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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. Me dediqué a investigar y explorar con sabiduría (1,13). El autor y su tiempo

 

En el epílogo (12,9-14) se ofrecen datos acerca del autor de esta obra de sabiduría: un sabio que enseñó al pueblo, que reflexionó e investigó, que expresó con acierto el fruto de sus reflexiones, que abordó asuntos centrales para la vida. ¿De quién se trata? Quien compuso las palabras conclusivas lo llama “Qohélet” (12,9-10); más aún, con ese nombre viene mencionado en 1,1.2.12; 7,27; 12,8.

El nombre Qohélet se deriva del término hebreo con que se designa la asamblea (qahal). En particular la asamblea del pueblo de Israel cuando es convocado por Dios para hacerle oír su palabra. Qohélet, entonces, sería “el que preside la asamblea, el predicador”. En la tradición se ha conservado el nombre que este libro tiene en la Biblia griega: Eclesiastés, que identifica a quien se sienta o habla en la asamblea (ekklesía).

En dos ocasiones (1,1.12) el nombre Qohélet queda asociado al rey Salomón. La tradición judía propuso como autor de esta obra sapiencial a Salomón; la tradición cristiana siguió esa propuesta. Pero, al observar detenidamente la obra, queda claro que el autor es un maestro de sabiduría cuya enseñanza se ubica mucho después del tiempo en que vivió el rey Salomón. El autor aprovechó el dato de tradición, que atribuía al rey sabio todo lo sapiencial, en general, y puso la obra bajo su patrocinio. Los primeros dos capítulos presentan las reflexiones y conclusiones de un sabio, cuyas características quedan bien si se atribuyen a un rey; pero el resto de la obra, aun retornando cada tanto al tema del rey, está muy lejos de constituir reflexiones que puedan atribuirse al hijo de David. El autor es, más bien, un hombre que reflexiona desde una situación serena y puede someter a revisión aspectos fundamentales de la vida; es un sabio que, además, enseña a muchos; un maestro que revisa la sabiduría tradicional y constata algunas de sus propuestas, pero a otras las somete a escrutinio y hasta las descalifica para proponer sus propios puntos de vista, fruto de la observación, la experiencia y la reflexión. Qohélet es un creyente que remite todo a Dios; sus reflexiones están bien ubicadas en las coordenadas de Israel: la fe en Dios creador y la conciencia de la necesidad de cumplir la voluntad de Dios.

La trayectoria de las reflexiones de Qohélet nos lleva a pensar que la obra fue escrita durante la segunda mitad del s. III a. C., quizá muy cerca del año 200. En cualquier caso tenemos que considerar una fecha límite, luego de la cual no pudo haber sido escrita: el año 150 a. C., fecha para la cual ya existía una copia de la obra; algunos fragmentos descubiertos en la gruta 4 de Qumrán, dan testimonio de eso. Todavía más, si consideramos que el autor del Eclesiástico parece suponer la enseñanza de Qohélet, no podemos ir más allá del 190-180 a. C., al pretender ubicar cronológicamente el libro de este sabio israelita.

Una serie de datos presentes a lo largo de la obra hacen pensar que el libro fue escrito en Palestina: el carácter impredecible del viento (cf. 1,6; 11,4), la referencia al almendro (cf. 12,5); a cortar la leña (cf. 10,9) y a usar cisternas (cf. 12,6). Con más precisión habría que decir que, cuando el sabio advierte acerca del modo de acercarse a la casa de Dios (cf. 4,17-5,6), queda sobreentendido que se trata del templo de Jerusalén (cf. 8,10). Se puede decir que el libro del Eclesiastés o Qohélet fue escrito en Jerusalén, a finales del siglo III a. C.

 

  1. Si alguno vive muchos años, que se alegre en todos ellos (11,8).Teología del Eclesiastés

 

Una de las constantes del pensamiento del Eclesiastés es el del carácter pasajero de las cosas; ese tema condiciona sus reflexiones y le hace concluir que todos los esfuerzos humanos caen inevitablemente bajo el veredicto de ser “vanidad”. Por “vanidad” se entiende lo que es vacío, lo que es hueco, lo que no tiene consistencia. Ese es, por otra parte, el resultado del marco de referencia elegido: la vida presente, vivida “bajo el sol”, condicionada por lo inevitable de la muerte. No obstante, la afirmación de que “todo es vanidad” no es el punto de llegada de las reflexiones del sabio, sino su punto de partida. De ser el punto de llegada, estaríamos ante una reflexión marcada por el pesimismo, que conduciría al desánimo y a la desesperación. Pero el sabio propone otro tema, planteado como pregunta: “¿En qué consiste la felicidad de los humanos?”. Y entonces desarrolla sus reflexiones, que le hacen proponer el trabajo como el espacio apropiado en el que Dios da, como regalo, la capacidad de experimentar felicidad.

La conciencia de que hay un tiempo apropiado para cada cosa, pero al mismo tiempo de que los humanos no somos capaces de conocer el conjunto de la obra de Dios, hace que el mismo trabajo sapiencial resulte sometido al veredicto ya dado a las actividades humanas en general: también eso es vanidad; pero impulsa a buscar en Dios, como regalo, lo que no se obtiene como ganancia; de ahí que la obra culmine con una vehemente llamada a disfrutar a lo largo de la vida, mientras sea posible. La felicidad se convierte en mandamiento; el trabajo diario, en condición; Dios, en referente absoluto y cotidiano.     

En el horizonte de la reflexión sapiencial israelita, el libro del Eclesiastés supone una larga actividad, como la expresada en el libro de los Proverbios. Pero al retomar la sabiduría tradicional, el sabio Qohélet revisa, confronta con la realidad, replantea a partir de sus observaciones y reflexiones y propone sus puntos de vista. Su aportación no está tanto en ofrecer novedades como en ayudar al pueblo a identificar su lugar, sus capacidades y sus límites; y a ubicarse como creatura, como caduco y pasajero, como necesitado de Dios. El Eclesiastés recuerda que se debe desempeñar con ahínco la tarea recibida, porque ella es el espacio en el que Dios llena el corazón de felicidad.

 

  1. Qohélet escribió con acierto(12,10). Elementos literarios y estructura del libro

 

Elementos literarios: el libro refleja con mucha propiedad la actividad sapiencial israelita: el lenguaje usado (sabio, necio, justo, pecador, etc.), y los modos de expresarse (proverbios, comparaciones, reflexiones, instrucciones, etc.) son típicamente sapienciales; entre ellos destaca el desarrollo de los temas en forma de reflexión: el sabio presenta las conclusiones como fruto de su observación; más aun, sus experiencias son las que respaldan las exhortaciones concretas que coronan su obra.

En el desarrollo de su reflexión, el sabio Qohélet permite evocar el estilo de las instrucciones egipcias y los temas de sabiduría abordados en Mesopotamia y en los pueblos de habla griega con sus modos de expresarla. Su trabajo, sin embargo, es el de un sabio que cree en el Dios de Israel.

En 1,3-3,15 abordará los asuntos sapienciales en el marco de la vida presente; su objeto de reflexión es lo que sucede “bajo el sol”. Y serán dos sus líneas de búsqueda: la pregunta por la ganancia que obtienen los seres humanos de todas sus fatigas y el interrogante por la felicidad. Desde esta sección, bajo la ficción de ser Salomón, Qohélet deja claro que no hay ganancia permanente y que la felicidad está en relación con Dios, como regalo, no como resultado de los esfuerzos propios.

En 3,16-6,9 el sabio despliega los argumentos presentados en germen en la primera parte, introduciendo ahora un nuevo elemento: la vida humana en contexto social. El repaso de diversos aspectos que ocupan a los seres humanos lleva a la misma conclusión: no existen las pretendidas ganancias de unos a costa de otros y caen también bajo el veredicto de “vanidad”. Se recalca nuevamente la posibilidad de alegrarse y disfrutar, pero no como algo que el ser humano puede lograr, sino como regalo que Dios está dispuesto a conceder.

En la tercera sección (6,10-8,17) disminuyen las reflexiones a partir de la observación y ganan en presencia las enseñanzas tradicionales de sabiduría. El sabio cita proverbios y principios aceptados por todos y los somete a revisión, para proponer, finalmente, sus conclusiones. Ante la incapacidad para alcanzar sabiduría, el sabio vuelve a la misma conclusión: lo mejor es alegrarse y disfrutar en medio de las fatigas, experimentando la felicidad como don de Dios. 

En la cuarta sección (9,1-12,7) se da paso a una doble exhortación: por una parte, a trabajar con ahínco, aprovechando toda oportunidad; por la otra, a disfrutar a lo largo de la vida. Resuenan aquí los elementos antes revisados y reflexionados: el trabajo no deja ganancias permanentes ni produce de por sí la felicidad, pero en él Dios da la capacidad de alegrarse y disfrutar.

 

Estructura del libro: no resulta sencillo identificar una estructura clara en el libro, aunque sí es posible percibir cuatro bloques en la reflexión y las propuestas del sabio:

 

            Prólogo                                                            1,1-2

  1. Planteamientos iniciales                          1,3-3,15
  2. Desarrollo de esos planteamientos          3,16-6,9
  • Propuestas tradicionales de sabiduría      6,10-8,17
  1. Exhortaciones                                          9,1-12,8

Epílogo                                                            12,9-14

 

Esos bloques de reflexión y exhortación están enmarcados por el lema que identificaba al sabio: “vanidad de vanidades, todo es vanidad” (1,2; 12,8).

El conjunto está precedido por las palabras que sirven de título y referencia al rey Salomón (1,1) y coronado con las palabras de un discípulo que hace un elogio de la persona y la actividad del sabio Qohélet (12,9-14). 

 

 

Prólogo

 

1 1Palabras de Qohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.

 

¡Vanidad de vanidades! -dice Qohélet-.

¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!

 

  1. Planteamientos iniciales

 

¿Qué provecho saca el ser humano?[1]

Ecl 2,22; 3,9; 6,11; 12,8; Sal 90,9-10

 

3¿Qué provecho saca el ser humano

de todas sus fatigas,

con las que se fatiga bajo el sol?

 

Nada nuevo hay bajo el sol[2]

Qoh 2,12.16; 3,15; Prov 27,20; Eclo 40,11; 41,10

 

4Una generación se va y otra llega,

pero la tierra siempre permanece.

5Sale el sol y se pone el sol,

y se apresura a su sitio,

de donde vuelve a salir.

6El viento sopla hacia el sur,

gira hacia el norte;

girando, girando sopla el viento,

y en sus giros regresa a su sitio.

7Todos los ríos van al mar,

pero el mar nunca se llena;

al lugar a donde van los ríos,

allá mismo van de nuevo.

8Todas las cosas cansan,

sin que nadie logre expresarlas:

¿El ojo no se sacia de ver,

y el oído no se cansa de oír?

9Lo que fue, eso será;

lo que se hizo, eso se hará.

Nada nuevo hay bajo el sol.

10Si de algo se dice:

“Mira, eso sí que es nuevo”,

aun eso ya existió

en los tiempos anteriores a nosotros.

11No hay recuerdo de los antiguos,

como tampoco habrá recuerdo

de los que vendrán después

para los que les seguirán.

 

Me dediqué a investigar y explorar con sabiduría[3]

Ecl 2,11.20-23; 3,10; 8,9; 12,12; 1 Re 5,9-14

 

12Yo, Qohélet, fui rey de Israel en Jerusalén.

13Me dediqué a investigar y explorar con sabiduría

todo lo que se hace bajo los cielos.

¡Qué ardua es la tarea que Dios impuso al ser humano

para que en ella se ocupe!

14Observé todas las obras que se realizan bajo el sol,

y descubrí que todo es vanidad y atrapar vientos.

15Lo torcido no se puede enderezar;

lo que falta no se puede contar.

16Me dije para mis adentros:

“Mira que he logrado y acumulado sabiduría

más que todos mis predecesores en Jerusalén;

he adquirido gran sabiduría y ciencia”.

17Me dediqué completamente a conocer

la sabiduría y la ciencia, la locura y la necedad;

y comprendí que también eso es atrapar vientos,

18porque donde abunda la sabiduría, abundan las penas,

y quien acumula ciencia, acumula dolor.

 

Me puse a prueba[4]

Ecl 4,2-3.8; 6,3-6; 9,7; 11,8-10; Prov 14,13

 

2 1Me dije para mis adentros:

“¡Anda, prueba con la alegría, disfruta!”.

Pero vi que también eso es vanidad.

2A la risa, la llamé locura,

y de la alegría dije: “¿Para qué sirve?”.

3Me puse a prueba,

permitiendo a mi cuerpo

dejarse llevar por el vino,

– mientras mi mente

era guiada por la sabiduría –

y entregándome a la necedad,

hasta saber en qué consistía

la felicidad de los seres humanos,

la que se podían procurar bajo los cielos,

durante sus contados días.

 

4Emprendí mis grandes obras,

me construí palacios, planté viñas;

5me hice huertos y jardines

y planté en ellos

toda clase de árboles frutales.

6Me construí estanques de agua

para regar con ellos un fértil vivero.

7Me hice de esclavos y esclavas,

tuve servidumbre a mi disposición,

así como ganado mayor y menor

en tal cantidad que superaba

a los que me precedieron en Jerusalén.

 

8Acumulé también plata y oro,

y los tesoros de reyes y provincias;

me procuré cantores y cantoras

y los placeres de los hombres:

una concubina tras otra.

9Logré grandeza

y superé a todos mis predecesores en Jerusalén,

y aún más, mi sabiduría me acompañaba.

 

10Nada negué a mis ojos de todo lo que deseaban,

ni privé a mi corazón de alegría alguna,

pues yo encontraba gozo en todas mis fatigas;

esa era mi recompensa en medio de mis fatigas.

 

11Me puse a considerar todas las obras de mis manos

y toda la fatiga con que me fatigué al realizarlas,

y vi que todo es vanidad y atrapar vientos,

y que no se saca ningún provecho bajo el sol.

 

¿Para qué me hice tan sabio?[5]

Ecl 1,11; 6,8; 9,3-6; 10,8-15

 

12Me dediqué a observar la sabiduría, la locura y la necedad,

porque ¿qué podría hacer el sucesor del rey

que ya no hayan hecho otros?

13Vi que la sabiduría aventaja a la necedad,

como la luz aventaja a la oscuridad:

14el sabio mantiene sus ojos abiertos,

mientras que el necio camina en tinieblas.

Pero también logré entender

que la misma suerte alcanza a ambos,

15 y así me dije:

“Mi suerte será como la suerte del necio;

entonces, ¿para qué me hice tan sabio?”.

Y concluí que también eso es vanidad.

16Porque no hay recuerdo del sabio que supere al del necio;

con el correr de los días todo queda en el olvido.

¿Cómo es posible que muera el sabio igual que el necio?

 

He detestado la vida[6]

Ecl 4,8; 5,12-16; 6,1-6; Sal 39,7

 

17He detestado la vida,

porque me parecían malas las obras que se hacen bajo el sol, 

ya que todo es vanidad y atrapar vientos.

 

18Detesté el fruto de todas las fatigas

con que me fatigué bajo el sol,

porque tengo que dejárselo a mi sucesor,

19y, ¿quién sabe si será sabio o necio?

Él se adueñará del fruto de todas mis fatigas,

por el que me fatigué y me hice sabio bajo el sol.

También eso es vanidad.

 

20 Y dejé que el desánimo envolviera mi corazón

por todas las fatigas con las que me he fatigado bajo el sol.

21Porque si hay alguien que se fatiga con sabiduría, ciencia y destreza,

pero tiene que dejar su parte a uno que no se fatigó para tenerla,

eso también es vanidad y un grave mal.

 

22Entonces, ¿qué le queda al ser humano de todas sus fatigas

y del esfuerzo con que se fatiga bajo el sol?

23Porque todos sus días son dolorosos

y su tarea está llena de aflicción;

ni de noche descansa su corazón.

También esto es vanidad.

 

No hay nada mejor[7]

Ecl 3,12-13.22; 5,17-19; 8,12-14.15

 

24No hay nada mejor para el ser humano

que comer, beber y disfrutar

en medio de sus fatigas.

También he visto que eso viene de la mano de Dios.

25 Porque, ¿quién come y quién bebe sin que él lo permita?

 

26 Suponer que Dios le da sabiduría, ciencia y alegría,

al ser humano que le agrada,

y que al malvado le da la fatiga de juntar y acumular

para luego dárselo al que le agrada a Dios,

eso es vanidad y atrapar vientos.

 

Cada cosa tiene su tiempo[8]

Ecl 2,24-25; 3,11.17.22; 5,17-19; 8,15; 12,1-7; Sal 104,24; Eclo 18,1-10

 

3 1Hay un momento para todo,

cada cosa tiene su tiempo bajo el cielo.

2Hay tiempo para nacer y tiempo para morir;

tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado.

3Tiempo para matar y tiempo para sanar;

tiempo para destruir y tiempo para edificar.

4Tiempo para llorar y tiempo para reír;

tiempo para hacer duelo y tiempo para danzar.

5Tiempo para lanzar piedras y tiempo para recogerlas;

tiempo para abrazar y tiempo para abstenerse del abrazo.

6Tiempo para buscar y tiempo para perder;

tiempo para guardar y tiempo para tirar.

7Tiempo para rasgar y tiempo para coser;

tiempo para callar y tiempo para hablar.

8Tiempo para amar y tiempo para odiar;

tiempo para la guerra y tiempo para la paz.

9¿Qué provecho saca el que trabaja con fatiga?

 

10He considerado la tarea

que Dios da al ser humano para que se ocupe en ella.

11Dios todo lo ha hecho bueno, a su debido tiempo;

también ha puesto el sentido de lo eterno en su corazón,

pero el ser humano no alcanza a descubrir

de principio a fin la obra que Dios ha realizado.

 

12Comprendo que para él no hay mayor felicidad

 que alegrarse y disfrutar de su vida;

13y también, que es don de Dios

que todo ser humano coma, beba y disfrute la vida

en medio de sus fatigas.

 

Dios restaura lo pasado[9]

Ecl 1,9

 

14Comprendo que todo lo que Dios hace

permanece para siempre;

no hay nada que añadir, ni cosa que quitar.

De ese modo, Dios hace que le teman.

15 Lo que existe, ya antes existió;

lo que sucederá, ya ha sucedido.

Dios restaura lo pasado.

 

  1. Desarrollo de esos planteamientos

 

Los seres humanos son como las bestias[10]

Ecl 2,24-25; 3,1-8.11-13; 5,17-19; 8,15; 12,7

 

16He visto otra cosa bajo el sol:

 en el lugar del juicio se asienta la maldad,

y en el lugar de la justicia, la iniquidad.

17Y me dije:

“Dios juzga al justo y al malvado,

porque hay un tiempo para cada cosa

y un lugar para cada acción”.

 

18Y dije para mis adentros, acerca de la conducta de los seres humanos:

“Dios los pone a prueba y les hace ver que ellos son como las bestias,

19porque corren la misma suerte los humanos y las bestias:

ya que muere el uno como la otra, y los dos tienen un mismo aliento de vida;

en nada aventaja el ser humano a la bestia, porque todo es vanidad.

20Todos van al mismo lugar;

todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo.

 

21¿Quién sabe si el aliento vital de los  seres humanos va hacia arriba

y si el aliento vital de las bestias va hacia abajo, al fondo de la tierra?”.

 

22Y vi que no hay cosa mejor

que el ser humano se regocije en medio de sus obras,

ya que esa es su parte;

porque, ¿quién le hará ver lo que sucederá después de él?

 

Feliz el que no ha visto las malas obras[11]

Ecl 6,3-6; 10,18; Jer 20,14-18; Job 3

 

4 1 Me puse a observar

y vi todas las opresiones

que se cometen bajo el sol;

vi las lágrimas de los oprimidos,

sin que nadie los consuele;

sin que nadie los consuele

de la violencia de sus poderosos opresores.

 

2 Y declaré más felices a los muertos

que murieron hace tiempo,

que a los que todavía viven;

3 pero aún más feliz que ambos, a aquel que todavía no ha nacido,

el que no ha visto las malas obras que se cometen bajo el sol. 

 

4 Vi todo el esfuerzo y todo el fruto del trabajo,

y entendí que eso es pura rivalidad de unos contra otros.

También esto es vanidad y atrapar vientos.

5 El necio se cruza de brazos y se devora a sí mismo.

6 Más vale llenar un puñado con tranquilidad,

que dos puñados llenos con fatiga y atrapando vientos.

 

Más valen dos que uno [12]

Ecl 5,9; 6,1-6

 

7 Me puse a observar

y vi otro absurdo bajo el sol:

8 un hombre solo, sin sucesor,

sin hijos ni hermanos,

pero con una avidez que no tiene límite

y unos ojos que no se sacian de riqueza.

Entonces yo, ¿para quién me fatigo

y me privo de satisfacciones?

También esto es vanidad y una tarea absurda.

9 Más valen dos que uno,

porque tienen buena recompensa por sus fatigas;

10 porque si caen, uno levanta a su compañero;

pero, ¡pobre del solo que cae

sin que haya otro que lo levante!.

11 Además, si se acuestan dos juntos, se dan calor;

pero uno solo, ¿cómo podrá calentarse?

12 Mientras que alguien puede vencer a uno que está solo,

dos le pueden ofrecer resistencia.

La cuerda trenzada no se rompe fácilmente.

 

Más vale un joven pobre y sabio[13]

Ecl 5,7; 8,2-4; 10,16-20

 

13 Más vale un joven pobre y sabio que un rey anciano y necio,

 que ya no sabe dejarse aconsejar;

14 aunque aquel haya salido de la prisión para reinar,

 o haya nacido pobre en su reino.

15  Vi a todos los vivientes,

los que caminan bajo el sol,

ponerse del lado de ese joven,

el sucesor, que ocupará su puesto.

16 Era un pueblo innumerable, que estaba a su favor;

sin embargo, los que vendrán después no estarán contentos con él.

También esto es vanidad y fatiga tras el viento.

 

Cuando vas a la casa de Dios[14]

Ecl 12,13; Nm 30,3; Dt 23,22-24; Prov 10,19; 20,25; Eclo 7,14

 

17 Cuida tus pasos cuando vas a la casa de Dios.

Es mejor acercarse para escuchar

que ofrecer el sacrificio de los necios,

porque ellos ni saben que hacen el mal. 

5 1 No se apresure tu boca

ni se precipite tu corazón a expresar una palabra ante Dios,

porque Dios está en el cielo, pero tú estás en la tierra.

Sean, por tanto, pocas tus palabras.

2 El sueño viene del trabajo excesivo,

y de la abundancia de palabras, el discurso del necio.

3 Si haces una promesa a Dios, no tardes en cumplirla,

porque los necios no lo complacen.

Lo que prometes, cúmplelo.

4 Es mejor que no prometas,

a que prometas y no cumplas. 

5 No permitas que tu boca te haga pecar.

No digas ante el mensajero divino que fue una inadvertencia.

¿Por  qué irritar a Dios por lo que dices

de forma que arruine la obra de tus manos?

6 De los muchos sueños

vienen muchas vanidades

y las muchas palabras.

Tú, en cambio, teme a Dios.

 

Un poderoso vigila a otro poderoso [15]

Ecl 3,16; 4,1; 8,9; 10,5-7

 

7 Si ves en una región la opresión del pobre,

la ausencia de justicia y del derecho,

no te sorprendas por eso,

que un poderoso vigila a otro poderoso,

y otros más poderosos, a ellos.

8 Pero, en todo esto, la ganancia para el país

es un rey que promueva el cultivo de la tierra.

 

El que ama el dinero no se sacia[16]

Ecl 4,8; 6,1-2; Prov 27,20; Eclo 14,3-10

 

9 El que ama el dinero no se sacia de él,

ni quien ama la riqueza, de acumular.

También esto es vanidad.

10 Cuando hay muchos bienes,

aumentan los que los devoran;

y ¿qué provecho queda a su dueño,

sino solo verlos con sus ojos?

11 Es dulce el sueño del obrero,

sea poco o sea mucho lo que coma;

pero al rico la abundancia no le permite dormir.

 

Un grave mal[17]

Ecl 6,1-2; 2,22-23

 

12 Hay un grave mal que he visto bajo el sol:

riqueza guardada para desgracia de su dueño;

13pierde esa riqueza en un mal negocio,

y no le queda nada para el hijo que engendró.

14 Como salió del vientre de su madre,

desnudo volverá, como ha venido;

y cuando se vaya no podrá llevarse nada

del trabajo de sus manos.

15 También esto es un grave mal:

así como ha venido, así se irá.

Entonces ¿qué provecho saca

aquel que se fatiga por el viento?

16  Para colmo, todos sus días come a oscuras,

colmado de fastidio, enfermedad y enojo.

 

Lo bueno y agradable[18]

Ecl 2,24-25; 3,12-13.22; 8,15

 

17  He comprobado esto:

lo bueno y agradable es comer, beber y disfrutar

en medio de las fatigas con que uno se fatiga bajo el sol,

los contados días de la vida que Dios le ha dado,

porque esa es su recompensa.

18 Además, a todo ser humano

al que le ha dado riquezas y posesiones,

Dios le permite disfrutar de ellas, recibir su recompensa

 y alegrarse en medio de sus fatigas,

¡eso es don de Dios!

19 Así él no se preocupa demasiado de los días de su vida,

porque Dios lo mantiene ocupado

en la alegría de su corazón.

 

Si no disfruta de sus bienes…[19]

Ecl 2,26; 4,3.8; 11,8; Sal 39,7; Job 3,11-16

 

6 1 Hay un mal que he visto bajo el sol

y que pesa mucho sobre el ser humano:

2 una persona a quien Dios le dio riqueza, bienestar y abundancia;

y de todo lo que desea nada le falta en la vida,

pero Dios no le permite disfrutar de todo eso,

porque viene un extraño y lo aprovecha.

Esto es vanidad y un grave mal.

3 Aunque engendre cien hijos y sean muchos sus años,

y por muchos que sean sus años,

si no disfruta de sus bienes

y ni siquiera encuentra sepultura,

yo digo que mejor es un aborto,

4 que llega en un soplo y se marcha a oscuras

y la oscuridad encubre su nombre;

5  y aunque no ha visto el sol ni lo conoció,

descansa mejor que aquel.

6 Y si alguien viviera dos veces mil años,

pero no pudiera experimentar la felicidad,

¿acaso no va al mismo sitio como todos? 

 

Es mejor lo que ven los ojos[20]

Ecl 2,15; 5,9

 

7 Toda la fatiga del ser humano es para su boca,

pero su avidez no queda satisfecha.

8¿Qué ventaja tiene el sabio sobre el necio?

¿Cuál es la del pobre que sabe conducirse entre los vivos? 

9 Es mejor lo que contemplan los ojos que los deseos del alma.

También esto es vanidad y atrapar vientos.

 

 

III. Propuestas tradicionales de sabiduría

 

¿Quién sabe qué es lo mejor para el hombre?[21]

Ecl 1,9-11; 2,3; 3,22; 7,1-10; 8,7.16-17; 9,11-12

 

10 Lo que existe

ya ha sido llamado por su nombre.

Se sabe qué es un ser humano:

no puede llevar a juicio

al que es más fuerte que él.

11 Cuando hay muchas palabras

aumentan las vanidades,

y, ¿qué provecho saca una persona de ello?

12 Porque, ¿quién sabe qué es lo mejor para el hombre,

en los contados días de su vano existir

que pasan para él como una sombra?

Más aún, ¿quién le mostrará al ser humano

lo que sucederá bajo el sol después de él?

 

Es mejor…[22]

Prov 14,13; Eclo 40,18-27

 

7 1 Es mejor la buena fama que un buen perfume;

mejor el día de la muerte que el día del nacimiento.

2 Es mejor ir a una casa de duelo que a una de fiesta,

porque ese es el fin del ser humano, y el que vive puede reflexionar.

3 Es mejor la tristeza que la risa,

porque detrás de una cara triste el corazón puede estar feliz.

4 Los sabios están donde hay duelo;

los necios, donde hay fiesta.

5 Es mejor oír la reprensión de un sabio que el halago de un necio,

6 porque como el crepitar de espinas debajo de una olla,

así es la risa del necio.

También esto es vanidad.

7 Porque la opresión enloquece al sabio,

y el soborno nubla la razón.

8 Es mejor el final de un asunto que su inicio;

mejor ser paciente que impulsivo.

9 No te enojes fácilmente

porque el enojo es propio de los necios.

10 No digas: “¿Por qué el tiempo pasado

fue mejor que el presente?”.

No es sabio preguntar esto.

 

Considera la obra de Dios[23]

Ecl 1,15; 3,11; 8,7-8.16-17; 9,11-12

 

11 La sabiduría es buena, acompañada de riqueza;

es ayuda para quienes ven el sol.

12 Porque como la protección de la sabiduría,

es la protección que da el dinero,

pero el saber aventaja,

porque la sabiduría da vida al que la posee.

13 Considera la obra de Dios:

¿quién puede enderezar lo que él ha torcido?

14 En la prosperidad, alégrate, y en la desgracia considera que

tanto a esta como aquella las hizo Dios,

teniendo en cuenta que el ser humano no alcanza a descubrir

nada de lo que sucederá después.

 

La sabiduría era inalcanzable para mí[24]

Ecl 3,16; 8,12-14; 10,5-7; 12,12

 

15 He visto de todo en mi vana existencia:

justos que, a pesar de su justicia, van a la ruina;

y malvados que, a pesar de su maldad, viven muchos años.

16 No seas demasiado justo ni te tengas por muy sabio;

¿para qué arruinar tu vida?

17 No seas demasiado malo, no te conviertas en necio;

¿para qué morir antes de tiempo?

18 Es mejor mantener una cosa, pero sin soltar la otra de tu mano.

Al que teme al Señor todo le sale bien.

 

19 La sabiduría hace fuerte al sabio,

más que diez poderosos de una ciudad. 

20  En verdad, no hay hombre justo sobre la tierra,

que haga el bien y no cometa pecado.

21 No hagas caso a todo lo que se dice,

así no oirás si tu siervo te maldice,

22 porque bien sabes que muchas veces

tú mismo has maldecido a otros.

 

23 Todo lo he intentado con la sabiduría,

pensando hacerme sabio,

pero ella era inalcanzable para mí. 

24 Lo inalcanzable, ¿cómo será?

Lo incomprensible, ¿quién lo descubrirá? 

 

Ellos se buscaron muchas complicaciones[25]

Ecl 9,13-10,15; Gen 1,26-27; Prov 5,1-14; 7,1-27

 

25 Reflexioné otra vez para comprender e investigar,

para buscar sabiduría y sacar conclusiones,

para reconocer la torpeza de la insensatez  

y la necedad de la locura.

26 Y encontré que más amarga que la muerte es la mujer,

cuyas intenciones son redes y lazos, y sus brazos, cadenas.

El que agrada a Dios se libra de una mujer así;

pero el pecador queda atrapado en ella. 

27 Esto es lo que he encontrado –dijo Qohélet- 

examinando una cosa tras otra

para llegar a una conclusión:

28 aunque no he hallado aún lo que busco,

he encontrado un hombre entre mil,

pero ninguna mujer entre todas ellas.

29 Esto es lo único que he encontrado:

que Dios hizo sencillos a los seres humanos,

pero ellos se buscaron muchas complicaciones.

 

¿Quién es como el sabio?[26]

Ecl 3,11.22; 4,13-16; 5,7; 6,12; 9, 11-12.13-18; 10,16-20; 11,5-6

 

8 1 ¿Quién es como el sabio?

¿Quién conoce el sentido de las cosas?

La sabiduría del sabio hace resplandecer su rostro

y transforma la rigidez de su semblante.

 

2 Yo te lo digo: cumple las órdenes del rey,

por causa del juramento divino.

3 No te apresures a retirarte de su presencia

 ni participes en intrigas,

porque él hace lo que quiere. 

4 La palabra del rey es ley;

¿quién puede decirle “qué haces”? 

5 El que guarda el mandamiento

no experimenta ninguna adversidad.

 

El corazón del sabio conoce el tiempo y el juicio, 

6 porque hay un tiempo y un juicio para cada acontecimiento.

Sin embargo, la adversidad pesa mucho sobre el ser humano, 

7 porque él no sabe lo que sucederá.

En efecto, ¿quién le hará saber lo que vendrá después? 

8 Nadie es dueño del aliento vital para retenerlo,

ninguno tiene dominio sobre el día de la muerte,

ni hay tregua durante la batalla,

como tampoco la maldad salvará a su hacedor.

 

También esto es absurdo[27]

Ecl 2,24-26; 3,12-13.16.22; 4,1-3; 5,17-19; 7,15; 9,3; 10,5-7

 

9 He visto todo esto

y he puesto atención a todo lo que sucede bajo el sol,

cuando un hombre domina sobre otro,

para hacerle daño. 

10 Por ejemplo, he visto que llevaban a sepultar a malvados

que habían frecuentado el lugar santo,

pero en la ciudad se olvidaban de que habían actuado con impiedad.

También esto resulta un absurdo,

11 igual que cuando la sentencia contra el crimen

no se ejecuta enseguida;

por lo cual el corazón de los seres humanos

se llena de deseos de hacer el mal.

12 Es absurdo que el pecador cometa el mal cien veces

y, sin embargo, siga viviendo.

Porque yo tenía entendido  

que les iba bien a los que temen al Señor,

 ya que lo honran; 

13 pero que al malvado no le iba bien,

ni podía alargar sus días como una sombra,

porque no es temeroso de Dios.

14 Un absurdo más sucede sobre la tierra:

hay justos a los que les toca la suerte de los malvados

y hay malvados a los que les toca la recompensa de los justos.

Y digo que también esto es absurdo.

 

15 Pero yo alabo la alegría,

porque no hay nada mejor para el ser humano bajo el sol

que comer,  beber y alegrarse,

porque esto lo acompaña en sus fatigas,

durante los días de la vida,

que Dios le concede bajo el sol. 

 

Aunque el sabio diga que sabe…[28]

Ecl 3,11; 8,6-8; 9,11-12

 

16 Cuando me dediqué a conocer la sabiduría

y a ver el esfuerzo que se realiza sobre la tierra,

porque los ojos no descansan ni de día ni de noche, 

17 vi que el ser humano no puede comprender

toda la obra de Dios,

las obras que se realizan bajo el sol,

entonces comprendí que el hombre se fatiga en buscar pero no encuentra,

porque aunque el sabio diga que sabe, nada alcanza a entender.

 

 

  1. Exhortaciones

 

El ser humano no sabe nada[29]

Ecl 3,11; 8,6-8.16-17; Sab 3,1

 

9 1 Apliqué mi corazón a cada cosa para examinarlo todo

y comprendí que los justos y los sabios,

lo mismo que sus obras, están en las manos de Dios.

El ser humano no sabe si es digno de amor o de odio.

Todo sucede ante él,

2 todo acontece de modo igual:

la misma suerte para el justo y para el malvado,

para el bueno, para el puro y para el impuro,

para el que ofrece sacrificios, como para el que no los ofrece;

lo mismo que al bueno, así le sucede al pecador,

al que jura, como al que no se atreve a jurar. 

3 Esto es lo malo en todo lo que sucede bajo el sol: 

que haya una misma suerte para todos,

por lo que el corazón de los seres humanos se llena de maldad

y la necedad se apodera de sus corazones durante su vida;

y después de eso, ¡con los muertos! 

4 Mientras uno permanece entre los vivos, hay algo seguro,

porque ‘vale más perro vivo que león muerto’. 

5 Los vivos saben que morirán,

pero los muertos no saben nada;

para ellos ya no hay recompensa,

porque su recuerdo cayó en el olvido. 

6 Su amor, su odio,

sus celos, han perecido,

y ya no participan más

en lo que sucede bajo el sol. 

 

Disfruta la vida[30]

Ecl 11,1-6; 11,7-12,7; Is 40,6-7; Prov 5,15-19

 

7 ¡Anda! Come tu pan con alegría

y bebe tu vino con buen ánimo,

porque Dios ya está contento con tus obras.

8 En todo tiempo sean tus vestidos blancos,

y no falte perfume sobre tu cabeza.

9 Disfruta la vida con la mujer que amas,

todos los días de tu vano existir,

que Dios te dio bajo el sol,

todos los días de tu vano existir;

porque esa es tu parte en la vida

y en las fatigas con las que te fatigas bajo el sol. 

10 Tienes que hacer con empeño todo lo que puedas hacer,

porque no hay obra ni resultado

ni conocimiento ni ciencia,

en el abismo hacia donde te diriges.  

 

El ser humano no conoce su tiempo[31]

Ecl 3,1.11; 8,6-8.16-17

 

11 Puse atención y vi que bajo el sol

la carrera no la ganan los más veloces,

ni triunfan en la batalla los más fuertes;

tampoco el pan es para los sabios,

ni la riqueza para los más inteligentes;

ni el favor para los que saben,

porque en todo interviene el tiempo y el azar.

12 El ser humano no conoce su tiempo:

cuando un mal momento les cae encima de repente

los seres humanos quedan atrapados

como peces atrapados en la red funesta,

como pájaros atrapados en la trampa.

 

Es mejor sabiduría que fuerza[32]

Ecl 2,12-16; 3,16; 8,2-5;

 

13 También he visto bajo el sol

un buen ejemplo de sabiduría, según mi parecer.

14 Había una ciudad pequeña y con pocos habitantes.

Vino contra ella un rey poderoso, la rodeó

y construyó frente a ella enormes torres de asalto.

15 Se encontraba en ella un hombre pobre pero sabio,

que hubiera podido salvar la ciudad con su sabiduría;

pero nadie se acordó de aquel pobre.

16 Y me dije: “es mejor sabiduría que fuerza”,

pero la sabiduría del pobre se desprecia

y nadie pone atención a sus palabras.

 

17 Las palabras de los sabios oídas con calma

 son mejores que los gritos de quien domina entre los necios.

18 Es mejor la sabiduría que las armas de guerra,

pero un solo error echa a perder muchos bienes.

 

10 1 Una mosca muerta

hace que el ungüento del perfumista

se descomponga y dé mal olor;

un poco de necedad

pesa más que la sabiduría y el honor. 

 

2 El corazón del sabio se inclina a su derecha;

el corazón del necio, a su izquierda.

3 Por cualquier camino que vaya el necio,

le falta entendimiento,

y dice de todos: “ese es un necio”.

 

4 Aunque se encienda contra ti la ira del gobernante, 

no dejes tu puesto,

porque la compostura calma grandes males.

 

5 Hay un mal que he visto bajo el sol,

un error que emana del que manda:

6 la necedad es colocada en puestos elevados,

mientras que los ricos ocupan lugares humildes.

7 He visto esclavos a caballo

y jefes que marchan a pie, como esclavos.

 

8 El que cava una fosa, cae en ella;

al que derriba el muro, lo muerde la serpiente. 

9 El que trabaja la piedra, se hiere con ella; 

y el que corta leña está expuesto al peligro.

10 Si el hacha se desafila y no se afilan las hojas,

hay que redoblar las fuerzas.

Por todo esto la sabiduría tiene la ventaja de ser exitosa.

 

11 Si la serpiente no se deja encantar y muerde,

¿qué ganancia hay para el encantador?

 

12  Las palabras del sabio provocan estima;

los labios del necio causan su ruina.

13 El inicio de su discurso es necedad;

el final, locura que arruina.

14 El necio multiplica las palabras.

Nadie sabe lo que sucederá,

y ¿quién le hará saber lo que pasará después de él? 

15 La fatiga cansa a los necios,

tanto que ni siquiera saben ir a la ciudad.

 

No maldigas al rey [33]

Ecl 4,5-6.13-16; 7,21-22; Prov 24,30-34

 

16 ¡Ay del país si su rey es un muchacho

y sus príncipes banquetean ya desde la mañana! 

17 ¡Dichoso el país si su rey es un noble

y sus príncipes comen a su tiempo

para recobrar fuerzas y no solo por banquetear!

18 Por los brazos cruzados se desploman las vigas del techo,

 y por las manos caídas, la casa tiene goteras.

19 Hay banquetes para disfrutar y vino para alegrarse,

y el dinero lo soluciona todo.

 

20 No maldigas al rey ni siquiera con el pensamiento,

ni maldigas al rico aunque sea solo en lo secreto de tu habitación,

porque un ave del cielo podría pasar la voz,

y la indiscreción tiene alas.

 

No dejes que tus manos descansen[34]

Ecl 3,11; 9,10; Eclo 3,30-31

 

11 1  Arroja tu pan sobre la superficie del agua

y al cabo de muchos días lo recuperarás.

2 Comparte el pan con siete, e incluso con ocho personas,

porque no sabes qué mal sobrevendrá en la región.

3 Cuando las nubes se llenan, la lluvia se precipita sobre la tierra;

y caiga el árbol hacia el sur o hacia el norte,

donde cae, allí se queda.

4 El que vive pendiente del viento no siembra,

el que vive observando las nubes no cosecha.

5 Así como no conoces cómo llega el espíritu a los huesos

en el seno de una mujer encinta,

así tampoco conoces la obra de Dios, que todo lo hace.

6 Por la mañana, siembra tu semilla;

y por la tarde, no dejes que tus manos descansen,

porque ignoras si es mejor esta o aquello,

o si ambas cosas darán buen resultado.

 

Dulce es la luz[35]

Ecl 1,2; 3,20-21; 7,14; 9,7-9; 12,14

 

7 Dulce es la luz y es bueno para los ojos ver el sol.

8 Si alguno vive muchos años,

que se alegre en todos ellos,

pero considere que los días de oscuridad

serán muchos.

Todo lo que viene es vanidad.

 

9 Disfruta, joven, en tu adolescencia,

complace a tu corazón en tus días de juventud,

sigue el impulso de tu corazón

y el gusto de tus ojos;

pero debes saber que por todo esto

Dios te someterá a juicio.

10 Aleja el mal humor de tu corazón,

aparta el sufrimiento de tu cuerpo,

porque juventud y cabellos negros pasan fugazmente.

 

12 1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud,

antes de que lleguen los días penosos

y se acerquen los años en que dirás:

“No encuentro placer en ellos”;

2 antes que se oscurezcan el sol y la luz,

la luna y las estrellas, y regresen las nubes tras la lluvia;

3 cuando tiemblen los que custodian la casa

y se encorven los guerreros;

cuando queden inactivas las que muelen, por ser ya pocas,

se oscurezcan las que miran por las ventanas,

4 se cierren las puertas que dan a la calle

y enmudezca el ruido del molino;

cuando uno se levante al canto de los pájaros

y enmudezcan todas las canciones;

5 cuando den miedo las alturas

y los terrores acechen en el camino;

cuando florezca el almendro,

camine pesadamente la langosta

y pierda su efecto la alcaparra;

porque el ser humano se dirige a su morada eterna

y ya rondan por la calle los que hacen duelo;

6 antes de que se rompa el hilo de plata

y el frasco de oro se haga pedazos;

antes que se quiebre el cántaro en la fuente

y se rompa la polea en el pozo;

7 antes que el polvo vuelva a la tierra, que eso era,

y el espíritu vuelva a Dios, quien lo dio.

 

8 ¡Vanidad de vanidades! – dice el Qohélet -.

¡Todo es vanidad!

 

Epílogo

 

Qohélet instruyó al pueblo[36]

Ecl 5,6; 11,9; Eclo 39,1-11

 

9 Además de ser sabio, Qohélet instruyó al pueblo; estudió, inventó y formuló muchos proverbios. 10 Qohélet se propuso encontrar frases felices y escribió sentencias verdaderas. 11 Las palabras de los sabios son como aguijones; las colecciones de los maestros, como estacas bien clavadas, puestas por un pastor. 12 Por lo demás, hijo mío, aprende una lección de todas ellas. Componer muchos libros es cosa de nunca acabar y estudiar demasiado afecta a la salud. 13 Fin de las palabras. Se ha escuchado de todo. Tú teme a Dios y cumple sus mandamientos, que esto es lo importante para el ser humano. 14 Porque Dios someterá a juicio toda acción, aun oculta, sea buena, sea mala.

 

[1] 1,3. Una de las preguntas fundamentales que plantea el sabio está orientada a descubrir qué puede obtener el ser humano como fruto de sus esfuerzos en su vida presente, que se expresan bajo el concepto “fatiga”. La fatiga humana será revisada y el sabio dará un veredicto, que formula en la expresión que se encuentra al principio (1,2) y al final (12,8), como marco a la obra del Qohélet: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Vanidad equivale a algo vacío o hueco, el vaho o vapor sin consistencia, una cosa que pasa. Algunos lo traducen: todo es pura ilusión. Expresa la decepción que, en ocasiones, el ser humano experimenta ante la realidad.

[2] 1,4-11 Para responder al afán del ser humano por obtener algún fruto de su fatiga, se requiere estar ubicado y situado como criatura. La naturaleza misma con sus ciclos anuncia que es infructuosa la pretensión de ganancias: todo va y viene, todo está en movimiento, no hay siquiera recuerdo permanente.

[3] 1,12-18. El sabio se presenta como el rey Salomón; recurso que garantiza autoridad a sus conclusiones. Los grandes asuntos que pone a prueba son la sabiduría, el poder y el placer. El primero es el que mejor caracteriza al rey Salomón; pero acumular sabiduría y ciencia no trae plenitud, ni felicidad; al contrario solo acarrea penas y dolor (1,18).

[4] 2,1-11. La segunda gran pregunta es la relacionada con la búsqueda de felicidad. El sabio hace la prueba y llega a la conclusión: ni las riquezas, ni las posesiones, ni el poder sobre otros traen la felicidad; esta no está al alcance de los seres humanos como resultado de sus fatigas, porque todo es “vanidad y atrapar vientos” (2,11).

 

[5] 2,12-16. Ser sabio tiene cierta ventaja sobre ser necio, pero esa ventaja es mínima, porque sabios y necios tienen la misma suerte. El esfuerzo extremo por hacerse sabio es relativo; cifrar la felicidad en ello es un esfuerzo sin resultado seguro.

[6] 2,17-23. La falta de ganancia como fruto de sus fatigas, en el campo de la sabiduría y de los bienes materiales, lleva a los seres humanos al desánimo y a detestar la vida. No tiene sentido pensar en dejar algo al sucesor, porque es incierto que un heredero valore o aproveche el fruto de aquellos esfuerzos.

[7] 2,24-26. La experiencia lleva a afirmar la imposibilidad de conseguir alguna ganancia o felicidad que sea fruto del esfuerzo humano. Pero se deja entrever un camino: la felicidad está al alcance cuando se trata de recibirla como regalo. Esa dicha se experimenta en el trabajo que los seres humanos desempeñan, como tarea encomendada por Dios.

[8] 3,1-13. Todo lo que sucede “bajo el sol” tiene su tiempo apropiado. La clave está en conocer el momento propio de cada cosa y asumirlo así como es. Sin embargo, el problema está en que los seres humanos no alcanzan a descubrir el momento oportuno de la obra de Dios.

[9] 3,14-15. “Temer a Dios” equivale a reconocer la obra del creador y ubicarse sabiamente como parte de ella. Los modos y los tiempos que Dios confirió a la creación hacen que cada cosa sea buena y bella, en su tiempo propio (3,11), de modo que no es asunto de sabios querer modificar la obra de Dios.

[10] 3,16-22. La vida social está marcada por la maldad y la injusticia. Para el autor, que todavía no tiene noticia de la vida eterna, resulta injusto que exista la misma suerte para los hombres y las bestias, porque el destino común iguala todo y a todos. La muerte y el desconocimiento de lo que vendrá condicionan toda pretensión de marcar diferencias. En vez de conducir a la desesperación, el desconocimiento de lo que vendrá puede convertirse en impulso para aprender a disfrutar la vida en medio de las fatigas. La capacidad de experimentar felicidad queda entendida como lo que le toca al hombre en su vida, la parte que Dios le otorga.

[11] 4,1-6. La maldad de unos y la rivalidad constante contradice la búsqueda de la felicidad, porque el afán fundamental de la vida de los humanos es experimentar la dicha; sin ella nada tiene sentido.

[12] 4,7-12. Recurrir a los números fija una enseñanza: uno solo, lleno de fatigas e insaciable en su avidez, resulta un absurdo, porque no disfruta ni se puede levantar, si se cae; dos es mejor, porque se ayudan, se dan calor, pueden resistir.

[13] 4,13-16. Lo bueno y valioso tiene su momento oportuno; no dura todo lo que uno esperaría. El ejercicio de la autoridad cae bajo este veredicto: es momentáneo, pasajero. La aprobación del pueblo se conserva por poco tiempo; pretender contar con ella permanentemente resulta un esfuerzo inútil.

[14] 4,17-5,6. La tradición israelita da indicaciones concretas acerca de cómo conducirse ante Dios; el sabio las propone como expresión del temor de Dios: hablar poco y cumplir lo prometido. La actitud auténtica es estar ante Dios para escuchar más que para hablar. Muchas palabras son indicación de poca sabiduría.

[15] 5,7-8. En un sistema en que los poderosos se vigilan unos a otros, los pobres no tienen ninguna ventaja, y si la hay esta es para el territorio, no para los pobres. 

[16] 5,9-11. No hay ganancia permanente en el afán por acumular bienes materiales; tener dinero no garantiza la felicidad. Darle preferencia al dinero, pretendiendo cifrar en él la felicidad es un afán que no conoce límites; por más que uno acumule, lo que se pretende obtener nunca se alcanza.

[17] 5,12-16. Resulta absurdo acumular bienes sin disfrutar de ellos. El sabio califica de mal grave que uno haya vivido entre fastidio, enfermedad y enojo, con tal de acumular, y luego lo pierda todo en un momento. Privarse de la felicidad y perder luego el pretendido medio para obtenerla, significa haber vivido inútilmente.

[18] 5,17-19. Dios da la capacidad de disfrutar de los bienes materiales y experimentar la alegría. Si las fatigas y el trabajo son la ocupación que él ha dejado como tarea a los seres humanos, recibir su recompensa en riqueza y posesiones es también un don del Señor.

[19] 6,1-6. La abundancia de bienes no garantiza una vida feliz; el poseer la vida, sin poder disfrutarla, es un desgracia. Es mejor no haber nacido, que vivir sin felicidad (cf. 4,2-3).

[20] 6,7-9. El sabio cierra sus reflexiones acerca del afán por las riquezas mostrando el contraste entre los que se desea y lo que se obtiene con el esfuerzo.

[21] 6,10-12. Las reflexiones anteriores han puesto en claro un dato importante: los seres humanos no pueden producir la felicidad que desean, aunque acumulen mucha sabiduría y ciencia, gran riqueza, inmenso poder o incluso muchos años de vida. La capacidad de disfrutar es un regalo de Dios. Ahora hay que confrontarlo con la incapacidad del ser humano de conocer con certeza en el presente y la imposibilidad de descifrar el futuro.

[22] 7,1-10. Los sabios han expresado en frases felices la experiencia de muchos. Qohélet se encarga ahora de repasar lo que los dichos de sabiduría sostienen; también esta cae bajo la sentencia: “también eso es vanidad”. No hay sabiduría definitiva; ningún dicho es absoluto.

[23] 7,11-14. El desconocimiento del futuro condiciona el momento presente. Es mejor atender a lo que Dios hace para poder asumir con paz lo que proviene de él. 

[24] 7,15-24. Con el trasfondo de la incapacidad de conocer las cosas en profundidad, resulta prudente buscar un punto intermedio: no pretender lo inalcanzable. El sabio de verdad puede encontrar equilibrio en el temor del Señor (v.18).

[25] 7,25-29. Los seres humanos son los responsables de complicar las situaciones de la vida, porque Dios los hizo sencillos. Aunque el varón se considere superior a la mujer, el sabio comprende que nunca llega a tener un dominio absoluto sobre ella; el que teme a Dios se libra de las seducciones de la mujer mala. 

[26] 8,1-8. En medio de la incapacidad de los seres humanos para comprender la obra de Dios, el sabio tiene mayores ventajas. Sin embargo, también él experimenta su condición humana: no es dueño de lo que lo supera, no sabe qué viene después, no conoce a fondo la obra de Dios (cf. 3,11). Identificar bien el lugar propio para conducirse con sensatez, eso es sabiduría. Así como ante Dios (cf. 4,17-5,6), hay que saber cómo comportarse ante quien tiene autoridad.

[27] 8,9-15. Hay varias cosas que pesan sobre la conducta de los seres humanos, aunque parezcan tolerables: la simulación colectiva ante la maldad de algunos, la lentitud en ejecutar la sentencia contra el crimen, la incapacidad para entender el proceder divino ante la maldad o la bondad de los hombres. Todo esto incita a hacer el mal, porque parece que ni Dios, ni los demás se interesan por la conducta de cada uno. Para el sabio, los seres humanos viven  entre situaciones absurdas que dan pie a hacerse daño unos a otros. Vuelve a tomar fuerza la propuesta de Qohélet: lo mejor es la alegría cotidiana, experimentada como regalo de Dios en medio de las fatigas de los hombres.

[28] 8,16-17. De nuevo propone el sabio un tema importante para enfrentar la vida con sensatez: la incapacidad para entender la obra de Dios (cf. 3,11). Incluso los sabios, de quienes se esperaría mayor capacidad para percibir el sentido de las cosas, no alcanzan a entenderlo.

[29] 9,1-6. A los ojos de los seres humanos, la suerte de todos es la misma: la muerte todo lo iguala. Dios es el único que distingue quién es justo y sabio, pecador y necio; pero sus decisiones y razones quedan fuera del alcance del conocimiento de los seres humanos, que así se atreven a la maldad y se entregan a la necedad.

[30] 9,7-10. Las reflexiones del sabio se transforman ahora en exhortaciones. Si antes había llegado a la conclusión de que lo mejor era disfrutar en medio de las fatigas (2,24-25; 3,12-13.22; 5,17-19; 8,15), y que la posibilidad de experimentar felicidad era un regalo de Dios, ahora propone lo mismo como una invitación: “trabaja con empeño en todo lo que esté a tu alcance, pero acepta lo que Dios te da”. 

[31] 9,11-12 La afirmación es conocida: aunque todo tiene un tiempo y una oportunidad (3,1; 9,11), el hombre no conoce el momento apropiado de cada cosa y acontecimiento (3,11; 8,16-17; 9,12); tal incapacidad le trae desgracias y ruina, dando pie a situaciones contradictorias en la vida.

[32] 9,13-10,15. Se alterna una serie de reflexiones acerca de las ventajas de ser sabio y las consecuencias de la necedad. Se intuye lo que podría suceder de escuchar a los sabios, pero en la realidad se impone la necedad. El sabio se convierte en necesario, pero su sabiduría queda ignorada.

[33] 10,16-20. Quienes cuentan con gente sabia al frente, son bienaventurados. Las desgracias muchas veces sobrevienen por falta de dedicación. En cualquier caso, la laboriosidad y la cautela salvan de muchos peligros.

[34] 11,1-6 Los humanos estamos incapacitados para saber lo que vendrá; más aún, por más esfuerzos que hagamos observando, escrutando, no podemos llegar a conocer los designios de Dios. Pero eso no debe conducir al desánimo sino a reafirmarse en la decisión de esforzarse y permanecer activo. Por eso el sabio convierte sus pensamientos en exhortación: asume riesgos, atrévete a compartir, abre nuevas oportunidades, intenta, trabaja sin descanso; pero no olvides que el resultado está en las manos de Dios. 

[35] 11,7-12,8. El sabio reitera su exhortación a trabajar con ahínco (9,10; 11,1-6) y a alegrarse profundamente (9,7-9; 11,9-12,7). Vivir feliz es la consigna para la vida, mientras no aparezcan los días de sufrimiento y llegue la muerte, representados poéticamente en la alegoría sobre la vejez (12,1-7). Aún así, en todo modo momento, el lector es exhortado a acordarse de su Creador, el único capaz de realizar algo inédito en la existencia de los seres humanos.

[36] 12,9-14. Un redactor habla de Qohélet elogiando su persona y su actividad como sabio y maestro; sus enseñanzas son de tal valor, que es posible decir de ellas que han expresado lo fundamental para vivir con sabiduría.

de las palabras. Se ha escuchado de todo. Tú teme a Dios y cumple sus mandamientos, que esto es lo importante para el ser humano. 14 Porque Dios someterá a juicio toda acción, aun oculta, sea buena, sea mala.