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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

        «Estas son las palabras» (Debarim o «Palabras»: Dt 1,1), es el título que los judíos dan a este libro. En efecto, en el Deuteronomio resuenan las palabras últimas, el testamento, que Moisés, en nombre de Dios, dirige a su pueblo. Moisés, su servidor, profeta y legislador, recuerda los acontecimientos salvíficos, presenta la Ley en todos los ámbitos de la vida, exhorta a cumplirla en el amor a Dios y en la vivencia como hermanos, y promete la bendición divina si se la observa.

        El nombre griego del libro, del que proviene el nuestro de Deuteronomio (segunda ley), es una traducción equivocada de lo ordenado al rey, una vez que ocupe el trono. Debe hacer, no una segunda ley, sino «una copia de la Ley» (Dt 17,18: la palabra hebrea mishné significa: segundo o copia). No obstante esta equivocación, el nombre del libro también puede describir la segunda alianza o la renovación de la alianza en las llanuras de Moab (28,69).

         

1-         «Estas son las palabras que Moisés dirigió a todo Israel en el desierto» (1,1): situación histórica

 

      El Deuteronomio es el gran testamento de Moisés dirigido por orden de Dios a Israel en las llanuras de Moab, en vísperas de entrar a la tierra prometida (s. XIII a.C.), entregándole la Ley como norma de vida y felicidad. Habla a la generación nacida en el desierto, puesto que quienes salieron de Egipto ya murieron. Pero también, en otro momento, sus palabras se consideran dirigidas al pueblo que estuvo en el exilio (s. VI a. C.), poco antes de retornar a la tierra. Y, en cierto sentido, a todas las generaciones, que han de vivir el hoy continuo de la salvación.

              El libro se presenta en la forma de cuatro discursos dirigidos por Moisés el último día de su vida (Dt 1,3; 32,48; 34,5). La atribución de los discursos es una ficción literaria. Él no los pronunció tal como se encuentran redactados, aun cuando en el libro aparezca la orden dada por Dios de escribir esta ley (27,3.8) y su ejecución (31,9.24). Sin duda, algunos de sus contenidos se remontan a la época mosaica. Pero las Escrituras mezclan armoniosamente lo sucedido en una época determinada, aquí, la mosaica, con lo que acontece en los tiempos en que paulatinamente se ponen por escrito. La Biblia no es una crónica exacta de los acontecimientos ni una grabación de las palabras pronunciadas en un momento. La Biblia es interpretación y proclamación de fe, basada en acontecimientos reales, pero reinterpretados en nuevas situaciones.

              Por eso, la formación y edición del Deuteronomio fue lenta, como la de muchos de los libros bíblicos. Podemos esbozar las siguientes etapas en su composición y descubrir las diversas situaciones históricas en que se elaboró.

 

  1. Probablemente el Reino de Israel o del Norte, en el siglo VIII a.C., fue la cuna del código deuteronómico (Dt 12-26). Todo parece apuntar a la época de Jeroboam II, en la primera mitad de ese siglo, tiempo de prosperidad para algunos israelitas, pero de carencias para muchos otros, como se comprueba por la predicación de Amós, profeta contemporáneo. Por una parte, hay lujos, atropellos e injusticias de los poderosos, y por otra, muchos sufren injusticias, empobrecimiento y esclavitud. Época también de un culto sin repercusión en la vida, que reflejaba una caricatura de Dios, al parecer satisfecho con lo ritual, cuando, en realidad él pide un culto con justicia y solidaridad. Seguramente en la composición de este libro, en sus distintas etapas, influyeron diversos grupos: círculos de levitas, quizá predicadores itinerantes de la ley; profetas, portavoces de Dios que interpelaban a su pueblo; escribas y sabios, que reflexionaban en la ley y en la vida.

 

  1. A raíz de la ruina del reino de Israel (722 a.C.), algunos del Norte se refugiaron en Judá y trajeron sus tradiciones, entre ellas, seguramente el inicial código deuteronómico. Por otra parte, en el reino del Sur, los reyes Ezequías (hacia 740-698), dentro de la dominación asiria, y, sobre todo, Josías (640-609), que vio a Asiria en decline, sin que surgiera todavía un imperio dominante, promovieron una reforma religiosa – política, con la pretensión de ensanchar el territorio y lograr la unidad de los dos antiguos reinos, el de Israel y el de Judá, resquebrajada desde la muerte de Salomón. Quizá de esta época proviene Dt 6–11 y 27–28.

 

  1. Al inicio de la reforma de Josías (2 Re 22-23), cuando se reparaba el Templo, en el 622 se encontró el Libro de la Ley (22,8.11) o Libro de la Alianza (23,2), que corresponde al núcleo fundamental del Deuteronomio (básicamente Dt 6-28). El hallazgo del libro puede reflejar un dato histórico o ser solo un recurso literario; en cualquiera de los dos casos sirvió para impulsar la reforma de Josías. La centralización del culto en Jerusalén se perfilaba como elemento aglutinador que favorecería la unidad del pueblo (entre otros textos, Dt 12). En este contexto histórico, se inició o consolidó un movimiento fuerte de reflexión en torno a la Ley del Señor, basada en el núcleo del Deuteronomio. A estos pensadores y escritores se les llama deuteronomistas. Con el tiempo su influencia consta no solo en el Deuteronomio, sino también en otros libros, históricos, proféticos, poéticos y sapienciales, y especialmente en los criterios de la alianza, proclamada en el Deuteronomio, que se emplean para juzgar la historia del pueblo y de sus reyes en los libros de Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes.

 

  1. En tiempos del exilio en Babilonia (s.VI a. C.) o en la época del inmediato posexilio (ss. VI-V a.C.) fueron añadiéndose las otras partes que componen este libro (Dt 1-5; 29-34), adquiriendo su forma final actual, con un proceso de actualización de algunas de sus leyes. El exilio fue oportunidad para que Judá reflexionara en sus fallas ante la alianza, se convirtiera y descubriera destellos de esperanza basados en la bondad y fidelidad de Dios que no abandonaba a su pueblo. Este tiempo y el del posexilio ayudaron a consolidar la unidad del pueblo, ya no bajo el aspecto político, sino bajo la dimensión de pueblo de Dios regido por la alianza, como lo presenta el Deuteronomio en su forma final.

 

              El Deuteronomio en su composición, como la mayor parte de los libros bíblicos, refleja una tradición interpretativa, viva, histórica, dinámica y abierta a las diferentes experiencias históricas del pueblo.

 

2-         «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor» (6,4): mensaje teológico

 

              El mensaje fundamental del libro es un llamado, en el hoy constante de la historia, a la escucha – obediencia de la Ley, palabra de Dios, que es la vocación esencial de Israel. La palabra y la ley deben repercutir en toda la vida del pueblo, en su relación de amor a Dios y en la vivencia de la justicia y comunión con todos los hermanos del pueblo, en la tierra que el Señor les va a dar. De alguna forma el mensaje principal del libro gira en torno a la unicidad: un solo Dios, un solo pueblo, una sola ley, un solo santuario, una sola tierra.

 

  1. a) «El Señor, nuestro Dios, es el único Señor» (Dt 6,4). Un solo Dios que ama a Israel, a quien sacó de la esclavitud de Egipto, lo ha conducido por el desierto y ha hecho una alianza con él dándole su Ley. La respuesta de Israel es el amor total a Dios, expresado como veneración y respeto reverencial a él (literalmente “temor de Dios”), culto y servicio, seguimiento y fidelidad exclusiva, sin aceptar ídolos o dioses extraños

 

  1. b) «Tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios» (Dt 7,6). Un solo pueblo elegido por el amor de Dios, no por sus propios méritos. Israel, testigo y beneficiario de las maravillas del Señor, está consagrado a él como su propiedad, separado de las demás naciones en sus criterios y valores, llamado a vivir a la escucha de la Palabra de Dios y a la práctica de la alianza en la fidelidad y fraternidad. Un pueblo de iguales y hermanos, desde el rey hasta la persona más desamparada del pueblo. De allí la dimensión social, solidaria y fraterna del Deuteronomio.

 

  1. c) «Moisés comenzó a exponer esta Ley» (Dt 1,5). Una sola Ley, herencia de Moisés a su pueblo, es expresión de la alianza pactada en el Horeb (Sinaí), aunque rota con el pecado del becerro de oro; pero, renovada con quienes están en las llanuras de Moab, y que seguirá vigente con las nuevas generaciones en el hoy de cada día. La Ley no se queda en una dimensión jurídica, sino que es instrucción, enseñanza y revelación de Dios, para que Israel viva en amor y armonía con él y con los demás miembros del pueblo. La Ley es fuente de vida y felicidad. Si Israel se aparta de ella, se expone a la desgracia y maldición, conforme a lo que ellos pensaban, al no tener la revelación de la vida eterna. Aun así, la última palabra de Dios no es el castigo, sino el ofrecimiento de gracia, perdón y misericordia, llamando a la conversión.

 

  1. d) «La excelente tierra que juré dar a sus antepasados» (Dt 1,35). Una sola tierra a la que va a entrar el pueblo, como cumplimiento de las promesas patriarcales. No será Moisés quien guíe a Israel a esa tierra, sino Josué, sucesor de Moisés. En ella, con todos los bienes que tiene, Israel está llamado a vivir la Ley de su Dios, recordando sus acciones salvadoras. Su fecundidad y prosperidad no depende de los dioses cananeos, sino del único Dios de Israel. La tierra participa de la santidad del Señor y del pueblo; no puede ser profanada con acciones malas. La tierra se convierte así en don divino y conquista humana, guiada por el Señor. Si el pueblo no obedece la Ley de Dios, está expuesto a perder la tierra.

 

  1. e) «El lugar, que el Señor, tu Dios, haya elegido para poner allí su nombre» (Dt 12,21). Un solo santuario elegido por Dios para morada de su nombre. Esta, el dimensión cultual, es una de las novedades fundamentales del Deuteronomio; antiguamente se permitía adorar al Señor en diversos santuarios. En las reformas de Ezequías (s. VIII a.C.) y, sobre todo, de Josías (s. VII a.C.), quedan prohibidos los otros lugares de culto. El oyente o lector sabe que el autor, al hablar del santuario único, se refiere a Jerusalén, que no es mencionada explícitamente. Pero el encuentro con Dios no queda encerrado en el Templo, sino que se da en la vida entera, en la fidelidad a Dios y en la solidaridad con el hermano, especialmente el más necesitado.

 

              El Deuteronomio, por ser el ideario del pueblo consagrado a Dios y llamado a vivir en la fraternidad, tiene una gran importancia en el AT. Además fue muy copiado en Qumrán (25 copias fragmentarias), y es citado o aludido en el NT, casi un centenar de veces. A judíos y cristianos nos recuerda las maravillas de Dios, la ley fundamental que tiene su centro en el amor a Dios y a los hermanos. La Ley es la herencia que Moisés ha legado a todo el pueblo de Dios, el de la antigua y el de la nueva alianza, para que vivamos en la escucha y vivencia de su palabra, en la fidelidad a la voluntad de Dios, de su alianza y de su ley. En ellas todas las generaciones encuentran la dicha y felicidad en el hoy de la propia historia.

 

3-         «Moisés escribió esta Ley…» (31,9): aspectos literarios

 

Como ya lo indicamos, en el Deuteronomio, Moisés dirige a su pueblo su testamento, la Ley que ha recibido de Dios para ponerla en práctica.

 

  1. a) En el Deuteronomio confluyen diversos géneros literarios, sobre todo, leyes, exhortaciones, y narraciones. Dominan las leyes, especialmente en el código (Dt 12-26; ver Dt 5-11); quizá el formulario del libro recuerda los tratados de alianza que había en otras culturas Las exhortaciones inculcan el cumplimiento de la voluntad de Dios. Las narraciones constituyen la memoria histórica del pueblo que evoca su pasado, orienta su presente y proyecta su futuro. Todo esto da pie a su estilo repetitivo y enfático, su modo de hablar pleonástico, con frases, ampliaciones y repeticiones. En ocasiones, Moisés habla en singular dirigiéndose al pueblo de Israel en su unidad, y, otras veces, cambia al plural, teniendo como destinatarios todos y cada uno de los miembros del pueblo. La insistencia del «hoy», tan repetido en el Deuteronomio (4.4.8.20.40; 5,1.3; 6.24), da pie para una constante actualización del núcleo fundamental, confrontándose con la Palabra de Dios.

 

  1. b) Aparecen diversos énfasis que recorren el libro con variadas fórmulas literarias: exhortaciones a amar a Dios, a seguirlo y servirlo (Dt 6,2.4-5.13; 8,11.18); rechazo de la idolatría (4,15-20.25; 5,7-9); llamados a cumplir la Ley (4,1-2.5-8; 5,1); descripciones de la tierra (6,10-11; 8,7-10); insistencia en el único santuario (Dt 12; 14,23-25; 15,20); fraternidad de todo el pueblo 15,2-3.7.9.11-12); solidaridad con los más débiles (10,17-19; 15,1-18).

 

  1. c) El Deuteronomio en la tradición judía y cristiana se ha leído como final del Pentateuco, que termina en tensión, ya que el líder humano, que los sacó de Egipto, muere antes de la llegada a la tierra, sin que se haya cumplido la promesa hecha a los patriarcas de dar a sus descendientes una tierra, meta también de la salida de Egipto. En esta perspectiva se trata de un libro que, al recordar las obras maravillosas de Dios en la historia e inculcar la observancia de la Ley del Señor, ha de leerse desde la perspectiva de la memoria agradecida, la esperanza viva y el compromiso serio hacia Dios y los hermanos.

 

  1. d) El Deuteronomio también se podría leer como inicio y telón de fondo de la historia narrada en lo que se suele llamar la obra histórica deuteronomista: los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, ya que la observancia de la alianza y de la ley sirve como criterio de juicio para evaluar la vida del pueblo, desde que llega a la tierra hasta que la pierde y va al destierro. A los reyes de Judá e Israel se les juzga en base a dos notas distintivas del Deuteronomio: que haya defendido la unicidad de Dios oponiéndose a la idolatría, y promovido un único santuario, suprimiendo los otros lugares de culto para el Dios de Israel.

 

  1. En base a las palabras de Moisés, muchos han dividido el Deuteronomio en cuatro grandes discursos de él (Dt 1,1; 4,44; 28,60; 33,1) pronunciados el último día, de su vida (1,3; 32,48; 34,5). Son, de alguna forma, discursos de despedida, género común que aparece en distintos personajes de la Escritura, como: Jacob, Josué, Samuel, David…, y luego en Jesús y Pablo (Gn 49; Jos 23; 1 Sm 12; 2 Sm 23,1-7; Jn 13-16; Hch 20,17-38); constituyen el gran testamento de Moisés que deja a su pueblo la Ley de Dios (Dt 27,1-8; 31,9-13.24-27).

 

De alguna manera los cuatro discursos mencionados pueden reflejar las cuatro grandes partes del libro, que es una de las formas de estructurarlo:

 

  1. PRIMER DISCURSO: EL RECUERDO HISTÓRICO 1,1-4,43

 

  1. SEGUNDO DISCURSO: LA LEY DE DIOS             4,44-28,68

Introducción                                                                                 4,44-.49

  1. Exhortación fundamental al mandamiento principal:

amar a Dios, respetarlo y seguirlo exclusivamente a él          5,1-11,32

  1. Código deuteronómico 12,1-26,16
  2. Deberes para con Dios a nivel religioso y social 12,1-16,17
  3. Autoridades en Israel 16,18-18,22
  4. Deberes para con el prójimo 19,1-25,19
  5. Apéndice conclusivo con sus ritos 26,1-16
  6. Ratificación de la alianza; bendiciones y maldiciones 26,17-28,68

 

III.       TERCER DISCURSO: LA ALIANZA.

ALGUNOS COMPLEMENTOS                                           28,69-32,52

 

  1. CUARTO DISCURSO: LA BENDICIÓN.

RELATO DE LA MUERTE DE MOISÉS                33,1-34,12

 

 

 

 

  1. PRIMER DISCURSO DE MOISÉS: EL RECUERDO HISTÓRICO*­

 

Estas son las palabras*

Gn 36,8; Éx 13,17-18; Nm 21,21-35

 

11 Estas son las palabras que Moisés dirigió a todo Israel en el desierto, al otro lado del Jordán, en la Arabá, frente a Suf, entre Farán, Tofel, Labán, Jaserot y Dizahab. 2 Para ir desde el Horeb hasta Cadés Barnea, por la ruta de la montaña de Seír, se necesitan once días. 3 En el año cuarenta, el primer día del mes once, Moisés promulgó a los israelitas, todo lo que el Señor le había ordenado decirles.

4 Esto aconteció después que había derrotado a Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que habitaba en Astarot y Edreí.5 Al otro lado del Jordán, en el territorio de Moab, Moisés comenzó a exponer esta ley, diciendo:

 

Pónganse en marcha*

Dt 11,24; Gn 15,18; 26,2-5; Éx 23,31; Jos 1,4

 

6 «El Señor nuestro Dios nos dijo en el Horeb: “Ya llevan mucho tiempo en este monte, 7 pónganse ahora en marcha y diríjanse a la montaña de los amorreos y a sus lugares vecinos: la Arabá, la región montañosa, la Sefela, el Négueb y la costa marítima. Vayan a la tierra de los cananeos, al Líbano y hasta el gran río, el Éufrates. 8 Miren, yo les entrego la tierra, entren y tomen posesión de ella, tal como lo juré a sus antepasados, a Abrahán, Isaac y Jacob, que se la daría a ellos y a sus descendientes”.

 

Elijan a unos hombres sabios y experimentados*

Dt 10,17-18; 16,18-20; Éx 18,13-26; Nm 4,14-17; 2 Cr 19,6-7; Prov 16,33

 

9 Luego les dije: “Yo solo no puedo encargarme de ustedes. 10 El Señor su Dios los ha multiplicado y ahora ustedes son tan numerosos como las estrellas del cielo. 11 Que el Señor, Dios de sus antepasados, los haga crecer mil veces más y los bendiga, como les prometió. 12 ¿Cómo podré yo solo encargarme de sus problemas, disputas y pleitos? 13 Elijan, de cada tribu, a unos hombres sabios, prudentes y experimentados y los pondré como sus jefes”.

14 Ustedes me respondieron: “Nos parece buena tu propuesta”.15 Entonces tomé a los jefes de sus tribus, hombres sabios y experimentados, y los puse como sus jefes, capitanes de mil, de cien, de cincuenta, de diez, lo mismo que funcionarios de menor rango.16 En esa ocasión también mandé a sus jueces: “Atiendan las causas de sus hermanos, juzguen con rectitud, sea entre sus hermanos, sea con forasteros. 17 En el juicio no sean parciales, atiendan por igual al humilde y al poderoso, no se intimiden ante nadie, porque el juicio pertenece a Dios. Las causas que les resulten difíciles me las traerán para que yo las resuelva”.

18 También mandé a ustedes todo lo que deberían hacer.

 

Enviemos unos hombres que exploren la tierra*

Éx 13,21-22; 14,13-14; 18,13-27; Nm 13,1-14,4; 14, 20-35. 39-45; Hch 13,17-18; Heb 3,16-19

 

19 De acuerdo con lo que el Señor nuestro Dios nos había ordenado, partimos del Horeb y caminamos por todo el desierto imponente y peligroso que ustedes vieron, en dirección a la montaña del amorreo, y llegamos hasta Cadés Barnea. 20 Entonces les dije: “Han llegado hasta la montaña de los amorreos que el Señor nuestro Dios nos entrega. 21 Mira, el Señor tu Dios pone ante ti la tierra: sube y tómala en posesión conforme el Señor, Dios de tus antepasados, te prometió; no tengas miedo ni te acobardes”.

22 Pero todos ustedes vinieron a decirme: “Enviemos por delante unos hombres que exploren la tierra y nos informen sobre el camino por el que deberemos subir y sobre las ciudades a las que hemos de llegar”.

23 Me pareció bien la propuesta y elegí de entre ustedes a doce hombres, uno por cada tribu. 24 Ellos partieron, subieron a la montaña, llegaron hasta el valle de Escol y exploraron la zona. 25 Recogieron frutos de la tierra, bajaron hacia nosotros y nos informaron: “La tierra que el Señor nuestro Dios nos da es excelente”.

26 Sin embargo, ustedes no quisieron subir y se rebelaron contra la orden del Señor su Dios. 27 Murmuraron en el campamento y dijeron: “El Señor nos odia; por eso nos sacó del país de Egipto para entregarnos en poder de los amorreos y así destruirnos. 28 ¿A qué clase de lugar vamos? Nuestros hermanos nos desanimaron al decir: ‘vimos allí gente más fuerte y más alta que nosotros, ciudades enormes y con murallas que llegan al cielo, y vimos hasta gigantes, los descendientes de Anac’”.

29 Entonces yo les dije: “No se asusten ni les tengan miedo. 30 El Señor su Dios, que los guía, combatirá por ustedes, como vieron que lo hizo en Egipto 31 y en el desierto donde viste cómo el Señor tu Dios te cuidaba, como un padre cuida a su hijo, durante todo el camino que recorrieron hasta que ustedes llegaron a este lugar”. 32 Pero, a pesar de esto, no confiaron en el Señor su Dios, 33 que los guiaba para buscarles un lugar donde acampar: de noche con la columna de fuego alumbraba el camino por el que debían seguir, y de día con la nube.

34 El Señor escuchó sus murmuraciones, se enojó y juró: 35 “Ningún hombre de esta generación perversa verá la excelente tierra que juré dar a sus antepasados, 36 excepto Caleb, hijo de Jefoné; él sí la verá; yo daré a él y a sus hijos la tierra que exploró, ya que se mantuvo fiel al Señor”.

37 Por culpa de ustedes, el Señor se enojó también contra mí, diciendo: “Tampoco tú entrarás a la tierra. 38 En cambio entrará en ella tu ayudante Josué, hijo de Nun. Apóyalo, porque él dará la tierra en posesión a Israel. 39 También entrarán a la tierra los niños de ustedes, de los que decían que servirían de botín, y sus hijos, que aún no tienen uso de razón; a ellos les daré la tierra y la tomarán en posesión. 40 Ahora, ustedes emprendan la marcha y vayan hacia el desierto, en dirección al mar Rojo”.

41 Entonces ustedes me respondieron: “Hemos pecado contra el Señor. Nosotros subiremos a combatir como el Señor nuestro Dios nos mandó”. Cada uno de ustedes se armó para el combate y se dispuso a subir a la montaña. 42 Pero el Señor me dijo: “Adviérteles: ‘no suban a combatir, para que sus enemigos no los derroten, porque yo no estoy con ustedes’”.

43 Les comuniqué eso, pero ustedes no hicieron caso, se rebelaron contra la orden del Señor y se empecinaron en subir a la montaña. 44 Los amorreos, que habitan en la montaña, salieron contra ustedes, los persiguieron, como lo hacen las avispas, y los derrotaron desde Seír hasta Jormá. 45 Entonces ustedes regresaron y se pusieron a llorar ante el Señor, pero él no escuchó su súplica ni les hizo caso. 46 Por eso tuvieron que quedarse mucho tiempo en Cadés.

 

Treinta y ocho años caminamos desde Cadés*

Dt 8,2-3; 29,5; Éx 33,14.16; 34,9-10; Nm 20,14-21; 21,10-20; 1 Re 12,19

 

21 Nos encaminamos hacia el desierto, en dirección al mar Rojo, como me lo había comunicado el Señor. Durante muchos días estuvimos dando vueltas alrededor de la montaña de Seír. 2 Entonces el Señor me dijo: 3 “Ya han estado mucho tiempo dando vueltas alrededor de esta montaña, encamínense hacia el norte. 4 Transmite esta orden al pueblo: ‘Ustedes van a cruzar por la frontera de sus hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, ellos los respetarán; pero tengan mucho cuidado 5 de no declararles la guerra, porque no les entregaré ni un centímetro de su tierra, ya que he dado en posesión a Esaú la montaña de Seír. 6 Ustedes les comprarán el alimento que vayan a comer y el agua que vayan a beber’. 7 Porque el Señor tu Dios te ha bendecido en todo lo que has hecho. Él se ha preocupado de tu caminata por este imponente desierto durante cuarenta años. El Señor tu Dios ha estado contigo, nada te ha faltado”.

8 Pasamos al lado del territorio de nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír, por el camino de la Arabá, que viene de Eilat y Esionguéber. Cambiamos de dirección y tomamos la ruta del desierto de Moab. 9 El Señor me dijo: “No provoques a Moab ni le declares la guerra, porque no te daré en posesión nada de su tierra, ya que he entregado Ar en propiedad a los descendientes de Lot”. 10 -Antes habitaban allí los emitas, pueblo fuerte, numeroso y alto como los anaquitas. 11 Igual que a los anaquitas se les consideraba a ellos refaítas, pero los moabitas los llamaban emitas. 12 Antes, los jorreos habitaban en Seír, pero los descendientes de Esaú se posesionaron de su territorio, los aniquilaron y habitaron allí, como Israel hizo con la tierra que el Señor le dio en posesión-. 13 El Señor continuó: “Ahora, dispónganse a cruzar el torrente Záred”.

Cruzamos el torrente Záred. 14 Treinta y ocho años caminamos desde Cadés Barnea hasta cruzar el torrente Záred, y murió toda la generación de los hombres aptos para la guerra, tal como el Señor les había jurado. 15 En efecto, el poder del Señor actuó contra ellos en medio del campamento y los exterminó.

16 Cuando ya todos habían muerto y no quedaba en medio del pueblo ningún hombre apto para la guerra, 17 el Señor me dijo: 18 “Hoy vas a cruzar Ar, la frontera de Moab, 19 y entrarás en contacto con los amonitas. No los provoques ni les declares la guerra, porque no te entregaré nada de su tierra, ya que la he dado en propiedad a los descendientes de Lot”.

20 -También esa era considerada tierra de refaítas, porque antiguamente habitaban allí, aunque los amonitas los llamaban zonzonitas. 21 Era un pueblo fuerte, numeroso y alto como los anaquitas. Pero el Señor los destruyó, de forma que los amonitas se apoderaron de su territorio y se establecieron allí. 22 Algo similar había hecho con los descendientes de Esaú, los que habitan en Seír: el Señor había destruido a los jorreos, de forma que los edomitas se apoderaron de su territorio y se establecieron allí hasta el día de hoy. 23 También los caftoritas, procedentes de Creta, habían aniquilado a los avitas que habitaban en las aldeas cercanas a Gaza y se establecieron allí-.

24 El Señor prosiguió: “¡De pie, en marcha, crucen el torrente Arnón! Mira, he entregado en tu poder a Sijón el amorreo, rey de Jesbón, y su tierra, ¡Comienza la conquista y declárale la guerra! 25 Hoy empiezo a infundir terror y miedo de ti a los pueblos que hay bajo el cielo. Oirán tu fama, temblarán y se asustarán ante ti”.

 

Así conquistamos el territorio de los dos reyes amorreos*

Éx 22,20; Nm 21,21-25.33-35; Jue 11,19-21; Sal 68,16

 

26 Desde el desierto de Cademot envié mensajeros en son de paz a Sijón, rey de Jesbón, pidiéndole: 27 “Permíteme pasar por tu territorio, solo iré por el camino establecido, sin desviarme a derecha ni a izquierda. 28 Me venderás la comida que yo coma y el agua que yo beba; solo permíteme cruzar a pie, 29 hasta que logre pasar el Jordán, hacia la tierra que el Señor nuestro Dios nos va a dar, como lo permitieron los descendientes de Esaú, que habitan en Seír y los moabitas que viven en Ar”.

30 Pero Sijón, rey de Jesbón, no permitió que pasáramos por su tierra, porque el Señor tu Dios le había cegado su espíritu y endurecido su corazón para entregarlo en tu poder, como lo está hasta el día de hoy. 31 El Señor me dijo: “Mira, comienzo a entregarte a Sijón y su territorio; inicia la conquista de su país”. 32 Entonces Sijón con todo su pueblo salió contra nosotros a guerrear en Yasá. 33 El Señor nuestro Dios lo entregó en nuestras manos y lo derrotamos con sus hijos y todo su pueblo. 34 En esa ocasión nos apoderamos de todas sus ciudades, las consagramos al exterminio junto con sus varones, mujeres y niños; no dejamos a nadie con vida. 35 Solo tomamos como botín el ganado y los despojos de las ciudades que capturamos. 36 Desde Aroer, a las orillas del valle del Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que resistiera. El Señor nuestro Dios entregó a todas ellas en nuestro poder. 37 Pero no te acercaste al territorio de los amonitas: la ribera del torrente Yaboc, las ciudades de la montaña y los lugares que el Señor nuestro Dios había prohibido conquistar.

 

31 Cambiamos de rumbo y subimos en dirección a Basán. Og, rey de Basán, junto con todo su pueblo, salió a nuestro encuentro en plan de guerra en Edreí. 2 El Señor me dijo: “No le tengas miedo, porque entrego en tu poder a él, a todo su pueblo y a su territorio. Harás con él como hiciste con Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón”.

3 El Señor nuestro Dios entregó en nuestro poder también a Og, rey de Basán, y a todo su pueblo; lo atacamos sin dejar un sobreviviente. 4 Conquistamos todas sus ciudades sin dejar una; fueron sesenta ciudades, todo el territorio de Argob, que pertenece al reino de Og en Basán. 5 Todas estas eran ciudades fortificadas, con murallas altas, portones y cerrojos, sin tomar en cuenta otras muchas aldeas de los pereceos, sin murallas. 6 Las consagramos al exterminio como habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón, matando en cada ciudad a varones, mujeres y niños, 7 pero retuvimos como botín todo el ganado y los despojos de las ciudades.

8 En aquella ocasión conquistamos el territorio de los dos reyes amorreos que vivían al otro lado del Jordán, desde el torrente Arnón hasta la montaña del Hermón 9 -al Hermón los sidonios lo llaman Sarión, mientras que los amorreos, Sanir-. 10 incluidas todas las ciudades de la llanura, todo Galaad y Basán hasta Seijá y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. 11 –Og, rey de Basán, era el último que quedaba de los refaítas; su lecho es un lecho de hierro, está en Rabat de los amonitas, mide cuatro metros y medio de largo por dos de ancho–.

 

Di esta tierra a las tribus de Rubén y Gad, y a la media tribu de Manasés*

Nm 32; Jos 1,12-18; 13,8-32

 

12 Cuando nos apoderamos de esta tierra, di a las tribus de Rubén y Gad desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, hasta la mitad de la montaña de Galaad con sus ciudades. 13 A la media tribu de Manasés le asigné el resto de Galaad y todo Basán, donde había reinado Og, lo mismo que el territorio de Argob. -Todo Basán se llamaba tierra de los refaítas-. 14 Yaír, hijo de Manasés, se quedó con todo el territorio de Argob hasta la frontera de los guesuritas y de los maacatitas. A Basán le puso por nombre Poblaciones de Yaír, como se les llama hasta hoy. 15 A Maquir le asigné Galaad. 16 A las tribus de Rubén y Gad les di desde Galaad hasta el torrente Arnón. Una frontera era la mitad del torrente, y la otra hasta el Yaboc, frontera con los amonitas. 17 La Arabá con el Jordán era frontera, desde el lago de Genesaret hasta el mar de la Arabá, el mar Muerto, al pie de las laderas del Pisgá, al oriente.

18 Entonces les ordené a ustedes: “El Señor su Dios les ha dado en posesión esta tierra. Ustedes, los guerreros, tomen sus armas y pónganse al frente de sus hermanos, los israelitas. 19 Solo sus mujeres, sus niños y su ganado, que es numeroso, permanecerán en las ciudades que les di. 20 No podrán regresar a la heredad que les he asignado, sino hasta que el Señor conceda descanso a sus hermanos, como lo dio a ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor su Dios les dará en el otro lado del Jordán”.

21 A Josué le di esta orden: “Tus ojos han visto todo lo que el Señor su Dios hizo a estos dos reyes; así hará también a todos los reinos por donde vas a pasar. 22 No les tengan miedo, porque el Señor su Dios peleará a favor de ustedes”.

 

Supliqué al Señor*

Dt 32,48-52; 34,1-5; Nm 20,12; 27,12-14

 

23 Entonces supliqué al Señor: 24 “Señor Dios, tú has comenzado a mostrar a tu servidor tu grandeza y tu fuerza poderosa, porque ¿quién es el Dios en el cielo y en la tierra que pueda realizar tus obras y tus hazañas? 25 Permíteme pasar al otro lado del Jordán y ver esa excelente tierra, esta hermosa montaña y el Líbano”. 26 Pero el Señor se había enojado conmigo por culpa de ustedes y no me hizo caso, sino que me dijo: “Basta ya, no continúes hablando más de este asunto. 27 Sube a la cima del Pisgá, alza tus ojos hacia el oeste, el norte, el sur y el este, y mira la tierra con tus propios ojos, porque tú no cruzarás el Jordán. 28 Instruye a Josué, infúndele valor y ánimo, porque él cruzará al frente de este pueblo y les dará en herencia la tierra que tú estás viendo”. 29 Y nos quedamos en el valle, frente a Bet Peor.

 

Israel, escucha las leyes y las normas que yo les enseño*

Dt 13,1; 30,1-5; Éx 19,16-20; 20,4-6; Lv 26,14-19; Nm 25,1-18: Is 43,10-13; ; Prov 30,6; Rom 1,23; Heb 12,29; Ap 22,18-19 // 4,35: Mc 12,32

 

41 Ahora, Israel, escucha las leyes y las normas que yo les enseño para que, cumpliéndolas, conserven la vida, entren a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de sus antepasados, les da. 2 No añadan ni supriman nada a lo que yo les mando para que observen los mandatos del Señor su Dios, que yo les ordeno. 3 Ustedes mismos han visto todo lo que el Señor hizo en Baal Peor, donde el Señor tu Dios exterminó de en medio de ti a quien se hizo seguidor de Baal Peor. 4 Pero ustedes, los que han permanecido fieles al Señor su Dios, todos ustedes siguen con vida hoy. 5 Mira, les enseño leyes y normas, conforme me mandó el Señor mi Dios, para que las pongan en práctica en la tierra a la que ustedes entran para tomarla en posesión. 6 Las observarán y practicarán, porque tal será su sabiduría e inteligencia a los ojos de los pueblos que oigan hablar de todas estas leyes y digan: “En verdad esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente”. 7 Porque, ¿cuál es la gran nación que tenga dioses tan cercanos, como el Señor nuestro Dios, cuando lo invocamos? 8 ¿Y cuál es la gran nación que tenga leyes y normas tan justas, como toda esta ley que hoy les entrego a ustedes?

9 Solo cuídate y presta mucha atención, para que durante toda tu vida no olvides ni se aparten de tu memoria las obras que ustedes mismos vieron; enséñalas a tus hijos y a tus nietos. 10 El día que te presentaste ante el Señor tu Dios en el Horeb, cuando el Señor me dijo: “Reúneme al pueblo y les comunicaré mis palabras que deberán aprender, para que me respeten todo el tiempo que ellos vivan en la tierra, y las enseñen a sus hijos”, 11 ustedes se acercaron y permanecieron al pie de la montaña, que ardía en llamas que llegaban hasta lo alto del cielo, rodeada de tenebrosas nubes y nubarrones. 12 El Señor les habló desde el interior del fuego, ustedes solo escucharon el sonido de las palabras, pero no vieron ninguna figura; solo oyeron una voz. 13 Él les comunicó su alianza que les mandó poner en práctica, los diez mandamientos, que escribió sobre las dos tablas de piedra. 14 Entonces el Señor me ordenó enseñarles leyes y normas para que ustedes las pongan en práctica en la tierra a la que van a pasar para tomarla en posesión.

15 El día que el Señor les habló en el Horeb desde el interior del fuego, ustedes no vieron ninguna imagen; por eso, ¡tengan mucho cuidado!, 16 no sea que ustedes se perviertan y se hagan ídolos con cualquier clase de figura, masculina o femenina; 17 figura de cualquier animal de la tierra o de cualquier ave que vuela en el cielo, 18 figura de reptiles que se arrastran por el suelo o de peces que hay en las aguas, debajo de la tierra. 19 No sea que alzando tus ojos al cielo, al ver el sol, la luna y las estrellas, todo el ejército del cielo, te dejes seducir, los adores y les rindas culto. El Señor tu Dios se los asignó a los demás pueblos que hay bajo el cielo. 20 Pero a ustedes el Señor los tomó y los sacó del horno de hierro, de Egipto, para que seas su pueblo, su heredad, como sucede hoy.

21 Por culpa de ustedes, el Señor se enojó conmigo y juró que yo no cruzaría el Jordán ni entraría a la excelente tierra que el Señor tu Dios te da en herencia. 22 Porque yo moriré en esta tierra sin cruzar el Jordán, pero ustedes pasarán y tomarán posesión de esta excelente tierra. 23 ¡Tengan cuidado!, no sea que olviden la alianza que el Señor su Dios pactó con ustedes y se hagan algún ídolo o imagen de cualquier cosa que el Señor tu Dios te prohibió, 24 porque el Señor tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso.

25 Cuando tengas hijos y nietos y hayas envejecido en la tierra, si ustedes se pervierten y fabrican un ídolo de cualquier figura, si hacen el mal a los ojos del Señor tu Dios para irritarlo, 26 pongo hoy por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra, que en verdad desaparecerán rápido del país que tomarán en posesión al cruzar el Jordán. No vivirán allí mucho tiempo, porque sin lugar a dudas serán destruidos. 27 El Señor los dispersará entre las naciones y solo quedarán unos pocos en las naciones a donde el Señor los lleve. 28 Allí rendirán culto a dioses fabricados por manos humanas, dioses de madera o piedra, que no ven ni oyen, no comen ni huelen.

29 Entonces desde allí buscarán al Señor su Dios y lo encontrarás, si lo buscas con todo tu corazón y con todo tu ser. 30 Cuando, al cabo de los años, estés angustiado, ya que te han sucedido todas estas cosas, entonces te convertirás al Señor tu Dios y escucharás su voz. 31 Porque el Señor tu Dios es un Dios misericordioso, no te abandonará ni te destruirá, ni olvidará la alianza que juró a tus antepasados.

32 Pregunta a los tiempos pasados, desde que Dios creó al ser humano sobre la tierra, pregunta de un extremo del cielo al otro: ¿Aconteció algo tan grandioso como esto o se escuchó algo similar? 33 ¿Acaso algún pueblo sigue con vida después de escuchar la voz de Dios que hablaba desde el interior del fuego, como tú la escuchaste? 34 ¿O acaso un dios intentó llegar a tomar para sí una nación de en medio de otra, mediante milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano fuerte y brazo poderoso, y realizando hazañas prodigiosas como todas las que el Señor su Dios hizo a favor de ustedes en Egipto, ante tu propia mirada?

35 A ti te ha permitido ver todo esto para que sepas que el Señor es el único Dios, no hay ningún otro aparte de él. 36 Desde el cielo te hizo escuchar su voz para instruirte, y sobre la tierra te mostró su ardiente fuego. Escuchaste sus palabras desde el interior del fuego. 37 Porque él amó a tus antepasados, escogió a sus descendientes, y él mismo te sacó de Egipto con gran fuerza, 38 despojando delante de ti a naciones más grandes y fuertes que tú, para introducirte y darte su tierra en herencia, como sucede hoy. 39 Reconoce y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios arriba, en el cielo, y abajo, en la tierra; no hay otro. 40 Observa sus leyes y mandatos que yo te mando hoy para que te vaya bien a ti y a tus hijos, a fin de que vivas mucho tiempo en la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre».

 

Moisés designó tres ciudades*

Dt 19,1-13; Nm 35,9-34; Jos 20,1-9

 

41 Entonces Moisés designó tres ciudades del otro lado del Jordán, al oriente, 42 para que allí pudiese refugiarse quien accidentalmente matara a alguien que no era su enemigo. Él podría refugiarse en una de estas ciudades a fin de salvar su vida. 43 A la tribu de Rubén designó Bosor en la parte desértica de la meseta; a Gad, Ramot en Galaad, y a la de Manasés, Golán en Basán.

 

  1. SEGUNDO DISCURSO DE MOISÉS: LA LEY * ­
  2. Exhortación general *

 

Esta es la Ley*

Dt 1,1-5; 2,26-3,27

 

44 Esta es la Ley que Moisés expuso a los israelitas. 45 Estas son las cláusulas, las leyes y las normas que Moisés promulgó a los israelitas al salir de Egipto, 46 al otro lado del Jordán, en el valle frente a Bet Peor, en el territorio de Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, a quien Moisés y los israelitas habían vencido al salir de Egipto. 47 Ellos se apoderaron de su territorio y del de Og, rey de Basán, los dos reyes amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, al oriente. 48 Esa región abarca desde Aroer, junto al torrente Arnón, hasta el monte de Siyón, que es el Hermón, 49 y toda la estepa al lado oriental del Jordán, hasta el mar Muerto, al pie de las laderas del Pisgá.

 

El Señor escribió estas palabras sobre dos tablas de piedra*

= Éx 20,1-17

Éx 23,12 // 5,16: Mt 15,4; Mc 7,10; Ef 6,2-3 // 5,16-20: Mt 19,18-19; Mc 10,19; Lc 18,20 // 5,17: Mt 5,21; Sant 2,11 // 5,17-21: Rom 13,9 // 5,18: Mt 5,27; Sant 2,11 // 5,21: Rom 7,7

 

51 Moisés convocó a todo Israel y les dijo: «Escucha, Israel, las leyes y las normas que yo promulgo hoy ante ustedes, apréndanlas y cuiden de ponerlas en práctica. 2 El Señor nuestro Dios pactó una alianza con nosotros en el Horeb. 3 El Señor pactó esta alianza no solo con nuestros antepasados, sino también con nosotros, con todos los que hoy estamos vivos aquí. 4 El Señor habló cara a cara con ustedes en la montaña, desde el interior del fuego. 5 En esa ocasión yo estaba de intermediario entre el Señor y ustedes, para comunicarles su palabra, porque ustedes tuvieron miedo del fuego y no subieron a la montaña.

Entonces él dijo:

6 “Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué del país de Egipto, del lugar de esclavitud.

7 No tendrás otros dioses delante de mí.

8 No te harás ninguna imagen ni cualquier tipo de representación de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en las aguas por debajo de la tierra. 9 No las adorarás ni les rendirás culto, porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me rechazan, 10 pero que tengo misericordia por mil generaciones en el caso de los que me aman y cumplen mis mandamientos.

11 No invocarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque el Señor no dejará sin castigo a quien invoque su nombre en vano.

12 Guarda el día del sábado para santificarlo, como el Señor tu Dios te lo ha mandado.13 Durante seis días trabajarás y harás toda tu tarea, 14 pero el séptimo día es descanso dedicado al Señor tu Dios. No harás ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni tampoco el forastero que vive en tus ciudades, a fin de que tu esclavo y tu esclava descansen igual que tú. 15 Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo poderoso. Por eso el Señor tu Dios te ha mandado observar el día del sábado.

16 Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te lo ha mandado, para que se prolongue tu vida y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da.

17 No matarás.

18 No cometerás adulterio.

19 No robarás.

20 No darás falso testimonio contra tu prójimo.

21 No codiciarás la mujer de tu prójimo. No desearás la casa de tu prójimo: ni su parcela, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que pertenezca a tu prójimo”.

22 El Señor proclamó con voz potente estas palabras a toda la asamblea de ustedes, en la montaña, desde el interior del fuego y del denso nubarrón; no añadió más. Las escribió sobre dos tablas de piedras y me las entregó.

 

Tú, acércate y escucha*

Éx 19,16-21; 20,18-21; Heb 12,18-19

 

23 En cuanto ustedes oyeron la voz desde el interior de la oscuridad, mientras el monte ardía en llamas, todos sus jefes de tribus y sus ancianos se acercaron a mí 24 y me dijeron: “Mira, el Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, hemos escuchado su voz desde el interior del fuego; hoy hemos constatado que Dios puede hablar al ser humano y este seguir con vida. 25 Pero, ahora, ¿por qué nos exponemos a morir? Si nosotros continuamos escuchando la voz del Señor nuestro Dios, el enorme fuego puede consumirnos, y entonces moriremos. 26 ¿Quién de los mortales sigue con vida si escucha la voz del Dios viviente, hablando desde el interior del fuego como nosotros lo hicimos? 27 Tú, acércate y escucha todo lo que el Señor nuestro Dios diga, luego nos transmitirás todo lo que el Señor nuestro Dios te comunique. Nosotros obedeceremos y haremos caso”.

28 El Señor oyó sus palabras cuando me hablaron y me dijo: “He escuchado las palabras de este pueblo que te habló; está bien lo que expresaron. 29 Ojalá durante toda su vida tuvieran ese corazón para honrarme fielmente y observar todos mis mandamientos, de modo que siempre les vaya bien a ellos y a sus hijos. 30 Ordénales que regresen a sus carpas; 31 pero tú quédate aquí, junto a mí, para que yo te comunique mi voluntad, todas las leyes y las normas que debes enseñarles para que las pongan en práctica en la tierra que les daré en posesión”.

32 Ustedes cuiden de comportarse como les ha mandado el Señor su Dios. No se desvíen a la derecha ni a la izquierda, 33 sigan fielmente todo el camino que el Señor su Dios les ha mandado, para que les vaya bien y conserven su vida durante mucho tiempo en la tierra que van a poseer.

 

Escucha, Israel*

Dt 10,12-13; 11,18-20; Jr 7,21-28: Mt 22,34-40; Mc 12,28-34; Lc 10,25-28. // 6,4: Mc 12,32 // 6,5: Mt 22,37; Mc 12,33; Lc 10,27 // 6,4-5: Mc 12,29-30

 

61 Esta es la voluntad de Dios, las leyes y las normas que el Señor su Dios me mandó enseñarles, para que las pongan en práctica en la tierra a la que llegan para tomarla en posesión. 2 De este modo respetarás al Señor tu Dios, tú, tus hijos y tus nietos, cumpliendo durante toda la vida todas sus leyes y sus mandatos que yo te ordeno, y así vivirás mucho tiempo. 3 Por eso, escucha, Israel, y cuida de practicarlos para que te vaya bien y se multipliquen mucho en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, Dios de tus antepasados, te prometió.

4 Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. 5 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu fuerza. 6 Graba en tu corazón estas palabras, que yo te mando hoy. 7 Las inculcarás a tus hijos, hablarás de ellas al estar en tu casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte. 8 Las atarás a tu muñeca como un signo, y estarán en tu frente como señales. 9 Las escribirás en las puertas de tu casa y en las entradas de tus poblados.

 

No te olvides del Señor*

Dt 8,7-18; 11,10-12; 32,13-18; Éx 23,32-33 // 6,13: Mt 4,10; Lc 4,8 // 6,16: Mt 4,7; Lc 4,12

 

10 Cuando el Señor tu Dios te haya introducido a la tierra que juró a tus antepasados, a Abrahán, Isaac y Jacob, dándote ciudades grandes y hermosas que tú no construiste; 11 casas repletas de toda clase de bienes que tú no llenaste; cisternas ya excavadas que tú no excavaste; viñas y olivares que tú no plantaste; cuando comas y quedes satisfecho, 12 ¡cuídate! No te olvides del Señor que te sacó del país de Egipto, del lugar de esclavitud. 13 Respetarás al Señor tu Dios, le rendirás culto y jurarás por su nombre.

14 Ustedes no seguirán a otros dioses, a ningún dios de los pueblos que habitan a su alrededor. 15 Porque el Señor tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso; no sea que se encienda la ira del Señor tu Dios contra ti y te elimine de la superficie de la tierra. 16 Ustedes no pondrán a prueba al Señor su Dios, como lo pusieron a prueba en Masá. 17 Cumplirán fielmente los mandatos del Señor su Dios, sus preceptos y sus leyes que te ha ordenado. 18 Harás lo recto y lo bueno a los ojos del Señor para que te vaya bien, entres y tomes posesión de la tierra excelente que el Señor juró a tus antepasados, 19 expulsando ante ti a todos tus enemigos, como el Señor ha prometido.

 

Responderás a tu hijo*

Éx 12,26-27; 19,4-6

 

20 Cuando el día de mañana tu hijo te pregunte: “¿Qué significan los preceptos, las leyes y las normas que el Señor nuestro Dios les ha mandado?”. 21 Responderás a tu hijo: “Éramos esclavos del faraón en Egipto, pero el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. 22 El Señor realizó, ante nuestra vista, signos y prodigios grandes y terribles en Egipto, contra el faraón y contra toda su corte, 23 pero a nosotros nos sacó de allí para llevarnos y darnos la tierra que juró a nuestros antepasados. 24 El Señor nos ordenó que pongamos en práctica todas estas leyes, respetando al Señor nuestro Dios, para que nos vaya bien siempre y nos conserve la vida como el día de hoy. 25 Nuestra justicia consistirá en que cuidemos de poner en práctica toda la voluntad del Señor nuestro Dios, como nos mandó”.

 

Tú eres un pueblo consagrado al Señor*

Dt 14,2; 20,16-18; 26,18-19; Éx 19,5-6; 20,5-6; 34,11-17; Nm 23,9; Jn 15,16; 1 Jn 4,10

 

71 Cuando el Señor tu Dios te introduzca en la tierra, a la que vas a entrar para tomarla en posesión, él expulsará a siete pueblos más numerosos y fuertes que tú: hititas, guergueseos, amorreos, cananeos, pereceos, jeveos y jebuseos. 2 El Señor tu Dios te los entregará, y tú los aniquilarás, los consagrarás al exterminio; no harás pacto con ellos, ni les tendrás compasión. 3 No establecerás vínculos de parentesco con ellos, permitiendo que tus hijos e hijas se casen con los de ellos. 4 Porque esto apartaría a tus hijos de mi seguimiento, rendirían culto a otros dioses, y entonces la ira del Señor se encendería contra ustedes y muy pronto te destruiría. 5 Por el contrario, así los tratarán: demolerán sus altares, destrozarán sus monumentos idolátricos, derribarán sus imágenes sagradas y quemarán sus esculturas. 6 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios. Solo a ti te eligió, de entre todos los pueblos de la tierra, para que seas el pueblo de su propiedad.

7 Dios se enamoró de ustedes y los eligió, no por ser el pueblo más grande de todos, ya que son el más insignificante, 8 sino por el amor del Señor a ustedes y por cumplir su juramento que juró a sus antepasados. Por eso el Señor los sacó con mano fuerte, los rescató del lugar de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. 9 Tú sabes que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que mantiene la alianza y el amor hasta por mil generaciones, a los que lo aman y cumplen sus mandamientos; 10 pero que da su merecido a los que lo rechazan, destruyéndolos en seguida; a quien lo rechaza le da su merecido. 11 Cumple la voluntad de Dios, las leyes y las normas que yo te ordeno hoy, poniéndolas en práctica.

 

El Señor te amará, te bendecirá y te multiplicará*

Dt 12,2-3.29-30; 28,1-14; Éx 7-15; 23,27-30; Jue 2,20-23; 3,2

 

12 Si ustedes obedecen estas normas, las cumplen y ponen en práctica, entonces el Señor tu Dios mantendrá la alianza y el amor que juró a tus antepasados. 13 Te amará, te bendecirá y te multiplicará. Bendecirá tus hijos y tus productos: tu vino, tu aceite, la cría de tu ganado y de tu rebaño en la tierra que juró a tus antepasados que te daría. 14 Serás bendito más que todos los pueblos. No habrá estéril entre los tuyos ni entre tus animales. 15 El Señor te librará de toda enfermedad y plaga de Egipto; no te mandará los males que tú has visto, sino que los destinará a todos los que te rechazan. 16 Eliminarás a todos los pueblos que el Señor tu Dios te entregue, actuarás con ellos sin piedad. No rendirás culto a sus dioses, porque serían una trampa para ti.

17 Si llegas a preguntarte: “¿Cómo podré expulsar a estos pueblos que son más numerosos que yo?”, 18 no les tengas miedo. Recuerda bien lo que el Señor tu Dios hizo al faraón y a todos los egipcios, 19 las grandes pruebas que vieron tus ojos, las señales y los prodigios, la mano fuerte y el brazo poderoso con que el Señor tu Dios te sacó. Así hará el Señor tu Dios con todos los pueblos a los que tienes miedo. 20 Incluso el Señor tu Dios infundirá pánico en ellos hasta que destruya a los que se te hayan escapado y escondido. 21 No te espantes ante ellos, porque el Señor tu Dios está en medio de ti, un Dios imponente y admirable. 22 Poco a poco, el Señor tu Dios expulsará de tu presencia a estos pueblos; no podrás acabar pronto con ellos, porque de lo contrario las bestias salvajes se multiplicarían contra ti. 23 El Señor tu Dios te los entregará, sembrará entre ellos gran pánico hasta acabarlos. 24 Entregará a sus reyes en tu poder, tú borrarás su nombre de debajo del cielo. Nadie podrá resistirte, hasta que tú los acabes.

25 Por su parte, ustedes quemarán las imágenes de sus dioses; no codiciarás la plata y el oro con que están recubiertos, ni te quedarás con ellos, no sea que al hacerlo caigas en su trampa, porque eso es algo abominable ante el Señor tu Dios. 26 No introducirás en tu casa algo abominable; en tal caso, los ídolos y tú deberían ser consagrados al exterminio. Considéralos contaminados y aborrécelos por completo, porque están consagrados al exterminio.

 

El ser humano vive de toda palabra que sale de la boca del Señor*

Dt 29,4-5; Éx 16; Os 11,1-4; Sal 119,71; Prov 3,11-12; Heb 12,3-11 // 8,3: Mt 4,4; Lc 4,4

 

81 Pongan en práctica toda la voluntad de Dios que les comunico hoy para que vivan, se multipliquen y entren a tomar posesión de la tierra que el Señor prometió con juramento a sus antepasados. 2 Recuerda todo el camino por el que el Señor tu Dios te condujo estos cuarenta años en el desierto para humillarte, ponerte a prueba, y así conocer tus intenciones, si ibas a cumplir o no su voluntad. 3 Te humilló, te hizo pasar hambre, pero también te alimentó con el maná, que ni tú ni tus antepasados conocían, para hacerte saber que el ser humano vive no solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor. 4 Durante estos cuarenta años tu ropa no se desgastó, ni tus pies se hincharon.

5 Comprende bien que el Señor te ha educado como un padre educa a su hijo. 6 Cumple los mandamientos del Señor tu Dios siguiendo sus caminos y respetándolo.

 

No te olvides del Señor, tu Dios*

Dt 6,10-11; 11,10-12; Éx 16,1-17,7; Nm 11,7-9; 20,1-11; Os 13,4-6; Sal 114,8

 

7 Porque el Señor tu Dios te lleva a una tierra excelente: tierra de torrentes, de fuentes y de manantiales que brotan en los valles y en las montañas; 8 tierra de trigo y cebada, de parras, higueras y granadas; tierra de olivos y miel; 9 tierra en la que no comerás racionado el pan, nada te faltará; tierra con yacimientos de hierro y de cuyas montañas extraerás el cobre. 10 Entonces comerás, quedarás satisfecho y bendecirás al Señor tu Dios por la excelente tierra que te habrá dado.

11 ¡Cuídate! No te olvides del Señor tu Dios ni dejes de cumplir sus mandamientos, sus normas y sus leyes que yo te mando hoy. 12 No sea que cuando comas y quedes satisfecho; cuando construyas casas hermosas y habites en ellas; 13 cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen; tu plata y tu oro aumenten, y todos tus bienes se acrecienten, 14 entonces te llenes de soberbia y te olvides del Señor tu Dios. Él te sacó del país de Egipto, del lugar de esclavitud. 15 Él te condujo por el desierto grande y terrible, de serpientes venenosas y escorpiones. Él hizo brotar para ti agua de la roca dura, en medio del sequedal donde no hay agua. 16 Él te alimentó en el desierto con el maná, que tus antepasados no conocían, para humillarte y ponerte a prueba y luego hacerte feliz.

17 No pienses: “Mi fuerza y mi propio poder han logrado esta prosperidad”. 18 Acuérdate del Señor, porque él es tu Dios, quien te da fuerza para lograr la prosperidad, con el fin de mantener aún hoy su alianza que juró a tus antepasados. 19 Pero si, por desgracia, te olvidas del Señor tu Dios, te vas detrás de otros dioses, les rindes culto y los adoras, testifico hoy contra ustedes que perecerán sin remedio. 20 Les sucederá lo que a los pueblos que el Señor destruirá ante ustedes; también ustedes perecerán por no haber escuchado la voz del Señor su Dios.

 

No pienses: «El Señor me ha traído a heredar esta tierra por mis méritos»*

Dt 8,17; Gn 15,16; Jr 11,8; Sal 78; 106 // 9,4: Rom 10,6

 

91 Escucha, Israel, tú vas a cruzar hoy el Jordán para conquistar pueblos más numerosos y fuertes que tú, ciudades imponentes con murallas que llegan hasta el cielo, 2 un pueblo fuerte y de gran estatura, los descendientes de los anaquitas, a quienes conoces y de los que se dice: “¿Quién podrá resistir ante los descendientes de Anac?”. 3 Debes reconocer hoy que el Señor tu Dios es un fuego devorador que va delante de ti. Él los destruirá y vencerá ante ti. Pronto los despojarás y eliminarás como te lo prometió el Señor.

4 Cuando el Señor tu Dios los expulse ante ti, no pienses en tu interior: “El Señor me ha traído a heredar esta tierra por mis méritos”, sino que es por la maldad de estos pueblos, que el Señor los despoja ante tu presencia. 5 Entras a heredar su tierra no por tus méritos ni por tu rectitud, sino por la perversión de estos pueblos. El Señor tu Dios los despoja ante tu presencia, cumpliendo así la promesa que el Señor juró a tus antepasados, a Abrahán, Isaac y Jacob. 6 Reconoce que el Señor tu Dios te da en posesión esta tierra excelente no por tus méritos, ya que tú eres un pueblo de cabeza dura.

 

Es un pueblo de cabeza dura*

Éx 32; 1 Re 8,9; Heb 3,16 // 9,19: Heb 12,21

 

7 Acuérdate y no olvides que has irritado al Señor tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste del país de Egipto hasta que ustedes llegaron a este lugar, han sido rebeldes con el Señor. 8 En el Horeb irritaron al Señor; él se enfureció contra ustedes y pensó destruirlos. 9 Cuando subí a la montaña a recibir las tablas de piedra, las tablas de la alianza que el Señor pactó con ustedes, permanecí en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, sin comer alimento ni beber agua. 10 El Señor me entregó las dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios. En ellas estaban todas las palabras que el Señor les había dirigido en la montaña, desde el interior del fuego, el día de la asamblea.

11 Al final de los cuarenta días y cuarenta noches, el Señor me entregó las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza. 12 Entonces el Señor me ordenó: “Levántate, baja rápido de aquí, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido; pronto se desviaron del camino que les mandé, se fabricaron un ídolo”. 13 El Señor me dijo: “He observado a este pueblo; en verdad, es un pueblo de cabeza dura; 14 déjame destruirlo y borrar su nombre de debajo del cielo, pero haré de ti un pueblo más fuerte y numeroso que él”.

15 Luego bajé de la montaña, que ardía en llamas, yo traía en mis manos las dos tablas de la alianza. 16 Miré, y, en efecto, ustedes habían pecado contra el Señor su Dios; se habían fabricado la imagen de un becerro de metal, pronto se habían apartado del camino que el Señor les había mandado. 17 Entonces agarré las dos tablas, las arrojé de mis manos y las rompí a la vista de ustedes.

18 Me postré ante el Señor, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer alimento ni beber agua, pidiendo perdón por todos sus pecados que habían cometido, haciendo el mal a los ojos del Señor, irritándolo. 19 Porque tenía miedo de la ira y del furor con que el Señor se había irritado contra ustedes cuando quiso exterminarlos. Una vez más, el Señor me escuchó. 20 El Señor se había enojado mucho contra Aarón pensando exterminarlo, pero en ese momento también intercedí por Aarón.21 Tomé el becerro que ustedes se habían fabricado, su pecado, lo quemé, lo hice pedazos y añicos hasta reducirlo a polvo, luego arrojé el polvo al torrente que baja de la montaña.

22 En Taberá, en Masá y en Quibrot Hatavá ustedes provocaron al Señor. 23 Cuando él los envió desde Cadés Barnea con esta orden: “Suban y conquisten la tierra que les he dado”, ustedes se rebelaron contra la orden del Señor su Dios, no le creyeron ni escucharon su voz. 24 Han sido rebeldes con el Señor, desde el día en que los conocí.

25 Me postré ante el Señor cuarenta días y cuarenta noches. Durante ese tiempo estuve postrado porque el Señor había decidido exterminarlos. 26 Supliqué al Señor y le dije: “Señor Dios, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad, que rescataste con tu poder, que sacaste de Egipto con mano fuerte. 27 Acuérdate de tus servidores, de Abrahán, Isaac y Jacob. No te fijes en la terquedad de este pueblo, ni en su maldad y pecado. 28 No sea que los habitantes de la tierra de donde nos sacaste, digan: ‘El Señor no pudo llevarlos a la tierra que les prometió y porque no los quería, los sacó para matarlos en el desierto’. 29 Ellos son tu pueblo y tu heredad, a los que sacaste con gran fuerza y brazo poderoso”.

 

Puse las tablas en el Arca*

Éx 25,10-16; 34,1-4.27-28

 

101 En aquel tiempo, Dios me dijo: “Talla dos tablas de piedra iguales a las primeras, fabrica un Arca de madera y sube a la montaña, a mi encuentro. 2 Yo escribiré sobre ellas las palabras que estaban en las primeras tablas que rompiste, y tú las colocarás en el Arca”.

3 Hice el Arca de madera de acacia, tallé las dos tablas de piedra, como las primeras, y subí a la montaña llevándolas en mi mano. 4 Como lo había hecho antes, el Señor escribió sobre las tablas los diez mandamientos que él había promulgado a ustedes en la montaña, desde el interior del fuego, el día de la asamblea, y me las entregó. 5 Luego bajé de la montaña y puse las tablas en el Arca que había hecho. Allí han permanecido, como el Señor me lo ordenó.

 

Levántate y conduce al pueblo*

Nm 1,48-53; 18,20-24; 33,31-39

 

6 Después los israelitas partieron de los pozos de Bené Jacán hacia Moserá. Allí murió Aarón y fue enterrado. En su lugar, su hijo Eleazar fue constituido sacerdote. 7 De allí se dirigieron a Gadgad y de Gadgad a Yotbatá, tierra de torrentes.

8 Fue entonces cuando el Señor destinó a la tribu de Leví para transportar el arca de su Alianza, estar en la presencia del Señor, oficiar y bendecir en su nombre, como se realiza hasta el día de hoy. 9 Por eso, la tribu de Leví no ha tenido lote ni heredad con sus hermanos, porque el Señor mismo es su herencia, como el Señor tu Dios se lo prometió.

10 Yo permanecí en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, como la primera vez. También en esa ocasión el Señor me escuchó y no quiso destruirte. 11 El Señor me dijo: “Levántate y conduce al pueblo para que entren y tomen posesión de la tierra que juré a sus antepasados que se la daría”.

 

¿Qué es lo que el Señor tu Dios te pide?*

Dt 30,6; Gn 17,9-13; Éx 22,20-23; Jr 4,4; Miq 6,8; Sal 24,1-2; 146,9; Rom 2,29; 1 Tim 6,15; Ap 17,14; 19,16 // 10,20: Mt 4,10; Lc 4,8

 

12 Y ahora, Israel, ¿qué es lo que el Señor tu Dios te pide, sino que lo respetes, sigas sus caminos, ames y rindas culto al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser, 13 cumplas los mandamientos y las leyes del Señor que yo te ordeno hoy para tu bien? 14 Mira, al Señor tu Dios pertenecen el cielo, lo más alto del cielo, la tierra y todo lo que hay en ella. 15 Sin embargo, el Señor se enamoró de tus antepasados y luego eligió, de entre todos los pueblos, a su descendencia, a ustedes, como se puede constatar hoy.

16 Circunciden sus corazones y ya no sean cabeza dura. 17 Porque el Señor su Dios es el Dios de los dioses, el Señor de los señores, el Dios grandioso, poderoso y admirable, que no hace acepción de personas ni se deja sobornar. 18 Él defiende al huérfano y a la viuda; ama al forastero, a quien da sustento y vestido. 19 Ustedes deben amar al forastero, porque fueron forasteros en el país de Egipto. 20 Respetarás al Señor tu Dios, le rendirás culto, estarás unido a él y en su nombre jurarás. 21 Él es tu gloria, él es tu Dios, quien ha realizado contigo grandezas y estas maravillas que tus ojos han contemplado. 22 Tus antepasados bajaron a Egipto siendo apenas setenta personas. Ahora el Señor te ha multiplicado como las estrellas del cielo.

 

¡Son ustedes quienes han visto todas estas obras grandiosas!*

Dt 6,10-11; 8,7-10; Éx 7-17; Lv 26,3-5; Nm 16

 

111 Ama al Señor tu Dios, cumple siempre su voluntad: sus leyes, sus normas y sus mandatos. 2 Sepan hoy que no me dirijo a sus hijos, que no han conocido ni visto la enseñanza del Señor su Dios. Me dirijo a ustedes que han visto su grandeza, su mano fuerte y brazo poderoso, 3 sus señales y sus obras que realizó en medio de Egipto contra el faraón, rey de Egipto, y contra todo su país. 4 Lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y carruajes, que, en presencia de ustedes, los ahogó en las aguas del mar Rojo, cuando los perseguían, y el Señor los exterminó por siempre. 5 Lo que realizó a favor de ustedes en el desierto hasta su entrada a este lugar. 6 Lo que hizo a Datán y Abirón, hijos de Eliab, nietos de Rubén. La tierra abrió sus fauces y se los tragó, junto con sus familias, sus carpas y toda su servidumbre, en presencia de todo Israel. 7 ¡Son ustedes quienes han visto todas estas obras grandiosas que el Señor ha realizado!

8 Cumplan toda la voluntad de Dios que yo les mando hoy para que tengan fuerza, entren y tomen posesión de la tierra a la que ustedes van a pasar para poseerla. 9 Así vivirán mucho tiempo en la tierra que el Señor juró dar a sus antepasados y a sus descendientes, una tierra que mana leche y miel.

10 La tierra a la que tú entras a tomar posesión de ella no es como la tierra de Egipto, de la que ustedes salieron, donde tú tenías que sembrar la semilla y regarla para que fuera un huerto fértil. 11 Pero la tierra a la que ustedes van a entrar para tomarla en posesión es una tierra de montañas y valles, donde los manantiales la fecundan. 12 Es una tierra que el Señor tu Dios cuida siempre. Los ojos del Señor tu Dios están fijos en ella desde el principio hasta el fin del año. 13 Si realmente obedecen mis mandamientos que yo les ordeno hoy, amando al Señor su Dios, rindiéndole culto con todo su corazón y con todo su ser, 14 yo daré a su tiempo la lluvia a sus tierras, la lluvia otoñal y la primaveral, para que puedas recoger tu trigo, tu vino y tu aceite; 15 haré que tu campo produzca la hierba para las bestias. ¡Tú comerás y quedarás satisfecho!”.

16 ¡Tengan cuidado! No permitan que su corazón se deje seducir, y ustedes se desvíen, rindan culto a otros dioses y los adoren. 17 Entonces la ira del Señor se encendería contra ustedes, cerraría el cielo, no habría lluvia, el suelo no produciría su cosecha, y pronto desaparecerían de la tierra excelente que el Señor les da.

 

Así ustedes y sus hijos vivirán mucho tiempo en la tierra*

Dt 1,7; 6,6-9; Gn 15,18; Éx 23,31; Jos 1,3-5

 

18 Graben estas palabras mías en lo más íntimo de su corazón, átenlas a su muñeca como signo y estén en su frente como señales. 19 Enséñaselas a tus hijos hablando de ellas al estar en tu casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte. 20 Las escribirás en los en las puertas de tu casa y en las entradas de tus poblados.21 Así ustedes y sus hijos vivirán mucho tiempo en la tierra que el Señor juró a sus antepasados que les daría para siempre.

22 Si en verdad cumplen la voluntad de Dios que yo les mando poner en práctica, amando al Señor su Dios, siguiendo sus caminos y permaneciendo unidos a él, 23 entonces el Señor despojará a todas estas naciones de delante de ustedes; expulsarán naciones más fuertes y poderosas que ustedes. 24 Todo lugar que pise la planta de sus pies, será su propiedad. Su frontera será desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar Mediterráneo. 25 Nadie los resistirá. El Señor infundirá terror y temor de ustedes, en toda la tierra por donde caminen, como les prometió.

 

Yo les doy a elegir entre la bendición y la maldición*

Dt 30,15-20; 27-28; Jos 4,19-24; 8,33-35

 

            26 Mira, yo les doy a elegir entre la bendición y la maldición. 27 La bendición, si ustedes obedecen los mandamientos del Señor su Dios que yo les ordeno hoy. 28 La maldición, si no obedecen los mandamientos del Señor su Dios, se apartan del camino que yo les ordeno hoy, yendo tras otros dioses que no conocían. 29 Cuando el Señor tu Dios te introduzca a la tierra, a la que tú llegas para tomar posesión de ella, proclamarás la bendición sobre el monte Garizín y la maldición sobre el monte Ebal. 30 Estas montañas se encuentran al otro lado del Jordán, detrás del camino occidental, en el país de los cananeos que habitan en la Arabá, frente a Guilgal, junto al encinar de Moré.31 Ustedes van a cruzar el Jordán para entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor su Dios les da. Cuando la posean y habiten en ella, 32 ¡cuiden de poner en práctica todas las leyes y normas que yo les entrego hoy!

 

  1. El código deuteronómico*

 

  1. Deberes para con Dios a nivel religioso y social*«

 

Estas son las leyes

Dt 26,16; Éx 20,22-26; 21,2-11

 

121 Estas son las leyes y las normas que ustedes cuidarán de poner en práctica mientras vivan en la tierra que el Señor, Dios de sus antepasados, les da en herencia.

 

El lugar que el Señor haya elegido para morada de su nombre*.

Dt 12,18-19; 14,27-29; 16,11.14; 26,11-13; Éx 20,24; Lv 17,10-14; 2 Re 22,1-23,5

 

2 Destruirán por completo todos los lugares donde esas naciones, que ustedes van a desalojar, rindieron culto a sus dioses: en los montes altos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso. 3 Demolerán sus altares, destrozarán sus monumentos idolátricos, quemarán sus imágenes sagradas, derribarán las estatuas de sus dioses y borrarán sus nombres de aquellos lugares.

4 Ustedes no deben rendir culto así al Señor su Dios, 5 sino que irán a buscarlo solo al lugar que el Señor su Dios haya elegido de entre todas sus tribus como morada suya para colocar allí su nombre. 6 Allí llevarán sus holocaustos y sus sacrificios, sus diezmos y sus contribuciones, sus ofrendas votivas y voluntarias, los primogénitos de sus reses y de sus ovejas. 7 Ustedes y sus familias comerán allí en presencia del Señor su Dios y se regocijarán por el fruto de su trabajo, con el que el Señor tu Dios te haya bendecido.

8 No se comporten como nosotros nos comportamos aquí hoy, haciendo lo que a cada uno le parecía bien, 9 porque ustedes todavía no han llegado al lugar del descanso, a la propiedad que el Señor tu Dios te va a dar. 10 Cuando crucen el Jordán y habiten en la tierra que el Señor su Dios les dé en herencia, cuando los libre de todos sus enemigos de alrededor y vivan tranquilos, 11 entonces llevarán al lugar, que el Señor su Dios haya elegido para morada de su nombre, todo lo que yo les ordeno: sus holocaustos y sus sacrificios, sus diezmos y sus contribuciones, y lo mejor de sus ofrendas votivas que hayan prometido al Señor. 12 Se regocijarán en presencia del Señor su Dios ustedes, junto con sus hijos y sus hijas, sus esclavos y sus esclavas, y el levita que vive en sus poblados, ya que él no tiene lote ni heredad junto a ustedes.

13 Cuídate de ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar. 14 Ofrecerás tus holocaustos solo en el lugar que el Señor haya elegido, en una de tus tribus, y cumplirás todo lo que yo te mando. 15 Sin embargo, cuando quieras, podrás matar animales y comer su carne en todos los poblados, conforme te haya bendecido el Señor tu Dios. El impuro y el puro podrán comerla, como si fuera gacela o ciervo. 16 Pero no comerán la sangre, sino que la derramarás como agua sobre la tierra.

17 En tus poblados no podrás comer el diezmo de tu grano, de tu vino o de tu aceite, ni los primogénitos de tus reses y de tus ovejas, ni ninguna de tus ofrendas votivas que prometiste, ni tus ofrendas voluntarias ni tus contribuciones, 18 sino que lo comerás en presencia del Señor tu Dios, en el lugar que el Señor tu Dios haya elegido, junto con tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, y el levita que vive en tus poblados. Te alegrarás en presencia del Señor tu Dios por todo el fruto de tu trabajo. 19 Mientras vivas en tu tierra, no desampares al levita.

20 Cuando el Señor tu Dios ensanche tu territorio, como te ha prometido, si decides comer carne, podrás hacerlo como quieras. 21 Si te queda muy lejos el lugar, que el Señor tu Dios haya elegido para poner allí su nombre, tú mismo podrás matar de tus reses o de tus ovejas que el Señor te haya dado, como te he mandado; podrás comerlas en tus poblados si así quieres. 22 Las comerás como se come la gacela y el ciervo; podrán comerlas por igual el impuro y el puro. 23 De ninguna manera comas la sangre, porque la sangre es la vida y no se puede comer la vida con la carne. 24 No la comas, sino derrámala como agua por tierra. 25 No la comas, para que les vaya bien a ti y a tus descendientes; así estarás haciendo lo recto a los ojos del Señor.

26 Sin embargo, llevarás tus ofrendas y tus dones prometidos en voto al lugar que el Señor haya elegido. 27 Allí, sobre el altar del Señor tu Dios, ofrecerás la carne y la sangre de tus holocaustos. En cambio, de tus sacrificios, podrás comer la carne, pero derramarás la sangre sobre el altar del Señor tu Dios. 28 Cumple y obedece todos estos mandatos que yo te ordeno, para que siempre les vaya bien a ti y a tus descendientes, porque estarás haciendo lo bueno y lo recto a los ojos del Señor tu Dios.

 

No vayas tras sus dioses*

Dt 4,2; 7,1-6; Ap 22,18-19

 

29 Cuando el Señor tu Dios aniquile a las naciones, cuyos territorios vas a ocupar, cuando las desalojes y habites en su tierra, 30 después de haberlas aniquilado, cuídate de caer en su trampa e ir tras sus dioses diciendo: “Yo también daré culto a esos dioses que esas naciones adoraron”. 31 No procederás así con el Señor tu Dios, porque él considera abominable y detestable todo lo que ellos hacen, ya que hasta llegan a inmolar a sus hijos y a sus hijas en honor de sus dioses.

 

131 Ustedes cuidarán de poner en práctica todo lo que yo les ordeno, sin añadir ni quitar nada.

 

No harás caso a las palabras de ese profeta

Dt 17,2-7; 18,20; 19,13; 21,21; 22,21.24; 24,7; 1 Re 18,36-39; Is 38,7-8; 1 Cor 5,13; Ap 13,13

 

2 Si entre los tuyos surge un profeta o intérprete de sueños que te anuncie una señal o un prodigio, 3 y te invite: “Vayamos tras otros dioses -que tú no conoces- para rendirles culto”, aunque el signo o el prodigio se cumpla, 4 no harás caso de las palabras de ese profeta o del intérprete de ese sueño. Porque el Señor Dios de ustedes los está poniendo a prueba para constatar si realmente aman al Señor su Dios con todo su corazón y con todo su ser.

5 Ustedes sigan al Señor su Dios, respétenlo, cumplan sus mandatos, escuchen su voz, ríndanle culto y manténganse fieles a él. 6 En cuanto a ese profeta o intérprete de sueños, deberá ser castigado con la muerte, porque incitó a la rebelión contra el Señor su Dios, que los sacó del país de Egipto y te rescató del lugar de la esclavitud. Pretendió descarriarte del camino por el que el Señor tu Dios te ordenó seguir. Así extirparás el mal de en medio de ti.

 

No harás caso ni escucharás su voz

Éx 20,23; 22,19; 23,13; Lv 21,1

 

7 Si tu hermano, hijo de tu madre, tu hijo o tu hija, tu mujer amada o tu amigo del alma, te quieren seducir, diciéndote en secreto: “Vayamos y rindamos culto a otros dioses”, que ni tú ni tus antepasados conocían, 8 sea de los dioses de los pueblos vecinos o lejanos, sea de los dioses de los pueblos de cualquier parte de la tierra, 9 no le harás caso ni escucharás su voz. No te compadecerás, no lo perdonarás ni lo encubrirás, 10 sino que irremediablemente lo condenarás a muerte; tú serás el primero en darle el castigo, y luego, todo el pueblo. 11 Lo apedrearás hasta que muera, por haber intentado apartarte del Señor tu Dios que te sacó del país de Egipto, del lugar de esclavitud. 12 Cuando todo Israel se entere, sentirá miedo y no volverá a cometer esta maldad en medio de ti.

 

Consagrarás al exterminio la ciudad

Jos 6,17; Sal 18,5; 2 Cor 6,15

 

13 Si en alguna de tus ciudades, que el Señor tu Dios te da para vivir, oyes decir que 14 de entre los tuyos surgieron unos hombres malvados que sedujeron a los habitantes de sus ciudades, diciéndoles: “Vayamos y rindamos culto a otros dioses”, que ustedes no conocían; 15 entonces indaga, investiga e infórmate cuidadosamente. Si se comprueba que realmente se cometió esa acción detestable en medio de ti, 16 matarás a filo de espada a los habitantes de esa ciudad y a sus bestias. Consagrarás al exterminio la ciudad y todo lo que haya dentro de ella. 17 Amontonarás todo su botín en el centro de su plaza y lo quemarás junto con la ciudad en honor al Señor tu Dios. Esa ciudad se convertirá en un montón de ruinas para siempre y nunca más será reconstruida. 18 No te apropiarás de nada de lo consagrado a Dios, para que el Señor deje de enojarse y te conceda misericordia. Entonces él se compadecerá de ti y te multiplicará, como lo juró a tus antepasados, 19 siempre y cuando escuches la voz del Señor tu Dios, cumplas todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy y hagas lo recto a los ojos del Señor tu Dios.

 

Ustedes son hijos del Señor, su Dios

Dt 7,6; 26,18-19; Éx 19,5-6; Lv 21,5; Is 22,12; Jr 16,6; 41,5; Ez 7,18; 1 Pe 2,9

 

141 Ustedes son hijos del Señor su Dios. Por eso no se deben hacer incisiones ni rapar el cabello sobre la frente para honrar un muerto. 2 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios. Él te eligió de entre todos los pueblos que hay sobre la superficie de la tierra, para que seas el pueblo de su propiedad.

 

Ustedes pueden comer los siguientes animales*

Éx 23,19; Lv 11,1-47; Mt 15,15-20; Mc 7,14-23; Hch 10,9-16; 11.1-18

 

3 No comerás nada abominable. 4 Ustedes pueden comer los siguientes animales: el toro, el cordero, el cabrito, 5 el ciervo, la gacela, el corzo, la cabra montés, el antílope, el búfalo y la gamuza. 6 Pueden comer cualquier animal de pezuña partida, es decir, dividida en dos partes, y que sea rumiante. 7 Con excepción de los siguientes que los considerarán impuros y no podrán comerlos: el camello, la liebre y el conejo, porque aunque son rumiantes, no tienen la pezuña partida. 8 Tampoco el cerdo, porque aunque tiene la pezuña partida, no es rumiante. Lo considerarán impuro; no podrán comer su carne ni tocar su cadáver.

9 De los animales acuáticos pueden comer todos los que tengan aletas y escamas, 10 pero no comerán ninguno que no tenga aletas ni escamas; lo considerarán impuro.

11 Podrán comer todas las aves puras, 12 pero no deben comer el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, 13 el milano, el halcón, el buitre en ninguna de sus variedades 14 y ninguna clase de cuervos, 15 el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán en ninguna de sus variedades, 16 el búho, el ibis, el cisne, 17 el pelícano, la cerceta y el mergo, 18 la cigüeña, la garza en ninguna de sus variedades, la abubilla y el murciélago. 19 Tampoco deberán comer los insectos alados, los considerarán impuros. 20 En cambio, podrán comer las aves puras.

21 No podrán comer ningún animal que encuentres ya muerto, porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios. Se lo podrás dar al forastero que habita en tus poblados para que él lo coma o lo podrás vender al extranjero.

No cocerás el cabrito en la leche de su madre.

 

Apartarás el diezmo*

Dt 26,12; Éx 22,28; Lv 27,30-32; Nm 18,21-32; Mal 3,8-10

 

22 Todos los años debes separar el diezmo de todos los productos de tu cosecha. 23 Lo comerás delante del Señor tu Dios en el lugar que él haya elegido para morada de su nombre; allí comerás el diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, los primogénitos de tus reses y de tus ovejas, para que aprendas a respetar siempre al Señor tu Dios.

24 Si te queda muy lejos el lugar que el Señor tu Dios elija para colocar allí su nombre, sin que puedas transportar el diezmo de todo con lo que el Señor te ha bendecido, ya que el recorrido es muy largo, 25 entonces cambiarás el diezmo en dinero, lo llevarás contigo e irás al lugar que el Señor tu Dios elija. 26 Con el dinero comprarás todo lo que quieras: reses y ovejas, vino y bebidas alcohólicas, todo lo que tú desees, y entonces comerás allí delante del Señor tu Dios y te alegrarás tú con toda tu familia. 27 No abandones al levita que vive en tus poblados, ya que él no tiene lote ni heredad contigo.

28 Cada tres años sacarás todo el diezmo de tu cosecha de ese año y lo colocarás en las puertas de tus poblados; 29 entonces vendrán el levita, que no tiene lote ni heredad contigo, el forastero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblados, y comerán hasta saciarse; así el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que emprendas.

 

Cada siete años perdonarás las deudas*

Éx 23,10-11; Lv 25,1-7.35; Mt 26,11; Mc 14,7; Jn 12,8; Sant 5,4

 

151 Cada siete años perdonarás las deudas. 2 En esto consiste el perdón que se proclame en honor del Señor: todo aquel que haya hecho un préstamo a su prójimo o a su hermano, no le exigirá el pago de la deuda. 3 Puedes apremiar al extranjero, pero a tu hermano le perdonarás la deuda. 4 Aunque no debería haber ningún pobre entre los tuyos, ya que el Señor te bendecirá abundantemente en la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia para poseerla, 5 con tal de que realmente escuches la voz del Señor tu Dios, cuidando de poner en práctica toda la legislación que yo te mando hoy. 6 Porque el Señor tu Dios te bendecirá como te lo ha prometido: prestarás dinero a muchas naciones, pero tú no les pedirás prestado; dominarás a muchas naciones, pero nadie te dominará.

7 Si en uno de tus poblados, en la tierra que el Señor tu Dios te da, hubiese un hermano pobre entre los tuyos, no seas inhumano ni le niegues tu ayuda a tu hermano el pobre. 8 Por el contrario, tiéndele la mano y préstale lo que necesite, lo que le falte. 9 Que no se te ocurra pensar con malicia: “Se acerca el año séptimo, el año del perdón de las deudas”, y seas mezquino con tu hermano pobre y no le prestes nada. Él acudiría al Señor contra ti y tú serías culpable de pecado. 10 Por el contrario, le prestarás, y no de mala gana, porque por eso el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas y emprendas. 11 Ya que no faltarán pobres en la tierra, por eso yo te mando hoy: “Abre generosamente tu mano a tu hermano, al indigente y al pobre, que habita en tu tierra”.

 

Al séptimo año dejarás libre a tu hermano esclavo

Éx 21,2-6; Lv 25,39-55

 

12 Si tu hermano hebreo, varón o mujer, se ve obligado a venderse él a ti como esclavo, te servirá por seis años, pero al séptimo lo dejarás libre. 13 Al dejarlo libre, no lo despedirás con las manos vacías, 14 sino que lo colmarás de regalos de tu rebaño, de tu campo y de tu lagar; le darás de aquello con lo que el Señor tu Dios te haya bendecido. 15 Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que el Señor tu Dios te liberó; por eso yo te ordeno esto hoy.

16 Pero si él te dice: “No quiero irme”, porque se ha encariñado contigo y con tu familia, ya que se encuentra a gusto contigo, 17 entonces tomarás un punzón y le harás un orificio en la oreja contra la puerta de tu casa; así se convertirá en tu esclavo para siempre. Lo mismo harás en el caso de tu esclava.

18 Que no te cueste dejarlo libre, porque el haberte servido por seis años equivale al doble del salario de un jornalero. El Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas.

 

Consagrarás al Señor todo primogénito macho, de reses o de ovejas*

Éx 13,2.11-16; 22,28-29

 

19 Consagrarás al Señor tu Dios todo primogénito macho, de reses o de ovejas. No emplearás para tu trabajo al primogénito de tus reses, tampoco esquilarás al primogénito de tus ovejas. 20 Cada año, tú y tu familia los comerán ante el Señor tu Dios, en el lugar que el Señor elija. 21 Pero si tiene un defecto, si es cojo o ciego o tiene cualquier tara, no lo ofrecerás como sacrificio al Señor tu Dios, 22 sino que lo comerás en cualquier poblado, como se come la gacela o el ciervo. El impuro y el puro lo podrán comer. 23 Solo dejarás de comer su sangre; la derramarás como agua sobre la tierra.

 

Celebra la fiesta de la Pascua*

Éx 12,1-20; 12,43-13,10; 23,15; 34,18: Lv 23,5-8; Nm 28,16-25

 

161 Celebra la fiesta de la Pascua en honor del Señor tu Dios en el mes de Abib, porque en una noche de ese mes el Señor tu Dios te sacó del país de Egipto. 2 En honor del Señor tu Dios sacrificarás, como víctima pascual, un animal de tus reses u ovejas, en el lugar que el Señor elija para morada de su nombre. 3 Durante siete días no comerás pan con levadura, sino panes sin levadura, como alimento de aflicción, porque saliste a toda prisa del país de Egipto. Así durante toda tu vida recordarás el día de tu salida del país de Egipto. 4 Durante siete días no debe verse levadura en todo tu territorio. De la carne sacrificada en la tarde del primer día, no quedará nada para la mañana siguiente. 5 No podrás sacrificar la Pascua en cualquiera de tus poblados que el Señor tu Dios te da, 6 sino solo en el lugar que el Señor tu Dios elija para morada de su nombre. Allí sacrificarás la víctima pascual al atardecer, al ponerse el sol, a la misma hora en que saliste de Egipto. 7 La cocerás y comerás en el lugar que el Señor elija. A la mañana siguiente podrás emprender el regreso a tu casa. 8 Durante seis días comerás panes sin levadura; el séptimo día habrá asamblea sagrada en honor del Señor tu Dios. No harás ningún trabajo.

 

Celebra la fiesta de las Semanas

Éx 23, 16; 34,22; Lv 23,15-21; Nm 28,26-31

 

9 Contarás siete semanas; desde el inicio de la cosecha de la mies comenzarás a contar siete semanas.10 Entonces celebra la fiesta de las Semanas en honor del Señor tu Dios. Tus ofrendas voluntarias serán en proporción a aquello con lo que el Señor tu Dios te haya bendecido. 11 Te regocijarás ante el Señor tu Dios, en el lugar que él elija para morada de su nombre. Se regocijarán tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el levita que vive en tus poblados, el forastero, el huérfano y la viuda que están en medio de ti. 12 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto; cumplirás y pondrás en práctica todas estas leyes.

 

Celebra la fiesta de las Chozas

Éx 23,16; 34,22; Lv 23,33-43, Nm 29,12-38

 

13 Después de la cosecha de tu campo y de tu lagar, celebra la fiesta de las Chozas durante siete días. 14 En tu fiesta te regocijarás, tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el levita, el forastero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblados. 15 Por siete días celebrarás la fiesta en honor del Señor tu Dios, en el lugar que el Señor elija, porque el Señor tu Dios te bendecirá con todas tus cosechas y con todo el fruto de tu trabajo; de verdad estarás contento.

 

Todos los varones deberán presentarse ante el Señor, tres veces al año

Éx 23.14.17; 34,23

 

16 Todos los varones deberán presentarse ante el Señor, en el lugar que el Señor elija, tres veces al año: en las fiestas de los Panes sin levadura, de las Semanas y de las Chozas. No te presentarás ante el Señor con las manos vacías, 17 sino que cada uno llevará sus propias ofrendas de acuerdo con lo que el Señor le haya dado en bendición.

 

  1. Autoridades de Israel*«

 

Establecerás jueces*

Dt 1,15-18; Éx 23,2-8; Lv 19,15; 2 Cr 19,5; Rut 4,1

 

18 Establecerás jueces y magistrados por tribus en todos tus poblados que el Señor tu Dios te dé, para que juzguen al pueblo con verdadera justicia. 19 No violarás el derecho, no harás acepción de personas ni aceptarás soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y falsea las causas de los inocentes. 20 Tu deber es buscar la justicia, solo la justicia, para que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da.

 

No pondrás imágenes sagradas

Éx 23,24; 34,13; Lv 22,17-28; 26,1; Mal 1,8

 

21 No pondrás imagen alguna ni plantarás árboles sagrados junto al altar que hagas para el Señor tu Dios. 22 No levantarás monumentos idolátricos, porque el Señor tu Dios los aborrece.

 

171 No sacrificarás al Señor tu Dios ninguna res ni oveja que tenga algún defecto o tara, porque eso es abominable para el Señor tu Dios.

 

Si rinde culto a otros dioses

Dt 19,15.21; Éx 22,19; Nm 35,30; Mt 18,16; 2 Cor 13,1; 1 Tim 5,19; Heb 10,28 // 17,7: 1 Cor 5,13

 

2 Si en medio de ti, en uno de tus poblados que el Señor tu Dios te va a dar, se encuentra un varón o una mujer que haga el mal a los ojos del Señor tu Dios, quebrantando su alianza, 3 porque va, rinde culto y adora a otros dioses, al sol, a la luna o al ejército del cielo, algo que yo prohibí. 4 Si te informan de eso o te enteras, investigarás a fondo. Si es verdad y se comprueba que se ha cometido esta abominación en Israel, 5 sacarás a las puertas de tus poblados al varón o a la mujer que cometieron esa mala acción, y los apedrearás hasta que mueran.

6 Para condenar a muerte no basta el testimonio de un solo testigo; se necesitan dos o tres testigos. 7 Ellos serán los primeros que lo apedreen, luego todo el pueblo. Así extirparás el mal de en medio de ti.

 

Cuando en el tribunal resulte difícil resolver un caso

Dt 21,5; Éx 18,24-26

 

8 Cuando en el tribunal de tus poblados resulte difícil resolver un caso de homicidio, de litigio de derechos, de lesiones, o asuntos de procesos, entonces subirás al lugar que el Señor tu Dios elija, 9 acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que esté en funciones, les expondrás el caso para que ellos declaren el veredicto de la sentencia. 10 Harás conforme a lo que te indiquen los del lugar que el Señor elija; cuidarás de realizar todo lo que te señalen. 11 Acatarás las instrucciones que te dicten y la sentencia que dictaminen, sin desviarte para nada de lo que te indiquen, ni a derecha ni a izquierda. 12 Quien actúe con arrogancia, sin obedecer al sacerdote encargado de servir allí al Señor tu Dios o al juez, esa persona morirá, y así extirparás el mal de Israel. 13 Cuando todo el pueblo se entere, sentirá miedo y no se comportará más con arrogancia.

 

Quiero poner sobre mí un rey*

Éx 13,17; 14,13; Jue 8,22-24; 9,1-41; 1 Sm 8,11-18; 1 Re 11,1-13; 16,30-33; Is 30, 1-5; 31,1-3

 

14 Cuando entres a la tierra que el Señor tu Dios te da, tomes posesión de ella y habites allí, si dices: “Quiero poner sobre mí un rey como lo tienen todas las naciones vecinas”, 15 deberás nombrar un rey, elegido por el Señor tu Dios. Pondrás sobre ti un rey que sea de tus hermanos; no podrás designar a un extranjero, uno que no sea tu hermano.

16 Pero el rey no deberá tener una caballería numerosa, ni hará regresar al pueblo a Egipto para tener más caballos, ya que el Señor les ha ordenado: “No volverán jamás por ese camino”. 17 No tendrá muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe. Tampoco acumulará mucha plata y oro.

18 Cuando se siente en su trono real, escribirá para él una copia de esta Ley, tomándola del libro de los sacerdotes levitas. 19 La tendrá consigo, la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a respetar al Señor su Dios, cuidando cumplir todas las palabras de esta Ley y todos estos mandamientos. 20 Así no se sentirá superior a sus hermanos ni se apartará de la voluntad de Dios, ni a derecha ni a izquierda, para que él y sus hijos reinen por más tiempo en Israel.

 

Los sacerdotes levitas no tendrán lote ni heredad*

Lv 6-7; Nm 18,8-24

 

181 Los sacerdotes levitas, es decir, todos los de la tribu de Leví, no tendrán lote ni heredad con los demás israelitas. Vivirán de las ofrendas y de la herencia del Señor. 2 No tendrán parte en la heredad de sus hermanos. El Señor es su herencia, como les prometió.

3 Este es el derecho de los sacerdotes cuando alguien del pueblo ofrezca una res o una oveja: el lomo, la mandíbula y el estómago le corresponden al sacerdote. 4 También le darás las primicias de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, lo mismo que las primicias de la lana de las ovejas. 5 Porque el Señor tu Dios eligió, entre todas las tribus, a ellos y a sus hijos para que siempre estuvieran en su presencia como ministros y oficiaran en el nombre del Señor.

6 Si un levita residente en cualquiera de los poblados de Israel, movido por un profundo anhelo personal, se traslada al lugar que el Señor elija, 7 podrá oficiar en el nombre del Señor su Dios, como todos sus hermanos los levitas que están en la presencia del Señor, 8 y tendrá derecho a comer una porción como la de ellos, aparte de lo que reciba de su patrimonio familiar.

 

Yo les suscitaré un profeta, como tú*

Dt 13,2-6; 34,10-12; Éx 22,17; Lv 18,21; 19,31; Nm 12,6-8; 2 Re 23,24; Is 8,19; Jr 23,11-17; Mt 5,48; Hch 3,20-24; // 18,15: Hch 7,37 // 18,15-16.18-19: Hch 3,23

 

9 Cuando entres a la tierra que el Señor tu Dios te da, no imites las abominaciones de esas naciones. 10 No deberá haber entre los tuyos quien inmole en el fuego a su hijo o a su hija. Ni habrá adivino, astrólogo, agorero, brujo; 11 nadie que sea hechicero, que invoque a los espíritus o espectros, ni quien consulte a los muertos. 12 Porque quien practica eso es abominable ante el Señor. Y por esas abominaciones el Señor tu Dios expulsa esos pueblos delante de ti. 13 Tú serás irreprochable en el trato con el Señor tu Dios. 14 Porque estas naciones que vas a desheredar escuchan a los astrólogos y adivinos, pero el Señor tu Dios no te permite eso.

15 El Señor tu Dios suscitará para ti un profeta como yo, de en medio de ti, de entre tus hermanos: a él es a quien escucharán. 16 Eso es lo que pediste al Señor tu Dios en el Horeb, el día de la asamblea, al decir: “No puedo escuchar más la voz del Señor mi Dios, ni ver más ese gran fuego, porque de lo contrario moriré”. 17 Entonces el Señor me dijo: “Está bien lo que pidieron. 18 Yo les suscitaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que le mande. 19 Yo pediré cuentas al que no escuche mis palabras, las que él pronuncie en mi nombre.

20 Pero el profeta que tenga la arrogancia de pronunciar en mi nombre una palabra que no le mandé decir, y el que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morirá”. 21 Y si te preguntas: “¿Cómo reconoceremos que el Señor no le ha comunicado tal palabra?”. 22 Si el profeta habla en el nombre del Señor y lo anunciado queda sin realizarse ni cumplirse, es que el Señor no le había hablado. Es un profeta que ha hablado por arrogancia; no le tengas miedo.

 

  1. Deberes para con el prójimo*«

 

Designarás tres ciudades*

Dt 4,41-43; Éx 21,12-14; Nm 35,9-34; Jos 20,1-9

 

191 Cuando el Señor tu Dios haya acabado con las naciones, cuya tierra te va a dar el Señor tu Dios. Cuando las hayas desalojado y habites en sus ciudades y en sus casas, 2 designarás tres ciudades de tu tierra que el Señor te da en posesión. 3 Medirás distancias y dividirás en tres partes el área de tu país, que el Señor tu Dios te da en herencia, para que pueda refugiarse en ellas quien haya cometido un homicidio. 4 Pero se trata solo del caso siguiente: el homicida que haya matado a otro involuntariamente, sin odiarlo antes, se puede refugiar allí para que salve su vida. 5 Por ejemplo, si un hombre, acompañado por otro, va al bosque a cortar leña, y resulta que, al emplear el hacha para cortar un árbol, se desprende el hierro del mango, golpea a su prójimo y muere, entonces el homicida podrá refugiarse en una de esas ciudades y así pondrá a salvo su vida. 6 Así se evitará que el vengador de sangre, por estar enfurecido, persiga al homicida, y si el camino es largo, le dé alcance y le quite la vida. El homicida no es reo de muerte, porque nunca se había comportado como enemigo de la víctima. 7 Por eso yo te mando que designes tres ciudades.

8 Si el Señor tu Dios ensancha tus fronteras, como juró a tus antepasados, y te da toda la tierra que prometió darles, 9 –siempre que cumplas toda la voluntad del Señor tu Dios, amándolo y siguiendo siempre sus caminos-, entonces añadirás tres ciudades más a las otras tres. 10 Así no se derramará sangre inocente en medio de tu tierra, que el Señor tu Dios te da en herencia, ni te harás culpable por derramamiento de sangre.

11 Pero si alguien, enemistado con su hermano, le pone una emboscada, se lanza contra él, lo hiere de muerte, y después va a refugiarse en una de estas ciudades, 12 los ancianos mandarán traerlo de allí y lo entregarán al vengador de sangre para que muera, 13 sin tener compasión de él. Así extirparás de Israel el derramamiento de sangre inocente y te irá bien.

 

No removerás los linderos de tu prójimo*

Dt 27,17: Os 5,10; Job 24,2; Prov 22,28

 

14 Cuando recibas tu propiedad en la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión, no removerás los linderos de tu prójimo que tus antepasados fijaron.

 

Un solo testigo no basta*

Dt 17,6; Éx 21,23-25; 23,1; Dn 13,45-64 // 19,15: Mt 18,16; 2 Cor 13,1; 1 Tim 5,19 / 19, 21: Mt 5,38

 

15 Un solo testigo no basta para culpar a alguien de un delito o culpa, sea cual fuere el delito cometido. Cualquier sentencia debe apoyarse en la declaración de dos o tres testigos.

16 Si un testigo de mala fe se presenta acusando de crimen a una persona, 17 las dos partes en litigio comparecerán delante del Señor, en presencia de los sacerdotes y los jueces en funciones en ese tiempo. 18 Los jueces investigarán cuidadosamente el caso, y si resulta que el testigo es falso y que ha acusado de mala fe a su hermano, 19 le impondrán el castigo que él planeaba para su hermano; así extirparás el mal de en medio de ti. 20 Los demás se darán cuenta, sentirán miedo y no volverán a hacer más esta maldad en medio de ti. 21 No tendrás compasión: se paga vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

 

El Señor, tu Dios, peleará a su favor*

Dt 1,28-29; 7,1-5; 24,5; Éx 22,19; Jos 6,4-21; 9,21; 16,10; Jue 7,3; Sal 20,8-9; 1 Mac 3,56

 

201 Cuando salgas a combatir contra tus enemigos y compruebes que sus caballos, sus carros y sus soldados son más numerosos que los tuyos, no les tengas miedo, porque el Señor tu Dios, que te subió del país de Egipto, está contigo.2 Cuando ustedes ya estén listos para la guerra, el sacerdote se acercará, hablará a los soldados, 3 y les dirá: “¡Escucha, Israel! Ustedes ya están a punto de combatir contra sus enemigos; no se acobarden ni tengan miedo, no se angustien ni se espanten ante ellos. 4 Porque el Señor su Dios es quien va con ustedes; él peleará a su favor para darles la victoria contra sus enemigos”.

5 Los oficiales preguntarán a los soldados: “¿Quién ha construido una casa nueva, y todavía no la ha estrenado? Que regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro la estrene. 6 ¿Quién ha plantado una viña y todavía no la ha cosechado? Que regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro disfrute su cosecha. 7 ¿Quién ha tomado mujer y todavía no se ha unido a ella? Que regrese a su casa, no sea que muera en la batalla y otro se case con ella”. 8 Además, los oficiales preguntarán a la tropa: “¿Quién tiene miedo y está acobardado? Que regrese a su casa para que no contagie su cobardía a sus hermanos”.

9 Cuando los oficiales hayan terminado de interrogar a la tropa, designarán a los jefes del ejército que estarán al frente de los soldados.

10 Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, primero le propondrás la paz. 11 Y si la acepta y te abre sus puertas, toda su población pagará tributo y estará a tu servicio. 12 Pero si no acepta la paz y quiere hacerte la guerra, entonces la sitiarás. 13 El Señor tu Dios la entregará en tu poder, y matarás a todos sus varones a filo de espada. 14 Tomarás como botín a las mujeres, los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad. Disfrutarás el botín de tus enemigos, que el Señor tu Dios te entregue. 15 Así harás con todas las ciudades muy lejanas a tu territorio, las que no pertenecen a estas naciones.

16 Pero de las ciudades de estas naciones que el Señor tu Dios te da como herencia, no dejarás con vida a nadie, 17 sino que consagrarás al exterminio a los hititas, amorreos, cananeos, pereceos, jeveos y jebuseos, como el Señor tu Dios te lo ha mandado, 18 para que no les enseñen a cometer todas esas abominaciones que ellos hacen a sus dioses, ni ustedes pequen contra el Señor su Dios.

19 Si para conquistar una ciudad, necesitas sitiarla por mucho tiempo, no arranques sus árboles frutales, ya que podrás comer sus frutos; tampoco los cortes, porque los árboles no son seres humanos que te ataquen. 20 Solo podrás arrancar y cortar los árboles que te conste que no son frutales; para que con su madera construyas instrumentos de asedio contra la ciudad que te oponga resistencia, hasta que logres abatirla.

 

Nuestras manos no derramaron esta sangre*

Éx 13,13; 34,20; Sal 26,6; Mt 27,24-25

 

211 Si en la tierra que el Señor tu Dios te da en posesión se encuentra un muerto, tendido en el campo, sin que se sepa quién lo mató, 2 entonces tus ancianos y tus jueces irán y medirán la distancia entre la víctima y las ciudades vecinas. 3 Los ancianos de la ciudad más cercana a donde esté la víctima, tomarán una ternera, que no haya sido sometida a trabajo ni uncida bajo el yugo. 4 Llevarán la ternera al torrente de agua corriente, donde no se haya arado ni sembrado, y la desnucarán allí. 5 También los sacerdotes, descendientes de Leví, se acercarán, porque el Señor tu Dios los ha elegido para ser ministros y para que bendigan en el nombre del Señor; a ellos les corresponde solucionar todo litigio y todo asunto de violencia. 6 Entonces todos los ancianos de la ciudad más cercana a la víctima se lavarán sus manos sobre la ternera desnucada en el torrente 7 y dirán: “Nuestras manos no derramaron esta sangre y nuestros ojos no vieron nada. 8 Perdona, Señor, a tu pueblo Israel, al que libraste, y no lo hagas responsable de esta sangre inocente”. Así quedarán absueltos del delito de sangre. 9 De esta forma quitarás de en medio de ti la responsabilidad por la sangre inocente, porque harás lo recto a los ojos del Señor.

 

Si ves a una mujer hermosa de la que te enamoras*

 

10 Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y el Señor te los entregue en tu poder y los captures prisioneros, 11 si entre los cautivos ves a una mujer hermosa de la que te enamoras y quieres tomarla como tu esposa, 12 la llevarás a tu casa, ella se rapará su cabeza y se arreglará sus uñas, 13 se quitará su ropa de cautiva, vivirá en tu casa; por un mes llorará a su padre y a su madre. Solo después de eso podrás unirte a ella para ser su esposo y ella será tu esposa. 14 Pero, si después no la quieres, la dejarás libre; de ninguna forma podrás venderla por dinero ni tratarla como esclava, porque ya la has humillado.

 

Debe reconocer al primogénito de la menos querida

Gn 29,30-31; 1 Sm 1,2.8; 1 Re 11,1-3; Is 50,1; Jr 2,2; Ez 16,8; Os 2,18-23; Mc 10,5-9; 1 Cor 7,2; Ef 5,21-33

 

15 Si un hombre tiene dos esposas, una más querida que la otra, y las dos tienen hijos, pero el primogénito es de la menos querida, 16 cuando reparta la herencia a sus hijos, no puede darle al hijo de la más querida lo que corresponde al primogénito, que es el de la menos querida. 17 Porque debe reconocer al primogénito, aunque sea de la menos querida, para darle dos partes de lo que él posee, porque fue la primicia de su virilidad; a él le corresponde el derecho de la primogenitura.

 

Este es nuestro hijo, indócil y rebelde

Éx 21,15; Prov 23,22; 30,17

 

18 Si hay un hijo indócil y rebelde, que no hace caso ni a su padre ni a su madre, y, a pesar de que lo corrigen, no les obedece, 19 su padre y su madre lo tomarán y llevarán al tribunal de su lugar, donde se reúnen los ancianos de su ciudad. 20 Dirán a los ancianos de la ciudad: “Este es nuestro hijo indócil y rebelde, no nos hace caso, es un libertino y un borracho”. 21 Todos los hombres de su ciudad lo matarán a pedradas. Así extirparás el mal de en medio de ti, y cuando todo Israel se entere, sentirá miedo.

 

El colgado es una maldición de Dios*

Jos 8,29; Jn 19,31; Hch 5,30; 10,39 // 21,23: Gál 3,13

 

22 Si ejecutan a un sentenciado a muerte y lo cuelgan de un árbol, 23 su cadáver no pasará la noche colgado en el árbol, sino que lo enterrarás ese mismo día, porque el colgado es una maldición de Dios, y no debes contaminar tu tierra que el Señor tu Dios te da en herencia.

 

Devuélveselos a tu hermano*

Éx 23,4-5; Mt 7,12

 

221 Si ves extraviado el buey o la oveja de tu hermano, no te desentiendas de ellos, devuélveselos a tu hermano. 2 Si tu hermano no vive cerca de ti o no conoces al dueño, te llevarás el animal a tu casa y lo tendrás allí hasta que tu hermano lo reclame y se lo devuelvas. 3 Lo mismo harás con su burro, con su vestido o con cualquier objeto extraviado que tu hermano haya perdido, y que tú lo encuentres, no podrás desentenderte de él.

4 Si por el camino ves caídos al burro y al buey, propiedad de tu hermano, no te desentiendas de ellos; por el contrario, ayúdale a levantarlos.

 

Así serás feliz y tendrás una larga vida

Lv 19,9; Nm 15,37-40

 

5 La mujer no deberá ponerse ropa de varón, ni el varón un vestido de mujer, porque todo el que haga eso se convierte en abominación para el Señor tu Dios.

6 Si al ir de camino te encuentras en un árbol o en el suelo un nido de pájaros, con sus crías o con sus huevos, y su madre echada sobre ellos, no puedes tomar a la madre que está sobre sus crías, 7 sino que debes dejarla libre, pero podrás tomar a las crías. Así serás feliz y tendrás una larga vida.

8 Cuando construyas una casa nueva, pondrás una protección en torno a la azotea; así, si alguien se cae de la azotea, no harás responsable a tu familia de una vida.

9 No sembrarás tu viña junto con otra clase de semilla, no sea que todo quede consagrado: la semilla y el producto de la viña.

10 No ares con buey y burro juntos.

11 No vestirás con telas mezcladas de lana y de lino.

12 Te harás flecos sobre las cuatro puntas del manto con el que te cubres.

 

Presentarán las pruebas de su virginidad*

Jn 8,5

 

13 Si un hombre se casa con una mujer, y después de acostarse con ella la rechaza, 14 la calumnia y la difama, diciendo: “me casé con esta mujer, me acosté con ella, pero no encontré pruebas de que era virgen”, 15 entonces el padre y la madre de la mujer presentarán las pruebas de su virginidad ante los ancianos de la ciudad en el tribunal. 16 El padre dirá a los ancianos: “Entregué a mi hija como esposa de este hombre, pero él la ha rechazado; 17 hasta la calumnia, diciendo: ‘no encontré las pruebas de la virginidad de su hija’; sin embargo, aquí están las pruebas”; entonces extenderá la sábana nupcial ante los ancianos de la ciudad. 18 Los ancianos de la ciudad detendrán a ese hombre y lo castigarán 19 con una multa de cien monedas de plata que entregarán al padre de la joven, porque difamó a una virgen de Israel; ella seguirá siendo su esposa y nunca podrá repudiarla.

20 Pero si resulta cierto que no se encontraron las pruebas de su virginidad, 21 sacarán a la muchacha a la puerta de la casa paterna, entonces los hombres de su ciudad la matarán a pedradas, ya que cometió una infamia en Israel, al prostituirse en la casa de su padre. Así extirparás el mal de en medio de ti.

 

Así extirparás el mal de en medio de ti*

Dt 27,20: Éx 22,15-16; Lv 18,8; 20,10; Ez 16,8; Rut 3,9

 

22 Si se sorprende a un hombre teniendo relaciones sexuales con una mujer casada, morirán los dos, el hombre que estaba acostado con la mujer y también ella. Así extirparás el mal de Israel.

23 Si un hombre encuentra en la ciudad a una virgen comprometida con otro, y tiene relaciones sexuales con ella, 24 sacarán a los dos a la puerta de la ciudad, los matarán a pedradas: a la joven por no haber pedido auxilio en la ciudad, y al hombre porque violó a la mujer de su prójimo. Así extirparás el mal de en medio de ti.

25 Si un hombre encuentra en el campo a una mujer comprometida con otro, y tiene relaciones sexuales con ella a la fuerza, solo morirá el hombre que se acostó con ella. 26 A la joven no se le hará nada, porque no cometió falta que merezca la muerte. El caso es similar al de un hombre que ataca y mata a otro. 27 Porque si el que abusó de ella la encontró en el campo, aunque la muchacha comprometida hubiese gritado, no habría quien la auxiliase.

28 Pero si un hombre encuentra a una joven virgen no comprometida, la toma a la fuerza y tiene relaciones sexuales con ella, si son sorprendidos, 29 el hombre que se acostó con ella deberá pagar al padre de la muchacha cincuenta monedas de plata y tendrá que casarse con ella, puesto que la violó. No puede repudiarla en toda su vida.

 

231 Nadie puede tener relaciones sexuales con una mujer de su padre; sería actuar contra los derechos de él.

 

No será admitido en la asamblea del Señor*

Lv 21,17.23; Nm 22-24; Is 56,3-5; Neh 13,1-2. 23-27; Hch 8,26-40

 

2 El que tenga los testículos mutilados o el pene cortado no será admitido en la asamblea del Señor.

3 Tampoco el bastardo será admitido en la asamblea del Señor, ni siquiera sus descendientes de la décima generación.

4 Ni el amonita ni el moabita serán admitidos en la asamblea del Señor, ni siquiera sus descendientes de la décima generación. 5 Ya que cuando ustedes salieron de Egipto no les quisieron proporcionar alimento ni bebida en su camino, y además porque Moab contrató para maldecirte a Balaán, hijo de Beor, oriundo de Petor de Aram, en Mesopotamia. 6 Pero el Señor tu Dios no quiso hacer caso a Balaán, sino que cambió la maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te ama. 7 Jamás procurarás la prosperidad y el bienestar de ellos.

8 En cambio, no despreciarás al edomita porque es tu hermano; ni al egipcio, porque fuiste forastero en su país. 9 Sus descendientes de la tercera generación podrán ser admitidos en la asamblea del Señor.

 

El campamento será santo*

Lv 15,16-17; Nm 5,1-4

 

10 Cuando salgas al campo de batalla contra tu enemigo, guárdate de hacer algo malo.

11 Si uno de los tuyos está impuro por una polución nocturna, que salga fuera del campamento y que no entre en él. 12 Pero al atardecer se purificará con agua y al caer el sol entrará al campamento.

13 Habrá un espacio fuera del campamento donde puedas hacer tus necesidades. 14 Entre tus pertenencias tendrás una estaca y al sentarte para evacuar, harás un hoyo, luego lo taparás y cubrirás así tus excrementos. 15 El campamento será santo, porque el Señor tu Dios camina en medio del campamento para darte la victoria y entregarte a tus enemigos. El Señor no debe ver en ti nada indecente, porque se apartaría de ti.

 

No cobrarás intereses a tu hermano*

Éx 22,24; Lv 25,35-38; Nm 30,3; Ecl 5,3-5; Mt 12,1; Mc 2,23; Lc 6,1

 

16 Si un esclavo huye de su amo y te pide refugio, concédeselo; no lo entregues a su amo. 17 Que se quede contigo, en medio de ti, en el lugar que elija, en uno de tus poblados que más le agrade; no lo oprimas.

18 Ninguna mujer y ningún varón israelita podrán dedicarse a la prostitución sagrada. 19 Para cumplir un voto no puedes entregar a la casa del Señor tu Dios dinero obtenido por la prostitución sagrada de la mujer o del varón, porque ambas cosas son abominables para el Señor tu Dios.

20 No cobrarás intereses a tu hermano en préstamos de dinero, de víveres o de cualquier otra cosa sujeta a intereses. 21 Los puedes cobrar al extranjero, pero a tu hermano no le cargues intereses, para que el Señor tu Dios te bendiga en todo lo que emprendas en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión.

22 Si haces una promesa al Señor tu Dios no tardes en cumplirla, porque el Señor tu Dios ciertamente te pediría cuentas y cometerías un pecado. 23 Si no haces promesas, no tendrás pecado. 24 Cumplirás la palabra salida de tus labios y harás lo que libremente prometiste con tu boca al Señor tu Dios.

25 Si pasas por la viña de tu prójimo, puedes comer uvas hasta saciarte, pero no las eches en tu canasto. 26 Si pasas por los sembrados de tu prójimo, puedes arrancar espigas, con la mano, pero no metas la hoz en los sembrados de tu prójimo.

 

El primer marido no podrá volver a tomarla como su esposa*

Dt 20,7; Mt 5,31-32; 19,1-12; Mc 10,1-12; Lc 16,18

 

241 Si un hombre se casa con una mujer, pero después ya no la quiere porque algo le pareció mal en ella, le escribirá el acta de divorcio, se la entregará y la despedirá de su casa. 2 Si ella sale de su casa, y luego se casa con otro, 3 y resulta que este nuevo marido también la rechaza, le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la despide de su casa, o si llega a morir el que la había tomado como su esposa, 4 entonces el primer marido que la había despedido, no podrá volver a tomarla como su esposa, después que ella se ha hecho impura. Porque eso es una abominación ante el Señor su Dios, y no debes contaminar con un pecado la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia.

 

Recuerda que fuiste esclavo en Egipto*

Éx 21,16: Éx 22,20-23.25-26; 23,9; Lv 13,1-14,54; 19,9-10.13.33-34; 23,22; 2 Cor 11,24; Sant 5,4 // 25,4: 1 Cor 9,9; 1 Tim 5,18

 

5 Si un hombre está recién casado, no se enrolará en el ejército o en un cargo público, sino que tendrá un año de licencia en su casa para que haga gozar a su mujer que desposó.

6 Nadie tomará en prenda el molino ni la rueda de molino, porque eso sería tomar en prenda la vida de la persona.

7 Si alguien secuestra a su hermano, a un israelita, sea que lo haga esclavo, sea que lo venda, ese secuestrador merece pena de muerte. Así extirparás el mal de en medio de ti.

8 En casos de lepra, cuida de observar bien y cumplir todo lo que los sacerdotes levitas les enseñaron. Esmérense en practicar lo que les he ordenado. 9 Recuerda lo que el Señor tu Dios hizo a María en el camino, después que salieron de Egipto.

10 Cuando prestes algo a tu prójimo, no podrás entrar a su casa para tomar una prenda en garantía, 11 sino que te quedarás afuera, y la persona a la que tú le prestaste, te traerá la prenda. 12 Pero si la persona es pobre, no te acostarás reteniendo su prenda. 13 Se la devolverás al ponerse el sol, para que al dormirse se cubra con su manto. Así él te bendecirá y será una obra justa tuya ante el Señor tu Dios.

14 No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus hermanos, ya sea uno de los forasteros que vivan en tu tierra, en tus poblados. 15 Cada día, antes de que caiga el sol, le darás su salario, porque es pobre y ese es su sustento. Así no clamará contra ti a Dios y no cometerás falta.

16 Los padres no serán reos de muerte por la culpa de sus hijos, ni los hijos por la culpa de sus padres; cada uno será reo de muerte por su pecado.

17 No violarás el derecho del forastero ni el del huérfano. No tomarás en prenda la ropa de la viuda. 18 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y el Señor tu Dios te libró de allí; por eso yo te ordeno hacer esto.

19 Si al recoger la cosecha en tu campo, olvidas allí una gavilla, no regreses a recogerla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, para que el Señor tu Dios te bendiga en todo lo que emprendas. 20 Si recoges el fruto de tus olivos, no regreses a buscar más. Será para el forastero, el huérfano y la viuda. 21 Si cosechas tu viña, no vuelvas por más uvas. Serán para el forastero, el huérfano y la viuda. 22 Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto; por eso yo te mando hacer esto.

 

251 Cuando unas personas tengan un pleito y acudan al tribunal para que examine la causa, darán la razón al inocente y declararán culpable al delincuente. 2 Si el culpable merece ser azotado, el juez le ordenará echarse por tierra, y mandará golpearlo en su presencia con un número de azotes proporcional a su culpa. 3 No se le darán más de cuarenta azotes; no sea que, castigándolo de más, tu hermano sea humillado públicamente.

4 No pondrás bozal al buey que trilla.

 

Su cuñado se unirá a ella*

Gn 38; Rut 4,5-6; Mt 22,23-33; Mc 12,18-27; Lc 20,27-40

 

5 Si unos hermanos viven juntos, y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará con un extraño. Su cuñado se unirá a ella, la tomará como su esposa, cumpliendo así con ella su deber de cuñado. 6 El primogénito que ella engendre llevará el nombre de su hermano difunto, así no se borrará su nombre en Israel. 7 Pero si el hermano no quiere tomar como esposa a su cuñada, entonces ella irá al tribunal ante los ancianos y dirá: “Mi cuñado no quiere perpetuar el nombre de su hermano en Israel ni cumplir conmigo su deber de cuñado”. 8 Los ancianos de su ciudad lo citarán y le hablarán. Si al comparecer, declara: “No quiero tomarla como esposa”, 9 entonces su cuñada se acercará a él, en presencia de los ancianos, le quitará la sandalia de su pie, le escupirá en su cara, y dirá: “Así se hace con el hombre que no quiere perpetuar la familia de su hermano”. 10 Y le llamarán en Israel: “la familia del descalzado”.

 

Le cortarás la mano a ella*

 

11 Si dos hombres están peleando entre sí, y la mujer de uno, para librar a su esposo, se acerca, extiende su mano y agarra al otro de sus genitales, 12 le cortarás la mano a ella, sin tener compasión.

 

Tendrás pesas correctas y exactas

Lv 19,35-36; Os 12,8; Am 8,5; Miq 6,10-11; Prov 11,1; 20,10

 

13 No tendrás en tu bolsa dos pesas desiguales, una más pesada que la otra. 14 No tendrás en tu casa dos medidas desiguales, una más grande que la otra. 15 Tendrás pesas correctas y exactas e igualmente medidas justas, para que vivan mucho tiempo en la tierra que el Señor te da. 16 Porque es abominable ante el Señor tu Dios todo el que realiza esas cosas, todo el que comete fraude.

 

Recuerda lo que los amalecitas te hicieron

Éx 17,8-16; Nm 20,24; 1 Sm 15,2-3

 

17 Recuerda lo que los amalecitas te hicieron en el camino, cuando ustedes salieron de Egipto. 18 Fueron a tu encuentro, y aprovechándose de que estabas cansado y rendido, sin ningún respeto a Dios, atacaron por la retaguardia a todos tus rezagados. 19 Por eso, cuando el Señor tu Dios te dé el descanso de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia para poseerla, entonces borrarás de todas partes el recuerdo de los amalecitas. ¡No lo olvides!

 

  1. Apéndice conclusivo con sus ritos*«

 

Traigo las primicias de los frutos de la tierra

Gn 25,19-20; Éx 23,19; Jos 24,2-13; Jr 50,6; Ez 34,4.16; Sal 119,176; Lc 15,4-16

 

261 Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia, la poseas y vivas en ella, 2 recogerás las primicias de todos los frutos que hayas cosechado de la tierra, que el Señor tu Dios te da. Las pondrás en una canasta, irás al lugar que el Señor tu Dios elija para morada de su nombre, 3 te acercarás al sacerdote que esté en funciones y le dirás: “Hoy declaro ante el Señor tu Dios que he entrado en la tierra que el Señor juró a nuestros antepasados que nos daría”.

4 El sacerdote tomará la canasta de tu mano y la colocará delante del altar del Señor tu Dios. 5 Entonces pronunciarás estas palabras delante del Señor tu Dios:

“Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto y habitó allí como forastero con unas pocas personas, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. 6 Los egipcios nos oprimieron, nos humillaron e impusieron sobre nosotros una pesada servidumbre. 7 Pero clamamos al Señor, Dios de nuestros antepasados, y el Señor escuchó nuestra voz, vio nuestra humillación, nuestras cargas y nuestra opresión. 8 Entonces el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso, en medio de gran terror, señales y portentos. 9 Nos introdujo en este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. 10 Ahora yo traigo las primicias de los frutos de la tierra que tú, Señor, me diste”.

Los colocarás ante el Señor tu Dios y te postrarás ante él. 11 Te regocijarás por todo lo bueno que el Señor tu Dios te da a ti y a toda tu familia. Se alegrarán tú, el levita y el forastero que habita en medio de ti.

 

Lo darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda

Dt 14,28-29: 24,19-21; 1 Sm 28,3-24

 

12 Cada tres años, el año del diezmo, separarás el diezmo de tus productos y lo darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda para que coman en tus poblados y queden satisfechos. 13 Dirás delante del Señor tu Dios:

“Saqué de mi casa lo consagrado y se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me mandaste, sin quebrantar ni olvidar ninguno de tus mandamientos. 14 Cuando estuve de luto, no comí nada de ello; ni quité nada estando impuro; tampoco ofrecí nada de ello a un muerto, sino que escuché la voz del Señor mi Dios e hice conforme a todo lo que me mandaste. 15 Contempla desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo, a Israel, y a la tierra que nos diste como juraste a nuestros antepasados, una tierra que mana leche y miel”.

16 Hoy el Señor tu Dios te manda poner en práctica estas leyes y normas, las observarás y cumplirás con todo tu corazón y con todo tu ser.

 

 

  1. Ratificación de la alianza: bendiciones y maldiciones *

 

Hoy has declarado que el Señor es tu Dios*

Éx 24,7; Tit 2,14; 1 Pe 2,9

 

17 Hoy has declarado que el Señor es tu Dios y que seguirás sus caminos observando sus leyes, sus mandamientos y sus normas, y obedeciendo su voz. 18 También hoy el Señor te ha declarado que serás el pueblo de su propiedad, como te lo había prometido, y que cumplirás todos sus mandamientos. 19 Él te hará superior en fama, renombre y honor a todas las naciones que hizo, para que seas un pueblo consagrado al Señor tu Dios, como lo prometió».

 

Este día te has convertido en el pueblo del Señor tu Dios

Gn 31,45-52; Éx 20,25; Jos 8,30-35; 24,25-27

271 Moisés y los ancianos de Israel dieron esta orden al pueblo: «Observen toda la legislación que yo les prescribo hoy. 2 El día que crucen el Jordán hacia la tierra que el Señor tu Dios te da, erigirás unas piedras grandes, las blanquearás con cal 3 y escribirás en ellas todas las palabras de esta Ley. Esto lo harás cuando cruces el Jordán para entrar a la tierra que el Señor tu Dios te da, una tierra que mana leche y miel, como el Señor, el Dios de tus antepasados, te lo ha prometido.

4 Después de cruzar el Jordán, erigirán estas piedras en el monte Ebal y las blanquearás con cal, tal como les ordeno hoy. 5 Construirás allí un altar al Señor tu Dios, un altar de piedras, sin labrarlas con instrumentos de hierro, 6 porque con piedras intactas construirás el altar del Señor tu Dios. Sobre él ofrecerás los holocaustos en honor del Señor tu Dios 7 y también harás los sacrificios de comunión. Comerás allí y te alegrarás en presencia del Señor tu Dios. 8 Sobre las piedras escribirás y grabarás, de forma muy clara, todas las palabras de esta Ley».

9 Entonces Moisés, los sacerdotes y los levitas hablaron así a todo Israel: «Israel, guarda silencio y escucha. Este día te has convertido en el pueblo del Señor tu Dios. 10 Escucha la voz del Señor tu Dios y cumple sus mandamientos y sus leyes que yo te mando hoy».

 

Maldito quien no cumpla las palabras de esta Ley*«

Dt 19,14; 23,1; Éx 20,4.13; 21,17; 22, 20-21; Lv 18,8; 19,33-34; Jos 8,33-35; Jr 11,3; Job 24,2// 27,26: Gál 3,10.13

 

11 Aquel día, Moisés dio esta orden al pueblo:

12 «Cuando ustedes crucen el Jordán, entonces las tribus de Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín se colocarán de pie sobre el monte Garizín para proclamar la bendición al pueblo. 13 En cambio, las tribus de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí se colocarán de pie en el monte Ebal para pronunciar la maldición. 14 Los levitas tomarán la palabra y dirán con voz fuerte a todos los israelitas:

15 “Maldita la persona que haga un ídolo, tallado o fundido –abominación del Señor, obra de artesano- y lo guarde escondido”. Todo el pueblo responderá y contestará: “Amén”.

16 “Maldito quien desprecie a su padre o a su madre”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

17 “Maldito quien mueva los linderos de la propiedad de su prójimo”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

18 “Maldito quien extravíe a un ciego en el camino”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

19 “Maldito quien viole los derechos del forastero, del huérfano y de la viuda”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

20 “Maldito quien tenga relaciones sexuales con una mujer de su padre, porque actúa contra los derechos de él”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

21 “Maldito quien tenga relaciones sexuales con un animal”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

22 “Maldito quien tenga relaciones sexuales con su hermana, hija de su padre o de su madre”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

23 “Maldito quien tenga relaciones sexuales con su suegra”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

24 “Maldito quien mate a su prójimo a escondidas”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

25 “Maldito quien se deja sobornar para quitar la vida a un inocente”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

26 “Maldito quien no cumpla las palabras de esta Ley poniéndolas en práctica”. Todo el pueblo contestará: “Amén”.

 

Si escuchas la voz del Señor, te alcanzarán todas estas bendiciones

Dt 7,12-24; Lv 26,3-13

 

281 Si en verdad escuchas la voz del Señor tu Dios, guardas y observas todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy, el Señor tu Dios te exaltará por encima de todas las naciones de la tierra. 2 Si escuchas la voz del Señor tu Dios, entonces todas estas bendiciones te llegarán y alcanzarán:

3 Bendito serás tú en la ciudad y bendito en el campo.

4 Benditos serán tus hijos, los productos de tu tierra, los partos de tu ganado, las crías de tus vacas y de tus ovejas.

5 Benditos serán tu canasto y el recipiente donde amasas el pan.

6 Bendito serás cuando entres y bendito serás cuando salgas.

7 El Señor te entregará vencidos a tus enemigos que se rebelen contra ti. Por un camino vendrán a atacarte, pero por siete caminos huirán ante ti.

8 El Señor ordenará que la bendición te acompañe en tus cosechas y en todas tus empresas, y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da.

9 Si cumples los mandatos del Señor tu Dios y sigues sus caminos, el Señor te constituirá en su pueblo santo, como te ha jurado. 10 Entonces todos los pueblos de la tierra te respetarán, al darse cuenta de que el nombre del Señor se invoca sobre ti.

11 El Señor te hará prosperar con tus hijos, con tu ganado y con los productos del suelo, en la tierra que el Señor juró a tus antepasados que te daría. 12 El Señor te abrirá su rico tesoro, el cielo, para dar a su tiempo la lluvia a tu tierra y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Prestarás a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado.

13 El Señor te pondrá a la cabeza, no a la retaguardia; serás encumbrado y no humillado, con tal que obedezcas los mandatos del Señor tu Dios, que hoy te mando cumplir y realizar. 14 No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda de ninguna de las palabras que yo les ordeno hoy, siguiendo a otros dioses para rendirles culto.

 

Si no escuchas la voz del Señor, todas estas maldiciones te alcanzarán

Lv 26,14-46, 2 Re 6,28-29; Lam 4,10

 

15 Pero si no escuchas la voz del Señor tu Dios y no observas ni practicas todos sus mandatos y sus leyes, que yo te ordeno hoy, entonces todas estas maldiciones llegarán sobre ti y te alcanzarán:

16 Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo.

17 Malditos serán tu canasto y el recipiente donde amasas tu pan.

18 Malditos serán tus hijos y los productos de tu tierra; malditas las crías de tus vacas y de tus ovejas.

19 Maldito serás cuando entres y maldito serás cuando salgas.

20 El Señor arrojará contra ti la maldición, la confusión y el fracaso en todo lo que emprendas hasta que seas destruido y desaparezcas pronto, porque con tus malas acciones me abandonaste. 21 El Señor hará que se te contagie la peste hasta que te elimine de la tierra a la que tú vas a entrar para poseerla. 22 El Señor te herirá con epidemia, fiebre, inflamación, calor sofocante, sequía, quemadura y pulgón, que te acosarán hasta destruirte.

23 No habrá lluvia; arriba, el firmamento será como bronce, y abajo, la tierra será dura como hierro. 24 En lugar de lluvia, el Señor enviará polvo a la tierra, y del cielo bajará arena contra ti hasta que seas aniquilado.

25 El Señor te entregará derrotado ante tus enemigos: por un camino saldrás a atacarlos y por siete caminos huirás delante de ellos. Todos los reinos de la tierra sentirán horror al verte. 26 Tu cadáver será alimento para todas las aves del cielo y las bestias de la tierra, sin que nadie las espante.

27 El Señor te hará sufrir con úlceras, como las de Egipto, y con tumores, sarna y comezón incurables. 28 El Señor te hará padecer locura, ceguera y delirio: 29 a pleno mediodía andarás a tientas, como el ciego en sus tinieblas. Fracasarás en tus proyectos; siempre estarás oprimido y explotado, sin que nadie te auxilie.

30 Te casarás con una mujer, pero otro hombre tendrá relaciones con ella; construirás una casa, pero no vivirás en ella; plantarás una viña, pero no cosecharás su fruto. 31 Ante tus propios ojos matarán a tu toro y no comerás nada de su carne; estando tú presente, te arrebatarán tu asno y no te lo devolverán; darán tus rebaños a tus enemigos, sin que nadie te auxilie. 32 Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo; tus ojos lo verán y poco a poco se consumirán por ellos, sin que les puedas echar una mano. 33 Un pueblo desconocido comerá tus cosechas y el producto de tu trabajo, mientras que tú serás oprimido y explotado por siempre. 34 Te volverás loco ante la realidad que tus ojos verán. 35 El Señor te castigará con úlceras malignas e incurables en tus rodillas y en tus piernas, desde la planta de tus pies hasta tu cabeza.

36 El Señor deportará a ti y a tu rey, que pusiste como soberano tuyo, a una nación que ni tú ni tus antepasados conocían, y allí rendirás culto a dioses extranjeros, dioses de madera y de piedra. 37 Entonces te convertirás en objeto de espanto, sátira y burla en todos los pueblos a los que el Señor te deporte.

38 Sembrarás en tus campos mucha semilla, pero cosecharás poco, porque la langosta la devorará. 39 Plantarás viñas y las cultivarás, pero no podrás beber ni almacenar el vino, porque el gusano se las tragará. 40 Tendrás olivos en todo tu territorio, pero no podrás ungirte con aceite, porque tus aceitunas se pudrirán. 41 Engendrarás hijos e hijas, pero no estarán contigo, porque serán deportados. 42 Plagas de langostas acabarán con los árboles y los frutos de tu tierra. 43 El forastero, que viva en medio de ti, progresará mucho, mientras que tú fracasarás más y más. 44 Él te prestará y tú no le podrás prestar. Él irá a la cabeza y tú, en último lugar.

45 Todas estas maldiciones llegarán contra ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta que seas destruido, por no haber escuchado la voz del Señor tu Dios, guardando sus mandamientos y sus leyes que te ordenó. 46 Serán siempre señal y advertencia para ti y tu descendencia.

47 Porque no rendiste culto al Señor tu Dios con alegría y de todo corazón, a pesar de tener todo en abundancia, 48 el Señor enviará a tus enemigos contra ti y serás esclavo de ellos en medio del hambre y de la sed, de la desnudez y de toda clase de privaciones. Él pondrá sobre tu cuello un yugo de hierro hasta destruirte. 49 El Señor hará surgir contra ti una nación lejana, que desde el confín de la tierra se desplaza con la velocidad del águila, una nación cuya lengua no entenderás. 50 Esa nación cruel no tendrá respeto al anciano ni mostrará compasión al joven. 51 Comerá las crías de tu ganado y los frutos de tu tierra hasta que te destruya, porque te dejará sin trigo, sin vino y sin aceite, sin terneros ni corderos, hasta hacerte desaparecer. 52 Te asediará todos tus poblados hasta derrumbar tus murallas altas y fortificadas en las que habías puesto tu seguridad. En efecto asediará todos tus poblados, que estén dentro de la tierra que el Señor tu Dios te había dado.

53 Durante el asedio, tal será la escasez provocada por tu enemigo, que acabarás comiéndote el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y de tus hijas, que el Señor tu Dios te ha dado. 54 El hombre más atento y educado, entre los tuyos, será mezquino con su hermano, con su querida esposa y con los hijos que le queden, 55 para no compartir con nadie la carne de sus hijos, que la comerá él solo, porque no le quedará nada a causa del asedio y de la escasez provocada por tu enemigo en todos tus poblados. 56 La mujer más fina y educada, entre las tuyas, que, por ser tan delicada, no se atrevería a tocar el suelo con la planta de sus pies, será mezquina con su esposo amado, con su hijo y con su hija. 57 En medio del asedio y de la escasez provocada por tu enemigo en tus poblados, se esconderá para comer su propia placenta y sus hijos que engendró.

58 Si no cuidas de poner en práctica todas las palabras de esta Ley, escritas en este libro, respetando el nombre glorioso y temible del Señor tu Dios, 59 entonces el Señor te castigará a ti y a tu descendencia, con calamidades grandes y persistentes y con enfermedades malignas e incurables. 60 El Señor traerá contra ti las plagas de Egipto que te horrorizaron, y las sufrirás en tu propia carne, 61 y también traerá contra ti todas las enfermedades y desgracias, aun las no escritas en el libro de esta Ley, hasta destruirte. 62 Y en lugar de ser numerosos como las estrellas del cielo, ustedes quedarán reducidos a pocas personas, porque no escuchaste la voz del Señor tu Dios. 63 Como antes el Señor se alegraba al hacerles el bien y multiplicarlos, así luego el Señor se alegrará al perderlos y destruirlos. Ustedes serán arrancados de la tierra a la que tú vas a entrar para tomarla en posesión.

64 El Señor te dispersará por todos los pueblos, desde un confín de la tierra hasta el otro, y allá rendirás culto a otros dioses que no conocían ni tú ni tus antepasados, dioses de madera y de piedra. 65 En esas naciones no encontrarás descanso y no habrá reposo para la planta de tu pie; el Señor te hará experimentar angustia en tu corazón, agotamiento en tus ojos y desaliento en tu ánimo. 66 Tu vida será presa de angustia: noche y día tendrás miedo y no vivirás tranquilo. 67 Será tanto el miedo de tu corazón y la angustia ante lo que veas, que por la mañana dirás: “Ojalá fuera ya la tarde”, y por la tarde dirás: “Ojalá fuera ya la mañana”. 68 El Señor te hará volver en naves a Egipto, por el camino que te había dicho: “No volverás más a verlo”. Allí ustedes serán puestos a la venta como esclavos y esclavas de tus enemigos, pero no habrá quién los compre».

 

III. TERCER DISCURSO DE MOISÉS: LA ALIANZA. COMPLEMENTOS*­

 

Ustedes han visto todo lo que el Señor hizo*

Dt 2,26-3,17; Éx 19-20; 24,1-11; Is 22,8-11; Jn 2,21-22; 12,16; 14,25-26; 16,12-13 // 29,3: Rom 11,8

 

69 Estas son las palabras de la alianza que el Señor ordenó a Moisés pactar con los israelitas en la tierra de Moab, además de la alianza que había pactado con ellos en el Horeb.

 

291 Moisés convocó a todos los israelitas y les dijo:

«Ustedes han visto todo lo que el Señor hizo, ante sus ojos, en el país de Egipto, al faraón, a todos sus servidores y a todo su país: 2 las grandes pruebas que tus ojos vieron, las señales y esos grandes prodigios. 3 Pero hasta el día de hoy el Señor nos les había dado inteligencia para comprender, ojos para ver, ni oídos para escuchar.

4 Yo los conduje durante cuarenta años por el desierto, y no se les gastó la ropa que llevaban puesta, ni las sandalias que tenían en los pies. 5 No comieron pan ni bebieron vino o licor, para que reconozcan que yo soy el Señor su Dios.

6 Llegaron a este lugar, y entonces Sijón, rey de Jesbón, y Og, rey de Basán, salieron para pelear contra nosotros, pero los derrotamos. 7 Tomamos sus territorios y se los dimos en herencia a las tribus de Rubén y Gad, y a la media tribu de Manasés

 

Yo pacto esta alianza no solo con ustedes

 

8 Por eso, cumplan las palabras de esta alianza y pónganlas en práctica para que tengan éxito en todo lo que emprendan. 9 Hoy, todos ustedes están presentes ante el Señor su Dios: sus jefes de tribu, sus ancianos, sus oficiales, todos los hombres de Israel, 10 sus niños pequeños, sus mujeres, los forasteros que viven en tus campamentos, desde el que corta la leña hasta el que trae el agua. 11 Estás aquí para que te comprometas en la alianza del Señor tu Dios, sellada con el juramento que el Señor tu Dios realiza hoy contigo, 12 a fin de constituirte hoy en su pueblo, siendo él tu Dios, conforme te prometió y juró a tus antepasados, a Abrahán, a Isaac y a Jacob. 13 Yo pacto esta alianza, sellada con un juramento, no solo con ustedes, 14 sino con quien está hoy aquí con nosotros ante el Señor nuestro Dios y con quien no lo está.

 

¡Que no haya quien se aparte del Señor!

Heb 12,15

 

15 Ustedes saben bien que vivíamos en el país de Egipto y que hemos atravesado entre naciones, 16 donde vieron sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro que ellos tienen. 17 ¡Que no haya entre ustedes hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy del Señor nuestro Dios, para ir a rendir culto a los dioses de esas naciones! ¡Que no haya entre ustedes una raíz que produzca hierbas venenosas o ajenjo! 18 Si alguien, al escuchar estas palabras, se engaña a sí mismo pensando: “me irá bien, aunque me comporte según mi corazón empedernido, porque ‘mientras más agua hay, mejor se apaga la sed’”*, 19 entonces el Señor no querrá perdonarle. Por el contrario, la ira y el celo del Señor se encenderán contra esa persona, hará caer sobre él todas las maldiciones escritas en este libro y el Señor borrará su nombre de todas partes. 20 Para su desgracia, el Señor lo separará de todas las tribus de Israel, conforme a todas las maldiciones de la alianza escrita en el libro de esta Ley.

 

¿Por qué el Señor trató así esta tierra?

1 Re 9,7-9: 2 Re 17,1-23; 24,1-21; Jr 22,8-9

 

21 Las generaciones futuras, sus hijos que las sucedan y los extranjeros que lleguen de países lejanos, verán la devastación de esta tierra y su desolación con que el Señor la castigó. 22 Y al ver toda su tierra quemada por el azufre y la sal, donde nada se puede sembrar y ninguna hierba puede brotar ni crecer, como sucedió en la catástrofe de Sodoma, Gomorra, Adamá y Seboín que el Señor destruyó en su ira y en su furor, 23 entonces todas las naciones preguntarán: “¿Por qué el Señor trató así esta tierra? ¿Qué significa esta ira tan tremenda?”. 24 Y les responderán: “Porque abandonaron la alianza del Señor, el Dios de sus antepasados, que pactó con ellos, al sacarlos del país de Egipto. 25 Se fueron a rendir culto a otros dioses y se postraron ante ellos, ante dioses que no habían conocido ni tenían que ver con ellos. 26 Por eso la ira del Señor se encendió contra esa tierra, trayendo sobre ella toda la maldición escrita en este libro. 27 El Señor los arrancó de su tierra con ira, con furor y con gran furia y los arrojó a otra tierra como sucede este día”.

28 Las cosas ocultas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las reveladas pertenecen a nuestros hijos y a nosotros por siempre, para que pongamos en práctica todas las palabras de esta Ley.

 

Si se convierten con todo su corazón

Dt 4,29-31; 10,16; Lv 26,40-45; Is 27,13; 43,5-7: Jr 29,14; 31.10; Ez 34,13; 36,24; Neh 1,9

 

301 Cuando te sucedan todas estas cosas, la bendición y la maldición, que yo he puesto delante de ustedes, si reflexionas de corazón en medio de todas las naciones, a las que el Señor tu Dios te haya dispersado, 2 y tú y tus hijos se convierten con todo tu corazón y con todo tu ser al Señor tu Dios y escuchan su voz, conforme a todo lo que yo te ordeno hoy, 3 entonces el Señor tu Dios cambiará tu suerte, te mostrará su misericordia y se arrepentirá. Te volverá a reunir de entre todos los pueblos a los que el Señor tu Dios te había dispersado. 4 Aunque tus desterrados se encuentren en los confines del cielo, el Señor tu Dios te volverá a reunir y te tomará de allí. 5 El Señor tu Dios te traerá a la tierra que tus antepasados poseyeron, te la dará en posesión, te hará prosperar, te multiplicará más que a tus antepasados.

6 El Señor tu Dios te circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser, a fin de que vivas. 7 En cambio, el Señor tu Dios mandará todos estos males sobre tus enemigos y sobre los que te odian, los que te persiguieron. 8 Entonces tú te convertirás, escucharás la voz del Señor y pondrás en práctica todos los mandamientos que yo te ordeno hoy. 9 El Señor tu Dios te colmará de prosperidad en tus trabajos, en tus hijos, en las crías de tu ganado y en los productos de tu tierra, porque el Señor volverá a regocijarse contigo en tu felicidad, como se regocijó en la de tus antepasados, 10 con tal de que escuches la voz del Señor tu Dios, guardando sus mandamientos, sus leyes, lo escrito en el libro de esta Ley, y te conviertas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser.

 

La palabra está muy cerca de ti; la tienes en tu boca y en tu corazón

Eclo 51,26 // 30,12: Rom 10,6 // 30,14: Rom 10,8

 

11 Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es algo superior a ti ni está fuera de tu alcance. 12 No está en el cielo, para que preguntes: “¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá para que nos lo comunique y lo practiquemos?”. 13 Tampoco está más allá del mar para que preguntes: “¿Quién cruzará por nosotros hasta la orilla del mar y lo traerá para que nos lo comunique y lo practiquemos?”. 14 La palabra está muy cerca de ti; la tienes en tu boca y en tu corazón para que puedas practicarla.

 

Les doy a elegir entre la vida y la muerte

Dt 11,26-28; Gn 12,7; Sal 1: Mt 7,13-14

 

15 Mira, hoy te doy a elegir entre la vida y la felicidad o la muerte y la desgracia. 16 Yo te mando hoy amar al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos, observando sus mandamientos, sus leyes y sus sentencias para que vivas, te multipliques y el Señor tu Dios te bendiga en la tierra a la que entras para tomarla en posesión. 17 Pero si tu corazón se desvía y no obedeces, si te dejas seducir, te postras ante otros dioses y les rindes culto, 18 yo les declaro hoy que ciertamente perecerán, no vivirán mucho tiempo en la tierra a la que entras para tomarla en posesión, después de cruzar el Jordán. 19 Hoy pongo por testigos ante ustedes el cielo y la tierra: les doy a elegir entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida a fin de que vivas tú y tu descendencia, 20 amando al Señor tu Dios, obedeciendo a su voz y siéndole fiel. Porque el Señor es tu vida y la prolongación de tus años, para que habites en la tierra que prometió darles a tus antepasados, a Abrahán, a Isaac y a Jacob».

 

Al cruzar, Josué será el jefe*

Dt 2,24-3,11; 3,21.26-28; 34,1-7; Nm 27,12-23; Jos 1,5 // 31,6.8: Heb 13,5

 

311 Moisés dirigió estas palabras a todo Israel 2 y les dijo:

«Tengo ya ciento veinte años y no me quedan más fuerzas para andar yendo y viniendo. Además, el Señor me ha advertido: ‘Tú no pasarás el Jordán’. 3 El Señor tu Dios es el que cruzará delante de ti, Israel. Él destruirá estas naciones ante ti para que tomes posesión de su tierra. Será Josué quien cruzará delante de ti, como el Señor lo ha decidido. 4 El Señor tratará esos pueblos, como trató a Sijón y a Og, reyes de los amorreos, y destruyó su tierra. 5 El Señor los entregará ante ustedes, que los tratarán de acuerdo con lo que les mandé. 6 ¡Sean valientes y fuertes! No tengan miedo ni se acobarden ante ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te abandonará».

7 Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel:

«¡Debes ser fuerte y valiente! Tú entrarás con este pueblo a la tierra que el Señor juró dar a tus antepasados y tú la entregarás en propiedad a ellos. 8 El Señor es el que camina delante de ti; él estará contigo, no te dejará ni te abandonará; no tengas miedo ni te acobardes».

 

Cada siete años leerás esta Ley

Jos 8, 32-35; Dt 31,9-13; 2 Re 23.1-3; Neh 8; 2 Cr 34,29-31

 

9 Moisés escribió esta Ley y la entregó a los sacerdotes levitas, encargados de llevar el arca de la Alianza de Dios, y a todos los ancianos de Israel, 10 y les ordenó:

«Cada siete años, en la fiesta de las Chozas, en el año del perdón de las deudas, 11 cuando todo Israel acuda a presentarse ante el Señor tu Dios, en el lugar que él elija, leerás esta Ley a oídos de todo Israel. 12 Convoca a todo el pueblo: varones, mujeres y pequeños, igual que a los forasteros que viven en tus poblados, para que escuchen, aprendan a respetar al Señor su Dios y cuiden de practicar todas las palabras de esta Ley. 13 Y también sus hijos, que aún no la conocen, la escucharán y aprenderán a respetar al Señor su Dios, todo el tiempo que ustedes vivan en la tierra que están a punto de tomarla en posesión, después de cruzar el Jordán».

 

Moisés escribió este cántico y lo enseñó a los israelitas

Dt 4.25-28; Nm 27,23; Jos 1,6; Jr 2,20; Os 2,7

 

14 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué y preséntense en la Tienda del Encuentro para que yo le dé mis órdenes». Moisés y Josué acudieron a presentarse en la Tienda del Encuentro. 15 El Señor se apareció en la Tienda, en la columna de nube, que se detuvo a la puerta de la Tienda.

16 El Señor dijo a Moisés: «Pronto te acostarás con tus antepasados, y este pueblo se prostituirá yéndose tras los dioses extranjeros, dioses de la tierra a donde va a entrar; me abandonará y romperá mi alianza que pacté con él. 17 En ese día mi ira se encenderá contra él; los abandonaré y ocultaré mi rostro de ellos, será presa fácil y le sucederán muchas y graves desgracias. Entonces dirá: “¿No será que estas desgracias me llegaron porque mi Dios no está en medio de mí?”. 18 Pero aquel día yo seguiré ocultando mi rostro por toda la maldad que hizo, porque se fue tras otros dioses. 19 Y ahora, escriban este cántico y enséñalo a los israelitas, ordena que lo reciten para que este cántico sea un testimonio contra ellos. 20 Cuando yo introduzca a este pueblo a la tierra que juré a sus antepasados, tierra que mana leche y miel, comerá hasta saciarse y engordará, pero entonces se irá hacia otros dioses, les rendirá culto, me despreciará, y romperá mi alianza, 21 de forma que le sobrevendrán muchas y graves desgracias. Entonces este cántico será testimonio ante él, porque sus descendientes no lo olvidarán, ya que conozco lo que está tramando hacer, aun antes de que lo introduzca a la tierra que le prometí con juramento». 22 Aquel día, Moisés escribió este cántico y lo enseñó a los israelitas.

23 Luego el Señor dio esta orden a Josué, hijo de Nun, y le dijo: «¡Debes ser fuerte y valiente porque tú introducirás a los israelitas a la tierra que les prometí con juramento, y yo estaré contigo!».

 

Tomen el Libro de esta Ley y pónganlo dentro del Arca

Jn 12,47-48

 

24 Cuando Moisés terminó de escribir en un libro todas las palabras de esta Ley, 25 ordenó a los levitas, portadores del arca de la Alianza: 26 «Tomen el Libro de esta Ley y pónganlo dentro del arca de la Alianza del Señor su Dios, y allí quedará como testimonio contra ti. 27 Porque yo conozco tu rebeldía y tu terquedad; si aun en vida mía ustedes han sido rebeldes con el Señor, ¡cuánto más después de mi muerte! 28 Reúnanme a todos los ancianos de sus tribus y a sus oficiales para que yo comunique a sus oídos estas palabras y ponga por testigos contra ellos el cielo y la tierra, 29 porque yo sé que después de mi muerte ciertamente se corromperán y se apartarán del camino que les mandé. Pero en el futuro la desgracia sobrevendrá a ustedes, porque hicieron el mal a los ojos del Señor, irritándolo con la obra de sus manos».

 

Moisés proclamó las palabras de este cántico*

Dt 33,5.26; Éx 15,1-21; 1 Sm 2,1-10; 2 Sm 2; Is 44,2; Sal 135,14; Lc 1,46-55.67-79; 2,29-32 // 32,4: Ap 15,3 // 32,21: Rom 10,19 // 32,35: Rom 12,19 // 32,35.36: Heb 10,30 // 32,43: Rom 15,10; Heb 1,6

 

30 Moisés pronunció a los oídos de toda la asamblea de Israel las palabras de este cántico hasta el fin:

 

321 «Presta atención, cielo, que voy a hablar,

escucha, tierra, las palabras de mi boca.

2 Mi enseñanza se derrame como lluvia,

mi palabra fluya como rocío,

como llovizna sobre el pasto,

como lluvia primaveral sobre la hierba.

3 Voy a proclamar el nombre del Señor,

¡glorifiquen a nuestro Dios!

4 Él es la Roca protectora, su obra es perfecta,

todos sus caminos son justos.

Es un Dios fiel, sin maldad;

él es justo y recto.

 

5 Pero el pueblo se portó mal con él,

por sus faltas ya no son sus hijos,

son una generación malvada y perversa.

6 ¿Así pagas al Señor,

pueblo necio e insensato?

¿Acaso él no es tu padre,

quien te adquirió, te hizo y te constituyó?

 

7 Recuerda los días remotos,

considera los años pasados,

pregunta a tu padre para que te informe,

a tus ancianos, para que te expliquen.

8 Cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones,

dividió a los seres humanos en grupos;

él fijó los confines de los pueblos,

según el número de sus dioses.

9 Pero la parte del Señor es su pueblo,

Jacob, el lote de su heredad.

10 Lo encontró en una tierra desierta

y en la soledad rugiente de la estepa.

Lo rodeó de cariño, lo protegió y lo cuidó

como a la pupila de sus ojos.

11 Como águila que cuida su nidada,

revoloteando sobre sus polluelos,

extiende sus alas,

lo toma y lo lleva sobre su plumaje.

12 El Señor solo lo condujo,

sin ayuda de ningún dios extranjero.

13 Lo asentó encima de las alturas de la tierra

para que comiera los productos del campo.

Lo alimentó con la miel de la roca

y con aceite de la piedra dura,

14 con requesón de vaca y leche de oveja,

con grasa de corderos y carneros,

con toros de Basán y cabritos,

con el mejor trigo,

¡y bebiste un vino excelente!

 

15 Jacob comió y se sació,

 Yesurún engordó, pero dio patadas,

-engordaste, te hiciste robusto y rollizo-,

luego abandonó a Dios, al que lo hizo,

y deshonró a su Roca salvadora.

16 Provocaron celos al Señor con dioses extranjeros,

con sus prácticas abominables lo hicieron enojar.

17 Sacrificaron a demonios que no son Dios,

a dioses que no conocían,

a dioses apenas conocidos,

que sus antepasados no veneraron.

18 Rechazaste a la Roca que te engendró,

olvidaste al Dios que te dio a luz.

 

19 El Señor lo vio

y despreció con enojo a sus hijos y a sus hijas.

20 Dijo: “Les ocultaré mi rostro,

veré en qué terminan,

porque son una generación perversa,

hijos en quienes no hay lealtad.

21 Provocaron mis celos con los que no son Dios,

me irritaron con sus ídolos.

Yo les provocaré celos con gente que no es pueblo,

con una nación necia los haré enojar.

22 Porque mi ira será como fuego

que quema hasta la profundidad del lugar de los muertos.

Devora la tierra y sus productos,

acaba con los cimientos de las montañas.

23 Acumularé desgracias sobre ellos,

agotaré mis flechas contra ellos.

24 Debilitados por hambre,

extenuados por fiebre y por peste amarga,

enviaré contra ellos los dientes de las fieras

y el veneno de las serpientes que se arrastran por el polvo.

25 Por fuera, la espada los dejará sin hijos,

y por dentro, habrá terror

en el joven y en la muchacha,

en el niño de pecho y en el anciano”.

 

26 Yo había decidido: “Los aniquilaré,

borraré su recuerdo de entre los hombres”.

27 Pero temí el furor del enemigo

y la incomprensión de sus adversarios,

no sea que digan: “Nuestro poder venció,

no fue el Señor quien hizo todo esto”.

28 Porque es una nación que ha perdido el juicio;

no hay en ellos cordura,

29 Si fuesen sabios, entenderían esto,

comprenderían su suerte final.

30 ¿Cómo podrá uno solo perseguir a mil

y dos hacer huir a diez mil?,

si su Roca no los hubiera vendido

y el Señor no los hubiera entregado.

31 Porque nuestra Roca no es como su roca;

nuestros mismos enemigos lo reconocen.

 

32 Su viña es retoño de la cepa de Sodoma,

y de los campos de Gomorra.

Sus uvas son venenosas,

sus racimos, amargos.

33 Su vino es veneno de serpiente,

ponzoña mortal de víbora.

34 ¿Acaso esto no lo tengo registrado

y sellado en mis archivos

35 para mi venganza y castigo

en el momento en que resbalen sus pies?

Porque el día de su desgracia está cerca

y su desenlace se precipita.

 

36 El Señor defenderá a su pueblo

y de sus servidores se compadecerá,

cuando vea que su poder flaquea

y que no quedan esclavos ni libres.

37 Entonces preguntará el Señor:

“¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban?

38 Que se levanten a ayudarlos.

Que los protejan,

los que comían la grasa de sus sacrificios

y bebían el vino de sus ofrendas”.

 

39 Vean ahora que yo, solo yo soy Dios

y no hay otros dioses aparte de mí.

Yo doy la muerte y la vida,

yo puedo herir y sanar,

y no hay quien libre de mi poder.

40 Levanto mi mano al cielo y juro:

“Tan cierto como que vivo para siempre,

41 cuando afile mi espada radiante

y mi mano se disponga a hacer justicia,

tomaré venganza de mis adversarios

y daré su paga a mis enemigos.

42 Embriagaré mis flechas con sangre

y mi espada devorará la carne:

sangre de muertos y cautivos,

cabezas de jefes enemigos”.

 

43 Aclamen, naciones, a su pueblo,

porque reclamará la sangre de sus servidores,

tomará venganza de sus adversarios

y purificará su tierra y su pueblo».

 

44 Moisés fue y proclamó todas las palabras de este cántico a los oídos del pueblo. Josué, hijo de Nun, iba con él. 45 Cuando Moisés terminó de proclamar todas estas palabras a todo Israel, 46 les dijo: «Grábense bien todas las palabras que yo testifico hoy contra ustedes, y ordenen a sus hijos que observen y cumplan todas las palabras de esta Ley. 47 Porque no es una palabra que puedan tomar a la ligera, sino que en ella está su vida. Por esta palabra se prolongará tu vida en la tierra que ustedes están por tomar en posesión, después de cruzar el Jordán».

 

Sube al monte Nebo y contempla la tierra*

Dt 3,23-28; Nm 20,1-12; 27,12-14

 

48 En ese mismo día, el Señor ordenó a Moisés: 49 «Sube al monte Nebo, en la cordillera de Abarín, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán, que yo voy a dar en propiedad a los israelitas. 50 Morirás allí, en la montaña a la que subes, y te reunirás con tu pueblo, como Aarón tu hermano murió en la montaña de Hor y se reunió con su pueblo. 51 Porque ustedes me desobedecieron ante los israelitas en las aguas de Meribá, en Cadés, en el desierto de Sin, al no reconocer mi santidad en medio de los israelitas. 52 Por eso no entrarás a la tierra que voy a dar a los israelitas, solo la verás desde lejos».

 

  1. CUARTO DISCURSO DE MOISÉS. BENDICIÓN. LA MUERTE DE MOISÉS*­

 

Esta es la bendición con la que Moisés bendijo a los israelitas*

Dt 10,8; 32,15; Gn 27; 49; Éx 3,1-6; 32,25-29; Nm 25,6-13 27,21; Jos 19,10-16; Jue 18,1-29; 1 Sm 14,41

 

331 Esta es la bendición con la que Moisés, el hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir. 2 Dijo:

 

«El Señor vino del Sinaí,

desde Seír brilló para ellos,

resplandeció desde el monte Farán,

parte de sus santos ángeles estaban con él,

en su derecha, una llama de fuego.

3 En verdad, él ama a los pueblos;

todos sus consagrados están en tu mano.

Ellos se postran a tus pies,

y obedecen tus palabras.

4 Moisés nos mandó una Ley,

herencia para la asamblea de Jacob.

5 Un rey surgió en Yesurún,

al congregarse los jefes del pueblo,

al reunirse las tribus de Israel.

 

6 “Viva Rubén y no desaparezca,

aunque sus hombres sean pocos”.

 

7 De Judá dijo esto:

“Escucha, Señor, la voz de Judá.

Conduce de vuelta a su pueblo.

Que se defienda con su poder

y tú seas ayuda contra sus enemigos”.

 

8 De Leví dijo:

“Tus tumim y tus urim sean para el hombre de tu confianza,

a quien pusiste a prueba en Masá,

con quien litigaste junto a las aguas de Meribá.

9 El que dijo de su padre y de su madre: ‘¡No los he visto!’,

a sus hermanos no reconoció

y a sus propios hijos ignoró.

Porque guardaron tu palabra

y observaron tu alianza.

10 Enseñan tus normas a Jacob

y tu Ley a Israel,

ofrecen incienso ante ti

y sacrificio perfecto sobre tu altar.

11 Bendice, Señor, su poderío

y acepta la obra de sus manos.

Rompe la espalda a sus adversarios,

y que sus enemigos no se restablezcan”.

 

12 De Benjamín dijo:

“El predilecto del Señor habitará en lo seguro,

el Altísimo lo protege siempre,

y tiene su morada entre sus colinas”.

 

13 De José dijo:

“Su tierra sea bendita del Señor,

con el rocío precioso del cielo,

y con las aguas que brotan por debajo,

14 con los mejores productos del sol,

con los frutos que germina cada luna,

15 con las primicias de las montañas antiguas

y con la riqueza de las colinas eternas,

16 con la fecundidad de la tierra y de sus productos.

El favor del que habita en la zarza

descienda sobre la cabeza de José

y sobre la frente del elegido entre sus hermanos.

17 ¡Majestuoso como un toro primogénito!

Sus cuernos son cuernos de búfalo,

con ellos embiste a pueblos,

hasta los confines de la tierra.

Tales son las multitudes de Efraín,

y tales, los millares de Manasés”.

 

18 De Zabulón dijo:

“Alégrate, Zabulón, en tus expediciones,

y tú, Isacar, en tus tiendas.

19 Convocarán a pueblos a la montaña,

ofrecerán allí sacrificios legítimos.

Porque explotarán las riquezas del mar

y los tesoros ocultos de la playa”.

 

20 De Gad dijo:

“Bendito quien ensanche a Gad,

como leona al acecho está echada

y despedaza brazos y cabezas.

21 Escogió para sí las primicias,

la porción reservada al capitán;

se presentó a los jefes del pueblo,

cumplió la justa voluntad del Señor

y sus compromisos con Israel”.

 

22 De Dan dijo:

“Dan es un cachorro de león,

que arremete desde Basán”.

 

23 De Neftalí dijo:

“Neftalí, colmado de favores

y lleno de la bendición del Señor,

toma posesión del oeste y del sur”.

 

24 De Aser dijo:

“Sea bendito Aser entre los hijos,

el favorito entre sus hermanos,

y bañe sus pies en aceite.

25 Que tus cerrojos sean de hierro y de bronce

y tu poder dure tanto como tu vida”.

 

26 No hay nadie como el Dios de Yesurún,

que cabalga por el cielo en tu ayuda

y sobre las nubes, lleno de majestad.

27 El Dios eterno es tu refugio

y sus brazos te protegen aquí abajo.

Ante ti expulsa al enemigo,

y ordena: “¡Destruye!”.

28 Israel acampa en lo seguro,

la fuente de Jacob brota aparte,

en una tierra de trigo y de vino,

bajo un cielo que destila rocío.

29 ¡Dichoso tú, Israel!

¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor?

Él es tu escudo protector,

tu espada victoriosa.

Tus enemigos tratarán de engañarte,

pero tú pisotearás sus espaldas».

 

Moisés, el servidor de Dios, murió allí*

Dt 3,27; 18,15-19; 31,2; 32,48-50; Nm 12,6-8; 22,1; 27,12.18-23; Jos 1,16-18; Eclo 45, 1-5; Hch 3,22-23

 

341 Moisés subió de los llanos de Moab al monte Nebo, la cima del Pisgá, frente a Jericó. El Señor le permitió contemplar toda la tierra: desde Galaad hasta Dan, 2 todo el territorio de Neftalí, Efraín y Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar Mediterráneo, 3 el Négueb, la comarca, el valle de Jericó, la ciudad de las palmeras, hasta Soar.4 El Señor le dijo: «Esta es la tierra que juré a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciendo: “La daré a tu descendencia”. Yo te permito verla con tus propios ojos, pero tú no entrarás en ella».

5 Moisés, el servidor de Dios, murió allí en la tierra de Moab, conforme a lo dispuesto por el Señor. 6 Él mismo lo enterró en el valle, en territorio de Moab, frente a Bet Peor. Hasta el día de hoy nadie conoce su tumba. 7 Moisés tenía ciento veinte años cuando murió, pero ni sus ojos se habían debilitado, ni su vigor había disminuido. 8 Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en los llanos de Moab, guardando así los días de luto por Moisés.

9 Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había impuesto sus manos sobre él. Todos los israelitas le obedecieron, actuando conforme a la orden que el Señor había dado a Moisés.

10 No ha surgido en Israel otro profeta como Moisés, a quien el Señor trataba cara a cara. 11 Nadie ha vuelto a realizar todas las señales y los prodigios que el Señor le mandó hacer en el país de Egipto, contra el faraón, sus servidores y todo su país. 12 No ha habido nadie como Moisés con la fuerza poderosa y los terribles portentos que manifestó a la vista de todo Israel.

 

* ­ 1,1-4,43. Este primer discurso, parte del testamento de Moisés, dirigido a quienes están a punto de entrar a la tierra prometida, recapitula la historia del pueblo, vista en clave de alianza, durante los cuarenta años del desierto, desde el monte Horeb (Sinaí) hasta el umbral de la tierra prometida, y exhorta a vivir conforme a la Ley de Dios, la herencia que deja a su pueblo. El discurso también se dirige a la generación que, en el momento de escribirse esta parte, se encontraba en el exilio, un nuevo desierto, y estaba a punto de regresar a la tierra donde debería vivir bajo la obediencia a la Palabra del Señor, como también nosotros estamos llamados hoy. Siempre la memoria histórica es fundamental para evocar el pasado, vivir el presente y proyectar el futuro. Esta memoria se convierte en llamada de atención para que Israel responda como pueblo elegido, escuchando y poniendo en práctica la Ley del Señor. El texto puede estructurarse de la siguiente forma: introducción (1,1-5), discurso (1,6-4,40), con dos grandes partes: el recuerdo histórico (1,6-3,29), y el llamado a cumplir la Ley, que el Señor les ha dado, en la tierra a la que van a entrar (4,1-40). Como apéndice, una norma en torno a las ciudades de asilo (4,41-43). En el recuerdo histórico, las derrotas se explican por la infidelidad de Israel (1,6-8.19-46); las victorias, en cambio, por la fidelidad de Dios y del pueblo (2,1-3,29).

* 1,1-5. «Estas son las palabras», es el comienzo del libro y de su primera parte. Moisés es el portavoz de Dios para su pueblo, a quien le recuerda las victorias del Señor y le transmite y explica su Ley o enseñanza, que no se reduce a unas simples normas jurídicas, sino que comunica la voluntad de Dios.

* 1,6-8. Empieza el discurso. El Señor dirige la historia de Israel. El tema de la tierra recorre todo el libro como don de Dios, cumplimiento de su promesa a los patriarcas y, a la vez, como lucha y conquista del pueblo, quien necesita ponerse en marcha, no quedarse estancado en un lugar. En Dt 1,7 como en 11,24 las fronteras aparecen idealizadas, pues superan en mucho lo que fue la tierra de Israel.

* 1.9-18. El pueblo se ha multiplicado conforme a la promesa divina. Moisés necesita la colaboración de todos. Por eso representantes de cada tribu van a ayudarle en el gobierno y administración de justicia (Éx 18,13-26), que siempre ha de hacerse con rectitud, sin favorecer al poderoso (Dt 10,17-18; 16,18-20). La justicia en los tribunales fue y continúa siendo un problema serio.

* 1,19-46. La exploración de la tierra con su informe positivo, en lugar de alentar el ánimo, da pie a una rebeldía del pueblo que no confía en el Señor, su padre, que peleará por ellos (Nm 13-14). El proyecto divino de vida y liberación lo interpretan ellos como muerte y exterminio. Por eso el pueblo, junto con su líder Moisés, va a ser castigado sin poder entrar a la tierra prometida, con excepción de Caleb y Josué. La primer derrota ante los amorreos es fruto de la rebelión de Israel, infiel a la voz del Señor e incapaz de poner su confianza en él. Se muestra así la incapacidad que tenemos de despojarnos de temores infundados y de falsas seguridades.

* 2,1-25. Dios ha guiado la marcha del pueblo por el desierto y dirigirá la entrada de Israel a la tierra prometida. No les permite atacar a Edom (versión distinta en Nm 20,14-21), ni a Moab ni a Amón. Solo Sijón, rey de Jesbón, será derrotado. Se enfatiza la muerte de la generación de israelitas que salió de Egipto y fue castigada por el Señor.

* 2,26-3,11. Victoria sobre Sijón, rey de los amorreos, y sobre Og, rey de Basán (Nm 21,21-35; Jue 11,19-21). Estos dos triunfos se convierten en emblemáticos para el pueblo. Es Dios quien ha vencido a sus enemigos porque Israel ha obedecido su voz. En una visión teológica primitiva se adjudica a Dios la responsabilidad de la mala acción de Sijón (Dt 2,30), como se atribuye también al Señor el endurecimiento del corazón del faraón al salir de Egipto (Éx 4,21; nota a Éx 7,8-11,10). El exterminio de toda la población (Dt 2,34; 3,3.6), sin ser en esas dimensiones un dato real e histórico, implícitamente quiere subrayar la supresión de posibles idolatrías de Israel. En la mentalidad de aquella época, se trata de una tolerancia cero en función de prevenir la adopción de otros dioses.

* 3,12-22. Primera distribución de la tierra en Transjordania. Anticipa ya el don de la tierra prometida. Las tribus de Rubén, Gad y parte de Manasés ocuparán estas tierras, pero por solidaridad tienen el compromiso de ayudar a sus hermanos a conquistar la otra parte de la tierra prometida, como ellos lo hicieron (Nm 32; Jos 1,12-18; 13,8-32).

* 3,23-29. El Señor todopoderoso ha tomado ya su decisión. No obstante la oración de Moisés pidiendo llegar a la tierra prometida, Dios le responde que solo podrá contemplarla desde lejos (34,1-5); será Josué quien guíe a Israel. En algunos textos, la culpa es de Moisés (Nm 20,12; 27,12-14; Dt 32,51-52); en otros, al igual que aquí, es culpa del pueblo (Dt 1,37; 3,26; 4,21).

* 4,1-40. Los recuerdos históricos desembocan en la invitación a Israel a vivir la alianza, las diez palabras o mandamientos, a observar siempre íntegramente la Ley de Dios en la tierra que les da y a inculcar a las futuras generaciones tanto las grandes obras del Señor, como su Ley. Esta no se reduce a lo jurídico, sino es la voluntad de Dios, su instrucción y revelación; muestra su cercanía a su pueblo. En su cumplimiento se manifiesta la sabiduría de Israel, quien, habiendo escuchado la palabra del Señor, sin verlo, no debe representarlo con imágenes (Éx 20,4-6), ni mucho menos confundirlo con los ídolos. Si los adora, olvidándose de la elección de Dios, perderá la tierra que el Señor le regala. Aunque después del castigo, Dios misericordioso está dispuesto al perdón, si se convierten a él, que es el único Dios (Dt 4,35.39), como concluye solemnemente el primer discurso de Moisés.

* 4,41-43. Referencia narrativa a las tres ciudades de Transjordania que sirven para dar asilo a quien involuntariamente haya dado muerte a alguien (Nm 35,9-34; Dt 19,1-13; Jos 20,1-9). El dato no cuadra literariamente con el tenor del primer discurso de Moisés.

* ­ 4,44-28,68. El segundo discurso, el más largo, puesto en boca de Moisés, está dominado por algunas narraciones y exhortaciones, y, sobre todo, por la exposición de la ley fundamental y las leyes particulares, al igual que las consecuencias de su observancia o de su incumplimiento. Después de una introducción (4,43-49), se puede dividir en tres grandes partes: a)- 5,1-11,32: exhortación general a vivir conforme a la Ley de Dios; b)- 12,1-26,16: código de leyes; c)- 26,17-28,68: bendiciones y maldiciones, como consecuencia a la observancia o no de la voluntad de Dios,

*4,44-11,32. Después de una introducción (4,44-49), la primera parte del segundo discurso es una exhortación general a vivir conforme a la voluntad de Dios (5,1-11,32). Así, en medio de recuerdos históricos se presenta el decálogo y la apremiante llamada a observar la Ley del Señor y, en especial, el mandamiento principal expresado y presentado de diversas formas: amor y fidelidad a Dios, seguimiento del Señor, respeto o veneración de él (literalmente: «temor de Dios»), adhesión a su persona, escucha de su palabra, cumplimiento de sus preceptos y normas. Dentro de la temática fundamental de la fidelidad al Señor, aparecen varios temas dominantes, como: un solo Dios que no admite rivales, los ídolos; un pueblo que él se ha elegido y a quien le ha entregado una ley por medio de Moisés, y una tierra que les va a dar y a la que se dirigen para tomarla en posesión. Se ha propuesto esta división interna: a)- La alianza del Horeb, el decálogo y la mediación de Moisés (Dt 5); b)- Un Dios, un pueblo y una tierra (6,1-9,6); c)- Ruptura y renovación de la alianza (9,7-10,11); d)- Exigencias de la alianza (10,12-11,32).

* 4,44-49. «Esta es la Ley» marca el inicio de la segunda parte del libro y puede funcionar como introducción general a todo este discurso-testamento, que presenta la legislación promulgada por Moisés al pueblo que está a punto de llegar a poseer la tierra prometida. Es la voluntad de Dios en los distintos ámbitos de la existencia.

* 5,1-22. La palabra de Dios, su alianza y su ley no son hechos solo del pasado en el Horeb (Sinaí), sino del “hoy” constante, que actualiza la salvación; tienen un valor permanente. Obedecerla y dejarse iluminar por ella sigue siendo una exigencia para todos. El Decálogo (5,6-21), proclamado no por Moisés, sino por el mismo Dios, constituye la carta magna de la legislación religiosa y social de Israel, plasmando valores fundamentales en la relación con el Señor y con los hermanos, vigentes en su esencia hasta el día de hoy, como lo insinúa su puesta por escrito. Como fundamento de las exigencias, está el don de Dios que dio la libertad a su pueblo. En esta versión del decálogo hay dos cambios importantes con relación a Éx 20,1-17. La razón del descanso sabático no se pone en el reposo del Creador (Éx 20,11), sino en el descanso del pueblo de la esclavitud al ser liberado de Egipto (Dt 5,15); así el sábado adquiere una dimensión fundamental de liberación con su proyección social. La última prohibición de Éx 20,17 se desdobla en Dt 5,21: la mujer ocupa un lugar distinto a las posesiones (literalmente, «la casa») del israelita, esto parece reflejar un cambio en la condición social de la mujer. Para el comentario a sus diversos mandamientos, nota a Éx 20,1-17.

* 5,23-33. Ante el temor del pueblo de seguir escuchando la voz de Dios y morir, Moisés va a ser el intermediario que comunique a Israel la voluntad de Dios. El pueblo se compromete a cumplirla; en eso está su felicidad, como lo enfatiza Moisés.

* 6,1-9. Llamado a todas las generaciones para vivir felices conforme a la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos. En ellos resalta el principal mandamiento del amor a Dios (6,5) que Jesús complementa con el segundo del amor al prójimo (Lv 19,18; ver Mt 22,34-40). El intento por jerarquizar los preceptos, reflejado en la pregunta a Jesús, se explica al tener en cuenta que en la Ley hay 613 normas: 248 mandatos positivos y 365 prohibiciones. Dt 6,4-9, conocidos como el Shema, Yisrael («Escucha, Israel») son la profesión de fe que todo israelita piadoso recita diariamente (junto con Dt 11,13-21 y Nm 15,37-41), recordando su vocación de escucha y obediencia a la Palabra de su Señor. Refleja además el contenido fundamental de su fe en un solo Dios, y su actitud primordial: amarlo totalmente, sin divisiones, reservas e infidelidades. El amor humano, respuesta al amor divino, no es un simple sentimiento o afecto, sino una vida de respeto, obediencia y fidelidad al Señor. Diversos medios sirven para recordar y transmitir a los hijos, en toda situación, este compromiso de Israel, que es también vocación cristiana.

* 6,10-19. Se subraya la bendición, el don divino de la tierra, mostrando que Israel encuentra allí beneficios, que no son fruto de su esfuerzo. Por desgracia, siempre la prosperidad puede llevar a la pérdida de la memoria histórica, que desemboca en el olvido de Dios, dador de todo bien, y en el seguimiento de los ídolos. Israel no puede poner a prueba al Señor, sino amarlo, cumpliendo su Ley.

* 6,20-25. Los padres son los primeros catequistas de sus hijos. La observancia de los preceptos se fundamenta en los beneficios recibidos de Dios en su historia. Vivir conforme a la ley del Señor es la auténtica felicidad y justicia del pueblo, que vela por la fidelidad a Dios y por la fraternidad y comunión con los demás.

* 7,1-11. La elección de Israel no se debe a sus méritos, sino al amor gratuito de Dios, que es fiel a sus promesas y alianza y le dará la tierra expulsando a las naciones que viven allí. Israel es pueblo consagrado al Señor, separado para él como su propiedad personal. Por eso no debe unirse a ninguno de las naciones que habitan en la tierra que va a recibir; esto lo llevaría a irse tras sus dioses. De allí el llamado a destruir a esos pueblos con sus objetos de culto (nota a 7,12-26) y a mantenerse fiel en la observancia de los mandamientos.

* 7,12-26. Si el pueblo permanece fiel a los mandamientos, Dios lo bendecirá con el don de la tierra llena de bienes y con la victoria sobre los pueblos que viven allí. Se insiste que Israel debe eliminarlos y destruir todos sus objetos de culto para no contaminarse con sus idolatrías. El escritor, que ha sido testigo de la destrucción de Jerusalén a causa de sus infidelidades e injusticias, al seguir las costumbres de sus vecinos, piensa que Israel no hubiera caído en la idolatría, si hubiese destruido los pueblos; de allí el mandato a eliminarlos. El énfasis no es el exterminio de los pueblos (lo que no fue real ni histórico de esa forma), sino la fidelidad al Señor que no quiere la idolatría. A la luz de la revelación plena en Jesús, no cabe sostener la validez de una guerra santa o de una destrucción, en nombre de Dios.

* 8,1-6. Reiterado llamado a observar la Ley del Señor y a recordar las acciones de Dios. En el desierto Dios probó la fidelidad de su pueblo con la carestía, pero también probó su amor con los beneficios dados. El desierto se convirtió en pedagogía del Señor que, como un padre, educa a Israel y a toda la humanidad a entender lo fundamental: debe vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios. Jesús responde con esta frase al tentador que le muestra el camino mesiánico equivocado de los bienes materiales (Mt 4,4; Lc 4,4). El cristiano debe alimentarse de la palabra de Jesús, verdadero pan de vida (Jn 6,33.35. 68).

* 8,7-20. Egipto, desierto y tierra exquisita muestran, por sus contrastes, los beneficios divinos. La abundancia en la tierra es don del Señor que debería llevar al pueblo a la alabanza y fidelidad. Pero si se piensa que es fruto del propio esfuerzo, conduce al engreimiento, al olvido del Señor y de sus favores, al rechazo de su palabra y al seguimiento de los ídolos, en los que se pone la seguridad y confianza. Esto traería el castigo, la propia aniquilación.

* 9,1-6. La tierra es promesa cumplida, regalo del Señor a su pueblo, quien no puede pensar que la ha conquistado por sus méritos, porque en realidad fue por la perversión de los pueblos, y a pesar de la misma rebeldía de Israel, pueblo de cabeza dura.

* 9,7-29. Queda claro por qué Israel es de cabeza dura (9,6.13). Desde sus inicios, el pueblo se rebeló contra su Señor. Mientras Moisés permanecía en la montaña con Dios cuarenta días y cuarenta noches, Israel pecó al fabricarse un ídolo, el becerro de metal. El Señor está dispuesto a eliminar al pueblo que Moisés sacó de Egipto, silenciando así Dios su participación en esta liberación, y hacer de Moisés un nuevo pueblo. Pero Moisés no cayó en la trampa, sino que, al comprobar el pecado del pueblo, rompió las tablas de la alianza en señal de que Israel, con Aarón a la cabeza, había quebrantado el pacto con su Dios, y tuvo que interceder por Aarón e Israel, el pueblo que Dios sacó de Egipto. Luego hizo añicos el becerro. Nuevos episodios muestran la rebeldía de Israel y la intercesión de Moisés, que ora por el pueblo con el que Dios está ligado y vela también por la fama del Señor, quien, en su misericordia, dio su perdón. El texto, entre otras cosas, ofrece un ejemplo para valorar la oración de intercesión apoyada en la misericordia de Dios.

* 10,1-5. Las nuevas tablas de la Ley, con las diez palabras o mandamientos escritos por Dios, son señal clara de que la alianza rota se renueva. Además al depositarse en el arca (de la Alianza; 10,8) dan testimonio de lo que el pueblo debe cumplir.

* 10,6-11. El pueblo sigue en marcha. Eleazar sustituye en el sacerdocio a su padre Aarón, que muere. La tribu de Leví, destinada al ministerio cultual, no tiene heredad entre sus hermanos, porque el Señor es su herencia. Moisés guía a su pueblo y ora por él, dos funciones esenciales de todo servidor de una comunidad (1 Sm 12,23).

* 10,12-22. El pueblo está llamado a cumplir la voluntad de Dios en la fidelidad a él y en la solidaridad con los más débiles, a ejemplo del Señor de señores, Dios poderoso, pero a la vez, solidario y cercano a los más indefensos ya que toma partido por ellos. Moisés pide la circuncisión del corazón y no ser obstinados. La circuncisión carnal del varón era signo de pertenencia al pueblo de Israel (Gn 17,10; Lv 12,3) y se llegó a identificar como una condición para lograr la salvación (Hch 15,1). Pero el Señor quiere y ofrece algo más: la circuncisión del corazón, sede de las decisiones y valores de la persona, arrancando de cada uno lo que impide llevar una vida conforme a la voluntad de Dios (Dt 30,6; Jr 4,4; Rom 2,29) o la circuncisión de los oídos (Jr 6,10; Hch 7,51), para estar dispuesto a escuchar y obedecer la palabra de Dios. Para el cristiano la salvación no está en la circuncisión, sino en Jesús (Hch 15,1-29; Gál 5,6; Rom 2,25-29; Col 2,11-12;), que llama a vivir conforme al Espíritu de Dios (Flp 3,3).

* 11,1-17. Moisés interpela a la comunidad reunida que ha de estar atenta a mirar las lecciones de Dios, sus maravillas en la historia, y a responder al llamado de amarlo y cumplir su voluntad en la tierra excelente que le da. De ella se hace una descripción idealizada en contraste con la de Egipto. En el trasfondo debe quedar claro que la fecundidad de la tierra no es fruto de los baales o dioses cananeos de la fecundidad, sino del Dios de Israel, Señor de la historia y de la naturaleza. Si se desvían tras otros dioses, están en peligro de perder la tierra y perecer.

* 11,18-25. A través de múltiples medios Israel debe recordar y enseñar a las generaciones a amar a Dios y observar su ley; su cumplimiento es garantía para vivir en la tierra que les ha prometido y van a poseer. Sus fronteras se idealizan (nota a 1,6-8).

* 11,26-32. Esta primera parte del segundo discurso concluye con el llamado a elegir entre la bendición y la maldición, que dependen del cumplimiento o no de la voluntad divina en la tierra a la que se dirigen (cf. 30,15-20). Así cada israelita (y cristiano) está siempre ante la opción de escoger su propio camino de fidelidad o infidelidad a la alianza pactada con su Dios.

*12,1-26,16: La segunda parte de este amplio discurso se refiere a las leyes particulares. Se trata del código deuteronómico que en unas de sus normas tiene una dependencia o, por lo menos, una fuente común con el código de la Alianza, más antiguo (Éx 20,23-22,19). El código deuteronómico se caracteriza, entre otras cosas, porque es Moisés quien se dirige a Israel y le transmite las órdenes de Dios. Además también tiene un carácter humanitario y fraterno muy incisivo. Resulta difícil presentar una organización literaria, sin embargo, quizá podría dividirse en tres grandes secciones y un apéndice conclusivo. En la primera sección están los deberes para con Dios con sus implicaciones sociales (12,1-16,17), en el centro aparece normas referentes a las autoridades de Israel (16,18-18,22), en la tercera sección, los deberes entre los hermanos del pueblo, (19,1-25,19). El apéndice conclusivo (26,1-16) se refiere a los ritos que vienen a sellar este código, que se abre y se cierra con una llamada a la observancia de las leyes de Dios en la tierra que van a poseer (12,1; 26,16).

* « 12,1-16,17. La primera sección del código deuteronómico (nota a 12,1-26,16) abarca los deberes para con Dios a nivel religioso y social: son leyes religiosas que hablan de la fe que se expresa en el culto y repercute en la vida. Unas normas presentan al único Dios que debe ser adorado en un único lugar de culto, y se opone a cualquier idolatría; aun la alimentación queda regulada a nivel sagrado, distinguiendo animales puros e impuros (12,1-14,21). Otras leyes se fijan en el origen divino de los bienes y su proyección social: la ofrenda de los diezmos, y las normas referentes a empobrecidos y esclavos (14,22-15,23). También se presenta un calendario legislativo de las grandes fiestas judías (16,1-17).

* 12,2-28. Se prohíben los santuarios cananeos idolátricos y los múltiples templos al Dios de Israel, estos últimos, permitidos antes (Éx 20,24). Por ser Israel un pueblo elegido, consagrado al Señor, debe adorar al único Dios en el único lugar de culto elegido por él para poner la morada de su nombre, es decir, donde ha tomado posesión como dueño de ese santuario en el que habita su nombre; evocación de su persona, aun cuando no se identifican en plenitud (1 Re 8,14-61). En el único santuario se realizarán los actos de culto y se comerá la carne de los sacrificios, sin la sangre. En cambio, la matanza profana de animales y su comida se puede realizar en cualquier parte (Dt 12,13-25). No se indica cuál es el santuario, pero en tiempos posteriores se identificó con el Templo de Jerusalén (1 Re 9,3; 11,36; 14,21). Acudir al Templo es oportunidad familiar para dar gracias al Señor, vivir la alegría y el regocijo, así como para reforzar los lazos de fraternidad y solidaridad hacia los más débiles, en este caso, muchos levitas (Dt 12,6-12.18-19), que a raíz de la centralización del culto, quedaron sin ocupación cultual fija y sin tener tierra propia; de allí la insistencia en ellos (12,12.18-19; 14,27-29), que posiblemente se constituyeron en predicadores itinerantes de la Ley. En los libros de los Reyes, los monarcas serán juzgados en base a dos criterios: la adoración del único Dios en el único santuario, rechazando así la idolatría y la pluralidad de santuarios, La centralización del culto, en su expresión más radical, proviene de la época del rey Josías, hacia el 622 a.C. (2 Re 23), aunque unos 70 años atrás, su abuelo Ezequías la había intentado (18,1-22).

* 12,29-14,2. Los israelitas son hijos de Dios, pueblo que pertenece al Señor, su propiedad (14,1-2), por eso solo deben adorar al único Dios. De allí la prohibición de la idolatría con los cultos cananeos (12,29-13,1) y la puesta en guardia ante posibles seducciones a seguir a otros dioses. Las seducciones pueden provenir de profetas falsos (13,2-6), de familiares y amistades (13,7-12) o de otros miembros del pueblo (13,13-19). En tales casos el mal debe ser extirpado, y conforme a la mentalidad de aquel tiempo, ha de darse muerte a quienes intentaron apartar del seguimiento de Dios (13,6.10-12) o consagrar al exterminio la ciudad idólatra (14,16-17). La idolatría es tentación de todas las épocas cuando se hace de personas, realidades o cosas el valor absoluto, en quienes se pone la confianza.

* 14,3-21. La regulación de animales puros e impuros, como una de las primitivas expresiones de la consagración de Israel, es algo superado por Jesús, al mostrar que la persona queda impura, no por lo que come, sino por lo que sale de dentro del corazón (Mc 7,14-23). Dios le revelará a Pedro que no llame profano a lo que él ha santificado (Hch 10,10-16: 11,5-10).

* 14,22-29. El diezmo, en especie o en dinero, estaba destinado a mantener el santuario o el palacio y a sus servidores; sin embargo aquí tiene un sentido de disfrute religioso–familiar, ya que se emplea para comprar comida consumida por la familia en el santuario, en presencia del Señor en un ambiente de alegría. Posee también un sentido social de solidaridad con los más necesitados, como se muestra, sobre todo, en el diezmo trienal.

* 15,1-18. Dos leyes del año sabático con una proyección social muy seria para hacer frente al endeudamiento que provocaba la esclavitud. Se ordena el perdón de las deudas a los israelitas y la libertad a los esclavos hebreos, varones o mujeres, como memorial vivo de la liberación de Egipto (15,15); así el israelita está llamado a hacer suya la actitud de Dios que toma partido por el oprimido. El año sabático, al igual que el jubilar (cada 50 años), tiene la función, entre otras cosas, de restaurar el orden primitivo de la creación, haciendo que los bienes de la tierra alcancen a todos y que la libertad personal sea realidad, en todo israelita (Lv 25). El pobre y el esclavo son hermanos y esto tendría que reflejarse en la transformación de su condición económica y personal, reconociéndole sus derechos y siendo solidarios con ellos. Se supera la ley de Éx 21,1-12 con relación a las esclavas hebreas. La posterior ley de la santidad (Lv 17-26) prohibirá más radicalmente la esclavitud de los israelitas (Lv 25,38-43). El empobrecimiento y la esclavitud de unas personas no son voluntad de Dios, sino resultado de pecados de injusticia, personales, sociales y estructurales.

* 15,19-23. Los primeros machos de los animales, nacidos sin defecto, pertenecen al Señor. Se deberán sacrificar y comer en el santuario elegido por el Señor.

* 16,1-17. En Israel las fiestas, aunque tenían orígenes diversos, pronto adquirieron un sentido histórico salvífico. La Pascua, de origen pastoril, y la de los Panes sin levadura o panes ácimos, de cultura agrícola, se fusionaron y constituyeron una misma fiesta por celebrarse en el mismo tiempo y por evocar y actualizar la salida de Egipto (16,1-8). Hay que notar que, a diferencia de Éx 12,4, aquí se admite como víctima pascual una res de ganado mayor (Dt 16,2). Otras dos fiestas agrícolas son la de las Semanas (16,9-12) o de la siega de las primicias, que por realizarse siete semanas después fue llamada “el quincuagésimo” o Pentecostés (Lv 23,15-16), y la de las Chozas (Dt 16,13-15) o recolección, la más popular, denominada en algunos textos: la fiesta (1 Re 8,65; 12,32; Ez 45,25). Ambas fiestas, de una u otra forma, reciben un sentido salvífico. Así la fiesta de las Semanas invita a tomar en cuenta a los desamparados, al evocar la esclavitud en Egipto (Dt 16,11-12), y en la tradición judía posterior evocó el don de la Ley en el Sinaí. En la fiesta de las Chozas, se recordará luego la estancia en el desierto (Lv 23,43). Todas esas fiestas se han de celebrar en el lugar elegido por el Señor, y tienen un sentido religioso–social: son del pueblo, de las familias, que comparten la alegría y el regocijo, aún la comida, con los más necesitados. Los varones israelitas están obligados en esas tres fiestas a peregrinar al único santuario sin ir con las manos vacías (Dt 16,16-17); pero no es solo una fiesta de varones, pues se reconoce también la presencia de las mujeres (16,11.14).

* « 16,18-18,22. En esta sección central del código deuteronómico (nota a 12,1-26,16) se dan ante todo normas en torno a las autoridades del pueblo: jueces y magistrados, reyes, sacerdotes y profetas, aunque estos últimos son más bien personas carismáticas, libres de cualquier atadura institucional, y por lo tanto, con una autoridad moral, pero no jurídica.

* 16,18-17,13. El gobierno de Israel no depende exclusivamente de Moisés (1,12), sino de colaboradores de las diversas tribus (1,9-17). Los jueces, civiles o religiosos, y los magistrados, que son nombrados en todos los poblados, han de ser leales y honestos para que puedan administrar la justicia con rectitud, sin dejarse sobornar (16,18-20). En medio de unas prohibiciones cultuales, aparecen algunas referencias a un proceso por idolatría, para dictaminar un juicio, avalado por dos o tres testigos (16,21-17,7). También se indica que las causas difíciles en litigios han de ser resueltas en el tribunal del santuario central por un sacerdote y un juez apropiados, acatando su veredicto (17,8-13). Así queda patente el carácter sagrado que debe tener la justicia en Israel.

* 17,14-20. En Israel la monarquía es iniciativa del pueblo, no de Dios (1 Sm 8). Sin embargo, el rey será un hermano israelita, elegido por el Señor y no puede oprimir a los suyos («No hará regresar al pueblo a Egipto»: 17,16), tampoco debe dejarse seducir por idolatrías de distinta índole: ni por el poderío militar, ni por las mujeres, ni por el dinero, para que su corazón no se desvíe del Señor. El rey no es la autoridad máxima de Israel, pues él, como sus demás hermanos del pueblo, está sometido a la Ley de Dios, que debe copiar y aprender para así respetar a Dios y no sentirse superior a sus hermanos. Parece que la primera parte de esta ley tiene como trasfondo el fuero del rey, costumbre o abuso, advertido al pueblo por Samuel (1 Sm 8,11-18), lo mismo que el reinado de Salomón que cayó en opresiones e idolatrías (1 Re 5; 10,14-12,19).

* 18,1-8. El sacerdocio es hereditario, pertenece a la tribu de Leví, que tiene derechos para vivir de las ofrendas cultuales, ya que por su ministerio no tienen un lote en el reparto de la tierra (aunque se les dieron cuarenta y ocho ciudades para que viviesen: Jos 21,41). En realidad, el Señor es su verdadera herencia. A raíz de la centralización del culto muchos levitas quedaron desocupados de su oficio cultual en las distintas poblaciones, de allí su preocupación por ellos en este código (nota a Dt 12,1-28). Como ya se indicó, posiblemente muchos se convirtieron en predicadores itinerantes de la Ley.

* 18,9-22. Se condenan muchas formas de querer adivinar y atrapar el futuro. Quien las practica es abominable ante Dios, algo que contradice a su vocación de ser parte del pueblo consagrado al Señor (18,9-14). El profeta es llamado por Dios; no pertenece a ninguna institución. El Señor es libre para comunicarle su palabra. Entre los profetas sobresale Moisés, quien transmite la palabra de Dios y en su nombre realiza signos y maravillas (34,10-12; Nm 12,6-8). El mismo Señor suscitará, entre los hermanos del pueblo, un profeta semejante a Moisés a quien hay que escuchar (Dt 18,15-19). Quizá la promesa original abarque a todo auténtico profeta, pero poco a poco se fue entendiendo del profeta escatológico. Así, Pedro verá en Jesús el cumplimiento de esta promesa (Hch 3,20-24; 7,37). El texto rechaza a los falsos profetas. Para distinguirlos de los verdaderos, se presenta un criterio insuficiente, el del cumplimiento de su palabra (Dt 18,20-22; ver 13,2-4); se requeriría un discernimiento más profundo, con otros criterios complementarios.

* « 19,1-25,19. Esta tercera y última sección del código deuteronómico (nota a 12,1-26,16) subraya los deberes para con el prójimo, que en definitiva son inseparables del auténtico culto a Dios. Como expresión y compromiso que surge del culto se debe vivir la solidaridad con el hermano, especialmente con el más indigente (22,1-4; 23,16-17.25-26) preocupación constante del código. También de allí dimanan las actitudes fundamentales de respeto a la vida (19,1-13; 21,1-9; 24,6-18), a la veracidad en los juicios (19,15-21; 25,1-3), a la unión conyugal y vida familiar (21,10-21; 22,13-23,1), a las propiedades legítimas (19,14; 23,25-26), que son algunos de los grandes temas que aparecen en este conjunto de leyes. Diversas de ellas velan por el bien no solo del israelita, sino de toda persona (21,10-14), de animales (22,4.6-7) y de la naturaleza (20,19-29).

* 19,1-13. Ciudades de asilo para el homicida involuntario o inocente, para salvaguardarlo del vengador de sangre (19,1-10). En cambio, para el homicida voluntario o culpable (19,11-13), conforme a la mentalidad de aquella época, solo con su propia muerte se extirpa el mal en Israel, como también sucede en otros delitos (13,6; 17,7; 19,13; 21,21). Esto de ninguna manera avala la pena de muerte hoy día.

* 19,14: Remover linderos o límites es señal, entre otras cosas, de ambición y codicia; además constituye una falta de respeto a la propiedad del prójimo, sobre todo del pequeño propietario. Los profetas denunciaron el latifundismo, los abusos de acaparar campos y casas (Is 5,8-10; Miq 2,1-5; Jr 22,13-19; Hab 2,6-14).

* 19,15-21. Los juicios deben estar apegados a la justicia. De allí la necesidad de, por lo menos, dos testigos, para acusar a alguien. El falso testimonio puede afectar al honor, a las propiedades y a la vida del prójimo. El castigo sobre los acusadores falsos será el que ellos pretendían dar a la persona inocente, como aparece en la historia de Susana, defendida por Daniel en contra de los dos ancianos, que dieron falso testimonio de ella (Dn 13,45-64).

* 20,1-20. Conforme a la mentalidad de aquella, época, la guerra es santa. Dios guerrea por su pueblo, mostrando así su poderío. Por eso el sacerdote arenga a los soldados a no temer ni acobardarse, sino a poner su confianza en el Señor (20,1-4). Hay causas excluyentes de la batalla; de allí las preguntas que los escribas u oficiales hacen a los combatientes (20,5-9). Se distingue entre la guerra hecha a ciudades lejanas al territorio que van a ocupar, y las ciudades cananeas que van a desalojar; en estas últimas nadie puede quedar con vida (20,10-18). Esta orden, que nunca se llevó a cabo plenamente, refleja en su trasfondo una motivación religiosa: Israel ha de permanecer fiel a su único Dios y no irse tras otros dioses, cayendo en la idolatría; de allí la orden de destrucción total (nota a 7,12-26). Conviene atender a la norma ecológica ante los árboles frutales (20,19-20). Hoy día, a la luz de Cristo, no puede admitirse una guerra o exterminio en nombre de Dios.

* 21,1-9. La sangre, expresión de vida, clama al Señor desde la tierra, que ha sido manchada con ella, y pide buscar al responsable de un asesinato (Gn 4,10-11; ver 9,5.6). Se dan normas para cuando el homicida es desconocido y no se llega a comprobar la responsabilidad de alguien por una persona encontrada muerta. El rito que se realiza remueve la impureza de la tierra y muestra que nadie de ellos es responsable de la sangre derramada.

* 21,10-21. Se ofrecen algunas normas relativas a la vida conyugal y familiar: una mujer cautiva que es desposada por un israelita (21,10-14); los derechos del hijo primogénito, aunque no sea de la esposa más querida (21,15-17), y la conducta ante el hijo obstinado, indócil y rebelde, para así extirpar el mal de Israel (21,18-21).

* 21,22-23. El cadáver del ejecutado que permanece colgado es presentado como maldición. Esto explica, entre otras cosas, por qué Jesús, una vez muerto, es bajado inmediatamente de la cruz (Jn 19,31). Para Pablo Jesús, clavado en la cruz, se hizo maldición por nosotros para así rescatarnos de la maldición de la ley (Gál 3,13).

* 22,1-12. Unas normas expresan sentido de solidaridad, humanismo y respeto al hermano propietario de animales (22,1-4). Otras inculcan el respeto a la vida de animales y personas (22,6-8). Una disposición sobre el manto y sus flecos en las cuatro puntas (22,12; ver Nm 15,37-41; Mt 9,20; 23,5). En cambio, otras leyes reflejan concepciones, muy distintas a las de hoy: para ellos, la mezcla o combinación atentaba contra el orden, la armonía y la distinción en la creación (Dt 22,5.9-11; Lv 19,19),

* 22,13-21: La mujer debía llegar virgen al matrimonio. Esta ley trata de velar contra la posible calumnia del esposo hacia su mujer, o de comprobar la veracidad de su acusación y sus consecuencias. La mujer es tratada como menor de edad, pues ella no se defiende por sí misma.

* 22,22-23,1. Normas relativas a las relaciones sexuales prohibidas en razón de adulterio, violación o incesto. Lo importante era extirpar el mal de Israel, por eso la orden de matar a las personas culpables, que en la actualidad no puede tomarse al pie de la letra.

* 23,2-9. La asamblea de Israel, pueblo consagrado, pertenece a Dios; de allí una serie de normas de carácter fisiológico o étnico, de quiénes pueden o no ser admitidos en ella. Esto contrasta con el universalismo de la salvación, proclamado desde el AT (Is 56,4-7), inaugurado por Jesús (Mt 8,10-12) y puesto en práctica por la comunidad cristiana (Hch 8,26-40; 10,34-35: Gál 3,28; 1 Tim 2,3-4).

* 23,10-15. En la concepción del AT, la guerra es santa (nota a 20,1-20), por lo mismo también lo será el campamento, cuya pureza ritual es regida por leyes explícitas.

* 23,16-26. Una serie de prescripciones de diversa índole: la actitud ante un esclavo que huye de su amo, quizá ambos extranjeros (vv. 16-17); la prohibición de la prostitución sagrada, práctica que probablemente estaba muy extendida en los santuarios cananeos (vv. 18-19); lo relativo a préstamos a los hermanos israelitas y a los extranjeros (vv. 20-21); el cumplimiento de las promesas hechas a Dios (vv. 22-24); el derecho del transeúnte por los campos para satisfacer su hambre (vv. 25-26), en razón de solidaridad y generosidad por parte del propietario (cf. 14,28-29; 24,19-22).

* 24,1-4. El divorcio se permitía al varón; las interpretaciones posteriores admitían desde causas banales hasta solo causas serias. La ley pone solo un límite para volver a las primeras nupcias (24,1-4); Dios, sin embargo, no se deja atar por esa ley en sus relaciones matrimoniales con Israel al aceptarla de nuevo como su esposa (Jr 3,1-5; Is 50,1). En el planteamiento hecho a Jesús sobre el divorcio, él reconoce la concesión de Moisés, pero plantea el ideal matrimonial de los orígenes (Mc 10,1-12; Mt 5,31-32). Hoy la Iglesia está llamada a estudiar y buscar una respuesta evangélica ante la práctica del divorcio, por ser esta una realidad que tiene muchas causas y diversas explicaciones.

* 24,5-25,4. Diversidad de leyes y la mayoría de ellas trata de proteger a los más necesitados. Una de las normas vela por el bienestar matrimonial (24,5). Muchas enfatizan la justicia al prohibir el secuestro (ese es el sentido de la prohibición de robar; nota a Éx 20,15) para esclavitud o venta, o al defender a los endeudados, a los jornaleros pobres y a los más indefensos en contra de cualquier abuso, mostrando la actitud de Dios que tomó partido por los israelitas ante su situación inhumana; además, exigen la solidaridad con los más débiles (Dt 24,6-7.10-15.17-22). Otras leyes abogan por la pureza ritual (24,8-9). Una establece el principio fundamental de la responsabilidad personal en una mentalidad que acentuaba la colectiva o comunitaria (24,16; ver 5,9; Jr 31,29-30). Otras se refieren a los juicios en los que hay que velar por la auténtica justicia y muestran que el castigo no debe ser excesivo para el hermano (Dt 25,1-3). Por último, una actitud condescendiente hacia los bueyes que trillan (25,4).

* 25,5-10. La ley llamada del levirato (levir, en latín, o «cuñado»), trata de asegurar la descendencia del hermano muerto y su supervivencia en Israel. Es el caso que los saduceos, al no creer en la resurrección, plantearon a Jesús para hacerle ver lo ridículo que era pensar en la vida del más allá (Mt 22,23-33). Algunos intérpretes ven en el trasfondo de Dt 25,9-10 una base para descubrir en la reiterada frase del Bautista: «No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (Mc 1,7; Lc 3,16; Jn 1,27) o «ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias» (Mt 3,11), la imagen de Jesús como el Mesías esposo. Los discípulos de Jesús engendramos hijos –discípulos–, no propios, sino del «Esposo» (1 Cor 1,12-13; Hch 20,30).

* 25,11-19. Se encuentran en este pasaje leyes de diversa índole. Una inculca el respeto al honor del varón en sus genitales (25,11-12). Otras enfatizan las relaciones comerciales basadas en la justicia, no en el fraude, algo abominable a los ojos de Dios, contrario a la vocación de pueblo santo (25,13-16). Y, por último, se da el mandato de borrar el recuerdo de los amalecitas que se aprovecharon de los israelitas (25,17-19).

* « 26,1-16. Con dos ritos conclusivos se cierra el código deuteronómico mostrando la íntima unión que hay entre la profesión de fe y su vivencia en la solidaridad y fraternidad. El primero, la entrega de las primicias (26,1-10), conduce al acto de fe que en el hoy permanente reconoce a Dios, origen de todo don, y sus grandes acciones salvíficas, desde la bajada del errante Jacob a Egipto, luego la salida de la tierra de la opresión, hasta la llegada a la tierra de la libertad y abundancia. Es el paso de no tener tierra o estar en tierra de esclavitud a poseer la tierra de libertad y abundancia, don divino, escenario donde se debe cumplir la Ley predicada por Moisés. El segundo rito, compartir con alegría las primicias y dar los diezmos (26,11-15), expresa solidaridad, al participar a los más necesitados de los frutos recibidos del Señor. Así la fe que se proclama en el Dios que toma partido por el oprimido, se vive en la fraternidad hacia los más desposeídos: levita, forastero, huérfano y viuda. El texto concluye con una fórmula (26,16) que evoca el inicio del código y otros textos claves de este segundo discurso de Moisés llamando a la observancia de la Ley del Señor (12,1; ver 5,1; 11,32).

*26,17-28,68: Estos textos constituyen la tercera y última parte que concluye el segundo discurso de Moisés, cuyo centro es el código deuteronómico. Son la ratificación de la alianza con sus bendiciones y maldiciones.

* 26,17-27,10. Sin emplear el término «alianza», se evoca esta realidad en la fórmula: «Yo seré su Dios, ustedes serán mi pueblo» (26,17-18; Jr 31,31). Se trata de una relación de diálogo amoroso interpersonal, de reciprocidad, de fidelidad mutua, aunque no entre iguales, pues se resalta la iniciativa y el amor del Señor que ha prometido sus bienes. En el hoy de cada día se vive la fidelidad de Dios y la del pueblo consagrado al Señor, propiedad suya, que se compromete a cumplir la Ley y seguir al Señor. Una vez que entren a la tierra, obedecerán la orden de Moisés y de los ancianos de escribir las palabras de la Ley en unas piedras y de erigir un altar (Jos 8,30-35) Ambas cosas serán memorial perpetuo de ese compromiso mutuo.

* «27,11-28,68. La bendiciones y maldiciones solían seguir a los tratados de vasallaje. El rey soberano se comprometía a cuidar a sus vasallos, y estos a guardar lealtad a su amo y sus sucesores. Pero si no eran fieles, estaba la amenaza de la desgracia. Dios se vale de estos formularios para expresar la felicidad total prometida al pueblo, si permanece en comunión, fiel al amor a Dios y a los hermanos, o la desgracia, la maldición, como consecuencia de no aceptar la Ley del Señor, el compromiso con Dios y con los hermanos (28,58-59). El texto se desenvuelve en dos grandes escenas. En la primera (27,11-26) aparecen las tribus distribuidas equitativamente, seis en el monte Garizín, para la bendición, y las otras seis, en el Ebal, para la maldición. Los levitas pronuncian solo las maldiciones a las que todo el pueblo da su asentimiento respondiendo: “Amén”. Son doce maldiciones por las faltas a Dios y a su Ley, y por pisotear los derechos de los demás, especialmente de los más indefensos, o por alterar la armonía familiar en relaciones sexuales equivocadas. En la segunda escena (28,1-68), implícitamente es Moisés quien pronuncia las bendiciones (28,1-14) y las maldiciones (28,15-68). Bendiciones y maldiciones, en una época donde no se conoce la vida eterna, afectan al ser humano en sus diversos entornos, en la totalidad de su vida. Unas y otras llegan al campo y la ciudad, a las plantas y los animales, a la vida del ser humano y a su convivencia, al pueblo en su relación con las demás naciones. Aun cuando Israel, por sus fallas a la alianza, experimentó la desgracia de volver a Egipto (28,68), como símbolo de desandar la historia regresando a la tierra de esclavitud, sin embargo siempre tuvo la supremacía el amor misericordioso de Dios que le ofreció su perdón y su gracia (4,29-31; 30,1-14).

* ­ 28,69-32,52. Tercer discurso de Moisés que se centra en la alianza que se renueva en Moab, en víspera de entrar a la tierra prometida. Elementos de diversa índole literaria conforman esta parte; algunos son típicos del pacto y otros, una serie de exhortaciones a mantenerse fieles a la Ley de Dios.

*28,69-30,20. Moisés comienza dirigiéndose a todo el pueblo de Israel y recuerda los beneficios divinos que deben ser vistos no solo en su materialidad, sino con ojos de fe para interpretarlos y entenderlos (29,1-7). Luego exhorta a todos los miembros de la comunidad, a los presentes y a los futuros, al cumplimiento de la alianza que pactan, en el hoy permanente, siendo fieles a su Dios ya que son su pueblo (29,8-14). Por desgracia se abre la posibilidad de la caída en la idolatría y del castigo divino (29,15-20) que sorprenderá a propios y extraños y solo se entenderá a la luz de la infidelidad del pueblo a la alianza con su único Dios (29,21-28). Sin embargo, la condena no es la última palabra del Señor que llama a la conversión y posibilita, desde el exilio, la vuelta a él de todo corazón y el retorno a la tierra perdida, mostrando así su misericordia y otorgando a cada uno la gracia de un corazón circunciso para que pueda escuchar su palabra (30,1-10), que está muy cerca de su boca y corazón (30,11-14). De esta forma, Israel, y con él la comunidad cristiana, se encuentra en constante opción ante Dios para elegir el camino de la bendición, felicidad y vida, o el de la maldición, desgracia y muerte, como lo atestigua la creación entera, el cielo y la tierra (30,15-20).

* 29,18. El dicho final de Dt 29,18 resulta difícil en su traducción e interpretación; quizá refleje la falsa confianza de quien, a pesar de su pecado, se siente seguro o cree que su falta no será conocida.

*31,1-29. Tres temas principales resuenan en esta parte: la sucesión de Moisés por parte de Josué; la escritura, lectura y conservación de la Ley, y el cántico con la perspectiva del destierro. a)- Moisés ya ha cumplido su ciclo de vida, los ciento veinte años que la tradición judía posterior, de la que es testigo Esteban, divide en tres períodos: los primeros 40 en su estancia en la corte del faraón, los otros 40 a partir del momento en que sale a defender al hebreo y, al ser malinterpretado tiene que huir al desierto, y los últimos 40 desde su llamado a liberar a Israel hasta la víspera de entrar a la tierra (ver Hch 7,20-30, basado en Éx 7,7). Por eso el guía de Israel exhorta al pueblo y a Josué, su sucesor, a ser fuertes y valientes, ya que el Señor estará con ellos para ocupar la tierra que les dará y que él solo verá de lejos. El mismo Señor, presente en la Tienda del Encuentro, asegura su acompañamiento a Josué para realizar esta misión (Dt 31,1-8.14-15.23); b)- la Ley, escrita por Moisés y entregada a los sacerdotes para que se lea a todo el pueblo cada siete años es el gran testamento que Moisés deja a su pueblo, un llamado constante a escuchar la voz de Dios (31,9-13), y que luego, al ser depositada en el arca de la Alianza, será el memorial del pacto divino con su pueblo que por desgracia Israel olvidará (31,24-29); c)- el cántico que Moisés debe enseñar al pueblo servirá también como testimonio contra Israel por su infidelidad, al irse tras otros dioses y romper su alianza con el Señor, tal como lo previó Dios mismo (31,14-28).

*31,30-32,47. El cántico parece seguir el esquema de un proceso judicial que Dios, teniendo por audiencia y testigo cielos y tierra, emprende contra su pueblo que le ha sido infiel y, por eso, experimentará el castigo. No obstante, de forma sorpresiva, tras el juicio negativo viene luego el perdón del Señor hacia los suyos y la condena de sus enemigos. Conviene recordar que en la mentalidad antigua, cuando no se conocía la vida eterna, la justicia de Dios, que según ellos premiaba y castigaba, se daba siempre en los acontecimientos de esta vida. Desde esta perspectiva entendemos mejor muchos textos del AT. En cuanto al contenido del cántico, Moisés convoca al inicio a sus oyentes y testigos y, en ambiente sapiencial, proclama la fidelidad y rectitud de Dios, llamado «Roca» por su firmeza protectora e invita a glorificarlo (31,1-4). Por desgracia, el pueblo ha sido insensato e infiel con su padre Dios (31,5-6), a pesar de que el Señor lo había elegido entre todos los pueblos de la tierra como su heredad, lo había colmado de favores como a la pupila de sus ojos y lo había protegido como el águila a sus polluelos (31,7-14). Sin embargo, ya colmado de bienes, Israel –llamado también «Yesurún» con el significado, quizá irónico, de justo o fuerte– se olvidó del Señor, descrito con rasgos maternos en Dt 31,18, y lo abandonó (31,15-18). La actitud de Dios será también de rechazo a sus hijos que se fueron tras los ídolos. El Señor les ocultará su rostro amoroso y los castigará a la vez que a la misma naturaleza por medio de una nación insensata (31,19-25). Sin embargo, sorpresivamente Dios detiene su ira ante la posible incomprensión de los adversarios, al creer ellos que su fuerza causaba la desgracia a su pueblo, cuando el causante era el poder del Señor (31,26-31). Por eso el castigo alcanzará a los adversarios (31,32-35); en cambio, el Señor, el único Dios, defenderá a su pueblo y le ayudará a recapacitar que no son los dioses quienes le dan seguridad, sino él, su Dios, que tiene un poder total, sobre la vida y la muerte, y que castiga a sus enemigos (31,36-42). Termina el cántico llamando a las naciones a alabar al pueblo de Dios, ya que el Señor se venga de sus adversarios y purifica a su pueblo (31,43). Después de proclamar el cántico a todo el pueblo, Moisés, acompañado de Josué por última vez en el libro, reitera la exhortación fundamental que atraviesa todo el Deuteronomio y llama a Israel a permanecer fiel a la Ley y ponerla en práctica, porque de su observancia depende su vida.

* 32,48-52. El Señor ordena a Moisés subir al monte Nebo para contemplar la tierra a la que él no entrará por su desobediencia. Esta pequeña narración, por una parte prepara el testamento o bendición de Moisés (Dt 33) y por otra empalma con el último capítulo que relata su muerte (Dt 34).

* ­ 33,1-34,12. El final del Deuteronomio y del Pentateuco contiene el cuarto y último discurso de Moisés, su bendición a Dios y a las tribus y el relato de su muerte.

* 33,1-29. La bendición de Moisés a cada una de las tribus está enmarcada en alabanzas a Dios, rey de Israel, que se ha manifestado a los suyos, por medio de Moisés les dio una Ley, y se constituyó en su salvador y protector (33,2-5.26-29). Es un género relativamente común, el del testamento o bendiciones finales, como las de Isaac (Gn 27) y de Jacob a sus hijos (Gn 49). Son augurios, buenos deseos o constataciones. El orden en que vienen enumeradas las tribus no es el tradicional (35,22-26), quizá razones de orden geográfico (sur, centro y norte) o cronológico influyeron en esto. No aparece la tribu de Simeón, que ya había sido anexada por la de Judá. La de José se distribuye en sus dos hijos. En las bendiciones, dos tribus son tratadas más ampliamente: la de Leví y la de José en sus dos hijos. A Leví pertenecen las suertes o dados, los urim y los tumim, medios adivinatorios primitivos para descubrir la voluntad de Dios (Nm 27,21; 1 Sm 14,41). La enseñanza de la Ley y el ministerio cultual son otras características de la tribu de Leví que muestra su fidelidad a Dios por encima de lazos familiares (Dt 33,8-11). También describe con más detalles al elegido entre sus hermanos, a José con sus hijos, Efraín y Manasés, enfatizando la fecundidad de la tierra que ocupan y el poder del toro o fuerza militar que tienen; al Señor se le describe como el que habita en la zarza, en una alusión implícita a la vocación de Moisés (33,13-17).

* 34,1-12. El Deuteronomio, y con él todo el Pentateuco, termina en tensión, pero abierto al futuro. El pueblo que se ha multiplicado, conforme a la promesas de Dios (Gn 12,1-3; Éx 1,7, 12,37), está a punto de entrar a la tierra prometida, pero muere su líder humano, el protagonista desde el Éxodo hasta aquí, aquel que –por iniciativa de Dios– fue llamado a sacar a Israel de Egipto para conducirlo a la tierra prometida (Éx 3,7-10). Moisés, el hombre de Dios, contempla desde lejos esa tierra; muere sin ver realizada la promesa. Será Josué quien, por orden de Dios, conduzca al pueblo a la tierra a la que el Señor los lleva (Nm 27,12-23). La muerte y sepultura de Moisés no tienen testigos. El texto deja traslucir que quien sepulta a Moisés es el mismo Dios. Por eso su recuerdo deja lugar al de Dios, verdadero protagonista de la historia de salvación y dador de la Ley, como fuente de vida. Moisés es un servidor del Señor, es el más grande profeta que ha surgido en Israel (Nm 12,6-8; Dt 18,15-19), poderoso en obras y palabras, quien ha proclamado la Ley de Dios y la ha dejado en herencia a todas las generaciones que están llamadas a cumplirla para poder vivir. Indirectamente aparece la supremacía de la Ley, proclamada por el profeta más grande, sobre los profetas que vendrán. El final del Deuteronomio y de todo el Pentateuco queda abierto, lleno de esperanza para judíos y cristianos, al pleno cumplimiento de las promesas divinas, y con el compromiso de proclamar las maravillas de Dios y vivir conforme a su voluntad, a su Ley. Los cristianos reconocemos en Jesús al nuevo Moisés, que ha llevado a plenitud la Ley y las enseñanza de los profetas (Mt 5.17), el profeta prometido que comunica las palabras de Dios (Hch 3,20-24), profeta poderoso en obras y palabras (Lc 24,19). Es más, no solo «el profeta» (Jn 6,14), sino la Palabra eterna del Padre hecha carne (Jn 1,14).

 

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