CARTA DE JUDAS
I- «Judas, servidor de Jesucristo» (1): Judas y su comunidad
Judas tiene una estrecha relación con 2 Pedro tanto de contenido como de contexto, pues ambas Cartas se enfrentan a falsos maestros. Judas como 2 Pedro son cartas de controversia, aunque Judas se asemeja más a una exhortación homilética en una asamblea litúrgica que al género epistolar.
Los destinarios están definidos de modo general: «A los que han sido elegidos y amados por Dios Padre» (Jds 1). Sin embargo, por el empleo de literatura judía apócrifa en Judas se deduce que la comunidad estaba compuesta en su mayoría por miembros de origen judío. Sabemos por la Carta que es una comunidad amenazada en la fe que los apóstoles les han transmitido y seducida por conductas inadecuadas. La causa son los falsos maestros, miembros activos de la comunidad (vv 12.23), quienes revestidos de autoridad los seducen con sus discursos y conductas sexuales licenciosas. Por culpa de ellos, muchos reniegan de Jesucristo (v 4).
Como está en juego el seguimiento del Señor el propósito de la Carta es defender la identidad cristiana puesta a prueba por aquellos falsos maestros que muchos siguen con embeleso.
II- «Se han infiltrado entre ustedes… impíos» (4): teología de Judas
1- Identidad cristiana, fe, esperanza y amor
Dos géneros literarios se combinan en la Carta: la controversia contra los falsos maestros y la exhortación a la comunidad. Al presentar los motivos de la exhortación, el autor insiste en la necesidad de proteger la fe y no cualquiera, sino la transmitida por los apóstoles (Jds 3.17). La fe se concibe como adhesión al Señor y a su enseñanza, la que ha sido transmitida de una vez para siempre mediante sus enviados. El fruto es la conducta cristiana coherente con la fe que se profesa. A partir de las primeras predicaciones apostólicas se constituyó el depósito de la fe, un tesoro precioso que hay que guardar y transmitir, porque asegura la relación adecuada con Dios y transforma la vida. Esta fe es «santísima» y así debe perdurar gracias a la oración suscitada por el Espíritu (v 20). A la fe se une el amor de Dios en el que la comunidad debe permanecer. Por amor y propia iniciativa, Dios elige para la vida “en Cristo”, por lo que la vida cristiana es una creciente historia de amor entre el ser humano y Dios. A la fe y al amor se une la esperanza gracias a la cual el discípulo aguarda la vida eterna por pura misericordia de Jesucristo. Las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor (v 21) le permitirán a la comunidad salir victoriosa de la arremetida de los privados del Espíritu que desvían de la verdad y crean divisiones (vv 18-19).
La reflexión sobre la venida del Señor, con términos propios del judaísmo tardío, busca animar la fidelidad en medio de las dificultades y fundar la esperanza de vivir algún día para siempre con el Señor, compartiendo su herencia.
2- La polémica contra los falsos maestros y misioneros
El autor, preocupado por la fidelidad de su comunidad a las virtudes teologales, emprende una dura polémica contra los falsos maestros que «se han infiltrado entre ustedes» (Jds 4). Los destinatarios sabían de quiénes se hablaba, pues la Carta no aporta información sobre nombres y falsas enseñanzas. Se los describe con epítetos fuertes: «impíos» (v 4), «gente fantasiosa» y «sarcástica» (vv 8.18), «animales irracionales» (v 10), «murmuradores y amargados» (v 16), «gente sensual, privada del Espíritu» (v 19), debido a su lujuria, gula, codicia y arrogancia ante Dios y lo que tiene que ver con él. Se comparan con los judíos incrédulos del éxodo, con los ángeles rebeldes y los habitantes de Sodoma y Gomorra (vv 5-7), todos castigados por sus rebeldías y acciones perversas. Además, se advierte que proceden con discursos ostentosos, adulación y engaño para seducir a muchos y quebrantar la fraternidad.
Se trata, pues, de predicadores de palabra fácil y estilo ampuloso que se oponen al depósito de la fe apostólica y se distinguen por conductas lascivas, seduciendo a varios y cuestionando la obra salvadora del Señor. Estos predicadores recuerdan a los que Pablo tuvo que enfrentar en Corinto.
III- «Tenía muchos deseos de escribirles» (3): organización literaria de Judas
1- Autor y fecha de composición
El vocabulario y estilo de la Carta es vibrante y duro, pero también consolador, exhortativo y solemne. De este modo el autor le da un gran efecto retórico a su denuncia de los falsos maestros y a la exhortación a la comunidad a mantenerse en la fe recibida de los apóstoles. Si hay amenazas y castigos contra los falsos maestros, hay también cercanía y cordialidad con la comunidad. Si ellos son impíos y gente fantasiosa, los de la comunidad son «queridos hermanos» (Jds 3.17.20). La calidad literaria de la Carta se manifiesta en el empleo de diversos tipos de lenguaje: apocalíptico (vv 8-11), catequético (vv 20-23) y litúrgico (vv 24-25).
Judas es el «hermano de Santiago» (Jds 1). Se trata de Santiago el Menor quien debió gozar de gran estima entre los destinatarios de la Carta por ser «el hermano del Señor» y dirigente de la comunidad en Jerusalén (Gál 1,19; 2,9). Se unió a los apóstoles luego de la resurrección del Señor, y de inmediato él y su grupo se convirtieron en misionero.
Al igual que 2 Pedro, Judas fue tardíamente incorporada en la lista de libros inspirados del Nuevo Testamento. Respecto a su autoría, algunos sostienen que es de Judas y otros que no. Los que afirman que la Carta es de Judas, la datan antes del 70 d.C., fecha de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, hoy son más lo que se inclinan por considerarla de un autor anónimo de buena formación judía, que toma el nombre de Judas, el hermano de Santiago, para darle autoridad a su escrito y así recordar y actualizar la enseñanza de su maestro en razón de los nuevos contextos que las comunidad enfrentaba. En este caso, la Carta habría que datarla luego de la muerte de la mayoría de los apóstoles y antes de 2 Pedro que depende de Judas. Si se considera que Judas 17-18 supone una cierta distancia de los tiempos apostólicos, habría que pensar en una fecha a comienzos de la década del 90 d.C.
2- Organización literaria y actualidad de la Carta
Una posible organización literaria que nos permita leerla con provecho es la siguiente:
Saludo inicial | vv 1-2 |
I Los falsos maestros | vv 3-16 |
II Exhortación a la fidelidad | vv 17-23 |
Doxología final | vv 24-25 |
Entre el Saludo inicial y la Doxología, que sustituye al saludo final, en la Primera sección se polemiza con los falsos maestros; luego, en la Segunda, se exhorta a la comunidad a permanecer en la fe apostólica. Ambos contenidos están estrechamente unidos, pues la comunidad permanecerá en la fe auténtica y la comunión fraterna si reconoce las falsas enseñanzas y conductas y, desde su identidad discipular, las rebate y rechaza.
La Carta de Judas tiene plena vigencia cuando son tantos los que anhelan sustentar su vida en la verdad, que es Jesucristo, y con conciencia pura buscan que sus motivaciones, afectos y conductas respondan lo mejor posible a su comunión íntima con la Verdad. Lo que pasaba en aquella época con los falsos maestros que apagaban el seguimiento del Señor de los débiles en su fe, también ocurre hoy. No hay que mirar hacia fuera, pues los falsos profetas y maestros están instalados en nuestras comunidades, y seguramente como lobos disfrazados de ovejas (Mt 7,15). La lectura de la Carta nos fortalecerá en la fe, la esperanza y el amor, ayudándonos a caminar en la verdad en los actuales contextos de relativización de ésta y del imperio sin contrapeso del individualismo.
CARTA de JUDAS
Saludo inicial
Les deseo misericordia, paz y amor
1 Judas, servidor de Jesucristo y hermano de Santiago, a los que han sido elegidos y amados por Dios Padre y son protegidos por Jesucristo: 2 a ustedes, les deseo en abundancia misericordia, paz y amor.
1-2: Con el fin de avalar la autoridad de su escrito, el autor se presenta como «hermano de Santiago» (v 1), uno de los parientes del Señor y dirigente de la comunidad cristiana de Jerusalén. La pseudoepigrafía o escribir en nombre de otro era común en aquella época y no se consideraba un engaño. El autor les recuerda a sus destinatarios su condición de elegidos y amados del Padre, sobre todo cuando los confunden con sus enseñanzas y conductas libertinas algunos falsos maestros llegados a la comunidad.
1: Hch 12,17 / 2: 1 Pe 1,2; 2 Pe 1,2
I
Los falsos maestros
3-16: El propósito original del autor era escribir en tono positivo de «nuestra común salvación» (v 3). Sin embargo, inducido por los errores de los falsos predicadores y maestros, se apresura en escribirles para denunciar a los falsos maestros y para animar a la comunidad a permanecer en la fe que recibieron de los apóstoles (vv 3-4). Luego de mostrar que en la antigüedad Dios castigó ejemplarmente la infidelidad de ángeles y de hombres (vv 5-7), el autor enfrenta a los falsos maestros, pero no a partir de sus errores doctrinales, sino sacando a la luz su conducta libidinosa y su proceder engañoso (vv 8-16).
Les escribo para exhortarlos a luchar por la fe
3 Queridos hermanos, tenía muchos deseos de escribirles acerca de nuestra común salvación, pero ahora me veo en la necesidad de hacerlo para exhortarlos a luchar por la fe que de una vez para siempre ha sido transmitida a los santos. 4 Porque se han infiltrado entre ustedes algunos cuya condenación está escrita de antemano, impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y reniegan de nuestro único Dueño y Señor, Jesucristo.
3-4: Desde el inicio queda claro la urgencia con que el autor se dirige a la comunidad debido a la gravedad del peligro que enfrentan. Falsos maestros y predicadores se han infiltrado en la comunidad. Porque son «impíos» y carecen del Espíritu (vv 4.19), corrompen lo de Dios y lo que a él se refiere, pues enseñan con errores la fe que les ha sido transmitida de una vez para siempre y alientan conductas impropias de cristianos. Al incitar a «los santos» o consagrados a Dios por el bautismo con sus falsas doctrinas y conductas (v 3), no hacen otra cosa que debilitar su santificación y generar profundas divisiones. De aquí el apremiante llamado a la fidelidad y a la unidad.
3-4: 2 Pe 2,1-2.16; 1 Jn 4,1
Quiero recordarles lo que ya han aprendido
5 Quiero recordarles, aunque ya lo han aprendido todo, que si bien el Señor salvó de una vez para siempre a su pueblo del país de Egipto, después exterminó a los que no creyeron. 6 Y en cuanto a los ángeles que no mantuvieron su primacía, sino que abandonaron su propia morada, el Señor los mantiene confinados en las tinieblas, encadenados eternamente para el juicio del gran día. 7 También Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que, como ellos, se entregaron a la inmoralidad y practicaron lo que era contra la naturaleza fueron sometidas al castigo de un fuego eterno y sirven de escarmiento para otros.
5-7: Varios miembros de la comunidad, incluso gente sobresaliente en su fe y conducta, se han vuelto «impíos» y ahora engañan a la comunidad (v 4; nota a vv 3-4). El autor invita a comprender esta situación a partir de tres ejemplos del Antiguo Testamento que interpreta según las reglas de los maestros de la Ley de aquel tiempo. Varios de los que Dios salvó de Egipto fueron después castigados por su idolatría y libertinaje. Algunos de los ángeles, todos creados buenos, no se mantuvieron en su rango y perecieron a causa de su rebelión (2 Pe 2,4). Los habitantes de Sodoma y Gomorra no fueron mejores que los de Adamá y Seboín (Dt 29,22), ciudades vecinas, y se dieron a vicios contra la naturaleza, alusión al intento de abuso sexual contra los dos ángeles con figura de varones que Lot hospedó (Gn 19,1-11). Todos estos recibieron el castigo que merecían sus malas acciones. No es imposible, por tanto, que algunos que fueron fieles, ahora perviertan la fe que profesaban y den mal ejemplo. No hay que ser ilusos: ¡hay y habrá impíos que renegarán de Jesucristo! El don de la salvación, por tanto, requiere de una firme adhesión de fe que no se puede descuidar.
5: Éx 12,51; Nm 14,20-35; 1 Cor 10,1.5 / 6: 2 Pe 2,4-9; Gn 6,1-4 / 7: 2 Pe 2,6; Gn 19,1-29
Éstos son los que manchan las comidas fraternas
8 No obstante, esa gente fantasiosa se porta de modo semejante: por una parte, manchan su cuerpo y, por otra, repudian la autoridad del Señor y difaman a los seres gloriosos. 9 En cambio, el arcángel Miguel, cuando discutía con el Diablo disputándose el cadáver de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él una sentencia injuriosa y tan sólo dijo: ¡Que te castigue el Señor! [Zac 3,2]. 10 Pero estos hombres difaman lo que ignoran y se corrompen en lo que, como animales irracionales, conocen por instinto. 11 ¡Ay de ellos! Porque siguieron la senda de Caín y, por ganar dinero, cayeron en el error de Balaán y fueron exterminados en la rebelión de Coré.
12 Éstos son los que manchan las comidas fraternas de ustedes, pues comen sin vergüenza alguna, preocupándose sólo de sí mismos. Son como nubes sin agua, zarandeadas por el viento, como árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos y arrancados de raíz. 13 Son como olas salvajes del mar que arrojan la espuma de su propia desvergüenza, como estrellas fugaces a las que está reservada para siempre una densa oscuridad.
14 Henoc, el séptimo después de Adán, también profetizó acerca de ellos, diciendo: «Miren que ya llega el Señor con sus miríadas de santos ángeles, 15 para juzgar a todos y ponerlos en evidencia por todas las acciones impías que realizaron y por todas las insolencias que los impíos pecadores profirieron contra él». 16 Éstos son murmuradores y amargados, que siguen sus malos deseos, y su boca adula a los demás con palabras ostentosas para su propio provecho.
8-16: Se denuncia qué hacen y cómo proceden los falsos maestros (nota a vv 5-7). En el plano individual, sus conductas responden a sus malos instintos, manchando así su cuerpo; en el comunitario, son egoístas y elitistas en un acto comunitario tan importante como las comidas fraternas (1 Cor 11,17-22). Para conseguir lo que quieren emplean discursos lisonjeros. Por su manifiesta inmoralidad desprecian al Señor y a los seres angélicos. Cuatro sugerentes imágenes los describen (Jds 12-13; 2 Pe 2,17): son nubes a merced del viento; árboles sin frutos; olas agitadas, arrojando su propia espuma, y estrellas fugaces que se hunden en la eterna oscuridad. ¿Quién puede confiar en gente inestable, corrupta y altanera, cuyo destino es la perdición? Son dignos hijos de Caín, fratricida y agitador (v 11), del ávido e idólatra Balaán, y de Coré que se rebeló contra Moisés y Aarón. Como sucedió con ellos, las maldades de los falsos maestros no pasarán inadvertidas para el Señor, quien vendrá a juzgarlos el día convenido.
8: 2 Pe 2,10 / 9: Dt 34,5-6; Dn 10,13.21; 12,1; Ap 12,7 / 10: 2 Pe 2,12 / 11: Gn 4,3-9; Nm 16,1-35; 22,4-35; 31,16; Heb 11,4; 1 Jn 3,12; Ap 2,14 / 12: 1 Cor 11,20-22 / 14-15: Henoc 1,9; 60,8; 93,3; Gn 5,3-18; Dt 33,2
Jds 9: El relato del altercado entre el arcángel Miguel y el Diablo se halla en La Asunción de Moisés: el Diablo reclama de Miguel el cadáver de Moisés, porque había asesinado a algunos (Éx 2,11-12).
Jds 14-15: La cita es del Primer Libro de Henoc (1,9), escrito judío apócrifo; Henoc representaba en la literatura judía el modelo del hombre justo.
II
Exhortación a la fidelidad
Oren movidos por el Espíritu Santo
17 En cambio, ustedes, queridos hermanos, acuérdense de las predicciones dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18 Ellos les decían: «En los últimos tiempos, vendrá gente sarcástica que seguirá sus malos e impíos deseos». 19 Esta gente sensual, privada del Espíritu, es la que crea divisiones.
20 Pero ustedes, queridos hermanos, edifiquen su vida sobre la fe santísima y oren movidos por el Espíritu Santo, 21 para mantenerse en el amor de Dios, aguardando que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo les dé la vida eterna.
22 Con unos, los que dudan, tengan compasión; 23 a otros, sálvenlos arrancándolos del fuego, y a los demás compadézcanlos, ¡pero cuidado!, desechen incluso la ropa contaminada por su cuerpo.
17-23: Luego de denunciar la conducta libertina y los discursos lisonjeros de los falsos maestros (nota a vv 8-16), el autor interpela a sus «queridos hermanos» para ponerlos sobre aviso (v 17). No deben olvidar que los apóstoles ya habían dicho que vendría el tiempo de la prepotencia de sarcásticos y libidinosos, de quienes viven a impulsos de su sensualidad y no del Espíritu. Los discípulos de Jesús no tienen vocación de libertinos ni de agentes de división. Están llamados a creer y orar, impulsados por el Espíritu, para ser fieles al amor de Dios y esperar la vida eterna que Jesucristo nos obtuvo con su sacrificio. La vida cristiana, pues, tiene su fuente en la Trinidad con sus dones de fe, esperanza y amor (vv 20-21). Ante los falsos maestros y predicadores, la disposición de la comunidad tiene que ser la compasión, la misma que recibieron gratuitamente del Señor. Gracias a ella podrán salvar a algunos y apiadarse de los que no quieren convertirse; sin embargo, deben proceder con mucho cuidado, para no exponerse a la seducción de sus discursos ni de su conducta libertina.
17-18: 2 Tim 3,1-5; 2 Pe 3,2-3 / 19: Rom 16,17; 1 Cor 1,10; Tit 3,10 / 20: 1 Cor 3,9-17; Ef 2,20-22 / 21: 2 Cor 13,13 / 23: Mt 13,42.50
Doxología final
Al único Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria
24 Al que es capaz de preservarlos inmune de caída y hacerlos comparecer, alegres y sin defecto, ante su gloriosa presencia, 25 al único Dios, nuestro Salvador, por medio de nuestro Señor Jesucristo, sea la gloria, la majestad, el poder y la autoridad desde antes de todos los tiempos, ahora y por todos los siglos. ¡Amén!
24-25: Las preocupaciones y conflictos por los errores y conductas libertinas de los falsos maestros acaban en una alabanza a Dios que serena el corazón por la certeza de que es la fuerza salvadora del Señor la que resguarda y consolida a la comunidad (Sal 56,13-14; 66,9). La alabanza tiene varios momentos: se dirige a «Dios, nuestro Salvador», se le desea gloria y soberanía, mediante «nuestro Señor Jesucristo», y por siempre. Cierra la alabanza el «Amén» que reafirma todo lo dicho. Así, gracias al poder de Dios, el discípulo podrá presentarse «ante su gloriosa presencia» como sacrificio sin defecto alguno ofrecido en su honor (Jds 24; Rom 12,1-2; Heb 9,14).
24-25: Rom 16,27; 2 Pe 2,14; Ap 5,13