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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. Así dice el Señor Dios sobre Edom (1). El autor y su tiempo

 

El libro de Abdías es el más breve de los libros proféticos. Sin embargo es quizá el que más problemas suscita entre los comentaristas cuando se trata de determinar su unidad y la fecha de su composición.

 

Aparentemente, el texto carece de unidad, y más bien parece estar compuesto de breves unidades cuyo origen es difícil de precisar. Los comentaristas señalan que los versículos 2-9 tienen la apariencia de ser un texto paralelo de Jr 49,7-22.

Los breves oráculos que componen el libro de Abdías se refieren a Edom, una región al este y al sur del territorio de Israel. En los relatos bíblicos, Edom es el pueblo formado por los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob, y las difíciles relaciones entre los pueblos de Edom e Israel se anticipan en la conflictiva historia de los dos hermanos (Gn 25,21-23).

Se podría aventurar una hipótesis de que un profeta del siglo VI a.C., al que tradicionalmente se lo llama con el nombre de Abdías (= Servidor del Señor), reunió diversos oráculos, provenientes de diferentes épocas, referentes a la enemistad entre los pueblos de Israel y Edom. Tras la caída de Jerusalén en 586 a. C., los edomitas se aprovecharon de la desgracia de su hermano (Jacob) para despojarlo y anexarse la zona sur y oriental de Judá. El oráculo parece reflejar el tiempo de la vuelta del exilio, finales del siglo vi, que se amplía con otros elementos ‒el tono escatológico, la mención de  ‘el día’ y la realeza del Señor‒ que dan pie para retrasar la redacción final hasta el siglo iv a. C. Se piensa en una profecía original que crecía y se actualizaba para sucesivas generaciones. Con el transcurso de los años, un oráculo particular fue alcanzando relevancia universal.

 

  1. ¡Lo que hiciste, eso te harán! (15). Teología del libro de Abdías

 

El libro de Abdías concentra en la figura de Edom, el tradicional enemigo de Israel, a todos los adversarios del pueblo de Dios. Se destaca la soberbia (v. 3) y el proceder de Edom, porque en el día en que Jerusalén era atacada y destruida se unió a los enemigos (Sal 137,7) y desató su violencia (v.11).

 

A los que se oponen al pueblo de Dios, el profeta les anuncia la proximidad del «día del Señor» (v.15; Am 1,18; 8,9-13; Jl 1,15; Sof 1,14-18), en el que serán juzgados y condenados todos los malhechores. El odio y la violencia que estos acumularon se volverán contra ellos mismos (v.16). Los fieles, en cambio, ocuparán toda la tierra de Israel y el Señor reinará sobre ellos (v.21). El presuntuoso monte de Esaú será eclipsado por el renovado monte de Sion, en donde se congregará el resto fiel del pueblo de Dios y habrá una restauración escatológica.

 

El mensaje de Abdías se dirige a todos los que ejercen violencia contra los débiles, para recordarles que Dios juzgará todas las acciones y «dará a cada uno según sus obras» (Sal 62,13). A los oprimidos, por su parte, los consuela anunciándoles que Dios vela por ellos y recibirán el premio por su constancia en la fe.

 

  1. Visión de Abdías… (1). Estructura del libro

 

La profecía comprende tres partes: el oráculo contra Edom (vv. 1-7), los reproches contra Esaú (vv. 8-15) y el juicio seguido por la restauración (vv. 16-21). En la primera parte se justifica el castigo por la soberbia y crueldad de este vecino de Judá, mientras que en la tercera a Esaú se le suman las naciones despojadas por el resto de Israel.

 

La estructura de este oráculo es la siguiente:

  1. El oráculo contra Edom                      vv. 1-7
  2. Los reproches contra Esaú                  vv. 8-15
  3. El juicio y la restauración                   vv. 16-21.
     

¡Cómo ha sido arrasado Esaú! [1]

Jr 49,9-16

 

1 1 Visión de Abdías.

 

Así dice el Señor Dios sobre Edom:

Hemos oído un rumor de parte del Señor,

un mensajero ha sido enviado a las naciones:                                     

“¡En marcha!, levantémonos en guerra contra él”.

2 Te hago pequeño y despreciable entre las naciones.                         

3 La soberbia de tu corazón te ha engañado,                                       

tú que habitas en las hendiduras de la roca.

Tu vivienda son las cumbres;

por eso piensas: “¿Quién me derribará a tierra?”.

4 Aunque remontes en vuelo como el águila                                         

y pongas tu nido entre las estrellas,

de allí te derribaré – oráculo del Señor -.

 

5 Si te invadieran ladrones o salteadores durante la noche,                                

¡Cómo quedarías arruinado! ¿No te robarían todo lo que quisieran?

Si te invadieran vendimiadores ¿dejarían algunos racimos?

6 ¡Cómo ha sido arrasado Esaú!

¡Cómo han sido descubiertos sus escondrijos!                                             

 

7 Todos tus aliados te han arrinconado hasta la frontera;

tus amigos te han engañado, te han dominado;

tus compañeros te han tendido trampas:

“Ha perdido la razón”.

 

 

¡No te jactes por el día de su desdicha![2]

Jr 25,15-29; 49,7. 20-22; 50,29: Ez 25,13; Am 1,12;  Sal 137,7

 

8 En aquel día – oráculo del Señor –

¿no acabaré con los sabios de Edom y la astucia del monte de Esaú?

 

9 Tus valientes estarán aterrados, Temán,                                     

porque después de la masacre

no quedará nadie con vida en el monte de Esaú.

10 Por la violencia contra tu hermano Jacob, la vergüenza te cubrirá        

y serás exterminado para siempre.

11 Allí estabas tú el día en que extranjeros se llevaron su riqueza,

y extraños irrumpieron por sus puertas y se repartieron a suertes Jerusalén.

¡Tú fuiste también como ellos!

 

12 “No debiste contemplar con placer el día de la desgracia de tu hermano.

No debiste alegrarte en el día de la ruina del pueblo de Judá.             

No debiste jactarte por el día de su desdicha.

13 No debiste atravesar las puertas de mi pueblo el día de su ruina.

No debiste contemplar con placer el día de su desastre.

No debiste confiscar sus riquezas el día de su calamidad.

14 No debiste ocupar la encrucijada para exterminar a sus fugitivos.

No debiste entregar a sus supervivientes el día de la angustia,

15 porque está cerca el día del Señor contra todas las naciones.

 

¡Lo que hiciste, eso te harán! ¡Sobre tu propia cabeza recaerá tu merecido!          

 

 

¡El Señor reinará![3]

Jr 49,12; Jl 3,5

 

16 De la misma manera que ustedes bebieron en mi monte santo,

todas las naciones beberán por turno.

¡Así será! ¡Beberán, tragarán y luego desaparecerán sin dejar huella!

 

17 Pero en el monte Sion, el lugar santo, quedará un resto

y la casa de Jacob recobrará sus posesiones.

18 Jacob se volverá fuego y José, llama,

pero Esaú, paja; la quemarán hasta consumirla

y no quedará superviviente de Esaú.

– el Señor lo ha dicho -.

 

19 Los del Negueb ocuparán el monte de Esaú,

los de la Sefelá el país de los filisteos;

y también se instalarán en la región de Efraín y de Samaría;

los de Benjamín poseerán Galaad.

20 Los desterrados, ese ejército de Israel,

ocuparán Canaán hasta Sarepta,

y los desterrados de Jerusalén, que están en Sefarad,

poseerán los poblados del Negueb.

 

21 Subirán victoriosos al monte Sion

para gobernar el monte de Esaú.

 

¡El Señor reinará!

 

[1] 1-7. Dios echa por tierra la altivez humana, representada por Edom, usando las naciones como instrumento de castigo. El análisis psicológico es atinado: la altivez produce la falsa seguridad. Los altaneros edomitas, que se sienten inexpugnables por su topografía, la ciudad de Selá –Petra-, edificada en la roca, chocan contra Dios, que vive en lo alto. El profeta escenifica la caída y resalta la ironía: Edom, que se cree sabio, no se da cuenta de que Babilonia, a la que apoya contra Judá, es la misma que lo va a destruir.

[2] 8-15. El profeta ironiza sobre la sabiduría célebre y la valentía de Edom. Ni su topografía ni sus dones intelectuales podrán evitar la destrucción mandada por Dios. Edom-Esaú nunca supo portarse como hermano de Jacob-Israel. Ocho reproches, que incluyen la mención de “el día”, recuerdan su delito: su apoyo en favor de la caída de Jerusalén. Por esta perversidad se concluye teológicamente su castigo.

[3] 16-21. A partir de la situación histórica la mirada se proyecta al juicio de todas las naciones. El mal que Edom ha provocado se volverá contra él mismo. El oráculo tiene dos horizontes: recuerda el castigo de los edomitas y anuncia la restauración de Israel y el reinado del Señor. Quien no se mostró como hermano es privado de relaciones fraternas. La profecía concluye con una marcha triunfal, que anticipa el mensaje del Nuevo Testamento, la llegada del Reino de Dios y el esplendor de la ciudad santa al final del Apocalipsis.