el Señor Dios de Israel perdone, por favor, a su servidor esta acción”. 19 Eliseo le contestó: “Puedes ir en paz”.

 

Iré tras él para sacarle algo

 

Naamán había recorrido un cierto trecho del camino 20 cuando Guejazí, servidor de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo a sí mismo: “Mi señor se ha negado a tomar lo que traía este arameo Naamán. Juro por el Señor que correré tras él para sacarle algo”.

21 Guejazí corrió detrás de Naamán y cuando este lo vio, bajó de su carro a su encuentro, y le preguntó: “¿Está todo bien?”. 22 Guejazí respondió: “Todo va muy bien. Pero mi señor me ha enviado para decirte: ‘Mira, acaban de venir a mí desde las montañas de Efraín dos muchachos de la comunidad de los profetas. Dame, por favor, para ellos, treinta y cuatro kilos de plata y dos mudas de ropa’”. 23 Naamán le respondió: “Acepta mejor sesenta y ocho kilos”. Y después de insistir, puso los sesenta y ocho kilos de plata en dos bolsas, junto a dos mudas de ropa y entregó todo a dos de sus servidores para que se lo llevaron.

24 Cuando este llegó a la ciudadela de Samaría, tomó todo lo que llevaban los criados y lo depositó en su casa. Luego los despidió y estos se fueron. 25 Al presentarse ante su señor, Eliseo le preguntó: “¿De dónde vienes, Guejazí?”. Él respondió: “Tu servidor no ha ido a ninguna parte”. 26 Pero Eliseo le contestó: “¿Acaso mi corazón no iba contigo cuando un hombre se bajó de su carro a tu encuentro? ¿Es este el momento de recibir plata para adquirir vestidos, olivares, viñas, ovejas, vacas, esclavos y esclavas? 27 ¡Que la lepra de Naamán se te pegue a ti y a tus descendientes para siempre!”. Y Guejazí salió de su presencia cubierto con una lepra, blanca como la nieve.

 

Eliseo hizo flotar el hacha*

 

6 1 La comunidad de los profetas dijo a Eliseo: “Mira, el lugar en el cual habitamos junto a ti es estrecho para nosotros. 2 Déjanos ir al Jordán para que cada uno tome de allí un tronco y nos edifiquemos aquí un lugar para habitar”. Eliseo les respondió: “Vayan”. 3 Pero uno le preguntó: “¿Estarías dispuesto a venir con tus servidores?”. Y Eliseo le respondió: “Voy”. 4 Así fue con ellos y cuando llegaron al Jordán, cortaron los árboles. 5 Pero sucedió que, cuando uno talaba un tronco, el hacha se le cayó al agua y entonces gritó: “¡Ay, señor mío, el hacha era prestada!”. 6 En seguida el hombre de Dios le preguntó: “¿Dónde cayó?”. Y ellos le mostraron el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo tiró allí e hizo flotar el hacha. 7 Luego le dijo: “Recógela”. Y el hombre alargó su mano y la tomó.

 

Vuelve ciegos, por favor, a estos extranjeros

 

8 Cuando el rey de Aram estaba en guerra contra Israel, consultó a sus ministros y les propuso: “Quiero atacar tal lugar”. 9 Entonces el hombre de Dios mandó un aviso al rey de Israel, diciendo: “Cuídate de pasar por tal lugar, porque allí Aram quiere atacar”. 10 Así el rey de Israel envió un destacamento al lugar que el hombre de Dios le había indicado. Eliseo le advertía y el rey tomaba las precauciones debidas. Y esto sucedió varias veces.

11 Por este motivo, el rey de Aram se enfureció y gritó a sus servidores: “¿Acaso no me van a decir quién de nosotros está a favor del rey de Israel?”. 12 Entonces uno de sus servidores le respondió: “No es así, rey, señor mío, sino que es el profeta Eliseo, que está en Israel, quien cuenta al rey de Israel las cosas que se hablan en la recámara de tu dormitorio”. 13 Entonces el rey les dijo: “Vayan y vean dónde está el profeta, porque lo mandaré apresar”. Luego sus servidores le informaron diciendo: “Mira, está en Dotán”. 14 Entonces envió allí caballos, carros y un gran destacamento. Fueron durante la noche y rodearon la ciudad. 15 Aquella mañana el servidor del hombre de Dios se levantó temprano, salió y se encontró por sorpresa con el destacamento de caballos y carros que rodeaba la ciudad. Y el servidor dijo a Eliseo: “¿Y ahora, señor mío, qué hacemos?”. 16 El profeta respondió: “No tengas miedo, porque son más los que están de nuestra parte, que los que están de parte de ellos”. 17 Luego Eliseo oró diciendo: “Señor abre, por favor, sus ojos para que pueda ver”. Entonces el Señor abrió los ojos del muchacho y este vio que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego rodeando a Eliseo.

18 Los arameos bajaron a donde estaba el profeta y Eliseo oró al Señor de esta manera: “Vuelve ciegos, por favor, a estos extranjeros”. Dios los volvió ciegos, según la palabra de Eliseo. 19 Entonces Eliseo se acercó y les dijo: “Este no es el camino ni tampoco esta es la ciudad. Vengan detrás de mí, y los conduciré hacia el hombre que buscan”. Y los condujo a Samaría. 20 Cuando entraron en Samaría, Eliseo dijo: “Señor, por favor, ábreles los ojos para que vean”. Entonces el Señor les abrió los ojos y vieron que estaban en medio de Samaría. 21 Y cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: “¿Los aniquilo, padre mío?”. 22 Pero Eliseo respondió: “No los aniquiles. ¿Acaso a los que capturas con tu propia espada y con tu arco tú los aniquilas? Ofréceles pan y agua; que coman y beban y luego envíalos de vuelta a su señor”. 23 Entonces el rey les dispuso un gran banquete; comieron y bebieron, y luego los despidió. Ellos volvieron a donde su señor, y desde aquel día las bandas de Aram no volvieron a asolar la tierra de Israel.

 

Sobrevino gran hambre en Samaría

Lv 26,29; Dt 28,56-57; 1 Re 3,16-28

 

24 Después de esto, Benadad, rey de Aram, convocó a todo su ejército y marchó a sitiar Samaría. 25 Entonces sobrevino gran hambre en Samaría, porque la sitiaron hasta el punto de que una cabeza de burro costaba dos mil setecientos veinte kilos de plata, y un cuarto de una porción de hortalizas silvestres costaba ciento setenta kilos de plata. 26 Cuando el rey de Israel pasaba por la muralla, una mujer le gritó: “¡Que el rey, mi señor, me salve!”. 27 Y el rey contestó: “Si el Señor no te salva, ¿cómo te puedo salvar yo? ¿Con el producto de los campos o de los viñedos?”. 28 Y luego le preguntó: “¿Qué te pasa?”. Ella respondió: “Esta mujer me dijo: ‘Trae a tu hijo para que lo comamos hoy, y mañana nos comeremos al mío’. 29 Hemos cocinado a mi hijo y lo hemos comido. Al día siguiente le dije a ella: ‘Entrega a tu hijo para que lo comamos’, pero ella lo escondió”.

30 Cuando el rey escuchó las palabras de la mujer, rasgó sus vestidos y, como pasaba por la muralla, el pueblo vio que llevaba el vestido de penitencia directamente sobre su cuerpo. 31 Luego exclamó: “Que Dios me castigue gravemente y me haga mucho más aún si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, continúa hoy día sobre sus hombros”.

32 Entre tanto, Eliseo estaba sentado en su casa, junto con los ancianos. Entonces, el rey envió a un mensajero, pero antes de que llegase, Eliseo había dicho a los ancianos: “¿Han visto cómo aquel hijo de asesino ha enviado a cortar mi cabeza? Ahora bien, cuando llegue el emisario, cierren la puerta e impídanle el paso por la entrada. ¿Acaso no se escucha el sonido de los pasos de su señor detrás de él?”. 33 Mientras todavía hablaba con ellos, el mensajero se presentó y dijo: “Mira, todo este mal viene del Señor. ¿Qué más se puede esperar del Señor?”.

 

Todos huyeron para salvar sus vidas*

 

7 1 Eliseo dijo: “Escuchen la palabra del Señor: ‘Así dice el Señor: mañana a esta misma hora en las puertas de Samaría, una medida de harina fina costará once gramos de plata y una medida de cebada costará también once gramos”.

2 Pero el escudero, sobre cuya mano se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios: “Aunque el Señor abra ventanas en el cielo, sería imposible que suceda esto”. Eliseo le respondió: “¡Tú mismo lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello!”.

3 Había cuatro hombres leprosos que estaban en la entrada de la puerta de la ciudad y se dijeron el uno al otro: “¿Por qué nos quedamos aquí esperando la muerte? 4 Porque si decimos: ‘Entremos en la ciudad’, como hay hambre en la ciudad, moriremos allí; pero si nos quedamos aquí, también moriremos. Por eso es mejor que vayamos ahora y entremos en el campamento arameo; si nos dejan vivos, viviremos, y si nos matan, moriremos”.

5 Ellos se levantaron al anochecer para ir al campamento de Aram. Caminaron hasta el final del campamento arameo, pero allí no encontraron a nadie. 6 El Señor había hecho oír en el campamento arameo un ruido de carros y de caballos, como el tumulto de un gran ejército, y los arameos se decían el uno al otro: “Seguramente el rey de Israel ha contratado contra nosotros a los reyes hititas y a los reyes egipcios para que vengan en contra nuestra”. 7 Por eso al anochecer se habían levantado y, en su huida, abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus mulos, y dejaron el campamento tal como estaba. Todos huyeron para salvar sus vidas.

8 Aquellos leprosos llegaron hasta el extremo del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron. Se llevaron de allí plata, oro y vestidos, luego fueron y escondieron todo. Volvieron otra vez, entraron en otra tienda, se llevaron de allí cosas y también las escondieron.

9 Pero entonces se dijeron el uno al otro: “No está bien que en este día hagamos esto. Este es un día de buenas noticias, y si nosotros callamos y esperamos hasta la luz de la mañana, seremos castigados. Ahora vayamos, entremos en la ciudad y anunciémoslo en la casa del rey”. 10 Por eso fueron, llamaron a los guardianes de las puertas de la ciudad y les contaron todo, diciendo: “Fuimos al campamento arameo y no había allí hombre alguno ni voz humana, sino solo los caballos y los burros amarrados en el campamento y las tiendas tal como estaban”.

11 Los guardianes de las puertas transmitieron la noticia y la anunciaron en el palacio real. 12 Entonces el rey se levantó por la noche y dijo a sus sirvientes: “Yo les voy a contar lo que nos han hecho los arameos. Ellos saben que nosotros estamos hambrientos y por esto salieron del campamento para esconderse en los campos, pensando: ‘Ellos saldrán de la ciudad, los capturaremos con vida y entraremos en la ciudad’”. 13 Entonces uno de sus sirvientes le respondió: “Que se tomen cinco caballos de los que quedan y enviémoslos para que espíen, porque lo peor que puede sucederles es lo que le pasó a la multitud de Israel que ha desaparecido”. 14 Entonces tomaron dos carros de caballos y el rey los envió detrás del ejército arameo, diciéndoles: “Vayan y espíen”.

15 Ellos fueron detrás de los arameos hasta el Jordán y se encontraron con que todo el camino estaba repleto de vestidos y utensilios que los arameos habían dejado en su huida. Los espías volvieron y se lo contaron al rey.

16 Enseguida el pueblo salió y saqueó el campamento arameo. Así bajó el precio de una medida de harina fina a once gramos de plata y de una medida de cebada también a once gramos de plata, como había dicho el Señor. 17 Entre tanto, el rey había enviado al escudero, sobre cuya mano se apoyaba, a las puertas de la ciudad, pero el pueblo lo pisoteó en la puerta y así murió, tal como lo había predicho el hombre de Dios, cuando se lo anunció al rey que había venido a verlo.

18 Así se cumplió la palabra del hombre de Dios cuando predijo al rey: “Mañana, a esta misma hora en las puertas de Samaría, una medida de cebada costará once gramos de plata y una medida de harina fina, once gramos de plata”. 19 Y el escudero había respondido al hombre de Dios diciendo: “Aunque el Señor abra ventanas en el cielo, sería imposible que suceda esto”. Y Eliseo le había respondido: “¡Tú mismo lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello!”. 20 Así le sucedió: el pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.

 

La mujer fue a reclamar al rey su casa y su campo*

 

8 1 Por aquel tiempo, Eliseo dijo a la mujer a cuyo hijo había devuelto la vida: “Levántate, y tú y tu familia vayan a buscar refugio en el extranjero, porque el Señor ha anunciado una gran hambre, que vendrá sobre el país por siete años”. 2 Entonces la mujer se levantó e hizo lo que le indicaba la palabra del hombre de Dios: ella y su familia se fueron y se refugiaron en la tierra de los filisteos por siete años.

3 Al cabo de siete años la mujer retornó de la tierra de los filisteos y fue a reclamar al rey su casa y su campo. 4 Precisamente en ese momento el rey estaba hablando con Guejazí, el servidor del hombre de Dios, y le pedía: “Cuéntame, por favor, todas las cosas grandes que hizo Eliseo”. 5 En el mismo momento en que le contaba al rey cómo había devuelto la vida a un muerto, la mujer, a cuyo hijo devolvió la vida, llegó para reclamar al rey su casa y su campo. Entonces Guejazí dijo: “Rey, señor mío, esta es la mujer y este es su hijo al que Eliseo devolvió la vida”. 6 El rey interrogó a la mujer y ella le contó todo. Luego el rey le encargó a un eunuco: “Que se le devuelva todo lo que es de ella y todo el producto del campo, desde el día en que ella abandonó el país hasta ahora”.

 

Jazael fue al encuentro de Eliseo con un regalo

 

7 Luego Eliseo partió hacia Damasco. Benadad, que era rey de los arameos, estaba enfermo, y le informaron: “Ha llegado hasta aquí el hombre de Dios”. 8 Entonces el rey dijo a Jazael: “Tomarás en tu mano un regalo e irás al encuentro del hombre de Dios para consultar al Señor por medio de él. Pregunta si yo me recuperaré de mi enfermedad”.

9 Jazael fue al encuentro de Eliseo llevando como regalo unos cuarenta camellos cargados con lo mejor de Damasco. Cuando llegó, se presentó ante él y le dijo: “Tu hijo Benadad, rey de Aram, me ha enviado a preguntarte si es que se recuperará de su enfermedad”. 10 Eliseo le respondió: “Puedes ir a decirle que no se recuperará, porque el Señor me ha hecho ver que ciertamente morirá”. 11 Eliseo, el hombre de Dios, se quedó con la mirada fija durante largo rato, hasta que comenzó a llorar. 12 Entonces Jazael le preguntó: “¿Por qué lloras, señor mío?”. Eliseo respondió: “Porque sé el mal que harás a los israelitas: prenderás fuego a sus fortalezas, aniquilarás por la espada a sus jóvenes, cortarás en pedazos a sus criaturas y abrirás el vientre a sus mujeres embarazadas”. 13 Pero Jazael preguntó: “¿Pero quién es este servidor tuyo, sino solo un perro para que pueda hacer estas terribles cosas?”. Respondió Eliseo: “El Señor me ha hecho ver que tú serás el rey de Aram”.

14 Entonces Jazael se alejó de Eliseo, llegó donde su señor y este le preguntó: “¿Qué te dijo Eliseo?” Jazael le respondió: “Dijo que ciertamente te recuperarás”. 15 Pero a la mañana siguiente, Jazael tomó un cobertor, lo empapó en agua, lo apretó contra el rostro de Benadad y así lo mató. Así Jazael reinó en su lugar.

 

Jorán comenzó a reinar en Judá

= 2 Cr 21,1-20

 

16 Jorán, hijo de Josafat, comenzó a reinar en Judá en el año quinto de Jorán, hijo de Ajab, rey de Israel. 17 Tenía treinta y dos años cuando subió al trono y reinó ocho años en Jerusalén. 18 Jorán siguió el mismo camino de los reyes de Israel, como lo había hecho la casa de Ajab, porque una hija de Ajab fue su mujer. Él hizo lo malo a los ojos del Señor, 19 pero el Señor no quiso destruir Judá, en atención a su siervo David, a quien había prometido darle una lámpara perpetua, para él y su descendencia.

20 En sus días Edom se rebeló del poder de Judá y se eligieron un rey. 21 Entonces Jorán marchó a Seír, llevando consigo todos los carros. Se levantó de noche y, aunque derrotó a Edom, que lo tenía rodeado, y a los comandantes de los carros, la tropa, sin embargo, huyó en desbandada. 22 De esta manera, Edom se independizó del dominio de Judá hasta el día de hoy; también Libná se independizó en aquel tiempo.

23 El resto de los hechos de Jorán y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 24 Jorán se acostó con sus antepasados, lo sepultaron con ellos en la ciudad de David y en su lugar reinó su hijo Ocozías.

 

Ocozías comenzó a reinar en Judá

= 2 Cr 22,1-6

 

25 Ocozías, hijo de Jorán, comenzó a reinar en Judá en el año doce de Jorán, hijo de Ajab, rey de Israel. 26 Ocozías tenía veintidós años cuando subió al trono y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía, hija de Omrí, rey de Israel. 27 Siguió el mismo camino de la casa de Ajab e hizo lo malo a los ojos del Señor, como la dinastía de Ajab, porque era su yerno.

28 Jorán, hijo de Ajab, marchó a la guerra contra Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad y los arameos derrotaron a Jorán. 29 El rey Jorán se volvió a Jezrael para curarse las heridas que le habían hecho los arameos en Ramot, en la batalla contra Jazael, rey de Aram, y Ocozías, hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitar a Jorán, hijo de Ajab, en Jezrael porque estaba enfermo.

 

¡Jehú es rey!*

 

9 1 Por aquel tiempo, el profeta Eliseo llamó a uno de la comunidad de los profetas y le dijo: “Te ajustarás la túnica, tomarás este frasco de aceite en tu mano e irás a Ramot de Galaad. 2 Cuando llegues allí, encontrarás a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; entrarás, lo harás levantar de en medio de sus hermanos y lo llevarás a una habitación privada. 3 Luego tomarás el frasco de aceite, lo derramarás sobre su cabeza y le dirás: ‘Así dice el Señor: te he ungido como rey de Israel’. Entonces abrirás la puerta y huirás sin detenerte”. 4 En seguida el joven profeta partió hacia Ramot de Galaad.

5 Cuando llegó, encontró reunidos a los comandantes del ejército y dijo: “Tengo una palabra para ti, comandante”. Jehú preguntó: “¿Para quién de todos nosotros?”. El muchacho respondió: “Para ti, comandante”. 6 Entonces Jehú se levantó y entró en la casa. El muchacho derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: “Así dice el Señor, Dios de Israel: te he ungido como rey sobre el pueblo del Señor, sobre Israel. 7 Tú aniquilarás a la casa de tu señor Ajab. Así vengaré la sangre de mis servidores los profetas y la sangre de todos los servidores del Señor de manos de Jezabel. 8 Toda la casa de Ajab perecerá y eliminaré todo varón descendiente de Ajab, esclavos o libres en Israel. 9 Trataré a la casa de Ajab como a la casa de Jeroboán, hijo de Nabat, y como a la casa de Basá, hijo de Ajías. 10 Y a Jezabel se la comerán los perros en el terreno de Jezrael y nadie la sepultará”. Después de esto, el muchacho abrió la puerta y huyó.

11 Cuando Jehú salió a reunirse con los servidores del rey, su señor, ellos le preguntaron: “¿Está todo bien? ¿Por qué ha venido este loco a verte?”. Él les respondió: “Ustedes conocen bien a este hombre y su modo de hablar”. 12 Ellos respondieron: “Mentira, cuéntanos por favor”. Y él les dijo: “Esto y esto me ha dicho: ‘Así dice el Señor: te he ungido como rey de Israel’”. 13 Enseguida tomó cada uno su manto, los pusieron a sus pies, sobre los peldaños, y tocaron la trompeta gritando: “¡Jehú es rey!”.

 

Jehú conspiró contra Jorán

1 Re 21,19

 

14 Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Jorán, mientras este, junto con todo Israel, defendía a Ramot de Galaad contra Jazael, rey de Aram.

15 El rey Jorán se volvió a Jezrael para curarse las heridas que le habían hecho los arameos en su batalla contra Jazael, rey de Aram. Entonces Jehú dijo: “Si ustedes están de acuerdo, que nadie escape de la ciudad para ir a informar en Jezrael”.

16 Jehú subió a su carro y se fue a Jezrael porque Jorán estaba allí. Y también Ocozías, rey de Judá, había ido a visitar a Jorán. 17 El centinela, que estaba en la torre en Jezrael, vio a la tropa de Jehú que venía, entonces gritó: “¡Veo una tropa!”. Jorán le ordenó: “Toma un jinete, mándalo a su encuentro para que le pregunte si todo está en orden”. 18 El jinete fue a su encuentro y le dijo: “Así pregunta el rey, ¿está todo en orden?”. Jehú respondió: “¿Qué te importa a ti si está todo en orden? Colócate ahí detrás de mí”. Y el vigía informó: “El mensajero llegó hasta ellos, pero no regresa”.

19 Entonces Jorán envió un segundo jinete, que llegó hasta ellos y le dijo a Jehú: “Así pregunta el rey, ¿está todo en orden?”. Jehú le respondió: “¿Qué te importa a ti si está todo en orden? Colócate ahí detrás de mí”. 20 Entonces el vigía informó: “El jinete llegó hasta ellos, pero no regresa. Y la manera de conducir el carro es la de Jehú, hijo de Nimsí, porque conduce como un loco”.

21 Jorán ordenó: “Preparen el carro”. Cuando lo prepararon, salieron Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su propio carro y fueron al encuentro de Jehú. Lo encontraron en el campo de Nabot de Jezrael.

22 Cuando Jorán encontró a Jehú, le preguntó: “¿Está todo en orden, Jehú?”. Pero él respondió: “¿Cómo va estar todo en orden mientras continúan las prostituciones de tu madre Jezabel y sus muchas brujerías?”. 23 Entonces Jorán volvió las riendas y huyó mientras gritaba a Ocozías: “¡Traición, Ocozías!” 24 Jehú tensó su arco y alcanzó a Jorán por la espalda; la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro.

25 Entonces, Jehú dijo a su escudero Bidcar: “Levántalo y arrójalo sobre el terreno del campo de Nabot de Jezrael, porque recordarás que cuando tú y yo cabalgábamos junto a su padre Ajab, el Señor pronunció contra él esta sentencia: 26 ‘Ciertamente yo he visto ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos, oráculo del Señor’. Yo te pediré cuentas de ella en este terreno, oráculo del Señor’. Por eso, ahora arrójalo sobre el mismo terreno, según la palabra del Señor”.

 

Así se cumple la palabra del Señor

= 2 Cr 22,7-9

1 Re 21,23

 

27 Cuando Ocozías, rey de Judá, vio esto, huyó por el camino de Bet-Ganín y Jehú lo persiguió, gritando: “También a él”. Lo hirieron en su carro en la cuesta de Gur, que está en Yibleán, y huyó a Meguido, donde murió. 28 Sus servidores lo llevaron en su carro a Jerusalén y lo sepultaron con sus antepasados en la ciudad de David. 29 Ocozías había comenzado a reinar sobre Judá en el año once de Jorán, hijo de Ajab.

30 Jehú marchó a Jezrael. Cuando Jezabel escuchó esto, se pintó los ojos, se puso una corona en la cabeza y se asomó por la ventana hacia afuera. 31 Al entrar Jehú por la puerta, ella preguntó: “¿Está todo en orden, Zimrí, asesino de su señor?” 32 Jehú levantó su rostro hacia la ventana y preguntó: “¿Quién está de mi parte? ¿Quién?”. Se asomaron hacia él dos o tres eunucos. 33 Y Jehú les dijo: “¡Tírenla abajo!”. Ellos la tiraron, su sangre salpicó el muro y los caballos, y Jehú la pisoteó. 34 Él entró a comer y beber, y después ordenó: “Encárguense de esa maldita y sepúltenla, porque es una hija de reyes”. 35 Fueron a sepultarla y no pudieron encontrar más que el cráneo, los pies y las palmas de sus manos. 36 Cuando volvieron y se lo informaron, Jehú dijo: “Así se cumple la palabra del Señor que había dicho por medio de su servidor Elías, el tesbita, cuando profetizó: ‘En el terreno de Jezrael comerán los perros la carne de Jezabel’. 37 Por eso, en el campo de Jezrael el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la tierra, de tal forma que no se podrá decir: ‘Esta es Jezabel’”.

 

Los dos reyes no pudieron resistirle*

1 Re 21,21-24

 

10 1 Ajab tenía setenta hijos en Samaría, por lo que Jehú hizo escribir cartas y las envió a Samaría a los comandantes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab, diciendo: 2 “Como los hijos de su señor están con ustedes, y además tienen carros, caballos, una ciudad fortificada y armas, en cuanto reciban esta carta 3 busquen al mejor y al más recto de los hijos de su señor, siéntenlo sobre el trono de su padre y defiendan la casa de su señor”. 4 Entonces ellos se asustaron muchísimo, y se decían: “Miren, los dos reyes no pudieron resistirle, ¿cómo resistiremos nosotros?”.

5 Entonces, el mayordomo real, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores mandaron a decir a Jehú: “Nosotros somos tus servidores, haremos todo lo que tú nos digas, no proclamaremos rey a ningún otro. Haremos lo que te parezca mejor”.

6 Jehú les escribió una segunda carta que decía: “Si ustedes están conmigo y me obedecen, corten las cabezas de los hijos varones de su señor y vengan mañana a verme en Jezrael”. Los hijos del rey eran setenta varones que eran educados por los notables de la ciudad. 7 Cuando les llegó la carta, apresaron a los hijos del rey, degollaron a los setenta varones, colocaron sus cabezas en canastos y las enviaron a Jezrael.

8 Llegó un mensajero e informó a Jehú: “Han llegado las cabezas de los hijos del rey”. Y Jehú ordenó: “Colóquenlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad hasta la mañana”.

9 A la mañana siguiente, Jehú salió, y poniéndose de pie, dijo a todo el pueblo: “Ninguno de ustedes es culpable. Miren, yo he conspirado contra mi señor y lo he asesinado. Pero, ¿quién ha asesinado a todos estos? 10 Sepan, entonces, que no caerá por tierra una sola palabra del Señor, de las que él ha dicho contra la casa de Ajab. El Señor cumple todo lo que había dicho por medio de su servidor Elías”.

11 Así Jehú exterminó a todo el resto de la casa de Ajab en Jezrael, a todos sus nobles, a sus amigos y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ningún sobreviviente de Ajab.

 

No sobrevivió ninguno de ellos

1 Re 21,21-24

 

12 Jehú se levantó y entró en la ciudad. Poco después se marchó a Samaría, y cuando iba de camino por Betequed de los Pastores, 13 se encontró con los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “Nosotros somos los hermanos de Ocozías, venimos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre”. 14 Entonces, Jehú ordenó: “Agárrenlos vivos”. Los apresaron con vida y los degollaron en un pozo de Betequed; eran cuarenta y dos hombres y no sobrevivió ninguno de ellos.

 

Así Jehú exterminó de Israel a Baal

 

15 Jehú partió de allí y se encontró con Jonadab, hijo de Recab, que salía a recibirlo, lo saludó y le preguntó: “¿Eres tan leal conmigo como yo lo soy contigo?”. Jonadab respondió: “Ciertamente lo soy”. Entonces, Jehú dijo: “Si es así, dame tu mano”. Jonadab le dio la mano y Jehú lo subió consigo al carro 16 y le dijo: “Te invito a que vengas conmigo para que veas mi celo por el Señor”. Así lo llevó consigo en el carro. 17 Llegaron a Samaría y, juntos, aniquilaron a todos los sobrevivientes de Ajab en Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que el Señor había dicho a Elías.

18 Después Jehú convocó a todo el pueblo y le dijo: “Ajab veneraba a Baal un poco, pero Jehú lo venerará mucho más. 19 Llamen ahora a todos los profetas de Baal, a todos sus adoradores y a todos sus sacerdotes para que se reúnan conmigo; que no falte ninguno. Porque quiero ofrecer un gran sacrificio a Baal. Todo aquel que falte morirá”. Jehú actuaba con astucia, a fin de destruir a todos los adoradores de Baal.

20 Después Jehú dijo: “Proclamen una asamblea santa en honor de Baal”. Ellos la convocaron. 21 Jehú envió mensajeros por todo Israel y se reunieron todos los adoradores de Baal; no faltó nadie. Entraron en la casa de Baal y el templo se llenó por completo. 22 Jehú dijo al encargado del vestuario: “Prepara vestidos para todos los adoradores de Baal”. Y este los preparó para todos ellos.

23 Jehú y Jonadab, hijo de Recab, entraron en la casa de Baal y ordenaron a los adoradores de Baal: “Revisen bien y fíjense que no haya aquí, entre ustedes, alguno de los servidores del Señor, sino solamente servidores de Baal”. 24 Luego ingresaron para ofrecer los sacrificios y holocaustos. Pero Jehú había colocado afuera a ochenta hombres y les había dicho: “Quien deje escapar a alguno de los hombres que yo entrego en sus manos, responderá con su vida”.

25 Cuando terminó de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a la escolta y a los escuderos: “Entren y aniquílenlos, que nadie escape”. Así los aniquilaron con la espada. Y la escolta y los escuderos los dejaron tirados por el suelo en el interior de la casa de Baal.

26 Luego sacaron la imagen sagrada de la casa de Baal y la quemaron. 27 Después de destruir la imagen de Baal, demolieron su templo y lo convirtieron en una cloaca, que existe hasta el día de hoy. 28 Así Jehú exterminó de Israel a Baal.

 

Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboán

 

29 Pero Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel: conservó los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan.

30 A pesar de que el Señor había prometido a Jehú: “Porque has actuado bien al hacer lo correcto a mis ojos, según todo lo que había en mi corazón, para dar su merecido a la casa de Ajab, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación”. 31 Pero Jehú no se cuidó de caminar según la Ley del Señor, Dios de Israel, con todo su corazón, ni se apartó de los pecados de Jeroboán, con los que hizo pecar a Israel; 32 por eso, en aquellos días. el Señor comenzó a reducir el territorio de Israel. Jazael atacó todas las fronteras de Israel 33 al este del Jordán, por toda la región de Galaad, los territorios de Gad, Rubén y Manasés; desde Aroer, que está junto al río Arnón, y también Galaad y Basán.

34 El resto de los hechos de Jehú, todo lo que hizo y todas sus empresas, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 35 Jehú se acostó con sus antepasados, lo sepultaron en Samaría, y en su lugar comenzó a reinar su hijo Joacaz. 36 El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaría fue de veintiocho años.

 

V- HISTORIA DE REYES DE ISRAEL Y DE JUDÁ

 

Atalía reinaba en el país*

= 2 Cr 22,10-12

 

11 1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, decidió eliminar a todos los descendientes reales. 2 Pero Josebá, hija del rey Jorán, hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías, y lo rescató de entre los hijos del rey que iban a ser asesinados. Y lo escondió de Atalía en un dormitorio, junto con su nodriza, y así no murió. 3 El niño estuvo escondido con ella en la casa del Señor seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

 

¡Que viva el rey!

= 2 Cr 23,1-21

 

4 En el séptimo año, Yoyadá convocó a los jefes de cien de los carios y de la escolta. Los hizo venir consigo a la casa del Señor, pactó con ellos una alianza y les hizo jurar por el templo del Señor. A continuación, les mostró al hijo del rey 5 y les dio esta orden: “Esto es lo que deben hacer los que vienen los sábados: un tercio de ustedes vigilará atentamente el palacio del rey; 6 lo mismo el tercio que está junto a la puerta del Sur y el tercio que está junto a la puerta detrás de la escolta; todos ustedes vigilarán atentamente el palacio. 7 En cambio, todos los que salen los sábados, los otros dos grupos de entre ustedes, vigilarán atentamente el templo del Señor, junto con el rey; 8 se colocarán alrededor del rey, cada uno con su arma en la mano, y si alguien se aproxima a las filas, deberá morir. Ustedes estarán junto al rey cuando salga y cuando entre”.

9 Los jefes de cien hicieron todo lo que les ordenó el sacerdote Yoyadá. Ellos tomaron cada uno a sus hombres, tanto los que entraban como los que salían los sábados, y se presentaron ante el sacerdote Yoyadá. 10 Este entregó a los jefes de cien las lanzas y los escudos, que eran del rey David y estaban en la casa del Señor. 11 Los escoltas se colocaron de pie, cada uno con su arma en la mano, de sur a norte, rodeando el altar y el Templo para proteger al rey. 12 Entonces Yoyadá hizo salir al hijo del rey, colocó sobre él la corona, las insignias reales y lo proclamó rey. Luego lo ungió y todos aplaudieron gritando: “¡Que viva el rey!”.

13 Al escuchar Atalía los gritos de la escolta y del pueblo, fue al Templo donde estaba la gente. 14 Cuando miró y vio que el rey estaba de pie sobre el estrado, según la costumbre, que los comandantes y la banda de música estaban junto a él y que toda la población estaba alegre y tocando las trompetas, Atalía rasgó sus vestidos y gritó: “¡Traición, traición!”.

15 El sacerdote Yoyadá dio orden a los jefes de cien, que estaban a cargo de las tropas, diciéndoles: “Sáquenla de la casa, por entre las filas, y si alguien la sigue, mátenlo a espada”. Porque el sacerdote deseaba que no la matasen en la casa del Señor. 16 Entonces la detuvieron y la llevaron por el camino de la entrada de los caballos a la casa del rey y allí la mataron.

17 En aquel día, Yoyadá pactó una alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, para que fuese el pueblo del Señor. Y también entre el rey y el pueblo. 18 Luego toda la población fue al templo de Baal y lo derribó. Destrozaron totalmente sus altares y sus imágenes y delante del altar asesinaron a Matán, sacerdote de Baal. El sacerdote Yoyadá colocó centinelas en la casa del Señor. 19 A continuación, acompañado de los jefes de cien, los carios, los escoltas y toda la población, llevaron al rey desde el templo del Señor, yendo por el camino de la puerta de los escoltas hasta el palacio real, y el rey tomó posesión de su trono. 20 La población estaba alegre y la ciudad estaba en calma. Atalía había sido asesinada a espada en la casa del rey.

 

Joás reinó durante cuarenta años en Jerusalén*

= 2 Cr 24,1-3

 

12 1 Joás tenía siete años cuando subió al trono. 2 Comenzó a reinar en el año séptimo del reinado de Jehú y reinó durante cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre era Sibyá, originaria de Berseba. 3 Joás hizo lo recto a los ojos del Señor todo el tiempo, porque el sacerdote Yoyadá lo había instruido. 4 Pero no suprimió los santuarios locales y el pueblo continuó sacrificando y quemando incienso en ellos.

 

Repararán el templo del Señor

= 2 Cr 24,4-27

 

5 Un día, Joás dijo a los sacerdotes: “Tomen todo el dinero consagrado, que se ha depositado en el Templo: el dinero del impuesto personal, el dinero de los exvotos y todo el dinero que la gente haya dado voluntariamente a la casa del Señor. 6 Con todo eso repararán los daños que encuentren en el Templo del Señor, pero los sacerdotes pueden conservar el dinero proveniente de sus servicios”.

7 Pero en el año veintitrés del reinado de Joás, los sacerdotes aún no habían reparado los daños del Templo. 8 Entonces el rey Joás llamó al sacerdote Yoyadá y a los sacerdotes, y les preguntó: “¿Por qué no han hecho las reparaciones de los daños de la casa? Desde ahora no conservarán el dinero de sus servicios, sino que también lo entregarán para las reparaciones”. 9 Los sacerdotes estuvieron de acuerdo en no recibir el dinero del pueblo, pero no en encargarse de hacer las reparaciones de los daños de la casa.

10 Entonces, el sacerdote Yoyadá tomó un cofre, le hizo un agujero en la tapa y lo colocó junto al altar, a la derecha, según se entra al Templo del Señor; los sacerdotes que custodiaban la entrada, echaban allí todo el dinero que traían a la casa del Señor.

11 Cuando veían que había mucho dinero en el cofre, el escriba del rey y el sumo sacerdote venían, lo vaciaban y contaban el dinero que se encontraba en la casa del Señor. 12 Y entregaban el dinero contado en manos de los capataces de la obra, contratados en el Templo. Ellos lo empleaban para pagar a los talladores de madera y a los constructores, 13 a los albañiles y a los talladores de piedra, para comprar maderas y piedras labradas y para reparar todos los daños de la casa del Señor. 14 El dinero que era entregado al templo del Señor no se empleó para hacer fuentes, despabiladores, ánforas, trompetas de plata, ni ningún utensilio de oro o de plata, 15 sino que lo entregaban a los trabajadores de la obra, y reparaban con él la casa del Señor. 16 Y no se pedían cuentas a los hombres, a los que se les confiaba el dinero para pagar a los trabajadores de la obra, porque ellos actuaban con honestidad. 17 El dinero de la expiación y el dinero ofrecido por los pecados no eran empleados en la reparación del Templo, sino que eran para los sacerdotes.

18 En ese tiempo Jazael, rey de Aram, fue e hizo la guerra contra Gat, la capturó y luego se puso en marcha contra Jerusalén. 19 Por eso Joás, rey de Judá, tomó todas las ofrendas que habían consagrado sus antepasados Josafat, Jorán y Ocozías, reyes de Judá, las que él mismo había consagrado y todo el oro que se encontraba en el tesoro del Templo del Señor y en el palacio del rey, y se las envió a Jazael, rey de Aram. Y así este se alejó de Jerusalén.

20 El resto de los hechos de Joás y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 21 Sus servidores se sublevaron, tramaron una conspiración y asesinaron a Joás en Bet-Miló, en la cuesta de Silá. 22 Yosabad, hijo de Simat, y Yeosabad, hijo de Semer, servidores suyos, lo hirieron. Así murió y lo sepultaron con sus antepasados en la ciudad de David, y en su lugar comenzó a reinar su hijo Amasías.

 

Joacaz comenzó a reinar en Samaria*

 

13 1 Joacaz, hijo de Jehú, comenzó a reinar en Samaria en el año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, y reinó durante diecisiete años. 2 Hizo lo malo a los ojos del Señor, siguió cometiendo los mismos pecados con los que Jeroboán, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel y no se apartó de ellos.

3 Entonces, la cólera del Señor se encendió contra Israel y lo entregó en las manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Benadad, hijo de Jazael, durante todo ese tiempo. 4 Pero Joacaz se reconcilió con el Señor, y el Señor lo escuchó porque vio la opresión de Israel y cómo lo oprimía el rey de Aram. 5 Entonces, el Señor suscitó un salvador para Israel, que lo liberó de la mano de Aram, y los hijos de Israel volvieron a residir en sus casas, como en tiempos pasados. 6 Pero, aun así, no se apartaron de los pecados de la casa de Jeroboán, con los que hizo pecar a Israel, sino que persistieron en ellos. Todavía la imagen de Aserá estaba en pie en Samaría.

7 Ya no le quedaron a Joacaz más tropas que cincuenta jinetes, diez carros y diez mil soldados, porque el rey de Aram las destruyó y las redujo a polvo que se pisotea.

8 El resto de los hechos de Joacaz, todo lo que hizo y sus éxitos, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 9 Joacaz se acostó con sus antepasados, lo sepultaron en Samaría y en su lugar comenzó a reinar su hijo Joás.

 

Joás comenzó a reinar sobre Israel

 

10 Joás, hijo de Joacaz, comenzó a reinar sobre Israel en el año treinta y siete de Joás, rey de Judá, y reinó en Samaria durante dieciséis años. 11 Hizo lo malo a los ojos del Señor y no se apartó de ninguno de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel, sino que persistió en ellos.

12 El resto de los hechos de Joás, todo lo que hizo y sus éxitos en la lucha contra Amasías, rey de Judá, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 13 Joás se acostó con sus antepasados y Jeroboán lo sucedió como rey. A Joás lo sepultaron en Samaría con los demás reyes de Israel.

 

Eliseo murió y lo sepultaron

 

14 Cuando Eliseo enfermó de muerte, Joás, rey de Israel, fue a verlo y lloró delante de él, diciendo: “¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!”.

15 Entonces Eliseo le dijo: “¡Toma un arco y unas flechas!”. Joás tomó un arco y unas flechas. 16 Eliseo dijo al rey de Israel: “Debes sostener el arco con tus manos”. Y lo sostuvo con sus manos, mientras Eliseo colocó sus manos sobre las del rey.

17 Después le dijo: “Abre la ventana que mira al oriente”. Joás la abrió y Eliseo le dijo: “Dispara”. Y él disparó la flecha. Entonces, Eliseo dijo: “Es una flecha de victoria en el Señor y una flecha de victoria sobre Aram. Así destruirás completamente a Aram en Afec”.

18 Eliseo le dijo otra vez: “Toma las flechas”. Y Joás las tomó. Eliseo le dijo al rey de Israel: “Dispara hacia el suelo”. Y él disparó tres veces y luego se detuvo.

19 El hombre de Dios se enojó con Joás, y dijo: “Si hubieses disparado cinco o seis veces, entonces habrías destruido completamente a Aram. Pero ahora solo vencerás a Aram tres veces”.

20 Eliseo murió y lo sepultaron. Durante ese tiempo, las bandas de Moab asolaban la tierra en el comienzo del año. 21 Una vez que estaban sepultando a un hombre, en ese momento vieron una banda, lanzaron al difunto en la tumba de Eliseo y se fueron. Pero cuando el difunto tocó los huesos de Eliseo, revivió y se puso a caminar.

22 Jazael, rey de Aram, había oprimido a Israel durante todos los días de Joacaz. 23 Pero el Señor se compadeció, tuvo misericordia y se volvió hacia ellos a causa de su alianza con Abrahán, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos ni expulsarlos de su presencia hasta ahora. 24 Luego Jazael, rey de Aram, murió y en su lugar comenzó a reinar su hijo Benadad. 25 Joás, hijo de Joacaz, recobró, de manos de Benadad, las ciudades que su padre Jazael había tomado en la guerra de la mano de Joacaz. Joás lo venció por tres veces y recuperó las ciudades de Israel.

 

Amasías comenzó a reinar en Judá*

= 2 Cr 25,1-28

Dt 24,16; Jr 31,29-30; Ez 18,1-4

 

14 1 Amasías, hijo de Joás, comenzó a reinar en Judá en el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. 2 Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Yoadán, originaria de Jerusalén. 3 Hizo lo recto a los ojos del Señor, solo que no como su padre David, sino que actuó según todo lo que había hecho su padre Joás. 4 Como no fueron suprimidos los santuarios locales, el pueblo continuó sacrificando y quemando incienso en ellos.

5 Cuando el reino se consolidó en sus manos, aniquiló a los servidores que habían asesinado a su padre el rey. 6 Pero a los hijos de los asesinos no los mandó matar, como está escrito en el libro de la Ley de Moisés, como el Señor lo ordenó: “No morirán los padres por los hijos, ni los hijos morirán por los padres, sino que cada uno morirá por su propia culpa”.

7 Amasías venció a diez mil hombres de Edom en el valle de la Sal y conquistó Selá en la guerra y le puso por nombre Yoctel, hasta el día de hoy. 8 Entonces, Amasías envió unos mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciéndole: “¡Enfréntate conmigo, cara a cara!”. 9 Entonces Joás, rey de Israel, envió un mensaje a Amasías, rey de Judá, con esta respuesta: “El cardo del Líbano mandó decir al cedro del Líbano: ‘Dame a tu hija como esposa para mi hijo’. Pero pasaron las bestias del campo, que hay en el Líbano, y pisotearon el cardo. 10 Es cierto que has vencido a Edom, y por eso se ha enorgullecido tu corazón. Quédate con tu gloria y vuelve a tu casa. ¿Por qué exponerte a una derrota para que caigas tú y Judá contigo?”.

11 Pero Amasías no lo escuchó. Entonces fue Joás, rey de Israel, y se enfrentó con Amasías, rey de Judá, en Betsemes de Judá. 12 Judá cayó derrotado ante Israel y huyó cada uno a su casa. 13 Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, fue capturado por Joás, rey de Israel, en Betsemes. Joás fue luego a Jerusalén y abrió una brecha de unos ciento ochenta metros en las murallas de Jerusalén, desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo. 14 Joás tomó todo el oro, la plata y todos los utensilios que se encontraban en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real, y también a algunos rehenes, y se volvió a Samaría.

 

Joás luchó contra Amasías

 

15 El resto de los hechos de Joás, lo que hizo, sus éxitos y cómo luchó contra Amasías, rey de Judá, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 16 Joás se acostó con sus antepasados; lo sepultaron en Samaría con los demás reyes de Israel, y en su lugar comenzó a reinar su hijo Jeroboán.

 

Azarías fue rey en lugar de su padre Amasías

 

17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. 18 El resto de todos los hechos de Amasías, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 19 Tramaron contra él una conspiración en Jerusalén; por eso huyó a Laquis, pero enviaron gente que lo persiguió para asesinarlo y murió allí. 20 Lo subieron en unos caballos y lo sepultaron con sus antepasados en Jerusalén, en la ciudad de David. 21 Entonces, todo el pueblo de Judá tomó a Azarías*, cuando tenía dieciséis años, y lo proclamaron rey en lugar de su padre Amasías. 22 Azarías reconstruyó Eilat y la restituyó a Judá, después de la muerte de su padre.

 

Jeroboán comenzó a reinar en Samaria

 

23 Jeroboán, hijo de Joás, rey de Israel, comenzó a reinar en Samaria en el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, y reinó por cuarenta y un años. 24 Hizo lo malo a los ojos del Señor, porque no se apartó de ninguno de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel.

25 Restituyó las fronteras de Israel desde la entrada de Jamat hasta el mar de Arabá, según la palabra del Señor, Dios de Israel, que había dicho por medio de su servidor el profeta Jonás, hijo de Amitay, de Gat Jefer, 26 porque el Señor había visto la amarga miseria de Israel, no había esclavo ni libre que auxiliase a Israel. 27 Todavía el Señor no había determinado suprimir el nombre de Israel debajo del cielo, y los rescató por mano de Jeroboán, hijo de Joás.

28 El resto de los hechos de Jeroboán, todo lo que hizo, los éxitos que alcanzó luchando y cómo restituyó Damasco y Jamat a Israel, que habían pertenecido a Judá, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 29 Jeroboán se acostó con sus antepasados, los reyes de Israel, y en su lugar reinó su hijo Zacarías.

 

Azarías comenzó a reinar en Judá*

= 2 Cr 26,1-23

Lv 13,46

 

15 1 Azarías, hijo de Amasías, comenzó a reinar en Judá en el año veintisiete de Jeroboán, rey de Israel. 2 Tenía dieciséis años cuando subió al trono y reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. El nombre de su madre era Yecolías, originaria de Jerusalén. 3 Hizo lo recto a los ojos del Señor, al igual que su padre Amasías. 4 Pero no fueron suprimidos los santuarios locales y el pueblo continuó sacrificando y quemando incienso en ellos.

5 El Señor envió una enfermedad al rey y contrajo lepra hasta el día de su muerte. Azarías habitaba en una casa aislada. Jotán, el hijo del rey, administraba el palacio y gobernaba a la población del país.

6 El resto de los hechos de Azarías y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 7 Azarías se acostó con sus antepasados y lo sepultaron en la ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Jotán.

 

Zacarías comenzó a reinar sobre Israel

 

8 Zacarías, hijo de Jeroboán, comenzó a reinar sobre Israel en el año treinta y ocho de Azarías, rey de Judá, y reinó en Samaria seis meses. 9 Hizo el mal a los ojos del Señor como sus antepasados y no se apartó de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel.

10 Por entonces, Salún, hijo de Yabés, conspiró contra él. Lo atacó en Yibleán, lo mató y reinó en su lugar. 11 El resto de los hechos de Zacarías están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 12 En él se cumplió lo que el Señor había dicho a Jehú: “Tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán sobre el trono de Israel”. Y así sucedió.

 

Salún comenzó a reinar en Samaria

 

13 Salún, hijo de Yabés, comenzó a reinar en el año treinta y nueve de Ozías (Azarías), rey de Judá, y reinó durante un mes en Samaría. 14 Entonces, Menajén, hijo de Gadí, vino desde Tirsá, entró en Samaría, atacó a Salún, hijo de Yabés, lo mató y reinó en su lugar. 15 El resto de los hechos de Salún y la conspiración que tramó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

 

Menajén comenzó a reinar sobre Israel

 

16 En ese tiempo, Menajén atacó Tifsaj y a todos los que habitaban en ella y sus fronteras hasta Tirsá, porque no lo quisieron aceptar como rey y les abrió el vientre a todas las embarazadas.

17 Menajén, hijo de Gadí, comenzó a reinar sobre Israel en el año treinta y nueve de Azarías, rey de Judá, y reinó durante diez años en Samaria 18 Hizo lo malo a los ojos del Señor, porque durante todos sus días no se apartó de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel.

19 Por entonces llegó Pul, rey de Asiria, contra el país. Menajén le entregó treinta y cuatro mil doscientos setenta y dos kilos de plata, para que lo ayudara a consolidar el reino en su mano. 20 Menajén recaudó el dinero de Israel, de todos los hombres notables, para darlo al rey de Asiria: quinientos setenta gramos de plata por cada uno. Y el rey de Asiria se retiró sin detenerse en el país.

21 El resto de los hechos de Menajén, y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 22 Menajén se acostó con sus antepasados y en su lugar reinó su hijo Pecajías.

 

Pecajías comenzó a reinar sobre Israel

 

23 Pecajías, hijo de Menajén, comenzó a reinar sobre Israel en el año cincuenta de Azarías, rey de Judá, y reinó en Samaría durante dos años. 24 Hizo lo malo a los ojos del Señor, porque no se apartó de los pecados de Jeroboán, hijo de Nebat, con los que hizo pecar a Israel.

25 Su escudero Pecaj, hijo de Romelías, conspiró contra Pecajías y lo atacó en Samaría, en la fortaleza de la casa del rey. Junto a Pecaj estaban Argob, Arié y cincuenta hombres de los hijos de Galaad. Mató al rey y reinó en su lugar.

26 El resto de los hechos de Pecajías y todo lo que emprendió están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

 

Pecaj comenzó a reinar sobre Israel

 

27 Pecaj, hijo de Romelías, comenzó a reinar sobre Israel en el año cincuenta y dos de Azarías, rey de Judá, y reinó en Samaría durante veinte años. 28 Hizo lo malo a los ojos del Señor, porque no se apartó de los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, con los que hizo pecar a Israel.

29 En los días de Pecaj, rey de Israel, fue Teglatfalasar, rey de Asiria, y capturó Iyón, Abel-Bet-Maacá, Yanoaj, Cades, Jasor, Galaad, la Galilea y toda la tierra de Neftalí, y exilió a la población a Asiria.

30 Entonces, Oseas, hijo de Elá, conspiró contra Pecaj, hijo de Romelías, lo atacó, lo mató y reinó en su lugar en el año veinte de Jotán, hijo de Azarías. 31 El resto de los hechos de Pecaj y todo lo que emprendió, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

 

Jotán comenzó a reinar en Judá

= 2 Cr 27,1-9

 

32 Jotán, hijo de Azarías, comenzó a reinar en Judá en el año segundo de Pecaj, hijo de Romelías, rey de Israel. 33 Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó dieciséis años en Jerusalén. El nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoc. 34 Hizo lo recto a los ojos del Señor, al igual que su padre Azarías.

35 Pero no fueron suprimidos los santuarios locales y el pueblo continuó sacrificando y quemando incienso en ellos. Jotán edificó la puerta superior de la casa del Señor.

36 El resto de los hechos de Jotán

 y todo lo que emprendió, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 37 En aquellos días, el Señor comenzó a enviar contra Judá a Rasín, rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Romelías.

38 Jotán se acostó con sus antepasados, lo sepultaron con ellos en la ciudad de su padre David y en su lugar reinó su hijo Ajaz.

 

Ajaz comenzó a reinar en Judá*

= 2 Cr 28,1-27

Is 7,1-17

 

16 1 Ajaz, hijo de Jotán, comenzó a reinar en Judá en el año diecisiete de Pecaj, hijo de Romelías. 2 Ajaz tenía veinte años cuando subió al trono y reinó veintiséis años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos del Señor, su Dios, como su padre David. 3 Siguió el camino de los reyes de Israel, e incluso hizo pasar a su hijo por el fuego, según las abominaciones de los extranjeros, que el Señor había expulsado delante de los hijos de Israel. 4 Ajaz sacrificaba y quemaba incienso en los santuarios locales, en las alturas y bajo todo árbol frondoso.

5 Por entonces, Rasín, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Romelías, rey de Israel, marcharon contra Jerusalén para hacer la guerra. Sitiaron a Ajaz, pero no pudieron entablar batalla. 6 En aquel tiempo, Rasín, rey de Aram, reconquistó Eilat para Edom. Expulsó a los judíos de Eilat; los edomitas entraron en Eilat, y han habitado allí hasta el día de hoy.

7 Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: “Yo soy tu servidor y tu hijo, ven y sálvame de la mano del rey de Aram y de la mano del rey de Israel, que marchan contra mí”. 8 Luego, Ajaz tomó la plata y el oro de la casa de Dios y de los tesoros de la casa del rey y se los envió como regalo al rey de Asiria. 9 Este accedió al pedido, fue contra Damasco, la capturó y exilió a sus habitantes a Guir y mató a Rasín.

10 Entonces, el rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de Asiria, y allí vio el altar que hay en Damasco. El rey Ajaz envió al sacerdote Urías el diseño del altar y de su construcción, según su propia forma original. 11 El sacerdote Urías reprodujo el altar según el diseño que le había enviado el rey Ajaz desde Damasco, y así lo hizo antes que volviese. 12 Cuando el rey llegó desde Damasco y vio el altar, se acercó y subió a él; 13 ofreció su holocausto y su ofrenda, hizo su libación y esparció la sangre de su sacrificio de reconciliación sobre este. 14 En cuanto al altar de bronce que estaba ante el Señor, lo desplazó de delante del Templo, de entre el altar nuevo y el Templo, y lo colocó al lado norte del nuevo altar.

15 Entonces, el rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: “Sobre el gran altar ofrecerás el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde, el holocausto del rey y su ofrenda, el holocausto de todo el pueblo y su ofrenda; y derramarás sobre él las libaciones, con toda la sangre de los holocaustos y toda la sangre de los sacrificios. En cuanto al altar de bronce, será para lo que yo determine”.

16 El sacerdote Urías hizo según todo lo que le ordenó el rey Ajaz. 17 El rey Ajaz quitó los paneles de sus plataformas. Desmontó también el recipiente de agua y el mar de bronce de encima de los toros que lo sostenían y lo colocó sobre el pavimento de piedra. 18 Y en atención al rey de Asiria, retiró del Templo la tribuna del sábado, que había construido, y la entrada externa reservada al rey.

19 El resto de los hechos de Ajaz y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 20 Ajaz se acostó con sus antepasados, lo sepultaron con ellos en la ciudad de David y en su lugar reinó su hijo Ezequías.

 

VI- DESTRUCCIÓN DEL REINO DE ISRAEL

 

Oseas comenzó a reinar sobre Israel*

 

17 1 Oseas, hijo de Elá, comenzó a reinar sobre Israel en el año doce de Ajaz, rey de Judá, y reinó en Samaría durante nueve años. 2 Hizo lo malo a los ojos del Señor, solo que no como los reyes de Israel que lo precedieron.

 

El rey de Asiria conquistó Samaría

 

3 Salmanasar, rey de Asiria, marchó contra él y Oseas se hizo su vasallo pagándole tributo. 4 Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas tramaba una conspiración, porque había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no continuó pagando el tributo como todos los años. Entonces el rey de Asiria lo arrestó y lo encadenó en una prisión.

5 A continuación, el rey de Asiria invadió todo el país, marchó contra Samaría y la sitió durante tres años. 6 En el año noveno del reinado de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría y deportó a Israel a Asiria. Asentó a los israelitas en Jalaj, junto al Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media.

 

El Señor apartó a Israel de su presencia

 

7 Todo esto sucedió porque los hijos de Israel, al venerar a otros dioses, pecaron contra el Señor, su Dios, que los hizo salir de la tierra de Egipto, liberándolos de la mano del faraón, rey de Egipto. 8 Siguieron las leyes de los extranjeros, que el Señor había expulsado ante los israelitas, y de los reyes de Israel que las practicaban.

9 Los israelitas cometieron acciones perversas contra el Señor, su Dios, y se construyeron santuarios locales en todas sus ciudades, desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas. 10 Se erigieron ídolos e imágenes de Aserá en todas las colinas elevadas y debajo de todos los árboles frondosos. 11 Quemaron incienso en todos los santuarios locales, a imitación de los extranjeros que el Señor había exiliado de su presencia, e hicieron cosas perversas para provocar al Señor. 12 Sirvieron a los ídolos, a pesar de que el Señor les había dicho que no hicieran tal cosa.

13 No obstante que el Señor había advertido a Israel y a Judá, por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: “¡Conviértanse de sus caminos perversos y guarden mis mandamientos, mis preceptos y toda la Ley que yo he mandado a sus padres y que he transmitido a ustedes por medio de mis servidores, los profetas!”. 14 Pero no escucharon y fueron obstinados como sus padres, que no creyeron en el Señor, su Dios. 15 Ellos rechazaron sus leyes y su alianza, que el Señor había pactado con sus antepasados, y las advertencias que les había hecho. Se fueron detrás de vanidades, y se hicieron ellos mismos vanidad. Se extraviaron detrás de los extranjeros que los rodeaban, acerca de los que el Señor les había ordenado no actuar como ellos.

16 Así desobedecieron todos los mandamientos del Señor, su Dios. Se hicieron imágenes fundidas, tales como los dos becerros, e hicieron imágenes de Aserá, adoraron a todos los astros del cielo y sirvieron a Baal. 17 Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego. Practicaron la adivinación y la brujería, y se dedicaron a hacer el mal ante los ojos del Señor para provocarlo. 18 Por esto, el Señor se disgustó muchísimo con Israel y los expulsó de su presencia. No sobrevivió sino solamente la tribu de Judá. 19 Pero tampoco Judá guardó los mandamientos del Señor, su Dios, sino que siguieron las costumbres que Israel había practicado.

20 Así el Señor rechazó a todos los descendientes de Israel; los humilló y los entregó en las manos de los saqueadores, hasta que los hubo expulsado de su presencia. 21 Esto sucedió porque Israel se había separado de la casa de David y proclamado rey a Jeroboán, hijo de Nabat, quien desvió a Israel del seguimiento del Señor y lo hizo pecar con grandes pecados. 22 Los hijos de Israel persistieron en todos los pecados que practicó Jeroboán y no se apartaron de ellos, 23 hasta que el Señor apartó a Israel de su presencia, como lo había anunciado por medio de todos sus servidores, los profetas, y exilió a Israel de su tierra a Asiria hasta el día de hoy.

 

Veneraban al Señor, al tiempo que servían a sus dioses

 

24 El rey de Asiria llevó gente de Babilonia, de Cutá, de Avá, de Jamat y de Sefarvaín, y los asentó en las ciudades de Samaría, en lugar de los hijos de Israel. Ellos tomaron posesión de Samaría y habitaron en sus ciudades.

25 Como ellos no veneraban al Señor cuando comenzaron a asentarse en ese lugar, el Señor les envió leones que los devoraban. 26 Se lo informaron al rey de Asiria, diciendo: “Los extranjeros que exiliaste e hiciste asentar en las ciudades de Samaría no conocen la manera de venerar al Dios del país, quien ha enviado contra ellos leones, que los están exterminando, porque ninguno de ellos conoce la manera de venerar al Dios del país”.

27 Entonces, el rey de Asiria ordenó: “Manden allí a uno de los sacerdotes que fueron exiliados. Que vaya, se asiente en ese lugar y les enseñe la manera de venerar al Dios del país”. 28 Así uno de los sacerdotes exiliados de Samaría vino, se asentó en Betel y les enseñó cómo venerar al Señor.

29 Pero cada nación hizo su propio dios y en la ciudad donde habitaban lo colocó en el santuario local que los samaritanos habían construido. 30 Así los hombres de Babilonia hicieron a Sucot Benot, los hombres de Cutá hicieron a Nergal y los hombres de Jamat hicieron a Asimá. 31 Los eveos hicieron a Nibjaz y a Tartac, y los de Sefarvaín quemaban a sus hijos en el fuego en honor de Adramelec y de Anamelec, dioses de Sefarvaín.

32 Al mismo tiempo, veneraron al Señor y se eligieron sacerdotes de su mismo pueblo para los santuarios locales, donde ellos oficiaban. 33 Veneraban al Señor, al tiempo que servían a sus dioses según las normas de los extranjeros, de donde habían sido exiliados. 34 Hasta el día de hoy practican sus normas antiguas. Ninguno venera al Señor y ninguno practica sus leyes ni sus normas, ni la Ley ni los mandamientos que había ordenado el Señor a los hijos de Jacob, a quien le puso el nombre de Israel. 35 En efecto, el Señor había pactado con ellos una Alianza y les había ordenado: “No venerarán a otros dioses y no los adorarán, no los servirán y no les ofrecerán sacrificios, 36 sino que venerarán solo al Señor, que los hizo salir de la tierra de Egipto, con gran fuerza y con brazo extendido; solo a él adorarán, y solo a él ofrecerán sacrificios. 37 Guardarán las leyes, las normas, la Ley y los mandamientos que él prescribió para ustedes. Los cumplirán todos los días y no venerarán dioses extranjeros. 38 No olvidarán la Alianza que he pactado con ustedes y no venerarán dioses extranjeros, 39 sino que al Señor, su Dios, venerarán, y él los librará de la mano de todos sus enemigos”.

40 Pero ellos no escucharon, sino que siguieron practicando sus normas antiguas. 41 Y esos extranjeros se convirtieron al mismo tiempo en adoradores del Señor y de sus ídolos. También sus hijos y sus nietos les dieron culto, igual que hicieron sus padres, y así lo han seguido haciendo hasta el día de hoy.

 

VII- REINO DE JUDÁ: UNIDAD Y DECADENCIA

 

Ezequías comenzó a reinar en Judá*

= 2 Cr 29,1-2; 31,1

 1 Re 17,1-6

 

18 1 Ezequías, hijo de Ajaz, comenzó a reinar en Judá en el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel. 2 Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abí, hija de Zacarías. 3 Hizo lo recto a los ojos del Señor, su Dios, enteramente como David su padre.

4 Fue Ezequías quien suprimió los santuarios locales, derribó los ídolos y destruyó las imágenes de Aserá. Hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta aquel día los hijos de Israel le ofrecían incienso y la llamaban Nejustán.

5 Puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. Después de Ezequías no ha habido uno como él, entre todos los reyes de Judá, ni tampoco entre los que hubo antes. 6 Se adhirió al Señor sin apartarse de su seguimiento y guardó los mandamientos que el Señor había dado a Moisés. 7 Por eso el Señor estuvo con él y tuvo éxito en todo lo que emprendió. Ezequías se rebeló contra el rey de Asiria y no se sometió a su poder. 8 Venció a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas.

9 En el año cuarto del rey Ezequías; es decir, en el año séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, marchó Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y la sitió. 10 La capturó al cabo de tres años, en el año sexto de Ezequías. Es decir, en el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue capturada Samaría. 11 El rey de Asiria exilió a Israel a Asiria y los asentó en Jalaj, en Jabor, junto al río Gozán, y en las ciudades de Media. 12 Esto sucedió porque no escucharon la voz del Señor, su Dios, violaron su Alianza, todo lo que Moisés, el servidor del Señor, había mandado, y no obedecieron ni cumplieron sus mandatos.

 

El rey de Asiria impuso a Ezequías un tributo

= 2 Cr 32,1; Is 36,1

 

13 En el año catorce del rey Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, marchó contra todas las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó. 14 Ezequías, rey de Judá, envió al rey de Asiria, que estaba en Laquis, un mensaje que decía: “He cometido un error, retírate y aceptaré lo que me impongas”. Entonces, el rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, un tributo de diez mil doscientos ochenta y un kilos de plata y mil veintiocho kilos de oro. 15 Para lo cual, Ezequías entregó todo el dinero que se encontraba en la casa del Señor y en los tesoros de la casa del rey. 16 También en esa ocasión, Ezequías quitó el oro de las puertas de la nave central del templo del Señor y de los dinteles que él mismo había hecho recubrir y se lo entregó al rey de Asiria.

 

El rey de Asiria envió al copero mayor

= 2 Cr 32,9-19; Is 36,2-22

 

17 El rey de Asiria envió desde Laquis al comandante en jefe, al eunuco mayor y al copero mayor con un ejército poderoso, a ver al rey Ezequías en Jerusalén. Vinieron y, cuando llegaron a Jerusalén, se instalaron junto al canal del estanque superior, que se encuentra junto al sendero del campo del Teñidor.

18 Llamaron al rey, pero salieron a su encuentro Eliaquín, hijo de Jelcías, que era mayordomo real, el escriba Sobná y el cronista Yoaj, hijo de Asaf. 19 Entonces les dijo el jefe de la guardia: “Díganle, por favor, a Ezequías: ‘Así dice el gran rey, el rey de Asiria: ¿En qué fundas tu confianza? 20 ¡Te has imaginado que la estrategia y la fuerza de la guerra consisten en simples palabras! Y ahora, ¿en quién has confiado, que te has rebelado contra mí? 21 Tú te has confiado en el apoyo de Egipto, esa caña rota, que si alguno se apoya en ella, le traspasa la mano y lo clava. Así es el faraón, rey de Egipto, con todos los que confían en él. 22 Pero si ustedes me dicen: ‘Confiamos en el Señor, nuestro Dios’, ¿acaso no es Ezequías, quien suprimió sus santuarios locales y sus altares, ordenando a Judá y a Jerusalén: ‘Solo adorarán en Jerusalén delante de este altar’? 23 Hagan ahora una apuesta con mi señor, el rey de Asiria, y les daré dos mil caballos si pueden encontrar entre ustedes jinetes para ellos. 24 ¿Acaso podrás hacer retroceder a uno solo de los más pequeños servidores de mi señor, habiendo puesto tu confianza en Egipto para tener carros y jinetes? 25 Y, además, ¿acaso he marchado en contra de la voluntad del Señor, viniendo a este lugar para destruirlo? Es el Señor quien me ha dicho: ‘¡Marcha contra ese país y destrúyelo!’”.

26 Entonces, Eliaquín, hijo de Jelcías, Sobná y Yoaj suplicaron al copero mayor: “Habla, por favor, a tus servidores en arameo, porque nosotros lo comprendemos, y no nos hables en hebreo a oídos del pueblo que está sobre la muralla”. 27 Pero el jefe de la guardia les respondió: “¿Es que acaso mi señor me ha enviado a decir estas cosas a su señor o a ustedes? ¿No es acaso a los hombres que están en las murallas, que tendrán que comer sus propios excrementos y beber su propia orina junto con ustedes?”.

28 Después, el jefe de la guardia se puso de pie y gritó en hebreo con voz fuerte: “¡Escuchen la palabra del gran rey, el rey de Asiria! 29 Así dice el rey: ‘No se dejen engañar por Ezequías, porque él no puede salvarlos a ustedes de mi mano. 30 No dejen que Ezequías los haga confiar en el Señor, diciendo: ‘Ciertamente el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad bajo el poder del rey de Asiria’. 31 No escuchen a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: ‘Hagan las paces conmigo, ríndanse, y comerá cada uno de su viña y de su higuera; cada uno beberá de su propia cisterna, 32 hasta que yo venga para trasladarlos a una tierra como la tierra de ustedes, tierra de cereales y vino nuevo, tierra de pan y viñedos, tierra de aceite de oliva y miel. Vivan y no mueran. No escuchen a Ezequías porque los entusiasma diciendo: ‘¡El Señor nos salvará!’ 33 ¿Acaso alguna vez los dioses de los extranjeros pudieron salvar sus tierras del poder del rey de Asiria? 34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad? ¿Dónde los dioses de Sefarvaín, de Aná y de Avá? ¿Acaso salvaron a Samaría de mi poder? 35 ¿Cuál de todos los dioses de los países pudo salvar a su país de mi poder, para que el Señor pueda salvar a Jerusalén de mi poder?”.

36 El pueblo guardó silencio y nadie respondió ni una sola palabra, porque el rey les había ordenado: “¡No respondan nada!”. 37 Entonces el mayordomo real Eliaquín, hijo de Jelcías, el escriba Sobná, y el cronista Yoaj, hijo de Asaf, con los vestidos rasgados, fueron a ver a Ezequías y le comunicaron lo que el jefe de la guardia había dicho.

 

Isaías dijo: “No tengan miedo…”*

= 2 Cr 32,17-19; Is 37,1-20

 

19 1 Cuando el rey Ezequías escuchó todo esto, rasgó sus vestidos, se puso la ropa de penitencia y se fue a la casa del Señor. 2 Luego envió al mayordomo real Eliaquín, al escriba Sobná y a los sacerdotes ancianos, vestidos con ropa de penitencia, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós. 3 Ellos le dijeron: “Así dice Ezequías, este es un día de angustia, de castigo y de desgracia, como cuando una mujer está a punto de dar a luz y ve que carece de fuerza. 4 Ojalá el Señor, tu Dios, escuche todas las palabras del jefe de la guardia que su señor el rey de Asiria ha enviado a decir, para provocar al Dios vivo, y lo castigue por las palabras que el Señor, tu Dios, habrá escuchado. Y, tú, eleva una plegaria en favor de este resto que queda”.

5 Así los servidores del rey Ezequías fueron a ver a Isaías. 6 E Isaías les respondió: “Esto dirán a su señor: ‘Así dice el Señor: no tengas miedo por las palabras que has oído, con las que los servidores del rey de Asiria me han insultado. 7 Miren, yo le enviaré un espíritu, escuchará un rumor, se volverá a su país y lo haré caer por la espada en su propio país’”.

8 Después de esto, el jefe de la guardia oyó que el rey de Asiria se había retirado de Laquis. Entonces se volvió y fue al encuentro del rey asirio que estaba combatiendo contra Libná. 9 El rey de Asiria había recibido esta noticia acerca de Taraca, rey de Etiopía: “¡Mira, ha salido a combatir contra ti!”. Volvió a enviar mensajeros a Ezequías a decirle: 10 “Así le dirán a Ezequías, rey de Judá: ‘No te dejes engañar por el Señor, tu Dios, en el que confías. Ni pienses: Jerusalén no será entregada bajo el poder del rey de Asiria. 11 Seguramente has escuchado lo que han hecho los reyes de Asiria a todos los países para destruirlos. Y tú, ¿te vas a salvar? 12 ¿Es que los dioses de los extranjeros, que mis padres destruyeron, pudieron salvar a Gozán, a Jarán, a Résef, y a los habitantes de Edén que están en Telasar? 13 ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad y los reyes de Laír, de Sefarvaín, de Aná y de Avá?’”.

14 Entonces, Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo y la desenrolló ante la presencia del Señor. 15 Ezequías hizo oración delante del Señor y dijo: “Señor, Dios de Israel, que estás sentado sobre los querubines, tú solo eres el único Dios sobre todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. 16 Inclina, Señor, tu oído y escucha; abre, Señor, tus ojos y mira. Escucha las palabras que ha enviado Senaquerib para provocar al Dios vivo. 17 Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han desolado a los extranjeros y sus países, 18 y han entregado a sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses, sino solo fabricación de manos humanas, madera y piedra, y por eso los destruyeron. 19 Pero, ahora, Señor Dios nuestro, ¡por favor!, sálvanos de su poder, para que todos los reinos de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios”.

 

Yo defenderé esta ciudad para salvarla

= Is 37,21-35

 

20 Entonces Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías: “Así dice el Señor, Dios de Israel: ‘He escuchado lo que me has pedido acerca de Senaquerib, rey de Asiria’. 21 Y esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él:

 

‘Te desprecia y se ríe de ti la virgen, hija de Sion,

menea la cabeza detrás de ti la hija de Jerusalén.

22 ¿A quién has provocado e insultado?

¿Contra quién has levantado la voz

y has alzado tus ojos hasta las alturas?

¡Contra el Santo de Israel!

23 Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor, diciendo:

‘Con mis innumerables carros,

yo he subido a las cimas de las montañas,

a las laderas del Líbano.

Corté sus cedros altísimos, sus cipreses escogidos

y penetré en sus remotas moradas, en sus espesos bosques.

24 Yo excavé y bebí aguas ajenas

y sequé con la planta de mis pies todos los afluentes de Egipto’.

25 ¿Es que acaso no te has dado cuenta?

Yo hice estas cosas desde hace tiempo,

desde los días antiguos yo las decidí.

Ahora las he llevado a cabo:

convertir las ciudades fortificadas en un montón de ruinas

26 y dejar a sus habitantes sin fuerzas,

llenos de terror y avergonzados,

para que sean hierba del campo y pasto verde,

arbustos en el techo,

consumidos por el viento del oriente.

27 Conozco cuando te levantas y te acuestas,

cuando sales y cuando entras

y también cuando te rebelas contra mí,

28 Porque te has rebelado contra mí

y tu insolencia ha subido hasta mis oídos,

colocaré mi garfio en tu nariz,

y mis riendas en tu hocico,

y te haré volver por el camino que viniste’.

 

29 Y para ti, Ezequías, esto te servirá de señal: este año comerán los retoños; en el segundo, lo que ha crecido por sí solo, y en el tercero deberán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer sus frutos. 30 Los sobrevivientes que queden de la casa de Judá echarán raíces abajo y darán frutos arriba. 31 Porque de Jerusalén saldrá un resto y sobrevivientes del monte Sion. El celo del Señor lo llevará a cabo.

 

32 Por lo tanto, así dice el Señor contra el rey de Asiria:

‘No entrará en esta ciudad,

no disparará allí ni una flecha,

no pondrá contra ella barricadas,

ni levantará contra ella una rampa de asalto.

33 Por el camino por el que vino, se volverá,

y no entrará en esta ciudad, oráculo del Señor.

34 Porque yo defenderé esta ciudad para salvarla,

por causa mía y de mi servidor David’”.

 

El ángel del Señor salió y aniquiló

= 2 Cr 32,20-23; Is 37,36-38

2 Mac 16,22; Eclo 48,21

 

35 En aquella misma noche, el ángel del Señor salió y aniquiló en el campamento de Asiria a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron en la mañana, se veían los cadáveres de los muertos por todas partes. 36 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, se marchó y se volvió a Nínive, donde se estableció. 37 Y un día, mientras estaba adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramelec y Serasar lo asesinaron con la espada y luego escaparon al país de Ararat. En su lugar reinó su hijo Asaradón.

 

Ezequías enfermó mortalmente*

= 2 Cr 32,24; Is 38,1-8

 

20 1 Por aquellos días, Ezequías enfermó mortalmente y el profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: “Así dice el Señor: ‘Debes tomar tus últimas disposiciones porque vas a morir y no sobrevivirás’”. 2 Entonces Ezequías giró su rostro contra la pared e hizo esta oración al Señor: 3 “Señor, recuerda cómo he caminado fielmente en tu presencia con corazón íntegro y cómo he hecho lo bueno a tus ojos”. Y luego Ezequías lloró amargamente.

4 Isaías aún no había salido del patio central, cuando le llegó esta palabra del Señor: 5 “Vuelve para que le digas a Ezequías, príncipe de mi pueblo: ‘Así dice el Señor, Dios de tu padre David: He escuchado tu plegaria, he visto tus lágrimas. Mira, te concederé la salud. En el plazo de tres días subirás a la casa del Señor. 6 Añadiré quince años a tus días. Y te salvaré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria. Protegeré esta ciudad, a causa mía y de mi siervo David’”.

7 Luego Isaías ordenó: “Traigan una pasta de higos”. Y se la trajeron, la colocaron sobre la úlcera y Ezequías comenzó a restablecerse.

8 Entonces Ezequías preguntó a Isaías: “¿Cuál es el signo de que el Señor me sanará y que al cabo de tres días subiré a la casa del Señor?”. 9 Isaías respondió: “Este es para ti el signo de que el Señor cumple la palabra que ha dicho. Cuando la sombra haya avanzado diez grados, ¿acaso puede retroceder diez grados?”. 10 Respondió Ezequías: “No es nada para la sombra extenderse diez grados, pero es imposible que la sombra retroceda diez grados”. 11 Entonces el profeta Isaías invocó al Señor y Dios hizo retroceder la sombra en diez grados, los que había avanzado en el reloj de sol de Ajaz.

 

Merodac Baladán envió cartas y un regalo

= Is 39

 

12 En aquel tiempo, Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió unas cartas y un regalo a Ezequías, porque había escuchado que estuvo enfermo. 13 Ezequías se sintió complacido con los regalos y les mostró a los mensajeros todos los almacenes reales, la plata, el oro, los bálsamos, el aceite fino, su arsenal y todo aquello que se encontraba en sus tesoros. No hubo nada que Ezequías no les mostrase en su casa y en sus dominios.

14 Entonces el profeta Isaías vino a ver al rey Ezequías y le dijo: “¿Qué te han dicho esos hombres y de dónde han venido?”. Ezequías respondió: “Han venido de una tierra lejana, desde Babilonia”. 15 Isaías preguntó: “¿Qué han visto en tu casa?”. Ezequías contestó: “Vieron todo lo que hay en mi casa y no hay ninguna cosa que no les haya mostrado de mis tesoros”. 16 Entonces Isaías dijo a Ezequías: “Escucha la palabra del Señor: 17 ‘Mira, que vienen días en que todo lo que hay en tu casa y lo que han atesorado tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia. No quedará nada, dice el Señor. 18 A tus propios hijos, los que te han nacido, los tomarán para que sirvan como eunucos en el palacio del rey de Babilonia’”. 19 Ezequías replicó a Isaías: “Es favorable la palabra del Señor, que me has dicho”. Porque pensaba: “¿Por qué no? ¿Acaso esto no quiere decir que habrá paz y seguridad durante mi vida?”.

20 El resto de los hechos de Ezequías, todos sus éxitos y cómo construyó el estanque y el acueducto para conducir el agua a la ciudad, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 21 Ezequías se acostó con sus antepasados y en su lugar reinó su hijo Manasés.

 

Manasés reinó en Jerusalén*

= 2 Cr 33,1-10.18-20

1 Re 8,16

 

21 1 Manasés tenía doce años cuando subió al trono y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jefsibá. 2 Hizo lo malo a los ojos del Señor, imitando las abominaciones de los extranjeros, que el Señor había expulsado delante de los hijos de Israel.

3 Reconstruyó los santuarios locales que su padre Ezequías había destruido, levantó altares para Baal e hizo una imagen de Aserá, como había hecho Ajab, rey de Israel. Adoró a todos los astros del cielo y les dio culto. 4 Construyó altares en la casa del Señor, de la que había dicho el Señor: “En Jerusalén estableceré mi nombre”. 5 Levantó altares a todos los astros del cielo en los atrios de la casa del Señor. 6 Hizo pasar a su hijo por el fuego, practicó conjuros y adivinación, se relacionó con los que consultan a los muertos y los espíritus, haciendo muchísimo mal a los ojos del Señor para disgustarlo.

7 La imagen de Aserá que había hecho la colocó en el Templo, del que había dicho el Señor a David y a su hijo Salomón: “En esta casa y en Jerusalén, que he escogido de entre todas las tribus de Israel, estableceré mi nombre para siempre. 8 No permitiré que Israel ande errante lejos de la tierra que he dado a sus padres, con la condición de que guarden y cumplan todo lo que les he mandado y toda la Ley que mi servidor Moisés les ordenó”.

9 Pero Manasés no escuchó y corrompió al pueblo, para que hiciera lo malo, aún más que los extranjeros, que el Señor había exterminado delante de los hijos de Israel. 10 Entonces el Señor habló por medio de sus servidores, los profetas, diciendo: 11 “Ya que Manasés, rey de Judá, ha cometido estas abominaciones, aun peores que todas las que hicieron los amorreos, que existieron antes que él, y ha hecho pecar también a Judá con sus ídolos, 12 por esto, así dice el Señor, Dios de Israel: ‘Mira, yo traeré la catástrofe sobre Jerusalén y Judá, y a todo aquel que la oiga, le zumbarán los oídos. 13 Extenderé sobre Jerusalén la misma medida de Samaría y la plomada de la casa de Ajab. Restregaré a Jerusalén como un plato, que restregado se deja vacío boca abajo. 14 Abandonaré al resto de mi heredad, la entregaré al poder de sus enemigos. Se convertirán en el botín y en despojos de todos sus enemigos. 15 Y todo será porque han hecho lo malo a mis ojos, y me han provocado desde el día en que hice salir a sus padres de Egipto, hasta el día de hoy”.

16 Manasés derramó también gran cantidad de sangre inocente, hasta el punto de inundar Jerusalén de un extremo a otro, aparte de su pecado con el que hizo pecar a Judá, haciendo lo malo a los ojos del Señor.

17 El resto de los hechos de Manasés, todo lo que hizo y su pecado con el que pecó, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 18 Manasés se acostó con sus antepasados, lo sepultaron en el jardín de su casa, en el jardín de Uzá, y en su lugar reinó su hijo Amón.

 

Amón reinó en Jerusalén

= 2 Cr 33,21-25

 

19 Amón tenía veintidós años cuando subió al trono y reinó dos años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mesulémet, hija de Jarús, originaria de Yotbá. 20 Hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que su padre Manasés.

21 Siguió los mismos malos pasos de su padre, dio culto a los ídolos y los adoró como lo había hecho su padre. 22 Abandonó al Señor, Dios de sus padres, y no anduvo por el camino del Señor. 23 Sus servidores conspiraron contra Amón y mataron al rey en su casa. 24 La población del país exterminó a todos los que conspiraron contra el rey Amón y en su lugar proclamó rey a su hijo Josías.

25 El resto de los hechos de Amón y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 26 Fue sepultado en su tumba, en el jardín de Uzá, y en su lugar reinó su hijo Josías.

 

Josías reinó en Jerusalén*

= 2 Cr 34,1-2

 

22 1 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó treinta y un años en Jerusalén. El nombre de su madre era Yedidá, hija de Adayá, originaria de Boscat. 2 Hizo lo recto a los ojos del Señor, siguió todos los caminos de su padre David y no se apartó ni a la derecha ni a la izquierda.

 

He encontrado en el Templo el libro de la Ley

= 2 Cr 34,8-28

 

3 En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al escriba Safán, hijo de Asalías, hijo de Mesulán, al templo del Señor y le dijo: 4 “Debes ir a ver al sumo sacerdote Jelcías y ordenarle que recoja el dinero que se ha entregado a la casa del Señor, que los porteros han recolectado del pueblo, 5 y que se ponga en las manos de los capataces de la obra que están a cargo en el Templo. Ellos se lo entregarán a los trabajadores que están reparando los daños de la casa del Señor. 6 Lo darán a los talladores, a los constructores y a los albañiles, para que compren madera y piedras labradas que sirvan a la reparación del Templo. 7 Pero no les pedirás cuentas sobre el dinero que han recibido, porque ellos actúan con honestidad”.

8 Entonces el sumo sacerdote Jelcías dijo al escriba Safán: “He encontrado en el templo del Señor el libro de la Ley”. Jelcías le dio el libro a Safán y este lo leyó.

9 Luego el escriba Safán fue a ver al rey y le relató lo sucedido, diciendo: “Tus servidores han fundido la plata que había en la casa del Señor y la han puesto en las manos de los trabajadores a cargo de la obra del Templo”. 10 Y a continuación el escriba Safán informó al rey: “El sacerdote Jelcías me ha dado un libro”. Y Safán lo leyó delante del rey.

11 Cuando el rey escuchó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestidos 12 y ordenó al sacerdote Jelcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al escriba Safán y a Asayá, servidor del rey, lo siguiente: 13 “Vayan a consultar al Señor en mi nombre, en nombre del pueblo y de todo Judá, sobre las palabras de este libro que ha sido encontrado. La cólera del Señor que se ha encendido contra nosotros tiene que ser grande, porque nuestros padres no han escuchado las palabras de este libro ni actuado según todo lo que nos está prescrito”.

14 El sacerdote Jelcías, Ajicán, Acbor, Safán y Asayá fueron a consultar a la profetisa Juldá, mujer de Salún, hijo de Ticuá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario. Ella vivía en Jerusalén en el barrio nuevo y hablaron con ella. 15 Juldá les respondió: “Así dice el Señor, Dios de Israel, digan al hombre que los ha enviado a mí. 16 ‘Así dice el Señor: Yo haré venir la catástrofe sobre este lugar y sobre sus habitantes, y traeré todas las amenazas del libro que el rey de Judá ha leído, 17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a dioses extranjeros para provocarme con todas sus acciones. Mi cólera se ha encendido sobre este lugar y no se extinguirá’. 18 Al rey de Judá, que los ha enviado a consultar al Señor, le dirán esto: ‘Así dice el Señor Dios de Israel, en cuanto a las palabras que has escuchado: 19 ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante del Señor, cuando escuchaste que he amenazado convertir este lugar y a sus habitantes, en horror y maldición, y has rasgado tus vestiduras y llorado delante de mí, yo también te he escuchado, oráculo del Señor. 20 Por eso mira, te reuniré con tus padres, bajarás a la tumba en paz y tus ojos no verán la catástrofe que yo traeré sobre este lugar’”.

Los enviados refirieron al rey estas palabras.

 

El rey proclamó las palabras del libro de la Alianza*

= 2 Cr 34,3-5.29-33

1 Re 12,31-13,32; Dt 31,9-13; Jos 8,34-35; Neh 8

 

23 1 Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 2 Luego el rey subió al templo del Señor. Todos los hombres de Judá, y todos los habitantes de Jerusalén estaban con él: los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el más pequeño hasta el más grande. Y el rey proclamó en voz alta todas las palabras del libro de la Alianza, que había sido encontrado en el templo del Señor.

3 El rey se puso de pie junto a la columna y selló la Alianza delante del Señor, comprometiéndose a seguirlo, observar sus mandamientos, sus preceptos y sus leyes con todo el corazón y con toda el alma, y poner en práctica las palabras de esa Alianza, escritas en aquel libro. Todo el pueblo ratificó la Alianza.

4 Luego el rey ordenó al sumo sacerdote Jelcías, a los demás sacerdotes y a los porteros, quitar del templo del Señor todos los utensilios confeccionados para Baal, Aserá y para todos los astros del cielo. Ellos los quemaron fuera de Jerusalén, en la llanura del Cedrón, y esparcieron las cenizas en Betel. 5 También destituyó a los sacerdotes idólatras, que habían instituido los reyes de Judá, y que quemaban incienso en los santuarios locales, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén, igualmente a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones y a todos los demás astros del cielo.

6 Josías hizo sacar fuera de Jerusalén la imagen de Aserá, que estaba en la casa del Señor, y la quemó en el torrente Cedrón. Luego la redujo a polvo y esparció el polvo sobre las tumbas de la gente común. 7 También derribó las habitaciones de los hombres consagrados a la prostitución, que estaban junto a la casa del Señor, donde las mujeres tejían velos para Aserá.

8 A continuación, mandó traer a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los santuarios locales desde Guibeá hasta Berseba, porque allí ellos ofrecían incienso. Derribó las ermitas de las puertas de Jerusalén, que estaban a la entrada de la puerta de Josué, comandante de la ciudad; estaban a la izquierda cuando se entraba por las puertas de la ciudad. 9 Los sacerdotes de los santuarios locales no tenían acceso al altar del Señor en Jerusalén, aunque sí podían comer los panes sin levadura con sus hermanos.

10 También profanó el crematorio que estaba en el valle de Ben Hinón, para que ninguna persona hiciese pasar a su hijo o a su hija por el fuego en honor de Moloc. 11 Removió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado en honor del sol en la entrada de la casa del Señor, cerca de la habitación de Natanmélec, el eunuco a cargo de los patios del Templo. Y quemó los carros del sol.

12 Removió los altares que los reyes de Judá habían levantado sobre el techo de la habitación superior de Ajaz. El rey sacó de allí los altares que Manasés levantó en los dos atrios de la casa del Señor y esparció sus cenizas sobre el torrente Cedrón.

13 También el rey profanó los santuarios locales que estaban frente a Jerusalén, a la derecha del monte de los Olivos, construidos por Salomón, rey de Israel, en honor de Astarté, abominación de los sidonios, de Camós, abominación de los amonitas, y de Moloc, aberración de los hijos de Amón. 14 Destruyó el monolito sagrado e hizo pedazos la imagen de Aserá, y cubrió su lugar con huesos humanos.

15 Derribó el altar que estaba en Betel, santuario local que había construido Roboán, hijo de Nabat, haciendo pecar a Israel; también derribó su santuario; lo quemó, reduciéndolo a cenizas, y quemó la imagen de Aserá. 16 Al darse vuelta, Josías divisó las tumbas que estaban allí en el monte, envió unos hombres para que tomaran los huesos de las tumbas y los mandó quemar sobre el altar, profanándolo, según la palabra del Señor anunciada por el hombre de Dios, que había predicho estas cosas.

17 Entonces preguntó: “¿Qué es ese monumento que veo?”. Los hombres de la ciudad le respondieron: “Es la tumba del hombre de Dios que llegó de Judá y anunció todas estas cosas, que tú acabas de hacer contra el altar de Betel”. 18 Entonces Josías ordenó: “Déjenlo descansar; que nadie remueva sus huesos”. De esta manera dejaron intactos sus huesos, y los del profeta que había venido de Samaría.

19 Josías destruyó también todos los edificios de los santuarios locales que había en las ciudades de Samaría, los que edificaron los reyes de Israel para provocar a Dios e hizo con ellos lo mismo que había hecho en Betel. 20 Degolló sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios locales que había allí y quemó huesos humanos sobre ellos. Después de esto, se volvió a Jerusalén.

 

Celebren la Pascua en honor del Señor

= 2 Cr 35,1-19

Dt 16,1-8; 18,10-11

 

21 En aquel tiempo, el rey ordenó a todo el pueblo: “Celebren la Pascua en honor del Señor su Dios, como está escrito en este libro de la Alianza”. 22 Nunca se había celebrado una Pascua semejante desde los días en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los días de los reyes de Israel y de Judá. 23 Solo en el año dieciocho del rey Josías se celebró esa Pascua en honor del Señor en Jerusalén.

24 Josías eliminó también a los que consultaban a los muertos y a los espíritus, a las divinidades domésticas y los ídolos, y a todas las imágenes detestables que se veían en Judá y en Jerusalén, para así cumplir las palabras de la Ley, escritas en el libro que había encontrado el sacerdote Jelcías en la casa del Señor.

 

No hubo antes un rey como Josías

=2 Cr 35,20-27

 

25 No hubo antes de Josías un rey que se volviera al Señor con todo su corazón y con toda el alma y con todas sus fuerzas, según toda la Ley de Moisés y después no ha surgido ninguno como él. 26 Sin embargo, el Señor no desistió de su furor y ardiente cólera, encendida por todas las maldades con las que Manasés lo provocó. 27 Por eso el Señor decretó: “También a Judá apartaré de mi presencia, como aparté a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a Jerusalén, y al Templo de que dije: ‘Mi nombre estará allí’”.

8 El resto de los hechos de Josías y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 29 En sus días fue el faraón Necao, rey de Egipto, contra el rey de Asiria, en dirección al río Éufrates. El rey Josías salió a combatirlo, pero tan pronto como Necao lo vio, lo mató en Meguido. 30 Los sirvientes de Josías llevaron su cuerpo desde Meguido, fueron a Jerusalén, y lo sepultaron en su sepulcro. Entonces la población del país tomó a Joacaz, hijo de Josías, lo ungió como rey, y este reinó en lugar de su padre.

 

Joacaz reinó en Jerusalén

= 2 Cr 36,1-4

 

31 Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, originaria de Libná. 32 Hizo lo malo a los ojos del Señor, según todo lo que habían hecho sus antepasados.

33 El faraón Necao lo capturó en Riblá, en el territorio de Jamat; así puso fin a su reinado en Jerusalén, e impuso como tributo al país tres mil cuatrocientos kilos de plata y treinta y cuatro kilos de oro. 34 Y el faraón Necao nombró rey a Eliaquín, hijo de Josías, en lugar de su padre Josías. A Eliaquín le cambió su nombre por Joaquín. En cuanto a Joacaz, lo tomó, lo llevó a Egipto, y allí murió.

 

Joaquín reinó en Jerusalén

= 2 Cr 36,5-8

 

35 Joaquín entregó la plata y el oro al Faraón; por eso aplicó un impuesto al país para entregar el dinero según lo exigido por el Faraón. Cada uno de los habitantes del país, según sus ingresos, debía dar el oro y la plata para entregarlos al faraón Necao.

36 Joaquín tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó once años en Jerusalén. El nombre de su madre era Zebidá, hija de Pedayá, originaria de Rumá. 37 Hizo lo malo a los ojos del Señor, según todo lo que habían hecho sus antepasados.

 

Joaquín se convirtió en su vasallo*

= 2 Cr 36,8

 

24 1 En su tiempo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición y Joaquín se convirtió en su vasallo por tres años. Pero después cambió su actitud y se rebeló contra él.

2 Por entonces, el Señor envió contra Joaquín bandas de caldeos, arameos, moabitas y amonitas. Las envió para destruir a Judá, según la palabra que el Señor había dicho por medio de sus servidores, los profetas. 3 Porque la intención del Señor era apartar a Judá de su presencia, a causa de todo el pecado que Manasés había cometido; 4 también a causa de la sangre inocente que había derramado. Porque él inundó Jerusalén con sangre inocente y el Señor no estaba dispuesto a perdonar.

5 El resto de los hechos de Joaquín y todo lo que hizo, ¿acaso no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 6 Joaquín se acostó con sus antepasados, y en su lugar reinó su hijo Jeconías.

 

Jeconías reinó en Jerusalén

2 Cr 36,9-10

 

7 El rey de Egipto no volvió a salir de su tierra, porque el rey de Babilonia le había arrebatado todos sus territorios, desde el torrente de Egipto hasta el río Éufrates.

8 Jeconías tenía dieciocho años cuando subió al trono y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, originaria de Jerusalén. 9 Hizo lo malo a los ojos del Señor, según todo lo que había hecho su padre.

10 En aquel tiempo, las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia, marcharon sobre Jerusalén y sitiaron la ciudad. 11 Cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a la ciudad, sus tropas aún la sitiaban. 12 Entonces Jeconías, rey de Judá, se entregó al rey de Babilonia, junto con su madre, sus ministros, sus comandantes y sus eunucos. El rey de Babilonia lo tomó prisionero en el octavo año de su reinado. 13 Luego sacó de allí todos los tesoros de la casa del Señor y los tesoros de la casa del rey, y destrozó todos los utensilios de oro que había hecho Salomón, rey de Israel, en la nave central del Templo, como había dicho el Señor.

14 Deportó a toda Jerusalén, a todos los comandantes y a todos los guerreros, diez mil exiliados, a todos los herreros y cerrajeros; solo quedó la población más pobre del país. 15 Deportó a Jeconías a Babilonia, Y a su madre, a sus mujeres, a los eunucos y a los notables del país, los llevó cautivos de Jerusalén a Babilonia. 16 Además, el rey de Babilonia llevó a su país como exiliados a todos los hombres de valor, unos siete mil, a los herreros y cerrajeros, unos mil, todos aptos para la guerra.

 

Sedecías reinó en Jerusalén

= 2 Cr 36,11-16

 

17 El rey de Babilonia nombró a Matanías, tío de Jeconías, como rey en su lugar y le cambió el nombre por el de Sedecías. 18 Sedecías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó once años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, originaria de Libná. 19 Hizo lo malo a los ojos del Señor, según todo lo que había hecho Jeconías.

20 A causa de la cólera del Señor, sucedieron estas cosas en Jerusalén y en Judá, hasta que Dios los expulsó de su presencia. Por entonces, Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

 

Nabucodonosor marchó contra Jerusalén*

= 2 Cr 36,17-21; Jr 39,1-7

 

25 1 Durante el noveno año del reinado de Sedecías, el día décimo del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, marchó con todo su ejército contra Jerusalén. Acamparon contra ella y levantaron una rampa en torno a ella. 2 Así pusieron sitio a la ciudad hasta el año undécimo del rey Sedecías.

3 En el cuarto mes, el día noveno, el hambre arreció en la ciudad y la población no tenía nada para comer. 4 Entonces cayó la ciudad y todos los hombres de guerra huyeron durante la noche a través de la puerta que hay entre los dos muros, junto al jardín del rey. Tomaron el camino del Arabá, mientras los caldeos sitiaban la ciudad. 5 Pero el ejército caldeo salió detrás del rey, lo alcanzaron en los llanos de Jericó, y entonces todo su ejército se dispersó.

6 Capturaron al rey Sedecías, lo llevaron a Riblá ante el rey de Babilonia, y le dictaron sentencia. 7 A los hijos de Sedecías los degollaron ante sus ojos, luego cegaron los ojos de Sedecías, lo encadenaron y lo llevaron a Babilonia.

 

Prendió fuego al Templo, al palacio y a las casas

= Jr 52,12-17; 39,8-10

 

8 El día séptimo del quinto mes, durante el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nabuzardán, comandante de la guardia y ministro del rey de Babilonia, llegó a Jerusalén, 9 prendió fuego al templo del Señor, al palacio real y a todas las casas de Jerusalén, y quemó sus grandes construcciones. 10 Las murallas que rodeaban Jerusalén fueron derribadas por todo el ejército caldeo, dirigido por el comandante de la guardia.

11 Nabuzardán, comandante de la guardia, exilió al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían entregado al rey de Babilonia y al resto de la multitud. 12 Pero el comandante de la guardia dejó a los pobres de la tierra para que trabajaran en las viñas y en los campos.

13 Los caldeos destruyeron las columnas de bronce, los atriles y el mar de bronce, que estaba en la casa del Señor, y se llevaron el bronce a Babilonia. 14 También se llevaron las vasijas, las palas, las jarras, las cucharas y todos los utensilios de bronce empleados en el servicio del culto. 15 El comandante de la guardia también tomó los braseros y las jarras, y todo lo que era de oro y de plata. 16 En cuanto a las dos columnas, al mar y a los atriles, que Salomón había hecho para la casa del Señor, no se podía determinar el peso del bronce de todos esos objetos. 17 Cada una de las columnas tenía unos nueve metros de alto y el capitel sobre ellas era también de bronce. La altura del capitel era de un metro con treinta y cinco centímetros, y el capitel tenía alrededor enrejados y granadas, todo de bronce. Así también era la segunda columna con sus enrejados.

18 El comandante de la guardia arrestó también al sumo sacerdote Serayas, al segundo sacerdote Sofonías y a los tres porteros. 19 Apresó en la ciudad a un eunuco que estaba al mando de todos los hombres de guerra, a cinco hombres del entorno personal del rey que se encontraban en la ciudad, al escriba del comandante del ejército que reclutaba a gente del país y a sesenta hombres de la población que se encontraban en la ciudad. 20 A todos ellos los arrestó Nabuzardán, comandante de la guardia, y los llevó a Riblá donde estaba el rey de Babilonia. 21 Y el rey de Babilonia los mandó matar en Riblá, en el territorio de Jamat. Así fue exiliado Judá de su tierra.

 

Godolías al frente del pueblo

 

22 Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, al frente del pueblo que quedó en el país de Judá y de la gente que había dejado allí. 23 Cuando todos los comandantes del ejército y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado a Godolías, fueron a ver a Godolías en Mispá. Eran Ismael, hijo de Netanías; Juan, hijo de Carej; Seraya, hijo de Tanjumet, originario de Natuf; Azanías, originario de Maacá, todos ellos acompañados por sus hombres.

24 Godolías juró ante ellos y sus hombres, y les dijo: “No teman servir a los caldeos, permanezcan en el país, sirvan al rey de Babilonia y les irá bien”. 25 Pero sucedió que en el mes séptimo, fue Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, de los descendientes de la familia real, junto con diez hombres, asesinaron a Godolías y mataron a los judíos y a los caldeos que estaban con él en Mispá. 26 Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, junto con los comandantes del ejército, se levantaron y huyeron a Egipto porque tuvieron miedo de los caldeos.

 

Evil Merodak perdonó a Jeconías

= Jr 52,31-34

 

27 En el año treinta y siete del exilio de Jeconías, rey de Judá, en el mes doce, en el día veintisiete, Evil Merodac, rey de Babilonia, en el año de su ascensión al trono, perdonó a Jeconías, rey de Judá y lo liberó de la prisión. 28 Le dio un trato preferencial y le asignó un sitio más elevado que a los demás reyes que estaban con él en Babilonia. 29 Cambió sus vestidos de prisionero y lo admitió a la mesa real en su presencia todos los días de su vida. 30 Y mientras vivió, se le pagaba el sustento de parte del rey.

 

* 1,1-18. La estructura literaria de 2 Re y su teología en la Introducción al libro de los Reyes. La narrativa se centra en las figuras antagónicas del rey Ocozías y del profeta Elías. El profeta representa la fidelidad a Dios; en cambio, el rey, la adhesión a otros dioses, en quienes pone su confianza para sanar y vivir. El relato también muestra quién es la verdadera autoridad de Israel, no la militar del rey, sino la de la palabra divina que el profeta comunica y con la que hace descender fuego del cielo. De nuevo, el tema del fuego, como en el sacrificio del Carmelo, en la teofanía del Horeb, o en el siguiente relato de la ascensión del profeta, es asociado a Elías, el “profeta de fuego”. En contraste con el rey que cae desde lo alto de su palacio para morir irremediablemente, en el capítulo siguiente el profeta ascenderá al cielo.

* 2,1-25. Es el paso del ciclo de Elías al de Eliseo, las dos narraciones centrales de este libro. El ciclo de Elías concluye con el relato de su ascensión a los cielos en carro y caballos de fuego, como «profeta de fuego» (2,1-12). Esto ayuda a comprender las tradiciones sobre la inmortalidad y el retorno futuro de Elías (Mal 3,23; Eclo 48,9), reflejadas también en los relatos del Bautista como el nuevo Elías (Mt 11,14) y en la transfiguración de Jesús (Mc 9,2-13). El ciclo de Eliseo comienza (2 Re 2,13-18) caracterizando al profeta como un «nuevo Elías». El espíritu de su maestro habita en él como aparece en la herencia de su manto y, sobre todo, en los milagros de Eliseo como, en la sección final (2,19-25), el saneamiento de las aguas, fuente de vida, imagen del Dios de Israel, y el castigo de los muchachos que, al burlarse del profeta, en realidad insultan al Señor que actúa en él.

* 3,1-27. La victoria contra los moabitas enfatiza la fidelidad de Dios con Judá, ya que Eliseo acepta ejercer su ministerio profético por la presencia de Josafat, rey bueno de Judá (1 Re 22,43). Esa victoria también muestra la veracidad de Eliseo como aparecen en el milagro de las aguas que corren por el desierto y engañan a los moabitas. Los milagros de Eliseo giran en torno al agua: antes fue la purificación de las aguas insanas y, en los relatos siguientes, el baño del comandante arameo en las aguas del Jordán y el hacha que cae al agua.

* 4,1-44. Los dos primeros relatos (4,1-7 y 4,8-37) son muy similares a los realizados por Elías a la viuda de Sarepta y a su hijo (1 Re 17,8-24). Se acentúa así la afinidad existente entre ambos profetas que manifiestan la misericordia divina especialmente a los más pobres, víctimas de la injusticia, como era la esclavitud por deudas. Los dos últimos relatos (2 Re 4,38-41 y 4,42-44) son milagros que giran en torno al tema de la bondad de Dios que alimenta al pueblo; en especial el último guarda estrecha relación con uno de los más conocidos milagros de Jesús en el NT: la multiplicación de los panes (Mt 14,13-21).

* 5,1-27. La curación de Naamán (5,1-19a), general sirio, sirve para presentar a Eliseo como profeta de Israel, cuya actividad llega más allá de los límites del pueblo elegido, como lo recuerda Jesús en su predicación inaugural en Nazaret (Lc 4,27). Eliseo actúa en el nombre del único Dios verdadero, superior a todos los dioses extranjeros, como lo profesa Naamán, quien, no obstante ser alguien importante y orgulloso, se debe humillar en obediencia a la palabra del profeta. Así la carne enferma de un hombre mayor, se renueva como la carne de un niño pequeño. En este contexto hay que recordar que había sido una muchacha pequeña la que había dado el impulso inicial para la curación de Naamán. Por último, el capítulo concluye (2 Re 5,19b-27) con un relato que expresa justamente lo contrario a la fe de Naamán: Guejazí, servidor de Eliseo, a espaldas de su maestro, se deja mover por la ambición buscando una recompensa, pero recibe el castigo al no comprender la gratuidad de la salvación divina por la que no hay que sacar provecho material alguno. Enseñanza vigente para todos los servidores de Dios,

* 6,1-33. Una breve anécdota milagrosa (6,1-7) muestra el fuerte nexo que hay entre la comunidad o gremio de los profetas y Eliseo, su líder o modelo. Luego se pasa a la corte del rey de Aram, en Damasco, con un relato pleno de humor e ironía y fuerte sentido pedagógico (6,8-23): hay un contraste entre el rey de Aram y su poderoso ejército, por una parte, y el profeta acompañado tan solo por su sirviente, por otra. Eliseo consigue burlarse de los arameos que buscan apresarlo, golpeándolos con ceguera, mostrando así que una actividad oculta por parte de Dios, solo se revela a sus elegidos; en medio de eso, aparece el trato humanitario a los derrotados. Por último (6,24-33), un relato espeluznante describe el horror de la Samaría sitiada. Es una especie de reversión de la narrativa sobre el juicio de Salomón (3,1-15), que presenta una sociedad que se está degradando inexorablemente. A raíz de estos hechos provocados por el Señor, se termina con una pregunta retórica y provocadora: «¿Qué más se puede esperar del Señor?» (6,33).

* 7,1-20. Es la victoria de la palabra de Dios sobre los enemigos de Israel y sobre quienes no confían en el Señor. Bajo el esquema de vaticino y cumplimiento se ve cómo la palabra del profeta siempre se cumple. Dios es quien ha vencido al enemigo e Israel no ha hecho absolutamente nada. El relato busca demostrar la misericordia divina a pesar de contener algunas escenas violentas, como el escudero siendo pisoteado en las puertas de la ciudad: la única muerte en toda la narración.

* 8,1-29. La primera escena (8,1-8) involucra al rey, a Guejazí y a la mujer sunamita: el rey gusta de escuchar las proezas legendarias de Eliseo; es conmovedor el momento en que la sunamita se presenta ante el rey, porque confiere una particular inmediatez y credibilidad a la vida del profeta. En el segundo relato (8,9-15), Eliseo, en nombre de Dios, actúa en la escena internacional: los arameos eran los adversarios externos más importantes en los tiempos de Elías y Eliseo, quien ve el mal que harán a Israel. Por último, las dos noticias referentes a Jorán y Ocozías, reyes de Judá (8,16-29), retoman el esquema propio empleado por el autor para describir los hechos de los reyes. Ambos son evaluados negativamente, en especial debido a sus conexiones con la dinastía de Ajab, rey de Israel.

* 9,1-37. La unción de Jehú se parece en algo a la de David, elegido de entre sus hermanos. A pesar de que el pasaje intenta justificar el golpe de estado de Jehú, como respuesta al plan divino, se percibe un elemento incómodo, porque no es apropiado que un servidor se rebele contra su propio rey, Jorán, máxime cuando se encuentra defendiendo a Israel contra sus enemigos. El encuentro final entre Jehú y el rey en los terrenos de la viña de Nabot es significativo como alusión al cumplimiento de la palabra de Dios. Lo mismo sucede con la muerte de Jezabel, cuyo final había sido anunciado por Elías. También Ocozías, el rey de Judá, a raíz de sus conexiones con la casa de Omrí, se ve arrastrado por los sucesos. Un comentario hecho por uno de los actores caracteriza al discípulo de los profetas como un «loco» (9,11); esta observación parece reflejar una percepción usual en la sociedad de la época como, por ejemplo, en el éxtasis profético del rey Saúl (1 Sm 10,11-12; 19,23-24). El mismo Jehú es designado como un «loco» (9,20), aunque debido a su manera de conducir su carro.

* 10,1-36. Exterminio violento de descendientes y adeptos de Ajab, por parte de Jehú, empleando como excusa el cumplimiento de la palabra divina (10,1-11). Luego, asesinato de los miembros de la casa real de Judá (10,12-14; 2 Re 11). En seguida, como consecuencia de la caída de la dinastía de Ajab, el exterminio del culto al dios Baal y sus adeptos (10,15-28). La estratagema de Jehú para asesinar a los seguidores de Baal, aparentemente inspirada por su celo religioso, a fin de cuentas proyecta una sombra de duda sobre su verdadera naturaleza. Las ambigüedades en el comportamiento de Jehú, tienen como consecuencia que su evaluación final no sea positiva, ya que siguió tolerando los santuarios de Betel y de Dan (10,29-36).

* 11,1-20. La reina Atalía, hija de Ajab de Israel y, por su matrimonio, madre de Ocozías, rey de Judá, es la última representante de la dinastía de Omrí (2 Re 8,18.26). Usurpa el trono de Judá, rompiendo la dinastía davídica, por eso no se dan las coordenadas de su reinado como queriendo olvidar este hecho. Además asesina a sus propios nietos, quizá para promover el culto a Baal o simplemente por ambición. En medio de esta violencia inusitada, el Templo de Dios es presentado como lugar de refugio para Joás, el nieto escondido y futuro rey, que escapa de la matanza. La conspiración para derrocar a Atalía tiene su origen justamente en los sacerdotes y el santuario e involucra, además, a las tropas del Templo. Se da una alianza entre el Señor, el rey y el pueblo que culmina, una vez más, con la destrucción del templo de Baal y de sus seguidores. En este marco es muy valioso para el autor que Atalía no muera en el Templo, sino fuera de él. Si el golpe de estado de Jehú tuvo su origen en la profecía, ahora es en el sacerdocio. De esta forma se complementan profecía y sacerdocio en la concepción teocrática del gobierno como origen y garantía del poder civil.

* 12,1-22. El capítulo está dedicado al rey Joás, cuya evaluación es positiva, aunque no del todo. Un largo pasaje describe, con detalles curiosos, los preparativos financieros de una restauración del Templo sin desembocar en algún hecho relevante. Incluso la noticia sobre el tributo dado al rey de Aram con fondos públicos no bastaría para justificar la larga descripción de la administración financiera del Templo. En realidad, el texto parece una especie de avance del relato del hallazgo del libro de la Ley en el Templo en 2 Re 22 con el cual está relacionado.

* 13,1-25. El libro de los Reyes muestra historias de pecado y de arrepentimiento. Así aparece en Joacaz, rey de Israel (13,1-9), quien hace el mal, pero cuando se ve presionado por la situación, recurre al Señor quien se compadece; al final se explica la fidelidad de Dios por su alianza con los Patriarcas (13,22-25) de quienes no existen muchas menciones en este libro donde el modelo suele ser David. A pesar del perdón divino, el pueblo no se convierte completamente, como lo testimonia la imagen de Aserá, divinidad cananea, en Samaría. A Joacaz le sucede su hijo Joás, rey de Israel, quien es mal evaluado (13,10-13). Sigue el relato de la muerte de Eliseo (13,14-21), con ciertas alusiones a la partida de Elías, acentuando así la relación entre ambos profetas. Eliseo hace milagros aun después de muerto, prueba de su incondicional pertenencia a Dios.

* 14,1-29. Amasías (14,1-22), rey de Judá, recibe una evaluación positiva, pero no del todo. Después de vencer a los edomitas, desafía a Joás, rey de Israel, para enfrentarse en batalla. Este le responde con un proverbio, hermoso ejemplo de un género literario muy usual en el mundo antiguo. Esta acción soberbia de Amasías le acarrea la derrota, la que implica el saqueo de Jerusalén por parte de Joás. Al mismo tiempo también es víctima de una conjuración política que parece indicar un periodo de fuertes turbulencias sociales, poniendo en su lugar a su hijo Azarías. El último rey presentado en el capítulo es Jeroboán (14,23-29), el segundo que llevó este nombre en Israel. Resulta un personaje contradictorio: por una parte, parece tener gran éxito, ensanchando las fronteras de su nación y, por otra, es criticado por su actitud religiosa.

* 14,21. El rey Azarías, hijo de Amasías, recibe este nombre aquí y en 2 Re 15,1-7. En cambio en 15,13, lo mismo que en 2 Cr 26-27 y en profetas, como Amós, Oseas e Isaías, recibe el nombre de Ozías.

* 15,1-38. Presentación de dos reinados en Judá juzgados positivamente, pero solo en parte (15,1-7; 32-38), y cinco en Israel, mal evaluados (15,8-31). En Judá reinaron Azarías (u Ozías) y luego Jotán, quien había sido corregente de su padre que contrajo lepra; construye una puerta del Templo y en su tiempo se vislumbra la guerra siro–efraimita, suscitada por Dios (15,37), de Israel y Damasco contra Judá (2 Re 16,5-9; Is 7). En Israel se suceden rápidamente varios reyes: Zacarías, Salún, Menajén, Pecajías, Pecaj, debido a la guerra civil en la que dominan conspiraciones, usurpaciones y asesinatos; los dos primeros y los dos últimos murieron asesinados. Solo Menajén, hombre violento y agresivo que infundió temor, murió sin ser asesinado. En su tiempo vino la amenaza del rey de Asiria, al que tuvo que pagarle un costoso tributo que recolecta de entre los notables del país. Algo similar sucede en tiempos de Pecaj con las primeras deportaciones de israelitas.

* 16,1-20. Reinado de Ajaz en Judá, con una evaluación muy negativa por ofrecer en sacrificio a su propio hijo y fomentar el culto en otros santuarios. Se menciona escuetamente la llamada guerra siro-efraimita (2 Re 15,28; Is 7) y la pérdida del puerto de Eilat que tan importante había sido para el comercio en tiempos de Salomón. Ajaz, para defenderse de sus enemigos, se convierte en vasallo de Asiria; espera la salvación del rey asirio y se declara su servidor e hijo (2 Re 16,7), cometiendo una idolatría porque esos títulos está reservados para su relación con Dios, del único de quien hay que esperar la salvación. Por su vasallaje paga un tributo con los tesoros del Templo y del palacio. Además Ajaz reproduce en el Templo de Jerusalén el altar visto en Damasco, un hecho sacrílego motivado por las ansias de asemejar el culto al de otras naciones, consideradas como más progresistas y provocando el olvido del altar tradicional.

* 17,1-41. Breve nota sobre el último rey de Israel, Oseas, quien sometido a Asiria, pretendió rebelarse con la ayuda de Egipto. Esto provoca el sitio de Samaria y su conquista. llegando así al final del Reino de Israel o del Norte. Asiria deporta a algunos israelitas a las regiones de Mesopotamia y Media y trae gente de allá en reemplazo de los deportados. El autor da su interpretación detallada de la caída de Israel, debida a la infidelidad a la alianza y a la Ley, lo mismo que a la idolatría manifestada de múltiples formas, no obstante la advertencia de los profetas a quienes no quisieron escuchar. La ruina de Israel se explica además por su rechazo a la casa de David y su adhesión a Jeroboán, prototipo del rey pecador. También hay acusaciones contra Judá, advertencias al reino que sigue en pie. Por último, se inserta una noticia sobre el culto samaritano, fruto de los nuevos pobladores que hicieron una especie de sincretismo en base a sus propias tradiciones religiosas y al culto del Dios de Israel.

* 18,1-37. Ezequías es evaluado muy positivamente, ya que luchó por quitar la idolatría y los santuarios locales y fue un hombre de fe, confianza y obediencia al Señor. El autor, evocando la caída de Samaria comienza a hablar de la invasión a Judea y Jerusalén por Senaquerib, rey de Asiria. En previsión a este ataque, Ezequías había construido el acueducto y tomado sus previsiones bélicas (20,20; 2 Cr 32,2-8; Is 22,8-11). Aunque se sustrajo del vasallaje asirio, pronto quedó de nuevo sometido debiendo pagar un fuerte tributo, por el que Jerusalén se logra librar de ser tomada por los asirios. Sin embargo, con el tiempo, esa liberación se atribuyó a un milagro divino (2 Re 19,35). A esto contribuyó que en los relatos paralelos de Isaías y Crónicas se omite la mención del tributo. Luego se describe la llegada del jefe de la guardia del rey asirio junto con otros jefes que, con soberbia y provocación, amenazan no solamente al pueblo con su rey, sino también insultan al Señor ya que, aunque él mismo los había mandado en su contra (Is 10,5-11), sería incapaz de salvarlos del poderío asirio. Senaquerib, en una especie de parodia de las promesas divinas, ofrece conducirlos a una nueva tierra prometida, pero en el exilio. La respuesta del pueblo ante toda esta provocación es el silencio.

* 19,1-37. Continúa el relato de la invasión de Senaquerib. Se introduce repentinamente a Isaías. La provocación del rey asirio es contra Dios mismo, por eso el profeta anuncia el fracaso de su campaña y su muerte (19,1-7). El rey asirio envía mediante una carta un segundo mensaje de contenido similar al mensaje del jefe de la guardia. La oración de Ezequías subraya la supremacía del Dios de Israel como único Dios (19,8-19). La respuesta es otro oráculo de Isaías con dos partes: una contra el rey de Asiria que ha insultado a Dios, sin advertir que todo eso es parte del plan divino, y la otra, a favor de Ezequías, con una advertencia a Asiria, ya que el Señor protegerá a Jerusalén por su poder y por su promesa a David (19,20-34). El capítulo concluye con la narración de la intervención divina por medio de un ángel que golpea mortalmente al campamento invasor con un número exagerado de muertos, lo que sobrepasa la realidad, pero que quiere exaltar el poder divino, y luego con la noticia de la muerte de Senaquerib (19,35-37). El rey asirio había levantado el asedio de Jerusalén seguramente por el pago del fuerte tributo, pero el retiro de Asiria, con el correr de los tiempos, se vio como una intervención milagrosa de Dios al silenciarse luego el tributo pagado.

* 20,1-21. Dios atiende la oración de Ezequías, no solo lo rescata de la enfermedad y de la muerte, sino que promete salvarlo de sus enemigos. Isaías aparece como autor de milagros, a semejanza de Elías y Eliseo, como se demuestra en la sanación del rey y en el prodigio de la sombra en el reloj de sol (20,1-11). El relato de los embajadores de Babilonia en la corte de Jerusalén, que en realidad parecen espías que buscan evaluar la riqueza del rey, pone de manifiesto la amenaza que se cierne sobre Judá, como aparece en el oráculo crítico de Isaías. A esta amenaza, el rey responde de una forma mezquina, incompatible con su proceder anterior: «Al menos habrá paz y seguridad en mis propios días» (20,19). La visita de los babilonios guarda muchos paralelos con la visita de la Reina de Sabá a Salomón. Pero si este relato evidenciaba la sabiduría de aquel rey, la presente narración parece demostrar la necedad o, al menos, la ingenuidad de Ezequías (20,12-19). Al final se habla de obras y éxitos del rey y de su muerte (20,20-21).

* 21,1-26. Al rey Ezequías lo sucede su hijo Manasés, quien tiene un reinado largo; es muy mal evaluado porque destruye la reforma religiosa de su padre al promover la idolatría y pervertir al pueblo; además, es un gran asesino con su proceder injusto que inunda de sangre inocente las calles de Jerusalén, un agravante mayor comparado con otros reyes de Judá. Dios, por su parte, advierte el castigo por medio de sus profetas: la suerte de Judá y Jerusalén será similar a la de Samaría (21,1-18). Sigue el reinado de su hijo Amón durante dos años; su evaluación es negativa, ya que abandonó a Dios y veneró otros dioses. Fue asesinado producto de una conspiración. El pueblo proclama rey a su hijo Josías (21,19-26).

* 22,1-20. Josías comienza su reinado siendo prácticamente un niño, quizá con un corregente. Su evaluación es muy positiva. El relato de reparación del Templo se asemeja en parte al de las reparaciones de Joás (2 Re 12) y resulta sorpresivo el hallazgo del libro de la Ley o de la Alianza, ya que cuesta creer que un documento tan importante fuese olvidado de esa manera. Por eso el descubrimiento puede ser un relato ficticio, que trate de explicar un tiempo de decadencia en Judá y que sirva para emprender una reforma religiosa. En efecto, el hallazgo provoca un gran impacto en el rey y en otras personas. Aunque no se indica su contenido, se suele identificar con el núcleo fundamental del Deuteronomio (Dt 5-28 o, por lo menos, 12-26). Para esa época es llamativa la consulta a la profetisa Juldá, al asignar ese rol a una mujer. Su profecía es de amenaza por haber abandonado a Dios, pero con un pasaje salvífico para el rey, ya que no será testigo del cumplimiento de los castigos anunciados sobre «este lugar», referencia quizá a la destrucción del Templo y de la ciudad. La ambigüedad del texto permite al lector llenar con sus propios medios los vacíos de la narración.

* 23,1-37. La reforma religiosa que promueve Josías, a raíz del hallazgo del libro de la Ley (nota a 22,1-20), implica varias acciones (23,1-30). Congrega a todo el pueblo para leer el libro y ratificar la alianza, luego procede a la purificación del Templo, quitando cualquier vestigio idolátrico, además destituye a los sacerdotes de cultos ajenos. Suprime los santuarios locales y destruye el de Betel, en el antiguo reino del Norte, como desde su fundación lo había predicho el profeta anónimo (1 Re 13). Purificado el país, Josías celebra la Pascua, como nunca se había tenido, según los preceptos del libro encontrado. Josías muere violentamente, pero no alcanza a ver el exilio de Jerusalén, tal como se lo había profetizado Juldá; en este sentido, desciende en paz a la tumba. El autor vuelve a elogiar la fidelidad de Josías, pero su muerte trágica arroja una sombra en la esperanza de Judá, ya que el castigo divino sobre Jerusalén y el Templo seguirá adelante por las maldades de Manasés. El capítulo concluye con dos cortas noticias sobre sus sucesores (2 Re 23,31-37). Su hijo Joacaz, con un reinado breve y mal evaluado, es hecho prisionero por el faraón de Egipto, quien nombra a otro hijo de Josías, Eliaquín, poniéndole el nombre de Joaquín; será un rey títere, manejado desde afuera. Paga el tributo al faraón, recolectándolo del pueblo; logra reinar durante once años, y su evaluación es negativa.

* 24,1-20. El Señor lleva a cabo su plan para castigar a Judá por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Joaquín (24,1-6) pasa del vasallaje egipcio al babilónico, pero finalmente se rebela. Llama la atención la afirmación de que el Señor no estaba dispuesto a perdonar (24,4), que parece contradecir la imagen de un Dios misericordioso, pero por otra parte está de acuerdo con el desenlace de la historia, que el autor bien conoce. Al morir Joaquín es sucedido por su hijo Jeconías (24,7-16). El rey de Babilonia, señor de la región, sitia Jerusalén; Jeconías tiene que rendirse. Nabucodonosor ocupa la ciudad y el Templo, saquea sus tesoros y deporta a Mesopotamia al rey junto con los estratos altos y productivos de la sociedad. Nombra un rey bajo su control (24,17-20), Matanías, hijo de Josías, a quien impone el nombre de Sedecías. Este rey recibe una evaluación negativa sin especificar los motivos. El capítulo concluye con una breve frase que hace alusión a la rebelión de Sedecías y que sirve para insinuar el desastre final que se avecina.

* 25,1-30. Se relata la catástrofe del reino de Judá (25,1-21). Después de un tiempo de asedio babilónico, Jerusalén se rinde, y el rey huye en dirección del mar Muerto, siendo alcanzado cerca de Jericó. El final de Sedecías es dramático: lo último que ve es el asesinato de sus hijos, esperanza frustrada de la descendencia davídica, luego es privado de la visión y llevado cautivo a Babilonia. Se describe el saqueo y la destrucción de Jerusalén y su Templo por medio del fuego; se derrumban las murallas de la ciudad para impedir una nueva resistencia; deportan al resto de la población, dejando solo unos pocos labradores para trabajar la tierra. Nabucodonosor nombra un gobernador en Judá, Godolías (25,22-26), quien residía en Mispá. Al ser considerado un colaboracionista de los babilonios fue asesinado por algunos judíos. Esto provoca la huida generalizada a Egipto, como si quisieran desandar el camino de liberación y volver a la tierra de la esclavitud. El libro concluye con una breve noticia referente a la amnistía de Jeconías, último rey legítimo de Judá (25,27-30). El autor parece conceder a este hecho gran importancia. ¿Es posible que aún exista esperanza para la casa de David y su pueblo?

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