INTRODUCCIÓN
Mientras que en la Biblias hebrea y griega Esdras – Nehemías constituye un solo libro, la Biblia latina los distingue bajo los nombres I Esdrae y II Esdrae respectivamente. Buena parte de las ediciones actuales de la Biblia mantienen esta distinción, pero se los identifica como Esdras y Nehemías.
Se trata de una obra relacionada con Crónicas, de allí que el final de 2 Crónicas (36,22-23) y el comienzo de Esdras (1,1-3) tengan el mismo contenido. Quizá no pertenezcan al mismo autor, pero, al menos, el redactor final trató de enlazarlas.
1- «Estos son los residentes de la provincia que regresaron de la cautividad del destierro» (Esd 2,1): situación histórica
1.1- El imperio persa
Ciro II, rey de Persia (553-529 a.C.), se impuso sobre los medos, imperio dominante en la meseta iraní, y luego sobre Babilonia en Mesopotamia. Luego de diferentes campañas, su dominio llegó muy cerca del valle del Indo. La etapa determinante fue la conquista de Babilonia. Estratégicamente la fue rodeando a través de sucesivas conquistas parciales, para luego derrotarla con muy poco esfuerzo en el 539 a.C. Ciro II se presentó en Babilonia como «elegido de Marduk» (el dios supremo de Babilonia), en Ur lo hizo como «enviado de Sin» (el dios de la luna) y ante los judíos como ejecutor de las órdenes de su Dios, «el Señor».
Con Ciro se inicia la etapa imperial persa, que se consolidará con sus sucesores, no sin fuertes resistencias: Cambises (529-522 a.C.), Darío I (522-486), Jerjes (486-465) y Artajerjes (465-424). Una región que había sido periférica –Persia– se convirtió en el centro político del mundo: llegó a ser un imperio. Este adquiere su nueva centralidad precisamente porque varios “centros” del mundo antiguo eran ahora incluidos en uno más amplio y poderoso.
Con su decreto del 538, Ciro II permitió el retorno de los judíos desterrados en Babilonia (a partir del 597 y, luego, del 586), devolvió los objetos traídos de Jerusalén y de su Templo por Nabucodonosor, además alentó moral y económicamente la reconstrucción de la casa de Dios en la ciudad santa.
La política imperial persa se distinguió de las anteriores, entre otras cosas, por permitir recomponer sus antiguos ordenamientos nacionales a las comunidades que habían sido deportadas por los caldeos. Los que pertenecían al territorio de Judá y sus descendientes, también se beneficiaron con esta medida, pero su retorno fue un hecho más complejo y plural de lo que describen los textos bíblicos: ellos crean la impresión de un suceso inmediato, global y unificado. El esplendente cuadro del nuevo éxodo triunfal y del establecimiento del gobierno universal del Señor en Sion –como lo soñaba el Deuteroisaías (Is 40-55) en el exilio– guardaba poco parecido con la realidad; fue, más bien, un tiempo de modestos comienzos (Zac 4,10).
Los acontecimientos descritos en este libro de Esdras-Nehemías se colocan desde el 538 (el edicto de Ciro) hasta por lo menos el año 400 a.C., en dos grandes etapas. La primera va del 538 al 515 a.C. con la vuelta de los primeros que retornaron de Babilonia y con la ardua labor en torno a la reconstrucción del Templo en Jerusalén. La segunda etapa comprende la actividad de Esdras y Nehemías, durante la segunda mitad del s. V (aproximadamente desde 445 hasta por lo menos el 400 a.C.). Entre otras cosas, ellos se dedican a reconstruir las murallas de Jerusalén, a seguir trabajando en el Templo, a tomar decisiones en torno a la Ley de Dios asumida como normativa para el pueblo, lo mismo que en el rechazo de los matrimonios mixtos, de judíos con personas no judías, y en otros puntos cultuales y éticos regulados por la Ley de Moisés.
1.2- La nueva sociedad judía
Según las listas de Esd 2 y Neh 7, los repatriados proceden de Jerusalén –es decir, sus familias residían allí– y de las pequeñas ciudades y aldeas de Judea. Ocuparon buena parte de la ciudad, mientras que unos pocos centenares de personas se instalaron en los alrededores, en un radio de unos 20 a 25 kilómetros entre Betel y Jericó al norte, y Belén al sur: se trataba sobre todo del antiguo territorio del reino de Judá en tiempos del rey Sedecías.
La reconstrucción se produjo solo en parte a través del regreso de los desterrados; una proporción aún mayor tuvo lugar con el paso del tiempo, a través del crecimiento en territorio. Si los repatriados eran pocos, los que quedaron tampoco fueron muchos. Problema significativo debió ser la cuestión jurídica en torno a la posesión de las tierras: los repatriados debían contar con títulos de propiedad, pero aquellas se encontraban ocupadas por otros que permanecieron en el lugar.
Los deportados habían sido personas que pertenecían a los círculos palaciegos, al personal del Templo de Jerusalén –sacerdotes y escribas– y a los propietarios de tierras. Durante la estancia en Babilonia, ellos elaboraron una ideología “fuerte” basada en el nuevo pacto con el Señor su Dios, el exclusivismo de esta religión y en la esperanza del “resto” que vuelve. Tenían una gran decisión, contaban con una clase cultivada que favoreció la introducción la escritura aramea en Palestina, deseaban fervorosamente la reconstrucción del Templo (Esd 3,8; 4,1-6.16; 6,l9-22), disponían de medios financieros y tenían el apoyo de la corte imperial. Por su parte, los que se habían quedado en el territorio eran los miembros de las aldeas, campesinos pobres y siervos, a los que los babilonios habían dejado para que cultivaran la tierra. Estaban disgregados y carecían de líderes, eran indigentes y con pocas esperanzas.
Además del conflicto entre los que volvieron y los que se habían quedado, igualmente importantes fueron los conflictos existentes dentro de un grupo y otro. Entre los repatriados estaban enfrentadas la postura de los partidarios de una clausura drástica de la comunidad de los “incontaminados” frente a los residentes, irremediablemente comprometidos con el ambiente extranjero; y otra muy distinta, la de los que se mostraban favorables a llegar a un compromiso y veían con buenos ojos una asimilación de los grupos que aceptaran los requisitos mínimos de naturaleza étnica y religiosa. Es probable que esta última fuese la que prevaleciera entre los primeros grupos de repatriados, mientras permaneció viva la opción por restaurar la monarquía (Ag 2,20-23; Zac 6,12-13); y que luego prevaleciera la actitud más estricta, con la llegada de los grupos de Nehemías y Esdras y el predominio de la postura sacerdotal. También entre los residentes, las posibles estrategias debieron ser distintas.
Por último, hay que tener en cuenta que los vecinos samaritanos, especialmente su aristocracia, consideraban el territorio de Judá como parte del suyo; por lo tanto, no aceptaban que se pusiera límite a sus prerrogativas y eran abiertamente hostiles a sus “nuevos” habitantes (Esd 4,4-23; Neh 3,33; 4,17).
1.3- Esdras y Nehemías
Tanto Esdras como Nehemías eran judíos y llegaron provenientes de la corte persa en la segunda mitad del s. V a. C.: uno como sacerdote–escriba y otro como una suerte de gobernador. Existen serios problemas para fechar los períodos de la presencia y actividad de ambos en Judea, puesto que en los texto bíblicos se llama al rey persa “Artajerjes” (Esd 7,7-8; Neh 2,1; 13,6), sin que se especifique si es Artajerjes I (465-424 a.C.) o II (405-359). Sin que esté plenamente resuelto el problema de su cronología, algunos se inclinan a pensar que Nehemías tuvo dos misiones a Jerusalén y que entre ellas, o contemporánea a la última, habría que colocar la actividad de Esdras.
Esdras fue una figura de confianza para el rey persa, quien lo envió oficialmente con el cargo de «sacerdote escriba» y «experto en la Ley del Dios del cielo» (Esd 7,11.12) con una tarea: «Para inspeccionar a Judá y Jerusalén de acuerdo con la Ley de tu Dios» (7,14). Según Esd 7,1-10, la Ley se convirtió –por autorización imperial– en ley del estado persa y fue aplicada con la ayuda de los poderes públicos. Esdras debía hacer investigaciones en Jerusalén y Judá sobre el cumplimiento de esa Ley. El documento oficial entregado a Esdras por el rey Artajerjes (cuyo texto arameo se recoge en 7,11-26), continúa con una serie de disposiciones financieras (7,15-24) y jurídicas (7,25-26) para favorecer esta encomienda.
Por otra parte, la tradición hebrea atribuye a Esdras una actividad esencial en la fijación del canon bíblico, aun cuando este quedó constituido en su mayor parte en el s. II a.C., pero adquirió su valor definitivo hacia finales del s. I o principios del s II d.C. De hecho, muchos investigadores coinciden en que fue en este contexto de la autorización imperial persa para establecer en Judá un derecho particular en favor de los judíos, lo que condujo a los diferentes grupos religiosos que coexistían en Judá, a llegar a un acuerdo para definir un texto normativo para todos. Dicho texto debía expresar los elementos esenciales de la propia identidad y tener fuerza de ley. Esto es lo que habría servido de catalizador para la redacción de una única Torá (Ley), no en su texto fijo tal como se conoce, ya que seguramente recibió algunas relecturas posteriores.
Además, Esdras impuso la severísima prohibición de matrimonios con no–judíos y la separación de los actuales (Esd 9-l0). La obra refleja claramente un inflexible enfrentamiento con los “samaritanos”, que desembocará finalmente en la implantación de su propia comunidad cultual en torno al monte Garizim. Mediante aquella medida se pretendía probar que solo la nación judía es la legítima sucesora del antiguo Israel, los genuinos descendientes de los deportados a Babilonia y los que pueden probar sin la más mínima duda su vínculo genealógico con las “tribus” de Judá, Leví y Benjamín (Esd 2; 8; 6,21). En cambio los samaritanos son descriptos como los enemigos de la comunidad judía (Esd 4; Neh 3; 6) y los que obstaculizaron sin cesar las obras de reconstrucción emprendidas por los judíos.
Nehemías habría llegado a Judea por encargo de Artajerjes I –de quien era copero– en el año 445 a.C. No está claro el motivo por el cual se hace presente: si se trata de una intervención en los asuntos internos de la comunidad en Judea en representación de la intransigente diáspora judía que había quedado en Babilonia, o si se trata un intento de la corte persa de poner un poco de orden en una región. Las dos posibilidades, sin embargo, no se excluyen entre sí. En cualquier caso, los textos bíblicos son cautos a la hora de atribuirle un cargo oficial (Neh 5,14; 12,26). Probablemente permaneció en Jerusalén doce años, volviendo a Persia en el 433 a.C. y regresando por segunda vez el año 432 (13,6-7). El encargo de Nehemías estaba dotado de plenos poderes y fue conferido directamente por el rey a una persona que había sido un simple servidor de la corte. De hecho, tal encargo pasaba por encima de las autoridades de la satrapía «del otro lado del Río» o del “Éufrates” («Transeufratina» –Esd 4,11– era el nombre oficial de la provincia situada al oeste del Éufrates o el Río, que comprendía Siria y Palestina) y de los gobernadores locales. Resulta, por tanto, comprensible la contrariedad y la posterior hostilidad de estos últimos. Esd 4,11 habla de una carta expedida a Artajerjes que acusaba a los judíos de rebelarse contra el rey, a la que siguió la orden de que Nehemías suspendiese toda actividad. Pero parece claro que él ya había mandado inspeccionar los muros en previsión de su reconstrucción (Neh 2,11-15).
2- «Los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley» (Neh 8,3): claves teológicas
Si bien el libro tiene toda la apariencia de proponerse como el relato de una historia, no cuenta con la precisión cronológica requerida para satisfacer este propósito. Ya se ha hecho notar que en él se combinan fuentes diversas, de las cuales se han seleccionado relatos que contribuyen a una poderosa presentación del período de formación del judaísmo. Los acontecimientos se recogen y se presentan, sobre todo, en su significación teológica.
Ello puede observarse, especialmente, en tres bloques que responden a un modelo narrativo semejante.
En primer lugar, Esd 1-6. Dios, a través de su agente, el rey persa, abre la historia para que su pueblo retorne del exilio de Judá, con la autorización para reconstruir el Templo (Esd 1,1). Cuando llegan, encuentran con una fuerte oposición. Bajo la influencia profética esa oposición es vencida y, una vez reconstruido el Templo, es dedicado al Dios de Israel. Le sigue la celebración de la Pascua y la sección termina con el reconocimiento de la intervención divina en todos aquellos acontecimientos (6,22).
Otro caso es Esd 7-10. También el envío de Esdras por parte del rey persa, para lograr que se implemente «la Ley del Dios de los cielos», se presenta como parte de los planes divinos (Esd 7,27-28). Tiene lugar una nueva “repatriación” desde Babilonia a Jerusalén, en esta ocasión conducida por Esdras. Una vez en la Ciudad Santa, la resistencia a los designios divinos no vendrá de fuera, sino de adentro de la comunidad judía: los matrimonios de judíos con extranjeros. Una fuerte intervención de Esdras, acompañada de llantos y ayuno, provoca que dicha situación se revierta completamente.
Y por último, Neh 1-7. La aparición en escena de Nehemías se parece bastante a la de Esdras. Su intensa oración logra la autorización real para ser enviado a Judá. El envío también es visto como el resultado de la intervención de Dios, que provoca el favor del rey (Neh 2,8). Nuevamente un viaje, la llegada, el inicio de las tareas, la oposición extranjera y la superación de las dificultades, logrando completar así las murallas. Todo lo anterior se consuma con Neh 8-12. En esta parte, introducida por un dato cronológico no muy preciso, tiene lugar la lectura solemne de la Ley que Dios había prescripto para Israel, seguida de una ceremonia de expiación y del compromiso a guardar los mandamientos y preceptos del Señor, sin abandonar jamás su Templo. El efecto es inmediato: El territorio se repuebla, los sacerdotes y demás ministros del culto ocupan sus lugares, las murallas de la ciudad son dedicadas y se lleva a cabo una gran celebración: «Dios los había colmado de gran alegría. También las mujeres y los niños se regocijaron, y el júbilo de Jerusalén se oía desde lejos» (12,43). Además, se excluye de Israel a todos los extranjeros.
Junto con esta perspectiva teológica que se deja ver a través de la narración, Esdras – Nehemías refleja el impulso de un proyecto político–religioso de fuerte impacto: la gestación del judaísmo como una realidad cultural. La misma se apoyará en dos pilares fundamentales: la raza y la fe exclusiva en el Dios de Israel, que se manifiesta en la observancia de su Ley y en la celebración del culto. Las esperanzas de una restauración dinástica cifradas en Zorobabel (520-518) y apoyadas inclusive por Ageo y Zacarías (Ag 2,20-23; Zac 6,9-14) se habían desvanecido rápidamente ante la capacidad de poder de los persas que sofocaron las rebeliones dadas durante los reinados de Cambises y Darío I. En ese contexto, Esdras – Nehemías expresa la opción por un camino concreto: reconstruir y consolidar la comunidad empobrecida, reforzando los elementos que permitan mantener su identidad, puesta a prueba por la situación internacional y los proyectos enfrentados al interior de la misma (acciones contra matrimonios mixtos, por ejemplo). Como consecuencia, la autoconciencia de «pueblo elegido» deriva en la de pueblo exclusivo y separado de las demás naciones.
Ante el hecho inobjetable de falta de autonomía política, los descendientes de los repatriados se concentran en torno al Templo y a la sombra de las murallas restauradas por Nehemías. La Ley, enriquecida con permanentes explicaciones (Neh 8,7-8), vendrá a ser el objeto de sus meditaciones. La comunidad se va haciendo “judía”, es decir, se orienta hacia la salvaguarda de su identidad, y el “judaísmo” comienza, entonces, a consolidarse como producto de la restauración. Nos encontramos a las puertas de una época tardía, que se caracteriza por la diferenciación de los espíritus y por el permanente forcejeo en busca de la propia autocomprensión.
3- «Carta que el rey Artajerjes entregó a Esdras, el sacerdote escriba» (Esd 7,11): aspectos literarios.
La obra está redactada en hebreo pero con algunas partes en arameo (Esd 4,8-6,18 y 7,12-26), lengua que poco a poco se fue imponiendo en el pueblo judío del posexilio.
Dentro de la obra hay memorias personales de Esdras y Nehemías, documentos oficiales, como edictos y las diversas cartas de Artajerjes y de Darío, listas de personas y de bienes.
Desde la perspectiva de una sola obra es posible identificar en Esdras – Nehemías la presencia, al menos, de tres importantes componentes en su composición:
a- Escritos de varias fuentes primarias, todas más o menos contemporáneas a los acontecimientos relatados.
b- Las memorias o informes, tanto de Esdras como de Nehemías, junto a otras fuentes presentes en Esd 7,1 hasta Neh 11,20, además de Neh 12,27-13,31, y
c- La introducción de Esd 1-6, dentro de la cual se encuentra la llamada “fuente aramea”: 4,8-6,18; 7,12.26; las listas de Neh 11,21-36 y 12,1-26 debieron añadirse también en esta última etapa.
Es probable que Esdras – Nehemías haya encontrado su forma final entre el 400 y el 300 a.C.
Sin olvidar las dificultades que se presentan desde el punto de vista literario, al momento de reconocer cierta unidad de la obra cuando en ella se combinan fuentes diversas, es posible realizar la lectura de Esdras – Nehemías de acuerdo al siguiente plan:
Y RENOVACIÓN DE LA COMUNIDAD Neh 7,72b-10,40
ESDRAS
I- EL RETORNO DE LA DEPORTACIÓN
El Señor movió el espíritu de Ciro*
= 2 Cr 36,22-23
Jr 25,11-12; 29,10; Dn 9,2
1 1 En el año primero de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, quien hizo proclamar en todo su reino, y también por escrito, este edicto: 2 “Así dice Ciro rey de Persia: El Señor, Dios del cielo me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha encomendado edificarle un Templo en Jerusalén, que está en Judá. 3 Quien de entre ustedes forme parte de su pueblo, que su Dios lo acompañe y se le permita subir a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa del Señor, Dios de Israel. Él es el Dios que está en Jerusalén. 4 Y a todo el resto del pueblo, en los lugares donde resida, que los hombres de ese lugar le provean plata, oro, bienes y ganado junto con la ofrenda voluntaria para la casa del Dios que está en Jerusalén”. 5 Entonces se prepararon los jefes de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas; es decir, todos a los que Dios había movido su espíritu para subir a reconstruir la casa del Señor que está en Jerusalén. 6 Y todos sus vecinos contribuyeron con utensilios de plata, oro, bienes, ganado y cosas de valor, además de toda clase de ofrendas voluntarias.
Sesbasar llevó todo esto a Jerusalén
2 Re 24,10-16; 25,8-17; Jr 52,17-23; 2 Cr 36,7.18
7 Por su parte, el rey Ciro ordenó retirar los utensilios de la casa del Señor que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén y había puesto en la casa de sus dioses. 8 Ciro, rey de Persia, los hizo retirar por medio de Mitrídates, el tesorero, y los catalogó para Sesbasar, príncipe de Judá. 9 Este es su elenco: recipientes de oro, treinta; recipientes de plata, mil; cuchillos, veintinueve; 10 vasos de oro, treinta; vasos de plata de segunda clase, cuatrocientos diez; otros utensilios, mil. 11 Total de los utensilios de oro y de plata: cinco mil cuatrocientos. Sesbasar llevó todo esto, cuando se permitió a los deportados volver a Jerusalén.
Estos son los que retornaron a Jerusalén y a Judá*
= Neh 7,6-72
2 1 Estos son los residentes de la provincia que regresaron de la cautividad del destierro, aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado a Babilonia y que retornaron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. 2 Ellos son los que vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Serayas, Reelayas, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejún, Baaná.
Registro de los varones del pueblo de Israel:
3 Descendientes de Parós, dos mil ciento setenta y dos; 4 de Sefatías, trescientos setenta y dos; 5 de Araj, setecientos setenta y cinco; 6 de Pajat Moab, es decir, hijos de Josué y Joab, dos mil ochocientos doce; 7 de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro; 8 de Zatú, novecientos cuarenta y cinco; 9 de Zacay, setecientos sesenta; 10 de Baní, seiscientos cuarenta y dos; 11 de Bebay, seiscientos veintitrés; 12 de Azgad, mil doscientos veintidós; 13 de Adonicán, seiscientos sesenta y seis; 14 de Bigvay, dos mil cincuenta y seis; 15 de Adín, cuatrocientos cincuenta y cuatro; 16 de Ater, es decir, los descendientes de Ezequías, noventa y ocho; 17 de Besay, trescientos veintitrés; 18 de Yorá, ciento doce; 19 de Jasún, doscientos veintitrés; 20 de Guibar, noventa y cinco. 21 Originarios de Belén, ciento veintitrés; 22 de Netofá, cincuenta y seis; 23 de Anatot, ciento veintiocho; 24 de Bet Azmávet, cuarenta y dos; 25 de Quiriat Yearín, Quefirá y Beerot, setecientos cuarenta y tres; 26 de Ramá y Gueba, seiscientos veintiuno; 27 de Micmás, ciento veintidós; 28 de Betel y Ay, doscientos veintitrés; 29 de Nebo, cincuenta y dos; 30 de Magbís, ciento cincuenta y seis. 31 Procedentes del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro; 32 de Jarín, trescientos veinte; 33 de Lod, Jadid y Ono, setecientos veinticinco; 34 de Jericó, trescientos cuarenta y cinco 35 y de Senaá, tres mil seiscientos treinta.
36 Los sacerdotes: descendientes de Yedayas, es decir, de la familia de Josué, novecientos setenta y tres; 37 descendientes de Imer, mil cincuenta y dos; 38 de Pasjur, mil doscientos cuarenta y siete 39 y de Jarín, mil diecisiete.
40 Los levitas: descendientes de Josué y de Cadmiel, es decir, de la familia de Hodavías, setenta y cuatro.
41 Los cantores: descendientes de Asaf, ciento veintiocho.
42 Los porteros: descendientes de Salún, de Ater, de Talmón, de Acub, de Jatitá y de Sobay; en total: ciento treinta y nueve.
43 Los servidores del Templo: descendientes de Sijá, de Jasufá, de Tabaot, 44 de Querós, de Siá, de Fadón, 45 de Lebaná, de Jagabá, de Acub, 46 de Jagab, de Salmay, de Janán, 47 de Guidel, de Gajar, de Reayas, 48 de Resín, de Necodá, de Gazán, 49 de Uzá, de Paseaj, de Besay, 50 de Asená, de Meunin, de Nefisin, 51 de Bacbuc, de Jacufá, de Jarjur, 52 de Baslut, de Mejidá, de Jarsá, 53 de Barcós, de Siserá, de Támaj, 54 de Nesiaj y de Jatifá. 55 Descendientes de los servidores de Salomón: descendientes de Sotay, de Soféret, de Perudá, 56 de Yaalá, de Darcón, de Guidel, 57 de Sefatías, de Jatil, de Poqueret Sebain y de Amí. 58 Total de los servidores del Templo y de los descendientes de los servidores de Salomón: trescientos noventa y dos.
59 Estos son los que subieron de Tel-Melaj, Tel-Jarsá, Querub, Adán e Imer y que no pudieron demostrar si su familia paterna y su ascendencia procedían de Israel: 60 de los descendientes de Delayas, de Tobías y de Necodá, seiscientos cincuenta y dos. 61 Y entre los descendientes de los sacerdotes, los de Jobayas, los de Cos y los de Barzilay, quien tomó una mujer de las hijas de Barzilay el galadita y adoptó su nombre. 62 Estos investigaron sus registros genealógicos, pero no figuraban, y por eso fueron excluidos del sacerdocio. 63 El gobernador les ordenó que no comieran de los alimentos más sagrados hasta que un sacerdote se presentara para consultar las suertes rituales.
64 La asamblea completa, en su totalidad, eran cuarenta y dos mil trescientos sesenta, 65 sin contar a sus esclavos y sus esclavas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Tenían, además, doscientos cantores, hombres y mujeres. 66 Sus caballos eran setecientos treinta y seis; sus mulas, doscientos cuarenta y cinco; 67 sus camellos, cuatrocientos treinta y cinco; y sus asnos, seis mil setecientos veinte.
Se establecieron en sus ciudades
68 Cuando los jefes de familia llegaron a la casa del Señor que está en Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la casa de Dios, con el objetivo de reedificarla en su mismo lugar. 69 De acuerdo con sus posibilidades, dieron al tesoro de la obra sesenta mil monedas de oro, cinco mil minas de plata y cien túnicas sacerdotales. 70 Y así los sacerdotes, los levitas, parte del pueblo, los cantores, los porteros y los servidores se establecieron en sus ciudades. También todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades.
Reconstruyeron el altar del Dios de Israel*
3 1 Cuando llegó el séptimo mes, los israelitas se encontraban ya en las ciudades, el pueblo se congregó como un solo hombre en Jerusalén. 2 Entonces se levantó Josué, hijo de Josadac, junto con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Sealtiel, y sus hermanos, y reconstruyeron el altar del Dios de Israel, a fin de ofrecer en él holocaustos, como está escrito en la Ley de Moisés, el hombre de Dios. 3 Erigieron el altar en el mismo lugar donde había estado, no obstante el temor que les infundían los otros pobladores del país, y ofrecieron sobre él holocaustos al Señor: holocaustos por la mañana y por la tarde. 4 Celebraron la fiesta de las tiendas, como está ordenado, ofreciendo diariamente holocaustos según el número establecido para cada día. 5 Ofrecían el holocausto cotidiano, el de la fiesta de la luna nueva, el de todas las fiestas consagradas al Señor y el de todo aquel que realizaba una ofrenda voluntaria al Señor. 6 Desde el primer día del séptimo mes comenzaron a ofrecer holocaustos al Señor, si bien no habían sido puestos los cimientos del Templo del Señor.
II- LA RECONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO
Pusieron los cimientos del templo del Señor
7 Entonces dieron dinero a los que tallaban la piedra y a los carpinteros, y mandaron alimentos, bebidas y aceite a los sidonios y a los tirios para que enviasen por mar madera de cedro, desde el Líbano a Jafa, según lo autorizado por Ciro, rey de Persia. 8 Y en el segundo año de su llegada a la casa de Dios en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de Sealtiel; Josué, hijo de Josadac; el resto de sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían regresado de la cautividad de Jerusalén, comenzaron las obras y establecieron a los levitas mayores de veinte años para dirigir los trabajos de la casa del Señor. 9 Josué, sus hijos y sus hermanos; Cadmiel y sus hijos, y los hijos de Judá, todos a una se pusieron a dirigir a cada trabajador de la obra en la casa de Dios. También lo hicieron los hijos de Jenadad, con sus hijos y sus hermanos, los levitas.
10 Cuando los constructores pusieron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes se colocaron en sus puestos, revestidos y con trompetas, y los levitas hijos de Asaf, con címbalos, para alabar al Señor de acuerdo con lo establecido por David, rey de Israel. 11 Y entonaban la alabanza y la acción de gracias al Señor: “porque es bueno y porque su amor hacia Israel es eterno”. Todo el pueblo profería grandes gritos de alabanza al Señor, porque habían sido colocados los cimientos de la casa del Señor. 12 Muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia ancianos, que habían visto la anterior casa con sus propios ojos, durante el establecimiento de sus cimientos lloraban dando grandes gemidos; en cambio, muchos otros alzaban sus voces con gritos de alegría. 13 Nadie podía distinguir entre las aclamaciones de júbilo y las lamentaciones de la gente, porque el pueblo lanzaba grandes gritos y el estrépito se oía incluso desde lejos.
Queremos edificar con ustedes*
4 1 Cuando los enemigos de Judá y Benjamín se enteraron de que los repatriados estaban edificando un Templo para el Señor, Dios de Israel, 2 fueron a ver a Zorobabel y a los jefes de familia y les dijeron: “Queremos edificar con ustedes porque, igual que ustedes, nosotros buscamos a su Dios y le estamos ofreciendo sacrificios desde los días de Asaradón, rey de Asiria, quien nos hizo venir aquí.” 3 Zorobabel, Josué y los jefes de familia de Israel les dijeron: “No podemos edificar juntos una casa para nuestro Dios; únicamente nosotros la edificaremos para el Señor, Dios de Israel, tal como nos lo ordenó Ciro, rey de Persia.” 4 Entonces los otros pobladores del país comenzaron a desalentar al pueblo de Judá, atemorizándolos para que no edificaran, 5 y contratando contra ellos algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto durante todo el reinado de Ciro, rey de Persia, y hasta el de Darío, rey de Persia.
Se interrumpió la reconstrucción del templo de Dios
6 Al comienzo del reinado de Jerjes, los otros pobladores del país escribieron una acusación contra los habitantes de Judá y Jerusalén. 7 Y en los días de Artajerjes, escribió Bislán, junto con Mitríades, Tabeel y el resto de sus colegas, a Artajerjes, rey de Persia. El texto de la carta estaba escrito en arameo, con aclaraciones también en arameo*.
8 Rejún, el gobernador, y Simsay, el secretario, escribieron una carta acerca de Jerusalén al rey Artajerjes, en estos términos: 9 “Rejún, gobernador y Simsay, secretario, y los demás colegas de Din, Afarsatak, Tarpel, Afarás, Esek, Babilonia, Susa, Deha, Elam 10 y el resto de los pueblos que el grande e ilustre Asnapar deportó, y estableció en la ciudad de Samaria y del otro lado del Éufrates…”. Y sigue 11 esta copia de la carta que le enviaron: “Al rey Artajerjes, de tus servidores, la gente del otro lado del Éufrates…”. Y sigue: 12 “Llegue a conocimiento del rey que los judíos que subieron de allí y vinieron donde nosotros en Jerusalén, están reconstruyendo la ciudad rebelde y malvada; quieren restaurar las murallas y ya han reparado los cimientos. 13 Llegue, pues, a conocimiento del rey que si esta ciudad se reconstruye y son restauradas sus murallas, ellos no pagarán tributo ni impuesto ni derecho de tránsito. En definitiva, esta ciudad dañará los intereses reales. 14 Ahora bien, a todos los que somos sostenidos por el palacio nos resulta insoportable ver esta deshonra hecha al rey; por eso, le hemos enviado esta carta y se lo comunicamos, 15 a fin de que se investigue en los anales de tus antepasados. En ellos comprobarás que esta ciudad es una ciudad rebelde, peligrosa para reyes y provincias. En ella se produjeron rebeliones desde tiempos remotos. Por eso esta ciudad fue devastada. 16 Nosotros advertimos al rey que si esta ciudad es reconstruida y sus murallas restauradas, no tendrás posesión alguna en la región del otro lado del Éufrates”.
17 El rey envió esta respuesta: “A Rejún, gobernador, a Simsay secretario, al resto de sus colegas residentes en Samaria y a los demás que habitan al otro lado del Éufrates: ¡Paz! 18 La carta que nos han enviado fue leída con atención ante mi presencia. 19 He dado orden para que investiguen y, en efecto, se encontró que esta ciudad viene sublevándose contra el rey desde tiempos remotos; ciertamente en ella se produjeron rebeliones y revueltas. 20 También se constató que hubo reyes poderosos sobre Jerusalén, cuyo dominio alcanzaba a toda la región al otro lado del Éufrates y que recibían tributos, impuestos y derecho de tránsito. 21 Ahora pues, ordenen a esos hombres suspender sus labores y que esa ciudad no sea reconstruida hasta que yo no dé la orden. 22 Cuiden de no ser negligentes en esto, no sea que aumente el daño en perjuicio de los intereses reales”.
23 Apenas fue leída una copia de la carta del rey Artajerjes ante Rejún, Simsay, el secretario, y sus colegas, se dirigieron rápidamente hacia Jerusalén, a los judíos, y por la fuerza de las armas los obligaron a suspender sus labores. 24 En consecuencia, se interrumpió la reconstrucción del templo de Dios que está en Jerusalén y estuvo detenida hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.
Comenzaron a reconstruir el templo de Dios*
5 1 Ageo, el profeta, y Zacarías, hijo de Idó, profetizaron a los judíos de Judá y de Jerusalén en el nombre del Dios de Israel que estaba con ellos. 2 Entonces se levantaron Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Josadaq, y comenzaron a reconstruir el templo de Dios que está en Jerusalén, y con ellos estaban los profetas de Dios, apoyándolos. 3 En ese tiempo vinieron a ellos Tatenay, gobernador del otro lado del Éufrates, Setar-Bozenay y sus colegas, y les preguntaron: “¿Quién les dio la autorización para reconstruir esta casa y preparar estos materiales?” 4 Y añadieron: “¿Cuáles son los nombres de los que están realizando esta construcción?”. 5 Pero los ancianos, jefes de los judíos, contando con la protección de Dios, no fueron obligados a detener las obras hasta que viniera una orden de Darío; más aún, hasta que llegara una carta al respecto.
El rey Ciro dio orden de reconstruir esta casa de Dios
6 Copia de la carta al rey Darío enviada por Tatenay, gobernador del otro lado del Éufrates, Setar-Bozenay y sus colegas de Afaresak que están del otro lado de Éufrates. 7 Ellos le enviaron un informe redactado en los siguientes términos: “Al rey Darío, paz perfecta. 8 Llegue a conocimiento del rey que hemos ido a la provincia de Judá, a la casa del Dios grande y ella está siendo reconstruida con piedra tallada y las paredes son recubiertas con madera. La obra se lleva a cabo diligentemente y progresa en sus manos. 9 Interrogamos, pues, a los ancianos y les hemos dicho: ‘¿Quién les dio la autorización para reconstruir esta casa y preparar estos materiales?’. 10 Y también les hemos preguntado sus nombres, para darte a conocer por escrito los que están al frente de ellos; 11 pero nos respondieron así: ‘Nosotros somos servidores del Dios del cielo y de la tierra. Estamos reconstruyendo la casa edificada hace muchos años por un gran rey en Israel, que la había construido y terminado. 12 Pero dado que nuestros padres irritaron al Dios de los cielos, él los entregó en manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia, quien destruyó esta casa y deportó al pueblo a Babilonia. 13 Sin embargo, el año primero de Ciro, rey de Babilonia, el rey dio orden de reconstruir esta casa de Dios. 14 Además, los objetos de oro y plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del Templo que está en Jerusalén y había llevado al templo que está en Babilonia, el rey Ciro los ordenó retirar del templo de Babilonia y los devolvió a Sesbasar, a quien había nombrado gobernador. 15 Y le dijo: ‘Toma esos objetos, ve y deposítalos en el Templo que está en Jerusalén, y que sea reconstruida la casa de Dios en su propio lugar’. 16 De esta manera vino Sesbasar y puso los cimientos de la casa de Dios que está en Jerusalén. Desde entonces hasta ahora se está reconstruyendo, aunque todavía no está terminada’. 17 Ahora bien, si al rey le parece conveniente, sea investigado en la casa del tesoro real allí en Babilonia, si existe una orden dada por Ciro para reconstruir esta casa de Dios que está en Jerusalén, y que luego se nos envíe la decisión del rey acerca de esto”.
No impidan la obra de esta casa de Dios
6 1 Entonces el rey Darío dio una orden e investigaron el archivo de la tesorería allí en Babilonia. 2 Y fue hallado en la fortaleza de Ecbatana, en el distrito de Media, un documento en el que estaba escrito el siguiente memorándum:
3 “El año primero del rey Ciro, el rey promulgó este decreto sobre la casa de Dios que está en Jerusalén: ‘Sea reconstruida la casa en el lugar donde se ofrecían sacrificios y sean colocados sus cimientos. Su altura y su anchura serán de treinta metros. 4 Habrá tres hileras de piedras talladas y una de madera nueva. El costo será cubierto por la casa real. 5 Además, serán restituidos los objetos de oro y plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del Templo que está en Jerusalén, y que había llevado al templo que está en Babilonia. Se llevarán a su lugar en el Templo que está en Jerusalén, y los depositarán en la casa de Dios’.
6 Y ahora, ustedes, Tatenay, gobernador del otro lado del Éufrates, Setar-Bozenay y sus colegas de Afaresak que están del otro lado del Éufrates, no entorpezcan; 7 no impidan la obra de esta casa de Dios. Que el gobernador de Judá y los ancianos de los judíos reconstruyan la casa de Dios en su mismo lugar. 8 Y esta es mi orden acerca de lo que harán con esos ancianos de los judíos para reconstruir esta casa de Dios: a estos hombres les entregarán sin demora el costo exacto, que se tomará de los tesoros reales provenientes de los tributos, de tal manera que no se interrumpa la obra. 9 Y lo que se necesite para holocaustos al Dios del cielo: novillos, carneros y corderos, así como trigo, sal, vino y aceite, según la indicación de los sacerdotes que están en Jerusalén, se les dará sin falta cada día, 10 para que hagan ofrendas agradables al Dios del cielo, orando por la vida del rey y de sus hijos. 11 También he dado orden de que a todo aquel que contravenga este decreto, arranquen una viga de su casa, la levanten y lo empalen en ella y su casa se convierta en ruinas por este motivo. 12 El Dios que hizo habitar allí su nombre destruirá a todo rey o pueblo que extienda su mano para destruir esa casa de Dios que está en Jerusalén, contraviniendo este edicto. Yo, Darío, he dado esta orden; sea llevada a cabo con diligencia”.
13 Entonces Tatenay, gobernador del otro lado del Éufrates, Setar-Bozenay y sus colegas actuaron rápidamente, de acuerdo con la orden que envió el rey Darío.
Celebraron con alegría la dedicación de esta casa de Dios*
14 Los ancianos de los judíos avanzaron en la reconstrucción, conforme a la profecía del profeta Ageo, y de Zacarías, hijo de Idó. Completaron la edificación según el mandato del Dios de Israel y la orden de Ciro, de Darío y de Artajerjes, reyes de Persia. 15 Esta casa fue concluida el tercer día del mes de Adar, el año sexto del rey Darío. 16 Los hijos de Israel, los sacerdotes y el resto de los repatriados celebraron con alegría la dedicación de esta casa de Dios. 17 Ofrecieron para la dedicación de esta casa de Dios cien novillos, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y doce chivos, como sacrificio por el pecado de todo Israel, de acuerdo con el número de las tribus de Israel. 18 Establecieron además a los sacerdotes en sus turnos y a los levitas en sus categorías, para el servicio de Dios que está en Jerusalén, como está escrito en el libro de Moisés.
Los repatriados celebraron la Pascua
19 Los repatriados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes. 20 Si bien los sacerdotes se purificaron, todos los levitas ya se encontraban puros; por eso fueron ellos los que inmolaron la Pascua para todos los repatriados, para sus hermanos los sacerdotes y para ellos mismos. 21 Y la comieron los hijos de Israel retornados del destierro junto con todos los que se habían apartado de la impureza de las naciones del país para buscar al Señor, Dios de Israel. 22 Durante siete días celebraron con alegría la fiesta de los Panes sin levadura, pues el Señor los había colmado de regocijo al haber cambiado el corazón del rey de Asiria, a fin de ayudarlos a realizar los trabajos de la casa de su Dios, el Dios de Israel.
III- LA ACTIVIDAD DE ESDRAS
Esdras era escriba, versado en la ley de Moisés*
7 1 Después de estos acontecimientos, durante el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras, hijo de Serayá, hijo de Azarías, hijo de Jecías, 2 hijo de Salún, hijo de Sadoc, hijo de Ajitub, 3 hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot, 4 hijo de Zarajías, hijo de Uzí, hijo de Buquí, 5 hijo de Abisúa, hijo de Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sumo sacerdote Aarón, 6 subió desde Babilonia. Esdras era escriba, versado en la ley de Moisés que el Señor, Dios de Israel, había dado a su pueblo. Como la mano del Señor, su Dios, estaba sobre él, el rey le otorgaba todo lo que le pedía.
7 En el año séptimo del rey Artajerjes, subieron, además, a Jerusalén algunos de los hijos de Israel y de los sacerdotes, los levitas, los cantores, los porteros y los servidores del Templo. 8 Y el mes quinto del mismo año, Esdras llegó a Jerusalén, 9 porque había fijado la fecha de la subida desde Babilonia para el día uno del primer mes. Y el primer día del quinto mes llegó a Jerusalén, porque la mano bondadosa de su Dios estaba sobre él. 10 Esdras, en efecto, se había dedicado por entero al estudio de la Ley del Señor, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel sus leyes y sus normas.
Copia de la carta que el rey Artajerjes entregó a Esdras
11 Esta es la copia de la carta que el rey Artajerjes entregó a Esdras, el sacerdote escriba, experto en los mandamientos del Señor y sus leyes, referentes a Israel.
12 *“Artajerjes, rey de reyes, a Esdras, el sacerdote escriba, experto en la Ley del Dios del cielo, hombre íntegro”. Y sigue: 13 “De mi parte he ordenado que todo aquel que esté dispuesto y pertenezca al pueblo de Israel en mi reino, incluidos sus sacerdotes y levitas, retornen a Jerusalén y que lo hagan contigo. 14 Porque tú eres enviado de parte del rey y de sus siete consejeros, para inspeccionar a Judá y Jerusalén de acuerdo con la Ley de tu Dios, que llevas contigo. 15 Pero también para transportar la plata y el oro que el rey y sus consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén, 16 como también toda la plata y el oro que encuentres en toda la provincia de Babilonia, junto con la contribución voluntaria que el pueblo y los sacerdotes ofrezcan para la casa de su Dios que está en Jerusalén. 17 De manera que con ese dinero comprarás diligentemente novillos, carneros, corderos y sus correspondientes ofrendas y libaciones, y los ofrecerás sobre el altar de la casa de su Dios que está en Jerusalén. 18 Y lo que a ti y a tus hermanos les parezca conveniente hacer con el resto de la plata y el oro, lo harán de acuerdo a la voluntad de su Dios. 19 Deposita en su totalidad ante el Dios de Jerusalén los objetos que se te entregarán para el servicio de la casa de tu Dios. 20 Lo demás que necesite la casa de tu Dios y que sea de tu incumbencia proveerlo, lo sufragarás de la casa de los tesoros reales. 21 Yo, el rey Artajerjes, di la orden a todos los tesoreros que están del otro lado del Éufrates, para que todo lo que les solicite Esdras, sacerdote escriba de la Ley del Dios de los cielos, se le conceda con prontitud 22 hasta tres mil quinientos kilos de plata, veinticinco mil kilos de trigo, dos mil quinientos litros de vino, dos mil quinientos de aceite, y sal, sin límites. 23 Todo lo que ordene el Dios de los cielos, que se lleve a cabo diligentemente en favor de la casa del Dios de los cielos, no sea que su cólera caiga sobre el reino del rey y de sus hijos. 24 Además, hacemos saber que nadie está autorizado a imponerles el cobro de impuesto, ni de tributo, ni de derecho de tránsito a ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros, servidores del Templo u otros servidores de esta casa de Dios. 25 Y tú, Esdras, de acuerdo con la sabiduría de tu Dios, de la cual eres portador, establece magistrados y jueces que juzguen a todo el pueblo que está del otro lado del Éufrates: a todos los que conocen las leyes de tu Dios; y a todos los que no la conocen, los instruirán. 26 Aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey con prontitud, que se le aplique la sentencia de muerte, destierro, confiscación de bienes o cárcel”.
Bendito sea el Señor
27 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestros padres, que ha puesto en el corazón del rey semejante propósito de exaltar la casa del Señor que está en Jerusalén, 28 y que inclinó hacia mí el favor del rey, de sus consejeros y de todos los poderosos generales del rey!
Estos son los jefes de familias empadronados que subieron conmigo desde Babilonia*
Me sentí fortalecido, porque la mano del Señor mi Dios estaba sobre mí, y reuní a los jefes de Israel para que subieran conmigo. 8 1 Estos son los jefes de familia empadronados que subieron conmigo desde Babilonia, en el reinado del rey Artajerjes: 2 de los descendientes de Pinjás: Gersón; de los de Itamar: Daniel; de los de David: Jatús, 3 hijo de Secanías; de los de Parós: Zacarías, y con él fueron registrados ciento cincuenta hombres; 4 de los de Pajat: Moab, Elyoenay, hijo de Zerajías, y con él doscientos hombres; 5 de los de Zatu: Seconías, hijo de Jacaziel, y con él trescientos hombres; 6 de los de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta hombres; 7 de los de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y con él setenta hombres; 8 de los de Sefatías: Zebadías, hijo de Micael, y con él ochenta hombres; 9 de los de Joab: Abdías, hijo de Jejiel, y con él doscientos dieciocho hombres; 10 de los de Bani: Selomit, hijo de Josifías, y con él ciento sesenta hombres; 11 de los de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y con él veintiocho hombres; 12 de los de Azgad: Juan, hijo de Hocatán, y con él ciento diez hombres; 13 de los de Adonicán, los últimos que habían quedado en Babilonia, cuyos nombres eran Elifélet, Jelel y Semayas, y con ellos sesenta hombres; 14 y de los de Bigvay: Utay y Zacur, y con él setenta hombres.
Que nos mandaran ministros para la casa de nuestro Dios
15 Los reuní junto al río que corre hacia Ahavá y acampamos tres días en aquel lugar. Buscando entre el pueblo y los sacerdotes, no encontré descendientes de Leví. 16 Entonces envié a los principales: Eliezer, Ariel, Semayas, Elmatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulán, y también a Yoyarib y Elnatan, hombres prudentes. 17 Los envié a Idó, jefe de la localidad de Kasifyá, encargándoles que le dijeran a él y a sus hermanos establecidos en la localidad de Kasifyá, que nos mandaran ministros para la casa de nuestro Dios. 18 Como la mano bondadosa de nuestro Dios estaba sobre nosotros, vino un hombre prudente de los descendientes de Majlí, hijo de Leví, hijo de Israel, llamado Serebías, con sus hijos y sus hermanos; eran dieciocho personas. 19 También llegaron Jasabías, con su hermano Isaías, de los descendientes de Merarí, y sus hijos; eran veinte personas. 20 Y de los servidores del Templo que David, junto con los jefes, había consignado para el servicio de los levitas, vinieron doscientos veinte. Todos fueron designados personalmente.
Proclamé un ayuno ante nuestro Dios a fin de implorarle un viaje feliz
21 Allí, junto al río Ahavá, proclamé un ayuno para que nos humilláramos ante nuestro Dios, a fin de implorarle un viaje feliz para nosotros, para nuestros pequeños y para todas nuestras posesiones. 22 Porque me avergonzó solicitar del rey ejército y jinetes que nos ayudaran frente al enemigo durante el viaje, ya que le habíamos expresado al rey: “La mano de nuestro Dios es favorable sobre todo el que lo busca, pero también su potente cólera se derrama sobre el que lo abandona”. 23 Ayunamos e imploramos de nuestro Dios esta ayuda, y atendió nuestra súplica. 24 Luego aparté a doce de los jefes de los sacerdotes, a Serebías y a Jerabías, y con ellos, a diez de entre sus hermanos, 25 y les pesé la plata, el oro y los utensilios: la contribución de la casa de nuestro Dios que el rey, sus consejeros, sus generales y todos los israelitas que allí se encontraban habían recogido. 26 Pesé y puse en sus manos veintidós mil ochocientos kilos de plata, cien utensilios de plata que equivalen a tres mil quinientos kilos, otro tanto en oro, 27 veinte vasos de oro valuados en mil dáricos, y dos bellos utensilios de bronce, preciosos como el oro. 28 Y les dije: “Ustedes están consagrados al Señor y los utensilios también lo están; la plata y el oro son una ofrenda voluntaria al Señor, Dios de nuestros padres. 29 Custódienlos y guárdenlos hasta que los pesen en Jerusalén ante los jefes de los sacerdotes, los levitas y los jefes de familia de Israel, en las salas de la casa del Señor”. 30 Los sacerdotes y levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios. 31 Partimos del río Ahavá el día doce del primer mes para ir a Jerusalén. La mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros y nos libró de la mano del enemigo y de las emboscadas en el camino.
Llegamos a Jerusalén
32 Llegamos a Jerusalén y nos quedamos allí tres días. 33 Durante el cuarto fueron pesados la plata, el oro y los utensilios en la casa de nuestro Dios, y entregados en manos de Merimot, hijo del sacerdote Urías; junto a él estaba Eleazar, hijo de Pinjás. Además se encontraban los levitas Jozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binuy. 34 En cuanto al número y al peso, estaban correctos; el peso total quedó registrado en ese momento. 35 Los que habían regresado de la cautividad, los repatriados, ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce chivos de expiación por los pecados: todo como holocausto al Señor. 36 Además, entregaron los edictos del rey a los sátrapas reales y a los gobernadores del otro lado del Éufrates, quienes prestaron su apoyo al pueblo y a la casa de Dios.
A causa de la infidelidad de los repatriados*
9 1 Cuando hubo acabado todo esto, se me acercaron los jefes diciendo: “El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de los pueblos del país -cananeos, hititas, pereceos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos- que cometen abominaciones. 2 Al contrario, tomaron esposas de sus hijas tanto para ellos como para sus hijos, y han mezclado la simiente santa con la de de los pueblos del país. Los jefes y los magistrados fueron los primeros en caer en esta infidelidad”. 3 Cuando escuché esto, rasgué mis vestiduras y mi manto, rapé los cabellos de mi cabeza y mi barba, y me senté desolado. 4 Todos los que temblaban ante las palabras del Dios de Israel se reunieron junto a mí a causa de la infidelidad de los repatriados, mientras yo permanecí sentado, desolado, hasta la ofrenda vespertina.
Hemos abandonado tus mandamientos
Lv 18,25s.; Ez 36,17; Dt 7,3
5 Llegado el momento de la ofrenda vespertina, abandoné mi desolación, y con mis vestiduras y el manto desgarrados, caí de rodillas y extendí mis manos hacia el Señor, mi Dios, 6 y dije: “Dios mío, estoy avergonzado y humillado como para elevar mi rostro hacia ti, mi Dios, porque nuestras iniquidades se multiplicaron por encima de nuestras cabezas y nuestro delito creció hasta el cielo. 7 Desde los días de nuestros padres hasta hoy nos encontramos en un gran delito, y por nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados a la espada, al desprecio, al saqueo y al oprobio por parte de los reyes de los países, como sucede hasta el día de hoy. 8 Pero ahora, por un breve tiempo, sobrevino el favor del Señor nuestro Dios al dejarnos un resto y otorgarnos un enclave en su lugar santo. De esta manera, nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos y nos ha otorgado un poco de alivio en nuestra servidumbre. 9 Porque fuimos esclavos, pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud; inclinó hacia nosotros la bondad de los reyes persas al darnos ánimo para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, proporcionándonos protección en Judá y Jerusalén. 10 Mas ahora, Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Hemos abandonado tus mandamientos, 11 los que ordenaste por medio de tus servidores los profetas, diciendo: ‘La tierra en la que ustedes entrarán para tomarla en posesión, es una tierra impura por la impureza de los pueblos del país, dadas las abominaciones con las que la cubrieron de un extremo al otro con sus contaminaciones. 12 Por lo tanto, no entreguen a sus hijas a sus hijos ni tomen a sus hijas para sus hijos, y no procuren nunca su paz ni su prosperidad. De esta manera ustedes llegarán a ser fuertes, comerán los mejores frutos de la tierra y dejarán herencia a sus hijos para siempre’. 13 Sin embargo, después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas acciones y nuestro gran delito -y eso que tú, Dios nuestro, nos has tenido en cuenta menos iniquidades y nos has otorgado constituir este resto-, 14 ¿volveremos a quebrantar nuevamente tus mandamientos emparentándonos con los pueblos que cometen esas abominaciones? ¿No te indignarás hasta acabar con nosotros, no quedando un remanente ni un resto? 15 ¡Señor, Dios de Israel, tú eres justo, porque hemos sobrevivido un resto hasta hoy! Aquí estamos frente a ti con nuestro delito; por eso, nadie puede pretender estar de pie ante tu presencia”.
Sepárense de los pueblos del país y de las mujeres extranjeras*
10 1 Mientras Esdras oraba y confesaba los pecados llorando, se postraba ante la casa de Dios, entonces se congregó junto a él una gran asamblea de israelitas: hombres, mujeres y niños, que también lloraban. El pueblo, en efecto, lloraba muchísimo. 2 Entonces Secanías, hijo de Yejiel, de los descendientes de Elam, tomó la palabra y dijo a Esdras: “Nosotros hemos sido infieles a nuestro Dios casándonos con mujeres de los pueblos del país. Sin embargo, todavía existe una esperanza para Israel a este respecto: 3 hagamos ahora un pacto ante nuestro Dios para expulsar a todas las mujeres y a los niños nacidos de ellas, de acuerdo con la disposición de mi señor y de los que respetan el mandamiento de nuestro Dios. Que se lleve a cabo conforme a la Ley. 4 Levántate porque este asunto te concierne y nosotros estaremos contigo. ¡Mantente firme y hazlo!”.
5 Entonces Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes y de los levitas, y a todo Israel, que obrarían de conformidad con lo establecido. Y ellos juraron. 6 Luego Esdras se retiró de delante de la casa de Dios y se dirigió al aposento de Yojanán, hijo de Elearib. Estuvo allí sin comer pan ni beber agua, pues se hallaba de duelo a causa de la infidelidad de los repatriados.
7 Se lanzó entonces una proclama en Judá y en Jerusalén a todos los que habían vuelto del exilio para que se congregaran en Jerusalén. 8 A todo el que no acudiera en el plazo de tres días, según la disposición de los jefes y los ancianos, le serían destinadas al anatema todas sus posesiones, y él mismo sería excluido de la asamblea de los repatriados.
9 Y así, en el plazo de tres días se congregaron en Jerusalén todos los hombres de Judá y Benjamín: era el día veinte del noveno mes. Todo el pueblo se sentó en la explanada de la casa de Dios temblando a causa de este asunto y también por la abundante lluvia. 10 El sacerdote Esdras se levantó y les dijo: “Ustedes han sido infieles y se casaron con mujeres extranjeras, acrecentando así la culpabilidad de Israel. 11 Pero, ahora, confiesen su pecado al Señor, Dios de sus padres, y cumplan su voluntad: sepárense de los pueblos del país y de las mujeres extranjeras”. 12 Y toda la asamblea respondió y dijeron en alta voz: “Sí, actuaremos de acuerdo con tu palabra; 13 solo que el pueblo es numeroso, estamos en la estación de las lluvias y nadie resiste parado a la intemperie. Además, no es una tarea de un día ni de dos, porque somos muchos los que hemos pecado en este asunto. 14 Que nuestros jefes de toda la asamblea se queden, y que todo aquel que haya vivido con mujeres extranjeras en nuestras ciudades, venga acompañado por los ancianos de cada ciudad y su juez en los tiempos establecidos, a fin de que se aleje de nosotros la cólera de nuestro Dios por causa de este asunto”.
15 Solo Jonatán, hijo de Asael, y Yajzías, hijo de Tiqvá, se opusieron a esto, apoyados por Mesulán y el levita Sabtay. 16 Pero los repatriados hicieron lo propuesto. El sacerdote Esdras apartó a algunos hombres, jefes de familia de sus casas paternas; todos fueron designados personalmente. El primer día del mes décimo, ellos ocuparon su sede para investigar el asunto, 17 y el primer día del mes primero se había finalizado con todos los hombres que vivían con mujeres extranjeras.
Se comprometieron en juramento a despedir a sus mujeres extranjeras
18 De los hijos de los sacerdotes que se habían casado con mujeres extranjeras, fueron hallados entre los descendientes de Josué, hijo de Josadac, y sus hermanos: Maasías, Eliezer, Jarib y Godolías. 19 Ellos se comprometieron en juramento a despedir a sus mujeres y la ofrenda de reparación por su delito fue un carnero. 20 Entre los descendientes de Imer: Jananí y Zebadías. 21 Entre los de Jarín: Maasías, Elías, Semayas, Jejiel y Ozías. 22 Entre los de Pasjur: Elyoenay, Maasías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasá. 23 Entre los levitas: Jozabad, Simey, Quelayá, llamado Quelita, Petajías, Judá y Eliezer. Entre los cantores: Eliasib. 24 Entre los porteros: Salún, Télem y Urí. 25 Y entre los israelitas, de los descendientes de Parós: Ramías, Jizías, Malaquías, Miyamín, Eleazar, Malaquías y Benayas. 26 De los de Elam: Matanías, Zacarías, Jejiel, Abdí, Yeremot y Elías. 27 De los de Zatú: Elyoenay, Eliasib, Matanías, Yeremot, Zabad y Azizá. 28 De los de Bebay: Juan, Jananías, Zabay y Atlay. 29 De los de Baní: Mesulán, Maluc, Adaías, Yasub, Seal y Yeramot. 30 De los de Pajat Moab: Adná, Quelal, Benayas, Maasías, Matanías, Bezabel, Binuy y Manasés. 31 De los de Jarín: Eliezer, Yisías, Malaquías, Semamías, Simeón, 32 Benjamín, Maluc y Semarías. 33 De los de Jasún: Matnay, Matatá, Zabad, Elifélet, Yeremay, Manasés y Simí. 34 De los de Baní: Maday, Amram, Joel, 35 Benayas, Bedías, Quelaías, 36 Vanías, Meremot, Eliasib, 37 Matanías, Matnay y Jasay. 38 De los de Binuy: Simí, 39 Selemías, Natán, Adayas, 40 Maknadbay, Sasay, Saray, 41 Azarael, Selemías, Semarías, 42 Salún, Amarías y José. 43 De los de Nebo: Yeiel, Matatías, Zabat, Zebiná, Yaday, Joel y Benayas. 44 Todos ellos se habían casado con mujeres extranjeras y algunas les habían dado hijos.
* 1,1-11. Los primeros tres versículos reproducen casi literalmente los dos últimos del final de 2 Crónicas, mostrando conexión entre estos libros (Crónicas y Esdras – Nehemías), aun cuando no pertenezcan al mismo autor, pero sí a la misma corriente de pensamiento. Los persas gobernaron Siria y Palestina durante más de dos siglos (539-333 a.C.). Ciro y sus sucesores procuraron administrar el imperio de forma distinta a la de los asirios y babilonios, no eliminando los antiguos ordenamientos nacionales ni intercambiando poblaciones nativas; más bien, impulsaron el restablecimiento de las estructuras administrativas de cada pueblo bajo su control. Conforme al texto, el edicto permite el retorno de los deportados, la ayuda para reconstruir el templo y la devolución de los objetos que se había apropiado Nabucodonosor. De esta forma Ciro actuaba de acuerdo con su política, pero los deportados, interpretando los acontecimientos a la luz de su fe, lo consideraron el ungido del Señor (Is 45,1-6). El retorno se asemeja a la salida de Egipto: los que salieron de allí también se favorecieron con los bienes de sus vecinos (Ex 3,22; 11,2; 12,35). El libro los llamará «deportados» (Esd 1,11) aun cuando hayan regresado. En los demás textos, para mayor claridad, se ha traducido: los repatriados.
* 2,1-70. Se inicia un “nuevo éxodo” (Is 52,1-12). Más allá del origen de esta larga enumeración, ella quiere dejar asentado que aquellos que movidos por el Señor se han puesto en camino (Esd 2,5) son todo el pueblo que participa de la reconstrucción de la comunidad. La lista de este capítulo es casi idéntica a la que se encuentra en Neh 7,6-72 y en el libro apócrifo de 3 Esd 5,7-45; sus diferencias más notorias están en las cifras. Algunos aspectos particulares a tomar en cuenta: a)- Los primeros enumerados, cuyos nombres son evocados en Ageo y Zacarías, son: Zorobabel, nieto del rey Joaquín, y por lo tanto, heredero del trono de David (1 Cr 3,19), y Josué, nieto del sumo sacerdote Seraya (5,40, ya que Josadac es su padre; ver Ag 1,12); b)- hay que advertir que hasta Esd 2,20 los nombres corresponden a jefes de clanes; a partir del versículo 21 serán nombres de lugares; c)- los sacerdotes se agrupan en cuatro familias (Esd 2,36-39). Luego vienen los levitas (2,40), cuya función no perece ser muy considerada en Ez 44,10-14. A continuación, se presenta un solo grupo de cantores (Esd 2,41; ver 1 Cr 6,24; 16,5-7-37), seguido de los porteros (Esd 2,42; ver 1 Cr 9,17-27; 26,1-19) y los servidores del Templo (literalmente: «Donados», Esd 2,43), son aquellos, quizá extranjeros, que David y los jefes habían destinado al servicio de los levitas (8,20); por último, los descendientes de los servidores de Salomón (2,55) pudieran ser también extranjeros, empleados de segundo orden, distintos de los anteriores (2 Cr 8,7-8).
* 3,1-13. Establecidos en el territorio, a pesar del miedo que experimentaban ante quienes vivían allí, su primera acción comunitaria es la reconstrucción del altar de los holocaustos y la reanudación del culto. Al celebrarlo con autenticidad y nobleza, la comunidad expresa su gratitud al Dios de Israel, cuyo amor es eterno. Luego, se ponen los cimientos del que será llamado segundo Templo; al verlo, unos se llenan de alegría, otros, en cambio, lloran porque la edificación no será tan excelsa como el anterior Templo de Salomón.
* 4,1-24. El Templo simboliza y proclama la presencia de Dios sosteniendo a su comunidad, y es un elemento cultural que servía para consolidar la identidad frente a las contradicciones y rupturas de la dura cotidianidad. Esd 4 es una suerte de sumario que reúne las permanentes oposiciones a la reconstrucción durante los reinados de Darío I (522-486 a.C.), Jerjes I (485-465) y Artajerjes I (464-424). Los primeros versículos dan cuenta del interés de los pobladores del país por reconstruir el Templo junto con los judíos y de la oposición de estos últimos a ese plan. A partir de Esd 4,6, el problema está en la reedificación de la «ciudad rebelde y malvada» (2 Re 18,7; 24,1.20), en la restauración de sus murallas y en la reparación de los cimientos. Quienes se oponen pertenecen a la provincia del otro lado del Éufrates (Esd 4,10-11), llamada «Transeufratina», situada al oeste del Éufrates («el Río») y que comprendía Siria y Palestina. El rey responde reconociendo el carácter rebelde de la ciudad y mandando suspender las obras.
* 4,7. De Esd 4,8 a 6,18 el texto está en arameo.
* 5,1-6,13. A pesar de las adversidades, los repatriados se vuelcan a reconstruir el Templo de Dios en Jerusalén, apoyados por los profetas Ageo y Zacarías, quienes les recordaban que el Dios de Israel estaba con ellos (5,1-2). No obstante las denuncias presentadas al rey Darío (5,6-17), este, habiendo investigado y reconocido que Ciro lo había permitido, se muestra favorable y colabora financieramente con la restauración del Templo (6,1-12) en el mismo sitio del primero (2,68; 3,3; 5,15; 6,7).
* 6,14-22. Finalizadas las obras, celebran con alegría la dedicación del Templo y coronan la festividad con la inmolación de la Pascua, al igual que cuando entraron por primera vez en la tierra (Jos 5,10-12). Los levitas reciben un lugar y un reconocimiento especiales (Neh 12,47): ellos son los que están en condiciones de inmolar la Pascua (2 Cr 30,17; 35,11).
* 7,1-28a. Reconstruido el Templo y celebrada solemnemente la Pascua, décadas después tiene lugar una nueva etapa de la comunidad repatriada. Ella tendrá por protagonista principal a Esdras, autorizado por el rey Artajerjes con una misión oficial: examinar si la situación político–religiosa en Israel corresponde a lo establecido por la Ley de Moisés (7,13-26). Si bien cumplía la función de escriba en la corte persa, quizás como encargado de los asuntos judíos, este capítulo lo presenta bajo la figura del que lee, traduce y explica la Ley de Dios al pueblo de Israel (Neh 8,8). Al relacionarlo, además, con la familia sacerdotal de Aarón (Esd 7,5), se le reconocen ambas funciones: maestro de la Ley y sacerdote (7,11.21; Neh. 8,9; 12,26). Hay que advertir que Esd 7 al 9 ofrecen información procedente probablemente de las propias memorias de Esdras como puede notarse por el uso de la primera persona.
* 7,12. Esd 7,12-26 se encuentra en lengua aramea.
* 7,28b-8,36. Esdras no viaja solo a Jerusalén; lo acompañan otros israelitas. La lista incluye dos sacerdotes descendientes de Pinjás e Itamar, respectivamente. El primero corresponde a la descendencia de Sadoc (1 Re 2,7) y el segundo, a la de Abiatar; además se menciona un descendiente de David, más doce familias. Los dos linajes sacerdotales reconciliados, un descendiente de la casa real, a quienes se suman levitas, servidores del Templo (Esd 8,15-20) y miembros de doce familias, configuran un cuadro ideal del verdadero Israel. Ellos, implorando la protección divina, traen el oro, la plata y los utensilios necesarios para el Templo y el culto. Al llegar todo lo traído se registra y entrega, sin faltar nada.
* 9,1-15. Esdras encuentra que en el seno de la comunidad de los repatriados muchos, incluso jefes, sacerdotes y levitas, habían contraído matrimonio con extranjeras. Se duele profundamente de ellos y se dirige a Dios, reconociendo el mal hecho e implorando el perdón. Con su reforma, Esdras impulsará una serie de medidas orientadas a reconstruir y conservar la frágil comunidad, reforzando los elementos que permitan consolidar su identidad: la raza y la religión. Él fue, a justo título, el fundador del judaísmo como realidad cultural centrada en la pertenencia al pueblo y la fidelidad a Dios, manifestada en observancia de la Ley y las tradiciones, y en la celebración del culto en el Templo de Dios. Y así, de la condición de pueblo elegido se pasará a la configuración de un pueblo exclusivo y separado. La observancia estricta de la Ley es, al comienzo, una protección; pero, con el tiempo, se convertirá en un muro de separación con los demás pueblos.
* 10,1-44. La Biblia refiere que destacadas figuras de Israel contrajeron matrimonio con mujeres extranjeras: José (Gn 41,45), Moisés (Ex 2,21; Nm 12,1) y David (2 Sm 3,3). La prohibición la establece en el Deuteronomio (Dt 7,1-4) y Esdras exige que se ponga en práctica de manera estricta. Si bien Esd 10 manifiesta la disposición de los repatriados a cumplir con ese mandato, también hubo oposición en el mismo seno de la comunidad (Esd 10,15). De ello dan testimonio las «protestas» expresadas en las narraciones de Jonás y Rut.