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ATRAS

En la versión griega de la Biblia (LXX), a continuación del libro de Jeremías, se encuentra una serie de obras breves referentes a la cautividad en Babilonia:

 

1 – El libro de Baruc

2 – El libro de las Lamentaciones

3 – La Carta de Jeremías

 

En algunos manuscritos de la versión latina de la Biblia (Vulgata), como también en muchas Biblias modernas, la Carta de Jeremías aparece como capítulo 6 del libro de Baruc. Este es el criterio que se adopta en la presente edición de la Biblia.

 

  1. Este es el libro que Baruc escribió en Babilonia (1,1). El autor y su comunidad

 

El libro de Baruc (cc. 1-5) está compuesto por varias obras de distinto carácter que ofrecen un tema en común: los senti­mientos del pueblo judío ante la destrucción de Jerusalén y la posterior cautividad. Comparadas entre sí, estas obras reflejan situaciones diferentes y muestran indicios de que pertenecen a varios autores. Fueron reunidas bajo el nombre de Baruc, hijo de Nerías, quien fue el hombre de confianza y secretario del profeta Jeremías (Jr 32,12-13; 36,4-32; 43,3; 45,1-5), quien las habría escrito en Babilonia (1,1). Pero este dato tradicional no corresponde con lo que es conocido por la historia, porque se sabe que Baruc no fue con los desterrados a Babilonia, sino a Egipto, junto con Jeremías (Jr 43,6-7). Además, el autor no está familiarizado con la historia de Babilonia porque en 1,11 dice que Baltazar era hijo de Nabucodonosor (como Dn 5,1-2), cuando en realidad era hijo de Nabónides, que reinó varios años después. Los nombres de los verdaderos autores de estas obras permanecen desconocidos, como también la fecha y el lugar en que se compusieron. Estos textos circularon independientemente antes de formar una colección, que se habría reunido a mediados del siglo I a.C. No existen indicios claros que permitan determinar la fecha con mayor precisión. 

 

La obra está estructurada siguiendo un plan lógico en dos partes de igual extensión, que conviene respetar en la lectura:

 

                                     I – Litúrgi­ca (1,1 – 3,8),

                                    II – Profética (3,9 – 5,9).

 

Cada una de estas partes se puede leer como una unidad, pero sin perder la referencia a la totalidad del libro. En la Parte I se presenta la confe­sión de los pecados que han motivado el destie­rro a Babilo­nia. En la Parte II se comienza con el reconocimiento de los pecados, para avanzar hacia la alegría que produce el anuncio del futuro retorno desde el lugar del cautiverio.

 

La Carta de Jeremías (Bar 6). El Libro de Baruc se completa con una obra breve titulada “Carta de Jeremías”. Como se ha indicado, en los textos griegos y en muchas traducciones antiguas esta obra se presenta como un escrito independiente. En efecto, en la Biblia griega (LXX), la Carta de Jeremías es un libro indepen­diente, ubicado después de las Lamentaciones. Pero en la versión latina (Vulgata) fue unida al Libro de Ba­ruc, y cuando el texto bíblico fue dividido en capítu­los, la “Carta” quedó numerada como capítu­lo 6 de este libro. Así aparece en muchas Biblias moder­nas.

 

La Carta de Jeremías es un escrito apologético contra el culto a los ídolos. Adoptando la forma de una carta del profeta, el autor dirige una clara advertencia a los judíos de la diáspora para que no se dejen seducir por la idolatría. El culto pagano, así como se describe en este escrito, responde a las características del que se practicaba en Babilonia. Por esta razón habrá que suponer que el profeta no es el autor de esta obra, desde el momento que él nunca estuvo en Babilonia.

 

Los judíos residentes en la diáspo­ra, impresionados por la suntuosidad y las riquezas de los templos paganos, podían sentirse atraídos por el culto a los ídolos. En las épocas exílica y posexílica surgió una abundante literatura apologética que en la Biblia está representada principalmente por Jr 10,1-16; Is 44,9-20; los relatos de Bel y el Dragón (capítulo 14 de Dn LXX) y los capítulos 13-15 del libro de la Sabiduría. La Carta de Jeremías pertenece a esta clase de obras.  

 

Las ideas se exponen en frases breves, muy reiterativas, que aparentemente no siguen ningún orden. El libro tiene un tono marcadamente sarcástico. Con la intención de prevenir a los judíos residentes en la diáspora para que no se dejen seducir por los ídolos ni tengan temor de ellos, el autor recurre a la táctica de ironizar sobre los dioses del paganismo, ridiculizándolos de tal manera que los lectores judíos, en presencia de los ídolos, no se sientan movidos por el respeto o el temor, sino más bien por la hilaridad.

 

El libro de Baruc, incluyendo la Carta de Jeremías, se encuentra solamente en griego. Algunos comentaristas admiten como posible que originalmente haya sido escrito en hebreo, en especial el fragmento 1,1 – 3,8, pero no se ha encontrado ningún ejemplar en esta lengua.

 

  1. ¡Clamen a Dios y él los librará de la tiranía! (4,21). Teología del libro de Baruc

 

El Libro de Baruc testimonia el llanto de Israel por las culpas del pasado y la opresión de los enemigos. Con expresiones muy semejantes a las de la oración penitencial de Daniel (Dn 9,4b-19), se reconoce que los padecimientos bajo el dominio de los extranjeros son el castigo por la desobediencia a la palabra de Dios. El Señor actuó con toda justicia cuando los entregó en manos de sus adversarios porque ellos fueron rebeldes a sus mandamientos.

 

Al abandonar los mandamientos de Dios, los israelitas se han alejado de la sabiduría, porque el libro aporta la novedad de que la sabiduría se identifica con la ley (4,1; Eclo 24,23).

 

Pero en el libro también existe la exultación por el anuncio de la futura salva­ción. Siguiendo las líneas trazadas por Jere­mías y el Déute­ro-Isaías, se anuncia la renova­ción escatoló­gica del pueblo que sufre. Dios manifestará otra vez su misericordia y los hará volver del país del destierro. Los signos liberadores que se perciben en la historia dejan entrever el futuro que Dios prepara para su pueblo.

 

Los judíos que padecieron la cautividad, así como también los que después del destierro quedaron a vivir en la diáspora, estuvieron en constante contacto con el culto a los ídolos. El judaísmo se preocupó por fortalecer a los que se podían sentir atraídos por esas prácticas religiosas, para que mantuvieran su fidelidad al Dios de Israel. La Carta de Jeremías insiste en un tema frecuente en el AT y en gran parte de la literatura religiosa de la época: los ídolos no son dioses sino obra de manos humanas. Por lo tanto no se les debe temer ni se les debe rendir culto. El único Dios que salva es el Dios de Israel.

 

  1. Les enviamos este libro para que lo lean (1,14). Estructura del libro

 

El libro de Baruc                                                                                                        1,1-5,9

 

La obra está formada por una serie de textos de distinto género:  

 

  1. Parte Litúrgica: 1,1-3,8
  2. Introducción             1,1-14 
  3. Oración                                                                                           1,15-3.8

                       

  1. Parte Profética: 3,9-5,9
  2. Poema: elogio de la Ley como sabiduría;                                       3,9-4,4
  3. Poema referente a la cauti­vidad y la esperanza del retorno            4,5-5,9.

 

La Carta de Jeremías                                                                                                 6,1-72

 

Después de una breve introducción (6,1-6), la obra se presenta dividida en diez párrafos irregulares, que se separan entre sí por medio de una frase repetida con ciertas variantes (vv. 14. 22.­ 28. ­39. 44. 51. 56. 63-64. ­68. 71). Este “estribillo” cumple la función de mantener fija la atención del lector en una misma idea: no se debe temer a los ídolos ni poner la confianza en ellos, porque no son dioses.

 

EL LIBRO DE BARUC

(cc. 1-5)

 

  1. PARTE LITÚRGI­CA

 

1. Introducción¨

 

Baruc leyó este libro

2 Re 24,13-17; 25,13-15.

 

1, 1 Este es el libro que Baruc, el hijo de Nerías, hijo de Maasías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, e hijo de Jelquías escribió en Babilonia 2 en el quinto año, el día séptimo del mes en que los caldeos tomaron Jerusalén y la incendiaron. 3 Baruc leyó este libro en presencia de Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y de todo el pueblo que había venido a escuchar su lectura, 4 y de los nobles, de los príncipes, de los ancianos y de todo el pueblo, de todos los que habitaban a orillas del río Sud en Babilonia, desde el más pequeño hasta el más grande. 5 Lloraron, ayunaron y oraron ante el Señor, 6 reunieron dinero, según las posibilidades de cada uno, 7 y lo enviaron a Jerusalén al sacerdote Joaquim, hijo de Jelquías, hijo de Salom, y a los sacerdotes y a todo el pueblo que estaba con él en Jerusalén.

 

8 Esto sucedió cuando Baruc recogió los vasos de la casa del Señor, que habían sido sacados del Templo, para devolverlos a la tierra de Judá, el día diez del mes de Siván. Eran los vasos de plata que había hecho Sedecías, el hijo de Josías, rey de Judá, 9 después que Nabucodonosor, el rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, a los magistrados, a los artesanos, a los nobles y al pueblo de la tierra, y los llevó a Babilonia.

                                                                                                                                       

Les enviamos este libro

 

10 Y les decían: Les mandamos dinero para que presenten holocaustos, sacrificios por el pecado e incienso. Hagan ofrendas y ofrézcanlas sobre el altar del Señor nuestro Dios. 11 Rueguen por la vida de Nabucodonosor, el rey de Babilonia,  y por la vida de su hijo Baltasar, para que su vida sobre la tierra dure tantos días como el cielo. 12 Y también para que el Señor nos dé fuerza e ilumine nuestros ojos, y así vivamos bajo la protección de Nabucodonosor, el rey de Babilonia, y de su hijo, para que los sirvamos durante mucho tiempo y de esa manera nos traten favorablemente. 13 Rueguen por nosotros al Señor, nuestro Dios, porque hemos pecado contra el Señor, nuestro Dios, y su enojo y su ira no se han apartado de nosotros hasta ahora. 14 Les enviamos este libro para que lo lean en la casa del Señor en un día de fiesta y en momentos oportunos.

 

  1. Oración ¨«

 

No escuchamos la voz del Señor

Ex 3,8; Lv 26,14-39; Dt 28,13-68; 29,24-27; Jr 19,9; Ez 5,10; Sal 44,14-15; 79,4; Lam 2,20; 4,10; Dn 9,7.11-14

 

15 Dirán:

El Señor, nuestro Dios, ha actuado con justicia, y como sucede el día de hoy, todos nosotros debemos estar avergonzados, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, 16 nuestros reyes, nuestros magistrados, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres, 17 porque hemos pecado en presencia del Señor, 18 no le obedecimos ni escuchamos la voz del Señor, nuestro Dios, para comportarnos según los preceptos que nos ordenó.

 

19 Desde el día que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta el día de hoy, hemos sido desobedientes al Señor, nuestro Dios, y no estuvimos atentos para escuchar su voz.

20 Por eso sucede en este día que nos han sobrevenido los males y la maldición que el Señor le ordenó pronunciar a su servidor Moisés, cuando sacó de Egipto a nuestros padres para darnos la tierra por la que corren leche y miel. 21 No escuchamos la voz del Señor, nuestro Dios, que nos envió por medio de todas las palabras de los profetas, 22 y cada uno de nosotros fue siguiendo las inclinaciones de su corazón perverso, adorando dioses extraños y haciendo lo que es malo a los ojos del Señor, nuestro Dios.

 

2, 1 Y el Señor cumplió lo que había dicho que nos haría a nosotros, a nuestros gobernantes de Israel, a nuestros reyes y magistrados, y a los habitantes de Israel y de Judá.                                          2 En todo el mundo nunca había sucedido algo como lo que él hizo en Jerusalén, de acuerdo con lo que está escrito en la Ley de Moisés, 3 que un hombre llegara a comer la carne de sus hijos y de sus hijas. 4 El Señor los entregó para que fueran objeto de burla de todos los reinos que nos rodean, y quedaron hechos una desolación en medio de todos los pueblos entre los que los dispersó. 5 Ahora estamos humillados y no enaltecidos, porque hemos cometido el pecado de no escuchar la voz del Señor, nuestro Dios. 6 El Señor, nuestro Dios, ha actuado con justicia; en cambio, a nosotros y a nuestros padres nos corresponde estar avergonzados, como sucede el día de hoy.

 

7 Nos han sobrevenido todos los males con que el Señor nos amenazó, 8 y no hicimos oración al Señor para que cada uno de nosotros se aparte de las malas inclinaciones de su corazón. 9 El Señor estuvo atento y nos trajo todos esos males, porque él es justo en todo lo que nos ordenó hacer. 10 Pero no escuchamos su voz para comportarnos de acuerdo con los mandatos que nos dio.

 

¡Señor, apiádate de nosotros!

Ex 33,3.5; 34,9; Dt 9,6.13; 27,8; 28,62; 30,5; 2 Re 24,20; Is 42,7; 49,8-10; Jr 7,14.34; 8,12; 14,12; 16,4.6; 21,6.7.9; 25,33; 27,8.12; 30,19; 32,21.32.36.40; 34,22; 36,30; Ez 17,15; Sal 141,7; Dn 3,37; 9,15.18; 2 Cr 36,13

 

11 Y ahora, Señor Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo de Egipto con mano poderosa, con milagros y prodigios, con gran poder y brazo extendido, haciendo que tu nombre sea famoso hasta el día de hoy, 12 Señor, Dios nuestro, hemos pecado, hemos cometido impiedades e injusticias contra tus justos preceptos. 13 Aparta tu enojo de nosotros, porque hemos quedado unos pocos en medio de las naciones entre las que nos has dispersado. 14 ¡Escucha, Señor, nuestras oraciones y plegarias! Por tu honor, líbranos y concédenos que los que nos han traído al destierro nos traten con benevolencia, 15 para que todo el mundo sepa que tú eres nuestro Dios y que tu nombre ha sido invocado sobre Israel y sus descendientes.

 

16 Señor, míranos desde tu santa Casa, ocúpate de nosotros, inclina tu oído y escúchanos, 17 abre tus ojos y mira, porque los que proclaman tu gloria y tu justicia no son los que ya murieron y habitan en el lugar de los muertos después que el aliento de vida fue arrancado de sus entrañas;18 los que proclaman tu gloria y tu justicia son los vivientes entristecidos por los muchos males que padecen, que caminan encorvados y débiles, con los ojos apagados y el alma hambrienta.                              

 

19 Señor, Dios nuestro, para presentar nuestra oración en tu presencia no nos apoyamos en los méritos de nuestros padres y de nuestros reyes, 20 porque tú has volcado tu enojo y tu ira sobre nosotros como lo habías anunciado por medio de tus servidores los Profetas que dijeron: 21 «Inclinen su cabeza y sirvan al rey de Babilonia, y así seguirán habitando en la tierra que les di a sus padres. 22 Pero si no obedecen a la voz del Señor sirviendo al rey de Babilonia, 23 yo haré que en las ciudades de Judá y en Jerusalén no se vuelvan a oír cantos de alegría y de gozo, ni los cantos del novio y de la novia, y todo el país se convertirá en un desierto sin habitantes». 24 Pero nosotros no escuchamos tu orden de servir al rey de Babilonia, y tú cumpliste lo que habías anunciado por medio de tus servidores, los profetas: que los huesos de nuestros reyes y de nuestros padres serían sacados de sus sepulcros. 25 Efectivamente, sus huesos se encuentran desparramados bajo el calor del día y el frío de la noche. Ellos murieron en medio de terribles males por causa del hambre, de la espada y de la cautividad, 26 y al Templo en el que se invoca tu nombre lo has dejado así como se encuentra en este día, por la maldad de Israel y de Judá. 27 Señor, Dios nuestro, tú has actuado con nosotros según tu gran bondad y tu gran misericordia, 28 como lo anunciaste por medio de tu servidor Moisés cuando le ordenaste que escribiera tu Ley en presencia de los israelitas y dijiste: 29 «Si no escuchan mi voz, esta muchedumbre tan grande y numerosa quedará reducida a unos pocos, en medio de las naciones entre las que voy a dispersarlos. 30 Aunque yo sé que no me escucharán porque son un pueblo rebelde. Pero cuando estén en el destierro reflexionarán 31 y reconocerán que yo soy el Señor Dios de ellos. Entonces haré que entiendan y obedezcan, 32 y en la tierra de su cautiverio me alabarán y se acordarán de mi nombre, 33 se convertirán de su terquedad y de sus malas obras, acordándose del proceder de sus padres que pecaron contra el Señor. 34 Yo los llevaré de vuelta a la tierra que juré darles a sus padres, Abraham, Isaac y Jacob; la dominarán, se multiplicarán y serán muy numerosos. 35 Estableceré con ellos una alianza eterna: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo, y a mi pueblo Israel no lo arrojaré más de la tierra que les he dado». 

 

3, 1 Señor Todopoderoso, Dios de Israel, afligidos y abatidos clamamos a ti: 2 ¡Escúchanos, Señor, y apiádate de nosotros, porque hemos pecado contra ti! 3 Tú reinas para siempre, pero nosotros perecemos para siempre. 4 Señor Todopoderoso, Dios de Israel, escucha la súplica de los muertos de Israel y de los hijos de los que pecaron contra ti y no escucharon la voz del Señor su Dios, por lo que nos vinieron estos males. 5 En este momento no te acuerdes de las maldades de nuestros padres; acuérdate más bien de tu poder y de tu nombre, 6 porque tú eres el Señor, nuestro Dios, y te alabaremos, Señor. 7 Tú has infundido tu temor en nuestros corazones para que invoquemos tu nombre y te alabemos en el destierro, porque nuestro corazón ya no está apegado a la maldad de nuestros padres que pecaron contra ti. 8 Hoy estamos desterrados en este lugar a donde nos dispersaste para vergüenza, maldición y castigo por todas las maldades de nuestros padres que te abandonaron, Señor, Dios nuestro.

 

  1. PARTE PROFÉTI­CA

 

  1. Primer poema: elogio de la Ley como sabiduría¨

 

La sabiduría es el libro de los mandamientos de Dios

Gn 6,4; Nm 13,33; Dt 1,28; 2,10-11.20-21; 3,11; 4,1.40; 5,32-33; 6,2.4; 30,11-20; 1 Re 5,10; Is 40,26; Jr 49,7; Sal 119,1-3.14.27.30.32-35; 147,19; Job 28,12-23; 38,35; Prov 3,1-2; 3,16; 4,10; 8,35-36; 9,11; Eclo 16,7; 24,8.23; Sab 8,13.17; 14,6

 

 9      ¡Escucha, Israel, los mandamientos de vida,       

         presta atención, para aprender la prudencia!                 

10      ¿Por qué, Israel, estás en una tierra de enemigos,

         y envejeciste en un país extranjero?

11      ¿Por qué te manchaste con cadáveres

         y te cuentas entre los que bajan a la fosa?

12      ¡Porque abandonaste la fuente de la sabiduría!

13      Si hubieras seguido el camino de Dios,                         

         ahora habitarías en paz para siempre.

14      Aprende qué es la prudencia,

         en dónde está la fuerza

         y en dónde está la inteligencia,

         para que al mismo tiempo conozcas

         dónde está la longevidad y la vida,  

                                                        

         dónde está la luz de los ojos y la paz.

15      ¿Quién encontró el lugar de la sabiduría

         y quién penetró en sus tesoros?                                        

16      ¿Dónde están los gobernantes de las naciones,

         los que dominan las bestias de la tierra

17      y se divierten con los pájaros del cielo?

         ¿Dónde están los que atesoran la plata y el oro

         en que ponen su confianza los hombres,

         y tienen riquezas sin número?

18      ¿Dónde están los que labran cuidadosamente la plata,

         y no queda rastro de sus obras?

19      Ellos desaparecieron,

         bajaron a la fosa,

         y otros surgieron en su lugar.

20      Los más jóvenes vieron la luz

         y habitaron sobre la tierra,

         pero no conocieron el camino de la ciencia,

21      no comprendieron sus senderos,

         ni se preocuparon por ella.

         Sus hijos se mantuvieron lejos de su camino.

22      No fue oída en Canaan,

         ni fue vista en Temán.

23      Los hijos de Agar, que buscan la inteligencia en la tierra,    

         los mercaderes de Merrán y de Temán,

         los autores de fábulas

         y los que buscan inteligencia

         no conocieron el camino de la sabiduría

         ni se acordaron de sus senderos.                                            

24      ¡Israel, qué grande es la casa de Dios,

         qué extenso el lugar de su dominio!

25      ¡Grande, y no tiene fin!

         ¡Elevado, y no tiene medida!

26      Allí nacieron los famosos gigantes de la antigüedad,

         de elevada estatura y habilidosos para la guerra.

27      Pero Dios no los eligió ni les enseñó el camino de la ciencia.

28      Perecieron por no tener prudencia,

         perecieron por su insensatez.

29      ¿Quién subió al cielo y tomó la sabiduría?                      

         ¿Quién la hizo bajar desde las nubes?

30      ¿Quién atravesó el mar y la encontró?

         ¿Quién la trajo a precio de oro puro?

31      Nadie conoce su camino,                                                  

         ni comprende su sendero.

32      Pero el que sabe todas las cosas la conoce,

         la penetró con su inteligencia.                                           

         El que formó la tierra para siempre, la pobló de animales cuadrúpedos.

33      El que envía la luz y ella va,

         la llama y ella obedece temblando.

34      Las estrellas brillan y se alegran en sus puestos de guardia,

35      Él las llama y ellas responden: ¡Aquí estamos!,                 

         y brillan alegres para su creador.

36      ¡Este es nuestro Dios!

         ¡No hay otro que se le pueda comparar!

37      Él penetró todo el camino de la ciencia

         y se la dio a su servidor Jacob,                                          

         a Israel, su amado.

38      Después de esto fue vista en la tierra,

         y convivió con los seres humanos.

4, 1   La sabiduría es el libro de los mandamientos de Dios,

         la Ley que permanece eternamente.                                   

         Los que se aferran a ella tendrán la vida,

         pero los que la abandonan morirán.                                    

   2        ¡Vuélvete, Jacob, y tómala!

         ¡Camina hacia su resplandor, bajo su luz!

3       No entregues tu gloria a otro,

        ni tus privilegios a una nación extranjera.

4      Nosotros somos dichosos, Israel,

        porque conocemos lo que le agrada a Dios.

           

  1. Segundo poema, referente a la cauti­vidad y la esperanza del retorno¨

 

¡El que les trajo estos males se acordará de ustedes!

Dt 32,6.17; Is 50,1; Sal 106,37

 

No serán destruidos

 

5           ¡Ánimo, pueblo mío,

            memoria de Israel!

6           Ustedes no fueron vendidos a las naciones,                 

            para que sean destruidos.

            Ustedes fueron entregados a los enemigos

            porque provocaron la ira de Dios.

7           Ustedes irritaron a su Creador                                       

            ofreciendo sacrificios a los demonios y no a Dios.

8           Olvidaron al Dios eterno que los alimenta,

            y entristecieron a Jerusalén que los crió,

9           porque ella vio caer sobre ustedes

            la ira que viene de parte de Dios.

 

¡Escuchen, vecinas de Sion!

Dt 28,49-50; Is 33,19; Jr 5,15

 

Y dijo:

¡Escuchen, vecinas de Sion!

Dios me envió un gran dolor:

10         he visto el cautiverio

que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas.

11         Yo los había criado con gozo,

            y los despedí con lágrimas y duelo.

12         Que nadie se alegre por mí,

viuda y abandonada por muchos;

            he quedado solitaria por los pecados de mis hijos,

            porque se desviaron de la Ley de Dios,

13         no conocieron sus preceptos,

            no siguieron los caminos de sus mandamientos,

            no anduvieron por los senderos de la instrucción

            de acuerdo con su justicia.

14         ¡Vengan, vecinas de Sion,

            recuerden el cautiverio que el Eterno infligió a mis hijos y a mis hijas!

15         Porque él trajo contra ellos una nación lejana,

            una nación insolente, que habla un idioma extraño,

            que no respetó al anciano

            ni tuvo compasión del niño,                                    

16         que se llevó a los hijos amados de la viuda

            y la dejó solitaria, privada de sus hijas.

 

Dios los devolverá con gozo y alegría

Jos 10,24

 

17        Y yo ¿cómo puedo ayudarlos?

18         El que trajo los males sobre ustedes,

los arrancará de las manos de sus enemigos.

19         ¡Vayan, hijos, vayan,

que yo me quedo desolada!

20         Yo me he sacado el vestido de fiesta

y me he puesto ropa de suplicante

para clamar al Eterno  todos los días de mi vida.

21         ¡Ánimo, hijos, clamen a Dios

y él los librará de la tiranía

y de la mano de sus enemigos!

22         Yo espero del Eterno la salvación de ustedes,

y me ha llegado alegría de parte del Santo

por la misericordia que pronto recibirán

del Eterno, su Salvador.

23         Yo los despedí con duelo y lágrimas,

pero Dios los devolverá

con gozo y alegría para siempre.

24         Así como ahora las vecinas de Sion

ven que ustedes están cautivos,

pronto verán que con gran gloria y resplandor del Eterno

les llegará la salvación que viene de Dios.

25         ¡Hijos, soporten con paciencia

la ira que les ha venido de parte de Dios!

Tu enemigo te persiguió,

pero pronto verás su destrucción

y pondrás tu pie sobre su cuello.                      

26         Mis hijos más tiernos se han ido por caminos pedregosos,

fueron llevados como un rebaño arrebatado por enemigos.

27         ¡Ánimo, hijos, clamen a Dios,

porque el que les trajo esto se acordará de ustedes!

28         Así como antes no pensaban sino en andar errantes lejos de Dios,

            ahora que se convierten, búsquenlo diez veces más.

29         El que trajo sobre ustedes estos males,

            con su salvación les traerá la alegría eterna.

 

¡Jerusalén, quítate la ropa de tu luto!

Is 1,26; 13,21; 34,9-10.14; 49,18ss; 52,1; 60,4-5.9.14; 61,10; 62,2-4.12

 

30         ¡Ánimo, Jerusalén, el que te puso el nombre ahora te consuela!

31         ¡Pobres los que te hicieron mal y los que se alegraron por tu caída!

32         ¡Pobres las ciudades que esclavizaron a tus hijos!

¡Pobre la ciudad que recibió a tus hijos!

33         Porque así como se alegró por tu caída

y se regocijó por tu ruina,

así se entristecerá por su destrucción.

34         Le quitaré la alegría de ciudad populosa,

y su orgullo se cambiará en duelo.

35         Sobre ella caerá fuego de parte del Eterno durante muchos días,

y será habitada por demonios por largo tiempo.                       

36         ¡Mira hacia oriente, Jerusalén,                                                 

y contempla la alegría que viene para ti de parte de Dios!

37         ¡Ahí llegan tus hijos, los que despediste!

            De oriente y de occidente llegan reunidos

            por la palabra del Santo,

            llenos de alegría por la gloria de Dios.                                        

5, 1       ¡Jerusalén, quítate la ropa de tu luto y tu tristeza

            y vístete con el resplandor de la gloria de Dios para siempre!   

2           ¡Cúbrete con el manto de la justicia que viene de parte de Dios,

            y coloca sobre tu cabeza la diadema de la gloria del Eterno!      

3           Porque Dios mostrará tu resplandor

            a todo lo que existe bajo el cielo,

4           y para siempre serás llamada por Dios

            “Paz de la justicia” y “Gloria de la Piedad”.                              

 

Dios trae de vuelta a tus hijos

Is 40,3-5; 41,19; 49,10-19; 51,17; 52,12; 55,12-13; 60,4.9; 62,10; 66,20

 

5           ¡Levántate, Jerusalén,

colócate de pie sobre un lugar alto                                               

y mira hacia oriente!

Contempla a tus hijos

reunidos desde el oriente al occidente

por la palabra del Santo,

llenos de alegría porque Dios se acordó de ellos.                        

6           Se fueron de tu lado a pie,

            llevados por los enemigos.

            Dios te los trae de vuelta,

            gloriosos como en un trono real.                                                  

7           Dios ordenó que fueran aplanadas

            las altas montañas y las colinas eternas,

            y que sean rellenados los valles hasta que la tierra quede nivelada,

            para que Israel pueda caminar seguro bajo la gloria de Dios.    

8           Por orden de Dios

los bosques y las plantas aromáticas

darán sombra a Israel,                                                                    

9           porque Dios conducirá a Israel con alegría,

bajo la luz de su gloria,                                                                     

con la misericordia y la justicia que proceden de él.

 

CARTA DE JEREMÍAS ¨­

 

Copia de la carta que Jeremías envió

Ex 14,19; 23,20.23; 32,34; 33,2; Dt 23,18; 1 Re 14,24; 2 Re 23,7; Jr 10,2; 25,11; 29,10; Dn 3,49; 13,55

 

Copia de la carta que Jeremías envió a los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia por el rey de los babilonios, para comunicarles lo que Dios le había ordenado.

 

6, 1 Ustedes serán llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, el rey de los babilonios, por causa de los pecados que cometieron ante Dios. 2  Cuando lleguen a Babilonia, permanecerán allí muchos años, por un tiempo muy largo, hasta siete generaciones. Pero después yo los sacaré en paz. 3 Ahora bien, en Babilonia van a ver dioses de plata, de oro y de madera que son llevados sobre los hombros y que provocan el temor de los paganos. 4 Entonces tengan cuidado y no comiencen a temerles, imitando a los extranjeros. 5        Cuando vean una multitud que los adora y camina delante y detrás de ellos, digan en su corazón: “A ti, Señor, hay que adorar”, 6 porque mi ángel está con ustedes para proteger sus vidas.

                                                                                            

La lengua de los dioses, cubierta de oro y plata, es falsa

 

7 La lengua de esos dioses fue pulida por un artista, y aunque está cubierta de oro y plata, es falsa y no puede hablar. 8 Ellos toman oro, fabrican coronas como para una jovencita a la que le gusta adornarse, y después las colocan sobre la cabeza de sus dioses. 9 También sucede que los sacerdotes roban el oro y la plata de sus dioses para utilizarlo en beneficio propio, e incluso para dárselo a las prostitutas que están en el templo. 10 A los dioses de plata, oro y madera los visten con ropa como si fueran hombres, pero estos dioses no pueden librarse del moho ni de la polilla, 11 a pesar de que están envueltos en sus mantos de púrpura. Les lavan la cara por el polvo del templo que se deposita sobre ellos en abundancia. 12 Tiene en su mano un cetro como si fuera un gobernador de provincia, pero él no puede matar al que lo ofende. 13 Lleva en su mano derecha una espada y un hacha, pero él no puede defenderse de la guerra ni de los ladrones. 14 Por esto se puede saber que no son dioses. No les teman entonces.

 

Por esto pueden conocer que no son dioses

 

15 Así como un vaso que se rompe se vuelve inútil, lo mismo les sucede a estos dioses cuando son colocados en sus templos: 16 sus ojos están llenos del polvo que levantan los pies de los que entran. 17 Al que ha ofendido al rey y lo han condenado a muerte, lo encierran en una celda. De la misma manera los sacerdotes aseguran los templos de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas para que no sean asaltados por los ladrones. 18 Los sacerdotes les encienden más lámparas que para sí mismos, aunque estos dioses no pueden ver ni una de ellas. 19          Son como una viga de la casa cuando la polilla la carcome por dentro: no sienten nada cuando los gusanos que suben de la tierra los devoran a ellos y a sus vestidos. 20 Sus caras están ennegrecidas por el humo que hay en el templo, 21 sobre sus cuerpos y sus cabezas revolotean murciélagos, golondrinas y otros pájaros, y también hay gatos. 22 Por esto pueden conocer que no son dioses. No les teman, entonces.

 

Los dioses no tienen aliento de vida

Lv 12,2-5; 15,19-27; Is 46,7: Jr 10,5

 

23 Si alguien no les saca la suciedad, ellos no pueden lustrar el oro con que los recubren para embellecerlos, porque no sentían nada, ni aun cuando los fundían. 24           Fueron comprados por un precio muy alto, a pesar de que no tienen aliento de vida. 25 Deben ser llevados en hombros porque no tienen pies, y de esta manera muestran a los hombres su deshonra. Si alguna vez caen en tierra, no se levantan por sí mismos, y de esta manera quedan en ridículo los que les rinden culto; 26 si alguien los pone derechos, por sí mismos no se pueden inclinar; ni se pueden poner derechos si alguien los inclina. Al contrario, les presentan las ofrendas como si estuvieran muertos. 27 Sus sacerdotes venden las víctimas en beneficio propio, e igualmente sus mujeres conservan en sal una parte de ellas, y no dan nada al pobre o al desvalido. Los sacrificios son tocados por mujeres impuras por el parto o la menstruación. 28 Sabiendo por esto que no son dioses, no les teman. 29 ¿Cómo se los puede llamar dioses?

 

Los dioses no tienen compasión de una viuda

Lv 21,5.10; Nm 30,3; Dt 10,18; 23,22-24; 32,39; 1 Sm 2,7; Sal 18,49; 146,8-9

 

Los que sirven a estos dioses de plata, oro y madera son mujeres, 30 sus sacerdotes están sentados en sus templos con las túnicas desgarradas, el pelo y la barba rapadas, y la cabeza descubierta, 31 y aúllan y gritan delante de sus dioses como hacen algunos en los banquetes fúnebres. 32 Los sacerdotes sacan los vestidos de sus dioses para vestir a sus mujeres y a sus hijos. 33 Si reciben un mal o un bien, no pueden responder. No pueden poner ni sacar un rey. 34 Igualmente, no pueden dar riqueza, ni siquiera una pequeña moneda. Si alguien les hace una promesa y no la cumple, ellos no pueden reclamársela. 35 No pueden salvar a un hombre de la muerte, ni arrancar a un débil de la mano de un poderoso. 36 No pueden dar la vista a un ciego, ni sacan a un hombre de su necesidad. 37 No tienen compasión de una viuda, ni hacen bien a un huérfano. 38 Estos pedazos de madera dorados y plateados se parecen a piedras sacadas de una montaña. Los que les rinden culto quedan en ridículo. 39 ¿Cómo vamos a creer o decir que son dioses?

 

Todo lo que se les hace a estos dioses es falso

 

40 Más aún, sus mismos sacerdotes  los deshonran, porque cuando ven a un mudo que no puede hablar, traen al dios Bel porque lo consideran capaz de dar la voz, como si él pudiera entender, 41 y ellos mismos no pueden reflexionar sobre estas cosas y abandonar a estos dioses, porque no tienen entendimiento. 42 Las mujeres se ciñen con cordones y se sientan en los caminos quemando salvado, 43 y si alguna es solicitada por un transeúnte para acostarse con ella, esta desprecia a su compañera porque no fue considerada digna como ella de que le desaten el cordón. 44 Todo lo que se les hace a estos dioses es falso ¿Cómo se puede pensar o decir que son dioses?

 

Los dioses no se pueden salvar a sí mismos

Is 30,6; 45,13-20

 

45 Fueron fabricados por artesanos y orfebres, y no pueden ser otra cosa que lo que quisieron sus fabricantes. 46 Los mismos que los fabricaron no viven largo tiempo; ¿cómo pueden ser dioses las cosas que ellos hicieron? 47 Dejaron falsedad y vergüenza a sus descendientes. 48 Cuando les sobreviene una guerra u otra calamidad, los sacerdotes se consultan entre ellos para ver dónde podrán esconderse junto con sus dioses. 49 ¿Cómo no se dan cuenta de que no son dioses los que no se pueden salvar a sí mismos de la guerra y de las calamidades? 50 Se comprende que, siendo trozos de madera dorada y plateada, son un engaño. Para todas las naciones y los reyes, es evidente que no son dioses, sino obra de manos humanas y que en ellos no hay ninguna obra de Dios. 51 ¿Quién no se dará cuenta de que no son dioses?

 

Los dioses son impotentes

Dt 11,14; 28,12; Is 24,21; 30,23; 40,23; 41,2-3; 45,1; Sal 2,6-9; 71,4; 103,6; 140,2; 147,8

 

52 No pueden poner un rey en un país ni dar lluvia para los hombres, 53 no pueden defender sus propios derechos en un juicio ni librar al que padece la injusticia porque son impotentes. Son como los cuervos volando entre el cielo y la tierra.  54 Cuando se declara un incendio en el templo de estos dioses de madera dorada o plateada, sus sacerdotes huyen y se salvan. Pero ellos quedan dentro y se queman como las vigas. 55 No pueden oponer resistencia a un rey o a los enemigos. 56 ¿Cómo admitir o pensar que son dioses?

 

No son dioses, no les teman

Jr 10,13

 

57 Como estos dioses son de madera recubierta de plata o de oro, no pueden salvarse de los ladrones y de los delincuentes. Cualquiera que es más fuerte, les arrebatará el oro, la plata y el vestido con que están cubiertos, y se irá sin que los dioses puedan defenderse. 58 Mejor que estos dioses falsos es un rey que puede mostrar su valor, o un objeto útil que el dueño puede usar en la casa. O mejor que estos falsos dioses es la puerta de una casa, que protege todo lo que está en ella; o mejor que estos falsos dioses es una columna de madera de un palacio real. 59 El sol, la luna y las estrellas brillan y obedecen cuando se los envía para prestar utilidad, 60 igualmente el relámpago es bien visible cuando aparece, y lo mismo el viento sopla en toda la región; 61 las nubes cumplen su misión cuando Dios les ordena pasar por encima de toda la tierra, y el fuego hace lo que se le manda cuando es enviado desde lo alto para consumir montes y bosques. 62 Los dioses no se parecen a nada de esto ni por su belleza ni por su poder. 63 Por eso, no se puede pensar o decir que son dioses, ya que son incapaces de administrar justicia o de hacer el bien a los hombres. 64 Sabiendo que no son dioses, no les teman.

 

Los animales son mejores que ellos

Dt 4,34; 6,22; Is 60,19-20; Jr 32,20-21; Dn 6,28

 

65 Ni maldicen ni bendicen a los reyes. 66 A las naciones no les muestran señales en el cielo; no brillan como el sol, ni alumbran como la luna. 67 Los animales son mejores que ellos, porque pueden protegerse a sí mismos cuando escapan a su madriguera. 68 Es evidente que de ninguna manera son dioses. Por eso, no les teman.

 

Son como espantapájaros que no protegen nada

Jr 10,5

 

69 Como un espantapájaros que no protege nada en una plantación de melones, así son los dioses de ellos, de madera dorada o plateada. 70 Estos dioses de ellos, de madera dorada y plateada, se parecen a un arbusto plantado en un jardín, sobre el que se posan todos los pájaros, o a un muerto arrojado en un lugar oscuro. 71 Por la púrpura y el lino que se pudre sobre ellos, ustedes conocerán que no son dioses. Ellos mismos quedarán consumidos más tarde, y serán la vergüenza del país. 72 La persona justa que no tiene ídolos es mejor que ellos, porque nunca quedará avergonzada.

 

 

 

¨ 1,1-14. El autor no intenta reproducir con fidelidad los acontecimientos de la época del destierro en Babilonia. Su intención es más bien ofrecer a los lectores un modelo de liturgia penitencial para el día en que se conmemora la destrucción de Jerusalén. Por eso destaca la presencia de todas las clases y grupos del pueblo, e indica sus senti­mientos y actitudes: ­llanto, ayuno, oración y limosna. En la carta se indica el orden de la celebra­ción litúrgi­ca penitencial: ofrecimiento de sacri­ficios (1,10); oración por las autori­dades (1,11-12); oración penitencial por los desterrados (1,13); lectura bíblica pública (1,14).

¨ « 1,15-3,8. De las cuatro partes de la liturgia solo se da el modelo de la oración peniten­cial. Se trata de una oración patética con los mismos temas e idénti­cas expre­sio­nes que en Dn 9,4b-19 y en 1 Re 8,46-51, al mismo tiempo que adopta concep­tos y vocabu­lario de Jere­mías y del Deuteronomio, con citas textuales de ambos libros. El pueblo suplica a Dios desde la angustia del destierro. Son los pobres que claman porque no tienen libertad, fueron despoja­dos de su tierra y ven que sus valores religiosos y políti­cos (el Templo y Jerusalén) están en ruinas. Como los pobres de los Salmos, también piden que se les haga justicia, aun reconociendo que han llegado a esta situación por su propia culpa. Es voluntad de Dios que ellos sean el pueblo de su propiedad y que vivan en libertad bajo su protección, pero ellos mismos, por su elección errónea, se sometieron a quienes ahora los ator­men­tan y los despojan. Todos los grupos del pueblo son culpables (Jr 32,32; Dn 9,7b-8); la rebeldía cubre todo el tiempo de la historia (Jr 7,25-26; Dt 9,7).

¨3,9-4,4. El pueblo debe tomar conciencia de que se encuentra en el destierro porque ha abandonado los Mandamien­tos, que son la fuente de la sabiduría. Los textos de la época posterior al exilio en Babilonia presen­tan la Sabidu­ría con rasgos perso­nales (Prov 1,20-33; 3,16-19; 8,1-9,6; Sab 9; Eclo 24,1-23; etc.). La sabiduría tiene su morada en el cielo (Sab 9,4). No se obtiene por el esfuerzo humano, porque ni los más poderosos ni los más ricos pueden alcanzarla. Tampoco la poseen los orientales tenidos por sabios. El único que la conoce es Dios, y la reveló solo a Israel cuando le dio la Ley. La sabiduría vino a Israel enviada por Dios (Sab 9,9-10; Eclo 24,8) y está entre los seres humanos. Estos textos están en el trasfondo del prólogo del Cuarto Evange­lio, que se sirve de esta figura litera­ria para exponer el miste­rio de Cristo: La Sabiduría, identificada con la Palabra de Dios y con la Ley, estaba junto a Dios desde toda la eterni­dad y lo asistió en la obra de la creación; se manifestó de diversas maneras en la historia del pueblo de Israel, y final­mente se ha hecho carne en Jesu­cristo. Cuando la antigüedad cristiana leyó el texto de Bar 3,38 a la luz del prólogo del Evangelio de Juan, encontró aquí la revelación de la Encarnación del Hijo de Dios.

¨4,5-5,9. El segundo poema, dividido en cinco partes, orienta hacia la esperanza en la restauración de Israel. En la primera parte, los reproches que Dios dirige a Israel en el destierro solo sirven para destacar lo sorprendente del anuncio: No serán destruidos (4,5-9a). En la segunda parte, Jerusalén, como una viuda desolada, dice a las ciudades vecinas que no se alegren por su dolor, y las invita a compartir su duelo (4,9b-16). En la tercera parte, Jerusalén se dirige a sus hijos, y los consuela con el anuncio de la salvación que se avecina. El mismo Dios que trajo los males les traerá la salvación (4,17-29). En la cuarta parte, el autor del libro se vuelve a Jerusalén y con expresiones tomadas del profeta Isaías, la invita a cambiar sus ropas de duelo por vestidos gloriosos para recibir a sus hijos que regresan del cautiverio. Después de los tristes momentos, Dios da nuevos nombres a Jerusalén (4,30-5,4). Y finalmente, en la quinta parte, con expresiones tomadas del libro de Isaías, el autor invita a Jerusalén a contemplar a los hijos que regresan del cautiverio (5,5-9).

¨ ­ 6,1-72. Ante el peligro de la idolatría por parte de Israel que se encuentra fuera de la patria, en la diáspora, quizá en Babilonia, surge este escrito apologético y sarcástico contra los dioses que son inútiles y falsos. El único Dios que existe, salva y debe ser adorado es el Dios de Israel. ; solo en él hay que confiar. En la carta se repite con variantes un cierto estribillo que llama la atención a no temer a los ídolos, porque no son dioses (vv. 14. 22.­ 28. ­39. 44. 51. 56. 63-64. ­68. 71).

La religión de Israel se caracterizó por su culto sin imáge­nes, como establece el segundo mandamien­to del Decálogo: “No harás imágenes…” (Ex 20,4; Dt 5,8-10). Las representacio­nes que había en el Templo de Jerusalén, como también más tarde en algunas sinago­gas, tenían solo carácter decorati­vo. Los cristianos de los primeros siglos siguieron esta misma prácti­ca. Algunos Padres de la Iglesia aconseja­ron que se representaran escenas de la Biblia y de la vida de los santos, para que el pueblo que no sabía leer, aprendiera por medio de la pintura lo que debía adorar. San Gregorio Magno dijo: “la pintura da a los ignorantes lo que la lectura da a los lec­to­res”. El Concilio de Trento enseñó que los gestos de veneración se dirigen a quienes están repre­sentados. No se debe creer que en las imágenes reside algún poder o divinidad, ni se debe poner la confianza en ellas, o creer que se les puede hacer alguna petición: estas son actitudes propias de los paganos que los cristianos no deben imitar. Entre los paganos el culto se dirige al ídolo mismo, pero los cristianos veneran a quien está representado en la imagen.

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