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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. ¡Ustedes, que abusan de los pobres! (4,1). El autor y su tiempo

 

El profeta Amós no pertenecía a los grupos de profetas, sino que era un propietario de ganado. Él era originario de Tecoa, en el territorio del reino de Judá (1,1), y fue llamado por el Señor, que lo envió a predicar al reino de Israel (7,14-15), ministerio que cumplió en el tiempo en que Jeroboán II reinaba sobre Israel (782-753 a. C), y Azarías (Osías) gobernaba el reino de Judá (767-739 a. C.). Amós fue contemporáneo del profeta Oseas.

 

En el comienzo de su ministerio, Amós predicó en Betel, uno de los santuarios erigidos por Jeroboán I (1 Re 12,28-29), de donde debió alejarse después de un conflicto con el sacerdote del lugar (Am 7,10-17). Como en varios de sus discursos se mencionan los habitantes de Samaría (3,9.12; 4,1; 6,1; 8,14), algunos autores sospechan que, posteriormente, Amós se habría trasladado a esa ciudad.

 

El reinado de Jeroboán II, época de la actuación de Amós, se distingue por haber sido un período de prosperidad económica, debido a que el reino se extendió con la recuperación de algunos territorios y la conquista de otros, cuando aún no se percibía la amenaza de la expansión del Imperio asirio. Los ricos atesoraban fortunas, pero para lograrlo oprimían a los pobres (3,9-10; 4,1; 8,4-6), falseaban las balanzas (Miq 6,11; Lv 19,35-36; Dt 25,13-16) y cometían otras injusticias que los gobernantes y los jueces toleraban (5,7.10-11). Se daba gran importancia a las celebraciones religiosas, pero estas ocultaban una religiosidad solamente formal, carente de justicia y contaminada en gran parte por el paganismo (5,21-27).

 

El profeta Amós, campesino llegado a los santuarios y grandes ciudades de Israel, se impresiona por el lujo deslumbrante de los ricos (3,15; 5,11; 6,4-6), que contrasta con la miseria de los pobres (5,11). Levanta entonces su voz y con un lenguaje rudo condena las injusticias que se cometen contra los débiles y la falsa religiosidad con la que algunos intentan tranquilizar su conciencia, convirtiendo al Dios de Israel en una caricatura de dios, sobornable con el culto. Ante estas evidentes violaciones de la alianza, Amós anuncia los castigos que caerán sobre el reino de Israel.

 

Como sucede en todos los libros proféticos, a la predicación original de Amós se han añadido relecturas posteriores, como por ejemplo las dirigidas a Judá (2,4-5; 6,1; 9,11-12) o las de aliento y esperanza a los desterrados (9,13-15).

 

  1. Esto me hizo ver el Señor Dios (7,1). La teología de Amós

 

El mensaje central del libro de Amós se puede resumir en la proclamación de un Dios que está por encima de todo lo existente (5,8; 9,5-6). El discurso del profeta se interrumpe con «doxologías» o «palabras de alabanza» (4,13; 5,8-9; 9,5-6), que, a la vez de dar al libro el aspecto litúrgico, mantiene en los lectores la imagen de un Dios que no se confunde con la creación, sino que es el creador y dominador de todo. En los oráculos con los que comienza el libro Dios se presenta como el juez de todas las naciones, lo que constituye una novedad, ya que hasta ese momento el Señor era presentado solo como «el Dios de Israel» (1,3-2,16).

 

El Dios presentado por Amós, que se diferencia de todo lo creado, no es un Dios lejano, no permanece indiferente ni se desentiende de las cosas de este mundo, sino que se muestra cercano, defensor de los pobres y humildes, y se indigna por la opresión de los pobres. No se deja sobornar por los que le ofrecen culto con bienes mal adquiridos y desprecia los actos litúrgicos celebrados por los que no llevan una vida de acuerdo con las exigencias de la ley; en lugar de ese culto exige la práctica de la justicia (5,24).

 

El profeta introduce la noción del «día del Señor» (1,18; 8,9-13), que luego será retomada por los otros profetas (Jl 1,15; 2,1-2; Abd 1,15; Sof 1,14-18): es el día futuro en el que Dios juzgará a la humanidad para dar lo merecido a los pecadores, instaurar la justicia y dar comienzo a un tiempo de paz y felicidad. El pueblo infiel es amenazado con castigos semejantes a los que se encuentran en otros libros del AT (6,7-14; 7,8-9; 8,9-10; 9,1-4.10; etc.). Pero los castigos no serán definitivos ni representan la última palabra, porque queda pendiente para el futuro una promesa de salvación (9,11-15).

 

  1. Palabras de Amós (1,1). La estructura del libro

 

En el libro de Amós se pueden señalar las siguientes partes:

 

Introducción                                                   1,1-2

 

I –   Oráculos contra las naciones                   1,3-2,16          

 

II –  Oráculos contra los israelitas                3-6

 

III –  Visiones acerca de Israel                        7,1-9,10

 

IV –  La restauración futura                         9,11-15

 

Palabras de Amós[1]

Zac 14,5

 

11  Palabras de Amós, uno de los dueños de rebaños de Tecoa. Visiones que tuvo acerca de Israel dos años antes del terremoto, en tiempos de Ozías, rey de Judá, y de Jeroboán, hijo de Joás, rey de Israel. 2  Decía:

 

«Ruge el Señor desde Sion,

desde Jerusalén alza su voz:

“¡Los pastizales están de duelo

y se seca la cumbre del Carmelo!”».

 

  1. ORÁCULOS CONTRA LAS NACIONES [2]­

 

Por tres delitos de Damasco

 

3  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Damasco,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque trituró a Galaad con trillos de hierro,

4 enviaré fuego a la casa de Jazael

que consumirá los palacios de Banadad.

5 Romperé el cerrojo de Damasco,

quitaré al gobernante de Bicat-Avén

y al que empuña el cetro en Bet-Edén:

¡El pueblo arameo irá exiliado a Quir!».

Dice el Señor.

 

Por tres delitos de Gaza

 

6  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Gaza,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque deportó a los exiliados en masa

para entregárselos a Edom,

7 enviaré fuego a los muros de Gaza

que consumirá sus palacios.

8 Quitaré al gobernante de Asdod

y al que empuña el cetro en Ascalón,

y volveré mi mano contra Ecrón:

¡Así perecerá el resto de los filisteos!».

Dice el Señor Dios.

 

Por tres delitos de Tiro

 

9  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Tiro,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque entregó a los exiliados en masa

para dárselos a Edom,

olvidando una alianza de hermanos.

10 ¡Enviaré fuego a los muros de Tiro

que consumirá sus palacios!».

 

Por tres delitos de Edom

 

11  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Edom,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque persiguió a su hermano

sin compasión y a punta de espada,

por alimentar su ira sin cesar

y por conservar su furia para siempre,

12 ¡enviaré fuego a Temán,

que consumirá los palacios de Bosrá!».

 

Por tres delitos de los hijos de Amón

 

13  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de los hijos de Amón,

y por cuatro, no los perdonaré:

porque abrió el vientre de las embarazadas de Galaad

con el fin de ensanchar su territorio.

14 Prenderé fuego a los muros de Rabá,

que consumirá sus palacios,

con el toque de guerra de un día de batalla,

con el fragor de un día de tormenta.

15 ¡Su rey marchará al exilio;

él, con todos sus príncipes!».

Dice el Señor.

 

Por tres delitos de Moab

 

2 1  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Moab,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque quemó hasta calcinar

los huesos del rey de Edom,

2 enviaré fuego a Moab,

que consumirá los palacios de Queriyot.

Con toque de guerra, con clamor de la trompeta,

morirá Moab

3 y quitaré de en medio al que gobierna,

¡a él y a sus príncipes les daré muerte!».

Dice el Señor.

 

Por tres delitos de Judá[3]

 

4  Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Judá,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque despreció la Ley del Señor,                

dejó de observar sus preceptos

y se extravió detrás de los mismos ídolos,

que siguieron sus padres.

¡Enviaré fuego a Judá,

que consumirá los palacios de Jerusalén!».

 

Por tres delitos de Israel

Am 7,16; 8,6; Éx 22,25; Is 10,2;

 

Así dice el Señor:

«Por tres delitos de Israel,

y por cuatro, no lo perdonaré:

porque venden por dinero al inocente,

y al indigente, por un par de sandalias;                  

7 porque pisotean la cabeza de los pobres             

contra el polvo de la tierra,

y a los humildes les niegan justicia;

porque profanan mi santo nombre

cuando acuden padre e hijo a la misma joven,

8 cuando se acuestan sobre ropas empeñadas        

en las cercanías de todos los altares

y cuando beben en el templo de su dios

el vino de los que han multado».

 

9 «¡Aunque yo, en su presencia,

hice desaparecer a los amorreos

que eran tan altos como cedros

y tan firmes como robles!

Desde arriba hice desaparecer sus frutos

y desde abajo, sus raíces.

10 ¡Aunque yo los hice salir a ustedes

de la tierra de Egipto

y durante cuarenta años

los conduje por el desierto,

para que tomaran posesión

de la tierra de los amorreos!

 

11 Suscité profetas entre sus hijos,

y nazireos, entre sus jóvenes.

¿No fue así, hijos de Israel?

Oráculo del Señor.

12 Pero ustedes emborracharon

a los nazireos con vino,

y ordenaron a los profetas:

“¡No profeticen!”».                          

 

13 «¡Aquí estoy yo!

Yo mismo los voy a aplastar.

Los aplastaré contra el suelo,

como aplasta una carreta

que está llena de gavillas.

14 El veloz perecerá en su huida,

el fuerte no desplegará su poder

y el guerrero no logrará salvar su vida;

15 el que empuña el arco no resistirá,

el de pies ligeros no se salvará

y el jinete no logrará salvar su vida.

16 Aquel día,

el más osado de los guerreros

solo alcanzará a huir desnudo».

Oráculo del Señor.

 

  1. ORÁCULOS CONTRA LOS ISRAELITAS [4]­

 

Contra ustedes, israelitas…

1 Re 12,28-30 // 3,13: Ap 4,8; 15,3

 

3 1  Escuchen esta palabra

que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas,

contra toda la familia que yo

hice subir de la tierra de Egipto:

2 ¡de todas las familias de la tierra

yo los elegí solamente a ustedes;

por eso, yo les pediré cuentas de todas sus culpas!

 

3 ¿Caminan acaso dos juntos

sin antes ponerse de acuerdo?

4 ¿Ruge acaso el león en la selva

sin que haya una presa para él?

¿Acaso el leoncillo da un gruñido desde su guarida,

sin antes haber capturado algo?

5 ¿Acaso cae un pájaro a tierra

sin que se le haya tendido una trampa?

¿Acaso salta una trampa en el suelo

sin haber capturado nada?

6 ¿Suena la trompeta en la ciudad

sin que el pueblo se estremezca?

¿Sucede una desgracia en la ciudad

sin que el Señor la haya causado?

7 ¡No, nada hace el Señor Dios

sin antes revelar su designio

a sus servidores, los profetas!

 

8 Ruge el león,

   ¿quién no temerá?

Habla el Señor Dios,

¿quién no profetizará?

 

Proclámenlo en los palacios de Asdod

y anúncienlo en los palacios de Egipto:

«¡Júntense en los montes de Samaría,

vean los graves desórdenes y abusos

que se cometen en medio de ella!

10 Porque no saben actuar con honestidad

los que atesoran en sus palacios

violencia y destrucción».

Oráculo del Señor.

 

11 Por eso así dice el Señor Dios:

«¡Un adversario rodeará el país,

hará declinar tu poder

y saqueará tus palacios!».

 

12 Así dice el Señor:

«Como el pastor rescata de las fauces del león

unas patas o un pedazo de oreja,

eso se rescatará de los israelitas

que habitan en Samaría recostados en camas

y divanes confortables.

13 ¡Presten atención y den testimonio

en contra de la casa de Jacob!».

Oráculo del Señor Dios, el Dios del Universo. 

 

14  «El día que yo pida cuentas

a Israel por sus delitos,

también pediré cuentas

por los altares de Betel.                      

¡Derribaré los salientes del altar

y haré que caigan por tierra!

15 Causaré estragos en sus casas,

en la de invierno y en la de verano.

¡Se acabarán las casas de marfil

y muchas casas serán derribadas!».

Oráculo del Señor.

 

¡Vayan a Betel a cometer delitos! [5]

4 1 ¡Escuchen esta palabra,

ustedes, vacas de Basán del monte de Samaría,

que abusan de los pobres, maltratan a los indigentes,

y dicen a sus maridos:

«Tráigannos de beber»!

2 El Señor Dios, lo ha jurado por su propia santidad:

«Llegan días contra ustedes

en que las levantarán con ganchos,

y sus traseros, con arpones de pesca.

3 Comenzarán a salir abriendo paso,

una tras otra, y serán arreadas hacia el Hermón».

Oráculo del Señor.

 

4 ¡Vayan a Betel a cometer delitos;

multipliquen los delitos en Guilgal!

Por la mañana, lleven sus sacrificios,

y cada tres días, sus diezmos;

5 quemen ofrendas de pan fermentado

como sacrificio de acción de gracias;

pregonen las ofrendas voluntarias,

anúncienlas a gritos, israelitas,

como a ustedes les gusta hacerlo.

Oráculo del Señor Dios.

 

¡No se convirtieron a mí! [6]

//4,13: Ap 15,3

 

6 Yo mismo provoqué una carestía:

los privé de todo alimento

en cada una de sus ciudades,

en cada uno de sus poblados.

Sin embargo, ustedes,

¡no se convirtieron a mí!

Oráculo del Señor.

 

7 Yo mismo provoqué una sequía;

los privé de la lluvia

faltando aún tres meses

para el inicio de la cosecha:

hacía llover sobre una ciudad,

pero no sobre las demás;

una parcela recibía lluvia, otras no;

todo acabó por secarse.

8 De dos ciudades, e incluso tres,

acudían a una ciudad en busca de agua para beber,

y no conseguían aplacar su sed.

Sin embargo, ustedes,

¡no se convirtieron a mí!

Oráculo del Señor.

 

9  Causé estragos en sus cultivos

por medio de hongos y moho;

todo lo devoró la langosta,

sus muchas huertas y viñas,

sus higueras y olivos.

Sin embargo, ustedes,

¡no se convirtieron a mí!

Oráculo del Señor.

 

10 Les envié una peste,

una peste similar a la de Egipto;

a espada di muerte a sus jóvenes,

junto a lo mejor de su caballería,

e hice que llegara a sus narices

el hedor de sus campamentos.

Sin embargo, ustedes,

¡no se convirtieron a mí!

Oráculo del Señor.

 

11 Los destruí como destruye Dios,

como hice con Sodoma y Gomorra;

quedaron ustedes peor que un tizón

que logra ser salvado de la hoguera.

Sin embargo, ustedes,

¡no se convirtieron a mí!

Oráculo del Señor.

 

12 Por consiguiente así haré contigo, Israel.

Por eso, porque te haré esto,

¡prepárate, Israel, para enfrentar a tu Dios!

 

13 Porque aquí está el que forma los montes,

    crea el viento y revela al hombre su pensamiento.

El que hace la aurora y las tinieblas

y camina sobre las cimas de la tierra:

el Señor, el Dios del Universo, ¡ese es su nombre!

 

¡Búsquenme a mí y tendrán vida! [7]

 

5  1 ¡Escuchen esta palabra!

Contra ustedes, casa de Israel,

entono una elegía:

2 «La virgen de Israel está caída,

ya no volverá a levantarse;

abandonada sobre su propio suelo,

ya no hay quién la pueda levantar».

 

3 Así dice el Señor Dios

a la casa de Israel:

«La ciudad que salía con mil,

quedará solamente con cien,

y la ciudad que salía con cien,

quedará solo con diez».

 

4 Porque así dice el Señor

a la casa de Israel:

«¡Búsquenme a mí y tendrán vida!

5 Pero no busquen a Betel, no vayan a Guilgal

ni pasen por Berseba;

porque al exilio partirá Guilgal

y en Betel habrá solo iniquidad».

 

6 ¡Busquen al Señor y tendrán vida!

Para que él no irrumpa como fuego en la casa de José,

y no haya quién apague el incendio de Betel.

    7 Han transformado el derecho en amargura;

han echado por tierra la justicia.

 

8 Él es autor de las Pléyades y de Orión;

él transforma las densas sombras en amanecer,

y el día, en oscura noche.

Él convoca las aguas del mar

y las derrama sobre la tierra:

el Señor, ¡ese es su nombre!

 

9  Él desencadena la devastación sobre las fortalezas,

y la devastación alcanza las ciudades fortificadas.

 

10  Odian en el tribunal al que los denuncia,

y aborrecen al que presenta testimonios imparciales.

 

11  Por eso, ya que ustedes explotan al pobre

y le exigen impuestos sobre sus cosechas:

aunque construyeron mansiones, ¡no las habitarán!

Aunque plantaron viñas selectas, ¡no beberán su vino!

12 Porque yo conozco la multitud de sus delitos,

sus innumerables pecados:

afligen al que es inocente, exigen soborno de él,

y niegan a los indigentes justicia en el tribunal.

 

13 Por eso, el sensato calla en este tiempo,

porque es un tiempo de desgracia.

 

14 ¡Busquen el bien y no el mal,

para que puedan tener vida

y llegue a estar verdaderamente con ustedes

el Señor, el Dios del Universo,

como tanto les gusta jactarse!

 

15 ¡Odien el mal y amen el bien

restablezcan el derecho en el tribunal!

Quizás entonces el Señor, el Dios del Universo,

tenga compasión del resto de José.

 

16  Por eso, así dice el Señor Dios, el Dios del Universo:

«En todas las plazas habrá alaridos;

en todas las calles, gritos de dolor.

El labrador será convocado a hacer duelo,

y a dar alaridos, el que es experto en lamentos.

17 En todas las viñas habrá alaridos,

 cuando yo pase entre ustedes».

Dice el Señor.

 

¡Ay de los que ansían el día del Señor! [8]

Is 1,11-20; Jl 1,15; 2,1-2; Abd 1,15;  Sof 1,14-18; Eclo 34,18-22 // 5,25-27: Hch 7,42-43

 

18  ¡Ay de los que ansían la llegada del día del Señor!   

¿Por qué ansían el día del Señor?

¡Es un día de oscuridad, no de luz!

19  Es como el que se escapa de la presencia del león

y se topa con un oso

o  entra en su casa, apoya su mano en la pared

y lo muerde una serpiente.

20 ¡El día del Señor, es día de oscuridad, no de luz;

de tiniebla y no de resplandor!

 

21  Odio y desprecio las fiestas de ustedes;            

me repugnan sus asambleas.

22  Aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas en mi honor,

en nada logran complacerme.

No tomo en cuenta sus sacrificios de animales bien cebados.

23  Aparta de mí el ruido de tus cánticos,

no quiero oír la música de tus arpas.

 

24 ¡Que el derecho fluya como el agua,

y la justicia, como un manantial inagotable!

25 ¿Acaso ustedes, casa de Israel,

me ofrecieron sacrificios y ofrendas

durante los cuarenta años del desierto?

 

26  Ustedes tendrán que cargar con Sacut, su rey, y con Keván,

esas imágenes de sus dioses astrales

que ustedes mismos se fabricaron.

27 Y yo los conduciré al exilio, muy lejos,

más allá de Damasco.

Dice el Señor, el Dios del Universo,

¡ese es su nombre!

 

¡Ay de los que se sienten seguros en Sion! [9]

 

6 1 ¡Ay de los que se sienten seguros en Sion,

y de los que habitan llenos de confianza

en el monte de Samaría!

Los que se tienen por principales

de la primera de las naciones,

y a quienes acude la casa de Israel.

 

2  Vayan a Calné 

y desde allí a la gran Jamat,

para descender luego a Gat,

la de los filisteos, y fíjense:

¿Acaso son mejores que esos reinos,

 y su territorio es mayor que el de ustedes?

 

3  Pretenden alejar el día nefasto,

pero ustedes no hacen sino atraer

una situación de violencia.

4 Acostados sobre elegantes camas de marfil,

y recostados sobre sus divanes

banquetean con corderos del rebaño,

y terneros sacados del establo.

5 Improvisan cantos al son del arpa

y, como David, inventan instrumentos musicales.

6 Beben vino en grandes copas,

y se ungen con perfumes de muy fina calidad,

¡pero no se afligen

por el desastre de José!

 

7  Por eso, ahora partirán al exilio

al frente de los deportados.

¡Cesará la orgía de los disolutos!

 

8  El Señor Dios lo ha jurado por su propia vida,

-oráculo del Señor, el Dios del Universo-:

«Porque detesto la arrogancia de Jacob

y odio sus palacios,

yo mismo entregaré la ciudad

y todo lo que hay en ella».

.

9 Sucederá que, si han quedado diez personas

viviendo en una misma casa, las diez morirán.

10 Cuando un pariente saque de la casa

los huesos para quemarlos

y grite a quien está al fondo de ella:

«¿Queda todavía alguien contigo?»,

responderá: «¡No hay nadie!»;

y el primero añadirá: «¡Silencio!

No hay que invocar el nombre del Señor».

 

11  Porque aquí está el Señor

 y él mismo da la orden

de reducir la mansión a añicos,

y a escombros, la casa pequeña.

 

12  ¿Acaso galopan los caballos sobre la roca?

¿O se ara con bueyes sobre el mar?

Pero ustedes han transformado el derecho en hiel,

y el fruto de la justicia, en amargura.

13 Sin motivo se alegran por Lo Debar (nada)

y se jactan diciendo: «Gracias a nuestra propia fuerza

nos hemos apoderado de Carnaín (fortaleza)».

 

14  Porque, he aquí que yo suscito

contra ustedes, casa de Israel,

una nación que los oprimirá

desde la entrada de Jamat

hasta el torrente del Arabá.

Oráculo del Señor, el Dios del Universo.

 

III. VISIONES ACERCA DE ISRAEL [10]­

 

El Señor formaba langostas

Jl 1,4-7

 

7  1  Esto me hizo ver el Señor Dios:

Al salir los primeros brotes,

esos brotes que despuntan

al concluir la siega del rey,

el Señor formaba langostas,                                  

2  langostas que devorarían todo,

hasta la última hierba del campo.

Entonces, yo le dije:

«Te ruego, Señor Dios, ¡perdona!

¿Cómo podría resistir Jacob,

que es tan pequeño?».

3 Entonces el Señor se arrepintió

y dijo: «¡Eso no sucederá!».

 

El Señor convocaba al fuego

 

Esto me hizo ver el Señor Dios:

Estaba el Señor Dios

convocando al fuego para un juicio,

y el fuego consumió el gran abismo

y estaba por devorar los campos.

5  Entonces, yo le dije:

«Te ruego, Señor Dios, ¡detente!

¿Cómo podría resistir Jacob,

que es tan pequeño?».

6 Entonces el Señor Dios se arrepintió

y dijo: «¡Tampoco eso sucederá!».

 

Voy a poner una plomada

 

7  Esto me hizo ver el Señor:

él estaba de pie junto a un muro

y con una plomada en la mano.

8  El Señor me preguntó:

«¿Qué estás viendo, Amós?».

«Una plomada», respondí.

Entonces, el Señor me dijo:

«Voy a poner una plomada

en medio de mi pueblo Israel,

¡no le dejaré pasar ni una sola falta más!

9  Quedarán desolados los lugares altos de Isaac

y arrasados los santuarios de Israel.

¡Empuñaré la espada

contra la casa de Jeroboán!».

 

¡Aléjate de aquí, vidente! [11]

Am 2,12; 5,27; 7,9.17; 9,4

 

  • Amasías, sacerdote de Betel, mandó decir a Jeroboán, rey de Israel: «Amós está conspirando contra ti en medio de la casa de Israel; y el país no puede soportar todas sus palabras, 11porque anda diciendo: “¡Jeroboán morirá a espada!   ¡Israel partirá al exilio lejos de su tierra!”».

12 Amasías dijo a Amós: «¡Aléjate de aquí, vidente! ¡Huye al territorio de Judá y gánate el pan profetizando allá; 13 pero en Betel no profetices más, porque es el santuario del rey y el templo del reino de Israel!».

  • Amós respondió a Amasías: «Yo no soy profeta, ni discípulo de profeta; yo criaba ganado y cultivaba higueras. 15Sin embargo, el Señor me tomó de detrás del rebaño y el Señor me dijo: “¡Profetiza a mi pueblo Israel!”». 16Ahora escucha la palabra del Señor:

 

«Tú dices: “¡No profetices contra Israel

ni vaticines contra la casa de Isaac!”.

17  Por eso, así dice el Señor:

“Tu mujer se prostituirá en la ciudad

y tus hijos e hijas caerán a espada;

tu tierra será repartida a suertes

y tú morirás en tierra extranjera.

¡Israel partirá al exilio lejos de su tierra!”».

 

Una canasta de fruta madura

 

8 1  Esto me hizo ver el Señor Dios:

había una canasta de fruta madura.

2  Él me preguntó: «¿Qué ves tú, Amós?».

«Una canasta de fruta madura», respondí.

Entonces, el Señor me dijo:

«Mi pueblo Israel está maduro para el castigo:

¡No le dejaré pasar ni una sola falta más!

3  Aquel día, los cánticos del templo

se cambiarán en gemidos

-oráculo del Señor Dios-.

Serán tantos los cadáveres

que los arrojarán por cualquier parte.

¡Habrá un silencio sepulcral!».                

 

Ustedes que pisotean a los indigentes

Am 2,6; Lv 19,35-36; Dt 25,13-16; Miq 6,11

 

Escuchen esto, ustedes, que pisotean a los indigentes,

y quieren hacer desaparecer a los pobres de la tierra.

5  Ustedes que dicen:

«¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva para poder vender el cereal;

y cuándo terminará el sábado, para dar salida al grano?».

¡Para achicar la medida y aumentar el precio!          

¡Para adulterar  balanzas con fraude!

6  ¡Para vender hasta los desechos del trigo!

¡Para comprar a los pobres por dinero

y al indigente por un par de sandalias!                       

 

7  Por la arrogancia de Jacob,

el Señor ha jurado:

«¡Jamás me olvidaré de su modo de actuar!».

8  ¿Acaso no debería agitarse la tierra por esto,

y todos sus habitantes hacer duelo?

Toda ella crecerá como el Nilo,

se agitará y se calmará como el río de Egipto.

 

Hambre de escuchar la palabra del Señor

Is 13,10; Jr 15,9; Miq 3,6; Zac 12,10

 

9  Aquel día -oráculo del Señor Dios-

haré que el sol se oculte a mediodía,                  

y que en pleno día la tierra se oscurezca.

10 Cambiaré sus fiestas en duelo,

y todos sus cánticos, en lamentos;

haré que ustedes se vistan de luto,

que todos se arranquen el cabello,

que hagan duelo como por un hijo único               

y su final será como día de amargura.

 

11 Vienen días -oráculo del Señor Dios-,

en que enviaré hambre a la tierra:

no hambre de pan ni sed de agua,

sino hambre de escuchar la palabra del Señor.

12  Entonces, vagarán errantes,

de norte a sur, de oriente a occidente,

buscando la palabra del Señor,

pero no la encontrarán.

 

13  Aquel día, desmayarán de sed

las hermosas doncellas y los jóvenes apuestos.

14  Caerán y no se levantarán más

los que juran por Asimá, la diosa de Samaría,

los que dicen: «¡Dan, viva tu dios!»,

y también «¡Viva la peregrinación a Berseba!».

 

Vi al Señor de pie junto al altar

Sal 139,7-12

 

9 1  Vi al Señor de pie junto al altar y me dijo:

«¡Golpea el capitel,

que se desplomen los dinteles!

Derríbalos sobre la cabeza de todos ellos.

A los sobrevivientes les daré muerte a espada,

¡ni uno solo podrá escapar,

ni uno solo logrará huir!

2  Aunque bajen al abismo, desde allí los sacará mi mano;               

aunque suban hasta el cielo, desde allí los haré descender.

3  Aunque intenten esconderse de mí en lo más alto del Carmelo,

allí los buscaré y los agarraré;

aunque intenten ocultarse de mi vista en lo más profundo del mar,

allí ordenaré a la serpiente que los muerda.

4  Aunque sus enemigos los tomen cautivos,

allí ordenaré a la espada que les dé muerte.

Fijaré mis ojos en ellos, ¡para mal, no para bien!».

 

5  El Señor, el Dios del Universo,

toca la tierra, ella se deshace

y todos sus habitantes hacen duelo.

Toda entera crecerá como el Nilo,

y se calmará como el río de Egipto.

6 Él edifica en el cielo sus altas moradas

y asienta su bóveda sobre la tierra.

Él convoca las aguas del mar y las derrama sobre la tierra:

el Señor, ¡ese es su nombre!

 

 

La desgracia no nos dará alcance

Jr 5,12

 

7  Israelitas -oráculo del Señor-,

no hago diferencia alguna

entre ustedes y los etíopes.

Yo saqué a Israel de Egipto,

así como a los filisteos los saqué de Creta

y a los arameos, de Quir.

8  Los ojos del Señor Dios están sobre el reino pecador:

«¡Lo haré desaparecer de la superficie de la tierra;

sin embargo, no haré desaparecer del todo la casa de Jacob!».

Oráculo del Señor.

 

9  Porque he aquí que yo doy la orden:

¡Haré zarandear la casa de Israel

en medio de todas las naciones

como se zarandea el trigo en la criba,

sin que caiga un solo grano a tierra!

10 Todos los pecadores de mi pueblo morirán a espada;

aquellos que se jactan, diciendo:

«La desgracia no se acercará ni nos dará alcance».                      

  1. LA RESTAURACIÓN FUTURA [12]­

 

Levantaré la choza de David

// 9,11-12: Hch 15,16-18

 

11  Aquel día, levantaré la choza de David que está caída:                     

repararé sus grietas y restauraré sus ruinas;

la reconstruiré como era en los tiempos antiguos,

12 con el fin de que ellos tomen posesión del resto de Edom

y de toda nación donde haya sido invocado mi nombre.

Oráculo del Señor, el que hace esto.

 

Yo haré regresar a los cautivos

Is 65,21-22; Jr 31,5: Jl 4,18

 

13  Vienen días -oráculo del Señor-,

en los que aquel que ara dará alcance al segador;

en los que aquel que pisa la uva dará alcance al sembrador.

Entonces los montes destilarán vino                                                      

y todas las colinas se derretirán.

14 Yo haré regresar a los cautivos de mi pueblo Israel,

y ellos reconstruirán sus ciudades devastadas                                        

para volver a habitar en ellas.

Plantarán viñas y beberán de su vino,                                                    

harán huertas y comerán de sus frutos.

15  Yo los plantaré en su propia tierra

y nunca más serán arrancados de la tierra,

que yo mismo les di.

Dice el Señor tu Dios.

 

 

 

 

[1] 1,1.2. Introducción en la que se presenta el autor y su época; cf. Intrducción: I. ¡Ustedes, que abusan de los pobres! (4,1) – El autor y su tiempo.      

[2] ­ 1,3-2,16. El libro comienza con ocho oráculos escritos en forma poética, en los que el Señor condena los delitos cometidos por las naciones extranjeras, por Judá y el mismo Israel. El Señor no es solo el Dios de Israel, sino el Dios de toda la tierra. Por eso a todas se les anuncian los correspondientes castigos. Judá es acusado por las violaciones a la ley del Señor; Israel, principalmente por faltas a la justicia entre hermanos que han experimentado la liberación de Dios. Las demás naciones, en cambio, por los que hoy se llaman “derechos humanos”, los delitos que en la guerra se cometen contra la humanidad, por los que se hacen culpables aun aquellos que no conocen la ley de Dios.

[3]2,4-16. Los dos últimos oráculos están dirigidos contra Judá e Israel, los dos reinos que componen el pueblo de Dios. Son más responsables que los demás, porque recibieron la ley de Moisés y conocen la voluntad de Dios. Se condena a Judá porque despreció la Ley de Dios sin especificar delitos. Pero con respecto al pueblo de Israel (2,6-8) se marcan en particular las violaciones a los mandamientos de las que era testigo el profeta que vivía en ese lugar. Señala pecados de opresión e injusticia entre hermanos, cometidos a veces en un ambiente cultual, mezclando así el culto con el abuso hacia los más débiles de su mismo pueblo, a pesar de que todos ellos fueron beneficiarios de la liberación de la esclavitud en Egipto. Indica especialmente (v.12) que se hace violar los votos de los que se consagran a Dios (Nm 6), y que se intenta hacer callar a los profetas. Esto último se ilustrará más adelante con lo sucedido al mismo profeta Amós (7,10-17)

[4] ­ 3,1-6,14. Israel es el pueblo que el Señor eligió, le mostró las pruebas de predilección y lo destinó a una misión. Por esa razón tiene una responsabilidad mayor (3,1-2). Pero Dios encuentra en este pueblo los grandes desórdenes, en particular las desigualdades sociales, el lujo de los ricos y la injusticia con los pobres. Ellos se sienten seguros con un culto que es solo exterior, mezclado de injusticia y paganismo, que el Señor condena. El profeta interpreta las calamidades (sequía, la langosta, pestes, muerte…) como señales enviadas por el Señor para que recapaciten y se conviertan (4,6-11). Aun así no volvieron a la Ley de Dios. Como el pueblo no supo responder a la predilección del Señor, ahora se oye la amenaza de la completa destrucción, que será realizada por aquellos mismos en los que Israel confiaba.

[5] 4,1-5. Con un lenguaje inusual, particularmente rudo, el profeta se dirige a las mujeres ricas de Samaría, que cometen toda clase de injusticias contra los pobres, y luego se sienten seguras porque cumplen sus actos de culto en los santuarios que hacen competencia al templo de Jerusalén.

[6] 4,6-13. Las calamidades que han caído sobre Israel no son gestos de Dios destinados a destruir, sino advertencias que sirven como llamados a la conversión. El Señor recrimina al pueblo porque a pesar de tantas señales, este no se convirtió. Ante este endurecimiento, el Señor convoca a Israel a un juicio, y termina mostrando que aquel ante quien deberá comparecer el pueblo es el Dios todopoderoso del universo, Señor de la naturaleza y de la historia (4,13; cf. 5,8-9; 9,5-6).

[7] 5,1-17. El profeta representa a Israel con la figura de una mujer (5,2), así como lo hacen también otros profetas. El estado de desastre en que se encuentra se manifiesta en el hecho de que se diga que es virgen, porque para el pensamiento del pueblo del AT la mujer solo se realiza en la maternidad, y es vergonzoso que sea virgen o esté sin hijos (Jue 11,37-38; Lc 1,25). En ese estado, Israel es llamado a salir de su postración mediante la confianza en el Señor y la vivencia de la justicia. Que no vaya a buscar el auxilio en los santuarios, que serán destruidos (5,5), porque han contaminado ese culto con la opresión hacia los más indefensos (5,7.10-12). Que busque al Señor en la realización del bien, en la implantación de la justicia en los tribunales, en la vivencia de la solidaridad y fraternidad (5,4.6.14-15; cf. 5,24)

[8] 5,18-27. Amós es el primero de los profetas que anuncia el «día del Señor» (5,18; 8,9-13): no será un día de luz y gloria para Israel, sino el día en que el Señor juzgará a los pecadores e instaurará su reinado de justicia y de paz. El Señor vendrá a juzgar a todas las naciones y también a su pueblo. Antes de la llegada del «día del Señor» queda un espacio para el arrepentimiento y la penitencia. El anuncio del juicio suena un llamado a la conversión (5,4-6.15). El Señor no es solo el Dios de Israel sino que es el juez de toda la tierra; por esa razón el anuncio del juicio del Señor se extiende también a otras naciones (cc.1-2). En el texto resuena de nuevo el rechazo divino de un culto que no va acompañado de la justicia y solidaridad (5,21-25)

[9] 6,1-14. La riqueza y el bienestar no dan garantía de seguridad. El Señor señala el comportamiento de los que tienen la convicción de que son las mejores personas, y viven despreocupadamente, de manera placentera, en las grandes ciudades. Mientras tanto, hay grandes sectores de la población que viven en la miseria y tienen grandes problemas (v.6). Los pueblos enemigos caerán de improviso y harán cesar esa “orgía” (v.7). Esta condena de Amós adelanta la de Jesús en la parábola del rico, que vestía lujosamente y se la pasaba en banquetes, y del pobre Lázaro ignorado por el que vivía en la opulencia (Lc 16,19-31).

[10] ­ 7,1-9,10. Por medio de visiones simbólicas el Señor muestra al profeta las calamidades que se avecinan para Israel por su empecinamiento en confiar en los extranjeros y en sus dioses, mientras abandonan la alianza con el Señor. El profeta intercede por su pueblo (cf. 1 Sm 12,23; Jr 15,11) logrando el “arrepentimiento” de Dios (7,1-6), hasta que los pecados de Israel colman la paciencia divina y el Señor anuncia el castigo definitivo (7,7.9; 8,1-3; 9,1-4)). El incidente de la expulsión del profeta (7,10-17) sirve como ejemplo del pecado de los israelitas: ellos buscan seguridad junto a los poderosos, en vez de escuchar a quien viene con un mensaje de parte de Dios (cf. 2,12). Por esta incapacidad de asumir esa palabra, el Señor anuncia el hambre de ella, sin quedar saciada, porque el pueblo se cerró a escuchar su voz (8,11-12).

[11] 7,10-17. Las palabras del profeta, que señalan los delitos, llaman a la conversión y anuncian los castigos que se aproximan para los que no se someten a la palabra de Dios, resultan insoportables para los que están endurecidos; estos pretenden hacer callar a los predicadores, como sucede en esta ocasión con Amós. El profeta había mencionado esta actitud de los israelitas como uno de los delitos por los que sería juzgado y castigado el pueblo de Israel (2,12). Aquí el sacerdote de Betel (casa de Dios) la quiere convertir en casa del rey, en santuario real, y con una función oficial defiende el orden establecido sin permitir que el mensaje divino interpele al pueblo y a sus dirigentes. Sin embargo el profeta no se deja atemorizar y pronuncia la palabra de condena del Señor contra el sacerdote y el reino de Israel (vv. 16-17), como antes lo había hecho también contra el rey y su pueblo (vv. 8-9).

[12] ­ 9,11-15. Las amenazas del Señor contra los pecadores no suponen una destrucción definitiva. Las promesas de salvación permanecen inmutables y la misericordia de Dios no lo olvida. El reino de David podrá desaparecer, pero el Señor dará forma a un reino eterno, del que aquel era solo figura y comienzo. La abundancia de frutos de la tierra también es figura que expresa la felicidad futura que Dios ha preparado para todos sus fieles. Así el libro de Amós, que contiene en gran parte denuncias y anuncios de castigo, termina con palabras de esperanza y de vida.