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ATRAS

Saúl y Jonatán han muerto*

1 Sm 31

 

1 1 Después de la muerte de Saúl, David, que había vuelto de derrotar a los amalecitas, se quedó dos días en Sicelag. 2 Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl, con su ropa desgarrada y tierra sobre su cabeza. Al llegar cerca de David, se postró con el rostro en tierra. 3 David le preguntó: “¿De dónde vienes?”. Él respondió: “Logré escaparme del campamento de Israel”. 4 David le preguntó: “¿Qué ha pasado? Cuéntamelo, por favor”. Respondió: “El pueblo huyó de la batalla; muchos de los del pueblo cayeron y murieron; también Saúl y su hijo Jonatán han muerto. 5 Entonces David preguntó al joven informante: “¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?”. 6 El joven informante respondió: “Me encontraba por casualidad en el monte Gelboé y, de pronto, frente a mí estaba Saúl, apoyado en su lanza; los carros y jinetes lo cercaban. 7 Él se volvió, me vio y me llamó. Le dije: ‘A tus órdenes’. 8 Entonces él me preguntó: ‘¿Quién eres tú?’ Le respondí: ‘Soy un amalecita’. 9 Él me dijo: ‘Acércate por favor y mátame, porque siento el estertor de la muerte, aunque todavía estoy vivo’. 10 Entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no sobreviviría a sus heridas. Tomé la diadema que tenía sobre su cabeza y el brazalete que llevaba en el brazo, y los traje a mi señor”.

11 David tomó sus vestiduras y las rasgó; lo mismo hicieron los acompañantes. 12 Todos hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta la tarde por Saúl, por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído al filo de la espada. 13 David preguntó al joven informante: “¿De dónde eres?”. Él respondió: “Soy hijo de un inmigrante amalecita”. 14 David le dijo: “¿Cómo es que te has atrevido a alzar la mano para matar al ungido del Señor?”. 15 David llamó a uno de los muchachos y le mandó: “¡Acércate y mátalo!”. Él lo hirió y murió. 16 David le dijo: “Que tu sangre caiga sobe tu cabeza, porque tu boca ha dado testimonio contra ti, al decir: ‘yo soy el que ha acabado con el ungido del Señor’”.

 

¡Cómo han caído los héroes!*

 

17 David pronunció este canto fúnebre por Saúl y su hijo Jonatán.

18 Él ordenó que se enseñara a los habitantes de Judá. Es el canto del arco y está escrito en el Libro del Justo.

 

19 ¡La gloria de Israel,

 mancillada en tus alturas!

¡Cómo han caído los héroes!

 

20 No lo anuncien en Gat,

no lo pregonen en las calles de Ascalón,

no se alegren las hijas de los filisteos,

ni lo festejen las hijas de los incircuncisos.

 

21 Montañas de Gelboé,

ni rocío ni lluvia sobre ustedes

ni campos fecundos,

porque allí fue abatido,

el escudo de los héroes.

El escudo de Saúl

22 no fue ungido con aceite

sino con sangre de víctimas,

con grasa de valientes.

El arco de Jonatán no retrocedía jamás,

la espada de Saúl, nunca regresaba en vano.

 

23 Saúl y Jonatán,

amados y amables en vida,

ni siquiera la muerte los separó.

Más rápidos que águilas,

más fuertes que leones.

 

24 Hijas de Israel, lloren por Saúl,

que las vestía de púrpura y lino,

que decoraba sus vestidos de joyas de oro.

 

25 ¡Cómo han caído los héroes

en el campo de batalla!

 

¡Jonatán, mancillado en tus montañas!

26 Me duelo por ti, hermano mío, Jonatán,

te quería muchísimo,

tu amistad para mí era más maravillosa

que el amor de las mujeres.

 

27 ¡Cómo han caído los héroes,

 aniquiladas las armas de guerra!

 

  1. David*­
  2. David rey de Judá y de Israel

 

La gente de Judá ungió a David como rey*

1 Sm 16,13; 31,11-13¸2 Sm 5,3-5

 

2 1 Después de esto, David consultó al Señor: “¿Puedo subir a alguna de las ciudades de Judá?”. El Señor le contestó: “Sí, sube”. David consultó: “¿Adónde puedo ir?”. El Señor dijo: “A Hebrón”. 2 David subió allí, acompañado de sus dos mujeres, Ajinoán de Jezrael y Abigaíl, la mujer de Nabal, el del Carmelo. 3 También llevó a los hombres que lo acompañaban, junto con sus familias. Se establecieron en los poblados de Hebrón. 4 La gente de Judá vino y allí mismo ungió a David como rey de la casa de Judá.

Luego informaron a David: “La gente de Yabés de Galaad es la que ha sepultado a Saúl”. 5 David envió mensajeros a la gente de Yabés de Galaad para decirles: “Benditos sean del Señor por haber cumplido ese acto de fidelidad sepultando a su señor Saúl. 6 Que el Señor actúe con ustedes fiel y lealmente; yo también actuaré con ustedes con la misma bondad, por lo que hicieron. 7 ¡Tengan ánimo! Es cierto, su señor Saúl ha muerto; en cuanto a mí, la casa de Judá me ha ungido como su rey”.

 

Isbaal comenzó a reinar sobre Israel

2 Sm 5,5

 

8 Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, había tomado a Isbaal, hijo de Saúl, y lo había trasladado a Majanain. 9 Lo hizo rey de Galaad, de los aseritas, de Jezrael, de Efraín, de Benjamín y, en fin, de todo Israel. 10 Isbaal, hijo de Saúl, tenía cuarenta años cuando empezó a reinar sobre Israel y reinó dos años. Solo la casa de Judá siguió a David. 11 David reinó en Hebrón sobre la casa de Judá, siete años y seis meses.

 

David se consolidaba

1 Sm 17,8-9

 

12 Abner, hijo de Ner, y los oficiales de Isbaal salieron de Majanain en dirección de la ciudad de Gabaón. 13 Joab, hijo de Seruyá, y los oficiales de David se pusieron en campaña y se encontraron con ellos en el estanque de Gabaón, donde acamparon unos a un lado del estanque y los otros al lado opuesto. 14 Abner dijo a Joab: “Que se levanten algunos muchachos y combatan ante nosotros”. Joab respondió: “Que se levanten”. 15 Se levantaron y avanzaron en igual número: doce de Benjamín por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. 16 Cada uno agarró a su adversario por la cabeza, le clavó la espada por el costado, de modo que todos juntos sucumbieron. Por eso ese lugar, que está cerca de Gabaón, se llamó “Campo de los costados”.

17 Aquel día la batalla fue muy dura. Abner y los israelitas fueron derrotados por los hombres de David. 18 Los tres hijos de Seruyá estaban allí: Joab, Abisay y Asael. Asael era tan veloz como una gacela en la llanura. 19 Se puso a perseguir a Abner y no se apartaba ni a derecha ni a izquierda. 20 Abner se volteó y le gritó: “¿Eres tú, Asael?”. Él respondió: “sí”. 21 Abner le dijo: “Desvíate a la derecha o a la izquierda, atrapa a alguno de los muchachos y toma sus despojos”. Pero Asael no se apartó de él. 22 De nuevo Abner le dijo: “Deja de ir tras de mí, ¿por qué me obligas a matarte? ¿Con qué cara me voy a presentar ante tu hermano Joab?”. 23 Como Asael rehusó apartarse, Abner le hirió el vientre con el talón de su lanza, el cual le salió por la espalda y cayó allí muerto. Todos los que pasaban por el lugar donde había caído muerto, se detenían.

24 Pero Joab y Abisay se pusieron a perseguir a Abner. El sol se había puesto cuando llegaron a la colina de Amá, que está al este de Guiaj, en dirección al desierto de Gabaón. 25 Los benjaminitas se agruparon detrás de Abner, formando un solo bloque, y se detuvieron en la cima de la colina. 26 Abner gritó a Joab: “¿La espada seguirá devorando sin cesar? ¿No te das cuenta de que al fin no habrá más que amargura? ¿Hasta cuándo esperarás para dar la orden a la tropa de que deje de perseguir a sus hermanos?”. 27 Joab le respondió: “Te juro por Dios, que si no hubieras hablado, solo por la mañana la tropa habría dejado de perseguir a sus hermanos”. 28 Joab dio orden de tocar la trompeta; toda la tropa se contuvo y no siguió persiguiendo más a Israel, dejando de pelear.

29 Abner y sus hombres marcharon por el Arabá toda la noche; cruzaron el río Jordán y después de haber andado toda la mañana siguiente, llegaron a Majanain. 30 Cuando Joab dejó de perseguir a Abner, reunió toda la tropa y se dio cuenta de que faltaban diecinueve hombres de los servidores de David, y Asael. 31 Pero los servidores de David habían matado a trescientos sesenta hombres de entre los benjaminitas y los hombres de Abner. 32 Joab y sus hombres tomaron el cuerpo de Asael y lo sepultaron en la tumba familiar en Belén. Después caminaron toda la noche y el día despuntó para ellos en Hebrón.

3 1 Hubo una larga lucha entre la casa de Saúl y la de David. David se consolidaba, mientras que la casa de Saúl se iba debilitando.

 

David tuvo estos hijos en Hebrón*

= 1 Cr 3,1-4.

2 Sm 5,3-4

 

2 David tuvo estos hijos en Hebrón: Amnón, el primogénito, de Ajinoán de Jezrael; 3 el segundo, Quilab, de Abigaíl, mujer de Nabal, el del Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maacá, hija de Tolmay, rey de Guesur; 4 el cuarto, Adonías, hijo de Jagit; el quinto, Safatías, hijo de Abital; 5 el sexto, Yitrán, de Egla, mujer de David. Estos fueron los hijos que le nacieron a David en Hebrón.

 

Yo y mi reino somos inocentes*

1 Sm 18,20-27; 25,43¸2 Sm 21,8-10

 

6 Mientras continuaba la guerra entre la casa de Saúl y de David, Abner adquiría importancia en la casa de Saúl. 7 Saúl había tenido una concubina llamada Rispá, hija de Ayá. Isbaal reclamó a Abner: “¿Por qué has tenido relaciones con la concubina de mi padre?”. 8 Abner se enojó mucho por las palabras de Isbaal y le respondió: “¿Acaso soy una cabeza de perro de Judá? Hoy he actuado lealmente con la casa de tu padre Saúl, con sus hermanos y amigos y te he librado de caer en manos de David y ¿ahora tú me vienes a reprochar por una falta con esa mujer? 9 Que Dios me castigue si no actúo con David de acuerdo con lo que juró el Señor en su favor: 10 quitar el reinado a la casa de Saúl y establecer el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba”. 11 Isbaal no pudo recriminarle nada a Abner porque le tenía miedo.

12 Abner envió por su cuenta mensajeros a David que le dijeran: “¿De quién es el país? Si haces una alianza conmigo yo te ayudaré para que todo Israel esté de tu lado”. 13 David respondió: “Bien, haré una alianza contigo, pero con una condición, no te presentarás ante mí, sin traer a Mical, hija de Saúl, cuando vengas a verme”. 14 David envió mensajeros a Isbaal, hijo de Saúl, con la siguiente petición: “Devuélveme a mi esposa Mical, a quien adquirí en matrimonio por cien prepucios de filisteos”. 15 Isbaal mandó que se la quitaran a su marido Paltiel, hijo de Lais. 16 Su marido la iba siguiendo llorando hasta Bajurín. Abner le dijo: “Anda, regresa”. Y él se volvió.

17 Abner había tenido negociaciones con los ancianos de Israel en estos términos: “Tiempo atrás ustedes habían querido que David fuera su rey; 18 háganlo ahora, porque el Señor les ha declarado acerca de David: ‘por medio de mi servidor David libraré a mi pueblo del poder de los filisteos y de todos sus enemigos’”. 19 Abner también se puso de acuerdo con la gente de Benjamín y después fue a hablar a David en Hebrón sobre lo que proponía tanto Israel como Benjamín. 20 Cuando Abner, acompañado de veinte hombres, fue a Hebrón a ver a David, este les hizo un banquete. 21 Entonces Abner dijo a David: “Me voy a dedicar a reunir alrededor de mi señor el rey a todo Israel, quienes harán una alianza contigo y así reinarás sobre lo que tú deseas”. David despidió a Abner, quien se fue en paz.

22 Entre tanto, los oficiales de David y Joab habían regresado de una incursión y habían traído consigo un gran botín. Abner ya no estaba con David en Hebrón, porque ya había sido despedido y se había marchado en paz. 23 Cuando Joab y todo su ejército llegó, avisaron a Joab: “Abner, el hijo de Ner, vino a visitar a David; este lo despidió y se marchó en paz”. 24 Entonces Joab fue a donde estaba el rey y le dijo: “¿Qué cosa has hecho? Mira nada más, vino Abner a visitarte y ¿cómo es que lo despachaste y se marchó sin más? 25 Tú conoces bien a Abner, el hijo de Ner. Vino a tantearte, a enterarse de tus maniobras y a conocer todo lo que haces”.

26 Joab salió de la casa de David y envió mensajeros tras de Abner, quienes lo hicieron regresar desde la cisterna de Sirá, sin que David lo supiera. 27 Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó aparte, en la puerta misma, pretendiendo hablarle en secreto. Allí lo hirió en el vientre y lo asesinó en venganza por la sangre de su hermano Asael. 28 Después, cuando David se enteró, protestó: “Yo y mi reino somos inocentes para siempre, ante el Señor, de la sangre de Abner, hijo de Ner”. 29 ¡Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y sobre la familia de su padre! ¡Que no deje de haber en la familia de Joab quien tenga gonorrea o lepra, quien sea afeminado; quien muera a espada o de hambre!”. 30 Así Joab y su hermano Abisay asesinaron a Abner, porque había matado a su hermano Asael en la batalla de Gabaón.

31 David dijo a Joab y a toda la gente que lo acompañaba: “Rásguense sus vestidos, vístanse de luto y hagan duelo por Abner”. El rey David iba tras el féretro. 32 Sepultaron a Abner en Hebrón y el rey se puso a gritar y a llorar junto al sepulcro de Abner, y todo el pueblo lloraba.

33 El rey compuso esta elegía en honor de Abner:

“¿Acaso Abner debía morir como muere un necio?

34 Tus manos nunca fueron encadenadas,

ni tus pies supieron de grilletes.

Como se cae ante gente perversa,

así caíste tú”.

El pueblo se puso a llorar de nuevo por él.

35 Antes de la puesta del sol, el pueblo intentó hacer comer algo a David, pero él hizo este juramento: “Que Dios me castigue si como pan o alguna cosa antes de que se ponga el sol”. 36 El pueblo tomó nota de esto y lo aprobó; así todo lo que el rey hacía, tenía la aprobación de todo el pueblo. 37 Todo el pueblo, todo Israel, se convenció en ese día de que el asesinato de Abner, hijo de Ner, no había sido asunto del rey. 38 El rey dijo a sus oficiales: “¿No se dan cuenta de que un jefe, un hombre importante, ha sucumbido hoy en Israel? 39 Aunque soy el rey escogido por Dios, hoy me siento débil. Estos hijos de Seruyá son más duros que yo. ¡Que el Señor pague al malvado según su maldad!”.

 

Isbaal se desalentó *

1 Sm 26,24; 2 Sm 1,5-16; 3,22; 16,11

 

4 1 Cuando Isbaal, hijo de Saúl, supo que Abner había muerto en Hebrón, se desalentó completamente y todo Israel se acobardó. 2 Isbaal, hijo de Saúl, tenía dos jefes de bandas, uno se llamaba Baná y el otro Recab, hijos del berotita Rimón, benjaminitas –porque también Berot se consideraba benjaminita–. 3 Los berotitas huyeron a Guitain y allí se han quedado como residentes hasta el día de hoy.

4 Jonatán, hijo de Saúl, tenía un hijo lisiado de los pies. El niño tenía cinco años cuando de Jezrael llegó la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán; su nodriza lo tomó consigo y huyó, pero, en el apuro de la fuga, el niño se cayó y quedó cojo. Se llamaba Mefiboset (Meribaal).

5 Los hijos del berotita Rimón, Recab y Baná, se pusieron en camino y en el momento de más calor del día llegaron a la casa de Isbaal, quien estaba acostado tomando su siesta. 6 Ellos entraron en el interior de la casa como para llevarse el trigo y lo hirieron en el vientre; entonces Recab y su hermano Baná huyeron. 7 Habían entrado a la recámara, donde Isbaal estaba acostado sobre su cama, e hiriéndolo, lo mataron: luego le cortaron la cabeza, que tomaron consigo y anduvieron toda la noche por el camino del Arabá. 8 Llevaron la cabeza de Isbaal a David, a Hebrón, y le dijeron: “Aquí tienes la cabeza de tu enemigo, Isbaal, hijo de Saúl, que intentó matarte. El Señor ha permitido al rey, mi señor, tomar venganza de Saúl y su descendencia”.

9 Pero David respondió a Recab y a su hermano Baná, hijos del berotita Rimón: “Por vida del Señor, que me ha sacado de todo aprieto, 10 si al que vino a anunciarme: ‘Mira, ha muerto Saúl’, pensando darme una buena noticia, lo mandé prender y ejecutar en Sicelag, pagándole por esa buena noticia, 11 ¡con cuánta mayor razón castigaré a unos perversos que han asesinado a un inocente que estaba acostado sobre su cama, en su casa! ¿No tendré que hacerlos responsables por su muerte y borrarlos de la tierra?”. 12 David ordenó a sus oficiales que los mataran. Les cortaron sus manos y pies y los colgaron cerca del estanque, en Hebrón. En cuanto a la cabeza de Isbaal, la tomaron y la colocaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.

 

Ungieron a David rey de Israel*

= 1 Cr 11,1-3

1 Sm 16,13: 2 Sm 2,4

 

5 1 Todas las tribus de Israel fueron a encontrar a David en Hebrón y le dijeron: “Somos de tu misma carne y sangre. 2 Ya desde antes, cuando Saúl era nuestro rey, tú eras el que guiaba a Israel a la batalla. El Señor te había prometido: ‘Tú conducirás a mi pueblo Israel y serás jefe de Israel’”. 3 Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón, donde estaba David. El rey David hizo un pacto con ellos ante el Señor y lo ungieron rey de Israel. 4 David tenía treinta años cuando fue constituido rey. Ejerció el reinado por cuarenta años. 5 En Hebrón reinó sobre Judá siete años y medio; en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre Israel y Judá.

 

David tomó la fortaleza de Sion

= 1 Cr 11,4-9; 14,1-2

Lv 21,18

 

6 Cuando el rey y sus hombres fueron a Jerusalén a atacar a los jebuseos, que habitaban en el país, estos le gritaron a David: “No entrarás aquí, pues hasta los ciegos y los cojos te lo impedirían”. Con esto indicaban: “David no entrará aquí”. 7 Pero David tomó la fortaleza de Sion, es decir, la Ciudad de David. 8 Aquel día David había dicho a sus hombres: “El que quiera derrotar a los jebuseos, que los alcance por el canal. En cuanto a los cojos y ciegos, David los odia”. Por esto se dice: “¡Ni cojos ni ciegos entrarán al Templo!”.

9 David se estableció en la fortaleza y la llamó “Ciudad de David”. Construyó una muralla alrededor de la ciudad, desde el terraplén hacia el interior.10 David seguía haciéndose cada vez más fuerte, porque el Señor todopoderoso estaba con él.

11 Jirán, rey de Tiro, envió embajadores a David; lo proveyó de madera de cedro, de talladores de madera y de piedra, para construir el palacio de David. 12 De esta manera David comprendió que el Señor lo había afianzado como rey de Israel y que había hecho próspero su reino, en atención a Israel, su pueblo.

 

Le nacieron en Jerusalén los siguientes hijos

= 1 Cr 14,3-7

 

13 Después de que David vino de Hebrón, tomó en Jerusalén más concubinas y esposas y tuvo más hijos e hijas. 14 Le nacieron en Jerusalén los siguientes hijos: Samúa, Sobab, Natán y Salomón; 15 Yibjar, Elisúa, Nefeg, Yafía; 16 Elisamá, Eliadá y Elifélet.

 

David derrotó a los filisteos

= 1 Cr 14,8-16

 

17 Cuando los filisteos supieron que David había sido ungido como rey de Israel, subieron todos a capturarlo. Al enterarse de esto, David bajó a la fortaleza. 18 Los filisteos arribaron y se desplegaron en el valle de Refaín. 19 David consultó al Señor: “¿Puedo atacar a los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?”. El Señor respondió: “Sí, ¡ataca! Los entregaré en tus manos”. 20 Enseguida David marchó a Baal Perasín donde derrotó a los filisteos. Dijo: “El Señor ha abierto una brecha a través de mis enemigos, como abren brecha las aguas”. Por esto han puesto a este lugar el nombre de Baal Perasín.

21 Los filisteos dejaron allí abandonados a sus ídolos y David y su gente se los llevaron. 22 Luego los filisteos volvieron a subir contra Israel y se desplegaron en el valle de Refaín. 23 David consultó al Señor, quien le respondió: “No ataques, rodéalos por su retaguardia y atácalos por el otro lado, cerca de los árboles de bálsamo. 24 Cuando oigas rumor de pasos en las copas de esos árboles, ataca porque en esos momentos el Señor sale delante de ti a combatir al ejército de los filisteos”. 25 David atacó como el Señor le había mandado y derrotó a los filisteos, desde Gueba hasta la entrada de Guézer.

 

– David en Jerusalén*«

 

El arca del Señor a la ciudad de David*

= 1 Cr 13,5-14; 15,25-16,3

1 Sm 4,3-4; 6,7-8; 1 Re 8,1-13

 

6 1 De nuevo David reunió a lo mejor de su tropa, a treinta mil israelitas. 2 En compañía de todo el pueblo, se puso en marcha, partiendo de Baalá de Judá, para traer de allí el arca del Dios, que lleva el nombre de “el Señor todopoderoso, que está sentado sobre los querubines”. 3 Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la sacaron de la casa de Abinadab, que está sobre la colina. Los hijos de Abinadab, Uzá y Ajió, conducían la carreta nueva. 4 Ajió iba delante de la marcha. 5 David y todos los israelitas iban bailando con gran entusiasmo ante el Señor, acompañados de instrumentos de ciprés, liras, arpas, tamborcitos, sonajas y platillos. 6 Cuando llegó al campo de Nacón, los bueyes tropezaron y Uzá alargó la mano para sostener el arca de Dios. 7 Al punto el Señor se enojó con Uzá y lo mató allí por su irreverencia. Uzá murió allí junto al arca de Dios. 8 David se afligió porque el Señor, irritado, había castigado a Uzá. Hasta la fecha este lugar se llama Peres Uzá, que significa Brecha de Uzá.

9 Ese día David tuvo miedo del Señor y dijo: “¿Cómo voy a traer a mi casa el arca del Señor?”. 10 David no quiso transportar el arca del Señor a su casa, a la Ciudad de David, sino que la instaló en la casa de Obededón, el de Gat. 11 El arca del Señor permaneció por tres meses en la casa de Obededón, el de Gat, y el Señor bendijo a él y a su familia.

12 Informaron al rey David: “El Señor ha bendecido a Obededón y sus pertenencias a causa del arca de Dios”. Entonces fue David y trasladó con gran alegría el arca de Dios de la casa de Obededón a la Ciudad de David. 13 Cuando los portadores del arca del Señor habían dado seis pasos, David ofreció en sacrificio un toro y un ternero engordado. 14 David bailaba frenéticamente ante el Señor, vestido de un efod de lino. 15 De esta manera, David y todos los israelitas llevaban el arca del Señor al son del alarido de guerra y de la trompeta. 16 Cuando iba entrando el arca del Señor a la Ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, estaba mirando por la ventana y, al ver al rey David que saltaba y bailaba ante el Señor, sintió desprecio por él. 17 Llevaron el arca del Señor y la instalaron en su lugar, en medio de la Tienda que David había mandado desplegar; y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. 18 Al acabar David de ofrecer los holocaustos y sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre del Señor todopoderoso. 19 Después repartió a todo el pueblo, a toda la muchedumbre, hombres y mujeres, un pan, una porción de carne y una torta de pasas. Luego se fue la gente, cada uno a su casa.

20 Cuando David regresaba para bendecir a su familia, Mical, la hija de Saúl, salió a recibirlo y le dijo: “¡Qué bien ha quedado hoy el rey de Israel, desvistiéndose ante las servidoras de sus servidores, como lo hace uno cualquiera!”. 21 David respondió a Mical: “Sí, he bailado ante el Señor que me prefirió a tu padre y a su progenie, al ponerme como jefe designado de su pueblo Israel. 22 Todavía me humillaré más; me rebajaré más a tus ojos; pero seré tenido en gran estima por las criadasservidoras de las que has hablado. 23 Y Mical, hija de Saúl, nunca tuvo hijos en su vida.

 

El Señor te hará una casa*

= 1 Cr 17

1 Sm 16,11; 17,15.20; 1 Re 8,16-19; Sal 89,30-38; 132,1-5; Lc 1,32-33; Hch 2,30 // 2 Sm 7, 14: 2 Cor 6,18; Heb 1,5; Ap 21,7

 

7 1 Cuando el rey se había ya instalado en su casa y el Señor le había dado reposo de sus enemigos de alrededor, 2 dijo el rey al profeta Natán: “Mira nada más, mientras yo estoy viviendo en una casa de cedro, el arca del Señor se encuentra en medio de una Tienda de pieles”. 3 Respondió Natán al rey: “Puedes hacer como te parezca bien, ya que el Señor está contigo”. 4 Pero esa misma noche llegó la palabra del Señor a Natán en estos términos: “Debes ir a decirle a mi servidor David: así habla el Señor: ‘¿Tú vas a construirme una casa para que la habite? No he vivido en una casa desde el día en que traje a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy: yo anduve caminando bajo una Tienda y al abrigo de una choza. 7 Durante todo el tiempo en que anduve caminando con todos los israelitas, ¿acaso he dirigido una sola palabra a alguno de los jefes de Israel que había designado para pastorear a mi pueblo Israel, diciéndole: ‘por qué no me han construido una casa de cedro?’.

8 ”Por tanto, así dirás a mi servidor David: ‘así habla el Señor omnipotente. Yo te he tomado del rebaño, de detrás de las ovejas, para que seas jefe de mi pueblo Israel 9 y he estado contigo dondequiera que has andado y aniquilé a todos tus enemigos frente a ti; te haré un nombre tan grande como el de los grandes de la tierra. 10 Fijaré un lugar para mi pueblo Israel, lo plantaré allí para que habite en ese lugar y nadie lo expulsará más, ni los malvados continuarán humillándolo como al principio, 11 desde el momento en que establecí jueces sobre mi pueblo Israel. Te haré descansar de todos los enemigos. Además, el Señor te anuncia que él es el que te hará una casa. 12 Cuando se hayan cumplido tus días y reposes con tus padres, haré surgir después de ti, de tu linaje, un descendiente que provenga de tus entrañas y haré estable su reinado. 13 Él es el que construirá una casa a mi nombre y afianzaré eternamente su trono real. 14 Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si comete una falta, lo corregiré con varas y golpes como hacen los hombres. 15 Mi amor no se apartará de él, como lo retiré de Saúl, a quien quité de tu presencia. 16 Tu descendencia y tu reinado permanecerán para siempre, tu trono estará firme eternamente’”. 17 Natán comunicó, pues, a David todo lo que Dios le había dicho y revelado.

18 El rey David fue a presentarse ante el Señor y le dijo: “¿Quién soy yo, mi Señor Dios, y qué vale mi familia para que me hayas hecho llegar hasta estas alturas? 19 Y todavía te ha parecido poco, mi Señor Dios, que hasta has hecho una promesa a mis descendientes en los años por venir. ¿Acaso es así la manera como tratas con el ser humano? 20 ¿Qué más puede decirte tu servidor David, ya que tú conoces a tu servidor, mi Señor Dios? 21 Por tu palabra y de acuerdo con tu voluntad, tú has hecho estos prodigios para darlos a conocer a tu servidor.

22 Verdaderamente eres grande mi Señor Dios, y no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, de acuerdo con lo que hemos oído. 23 ¿Quién es como tu pueblo, como Israel, nación única en la tierra, que Dios ha rescatado como pueblo suyo, para darle un nombre, para hacer maravillas en su favor por amor de tu pueblo, que rescataste de Egipto, de las naciones, de sus dioses? 24 Tú has consolidado a tu pueblo Israel y lo has hecho tu pueblo para siempre, y tú, Señor, te has convertido en su Dios para siempre.

25 Y ahora, Señor, confirma por siempre la promesa que has pronunciado en favor de tu servidor y su descendencia, y actúa conforme a lo que has prometido. 26 Que sea glorificado tu nombre por siempre; que se diga: ‘¡El Señor omnipotente es Dios sobre Israel!’ y que la casa de tu servidor David perdure eternamente en tu presencia. 27 Tú, Señor omnipotente, Dios de Israel, hiciste esta revelación diciendo al oído de tu servidor: ‘te voy a construir una dinastía’. Por esto tu servidor ha tenido el valor de dirigirte esta súplica. 28 Ahora bien, mi Señor Dios, tú eres Dios, tú que siempre cumples lo que dices, has prometido estos bienes a tu servidor. 29 Dígnate, ahora, bendecir su dinastía para que permanezca siempre en tu presencia, porque tú eres mi Señor Dios, quien lo ha prometido y, por tu bendición, por siempre será bendita la dinastía de tu servidor”.

 

El Señor otorgaba la victoria a David*

= 1 Cr 18

2 Sm 20,23-26; 2 Re 11,10; 14,7

 

8 1 Después de esto, David atacó a los filisteos y los venció. Les arrebató el control sobre la región. 2 Derrotó a Moab, y midió a cordel a los prisioneros, haciéndolos echar por tierra en tres hileras: mandó matar a los que estaban en dos hileras y dejó con vida a los que estaban en la restante. Así quedaron sometidos los moabitas a David, sujetos al tributo. 3 David derrotó al rey de Sobá, Adadézer, hijo del rey Rejob, cuando este iba a restaurar su dominio sobre el río Éufrates. 4 David capturó mil setecientos jinetes y veinte mil soldados de infantería, y mandó quebrar las patas a los caballos de los carros, dejando caballos suficientes solo para cien carros. 5 Cuando vinieron los arameos de Damasco a ayudar a Adadézer, rey de Sobá, David mató a veintidós mil arameos. 6 Entonces David puso guarniciones en sus territorios y los arameos se convirtieron en súbditos de David, sujetos al tributo. El Señor otorgaba la victoria a David por dondequiera que iba.

7 David recogió los escudos de oro que llevaban los siervos de Adadézer y los llevó a Jerusalén. 8 También tomó una gran cantidad de bronce de Tébaj y Berotay, ciudades pertenecientes a Adadézer. 9 Cuando Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todo el ejército de Adadézer, 10 envió a su hijo Yoram a saludar al rey David y a felicitarlo por haber combatido contra Adadézer y haberlo vencido, porque Tou había combatido muchas veces contra Adadézer. Yoram llevaba utensilios de plata, de oro y de bronce, 11 que el rey David dedicó al culto del Señor, junto con la plata y oro que ya había dedicado, proveniente de todas las naciones que había conquistado: 12 Edom, Moab, los amonitas, filisteos, amalecitas y parte del botín de Adadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá.

13 David se hizo famoso cuando mató a ochenta mil idumeos en el valle de la sal, al regresar de una expedición contra los arameos. 14 David puso guarniciones en Edom y todos los idumeos se hicieron súbditos de David. El Señor otorgaba la victoria a David por dondequiera que iba. 15 David reinaba sobre todo Israel, gobernaba a su pueblo con justicia y equidad. 16 Joab, hijo de Seruyá, era el general en jefe de su ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; 17 Sadoc, hijo de Ajitub, y Ajimélec, hijo de Abiatar, eran los sacerdotes; Susa era el secretario canciller. 18 Benayas, hijo de Yoyadá, mandaba a los quereteos y peleteos, y los hijos de David eran sacerdotes.

 

2.- La sucesión al trono*

 

Meribaal siempre comerá a mi mesa*

1 Sm 18,1-4; 20,14-17; 2 Sm 16,1-4; 19,25-31; 21,7

 

9 1 Cierto día David preguntó: “¿No ha quedado nadie de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer por mi amistad con Jonatán?”. 2 Como en la familia de Saúl tenían un servidor, de nombre Sibá, David lo mandaron llamar y le preguntó: “¿Eres tú Sibá?”. Este respondió: “A tus órdenes”. 3 El rey le preguntó: “¿No ha quedado ningún descendiente de la familia de Saúl a quien yo pueda mostrar la bondad de Dios?”. Sibá respondió al rey: “Queda todavía un hijo de Jonatán, está lisiado de ambos pies”. 4 El rey le preguntó:“¿Dónde se encuentra?”. Sibá respondió al rey: “En la casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lodabar. 5 El rey David mandó que lo trajeran de la casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lodabar.

6 Cuando Meribaal, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, llegó, se postró respetuosamente ante David. Este le preguntó: “¿Meribaal?”. Meribaal respondió: “Soy yo, tu servidor”. 7. David le dijo: “No tengas miedo, porque seré benévolo contigo en atención a tu padre Jonatán y te voy a devolver todas las tierras de tu abuelo Saúl. Además, en cuanto a ti, tú comerás siempre a mi mesa. 8 Meribaal se postró y dijo: “¿Quién es tu servidor para que pongas tu mirada en un perro muerto como yo?”.

9 El rey mandó llamar al criado de Saúl, Sibá, y le dijo: “Le doy al hijo de tu amo todo lo que le pertenecía a Saúl y a su casa; 10 tú, tus hijos y tus criados trabajarán la tierra para él y aportarás la cosecha para proveer a la familia de tu amo. En cuanto al hijo de tu amo, Meribaal, siempre comerá a mi mesa”. Sibá tenía quince hijos y veinte esclavos. 11 Sibá respondió al rey: “Tu servidor cumplirá exactamente lo que mi señor, el rey, mande, aunque Meribaal come en mi mesa como uno de los hijos del rey”. 12 Meribaal tenía un hijo pequeño de nombre Micá. Todos los que vivían en la casa de Sibá estaban al servicio de Meribaal. 13 Meribaal residía en Jerusalén porque siempre comía a la mesa del rey. Estaba lisiado de ambos pies.

 

Luchemos con ganas por nuestro pueblo*

= 1 Cr 19

2 Sm 8,3-8; 21,15-22; 23,8-39

 

10 1 Después que murió el rey de los amonitas, su hijo Janún fue nombrado rey en su lugar. 2 David pensó: “Trataré bondadosamente a Janún, el hijo de Najás, así como su padre me trató a mí”. Entoces David envió a sus servidores a darle el pésame por la muerte de su padre. 3 Pero cuando ellos llegaron a Amón, los jefes amonitas dijeron a su señor Janún: “¿Crees tú que David ha querido honrar a tu padre al enviarte gente para darte el pésame? ¿No será más bien que mandó a sus servidores para explorar la ciudad, espiarla y luego destruirla?”.

 4 Janún apresó a los servidores de David y mandó que les raparan la mitad de la barba, cortaran su ropa por la mitad hasta la altura de las nalgas y los despidieran. 5 Se lo comunicaron a David, quien envió que fueran a su encuentro, porque estos estaban llenos de vergüenza. El rey les mandó decir: “Quédense en Jericó hasta que les crezca su barba, entonces volverán”.

6 Cuando los amonitas supieron que se habían hecho odiosos a David, mandaron contratar a veinte mil soldados de infantería de los arameos de Bet Rejob y de los de Sobá; mil hombres del rey de Macá, y doce mil hombres de la gente de Tob. 7 Cuando David se enteró, envió a Joab y a las tropas de élite. 8 Los amonitas hicieron una salida y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los arameos de Sobá y de Rejob, y la gente de Tob y de Macá estaban en sus posiciones en campo abierto. 9 Al ver Joab que tenía que pelear al frente y en retaguardia al mismo tiempo, escogió lo mejor de las tropas de Israel y las colocó en orden de batalla frente a los arameos. 10 Confió el resto de las tropas a su hermano Abisay, quien las colocó en posición frente a los amonitas. 11 Joab le dijo: “Si los arameos se muestran más fuertes que yo, tú vendrás en mi ayuda; pero si los amonitas se muestran más fuertes que tú, yo iré en tu ayuda. 12 ¡Ánimo! ¡Luchemos con ganas por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! Que se haga la voluntad de Dios.

13 Luego Joab y su tropa se lanzaron al combate contra los arameos. Estos huyeron ante ellos. 14 Cuando los amonitas vieron que los arameos huían, ellos también huyeron ante Abisay y entraron en su ciudad. Entonces Joab dejó de luchar contra los amonitas y regresó a Jerusalén.

15 Los arameos vieron que habían sido derrotados por Israel, y entonces reagruparon todas sus fuerzas. 16 El rey Adadézer mandó llamar a los arameos que estaban al otro lado del río Éufrates, quienes llegaron a Jelán al mando de Sobac, comandante del ejército de Adadézer. 17 Cuando se le notificó a David, este mandó reunir a todo Israel, atravesó el río Jordán y llegó a Jelán. Los arameos se colocaron en orden de batalla contra David y lucharon contra él. 18 Pero los arameos huyeron frente a Israel y David mató setecientos conductores de carros y veinte mil jinetes arameos e hirió a Sobac, jefe de su ejército, que murió allí. 19 Cuando los reyes, súbditos de Adadézer, vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con Israel y le quedaron sometidos. De allí en adelante los arameos tuvieron miedo de ayudar a los amonitas.

 

David se acostó con Betsabé*

= 1 Cr 20,1

Jue 9,50-54; 1 Re 15,5

 

11 1 Al año siguiente, en la época en que los reyes acostumbran ir a la guerra, David envió a guerrear a Joab, a sus oficiales y a todo Israel. Estos masacraron a los amonitas y pusieron sitio a Rabá. En cuanto a David, se quedó en Jerusalén.

2 Un día por la tarde David se levantó de su cama y se puso a pasear por la terraza del palacio. De lo alto de la terraza vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 3 Mandó investigar quién era aquella mujer y le dijeron: “¿No es Betsabé, la hija de Alián, mujer de Urías, el hitita?”. 4 David mandó a buscarla. Ella llegó y David se acostó con Betsabé cuando ella acababa de purificarse de su regla. Betsabé regresó a su casa. 5 La mujer quedó embarazada y mandó decir a David: “Estoy embarazada”.

6 David mandó decir a Joab: “Envíame al hitita Urías”. Joab envió entonces a Urías a David. 7 Cuando Urías llegó, David le preguntó cómo estaba Joab y el ejército y cómo iba la guerra. 8 Después dijo a Urías: “Baja a tu casa y lávate los pies”. Urías salió del palacio real y David envió un regalo a su casa. 9 Pero Urías durmió junto a la puerta del palacio real en compañía de los servidores de su señor y no bajó a su casa. 10 Le avisaron a David: “Urías no bajó a su casa”. Entonces David dijo a Urías: “¿No has venido de viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?”. 11 Urías contestó a David: “El Arca, Israel y Judá están viviendo en tiendas, mi señor Joab y sus oficiales acampan a despoblado, ¿cómo iba yo a ir a mi casa a comer, a beber y a dormir con mi mujer? Te juro que no haré tal cosa”. 12 Entonces David le dijo a Urías: “Quédate hoy aquí todavía y mañana te despacharé”. 13 David lo convidó a comer y beber con él, y lo emborrachó. Urías salió por la noche a acostarse en su cama en compañía de los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.

14 Al amanecer David escribió una carta a Joab y la envió por medio de Urías. 15 En la carta escribió lo siguiente: “Pongan a Urías al frente, donde es más fuerte la batalla, después retrocedan detrás de él, entonces será herido y morirá”. 16 Como Joab estaba sitiando la ciudad, puso a Urías donde sabía que se encontraban los hombres más valientes. 17 Los hombres de la ciudad hicieron una salida para atacar a Joab. Cayeron algunos de los oficiales de David y murió también el hitita Urías. 18 Joab mandó un reporte a David sobre las circunstancias de la batalla 19 e instruyó al mensajero: “Después de que hayas terminado de contarle al rey las circunstancias de la batalla, si el rey se empieza a enojar y te dice: ‘¿Por qué se acercaron tanto a la muralla para pelear? ¿No sabían que se arrojan flechas de lo alto de la muralla? 21 ¿Quién mató a Abimélec, el hijo de Yerubaal? ¿No fue una mujer la que le arrojó una rueda de molino de lo alto de la muralla y lo mató en Tebes? ¿Por qué se acercaron a la muralla?’, le dirás: ‘También murió tu servidor el hitita Urías’”.

22 El mensajero partió y llegó a notificar a David todo lo que Joab le había encomendado. 23 El mensajero dijo a David: “Esas gentes eran más fuertes que nosotros, salían de la ciudad para pelear contra nosotros a campo abierto, pero los hicimos retroceder hasta la puerta de la ciudad. 24 Los arqueros tiraron sobre tus servidores desde la muralla y hubo muertos entre los oficiales del rey; también murió tu servidor el hitita Urías. 25 David dijo al mensajero: “Así dirás a Joab: ‘No te aflijas tanto por este asunto, porque la espada devora de una forma o de otra; refuerza tu ataque contra la ciudad y arrásala’. Y tú, anímalo”.

26 Cuando la mujer de Urías se enteró de la muerte de su marido Urías, le guardó luto por su muerte. 27 Al pasar el luto, David mandó buscarla, la recibió en su casa, se casó con ella y esta le dio un hijo. Pero lo hecho por David le desagradó al Señor.

 

He pecado contra el Señor*

2 Sm 16,22; Sal 51,2

 

12 1 El Señor mandó a Natán a ver a David. Entró a donde estaba y le dijo: “Había dos hombres en cierta ciudad. Uno era rico y el otro era pobre. 2 El rico tenía muchas ovejas y vacas, mientras que el pobre tenía solo una ovejita que había comprado, la cual vivía y crecía en su compañía y en la de sus hijos; comía de su plato, bebía de su copa y dormía en su seno. ¡Era para él como una hija! 4 Un viajero llegó a la casa del rico y este, no queriendo disponer de una de sus ovejas o vacas para agasajar al caminante que había llegado a su casa, tomó la oveja del hombre pobre y la preparó para el huésped que había llegado a su casa”. 5 David se enfureció contra ese hombre y le dijo a Natán: “¡Te juro por el Señor que el hombre que hizo eso, es reo de muerte! 6 Y en cuanto a la oveja, tiene que pagar cuatro veces por haber hecho esto y no haber tenido compasión”.

7 Natán dijo a David: “¡Tú eres ese hombre! El Señor, Dios de Israel, dice lo siguiente: ‘Yo soy el que te ha ungido como rey de Israel y también te he librado del poder de Saúl; 8 te di la casa de tu señor y puse en tu seno a sus mujeres; te he dado la casa de Israel y de Judá y, por si fuera poco, te habría añadido mucho más. 9 ¿Por qué has despreciado la palabra del Señor haciendo el mal ante él? Mandaste matar a espada al hitita Urías, tomaste como esposa a su mujer y lo asesinaste por la espada de los amonitas. 10 Ahora bien, la espada nunca se apartará de tu casa, puesto que me despreciaste y tomaste a la mujer del hitita Urías para hacerla tu mujer’. 11 El Señor dice lo siguiente: “Mira, de tu misma casa voy a hacer surgir el mal contra ti; te arrancaré delante de ti a tus mujeres para darlas a tu prójimo, quien se acostará con ellas a la luz del sol. 12 Ya que tú lo hiciste en secreto, yo haré esto ante todo Israel, a la luz del sol”.

13 David dijo a Natán: “He pecado contra el Señor”. Natán le contestó a David: “El Señor ha perdonado tu pecado, no morirás, 14 pero ya que en este caso tú has ultrajado gravemente al Señor, el hijo que te ha nacido morirá sin remedio”. 15 Natán se fue a su casa.

El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había engendrado de David y se puso enfermo. 16 David suplicó a Dios por la salud del niño, se puso a ayunar y, al llegar a su casa por la noche, se acostaba en el suelo. 17 Sus servidores intentaron que se levantara del suelo, pero no quiso y no tomó con ellos ningún alimento. 18 A los siete días el niño murió y los servidores de David temían darle la noticia de la muerte del niño, porque comentaban: “si mientras el niño estaba vivo no nos quería responder cuando le hablábamos, ¿cómo vamos a decirle: ‘el niño está muerto’? ¡Hará un disparate!”.

19 Al ver David que sus servidores hacían comentarios entre sí, entendió que el niño había muerto. Preguntó entonces a sus servidores: “¿Ya murió el niño?”. Respondieron: “Ya murió”. 20 Entonces David se levantó del suelo, se bañó, se arregló y se cambió de ropa; después entró en la casa del Señor y se postró. Al entrar a su palacio, pidió de comer. Le trajeron alimento y comió. 21 Sus servidores le comentaron: “No te entendemos. Mientras el niño estaba vivo llorabas por él y ayunabas y, cuando murió, te levantaste y te pusiste a comer”. 22 David respondió: “Cuando el niño aún vivía ayuné y lloré porque me dije: ‘¿Quién sabe? Tal vez el Señor tenga piedad de mí y conserve la vida del niño; 23 pero ya murió, ¿qué gano con ayunar? ¿Puedo volverlo a la vida? Yo soy el que me iré a donde él está; él no volverá más a mí”.

24 David consoló a su mujer Betsabé. Fue a verla, tuvo relaciones con ella y engendró a un hijo al que David le puso por nombre Salomón. El Señor amó al niño. 25 Mandó al profeta Natán que le pusiera el nombre de Yedidías, en consideración al Señor.

 

Se fue a Rabá, la atacó y la tomó

= 1 Cr 20,1b-3

 

26 Joab seguía en campaña contra Rabá de los amonitas y estaba por tomar la ciudad real. 27 Joab envió mensajeros a notificar a David: “He atacado a Rabá y ya he tomado la parte donde está la provisión del agua. 28 Reúne al resto del pueblo, ataca a la ciudad y tómala; si no, yo la tomaré y llevará mi nombre”. 29 David reunió a todo el pueblo y se fue a Rabá, la atacó y la tomó. 30 Quitó la corona de Milcón que pesaba unos treinta y cinco kilos de oro y tenía una joya preciosa que David puso sobre su cabeza. Se llevó un gran botín de la ciudad. 31 En cuanto a la población, se la llevó para manejar las sierras, picos y hachas de hierro y los obligó a trabajar, haciendo ladrillos. Hizo lo mismo con todas las ciudades de los amonitas. Después, David y todo el pueblo regresaron a Jerusalén.

 

Amnón forzó a Tamar y se acostó con ella*

2 Sm 3,2-3; Lv 20,17

 

13 1 El tiempo pasó. Absalón, hijo de David, tenía una hermana bonita llamada Tamar. Amnón, otro de los hijos de David, se enamoró de ella. 2 Estaba tan apasionadamente enamorado de ella, que hasta se enfermó. Ella era virgen por lo que le parecía imposible poseerla. 3 Amnón tenía un amigo llamado Jonadab, hijo de Simá, hermano de David. Jonadab era muy astuto 4 y dijo a Amnón: “Oye, príncipe, ¿por qué cada día estás más flaco? ¿No me lo cuentas?”. Amnón le respondió: “Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón”. 5 Jonadab le aconsejó: “Métete en la cama como si estuvieras enfermo. Cuando tu padre venga a verte, le dirás: ‘Por favor, permite que mi hermana Tamar venga a darme de comer y que prepare el alimento en mi presencia, de modo que yo vea y coma de su mano’”.

6 Amnón se acostó y se hizo el enfermo. El rey vino a verlo y él le dijo al rey: “Por favor, permite que mi hermana Tamar venga, prepare dos tortas en mi presencia para que yo coma de su mano”. 7 David envió este mensaje a casa de Tamar: “Por favor, te pido que vayas a la casa de tu hermano Amnón y le hagas de comer”. 8 Tamar fue a la casa de su hermano Amnón, que estaba en cama. Ella tomó harina, la amasó, hizo buñuelos en su presencia y los frió. 9 Luego tomó la sartén y la vació en su presencia, pero él rehusó comer. Amnón dijo: “Salgan todos de aquí”. Todos salieron.

10 Entonces dijo a Tamar: “Tráeme los buñuelos a la habitación para que los coma de tu mano”. Tamar tomó los buñuelos que había hecho y los llevó a su hermano Amnón, a la habitación. 11 Cuando ella se le acercó para que comiera, este la sujetó y le dijo: “Hermana mía, acuéstate conmigo”.12 Ella le respondió: “No, hermano mío, no me fuerces, que esto no se hace en Israel. ¡No vayas a cometer esta infamia! 13 En cuanto a mí, ¿adónde podría llevar mi deshonra? En cuanto a ti, serías tenido por infame en Israel. Más bien, habla al rey, no se opondrá a que te cases conmigo”.

14 Pero Amnón no quiso escucharla; al tener más fuerzas que ella, la forzó y se acostó con ella. 15 Después Amnón sintió un aborrecimiento profundo hacia ella, un aborrecimiento mayor que el amor con que la había amado y le dijo: “¡Debes levantarte y salir de aquí!”. 16 Ella le dijo: “No, hermano, porque despedirme ahora es un mal mayor al que ya me has hecho”. Pero no quiso escucharla. 17 Llamó al servidor que lo atendía y le dijo: “Echa a esta a la calle y cierra la puerta cuando salga”. 18 Tamar llevaba una túnica de mangas largas, pues así vestían las princesas vírgenes. El servidor la echó fuera y cerró la puerta detrás de ella.

19 Tamar se echó ceniza sobre su cabeza y rasgó la túnica de mangas largas que llevaba, se puso la mano sobre su cabeza y se fue gritando por el camino. 20 Su hermano Absalón le preguntó: “¿Estuvo contigo tu hermano Amnón? Mira, hermana mía, cállate por ahora, es tu hermano; no pienses más en esto”. Tamar triste y abandonada se quedó a vivir en la casa de su hermano Absalón. 21 El rey David se enteró de todo este asunto y se enojó mucho. 22 Absalón no habló más con Amnón, ya que lo odiaba porque había violado a su hermana Tamar.

 

Ataquen a Amnón

 

23 Dos años después, cuando Absalón tenía a sus esquiladores en Baal Jasor, cerca de Efraín, invitó a todos los hijos del rey. 24 Absalón fue a donde estaba el rey y le dijo: “Mira, estamos con los esquiladores de las ovejas. Te pido que el rey y sus servidores se dignen acompañar a tu servidor”. 25 El rey respondió a Absalón: “No, hijo mío, no iremos todos para no serte gravosos”. Absalón insistió, pero el rey no quiso ir y lo bendijo. 26 Absalón le dijo: “Si no vienes, al menos permite que mi hermano Amnón nos acompañe”. El rey le respondió: “¿Por qué tendría que ir él contigo?”.

27 Como Absalón insistiera mucho, el rey dejó ir a Amnón y a todos los príncipes. 28 Absalón, por su parte, había dado la siguiente instrucción a sus servidores: “Fíjense bien, cuando vean que Amnón esté borracho y yo les diga: ‘ataquen a Amnón’, lo matan. No tengan miedo, la responsabilidad es mía. ¡Ánimo y sean valientes!”. 29 Los servidores de Absalón hicieron a Amnón lo que su señor les había ordenado. Todos los hijos del rey se levantaron, cada uno montó en su mula y huyeron. 30 Mientras iban en camino, llegó a David el rumor siguiente: “Absalón ha matado a todos los hijos del rey sin dejar ni uno”.

31 El rey se levantó, rasgó sus vestidos y se postró en tierra. Los servidores que lo acompañaban también rasgaron sus vestidos. 32 Pero Jonadab, el hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y dijo: “Señor mío, no se afirma que todos tus hijos hayan muerto. Solo Amnón ha muerto. Esto había sido decidido por orden de Absalón desde el momento en que Amnón violó a su hermana Tamar. 33 No piense, mi señor, que todos los hijos del rey han muerto; solo Amnón ha muerto, 34 y Absalón huyó”.

El centinela vio una gran muchedumbre que bajaba de la cuesta por el camino de Bajurín. 35 Jonadab dijo a David: “Allí vienen los hijos del rey, exactamente como te había dicho”. 36 Cuando acabó de hablar, llegaron los hijos del rey y se pusieron a llorar a gritos; el rey y sus servidores hicieron lo mismo.

37 Absalón huyó y se fue a vivir con Tolmay, hijo de Amiud, rey de Guesur. David hizo duelo por su hijo todo ese tiempo. 38 En cuanto a Absalón, había huido y se había ido a Guesur, donde estuvo por tres años. 39 El rey ya no deseaba salir contra Absalón, porque se había consolado de la muerte de Amnón.

 

El rey abrazó a Absalón*

Nm 35,19-21

 

14 1 Como Joab, hijo de Seruyá, se daba cuenta de que David seguía amando a Absalón, 2 mandó que trajeran de Tecoa a una mujer sagaz. Cuando esta llegó, le dijo: “Finge que estás de luto: te pondrás vestidos de luto y no te echarás perfume; pórtate como una mujer que desde hace tiempo está de luto por un muerto. 3 Irás a ver al rey y le dirás esto y esto…” Y le dijo lo que tenía que decir.

4 La mujer de Tecoa habló al rey; se postró con el rostro en tierra, lo saludó y le dijo: “¡Ayúdame, majestad!”. 5. El rey le preguntó: “¿Qué te pasa?”. Ella respondió: “¡Ay, señor!, yo soy una viuda; mi marido murió. 6. Tu servidora tenía dos hijos, se pelearon entre ellos en el campo y no hubo nadie que los separara. Uno de ellos hirió al otro y lo mató. 7 Mira, todos los parientes se han puesto contra tu sierva, exigiéndole: ‘Entrega al fratricida para matarlo por la vida de su hermano asesinado. Así suprimiremos también al heredero’. De esta manera apagarán la única brasa que me ha quedado, y dejarán a mi marido sin nombre ni posteridad sobre la tierra”.

8 El rey dijo a la mujer: “Puedes ir a tu casa, yo mismo me ocuparé del asunto”.

9 La mujer de Tecoa dijo al rey: “Yo y mi familia asumimos la responsabilidad; tú y tu trono son inocentes”. 10 El rey dijo: “Si alguno te amenaza, tráemelo y no volverá a molestarte”. Luego dijo ella: “Que el rey jure por el nombre del Señor Dios para que el vengador de sangre no añada un daño mayor y que no elimine a mi hijo”. David respondió: “¡Juro por el Señor que ni un cabello de tu hijo caerá por tierra!”.

12 La mujer dijo: “Que tu servidora pueda hablar una palabra más”. El rey dijo: “Habla”. 13 La mujer dijo: “¿Por qué has hecho un proyecto contra el pueblo de Dios? Por lo que acabas de decir, el rey se declara culpable, al no permitir que vuelva su desterrado. 14 Porque todos vamos a morir; somos como agua derramada en la tierra que no se puede recoger, pero Dios no quita la vida, sino que toma sus disposiciones para que el fugitivo no sea desterrado lejos de él. 15 Ahora bien, la razón por la que he venido a hablarte, mi señor el rey, es porque el pueblo me ha atemorizado, y me dije: ‘voy a hablarle al rey con la esperanza de que quiera hacer lo que le pido. 16 El rey me escuchará y me salvará del que está tratando de eliminarme junto con mi hijo, de la herencia de Dios’. 17 Tu servidora pensó: ‘que la palabra del rey me dé tranquilidad, porque mi señor el rey es como un ángel de Dios para distinguir el bien y el mal. Que el Señor tu Dios esté contigo’”.

18 El rey respondió a la mujer: “No me ocultes nada de lo que voy a preguntarte”. La mujer respondió: “Habla, señor”. 19 El rey preguntó: “¿No es verdad que en esto anda metida la mano de Joab?”. Ella respondió: “Realmente es como mi señor el rey dice. Es cierto, tu servidor Joab fue el que me dijo lo que debía decir. 20 Tu servidor Joab ideó esto para presentar el asunto indirectamente. Pero mi señor es sabio, tan sabio como el ángel de Dios y se da cuenta de todo lo que sucede”.

21 El rey dijo a Joab: “Está bien, he decidido hacer lo que tú quieres. Puedes ir y traer al joven Absalón”. 22 Joab se postró con el rostro en tierra, saludó y bendijo al rey: “Ahora tu servidor cae en la cuenta de que me estimas, mi señor el rey, porque has concedido lo que te pedía tu servidor”.

23 Joab se levantó y se fue a Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén. 24 Pero el rey ordenó: “Que se retire a su casa y no entre en mi presencia”. Absalón se fue a su casa y no se presentó ante el rey. 25 Ninguno era en Israel tan apuesto y famoso como Absalón. De pies a cabeza no tenía ningún defecto. 26 Al final de cada año se cortaba el cabello y lo hacía cuando su cabellera era muy pesada; su cabello llegaba a pesar dos kilos en medida real.

27 Absalón tuvo tres hijos y una hija de nombre Tamar. Era una muchacha muy bella. 28 Absalón vivió dos años en Jerusalén sin ser recibido por el rey. 29 Entonces Absalón mandó llamar a Joab para que fuera a ver al rey, pero no quiso ir. Por segunda vez lo mandó llamar y tampoco quiso ir. 30 Entonces Absalón dijo a sus criados: “Miren, el campo de Joab que está junto al mío, está sembrado de cebada. Vayan a prenderle fuego. Los servidores de Absalón prendieron fuego al campo. 31 Joab fue a la casa de Absalón y le dijo: “¿Por qué tus servidores prendieron fuego a mi campo?” 32 Absalón contestó a Joab: “Mira, mandé a decirte que vinieras para que vayas a preguntar al rey para qué he regresado de Guesur. Hubiera sido mejor para mí estar allá todavía. Yo quiero ser admitido en la presencia del rey y si tengo alguna culpa, que me mande matar”. 33 Joab fue a ver al rey David y se lo contó. El rey mandó llamar a Absalón, que se postró con el rostro en tierra ante el rey. El rey abrazó a Absalón.

 

Absalón se ha proclamado rey*

2 Sm 16,21-23; 17,14.23; 20,3; 1 Re 1,5

 

15 1 Después de esto, Absalón adquirió un carro y caballos, así como una escolta de cincuenta hombres. 2 Levantándose muy de mañana, Absalón se colocaba al borde del camino que conducía al tribunal. Cada vez que un hombre tenía un proceso y debía ir a donde estaba el rey para pedir justicia, era interrogado por Absalón que le decía: “¿De qué pueblo me decías que eras?”. Este le respondía: “Tu servidor es de tal tribu de Israel”. 3 Entonces Absalón le decía: “Mira, tus razones son correctas y justas, pero, desgraciadamente, no hay nadie de parte del rey que te haga caso”. 4 Absalón añadía: “¡Quién me pusiera como juez de este país! Todos los que tuvieran algún proceso vendrían a mí y yo les haría justicia”. 5 Y luego, cuando el hombre se acercaba para inclinarse ante él, Absalón le tendía la mano, lo levantaba y lo abrazaba. 6 Absalón actuaba así ante todos los israelitas que iban a donde el rey a pedir justicia y así se ganaba los corazones de la gente de Israel.

7 Pasados cuatro años, Absalón dijo al rey: “Permíteme ir a Hebrón a cumplir una promesa que hice al Señor, 8 porque durante mi estancia en Guesur, en Aram, tu servidor hizo la siguiente promesa: “Si el Señor me permite regresar a Jerusalén, daré culto al Señor”. 9 El rey le dijo: “Puedes ir en paz”. Se levantó y partió hacia Hebrón.

10 Absalón envió emisarios a todas las tribus de Israel con esta consigna: “Cuando ustedes oigan el toque del cuerno, digan: ‘Absalón se ha proclamado rey en Hebrón’”. 11 Con Absalón habían partido doscientos hombres de Jerusalén, invitados que habían viajado de buena fe y no sabían nada del asunto. 12 Mientras Absalón ofrecía los sacrificios, había mandado traer de su ciudad de Guiló al guilonita Ajitófel, consejero de David. La conspiración se hacía más fuerte y los partidarios de Absalón eran cada vez más numerosos.

13 Un informante vino a anunciar a David: “La gente de Israel se ha ido detrás de Absalón”. 14 David dijo a sus servidores que lo acompañaban en Jerusalén: “¡Levantémonos y huyamos, porque ante Absalón no hay ninguna escapatoria! Caminen rápido, no sea que se adelante, nos alcance, nos cause mucho daño y pase a filo de espada la ciudad”. 15 Los servidores del rey le dijeron: “Acataremos cualquier decisión del rey”.

16 El rey salió a pie con toda su familia, dejando a diez concubinas para que cuidaran el palacio. 17 El rey salió a pie con todo el pueblo y se detuvieron en la última casa. 18 Todos sus servidores pasaban junto a él; los quereteos, los peleteos y los seiscientos hombres venidos a pie de Gat, pasaban frente al rey. 19 El rey dijo a Itay, el de Gat: “¿Por qué vas a venir también tú con nosotros? Regresa y quédate con el rey puesto que eres un extranjero y, más aún, eres un exiliado para tu propio país. 20 Has llegado ayer y ¿te voy a hacer andar hoy errante con nosotros en esta caminata, mientras que me voy de aquí y no sé adónde? Regresa y lleva a tus hermanos contigo. ¡Mantente fiel y leal!”. 21 Itay le respondió al rey: “Juro por Dios y por mi señor el rey, que donde esté mi señor el rey, sea en peligro de muerte o no, allí estará tu servidor.” 22 El rey le dijo: “Puedes venir y pasas”. Itay, el de Gat, pasó con todos sus hombres y sus niños.

23 Todo el país lloraba a grandes gritos mientras todo el pueblo pasaba. El rey estaba de pie junto al arroyo del Cedrón, mientras todo el pueblo pasaba por el camino que va al desierto. 24 Y también estaba Sadoc y todos los levitas que lo acompañaban, llevando el arca de la Alianza de Dios. Ellos detuvieron el arca de Dios y la pusieron junto a Abiatar hasta que terminó de pasar todo el pueblo que salía de la ciudad. 25 El rey dijo a Sadoc: “Regresa el arca de Dios a la ciudad. Si el Señor me otorga su favor, él me hará volver y me concederá ver el Arca y su morada. 26 Pero si dice, ‘no me agradas’, haga entonces conmigo lo que le parezca bien”. 27 El rey dijo al sacerdote Sadoc: Mira, tú y Abiatar regresen a la ciudad en paz con sus dos hijos: tu hijo Ajimás y Jonatán, hijo de Abiatar. 28 Yo voy a detenerme en las estepas del desierto hasta que reciba un aviso de ustedes que me dé alguna información”. 29 Sadoc y Abiatar regresaron el arca de Dios a Jerusalén y permanecieron allí.

30 David subía por la cuesta de los olivos; subía llorando, con la cabeza tapada y caminaba con los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también tenía la cabeza tapada y subían llorando. 31 Cuando se le informó a David: “Ajitófel está entre los conjurados con Absalón”, David exclamó: “¡Por favor, Señor, vuelve necio el consejo de Ajitófel!”.

32 Así pues, cuando David llegaba a la cima, allí donde se adora a Dios, vino a su encuentro Jusay, el arquita, con la túnica desgarrada y la cabeza cubierta de polvo. 33 David le dijo: “Si pasas conmigo, serás para mí una carga; 34 pero si regresas a la ciudad y le dices a Absalón: ‘Majestad, como antes fui el servidor de tu padre, ahora seré tu servidor’, podrás desbaratar el consejo de Ajitófel. 35 ¿No vas a tener cerca de ti a los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Pues bien, vas a informar a los sacerdotes Sadoc y Abiatar de todo lo que oigas del palacio real. 36 Ellos tienen cerca a sus dos hijos, Sadoc a Ajimás y Abiatar a Jonatán; me transmitirán por su mediación todo lo que oigan decir”. 37 Jusay, el amigo de David, regresó a la ciudad; al mismo tiempo Absalón hacía su entrada a Jerusalén.

 

Sibá vino al encuentro de David*

2 Sm 9,1-13; 19,25-31

 

16 1 Apenas había pasado David la cima, cuando Sibá, el sirviente de Meribaal, vino a su encuentro con un par de asnos aparejados, cargados con doscientos panes, cien racimos de uvas secas, cien frutas de estación y un odre de vino. 2 El rey dijo a Sibá: “¿Qué traes allí?”. Sibá contestó: “Los asnos servirán de montura para la familia del rey; el pan y las frutas para la gente agotada por el desierto”. 3 El rey dijo: “Pero, ¿dónde está el hijo de tu amo?”. Sibá contestó al rey: “Mira, se ha quedado en Jerusalén, porque ha pensado: ‘hoy la casa de Israel me restituirá el reino de mi padre’”. 4 El rey dijo a Sibá: “En adelante son tuyos todos los bienes de Meribaal”. Sibá contestó: “A tus órdenes, majestad, que yo cuente siempre con el favor de mi señor el rey”.

 

¡Déjenlo que maldiga!

2 Sm 19,17-24;

 

5 Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí un hombre. Era del mismo clan de la casa de Saúl y se llamaba Semey, hijo de Guera. Mientras iba subiendo, profería maldiciones, 6 arrojaba piedras a David y a todos sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y los militares rodeaban al rey. 7 Semey lo maldecía y decía: “¡Fuera, fuera, sanguinario, canalla! 8 El Señor te ha cobrado por la sangre de la casa de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el trono en las manos de tu hijo Absalón. Mírate, estás arruinado, porque eres un hombre sanguinario”.

 9 Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: “¿Por qué este perro muerto maldice a mi señor el rey? Déjame ir a cortarle la cabeza”. 10 El rey le dijo: “¡No es asunto mío ni de ustedes, hijos de Seruyá! Si me maldice es porque el Señor se lo ha mandado. ¿Quién tiene el derecho de reclamarle: ‘por qué haces esto?’”. 11 Luego David dijo a Abisay y a todos sus servidores: “Si mi hijo, salido de mis entrañas, trata de matarme, con cuánta mayor razón este hijo de Benjamín. ¡Déjenlo que maldiga porque el Señor se lo ha mandado! 12 Ojalá el Señor vea mi aflicción y me devuelva una bendición por su maldición de este día”. 13 David siguió caminando con sus hombres. En cuanto a Semey, caminaba al flanco de la montaña y profería continuamente maldiciones, arrojaba piedras e iba lanzando polvo al aire. 14 El rey y toda la gente que lo acompañaba, llegaron agotados (al Jordán) y allí recobraron aliento.

 

La opinión de Ajitófel no es la correcta*

2 Sm 12,11-12; 15,16.31-37

 

15 Entre tanto, Absalón y todos los hombres de Israel habían entrado a Jerusalén. Ajitófel estaba con él. 16 Cuando Jusay, el arquita, amigo de David, llegó a donde estaba Absalón, le dijo: “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!”. 17 Absalón contestó a Jusay: “¿Esta es la fidelidad a tu amigo? ¿Por qué no te fuiste con tu amigo?”. 18 Jusay respondió a Absalón: “¿Cómo podría? Yo estoy a favor del escogido por Dios, por este pueblo y por todos los israelitas; yo estaré contigo. 19 Además, ¿a quién voy a servir si no es al hijo de mi señor? Como serví a tu padre, te serviré ahora a ti”.

20 Entonces Absalón dijo a Ajitófel: “Reúnanse en consejo: ¿qué debemos hacer?”. 21 Ajitófel respondió a Absalón: “Debes tener relaciones con las concubinas que tu padre ha dejado para cuidar el palacio. Todo israelita se dará cuenta de que has roto definitivamente con tu padre y todos tus partidarios se animarán”. 22 Se le preparó a Absalón una tienda sobre la terraza y Absalón tuvo relaciones con las concubinas de su padre a la vista de todos los israelitas. 23 Por aquellos días el consejo de Ajitófel se aceptaba como si fuera un oráculo del mismo Dios. Así lo valoraban tanto David como Absalón.

17 1 Ajitófel dijo a Absalón: “Déjame escoger a doce mil hombres y partir tras de David esta misma noche. 2 Le caeré cuando esté agotado y sin fuerzas; la gente que lo acompaña huirá y, cuando quede solo, lo mataré. 3 Yo haré que todo el pueblo vuelva a ti, porque tú buscas un solo hombre y que todo el pueblo quede en paz”. 4 El asunto agradó a Absalón y a todos los ancianos de Israel. 5 Absalón dijo: “Llama ahora al arquita y oigamos cuál es su opinión”.

6 Cuando llegó Jusay, Absalón le dijo: “Esa es la opinión manifestada por Ajitófel, ¿la seguimos? Si no, ¿qué opinas tú?”. 7 Jusay respondió a Absalón: “Por esta vez la opinión que te dio Ajitófel no es la correcta”. 8 Jusay continuó: “Tú conoces muy bien a tu padre y a sus hombres: son gente valiente y están desesperados como una osa a la que le han robado sus crías en el campo. Tu padre es un guerrero y no acostumbra pasar la noche en compañía de la gente. 9 Ahora mismo él está probablemente escondiéndose en una cueva o en otro lugar. Tan pronto como en la primera escaramuza caiga alguno de tu gente, cualquiera que lo sepa anunciará que ha habido una matanza entre los seguidores de Absalón. 10 Entonces, aun los más valientes, cuya fiereza sea como la del león, se sentirán desalentados, porque cualquiera en Israel sabe que tu padre es un guerrero y los que lo acompañan, valientes. 11 Mi opinión es que reúnas a todos los israelitas, de Dan a Berseba, tantos como las arenas de la playa, y que tú personalmente los conduzcas a la batalla. 12 Entonces iremos contra David en cualquier lugar en que él se encuentre, caeremos sobre él como el rocío que cae sobre la tierra y no quedará nadie, ni él ni los que lo acompañan. 13 Si se reagrupan en una ciudad, todo Israel llevará sogas a esa ciudad y la arrastraremos hasta el río, hasta que no quede allí ni siquiera una piedra”. 14 Absalón y todos los israelitas dijeron: “La opinión del arquita Jusay es mejor que la de Ajitófel”. El Señor había decidido hacer fracasar la opinión de Ajitófel, que era la mejor, para traer la desgracia sobre Absalón.

15 Jusay dijo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: “Ajitófel ha dado tal y tal consejo a Absalón y a los ancianos de Israel; por mi parte, yo he dado tal y tal opinión. 16 Ahora, pues, envíen pronto a David la información siguiente: ‘no te detengas esta noche en las estepas del desierto y, más aún, es necesario que pases al otro lado del río; si no, serán aniquilados el rey y toda la gente que lo acompaña”.

17 Jonatán y Ajimás se encontraban junto a la fuente de Roguel. Una sirvienta iría a informarles y ellos mismos llevarían la información al rey David, porque no debían dejarse ver entrando en la ciudad. 18 Pero un muchacho los vio e informó a Absalón. Entonces los dos partieron rápidamente y llegaron a la casa de un hombre de Bajurín. Este tenía un pozo en el patio y ellos se metieron en él. 19 La mujer tomó una cobija, la tendió sobre la boca del pozo, echó encima grano de modo que no se notara nada. 20 Los servidores de Absalón llegaron a la casa de esta mujer y le preguntaron “¿Dónde están Ajimás y Jonatán?”. La mujer les dijo: “Cruzaron el canal”. Los buscaron y, al no encontrarlos, se volvieron a Jerusalén. 21 En cuanto los servidores se fueron, ellos salieron del pozo, informaron al rey David y le dijeron: “¡Salgan y crucen el río rápidamente!, porque este fue el consejo que Ajitófel ha dado en relación con ustedes”. 22 David se puso en camino, así como toda la gente que lo acompañaba, y atravesaron el Jordán. Al despuntar el día, no quedaba ni uno solo de ellos que no hubiera atravesado el Jordán. 23 Cuando Ajitófel vio que su propuesta no se pondría en práctica, ensilló el burro, lo montó y se fue a su casa, a su pueblo. Arregló sus asuntos y se ahorcó. Después, fue enterrado en el sepulcro paterno.

 

David había llegado a Majanain*

2 Sm 19,14; 20,4-13

 

24 Mientras tanto David había llegado a Majanain. En cuanto a Absalón, él había pasado el Jordán con todos los hombres de Israel. 25 Absalón había puesto al frente del ejército a Amasá, en lugar de Joab. Amasá era el hijo de Yitrá, el israelita que vivía con Abigaíl, hija de Jesé y hermana de Seruyá, madre de Joab. 27 Por su parte, desde la llegada de David a Majanain, Sobí, hijo de Najás, de Rabá de los amonitas, Maquir, hijo de Amiel de Lodabar, y Barzilay el galaadita de Roguelín, 28 llevaron colchas, tazas, vasijas de barro, así como trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, 29 miel, mantequilla, quesos de oveja y de vaca; se los ofrecieron a David y al pueblo que lo acompañaba para que comieran, porque decían: “El pueblo ha sufrido hambre, fatiga y sed en el desierto”.

 

La cabeza de Absalón se enganchó

 

18 1 David pasó revista a la tropa que lo acompañaba y le puso al frente comandantes de mil y de cien. 2 Después David dio la señal de partida a la tropa: un tercio estaba confiado a Joab; un tercio a Abisay, hijo de Seruyá, hermano de Joab; un tercio a Itay de Gat. El rey les dijo: “Yo también iré con ustedes”. 3 Pero ellos le respondieron: “No vengas, porque si huimos, más aún, si muere la mitad de nosotros, nadie se preocupará por nosotros; pero tú cuentas como mil de nosotros. Nos sirves de mejor ayuda desde la ciudad.” 4 El rey les contestó: “Haré lo que crean conveniente”. Se puso junto a la puerta de la ciudad, mientras sus hombres salían en grupos de cien y de mil.

5 Luego el rey dio esta orden a Joab, a Abisay y a Itay: “¡Por consideración a mí, traten bien al joven Absalón!”. Toda la gente escuchó el encargo del rey a los comandantes acerca de Absalón. 6 Salió la gente al campo, al encuentro de los de Israel y la batalla tuvo lugar en el bosque de Efraín.7 Allí, la gente de Israel fue batida por los soldados de David. Hubo muchas pérdidas ese día: veinte mil hombres. 8 La batalla se extendió por toda la zona y aquel día el bosque devoró más hombres que los que había devorado la espada.

9 Absalón se encontró por casualidad delante de los soldados de David. Absalón montaba un mulo, que se metió bajo el enramado frondoso de una gran encina. La cabeza de Absalón se enganchó en la encina y quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo, que estaba bajo él, siguió caminando.

10 Un hombre lo vio y le avisó a Joab: “Acabo de ver a Absalón colgado de una encina”. 11 Joab le dijo al hombre que le había anunciado: “¿Lo viste? ¿Por qué no lo has rematado allí mismo? Yo te habría dado diez monedas de plata y un cinturón”. 12 El hombre respondió a Joab: “Aunque yo sintiera en mi mano mil monedas de plata, no alzaría mi mano contra el hijo del rey, porque oímos cuando el rey les encargó a ti, a Abisay y a Itay: ‘Cuídenme al muchacho Absalón’. 13 Por otro lado, si hubiera actuado secretamente contra su vida, el rey lo habría sabido y tú mismo te habrías hecho a un lado”.

14 Joab dijo: “No voy a perder el tiempo contigo”. Tomó en su mano tres dardos y los clavó en el corazón de Absalón, todavía vivo en medio de la encina. 15 Diez muchachos, los escuderos de Joab, rodearon a Absalón y lo golpearon hasta matarlo. 16 Joab mandó tocar el cuerno y la tropa dejó de perseguir a Israel, ya que Joab había detenido a la tropa. 17 Tomaron a Absalón, lo arrojaron en una fosa profunda, en el bosque, y pusieron encima un montón de piedras. Todos los israelitas habían huido cada uno a su tienda.

18 En vida, Absalón se había hecho levantar una estela que está en el Valle del rey, porque pensaba: “No tengo ningún hijo que guarde mi memoria”. Le puso su nombre a esa estela y hasta hoy se sigue llamando: “Monumento de Absalón”.

 

¿Está bien el joven Absalón?

 

19 Ajimás, hijo de Sadoc, dijo: “Quisiera llevar al rey la buena noticia de que el Señor le ha hecho justicia, librándolo del poder de sus enemigos”. 20 Joab le respondió: “Este día no serás portador de una buena noticia. Otro día lo harás, pero hoy no llevarás ninguna, puesto que se trata de la muerte del hijo del rey”. 21 Luego Joab dijo a un cusita: “Debes ir a informar al rey de lo que has visto”. El cusita se inclinó delante de Joab y partió corriendo. 22 De nuevo Ajimás, hijo de Sadoc, dijo a Joab: “¡No me importa lo que pase! Déjame también a mí correr detrás del cusita”. Joab respondió: “¿Hijo mío, por qué tú vas a correr sin llevar una buena noticia que te merezca una recompensa?”. 23 “¡No me importa lo que pase! Voy a correr”. Joab le dijo: “¡Corre, entonces!”. Ajimás corrió por el camino de la llanura del Jordán y se adelantó al cusita.

24 David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela que estaba en la terraza de la puerta, sobre la muralla, levantó los ojos y vio que un hombre corría solo. 25 El centinela gritó y le informaron de ello al rey. El rey dijo: “Si viene solo, es que trae buenas noticias”. Mientras el hombre se acercaba, 26 el centinela vio correr a otro. Entonces llamó al portero y le dijo: “Mira, otro hombre corre solo”. El rey dijo: “También ese hombre trae buenas noticias”. 27 El centinela dijo: “Reconozco la manera de correr del primero, es la de Ajimás, hijo de Sadoc”. El rey dijo: “Es un hombre de bien. Viene trayendo buenas noticias”.

28 Ajimás gritó y dijo al rey: “Todo está bien”, y se postró delante del rey. Luego dijo: “Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha entregado a los hombres que se habían levantado contra mi señor, el rey”. 29 El rey preguntó: “¿Está bien el joven Absalón?”. Ajimás contestó: “He visto un tumulto cuando Joab ha enviado a un servidor del rey y a tu servidor, pero no sé lo que era”. 30 El rey dijo: “Pasa a un lado y colócate acá”. Él se hizo a un lado y permaneció allí. 31 Entonces llegó el cusita y dijo: “Que mi señor el rey conozca la buena noticia: el Señor te ha hecho justicia hoy, librándote de las manos de todos tus enemigos”. 32 El rey preguntó al cusita: “¿Está bien el joven Absalón?”. El cusita contestó: “¡Que sean como ese muchacho los enemigos de mi señor el rey y todos los adversarios que quieran tu desgracia!”.

¡Ojalá yo hubiera muerto en tu lugar!

 

19 1 Entonces el rey se estremeció. Subió al cuarto que está encima de la puerta, se puso a llorar y mientras caminaba decía: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío; hijo mío, Absalón! ¡Ojalá yo hubiera muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío!”. 2 Le informaron a Joab: “Mira, el rey está llorando y lamentándose por Absalón”. 3 Aquel día, la victoria se convirtió en duelo para toda la gente, porque el pueblo oyó decir que el rey estaba afligido por su hijo. 4 La tropa entró a la ciudad escondiéndose, como lo haría un ejército avergonzado por haber huido de la batalla. 5 En cuanto al rey, se había cubierto la cara y lloraba gritando: “¡Hijo mío, Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!”.

6 Joab entró a la casa donde estaba el rey y le dijo: “Hoy has avergonzado a todos tus soldados que te han salvado la vida, lo mismo que la de tus hijos e hijas, la de tus esposas y concubinas. 7 Tú amas a los que te detestan y detestas a los que te aman. Hoy has dejado muy en claro que comandantes y soldados no valen nada para ti. Hoy sé que si Absalón estuviera vivo y todos nosotros muertos, eso te parecería normal. 8 Ahora debes levantarte y salir. Habla al corazón de tus soldados porque, juro por Dios que, si no sales, nadie pasará la noche contigo y tendrás una desgracia mayor que las que te han ocurrido desde tu juventud hasta hoy. 9 El rey se levantó y fue a sentarse a la puerta. Al pueblo se le anunció: “El rey está sentado a la puerta”. Todo el pueblo se presentó ante el rey. Por su parte, los de Israel habían huido cada uno a su tienda.

 

¡Regresa tú y todos tus servidores! *

 

10 En todas las tribus de Israel la gente discutía: “El rey que nos libró de nuestros enemigos y del poder de los filisteos, ahora ha abandonado el país para huir de Absalón. 11 En cuanto a Absalón, a quien habíamos ungido para que reinara sobre nosotros, ha muerto en la guerra. ¿Qué esperan ustedes, ahora, para hacer regresar al rey?”. 12 Esto, que se comentaba en todo Israel, llegó al conocimiento del rey. Entonces el rey David mandó decir, por su lado, a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: “Hablen así a los ancianos de Judá: ‘¿Por qué serían ustedes los últimos en hacer regresar al rey a su palacio? 13 Ustedes son mis hermanos, ustedes son de mi misma carne y sangre, ¿por qué serían los últimos en hacer regresar al rey?’. 14 Digan a Amasá: ‘Tú eres de mi misma carne y sangre. Que Dios me castigue si no te nombro de por vida comandante en jefe del ejército en lugar de Joab’”. 15 David se ganó unánimemente el corazón de todos los hombres de Judá. Enviaron a decir al rey: “¡Regresa, tú y todos tus servidores!”.

 

Hoy no morirá nadie en Israel

2 Sm 16,5-13

 

16 Entonces el rey regresó y llegó al Jordán. Judá había venido a Guilgal para ir al encuentro del rey, para hacerlo cruzar el Jordán. 17 Semey, hijo de Guera, el benjaminita de Bajurín, se apresuró a bajar con los hombres de Judá al encuentro del rey David. 18 Lo acompañaban mil hombres de Bajurín y también Sibá, el criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte servidores. Llegaron al Jordán antes que el rey, 19 para cruzar el vado y ayudar a pasar a la familia del rey, quedando bien con ellos. Semey, hijo de Guera, se arrojó a los pies del rey, mientras este iba a pasar el Jordán, 20 y le dijo: “¡Que el rey no me impute una falta ni me guarde rencor por la ofensa que tu servidor cometió, cuando el señor iba saliendo de Jerusalén! ¡Olvídelo por favor! 21 Sí, tu servidor lo sabe: me he equivocado. Pero tú lo ves, he venido hoy precediendo a toda la casa de José, para bajar al encuentro de mi señor el rey”. 22 Abisay, el hijo de Seruyá, replicó: “¿Hay algún motivo para no matar a Semey, puesto que ha maldecido al ungido del Señor?”. 23 David respondió: “¡No se entrometan en mis asuntos, hijos de Seruyá! Se han convertido en hostigadores míos. Hoy no morirá nadie en Israel. ¿No soy aún el rey de Israel?”. 24 El rey dijo a Semey: “No morirás”, y el rey se lo juró.

 

Meribaal salió al encuentro del rey

2 Sm 9,1-13; 16,1-4

 

25 Meribaal, hijo de Saúl, bajó al encuentro del rey. No se había cuidado los pies, ni arreglado la barba ni lavado su ropa desde el día en que el rey se había ido hasta el día en que regresó victorioso. 26 Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, este le dijo: “¿Por qué no me acompañaste, Meribaal?”. 27 Él respondió: “Mi señor el rey, mi servidor me ha engañado. Porque tu servidor había pensado: ‘Voy a mandar a aparejar mi burra para montar y partir con el rey’ –porque tu servidor está cojo–. 28 Él ha calumniado a tu servidor con mi señor el rey. Pero mi señor el rey es como el ángel de Dios. Debes hacer lo que tú creas conveniente. 29 En realidad, toda la casa de mi padre merecía la muerte de parte de mi señor el rey; sin embargo, tú has puesto a tu servidor entre los comensales de tu mesa. ¿Me queda todavía algún derecho o puedo todavía reclamar algo al rey?”. 30 El rey le dijo: “No se hable más de esto. He decidido lo siguiente: ‘Tú y Sibá se repartirán las tierras’”. 31 Meribaal dijo al rey: “¡Que él tome todo!, ya que mi señor, el rey, ha vuelto sano y salvo a su casa”.

 

El rey abrazó a Barzilay

2 Sm 17,27-29

 

32 Barzilay, el galaadita, había bajado de Roguelín. Había acompañado al rey hasta el Jordán para despedirse de él cerca del río. 33 Barzilay era muy anciano, tenía ochenta años; él es el que había provisto a la manutención del rey durante su estancia en Majanain, porque era una persona muy rica. 34 El rey dijo a Barzilay: “Tú vendrás conmigo y yo proveeré a tu sostenimiento en Jerusalén”. 35 Barzilay dijo al rey: “¿Cuántos años me quedan de vida para subir a vivir con el rey a Jerusalén? 36 Ya tengo ochenta años y he perdido el gusto. Ya no me sabe a nada lo que como o bebo y no distingo las voces de los cantores. ¿Por qué tu servidor debería ser todavía una carga para mi señor, el rey? 37 Tu servidor pasará un poco más allá del Jordán, acompañando al rey. No me merezco tal recompensa. 38 Permite que tu servidor regrese y que muera en una ciudad cerca del sepulcro de mi padre y de mi madre. Aquí tienes a tu servidor Quimeán, que él vaya con mi señor, el rey. Trátalo como mejor te parezca”. 39 El rey dijo: “Que Quimeán venga conmigo; yo lo trataré como tú deseas y todo lo que tú me encargues, lo haré por ti”. 40 Todo el pueblo cruzó el Jordán y también el rey. El rey abrazó a Barzilay y lo bendijo. Este regresó a su casa.

 

¿Por qué los hombres de Judá te han acaparado?

1 Re 11,31-32

 

41 El rey continuó hacia Guilgal y Quimeán lo acompañó. Todo el pueblo de Judá así como la mitad de Israel habían hecho pasar al rey. 42 En eso todos los hombres de Israel se dirigieron al rey y le dijeron: “¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, te han acaparado para hacer pasar por el Jordán al rey, a su familia y a todos sus partidarios?”. 43 Los hombres de Judá replicaron a los hombres de Israel: “Porque el rey nos es más cercano. ¿Por qué se enojan por este asunto? ¿Hemos comido alguna cosa que venga del rey? ¿Se nos han dado regalos?”. 44 Los hombres de Israel respondieron a los hombres de Judá: “Tenemos diez tribus en el reino, de manera que tenemos más derecho sobre David que ustedes. ¿Por qué nos han tratado con desprecio? ¿No somos los primeros que hemos propuesto el regreso del rey?”. Pero los hombres de Judá hablaron con más vehemencia que los de Israel.

 

¡No tenemos futuro con David! *

2 Sm 9,1-13; 15,16; 16,1-4.20-22; 1 Re 12,16

 

20 1 Apareció improvisamente un desalmado llamado Seba, hijo de Bicrí, benjaminita. Tocó la trompeta y se puso a gritar: “¡No tenemos futuro con David! ¡No conseguiremos nada con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel!”. 2 Los israelitas desertaron de David y se fueron detrás de Seba, hijo de Bicrí, mientras que los de Judá, desde el Jordán hasta Jerusalén, siguieron fieles a David.

3 Cuando David llegó a Jerusalén, tomó a las diez concubinas que había dejado al cuidado del palacio, las recluyó en el harén y las mantuvo; pero no tuvo más relaciones con ellas. Quedaron confinadas hasta el día de su muerte, viviendo como viudas.

4 Luego el rey dijo a Amasá: “Convócame a todos los de Judá en el plazo de tres días y tú estarás presente”. 5 Amasá fue a convocar a los de Judá, pero no regresó en el tiempo señalado. 6 David dijo entonces a Abisay: “Seba, hijo de Bicrí, nos causará más problemas que Absalón. Tú mismo toma a mis hombres y ve tras de él, no sea que se apodere de las plazas fuertes y se nos escape”.

7 Los hombres de Joab, los quereteos, peleteos y los valientes de David salieron de Jerusalén a perseguir a Seba, hijo de Bicrí. 8 Ellos estaban junto a la gran roca en Gabaón; Amasá les salió al encuentro. Joab llevaba sobre el uniforme un cinturón con la espada envainada, ceñida al muslo. Al adelantarse, la espada cayó. 9 Joab saludó a Amasá: “¿Cómo estás, hermano mío?” La mano derecha de Joab tomó por la barba a Amasá para besarlo. 10 Amasá no prestó atención a la espada que Joab tenía en la mano y este la clavó en el vientre, desparramó sus entrañas por tierra y murió sin que Joab tuviera que darle otra puñalada.

Enseguida Joab y su hermano Abisay se fueron en persecución de Seba, hijo de Bicrí. 11 Uno de los hombres de Joab se detuvo junto al cuerpo de Amasá y se puso a gritar: “El que sea partidario de Joab y de David, que siga a Joab”. 12 El cuerpo de Amasá estaba cubierto de sangre en medio del camino y al ver este hombre que todos se detenían, hizo a un lado del camino a Amasá y lo tapó con un vestido. 13 Cuando quitó el cuerpo del camino, pasaron todos los hombres de Joab y se fueron tras Seba, hijo de Bicrí. 14 Joab atravesó por todo el territorio de las tribus de Israel hasta la ciudad de Abel Bet Maacá y todos los seguidores de Bicrí se le unieron y siguieron a Joab a la ciudad.

15 Los hombres de Joab fueron a sitiar la ciudad de Abel Bet Maacá; construyeron rampas de tierra contra el muro externo y empezaron a socavar el muro para echarlo abajo. 16 Había una mujer inteligente en la ciudad, que gritó desde el muro de la ciudad: “¡Oigan! ¡Oigan! Digan por favor a Joab que se acerque aquí, que quiero hablar con él”. 17 Joab se arrimó y la mujer le preguntó: “¿Eres tú Joab?”. Este le contestó: “Sí, yo soy”. Luego le dijo: “Escucha lo que va a decir tu servidora”. Él respondió: “Estoy escuchándote”. 18 Ella prosiguió: “Hace mucho tiempo se acostumbraba decir: ‘Si alguien quiere consultar, que lo haga en Abel’ y tenía éxito. 19 Somos los más pacíficos y confiables de Israel. Tú tratas de destruir una ciudad de las más importantes de Israel. ¿Por qué quieres tú arruinar la propiedad del Señor?”. 20 Joab le respondió: “Jamás, jamás la arruinaré o destruiré. 21 No se trata de esto, sino que un individuo de la sierra efraimita, de nombre Seba, hijo de Bicrí, se ha rebelado contra el rey David. Tan solo entréguenlo y me retiraré de la ciudad”. La mujer respondió a Joab: “Mira, te arrojaremos su cabeza desde el muro”. 22 Enseguida la mujer se dirigió a todo el pueblo con tanta cordura que cortaron la cabeza de Seba, hijo de Bicrí, y la arrojaron a Joab. Él mando tocar la trompeta, levantó el sitio, retirándose cada uno a su casa. En cuanto a Joab, él volvió a Jerusalén cerca del rey.

23 Joab era el general en jefe de todo el ejército de Israel; Benayas, hijo de Yoyadá, estaba al mando de los quereteos y peleteos; 24 Adonirán estaba al frente de los trabajos forzados; Josafat, hijo de Ajilud, era canciller; 25 Susaá era el cronista; Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes. 26 Irá, el de Jair, también era sacerdote de David.

 

V Apéndices*­

 

Venganza de los gabaonitas*

1 Sm 10,24; Jos 9,3-27

 

21 1 En la época de David hubo hambre por tres años consecutivos. Entonces David consultó al Señor. El Señor respondió: “Se debe a Saúl y a su sanguinaria familia, porque mataron a los gabaonitas”. 2 Los gabaonitas no eran israelitas; eran un residuo de los amorreos a quienes los israelitas habían jurado no exterminarlos, aunque Saúl había tratado de matarlos, llevado por su celo en favor del pueblo de Israel y de Judá. 3. Entonces el rey mandó llamar a los gabaonitas y les dijo: “¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo puedo yo reparar el mal que les hicieron para que bendigan la herencia del Señor?”. 4 Los gabaonitas contestaron: “No es cuestión de oro o plata nuestro desacuerdo con Saúl y su familia, ni queremos matar a nadie en Israel”. Entonces David les dijo: “¡Haré lo que me digan”.

5 Dijeron: “Saúl quiso acabarnos y aniquilarnos para que no tuviéramos ningún lugar en todo el territorio de Israel. 6 Que se nos entreguen, por favor, siete hombres de su descendencia y los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el elegido del Señor”. El rey contestó: “Yo mismo se los entregaré”. 7 Pero el rey perdonó a Meribaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a causa del juramento sagrado que había entre David y Jonatán, hijo de Saúl. 8 El rey mandó apresar a Armoní y Meribaal, los dos hijos que Rispá, la hija de Ayá, había dado a Saúl, y a los cinco hijos de Mical, hija de Saúl, que este había dado a Adriel, hijo de Barzilay, el de Mejolá. 9 Los entregó en poder de los gabaonitas, quienes los colgaron en la colina ante el Señor. Los siete perecieron juntos. Murieron en los primeros días de la cosecha, al principio de la cosecha de la cebada.

10 Rispá, la hija de Ayá, tomó un manto, lo extendió sobre la roca donde estaban los cuerpos y allí estuvo desde el inicio de la cosecha hasta que llegaron las lluvias de otoño, espantando de día a las aves del cielo y de noche a los animales silvestres para que no se posaran sobre los cuerpos. 11 Cuando se le informó a David lo que había hecho Rispá, la hija de Ayá y concubina de Saúl, 12 se fue a recoger los huesos de Saúl y de su hijo Jonatán, que las autoridades de Yabés de Galaad antes habían descolgado de las murallas de Betsán, donde los filisteos los habían colgado cuando habían matado a Saúl en Gelboé. 13. Trajo los huesos de Saúl y su hijo Jonatán y los juntó con los huesos de los colgados. 14 Los enterraron junto con los huesos de Saúl y su hijo Jonatán en el territorio de Benjamín, en Selá, en la tumba de Quis, padre de Saúl. Hicieron todo lo que el rey había mandado. Después de esto, Dios se mostró propicio con el país.

 

Hazañas contra los filisteos

 

15 Hubo otra guerra de los filisteos contra Israel. David y sus hombres bajaron a pelear contra los filisteos. David se sintió cansado. 16 Entonces, Isbobenob, de la raza de los gigantes, cuya lanza de bronce pesaba unos tres kilos y medio y traía ceñida una espada nueva, hablaba de matar a David. 17 Pero Abisay, hijo de Seruyá, vino en ayuda de David, atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le pidieron encarecidamente: “No salgas más con nosotros a pelear, para que no se extinga la lámpara de Israel”.

18 Después de esto hubo de nuevo una batalla en Gob contra los filisteos durante la cual Sibcay, el jusita, mató a Saf, de la raza de los gigantes. 19 Volvió a haber guerra en Gob contra los filisteos y Eljanán, el hijo de Yair-Oregín, el de Belén, mató a Goliat, el de Gat, cuya asta de la lanza era enorme como un palo de telar. 20 Hubo también un combate en Gat. Había allí un hombre de gran estatura con seis dedos en cada mano y en cada pie, veinticuatro en total. También este era de la raza de los gigantes. 21 Desafió a los israelitas y Jonatán, el hijo de Simá, hermano de David, lo mató. 22 Estos cuatro eran de la raza de los gigantes de Gat y sucumbieron a manos de David y de sus oficiales.

 

Canto de David*

= Sal 18

// 22,3: Heb 2,13 // 22,50: Rom 15,9

 

 

22 1 David dirigió las palabras de este canto cuando el Señor lo libró del poder de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.

 

2           Dijo:

Señor, mi roca, mi fortaleza,

mi liberador.

 

3                       Tú eres mi Dios y la roca

en la que me refugio,

mi escudo, mi poderosa salvación y mi baluarte.

Mi refugio, mi salvador,

que me salva de la violencia.

 

4                       Invoco al Señor, que es digno de alabanza,

y estaré a salvo de mis enemigos.

5                       Me cercaban los lazos de muerte,

me aterrorizaban torrentes de iniquidad,

6                       el lugar de los muertos me envolvía con sus lazos,

me acechaban trampas mortales.

 

7                       En mi angustia invoqué al Señor,

pedí ayuda a mi Dios.

Desde su Templo escuchó mi voz,

mi súplica llegó a sus oídos.

 

8                       Entonces, tembló y se sacudió la tierra,

vacilaron los fundamentos de las montañas,

se estremecieron por su furor.

9                       De su rostro subía el humo,

un fuego devorador desde su boca,

de él partían carbones encendidos.

 

10                     Inclinó los cielos y descendió.

Densa oscuridad bajo sus pies.

11                     Volaba sobre un querubín,

velozmente, sobre las alas del viento.

12                     Se envolvió con un manto de oscuridad,

venía rodeado de aguas oscuras y densas nubes,

13                     y ante su resplandor las nubes se deshicieron

                        en granizo y centellas.

 

14                     Desde el cielo se oyó el trueno del Señor,

el Altísimo hizo oír su voz.

15                     Disparó flechas y los dispersó;

con numerosos rayos los derrotó.

 

16                     Apareció el fondo del mar,

se descubrieron los fundamentos del mundo,

por tu amenaza, Señor,

por el soplo de tu furor.

 

17                     Extendió su mano y me aferró,

me arrebató de las aguas profundas,

18                     me salvó de potentes enemigos,

de los que me odiaban y eran más fuertes que yo.

 

19                     Me enfrentaron el día de la desgracia,

pero el Señor fue mi apoyo.

20                     Me sacó a campo abierto,

me libró porque en mí puso su complacencia.

 

21                     El Señor retribuyó mis obras justas,

recompensó la inocencia de mis manos,

22                     porque yo observé los caminos del Señor,

y no actué mal ante mi Dios.

23                     Tuve presente todos sus preceptos

y no me aparté de sus mandamientos.

 

24                     Yo le fui siempre fiel

y tuve cuidado de no caer en ninguna culpa.

25                     El Señor retribuyó mis obras justas,

la inocencia de mis manos en su presencia.

 

26                     Con el hombre fiel eres fiel,

íntegro con el íntegro

27                     y puro con el puro.

Pero con el perverso eres astuto.

28                     Porque tú salvas al humilde

y humillas los ojos del soberbio.

 

29                     Señor, mi Dios, tú eres mi lámpara,

 tú iluminas mis tinieblas;

30                     contigo me lanzo contra las tropas enemigas.

Con mi Dios saltaré sobre la muralla.

 

31                     El proceder de Dios es recto,

la palabra del Señor está purificada al fuego.

Él es un escudo para quien en él se refugia.

 

32                     Porque, ¿quién es Dios, sino el Señor?

¿Quién es una roca, sino nuestro Dios?

 

33                     El Dios que me ha ceñido de vigor

y que ha hecho irreprochable mi conducta.

 

34                     Él dio a mis pies la agilidad de las gacelas

y sobre las colinas me puso al seguro;

35                     adiestró mis manos para la batalla,

para que mis brazos tensaran el arco de bronce.

 

36                     Me diste tu escudo salvador

y multiplicaste tus cuidados conmigo.

37                     Abriste un espacio amplio para mis pasos,

y mis pies no temblaron.

 

38                     Perseguí a mis enemigos y los alcancé;

no regresé sin haberlos aniquilado.

39                     Los golpeé y no pudieron levantarse,

quedaron caídos bajo mis pies.

40                     Me ceñiste de vigor para la guerra,

pusiste bajo mi poder a mis adversarios.

41                     Mis enemigos me dieron la espalda,

y exterminé a los que me odiaban.

 

42                     Gritaban y nadie los salvaba;

gritaban al Señor, pero no les respondía.

43                     Los dejé como polvo,

los arrojé fuera como lodo de la calle.

 

44                     Me libraste del pueblo rebelde,

me constituiste cabeza de las naciones.

Me sirve un pueblo que yo no conocía.

 

45                     Cuando llegó mi fama a sus oídos,

me escuchaban;

los extranjeros me adulaban.

46                     Los extranjeros perdieron el coraje

y salieron temblando de sus escondites.

 

47                     ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca,

sea exaltado Dios, mi Roca salvadora!

48                     El Dios que me concedió el desquite

y sometió los pueblos ante mí.

 

49                     Que me libró de mis enemigos,
me puso por encima de mis adversarios

y me salvó del hombre violento.

 

50                     Por todo esto te alabaré entre las naciones, Señor,

y cantaré himnos de alabanza a tu nombre.

51                     Tú concedes grandes victorias a tu rey

y muestras tu misericordia a tu ungido,

a David y a su descendencia para siempre.

 

Últimas palabras de David*

2 Sm 7,11-16; Gen 49; Nm 24,3.15; Dt 33; 1 Re 2,1-9; Is 11,3

 

23 1 Últimas palabras de David:

 

Oráculo de David, hijo de Jesé,

oráculo del héroe enaltecido,

ungido del Dios de Jacob,

célebre cantor de Israel.

 

2 El espíritu del Señor habló por mí,

su palabra está en mi lengua.

3 El Dios de Israel me ha dicho,

 la Roca de Israel me ha hablado;

el que gobierna al hombre con justicia,

el que gobierna con el temor de Dios,

4 como luz matutina

al despuntar el sol

en mañana sin nubes;

el que hace brillar tras la lluvia

la hierba del campo.

 

5 Mi casa está firme junto a Dios,

que un pacto eterno me ha dado,

bien estipulado y garantizado.

¡Él hará prosperar mi anhelo de victoria!

 

6 Los malvados son como cardos

que son arrojados

y que nadie agarra con la mano,

7 solo se les toca

con el asta de una lanza o con hierro,

para que sean consumidos por el fuego.

 

Los guerreros de David*

= 1 Cr 11,11-47; 27,2-15

 

8 Los nombres de los guerreros de David son los siguientes: El primero, Isbaal el jacamonita, el jefe de la terna, blandió su lanza y mató a ochocientos en una sola batalla. 9 El segundo de la terna, Eleazar, hijo de Dodó, ajojita, estuvo con David en Pasdamín cuando desafiaron a los filisteos que habían ido allí para la guerra; los israelitas se retiraron, 10 excepto él, que se levantó y estuvo derribando filisteos hasta que se le cansó la mano y se le quedó pegada a la espada. Aquel día, el Señor obtuvo una gran victoria. El pueblo corrió detrás de él, pero solo para tomar los despojos. 11 El tercero, Samá, hijo de Elá, jararita. Los filisteos se habían concentrado en Lejí, donde había una parcela sembrada de lentejas; el pueblo huyó ante los filisteos, 12 pero él se plantó en medio de la parcela, la defendió, mató a los filisteos y el Señor obtuvo una gran victoria.

13 En tiempo de la cosecha, tres de los treinta jefes bajaron a la cueva de Adulán, donde estaba David, mientras una banda de filisteos estaba acampada en el valle de Refaín. 14 David estaba en ese momento en su refugio y un puesto de filisteos se encontraba en Belén. 15 David entonces expresó un deseo: “¡Quién me diera de beber agua del pozo de Belén, que está junto a la puerta!”. 16 Los tres guerreros irrumpieron en medio del campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén que está junto a la puerta y se la llevaron a David quien no quiso beberla, sino que la derramó en honor del Señor, 17 diciendo: “¡Líbreme el Señor de hacer esto! ¡Sería como beber la sangre de estos hombres que pusieron en riesgo sus vidas!”. Y rehusó beber. Esto fue lo que hicieron estos tres guerreros.

18 Abisay, hermano de Joab, hijo de Seruyá, era el jefe de los treinta. Blandiendo su lanza contra trescientos hombres, los mató, y se hizo famoso ante los treinta; 19 era el más famoso de los treinta, era su jefe, aunque no llegó a ser miembro de la terna. 20 Benayas, hijo de Yoyadá, era un hombre valiente, pródigo en hazañas, originario de Cabsel. Es el que mató a los dos mejores guerreros de Moab y el que bajó a matar al león en el pozo, un día de nieve; 21 también fue el que mató a un egipcio de bella presencia que tenía en su mano una lanza: bajó con un palo a donde estaba este, le quitó la lanza de la mano y con ella lo mató. 22 Estas fueron las hazañas de Benayas, hijo de Yoyadá, que se ganó un nombre entre los treinta valientes. 23. Fue más famoso que los treinta, pero no llegó a ser miembro de la terna. David lo puso al frente de su escolta personal.

24 Pertenecían a los treinta: Asael, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, betlemita; 25 Samá, el de Jarod; Elicá, el de Jarod; 26 Jeles, el peleteo; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; 27 Abiezer, de Anatot; Mebunay, el jusita; 28 Salmón, el ajojita; Maray, el natufita; 29 Jeled, hijo de Baná, el natufita; Itay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín; 30 Benaya, de Paratón; Edi, de los valles de Gas; 31 Abialbón, de Arabá; Azmavet, de Bajurín; 32 Eliajbá, el saalbonita; los hijos de Yasen; Jonatán; 33 Samá, el ararita; Ajián, hijo de Sarar, el ararita; 34 Elifélet, hijo de Ajasbay, de Maacá; Elián, hijo de Ajitéfel, el guilonita; 35 Jesra, del Carmelo; Paray, de Arbé; 36 Yigal, hijo de Natán, de Sobá; Baní, el gadita; 37 Selec, el amonita; Najaray, de Berot, escudero de Joab, hijo de Seruyá; 38 Irá, el yetirita; Gareb, el yetirita; 39 Urías, el hitita. En total: treinta y siete.

 

Levanta un censo*

= 1 Cr 21

 

24 1 La ira del Señor se inflamó de nuevo contra Israel e instigó a David contra ellos: “Vamos, levanta un censo de Israel y de Judá”. 2 El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército, que lo acompañaban: “Vayan a todas las tribus de Israel, de Dan a Berseba, y hagan un censo del pueblo, así llegaré a saber cuántos son”. 3 Joab respondió al rey: “¡Que el Señor tu Dios multiplique la gente y que los llegues a ver con tus propios ojos! Pero, mi señor, el rey, ¿para qué quiere hacer esto?”.

4 La orden del rey se impuso al parecer de Joab y de los oficiales del ejército; estos salieron de la presencia del rey a levantar el censo del pueblo de Israel. 5 Atravesaron el Jordán y empezaron por Aroer y por la ciudad que está en medio del valle, hacia Gad y hasta Jaser. 6 Llegaron a Galaad y a la hondonada de Jodsí. Llegaron a Dan Yaan y, continuando el circuito, a Sidón. 7 Luego llegaron hasta la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los jeveos y cananeos; finalmente salieron a la región sur de Judá, a Berseba. 8 Así recorrieron todo el país y al cabo de nueve meses y veinte días llegaron a Jerusalén. 9 Joab entregó al rey el resultado del censo: ochocientos mil hombres aptos para pelear en Israel y quinientos mil, en Judá.

 

Perdona la falta de tu servidor

 

10 Después de haber hecho el censo, le remordió la conciencia a David y dijo al Señor: “¡He cometido un gran pecado al hacer esto! ¡Ahora, Señor, perdona por favor la falta de tu servidor; he actuado tontamente, como un necio!”. 11 Cuando David se levantó por la mañana, ya le había llegado la palabra del Señor al profeta Gad, vidente oficial de David: “Ve a decir a David: ‘Así dice el Señor: te propongo tres cosas, escoge una de ellas para que la ejecute’”. 13 Gad se presentó ante David y le notificó lo siguiente: “¿Qué prefieres? ¿Siete años de hambre en tu país, tres meses de andar huyendo perseguido por tus enemigos o tres días de peste en tu país? Piénsalo bien y decide qué debo transmitir al que me mandó”. 14 David contestó a Gad: “¡Estoy en una situación angustiosa! Mejor es caer en las manos del Señor, que es rico en misericordia, que caer en las manos de los hombres”. 15 El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Murieron desde Dan hasta Berseba setenta mil hombres.

16 Cuando el ángel extendió su mano contra Jerusalén para destruirla, el Señor se arrepintió de la catástrofe y dijo al ángel que estaba exterminando a la población: “¡Ya basta, detén tu mano!”. El ángel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. 17 Entonces David, al ver al ángel que estaba matando a la población, dijo al Señor: “¡Yo soy el que ha pecado y el que ha hecho el mal! ¿Qué han hecho estas ovejas? Castígame a mí y a mi familia”.

18 Aquel mismo día Gad fue a donde estaba David y le dijo: “Sube a construir un altar al Señor en el campo de Arauná, el jebuseo”. 19 David subió como Gad le había dicho, de acuerdo con la orden del Señor. 20 Cuando Arauná observó y vio al rey y a sus oficiales que se acercaban, salió a postrarse rostro en tierra ante el rey 21 y le dijo: “¿Para qué ha venido a ver a su servidor el señor, mi rey? David respondió: “Para comprarte el campo y construir un altar al Señor, y así detener la epidemia del pueblo”. 22 Arauná contestó a David: “Tome y ofrezca mi señor el rey lo que quiera. Aquí está un buey para el holocausto; los trillos y los yugos de los bueyes pueden servir de leña”. 23 Arauná dio todo al rey y le dijo: “Que el Señor tu Dios acepte tu ofrenda”. 24 Pero el rey le dijo a Arauná: “No. Yo te pagaré por ella. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me cuesten”. David compró el campo y el buey por cincuenta monedas de plata. 25 David levantó allí un altar al Señor, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. El Señor se mostró propicio con el país y la epidemia cesó en Israel.

 

 

 

* 1,1-16. El relato de la muerte de Saúl y Jonatán, ante los filisteos, en defensa de su pueblo, sirve de bisagra entre los dos libros; por eso se repite, ahora contándola desde el punto de vista de un informante con variantes significativas. No es un suicidio, ni Saúl le pidió a su arquero que lo matara, sino al amalecita, quien informa a David esperando equivocadamente recibir una recompensa por la noticia y las insignias reales que lleva; en su lugar, recibe la muerte por haber atentado contra el rey, no obstante que él mismo le pidió que lo matara. Se inculca así la intangibilidad del ungido del Señor, tema importante en las tradiciones davídicas. El relato pretende también quitar toda sospecha de que David hubiera participado en la contienda de los filisteos contra Israel y Saúl; ya que había sido excluido de ella (1 Sm 29).

* 1,17-27. La elegía con la que David llora la muerte de Saúl y Jonatán, consignada en una colección de cánticos perdida, denominada el libro del Justo (Jos 10,13), está muy bien compuesta, conforme al estilo hebreo. Posee una estructura concéntrica, ocupando el centro la palabra «arco» (2 Sm 1,22a; ver 1,18), que se convierte en la clave de lectura e interpretación del poema. Exalta la valentía de los aparentemente humillados: «¡Cómo han caído los héroes!» es el estribillo que se repite (1,19.25.27). El amor entre Jonatán y David se sitúa en el campo de la amistad, no en el aspecto sexual, como algunos quisieran interpretar torcidamente.

* ­ 2-20. Dos secciones tiene esta cuarta parte. En la primera (2 Sm 2-8), muerto Saúl, David será ungido como rey por los de Judá y luego por los de Israel. Conquista Jerusalén y traslada el arca del Señor a esa ciudad; quiere hacerle una casa o Templo a Dios, quien rechaza la propuesta, pero David recibe la promesa de que el Señor le hará una casa, es decir una descendencia o dinastía; su poderío se afianza. En la segunda sección (2 Sm 9-20, continuados en 1 Re 1-2) se narra lo que se suele llamar la historia de la sucesión del trono. Historia familiar trágica en la que hay gracia y pecado, luces y sombras. Se dan intrigas, asesinatos, adulterios y rebeliones, hasta que Salomón va a ser constituido el sucesor. Al pecado humano se opone la gracia del Señor que denuncia, desaprueba acciones y también ofrece perdón y misericordia.

* 2,1-3,1. Conforme al relato, Samuel ya había consagrado en secreto a David en vida de Saúl (1 Sm 16,1-13). Muerto él, los paisanos de David, los de Judá o del sur van a ungirlo rey en Hebrón, y él trata de congraciarse con los benjaminitas de Yabés de Galaad. Mientras tanto, los de Israel o del norte ungen a Isbaal, hijo de Saúl. Siguen las rivalidades entre el grupo de David y, ahora, el hijo de Saúl. Hay lucha entre gente del mismo pueblo: Joab, general de David, contra Abner, general de Isbaal, llegando después a una tregua. El narrador concluye mostrando que David se va imponiendo.

* 3,2-5. Esta lista de los primeros hijos de David en Hebrón muestra su fortaleza y poder.

* 3,6-39. Abner, general que fue de la armada de Saúl, y ahora de su hijo Isbaal, y hombre fuerte de Israel, se da cuenta de que su futuro está asegurado con David. Por lo cual se presta para favorecer la aceptación de David como rey por parte de los ancianos de Israel, representantes de la población. Pero, dado que Abner había asesinado a Asael (3,28; ver 2,22-23), Joab, hermano de este, toma venganza de forma traicionera matando a Abner. El autor insiste en la inocencia de David en ese crimen (3,28-39).

* 4,1-12. El hijo de Saúl representa el último impedimento en el camino de David hacia el trono de Israel. La segunda parte de este capítulo contiene un largo diálogo donde el autor da su interpretación: David no es culpable de la muerte de Isbaal por lo que puede ser elegido rey de Israel.

* 5,1-25. Finalmente David es rey de Israel y Judá (5,1-5); esta unión política de los dos grupos permanece hasta el final del reinado de Salomón (1 Re 12). Así la historia de la ascensión de David al trono, comenzada en 1 Sm 16,1, unción de David por Samuel, concluye aquí en 2 Sm 5,5 o en 5,10 que expresa el juicio solemne del narrador, que ve la consolidación del reinado de David como acción de Dios (ver 2 Sm 5,12). Luego se narra la conquista de Jerusalén (5,6-12), ciudad neutral desde la que David reinará a los de Judá y de Israel. La burla de los jebuseos da pie a la prohibición posterior de que cojos y ciegos entren al Templo (5,8; Lv 21,18); es interesante que para Mateo (Mt 21,12-14), en la expulsión de los vendedores del Templo, Jesús rechaza lo permitido, el comercio en el Templo, y acepta lo prohibido, que cojos y ciegos entrasen al Templo, ya que Jesús los cura allí. Con los hijos nacidos a David en Jerusalén (2 Sm 5,13-16) se completa el número de los pretendientes a la sucesión. Luego el narrador relata dos victorias de Dios, por medio de David, contra filisteos (5,17-25).

* « 6-8. Estos tres capítulos constituyen un punto fundamental en el reinado de David que se va consolidando como monarca de Israel y Judá. Hace de Jerusalén el centro religioso del pueblo trasladando allí el arca de la Alianza, signo de la presencia de Dios con su pueblo (2 Sm 6); luego pretende construir una casa o Templo a Dios, pero el Señor no quiere eso, en cambio le asegura una casa o dinastía perpetua (2 Sm 7), promesa que será la base de la futura esperanza mesiánica. Por último se narran victorias de David en diversas batallas y se le muestra como rey administrando justicia y derecho a su pueblo (2 Sm 8).

* 6,1-23. Aquí está el final de la historia del Arca (1 Sam 4-6). Sabiamente David la lleva a Jerusalén, convirtiendo a la ciudad en el centro religioso de Israel y Judá. Luego Salomón la colocará en el Templo edificado por él (1 Re 8,1-13). Detrás de la anécdota trágica de Uzá está el sentido de lo sagrado, como algo intocable (Éx 19,21-24; 20,19; 33,20; Jue 6,22-23). La llegada a Jerusalén se da en medio de bailes eufóricos de homenaje y de sacrificios que causan alegría al pueblo. En contraste, Mical, hija de Saúl y esposa de David, lo desprecia y por eso no dará heredero al rey, extinguiéndose así la familia de Saúl; detrás está la sombra de la lucha por la sucesión davídica.

* 7,1-29. Hay dos grandes partes. En la primera (7,1-17), Dios rechaza la oferta de David de hacerle una casa, un Templo; en cambio, el Señor le promete construirle una casa, una dinastía estable, pero sujeta a su corrección en caso de desobediencia. Aun cuando 2 Sm 7,13 señala al sucesor de David como constructor del Templo, detrás de la propuesta inicial de David está el peligro de creerse el benefactor de Dios y de querer encerrarlo en un lugar, cuando él se hace presente en medio de su pueblo, en la vida y en la historia; en eso se inspira la polémica de Esteban y Pablo contra el Templo (Hch 7,48-50 que cita a Is 66,1-2; Hch 17,24). El peligro sigue vigente cuando se pierde la capacidad de descubrir la presencia del Señor en la vida diaria, más allá de los templos. En la segunda parte (2 Sm 7,18-19), David agradece las maravillas hechas en favor del pueblo y la promesa divina de la dinastía perpetua; de ella arrancará la esperanza mesiánica, que se intensificará más a partir del exilio cuando se pierde la monarquía política.

* 8,1-18. Pequeñas narraciones de conquistas davídicas en Filistea, Moab, Aram (Siria) y Edom, ofrecen una vista panorámica de la extensión del así llamado imperio de David, más allá de las fronteras de su reino. En todas estas conquistas David ve la mano de Dios, a quien dedica lo mejor de su botín. Al final se presenta el gobierno del rey basado en la justicia y equidad, y se da la lista de sus subalternos; quereteos y peleteos son mercenarios extranjeros, quizá filisteos, que formaban la guardia personal de David.

*9-20. Estos capítulos, unidos a 1 Re 1-2, narran la historia de la sucesión del trono de David. Desembocan en la designación, unción e inicio del reinado de Salomón. La historia se da en medio de intrigas, violaciones, adulterios, descalificaciones y asesinatos, gran parte en el seno de la familia de David. Ya no hay descendientes de Saúl (2 Sm 9) y las intrigas del benjaminita Seba terminan en su muerte (2 Sm 20). David comete adulterio con Betsabé y provoca la muerte del esposo Urías; de ellos nace Salomón, quien será el heredero (2 Sm 10-12). Amnón, que había violado a su media hermana Tamar, es muerto por orden de su hermano Absalón, quien huye (2 Sm 13) y luego se reconcilia con su padre (2 Sm 14), pero tiempo después se rebela contra él pretendiendo el reinado y muere huyendo (2 Sm 15-19). Otro de sus hijos, Adonías, a sus espaldas aspira al reinado (1 Re 1-2). En medio de estas sombras, con las responsabilidades de cada persona, también va a resplandecer la gracia de Dios.

* 9,1-13. Por medio de tres diálogos, dos entre David y Sibá (9,2-4 y 9,9-11) y uno entre el rey y Meribaal (9,6-8), el narrador pretende mostrar la fidelidad y bondad de David con la casa de Saúl en atención a Jonatán. A la vez, indirectamente aparece superado el obstáculo de los pretendientes de la casa de Saúl al trono de David, ya que el nieto, por su condición física (9,13), estaba imposibilitado para luchar y, además, el rey lo tenía vigilado, dado que comía a su mesa.

* 10,1-19. La afrenta de los amonitas a los enviados de David en son de paz es la ocasión de la guerra de David contra ellos y contra los arameos que salen en su ayuda. El ejército de David se vio obligado a defenderse y los vence.

* 11,1-27. El relato de la guerra contra los amonitas sirve de plataforma a la narración de David y Betsabé (11,1-12,25). En todo el relato se descubre sutilmente una crítica a David y al final se expresa con toda claridad. El rey no sale al frente de la batalla, fallando en su función de combatir con su pueblo; mientras su ejército está en guerra, él comete adulterio con Betsabé y luego busca a toda costa que Urías aparezca como el padre del hijo que espera Betsabé de él. Ante el fracaso de su plan, ordena que se le ponga en el frente de la batalla para que muera. En contraste con la infidelidad de David resalta la fidelidad de Urías, un extranjero, que por respeto a sus compañeros en guerra y al Arca que está en una tienda, no quiere tener relaciones con su esposa, y ni siquiera duerme en su casa. Su declaración 2 Sm 11,11 es clave para entender su actitud y juzgar la de David. El pecado privado del rey, que está sometido a la ley divina, tiene connotaciones públicas. Al final del capítulo el narrador expresa el juicio y veredicto divino contra David.

* 12,1-31. Ante el pecado de David, Dios interviene por medio del profeta. Natán se dirige al rey con una parábola, lo involucra y le hace expresar su propia condena, que ratifica el profeta (12,1-12). David se arrepiente, el Señor lo castigará no solo con la muerte del hijo, fruto del adulterio, sino también con la violencia al interior de su familia; pero al final le ofrece su perdón: el rey no morirá. El castigo es una clave de interpretación para la desgracia que se abatirá después en su familia. Dentro de la desgracia aparece la humildad de David. El final es feliz: por una parte, el nacimiento de Salomón, segundo hijo de ellos, a quien el Señor ama y por eso lleva el nombre de Yedidías, «amado del Señor» (12,24-25). Y, por otra, la toma de Rabá, ciudad amonita (12,26-31). En estos dos beneficios aparece de nuevo la bendición divina hacia David.

* 13,1-39. 2 Sm 13 contiene tres relatos: a)- el primero estructurado en 7 escenas concéntricas, pone al centro la violación de Amnón a su media hermana Tamar (13,1-22); hasta cierto punto, Amnón, el hijo primogénito de David (3,2), actúa de manera similar a su padre con Betsabé; así David es castigado indirectamente en el mismo terreno en el que pecó; b)- el segundo narra el asesinato de Amnón por orden de Absalón, quien así despeja el camino para ser el sucesor de su padre (13,23-36); de nuevo aparece de manera indirecta el castigo para el rey por la muerte de Urías (12,9-10); c)- el tercero narra la huida de Absalón (13,37-39), acontecimiento que remarca el drama familiar de incesto, violación y venganza, realidades que, por desgracia, reflejan también hoy la violencia intrafamiliar.

* 14,1-33. En la primera parte (14,1-23), hay un largo diálogo entre una mujer de Tecoa y David: ocho veces la mujer toma la palabra y siete, David. Ella después de contarle una parábola, intenta conseguir de parte del rey una promesa, a modo de juramento, para que prevalezca el derecho de conservar el apellido familiar sobre el derecho de la venganza, a lo que el rey accede (14,8-11). La historia narrada por la mujer recuerda la de los dos primeros hermanos, Caín y Abel, y la intervención salvadora de Dios. Después, la mujer confronta al rey por su manera de conducirse con su hijo fratricida Absalón; la muerte de Amnón es irreparable; no debe rechazar a su hijo Absalón (14,12-14). David intuye que detrás está Joab, lo cual no niega la mujer (14,18-20). En realidad todo había sido preparado por Joab, quien seguramente deseaba quedar bien con Absalón, el posible sucesor de David. Se consigue el objetivo: Absalón regresa (14,21-23). En la segunda parte (14,24-33), habla el autor de las relaciones entre David y Absalón: a pesar del rechazo inicial al hijo fratricida, el amor paterno desmedido de David lo perdona.

  • 15-19. La historia de la sucesión al trono tiene su núcleo primitivo en esos capítulos, obra maestra literaria, que hablan del levantamiento armado de Absalón contra su padre, rebelión fraguada dentro de la misma familia. Veladamente el compositor transparenta su cercanía con David y comparte su sufrimiento con nostalgia. De manera indirecta, estos capítulos informan sobre el debilitamiento de un reinado que al principio fue brillante y activo. Finalmente, sin nombrar mucho a Dios (solo en 15,21.25-26.31; 16,8.11-12; 17,14), estos relatos muestran la presencia divina en medio de la vorágine de los acontecimientos humanos.

* 15,1-37. Absalón quiere obtener el reino a como dé lugar. Se aprovecha del descontento que hay por diversas causas y se comporta como un populista, que es una forma cruel de engañar al pueblo (15,1-6). Muchos lo apoyan (15,12-13). David debe huir de Jerusalén por temor a su hijo (15,14-17), pero expresa su confianza y obediencia absoluta a Dios con un destello de esperanza de retornar en un futuro (15,25-26). En el sufrimiento y en la persecución, David va a encontrar su grandeza. Expulsado de su reino, vuelve a ser el personaje amado por Dios.

* 16,1-14. Las relaciones de David con los miembros de la casa de Saúl fueron borrascosas. Ellos no aceptaban haber sido apartados del poder y, por todos los medios, intentaban recuperarlo (16,3). Pero también hay personajes leales a David, que van a ser los que le ayudarán a recuperar el trono. Estas posturas contrastantes ante David se concentran en dos personajes: en Sibá, aparentemente fiel a David (16,1-4; ver 19,25-31), y Semey, quien lo maldice (16,5-14). De alguna forma, ambos, evocando el pasado de David, le ayudan a comprender el presente (16,3.8.12).

* 16,15-17,23. Lucha entre los dos consejeros de David, cuyas opiniones están llamadas a ser las inspiradoras de la guerra de Absalón. Detrás está el Señor (17,15), conforme David lo había pedido (15,31). Dios hace fracasar la opinión de Ajitófel, por medio de la presentación del plan de Jusay, arquero fiel a David (15,32-37). Jusay alienta el egoísmo de Absalón, que será la causa de su perdición. Ajitófel, decepcionado por no ser escuchado, se suicida ahorcándose (17,23); siglos después este será también el final de Judas, discípulo de Jesús (Mt 27,5).

* 17,24-19,9. Es la batalla decisiva entre la gente de David y Absalón, donde morirá el principal insurrecto, Absalón. Se describe su muerte inesperada, sin la honra de morir peleando; una encina se encargó de detener a Absalón y Joab lo mató. Él lo había traído del exilio, pensando que era una solución para el futuro del reino; ahora se da cuenta de que es todo lo contrario, una amenaza para el incipiente reinado en Judá. Lo que era el orgullo de Absalón, su cabellera (14,26), será lo que lo pierda. El relato concluye con el anuncio a David de la muerte de su hijo y su reacción de gran tristeza, que descorazona a sus mismos soldados.

* 19,10-44. El regreso de David muestra su magnanimidad perdonando a quienes lo habían insultado, como Semey (16,5-14), o parecía lo habían traicionado, como Meribaal (16,3). Además manifiesta su gratitud a Barzilay. Al final se habla de una nueva crisis que nace de la rivalidad original entre las tribus de Israel o del Norte y la de Judá o del Sur (19,41-44). El levantamiento armado de Absalón puso al descubierto que David no tenía una aceptación generalizada entre todas las tribus. Como es costumbre en la narrativa hebrea, los diálogos ofrecen el sentido que el autor quiere dar a los acontecimientos descritos.

* 20,1-26. La rebelión de Seba (no confundirlo con Sibá, el sirviente de Meribaal) es una consecuencia de la revuelta de Absalón y muestra que David no contaba con la aceptación de una parte de las tribus del Norte; parece así anunciarse la ruptura que se tendrá bajo Roboán (1 Re 12). Una mujer sabia interviene para que Joab no destruya a Abel Bet Maacá, donde se había refugiado Seba. Joab accede con tal de que maten al rebelde. Aparece el carácter de Joab: por un lado, es fiel a los intereses de la corona y de David, y, por otro, es muy envidioso y no permite que nadie le pueda hacer sombra, al matar a Amasá (2 Sm 19,14).

* ­ 21-24. Los capítulos 21-24 forman un apéndice (ver Jue 17-21) con material de la vida de David. Están organizados concéntricamente: narración – noticias – poemas (2 Sm 22,2 a 23,7) – noticias– narración. En el centro están las poemas donde David alaba a Dios, al fin de su vida, por los beneficios recibidos, sobre todo por la alianza eterna con él y su dinastía.

* 21,1-22. En la primera parte (21,1-14) hay un elemento negativo y otro positivo: la venganza de los gabaonitas contra los descendientes de Saúl por la matanza (no descrita antes) y la buena acción de David de dar sepultura a Saúl y descendientes. David actúa, no por venganza, sino solo para cumplir con la voluntad de Dios. En la segunda parte (21,15-22) se ofrecen noticias de guerras contra los filisteos y cómo los generales de David eliminaron a gigantes, que parecía imposible vencerlos. La vida de David es lámpara necesaria para la vida del pueblo (21,17).

* 22,1-51. Como al inicio, 1 Samuel se abre con una acción de gracias de Ana (1 Sm 2,1-10), al final la obra se cierra con esta acción de gracias de David. El autor agradece por haber sido librado del peligro de muerte y por una victoria sobre sus enemigos. Esta poesía se encuentra con pocas variantes en el Salmo 18. Empieza con una invocación a Dios a quien se le atribuyen epítetos de fuerza y misericordia. Pasa a hablar de la situación desesperada del salmista, para luego narrar la intervención divina, donde el poeta describe una acción cósmica de Dios que salva, para terminar aludiendo a la manera justa y misericordiosa del actuar divino.

* 23,1-39. Antes de morir, David entrega su testamento espiritual (23,1-7), expresión de un profeta y de un soberano justo y temeroso de Dios que ofrece a su pueblo la bendición. Viene luego una lista de los guerreros que sirvieron a David, dividida en dos partes. La primera (23,8-23) enumera a la terna y a los dos generales del ejército, Abisay y Benayas, indicando algunas hazañas importantes de cada uno, aunque un tanto exageradas. La segunda parte (23,24-39) nombra a los treinta, de quienes se notifican solo sus orígenes.

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* 24,1-25. El libro se termina con el censo de David, que es considerado un pecado por poner su confianza en el poderío militar y no en la fuerza de Dios que guerrea por su pueblo. En una mentalidad primitiva se le va a atribuir también a Dios el origen del mal (nota a 1 Sm 16,14). Poco a poco, Israel entenderá que el mal es simplemente la negación del bien y que esta capacidad desgraciadamente la tiene el ser humano. Por eso el texto paralelo de Crónicas atribuye el origen de la prueba no al Señor, sino a Satán, el tentador. El profeta Gad denuncia el pecado y anuncia un castigo que David ha de elegir entre tres posibles. El rey es plenamente consciente de que Dios es misericordioso (2 Sm 24,14), y aunque envía la peste, el mismo Señor la detiene pidiendo que David construya un altar. De esta forma el autor ha transformado el relato del censo en una narración, donde la culpa feliz provoca la institución del papel expiatorio del altar de Jerusalén.