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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. ¡Felices los que mantengan la esperanza! (12,12).El autor y su comunidad

 

En la Biblia hebrea el libro de Daniel no se encuentra entre los «Profetas», sino en la parte llamada de los «Escritos». Presenta la particularidad de reunir textos redactados en hebreo (1,1 – 2,4a; 8,1-12,13) y en arameo (2,4b-3,23; 3,91-7,28). La versión griega del AT añade además varios textos en griego (3,24-90; 13-14). A esto se agrega la diferencia de géneros literarios: textos narrativos (1-6 y 13-14); y visiones de tipo apocalíptico (7-12).

 

La tradición judía y la antigüedad cristiana tomaron este libro como obra de Daniel, uno de los judíos deportados que habría vivido en Babilonia en la época de la cautividad. Las variaciones de estilo literario y de características de redacción que se aprecian en los diferentes tramos de la obra, llevan a pensar que en su composición han intervenido varios autores.

 

También hay indicios de que el libro no fue escrito durante la cautividad porque los autores tienen muy poco conocimiento de la época del imperio babilónico. Por ejemplo, el rey deportado no fue Joaquín, sino Jeconías; Belsasar no era hijo de Nabucodonosor, sino de Nabónides; no fueron los medos quienes sucedieron a los babilonios, sino los persas; el vencedor de los babilonios no fue Darío, sino Ciro. En cambio, los autores están muy familiarizados con la época del reinado de Antíoco IV (175-164 a. C.). De la actuación de este rey, se interesan de manera particular por las medidas tomadas contra la religión de los judíos: profanación del templo, supresión del sacrificio perpetuo, persecución y martirio de los cumplidores de la Ley (7,21.25; 8,11-12; 9,27; 11,31-35; 12,11), en correspondencia con lo relatado en 1 Mac 1-6 y 2 Mac 4-9.

 

Hay entonces suficiente fundamento para afirmar que el libro de Daniel sería obra de varios autores desconocidos que vivieron en la época del reinado de Antíoco IV, bajo la terrible presión ejercida contra el judaísmo, y fueron testigos de los dolorosos hechos de la persecución religiosa narrada en los dos libros de los Macabeos.

 

Recurriendo a una ficción literaria, se expresaron como si hubieran vivido en la época babilónica, y desde allí relataron los hechos que les tocaba vivir como si estos fueran futuros. Expresándose de esta manera, lograron que los acontecimientos no fueran referidos como una simple crónica histórica, sino como un discurso profético en el que los hechos son vistos y explicados dentro del plan de Dios que gobierna la historia.

 

  1. El misterio le fue revelado a Daniel (2,19). La teología del libro de Daniel

 

2.1. Será un tiempo de angustia

 

En la época en que los dominadores griegos pretenden apartar a los judíos de la fidelidad al Dios de la alianza, se afirma que hay un solo Dios: lo confiesan sus fieles y también lo reconocen los paganos (2,47; 4,29; 14,41).

 

Dios es el Señor de la historia: los acontecimientos están encuadrados en un plan que él ha trazado, cuyo punto culminante es «lo que sucederá en el final de los tiempos» (2,28-29; 8,17; 10,14; 12,4.9). Este acontecimiento es llamado «misterio» (2,18-47; 4,6), se mantiene oculto, y Dios lo revela a quien quiere (2,22-47). Daniel y los tres jóvenes pueden interpretarlo porque el Señor les otorga la sabiduría (1,17; 2,23.47; 5,11-12).

 

Los grandes males de la historia no tienen su origen en Dios, sino en los gobernantes que se comportan como si fueran dioses, dueños del mundo y de los hombres. Quien tiene todo el poder y la autoridad es Dios (4,14.35), y los gobernantes lo reciben de su mano (2,21.37; 4,14.22.28-29; 5,18.21). Cuando los que tienen el poder olvidan de quién lo recibieron, se llenan de soberbia (5,20; 8,25; 11,12), pretenden ocupar el lugar de Dios (6,8.13; 8,11.25; 11,36), «actúan a su antojo» (8,4; 11,3.16.36), persiguen a los que adoran al verdadero Dios (8,24; 11,31-35; 12,11) y proponen al pueblo objetos de adoración que los apartan de Dios (3,5; 6,8; 14,3-5.23-25).

 

El libro de Daniel desenmascara a estos gobernantes. Todo intento de divinizar el poder o al que lo ejerce, es una blasfemia que merece el rechazo y el castigo por parte de Dios. En la época en que los fieles judíos son perseguidos, el libro presenta el ejemplo de Daniel y sus compañeros, que no se dejan corromper y permanecen fieles al verdadero Dios cuando son amenazados y entregados a la muerte (3,20; 6,17; 14,31). 

 

2.2. ¿Hasta cuándo durará esta visión del sacrificio perpetuo suprimido…?

 

La persecución parece no tener fin, y los fieles judíos se preguntan angustiados: «¿Hasta cuándo…?» (8,13; 12,6). La respuesta celestial asegura que la duración de los males tiene un final previsto pero expresado en forma enigmática: «un tiempo, dos tiempos y medio tiempo» (7,25; 12,7); «dos mil trescientas tardes y mañanas» (8,14); «media semana» (9,27); «mil doscientos noventa días» (12,11). El padecimiento bajo la dominación griega no se prolongará sin un término ni forma parte de un proceso que lleva hacia un final catastrófico. Por el contrario, hay un momento preciso, desconocido por los humanos, en el que Dios llevará a total cumplimiento su plan (8,19.26; 9,24.27; 11,27.35; 12,6-9), cuando pida cuenta y castigue a los gobernantes llenos de soberbia (7,26; 8,25; 11,45), destruya los imperios opresores (7,11.26; 8,25), inaugure un reino que no tendrá fin y entregue el poder a los que perseveren en la fidelidad (2,44; 7,14.26-27). La intervención de Dios se realizará sin intermediarios humanos. La piedra que aniquila la gran estatua cae «sin intervención de ninguna mano» (2,34.45), el rey insolente que se rebelará contra Dios «será destrozado sin que intervenga ningún hombre». Con estas expresiones, el autor del libro de Daniel deja entender que no simpatiza con la lucha armada llevada a cabo por Judas Macabeo. Hasta que llegue el momento de la intervención de Dios, los fieles oprimidos por los imperios deberán mantenerse firmes y esperar confiadamente en el Señor (12,12).

 

2.3. La gran multitud de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán

 

Israel sufre como castigo por las infidelidades cometidas por los antepasados, por los reyes y por todo el pueblo (3,28-29; 9,4-19). Pero estos sufrimientos, y hasta la misma muerte, «purifican, lavan, refinan» (11,35; 12,10) a los fieles para algo que vendrá después: habrá una futura resurrección (12,2-3.13), cuando los que fueron fieles hasta la muerte se levantarán de sus tumbas para recibir su recompensa. El NT, en particular el libro del Apocalipsis, asume y elabora textos del libro de Daniel. De esta manera muestra a los fieles que la persecución a la que se refiere Daniel no se reduce a la que los judíos sufrieron bajo las medidas vejatorias de Antíoco IV, sino que se prolonga en todas las persecuciones que los fieles padecen a lo largo de la historia. Por lo tanto, los creyentes de todos los tiempos son exhortados a mantenerse firmes y a esperar con confianza la llegada y el triunfo del reino de Dios.

 

El NT y la tradición cristiana han entendido que el reino esperado ya comenzó a realizarse con la venida de Jesucristo a este mundo, y que el misterioso ser humano, «el Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo» (7,13-14), es el mismo Jesucristo, tanto en sus padecimientos (Mc 8,31; Lc 9,22) como en su resurrección y glorificación a la derecha del Padre (Mt 26,64; Mc 14,62).

 

Los autores del libro de Daniel no escribieron para enseñar la historia de Babilonia a sus contemporáneos. La ubicación en Babilonia fue sólo un recurso literario, porque en realidad se estaban refiriendo a los lectores de su tiempo, que debían verse retratados en Daniel y sus compañeros, y encontrar en las visiones de Daniel la respuesta a sus interrogantes en medio de los sufrimientos.

 

  1. En cuanto se despertó, Daniel escribió el sueño (7,1). La estructura del libro

 

I.- Los relatos

  1. Los jóvenes en Babilonia                        1,1-21
  2. El sueño de Nabucodonosor: la estatua                        2,1-49
  3. La estatua de Nabucodonosor                          3,1-97   

     (Adiciones griegas:  3,24-90)

  1. El sueño de Nabucodonosor: el árbol    3,98- 4,34
  2. El banquete de Belsasar      5,1 – 6,1
  3. Daniel en la cueva de los leones   6,1-29

 

  1. Las visiones
  2. Los cuatro animales y el ser humano 7,1-28
  3. El carnero y el chivo 8,1-27
  4. Las setenta semanas 9,1-27
  5. El hombre con la túnica de lino   10,1-11,45
  6. La futura resurrección 12,1-13

 

III. Las adiciones griegas

  1. Susana    13,1-64
  2. La estatua de Bel 14,1-22
  3. La serpiente inmensa 14,23-42

 

 

D A N I E L

 

  1. LOS RELATOS ¨­

 

  1. Los jóvenes en Babilonia¨

 

No mancharse con los alimentos impuros

Lv 11,1-30; Dt 14,3-21; Tob 1,10-11

 

(en hebreo) 1, 1 En el tercer año del reinado de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigió contra Jerusalén y la cercó. 2 El Señor entregó a Joaquín, rey de Judá, y parte de los utensilios del templo en manos de Nabucodonosor, que los llevó al país de Senaar, y destinó los utensilios al tesoro de sus dioses.

 

3 El rey ordenó al mayordomo jefe de sus eunucos, que de los israelitas pertenecientes a las familia real y a la nobleza, llevara 4 jóvenes que no tuvieran ningún defecto físico y de bella apariencia, instruidos en toda forma de sabiduría, cultos e inteligentes, aptos para servir en el palacio real, y que los instruyera en la lengua y la literatura de los caldeos. 5 El rey dispuso que cada día se les diera una porción de la comida y del vino de su mesa. Mandó que fueran educados durante tres años, al cabo de los cuales entrarían a servir en su presencia. 6 Entre estos jóvenes judíos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. 7 El jefe de los eunucos les cambió el nombre: a Daniel lo llamó Baltasar, a Ananías, Sidrac, a Misael, Misac, y a Azarías, Abdénago.

 

8 Daniel decidió no contaminarse con la comida y el vino de la mesa del rey, y pidió al jefe de los eunucos que no lo obligara a mancharse con estos alimentos impuros. 9 Dios le concedió a Daniel que el jefe de los eunucos le tuviera afecto y simpatía, 10 y este le dijo: «Temo a mi señor, el rey. Él dispuso cuál es la comida y la bebida que ustedes deben recibir, y si los ve más desmejorados que los demás jóvenes de su misma edad, ustedes harán que mi cabeza corra peligro en su presencia». 11 Entonces Daniel dijo al guardia a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: 12 «¡Por favor! Que tus servidores seamos puestos a prueba durante diez días: que nos den verduras para comer y agua para beber. 13 Compara después nuestra apariencia con la de los demás jóvenes que comen los alimentos del rey, y actúa con tus servidores según lo que veas». 14 Él aceptó la propuesta de ellos, los puso a prueba durante diez días, 15 y al cabo de ese tiempo tenían mejor aspecto y estaban más sanos que todos los demás jóvenes que comían los alimentos del rey. 16 Entonces el guardián retiró las porciones de comida y vino que debían beber, y les daba verduras.

 

17 Dios concedió a estos cuatro jóvenes un conocimiento profundo de toda clase de literatura y sabiduría; Daniel, por su parte, sabía interpretar toda clase de visiones y sueños.

 

18 Cuando se cumplió el tiempo que el rey había dispuesto para que fueran presentados, el jefe de los eunucos los llevó a la presencia de Nabucodonosor. 19 El rey habló con ellos, y no encontró a nadie como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Entonces quedaron al servicio del rey, 20 y en todo lo que les consultó sobre sabiduría e inteligencia, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos de todo su reino. 21 Daniel estuvo allí hasta el primer año del rey Ciro.

 

  1. El sueño de Nabucodonosor: la estatua ¨

 

Nabucodonosor tuvo unos sueños que turbaron su espíritu

 

2, 1 En el segundo año de su reinado, Nabucodonosor tuvo unos sueños que turbaron tanto su espíritu que no le permitieron seguir durmiendo. 2 Entonces hizo llamar a todos los magos, adivinos, hechiceros y astrólogos para que interpretaran los sueños del rey. Ellos se presentaron ante el rey 3 y él les dijo: «Tuve un sueño y mi espíritu está ansioso por saber su significado». 4 Los astrólogos respondieron al rey:

(en arameo) «¡Que el rey viva eternamente! ¡Cuéntanos el sueño y nosotros, tus servidores, daremos la interpretación!» 5 El rey les respondió: «Ya he decidido que si no me dan a conocer el sueño y su interpretación, ustedes serán cortados en pedazos y sus casas serán demolidas. 6 Pero si me relatan el sueño y me dan su explicación, recibirán regalos, recompensas y grandes honores. Por lo tanto, expongan el sueño y su interpretación». 7 Ellos volvieron a responder: «Que el rey nos cuente su sueño, y nosotros, sus servidores, daremos la interpretación». 8 El rey les dijo: «Veo con claridad que ustedes quieren ganar tiempo porque saben que ya he tomado mi decisión 9 de que si no me dan a conocer el sueño, todos sufrirán la misma sentencia. Ustedes se han puesto de acuerdo para entretenerme con mentiras y engaños hasta que cambie la situación. Por lo tanto, cuéntenme el sueño, y sabré que también me pueden dar la interpretación». 10 Los astrólogos respondieron al rey: «No hay ningún hombre en el mundo que pueda exponer lo que pide el rey. Ningún rey, por grande y poderoso que fuera, preguntó algo así a un mago, adivino o astrólogo. 11 Lo que el rey pregunta es difícil y no hay nadie que lo pueda exponer ante el rey sino los dioses, que no habitan entre los mortales». 12 Entonces el rey se enfureció terriblemente por esto, y ordenó que fueran muertos todos los sabios de Babilonia.

 

El misterio le fue revelado a Daniel

 

13 Cuando se promulgó el decreto de hacer morir a los sabios, también buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos. 14 Usando de prudencia y con discreción, Daniel fue a ver a Arioc, el jefe de los encargados de las ejecuciones que había salido para matar a los sabios de Babilonia, 15 y le preguntó: «¿Por qué el rey ha promulgado este decreto tan urgente?». Y Arioc, el oficial del rey, le informó sobre este asunto. 16 Entonces Daniel fue a ver al rey y le pidió un plazo para darle la explicación del sueño.

17  Cuando volvió a su casa, Daniel hizo saber esto a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, 18 y les rogó que imploraran la misericordia del Dios del cielo para que pudieran conocer este misterio, y de esta manera él y sus compañeros no tuvieran que morir junto con los demás sabios de Babilonia. 19 Entonces el misterio le fue revelado a Daniel en una visión nocturna, y él bendijo al Dios del cielo 20 con estas palabras:

 

«Bendito sea el Nombre de Dios

por los siglos de los siglos

porque a él le pertenecen la sabiduría y la fuerza.

21 Él hace que se sucedan los años y las estaciones,

él hace reinar a los reyes y los depone,

da sabiduría a los sabios y ciencia a los inteligentes.

22 Él revela las cosas profundas y los misterios,

conoce lo que se oculta en las tinieblas,

y junto a él habita la luz.

23 ¡Dios de mis antepasados!

Te doy gracias y te alabo

porque me diste sabiduría y fuerza,

me hiciste conocer lo que te habíamos pedido

y nos hiciste saber el secreto del rey».

 

24 Después de todo esto, Daniel fue a ver a Arioc, a quien el rey había encargado que matara a los sabios de Babilonia, y le habló en estos términos: «No mates a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey y yo le daré la interpretación». 25 Entonces Arioc condujo rápidamente a Daniel a presencia del rey y le dijo: «Entre los cautivos de Judá encontré a este hombre que dará al rey la interpretación del sueño».

 

Ahora expondré ante el rey la explicación del sueño

Dn 8,17; 10,14; 12,4.9

 

26 El rey preguntó a Daniel, llamado también Baltasar: «¿Eres capaz de contarme el sueño que tuve y darme su explicación?». 27 Daniel respondió al rey: «No hay sabios, adivinos, o magos que sean capaces de revelar el misterio que el rey quiere saber. 28 Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios y ha dado a conocer a Nabucodonosor lo que sucederá en el final de los tiempos. Estos son el sueño y las visiones que tuviste mientras dormías: 29 Tú, majestad, estabas acostado reflexionando sobre lo que sucedería en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá. 30 A mí me ha sido revelado este misterio, no porque sea más sabio que los demás vivientes, sino para que interprete el sueño del rey y así comprendas los pensamientos de tu mente.

 

31 Tú, majestad, estabas contemplando y delante de ti se levantaba una estatua, una gran estatua muy resplandeciente y de aspecto terrible. 32 Tenía la cabeza de oro puro; el pecho y los brazos eran de plata; el vientre y sus caderas de bronce; 33 las piernas eran de hierro, y los pies en parte de hierro y en parte de barro. 34 Mientras mirabas, una piedra se desprendió sin intervención de ninguna mano, golpeó los pies de la estatua, que eran de hierro y barro, y los hizo pedazos. 35 Entonces todo quedó destrozado: el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como la paja cuando se limpia el trigo en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastros. Pero la piedra que golpeó la estatua se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra. 36 Este fue el sueño. Ahora expondré ante el rey su explicación.

 

37 Tú, majestad, rey de reyes, a quien el Dios del cielo dio el reino, fuerza, poder y gloria, 38 y puso bajo tu poder a los hombres, los animales del campo y los pájaros que vuelan por el cielo, en cualquier lugar que habiten, y te dio el dominio sobre todos ellos, tú eres la cabeza de oro. 39 Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego un tercer reino de bronce que dominará sobre toda la tierra. 40 Y finalmente un cuarto reino, duro como el hierro, porque este reino destrozará y pulverizará todo así como el hierro destroza, pulveriza y aplasta todo. 41 Viste que los pies y los dedos eran en parte de barro de alfarero y en parte de hierro. Eso significa que será un reino dividido. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, tendrá en parte la dureza del hierro; 42 pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte y otra parte estará dividida. 43 Y como viste el hierro mezclado con la arcilla de alfarero, de esa misma forma se mezclarán las familias entre ellas sin llegar a quedar unidas, como no se puede unir el hierro con el barro.

 

44 En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino eterno que no será destruido y su soberanía nunca pasará a otro reino. Por el contrario, él destruirá y aniquilará a todos esos reinos y permanecerá para siempre, 45 porque viste que una piedra se desprendía de la montaña sin intervención de ninguna mano y destrozaba el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha hecho conocer al rey lo que sucederá en el futuro. El sueño es verdadero, y su interpretación es digna de fe».

 

46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó con el rostro en tierra, se postró ante Daniel y ordenó que le ofrecieran oblaciones y perfumes. 47 Después se dirigió a Daniel y le dijo: «Es verdad que tu Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los reyes, el que revela los misterios porque tú has sido capaz de explicar este secreto».

 

48 El rey promovió a Daniel y le hizo muchos y valiosos regalos: lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe de todos los sabios. 49 Daniel pidió al rey que nombrara a Sidrac, Misac y Abdénago administradores de la provincia. Daniel permaneció en la corte del rey.

 

  1. La estatua de Nabucodonosor ¨

 

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro

// 3,6: Mt 13,42.50

 

3, 1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de treinta metros de altura por tres de ancho, y la colocó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. 2 Después el rey Nabucodonosor convocó a los gobernadores de cada región, a los gobernadores de las provincias, a los jefes, consejeros, tesoreros, abogados, jueces y a todas las autoridades de las provincias, para que asistieran a la dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. 3 Se reunieron entonces todos  los gobernadores de cada región, los gobernadores de las provincias, los jefes, consejeros, tesoreros, abogados, jueces y todas las autoridades de las provincias para la dedicación de la estatua que había mandado hacer el rey Nabucodonosor, y todos estaban de pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor.

 

4 El pregonero proclamó con voz potente: «A todas las naciones, pueblos y gentes de diferentes lenguas se les hace saber 5 que en el momento en que oigan el sonido de la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y demás instrumentos musicales, deberán postrarse y adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. 6 Aquel que no se postre ni la adore, será arrojado de inmediato a un horno de fuego ardiente».

 

7 En efecto, en el momento en que se oyó el sonido de la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y demás instrumentos musicales, todas las naciones, pueblos y gentes de diferentes lenguas se postraron para adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor.

 

Hay unos hombres judíos… que no adoran la estatua de oro

 

8 En ese mismo momento se presentaron unos astrólogos para denunciar a los judíos 9 y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Que el rey viva para siempre! 10 Majestad, tú ordenaste que todo hombre, cuando oiga el sonido de la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y demás instrumentos musicales, deberá postrarse y adorar la estatua de oro, 11 y si no se postra ni la adora, será arrojado al horno de fuego ardiente. 12 Ahora bien, Majestad, hay unos hombres judíos, Sidrac, Misac y Abdénago, a quienes encomendaste la administración de la provincia de Babilonia, que no te obedecen, no sirven a tu dios y no adoran la estatua de oro que has erigido».

 

13 Entonces Nabucodonosor, terriblemente enfurecido, ordenó que trajeran a Sidrac, Misac y Abdénago. Cuando esos hombres estuvieron en presencia del rey, 14 Nabucodonosor los interrogó diciendo: «¿Es verdad, Sidrac, Misac y Abdénago, que ustedes no sirven a mis dioses ni adoran la estatua de oro que he erigido? 15 En cuanto oigan el sonido de la trompeta, la flauta, la cítara, la lira, el arpa, la zampoña y demás instrumentos musicales, ¿están dispuestos a postrarse y adorar la estatua que hice erigir o no? Si no la adoran, serán arrojados inmediatamente al horno de fuego ardiente. Y entonces ¿qué dios podrá librarlos de mi poder?».

 

16 Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey Nabucodonosor: «No tenemos necesidad de responder sobre este asunto, 17 Majestad. Si el Dios a quien servimos es capaz de librarnos del horno de fuego ardiente y de tu poder, nos librará. 18 Y aunque no lo haga, Majestad, debes saber que nosotros no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido».

 

19 Entonces Nabucodonosor, lleno de indignación y con el rostro alterado por causa de Sidrac, Misac y Abdénago, ordenó que el horno fuera encendido con una intensidad siete veces mayor que lo que se acostumbraba, 20 y que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al horno de fuego ardiente. 21 Al momento, estos hombres con sus ropas, túnicas, turbantes y mantos fueron atados y arrojados al horno de fuego ardiente. 22 Como la orden del rey era terminante, el horno estaba muy encendido y las llamas devoraron también a los hombres que llevaban a Sidrac, Misac y Abdénago, 23 mientras que estos tres hombres, Sidrac, Misac y Abdénago, caían atados dentro del horno de fuego ardiente.

 

¡Señor, hemos pecado! ¨

Gn 15,5; 22,17; Dt 28,62; Sal 25,3; 51,18-19; 83,19; Neh 9,33; Tob 3,11; Bar 1,18; 2,4; 2,29;

 

(en griego) 3, 24  Ellos caminaban en medio de las llamas, cantaban himnos a Dios y bendecían al Señor. 25 Azarías, de pie en medio del fuego, comenzó a orar así:

 

26 «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.

Tú eres digno de alabanza.

¡Que tu nombre sea glorificado eternamente!           

27 Porque en todo lo que nos has hecho

has mostrado que eres justo.                                       

Todo lo haces de acuerdo con la verdad,

tu proceder es siempre recto,                                       

todo lo juzgas de acuerdo con la verdad.

28 Tú ejecutaste una sentencia justa

cuando hiciste caer todos estos males sobre nosotros

y sobre Jerusalén, la ciudad santa de nuestros padres.

Tú actuaste con verdad y justicia,

porque nos enviaste todo esto

por culpa de nuestros pecados.

29 Hemos pecado, 

hemos cometido la iniquidad apartándonos de ti.

En todo momento nos rebelamos contra ti,

no escuchamos tus mandamientos,

30 no observamos ni cumplimos

lo que nos mandaste para nuestro bien.                             

31 Todo lo que hiciste caer sobre nosotros,

y todo lo que nos enviaste,

lo hiciste con justicia.

32 Nos entregaste en manos de nuestros enemigos,         

nuestros peores enemigos, alejados de Dios y de la Ley,

y a un rey malvado, el peor de toda la tierra.                   

33 Y ahora no podemos abrir la boca,

porque la vergüenza y la deshonra

han caído sobre tus servidores y tus fieles.

34 ¡Por el honor de tu nombre,

no nos abandones para siempre!

¡No rompas tu alianza!

35 ¡No apartes tu misericordia de nosotros!

¡Por Abraham, tu amigo!

¡Por Isaac, tu servidor!

¡Por Israel, tu consagrado!

36 A ellos les hablaste diciéndoles

que sus descendientes serían tan numerosos

como las estrellas del cielo

y la arena que está a orillas del mar.                        

37 ¡Señor! Por causa de nuestros pecados

hoy hemos llegado a ser

la más pequeña de las naciones,                               

estamos humillados en toda la tierra.

38 En este momento

no tenemos jefe, ni profeta, ni príncipe,

ni holocausto, ni sacrificio,

ni ofrenda, ni incienso,

ni lugar donde ofrecer las primicias

para alcanzar tu misericordia.

39 Tenemos el alma quebrantada y el espíritu humillado;

recíbelos así como aceptas los holocaustos de carneros y de toros,

y millares de gordos corderos.                                  

40 Que éste sea nuestro sacrificio,

que hoy celebramos ante ti,

porque los que confían en ti

no quedarán avergonzados.                                       

41 Ahora te seguimos con todo el corazón,

te tememos, recurrimos a ti.

¡No nos avergüences,

42 sino trátanos según tu bondad

y la abundancia de tu misericordia!

43 ¡Señor!, sálvanos de acuerdo con tus obras maravillosas,

y glorifica tu nombre.

44 Que queden avergonzados

todos los que amenazan males contra tus servidores;

que queden privados vergonzosamente

de toda autoridad y gobierno,

y que su poder sea destruido.

45 Que sepan que tú, Señor, eres el único Dios,

glorioso en toda la tierra».                                         

 

¡Todas las obras del Señor, bendigan al Señor! ¨

Gn 1,6-7; Ex 25,22; 1 Re 8; Sal 80,2; 99,1; 103,22; 134,1; 135,19; 136; 148,2-4.8-10;

 

46 Los servidores del rey, que habían arrojado a los tres jóvenes al horno, no cesaban de avivar el fuego con petróleo, brea, trapos y ramas. 47 Las llamas se elevaban como unos veinticinco metros por encima del horno, 48 y al extenderse abrasaron a todos los caldeos que se encontraban alrededor. 49 Pero el ángel del Señor descendió al horno para estar junto con los que estaban con Azarías, echó fuera del horno las llamas de fuego, 50 e hizo que en medio del horno soplara un viento fresco como el rocío. El fuego no los tocó en absoluto, no les hizo daño ni los molestó. 51 Entonces los tres jóvenes, a una sola voz, dentro del horno comenzaron a cantar himnos, a glorificar y a bendecir a Dios con estas palabras:

 

52 Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,

alabado y exaltado por siempre,

y bendito sea tu nombre santo y glorioso,

alabado y exaltado por siempre.

53 Bendito seas, Señor, en tu templo santo y glorioso,                

aclamado y glorificado por siempre.

54 Bendito seas en el trono de tu reino,

aclamado y exaltado por siempre.

55 Bendito seas tú, que estás sentado sobre los querubines         

y sondeas las profundidades de los abismos,

alabado y exaltado por siempre.

56 Bendito seas en el firmamento del cielo,

aclamado y glorificado por siempre.

 

57 ¡Todas las obras del Señor, bendigan al Señor!                      

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

58 ¡Todos los ángeles, bendigan al Señor!                                    

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

59 ¡Cielos, bendigan al Señor!                                                      

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

60 ¡Todas las aguas que están por encima del cielo, bendigan al Señor!      

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

61 ¡Todos los ejércitos del Señor, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

62 ¡El sol y la luna, bendigan al Señor!                                        

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

63 ¡Estrellas del cielo, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

64 ¡Lluvia y rocío, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

65 ¡Todos los vientos, bendigan al Señor!                                    

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

66 ¡Fuego y calor, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

67 ¡Frío y heladas, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

68 ¡Rocíos y escarchas, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

69 ¡Hielos y frío, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

70 ¡Heladas y nieves, bendigan al Señor!                                       

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

71 ¡Noches y días, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

72 ¡Luz y tinieblas, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

73 ¡Rayos y nubes, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

 

74 ¡Que la tierra bendiga al Señor!

Que lo aclame y lo exalte por siempre.

75 ¡Montañas y colinas, bendigan al Señor!                                 

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

76 ¡Que todo lo que brota de la tierra bendiga al Señor!

Que lo aclame y lo glorifique por siempre.

77 ¡Manantiales, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

78 ¡Mares y ríos, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

79 ¡Cetáceos y todo lo que se mueve en las aguas, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

80 ¡Todos los pájaros del cielo, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

81 ¡Todas las fieras y ganados, bendigan al Señor!                      

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

82 ¡Todos los seres humanos, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

 

83 ¡Que Israel bendiga al Señor!                                                 

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

84 ¡Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

85 ¡Servidores del Señor, bendigan al Señor!                             

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

86 ¡Espíritus y almas de los justos, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

87 ¡Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre.

88 ¡Ananías, Azarías y Misael, bendigan al Señor!

Aclámenlo y exáltenlo por siempre,

porque él nos sacó de la región de los muertos,

nos salvó de las manos de la muerte,

nos arrancó del horno de llamas ardientes y nos libró del fuego.

89 Den gracias al Señor, porque es bueno,

porque es eterno su amor.                                                         

90 ¡Todos los que temen al Señor, bendigan al Señor, el Dios de los dioses!

Que lo alaben y le den gracias,

porque es eterno su amor.                                                                 

 

No hay otro dios que pueda salvar ¨

1 Mac 2,59

 

(en arameo) 91 (24) El rey Nabucodonosor, muy sorprendido, se levantó con rapidez y preguntó a sus ministros: «¿No arrojamos al horno a tres hombres bien atados?». Ellos respondieron: «Sí, majestad». 92 (25) El rey replicó: «¡Pero yo veo a cuatro hombres desatados que caminan por el horno sin padecer ningún daño, y el cuarto parece un ser divino!». 93 (26) Después Nabucodonosor se acercó a la boca del horno y gritó: «¡Sidrac, Misac y Abdénago, servidores del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!». Y entonces Sidrac, Misac y Abdénago salieron de en medio del fuego. 94 (27) Los gobernadores de las regiones y de las provincias, los jefes y ministros del rey se acercaron para ver cómo el fuego no había afectado los cuerpos de estos hombres: sus cabellos no estaban chamuscados, las ropas estaban intactas y no despedían olor a quemado.      

 

95 (28) Entonces Nabucodonosor exclamó: «¡Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió a su ángel para salvar a sus servidores que confiaron en él, desobedecieron la orden del rey y pusieron en peligro sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que no fuera su Dios! 96 (29) Y yo decreto que toda persona, de cualquier nación o lengua que hable mal del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago sea cortada en pedazos y que su casa sea demolida, porque no hay otro dios que pueda salvar como éste» . 97 (30) Y el rey dio prosperidad a Sidrac, Misac y Abdénago en la provincia de Babilonia.

 

  1. El sueño de Nabucodonosor: el árbol ¨

 

Había un árbol de gran altura

1 Sm 2,7-8; Sal 145,13; Mt 13,32; Lc 1,52

 

98 (31) El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: ¡Que la paz de ustedes vaya siempre en aumento! 99 (32) Me ha parecido bien hacerles conocer los signos y prodigios que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.

 

100 (33) ¡Qué grandes son sus signos!

¡Qué poderosos sus prodigios!

¡Su reino es un reino eterno!

¡Su dominio se extiende por los siglos de los siglos!              

 

4, 1 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y gozando de prosperidad en mi palacio, 2 cuando tuve un sueño que me llenó de terror. Mientras dormía tuve pesadillas que me espantaron. 3 Entonces ordené que se presentaran ante mi todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer el significado del sueño. 4 Vinieron los magos, adivinos y astrólogos y les conté el sueño, pero no supieron darme la interpretación. 5 Finalmente se presentó Daniel, que está inspirado por los dioses santos, y se llama también Baltasar como el nombre de mi dios, y le conté mi sueño: 6 «Baltasar, jefe de los magos, yo sé que estás inspirado por los dioses santos y que ningún misterio es impenetrable para ti. Escucha la visión que tuve en mi sueño y dame la interpretación. 7 Esta visión pasó por mi cabeza mientras dormía:

 

En medio de la tierra había un árbol de gran altura.

8 El árbol creció y llegó a ser muy corpulento,

su copa tocaba el cielo

y se lo podía ver desde cualquier punto de la tierra.

9 Su follaje era hermoso y producía mucho fruto:

había alimento para todos.

Bajo su sombra se cobijaban los animales del campo,

en sus ramas hacían nido los pájaros que vuelan por el cielo,        

en él encontraban alimento todos los seres vivientes.

 

10 Mientras contemplaba en mi sueño estas visiones que pasaban por mi cabeza, un ángel santo bajó del cielo 11 y gritó con voz potente:

 

¡Derriben el árbol, corten sus ramas,

arranquen sus hojas, tiren sus frutos,

que huyan los animales que están a su sombra

y los pájaros que están en sus ramas!

12 ¡Que en la tierra

quede sólo el tronco con su raíz

en medio del pasto del campo!

 

Que atado con cadenas de hierro y bronce

lo empape el rocío del cielo

y comparta con los animales la hierba del campo.

13 Que se le quite la mente humana

y se le dé una mente animal,

y así viva siete años.

14 Esta es la sentencia dictada por los ángeles,

el decreto pronunciado por los santos,

para que todos los seres vivientes reconozcan que

el Altísimo tiene el poder sobre los reinos de los humanos,

él los da a quien quiere

y coloca en el trono al más humilde de los hombres.          

 

15 Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, dame su interpretación, porque ninguno de los sabios de mi reino fue capaz de explicarlo. Tú puedes hacerlo porque tienes la inspiración de los dioses santos».

 

Esta es la interpretación, Majestad

Tob 12,9; Eclo 3,30

 

16 Entonces Daniel, llamado también Baltasar, quedó un momento perplejo y confundido en sus pensamientos. El rey le dijo: «Baltasar, no te asustes por el sueño y su interpretación». Baltasar le respondió: «¡Señor, que este sueño sea para los que te odian, y su interpretación para tus enemigos! 17 Aquel árbol que viste crecer y se hizo corpulento, que tenía una altura que tocaba el cielo y que se podía ver desde cualquier punto de la tierra, 18 que tenía hermoso follaje y frutos abundantes, y daba alimento para todos, que los animales del campo venían a cobijarse a su sombra y los pájaros que vuelan por el cielo anidaban en sus ramas, 19 eres tú, majestad, que creciste, te fortaleciste, te engrandeciste hasta tocar el cielo y tu dominio llegó hasta los confines de la tierra.

 

20 Y esto que viste, que un ángel descendió del cielo y dijo: ¡Derriben el árbol! ¡Destrúyanlo!, pero que en la tierra quede sólo el tronco con su raíz, en medio del pasto del campo; que atado con cadenas de hierro y bronce lo empape el rocío del cielo; que comparta la suerte de los animales y así viva siete años, 21 esta es la interpretación, majestad: es el decreto del Altísimo que se refiere a mi señor, el rey.

 

22 Serás expulsado de entre los hombres

y habitarás con los animales del campo,

comerás hierba como los bueyes

y te empapará el rocío del cielo.

Pasarán siete años

hasta que reconozcas

que el Altísimo tiene el poder sobre los reinos de los humanos

y él los da a quien quiere.

 

23 Y viste que se ordenaba que quedara el tronco del árbol con su raíz. Esto significa que el reino se te devolverá cuando reconozcas que el poder viene del Cielo. 24 Por lo tanto, majestad, para que tu prosperidad sea duradera acepta mi consejo: expía tus pecados haciendo obras justas, y redime tus delitos socorriendo a los pobres».  

 

El Altísimo tiene el poder sobre los reinos de los humanos

 

25 Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. 26 Un año después, el rey estaba paseando por la terraza de su palacio en Babilonia 27 y decía: «¿No es esta la gran Babilonia, que yo edifiqué con mi poder como residencia real y para gloria de mi majestad?». 28 El rey todavía estaba hablando cuando cayó una voz del cielo:

 

«¡A ti te estoy hablando, rey Nabucodonosor:

se te ha quitado el reino!

29 Serás expulsado de entre los hombres,

habitarás con los animales del campo

y comerás hierba como los bueyes.

Pasarán siete años hasta que reconozcas

que el Altísimo tiene el poder sobre los reinos de los humanos

y él los da a quien quiere».

 

30 En ese mismo momento esta palabra se cumplió en Nabucodonosor: fue expulsado de entre los hombres, comenzó a comer hierba como los bueyes, su cuerpo se empapó con el rocío del cielo, le crecieron pelos como plumas de águila y uñas como las de los pájaros.

 

31 Al cumplirse el tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté mis ojos hacia el cielo y recobré la razón. Entonces bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive eternamente,

 

su poder es eterno

y su reino permanece de generación en generación.

32 Ante él, todos los habitantes de la tierra son nada,

él hace su voluntad con las estrellas del cielo

y con los habitantes de la tierra.

No hay nadie que pueda oponerse a su poder,

o pedirle razón de lo que hace.

 

33 En ese mismo momento recobré la razón, y para gloria de mi reino recuperé la majestad y el esplendor. Mis consejeros y dignatarios fueron a buscarme, fui restablecido en el reino y se acrecentó mi poder.

 

34 Ahora yo, Nabucodonosor,

alabo, exalto y glorifico al Rey del cielo,

porque todas sus obras son verdad,

su proceder es justo,

y tiene poder para humillar al que procede con soberbia.

 

  1. El banquete de Belsasar ¨

 

El rey Belsasar ofreció un gran banquete

 

5, 1 El rey Belsasar ofreció un gran banquete a mil de sus dignatarios, bebió vino en presencia de todos ellos, 2 y excitado por el vino mandó traer los vasos de oro y plata que Nabucodonosor, su padre, había llevado del templo de Jerusalén, para que en ellos bebieran el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. 3 Trajeron entonces los vasos de oro y plata del templo de Jerusalén, y en ellos bebieron el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. 4 Y bebían vino mientras alababan a sus dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera y piedra. 5 En ese momento, los dedos de una mano humana se pusieron a escribir sobre la superficie del muro del palacio real, frente al candelabro. Al ver esa mano que escribía, el rey 6 palideció, se le confundieron sus pensamientos, sus articulaciones se aflojaron y sus rodillas comenzaron a chocar. 7 El rey mandó a gritos que hicieran venir a los adivinos, astrólogos y magos, y dijo a los sabios de Babilonia: «La persona que lea lo que está escrito y me lo interprete, se vestirá de púrpura, llevará un collar de oro en su cuello y ocupará el tercer lugar en el gobierno del reino».

 

8 Todos los sabios del reino se presentaron, pero no pudieron leer la escritura para darle una interpretación al rey. 9 Entonces el rey Belsasar se atemorizó, cambió de color, y sus dignatarios quedaron muy confundidos.

 

10 Cuando la reina oyó las palabras del rey y de sus dignatarios, entró a la sala del banquete y dijo: «¡Que el rey viva eternamente! ¡Que tus pensamientos no se llenen de temor y que tu rostro no cambie de color! 11 En tu reino hay un hombre inspirado por los dioses santos que en tiempo de tu padre mostró que tenía una luz, una inteligencia y una sabiduría semejante a la de los dioses. Tu padre, el rey Nabucodonosor, lo nombró jefe de los magos, adivinos y astrólogos. 12 Que llamen a Daniel y él dará la interpretación, porque Daniel, a quien el rey puso el nombre de Baltasar, tiene un espíritu superior, sabiduría, inteligencia y capacidad de interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver problemas».

 

13 Entonces se presentó Daniel, y el rey le preguntó: «¿Tú eres Daniel, uno de los judíos deportados que mi padre, el rey, trajo de Judá? 14 He oído que tienes inspiración de los dioses, luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias. 15 Han venido ahora a mi presencia los sabios y los adivinos para leer esta escritura y darme la interpretación, pero ellos no pudieron explicármela. 16 Yo he oído que tú puedes dar explicaciones y resolver problemas. Ahora bien: si puedes leer la escritura y darme la interpretación, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro en el cuello, y tendrás el tercer lugar de gobierno en el reino».

 

17 Daniel respondió al rey: «¡Puedes quedarte con los regalos, y dar las recompensas a otro! De todas maneras, yo leeré lo que está escrito y te haré conocer su interpretación. 18 Majestad, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor el reino, la grandeza, la gloria y el poder. 19 Y por causa de este poder que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de temor ante él. Mataba y dejaba vivir a su antojo, y a quien quería lo elevaba o lo humillaba. 20 Pero cuando su mente se llenó de soberbia y su espíritu se volvió arrogante, fue arrojado del trono y se le quitó el reino y la gloria. 21 Fue expulsado de entre los hombres, perdió la razón y quedó como los animales, vivió con los asnos, comió hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que reconoció que el Dios Altísimo tiene el poder sobre los reinos de los humanos y eleva a quien quiere.

 

22 Pero tú, su hijo Belsasar, aunque sabías todo esto, no te humillaste 23 sino que te rebelaste contra el Señor del cielo, mandaste traer los vasos de su templo y en ellos bebiste vino junto con tus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. Alabaron a los dioses de plata, oro, bronce, hierro, madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni entienden, y no glorificaron al Dios que tiene tu aliento vital en sus manos y a quien pertenece toda tu vida. 24 Por eso, de parte de él fue enviada esta mano para trazar esta inscripción. 25 Lo que está escrito es: «mene, mene – tekel – parsin». 26 Y esta es su interpretación: «mene», porque Dios ha «medido» los días de tu reinado y les ha puesto fin; 27 «tekel», porque fuiste «pesado» en la balanza, y se encontró que te falta peso; 28 «peres», porque tu reino ha sido «dividido» y entregado a Media y Persia».

 

29 Entonces Belsasar ordenó que vistieran a Daniel de púrpura, que le pusieran un collar de oro en su cuello, y que se proclamara que ocupaba el tercer lugar de gobierno en el reino. 30 Pero Belsasar, el rey de los caldeos, fue asesinado esa misma noche 6, 1 y Darío, el medo, que tenía sesenta y dos años, se apoderó del reino.

 

  1. Daniel en la cueva de los leones ¨

 

El que dirija una oración a un dios fuera de ti, será arrojado al foso de los leones

 

6, 2 Darío consideró conveniente nombrar ciento veinte gobernadores distribuidos por todo el reino, 3 y que al frente de ellos hubiera tres ministros a quienes debieran rendir cuentas, para evitar que se perjudicaran los bienes del rey. Uno de estos ministros era Daniel, 4 que se distinguía entre los ministros y gobernadores por su excepcional capacidad, y el rey pensaba ponerlo al frente de todo el reino.

 

5 Entonces los ministros y los gobernadores trataron de encontrar un motivo para acusar a Daniel en algún asunto referente a la administración del reino. Pero no pudieron encontrar ni una sola falta, porque era fiel y no lo podían acusar de negligencia o corrupción. 6 Aquellos hombres dijeron: «No encontraremos en Daniel ninguna falta, a no ser que se trate de algo referente a la ley de su Dios». 7 Entonces estos gobernadores y ministros entraron en tropel ante el rey Darío y le hablaron en estos términos: «¡Que el rey Darío viva eternamente! 8 Todos los jefes del reino, ministros, gobernadores, consejeros y gobernadores locales se han puesto de acuerdo en que se promulgue un decreto real que ordene: Todo el que durante los próximos treinta días dirija una oración a cualquier dios o persona humana fuera de ti, majestad, será arrojado al foso de los leones. 9 Por eso, majestad, promulga la prohibición y firma el decreto de modo que no sea modificado, conforme a la ley de los medos y de los persas, que no se puede anular». 10 De acuerdo con esto, el rey Darío firmó el decreto y la prohibición.

 

11 Cuando Daniel supo que se había firmado el decreto, se retiró a su casa. La habitación del piso superior tenía ventanas que se abrían en dirección a Jerusalén, y allí se arrodillaba Daniel tres veces al día para orar y alabar a Dios, como lo había hecho siempre.

 

12 Entonces aquellos hombres entraron en tropel y encontraron a Daniel orando y suplicando a Dios. 13 De inmediato se presentaron ante el rey y le hablaron de la prohibición real: «¡Majestad! ¿No firmaste un decreto según el cual toda persona que en el plazo de treinta días dirija una súplica a cualquier dios u hombre que no seas tú, sea arrojada al foso de los leones?». El rey respondió: «Así ha sido establecido, conforme a la ley de los medos y los persas, que no se puede anular». 14 Ellos entonces le replicaron: «Sin embargo, Daniel, ese judío deportado, no te respeta a ti, Majestad, ni a la prohibición que firmaste, y tres veces al día reza su oración». 15 Cuando el rey oyó esto, se apenó mucho y tomó la decisión de salvar a Daniel; hasta la puesta del sol estuvo intentando liberarlo. 16 Pero aquellos hombres entraron en tropel a la presencia del rey y le dijeron: «¡Majestad, recuerda que, según la ley de los medos y de los persas, ninguna prohibición o decreto dado por el rey puede ser anulado!». 17 Entonces el rey ordenó que trajeran a Daniel y lo arrojaran al foso de los leones. En ese momento el rey dijo a Daniel: «¡Que te libere el Dios al que sirves con tanta constancia!». 18  Después trajeron una piedra, la pusieron sobre la boca del foso y el rey la selló con su anillo y con el de sus dignatarios, para que no se cambiara nada de lo decidido sobre Daniel.

 

Dios libró a Daniel de la garra de los leones

1 Mac 2,60

 

19 El rey regresó a su palacio, pasó la noche sin comer ni recibir concubinas, pero no pudo conciliar el sueño. 20 Muy temprano, en cuanto amaneció, se levantó, fue corriendo al foso de los leones, 21 y cuando se acercaba gritó angustiado: «¡Daniel, servidor del Dios viviente!, ¿pudo tu Dios, al que sirves con tanta constancia, salvarte de los leones?». 22 Y Daniel le respondió: «¡Que el rey viva eternamente! 23 Mi Dios envió a su ángel, que cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño, porque soy inocente ante él y no he cometido ningún delito contra el rey».          

 

24 El rey se alegró mucho y ordenó que sacaran a Daniel del foso. Cuando lo sacaron, no encontraron en él ningún daño porque había confiado en su Dios. 25 Después el rey mandó que aquellos hombres que habían acusado a Daniel fueran traídos y arrojados al foso de los leones junto con sus hijos y sus mujeres. Todavía no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se abalanzaron sobre ellos y les trituraron todos sus huesos. 26 Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: «¡Que la paz de ustedes vaya siempre en aumento! 27 Ordeno que en todos los dominios de mi reino sea temido y respetado el Dios de Daniel,

 

él es el Dios viviente

que vive para siempre;

su reino nunca será destruido

y su imperio no tendrá fin.

28 Él salva y libera,

hace signos y prodigios

en el cielo y en la tierra,

y libró a Daniel de la garra de los leones».

 

29 Daniel, por su parte, prosperó durante los reinados de Darío y de Ciro el persa.

 

  1. LAS VISIONES ¨­

 

  1. Los cuatro animales y el ser humano¨

 

Cuatro animales enormes… y un ser humano

// 7,13-14: Mt 24,30; 26,64; Mc 13,26; 14,62; Ap 1,7

 

7, 1 En el primer año del reinado de Belsasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo sueños y visiones mientras dormía. En cuanto se despertó, escribió el sueño. El relato comienza así:

 

2 «Durante la noche tuve una visión. El viento de los cuatro puntos cardinales sacudió el inmenso mar, 3 y de él surgieron cuatro animales enormes, diferentes uno del otro. 4 El primero parecía un león y tenía alas de águila. Mientras yo estaba contemplando, le arrancaron las alas y lo hicieron levantar del suelo. Entonces se puso de pie sobre dos patas, como un hombre, y le dieron una mente humana. 5 Apareció después un segundo animal, semejante a un oso, que estaba apenas erguido, y en sus fauces, entre los dientes, llevaba tres costillas. Y le decían: «¡Levántate y devora mucha carne!» 6 Yo continuaba mirando, y vi otro animal, como un leopardo con cuatro alas de ave en el lomo y además tenía cuatro cabezas. Y le dieron el poder. 7 Después, en mi visión nocturna vi un cuarto animal, espantoso, terrible y muy fuerte, que tenía enormes dientes de hierro. Comía y trituraba, y con sus patas pisoteaba las sobras. Era diferente de los animales anteriores, y tenía diez cuernos. 8 Yo los estaba observando, cuando entre ellos apareció otro cuerno pequeño, y para dejarle espacio debieron arrancar tres de los cuernos anteriores. Este cuerno tenía ojos como los humanos, y una boca que hablaba con insolencia.

 

9 Mientras yo seguía mirando,

se prepararon unos tronos

y un Anciano se sentó.

Su vestidura era blanca como la nieve,

y sus cabellos como la lana pura.

Su trono eran llamas

y sus ruedas fuego ardiente.

10 Delante de él

brotaba y corría un río de fuego,

miles y miles le servían,

y millones estaban de pie en su presencia.

El tribunal se sentó

y se abrieron los libros.

 

11 Yo continuaba mirando, asombrado por las palabras que decía aquel cuerno, cuando vi que mataron al animal, lo destrozaron y lo arrojaron al fuego ardiente. 12 A los otros animales se les quitó el poder, pero se les permitió seguir viviendo todavía un tiempo. 13 Yo seguía contemplando en mi visión nocturna,

 

y vi que alguien como un ser humano

venía entre las nubes del cielo.                                

Se aproximó al Anciano,

lo llevaron a su presencia

14 y le dieron el poder,

el honor y el reino;

todas las naciones, pueblos y lenguas le sirvieron;

su dominio es un dominio eterno

que nunca pasará,

y su reino jamás será destruido».

 

Representan cuatro reinos

2 Mac 6,1-9

 

15 Yo, Daniel, quedé profundamente confundido por estas visiones que pasaban por mi mente. 16 Me acerqué a uno de los que estaban allí presentes y le pregunté por la verdad de todo esto, y me respondió dándome a conocer la explicación de todas las visiones: 17 «Esos cuatro grandes animales representan cuatro reyes que surgirán de la tierra, 18 pero los Santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos». 19 Entonces quise saber la verdad acerca del cuarto animal, tan diferente de todos los otros, espantoso y terrible, con dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y con sus patas pisoteaba las sobras. 20 Y el sentido de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del cuerno que apareció después destruyendo los otros tres, que tenía ojos y una boca que decía insolencias y parecía más grande que los demás. 21 Yo había visto que este cuerno declaraba la guerra a los Santos y parecía que estaba por vencerlos, 22 cuando vino el Anciano e hizo justicia a los Santos del Altísimo porque había llegado el tiempo de que ellos tomaran posesión del reino. 23 Y me respondió: «En lo que se refiere al cuarto animal

 

vendrá sobre la tierra un reino

distinto de los demás,

que devorará toda la tierra,

pisoteará y destruirá.

24 Los diez cuernos

serán diez reyes que surgirán de ese reino.

Después de ellos vendrá otro

diferente de los anteriores,

que derribará a tres reyes,

25 hablará contra el Altísimo

y hará la guerra contra los Santos del Altísimo,

intentará cambiar las fiestas y la Ley,                     

y los Santos estarán bajo su poder

por un tiempo, dos tiempos y medio tiempo.

26 Pero cuando comience a actuar el tribunal,

se le quitará el poder,

será totalmente destruido y aniquilado,

27 y el reino, el poder y la grandeza

    de todos los reinos que hay en el mundo

serán entregados al pueblo

que está bajo la protección de los Santos del Altísimo.

Su reinado es un reinado eterno,

y todos los poderosos le servirán y le obedecerán».

 

28 Y aquí concluye el relato. Yo, Daniel, quedé muy afligido con estos pensamientos, el color de mi semblante había cambiado, pero guardé todo en mi interior.

 

  1. El carnero y el chivo ¨

 

¿Hasta cuándo durará esta visión…?

Dn 2,34.45; 1 Mac 1,45; 2 Mac 6,4

 

(en hebreo) 8, 1 En el tercer año del reinado del rey Belsasar, yo, Daniel, tuve otra visión después de la que había recibido antes. 2 Me encontraba en Susa, la ciudad fortificada de la provincia de Elam, contemplaba la visión, y veía que yo estaba a orillas del río Ulay. 3 Miré con atención y observé un carnero que estaba parado junto al río. Tenía dos cuernos, uno más alto que el otro, pero el más alto había aparecido después que el primero. 4 Vi que el carnero embestía hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur. Ningún animal podía hacerle frente y nadie se podía librar de su poder. Hacía lo que quería y estaba cada vez más fuerte. 5 Me quedé reflexionando, cuando de pronto vi un chivo que tenía un magnífico cuerno entre los ojos, venía del oeste y recorría toda la tierra sin pisar el suelo. 6 Llegó hasta el carnero que yo había visto antes junto al río, el que tenía los dos cuernos, y se lanzó contra él con todo el ímpetu de sus fuerzas. 7 Vi cómo se acercó con furia al carnero, le quebró los dos cuernos, lo derribó por tierra y lo pisoteó, sin que el carnero tuviera fuerza para hacerle frente y nadie pudiera librarlo de su poder. 8 El chivo se hizo muy grande, y cuando era más fuerte, el cuerno grande se quebró, y en su lugar aparecieron otros cuatro cuernos imponentes, orientados hacia los cuatro puntos cardinales. 9 De uno de ellos salió un pequeño cuerno que creció mucho hacia el sur, hacia el este y hacia la hermosa tierra de Judea. 10 Se elevó hasta alcanzar el ejército del cielo, derribó una parte de los astros y pisoteó las estrellas. 11 Se engrandeció hasta llegar al jefe del ejército: suprimió el sacrificio perpetuo y profanó su santuario. 12 Le fueron entregadas las estrellas del cielo, en lugar del sacrificio se instaló la iniquidad, y arrojó por tierra la verdad. En todas sus empresas tuvo éxito.

 

13  Oí entonces que un santo hablaba y otro le preguntaba: «¿Hasta cuándo durará esta visión del sacrificio perpetuo suprimido, la iniquidad desoladora, el santuario y las estrellas pisoteadas?» 14 Y el otro me respondió: «Hasta que pasen dos mil trescientas tardes y mañanas. Después, el santuario será restablecido».

 

15 Yo, Daniel, contemplaba la visión y trataba de comprenderla, cuando se me presentó alguien que tenía el aspecto de un hombre, 16 y oí una voz humana que llegaba del lado del río Ulay y gritaba: «¡Gabriel, explícale a éste la visión!» 17 Cuando él se me acercó, quedé aterrado y caí con el rostro en tierra. Entonces me dijo: «¡Hombre, debes entender que la visión se refiere al tiempo final!». 18 Mientras me hablaba, yo estaba como adormecido con el rostro en tierra. Él se aproximó, me hizo poner de pie 19 y me dijo: «Te daré a conocer lo que sucederá cuando la ira llegue a su término, porque hay un tiempo fijado para el final. 20 El carnero que viste, que tenía dos cuernos, son los reinos de Media y Persia; 21 el chivo es el reino de Grecia, y el cuerno que tenía entre los ojos es su primer rey. 22 Que este cuerno se rompiera y en su lugar aparecieran otros cuatro, significa que de esta nación saldrán cuatro reinos, aunque no tendrán la misma fuerza. 23 Y al final de estos reinos,

 

cuando los pecadores hayan colmado la medida,

surgirá un rey insolente y astuto.

24 Acrecentará su poder, pero no por su propia fuerza,

causará desastres asombrosos,

tendrá éxito,

destruirá a los poderosos

y al reino que está bajo la protección de los Santos.

25 Actuará de manera astuta,

y triunfará sirviéndose de la traición,

se llenará de soberbia

y destruirá a muchos atacándolos por sorpresa.  

Se rebelará contra el Príncipe de los príncipes,

pero será destrozado sin que intervenga ningún hombre.               

26 La visión de las tardes y las mañanas

que te fue revelada es digna de fe,

pero tú ocúltala,

porque es para dentro de mucho tiempo».

 

27 Yo, Daniel, estuve decaído y enfermo varios días. Después me levanté para atender los asuntos del rey, pero estaba desolado por la visión, y no podía comprenderla.

 

  1. Las setenta semanas ¨

 

¿Cuántos años debe durar la ruina de Jerusalén?

Jr 25,11-12; 29,10; Sal 44,14; 79,4; Bar 1,15-17.20-21; 2,1-2.4.6.9-11; 3,8

 

9, 1 En el primer año de Darío, el hijo de Asuero, descendiente de los medos que fue puesto como rey sobre los caldeos, 2  yo, Daniel, consultaba en los libros cuántos años debía durar la ruina de Jerusalén, según la palabra que el Señor dirigió al profeta Jeremías: eran setenta años. 3 Levanté mis ojos hacia Dios, nuestro Señor, imploré con oraciones y súplicas, con ayuno, ropa de penitencia y ceniza. 4 Oré al Señor, nuestro Dios, e hice esta confesión:

 

«Señor, Dios grande y admirable, que mantienes la alianza y el amor fiel con los que te aman y cumplen tus mandamientos. 5 Hemos pecado, hemos cometido iniquidades, nos hemos comportado mal, nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos. 6 No escuchamos a tus servidores, los profetas, que en tu nombre hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a toda la gente del país. 7 Tú, Señor, actuaste con justicia, y hoy todos nosotros debemos estar avergonzados,                 los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén y todo Israel, los que están cerca y los que están lejos, en todos los países a donde los dispersaste porque se habían rebelado contra ti. 8 Señor, nosotros estamos avergonzados, como también nuestros reyes, nuestros príncipes y nuestros antepasados, porque pecamos contra ti. 9 Pero Dios, nuestro Señor, es misericordioso y compasivo, aunque nos hemos rebelado contra él, 10 y no hemos escuchado la palabra del Señor, nuestro Dios, ni nos hemos comportado de acuerdo con la Ley que nos dio por medio de sus servidores, los profetas. 11 Todo Israel transgredió tu Ley y se apartó para no escuchar tu palabra, y entonces cayeron sobre nosotros las amenazas y los juramentos que están escritos en la Ley de Moisés, el servidor de Dios, porque hemos pecado contra el Señor. 12 Y él cumplió la palabra que había pronunciado contra nosotros y contra los jueces que nos juzgaban, enviando contra nosotros una desgracia muy grande, porque nunca sucedió en el mundo algo como lo que aconteció en Jerusalén. 13 Toda esta desgracia cayó sobre nosotros de acuerdo con lo que está escrito en la Ley de Moisés, porque no aplacamos la indignación del Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y reconociendo tu fidelidad. 14 El Señor estuvo atento y nos trajo todos esos males, porque el Señor, nuestro Dios, es justo en todo lo que hace, pero no escuchamos su voz. 15 Y ahora, Señor Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de Egipto con gran poder y ganaste un renombre hasta el día de hoy, nosotros hemos pecado y nos hemos comportado mal. 16 ¡Señor, por favor! ¡Por tus grandes obras de salvación! Aparta tu ardiente indignación de Jerusalén, tu ciudad, tu montaña santa, porque Jerusalén y tu pueblo se han convertido en objeto de burla para todos nuestros vecinos por causa de nuestros pecados y las iniquidades de nuestros antepasados. 17 Ahora, Dios nuestro, escucha la oración y la súplica de tu servidor y mira con benevolencia a tu templo destruido ¡Por tu honor, Señor! 18 ¡Dios mío! Presta atención, escucha, mira nuestras ruinas y la ciudad sobre la que se invoca tu nombre, porque nuestra oración no se apoya sobre nuestras obras justas, sino sobre tu gran misericordia. 19 ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa! ¡No tardes más! ¡Por tu honor, Dios mío! ¡Porque sobre tu ciudad y sobre tu pueblo se invoca tu nombre!».

 

Se han fijado setenta semanas

2 Cr 36,22-23; 1 Mac 1,45.54; 6,7; 2 Mac 4,34; 6,2; // 9,37: Mt 24,15

 

20 Yo todavía hablaba en mi oración, confesaba mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y presentaba mi súplica ante el Señor, mi Dios, por su montaña santa, 21   cuando Gabriel, el hombre que había visto en mi visión anterior, se me acercó volando a la hora de la ofrenda de la tarde. 22 Comenzó a hablar conmigo para instruirme diciendo: «¡Daniel! Ahora he venido para hacer que comprendas estas cosas. 23 Cuando comenzaste tu oración, Dios pronunció una palabra y vine a comunicártela, porque eres un hombre predilecto de Dios. ¡Entiende la palabra! ¡Comprende la visión!

 

24 A tu pueblo y a tu ciudad santa

se le han fijado setenta semanas

para poner fin a la culpa

y acabar con el pecado,

para purificar la iniquidad

e instaurar la salvación eterna,

para confirmar la profecía y la visión,

para consagrar el lugar santísimo.

25 Debes entender y comprender esto:

desde que se pronuncie la palabra

de regresar y reconstruir Jerusalén,                   

hasta un jefe que reciba la unción

pasarán siete semanas.

Después, durante sesenta y dos semanas,

en tiempos angustiosos,

serán reconstruidos la plaza y el foso.

26 Después de las sesenta y dos semanas

será eliminado el ungido sin tener culpa,          

y el pueblo de un jefe que vendrá

destruirá la ciudad y el santuario,

pero su fin se producirá con un cataclismo,

y hasta el final habrá guerra

y las devastaciones que han sido decretadas.

27 Durante una semana

establecerá una firme alianza con muchos,

y durante media semana

hará cesar el sacrificio y la ofrenda,                

y en el templo estará el ídolo abominable,     

hasta que la ruina decretada

venga sobre el destructor». 

 

  1. El hombre con la túnica de lino ¨

 

Vine para hacerte comprender lo que sucederá en el tiempo final

 

10, 1 En el tercer año de Ciro, rey de Persia, Daniel, que también se llama Baltasar, tuvo una revelación referente a un gran combate. La revelación es digna de fe; Daniel estuvo muy atento y comprendió el sentido de la visión.

 

2 «En ese tiempo, yo, Daniel, estuve de duelo durante tres semanas enteras: 3 no comí alimentos sabrosos, no probé carne ni vino, ni me perfumé hasta que pasaron las tres semanas. 4 El día veinticuatro del primer mes, yo estaba a orillas del gran río llamado Tigris, 5 levanté la vista y vi que ahí estaba un hombre vestido con una túnica de lino y un cinturón de oro refinado, 6 su cuerpo era como el topacio, su rostro resplandecía como el relámpago, sus ojos eran como antorchas encendidas, sus brazos y sus piernas resplandecían como el bronce pulido, y su voz resonaba como una gran multitud. 7 Sólo yo, Daniel, tuve esta visión. Los que estaban conmigo no la vieron, pero sintieron un gran temor y corrieron a esconderse, 8 de modo que quedé solo contemplando esta gran visión. Me sentí sin fuerzas, mi semblante se alteró hasta quedar desfigurado, y quedé sin energías. 9 En cuanto oí el sonido de sus palabras, caí desvanecido con el rostro en tierra. 10 De pronto una mano me tocó e hizo que temblaran mis piernas y mis manos. 11 Y me dijo: «¡Daniel, hombre predilecto de Dios, presta atención a lo que te diga, y levántate, porque ahora he sido enviado a ti». Cuando oí estas palabras, me puse de pie temblando. 12 Y continuó diciendo: «¡No temas, Daniel! Porque desde el primer día que te esforzaste por comprender y humillarte ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas y he venido por causa de ellas. 13 El príncipe del reino de Persia me opuso resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los primeros príncipes, vino en mi ayuda. Lo dejé junto al príncipe de Persia 14 y vine para hacerte comprender lo que sucederá a tu pueblo en el tiempo final, porque la visión se refiere a esos días».

 

15 Mientras él me hablaba, incliné mi rostro hacia el suelo y quedé mudo. 16 Pero alguien que tenía el aspecto de un ser humano tocó mis labios. Entonces abrí mi boca, comencé a hablar y dije al que estaba frente a mí: «¡Señor, esta visión me ha llenado de dolor y me ha dejado sin fuerzas! 17 ¿Cómo podré yo, que soy tu servidor, hablar con mi señor, si no tengo fuerzas para mantenerme de pie y me falta el aliento?». 18 Y aquel que tenía aspecto de ser humano, volvió a tocarme, me reanimó 19 y me dijo: «¡No temas, hombre predilecto de Dios! ¡La paz está contigo! ¡Debes ser fuerte y valeroso!». Cuando oí sus palabras, me reanimé y dije: «¡Habla, señor, porque me has fortalecido!». 20 Y me respondió: «¿Sabes para qué he venido hasta ti? Ahora vuelvo para continuar luchando contra el príncipe de Persia, y cuando termine, vendrá el príncipe de Grecia. 21 Pero te comunicaré lo que está escrito en el libro de la Verdad. Nadie me sostiene contra ellos sino Miguel, el príncipe de ustedes, 11, 1 y yo, en el año primero de Darío el medo, estuve junto a él para sostenerlo y protegerlo».

 

El rey del norte irá a atacar al rey del sur

1 Mac 1,7-9; 2 Mac 3,7

 

2 «Ahora te revelaré la verdad. Todavía habrá tres reyes en Persia. El cuarto, que tendrá más riquezas que todos ellos, se afirmará en sus riquezas y pondrá todo en movimiento contra el reino de Grecia. 3 Surgirá entonces un rey guerrero que extenderá sus dominios y actuará a su antojo. 4 En cuanto llegue a imponerse, su reino se dividirá y se repartirá hacia los cuatro puntos cardinales. Pero el reino no será gobernado por sus descendientes, ni como lo había hecho él, sino que quedará desgarrado y pasará a manos de otros. 5 El rey que gobierne en el sur se fortalecerá, hasta que uno de sus generales se haga más poderoso que él y establezca un reino todavía más grande. 6 Al cabo de algunos años se reconciliarán, y la hija del rey del sur irá a unirse con el rey del norte para consolidar la paz. Pero no conservará su poder ni subsistirá su descendencia, porque ella, su séquito, su hijo y el que la apoyaba serán entregados a la muerte. En ese tiempo 7 brotará un retoño de las mismas raíces de ella, que atacará al ejército y entrará en la fortaleza del rey del norte, luchará contra ellos, los vencerá 8 y se llevará como botín a Egipto sus dioses, sus imágenes, y los vasos preciosos de plata y oro. Durante algunos años, él estará en paz con el rey del norte, 9 pero éste invadirá el territorio del rey del sur, y regresará a su país.

 

10 Los hijos del rey del norte emprenderán otra vez la guerra y reunirán grandes ejércitos. Uno de ellos pasará como una inundación; después volverá y atacará la fortaleza del rey del sur. 11 El rey del sur, enfurecido, saldrá a luchar contra el rey del norte. Éste formará un inmenso ejército que caerá en manos del rey del sur 12 y será aniquilado. Después de esto, el rey del sur se llenará de soberbia y matará a millares de personas. Pero no logrará imponerse 13 porque el rey del norte volverá a formar un ejército mayor que el primero, y después de algunos años irá a atacar al rey del sur con un ejército numeroso y bien abastecido. 14 En esa época muchos se rebelarán contra el rey del sur, y también muchos hombres violentos de tu pueblo se alzarán para dar cumplimiento a una visión, pero fracasarán. 15 El rey del norte irá, levantará un terraplén y capturará una ciudad fortificada. El ejército del sur no podrá resistir, y ni aun las tropas mejor preparadas tendrán fuerza para hacerle frente. 16 El invasor actuará a su antojo, sin que nadie se le pueda oponer; se instalará en la hermosa tierra de Judea y todo quedará bajo su poder. 17 Se propondrá tomar también el territorio del rey del sur, aunque después hará las paces con él y le entregará su hija como esposa, con la intención de provocarle la ruina, pero fracasará y no sucederá como había pensado. 18 Después se dirigirá hacia la región costera y se apoderará de muchas ciudades, hasta que un general ponga fin a esta provocación, sin que él pueda tomar la represalia. 19 Entonces, cuando regrese a las fortalezas de su país, tropezará, caerá y no se lo hallará más. 20 En su lugar surgirá alguien que enviará un recaudador para apoderarse del tesoro del reino, pero en poco tiempo será destruido sin luchas ni guerras.

 

Profanarán el santuario… suprimirán el sacrificio perpetuo

1 Mac 1,10.16.21-24.33-52.54; 2,18; 2 Mac 6,1-11; 7,24; // 11,31: Mt 24,15; Mc 13,14

 

21 En lugar de éste ascenderá un miserable que sin tener derecho a la dignidad real, se instalará por sorpresa, valiéndose de intrigas. 22 Las fuerzas que se alcen contra él quedarán derrotadas y destruidas, así como también un príncipe de la alianza. 23 Traicionará a los que hagan alianza con él y con pocos medios se elevará y acrecentará su poder. 24 Invadirá a su gusto las regiones fértiles de la provincia, y hará lo que no hicieron ni sus padres ni sus abuelos: distribuirá entre su gente el botín, los despojos y las riquezas. Hará proyectos contra las ciudades fortificadas, pero por poco tiempo. 25 Reunirá sus fuerzas y con un gran ejército se dispondrá a luchar contra el rey del sur. Éste lo enfrentará en una guerra con un ejército grande y muy poderoso, aunque no podrá imponerse porque conspirarán contra él; 26 los mismos que comían en su mesa le causarán la ruina, su ejército será vencido y habrá numerosos muertos. 27 Los dos reyes, ocultando malas intenciones, se sentarán en la misma mesa para decirse mentiras, y no tendrán éxito porque el tiempo fijado todavía no habrá llegado. 28 El rey del norte volverá a su país con un gran botín; y al regresar ejecutará sus planes contra la alianza santa. 29 En el momento preciso volverá a invadir el reino del sur, aunque esta vez no será como la vez anterior 30 porque lo atacarán naves de occidente, y regresará desanimado. Actuará con furor contra la alianza santa, y tendrá consideración con los que apostaten de ella. 31 Fuerzas enviadas por él se impondrán, profanarán el santuario y la fortaleza, suprimirán el sacrificio perpetuo e instalarán el ídolo abominable. 32 Corromperá con regalos a los que apostaten de la alianza, mientras que el pueblo que permanece fiel a su Dios, le opondrá resistencia y entrará en acción. 33 Los sabios del pueblo instruirán a la multitud, y durante un tiempo también ellos serán víctimas de la espada, del fuego, de la cautividad y del despojo de sus bienes. Cuando caigan, recibirán muy poca ayuda, y muchos se unirán a ellos con intenciones hipócritas. 35 Algunos de los maestros caerán, y esto servirá para refinarlos, purificarlos y blanquearlos hasta que llegue el tiempo del fin, que está fijado para un momento determinado. 36 El rey actuará a su antojo, se elevará y se engrandecerá por encima de todos los dioses, blasfemará contra el Dios de los dioses, y tendrá éxito hasta que se colme la medida de la indignación, porque lo que está decretado se cumplirá. 37 No reconocerá al dios de sus antepasados ni a Adonis, el dios amado de las mujeres; se engrandecerá por encima de todo y no rendirá culto a ninguno de los dioses porque 38 en lugar de ellos, con oro, plata, piedras preciosas y joyas honrará al dios de la fortaleza, un dios desconocido de sus antepasados. 39 Para defensa de la fortaleza establecerá un pueblo que adora a un dios extranjero y lo colmará de honores, le dará autoridad sobre multitudes y le repartirá tierras como recompensa. 40 En el momento final lo atacará el rey del sur, el rey del norte se volverá contra él con carros, caballería y gran cantidad de naves, y como una tempestad invadirá sus territorios y pasará como una inundación. 41 Después entrará en la hermosa tierra de Judea. Muchos morirán, mientras que Edom, Moab y el resto de los amonitas se librarán de su poder. 42 Extenderá su mano sobre otros países, y Egipto no podrá escapar. 43 Se apoderará de los tesoros de oro, plata y todas las riquezas de Egipto; los libios y los etíopes correrán la misma suerte. 44 Pero del este y del norte le llegarán noticias que lo inquietarán, saldrá terriblemente enfurecido para matar y exterminar multitudes 45 y pondrá su campamento real entre el mar y la santa montaña del esplendor. Entonces llegará el fin sin que nadie lo socorra.

 

  1. La futura resurrección ¨

 

Te levantarás para recibir tu recompensa en el final de los tiempos

Dn 10,13.21; Ap 12,7; 20,12; 22,11 // 12,11: Mt 24,15; Mc 13,14

 

12, 1 En ese tiempo se levantará

el gran príncipe Miguel                                     

que está al frente de tus compatriotas.

Será un tiempo de angustia

como no hubo

desde que existen las naciones hasta ahora.

Entonces se salvará tu pueblo,

todos los que están escritos en el libro.    

2       La gran multitud de los que duermen en el polvo de la tierra

se despertará,

unos para gozar de la vida eterna,

otros para sufrir la vergüenza, el horror eterno.

3       Los sabios resplandecerán como el firmamento,

y los que instruyeron a muchos en la rectitud

brillarán como las estrellas por toda la eternidad.

 

4 Tú, Daniel, oculta estas palabras y cierra este libro con un sello hasta que llegue el momento final. Muchos andarán de un lado para otro, y el mal irá en aumento».

 

5 Entonces yo, Daniel, miré y vi a otros dos hombres, uno a cada lado del río. 6 Uno de ellos preguntó al hombre vestido con una túnica de lino que estaba junto al río: «¿Cuándo llegará el final de estas señales prodigiosas?» 7 El hombre vestido con una túnica de lino que estaba junto al río, levantó sus dos manos hacia el cielo y oí que juró por el que vive eternamente: «Un tiempo, dos tiempos y medio tiempo, y cuando llegue el final del que destroza la fuerza del pueblo santo, todo esto se cumplirá». 8 Lo oí, pero no lo entendí. Entonces dije: «¡Señor! ¿Cómo será el final de todo esto?». 9 Y me respondió: «Daniel, sigue tu camino, porque todas estas cosas están ocultas y bajo un sello hasta que llegue el tiempo del fin. 10 Muchos se purificarán, se lavarán y se refinarán, los malvados seguirán haciendo el mal y no comprenderán, pero los sabios entenderán. 11 Desde que se suprima el sacrificio perpetuo y se instale el ídolo abominable, pasarán mil doscientos noventa días. 12 ¡Felices los que mantengan la esperanza y lleguen a los mil trescientos treinta y cinco días! 13 Tú, sigue tu camino y descansa. Te levantarás para recibir tu recompensa en el final de los tiempos». 

  

 

III. LAS ADICIONES GRIEGAS ¨­

 

  1. Susana ¨

 

Susana, una mujer muy hermosa y piadosa

 

(en griego) 13, 1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. 2 Estaba casado con Susana, hija de Jelcías, una mujer muy hermosa y piadosa. 3 Sus padres eran justos y la habían educado de acuerdo con la Ley de Moisés. 4 Joaquín era muy rico, y junto a su casa tenía un parque donde acostumbraban reunirse los judíos, ya que él era muy respetado. 5 Aquel año habían sido designados jueces del pueblo dos ancianos, de los que el Señor dijo «Desde Babilonia vino la maldad, y salió de los jueces ancianos que aparentaban conducir al pueblo». 6 Estos iban con frecuencia a la casa de Joaquín, y todos los que tenían pleitos acudían a ellos. 7 A mediodía, en cuanto se iba toda la gente, Susana entraba al parque de su esposo y se paseaba. 8 Los dos ancianos, que todos los días la veían entrar y pasearse, se llenaron de pasión por ella, 9 perdieron la cabeza y no levantaron más sus ojos para mirar al cielo y acordarse de sus justos juicios. 10 Los dos estaban heridos de pasión por ella, pero ninguno le manifestaba su tormento al otro, 11 porque tenían vergüenza de revelar que deseaban tener relaciones con ella. 12 Cada día observaban ansiosamente para poder verla. 13 Un día se dijeron uno al otro: «Vamos a casa, que ya es hora de comer». Salieron y se fueron cada uno por su lado, 14 pero volvieron y se encontraron en el mismo lugar. Como cada uno le preguntó al otro la causa del regreso, se confesaron mutuamente su pasión. Entonces se pusieron de acuerdo en buscar una ocasión para encontrarla sola.

 

¡Daremos testimonio contra ti!

Lv 20,10; Dt 22,22

 

15 Al tercer día, mientras ellos estaban esperando el momento oportuno, entró Susana como de costumbre, acompañada sólo de dos servidoras, y como hacía calor tuvo deseos de bañarse en el parque. 16 Allí no había nadie más, fuera de los dos ancianos que se habían escondido para espiarla. 17 Susana dijo a las servidoras: «Tráiganme el perfume y las cremas, y cierren las puertas del parque, porque voy a bañarme». 18 Ellas hicieron como les dijo: cerraron las puertas del parque y salieron por la puerta lateral para ir a buscar lo que les había ordenado, sin saber que los dos ancianos estaban escondidos. 19 En cuanto salieron las servidoras, los dos ancianos se levantaron, corrieron hacia Susana 20 y le dijeron: «¡Las puertas del parque están cerradas y nadie nos ve! Nosotros estamos ardiendo en pasión por ti ¡Consiente y acuéstate con nosotros! 21 Si te niegas, daremos testimonio contra ti de que estabas con un joven y que por eso hiciste salir a las servidoras». 22 Susana gimió y dijo: «¡Estoy atrapada por todos lados! Si hago esto, me condenarán a muerte. Y si no lo hago, no podré escapar de las manos de ustedes. 23 Pero prefiero caer en manos de ustedes sin haber hecho nada, antes que pecar en presencia del Señor». 24 Entonces Susana se puso a gritar con todas sus fuerzas, y los dos ancianos también se pusieron a gritar contra ella. 25 Uno de ellos corrió a abrir las puertas del parque. 26 Los que estaban en la casa oyeron los gritos que venían del parque, y entraron con rapidez por la puerta lateral para ver qué le sucedía a Susana. 27 Cuando los ancianos contaron su historia, los servidores quedaron muy avergonzados, porque nunca se había dicho algo así de Susana.

 

¡Dios eterno, tú sabes que me acusan falsos testigos!

Lv 24,14; Nm 5,18; Sal 27,11-12; 35,11; 38,20-21

 

28 Al día siguiente, cuando el pueblo se reunió en la casa de Joaquín, su esposo, vinieron también los dos ancianos con la perversa intención de condenar a muerte a Susana 29 y dijeron delante del pueblo: «Manden buscar a Susana, la hija de Jelcías, esposa de Joaquín». La fueron a llamar 30 y ella vino junto con sus padres, sus hijos y todos sus familiares. 31 Susana era muy tierna y de muy buen aspecto. 32 Venía cubierta con un velo, y aquellos malvados le mandaron quitárselo, para poder saciarse con su belleza. 33 Todos los que la acompañaban y los que la veían se pusieron a llorar. 34 Pero los dos ancianos se levantaron en medio del pueblo y pusieron las manos sobre  la cabeza de Susana. 35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque confiaba en el Señor. 36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros estábamos solos, paseando por el parque, llegó ésta con dos servidoras y las despidió después de cerrar las puertas. 37 Vino entonces un joven, que estaba escondido, y se acostó con ella. 38 Nosotros, que estábamos en un rincón del parque, al ver este pecado, corrimos hacia ellos 39 y los vimos abrazados. El joven abrió la puerta y salió corriendo, pero como era más fuerte que nosotros, no pudimos detenerlo. 40 Entonces la detuvimos y le preguntamos quién era el joven, 41 y no quiso decirlo. Nosotros somos testigos de todo esto». Como eran ancianos y jueces del pueblo, la asamblea les creyó y la condenaron a muerte. 42 Entonces Susana gritó con todas sus fuerzas: «¡Dios eterno, que conoces las cosas ocultas y sabes todo antes que suceda, 43 tú sabes que me acusan falsos testigos, y ahora debo morir sin haber hecho nada de las maldades que estos dijeron contra mí».

                                                                                                     

Ese día se salvó una vida inocente

Ex 23,7; Dt 17,6; 19,15.18-19

 

44 El Señor escuchó las palabras de Susana. 45 Cuando la llevaban para ejecutar la pena de muerte, Dios despertó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, 46 que gritó con todas sus fuerzas: «¡Yo soy inocente de la sangre de esta mujer!». 47 Todo el pueblo se dio vuelta y le preguntó: «¿Qué nos estás diciendo?» 48 Él se puso de pie en medio de ellos y les respondió: «¡Israelitas! ¿Ustedes son tan necios? ¡Condenaron a una hija de Israel sin haber investigado ni tener certeza! 49 Vuelvan al tribunal, porque éstos dieron falso testimonio contra ella». 50 Todo el pueblo volvió con rapidez, y los ancianos le dijeron a Daniel: «Siéntate en medio de nosotros y danos una explicación, ya que Dios te ha dado la madurez de un anciano». 51 Daniel les dijo: «Separen a los dos, de modo que uno esté lejos del otro, y yo los voy a interrogar». 52 Cuando los dos estuvieron separados, llamó a uno de ellos y le dijo: «¡Hombre envejecido en años y en maldades! Ahora se repiten los pecados que cometías antes, 53 cuando dictabas sentencias injustas, condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, a pesar de que el Señor dijo: «No condenarás a muerte al inocente y al justo». 54 Si la has visto ¿puedes decirnos debajo de qué árbol los viste abrazados?» Él respondió: «Debajo de una acacia». 55 Daniel le replicó: «¡Has mentido muy bien contra ti mismo, porque el ángel del Señor ha recibido la orden de partirte por el medio!»[1] 56 Después de hacerlo retirar, mandó llamar al otro y le dijo: «¡Descendiente de Canaán y no de Judá! ¡La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón! 57 Así hacían con las mujeres israelitas, y ellas, por miedo, se entregaban a ustedes. Pero esta hija de Judá no consintió a la iniquidad que le proponían. 58 Ahora bien, puedes decirme ¿bajo qué árbol los viste abrazados?» Él respondió: «Debajo de una encina». 59 Daniel le replicó: «¡También tú has mentido muy bien contra ti mismo, porque el ángel del Señor está esperando con la espada para serrucharte por el medio[2] y terminar de esta manera con ustedes!» 60 La asamblea en pleno levantó la voz bendiciendo a Dios, que salva a los que confían en él. 61 Como Daniel, por el mismo testimonio de ellos, había mostrado que eran falsos testigos,                todos se levantaron en contra de los dos ancianos y les aplicaron la pena que ellos habían querido para su prójimo. 62 Los mataron de acuerdo con la Ley de Moisés, y ese día se salvó una vida inocente. 63 Jelcías y su esposa alabaron a Dios por su hija Susana, junto con su esposo Joaquín y todos sus familiares, porque en ella no se encontró nada indigno. 64 Desde aquel día, Daniel adquirió gran prestigio ante todo el pueblo.

 

  1. La estatua de Bel ¨

 

¿Por qué no adoras a Bel?

 

14, 1 El rey Astiages murió y fue a reunirse con sus antepasados. Lo sucedió en el trono Ciro el persa. 2 Daniel vivía junto al rey, que lo estimaba más que a cualquier otro de sus amigos. 3 Los babilónicos tenían un ídolo llamado Bel, al que cada día le ofrecían unos seiscientos kilos de harina de muy buena calidad, cuarenta ovejas y doscientos cuarenta litros de vino. 4 El rey lo veneraba y cada día iba a postrarse delante de él. Pero Daniel adoraba a su Dios. 5 El rey le preguntó: «¿Por qué no adoras a Bel?». Y él le respondió: «Yo no adoro ídolos hechos por la mano del hombre, sino al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra y domina sobre todos los seres que viven». 6 El rey le replicó: «¿No crees que es un dios viviente? ¿No ves cuánto come y bebe cada día?» 7 Daniel se rio y le dijo: «¡Que no se engañe el rey! Este ídolo es de barro por dentro y de bronce por fuera. Jamás ha comido ni bebido». 8 El rey se indignó, mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si ustedes no me dicen quién se come estos alimentos, morirán. Pero si me demuestran que es Bel quien los come, entonces morirá Daniel, porque ha blasfemado contra Bel». 9 Daniel le respondió al rey: «Que se haga como has dicho». Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar sus mujeres y sus hijos. 10 El rey fue con Daniel al templo de Bel. 11 Los sacerdotes le dijeron: «Nosotros saldremos fuera. Tú, Majestad, ofrece los alimentos y el vino mezclado. Después cierra la puerta y séllala con tu anillo. Si mañana temprano, cuando vienes, encuentras que nada fue comido por Bel, entonces moriremos. De lo contrario, morirá Daniel, porque ha mentido contra nosotros». 12 Ellos estaban muy tranquilos, porque habían hecho una entrada oculta debajo de la mesa, y por ella llegaban diariamente para consumir los alimentos. 13 Cuando ellos salieron y el rey preparó la comida para Bel; 14 Daniel, por su parte, mandó a sus servidores que le trajeran ceniza y la desparramaran por el piso de todo el templo. Esto lo vio sólo el rey. Después salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo del rey y se fueron. 15 Los sacerdotes, con sus mujeres y sus hijos, vinieron esa noche como de costumbre, y comieron y bebieron todo lo que había. 16 El rey se levantó muy de madrugada y fue junto con Daniel. 17 El rey preguntó: «Daniel ¿los sellos están intactos?». Daniel contestó: «Sí, Majestad, están intactos». 18 En cuanto abrió las puertas, el rey miró la mesa y exclamó con voz fuerte: «¡Eres grande, Bel, y en ti no hay engaño!». 19 Daniel se rio, detuvo al rey para que no entrara y le dijo: «Mira al piso y reconoce de quién son esas pisadas». 20 El rey respondió: «Veo pisadas de hombres, de mujeres y de niños». 21 Lleno de indignación, el rey mandó arrestar a los sacerdotes con sus mujeres y sus hijos. Ellos le mostraron la puerta oculta, por la que entraban para comer lo que había sobre la mesa, 22 y el rey los hizo morir. Después entregó a Bel en manos de Daniel, que lo destruyó junto con su templo.

 

  1. La serpiente inmensa ¨

 

Una gran serpiente, a la que los babilonios le rendían culto

Sal 145,20

 

23 Había una gran serpiente, a la que los babilonios le rendían culto. 24 El rey le dijo a Daniel: «No puedes decir que éste no es un dios viviente. ¡Adóralo!». 25 Daniel le respondió: «Yo adoraré sólo al Señor mi Dios, porque él es el Dios viviente. Dame autorización, Majestad, y mataré a la serpiente sin espada ni palo». 26 El rey le dijo: «Yo te autorizo». 27 Entonces Daniel tomó resina, grasa y pelos, lo cocinó todo junto, hizo unas tortas y se las dio en la boca a la serpiente. Esta las comió y reventó. Después Daniel dijo: «¡Miren lo que ustedes veneraban!». 28 Cuando los babilonios lo oyeron, se enfurecieron y se amotinaron contra el rey, porque decían: «¡El rey se ha hecho judío! ¡Derribó a Bel, mató la serpiente y degolló a sus sacerdotes!». 29 Llegaron hasta el rey y le dijeron: «¡Entréganos a Daniel! De lo contrario, te mataremos a ti y a toda tu familia». 30 El rey, al ver que lo amenazaban con violencia, les entregó a Daniel de muy mala gana. 31 Ellos lo arrojaron al pozo de los leones, donde estuvo seis días. 32 Allí había siete leones, a los que cada día les daban dos cadáveres y dos ovejas, pero en esa oportunidad no les dieron nada para que así devoraran a Daniel.

 

33 El profeta Habacuc estaba en Judea. Había preparado un guiso, había puesto unos panes rebanados en un canasto, e iba hacia el campo para llevar la comida a los segadores. 34 El ángel del Señor le dijo a Habacuc: «Esa comida que tienes llévala a Daniel, que está en Babilonia, en el pozo de los leones». 35 Le respondió Habacuc: «¡Señor, nunca he visto Babilonia y no sé qué es el pozo de los leones!». 36 Entonces el ángel del Señor lo tomó por la cabeza, y con la velocidad de su espíritu lo llevó de los cabellos a Babilonia, sobre el pozo de los leones. 37 Habacuc gritó: «¡Daniel! ¡Daniel! ¡Toma la comida que te envió Dios!». 38 Daniel dijo: «¡Dios, te acordaste de mí, porque no abandonas a los que te aman!». 39 Daniel se levantó y comió. De inmediato el ángel del Señor volvió a llevar a Habacuc al lugar donde estaba.

 

40 Al séptimo día, el rey vino a hacer duelo por Daniel, llegó hasta el pozo, miró hacia adentro y vio a Daniel sentado. 41 Entonces gritó con voz muy fuerte: «¡Eres grande, Señor Dios de Daniel, y no hay otro fuera de ti!». 42 Mandó sacar a Daniel del pozo, y arrojó en él a los causantes de su condena, que en el acto fueron devorados en su presencia.[3]

 

 

 

¨ ­ 1,1-6,29. Primera sección: los relatos. Se presenta el ejemplo de cuatro jóvenes judíos, cautivos en Babilonia, que exponen su vida por conservar la fidelidad a la Ley y a las tradiciones judías cuando son forzados a abandonar su cultura y su religión para adaptarse al ambiente pagano. La sabiduría de Daniel, mayor que la de los sabios babilónicos, obliga a los reyes que pretendieron erigirse en dioses, a reconocer al Dios de Israel como el único y verdadero Dios.

¨1,1-21. Los nombres de Daniel y sus tres compañeros expresan su relación con el Dios de Israel: Daniel («Dios es mi juez» o «Dios ha juzgado»), Ananías («El Señor mostró misericordia»), Misael («¿Quién es como Dios?») y Azarías («El Señor ha ayudado»). En el cautiverio les cambiaron los nombres por otros que expresaban su pertenencia a los dioses paganos. Cada día les ofrecían manjares prohibidos por la Ley, pero por fidelidad a Dios ellos los rechazaban. En tiempos de los autores del libro, los judíos fueron obligados a comer alimentos prohibidos por el AT, y los que se negaban a hacerlo sufrían la muerte como mártires (2 Mac 6,18-7,42). Daniel y sus compañeros son un modelo para los cristianos que deben vivir su compromiso en un mundo pagano empeñado en imponerles formas de vida y costumbres contrarias al Evangelio (Rom 12,2).

¨2,1-49. Dios da la sabiduría a Daniel para que explique el sueño del rey sin necesidad de que él se lo manifieste. Se desacredita a los sabios de Babilonia y el rey reconoce que el único que revela los misterios es Dios (2,47). La palabra «misterio» (2,18) designa el plan que Dios mantiene oculto y se refiere a «lo que sucederá en el final de los tiempos» (2,28-29): toda la historia se dirige hacia un reino que él quiere implantar en la tierra. La estatua vista en el sueño representa los reinos de este mundo que son efímeros (el imperio babilónico, el reino de los medos, el de los persas, el imperio de Alejandro, y finalmente los sucesores de Alejandro que luchan entre ellos). Una intervención divina, la pequeña piedra no movida por mano humana, pulverizará la estatua para dar lugar al reinado de Dios, que durará para siempre. La piedra no es movida por hombre alguno (2,34.45; 8,25), porque el autor del libro de Daniel no simpatiza con la lucha armada de Judas Macabeo. El final deberá venir por un acto de Dios.

Jesucristo anunció que «el reino de Dios se está acercando» (Mc 1,14-15), y sus rasgos ya deben comenzar a manifestarse en la Iglesia. Es el misterio oculto, pero revelado ahora por Jesucristo (Rom 16,25). Los que creen en él (Mt 13,10-11) son capaces de conocer la verdadera naturaleza de este reino.

¨3,1-97. El rey Nabucodonosor colocó una estatua de oro de dimensiones colosales y ordenó que todos se postraran ante ella; la desobediencia sería castigada con la muerte (3,5-6). Los tres jóvenes saben que no deben someterse aunque pierdan sus cargos o se los amenace con la muerte. Bajo el reinado de Antíoco IV, muchos judíos prefirieron morir mártires antes que participar en el culto a los ídolos. Ante un gobernante que acumula poder y pretende tener la misma autoridad de Dios (Is 14,12-17),  someterse a él es un verdadero acto de culto idolátrico prohibido por la Ley del Señor (Ex 20,3-6). Lo mismo vivieron los primeros cristianos cuando el emperador romano se hacía llamar «Dios y Señor». La historia se sigue repitiendo. Nadie debe doblegarse ante quien pretende ocupar el lugar de Dios.

¨ 3, 24-45.  Interrumpiendo la escena en la que los tres jóvenes fueron arrojados al horno ardiente, el texto griego introduce una oración penitencial pronunciada por Azarías (Abdénago 1,7) en nombre de todo el pueblo. La oración reconoce la justicia divina ante la rebeldía de los israelitas a la palabra del Señor, y a la vez confía en la fidelidad y misericordia de Dios. En este momento en que no tienen Templo ni lugar para celebrar el culto, la ofrenda de un corazón arrepentido y humillado es el único sacrificio agradable al Señor (Sal 51,19).

¨ 3,46-90. Después de una breve introducción (3,46-51) se inicia un salmo cantado por los tres jóvenes en forma de letanía, con una misma frase que se repite como estribillo. En la primera parte (3,52-56) se alaba a Dios presente en el Templo de Jerusalén. En la segunda (3,57-90), se invita al cielo, a la tierra y a Israel que se unan a este canto. Toda la creación, desde los ángeles hasta los seres inanimados y las bestias, queda incluida en esta gran alabanza que Israel eleva al único Dios.

¨ 3,91-97. Continúa el texto arameo. Los versículos llevan doble numeración, según se tomen en cuenta o no los intercalados griegos. Los jóvenes se salvaron de las llamas porque confiaron en Dios (1 Mac 2,59; Heb 11,33-34). Nabucodonosor, sus ministros y dignatarios constatan el milagro y el rey confiesa que hay un solo Dios salvador. El que comenzó poniéndose como un dios, termina reconociendo que el único Dios que puede salvar es el Dios de Israel.

¨3,98-4,34. Una carta de Nabucodonosor relata que solo Daniel pudo interpretar su sueño: el rey perdería la razón y viviría entre los animales salvajes hasta que reconociera que el poder y el reino pertenecen al Dios altísimo. El autor resalta que Dios es el único Señor, a él le pertenece el poder y él lo da a quien quiere (4,14.22.29). Los que ejercen el poder como déspotas, degradan su condición humana y se vuelven semejantes a las fieras salvajes (7,3-7; Ap 13,1-10). La verdadera autoridad se ejerce con humildad, con obras de justicia y atención a los pobres y a sus necesidades (Dn 4,4-14.24.34). Jesús enseña que la autoridad es servicio (Mt 20,24-28).

¨5,1-6,1. En realidad Belsasar no fue hijo de Nabucodonosor sino de Nabónides, y aunque es llamado “rey” nunca ocupó el trono. En este relato se dice que profanó los vasos sagrados del Templo de Jerusalén y quedó aterrado cuando vio una inscripción trazada por una mano misteriosa. La inscripción contiene palabras enigmáticas: «mene» alude a la moneda «mina» y al verbo «medir»; «tekel», a la moneda «shékel» y al verbo «pesar»; «parsin», a la moneda «perés», al verbo «dividir», y al nombre «persas». Con un juego de palabras, Daniel anuncia al rey que, por su soberbia, profanación e idolatría, Dios «midió» la duración del imperio babilónico, «pesó» las acciones de Belsasar, y al hallarlo culpable, «dividió» el reino entre los medos y los persas. Bajo la figura de Belsasar, los autores del libro de Daniel aluden a Antíoco IV, que se atrevió a profanar el Templo y los objetos del culto (1 Mac 1,21-24; 2 Mac 5,15-16; 6,4). El relato es una advertencia a todo gobernante que pretende estar por encima de Dios (Is 14,12-20), y comete atropellos y profanaciones.

¨6,2-29. Darío, instigado por sus partidarios, se hace llamar dios y prohíbe dar culto a cualquier otro dios que no sea él mismo. Daniel no cumple la orden del rey y es arrojado al foso de los leones. Dios lo protege de manera milagrosa. Ante eso el rey decreta que el Dios de Israel sea reconocido y respetado en todo su territorio. Se reitera el tema del gobernante que quiere ocupar el lugar de la divinidad, y del creyente que permanece fiel al verdadero Dios, a costa de su vida (3,95), como sucedió en tiempos de Antíoco IV, que prohibió el cumplimiento de la Ley de Dios (1 Mac 1,57) y mandó matar a los judíos fieles al Señor (2 Mac 6,6-7,42). Estos fieles prefirieron morir porque la fidelidad de Dios animaba su esperanza de la vida eterna (Dn 12,2).

¨  ­ 7,1-12,13. Segunda sección: las visiones. En la segunda parte de la obra se relata una serie de cuatro visiones en las que, bajo distintas imágenes, se muestra la historia del pueblo judío a partir de la cautividad en Babilonia. Pasando rápidamente sobre los períodos de los imperios babilónico, persa y de Alejandro Magno, describen la persecución religiosa contra los judíos que tuvo lugar durante el reinado de Antíoco IV, general sirio que, bajo el imperio griego, dominó al pueblo judío (175-164 a. C.).

¨7,1-28. Del mar, símbolo del poder maligno (Jb 38,8-11; Sal 104,7-9; Jr 5,22), salen cuatro bestias. La primera es figura del imperio babilónico, la segunda, de los medos, la tercera, de los persas, y la cuarta, de los griegos. Como en otras partes del libro, el autor supone que después del imperio babilónico y antes de los persas hubo un imperio de los medos; este dato es erróneo: los medos ya habían sido vencidos en tiempos del imperio babilónico. Los diez cuernos del último animal representan los reyes que gobernaron después de Alejandro Magno. Luego de estos, aparece otro cuerno: Antíoco IV, el blasfemo que persiguió a los fieles (Dn 7,25). Se contempla luego el tribunal presidido por Dios y comienza el juicio al perseguidor de los judíos que es condenado (1 Mac 6,8-16; 2 Mac 1,11-17; 9,5-10), y las bestias quedan privadas de poder. Aparece entonces una nueva figura, que no viene del mar sino entre las nubes del cielo; no tiene aspecto de animal sino de un ser humano, literalmente: “hijo de hombre”, al que se le entrega un poder semejante al de Dios (Dn 7,13-14). El reino de Dios, que no cesará jamás, es entregado al pueblo fiel, a los «Santos» (7,18). El poder de los que oprimen a los fieles es limitado, porque Dios hará justicia en su debido momento y establecerá su reino. En el NT el pueblo fiel se concentra en Jesucristo que es «el Hijo del hombre» que debe pasar por la pasión, la muerte y la resurrección (Mc 8,31), y venir «entre las nubes del cielo» (Mc 14,62) y «con los santos ángeles» (Mt 16,27) para realizar el juicio e instaurar el reinado de Dios, último y definitivo.

¨8,1-27. En esta visión, explicada por Gabriel, aparecen dos animales como figuras de los grandes imperios. Los dos cuernos del carnero representan a los medos y a los persas, este último más alto porque fue más poderoso. El chivo es el imperio de los griegos, y su cuerno es Alejandro Magno, quien atacó y venció a los persas. A su muerte, el reino se dividió (8,8). El cuerno pequeño representa a Antíoco IV  (8,23), que desplegó una política contraria a la religión de los judíos (8,9-12). Atacó al pueblo de Israel, profanó el Templo de Jerusalén, impidió la celebración de los sacrificios (1 Mac 1,45) e instaló sobre el altar la estatua del dios Zeus (Dn 8,12-13; 2 Mac 6,2), a la que los judíos llamaron la «iniquidad desoladora» (11,31; 1 Mac 1,54; 2 Mac 6,1-11). El final se produce sin intervención de hombre alguno (2,34.45; 8,25), porque el autor del libro de Daniel no simpatiza con las luchas armadas de Judas Macabeo. El final deberá venir por una intervención divina (7,26). A la pregunta: «¿Hasta cuándo?», se responde que la duración será de dos mil trescientas tardes y mañanas (8,13-14). Con esta forma enigmática se indica el tiempo que durará la profanación del Templo (7,25; 9,27). Los grandes de este mundo, apoyándose en su propia fuerza, desean instalarse en el poder de manera perpetua, pero no pueden hacerlo por sus rivalidades. Por eso el dominio de los tiranos no será para siempre; solo el reino de Dios permanece.

¨9,1-27. Daniel sigue angustiado por la ruina de Jerusalén y del Templo, a pesar de que ya se han cumplido los setenta años de cautividad anunciados por el profeta Jeremías (Jr 25,11-12; 29,10). Profundamente apenado, se viste de duelo y pronuncia una oración penitencial en la que reconoce el pecado del pueblo y el castigo merecido e implora la misericordia de Dios, aún cuando haya pecado. Tanto en el exilio como en el reinado de Antíoco IV, esta plegaria confiesa la fidelidad de Dios y la responsabilidad que el pueblo tiene en los males que se padecen.

Gabriel trae la respuesta de Dios a la oración de Daniel (9,20-27). Los setenta años anunciados por Jeremías se deben entender como setenta semanas de años, lo que da un total aproximado de 490 años (9,24-25), divididos en tres períodos desiguales: 49 años + 434 + 7. Estas cifras no son un cálculo matemático, sino una forma aproximada de resumir la historia: el retorno de la cautividad en Babilonia, la época persa y, por último, el período que están viviendo bajo la opresión de Antíoco IV. Al castigo sucederá la salvación con la consagración del Templo profanado.  La garantía de este anuncio está en la certeza que es palabra de Dios.

¨10,1-11,45. Daniel hace duelo por Jerusalén destruida. Dios envía a un personaje con figura humana y características celestiales que le revela «lo que sucederá en el tiempo final» (10,14); lo que está en el «libro de la Verdad» (10,21), el plan de Dios. La revelación pasa con rapidez sobre la época de los persas y de Alejandro Magno, para relatar de manera minuciosa las luchas entre Seléucidas y Ptolomeos o Lágidas. El «rey del sur» es Ptolomeo Lago y los Ptolomeos o Lágidas, que gobernaron en Egipto. El «rey del norte» es Seleuco y los Seléucidas, que gobernaron en Siria. La revelación se detiene en la persecución religiosa de Antíoco IV contra los judíos. El pueblo y cada uno de los fieles saben que en medio de todas las calamidades de la historia cuentan con la poderosa ayuda de Dios.

¨12,1-13. Se anuncia el poder de Dios que levanta del polvo a los que han muerto para una resurrección donde cada uno recibirá el premio o el castigo merecido por sus obras (12,2). Esta fe sostiene la esperanza en medio de las tribulaciones. Ante la pregunta: «¿Cuándo llegará el final…?» (12,6.8), se responde que los padecimientos tienen un tiempo limitado, sin embargo el día del fin sigue siendo un misterio. Para desalentar a todos los que ansían una fecha precisa, se responde con números simbólicos (12,11-12) que se aproximan a los tres años y medio que duró la profanación del Templo. También Jesús, respecto al fin de los tiempos, declarará: «En cuanto a ese día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, sino solo el Padre» (Mt 24,36).

 

¨ ­ 13,1-14,42. Tercera sección: las adiciones griegas. El libro de Daniel cuenta con varios fragmentos en lengua griega: la oración de Azarías y el cántico de los tres jóvenes (3,24-90), y tres relatos adicionales, de carácter novelesco: la historia de «Susana» (13,1-64), «La estatua de Bel» (14,1-22), y «La serpiente inmensa» (14,23-42). La Iglesia católica siempre consideró estos textos griegos como parte de la Sagrada Escritura. Así lo leían los Padres, que los tenían en las versiones griegas y latinas de la Biblia. El Concilio de Trento, al definir el canon de la Biblia, los aceptó como «sagrados y canónicos». Como sucede con los otros libros griegos del AT, los judíos y los protestantes no los incluyen en esta categoría.

¨13,1-64. En la versión griega del AT la historia de Susana no pertenece al libro de Daniel sino que es una obra independiente («Libro de Susana»). Los hechos aquí narrados suceden en una época diferente a la del libro de Daniel. Los judíos no están cautivos en Babilonia sino en libertad y pueden haber acumulado una considerable fortuna (13,4). El joven llamado Daniel, que aquí aparece, solo comparte el mismo nombre con el protagonista del libro. Este relato, de carácter didáctico, presenta el caso de la intervención divina para salvar a una inocente acusada injustamente. Susana es prototipo de las personas justas que están seguras de que Dios juzga con rectitud (Sal 35,22-24); por eso, cuando son acusadas falsamente (Sal 27,12; 35,11), ponen toda su confianza en el Señor, esperando que él intervenga y las salve de la muerte (Sal 71,12-13). También Jesucristo vivió esta experiencia (Mt 26,59-61) y la comunidad cristiana lo vio reflejado en el orante del Salmo 22 y en el Servidor sufriente del libro de Isaías (52,13-53,12).

[1] 13,55. Juego de palabras en griego: la palabra ‘acacia (sjíno)’ suena parecido a ‘partir (sjísei)’.

[2] 13,59. Otro juego de palabras en griego: la palabra ‘encina (príno)’ suena parecido a ‘serruchar (prisai)’.

¨14,1-22. En la versión griega del AT, el relato de «Bel y la serpiente», como el de Susana, no está incluido en el libro de Daniel sino que es una obra independiente; es didáctica, de carácter novelesco, lejano antecedente de los «policiales» modernos. Su objeto es ridiculizar la adoración de los ídolos y de los animales (Sal 115; Is 44,9-20; Jr 10,1-6; Bar 6; Sab 13-15). Los ídolos no son dioses (Sal 96,5); son solo objetos inertes, que no pueden ayudar ni salvar. El único Dios es el Dios de Israel; el Dios viviente, que interviene en la historia. La intención es clara: no hay que caer en la idolatría, ni dejarse llevar por los que promueven el culto de falsos dioses con el fin de sacar provecho de la credulidad de los demás. En el relato de Bel (llamado Marduk por los babilonios), los datos históricos no son precisos: Astiages, rey de los medos, nunca reinó en Babilonia; Ciro no fue su sucesor, sino que en 550 a.C. lo derrotó en una batalla, puso fin al imperio de los medos y anexó su territorio al imperio persa.

¨14,23-42. Algunas divinidades de Babilonia eran representadas con figuras de serpiente, pero no consta que a estas se les rindiera culto. El relato de la gran serpiente es una enseñanza clara contra la idolatría. Los falsos dioses no pueden salvarse a sí mismos, ni tampoco liberar a otros (Bar 6,49). Solo el Dios de Israel puede salvar de manera admirable a todos los que confían en él.

[3] 14,42. La Biblia Vulgata añade aquí un versículo: «Entonces el rey dijo: “Que todos los habitantes de toda la tierra teman al Dios de Daniel, porque él es Salvador, hace signos y prodigios en la tierra y libró a Daniel del pozo de los leones”» (ver 6,28).