loader image

ATRAS

(16 capítulos)

A TITO


I- «A Tito, auténtico hijo en la fe que compartimos» (1,4): Tito, pastor de la comunidad en Creta


Lo poco que sabemos de Tito es gracia a las Cartas auténticas de Pablo. Tito era un griego convertido por Pablo a Cristo, por lo que lo estimaba como a un auténtico hijo (Tit 1,4). Debió ser joven, como Timoteo, pero –según parece– menos tímido, más abierto y mejor negociador que éste, pues por algo Pablo le encarga misiones que requieren de hábiles conductas. Tito, junto con Bernabé, acompaña a Pablo a Jerusalén el año 49 d.C., cuando se discute si los gentiles, como él, tienen o no que cumplir ciertas normas de la Ley de Moisés como pretendía el grupo de judeocristianos de tendencia judaizante. A diferencia de Timoteo (Hch 16,3), Pablo no permite que Tito sea circuncidado y, de hecho, los de Jerusalén, no insisten en ello (Gál 2,3). 

Debido a las diferencias entre Pablo y los misioneros judeocristianos de tendencia judaizante llegados a Corinto, el Apóstol envía a Timoteo, quien no logra resolver el conflicto. Entonces, le pide a Tito que vaya, llevando una carta escrita «llorando amargamente por tanto sufrimiento y angustia que sentía» (2 Cor 2,4), carta que se perdió (Introducción a 2 Cor). A Tito le fue mejor que a Timoteo, ganándose la estima de la comunidad. Pablo, entonces, viaja de Éfeso a Tróade para esperar a Tito y la información que le trae de Corinto. Como Tito no llega, se dirige a la región de Macedonia donde se encuentra con Tito, quien le trae la grata noticia de que todo está resuelto (7,6-7). Más tarde, en el otoño del año 57 d.C. y para sellar la armonía conseguida en Corinto, Pablo de nuevo envía a Tito a Corinto con otra carta conocida como de “la reconciliación”. Además, le encarga la organización de la colecta en la provincia romana de Acaya para socorrer a los más desvalidos de la iglesia madre de Jerusalén, tal como el Apóstol se lo había prometido a los de Jerusalén. 

Tito, pues, es para Pablo uno de sus más excelentes colaboradores «en beneficio de ustedes» (2 Cor 8,23). El Apóstol, luego, le pide a Tito encargarse de la comunidad de discípulos en la isla de Creta. Más tarde, sin embargo, lo manda llamar para encontrarse con él en Nicópolis, pues quiere pasar allí el invierno. Es decir, Tito no sólo es un excelente «colaborador» del Apóstol, sino también un preocupado «hermano» y «compañero», cuya presencia le infunde a Pablo serenidad, consuelo y alegría (2,13; 8,23).

Sobre las dificultades y esperanzas de la comunidad cristiana que Tito debe conducir, ver Introducción a 1 y 2 Timoteo.


II- «Habla de estas cosas, exhorta y corrige» (2,15): teología de la Carta a Tito


Además de lo dicho en la Introducción a 1 y 2 Timoteo hay que considerar dos aportes teológicos que se destacan en Tito: una breve síntesis de teología de la salvación y otra del bautismo. Es probable que se trate de dos himnos litúrgicos, anteriores a la Carta, recogidos aquí. 

Tito 2,11-14 es una breve síntesis de teología de la salvación que presenta una cristología reformulada para creyentes del mundo grecorromano. Jesucristo es «el gran Dios y Salvador nuestro», afirmación que forma parte del grupo selecto de confesiones de fe en la divinidad de Jesús (Tit 2,13). La encarnación, pura gracia y bondad de Dios, es la epifanía o manifestación histórica y escatológica de Jesús como Salvador (2,11; 3,4) para liberar o rescatar de la iniquidad a la humanidad y crear un pueblo purificado para Dios (Gál 1,4; 1 Pe 1,18-19). Así, del misterio pascual de Jesús, brota la Casa o nuevo Pueblo de Dios. Esta cristología centrada en la salvación exige una adecuada conducta del discípulo. Entre la primera epifanía de Jesús (encarnación) y la segunda (parusía), el discípulo está llamado a vivir este tiempo presente haciendo el bien, porque Jesucristo lo salvó y lo consagró a Dios, precisamente para que diera frutos de «vida sobria, recta y religiosa» (Tit 2,12; 2 Tim 2,21). 

Tito 3,4-7 es una breve síntesis de teología del bautismo, tal vez proveniente de un himno empleado en liturgias bautismales y anterior a la Carta. Antes de la venida de Cristo, la humanidad se encontraba en una situación generalizada de pecado y maldad (Tit 3,3; Rom 5,12). Pero todo cambia cuando Dios manifiesta su bondad y su amor al salvarnos por pura misericordia, no por los méritos de nuestras obras (Rom 3,24-25; 8,3). La salvación de Dios por Jesucristo se hace hoy presente gracias al Espíritu Santo que Dios regala abundante y gratuitamente. El Espíritu, mediante el baño purificador del bautismo, nos regenera y nos otorga una existencia nueva, la de hijos e hijas de Dios (1 Cor 6,11; 12,13), condición que nos hace herederos de la vida eterna (Gál 4,7; 6,8). El Espíritu Santo recibido en el bautismo fundamentan la nueva conducta cristiana que los dirigentes de las comunidades deben exigirse a sí mismo y a los demás. 


III- «Esta palabra es segura» (3,8): organización literaria de la Carta a Tito


1- Autor y fecha


La fecha de composición de Tito para quienes sostienen que Pablo es su autor, se fija entre los años 64-65 d.C., escrita antes que 1 y 2 Timoteo. Sin embargo, al igual que las Cartas a Timoteo (ver Introducción), no es seguro que Pablo haya escrito la Carta a Tito. Varias razones llevan a pensar que un discípulo suyo, el mismo que escribió las Cartas a Timoteo o, por lo menos, 1 Timoteo por la gran similitud teológica con Tito, haya escrito esta última. De ser así, la fecha de su composición sería, como para 1 y 2 Timoteo, la década de los 90 d.C. El que Pablo no sea su autor, sino alguien perteneciente a su escuela, no pone en duda la inspiración divina. 


2- Organización literaria y actualidad


La Carta a Tito, como 1 y 2 Timoteo, trae frases difíciles de entender e incluye catálogos de vicios y virtudes con términos duros e, incluso, sarcásticos. Llama la atención la concentración de virtudes y normas morales que deben regir la conducta recta según la fe, tal vez por la necesidad de enfrentar agudos desórdenes tanto al interior como al exterior de la comunidad en Creta. 

Los tres breves capítulos de la Carta se pueden organizar de la siguiente manera:


Saludo inicial

1,1-4

I

Tito, los responsables de la Iglesia y la sana doctrina


1,5-16

II

Tito, la conducta recta y la corrección


2,1-3,11

Saludo final

3,12-15


Luego del Saludo inicial, con una confesión de fe poco usual en los prólogos de las Cartas paulinas, una Primera sección se dedica a dos ámbitos de la misión de Tito: criterios para elegir y establecer presbíteros u obispos a cargo de la conducción de las comunidades, servicios eclesiales aún no bien delimitados, y organización de la comunidad sustentada en la sana doctrina, lo que implica hacer frente a insubordinados y charlatanes. En la Segunda sección, un poco más extensa, se aconseja a Tito respecto a otros ámbitos de su misión: la sana conducta que se espera de algunos grupos importantes de creyentes (ancianos, jóvenes y esclavos); la inserción de la comunidad en la sociedad civil, en particular su relación con la autoridad, y la corrección decidida a quienes dividen la comunidad, sin temor a separarlos de ella si no tienen intención de convertirse. De modo general, si la Primera sección se ocupa de la ortodoxia (enseñar lo que se debe: Tit 1,11), la Segunda de la ortopraxis (vivir como se debe: 3,8). 

Sobre la actualidad de la Carta a Tito, ver Introducción a 1 y 2 Timoteo.


A TITO


Saludo inicial


A Tito, auténtico hijo en la fe


11 Soy Pablo, servidor de Dios y apóstol de Jesucristo para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al conocimiento de la verdad conforme a la religión 2 con la esperanza puesta en la vida eterna que Dios –que no miente– prometió desde la eternidad. 3 Al llegar el momento debido, él manifestó su Palabra por la predicación que me fue confiada por orden de Dios, nuestro Salvador. 4 A Tito, auténtico hijo en la fe que compartimos: gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador. 


1,1-4: El saludo inicial es una hermosa síntesis sobre el anuncio del Evangelio. Dios, conforme a su plan y a su debido tiempo, manifestó su Palabra mediante la predicación de sus servidores y apóstoles. La predicación de la Palabra escuchada y aceptada suscita la fe en Jesucristo la que, junto con el bautismo, incorpora a la familia de Dios (Tit 1,7). Se inicia así una vida en comunión con Dios y los hermanos, dimensiones que mutuamente se requieren. Los servidores y apóstoles son enviados por Dios a llevar a sus elegidos a la fe en la única Verdad, Jesucristo, quien conduce a Dios y a la vida eterna (3,7; 1 Tim 6,12). El título de «nuestro Salvador» (Tit 1,4), correspondiente al de “Mesías” en el mundo judío, señala la finalidad de la revelación de Cristo: para que todos lleguen al conocimiento de Dios y vivan en comunión con él. 


1,1-4: Rom 1,1-7 / 1,2: 2 Tim 2,13 / 1,3: 1 Tim 2,6 / 1,4: 2 Cor 7,6; Gál 2,1.3


I

Tito, los responsables de la Iglesia y la sana doctrina


1,5-16. Siguen dos pasajes en los que se señalan dos tareas importantes de la misión de Tito. La primera es establecer presbíteros y obispos en las comunidades, y se le indican las cualidades necesarias para elegirlos de forma que sirvan con generosidad a las iglesias establecidas en cada ciudad (1,5-9). La segunda es enseñar la Palabra y cómo debe tratar a los que enseñan lo que no corresponde, ganándose la vida de modo deshonesto; éstos son siempre fuentes de división en la comunidad (1,10-16). 


Te dejé en Creta para que establecieras presbíteros


5 El motivo por el que te dejé en Creta fue para que terminaras de poner en orden lo que aún faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, tal como yo te ordené. 6 Que éste sea alguien irreprochable, casado una sola vez, que tenga hijos creyentes a los que no se les pueda acusar de libertinos o rebeldes. 7 Porque es necesario que el obispo, como administrador de la casa de Dios, sea irreprochable, y que no sea arrogante ni de mal genio, ni dado al vino, ni pendenciero, ni ávido de ganancias deshonestas. 8 Al contrario, que sea hospitalario, amante del bien, prudente, justo, piadoso, dueño de sí, 9 que atienda a la palabra segura tal como es enseñada, para que sea capaz de exhortar según la sana doctrina y corregir a los opositores.


1,5-9: El pasaje aporta varios datos sobre la organización de las comunidades de tradición paulina en sociedades grecorromanas a finales del siglo I d.C., en este caso en la isla de Creta. Las comunidades se establecen en ciudades de una misma región. Cuentan con dirigentes llamados presbíteros o ancianos y con obispos o custodios, cuyos requisitos y funciones no están claramente diferenciados (notas a 1 Tim 3,1-7 y 5,17-25). Como su principal encargo es administrar la casa o familia de Dios, los requisitos se parecen a los de un jefe de hogar de una familia grecorromana (ver Introducción a 1 y 2 Timoteo): que sea un buen jefe de hogar; que se preocupe por la sobrevivencia familiar, exigiendo a cada uno lo que le corresponde; que se ocupe de que se practique la religión; que mantenga y acreciente los vínculos de unidad, y que corrija con prontitud y severidad las rebeldías. Tres ámbitos, pues, lo hacen buen pastor: el control propio y la conducción de los demás; la fidelidad a la Palabra de Dios y a la sana enseñanza, y la capacidad para gobernar, sobre todo exhortando y corrigiendo a los de adentro y a los opositores. Si estos requisitos no se cumplen, ¡que los dirigentes de la comunidad no impongan sus manos! (1 Tim 5,22).


1,5: Hch 27,7 / 1,6-7: Hch 20,28 / 1,6-9: 1 Tim 3,2-12 / 1,6: Prov 28,7 / 1,7-8: 1 Pe 5,2-3 / 1,9: 1 Tim 1,10


Hay entre nosotros muchos rebeldes


10 Porque hay entre nosotros muchos rebeldes, charlatanes y embaucadores, sobre todo procedentes del judaísmo. 11 A éstos es necesario taparles la boca, porque destruyen familias enteras y, por sacar dinero, enseñan lo que no corresponde. 12 Ya dijo de ellos uno de sus propios profetas:

Cretenses, siempre mentirosos,

malas bestias, vientres perezosos

13 Y este testimonio es verdadero. Por esta razón, corrígelos con dureza, para que se mantengan sanos en la fe 14 y no den crédito a leyendas judías ni a mandamientos de gente que se aparta de la verdad. 15 Todo es puro para los puros, pero para los contaminados e incrédulos nada es puro, pues sus mentes y sus conciencias están contaminadas. 16 Confiesan conocer a Dios, pero con las obras lo niegan. Es gente aborrecible y desobediente, descalificada para toda obra buena. 


1,10-16: La segunda tarea de Tito como pastor (nota 1,5-16) es enseñar la Palabra y corregir a los que se apartan de la verdad, probable referencia a quienes pertenecen al incipiente movimiento gnóstico que exigía un determinado y un gradual conocimiento para alcanzar la divinidad. Quizás algunos judeocristianos, perteneciente a dicho movimiento, exigían la práctica de la circuncisión y la abstención de algunos alimentos (1 Tim 4,3). Predicaciones y acaloradas polémicas caracterizaban la vida comunitaria (1,3-4; 2 Tim 2,14), habiendo incluso algunos que así se ganaban la vida (1 Tim 6,9-10). Entre tantas pretendidas verdades, la revelación cristiana buscaba abrirse espacio. De aquí la encomienda a Tito: cuidar y acrecentar la fe y la unidad de los que pertenecen a la comunidad mediante la sana enseñanza, y corregir a los falsos maestros y misioneros que apartan a tantos del auténtico Evangelio. Las doctrinas erróneas son tan nefastas como las malas conductas, por lo que Tito debe esforzarse en exigir rectitud en ambos, teniendo en cuenta que la bondad o maldad de la conducta está en la conciencia e intención de quien las genera y lleva a término (Tit 1,15-16; Rom 14,20). 


1,10: Hch 11,2 / 1,11: 2 Tim 3,6 / 1,14: Mt 15,11; Mc 7,18-19 / 1,15: Ag 2,10-14 / 1,16: 1 Jn 1,6; 2,4


Tit 1,12: la cita es del cretense Epiménides de Cnosos (siglo VI a.C.), profeta que, en el vocabulario popular, correspondía a poeta. 


II

Tito, la conducta recta y la corrección


2,1-3,11. No cambian de modo substancial los encargos a Tito en cuanto responsable de la comunidad de discípulos en la isla de Creta. Sin embargo, la insistencia ya no está tanto en los errores doctrinales cuanto en la corrección de las conductas que apartan de la fe a los hermanos y provocan escándalos en los de fuera de la comunidad. Todo se afronta con tono exhortativo y positivo. Desaparecen las listas de vicios a combatir y aparecen las de virtudes a favorecer (2,1-10). El motivo para la buena conducta es la obra de la redención realizada por Dios mediante Jesucristo y el Espíritu (2,11-3,7). Al final, se anima a Tito para que ejerza con responsabilidad su tarea de pastor de la comunidad y, por lo mismo, enfrente a los rebeldes (3,8-11).


Enseña lo que es conforme a la sana doctrina


21 Tú, en cambio, enseña lo que es conforme a la sana doctrina. 

2 Que los ancianos sean sobrios, honorables, prudentes, sanos en la fe, en el amor y la perseverancia. 3 De igual modo, que las ancianas se comporten como conviene a gente piadosa, que no sean chismosas ni esclavas del vino, sino maestras en el bien, 4 para que aconsejen a las jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5 a ser prudentes, castas, laboriosas en sus deberes del hogar, bondadosas, sumisas a sus propios esposos, de manera que la Palabra de Dios no sea objeto de injurias. 

6 De igual modo, exhorta a los jóvenes a ser prudentes 7 y muéstrate en todo como un modelo de buena conducta: íntegro y digno en la enseñanza, 8 sano e intachable en el mensaje, para que el adversario se vea avergonzado al no poder decir nada malo de nosotros. 

9 Que los esclavos sean en todo sumisos a sus propios amos y complacientes con ellos y, en vez de llevarles la contraria 10 y quedarse con sus pertenencias, les demuestren absoluta fidelidad, para que así honren en todo la doctrina de Dios, nuestro Salvador.


2,1-10: Tito debe exhortar en la conducta recta a grupos representativos de su comunidad, ya sea por su influencia (ancianos), ya por su necesidad de instrucción (jóvenes) o por su situación (esclavos). Las virtudes y conductas que tiene que pedir son las que se conforman a «la sana doctrina» (2,1) y las que, por entonces, se esperaba de un buen ciudadano. A los ancianos se les invita a ser honorables, prudentes o sabios…; a las ancianas a vivir según la religión, a aconsejar a las jóvenes…; a los muchachos a ser prudentes en su comportamiento; a las muchachas a ser buenas esposas, laboriosas y castas…, y a los esclavos, sumisos a sus amos y no robarles… Además de otras motivaciones (nota a 2,11-15), se invita a practicar virtudes y conductas para mostrar que se honra a Dios (culto) y se vive según lo que pide (conducta), puesto que así se alcanza la estima y aceptación de los que creen en otros dioses. El cristiano tiene que obrar de tal forma que él ni sus actos deben ser objeto de injuria por parte de los que no son de la comunidad (1 Tim 6,1; 1 Pe 2,12; ver Ez 36,16-38). Sólo así una nueva religión se abría espacio en aquella sociedad plagada de dioses, adoradores y templos. 


2,1: 1 Tim 1,10 / 2,2: 1 Cor 13,13; Col 1,4-5 / 2,3: 1 Tim 3,11 / 2,4-5: Ef 5,22; Col 3,18 / 2,6: 1 Tim 2,9.15 / 2,7: 1 Pe 5,2-3 / 2,8: 1 Tim 5,14 / 2,9: Flm 18-19 / 2,9-10: Ef 6,5-9


Llevemos una vida sobria, recta y religiosa


11 Porque la gracia de Dios que salva se manifestó a todos los seres humanos, 12 educándonos para que, rechazando la impiedad y los deseos desordenados, llevemos en este tiempo presente una vida sobria, recta y religiosa 13 mientras aguardamos el feliz cumplimiento de lo que esperamos: la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. 14 Él se entregó a sí mismo por nosotros para liberarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, deseoso de buenas obras. 

15 Habla de estas cosas, exhorta y corrige con toda autoridad. ¡Que nadie te desprecie!


2,11-15: La motivación para una buena conducta, a diferencia de la de antes (nota a 2,1-10), es ahora la obra de la salvación realizada por Jesucristo, contenido central de «la sana doctrina» (2,1). Dios nos salvó por gracia, no por los méritos de las buena obras (3,4-5). Lo hizo mediante su Hijo que, como él, es «Dios y Salvador nuestro», audaz afirmación que confiesa la condición divina y salvadora de Jesucristo al igual que la de Dios (2,13; Rom 9,5), haciendo así comprensible para griegos y romanos el título judío de Mesías o Ungido para redimir (Mt 1,21). No hay pues Emperador alguno, romano o no, que salve a sus súbditos, puesto que solo Dios nos libera del pecado y se hace una familia dispuesta a honrar su Nombre por las obras buenas (Hch 15,14; 1 Pe 2,9-10). Por tanto, si los de la familia de Dios llevan una vida «sobria, recta y religiosa» es por su gracia y porque él los educó para rechazar los deseos desordenados y la impiedad (Tit 2,11-12). La vida cristiana transcurre entre las dos venidas de nuestro Salvador: gracias a su encarnación, el discípulo es santificado y comienza su camino hacia la parusía gloriosa de su Señor, hacia su segunda venida; desde hoy hasta llegar a ella, camina en esperanza, llevando una vida recta y sobria, pues su vocación es alcanzar el cumplimiento pleno de las promesas de Dios (1 Tim 6,14). Enseñar esto y exigirlo a su comunidad es la tarea de Tito en cuanto pastor.


2,12: 1 Jn 2,16 / 2,13: 1 Cor 1,7 / 2,14: Sal 130,8; Mt 20,28; Mc 10,45 / 2,15: 1 Tim 4,12


Él nos salvó por el baño del bautismo


31 Recuérdales que sean sumisos a los gobernantes y a las autoridades, que los obedezcan y estén dispuestos a colaborar en toda obra buena; 2 que no injurien a nadie ni sean agresivos, sino amables, demostrando una gran humildad con todo el mundo. 

3 Porque nosotros también antes, por nuestra ignorancia y desobediencia, andábamos por caminos equivocados, esclavizados por deseos desordenados y placeres diversos y, llevados por la maldad y la envidia, éramos detestables y nos odiábamos mutuamente. 

4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador,

y su amor por la humanidad, 

5 él nos salvó, no por las obras realizadas para ser justos,

sino conforme a su misericordia,

por el baño del bautismo que regenera

y del Espíritu Santo que renueva.

6 Y Dios derramó con abundancia ese Espíritu sobre nosotros

por medio de Jesucristo nuestro Salvador,

7 para que hechos justos por su gracia,

seamos herederos según la esperanza de la vida eterna. 


3,1-7: Los encargos a Tito son para que su comunidad se inserte de forma adecuada en la sociedad civil, evitando convertirse en una secta. Como antes (nota a 2,1-10), se piden virtudes humanas que son patrimonio del mundo grecorromano, pero por otros motivos: por Dios y su salvación. Entre estas virtudes sobresalen la obediencia a la autoridad constituida, la colaboración con ella (1 Tim 2,1-2; 1 Pe 2,13-17) y la benevolencia para con todos (1 Pe 3,9). Luego, se evoca un himno empleado en la liturgia bautismal (Tit 3,4-7) para mostrar que la buena conducta se funda en la obra de la salvación. Porque estábamos encerrados en la corrupción intelectual y moral y porque el odio impregnaba nuestras relaciones, Dios «se manifestó» como bondadoso salvador, haciendo de su Hijo «nuestro Salvador» (3,4.6). No nos salvan, por tanto, los méritos de las obras buenas, sino el amor de Dios y los méritos del Salvador que se entregó por nosotros (2,13-14; 2 Tim 1,9). Gracias a él, Dios nos regala con abundancia el Espíritu Santo quien, por el agua bautismal, purifica, genera hijos e hijas para Dios y nos capacita para obrar el bien. Así, hechos familiares de Dios y nueva creación, heredamos de él la vida eterna.


3,1: Rom 13,1-7 / 3,2: 1 Tes 3,12 / 3,3: Ef 2,3-10 / 3,4: Rom 3,21-26 / 3,5: Dn 9,18; Rom 6,3-4; Ef 2,8-9 / 3,6: Jl 2,28 / 3,7: Rom 3,24


Evita controversias necias, genealogías, pleitos


8 Esta palabra es segura y quiero que tú insistas en ella con firmeza, para que quienes han creído en Dios se dediquen a la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y útil para todos. 

9 Pero evita controversias necias, genealogías, pleitos y discusiones sobre la Ley, pues son inútiles y vanas. 10 Después de amonestar una y otra vez al que fomenta divisiones, apártate de él, 11 pues ya ves que se trata de un pervertido que sigue pecando, condenándose a sí mismo. 


3,8-11: Se le pide a Tito que insista en todo momento en la palabra o enseñanza segura, en aquella que es fiel expresión de la tradición paulina y se remonta a los apóstoles y a Jesucristo. Su aceptación por la fe da frutos de buenas obras. La conducta según Cristo, en oposición a la de los adversarios (3,9), no sólo beneficia a la comunidad, sino que también es un aporte valioso para la sociedad. Intensas debieron ser las discusiones al interior de la comunidad (1,10-14) por cuanto de nuevo se le insiste a Tito que abandone cualquier tipo de polémica estéril que no hace más que fomentar la división y llevar a la ruina (2 Tim 2,14). Tan importante es la comunión que si luego de corregir con paciencia al que fomenta la desunión no se obtiene su conversión (2,25; Rom 16,17-18), hay que apartarlo de la comunidad según la indicación de Jesús (Mt 18,15-17). Si la opción de aquel ha sido entregarse al pecado, nada se puede hacer por él: ¡se está condenando a sí mismo! (1 Tim 6,4-5.9-10). 


3,8: 1 Tim 1,15 / 3,9: 1 Tim 4,7 / 3,10: Mt 18,15-17; 2 Tes 3,14 


Saludo final


Saluda a los que nos aman en la fe


12 Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir para que nos encontremos en Nicópolis, donde he decidido pasar el invierno. 13 Provee con generosidad al abogado Zenón y a Apolo, para que nada les falte durante el viaje. 14 Y que los nuestros aprendan a dedicarse a la práctica de las buenas obras, ayudando en los casos de urgente necesidad, para que no se queden sin dar frutos.

15 Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. Que la gracia esté con todos ustedes. 


3,12-15: Este saludo se parece mucho al de 2 Timoteo. Tito debe dejar la isla de Creta (1,5) para encontrarse con Pablo en Nicópolis, ciudad importante en la ruta marítima entre Creta y Roma, pues ahí va a pasar el invierno. Artemas y Zenón sólo aparecen aquí en el Nuevo Testamento. Zenón quizás sea el abogado encargado de la defensa de Pablo ante el Imperio romano o bien un evangelizador itinerante como Apolo. Llama la atención la locución «los nuestros» (3,14) y es expresión de la conciencia de pertenencia a aquellos que la fe y el amor hace hermanos y, a la vez, testimonio de que las buenas obras son también comunitarias, sobre todo en caso de necesidad urgente. La gracia de Dios, como en otras Cartas, es el bien salvífico que se desea para los creyentes. 


3,12: Hch 20,4 / 3,13: Hch 18,24 / 3,14: Hch 20,35


Tito 3,15: como suele ocurrir en otras Cartas de Pablo, varios manuscritos agregan un «¡Amén!» final.