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ATRAS

(16 capítulos)

PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES


I- «A la comunidad de los tesalonicenses» (1,1): la comunidad cristiana en Tesalónica


1- La ciudad de Tesalónica, los misioneros y misionados


Al igual que Filipenses, 1 Tesalonicenses es un escrito marcado por el afecto y la preocupación de Pablo por sus misionados. Fluye el conocimiento y la relación fraterna, y no sólo por parte del Apóstol, sino también de Silvano y Timoteo, miembros del equipo, lo que explica el empleo habitual de la primera persona plural. La oración, presente a lo largo de la Carta, es uno de los fundamentos de la relación fraterna, pues si la comunión con Dios es de calidad, lo es también con los otros. 

Tesalónica, hoy Salónica, fue fundada sobre una antigua ciudad hacia el año 315 a.C. por Casandro, general de Alejandro Magno, quien la llamó así en honor de su esposa, hermanastra del gran conquistador. Más tarde, bajo dominio romano, se convirtió en capital de la provincia de Macedonia y sede del gobernador. En el año 42 a.C., logró el estatus de ciudad libre, administrada por un consejo local y con moneda propia. Por su estratégica ubicación, por su puerto y estar junto a la famosa Via Egnatia que unía Oriente (Bizancio) con Occidente (Roma) era en tiempos de Pablo una ciudad próspera, destacada por su comercio y cultura. En esta cosmopolita ciudad vivía una comunidad judía numerosa y floreciente, que tenía una sinagoga (Hch 17,1). Dos cultos sobresalían: al dios Dionisio, cuya adoradores se entregaban a todo tipo de excesos (1 Tes 4,3-7), y al Emperador. 

En su segundo viaje misionero, junto a Silvano y Timoteo, y procedente de la ciudad de Filipos a unos 150 km. de distancia, Pablo llega a Tesalónica a inicios del 50 d.C. Luego de un tiempo de no más de cuatro meses de evangelización, logra con sus colaboradores fundar una prometedora comunidad de discípulos del Señor. Pero despiertan la envidia de la influyente comunidad judía, quienes provocan un motín contra ellos, por lo que se ven obligados a huir a Berea (Hch 17,1-13), dejando una iglesia que es orgullo para sus misioneros y ejemplo para otras comunidades. Como los judíos de Tesalónica continúan creando dificultades, Pablo pasa de Berea a Atenas y después a Corinto, donde se encuentra con Timoteo a quien había enviado para que visitara la comunidad. 


2- Una comunidad en espera de la venida del Señor 


Timoteo, al encontrarse con Pablo en Corinto, le da buenas noticias acerca de la comunidad de Tesalónica y, a la vez, le hace ver algunas dificultades que viven e inquietudes teológicas que tienen. 

A la comunidad le falta formación en la fe sobre el destino de los que mueren antes de la parusía del Señor y acerca de cuándo él vendrá. Además, al seguimiento entusiasta de Cristo no le ha seguido su seguimiento fiel, pues no basta el entusiasmo para afrontar las persecuciones que los acechan. Se dan conflictos que perturban la comunión, entre éstos, algunos propician una vida ociosa, metiéndose en todo, pues aseguran que la venida de Cristo es inminente (2 Tes 3,10-12; 1 Cor 10,11), otros se rebelan contra los encargados de la comunidad, y a varios les falta el discernimiento del Espíritu y sus carismas. Es una comunidad que no sabe bien cómo insertarse en un mundo pagano contrario a la ética cristiana por lo que varios recaen en las conductas libertinas de antes.

Desde fuera de la comunidad, el culto y las costumbres paganas ejercían una fuerte influencia, induciéndolos a conductas indebidas. Vivían en medio de la hostilidad y persecución de sus conciudadanos, pues el hecho de abandonar los dioses de la ciudad y los dioses protectores de la familia, traía consigo desprestigio social, inseguridad económica y ostracismo. La influyente comunidad judía hace lo posible por desprestigiar a Pablo y así socavar su autoridad de apóstol.


II- «Los que aún quedemos cuando venga el Señor» (4,15): teología de 1 Tesalonicenses


1- El destino de los muertos y la venida del Señor


En una primera etapa de su magisterio, Pablo enseña la proximidad de la venida del Señor o parusía, al punto que él mismo se cuenta entre los vivos cuando esto ocurra. “Parusía” es el término técnico empleado por entonces para indicar la visita de divinidades y reyes. Junto con “epifanía” y “apocalipsis”, forma la trilogía que Pablo emplea para hablar de la manifestación de Dios mediante Jesucristo. La parusía de Jesús o «el Día del Señor», que vendrá como un ladrón en la noche, domina la Carta (1 Tes 5,2). Desde la esperanza que suscita el hecho de que el Señor venga a inaugurar la liberación y la vida en plenitud, Pablo anima a la comunidad a permanecer fiel en la persecución. Mientras tanto hay que fortalecer la fe y el amor al Señor con la certeza de que Dios es fiel a sus promesas.

La venida del Señor se plantea a propósito del destino de los cristianos que mueren antes de que el Señor llegue (1 Tes 4,13). Se decía que éstos quedaban en franca desventaja respecto a los que estuvieran vivos aquel día, pues no recibirían la salvación. Pablo les recuerda el kerigma o primer anuncio: la muerte y resurrección del Señor es un acontecimiento de salvación para todos, vivos y muertos. Quien esté bautizado, esté vivo o haya muerto, fue incorporado a la muerte del Señor para resucitar también con él para la vida eterna (4,14; Rom 6,4; 8,11). Así, quien vive en Cristo por el bautismo, vivirá con Cristo para siempre. Por tanto, los que estén vivos cuando el Señor venga no tendrán privilegios sobre los que hayan muerto, incluso más, éstos saldrán primero al encuentro del Señor (1 Tes 4,15-17).

Respecto al cuándo de la parusía, Pablo enseña con imágenes de la literatura apocalíptica que aquel día sólo Dios lo conoce. Así como no se sabe cuando un ladrón entrará a la casa a robar ni en qué momento preciso la mujer embarazada sufrirá los dolores del parto, así tampoco se conoce el momento de la parusía. Lo que importa es estar preparados, llevando una vida que responda a la condición de discípulo de Jesús que, según Pablo, es conducirse como hijo de la luz (1 Tes 5,5), clara alusión al cambio de estatus que produce el bautismo. Como para esto se requiere de un combate permanente, el discípulo tiene que revestirse de las armas adecuadas: la fe, la esperanza y el amor. 


2- Teología de la comunidad y la misión


1 Tesalonicenses nos permite una radiografía de una iglesia paulina de estrato pagano, con sólo algunos miembros judíos (Hch 17,4), y de condición social modesta que vive su fe en un contexto religioso y cultural grecorromano. Por tanto, se presenta el discipulado cuando el anuncio del Evangelio ya se independizó del ambiente palestino y de las tradiciones israelitas, cuna del cristianismo.

Cuando se predica el Evangelio a los paganos se da un énfasis nuevo respecto al mundo judío. Como Cristo es el único Salvador, aceptar el Evangelio significa renunciar a los dioses, tanto de la ciudad como de la familia, puesto que el que cree y se bautiza cambia de estatus: si se ha convertido al único Dios verdadero, Padre de Jesucristo, debe abandonar las religiones de antes, y si ha comenzado a vivir en Cristo, tiene que conducirse conforme a él. 

El anuncio del kerigma se realiza en el contexto del encuentro personal y en el entramado de la vida cotidiana y laboral (1 Tes 2,9). No se nos informa de predicaciones masivas (como en Hechos), sino de contactos individuales o en pequeños grupos en los que el misionero transmite su experiencia de encuentro con el Resucitado, abriendo así a sus oyentes a la fe. Sigue el cultivo de la relación personal entre misionado y misionero, para lo cual éste se sirve de las complejas redes sociales de entonces. El anuncio del kerigma se completa con el testimonio convincente del misionero que al vivir lo que anuncia provoca admiración y el deseo de imitarlo (2 Tes 3,9; 1 Cor 4,6). Y la cadena continúa, pues la comunidad de Tesalónica, al vivir con intensidad su fe y amor, se convierte en typos o modelo para las iglesias de las provincias de Macedonia y Acaya (1 Tes 1,6-8; 2,14). Sobresale el hecho de que se vive el discipulado sin abandonar el entramado social, sino iluminando con el Evangelio esa compleja red social, cosmopolita, sincrética e idolátrica, lo que en ocasiones traía tensiones y conflictos.

También forma parte del anuncio del kerigma, entendido como proceso hacia la madurez de la fe, el recuerdo gozoso de lo que dijo el Señor y de lo que transmitían sus apóstoles, junto con el poder de hacer milagros por obra del Espíritu y la certeza del misionero de que fue enviado a predicar la Palabra de Dios, de la que no es dueño. En tiempos de crisis, Pablo invita a volver a la experiencia de los orígenes o memoria fundacional y a la imitación de los misioneros, lo que hace posible la respuesta en fidelidad al don recibido y la esperanza cierta en la victoria final; no hay, pues, que temer sufrimientos y persecuciones (2 Cor 4,17-18; Rom 8,18). 


III- «Que se lea esta carta a todos los hermanos» (5,27): organización literaria de 1 Tesalonicenses


1- Fecha y lugar de composición 


Frente a la imposibilidad de visitar Tesalónica para llevar a su comunidad a la madurez en su fe (1 Tes 3,10), Pablo les escribe haciendo de la carta apostólica un medio formal y autoritativo de hacerse presente. 1 Tesalonicenses la escribe en Corinto con la ayuda de Silas y Timoteo, sus posibles secretarios, hacia la primavera–verano del año 50 o inicios del 51 d.C., según otras estimaciones. 

A pesar de ser el primer escrito no sólo paulino, sino del Nuevo Testamento, se percibe ya la originalidad de Pablo a nivel literario como teológico. Su estilo es directo, sencillo, familiar, confidencial y cercano con tres propósitos por lo menos: manifestar su aprecio por sus comunidades; exhortarlos y enseñarles, y exigirles que vivan en Cristo. Aunque la Carta no traiga algunos términos propios de Pablo (carne, cuerpo, muerte, libertad), las figuras literarias y las imágenes son paulinas. 


2- Organización literaria


Como hay dos acciones de gracias (1 Tes 1,2-10 y 2,13) y dos finales o conclusiones (3,11-13 y 5,23-28), algunos concluyen que 1 Tesalonicenses es el resultado de dos escritos paulinos independientes que se fundieron en uno solo después de la muerte del Apóstol. La carta más antigua se habría escrito en Atenas el año 49 d.C., y la más próxima, en Corinto al año siguiente. Sin embargo, si se considera que el género epistolar es bastante flexible como para dar cabida a este tipo de repeticiones, no es necesario postular la existencia de dos escritos independientes. 

Una posible organización literaria de 1 Tesalonicenses es la siguiente: 


Saludo inicial

1,1-10

I

Recuerdos del ministerio de Pablo en Tesalónica


2,1-3,13

II

Recomendaciones de Pablo y la venida del Señor


4,1-5,22

Saludo final

5,23-28


La organización literaria es sencilla y clara. Entre el saludo inicial y el final, el cuerpo de la Carta se distribuye en dos grandes secciones. La Primera, de carácter biográfico, recuerda la comunión existente desde los orígenes hasta el momento de escribir la Carta entre Pablo, su equipo misionero y la comunidad de discípulos en Tesalónica; estos recuerdos buscan animar a la comunidad, sumergida en dificultades y persecuciones, y a mantenerla firme en la fe hasta la venida del Señor, la que está próxima. En la Segunda sección, de carácter exhortativo y directivo, Pablo instruye a su comunidad respecto a cuestiones teológicas que les inquietan y a conflictos comunitarios que viven. 


3- Actualidad de la Carta


Pablo pide a los cristianos de Tesalónica y de todos los tiempos que no den lugar a la angustia y a la tristeza. Los que creemos en Cristo esperamos vivir las realidades finales (muerte; juicio; salvación o condenación; parusía) con la certeza de que quien renació en Cristo por el bautismo a una vida nueva, será salvado por Dios, no condenado. Jesús se hizo uno de nosotros precisamente para liberarnos de la condenación del juicio que viene (1 Tes 1,10), lo que no nos libera de la respuesta adecuada a Dios. 

A la luz de esta esperanza, los discípulos viven y mueren seguros de que estará para siempre con su Señor. Por eso, mientras continúan su caminar, se animan mutuamente en orden a la santidad de vida, pues ésta es la voluntad de Dios. También a los cristianos, y no sólo a los paganos, corresponde esforzarse en abandonar dioses e ídolos de hoy para renovar su servicio a Dios vivo y verdadero, quien regala un nuevo estatus: hijos de la luz y del día, de modo que hoy y en todo lugar brille la pertenencia al Resucitado.



1 Tesalonicenses


Saludo inicial


1,1-10. Dos pasajes forman el saludo inicial como se acostumbra en las cartas paulinas auténticas: el saludo propiamente tal (1,1) y la acción de gracias a Dios (1,2-10), la que en las cartas clásicas de la época se dirigía a los dioses que se adoraban. Un doble motivo suscita la acción de gracias: la obra de Dios en la comunidad, y la conversión y respuesta positiva de ésta a la acción divina. 


¡Gracia y paz a ustedes!


11 Pablo, Silvano y Timoteo a la comunidad de los tesalonicenses congregada en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: ¡gracia y paz a ustedes!


1,1: Se presentan los remitentes: Pablo, Silvano (o Silas) y Timoteo, por lo que la Carta es colectiva, y se presentan los destinatarios: los cristianos que viven su fe en Tesalónica. A éstos, sus misioneros les desean «gracia y paz». La gracia remite al concepto bíblico de contar con el beneplácito y el amor de Dios. La paz, en cambio, se refiere al conjunto de condiciones individuales, familiares y sociales que, procuradas por Dios, favorecen la vida y el bienestar de personas y comunidades. Gracia y paz tienen su fuente en Dios y en Jesucristo, y son los anhelos para una comunidad o iglesia que ha sido redimida y ahora es convocada por la obra salvadora de Dios (Rom 1,7; 1 Cor 1,3). 


1,1: Hch 15,22; 16,1; 17,1-9


Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes


2 Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, recordándolos en nuestras oraciones. Sin cesar 3 nos acordamos ante Dios, nuestro Padre, de las obras de su fe, del esfuerzo de su amor y de la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo. 

4 Hermanos amados de Dios, sabemos bien que ustedes fueron elegidos por él, 5 porque el anuncio de nuestro Evangelio no les llegó sólo con palabras, sino también acompañado con poder, o sea, con el Espíritu Santo y plena convicción. De hecho, bien saben cómo nos hemos comportado entre ustedes para su propio bienestar. 

6 Ustedes, por su parte, siguieron nuestro ejemplo y el del Señor y, con la alegría del Espíritu Santo, aceptaron la Palabra en medio de innumerables sufrimientos 7 al punto que se convirtieron en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. 8 Porque, partiendo de ustedes, la palabra del Señor no sólo ha resonado en Macedonia y en Acaya, sino que por todas partes se difundió la fama de su fe en Dios, de manera que nada más nos queda por añadir. 9 De hecho, ellos mismos cuentan cómo fue nuestra ida a ustedes y cómo se han convertido a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero 10 y esperar a que su Hijo Jesús, al que Dios resucitó de entre los muertos, venga desde el cielo y nos libre de la ira que se acerca.


1,2-10: La acción de gracias a Dios (nota a 1,1-10) es porque la comunidad cristiana en Tesalónica ha sido elegida por Dios para progresar en el seguimiento de su Hijo con una fe que se expresa en obras (Sant 2,26), un amor que se vive con ardor y una esperanza cada vez más firme en la venida del Señor. El anuncio del Evangelio en Tesalónica (Hch 17,1-4) llegó acompañado por la fuerza del Espíritu Santo (milagros y carismas) y la persuasión de los misioneros. La invitación a la imitación tiene sentido (1 Tes 1,6) cuando la vida del misionero es vivo reflejo de lo que anuncia. Luego, la comunidad de Tesalónica es elogiada por haberse convertido en modelo a imitar en toda Grecia, es decir, por ser exégesis o explicación viva de la Palabra que anuncia (1,7-8; 1 Cor 11,1). La predicación paulina entre los gentiles invita a un itinerario de discipulado descrito con tres verbos: “convertirse”, dejando ídolos y el estilo de vida pagano, a causa del amor de Dios manifestado en Cristo; “servir” o dar culto al único Dios vivo y verdadero, y “esperar” el regreso de su Hijo Jesús, «así por siempre estaremos con el Señor» (1 Tes 4,17). Porque Dios actúa salvando mediante Cristo, el discípulo debe vivir impregnado de optimismo y gozo cristiano. 


1,3: 1 Cor 13,13 / 1,5: 1 Cor 2,4-5 / 1,6: Hch 17,5-9; Flp 3,17 / 1,7: 2 Cor 9,2 / 1,8: Rom 1,8 / 1,9: Jr 10,10 / 1,10: 1 Cor 8,4-6


I

Recuerdos del ministerio de Pablo en Tesalónica


2,1-3,13. Con estilo autobiográfico y cierto tono apologético, quizás por la presencia de adversarios (2,4-7), Pablo hace memoria de su estadía como hermano y misionero en su amada comunidad. Como “hermano”, confiesa su cariño por la comunidad y el deseo de visitarlos, lo que no ha podido por la acción de Satanás; sin embargo, les envía a su más fiel colaborador, Timoteo. Como “misionero”, a diferencia de otros predicadores cristianos itinerantes, les ha comunicado «el Evangelio de Cristo» sin engaño y tal como lo recibe un apóstol de Jesús (3,2); lo ha hecho con grandes dificultades y fuerte oposición, sin buscar que lo adulen ni dejándose llevar por la avaricia; su conducta, incluso en lo que respecta a su sostenimiento, ha sido siempre ejemplar. Él, pues, ha sido para los suyos madre y padre que se ocupa con cariño de sus hijos (2,7.11-12).


Dios mismo nos aprobó para confiarnos el Evangelio


21 Bien saben, hermanos, que nuestra ida a ustedes no fue estéril, 2 sino que –como están informados– después de sufrir y ser maltratados en Filipos, nuestro Dios nos armó de valor para hablarles de su Evangelio en medio de una fuerte oposición. 3 Nuestra exhortación, en efecto, no proviene del error ni de la impureza ni está basada en el engaño. 4 Al contrario, porque Dios mismo nos aprobó para confiarnos el Evangelio, hablamos de él no para agradar a los hombres, sino a Dios, quien examina nuestros corazones. 

5 Dios es testigo, y ustedes bien lo saben, de que nunca nos dejamos llevar por la adulación ni por la avaricia encubierta. 6 Tampoco hemos buscado honores humanos, ni los de ustedes ni los de nadie, 7 aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponerles nuestra autoridad. Al contrario, fuimos cariñosos con ustedes, como madre que cuida a sus hijos. 8 Tanto los queríamos que estábamos dispuestos a darles no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestra propia vida. ¡A tal punto llegaba nuestro amor!

9 Recuerden, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, de cómo les proclamamos el Evangelio de Dios trabajando de noche y de día a fin de no ser una carga para nadie. 10 Ustedes son testigos, y Dios también, de cuán santo, recto e irreprochable fue nuestro comportamiento con ustedes, los creyentes. 11 Además, bien saben que a cada uno lo tratamos como un padre trata a sus hijos, 12 exhortándolos, animándolos y exigiéndoles un comportamiento digno del Dios que los ha llamado a su Reino y a su gloria. 


2,1-12: Los recuerdos se agolpan en Pablo y se convierten en sentimientos de gratitud para con su comunidad y en férrea defensa frente a un grupo de adversarios que pone en duda su honestidad y autoridad de apóstol, como también ocurre en otras comunidades (2 Cor 11,12-15). Pablo recuerda su conducta de misionero, cuando por primera vez los visitó. Ni entonces ni ahora él es como uno de esos tantos filósofos predicadores de cultos orientales o charlatanes itinerantes que recorren Grecia, viviendo del patronazgo de familias pudientes. Pablo fue elegido e instituido apóstol de Jesucristo por el mismo Dios a quien se debe y quien lo sostiene (1 Tes 2,4; Gál 1,11-12). Por tanto, anuncia el Evangelio por iniciativa y encargo de Dios y, además, con múltiples sufrimientos; lo hace de día y de noche, sin engañar ni adular; no le importa el dinero ni los honores humanos; evangeliza mediante la comunicación personal (de boca en boca) y en su trabajo, que utiliza –junto a las redes que éste le ofrece– como plataforma de misión. Luego, Pablo testimonia que sirve a su comunidad con el mismo cariño como una madre se ocupa de sus hijos y como un padre los exhorta, anima y exige. Quien se preocupa de llevar el Evangelio es como una madre que sufre dolores de parto para engendrar iglesias o comunidades con los elegidos por Dios para su Reino y su gloria (1 Cor 4,15; Gál 4,19). 


2,1-2: Hch 17,1-9 / 2,2: Hch 16,19-40 / 2,4: Gál 1,10 / 2,5: Hch 20,33 / 2,6: Jn 5,41.44 / 2,8: Rom 9,3 / 2,9: Hch 18,3 / 2,11-12: Ef 4,1; Flp 1,27


La Palabra de Dios actúa en ustedes, los creyentes


13 Por eso, no cesamos de dar gracias a Dios, porque cuando recibieron la Palabra de Dios que escucharon de nosotros, no la aceptaron como discurso humano, sino como es en verdad, como Palabra de Dios que actúa en ustedes, los creyentes. 

14 De este modo, hermanos, han seguido el ejemplo de las iglesias de Dios que, congregadas en Cristo Jesús, están en Judea, porque también ustedes han sufrido de parte de sus propios conciudadanos las mismas persecuciones que sufrieron ellos de parte de los judíos 15 que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas y a nosotros nos persiguieron. Éstos no complacen a Dios y son enemigos de toda la humanidad, 16 ya que nos impiden hablar a los que no son judíos para que se salven, y de este modo van completando la medida de sus pecados. Pero la ira de Dios los alcanzó de forma definitiva. 


2,13-16: Pablo concentra sus recuerdos (nota a 2,1-12) en los frutos del Evangelio que anuncia: la fe de los evangelizados y su fidelidad en las pruebas. El “Evangelio” es el anuncio de la Buena Noticia de que Jesucristo ha sido crucificado y está resucitado para salvación de todos, proclamación que hay que recibirla como «Palabra» o mensaje de Dios, no como teoría de hombres (2,13; Gál 1,11-12). Se recibe como «Palabra de Dios» cuando se acoge con obediencia el contenido de la proclamación, Jesucristo, y por la fe se abre el corazón a su acción salvífica. Quien así obra se hace discípulo o seguidor de Cristo y debe estar dispuesto al martirio: tendrá numerosas dificultades y sufrirá la persecución de sus coterráneos, pues deberá abandonar religiones y ritos que compartía con ellos para entregar su vida al único Dios vivo y verdadero (1 Tes 3,3-4). La inaudita acusación del judío Pablo de que sus compatriotas fueron quienes mataron a Jesús y a los profetas (2,14-15; Hch 7,51-53) tiene por finalidad explicar por qué ellos se oponen tan radicalmente al Evangelio y su predicación: como no disciernen la voluntad de Dios (Mt 21,33-46), actúan contra ella, y por eso continúan persiguiendo a los que son de Cristo. ¡Han superado el límite al hacerse enemigos de Dios y de los hombres!


2,13: Rom 1,16 / 2,14: Hch 17,5 / 2,15: Hch 2,23; 7,52; 13,50 / 2,16: Mt 23,34-39


Nos propusimos visitarlos


17 Hermanos, aunque nosotros estemos separados de ustedes por un breve tiempo –físicamente, no en el afecto– tenemos el ardiente deseo de verlos personalmente. 18 Por eso nos propusimos visitarlos y, en efecto, yo, Pablo, lo intenté varias veces, pero Satanás nos lo impidió. 19 Pues, ¿quién, sino ustedes, pueden ser nuestra esperanza, alegría o corona de gloria ante nuestro Señor Jesús en su venida? 

20 En realidad, ¡ustedes son nuestra gloria y alegría!


2,17-20: El cariño que Pablo tiene por los de Tesalónica (nota a 2,1-3,13) se manifiesta en el anhelo de visitarlos cuanto antes. Si no ha podido hacerlo es por los obstáculos que provienen del Tentador o Satanás, el Adversario, quien se dedica a oponerse a los designios de Dios y a arrebatar el Evangelio que busca arraigarse en el corazón de los hombres (3,5; Mc 4,15). Pablo, como madre o padre orgulloso de sus hijos (nota a 2,1-12), confiesa que los tesalonicenses son tanto su motivo de honor y alegría como su recompensa o premio que coronará su ministerio (Flp 4,1). Éstos, sus hijos en la fe, son su carta de presentación como apóstol o enviado de Dios (2 Cor 3,2-3). La vida del discípulo y de la comunidad camina bajo la certeza gozosa del retorno del Señor Jesús, quien vendrá a dar plenitud definitiva a su obra de salvación. Estamos llamados a ser testigos de la salvación de Dios por Jesucristo en nuestro diario vivir.


2,17: Hch 17,10-18,11 / 2,18: 2 Tes 2,9-10 / 2,19: 1 Cor 9,25 / 2,20: 2 Cor 1,14


Enviamos a Timoteo para que los afiance y consuele en su fe


31 Por eso, al no aguantar más, decidimos quedarnos solos en Atenas, 2 y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para que los afiance y consuele en su fe, 3 de modo que ninguno flaquee por estos sufrimientos a los que, como ustedes mismos saben, estamos destinados. 4 En efecto, cuando todavía estábamos con ustedes ya les habíamos advertido: «¡Vamos a tener que sufrir!», y bien saben que así ocurrió. 5 Por ello, también yo, al no aguantar más, envié a Timoteo para que se informara sobre la fe de ustedes, temiendo que el Tentador los hiciera caer en la tentación y nuestro esfuerzo hubiera sido en vano. 

6 Ahora que Timoteo ha regresado, nos trae buenas noticias acerca de la fe y del amor de ustedes, del buen recuerdo que siempre guardan de nosotros y del ardiente deseo que tienen de vernos, como también nosotros a ustedes. 7 Por eso, hermanos, en todas las adversidades y sufrimientos, sentimos el consuelo de su fe. 8 Ahora sí que hemos vuelto a vivir, siempre y cuando permanezcan firmes en el Señor. 9 ¿Qué mejor retribución a nuestro Dios que la acción de gracias por ustedes y por toda esa inmensa alegría que nos causan ante él? 10 ¿Y cómo no orar con insistencia, noche y día, para verlos de nuevo personalmente y completar lo que falta a su fe? 

11 Que el mismo Dios, nuestro Padre, y Jesús, nuestro Señor, guíe nuestros pasos hacia ustedes. 12 Que el Señor los haga crecer y progresar cada vez más en el amor de unos con otros y con todos, como el que nosotros tenemos por ustedes, 13 para que así afiancen sus corazones en una santidad irreprochable delante de Dios, nuestro Padre, cuando venga Jesús, nuestro Señor, con todos sus santos.


3,1-13: Pablo sigue recordando la estrecha relación mantenida con su comunidad de Tesalónica (nota a 2,1-3,13). Intenso es su deseo de visitar la comunidad que él fundó, pero como no ha podido, envía a Timoteo, uno de los cofundadores y su colaborador más cercano (1,1; 1 Cor 4,17). Luego de informarse del caminar de la comunidad, Timoteo regresa a Corinto con buenas noticias para Pablo. Junto a ello, le expresa el cariño que ellos sienten por el Apóstol. Este aprecio, que Dios hace posible, Pablo lo retribuye rogándole a Dios que le conceda la gracia de vencer los obstáculos de Satanás y pueda visitar a los de Tesalónica (1 Tes 2,18). La visita será para evangelizar, es decir, para completar los vacíos que aún tienen en su comunión con el Señor y en la comprensión de su enseñanza. La oración de Pablo se prolonga con el deseo de que Dios los haga vivir en el amor fraterno, crecer en la santidad de vida y caminar vigilantes al encuentro de la venida de su Hijo (3,12-13), temas a los que volverá en lo que sigue. Los que vivan en creciente santidad, preparándose así para la venida del Señor cuando juzgue «a vivos y muertos» (2 Tim 4,1), se reunirán con él y con «todos sus santos», afirmación que podría referirse a los discípulos que han alcanzado ya la vida eterna como a los ángeles (1 Tes 3,13; Dn 4,14; Mt 25,31).


3,1-2: Hch 17,14-15 / 3,3: 2 Tim 3,12 / 3,4: Heb 10,32 / 3,5: 1 Pe 5,9 / 3,6: Hch 18,5 / 3,8: 1 Cor 16,13 / 3,10: Hch 20,1-2 / 3,12: Gál 6,10 / 3,13: Flp 1,10


II

Recomendaciones de Pablo y la venida del Señor


4,1-5,22. Con tono directivo, lo que consigue con el empleo de abundantes imperativos, Pablo afronta en los siguientes pasajes cuestiones teológico–prácticas que inquietan a la comunidad. Al iniciar su instrucción con: «Acerca de…» (4,9.13; 5,1), nos da a entender que ya le han hecho saber lo que preocupa a esos discípulos que viven su fe a sólo unos veinte años de la ascensión del Señor al cielo y pertenecen a la primera generación de cristianos (30-70 d.C.). Las recomendaciones del Apóstol tienen que ver con el trato entre esposos y entre hermanos en la fe (4,1-12). Luego, se ocupa de dos cuestiones doctrinales sobre la venida del Señor: el destino de los que mueran antes de que él llegue (4,13-18), y el tiempo y momento de su venida (5,1-11). Concluye enfrentando algunos problemas de indisciplina en la comunidad (5,12-22).


Ésta es la voluntad de Dios: la santificación de ustedes


41 Por lo demás, hermanos, les suplicamos y exhortamos en el Señor Jesús a que progresen cada vez más en cómo comportarse y agradar a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros y, de hecho, lo hacen. 2 Bien saben ustedes cuáles fueron las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús. 

3 Porque ésta es la voluntad de Dios: la santificación de ustedes. Absténganse de la lujuria 4 y que cada uno se porte con su mujer santa y respetuosamente, 5 sin dejarse arrastrar por la pasión de sus apetitos desordenados, como sucede con los paganos que no conocen a Dios. 6 Que en este asunto nadie abuse ni se aproveche de su hermano, porque el Señor es quien castiga todo esto, como ya se lo hemos advertido y declarado. 7 Porque Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santificación. 8 Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, quien les da su Espíritu Santo.


4,1-8: En aquel mundo plagado de dioses, ritos y conductas perturbadoras para la vida cristiana, Pablo exhorta a llevar una vida santa (4,3.7). Porque Dios ha obrado la redención que nos hace sus hijos, el discípulo es santo. Sus motivaciones y conductas deben expresar con claridad la vocación regalada. Discípulo, a su vez, es quien colabora con el testimonio de su vida en la santificación de la gente con la que vive y trabaja (1 Pe 1,15-16). Expresión de vida santa –según nuestro pasaje– es la vida sexual casta y fiel, tanto en lo individual como en lo matrimonial. Dejarse arrastrar por los apetitos desordenados, fuente de abusos y atropellos en la relación matrimonial y personal (1 Cor 6,12-20), es ser como los paganos que «no conocen a Dios» (1 Tes 4,5). Pablo presenta sus instrucciones como normas de vida que proceden del Señor, e identifican a su discípulo como “de Cristo”, es decir, como cristiano. Al final, una clara advertencia: el que ha sido llamado al Reino y a la gloria de Dios y fue hecho templo del Espíritu (2,12; 1 Cor 6,19) y, sin embargo, no le importan las normas de vida que proceden del Hijo, significa que también desprecia a Dios Padre y a su Espíritu.


4,1: 2 Tes 3,6 / 4,3: Mt 6,10 / 4,4: 1 Pe 3,7 / 4,5: Sal 79,6 / 4,6: Sal 94,1-2 / 4,7: Jn 17,19 / 4,8: Lc 10,16


Acerca del amor fraterno


9 Acerca del amor fraterno, no tienen necesidad de que les escriba, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros 10 y, en efecto, así lo están haciendo con todos los hermanos de toda Macedonia. Sin embargo, los exhortamos, hermanos, a que progresen todavía más, 11 a que procuren vivir en paz, a que se ocupen de los propios asuntos y a que trabajen con sus propias manos, como les hemos mandado, 12 de modo que se comporten como conviene ante los de fuera de la comunidad, y no tengan necesidad de nada.


4,9-12: La introducción al pasaje («acerca del…») nos muestra que Pablo responde a inquietudes que le han hecho llegar los de Tesalónica. Esta vez se trata de cuestiones relativas al trato fraterno en la comunidad (nota a 4,1-5,22). El principio paulino es que siempre, por bueno que sea el nivel alcanzado, hay que crecer en la comunión fraterna (4,10b). Dios, en su misterio Trinitario, es fuente, modelo y meta del amor de comunión. Por tanto, el amor fraterno se aprende en la familiaridad íntima con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (4,9). Manifestaciones concretas de este amor, según Pablo, es una vida en paz, es no meterse en lo que a uno no le incumbe y el trabajo responsable, muy poco estimado en la mentalidad grecorromana. ¿Por qué estos valores? Porque –dice Pablo– la comunidad se puede descuidar frente a la proximidad, según se creía, de la venida de Cristo y ya hay algunos que enseñan que “si el Señor ya viene, ¿para qué gastar el tiempo en trabajar?” (2 Tes 3,10-12). Además, esos valores para «los de fuera de la comunidad» (1 Tes 4,12) eran una invitación a creer en el Dios que los hacía posible en sus creyentes. Por entonces, se tenía la convicción de que para medir la calidad de los dioses, sobre todos “los nuevos” que se introducían en la ciudad, había que fijarse en la conducta de sus adoradores (Hch 2,46-47; 1 Cor 10,32-33).


4,9: Jr 31,33-34 / 4,11: Ef 4,28 / 4,12: 1 Cor 5,12


Acerca de los que han muerto


13 Acerca de los que han muerto, no queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia para que no se aflijan como los demás que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, creemos también que, por medio de él, Dios llevará consigo a los que han muerto. 15 En efecto, les decimos esto apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que estemos vivos, los que aún quedemos cuando venga el Señor, no tendremos ventaja alguna respecto a los que ya murieron. 16 Porque cuando el Señor mismo, a una orden, a la voz de un arcángel y al de la trompeta divina descienda del cielo, los que murieron en Cristo resucitarán primero 17 y después nosotros, los que estemos vivos, los que quedemos aún, seremos arrebatados junto con ellos por sobre las nubes, a través del aire, para ir al encuentro con el Señor. Y así por siempre estaremos con el Señor. 

18 Por tanto, consuélense unos a otros con estas palabras.


4,13-18: Pablo aborda el primer tema doctrinal (nota a 4,1-5,22): ¿qué ocurre con los cristianos que mueren antes de la venida del Señor? (4,15). Refiriéndose a la parusía con imágenes tomadas de la literatura apocalíptica (4,16-17), Pablo la ilumina con el kerigma o primer anuncio: el que cree en Jesús, vive en comunión con el Hijo de Dios que murió y resucitó por nosotros (5,10); por tanto, la suerte de este creyente está sellada: si muere «en Cristo» (4,16), esto es, si lo siguió de corazón como su discípulo, resucitará con él, participando para siempre de la vida plena. Así, quien vive “en Cristo”, primogénito de los resucitados, no será excluido de la parusía y vivirá “con Cristo” en el mundo futuro. En realidad, la ventaja la tienen los cristianos que ya han muerto, pues son los que han imitado al Señor que también murió y, con él, esperan participar de su gloriosa resurrección. Al final, todos los que han vivido unidos a Cristo por la fe y han muerto “en él”, pasarán de este mundo terrestre a la esfera celeste, al Reino de Dios, donde «por siempre estaremos con el Señor» (4,17; 1 Cor 15,20-28). Si el Señor ha descendido a nuestro mundo es para que el discípulo salga a su encuentro y ascienda con él al Padre de los cielos. Esta certeza de fe funda la esperanza cristiana de la vida eterna (Lc 23,43; Jn 14,3). 


4,13: Ef 2,12 / 4,14-17: Mt 24,30-31 / 4,15: Dn 7,1.13.16 / 4,16: Éx 13,22 / 4,17: 2 Tes 2,1 / 4,18: 2 Tes 2,17


Acerca del tiempo y del momento


51 Acerca del tiempo y del momento, hermanos, no tienen necesidad de que les escriba, 2 pues ustedes mismos saben muy bien que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche. 3 Cuando estén diciendo: «¡Qué paz, qué seguridad!», entonces, de repente, les sobrevendrá la destrucción, como los dolores del parto a la mujer embarazada, y no tendrán escapatoria. 4 Pero como ustedes, hermanos, no viven en la oscuridad, aquel día no los sorprenderá como si fuera un ladrón, 5 porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. ¡No somos de la noche ni de la oscuridad! 6 Por tanto, no nos quedemos dormidos como los demás, sino que estemos vigilantes y seamos sobrios. 

7 De hecho, los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. 8 En cambio nosotros, que somos del día, seamos sobrios, revestidos con la coraza de la fe y del amor, y con el casco de la esperanza de la salvación. 9 Porque Dios no nos destinó al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, 10 quien murió por nosotros para que, vigilando o durmiendo, vivamos juntos con él. 11 Por eso, consuélense unos a otros y edifíquense mutuamente, como ya lo están haciendo.


5,1-11: Pablo aborda el segundo tema doctrinal (nota a 4,1-5,22): la fecha de la venida del Señor y las disposiciones para recibirlo, lo que muestra la nerviosa expectativa que suscitaba por entonces (2 Tes 2,1-2). Nadie, excepto el Padre, sabe el tiempo de la venida en gloria de su Hijo (Mc 13,32). Lo que sabemos, enseña Pablo mediante imágenes, es que el Señor vendrá de improviso, como lo hace un “ladrón”, en el instante más inesperado de la noche, o como el momento del parto para una mujer, la que no sabe cuándo, aunque sí que va a dar a luz. A diferencia de la imagen del ladrón, esta segunda es de consuelo y esperanza: ¡los dolores preceden a la alegría de la vida nueva! (13,8). Pero, en realidad, no importa mucho el momento exacto del retorno del Señor, pues quien es hijo del día y de la luz, ¿por qué vive aterrado si la parusía no es noche ni tiniebla, sino plenitud de luz? El retorno del Señor es acontecimiento de salvación, de ningún modo aniquilación (1 Tes 5,9-10; Rom 13,11). La espera cristiana de la venida del Señor pide vigilancia, sobriedad y responsabilidad (Mc 13,33-37). Para esto, hay que revestirse de «las armas de la luz» (Rom 13,12): la fe y el amor como coraza y la esperanza como casco (Ef 6,14-17). Quien vive y muere en Cristo, esto es, quien es justo, está llamado a participar de su vida por siempre.


5,1: Dn 2,21 / 5,2: Mt 24,43-44 / 5,3: Is 13,8; Jr 6,24 / 5,5: Rom 13,12 / 5,6: Mt 24,42; 1 Pe 5,8 / 5,7: Mt 24,48-50 / 5,8: Ef 6,11-17 / 5,9-10: 2 Tes 2,13-3,15 / 5,11: Col 3,16


Y entre ustedes, ¡vivan en paz!


12 Les suplicamos, hermanos, que aprecien el esfuerzo de quienes trabajan con esmero entre ustedes, que los conducen en el Señor y los corrigen. 13 Muéstrenle gran estima y amor por la obra que realizan. Y entre ustedes, ¡vivan en paz!

14 También, hermanos, los exhortamos a que corrijan a los indisciplinados, que animen a los desanimados, que atiendan a los débiles en la fe y que sean pacientes con todos. 15 Estén atentos para que ninguno devuelva mal por mal, al contrario, procuren hacer siempre el bien unos a otros y a todo el mundo.

16 Estén siempre alegres, 17 oren con perseverancia, 18 den gracias a Dios por todo, porque ésta es su voluntad en Cristo Jesús con respecto a ustedes. 19 No apaguen el Espíritu 20 ni desprecien las profecías, 21 más bien examínenlo todo y quédense con lo bueno. 22 Eviten toda clase de mal. 


5,12-22: Tres exhortaciones conclusivas se encuentran en el pasaje. La primera (5,12-13) es a aceptar y valorar el trabajo de los responsables o dirigentes de las iglesias locales, señal de una básica organización ministerial; se trata del testimonio más antiguo acerca de ellos. Su labor se define con tres verbos: trabajar por la comunidad, conducirla o presidirla, y corregirla o instruirla, funciones de liderazgo que también residen en la comunidad (5,12.14). Ni ésta ni sus dirigentes están puestos para apagar el Espíritu, sino para favorecer y discernir sus carismas. La segunda exhortación (5,14-15) es a cuidar la vida interna de la comunidad, disciplinando a los rebeldes, sosteniendo a los miembros menos formados en la fe (Rom 14,1; 1 Cor 8,7.11-12) y evitando la justicia basada en la ley del talión (1 Tes 5,15; Mt 5,43-48); cada uno debe procurar amar tanto a los de dentro de la comunidad como a los de afuera (1 Tes 3,12). La última exhortación (5,16-22) es a vivir con intensidad los valores que brotan de la vida en Cristo y que, por el testimonio, la comunidad ha de proponer como ideales para la sociedad. Como muchas son las oportunidades buenas y malas, no hay que extinguir el Espíritu, sus carismas y sus frutos, como la alegría, el discernimiento y la profecía, don que hay que entender como la capacidad de contemplar a Cristo para conocer la voluntad de Dios, optar por lo bueno y anunciarlo (1 Cor 14).


5,12: 1 Cor 16,16 / 5,14: 2 Tes 3,6 / 5,15: Rom 12,17 / 5,16: Flp 4,4 / 5,17-18: Rom 12,12; Ef 5,20 / 5,19: Ef 4,30 / 5,20-21: 1 Cor 12,7-11 / 5,22: Job 1,1.8; 2,3


Saludo final


¡La gracia de nuestro Señor esté con ustedes!


23 Y que el mismo Dios de la paz los santifique totalmente, y que todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– permanezca irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 El que los llama es fiel y lo realizará.

25 Hermanos, oren también por nosotros.

26 Saluden a todos los hermanos con el beso santo. 27 Les encargo por el Señor que se lea esta carta a todos los hermanos.

28 ¡La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes!


5,23-28: A diferencia de otras Cartas de Pablo, llama la atención la falta de nombres y encargos para algunos de la comunidad. Como en toda la Carta, se insiste en la certeza de «la venida de nuestro Señor Jesucristo» (5,23) como poderoso motivo para exigir una conducta irreprochable: que cuando él venga, lo que no sabemos cuándo (nota a 5,1-11), encuentre a los suyos plenamente santificados. Conscientes de que la tarea trasciende las fuerzas, Pablo apela a la fidelidad de Dios: él puede hacerlo, y así lo hará. La Carta es circular (5,27), pues bajo solemne encargo en el nombre del Señor, Pablo pide que pase de comunidad en comunidad para ser leída públicamente en las asambleas (Col 4,16). Así, el Apóstol, maestro y líder de sus comunidades, se hace presente en medio de ellas. La finalidad es que no se pierda la memoria y enseñanza que procede del Señor y que se comprenda adecuadamente (2 Pe 3,15-16). Al final, tal como al inicio (1 Tes 1,1), Pablo desea la gracia a sus comunidades, don que procede del «Dios de la paz» (5,23; Rom 15,33).


5,23: Dt 6,5 / 5,24: 1 Cor 1,9 / 5,26: Rom 16,16 / 5,27: 2 Pe 3,15-16


1 Tes 5,28: numerosos manuscritos y varios de valor, agregan al final: «¡Amén!».