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ATRAS

(16 capítulos)

A LOS FILIPENSES


I- «A todos los santos en Cristo Jesús que viven en Filipos» (1,1): la comunidad cristiana en Filipos


1- Filipos en tiempos de Pablo


Antes de Pablo, la historia de Filipos está marcada tanto por la prosperidad a causa de las minas de oro y plata del monte Pangeo, como por su caída, hasta no ser más que un puesto de intercambio para viajeros y comerciantes que transitaban por la cercana Via Egnatia, ruta que unía el mar Adriático y Bizancio. Sin embargo, luego de la batalla de Filipos entre Antonio y Octavio contra Bruto y Casio en el 42 a.C., la ciudad se transforma en una colonia militar romana, y más tarde sus habitantes adquirirán los mismos derechos como si su ciudad estuviera en suelo italiano. Entre estos derechos está la ciudadanía romana y la exoneración de impuestos. Filipos comienza una progresiva prosperidad y en tiempos de Pablo era de nuevo una «ciudad importante de esa región de Macedonia» (Hch 16,12). 

Filipos era cosmopolita, habitada por griegos y descendientes de soldados romanos. Su fuente de ingreso ya no era la minería, sino la agricultura y el comercio. Había una comunidad judía que, al no tener sinagoga, se reunía afuera de la ciudad, junto al río Gangites (Hch 16,13). Pablo evangelizó la ciudad en su segundo viaje misionero (50-52 d.C.), en compañía de Silas (o Silvano), Timoteo y Lucas, suceso atribuido al Espíritu Santo (16,6-10). La presencia de Lidia, Evodia y Síntique nos habla del liderazgo de las mujeres en la comunidad; en efecto, Lidia, primicia del cristianismo europeo, fue la animadora de la comunidad (16,14.40; Flp 4,2).


2- Desafíos de una comunidad paulina 


Pablo no afronta con los de Filipos ninguna dificultad específica. Su Carta responde, por un lado, al cariño entre Pablo y ellos y, por otro, a situaciones propias de comunidades de cristianos procedentes del paganismo que viven su discipulado en una urbe grecorromana en medio de un pluralismo de culturas, ídolos, religiones y propuestas ética. Los motivos de la Carta son domésticos: Pablo quiere agradecer la ayuda económica que le han enviado con Epafrodito, darles a conocer su situación mientras se halla en prisión, ponerlos en guardia contra algunos judeocristianos de tendencia judaizante y exhortarlos a crecer en la fe y la comunión, superando los conflictos propios de una dinámica comunitaria en desarrollo. 

Preocupa a Pablo la presencia en Filipos de predicadores judaizante que se tenían por santos y sabios, invocaban títulos y cartas de recomendación (2 Cor 3,1), se regían por la Ley de Moisés, imponían la circuncisión, exigían la pureza ritual de los alimentos, destacaban los privilegios de Israel y, sin embargo, su vida era libertina. Porque lo hacían en nombre de Cristo confundían a la comunidad (Flp 1,15.17). Junto a este grupo existían otros que, aunque enemigos de Pablo, no eran violentos y predicaban la Buena Noticia de Jesús ya que no eran «enemigos de la cruz de Cristo» (3,18; nota a 3,1b-4,9).


II- «Tengan la misma actitud de Cristo Jesús» (2,5): teología de Filipenses


1- Un himno a Cristo


Resalta en Filipenses el himno a Cristo (Flp 2,5-11). Con bastante probabilidad procede de la liturgia bautismal y eucarística, patrimonio común de las primeras comunidades cristianas. Por tanto, Pablo recibe este elogio poético a Cristo de la tradición litúrgica y lo marca con su impronta teológica. Su finalidad es exhortar a los filipenses a tener las mismas actitudes de Cristo, pues éstas fundamentan la nueva forma de conducirse en lo personal y comunitario. Luego de la introducción (2,5), siguen dos partes, de las cuales la primera tiene como sujeto a Jesucristo (2,6-8), y la segunda, a Dios (2,9-11).

Jesús es el misterio salvífico de Dios revelado en su totalidad: preexistencia, encarnación, muerte en cruz, exaltación, adoración y soberanía universal. Los términos utilizados (“despojarse, esclavo, humillarse, obedecer”…) son la contraparte de la auto–divinización pretendida por el antiguo Adán (Gn 3,5; Rom 5,12-19; 1 Cor 15,45-49). Mientras éste por afirmar su propio proyecto encuentra la muerte, Cristo Jesús, el nuevo Adán, se entrega a la muerte según el designio de Dios, y así da la libertad a los suyos. Cristo recorre el camino inverso al de Adán: mientras éste busca ser dios, Cristo que lo es, se abajó (kénosis), y teniéndolo todo, se anonadó, no aferrándose a su condición divina y asumiendo la humana, ¡y la propia de esclavo! Así, débil, humilde y obediente se hizo solidario, compartiendo su vida de Hijo de Dios con los que estábamos destinados a la humillación y a la muerte eterna. 

El descenso del Hijo hasta la condición de esclavo se convierte en glorioso ascenso por obra de Dios Padre quien, por la radical obediencia de su Hijo, lo eleva a lo más alto de los cielos, haciéndolo Kyrios o Señor, título postpascual que exalta su victoria sobre el pecado y la muerte y su condición de soberano universal. Tanto el título como el proceso por el cual el Padre constituyó Señor a Cristo era del todo escandaloso para esos ciudadanos del mundo grecorromano que tenían al Emperador por señor y dios, y que de ningún modo su aspiración era hacerse obedientes, humildes y débiles como los esclavos.


2- Una nueva forma de conducirse


Quien se hace discípulo de este Señor tiene que tener sus mismas actitudes (Flp 2,2.5). Quedan, pues, descartadas las conductas basadas en el poder y la prepotencia, el privilegio y la búsqueda de estatus y vanagloria…, causas de rivalidades y exclusiones. Con todo, la ética discipular no se reduce a la imitación externa de Cristo, sino que brota de dentro, de la condición nueva de vida que Jesús nos regaló (Col 1,22). La ética discipular brota del ser “en Cristo”, espacio personal y divino que exige disposiciones y conductas nuevas suscitadas “por Cristo” o por el poder de su soberanía que nos hace hijos de Dios y hermanos unos de otros. 

Para las relaciones interpersonales se piden las actitudes de cordialidad y alegría. Filipenses respira cercanía y amistad entre misionero y misionados; esa cordialidad, Pablo la pide para todos como antídoto contra conflictos y murmuraciones. Por otro lado, Filipenses es la carta de la alegría «en el Señor» (Flp 3,1; 4,4), don que es fruto del Espíritu (Gál 5,22) y que se asocia estrechamente a la soberanía de Jesucristo y a la participación en su salvación. Por esto, en medio de conflictos y encarcelado, Pablo no pierda su alegría, más aún, estando en esa triste condición se alegra cuando todo redunda en el conocimiento de Cristo (Flp 1,18; 2,17). 


III- «No es ninguna molestia para mí escribirles» (3,1): organización literaria de Filipenses


1- Posible composición de Filipenses y organización literaria


Filipenses es la carta de la cordialidad, pues es la más confidencial y afectiva de Pablo (Flp 1,7-8; 4,1). Quien escribe es un Pablo amigo y hermano en Cristo que revela su proyecto de vida cuyo centro es el amor incondicional a Cristo, porque Cristo lo amó primero (1,21; 3,7-8). Al final, su drama es no saber qué elegir, si partir con Cristo o quedarse en este mundo (1,23-24). 

Las dificultades de Filipenses no son respecto a su autoría, sino a su unidad literaria. Dos son las posibilidades. Según unos, está compuesta por tres cartas distintas: a)- una “carta de agradecimiento”, la primera enviada por Pablo a los filipenses luego de ser encarcelado; b)- una “carta de la amistad” enviada con Epafrodito, y c)- una “carta de la polémica” con los misioneros judaizantes llegados a Filipos. Filipenses es el resultado de la unión de estas cartas, lo que se acostumbraba a hacer eran de un mismo autor a unos mismos destinatarios. Policarpo (siglo II) afirma conocer varias pequeñas cartas de Pablo a los filipenses. Según otros, la Carta es una sola, pues según la retórica grecorromana, los cambios de argumentos y estilo literario en un mismo relato se pueden atribuir a un mismo autor. Incluso, pasajes que parecen fuera de lugar (Flp 4,10-20), se explican en razón de las convenciones sociales entre amigos y el paradigma patrón–cliente, pues cuestiones de dinero se trataban al final. 

Lugar y fecha dependen de la posibilidad elegida. Si Filipenses es una sola carta y por los datos mencionados en ella (Pablo encarcelado; un pretorio; gente y casa del Emperador), pudo componerse en Éfeso el 55-56 d.C. o en Cesarea Marítima el 58-60 (Hch 24,23.27) o en Roma el 60-61 d.C. (28,16.30). En cambio, si es la reunión de tres cartas independientes, hechos y fechas pudieron ser así: a)- Pablo escribió la “carta de agradecimiento” hacia el año 55 d.C. en Éfeso, antes de su prisión; b)- luego fue arrestado entre los años 56-57, y Epafrodito, enviado a atenderlo, se enfermó gravemente (Flp 2,27); como ambas situaciones preocuparon a los filipenses, Pablo les escribe “la carta de la amistad” desde la prisión; c)- a pesar de esperar una sentencia adversa (1,20; 2,30) fue liberado y, al enterarse los predicadores judaizante en Filipos, escribe entre el 57-58 d.C. “la carta de la polémica”, y anuncia la visita de Timoteo y la propia de ser posible. Pablo, pues, habría escrito las tres cartas en Éfeso entre el 55-58 d.C. La dificultad es que ninguna fuente testimonia que Pablo estuvo preso en Éfeso, aunque sí varias veces encarcelado (2 Cor 6,5; 11,23) y que en Éfeso tuvo que combatir «contra las fieras» (1 Cor 15,32), alusión quizás a las graves dificultades que allí tuvo al oponerse a la diosa Artemisa y sus orfebres (Hch 19); no es extraño, por tanto, que en Éfeso también haya estado preso (1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8-9). 

El estilo literario de Filipenses responde a la ebullición de afectos más que a la necesidad de exponer contenidos doctrinales. La cordialidad genera una literatura de estilo sencillo y directo, de no mucha argumentación, pero de gran riqueza afectiva. 

Si se acepta la posibilidad de las tres posibles cartas originales, la organización literaria podría ser la siguiente: 


Saludo inicial

1,1-11 

I

 Pablo y sus queridos hermanos de Filipos


1,12-3,1a

II

Pablo y la polémica contra los predicadores judaizantes


3,1b-4,9

III

Pablo y su agradecimiento por la ayuda recibida


4,10-20

Saludo final

4,21-23


Entre el saludo inicial y el final se encuentra el cuerpo de la Carta, nada fácil de ordenar. Filipenses se caracteriza por tres tipos de contenido y lenguaje acordes con las posibles cartas originales. La Primera sección, donde Filipenses 3,1a se retoma en 4,4, se caracteriza por el lenguaje del amor y la alegría, pues Pablo recuerda la mutua amistad y cariño con los filipenses. En la Segunda sección el lenguaje cambia y se hace duro e irónico, pues Pablo pone al descubierto las falsas pretensiones de los misioneros judaizantes. La Tercera sección se caracteriza por el lenguaje de acción de gracias, donde no faltan términos propios del intercambio comercial de la época, empleado para expresar amistad por su carácter asociativo y colaborativo; el contenido es agradecer la ayuda económica prestada a Pablo. 


2- Actualidad de Filipenses


Las buenas relaciones y el cariño entre misionero y misionados no son actitudes de las que se pueda prescindir a la hora de anunciar a Cristo. Comunidades y pastores que se empeñen en una nueva evangelización tienen, como Pablo, que alimentar las redes sociales, particularmente las familiares, con el testimonio de la cercanía, la misericordia y la amistad, conforme al Señor que anuncian. La comunicación viva y personal al interior de las comunidades son, sobre todo ahora, constituyentes del anuncio en cuanto testimonio vivo de lo que el Señor puede hacer de los suyos. Pablo también nos enseña, por un lado, el trabajo solidario cuando se trata de realizar la misma misión encomendada por Jesucristo y -por otro- el valor de corazones agradecidos cuando, en el anuncio del Señor, se recibe el sostenimiento material por parte de hermanos de la propia comunidad y de otras. 

Finalmente, en un medio ambiente dominado por el pesimismo, la tristeza y el individualismo (Flp 2,21), Pablo nos estimula a la alegría cristiana, la que se funda en la certeza de la resurrección del Señor y de la participación de su vida ya en este tiempo y circunstancias actuales. Así, la alegría cristiana es testimonio profético y escatológico, puesto que «¡el Señor está cerca!» (4,4-5).


Saludo inicial


1,1-11. Dos pasajes componen el saludo inicial, ambos habituales en las Cartas de Pablo. El primero (1,1-2) abre la Carta con la mención de los autores y los destinatarios y con el deseo de bien. El segundo (1,3-11) es una acción de gracias del Apóstol a Dios por dos motivos: por lo que hace en la comunidad y porque tanto misioneros como misionados comparten el mismo Evangelio y los sufrimientos por él.


A todos los santos… que viven en Filipos


11 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que viven en Filipos, junto con los obispos y diáconos: 2 gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.


1,1-2: Por única vez en las Cartas de Pablo se menciona a «los santos» o consagrados a Dios por el bautismo junto a los «obispos y diáconos». Éstos términos no tienen el sentido técnico que adquirirán después (1 Tim 3,1-13). “Obispo” y “diácono” eran nombres de oficios, propios de la administración civil de la ciudad y del estado. El grupo de obispos (o “vigilante, inspector” en griego) preside la conducción y administración de la comunidad cristiana (Hch 20,28), y el de diáconos (o “servidor”), el servicio organizado de caridad y anuncia el Evangelio (Rom 11,13). Al igual que otros y algunas mujeres (16,1), Pablo se identifica como diácono cuando nos dice que toda su vida está al servicio de la edificación de la comunidad (1 Cor 3,5). Con el tiempo y de menos a más (“diácono, presbítero, obispo”) se precisaron estos ministerios en el seno de una Iglesia que se concibe como Cuerpo único y orgánico de Cristo, su Cabeza. 


1,1: Hch 16,1.12 / 1,1-2: Rom 1,1-7


Los llevo en el corazón


3 Cada vez que me acuerdo de ustedes doy gracias a mi Dios 4 y siempre que ruego en mi oración por todos ustedes lo hago con alegría, 5 porque desde el primer día hasta hoy han participado en la difusión del Evangelio. 6 Esta es mi convicción: que aquél que inició en ustedes una obra tan buena, la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. 

7 Y es justo que piense así de todos ustedes puesto que los llevo en el corazón porque, tanto en mi prisión como en la defensa y confirmación del Evangelio, todos participan conmigo de la gracia. 8 Dios es testigo de cuánto los quiero a todos con el amor entrañable de Cristo Jesús.

9 Y al orar pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en conocimiento y en plena comprensión 10 de manera que disciernan lo que más conviene, y sean así honestos e intachables hasta el Día de Cristo, 11 colmados de los frutos del don divino que los hace justos para gloria y alabanza de Dios, gracias a Jesucristo.


1,3-11: Dos disposiciones distinguen a Pablo en cuanto siervo o esclavo de Cristo (1,1), enviado a evangelizar a su querida comunidad de Filipos: agradecimiento a Dios por el compromiso de éstos con el Evangelio (1,3-8) e intercesión por ellos para que crezcan en el seguimiento de Jesús (1,9-11). Pablo da gracias a «mi Dios» (1,3; 4,19) por la apertura que han tenido al aceptar el Evangelio o mensaje acerca de Jesucristo y su solidaridad con el Apóstol y su misión. La aceptación sincera de un mismo Evangelio por parte de misioneros y misionados crea una intensa corriente de cordial afecto, gracias al cual unos y otros se llevan en el corazón (1,7); ninguno, entonces, queda solo en las dificultades. Este amor recíproco no se puede acabar, y la oración es el lugar en el que se recuerda a los que se aman. Además, Pablo les pide que no dejen de orar para que el amor crezca y sea fuente de conocimiento de Cristo y de discernimiento de la vida fundada en él. De este modo, tendrán la aprobación de Dios en «el Día de Cristo Jesús», día en que los que han sido dóciles a la obra santificadora de Dios alcancen su plenitud (1,6.10-11).


1,5: Hch 16,12-40 / 1,6: Sal 138,8 / 1,7: Hch 22,1-21 / 1,8: Rom 1,9 / 1,9: Col 1,9-10 / 1,10: Rom 2,18; Heb 5,14 / 1,11: Am 6,12


I

Pablo y sus queridos hermanos de Filipos


1,12-3,1a. El testimonio de que Pablo lleva en el corazón a los filipenses y los quiere (1,7-8) preparó los pasajes que siguen, en los que Pablo rebosa un cariño entrañable por su comunidad. Estos pasajes en los que destaca el tono familiar y cordial entre Pablo y la comunidad pertenecerían a la posible “carta de la amistad” (ver Introducción). En este contexto, el Apóstol revela su alma y nos habla de la espiritualidad que lo anima: su vida y misión se entienden por la centralidad en él de la persona de Jesucristo y su obra. Tan intensa es la mutua pertenencia (“Cristo vive en mí y yo en Cristo”) que lo hace dudar respecto a si es mejor partir a la morada celestial con el Señor o quedarse con su comunidad para ayudarles a crecer en el conocimiento y la fe en Jesucristo. 


Cristo es para mí la razón de vivir


12 Quiero que sepan, hermanos, que mi situación está resultando más bien provechosa para el progreso del Evangelio, 13 pues para la gente del Pretorio, como para todos los demás, ya es evidente que por Cristo estoy preso. 14 La mayoría de los hermanos, confiando en el Señor y al verme en prisión, se atreven mucho más a comunicar sin miedo la Palabra. 15 Es cierto que algunos proclaman a Cristo por envidia y rivalidad, pero otros, con recta intención. 16 Unos lo hacen por amor, sabiendo que Dios me ha designado para defender el Evangelio, 17 otros, en cambio, por ambición personal y con torcidas intenciones anuncian a Cristo, buscando así añadir más sufrimientos a mi prisión. 18¿Y qué más da? Porque de todos modos, sea con hipocresía o con sinceridad, se anuncia a Cristo y eso me alegra. 

Más aún, seguiré alegrándome, 19 porque sé muy bien que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo. 20 Mi ferviente esperanza es la certeza de que no quedaré defraudado, sino que con toda seguridad, ahora y siempre, Cristo será glorificado en mi existencia tanto si vivo como si muero.

21 En efecto, porque Cristo es para mí la razón de vivir, morir es una ganancia. 22 Pero si seguir viviendo en este mundo me significa un trabajo fecundo, entonces no sabría qué elegir. 23 Me siento atraído por ambas cosas: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que sin duda es mucho mejor, 24 y –por otro– quiero quedarme en este mundo, ya que sería más necesario para ustedes. 25 Convencido de esto, estoy seguro que me quedaré y permaneceré con todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe, 26 de modo que aumente el orgullo que sienten por mí en Cristo Jesús, cuando los visite de nuevo.


1,12-26: Quien escribe es Pablo discípulo, apóstol y amigo. Como “discípulo”, la razón de su vida es Jesucristo, quien da sentido a su existencia en la condición que esté, alegre o triste, libre o encarcelado… No hay para él otra razón de vivir que el Señor Jesús, por lo que todo es para su gloria. Como “apóstol”, se alegra no sólo porque su actual situación del todo desfavorable como la prisión (ver Introducción) sea causa para se conozca a Cristo, sino también porque el Evangelio o anuncio de Jesucristo lo realiza tanto gente que comparte su amistad e ideales como gente que se opone a él y actúa por envidia. Cuando se trata de anunciar a Jesucristo, sin aprobar los motivos, Pablo se alegra por los resultados, pero reaccionará con fuerza si se manipula y proclama otro Evangelio (Gál 1,6). Como “amigo”, les revela a los filipenses una fuerte tensión personal: «deseo partir» o levantar la tienda para encontrarse con Cristo en la morada celestial (Flp 1,23), pero como esto significa dejar este mundo y no estar con su querida comunidad prefiere quedarse un tiempo más para que ellos progresen en la fe. 


1,14: Hch 8,25; 28,30-31 / 1,17: Ef 3,1 / 1,20: 1 Cor 6,20 / 1,21: Gál 2,19-20 / 1,22: 2 Cor 5,6-9 / 1,23: 1 Tes 5,10 / 1,25: Hch 20,1-6 / 1,26: 1 Tes 2,19


Se les concedió la gracia de padecer por Cristo


27 Una cosa pido: tengan una conducta digna del Evangelio de Cristo, para que, si estoy presente y lo compruebo o ausente y solo de oídas, sepa que ustedes se mantienen unidos en un mismo espíritu, luchando juntos en la fidelidad al Evangelio, 28 sin dejarse intimidar en nada por los enemigos. Dios ha dispuesto que lo que para ellos es señal de perdición, sea para ustedes de salvación. 29 Porque no sólo se les concedió la gracia de creer en Cristo, sino también de padecer por él, 30 participando en el mismo combate en el que me vieron y que ahora, como oyen, sigo sosteniendo.


1,27-30: Pablo manifiesta con frecuencia su anhelo de visitar a su querida comunidad. Pero antes quiere verlos crecer en una vida conforme al Evangelio, lo que implica una «conducta digna», esto es, el comportamiento que corresponde a un ciudadano que cumple las leyes de la ciudad en la que vive (1,27). La conducta digna exige a un ciudadano tener un mismo espíritu (2,1), uno de los valores principales que se esperaba de la comunidad socio–política de entonces. Y a ciudadano del Reino, le exige crecer en la fe que nace de la obediencia al Evangelio. Los sufrimientos por Cristo cuando se tiene fe no son desgracias, sino dones que Dios concede y que se transforman en fuente de salvación. Así, la esperanza mesiánica sustentada en la muerte y resurrección del Señor, anima el caminar del discípulo, sobre todo en tiempos de adversidad y persecución. Incluso en medio de infortunios, el estado habitual de un discípulo del Resucitado debiera ser la alegría. 


1,27: Ef 4,1; Col 1,10 / 1,29: 2 Tes 1,4-7 / 1,30: Hch 16,19-40


Tengan la misma actitud de Cristo Jesús


21 Por consiguiente, si de algo sirve una exhortación en Cristo y el consuelo que brota del amor, si tienen comunión de espíritu y un amor entrañable y compasivo 2 hagan plena mi alegría, teniendo unas mismas actitudes, unidos y concordes en un solo amor y un mismo modo de pensar. 3 Jamás actúen por ambición o vanagloria; al contrario, siempre con humildad, considerando a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Que nadie se preocupe por su propio interés, sino por el de los otros. 

5 Tengan, pues, la misma actitud de Cristo Jesús, 

6 quien, siendo de condición divina,

no consideró codiciable permanecer igual a Dios,

7 sino que se despojó de sí mismo,

asumió la condición de esclavo

y se hizo semejante a los seres humanos.

Y en su condición de ser humano, 

8 se humilló a sí mismo hasta la muerte por obediencia,

¡y una muerte en cruz!

9 Por eso, Dios lo exaltó

y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, 

10 para que ante el nombre de Jesús, 

caigan de rodillas todos los seres del cielo, de la tierra y debajo de la tierra, 

11 y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el “Señor”!»,

para gloria de Dios Padre.


2,1-11: Pablo recoge y adapta en detalles este hermoso himno a Cristo, Siervo y Señor, para fundar la vida cristiana como imitación de Cristo; por ello, pide con claridad: tengan «la misma actitud de Cristo Jesús» (2,5; 1 Cor 11,1). En dinamismo descendente, la primera parte del himno (Flp 2,6-8) presenta lo que Cristo hizo por Dios, su Padre. Confiesa la preexistencia de Jesús, su condición de hombre por la encarnación, y su humillación hasta la muerte. El Hijo, que es igual a Dios, se abajó y, despojándose (kénosis) de la gloria que le correspondía, se hizo uno de nosotros, asumiendo la más baja posición social de entonces, la de esclavo (Flp 2,7; Is 52,13-53,12). Luego, como tal, obedeció a su Padre hasta el sacrificio de sí mismo en la cruz, la forma más deshonrosa de morir. En dinamismo ascendente, la segunda parte (Flp 2,9-11) presenta lo que Dios hizo por Jesús, su Hijo. Porque se abajó hasta la muerte en cruz, lo elevó a lo más alto del cielo y le concedió el nombre sublime de Kyrios o “Señor”. Movidos por el Espíritu (1 Cor 8,6; 12,3), todos lo adorarán como Soberano de toda criatura y darán gloria al Padre (Is 45,23; Ef 1,20-21). La invitación paulina es a tener estas actitudes del Señor: no buscar poder, sino hacernos humilde y obediente y, como siervo e hijo del Padre, ponernos al servicio de su designio salvífico. La riqueza de los miembros y medios de una Iglesia que evangeliza está en la inmersión en la historia en pobreza y humildad, para que así brille la fuerza del único Señor y Soberano del mundo. 


2,1: 2 Cor 13,13 / 2,2: Rom 12,16 / 2,3: Rom 12,10 / 2,4: 1 Cor 10,24 / 2,5-11: Jn 1,1-18; Col 1,15-20; Heb 1,1-4 / 2,6: Jn 1,1-2 / 2,7: 2 Cor 8,9 / 2,8: Mt 26,39; Hch 8,32-33 / 2,9: Heb 2,9; 12,2 / 2,10: 1 Pe 3,22 / 2,10-11: Rom 14,11


Trabajen con temor y temblor en su propia salvación


12 Y ya que siempre me han obedecido, queridos míos, no sólo cuando estaba con ustedes, sino mucho más ahora que no lo estoy, trabajen con temor y temblor en su propia salvación. 13 Porque Dios mismo es quien actúa en ustedes tanto el querer como el actuar, conforme a su deseo. 

14 Hagan todo sin murmurar ni discutir, 15 para que sean íntegros y sin tacha, irreprochables hijos de Dios en medio de una generación perversa y depravada en la cual resplandecen como estrellas en el mundo 16 al mantener con firmeza la Palabra de vida. Así, en el Día de Cristo, me enorgulleceré de no haber corrido ni haberme fatigado en vano, 17 al contrario, si tuviera que derramar mi vida como sacrificio de libación al servicio de su fe, me alegraría y compartiría esta alegría con todos ustedes. 18 Igualmente ustedes, alégrense y compartan conmigo su alegría.


2,12-18: El don de la salvación que nos obtuvo Cristo con su kénosis y exaltación espera la respuesta de la imitación de su actitud (nota a 2,1-11): depender del Padre en humildad y obediencia para que nuestro querer y actuar sean según su deseo. Esta actitud funda otras que permiten superar algunos problemas al interior de la comunidad (4,2): el temor o respeto de Dios, nada de murmuraciones ni discusiones, la integridad de vida, el testimonio, la alegría permanente. Pero no hay que olvidar que discípulo y comunidad viven en una sociedad que, por sus antivalores, es para muchos sepultura del discipulado. Una imagen paulina muestra el camino: hay que resplandecer “como estrellas” (2,15; Mt 5,14-16), manteniendo firmemente en alto «la Palabra de vida» (Flp 2,16), para así orientar el camino de los hombres y sus situaciones y evangelizar las culturas. La buena conducta de los misionados alegra el corazón del misionero. Y la vida del misionero con sus desvelos y sufrimientos, con su existencia derramada hasta lo último por Cristo, como Pablo en la cárcel cuya sentencia puede ser la muerte (1,7.14; 2 Tim 4,6), es sacrificio de libación en honor a Dios, para que las comunidades crezcan en fe, amor y testimonio (Flp 2,17).


2,12: Rom 1,5; 2 Tes 1,8 / 2,15: Dt 32,5 / 2,16: 1 Cor 9,24-27 / 2,17: Nm 15,5-10; Rom 12,1


Espero enviarles cuanto antes a Timoteo


19 Con la ayuda del Señor Jesús, espero enviarles cuanto antes a Timoteo, para que también yo me anime al saber noticias de ustedes. 20 No cuento con nadie tan cercano a mí como él que se interese tan sinceramente por ustedes. 21 ¡Todos buscan su propio interés, no el de Jesucristo! 22 Ya conocen lo valioso que es Timoteo, porque, como un hijo con su padre, se puso conmigo al servicio del Evangelio. 23 Espero enviárselos tan pronto vea clara mi situación, 24 aunque confío en el Señor en que también yo pueda visitarlos cuanto antes. 


2,19-24: Varias personas son importantes en el ministerio de Pablo y en la vida de las comunidades del Asia Menor. No pudiendo ir por el momento en persona, Pablo enviará a la ciudad de Filipos primero a Epafrodito (nota a 2,25-3,1a) y luego a Timoteo (2,19-24), ambos de buena fama entre las iglesias, con el fin de tener noticias de la comunidad y consolarse en virtud del gran cariño que mutuamente se profesan. Timoteo, nacido en Listra, es de padre griego y madre judía (Hch 16,1-5). Pablo reconoce que con nadie congenia tanto que con él. El Apóstol lo conoce como a un hijo (Flp 2,22; 1 Cor 4,17), pues fue su compañero más cercano de misión y desventuras durante su segundo (50-52 d.C.) y tercer viaje misionero (53-58 d.C.). Destaca en este pasaje su valiosa colaboración en la evangelización y su sincero interés por la comunidad de Filipos. Timoteo y Epafrodito no sólo son modelos de seguidores fieles, sino de misioneros creativos y valientes, pues mientras Timoteo se pone «al servicio del Evangelio», Epafrodito arriesga su vida por Cristo (Flp 2,22.30).


2,21: Gál 1,7 / 2,22: 1 Tim 1,2 / 2,23-24: 2 Cor 11,23


Estimé necesario devolverles a Epafrodito


25 Entre tanto, estimé necesario devolverles al hermano Epafrodito, mi colaborador y compañero de lucha, enviado por ustedes a asistirme en mis necesidades, 26 porque tenía nostalgia de todos ustedes y estaba angustiado al saber que se habían enterado de su enfermedad. 27 En efecto, estuvo enfermo y a punto de morir, pero Dios se compadeció de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no añadiera más dolor a mi dolor. 

28 Así, pues, lo envié tan pronto pude para que, al verlo de nuevo, se llenen de alegría y yo no me quede tan triste. 29 Recíbanlo con mucha alegría en el Señor y valoren a hombres como él, 30 quien por la causa de Cristo estuvo a punto de morir, arriesgando su vida para completar el servicio que ustedes no podían darme.

31 Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor.


2,25-3,1a: Epafrodito es natural de Filipos y su nombre significa en griego “amable, benevolente” (nota a 2,19-24). Fue enviado por la comunidad de Filipos a Éfeso para asistir a Pablo en su prisión y como delegado oficial para llevarle la ayuda económica de parte de la comunidad (4,18). El Apóstol le tiene gran estima por ser «mi colaborador y compañero de lucha» (2,25). Luego de una grave enfermedad y, sintiendo nostalgia de los suyos, Pablo lo envía de regreso a Filipos. Prepara su regreso rogando a los filipenses que lo reciban bien, adelantándose de este modo a cualquier reproche que le puedan hacer por regresar antes de tiempo (2,29-30). La comunidad debe tener gran estima con colaboradores y misioneros como Epafrodito y Timoteo (2,29; 1 Tes 5,12). Esta forma de actuar y recibir al que regresa es fuente de alegría fraterna (Flp 2,28; 3,1).


2,25-30: 1 Tim 1, 18-19 / 3,1a: 1 Pe 4,13


II

Pablo y la polémica contra los predicadores judaizantes


3,1b-4,9. Tono y contenido cambian bruscamente (3,2). Lo que sigue podría ser de “la carta de la polémica” de Pablo contra sus adversarios quienes por todos los medios desprecian su persona y menoscaban su autoridad de apóstol (ver Introducción). Éstos son judíos convertidos a Cristo que sostienen la centralidad de la Ley de Moisés, la circuncisión para los que se hacen cristianos y el rechazo de los alimentos considerados impuros. Con eso, relativizan el valor salvador de la cruz de Cristo. Es probable que haya que distinguir dos grupos de judeocristianos: unos, aunque rivales de Pablo, no anuncian un Evangelio distinto al de él; otros, los que el Apóstol califica de «enemigos de la cruz de Cristo» (3,2.18; 2 Cor 11,13), manipulan el mensaje acerca de Jesucristo y polemizan con Pablo (Gál 1,7). Éste les responde con el recurso retórico del autoelogio (Flp 3,4-6) y el ejemplo de su propia vida, mostrando que gratuitamente Cristo lo conquistó (3,12).


Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo


No es ninguna molestia para mí escribirles las mismas cosas, lo que a ustedes, en cambio, les da seguridad. 

2 ¡Cuidado con los perros! ¡Cuidado con los que hacen el mal! ¡Cuidado con los que mutilan el cuerpo! 3 Porque los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y ponemos nuestro orgullo en Cristo Jesús, sin poner nuestra confianza en la condición humana. 4 Aunque en realidad, yo también podría confiar en ello.

Si alguien pretende confiar en la propia condición humana, con mayor razón yo: 5 circuncidado al octavo día de nacido; del linaje de Israel y de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; respecto a la Ley, fariseo; 6 respecto al celo por la religión, perseguidor de la Iglesia, y en rectitud de vida según la Ley, irreprochable. 

7 Sin embargo, todo eso que era para mí una ganancia, lo sigo estimando pérdida a causa de Cristo. 8 Más aún, incluso estimo que todo es pérdida comparado con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él doy todo por perdido y lo estimo basura con tal de ganar a Cristo 9 y de encontrarme unido a él, no porque yo mismo me haga justo cumpliendo la Ley, sino en virtud de la fe en Cristo, es decir, por el don de Dios que nos hace justos en razón de la fe. 10 Así podré conocer a Cristo y la fuerza de su resurrección y compartir sus sufrimientos mientras me asemejo a él en su muerte, 11 a ver si así alcanzó la resurrección de entre los muertos.


3,1b-11: La polémica de Pablo con los cristianos judaizantes llegados a Filipos (nota a 3,1b-4,9) es la ocasión para conocer su espiritualidad. ¿De dónde proviene su pasión por Cristo y por anunciarlo? De la aceptación y vivencia del misterio pascual del Señor. Pablo se refiere a este misterio con el par pérdida–ganancia (3,7-9), lenguaje comercial de la época que nos abre al camino espiritual del Apóstol. Según su autoelogio (3,4-6; Gál 1,13-14), sus prerrogativas respecto a su proveniencia (pueblo, tribu y familia), sus méritos (fariseo, cumplidor de la Ley) y su título (perseguidor de la Iglesia) lo hacían uno de los mejores de su tiempo. En cambio ahora, una vez que sin intervención de la Ley, Dios le reveló a Jesucristo y Pablo experimentó su amor gratuito, Jesucristo comenzó a ser «mi Señor» (Flp 3,8). Entonces, lo que antes tenía por ganancia se vuelve ahora una pérdida absoluta, puesto que no le dejaba ganar a Cristo y vivir en comunión con él. Desde esta experiencia, Pablo advierte a su comunidad que no pierdan el tiempo confiando en lo que es inútil, pues lo que parece una enorme ganancia no es otra cosa que perder el sumo bien del conocimiento de Cristo, es decir, el creciente encuentro y relación personal con él. 


3,2: 1 Re 18,28; Gál 5,12 / 3,3: Jr 4,4; Rom 2,25-29 / 3,5: Gn 17,12; Lv 12,3; Hch 23,6 / 3,6: Hch 8,3 / 3,8: Jn 17,3 / 3,9: Rom 1,17 / 3,10-11: Rom 6,3-14; 2 Cor 4,10-14


Muchos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo


12 Esto no quiere decir que haya conseguido todo esto o que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera por si logro conquistarlo, porque para eso fui conquistado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, no creo aún haberlo conquistado. Pero una cosa hago: olvidando lo que dejé atrás, persigo lo que está al frente, 14 y corro así en dirección a la meta, hacia el premio al que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. 15 Por tanto, quienes buscamos ser perfectos así debemos pensar. Y si en algo piensan de un modo distinto, en esto también Dios los iluminará. 16 En todo caso, sigamos como lo hemos venido haciendo.

17 Hermanos, sean imitadores míos, y fíjense también en quienes se comportan según nuestro ejemplo. 18 Porque, como les dije muchas veces y ahora lo digo llorando, muchos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo. 19 Para los que sólo piensan en cosas terrenas, su destino es la perdición, su dios es el vientre y su gloria, lo que en realidad debería avergonzarlos. 20 Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor, 21 quien transformará nuestro cuerpo frágil en un cuerpo glorioso semejante al suyo en virtud del poder que tiene de someterlo todo a sí mismo.

41 Por eso, hermanos míos amados y añorados, a ustedes, hermanos queridos, que son mi alegría y mi corona, les pido: ¡manténganse firmes en el Señor!


3,12-4,1: Pablo, como en otras Cartas (1 Cor 9,24-27), emplea la imagen del atleta que se esfuerza por llegar a la meta con el fin de indicarnos cómo alcanzar la configuración con Cristo, meta del discípulo (Flp 3,10-11; 2 Cor 3,18). Sin embargo, nos hace ver una notable diferencia: mientras el atleta corre sin saber si conseguirá el premio, Pablo y todo auténtico discípulo de Jesús está llamado a conquistar la meta precisamente porque Cristo ya lo alcanzó o conquistó (Flp 3,12). Y esta es la experiencia de “Saulo” camino a Damasco: Dios por Cristo salió a su encuentro y su amor lo transformó de tal modo que lo hizo ser “Pablo”, el apóstol de los gentiles (Rom 1,3-6; 5,8). Una vez más Pablo recurre al autoelogio para exhortar a los suyos a imitarlo, como él a Cristo (Flp 3,13-17; nota a 3,1b-4,9). La fidelidad al Señor de los filipenses frente a los predicadores judaizantes, «enemigos de la cruz de Cristo», es corona de victoria y motivo de alegría para el Apóstol (3,18; 4,1). Gracias a Jesucristo no hay ciudadanos de Israel, Roma o Filipos…, sino que todos los bautizados son «ciudadanos del cielo» por ser miembros de la «familia de Dios» (3,20; Ef 2,19). Y los filipenses, ciudadanos romanos de pleno derecho, sabían a lo que Pablo se refería (ver Introducción).


3,12: Hch 9,3-6; 1 Cor 9,24-27 / 3,14: Sab 4,12 / 3,15: 1 Cor 2,6 / 3,17: 1 Cor 4,16 / 3,19: Rom 16,18 / 3,20: Tit 2,13 / 3,21: 1 Cor 15,35-37 / 4,1: 1 Tes 2,19-20


Que la bondad de ustedes la reconozca todo el mundo


2 Ruego tanto a Evodia como a Síntique que tengan una misma actitud en el Señor. 3 También te ruego a ti, leal compañero, que las ayudes, ya que ellas lucharon a mi lado por el Evangelio, junto con Clemente y demás colaboradores míos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. 

4 ¡Estén siempre alegres en el Señor! Les repito: ¡estén alegres! 5 Que la bondad de ustedes la reconozca todo el mundo. ¡El Señor está cerca! 

6 No se inquieten por nada, al contrario, en cualquier situación presenten sus peticiones a Dios orando, suplicando y dando gracias. 7 Y que la paz de Dios que supera todo lo que el hombre pueda pensar, custodie sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús. 

8 Por último, hermanos, tomen en cuenta todo cuanto hay de verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable, virtuoso y digno de elogio. 9 Aquello que aprendieron y recibieron de mí, que vieron y oyeron de mí, pónganlo en práctica y el Dios de la paz estará con ustedes.


4,2-9: Dirigiéndose a personas que cumplen el rol de dirigentes de la comunidad, Pablo ofrece datos interesantes sobre la vida de ésta, los que iluminan situaciones actuales. Varios aspectos se destacan. El primero es que la petición de que Evodia y Síntique se pongan de acuerdo nos habla de conflictos en las comunidades paulinas, aunque sin decirnos en qué consisten. El segundo aspecto es que Pablo evangeliza con un grupo de fieles colaboradores, una verdadera confraternidad de misioneros, que cumplen las normativas que reciben del Apóstol y lo representan en la conducción de las comunidades. Luego, se destaca la centralidad de la oración gracias a la cual se obtiene la protección de Dios y la paz que procede de él. El cuarto es la inserción de las comunidades en el medio social en el que viven, asumiendo los valores humanos auténticos presentes en él (4,8: lo «verdadero, noble…»), que para el cristiano son frutos del Espíritu (Gál 5,22-23); esto significa que el mundo también refleja la bondad y la belleza de Dios por lejano de Cristo que parezca. El último aspecto es la alegría, fruto del Espíritu, que Pablo desea como nota distintiva del que es de Cristo y vive en comunión con Dios (2 Cor 13,11). La alegría cristiana, expresión de la salvación, es uno de los regalos más hermosos que el discípulo puede ofrecer al mundo. 


4,3: Éx 32,32; Sal 69,28 / 4,5: Sant 5,8-9 / 4,6: Mt 6,25; 1 Pe 5,7 / 4,7: Is 26,3; Jn 14,27; Col 3,15


III

Pablo y su agradecimiento por la ayuda recibida


¡Todo lo puedo gracias a aquel que me fortalece!


10 Mi alegría en el Señor fue grande al ver que volvieron por fin a florecer las buenas actitudes de ustedes para conmigo. Ya las tenían, pero les faltaba la ocasión de manifestarlas. 11 No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. 12 Sé pasar necesidad y vivir en la abundancia. Estoy acostumbrado a todas y cada una de estas cosas: a estar satisfecho como a pasar hambre, a vivir en la abundancia como también en la penuria. 13 ¡Todo lo puedo gracias a aquel que me fortalece! 14 Sin embargo, hicieron bien en compartir mis sufrimientos. 

15 Ustedes saben, filipenses, que al comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna comunidad, excepto ustedes, compartió conmigo una cuenta de “ingresos” y “egresos”. 16 Incluso, cuando estaba en Tesalónica, varias veces me enviaron ayuda para aliviar mis necesidades. 17 Y no es que esté buscando regalos, sino que busco que los intereses se multipliquen en la cuenta de ustedes. 18 Yo tengo todo lo que necesito y más aún. Tengo de sobra con lo que Epafrodito me entregó como suave perfume de parte de ustedes, ofrenda aceptable y agradable a Dios. 19 Mi Dios, a su vez, remediará todas sus necesidades de acuerdo a su riqueza manifestada espléndidamente en Cristo Jesús. 20 A Dios, nuestro Padre, sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén!


4,10-20: Este pasaje pudo ser la “carta de agradecimiento” de Pablo a los filipenses por la ayuda económica que le hicieron llegar cuando estaba encarcelado (ver Introducción), aunque ya lo habían hecho en otra ocasión (2 Cor 11,8-9). Lo que alegra al Apóstol es la solidaridad de la comunidad. Pablo de inmediato deja claro que de nadie más recibe ayuda, sino que trabaja en su oficio a fin de no ser gravoso a nadie (1 Cor 9,6; 1 Tes 2,9). Del sustento económico, se expresa con vocablos de transacción comercial y conforme al paradigma social de patrón–cliente (Flp 4,15-18; 1 Cor 9,11). Ninguna deuda tiene la comunidad con el Apóstol por haberles anunciado el Evangelio, pues Pablo es autosuficiente y se vale por sí mismo en sus desplazamientos y en la misión, ya sea en tiempos de abundancia como de escasez. Por lo demás, ¡sólo Cristo le basta! (2 Cor 12,9-10). Por tanto, no acepta que lo traten como cliente, haciéndole sentir que le pagan por sus productos, pues él y los filipenses tiene un solo patrón: Jesucristo, quien a todos asiste en las necesidades. Y Cristo es un “patrón” que recompensa a manos llenas, que no espera devolución y multiplica los bienes del que es solidario con otros (Flp 4,17). Sólo a Dios se le devuelve todo como ofrenda agradable (4,18-19), por lo que toda ayuda como la de los filipenses es un acto de culto a Dios, quien los recompensará con creces.


4,11: Heb 13,5 / 4,13: Col 1,29 / 4,15: Hch 16,12 / 4,16: Hch 17,1 / 4,18: Éx 29,18; 30,7-8 / 4,20: Rom 16,27


Saludo final


Saluden a todos los santos en Cristo Jesús


21 Saluden a todos los santos en Cristo Jesús. Les envían saludos los hermanos que están conmigo. 22 Los saludan todos los santos, en especial los de la casa imperial. 

23 Que la gracia del Señor Jesucristo esté con ustedes.


4,21-23: A diferencia de otros saludos de despedida, en éste nos hay nombres concretos. Son saludos de santos (Pablo y los que están con él) para los santos (los de Filipos). «Santos» es el nombre que reciben los discípulos de Jesús en las comunidades paulinas por haber sido consagrados a Dios por el bautismo; entre éstos, se cuentan funcionarios al servicio del Imperio romano (4,22). También se llaman «hermanos», porque participan por el bautismo y la acción del Espíritu de la misma vida del Hijo de Dios. Como Pablo empezó la Carta (1,1), así la termina, por lo que su contenido se entiende a partir de la identidad del discípulo (“santo” y “hermano”), pero con un desafío abierto: hay que construir día a día la fraternidad, para lo que es indispensable la gracia de Jesucristo. 


4,21: Rom 1,6-7 / 4,23: 1 Tes 1,1


Flp 4,23: numerosos manuscritos añaden: «¡Amén!».