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ATRAS

(28 capítulos)

BUENA NOTICIA ACERCA DE JESÚS SEGÚN MATEO


Introducción


I- «La voluntad del Padre… es que no se pierda ni uno de estos pequeños» (18,14): la comunidad de Mateo


Iniciadas las persecuciones contra las comunidades judeocristianas de Palestina, muchos de sus miembros emigraron a otras regiones para buscar refugio y llevar allá el mensaje de salvación. Así pasó, por ejemplo, en las costas del Mediterráneo, como queda atestiguado por Hechos 11,19-30. Varias de estas ciudades se caracterizaban por ser cosmopolitas. Confluían en ellas una gran cantidad de personas, de distintas nacionalidades, condiciones sociales y confesiones religiosas. Destacaban los grupos formados por judíos, a los que poco a poco se fueron sumando también los cristianos, en un primer momento no distinguidos con claridad de los primeros.

La destrucción de Jerusalén, ocurrida en el año 70 d.C. por parte de los romanos, agudizó más la situación mencionada, de manera que las comunidades inicialmente judeocristianas tuvieron que dejar Israel y empezaron a crecer en las

 grandes urbes grecorromanas, como ocurrió en Antioquía de Siria. Esta ciudad no sólo tuvo la fortuna de conocer a Pablo, sino también de servir de punto de partida de los viajes misioneros del Apóstol de los gentiles. Él y otros evangelizadores se habían encargado de sembrar y cultivar la fe. El núcleo básico había sido judeocristiano, pero poco a poco se iban integrando los convertidos del paganismo. En este mismo lugar Pedro desempeñó un papel importante (Gál 2,11-14) y su autoridad -como más tarde testimoniará Orígenes, un escritor cristiano del siglo III- llegó a ser indiscutible.

Entre el tiempo que va desde la destrucción de Jerusalén hasta antes del final del siglo I, un judeocristiano que con el tiempo fue identificado como Mateo –no necesariamente el Apóstol que llevaba este nombre, más aún, podría incluir a otros más que intervinieron en la composición y redacción del evangelio–, partiendo de trabajos precedentes como el de Marcos y de otras fuentes, hizo una relectura del mensaje de Jesús transmitido en su comunidad. Su objetivo fue responder a las cuestiones surgidas de la situación mencionada: ¿cuál es el valor de las profecías y de la Ley?; ¿el Antiguo Testamento sigue siendo válido?; ¿se puede ser cristiano sin observar las prácticas judías o éstas son estrictamente necesarias?; ¿es válida la apertura a los paganos?; ¿cómo queda el proyecto de Dios iniciado con el pueblo de Israel?

Responder a esas preguntas no era tarea fácil. Había que lograr un equilibrio entre la enseñanza de Pablo, que sostenía la superación de la Ley por la acción salvífica de Jesucristo y la validez del proyecto salvífico de Dios que tuvo sus inicios en la alianza con Israel, para evitar la tendencia judaizante o aquella otra de carácter gnóstico que desconocía cualquier valor al Antiguo Testamento. Este equilibrio representaba un reto demasiado grande.

Por otra parte, no es fácil llegar a conocer con exactitud al autor del evangelio al cual la tradición le dio el nombre de “Mateo”. Mucho tiempo se aceptó sin problemas que dicho autor fue el apóstol que llevó este nombre, es decir, el cobrador de impuestos, conocido también como Leví. De hecho, ya desde la primera mitad del siglo II d.C., Papías, obispo de Hierápolis, en el Asia Menor, hablaba de un “Mateo” que habría ordenado, «con el estilo hebreo», los dichos del Señor. De ahí partió también la hipótesis de un pretendido evangelio escrito en arameo, lo cual resulta muy improbable. Lo cierto es que el Evangelio según Mateo, tal como ha llegado a nosotros, procede de una comunidad judeocristiana en proceso de apertura al paganismo y de un autor o autores judeocristianos versados en las Escrituras. El conocimiento y el empleo de citas bíblicas es notorio, casi siempre tomadas de la Biblia griega, la llamada Versión de los Setenta.


II- «Si no superan a los maestros de la Ley y a los fariseos…» (5,20): la teología de Mateo


1- Mateo, camino y cumplimiento, continuidad y superación


A pesar de las aparentes contradicciones, el Evangelio según Mateo es un ejemplo de la destreza y capacidad de reflexión teológica que tuvieron las comunidades cristianas primitivas. En efecto, Mateo posee una enorme riqueza, pero con rasgos que a primera vista parecen un poco desconcertantes. Está profundamente enraizado en el Antiguo Testamento, como lo demuestran sus frecuentes alusiones a la Escritura, reclamando su cumplimiento, pero al mismo tiempo introduce datos que apuntan a una apertura más allá de las fronteras de Israel: presenta a Jesús sentenciando el valor absoluto de la Ley, hasta en la más pequeña coma, pero al mismo tiempo ofrece enseñanzas que la superan; Cristo y sus discípulos tienen como objeto de misión las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero ya desde el inicio es manifiesto el interés por la predicación a los no judíos; Juan Bautista es el más grande nacido de mujer y aun siendo más que profeta es menor que el más pequeño en el Reino, etc. 

Estos y otros detalles que recorren Mateo pueden provocar algunas dificultades en su lectura y comprensión. Sin embargo, aquí es donde radica precisamente el genio de este autor.

En efecto, Mateo, en la redacción final de su evangelio, presenta una teología de la historia de la salvación en forma unitaria y concatenada, es decir, traza una línea continua que parte desde el «origen de Jesús Mesías» (Mt 1,1) y apunta al «fin de los tiempos» (28,20), con dos momentos básicos: camino y cumplimiento, los que se encuentran, se engarzan y se funden en una sola historia.

El Señor de la única historia es Dios, quien con su voluntad soberana rige los acontecimientos y los conecta en una maravillosa interacción, de modo que los gérmenes anuncian y preparan los desarrollos más profundos y éstos asumen y recogen dichos elementos germinales, en lo que se puede llamar una constante continuidad-superación.


2- Jesús, el Mesías que cumple la voluntad salvadora de Dios


El momento central sobre el que gira toda la historia y donde tiene lugar el momento definitivo del Reino es la llegada de Jesús, el Mesías e Hijo amado del Padre. Este no puede ser sino el Emmanuel (“Dios-con-nosotros”), la prueba más clara de la presencia de Dios en la historia, quien la lleva a su plenitud y quien la acompaña hasta la consumación de los siglos.

En Mateo 3,15 se define la misión del Mesías, que inaugura la etapa definitiva, como cumplir toda justicia, es decir, cumplir a cabalidad lo que Dios ha dispuesto en su plan de salvación. Con estos términos programáticos, el evangelista sintetiza el propósito principal de la obra de Jesús: llevar a plena realización todo lo previsto por el Padre celestial. Si bien su misión se ubica en la plenitud del plan salvífico divino, no cancela los pasos anteriores, sino que los recoge, los asume y los lleva a su cumplimiento.

Para Mateo, lo revelado por Dios en el Antiguo Testamento no sólo es vigente, sino que da lugar a la dinámica continuidad-superación. Por esto la misión de Cristo, quien viene a cumplir «todo lo dispuesto en el plan de Dios» (Mt 3,15), está perfectamente conectada con aquellas realidades antiguas, siendo también el Bautista, venido para realizar lo que le corresponde en el camino de la salvación planeado por Dios, otro de los eslabones que conecta la preparación con la plenitud. En otras palabras, conecta el camino y el cumplimiento. 

Juan Bautista recapitula el resto fiel de Israel. Él es Elías, el gran profeta, el esperado para los últimos tiempos; por eso, siendo menor que el más pequeño en el Reino es también más que profeta, incluso puede iniciar su proclamación con palabras idénticas a las Jesús (Mt 3,2; 4,17). 

Se puede decir que donde llega a su fin la preparación del plan salvador de Dios, allí comienza precisamente su cumplimiento por parte del Mesías. Más aun, las fronteras se entrelazan, pues para Mateo no existe una división matemática de los dos momentos de la historia de la salvación, porque ésta es una sola. El camino ingresa en el cumplimiento y el cumplimiento asume el camino en una gran interacción, como queda confirmado por el encuentro entre el Bautista y Jesús.

El mejor modo de expresar esa realidad continuativa y, al mismo tiempo, innovadora, ha sido logrado por el evangelista por medio del concepto justicia o plan salvador de Dios, sobre todo en los dos textos claves: Mateo 3,15 y 21,32. Así pues, la relación interpersonal que tiene lugar entre Cristo y su precursor, es decir, entre el que viene a cumplir «todo lo dispuesto en el plan de Dios» (Jesús) y el que viene por el camino trazado por Dios en su plan de salvación (Juan Bautista), ilustra claramente la interrelación entre el antiguo y el nuevo período de la historia, entre Antiguo y Nuevo Testamento.

Esta nueva y definitiva etapa, según Mateo, exige una conversión radical y un nuevo modo de existir para los miembros de la comunidad mesiánica. La vida de los creyentes sólo puede tener su fundamento en quien ha traído esa plenitud. El plan salvador de Dios que viene a cumplir Jesús comporta una nueva vida y una nueva relación con Dios y con los demás seres humanos e incluye nuevas actitudes, pero sin perder la conexión con las exigencias del Señor al pueblo de Israel, es decir, la Ley dada por Dios, como don y exigencia. De este modo, la plenitud conlleva, para los discípulos de Jesús, una vida según el plan de Dios, proclamado básicamente en el sermón de la montaña y cuyo eco se extiende a lo largo de todo el evangelio.

La justicia, o el actuar según el plan salvador de Dios, que identifica a los creyentes, consiste pues en la adhesión auténtica a Cristo y a su misión, con todas las consecuencias que esto implica. Así, las dos épocas de la historia son también asumidas por los discípulos.

Para comprender mejor la obra de Mateo, es necesario ubicarnos en su tiempo y en su ambiente. De este modo, podemos también nosotros releer el mensaje salvífico y aplicarlo a nuestra propia situación, en este siglo XXI, en nuestra realidad latinoamericana.


3- Mateo, un evangelio abierto a los paganos


Hemos enfatizado el momento importante que vive la comunidad donde tuvo lugar el Evangelio según Mateo, el cual ha surgido en un ámbito eminentemente judeocristiano, pero ya se alcanza a descubrir un proceso cada vez más fuerte de apertura a los paganos, en un momento crucial y decisivo para la Iglesia. La comunidad de Mateo se enfrentaba con la disyuntiva entre quedar constituida como un grupo anclado en el judaísmo, a pesar de la aceptación de Jesús como Mesías, o de otro modo romper los moldes judíos para abrirse a la realidad, innegable ya en otras comunidades cristianas, de la incorporación de miembros pagano-cristianos. La decisión no era asunto fácil. Había que conjugar elementos heterogéneos y tendencias diversas, a veces enfrentadas entre sí.

Hay datos que acusan todavía lazos con el judaísmo, como el marcado interés por el sábado (Mt 24,20) o la disputa del tributo para el Templo (17,24-27). Pero al mismo tiempo también Mateo habla de las sinagogas “de ustedes”, diferenciándolas claramente de su propia comunidad. Por eso podemos decir que la comunidad de Mateo va cobrando poco a poco conciencia de su identidad. Va descubriendo quién es ella y cuál es la misión que ha recibido del Señor. El proceso resulta lento y difícil. Es necesario ir reflexionando en torno a las implicaciones del mensaje de Jesús.

Aunque nuestras realidades latinoamericanas no pueden ser iguales a las de Mateo en su tiempo, sí podemos señalar que algunos desafíos siguen vigentes. Especialmente el reto de no perder de vista la identidad de nuestras comunidades cristianas: qué son, por qué y para qué existen, es decir, cuál es su misión específica. Necesitamos tener suficiente claridad en la propuesta de vida que nos hace este evangelio, poder testimoniarla. En muchos lugares existe la amenaza de la confusión por la presencia de doctrinas ajenas al mensaje de Cristo, con el consecuente riesgo de caer en sincretismos extraños al genuino cristianismo. 

Las enseñanzas de Mateo continúan teniendo validez también en cuanto nos ayudan a ubicar bien nuestras comunidades dentro de un proceso siempre dinámico, donde se puede conjugar lo permanente de las tradiciones con la renovación constante y las nuevas perspectivas.


III- «Cosas nuevas y antiguas» (13,52): la obra literaria de Mateo


Aunque el Evangelio según Mateo se elaboró en varios momentos y con la intervención de distintos autores, esta obra no es el simple resultado de distintos trabajos, sino que posee suficiente solidez e hilos conductores que dan cohesión a sus diferentes partes.

El estilo de Mateo es muy cercano a los escritos judíos de su época, lo que explica el frecuente uso de recursos literarios afines a ellos, tales como inclusiones y paralelismos de diversos tipos, pero sobretodo el empleo permanente del Antiguo Testamento para resaltar el cumplimiento de la voluntad de Dios. Las narraciones de Mateo suelen ser claras y escuetas, dejando de lado lo que no es esencial, como ocurre en varios relatos de milagros, donde elimina a personajes secundarios y las referencias innecesarias con el fin de poner de relieve a Jesús, Señor de la comunidad. 

Entre otras posibles propuestas de organización, la que sigue a continuación nos ayuda a entender mejor el desarrollo del Evangelio según Mateo y permite sacarle todo su provecho espiritual y pastoral: 


I

Presentación del Mesías


1,1-4,16

II

Invitación a Israel: el anuncio del Reino

1- El anuncio de Jesús: el Reino con obras y palabras

1.1- Inicios del ministerio mesiánico

1.2- Discurso de Jesús: la propuesta a Israel y el discipulado

1.3- Signos del cumplimiento del Reino y su plan de salvación

1.4- Discurso de Jesús: la misión de los discípulos


2- El rechazo a Jesús: el Reino en controversia

2.1- Oposición al Reino de Dios y a su plan de salvación

2.2- Discurso de Jesús: el misterio del Reino revelado en parábolas

2.3- El Reino para los no israelitas y origen de la comunidad


4,17-16,20

4,17-11,1

4,17-25

5,1-7,29

8,1-9,35

9,36-11,1


11,2-16,20

11,2-12,50

13,1-52

13,53-16,20

III

Invitación a los discípulos: el destino sufriente del Mesías

1- El camino doloroso del Mesías: instrucciones a los discípulos

1.1- Jesús anuncia el camino a seguir

1.2- Discurso de Jesús: la comunidad de los discípulos

1.3- Nuevas enseñanzas en el camino a la pasión


2- El camino doloroso del Mesías: pasión y resurrección

2.1- Controversia y oposición definitiva de los dirigentes de Israel

2.2- Discurso de Jesús: juicio a Israel y fin del mundo

2.3- Pasión y resurrección del Mesías


16,21-28,20

16,21-20,34

16,21-17,27

18,1-19,2

19,3-20,34


21,1-28,20

21,1-23,39

24,1-25,46

26,1-28,20


El Evangelio según Mateo inicia con temas de la infancia del Mesías, pasajes análogos al principio del Evangelio según Lucas (Lc 1,5-4,13). Mediante relatos de carácter profético, Mateo nos indica lo que es y llegará a ser el Niño en la vida de Israel y para la humanidad. Todo ocurre para que se cumpla la voluntad salvadora de Dios contenida en las profecías del Antiguo Testamento

En la Segunda Sección, en el primer momento (Mt 4,17-11,1), Mateo nos hace una síntesis del inicio del ministerio del Mesías, presentándonos el anuncio del Reino mediante dos discursos de Jesús y varios milagros. A lo largo de su evangelio agrupa las enseñanzas del Mesías en cinco discursos, posible alusión a los cinco libros del Pentateuco o Torah (la Ley) y a Jesús en cuanto nuevo Moisés enviado a constituir el nuevo pueblo de Dios. Desde el comienzo del ministerio, Jesús elige a sus discípulos y se muestran las reacciones tanto de éstos como de los israelitas, particularmente sus dirigentes. El Reino está en marcha, el Maligno comienza a ser vencido por el Mesías de Dios y va surgiendo un pueblo santo para Dios. En el segundo momento del relato (11,2-16,20), Mateo pone de relieve la oposición al Reino de Dios y a quien lo anuncia y hace realidad, Jesucristo. La calumnia en boca de los dirigentes es que él actúa por el poder de Belzebú, no por el de Dios. Lo más trágico es que los de su pueblo y muchos de su familia tampoco le creen. Sin embargo, una mujer pagana que se abre a la fe en Jesús (15,21.28) es el modelo a seguir para los que buscan creer. 

En la Tercera Sección y en el primer momento (Mt 16,21-20,34), Jesús instruye a sus discípulos, principales interlocutores de esta parte, acerca del destino sufriente del Mesías que acontecerá en Jerusalén, algo impensable para un Ungido de Dios. Los tres anuncios de pasión dan cohesión a toda esta parte (16,21; 17,22-23; 20,18-19). A la par con los discípulos, los lectores también deben prepararse para vivir y aceptar el camino doloroso del Mesías. En el segundo momento, última etapa del relato evangélico (21,1-28,20) y luego de la oposición final de los dirigentes de Israel, Mateo centra el relato en los acontecimientos dolorosos sucedidos en Jerusalén. Jesús ha venido para cumplir lo que es justo ante Dios, es decir, para entregar su vida y hacer su voluntad de llevar a cabo su plan de salvación. La resurrección es la confirmación por parte de Dios de que su Mesías y su ofrenda salvífica ha sido aceptada por él. Jesús resucitado, con plena autoridad sobre cielo y tierra, acompaña a los suyos hasta el fin de los tiempos (28,20).


I

Presentación del Mesías


1,1-4,16. En estos relatos, Mateo ofrece algunos de los rasgos mesiánicos que caracterizarán a Jesús y su misión. Los dos primeros capítulos tratan sobre la presencia del Mesías en su pueblo. Mateo utiliza los métodos de interpretación de las Sagradas Escrituras propios de su tiempo. Las citas bíblicas juegan un papel importante en esta parte del evangelio, porque muestran que Jesús, el Mesías, cumple los designios de Dios contenidos en las profecías. A partir de Mateo 3,1 se hace una presentación próxima de Jesús y su ministerio, empezando por la preparación del camino por parte de Juan Bautista, su precursor (3,1-12) y el bautismo de Jesús (3,13-17). Sigue el episodio de las tentaciones (4,1-11) y un pasaje que funciona a la vez como inicio de la predicación del Señor y como discurso programático (4,12-16). Estos pasajes nos permiten ir descubriendo a Jesús y el rumbo que van tomando sus enseñanzas. Es una invitación a reconocerlo en la vida personal y comunitaria y a dejarse interpelar por él, para seguirlo y testimoniarlo.


Libro del origen de Jesús Mesías

Lc 3,23-38 


11 Libro del origen de Jesús Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán. 2 Abrahán fue padre de Isaac, Isaac de Jacob, Jacob de Judá y de sus hermanos, 3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara; Fares fue padre de Esrom, Esrom de Arán; 4 Arán de Aminadab, Aminadab de Naasón, Naasón de Salmón; 5 Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed; Obed fue padre de Jesé; 6 Jesé fue padre del rey David. David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón; 7 Salomón fue padre de Roboán, Roboán de Abías, Abías de Asá; 8 Asá de Josafat, Josafat de Jorán, Jorán de Ozías; 9 Ozías fue padre de Joatán, Joatán de Acaz, Acaz de Ezequías; 10 Ezequías de Manasés, Manasés de Amón, Amón de Josías; 11 Josías fue padre de Jeconías y de sus hermanos, durante la deportación a Babilonia. 

12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel, Salatiel de Zorobabel; 13 Zorobabel de Abiud, Abiud de Eliaquín, Eliaquín de Azor; 14 Azor fue padre de Sadoc, Sadoc de Ajín, Ajín de Eliud; 15 Eliud de Eleazar, Eleazar de Matán, Matán de Jacob, 16 y Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado “Mesías”.

17 De modo que las generaciones son en total: catorce desde Abrahán hasta David; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce generaciones.


1,1-17: Este pasaje contiene la lista de los antepasados de Jesús. Las genealogías eran importantes porque, al señalar a los que tenían la misma sangre (y en la sangre se reconocía la vida), se afirmaba la vinculación familiar, la continuidad en el tiempo y la legitimidad de una herencia o posición. Mateo, a diferencia de Lucas que incluye a toda la humanidad, presenta la historia familiar inserta en Israel, donde aparece Jesús como verdadero descendiente de Abrahán y de David, lo que avala su condición mesiánica. La genealogía está estructurada en tres grupos de catorce, que señalan las grandes etapas de la historia de la salvación, y donde la presencia del pecado no logra romper las promesas y las esperanzas. Este marco nos lleva a descubrir a Dios como el Señor de la historia, quien la dirige desde sus inicios hasta su término. Así mismo, nos invita a reconocerlo y adorarlo y a ver en Jesús la plenitud de esta historia de salvación a la que él nos ha llamado.


1,1: Gn 2,4; Rom 1,2-4 / 1,2: Gn 3,16; 22,18 / 1,3: 1 Cr 2,1-15; Heb 7,14 / 1,5: Rut 4, 18-22 / 1,6: 2 Sm 12,24; Lc 1,27 / 1,7: 1 Cr 3,10-16; 1,12: 1 Cr 3,17-19; Esd 3,2 


Dios con nosotros


18 El origen del Mesías fue de esta manera. María, su madre, estaba comprometida en matrimonio con José y, antes de que ellos empezaran a vivir juntos, sucedió que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 Su marido José, que era justo, no queriendo denunciarla, decidió romper su compromiso en secreto. 20 Así lo tenía pensado cuando en sueños el Ángel del Señor se le apareció y le dijo: «José, hijo de David, no temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». 22 Todo esto sucedió para que se cumpliera el anuncio del Señor por medio del profeta que dice:

23 Miren que la virgen concebirá y dará a luz un hijo

y le pondrán por nombre Emmanuel,

que traducido significa: Dios con nosotros [Is 7,14].

24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el Ángel del Señor le había mandado, recibió a su mujer 25 y, sin haber tenido relaciones, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre “Jesús”.


1,18-25: Concluida la genealogía (nota a 1,1-17) y antes de narrar el nacimiento de Jesús (2,1-12), el evangelista considera importante precisar la situación de los padres entre ellos. A pesar de que aún no se había llevado a cabo el matrimonio propiamente tal entre José y María, sin embargo, en razón del compromiso adquirido, el embarazo de María era considerado como adulterio (Dt 22,20-21). El pasaje de Mateo 1,25 es difícil, pues dice literalmente: «Y no la conoció hasta que ella dio a luz un hijo». El verbo “conocer”, conforme al uso semítico, se refiere a la relación conyugal. El problema está en el alcance de la preposición “hasta”. En este pasaje concreto, Mateo sólo contempla el nacimiento virginal de Jesús sin ir más allá. La fe en la virginidad perpetua de María será una convicción a la que poco a poco irán llegando las comunidades cristianas. Mateo, por tanto, deja claro que ese hijo no es fruto de la unión carnal, sino obra del Espíritu Santo (Mt 1,20), con lo que pone en evidencia que no sólo se cumplen las promesas mesiánicas, sino que en razón de esta intervención especial de Dios en la concepción y nacimiento de Jesús, las expectativas quedan desbordadas. Dios, una vez más, actúa de manera admirable en su Mesías. 


1,18-25: Lc 1, 26-35 / 1,21: Hch 2,21 / 1,23: Is 8,8.10; Rom 8,31 / 1,25: Gál 4,4


Hemos venido a adorarlo


21 Después del nacimiento de Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios que venían del oriente se presentaron en Jerusalén, 2 preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo».

3 Cuando el rey Herodes oyó esto, se alarmó, y con él, toda Jerusalén. 4 Reunió a todos los sumos sacerdotes y a los maestros de la Ley y les preguntó acerca del lugar donde tenía que nacer el Mesías. 5 Le respondieron: «En Belén de Judea, porque así está escrito en el profeta: 

6 Y tú, Belén, tierra de Judá,

no eres la menor entre los principales clanes de Judá;

porque de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo Israel» [Miq 5,1.3].

7 Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios e investigó con exactitud el tiempo de la aparición de la estrella. 8 Y, enviándolos a Belén, les ordenó: «Vayan y averigüen con cuidado sobre ese niño y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a adorarlo». 9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino. En eso, la estrella que habían visto en el oriente los guió, hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. 11 Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. 12 Advertidos en sueños de que no volvieran a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.


2,1-12: Después de presentar a Jesús como hijo de Abrahán y de David, Mateo lo presenta ahora en relación con los paganos, representados por los sabios del Oriente que llegan para adorarlo y ofrecerle sus dones. Al mismo tiempo que se anuncia desde aquí el rechazo de los dirigentes de Israel (personificados por Herodes) contra Jesús y la apertura a los no judíos, se cumplen algunas profecías (Nm 24,17; Is 49,23; Sal 72,10-15). La aparición de la estrella indica que el testimonio de las Escrituras está apoyado por la creación, poniendo en evidencia la vinculación entre el mundo natural (universal) y el religioso (judío). También es significativo que Mateo inicie y concluya su evangelio con la mención a los paganos y con gestos de adoración (Mt 28,16-20). De este modo, ya desde el principio, se prefigura el rechazo de Israel al Mesías y la aceptación del plan de Dios por parte de los no judíos. Este pasaje nos invita a mirar hacia la universalidad de la comunidad cristiana y a la adoración del Señor.


2,1: Lc 2,1-7 / 2,2: Hch 17,26-28 / 2,6: 2 Sm 5,2; 1 Cr 11,2; Miq 5,1-3 / 2,9: Nm 9,17 / 2,11: Mt 6,21


De Egipto llamé a mi hijo

Lc 2,39-40


13 Apenas ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le ordenó: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». 14 Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, 15 donde estuvo hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta:

De Egipto llamé a mi hijo [Os 11,1].

16 Entonces Herodes, al verse burlado por los sabios, se enfureció tanto que mandó asesinar a todos los niños de Belén y sus alrededores que tenían menos de dos años, de acuerdo con el plazo investigado por los sabios. 17 Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: 

18 Un clamor se ha escuchado en Ramá, mucho llanto y lamento:

es Raquel que llora a sus hijos y no quiere consolarse,

porque ya no existen [Jr 31,15]

19 Al morir Herodes, el Ángel del Señor se apareció en un sueño a José, en Egipto, y le dijo: 20 «Levántate, toma al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño». 21 Él se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea 23 y se fue a vivir en un pueblo llamado Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: «Será llamado “Nazareno”».


2,13-23: El relato de la huida de José con María y su hijo Jesús a Egipto se sitúa en el marco de la historia del éxodo. Israel, que emigró a Egipto (Gn 46) y allí sufrió la esclavitud, fue rescatado por Dios y fue constituido pueblo suyo mediante la alianza. Esta acción divina manifestó el cuidado amoroso de Dios por su pueblo oprimido. El Mesías recorre el mismo camino del pueblo de Dios. Los nombres cambian, pero la situación es similar: la vida del pequeño fue amenazada por la crueldad de Herodes (Mt 2,13), pero Dios lo salvó por medio de la obediencia de sus padres, así como en otro tiempo lo hizo por Moisés. Hay una visión anticipada de las persecuciones del Mesías y del nuevo pueblo, que nace de la nueva alianza con Dios. Se vislumbra en el relato el anuncio de victoria por parte de Dios. El proyecto salvífico de Dios ya se está cumpliendo. 


2,13: Gn 46,1-7; Éx 1,15-22; 2,1-7 / 2,14: Éx 4,22 / 2,20: Éx 4,19-20 / 2,23: Mc 1,24; Jn 18, 5.7


Conviértanse, porque está llegando el Reino de los cielos

 Mc 1,1-10; Lc 3,1-9.15-18


31 En aquellos días se presentó Juan el Bautista proclamando en el desierto de Judea: 2 «¡Conviértanse, porque está llegando el Reino de los cielos!». 3 Él es de quien hablaba el profeta Isaías cuando dijo: 

Una voz grita en el desierto:

preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos [Is 40,3].

4 Juan vestía un manto hecho con pelos de camello y un cinturón de cuero atado a su cintura, y su comida eran saltamontes y miel del campo. 5 La gente de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región del Jordán acudía a él 6 para ser bautizados en el río Jordán, reconociendo públicamente sus pecados.

7 Pero al ver que muchos fariseos y saduceos llegaban para ser bautizados por él, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a huir del inminente castigo divino? 8 Den fruto que demuestre la conversión, 9 y no piensen que basta con decir en su interior: “Tenemos por padre a Abrahán”, porque yo les aseguro que de estas piedras Dios puede sacar hijos de Abrahán. 10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: ¡todo árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego! 11 Yo los bautizo con agua para su conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y fuego. 12 Ya tiene en su mano el rastrillo para separar el trigo de la paja: el trigo lo recogerá en su granero, pero la paja la quemará con un fuego que no se apaga».


3,1-12: La tradición cristiana relaciona el inicio de la predicación de Jesús con Juan el Bautista, su precursor (Mc 1,2-8; Hch 10,37). Sin embargo, este personaje para Mateo posee una importancia especial, ya que es una especie de eslabón entre la etapa de la antigua alianza, etapa de preparación, y la nueva alianza, es decir, entre la preparación del plan de Dios o de lo que él ha dispuesto como justo (Mt 21,32) y el que viene a cumplir «todo lo dispuesto en el plan de Dios» (3,15). Juan Bautista es la figura que recapitula el resto fiel de Israel. Él es Elías (11,14), el mayor de los profetas que tenía que venir, porque es el esperado para los tiempos finales. Por eso, siendo menor que el más pequeño en el Reino (11,11), es también más que profeta; incluso, inicia su proclamación con las mismas palabras de Jesús (3,2; 4,17). El Bautista sigue siendo un ejemplo de fidelidad a Dios para nosotros, discípulos y discípulas de Jesús.


3,1 Mc 6,25; Lc 7,20 / 3,2: Mc 1,15; Lc 10,9 / 3,9: Rom 9,7-8 / 3,10: Lc 13,6-9 / 3,11: Jn 1,24-28


Conviene que cumplamos todo lo dispuesto en el plan de Dios

 Mc 1,9-11; Lc 3,21-22


13 Jesús llegó desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan, para ser bautizado por él. 14 Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». 15 Jesús le respondió: «Déjalo así, pues ahora conviene que cumplamos todo lo dispuesto en el plan de Dios». Entonces le dejó.

16 En cuanto Jesús fue bautizado y salió del agua, de inmediato se abrieron los cielos, vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y descendía sobre él. 17 Entonces, una voz que salía de los cielos dijo: «¡Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco!».


3,13-17: El bautismo de Jesús, episodio central de esta primera parte del evangelio, constituye el punto de partida de su ministerio. Aquí tiene lugar la presentación pública de Jesús como Hijo de Dios y se define la misión del Mesías, que lleva a plenitud el proyecto salvador de Dios. Llevar a cumplimiento lo dispuesto en el plan salvador de Dios (3,15) es el programa que sintetiza su misión, lo cual significa que Jesús, el Ungido por el Espíritu, es quien realiza plenamente lo previsto por el Padre celestial. Si bien constituye el punto más alto de la justicia o plan salvador de Dios, su misión no cancela los pasos anteriores, sino que los recoge, los asume y los perfecciona. Mateo nos invita a valorar toda la historia de salvación que Dios ha conducido, desde sus inicios hasta su momento pleno, y a continuar sin desfallecer en este camino hasta la consumación final o Parusía. Nos lleva también a la contemplación de Jesús solidario con los pecadores, quien con su bautismo abre los cielos (3,16), lo cual significa que Dios se acerca a nosotros y se manifiesta por su Hijo, para que seamos hijos e hijas del Padre.


3,13: Jn 1,29 / 3,14: Hch 8,36; 10,47 / 3,15: 1 Tim 2,3-4; Sant 1,20 / 3,16: Jn 1,32-33 / 3,17: Hch 13,33; Heb 1,5; 5,5


Si tú eres el Hijo de Dios…

Mc 1,12-13; Lc 4,1-13


41 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser puesto a prueba por el Diablo. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre. 3 El Tentador se acercó y le dijo: «Si tú eres el Hijo de Dios ordena que estas piedras se conviertan en panes». 4 Jesús le respondió: «Las Escrituras dicen: El hombre no vivirá sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» [Dt 8,3]

5 Luego, el Diablo tomó a Jesús y lo llevó a la Ciudad Santa, lo puso sobre la parte más alta del Templo 6 y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Te encomendará a sus ángeles y te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece con ninguna piedra» [Sal 91,11-12]. 7 Jesús le contestó: «También dicen las Escrituras: No pondrás a prueba al Señor tu Dios» [Dt 6,16].

8 Por último, el Diablo lo llevó a una montaña muy alta, le mostró todos los reinos del mundo con su esplendor, 9 y le prometió: «Te daré todo esto si te postras y me adoras». 10 Jesús le dijo: «¡Vete, Satanás! Porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto» [Dt 6,13; 10,20]. 11 Entonces, el Diablo lo dejó y unos ángeles se acercaron para servirle.


4,1-11: Las tentaciones en el desierto siguen de inmediato al bautismo, en el que Jesús fue reconocido públicamente como Hijo de Dios. El Tentador pone a prueba esa condición de Jesús. Los cuarenta años del camino de Israel por el desierto hacia la tierra prometida son retomados y asumidos por el Mesías en los cuarenta días que pasa en el desierto sometido a pruebas semejantes (4,1-2). La diferencia es que mientras el primero sucumbió a las tentaciones, el Hijo de Dios resultó vencedor. La historia de fracaso de Israel está siendo redimida por el nuevo Moisés, el Mesías, quien se convierte en ejemplo de respuesta fiel al plan de salvación del Padre. Los discípulos de Jesús, hijos e hijas en el Hijo, muchas veces tentados en la fidelidad, estamos llamados a seguir el ejemplo que él nos dejó, poniendo nuestra confianza en quien es nuestro modelo.


4,1-2: Am 5,25; Heb 4,15; Sant 1,2-4; 1 Pe 1,6 / 4,3: 1 Tes 3,5 / 4,4: Éx 16 / 4,6: Prov 3,23 / 4,7: Dt 10,12-13 / 4,11: Heb 1,14


El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz

Mc 1,14; Lc 4,14-15; Jn 4,1-3.43


12 Cuando se enteró de que Juan había sido apresado, Jesús se retiró a Galilea. 13 Luego, dejando Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaún, junto al mar, en los límites de Zabulón y Neftalí, 14 para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: 

15 Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,

camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos

16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz;

a los que habitaban en una región de sombras mortales una luz les iluminó [Is 8,23-9,1].


4,12-16: Jesús se traslada hacia la llamada «Galilea de los gentiles» o de los paganos (Is 8,23). En este hecho, Mateo ve el cumplimiento de la profecía que anunciaba la universalidad de la salvación (9,1, citado en Mt 4,16). El evangelista invita a sus lectores a descubrir cómo ya desde el principio Jesús es portador de la salvación para todas las personas, tal como queda ratificado en el mandato final del Resucitado (Mt 28,19). El Mesías viene a traer la salvación, rompiendo así todas las barreras que nos separan y segregan.


4,15: Jn 7,52 / 4,16: Jn 8,12


II

Invitación a Israel: el anuncio del Reino


4,17-16,20. En estos pasajes, Mateo presenta los primeros pasos de Jesús en su ministerio. El anuncio del Reino (4,17) empieza con la llamada de los primeros discípulos (4,18-22) y luego, en un sumario, se presenta la actividad de Jesús a grandes rasgos (4,23-25). Aquí tienen lugar tres de los grandes discursos del Maestro: el sermón de la montaña (5,1-7,29), el de la misión y del testimonio (9,36-10,42) y el de las siete parábolas (13,1-58). En medio de esta presentación discursiva con enseñanzas relevantes, Mateo ofrece algunas otras instrucciones del Maestro y acciones milagrosas que ponen de manifiesto la actualidad del Reino anunciado (8,1-9,35). A partir de Mateo 11,2 y hasta el final de toda esta parte (16,20), se ofrecen distintas reacciones frente a la persona y acciones de Jesús, de modo especial se pone de relieve el rechazo a él. Siguen una serie de pasajes que mezclan diversas instrucciones, milagros y controversias, hasta la confesión de fe de Pedro (16,13-20).


1- El anuncio de Jesús: el Reino con obras y palabras


4,17-11,1. En los relatos que componen esta parte se inicia el anuncio del Reino. La actividad es llevada a cabo por quien el mismo Dios ha reconocido como su Hijo amado (3,17) y, como tal, vence las tentaciones del opositor al Reino, el Maligno (4,1-11). Por tanto, Jesús posee la acreditación necesaria para presentarse como luz de las naciones (4,12-16) y predicar la conversión y la llegada de ese Reino (4,17). Estos pasajes se agrupan en tres momentos fundamentales: la presentación de los principios básicos que rigen el Reino (5,1-7,29), la manifestación de éste con obras portentosas (8,1-9,35) y el envío a la misión de los que van a continuar la proclamación iniciada por el Hijo de Dios, con todas sus consecuencias (9,36-11,1).


1.1- Inicios del ministerio mesiánico


4,17-25. Después de la presentación de Jesús y su ministerio (3,1-12), que arranca en el bautismo (3,13-17), Mateo refiere la victoria sobre el Maligno y los inicios del ministerio del Mesías (4,1-11). El triunfador sobre el Mal y Luz de las naciones es quien llama a la conversión (4,12-17), elige a sus discípulos y recorre toda la Galilea, predicando y sanando a los enfermos (4,18-25). Estos elementos que aparecen desde el inicio del ministerio del Señor, serán desarrollados con mayor exhaustividad a lo largo del evangelio, esperando la respuesta de fe de quienes ven y oyen a Jesús. 


El Reino de los cielos ya está llegando

Mc 1,15


17 A partir de entonces, Jesús comenzó a proclamar: «¡Conviértanse, porque el Reino de los cielos ya está llegando!».


4,17: Este versículo sirve de título a lo que sigue. Colocado al inicio del ministerio de Jesús, es un resumen programático acerca de su predicación. El anuncio del Reino exige la conversión que constituye la condición necesaria y el punto de partida para la auténtica aceptación de Dios como Señor de nuestra vida.


4,17: Dn 7,14; Lc 17,21; Hch 3,19


Ellos de inmediato lo siguieron

 Mc 1,16-20; Lc 5,1-11


18 Mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, pues eran pescadores. 19 Les dijo: «Vengan tras de mí y los haré pescadores de hombres». 20 Ellos, de inmediato, dejando las redes, lo siguieron. 

21 Más adelante Jesús vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo, remendando sus redes. También los llamó. 22 Ellos, de inmediato, dejando la barca y a su padre, lo siguieron. 


4,18-22: Al comenzar el anuncio del reinado de Dios, Jesús reúne a sus discípulos. Éstos son los primeros destinatarios de su mensaje y serán también los continuadores de la predicación, superando las fronteras del pueblo de Israel. Los primeros convocados son modelos de respuesta pronta y de disponibilidad ante el llamado. La metáfora pescar hombres (4,19) responde bien al ambiente de las inmediaciones del lago de Galilea. Pescar hombres manifiesta el sentido de congregar, acción que está en la base de la formación de la comunidad cristiana, y también hace referencia a los últimos tiempos, a la pesca final, es decir, a la separación futura entre los que obran el bien y los que obran el mal (13,47-50). Nosotros también hemos sido llamados a pertenecer a la comunidad de Jesús, su Iglesia, y estamos invitados a dar una respuesta pronta y decidida.


4,18-22: Jn 1,35-42 / 4,20: Flm 3,12 / 4,21: Jn 21,2; Hch12,2


Lo seguía mucha gente

Mc 1,39; 3,7-10; Lc 4,14.44; 6,17-19


23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. 24 Su fama se extendió por toda Siria. Le llevaron a todos los que padecían enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los sanó.

25 Lo seguía mucha gente de Galilea, la Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.


4,23-25: Para Mateo, Jesús es el Maestro que enseña las Escrituras, anuncia la llegada del reinado de Dios y acompaña su predicación con milagros que avalan la autenticidad de sus palabras, pero también testimonian el poder liberador de su mensaje. La fama que adquiere valida ante la gente su condición de hombre de Dios y se le reconoce como profeta, con el honor que merece. La salvación que trae el Mesías, reconocido como tal por Dios y por los hombres, es integral, pues el Reino de Dios está llegando.


4,23-24: Hch 10,37-38


1.2- Discurso de Jesús: la propuesta a Israel y el discipulado


5,1-7,29. El sermón de la montaña es el primero de los cinco discursos de Jesús que encontramos en Mateo; los otros son: el discurso misionero (9,36-11,1); el discurso en parábolas acerca del Reino (13,1-52); el discurso eclesial (18,1-19,2); el discurso escatológico o acerca del final (24,1-25,46). El sermón de la montaña constituye la enseñanza fundamental de Jesús a sus discípulos. Es el modo más claro de expresión del Maestro acerca de la identidad de sus seguidores y de las directrices que deben seguir para vivir la adhesión auténtica a él. Se trata, por tanto, de la declaración de aquellos principios que deben normar el nuevo período de la historia, el de la plenitud o cumplimiento de «todo lo dispuesto en el plan de Dios» (3,15; nota a 3,13-17). Pero al mismo tiempo, se revalora y redimensiona la importancia de la Ley, estableciendo la continuidad y superación de los dos períodos de la misma historia: el camino (Antigua Alianza), y el cumplimiento (Nueva Alianza). Jesús no viene a abolir, sino a llevar a plenitud (5,17), propiciando una nueva forma de vivir que tiene como base la íntima relación con él y con su Padre celestial.


Dichosos…

Lc 6,12.17.20-23


51 Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó y sus discípulos se le acercaron. 

2 Entonces comenzó a enseñarles:

3 «Dichosos los que tienen espíritu de pobre, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos.

4 Dichosos los afligidos, porque ellos serán consolados.

5 Dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

6 Dichosos los que tienen hambre y sed de vivir conforme al plan de Dios, porque él los saciará.

7 Dichosos los misericordiosos, porque él también los tratará con misericordia.

8 Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

9 Dichosos los que trabajan por la paz, porque él los aceptará como sus hijos.

10 Dichosos los perseguidos por vivir conforme al plan de Dios, porque de ellos es el Reino de los cielos.

11 Dichosos serán cuando los insulten, los persigan y, mintiendo, digan toda clase de mal contra ustedes por mi causa. 12 Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos, pues del mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes».


5,1-12: Antes de referirse al modo de actuar de los miembros de la comunidad mesiánica, el evangelista presenta la identidad de éstos, lo que ayuda a comprender el lugar que tienen en el Reino de los cielos y su función dentro de la misión de Jesús. Las bienaventuranzas son nueve, algunas propias de Mateo y otras con algunas características particulares, como las que se refieren a la justicia, es decir, al plan o proyecto salvador de Dios (5,6.10; nota a 3,13-17). En su conjunto, ellas constituyen el punto de partida y la clave de interpretación del sermón de la montaña. La primera bienaventuranza, sobre la pobreza fundamental, es la base de las restantes, pues sólo el que tiene «espíritu de pobre» (5,3) puede ser manso, limpio de corazón, trabajar por la paz… El modelo es el mismo Jesús, el pobre por excelencia. Sus discípulos, tanto los de ese tiempo como los de ahora, estamos llamados a seguirlo en su estilo de vida. No se trata de ideales inalcanzables, sino de un camino que es preciso recorrer en el seguimiento del primer Bienaventurado.


5,3: 1 Cor 1,27-29 / 5,4: Sal 37,11; Ap 7,16 / 5,5: Tob 13,14 / 5,6: Is 61,2-3; Am 8,11-12 / 5,7: Sal 126,5 / 5,8: Sal 24,3-4 / 5,9: Sal 11,7 / 5,10: Zac 8,16 / 5,11: Is 51,7; 1 Pe 3,14 / 5,12: Eclo 2,8


Brille la luz de ustedes delante de los demás

Mc 9,50; Lc 11,33; 14,34-35


13 «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo podrá recobrarlo? Ya no sirve para nada, sino sólo para tirarla y para que la pise la gente.

14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida sobre una montaña.15 Tampoco se enciende una lámpara y se pone bajo un cajón, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Del mismo modo brille la luz de ustedes delante de los demás, para que viendo sus buenas obras den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos».


5,13-16: A partir de su identidad y de su unión con Jesús, los discípulos tienen que ejercer su propia misión como «sal de la tierra» y «luz del mundo» (5,13.14). Mientras la sal sirve para dar sabor y preservar los alimentos, la luz ilumina en la oscuridad. Las dos figuras ilustran la exigencia que implica ser testigos de Cristo. Este testimonio requiere necesariamente una manifestación frente a los demás, pero teniendo como único objetivo el dar «gloria al Padre que está en los cielos» (5,16) y no la presunción u ostentación personal (6.1-6.16-18). Dicha misión es, en todo momento, un gran desafío para los discípulos del Señor. Ellos son luz de lámpara hecha para alumbrar, la que no puede ocultarse bajo el cajón o celemín (5,15). 


5,13: Mc 9,50; Lv 2,13 / 5,14: Jn 8,12 / 5,15: Mc 4,21; Lc 8,16; Ef 5,8


No he venido a abolir la Ley o los Profetas

Lc 16,17


17 «No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a llevarlos a plenitud. 18 Les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra no pasará ni la letra más pequeña o tilde de la Ley hasta que todo llegue a su cumplimiento».

19 «A quien no cumpla uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los demás, Dios lo considerará el menor en el Reino de los cielos. En cambio, al que los cumpla y los enseñe, él lo considerará grande en el Reino de los cielos».


5,17-19: Jesús se pronuncia con firmeza acerca de la validez de la Ley que, habiendo desempeñado una función muy importante en el primer período de la historia (nota a 5,1-7,29), no puede ser desechada sin más, sino que debe ser asumida como parte de la Escritura normativa para Israel y la Iglesia. De modo que se puede hablar no sólo de una reivindicación de la Ley, sino incluso de una nueva comprensión y una revaloración de ésta. El discípulo de Jesús no se entiende al margen de lo prescrito por Dios en el Antiguo Testamento, sino que lo recibe con gratitud, como su herencia, aun cuando la observancia no sea exactamente la misma, pues ahora la clave de lectura es el mismo Jesucristo (24,25-27).


5,17: Dt 4,8 / 5,18: Jn 1,51 / 5,19: Sant 2,10


Ustedes oyeron que se dijo…, pero yo les digo…

Mt 19,9; Mc 10,11-12; Lc 6,27-36; 12,57-59; 16,18


20 «Por eso yo les digo que si no superan a los maestros de la Ley y a los fariseos en vivir conforme al plan de Dios, ustedes no entrarán en el Reino de los cielos».

21 «Ustedes oyeron que se dijo a los antepasados: No matarás [Éx 20,13; Dt 5,17], pues el que mate será llevado a juicio; 22 pero yo les digo que todo el que se enfurezca contra su hermano será sometido a juicio, el que lo insulte será llevado ante el tribunal y el que lo desprecie será condenado a la Gehena. 23 De modo que si al presentar tu ofrenda sobre el altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí y ve primero a ponerte en paz con tu hermano, después regresa y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez y éste al guardia, para que te encierre en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».

27 «Ustedes oyeron que se dijo: No cometerás adulterio [Éx 20,14; Dt 5,18]; 28 pero yo les digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su interior. 29 Si tu ojo derecho te lleva a pecar, sácatelo y arrójalo lejos de ti, porque es mejor que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. 30 Y si tu mano derecha te lleva a pecar, córtatela y arrójala lejos de ti, porque es mejor que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo vaya a la Gehena».

31 «También se dijo: El que se separe de su mujer, que le dé un certificado de repudio; 32 pero yo les digo que todo el que se separe de su mujer, excepto cuando se trate de unión ilegítima, la expone a ser adúltera, y el que se case con una separada comete adulterio».

33 «También oyeron que se dijo a los antepasados: No jurarás en falso, y cumplirás al Señor tus juramentos; 34 pero yo les digo que de ningún modo juren, ni por el cielo que es el trono de Dios, 35 ni por la tierra que es el estrado donde él pone sus pies, ni por Jerusalén que es la ciudad del gran rey. 36 Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. 37 Que la palabra de ustedes sea “sí” cuando es sí, y “no” cuando es no; lo demás viene del Maligno». 

38 «Ustedes oyeron que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente [Éx 21,24; Lv 24,20; Dt 19,21]; 39 pero yo les digo que no se opongan a quien les hace el mal; al contrario, a cualquiera que te dé una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. 40 Al que quiera llevarte a juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto, 41 y si alguien te obliga a caminar mil pasos, camina dos mil con él. 42 Da a quien te pide, y no le des la espalda a quien te pida algo prestado». 

43 «Ustedes oyeron que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo [Lv 19,18]; 44 pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, 45 para que así sean en verdad hijos de su Padre que está en los cielos que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. 46 Porque si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen?, ¿no hacen también esto mismo los cobradores de impuestos? 47 Y si saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario?, ¿no hacen también esto mismo los paganos?».

48 «Por tanto, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto».


5,20-48: Al llegar el Mesías, al mismo tiempo que la Ley alcanza toda su plenitud, es también superada. Las antítesis: «Ustedes oyeron que se dijo…, pero yo les digo» (5,21-22), expresan la novedad que va más allá de las actitudes exigidas a los israelitas. En su conjunto, las exigencias de Jesús ilustran la continuidad de los dos períodos de la única historia de salvación (el camino y el cumplimiento; nota a 5,1-7,29), pero al mismo tiempo señalan una superación de la segunda con relación a la primera. Jesús, superando también la interpretación casuística de algunos judíos de su tiempo, interioriza y universaliza la Ley a la luz de cómo su Padre expresa su amor por el ser humano (5,48). Por esto las exigencias de Jesús son expresiones de amor y no mera preocupación por los preceptos. Sin pasar por alto el valor del Antiguo Testamento, las exigencias son mayores para quienes vivimos en el período del cumplimiento de todo lo dispuesto en el plan de Dios.


5,20: Eclo 15,15-20 / 5,21: Lv 24,17 / 5,27: Job 31,1 / 5,29: Mt 18,8-9 / 5,31: Dt 24,1; Mal 12,14-16 / 5,32: 1 Cor 7,10-11 / 5,33: Lv 19,12; Nm 30,3 / 5,37: 2 Cor 1,17-19; Sant 5,12 / 5,42: Prov 3,27-28 / 5,44: Hch 7,60; Rom 12,20 / 5,46: Lc 3,12


Padre nuestro

Mc 11,25-26; Lc 11,2-4


61 «Cuídense de no presumir frente a la gente de practicar lo dispuesto por Dios en su plan; de lo contrario, el Padre que está en los cielos no los recompensará». 

2 «Por eso, cuando des limosna no lo pregones, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que la gente los alabe. Les aseguro que ya tienen su recompensa. 3 En cambio, cuando tú des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, 4 para que tu limosna quede en secreto, y tu Padre que ve lo secreto, te premiará».

5 «Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Les aseguro que ya tienen su recompensa. 6 En cambio, cuando tú ores, entra en tu habitación y, cerrando la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve lo secreto, te recompensará».

7 «Al orar, no hablen demasiado, como los paganos, que piensan que Dios escucha a los que hablan mucho. 8 No sean como ellos, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan. 9 Ustedes oren de este modo:

“Padre nuestro, que estás en los cielos,

santificado sea tu Nombre, 

10 venga tu Reino,

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.

11 Danos hoy nuestro pan de cada día.

12 Perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

13 no nos pongas a prueba

y líbranos del mal”».

14 «Pues si perdonan las faltas a los demás, también el Padre celestial les perdonará a ustedes sus faltas, 15 pero si no las perdonan, tampoco el Padre perdonará las de ustedes». 

16 «Cuando ayunen, no se pongan tristes como los hipócritas que desfiguran su rostro, para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que ya recibieron su paga. 17 Tú, en cambio, cuando ayunes, lava tu cara y perfuma tu cabeza, 18 para que no muestres a los demás que estás ayunando, sino a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve lo secreto, te recompensará».


6,1-18: Una vez acentuada la superación que implica el nuevo período de la historia (nota a 5,20-48), Mateo vuelve a establecer la conexión con el antiguo período, recogiendo y dando una nueva dimensión a las prácticas de piedad desde una comprensión más profunda. La limosna, la oración y el ayuno son acciones dispuestas por Dios desde antaño. Jesús no las revoca, sino que les otorga un sentido más profundo: deben vivirse desde la comunión íntima con el Padre, por lo que han de interpelar la vida en vista a la comunión con los hermanos pobres (limosna), la comunión con Dios (oración) y el dominio de sí mismo (ayuno). El reproche a los hipócritas y la crítica a sus actitudes se deben a que éstos no viven esa relación auténtica con Dios, sino sólo la aparentan ante los hombres. El problema no radica, por tanto, en las prácticas en sí mismas, sino en que no son vividas desde la conciencia de hijos de Dios. El Padrenuestro, que está en el centro del sermón de la montaña (Mt 5-7), pone de manifiesto la actitud con la que el discípulo debe orar, según el ejemplo del propio Maestro. La invocación inicial, «Padre nuestro» (6,9), da sentido a las siete peticiones que siguen: tres para reconocer a Dios (6,9-10) y cuatro a favor del orante (6,11-13). La diferencia con la versión de Lucas 11,2-4 refleja las particularidades de la oración de cada comunidad; sin embargo, en ambos casos se trata de una interpelación a los discípulos para que hagan de la oración y actitud filial al Padre un proyecto de vida.


6,1: Mt 23,13-15; Lc 16,14/ 6,6: 2 Re 4,33; Is 26,20 /6,7: Sant 1,26 / 6,8: Is 65,24 / 6,9: Sal 89,27; Ez 36,23; Jn 17,6.26 / 6,10: Sal 98,8-9 / 6,11: Sal 136,25 / 6,12: Eclo 28,1-7; Mt 18,21-35; Ef 4,32 / 6,16: Is 58,5


Busquen primero el Reino de Dios

Lc 11,34-36; 12,12-34; 16,13


19 «No amontonen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido los destruyen, y donde los ladrones perforan paredes para robarlos. 20 Mejor acumulen tesoros en el cielo, donde no los destruye la polilla ni el óxido, ni los ladrones perforan las paredes para robar. 21 Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón».

22 «El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado, 23 pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará oscuro. Si la luz que hay en ti se vuelve tiniebla, ¡qué grande será la oscuridad!». 

24 «Nadie puede servir a dos señores, porque amará a uno más que al otro, o bien atenderá a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero». 

25 «Por eso les digo: no estén angustiados por su vida, pensando qué comerán o qué beberán, o por su cuerpo, pensando con qué se vestirán. ¿No es más importante la vida que el alimento y el cuerpo más que la ropa? 26 Observen cómo el Padre celestial alimenta a los pájaros del cielo que ni siembran ni cosechan y tampoco almacenan en graneros. ¿No valen ustedes más que ellos? 27 ¿Quién de ustedes, a fuerza de angustiarse, puede añadir un solo instante a su vida? 28 ¿Y por qué están angustiados por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores del campo que no se cansan ni tejen. 29 Pero yo les digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como una de ellas. 30 Si Dios viste así a la hierba que hoy está en el campo y que mañana se arroja al fuego, ¡cuánto más a ustedes, gente de poca fe! 31 De modo que no se angustien, preguntándose: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos?”. 32 Los que se preocupan de todas estas cosas son los paganos, mientras que su Padre celestial ya sabe que ustedes necesitan todo eso. 33 Busquen primero el Reino de Dios y lo dispuesto en su plan, y él les añadirá todo lo demás. 34 No se angustien por el día de mañana, pues el mañana se angustiará por sí mismo. Cada día tiene suficiente con sus propios problemas».


6,19-34: A lo largo del sermón de la montaña (nota a 5,1-7,29) es notoria la frecuente alusión a las relaciones entre padre, hijos y hermanos. Éstas, marcadas por el signo del amor, imprimen un sello especial a las exhortaciones del discurso de Jesús. La fe en la providencia de Dios parte de la seguridad absoluta de que él es el Padre misericordioso que nunca se olvida de sus hijos. Esta confianza plena lleva a que el creyente se abandone totalmente en su único Señor, haciendo a un lado todo lo que pueda suplantar la fe en el Dios amoroso y providente. Poner la seguridad en cualquier otra realidad, resulta contrario a la identidad del auténtico discípulo de Jesús. La búsqueda sincera del Reino y lo que Dios ha dispuesto en su plan de salvación (6,33; nota a 3,13-17) se opone a la angustiosa preocupación por las cosas materiales, tal como la experimentan los que no pertenecen a la comunidad de Jesús (6,25.31-32). Quien cree en Jesús no puede compartir esas vanas preocupaciones.


6,19: Job 22,24-26; Sant 5,2-3 / 6,21: Job 31,24-25 / 6,22: 1 Tes 5,4-5 / 6,23: Jn 11,9-10 / 6,25: Sal 127 / 6,26: Is 49,14-15 / 6,28: Sal 103,15 / 6,29: 1 Re 10,1-29; 2 Cr 9,13-14 / 6,32: Is 51,1-3 / 6,33: Rom 14,17 / 6,34: Sal 37,4-25; Sant 4,13-14


No juzguen

Lc 6,37-38.41-42


71 «No juzguen, para que Dios no los juzgue, 2 porque él los juzgará de la misma manera como ustedes juzguen, y los medirá con la medida con que ustedes midan. 3¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que tienes en el tuyo? 4 ¿O cómo dices a tu hermano: “Deja que saque la paja de tu ojo”, si tú tienes una viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano».

6 «No den las cosas santas a los perros ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen, y luego se vuelvan contra ustedes y los ataquen».


7,1-6: Una de las prioridades fundamentales del sermón de la montaña es el reconocimiento y aceptación de Dios como Padre y la consecuente actitud fraterna hacia el prójimo. Ésta implica no sólo comprensión y tolerancia frente a los hermanos, sino una actitud coherente y honesta consigo mismo, para aceptar y corregir los propios errores. Según el sermón, la actitud filial para con Dios y la fraternal hacia el hermano definen el perfil propio del discípulo de Jesús, y ésta es también nuestra tarea. Sin embargo, muchas veces el discípulo de Jesús se topa con una dureza de corazón tal, que resulta mejor canalizar las energías hacia otros destinatarios, en lugar de exponer las «perlas» del Reino (7,6) a la obstinación contumaz y sus consecuencias.


7,1: Rom 2,1-2; 1 Cor 4,5 / 7,2: Sant 4,11; Mc 4,24 / 7,3: Jn 8,7 / 7,6: Éx 22,30


Pidan y Dios les dará

Lc 6,31; 11,9-13


7 «Pidan y Dios les dará, busquen y encontrarán, llamen y él les abrirá. 8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, Dios le abre. 9 ¿Acaso alguno de ustedes le da una piedra a su hijo cuando le pide pan? 10 ¿O le da una serpiente cuando le pide pescado? 11 Si ustedes que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos les dará cosas buenas a quienes se las pidan!».

12 «Por tanto, traten en todo a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque en esto consiste la Ley y los Profetas».


7,7-12: Ya en Mateo 6,19-21, Jesús ha invitado a la confianza en Dios, como Padre providente. Aquí vuelve a poner de relieve esa misma actitud, pero ahora con mayor insistencia. Si los miembros de la comunidad mesiánica logran vivir la nueva relación con el Padre celestial, es decir, la comunión íntima con él, que Jesús, su Hijo, hace posible, entonces ellos pueden esperar de Dios sólo cosas buenas (7,11). De aquí también se desprende la llamada regla de oro: que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten (7,12).


7,7: Jn 14,13-14 / 7,8: Prov 8,17; Lc 18,1-8; 1 Jn 3,22-23 / 7,11: Dt 4,29-31 / 7,12: Lv 19,18; Tob 4,15; Rom 13,8-10


Entren por la puerta angosta

Lc 13,23-24


13 «Entren por la puerta angosta, porque ancha es la puerta, y amplio el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que llegan por él. 14 Pero tan angosta es la puerta y tan estrecho es el camino que conduce a la vida, que son pocos los que la encuentran».


7,13-14: Jesús, al final del sermón de la montaña, concluye con varias imágenes y, mediante el procedimiento de la alternativa a elegir, presente en el Antiguo Testamento (Dt 30,15-20; Jr 21,8), invita a los suyos a tomar una decisión radical frente a la propuesta del Reino de Dios. La primera de las imágenes, la de la puerta y del camino, se refiere a las exigencias para seguir a Jesús y pone de manifiesto la necesidad de elegir entre dos estilos de vida que resultan incompatibles entre sí, el propio del discípulo del Mesías y los otros ajenos y contrarios a la vida cristiana. El primero es el más exigente, pero es, en definitiva, el que más vale la pena.


7,13: Sal 1; Dt 30,15-20 / 7,14: Prov 4,18-19; Jn 10,9-10


Por sus frutos los reconocerán

Mt 12,33-35; Lc 6,43-44


15 «Cuídense de los falsos profetas que se visten como ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de las zarzas? 17 Así también, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el malo produce frutos malos. 18 Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni uno malo producir frutos buenos. 19 Todo árbol que no da frutos buenos se corta y se arroja al fuego. 20 Entonces, ¡por sus frutos los reconocerán!». 


7,15-20: La acción de los falsos profetas es descrita con la imagen de los lobos disfrazados de ovejas (nota a 7,13-14). Este tema tiene su origen en el Antiguo Testamento (Is 9,14; 28,7; Jr 6,13; Ez 13,3) y continuó, dada su importancia, en el cristianismo naciente (Hch 13,6; 2 Pe 2,1; 1 Tim 1,4). El dicho de Jesús (Mt 7,15) pone en guardia contra quienes atentan contra sus enseñanzas y pretenden desviar a los discípulos por otros caminos. Utiliza recursos sacados tanto de la vida pastoril como agrícola. La imagen de los lobos rapaces vestidos como ovejas ilustra la falsedad y perversión de esos pretendidos profetas, que no hacen otra cosa que confundir y destruir la comunidad. El criterio para distinguir entre genuinos y falsos profetas son los frutos que produce cada uno de ellos, como enseña la metáfora de los árboles (7,17-19). Los seguidores de Jesús son invitados a dar los frutos propios de los profetas verdaderos y a discernir entre los frutos malos y buenos presentes en el mundo.


7,15: Dt 13,2-6; 18,9-22 / 7,17: Gál 5,19-24 / 7,19: Jn 15,6


El que haga la voluntad de mi Padre

Lc 6,46-49; 13,26-27


21 «No todo el que me dice: “¡Sí, Señor!”, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: “¡Señor!, ¿acaso no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?”. 23 Entonces les diré: “¡Yo no los conozco! ¡Aléjense de mí, ustedes que hacen el mal!”».

24 «Quien escucha mis palabras y las lleva a la práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. 25 Vino la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y chocaron contra esa casa, pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. 26 Pero el que escucha mis palabras y no las lleva a la práctica se parece a un hombre necio que construyó su casa sobre arena. 27 Vino la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos, chocaron contra esa casa y se vino abajo. ¡Su destrucción fue total!».

28 Cuando Jesús terminó este discurso, la gente quedó asombrada por su enseñanza, 29 ya que lo hacía con autoridad y no como sus maestros de la Ley.


7,21-29: El sermón de la montaña concluye con un llamado al cumplimiento de la voluntad del Padre. El evangelista enfatiza la necesidad de hacer efectiva la enseñanza recibida. Para esto, utiliza la imagen de la construcción de las dos casas y sus respectivas cimentaciones (nota a 7,13-14). Mientras en el pasaje anterior se trataba de alertar contra los falsos profetas y sus frutos malos (7,15-20), ahora se trata de poner en práctica la palabra verdadera del Señor, escuchada por el creyente. Al final, no todos los miembros de la comunidad entrarán en el Reino, pues cada uno será juzgado por sus opciones y por la efectividad de sus acciones (7,21-23). Hacer la voluntad del Padre en el Evangelio según Mateo es una condición indispensable para que podamos experimentar la salvación que nos trae el Mesías.


7,21: Is 29,13 / 7,23: Sal 6,9 / 7,25: Prov 10,25 / 7,26: Job 8,13-15 / 7,27: Ez 13,10-14 / 7,28-29: Mc 1,22; Lc 4,32


1.3- Signos del cumplimiento del Reino y su plan de salvación


8,1-9,35. Concluido el sermón de la montaña (nota a 5,1-7,29), Mateo inicia un nuevo momento en su narración. De la instrucción del Maestro, pasa ahora a la acción poderosa del Señor de la comunidad, quien posee autoridad sobre la enfermedad (8,1-17; 9,1-7; 9,20-22.27-34), la naturaleza (8,23-27), los demonios (8,28-34) y la muerte misma (9,18-19.23-26). El evangelista, mediante tres series de tres milagros cada serie (8,1-17; 8,23-9,8; 9,18-34), resalta la eficacia absoluta e inmediata del poder de Jesús y, para ello, elimina incluso los rasgos narrativos no indispensables y los personajes secundarios, y conserva sólo a Jesús y al beneficiado, privilegia el diálogo y el tema de la fe, y destaca la acción de mirar con la que Jesús, desde el principio, domina la situación y pone de manifiesto su poder y majestad. Pero también es sintomático que la primera serie de milagros haga mención de las palabras de Isaías (Is 53,4 en Mt 8,17), lo que revela una vez más el interés de Mateo por mostrar que el cumplimiento del plan salvador de Dios llega con la acción del Mesías y su misericordia en favor del pueblo. Lo anunciado es ahora realidad por medio de los signos que él realiza.


¡Quiero, queda limpio!

 Mc 1,40-45; Lc 5,12-16


81 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió mucha gente. 2 En esto, se acercó un leproso y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes purificarme». 3 Jesús, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: «¡Quiero, queda purificado!». Y al instante quedó purificado de su lepra. 4 Entonces Jesús añadió: «No se lo digas a nadie, sino que preséntate ante el sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les conste que quedaste sano».


8,1-4: La primera serie presenta tres relatos de milagros unidos entre sí (nota a 8,1-9,35), en favor de personas marginadas (leproso, mujer, pagano). Éste, el primero de ellos, además de abrir la serie, enlaza con el sermón de la montaña (8,1). La lepra, además de ser una enfermedad, constituía también una impureza y era causa de marginación religiosa y social; su curación representaba una liberación total de la persona. Al mismo tiempo que aparece el poder liberador del Mesías, la orden de que se presente al sacerdote señala la continuidad con la costumbre judía (8,4).


8,1: Nm 12,10-13 / 8,4: Lv 14,1-32; Mc 7,36


No he encontrado a nadie en Israel con una fe tan grande

Lc 7,1-10; 13,28-29; Jn 4,46-53


5 Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un oficial romano 6 que le suplicaba: «¡Señor, mi servidor está acostado en casa con parálisis y terribles sufrimientos!». 7 Jesús le dijo: «Voy a curarlo». 8 Pero el oficial le respondió: «¡Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero sólo di una palabra y él sanará! 9 Pues yo, que soy subordinado, tengo soldados a mis órdenes, si digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, y éste viene, y a mi servidor: “Haz esto”, y él lo hace». 10 Jesús se asombró al escucharlo y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con una fe tan grande». 

11 «Por eso les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, 12 mientras que los herederos del Reino serán echados fuera, a las tinieblas, donde habrá llanto y desesperación». 13 Luego, Jesús dijo al oficial romano: «¡Anda, que suceda como has creído!». Y en aquel momento el servidor quedó sano. 


8,5-13: El segundo relato de milagro (nota a 8,1-4) trae a colación un tema complejo, pues tiene como beneficiario a un pagano que suplica por la salud de su servidor, en una parte del evangelio que se habla de los milagros de Jesús en Israel. Por un lado, queda en evidencia cómo el que no es judío respeta la primacía de Israel, pueblo elegido, en el marco de la historia de la salvación, pero por otro, también se muestra que esta salvación se abre más allá de las fronteras de Israel. La fe del oficial romano o centurión es modelo a seguir, ya que representa la respuesta adecuada a todo milagro, haciendo posible la aceptación de la Buena Noticia por parte de todos, judíos y paganos. Además, el relato pone de manifiesto la autoridad del Mesías quien, como Señor, conduce a su comunidad, compuesta por miembros de diversa procedencia.


8,7: Sal 32,9 / 8,8: Lc 5,8 / 8,10: Heb 11,1 / 8,13: Sal 107,20


Curó a todos los enfermos

 Mc 1,29-34; Lc 4,38-41


14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste acostada y con fiebre; 15 la tomó de la mano y se le quitó la fiebre. Entonces ella se levantó y se puso a servirle.

16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, expulsó a los espíritus con su palabra y curó a todos los enfermos, 17 para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: 

Él tomó nuestras debilidades

y cargó con nuestras enfermedades [Is 53,4].


8,14-17: El tercer milagro de curación tiene por destinatario a una mujer, la suegra de Pedro (8,14-15). Este milagro completa la serie de tres milagros (nota a 8,1-4), lo que da pie a un sumario o resumen acerca de la actividad milagrosa de Jesús en favor de los necesitados (8,16-17), donde se trae a colación un texto de la Escritura (Is 53,4). La brevedad de la narración destaca el énfasis que se pone en las acciones mismas de Jesús y en los efectos que éstas producen. Dos reacciones se subrayan: el servicio que ejerce la mujer sanada y el cumplimiento de lo anunciado por Isaías. Se invita a los lectores del evangelio a confiar en la eficacia de la acción mesiánica que da cumplimiento a las promesas y a asumir la actitud de servicio hacia quien ha cumplido estas promesas.


8,15: Mc 9,27; Hch 3,7 / 8,17: Heb 2,10


Sígueme

 Lc 9,57-60


18 Jesús, al darse cuenta de que lo rodeaba una multitud, ordenó que lo llevaran a la otra orilla. 19 Entonces se acercó un maestro de la Ley y le dijo: «¡Maestro!, te seguiré adondequiera que vayas». 20 Jesús le respondió: «Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».

21 Otro de los discípulos le dijo: «¡Señor!, permíteme ir antes a sepultar a mi padre”. 22 Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos sepulten a sus muertos».


8,18-22: Entre la primera serie de milagros y la segunda (nota a 8,1-9,35), la narración se centra en el seguimiento de Jesús y sus consecuencias. Que se trate de un maestro de la Ley tiene relevancia en Mateo. Aquí, como en otras partes (13,52; 23,34), el título no tiene connotaciones negativas, pues se trata de un judío, experto en la Ley, que quiere convertirse en discípulo, lo que destaca con más fuerza la autoridad de Jesús como verdadero y legítimo Maestro en Israel, con potestad para llamar en su seguimiento y, por lo mismo, reclamar exigencias radicales a los que acepten la invitación. La enseñanza, pues, se refiere a las condiciones que Jesús propone a los que desean ser sus discípulos. Mateo ha recogido dos de los tres diálogos de Lucas (Lc 9,57-60). En el primero se enseña que el seguimiento del Señor exige renunciar a las seguridades de este mundo (Mt 8,18-20). En el segundo (8,21-22), se afirma que el llamado de Jesús exige respuesta inmediata. El último dicho es oscuro (8,22), y se puede referir tanto a los muertos desde el punto de vista espiritual, es decir, a los que no han encontrado la vida en el Reino, como a los muertos literalmente hablando, lo que es más probable. Sin duda que la exigencia de Jesús es fuerte, lo que pone en evidencia la opción radical por parte del discípulo frente al valor absoluto de Jesús y su seguimiento.


8,20: Sal 84,4; Dn 7,13-14; Mc 8,38; 2 Cor 8,9 / 8,21: Gn 50,5; Tob 4,3 / 8,22: 1 Re 19,20


¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Mc 4,35-41; Lc 8,22-25


23 Luego, Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De repente se desató una tormenta tan grande en el mar que las olas cubrían la barca; mientras tanto, Jesús dormía. 25 Los discípulos se acercaron a él, lo despertaron y le dijeron: «¡Señor, sálvanos! ¡Nos ahogamos!». 26 Él les preguntó: «¿Por qué son tan cobardes, hombres de poca fe?». Y levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 La gente, asombrada se preguntaba: «¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?».


8,23-27: Dos aspectos se conjugan en el pasaje de la tempestad: la autoridad de Jesús y la prueba de fe que tienen que afrontar sus discípulos, como parte de las exigencias en su camino de seguimiento. La potestad que tiene el Hijo del hombre para enseñar, sanar enfermos y expulsar demonios tiene también efectos sobre la naturaleza. Del mismo modo, a los seguidores de Jesús se los interpela acerca de su confianza ante todo tipo de tempestades y sacudidas que ponen a prueba la autenticidad de su fe.


8,24: Jon 1,4s; Hch 27,9-15 / 8,26: Sal 65,8; 89,10; 107,29


¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios?

Mc 5,1-20; Lc 8,26-39


28 Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros a su encuentro. Eran tan peligrosos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. 29 Entonces, ellos empezaron a gritar: «¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?». 30 A cierta distancia había una gran cantidad de cerdos alimentándose. 31 Los demonios le suplicaban: «Si nos expulsas, mándanos a los cerdos». 32 Jesús les dijo: «¡Vayan!». Ellos salieron y entraron en los cerdos, y éstos se arrojaron por un barranco al mar y murieron ahogados. 33 Los que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad y difundieron todo aquello, incluso lo de los endemoniados. 34 Entonces, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús para rogarle que se fuera de su territorio.


8,28-34: El evangelista ya había hablado de expulsiones de demonios (8,16); sin embargo, es ahora cuando presenta un relato explícito al respecto. El interés se centra desde el inicio en el encuentro de los endemoniados con Jesús, quienes lo reconocen como alguien capaz de destruirlos (8,29). Le piden que los mande a los cerdos que, para los judíos, son animales impuros (Lv 11,7; Dt 14,8), y representan en Gadara, territorio pagano, la condición de sus habitantes lejos de Dios. La única palabra pronunciada por Jesús es la orden: «¡Vayan!» (Mt 8,32), lo que expresa su autoridad y su lugar central en el relato. El resto de la narración se ocupa en describir el efecto de esa palabra de autoridad, incluso fuera de Israel. Jesús se nos revela como salvador y liberador de todos los males y del poder del Diablo, pero al mismo tiempo la actitud de los gadarenos nos interpela, invitándonos a tomar una decisión personal frente a él.


8,28: Is 65,28s / 8,29: Lc 4,34; Sant 2,19 / 8,32: Hch 8, 6-8; 10,38


Tus pecados quedan perdonados

Mc 2,1-12; Lc 5,17-26


91 Jesús subió a la barca, atravesó el lago y fue a la ciudad donde vivía. 2 En esto, le trajeron un paralítico tendido en una camilla. Viendo Jesús la fe de la gente, dijo al paralítico: «Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados». 3 Entonces, algunos de los maestros de la Ley comentaban entre sí: «¡Éste blasfema!». 4 Sabiendo Jesús lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué piensan tan mal en su interior? 5 ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados son perdonados”, o decir: “Levántate y camina”? 6 Sin embargo, para que vean que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados -dijo entonces Jesús al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». 7 Él se levantó y se fue a su casa. 8 Al ver esto, la multitud se llenó de temor y glorificaba a Dios, porque había dado tal poder a los hombres.


9,1-8: Jesús deja el territorio pagano y vuelve a Cafarnaún, donde residía (4,13). El tema principal de esta controversia no es la curación en cuanto tal, sino el perdón de los pecados, autoridad que sólo Dios tiene y que ahora manifiesta por su Mesías. Este tema es fundamental en todo el evangelio. Los lectores que conocen la experiencia del perdón de los pecados descubren en el paralítico a un hombre que recibe algo más que la sanación física de una enfermedad: ese perdón significa experiencia misma de la salvación de Dios. Al mismo tiempo, los lectores empiezan a constatar ya desde ahora lo que aparecerá con toda claridad al final del evangelio, que Jesús está investido con el poder mismo de Dios (28,18), aunque los maestros de la Ley se resistan a creer en el Mesías. La acción liberadora de Jesús que nos levanta, se traduce en el reconocimiento gozoso de la obra de Dios en nosotros y en el mundo (9,7-8).


9,1: Jn 5,1-9; Hch 9, 33-35 / 9,2: Lc 7,48 / 9,3: Jn 10,33-36 / 9,4: Za 8,17 / 9,6: Dn 7,14; Jn 5,8.27


Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores

Mc 2,13-17; Lc 5,27-32 


9 Cuando ya se alejaba, Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa donde cobraba impuestos, y le dijo: «¡Sígueme!». Él se levantó y lo siguió.

10 Mientras Jesús estaba comiendo en la casa de Mateo, llegaron otros muchos cobradores de impuestos y pecadores, y se sentaron con él y sus discípulos. 11 Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: «¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?». 12 Jesús, al oír la pregunta, respondió: «Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. 13 Entiendan bien lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios [Os 6,6], pues yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores».


9,9-13: Jesús no sólo perdona los pecados de un hombre (nota a 9,1-8), sino que también convive con los pecadores y los llama para que sean sus discípulos. Los cobradores de impuestos eran tenidos por gente de mala fama y por impuros debido a sus servicios al poder extranjero, a su contacto con monedas que tenían imágenes e inscripciones paganas, con frecuencia blasfemas, y a su conocida actitud deshonesta en el ejercicio del oficio. Nada de esto es impedimento para Jesús, quien tiene poder de perdonar los pecados (9,2). La llamada de Jesús a Mateo y la comida con otros pecadores ya no constituyen sólo una manifestación de la autoridad del Hijo de Dios, sino también una revelación de su infinita misericordia: Jesús purifica la vida y sana el corazón, llama para compartir la mesa, expresión de íntima unión en la amistad, en los proyectos y en el propio destino.


9,9: Hch 1,13 / 9,10: Lc 15, 1-2 / 9,13: 1 Sm 15,22


El vino nuevo se echa en odres nuevos

Mc 2,18-22; Lc 5,33-39 


14 En eso, se le acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le preguntaron: «¿Por qué nosotros ayunamos igual que los fariseos, en cambio tus discípulos no ayunan?». 15 Él les respondió: «¿Acaso pueden estar tristes los amigos del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que les quiten al novio, entonces ayunarán».

16 «Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de tela nueva, porque cuando encoja lo que se añadió, la rotura se hará más grande. 17 Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque de hacerlo así se revientan los odres, se derrama el vino y los odres se echan a perder. ¡El vino nuevo se echa en odres nuevos, y así se conservan los dos!».


9,14-17: La comida con los pecadores y la controversia que ésta suscita (9,9-13) da pie al evangelista para introducir el polémico tema del ayuno. Para la comunidad de Mateo, de cuño judeocristiano, era necesario redimensionar la costumbre de ayunar, muy apreciada en el judaísmo. Jesús, aunque no viene a cancelar lo prescrito en la Ley, sí establece una superación y una nueva manera de entenderla. El cumplimiento supone el camino (nota a 5,1-7,29), es decir, la preparación en el Antiguo Testamento, pero no como simple yuxtaposición artificial de realidades, sino como verdadero cambio de actitud. Esto es lo que define al genuino discípulo de Jesús, invitado a recibirlo como el Mesías que viene a replantear y a hacer posible, en nombre de Dios, la alianza y la fidelidad de Israel. No se trata de crear componendas que terminan diluyendo tanto el judaísmo como el cristianismo: el vino nuevo (de Cristo) exige odres nuevos (actitudes, conductas, acciones auténticamente cristianas).


9,14: Is 58,3 / 9,15: Jn 3,29 / 9,16: 2 Co 5,17; Gál 4,9 / 9,17: Job 32,19; Lv 26,10; Rom 7,6


Ven a imponerle tu mano y vivirá

 Mc 5,21-43; Lc 8,40-56


18 Mientras Jesús les hablaba de esto, se presentó un hombre importante, se postró ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá». 19 Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

20 Entonces, una mujer que padecía derrames de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto, 21 pues pensaba: «Me sanaré con sólo tocar su manto». 22 Él se volvió, la miró y le dijo: «Ánimo, hija, tu fe te ha sanado». Y desde aquel momento la mujer quedó sana.

23 Cuando Jesús llegó a la casa de aquel hombre importante y vio a los que tocaban música fúnebre y a la multitud alborotada, 24 les ordenó: «¡Retírense! La niña no ha muerto, sino que duerme». Pero ellos se burlaban de él. 25 Cuando hicieron salir a la gente, Jesús entró, la tomó de la mano y levantó a la niña. 26 Y la noticia se difundió por toda aquella región.


9,18-26: Después de los pasajes polémicos anteriores, cuyo tema central es el perdón, Mateo retoma los relatos de milagros. Una nueva serie tendrá lugar aquí (nota a 8,1-9,35). La curación de la mujer que padecía hemorragia o derrames de sangre y la resurrección de la hija de un importante funcionario aparecen unidos como en Marcos 5,21-43. Mateo ha hablado antes de la mano de Jesús como signo de su poder salvador (8,3.15). Nosotros, los lectores, también estamos invitados a ponernos bajo la mano extendida del Señor o a dejar que él tome nuestra mano (9,18.25), para recibir así su auxilio y su salvación. Lo único que Jesús nos pide es una fe auténtica. Luego, nos corresponde difundir lo que el Señor ha hecho en nosotros (9,26).


9,18: 1 Tim 4,14 / 9,20: 1 Sm 15,27 / 9,22: Hch 19,12 / 9,24: Jn 11,11-13


¡Que suceda como ustedes creen!

Mt 20,29-34


27 Cuando Jesús partió de allí, lo siguieron dos ciegos gritando: «¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!». 28 Al entrar en la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: «¿Creen que puedo hacer esto?». Le respondieron: «¡Sí, Señor!». 29 Entonces Jesús tocó los ojos de los ciegos, y les dijo: «¡Que suceda como ustedes creen!». 30 Y sus ojos se les abrieron. Entonces Jesús les ordenó: «¡Cuidado con que alguien lo sepa!». 31 Pero ellos, apenas salieron, lo divulgaron por toda la región. 


9,27-31: La fe es de nuevo el tema central del pasaje, y se testimonia un proceso dinámico de crecimiento en ella. Jesús sana a dos hombres privados de la vista, pero el alcance del milagro va más allá de la simple curación física. La relación entre ceguera e incredulidad es conocida para la comunidad cristiana. Aunque los ciegos dan a Jesús un reconocimiento mesiánico al llamarlo Hijo de David, son interpelados acerca de su disposición para recibir la curación y requieren un conocimiento todavía más preciso y una experiencia más profunda en su relación con Jesús. Ante el Mesías de Dios, que lleva a cumplimiento lo prometido por él (Is 29,18), se requiere una respuesta de fe en él y en quien lo envía. La actitud de los ciegos se convierte así para la comunidad en un espejo de su propia fe. La seguridad de la ayuda que el Señor presta a quien lo invoca infunde siempre ánimo y confianza (Mt 9,28).


9,27: Lc 1,32 / 9,30: Mc 1,34


¡Jamás se ha visto algo parecido en Israel!

Mc 6,6


32 En cuanto los ciegos se fueron, le trajeron a un hombre endemoniado que estaba mudo. 33 Cuando Jesús expulsó al demonio, el mudo empezó a hablar. Entonces la multitud decía maravillada: «¡Jamás se ha visto algo parecido en Israel!». 34 Pero los fariseos decían: «Expulsa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios». 

35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.


9,32-35: Los milagros en favor de los ciegos (9,27-31) y del endemoniado mudo están unidos. Recobrar la vista y el habla se contaba entre las esperanzas para los tiempos mesiánicos futuros (Is 35,5-6). En este relato se destaca la doble reacción de los testigos: mientras que la multitud se asombra, los fariseos son hostiles, hasta el punto de acusarlo de complicidad con el Demonio (Mt 9,33-34). El evangelista finaliza esta parte con un nuevo resumen de la actividad de Jesús, que comprende tres grandes acciones evangelizadoras: enseñanza, predicación y curación (9,35). Discípulo de Jesús es quien escucha y cree de verdad lo que el Maestro dice y hace.


9,32: Lc 11,14-15 / 9,33: Mc 7,37


1.4- Discurso de Jesús: la misión de los discípulos


9,36-11,1. El segundo discurso de Jesús en Mateo es acerca de la misión y el testimonio. Éste representa otro momento muy relevante. Los discípulos de Jesús, instruidos (nota a 5,1-7,29) y testigos de la autoridad y misericordia con que el Maestro predica y actúa (nota 8,1-9,35), reciben ahora el encargo de continuar con esa misión: anunciar el Reino, enseñar y realizar acciones portentosas, aunque también se les advierte acerca de los peligros y amenazas que deberán afrontar, pero cuentan con Jesús que nunca dejará de animarlos. La suerte de los discípulos en todo momento es como la de su Maestro: se ven enfrentados a peligros y amenazas por el Reino de los cielos.


La cosecha es abundante

 Mc 6,34; Lc 10,2


36 Al ver a la multitud, Jesús se compadeció de ella, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas sin pastor [Nm 27,17; Jdt 11,19; 2 Cr 18,16]. 37 Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 38 Por eso, rueguen al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recogerla».


9,36-38: Este pasaje funciona como introducción a la segunda de las cinco grandes enseñanzas de Jesús en el Evangelio según Mateo, el discurso de la misión y el testimonio (nota a 9,36-11,1). Se presenta la compasión que Jesús tiene por la gente abandonada y abatida; este mismo valor cristiano es el que motiva el llamado a los “trabajadores” y la oración para que éstos no falten (9,37-38). Mateo manifiesta ya cómo los discípulos están orientados básicamente a la misión en favor del pueblo necesitado.


9,36: 1 Re 22,17 / 9,37: Jn 4, 35-38


Anuncien que está llegando el Reino de los cielos

Mc 3,13-19; 6,7-13; Lc 6,13-16; 9,1-5; 10,4-11


101 Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar espíritus impuros y sanar toda enfermedad y dolencia. 2 Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado “Pedro”, y su hermano Andrés; Santiago, el hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el cobrador de impuestos; Santiago, el hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el Cananeo, y Judas Iscariote, el que lo entregó. 

5 Jesús envió a los Doce con estas instrucciones: «No vayan a lugares de paganos ni entren en pueblos de samaritanos, 6 sino diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. 7 Vayan y anuncien que está llegando el Reino de los cielos. 8 Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos y expulsen a los demonios. Lo que han recibido gratis, entréguenlo también gratis. 9 No lleven oro, ni plata ni dinero en sus bolsillos, 10 ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su sustento. 11 Cuando entren en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y quédense allí, hasta que se vayan. 12 Saluden al entrar en una casa, 13 y si esta casa es digna, que la paz permanezca en ella; si no, que esa paz vuelva a ustedes. 14 Cuando alguien no los reciba ni escuche sus palabras, al salir de esa casa o ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. 15 Les aseguro que el día del juicio será más soportable para Sodoma y Gomorra que para esa ciudad». 


10,1-15: Después de mencionar la compasión de Jesús por la gente (9,36), Jesús elige a los pregoneros del Evangelio y los instruye para que realicen la misión que les encomienda. El llamado y envío de los Doce constituye una respuesta a los males que aquejan al pueblo. El número doce es simbólico y alude a las tribus de Israel, primer destinatario de la predicación (10,6; 15,24), la que después se abrirá a todos los pueblos (28,19). La narración subraya la autorización otorgada por Jesús a sus elegidos y la confianza absoluta que ellos han de tener en quien los envió. La potestad recibida para predicar y hacer milagros expresa el poder del Señor presente en su comunidad. El envío de los Doce se convierte en un paradigma del envío permanente de la comunidad, investida de poder, pero también expuesta al rechazo.


10,2: Hch 1,13 / 10,5: Lc 9,52s / 10,7: Hch 13,46-47 / 10,8: 2 Re 5,16; Is 55,1 / 10,9: Hch 8,20-21 / 10,10: 1 Cor 9,14 / 10,14: Hch 13,51 / 10,15: Gn 13,13; 18,16-19,29


Todos los odiarán por mi causa

Mc 13,9-13; Lc 6,40; 10,3; 12,11-12; 21,12-17; Jn 13,16


16 «Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos. Sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas. 17 Cuídense de la gente, pues los entregarán al tribunal y los azotarán en las sinagogas.

18 «Por mi causa serán llevados ante reyes y gobernantes, para que den testimonio ante ellos y ante los paganos. 19 Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir, ya que en aquel momento Dios les indicará lo que deban decir, 20 porque no serán ustedes quienes hablen, sino el Espíritu de su Padre quien hablará en ustedes». 

21 «El hermano entregará a la muerte a su hermano y el padre a su hijo. Los hijos denunciarán a sus padres para que los maten». 

22 «Todos los odiarán por mi causa, pero Dios salvará a quien persevere hasta el fin. 23 Cuando los persigan en un pueblo, huyan a otro. Les aseguro que no terminarán de recorrer Israel antes de que venga el Hijo del hombre. 24 El discípulo no es mayor que su maestro, ni el sirviente más que su señor. 25 Al discípulo le basta con ser como su maestro y al sirviente, como su señor. Si llamaron Belzebú al dueño de la casa, ¡cuánto más a los suyos!». 


10,16-25: Las hostilidades antes aludidas (10,14) cobran ahora mayor fuerza. Las metáforas son elocuentes: ovejas entre lobos, serpientes y palomas. Es probable que en la base de esta parte del discurso se encuentren dichos diversos de Jesús sobre el tema de la persecución, que Mateo logró hilvanar del modo siguiente: dichos en general (10,16-17.22-25), dichos ante los tribunales (10,18-20) y relativos al rechazo de la propia familia (10,21). Estas advertencias serán válidas para la Iglesia misionera después de la Pascua. La persecución es una realidad que acompaña siempre a la comunidad y es necesario afrontarla con valentía y confianza en el Señor, para dar testimonio de él.


10,16: Gn 3,1 / 10,17: 1 Cor 14,20 / 10,18: Jn 16,1-4 / 10,19: Éx 4,10-12; Jr 1,6-10 / 10,20: Hch 4,31


No tengan miedo

Lc 12,2-9


26 «No teman, porque no hay nada oculto que no vaya a ser revelado, ni nada escondido que no llegue a saberse. 27 Lo que les digo en la oscuridad, díganlo a la luz, y lo que escuchan al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. 28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden acabar con la vida; más bien teman a quien puede destruir la vida junto con el cuerpo en la Gehena. 29 ¿No se venden dos pájaros por una moneda de poco valor? Y ninguno de ellos cae en tierra sin que el Padre lo consienta. 30 En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. 31 No tengan miedo, porque ustedes valen más que muchos pájaros».

32 «Todo aquel que se declare a mi favor delante de la gente, yo me declararé a su favor delante de mi Padre que está en los cielos. 33 Pero al que niegue que me conoce delante de la gente, yo también ante mi Padre que está en los cielos negaré que lo conozco». 


10,26-33: Es probable que estos dichos de Jesús fueran independientes en su origen, pero Mateo los reunió en razón de su afinidad, formando un solo discurso. El rechazo que van a sufrir los discípulos, en vez de ser causa de desánimo, debe motivar a una gran confianza en el Padre que está en los cielos, quien cuida con esmero de los suyos (10,30-31). 


10,26: Mc 4,22 / 10,28: Eclo 9,13; 1 Pe 3,14-17 / 10,30: 1 Sm 14,45; Hch 27,34 / 10,32: Ap 3,5 / 10,33: 2 Tim 2,12


El que no toma su cruz y me sigue…

 Lc 12,51-53; 14,26-27


34 «No piensen que vine a traer paz a la tierra. ¡No vine a traer paz, sino espada! 35 Vine a enfrentar al hijo contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra 36 y así, los enemigos de cada uno serán los de su familia [Miq 7,6]. 37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38 El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. 39 El que haya encontrado su vida, la perderá, y el que la pierda por mí, la encontrará».


10,34-39: Las motivaciones de Jesús para que sus discípulos sean fuertes ante las hostilidades llegan a un nivel muy alto, incluso insospechado. Ya no se trata sólo de resistir los embates de aquellos enemigos extraños, sino incluso los embates que vienen del seno de la propia familia. La causa de la división es el hecho de profesar con decisión la fe en Jesús, realidad muy dura entre los primeros cristianos, pero que aún ahora puede tener lugar. Para asumir estos sufrimientos se emplea la imagen elocuente de tomar la cruz, en referencia directa a los sufrimientos del mismo Cristo por su fidelidad al Padre. Jesús será siempre signo de contradicción para los que optan por otros valores distintos a los del Reino.


10,34: Lc 2,34 / 10,35: Ap 6,4 / 10,38: Mc 8,34 / 10,39: Jn 12,25


El que los recibe a ustedes, me recibe a mí

Mt 18,5; Mc 9,41; Lc 10,16


40 «El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe, recibe al que me envió. 41 Quien recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; quien recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo; 42 y quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, porque es discípulo mío, les aseguro que no se quedará sin recompensa».

111 Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en los pueblos.


10,40-11,1: El discurso de la misión y del testimonio (nota a 9,36-11,1) finaliza con frases en las que Jesús avala de forma absoluta el trabajo misionero de sus enviados. La aceptación o el rechazo no afecta sólo a éstos, sino que cualquiera de esas acciones es dirigida en realidad a favor o en contra de quien los envía. La seguridad de los discípulos misioneros se funda en el propio Maestro que los envía. Mateo 11,1 es la conclusión del discurso y un nuevo sumario de la actividad del Señor (8,16-17). El misionero no sólo es enviado por Jesús, sino también es continuador de esa misión, y los signos que realiza son los mismos que la avalan. De aquí la identificación de Jesús con los que lo anuncian. Por esto, lo que hagan con ellos, lo hacen con el propio Jesús.


10,40: Lc 9,48 / 10,41: 1 Re 17,9-24 /10,42: 2 Re 4,9-37


2- El rechazo a Jesús: el Reino en controversia


11,2-16,20. Mateo reúne aquí una serie de reacciones de las diversas personas frente al ministerio de Jesús en las que predomina el rechazo. Un preámbulo tuvo lugar ya en la hostilidad ante el Bautista (11,2-19), las ciudades en las que el Señor había realizado más milagros no se han convertido (11,20-24), los sabios no son capaces de comprender (11,25-30), los fariseos no sólo acusan a Jesús de quebrantar el sábado (12,1-14), sino que incluso lo calumnian al afirmar que actúa con el poder de Belzebú (12,22-37), por eso él les niega otra señal que no sea la de Jonás y les advierte sobre su incredulidad (12,38-45; 16,1-4). Al concluir el discurso en parábolas (13,1-52), en el que también aparece la obstinación de algunos ante la enseñanza del Maestro (13,10-17), el mismo pueblo donde él se había criado le manifiesta su oposición (13,53-56). La muerte del Bautista (14,1-12) es una expresión clara del rechazo esbozado en Mateo 11,2-19. Y aunque mucha gente sigue al Señor (14,13-36; 15,29-39), los fariseos y maestros de la Ley insisten en su actitud hostil (15,1-20), que contrasta con la fe de una mujer pagana (15,21-28). Por todo eso Jesús advierte a los suyos acerca de la enseñanza nociva de los fariseos y saduceos (16,5-12).


2.1- Oposición al Reino de Dios y a su plan de salvación


11,2-12,50. En el discurso de la misión y del testimonio (nota a 9,36-11,1) apareció el tema de la hostilidad que los discípulos de Jesús van a enfrentar en el desempeño de su misión (10,16-36). Ahora, en esta nueva sección, Mateo presenta la oposición que encuentra el ministerio del Maestro. La pregunta de los enviados del Bautista abre esta parte (11,2-19); le sigue el reproche a las ciudades que no se han convertido (11,20-24) y la alabanza a los pequeños (11,25-30); luego vienen las controversias con Jesús (12,1-45) a propósito de temas diversos: el sábado, la autoridad de Jesús, el signo que piden los maestros de la Ley; en estas controversias se incluye la acusación de los fariseos de una pretendida posesión demoníaca de Jesús (12,24); finalmente cierra toda esta parte la declaración de Jesús acerca de su nueva y verdadera familia (12,46-50). Lo que le ocurre a Jesús, también le ocurrirá a todo aquel que se decida a anunciar el Evangelio.


No ha surgido nadie más grande que Juan el Bautista

Lc 7,18-35


2 Juan, que estaba en la cárcel, oyó hablar de las obras del Mesías y envió a sus discípulos 3 a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: 4 «Vayan a comunicar a Juan lo que oyen y ven: 5 los ciegos recobran la vista, los paralíticos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia la Buena Noticia a los pobres. 6 Y dichoso el que no se decepciona de mí».

7 Cuando ellos se fueron, Jesús comenzó a instruir a la gente acerca de Juan. Les preguntaba: «¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 Y si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa lujosa? ¡Los que visten con lujo están en los palacios de los reyes! 9 Díganme entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo que a uno más grande que un profeta. 10 Éste es aquel de quien está escrito:

Yo envío a mi mensajero delante de ti,

para que te prepare el camino [Éx 23,20; Mal 3,1]».

11 «Les aseguro que entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. 12 Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos irrumpe con fuerza y los esforzados lo arrebatan. 13 Porque todos los Profetas y la Ley han profetizado hasta Juan. 14 Y, si quieren aceptarlo, él es Elías, el que estaba por venir. 15 ¡El que quiera escuchar que entienda!».

  16 «¿Con qué compararé a la gente de este tiempo? Se parece a los niños que se sientan en las plazas y gritan a otros niños: 17 “Tocamos la flauta y no bailaron, entonamos cantos fúnebres y no hicieron duelo”. 18 Porque vino Juan que no comía ni bebía, y ustedes dijeron: “¡Está endemoniado!”. 19 Viene el Hijo del hombre que come y bebe, y ustedes dicen: “¡Este hombre es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y pecadores!”. Pero la sabiduría queda demostrada por sus obras».


11,2-19: Juan Bautista, ya en la cárcel, al oír hablar de las acciones de Jesús envía a preguntarle si él es el que tenía que venir. Jesús, mediante obras que testimonian su condición de Mesías, demuestra que el tiempo de la salvación se está cumpliendo. La figura del Bautista juega un papel muy importante ya que es el eslabón entre las dos grandes etapas de la historia, la preparación o el camino, y la plenitud o el cumplimiento (nota 5,1-7,29). Como Elías que ha regresado, el Bautista es el último de los profetas y el más grande nacido de mujer, pero al mismo tiempo es el menor porque pertenece al tiempo de la preparación. Vale la pena detenerse en dos sentencias importantes. La primera, siempre desconcertante, es sobre el Reino y la violencia (11,12). Por una parte, el atentado contra el Reino y los violentos que buscan destruirlo, significa que los enemigos, al intentar apoderarse de ese Reino, hacen que tanto Juan como el mismo Jesús sufran a manos de gente violenta; pero, por otra parte, el Bautista es un profeta apasionado en el sentido de que él predica con valentía y decisión. La segunda sentencia, frecuente en la tradición evangélica, es acerca del que tenga oídos que oiga (11,15); al estilo de algunos textos proféticos que se refieren a la gente que tiene oídos, pero no oye (Is 6,9; Jr 5,21), su sentido básico no es el de oír en cuanto tal, sino el de entender, en la perspectiva de creer y llevar a la práctica; de aquí su traducción: «¡El que quiera escuchar que entienda!» (Mt 11,15).


11,2: Dt 18,15 /11,5: Is 29,18-19 / 11,10: Hch 13,24-25 / 11,12: Lc 16,16 / 11,14: Mal 3,23 / 11,19: Dt 21,20; Jn 10,32


Entonces Jesús empezó a reprochar a las ciudades

Lc 10,13-15


20 Entonces Jesús empezó a reprochar a las ciudades donde había hecho la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: 21 «¡Ay de ti, Corazaín!, ¡ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ustedes, ya hace tiempo que, vestidos de penitencia y cubiertos de ceniza, se habrían convertido. 22 Por eso les digo que en el día del juicio habrá más tolerancia para Tiro y Sidón que para ustedes. 23 Y tú, Cafarnaún, ¿acaso vas a ser elevada hasta el cielo? Te hundirás hasta el abismo, porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros realizados en ti, permanecería aún hoy. 24 Por eso les digo que en el día del juicio habrá más tolerancia para la tierra de Sodoma que para ti». 


11,20-24: Jesús, con tono de lamento, menciona tres de las principales ciudades de Galilea (Corazaín; Betsaida; Cafarnaún) donde ha iniciado su predicación y han tenido lugar sus milagros, pero cuyos habitantes no han querido escuchar ni entender. Para los lectores del evangelio, judíos que se han hecho cristianos, tales reproches son muy significativos, pues les recordaban una misión estéril llevada a cabo en su antigua patria, y los entendieron como un anuncio del rechazo final de Israel al Evangelio. Para nosotros representan una seria advertencia y un llamado urgente a la fe y a la conversión.


11,20: Jn 12,37 / 11,21: Dn 3,9; Jon 3,6 / 11,23: Is 14,13-15; Ez 31,14-15


Mi yugo es suave y mi carga ligera

Lc 10,21-22


25 En aquel instante, Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado todo esto a los pequeños y lo has ocultado a los sabios y a los astutos. 26 ¡Sí, Padre, tú lo has querido así! 27 Mi Padre me entregó todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y a quien el Hijo se lo quiera revelar».

28 «Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar. 29 Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus vidas, 30 pues mi yugo es suave y mi carga ligera».


11,25-30: En contraste con los reproches a las ciudades de Galilea (11,20-24), Jesús alaba a su Padre por haberse manifestado a los pequeños y sencillos. La expresión es elocuente: el Padre se ha revelado, por medio de su Hijo, a quienes menos se pensaba, los pobres de la tierra que no tenían posibilidad de frecuentar escuelas de sabios y letrados. De este modo, Jesús revela las preferencias de su Padre: los pobres y sencillos, aptos para recibir el don divino de la fe. Añade también una invitación para que todos los que se esfuerzan en el trabajo corporal o espiritual se acerquen a él (11,28), lo mismo a los agobiados por el cumplimiento arduo de los preceptos (11,29-30). La imagen del yugo hace referencia a la Ley, que debe ser asumida (5,18-20), pero desde una perspectiva diversa y con una nueva actitud, tal como la de Jesús.


11,25: Eclo 51,1 / 11,26: 1 Cor 1,26-29 / 11,27: Jn 3,11.35; 10,15 / 11,29: Jr 6,16


El Hijo del hombre es señor del sábado

 Mc 2,23-28; Lc 6,1-5


121 En aquel tiempo, Jesús pasaba entre los sembrados un día sábado y sus discípulos, que tenían hambre, comenzaron a arrancar espigas y a comerlas. 2 Al ver esto, los fariseos le reprocharon: «¡Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado!». 3 Jesús les respondió: «¿No han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros sintieron hambre?, 4 ¿cómo entró en el santuario de Dios y comió los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? 5 ¿Tampoco han leído en la Ley que los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el descanso del sábado y son inocentes de ello? 6 Les aseguro que aquí hay alguien mayor que el Templo. 7 Si ustedes hubieran entendido qué significa: Quiero misericordia, no sacrificio [Os 6,6], no condenarían a los inocentes. 8 Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».


12,1-8: Con las espigas arrancadas en sábado comienzan las controversias y a crecer la hostilidad contra Jesús. El sábado era una de las más importantes instituciones de Israel ya que, como la circuncisión, se consideraba un signo de la alianza (Éx 20,8; 34,21). Lo que en sus orígenes tuvo fines humanitarios, se convirtió en algo tan fundamental que se llegó a condenar a muerte a quien violaba el sábado. Los discípulos son acusados de infringir la norma sabática, pues aunque arrancar espigas no estaba contemplado de manera explícita en la legislación, podía equipararse a moler y aventar trigo, labor que sí estaba prohibida en el día sagrado. La respuesta de Jesús no es sólo una defensa de los suyos, sino una nueva manera de entender y redimensionar la institución del sábado. Partiendo de David y de las Escrituras, demuestra cómo el sábado está en función de las personas y que, más que el cumplimiento estricto del sábado, Dios quiere misericordia, la que proviene y manifiesta el Hijo del hombre que tiene autoridad sobre el sábado (Mt 12,7-8). Esta nueva forma de juzgar y actuar de Jesús es decisiva para quienes creemos en él, transformándose en norma ética de relación interpersonal. El tema de esta controversia de Jesús es también problema de nuestras comunidades cristianas cuando ponemos el legalismo y ritualismo (espíritu farisaico) por encima de las personas y la misericordia (espíritu cristiano).


12,1: Dt 23,26; Éx 20,8 / 12,5: Éx 40,23; Lv 24,5-9; Nm 28,9 / 12,7: 1 Sm 15,22 / 12,8: Jn 5,16-17


Está permitido hacer el bien en día sábado

Mc 3,1-6; Lc 6,6-11


9 Al salir de allí, Jesús fue a la sinagoga de los judíos, 10 donde había un hombre que tenía la mano paralizada. Entonces, le preguntaron a Jesús con la intención de acusarlo si estaba permitido sanar en día sábado. 11 Él les respondió: «¿Quién de entre ustedes si tiene una sola oveja que en sábado cae en un hoyo no la toma con fuerza y la saca? 12 ¡Cuánto más vale el hombre que la oveja! Por tanto, está permitido hacer el bien en día sábado». 13 Entonces ordenó al hombre: «¡Extiende tu mano!». Él la extendió y ésta quedó tan sana como la otra. 14 Los fariseos, al salir, se pusieron de acuerdo para acabar con Jesús.


12,9-14: Continúa la controversia sobre el sábado (12,1-8), día sagrado, aunque con un cambio de perspectiva. El acusado de quebrantarlo es ahora el propio Jesús, porque sana en sábado al hombre de la mano paralizada en un lugar también sagrado, la sinagoga. La gravedad del hecho es mayor, pero Jesús ya no recurre a pasajes de las Escrituras (12,3-7), sino a una argumentación que en la vida práctica resulta muy obvia y que en el contexto de la narración suena a terrible ironía: si un animal puede ser salvado en sábado, con cuánta mayor razón una persona enferma. Jesús, una vez más, muestra su soberanía y su misericordia, aunque la oposición vaya en aumento (12,14).


12,10: Lc 20,20 / 12,11: Lc 14,5; Ecl 3,19 / 12,12: Éx 20,8-9 / 12,14: Jn 5,18


Aquí está mi servidor a quien elegí

 Mc 3,7-12; Lc 6,17-19


15 Al enterarse, Jesús se alejó de allí. Lo siguieron muchos y curó a todos. 16 Les advirtió con severidad que no lo divulgaran, 17 para que se cumpliera lo que Dios dijo por el profeta Isaías: 

18 Aquí está mi servidor a quien elegí, mi amado en quien me he complacido;

sobre él pondré mi Espíritu y anunciará el juicio favorable a las naciones

19 No peleará ni gritará, nadie escuchará su voz en las plazas. 

20 No romperá la caña resquebrajada ni apagará la mecha humeante,

hasta que haga triunfar el juicio.

21 En su nombre las naciones pondrán su esperanza [Is 42,1-4].


12,15-21: Cuando los jefes de Israel deciden dar muerte a Jesús (12,14) están negando de forma radical su autoridad. Precisamente en este momento es cuando Mateo no sólo la reitera, sino que invita a mirar su fundamento: la autoridad de Jesús proviene de su condición de Mesías, ungido por Dios con la misión de salvar. La cita bíblica de Isaías (Is 42,1-4 en Mt 12,18-21), que alude al Siervo del Señor, recalca que el Mesías está cumpliendo lo prometido por Dios en las Escrituras. Por tanto, la autoridad de Jesús responde al mismo querer de Dios. Así se demuestra a los lectores que todo va sucediendo conforme al plan salvador de Dios.


12,18: Ag 2,23 / 12,20: Hab 1,4 / 12,21: Ap 2,7


El que no está conmigo, está contra mí

Mt 7,16-21; Mc 3,22-30; Lc 6,43-45; 11,14-23; 12,10


22 Entonces le presentaron a Jesús un endemoniado ciego y mudo, y él lo curó, de modo que aquel hablaba y veía. 23 Toda la gente estaba asombrada y se preguntaba: «¿No es éste el Hijo de David?». 24 Pero los fariseos, que estaban oyendo, replicaron: «Éste expulsa a los demonios sólo por medio de Belzebú, príncipe de los demonios». 25 Jesús, al darse cuenta de sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no permanecerá firme. 26 Por tanto, si Satanás expulsa a Satanás, queda dividido contra sí mismo. Entonces, ¿cómo permanecerá su reino? 27 Y si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, ¿con el poder de quién los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. 28 Pero si yo expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. 29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus pertenencias si no lo somete primero? Sólo entonces saqueará la casa. 30 El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama». 

31 «Por eso les digo que Dios perdonará a los seres humanos todo pecado y blasfemia, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no la perdonará. 32 Incluso, Dios perdonará al que diga algo contra el Hijo del hombre, pero al que lo diga contra el Espíritu Santo no lo perdonará ni en esta vida ni en la futura».

33 «Planten un árbol bueno y su fruto será bueno, pero planten un árbol malo y su fruto será malo, pues el árbol se conoce por su fruto. 34 Raza de víboras, ¿cómo pueden ustedes decir cosas buenas siendo malos? La boca habla de aquello que está lleno el corazón. 35 La gente buena saca cosas buenas de su buen tesoro; la gente mala saca cosas malas de su mal tesoro. 36 Les aseguro que en el día del juicio cada uno dará cuenta de toda palabra inútil que pronuncie. 37 Así pues, serás reconocido como justo por tus palabras, pero también por ellas serás condenado».


12,22-37: El tema central sigue siendo la autoridad de Jesús (nota a 12,15-21), pero ahora la discusión gira en torno al origen de ésta. El milagro sobre el endemoniado ciego y mudo da pie para que las opiniones se dividan y se polaricen. Mientras la multitud asombrada pregunta si Jesús es el Hijo de David, es decir, el Mesías, los fariseos lo acusan de actuar con el poder de Belzebú. Esta acusación, que niega la presencia del Espíritu Santo en Jesús, es un pecado imperdonable, porque revela una cerrazón y oposición frontal a la acción salvadora de Dios mediante su Hijo amado, ungido por su Espíritu Santo. Blasfemar contra el Espíritu Santo significa cerrarse de forma voluntaria y obstinada a la acción de Dios y a los signos del Reino, entonces ya nada se puede hacer.


12,24: 2 Re 1,2 / 12,26: Job 1,6 / 12,27: Hch 19,13 / 12,29: Tob 8,3 / 12,30: Mc 9,40 / 12,31: 1 Jn 5,16 / 12,32: Nm 15,30-31


Aquí hay uno mayor que Jonás… y que Salomón

Mt 16,1-4; Lc 11,16.24-26.29-32


38 Entonces algunos maestros de la Ley y fariseos le pidieron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo hecho por ti». 39 Él les respondió: «¡Gente malvada y adúltera! Ustedes exigen un signo, pero se les dará sólo el del profeta Jonás. 40 Pues así como Jonás estuvo tres días y tres noches en las entrañas del pez [Jon 2,1], así estará el Hijo del hombre en el interior de la tierra tres días y tres noches». 

41 «Los habitantes de Nínive se alzarán en el día del juicio contra la gente de este tiempo y la condenarán, porque ellos se convirtieron por el anuncio de Jonás, y aquí hay uno mayor que Jonás. 42 La reina del sur se levantará en el día del juicio contra la gente de este tiempo y la condenará, porque ella vino de los extremos de la tierra a escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno mayor que Salomón».

43 «Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares deshabitados buscando reposo y, al no encontrarlo, 44 dice: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y al llegar, la encuentra desocupada, limpia y ordenada. 45 Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él, y entran para habitar allí, de forma que aquel hombre termina peor que al principio. Así le sucederá también a esta gente malvada».


12,38-45: Los adversarios de Jesús le exigen un signo visible y convincente, más que un milagro, porque la curación del hombre ciego y mudo (12,22) fue considerada como obra del Demonio, y no la aceptaron. Esperan más bien un signo proveniente del cielo (16,1). La respuesta de Jesús es severa: sólo la gente infiel y malvada es capaz de pedir este tipo de signos. Ya en las tentaciones, el Diablo había desafiado a Jesús a convertir las piedras en pan y a arrojarse desde lo alto (4,1-11). Esta vez son los maestros de la Ley quienes se ponen en el mismo rol del Diablo y tientan a Jesús, exigiéndole signos. El signo de Jonás, cuya salida del vientre de la ballena era considerada en la tradición judía como liberación de la muerte, anuncia la muerte y resurrección del Señor (12,39-40). Y este será el signo, pero lo triste es que –para entonces– «la gente de este tiempo» será ya culpable (12,41.42). Los extranjeros, atentos a escuchar el mensaje de Dios como los habitantes de Nínive y la reina del Sur, serán los jueces de la rebeldía y obstinación de «la gente de este tiempo». Así, el evangelista invita a la comunidad cristiana a no caer en los errores de quienes se obstinan en pedir un signo, cuestionando la autoridad de Jesús y la obra de Dios mediante él. 


12,38: Mc 8,11-12; 1 Cor 1,22 / 12,39: Dt 32,5.20 / 12,41: Ez 3,6-7 / 12,42: 1 Re 10,1-10 / 12,43: Lv 16,8-9 / 12,45: Mc 5,9; 2 Pe 2,20


¡Aquí están mi madre y mis hermanos!

Mc 3,31-35; Lc 8,19-21


46 Mientras Jesús enseñaba a la multitud, su madre y sus hermanos estaban afuera, buscando hablar con él. 47 Alguien le dijo: «Allá afuera están tu madre y tus hermanos y quieren hablarte». 48 Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». 49 Y señalando con la mano a sus discípulos, afirmó: «¡Aquí están mi madre y mis hermanos! 50 Porque quien haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos es mi hermano, mi hermana y mi madre». 


12,46-50: Al final de las controversias con fariseos y gente malvada (nota a 11,2-12,50), con quienes rompe de manera drástica, Jesús presenta a su auténtica familia. Los lazos de sangre se quedarán “afuera” de la genuina familia de Jesús, su comunidad (12,47), si el único vínculo con él es el parentesco biológico, puesto que ahora Jesús declara que la relación que realmente importa es la que origina la fe, entendida como aceptación y comunión con él en cuanto Hijo de Dios que revela la voluntad del Padre. Por esto, la verdadera familia de Jesús es la comunidad de discípulos, es decir, aquellos que -desde su condición de hijos vinculados por la fe al Hijo- conocen y obedecen al Padre (7,21). En este sentido, María, la madre de Jesús, es la primera en pertenecer a la nueva familia de su Hijo. Es necesario aclarar que el tema de los hermanos de Jesús es discutido; algunos lo han entendido como hermanos carnales, de padre y madre. La tradición católica, apelando al uso hebreo-arameo de llamar hermanos a los familiares cercanos (Gn 13,8; 14,14), lo ha entendido como sinónimo de parientes.


12,46: Jn 7,3; Hch 1,14; 1 Cor 9,5 / 12,48: Dt 33,9 / 12,50: Jn 15,14; 20,17


2.2- Discurso de Jesús: el misterio del Reino revelado en parábolas


13,1-52. El tercer discurso de Jesús se compone de siete parábolas, algunas exclusivas de Mateo, que ilustran cómo es el Reino de los cielos y qué se necesita para pertenecer a él. Los destinatarios son tanto los discípulos como la multitud, pero la comprensión de los primeros es básica. A éstos se oponen radicalmente los fariseos. Las parábolas ayudan a descubrir el significado del Reino presente en la persona del Hijo de Dios, cuya palabra se asocia con su misión, para mostrar en qué consiste ese Reino. El discurso tiene tres partes: la parábola del sembrador y su explicación, entre las que se introduce la razón de ser de las parábolas (13,1-23); la parábola del trigo y la cizaña y su explicación, entre las que se introduce la parábola del grano de mostaza y la levadura y de nuevo la razón de ser de éstas (13,24-43), y las dos últimas parábolas, del tesoro y la perla y la de la red, y la conclusión de todo el discurso (13,44-51). Discípulo es quien escucha con fe, comprende y es capaz de vivir estas enseñanzas. Las parábolas de Jesús nos piden disposición para aceptar la soberanía de Dios y nos exigen una respuesta decidida.


El sembrador salió a sembrar

Mc 4,1-9; Lc 8,4-8


131 En aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. 2 Se reunió tal cantidad de gente que tuvo que subir a una barca y sentarse en ella, mientras toda la gente permanecía en la orilla. 3 Jesús les enseñaba muchas cosas en parábolas. 

Les decía: «El sembrador salió a sembrar. 4 Cuando sembraba, unas semillas cayeron junto al camino, vinieron los pájaros y se las comieron. 5 Otras cayeron sobre un terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y como ésta no tenía profundidad brotaron enseguida, 6 pero apenas salió el sol, las quemó y al no tener raíz, las secó. 7 Otras cayeron entre las espinas, pero éstas crecieron y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra fértil y fueron dando fruto, una cien, otra sesenta, otra treinta. 9 El que quiera escuchar que entienda».


13,1-9: Mateo 13,1-3 constituye un sumario que sirve como introducción y marco para el discurso en parábolas. De nuevo aparece la imagen del Maestro que enseña y de la gente que escucha. El discurso se abre con la parábola del sembrador, con la cual Jesús ilustra cómo tiene lugar la aceptación del Reino. Se insiste en la producción de los frutos (13,8), como un llamado apremiante a los discípulos para que respondan de manera adecuada a los dones de Dios. La abundancia, más que una simple cuestión cuantitativa, tiene que ver con la calidad de la producción, que es lo que en definitiva importa en el Reino de Jesús. La parábola, como toda parábola, requiere de oídos para entender (13,9), y entender es también practicar. La parábola nos abre a la esperanza en la acción de Dios: sus frutos siempre serán insospechados.


13,2: Mc 2,13 / 13,3: Mc 3,9 / 13,5: Eclo 40,15-16 / 13,7: Job 31,40 / 13,8: Jn 15,8.16


¿Por qué les hablas en parábolas?

 Mc 4,10-12; Lc 8,9-10; 10,23-24


10 Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». 11 Él les respondió: «Porque a ustedes Dios les ha dado a conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. 12 Al que ya tiene, él le dará en abundancia, pero al que no tiene, él también le quitará aún lo poco que tiene. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque aunque miran, no ven, y aunque oyen, no escuchan ni comprenden. 14 Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: 

Ustedes oyen, pero no comprenden, y por más que miran no ven,

15 pues se endureció el corazón de este pueblo,

sus oídos escucharon con dificultad y sus ojos se cerraron,

no sea que vean bien con los ojos, oigan bien con los oídos,

entiendan con el corazón, se arrepientan y yo los sane [Is 6,9-10]».

16 «En cambio, dichosos los ojos de ustedes porque ven, y sus oídos porque oyen. 17 Pues les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron».


13,10-17: Los discípulos preguntan por qué el Maestro habla en parábolas. La respuesta (13,11) resulta sorprendente y extraña, pues parecería abrir un abismo entre ellos y el resto de la gente. Pero Mateo presenta su propia experiencia y la de su comunidad, unas cinco décadas después de los acontecimientos narrados: el contraste entre la recepción de la enseñanza por parte de los discípulos y la obstinación de Israel, representado por sus dirigentes y los fariseos. La cita de Isaías (Is 6,9-10 en Mt 13,14-15), sobre todo la parte final, es difícil de entender, porque pareciera que Dios endurece el corazón y no quiere la salvación; sin embargo, lo único que hace es ratificar y sentenciar las malas disposiciones de obstinación y necedad que encuentra en su pueblo, las que se oponen al plan salvador de Dios por su Mesías. La disponibilidad para la escucha la otorga el Mesías a quienes se hacen de su familia (Mt 12,46-50) y optan por ser pequeños y sencillos (11,25).


13,12: Prov 11,24 / 13,14: Hch 28,26-27 / 13,17: 1 Pe 1,10-12


¡Entiendan la parábola del sembrador!

Mc 4,13-20; Lc 8,11-15


18 «¡Entiendan la parábola del sembrador! 19 Cuando uno oye la palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y le arranca lo sembrado en su corazón; éste es el que está sembrado junto al camino. 20 Lo sembrado en terreno pedregoso representa al que escucha la palabra y enseguida la recibe con alegría, 21 pero esto dura poco, porque no tiene raíz en sí mismo y cuando llega algún sufrimiento o persecución por causa de la palabra, de inmediato sucumbe. 22 Lo sembrado entre las espinas es el que escucha la palabra, pero la preocupación del mundo y la seducción de la riqueza ahogan la palabra y la dejan sin fruto. 23 En cambio, lo sembrado en tierra fértil representa al que escucha la palabra y la comprende, da fruto y produce ya sea cien, sesenta, o treinta». 


13,18-23: La parábola se explica a partir de la situación que vive la Iglesia de Mateo, a finales del siglo I. Se trata de una interpretación alegórica, pues intenta dar un significado a cada detalle de la parábola. La siembra de la semilla corresponde a la predicación de la Palabra acerca del Reino por parte de Jesús. Aunque la semilla primero se identifica con la Palabra y luego con las personas mismas, la consecuencia es que el énfasis de la enseñanza de Jesús se centra más en los que escuchan, lo que acentúa el compromiso del creyente. Las dificultades de la comunidad de Mateo son también las nuestras a la hora de aceptar y vivir la Palabra de Jesús: la acción del Demonio, la infidelidad a causa del sufrimiento y la persecución y la preocupación por las cosas de este mundo.


13,19: Dt 30,14; Jn 6,63 / 13,20: 1 Tes 1,6 / 13,22: Jr 4,3-4 / 13,23: Sant 1,21


El Reino se parece a un hombre que sembró buena semilla


24 Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero mientras los trabajadores dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y luego se fue. 26 Cuando brotó la planta y produjo fruto, también apareció la cizaña. 27 Se acercaron los servidores del dueño y le dijeron: “Señor, ¿acaso no sembraste buena semilla en tu campo?, ¿cómo es que tiene cizaña?”. 28 Él les respondió: “¡Algún enemigo hizo esto!”. Entonces los servidores le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. 29 “¡No!, les respondió, no sea que al recoger la cizaña, arranquen también el trigo. 30 Dejen que ambos crezcan juntos hasta la cosecha y, cuando llegue el tiempo, ordenaré a los segadores: “Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego reúnan el trigo en mi granero”».


13,24-30: Un caso semejante al de la parábola del sembrador y su explicación alegórica (13,3-9 y 13,18-23) tiene lugar en la del trigo y la cizaña. La temática gira también en torno a la siembra, pero ahora se trata de la mala semilla sembrada con la buena. Al recordar esta parábola de Jesús, Mateo pone de manifiesto otra situación que afecta a su comunidad (nota a 13,18-23): la presencia de elementos negativos no sólo fuera de ella, sino en el interior de la propia comunidad cristiana, lo que es aún más grave. Sin embargo, esta situación concluirá con la venida gloriosa del Hijo del hombre. En aquel día tendrá lugar la separación. Por ahora es preciso coexistir. Esta situación apremia al discípulo a ser fiel a su identidad como creyente y a agudizar su discernimiento y compromiso con el Señor.


13,24: Mc 4,26-29 / 13,30: Ap 14,15


El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza

Mc 4,30-32; Lc 13,18-21


31 Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. 32 A pesar de ser la más pequeña de todas las semillas, cuando crece llega a ser la mayor de todas las hortalizas, hasta convertirse en un árbol, de modo que hasta los pájaros del cielo vienen y anidan en sus ramas».

33 Les dijo también otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a la levadura que una mujer tomó y mezcló con una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa».


13,31-33: Las parábolas del grano de mostaza que crece (13,31-32) y de la levadura que fermenta toda la masa (13,33) han sido colocadas por Mateo en forma paralela, probablemente para acentuar el contraste entre el crecimiento sorprendente comparado con lo poco y pequeño de la mostaza y de la porción de levadura, y su final desbordante comparado con su comienzo modesto. Así es el Reino de Dios. El discípulo que presencia el momento actual está llamado a involucrarse en esta dinámica, insignificante en apariencia, pero que apunta hacia lo grande e insospechado, porque Dios es su causa.


13,32: Sal 103,12; Ez 17,23; Dn 4,9.18 / 13,33: 1 Cor 5,6-8


Abriré mi boca por medio de parábolas

 Mc 4,33-34


34 Jesús enseñó todo eso a la multitud en parábolas y nada les decía sin recurrir a ellas, 35 para que se cumpliera lo que dijo Dios por medio del profeta:

Abriré mi boca por medio de parábolas

y daré a conocer las cosas escondidas desde la creación del mundo [Sal 78,2]


13,34-35: La introducción de este pasaje en medio del discurso parece romper su ritmo; sin embargo, ayuda a no perder de vista la razón principal por la que Jesús habla en parábolas (13,10-17). La cita del Salmo (Sal 78,2 en Mt 13,35) resalta la revelación de Dios y su plan salvador desde la misma creación del mundo. Con Jesús ha llegado el momento de conocer a fondo ese plan para aceptarlo por la fe y vivirlo.


13,35: 1 Cor 2,7


De igual modo ocurrirá al fin del mundo


36 Cuando despidió a la multitud, Jesús fue a la casa. Entonces sus discípulos se le acercaron y le dijeron: «Explícanos con claridad la parábola de la cizaña en el campo». 37 Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena semilla son los partidarios del Reino, mientras que la cizaña son los partidarios del Maligno; 39 el enemigo que la siembra es el Diablo; la cosecha es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. 40 Así como se recoge la cizaña y se arroja al fuego, de igual modo ocurrirá al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles para arrancar de su Reino todo lo que lleva al pecado y a quienes hacen el mal 42 y los arrojará al horno de fuego [Dn 3,6], donde habrá llanto y desesperación. 43 Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que quiera escuchar que entienda».


13,36-43: De manera semejante a la explicación de la parábola del sembrador (13,18-23), esta nueva explicación es también una alegoría de esta parábola de la cizaña, pues cada elemento tiene un significado. Igual que en el primer caso, el Maestro instruye a sus discípulos, quienes -por ser sus seguidores- están en mejores condiciones para comprender. Aunque existe relación entre la parábola y la explicación, sin embargo, hay un desplazamiento de sentido hacia el futuro, pues ya no se trata de la coexistencia con los malos, sino del discernimiento final. A pesar de que el campo de acción no es la Iglesia, sino el mundo entero al que se ha de llevar la Buena Noticia (28,20), el criterio de dicho discernimiento es la instigación al pecado y las infracciones a la Ley. La exhortación a la comunidad es clara: ¡manténganse fieles en el seguimiento del Señor hasta que él regrese y haga que los justos brillen como el sol en el Reino del Padre! Mientras tanto, es necesario vivir en actitud de discernimiento y conversión.


13,38: 1 Jn 3,10 / 13,39: Jl 4,13 / 13,41-42: Sof 1,3 / 13,42: Ap 21,8 / 13,43: Dn 12,3


El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido


44 «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. Cuando un hombre lo encuentra, lo esconde de nuevo y, lleno de alegría, va, vende todo cuanto tiene y compra aquel campo».

45 «El Reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas. 46 Al encontrar una perla preciosa, vende todo cuanto tiene y la compra».


13,44-46: Mateo presenta otro par de parábolas, con temas afines. La semejanza entre las imágenes del tesoro escondido y la perla de gran valor refuerza la misma enseñanza: el asombro ante la grandeza del Reino y la radicalidad que exige su aceptación y, ante esto, el discípulo no puede quedarse indiferente. Frente al tesoro del Reino de Dios, hay que despojarse de todo para obtenerlo. Pero más que una invitación a realizar acciones heroicas, se invita a los lectores a que hagan una opción fundamental por Cristo y su plan de salvación. Gratuidad divina y cooperación humana se conjugan en una misma dinámica: la realización del reinado de Dios en el mundo.


13,44: Prov 2,4; Eclo 20,30-31 / 13,46: Flp 3,7-8


El Reino de los cielos se parece a una red


47 «El Reino de los cielos se parece también a una red que se echa en el mar y recoge toda clase de peces. 48 Una vez que ésta se llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentados, colocan los peces buenos en canastos y, en cambio, arrojan fuera los malos. 49 Así ocurrirá en el fin del mundo: vendrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 50 y los arrojarán al horno de fuego [Dn 3,6], donde habrá llanto y desesperación». 


13,47-50: La parábola de la red guarda una relación muy estrecha con la de la cizaña (13,24-30). El acento principal en ambas estriba en que la dinámica del Reino contempla la presencia de elementos positivos y negativos dentro de la misma comunidad cristiana. Sin embargo, esta situación que los discípulos deben afrontar sólo es pasajera, mientras dura el caminar hasta el fin del mundo (28,20), es decir, hasta que el Reino de Dios se manifieste con toda su plenitud. Mientras llega el discernimiento final, es necesario mantenerse con firmeza y conservar la identidad de creyentes, viviendo fielmente el seguimiento del Señor.


13,48: Ez 47,10; Hab 1,14-15 / 13,49: Sal 1,5


Saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas


51 «¿Comprendieron todo esto?». Le respondieron: «Sí». 52 Entonces, Jesús les dijo: «Por eso, todo maestro de la Ley que se ha convertido en discípulo del Reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas».


13,51-52: Más que un simple apéndice al discurso en parábolas de Jesús, este pasaje del maestro de la Ley convertido en discípulo del Reino representa la culminación de éste. Con esa doble denominación, el evangelio une dos aspectos básicos: mientras que la designación escriba o maestro de la Ley pertenece al ámbito del judaísmo ligado a la Ley antigua, la de discípulo representa un término característico para identificar a los miembros de la nueva comunidad cristiana. Se evidencia la unión de las dos etapas, la del camino y la del cumplimiento (nota a 5,1-7,29). Asimismo, la distinción entre cosas nuevas y antiguas refuerza la misma diferencia. Éste es el tesoro único del Reino y los discípulos así lo comprenden.


13,51: Mc 4,13-14 / 13,52: Lv 26,10


2.3- El Reino para los no israelitas y origen de la comunidad


13,53-16,20. Mientras la comprensión de los discípulos acerca de las enseñanzas de Jesús hace que éstos se conviertan en sus principales destinatarios, el rechazo por parte de sus adversarios (Herodes, fariseos, saduceos…) lleva al Mesías más allá de las fronteras de Israel. En esta parte se destacan las tres veces que Jesús se aleja de los dirigentes de Israel (14,13; 15,21; 16,4), tienen lugar dos relatos de alimentación milagrosa (14,13-21; 15,32-39) y en dos ocasiones se confiesa a Jesús como Hijo de Dios (14,33; 16,16). De este modo se va mostrando cómo los discípulos avanzan en el conocimiento de aquel a quien han decidido seguir.


Un profeta sólo es menospreciado en su pueblo

Mc 6,1-6a; Lc 4,16.22.24


53 Cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí. 54 Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar en la sinagoga de tal manera que la gente se asombraba y comentaba: «¿De dónde le vienen esa sabiduría y esos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 56 ¿No viven entre nosotros sus hermanas?». 57 Y estaban decepcionados de él. Pero Jesús les respondió: «Un profeta sólo es menospreciado en su pueblo y en su familia». 58 Y no hizo allí muchos milagros por la falta de fe de aquella gente. 


13,53-58: Hecha la transición con el discurso anterior (13,53), viene una serie de preguntas que formulan los habitantes de Nazaret acerca del origen de la sabiduría de Jesús y de sus acciones milagrosas (13,54-56). La razón de su escepticismo radica en que ellos conocen el origen de quien se presenta como profeta y maestro de la Ley: ¿cómo puede ser profeta y maestro si es hijo de un artesano, cuya madre y hermanos todos en el pueblo conocen? La reacción de sus parientes y paisanos es quedar decepcionados o escandalizados (13,57), verbo que el evangelista ya ha usado con una fuerte carga negativa (11,6; 13,41). La experiencia de Jesús, rechazado por sus conocidos, recuerda la del profeta Jeremías en su patria (Jr 11,18-23), de donde posiblemente haya tenido origen la sentencia: «Un profeta sólo es menospreciado en su pueblo y en su familia» (Mt 13,57). El discípulo de Jesús, sin embargo, sabe que Dios se revela por los sencillos y humildes, y que su Reino comienza con lo mínimo, con lo que muchos no valoran, porque lo tienen por despreciable.


13,54: Lc 3,23; Jn 6,42 / 13,57: Jn 4,4


Éste es Juan el Bautista que ha resucitado

Mc 6,14-29; Lc 9,7-9


141 En aquel tiempo el tetrarca Herodes oyó hablar de la fama de Jesús, 2 y dijo a sus servidores: «¡Éste es Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos, por eso actúan en él poderes milagrosos!». 

3 En efecto, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, Herodes arrestó a Juan, lo metió en prisión y lo encadenó, 4 porque Juan le reprochaba: «No te está permitido tenerla por mujer». 5 Y aunque Herodes lo quería matar, temía a la gente que tenía a Juan por un profeta. 

6 Cuando Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó durante la fiesta y le agradó a Herodes, 7 por lo que éste juró darle lo que le pidiera. 8 Ella, instigada por su madre, le dijo: «¡Dame ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja!». 9 El rey se entristeció, pero por su juramento y los invitados ordenó que se la dieran. 10 Entonces envió a decapitar a Juan en la cárcel. 11 Le trajeron la cabeza de Juan en una bandeja, se la dieron a la muchacha y ésta se la llevó a su madre. 

12 Los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver, lo sepultaron y le informaron a Jesús.


14,1-12: La muerte del Bautista y la hostilidad de Herodes provocan la primera retirada de Jesús (14,13). Este hecho establece una doble conexión: entre el relato de Herodes padre que en los inicios intentó acabar con la vida del pequeño Jesús (2,13-18) y el relato de la pasión del Cristo perseguido y condenado por las autoridades judías. El que los discípulos de Juan el Bautista vayan a notificar a Jesús la muerte del Maestro (14,12), no es un dato fortuito y expresa algo más que un simple reconocimiento: el anhelo de continuidad. Los lectores del evangelio podemos constatar cómo se cumple el proyecto salvador de Dios a pesar de todas las hostilidades y rechazos.


14,1: Lc 3,1-2 / 14,3: Lc 3,19-20 / 14,4: Lv 18,16; 20,21 / 14,11: Hch 8,2


Comieron todos y se saciaron

 Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; Jn 6,3-13


13 Cuando Jesús se enteró, se retiró de allí, en una barca, a un lugar solitario. La multitud lo supo y lo siguió a pie desde las ciudades. 14 Al desembarcar, Jesús vio a una gran cantidad de gente, se compadeció de ella y sanó a sus enfermos.

15 Al atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Éste es un lugar deshabitado y ya se ha hecho tarde. Despide a la gente para que vaya a las aldeas y compre su propio alimento». 16 Pero Jesús les dijo: «No necesitan ir, ¡denles ustedes de comer!». 17 Ellos le contestaron: «Sólo tenemos cinco panes y dos pescados». 18 Él les ordenó: «¡Tráiganlos aquí!». 19 Y después de mandar que la gente se recostara sobre el pasto, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó la vista al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos, y éstos a la gente. 20 Todos comieron hasta saciarse y, de lo que sobró, recogieron doce cestas repletas. 21 Los que comieron eran como unos cinco mil varones, sin contar mujeres ni niños.


14,13-21: Un nuevo resumen de la actividad de Jesús destaca su compasión (14,13-14), ofreciendo también el marco para el relato de la primera multiplicación de los panes y de los peces. A pesar del rechazo de los habitantes de Nazaret (13,53-58) y del fin trágico del Bautista (14,1-12), la gente sigue buscando a Jesús, quien se compadece de ella. Así, una comunidad se congrega en torno a aquel que, saciando el hambre del pueblo de Dios, da cumplimiento a las expectativas mesiánicas (2 Re 4,1-7.42-44; Is 25,6). El milagro tiene lugar junto al lago de Galilea, lo que parece enfatizar que se realiza en territorio judío, a lo que también apuntan las doce cestas repletas con lo que sobró (Mt 14,20), lo que podría significar las doce tribus de Israel y los doce discípulos que tienen el pan para repartir (14,18). Todo ocurre gracias a las órdenes de Jesús quien, al mismo tiempo que manifiesta su poder, se muestra misericordioso con la gente y anticipa desde ahora el alimento de la Eucaristía.


14,14: 2 Re 4,42-44 / 14,18: 1 Sm 21,4 / 14,19: Sal 123,1 / 14,20: Sal 78,29


Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

Mc 6,45-52; Jn 6,15-21


22 De inmediato, Jesús obligó a los discípulos a que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23 Una vez que la despidió, subió al monte a orar a solas. Al atardecer permanecía aún allí, él solo. 24 La barca estaba muy distante de tierra, sacudida por las olas, pues el viento era contrario. 25 De madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar se asustaron y, llenos de miedo, gritaron: «¡Es un fantasma!». 27 Enseguida Jesús les dijo: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!». 28 Pedro le respondió: «¡Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas!». 29 Jesús le ordenó: «¡Ven!». Pedro bajó de la barca, caminó sobre las aguas y fue hacia Jesús, 30 pero al sentir el viento se llenó de temor, comenzó a hundirse y gritó: «¡Señor, sálvame!». 31 De inmediato, Jesús extendió la mano, lo tomó y le reprochó: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». 32 En cuanto subieron a la barca el viento se calmó. 33 Los que estaban en la barca se postraron ante él, y le decían: «En verdad tú eres el Hijo de Dios».


14,22-33: Jesús, que por su misericordia y con su poder mesiánico ha remediado la necesidad de la multitud hambrienta (14,13-21), ahora viene en ayuda de sus discípulos que navegan en una barca agitada por el viento. El relato expresa sufrimiento, agitación…, porque se hace de noche, por la tormenta, por el viento…, elementos todos que en los Salmos son símbolos de temor y muerte. El amanecer (14,25), en cambio, es el tiempo de la intervención de Dios (Éx 14,24; Sal 46,6; Is 17,4), que de alguna forma anuncia el acontecimiento salvador más importante: la muerte vencida por la vida en la resurrección de Jesús (Mt 28,1). Caminar sobre el agua constituye una manifestación de soberanía del Hijo de Dios sobre la creación. En este episodio de la tempestad calmada se ha visto con frecuencia proyectada la experiencia de la Iglesia y sus comunidades, que en su camino entre dificultades y obstáculos necesita poner toda su confianza en el Señor.


14,24: Sal 107, 23-32 / 14,25: Job 9,8; Sal 77,20; Is 43,16 /14,27: Éx 3,14


Cuantos lo tocaron, quedaron sanados

Mc 6,53-56


34 Apenas cruzaron a la otra orilla, fueron por tierra a Genesaret. 35 Los habitantes del lugar, al reconocer a Jesús, difundieron la noticia por toda aquella región, y le presentaron a todos los que padecían males, 36 y le rogaban que tan sólo les dejara tocar el borde de su manto, y cuantos lo tocaron, quedaron sanos. 


14,34-36: Este nuevo sumario sitúa a Jesús y a sus discípulos en Genesaret, en la ribera occidental del lago de Galilea. Jesús manifiesta su capacidad de convocación y sus poderes milagrosos como signos potentes de que reina la misericordia de Dios, haciendo que todo sea nuevo. La recepción entusiasta que le brindan los habitantes de este lugar y la fe que expresan, contrasta con la oposición e incredulidad de sus familiares y paisanos (13,53-58). Una y otra manera de comportarse ante Jesús constituyen una fuerte interpelación tanto para los discípulos de aquel tiempo como para nosotros, los discípulos de ahora.


14,34: Jn 6,22-25


Invalidan la palabra de Dios por seguir su tradición

 Mc 7,1-23


151 Entonces unos fariseos y unos maestros de la Ley que venían de Jerusalén, se acercaron a Jesús para preguntarle: 2 «¿Por qué tus discípulos pasan por alto la tradición de los mayores y no se lavan las manos al tomar los alimentos?». 3 Él les respondió: «¿Y por qué ustedes olvidan el mandamiento de Dios por seguir su tradición? 4 Ya que mientras Dios dispuso: Honra a tu padre y a tu madre, y aquel que maldiga a su padre o a su madre sea condenado a muerte [Éx 20,12; 21,17; Lv 20,9; Dt 5,16], 5 ustedes -en cambio- afirman: “El que dice a su padre o a su madre: he dado como ofrenda todo lo que tendrías que recibir de mí, 6 ése no tiene que honrar a su padre”. De esa manera invalidan la palabra de Dios por seguir su tradición. 7 ¡Hipócritas! Muy bien profetizó acerca de ustedes Isaías cuando dijo: 

8 Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí;

9 en vano me dan culto, pues enseñan doctrinas y mandatos humanos [Is 29,13]».

10 Jesús reunió a la gente y le dijo: «Escuchen y entiendan: 11 lo que entra por la boca no mancha a la persona, sino lo que sale de la boca es lo que la mancha». 

12 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: «¿Te has dado cuenta de que los fariseos que te escucharon se han ofendido?». 13 Pero Jesús respondió: «Mi Padre celestial arrancará de raíz toda planta que él no sembró. 14 ¡Déjenlos, son ciegos que guían a otros ciegos! Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo».

15 Pedro le pidió a Jesús: «Explícanos la comparación». 16 Él les respondió: «¿Tampoco ustedes todavía logran comprender? 17 ¿No entienden que todo lo que entra por la boca pasa por el estómago y es arrojado al excusado? 18 Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que hace impura a la persona. 19 Porque del corazón provienen pensamientos perversos, crímenes, adulterios, lujuria, robos, falsos testimonios y blasfemias. 20 Todo esto es lo que mancha a la persona, no el comer sin haberse lavado las manos».


15,1-20: En la acusación de los fariseos y de los maestros de la Ley y en la respuesta de Jesús aparecen temas fundamentales para la comunidad judeocristiana de Mateo, como el de la observancia de las tradiciones de los antepasados. El que los adversarios vengan de Jerusalén (15,1) presagia la inminente pasión de Jesús. Él, evitando explicaciones, aborda de manera directa la cuestión crucial: el modo cómo los fariseos entienden y aplican las tradiciones contradice e invalida el mandamiento de Dios. Hace falta entender su sentido auténtico para dar el justo valor a todo. Jesús no descalifica las tradiciones, sino que las redimensiona desde la perspectiva genuina y original de Dios y desde la interiorización que cada persona está llamada a hacer de la voluntad de Dios que la Ley expresa. 


15,1: Jn 1,19 / 15,2: Lc 11,38; Gál 1,14 / 15,6: Prov 28,24 / 15,8: Sal 29,13; Col 2,22 / 15,11: Hch 10,15 / 15,14: Hch 5,38; Rom 2,19 / 15,19: Rom 1,29-31


¡Mujer, qué grande es tu fe!

Mc 7,24-30


21 Jesús salió de allí y se fue a la región de Tiro y Sidón. 22 En esto una mujer cananea procedente de aquella parte fronteriza se puso a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten piedad de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo!». 23 Pero Jesús no respondió una sola palabra. Entonces se acercaron sus discípulos y le rogaron: «¡Despídela!, porque viene gritando detrás de nosotros». 24 Jesús les respondió: «Sólo fui enviado a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». 25 Pero ella se acercó, se postró ante él y le suplicó: «¡Señor, ayúdame!». 26 Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos para arrojarlo a los perritos». 27 Pero ella le replicó: «Es cierto, Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus señores». 28 Entonces Jesús le respondió: «¡Mujer, qué grande es tu fe! Que se realice lo que deseas». Y desde aquella hora, la hija de esta mujer quedó sana. 


15,21-28: A pesar de que Mateo ya había insinuado la apertura a los no judíos o paganos (2,1-13; 4,12-16), hasta ahora la acción de Jesús se ha enfocado más hacia los judíos. Sin embargo, este pasaje de la mujer cananea invita a la comunidad cristiana a la plena aceptación de los paganos, tema candente cuando se redactaba el evangelio. En un primer momento, Jesús no le responde a la mujer (15,23); después lo hace de manera áspera, enfatizando la prioridad de Israel en el plan de salvación de Dios (15,24; ver 10,5-6). No obstante, la fe de la mujer pagana y la curación de su hija ofrecen criterios claros a este respecto: cuando hay fe en Jesús, no es posible negar a nadie la entrada en el proyecto salvador divino; así aparecerá con toda su fuerza al final del evangelio (28,19-20). Todos estamos llamados a formar parte de la familia de Dios, pues el don de la fe no está circunscrito a ningún pueblo ya que procede de la gratuidad divina.


15,22: 1 Re 17, 7-16; Nm 27,1-10 / 15,23: Lc 11,8 / 15,24: Rom 15,8


Y glorificaban al Dios de Israel

Mc 7,31-37


29 Jesús partió de allí y fue a la orilla del mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó. 30 Mucha gente se le acercó llevando paralíticos, ciegos, lisiados, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los sanó, 31 de modo que la gente se admiraba al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos veían. Y glorificaban al Dios de Israel.


15,29-31: Este sumario, que prepara la segunda multiplicación de los panes (15,32-39), nos informa de la partida de Jesús hacia la otra orilla del lago de Galilea, introduce el tema de la montaña, uno de los temas preferidos por Mateo (5,1; 14,23), y presenta la actividad milagrosa de Jesús en favor de los enfermos. La gente reacciona glorificando «al Dios de Israel» (15,31) que ha enviado a su Mesías a sanar los males del pueblo.


15,31: Mc 3,10


Tengo compasión de la gente

Mc 8,1-10


32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque están conmigo desde hace ya tres días y no tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino». 33 Los discípulos le preguntaron: «¿Dónde podríamos conseguir en este desierto suficiente pan para alimentar a tanta gente?». 34 Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos respondieron: «Siete y unos pocos pescaditos». 35 Entonces Jesús ordenó que la gente se sentara en el suelo, 36 tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos, y éstos a la gente. 37 Comieron todos y se saciaron y, con lo que sobró llenaron siete canastos. 38 Los que comieron eran cuatro mil varones, sin contar mujeres y niños. 39 Jesús despidió a la gente, subió a la barca y fue a la región de Magadán.


15,32-39: El episodio de la segunda multiplicación de los panes y de los peces toma como base el anterior relato de Mateo (14,13-21), aunque con algunas diferencias. El Mesías sigue manifestando su misericordia hacia la gente (15,30-31), saciando una vez más el hambre de la multitud. Además de manifestar la misericordia de Jesús a la gente hambrienta, estos relatos también evocan la Eucaristía, pues ésta será el alimento sobreabundante que nutre nuestra comunión con Jesús y nuestros hermanos.


15,33: 2 Re 4,43 / 15,37: Sal 78,29


Se les dará sólo el signo de Jonás

Mt 12,38-39; Mc 8,11-13; Lc 11,16.29; 12,54-56 


161 Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y le pidieron, para ponerlo a prueba, que les mostrara un signo del cielo. 2a Él les respondió: [2b-3] 4 «¡Gente malvada y adúltera! Ustedes exigen un signo, pero se les dará sólo el signo de Jonás». Entonces Jesús los dejó y se marchó.


16,1-4: Aunque las acciones milagrosas de Jesús evidencian que él es el Mesías, sin embargo, los fariseos y también ahora los saduceos se le oponen de modo pertinaz. Cuando los maestros de la Ley y los fariseos le habían exigido un signo (12,38), Jesús les dijo que sólo se les daría el de Jonás, lo que ahora reitera: el signo que él está dispuesto a realizar es el de su muerte y resurrección, anunciado y prefigurado por Jonás, pero este signo tampoco tendrá efecto ante la obstinación de sus corazones. La fe es del todo necesaria para poder reconocer el signo del Señor.


16,1: Jn 6,30


Mt 16,2b-3: algunos manuscritos, aunque no los principales, traen: «2b Cuando llega la tarde dicen: “Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojizo”; 3 y cuando es de madrugada: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo está rojo oscuro”. ¿Cómo es que saben interpretar la apariencia del cielo y no pueden discernir los signos de los tiempos?».


Estén atentos a la levadura de los fariseos

Mc 8,14-21; Lc 12,1


5 Los discípulos fueron a la otra orilla y se olvidaron de llevar panes. 6 Jesús, entonces, les advirtió: «Cuídense y estén atentos a la levadura de los fariseos y saduceos». 7 Ellos comentaban entre sí: «Nos dice esto porque no trajimos panes». 8 Jesús se dio cuenta y les dijo: «¡Hombres de poca fe! ¿Por qué comentan entre ustedes que digo esto porque no tienen panes? 9 ¿Todavía no entienden ni recuerdan lo de los cinco panes para cinco mil?, ¿cuántos canastos recogieron? 10 ¿Tampoco lo de los siete panes para cuatro mil?, ¿cuántos cestos juntaron? 11 ¿Cómo aún no entienden que no me refería a los panes? ¡Estén atentos a la levadura de los fariseos y saduceos!». 

12 Entonces comprendieron que no se trataba de cuidarse de la levadura de los panes, sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos.


16,5-12. Jesús, después del signo que los fariseos y saduceos le piden (16,1), aprovecha para alertar a sus discípulos acerca de la maldad de sus adversarios. La advertencia se hace siguiendo el típico estilo judío, consistente en tomar una palabra con un significado múltiple, como en este caso el término “levadura”. La simbología del pan no es fortuita ya que la tenemos presente en los episodios anteriores (14,13-21; 15,21-28.32-39). En efecto, la levadura, siendo una pequeña porción de masa fermentada, sirve para actuar en toda la masa nueva, y así continúa su proceso hasta que quede fermentado el total de la remesa. Si a veces este proceso tiene significado positivo (13,33), en este caso su significado es negativo, pues se refiere al contagio de la mala doctrina de los adversarios de Jesús. Por esto, ¡hay que estar alerta!


16,9: Mc 4,13-14; 1 Sm 21,4 / 16,12: 1 Cor 5,6


¡Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo!

Mc 8,27-31; Lc 9,18-21


13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». 14 Ellos contestaron: «Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que es Elías y otros que Jeremías o uno de los profetas». 15 Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». 16 Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo!». 17 Jesús le dijo: «Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre mortal te reveló esto, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia y los poderes del abismo no la vencerán. 19 Te daré las llaves del Reino de los cielos, lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra será desatado en los cielos». 20 Entonces, Jesús ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


16,13-20: Jesús llega a la región de Cesarea de Filipo, al norte de Israel. Allí, les pregunta a sus discípulos sobre la opinión que la gente tiene de él. Aunque lo identifican como un profeta, la respuesta no es exacta, por eso Jesús les pregunta a los suyos, a aquellos que hace un tiempo lo vienen acompañando y, por lo mismo, puedan dar una respuesta más completa. Simón, en nombre del grupo (16,17; ver 14,33), confiesa la dignidad mesiánica de Jesús: es el Cristo, es decir, el Mesías en quien y por quien actúa el Dios vivo. Esta expresión cobra importancia como fórmula de fe y hace referencia al Dios verdadero, presente en la historia, en contraste con los ídolos. Jesús felicita a Simón por su respuesta y le confiere una garantía: ser piedra de cimiento para la comunidad que profesa la fe en Jesús como Mesías. El cambio de nombre (16,18: «Tú eres Pedro») indica el nuevo encargo que recibe: Pedro, en la nueva alianza, es la roca en la que descansa la nueva comunidad mesiánica. Con una garantía de esa naturaleza podemos caminar seguros.


16,14: Mc 6,15; Jn 4,19 / 16,16: Jn 6,69 / 16,17: Rom 7,5-6; Heb 2,14 / 16,18: Job 38,17; Sab 16,13 / 16,19: Ap 3,7 / 16,20: Mc 1,34


III

Invitación a los discípulos: el destino sufriente del Mesías


16,21-28,20. Como en Mateo 4,17, la nueva etapa del camino de Jesús está marcada por las palabras: «A partir de entonces, Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén…» (16,21). Luego de la profesión de fe formulada por Pedro, Jesús empieza a mostrar de manera abierta lo que conlleva su mesianismo. Los discípulos necesitan ir asimilando poco a poco el camino doloroso del Mesías y lo que esto significa, camino necesario para la salvación de la humanidad y la glorificación de Jesús, el mismo camino que ellos también tendrán que recorrer si son fieles al seguimiento del Señor. Las enseñanzas de Jesús van a girar en torno a estos aspectos fundamentales. Esta última parte del Evangelio según Mateo tiene dos grandes secciones. En la primera de ellas (16,21-20,34), el Maestro instruye a sus discípulos acerca de su pasión, muerte y resurrección, y en la segunda (21,1-28,20), el Mesías sufriente lleva a cabo lo que había anunciado.


1- El camino doloroso del Mesías: instrucciones a los discípulos


16,21-20,34. Estos pasajes contienen instrucciones de Jesús a sus discípulos acerca de la pasión que está a punto de sufrir (nota a 16,21-28,20). El tema principal, por tanto, es el camino doloroso del Mesías para cumplir lo querido por Dios en su plan de salvación, necesario tanto para Jesús como para quienes deciden seguirlo. Después del alejamiento de sus enemigos (16,4) y de haber anunciado la fundación de la comunidad (16,18), Jesús instruye y actúa teniendo por principales interlocutores a sus discípulos. Estos relatos dominan toda esta parte, y abordan cuestiones fundamentales para la vida comunitaria: su organización y el poder como servicio; la corrección fraterna y el perdón; la centralidad del amor y la atención a los desvalidos (pequeños y niños)… Los tres anuncios de la pasión otorgan estructura y cohesión a la narración (16,21; 17,22-23; 20,18-19).


1.1- Jesús anuncia el camino a seguir


16,21-17,27. El camino doloroso arranca con el primer anuncio de la pasión (16,21), anuncio que será reiterado en dos ocasiones más (17,22; 20,17-19). Jesús recrimina a Pedro por su falta de comprensión ante el designio de Dios (16,21-23) e invita a sus discípulos a seguirlo a él, quien realiza dicho designio, renunciando a sí mismo, cargando con la cruz (16,24-28). El pasaje de la transfiguración (17,1-9), a la vez que anuncia que la meta final será la gloria, concluye con la advertencia acerca de que Jesús va a correr la misma suerte del Bautista, el profeta Elías no reconocido por los contemporáneos de Jesús (17,10-13). En tales circunstancias es imprescindible crecer y perseverar en la fe (17,14-20) y en la libertad de los hijos (17,24-27). Mateo 17,22-23 corresponde al segundo anuncio de la pasión. 


¡Ponte detrás de mí, Satanás!

Mc 8,31-9,1; Lc 9,22-27


21 A partir de entonces, Jesús comenzó a manifestar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y padecer mucho por parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley, que lo matarían y resucitaría al tercer día. 22 Pedro llevó aparte a Jesús y empezó a reprenderlo: «¡Lejos de ti esto, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!». 23 Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres una piedra de tropiezo para mí, porque no piensas como Dios, sino como los hombres».

24 Luego Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. 26 ¿De qué le servirá a uno ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿O qué precio podrá pagar por su vida? 27 Puesto que el Hijo del hombre está por venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, entonces retribuirá a cada uno según su proceder [Sal 62,13; Prov 24,12; Eclo 35,22]. 28 Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto venir al Hijo del hombre en su Reino».


16,21-28: La profesión de fe en labios de Pedro marca un momento crucial (16,16). Pero Jesús, en vez de tomar una actitud triunfalista, anuncia por primera vez sus sufrimientos y su resurrección (16,21). La meta es Jerusalén donde tendrá lugar la entrega del Mesías y el cumplimiento del plan de salvación. El reproche de Pedro a Jesús por no aceptar que el Mesías tiene que padecer y morir es lo que lo hace pasar de piedra fundamental (16,18) a «piedra de tropiezo» (16,23), y aquel que en el inicio recibió el llamado para venir con Jesús (4,19), ahora es exhortado por Jesús a colocarse detrás de él. Esta elocuente contraposición indica que la comprensión del camino que tiene que recorrer el Mesías siempre será básica no sólo para Pedro, sino para los cristianos de todos los tiempos. Jesús invita a sus discípulos a ir en su seguimiento por el mismo camino que él recorre, por eso renunciar a sí mismo y llevar la cruz son condiciones indispensables (16,24). El último dicho de Jesús, difícil de entender (16,28), es una afirmación sobre la seguridad de que el Hijo del hombre va a venir, y que esta venida no está tan lejana como pudiera parecer. Discípulo es quien sigue a Cristo por el camino de la inmolación de la vida por obediencia al Padre y para servicio de todos; este tipo de seguimiento marca un estilo propio del que es de Cristo. 


16,21: Lc 2,33-35; Hch 10,40-41; Os 6,2 / 16,23: Is 8,14 / 16,24: Lc 14,27 / 16,25: Jn 12,25-26 / 16,27: 2 Tes 1,7; Ez 18,21-32


Éste es mi Hijo amado en quien me complazco

Mc 9,2-9; Lc 9,28-36


171 Seis días después, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos a una montaña alta. 2 Allí, en presencia de ellos, se transfiguró: su rostro empezó a brillar como el sol y su ropa se hizo blanca como la luz. 3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. 4 Pedro se dirigió a Jesús y le dijo: «¡Señor, qué bien estamos aquí! Si quieres voy a hacer aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 5 Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió y una voz que venía de la nube dijo: «Éste es mi Hijo amado en quien me complazco. ¡Escúchenlo!». 6 Al oír la voz, los discípulos se postraron rostro en tierra llenos de temor. 7 Jesús se acercó a ellos, los tocó y les ordenó: «¡Levántense, no teman!». 8 Levantaron la vista, pero no vieron a nadie, sino a Jesús solo. 9 Mientras ellos bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No le cuenten a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».


17,1-9: El pasaje de la transfiguración, en el que Jesús aparece rodeado de reconocimiento y gloria, está colocado en un lugar estratégico de la narración: inmediatamente después del primer anuncio de la pasión y de la instrucción de Jesús a sus discípulos acerca de la necesidad de seguirlo por el camino doloroso (nota a 16,21-28). Pedro, Santiago y Juan, quienes también acompañarán al Maestro en su agonía (26,37), son ahora testigos de la gloria del Mesías, plenitud de la Ley y los Profetas, representados por Moisés y Elías. El trasfondo bíblico es la teofanía o manifestación gloriosa de Dios en el Sinaí (Éx 24,1-18) y la alianza pactada entre Dios y las tribus hebreas liberadas de Egipto. En el contexto del Evangelio según Mateo, la transfiguración pone de manifiesto que la meta final del camino mesiánico no radica en el sufrimiento y la muerte; éstos representan condiciones necesarias que abren paso a la salvación y a la glorificación. De este modo, los discípulos del Mesías reciben aliento para seguirlo por el mismo camino y con la mirada puesta en la misma meta.


17,1: Éx 24,13-16; 1 Pe 1,16-18 / 17,5: Éx 19,16 / Is 42,1 / 17,6: Dn 10,9


Elías ya vino y no lo reconocieron

Mc 9,11-13


10 Los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué los maestros de la Ley afirman que Elías debe venir primero?». 11 Él les respondió: «En efecto, Elías va a venir y lo restaurará todo; 12 más aún, Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron; así también, el Hijo del hombre va a padecer por culpa de ellos. 13 Entonces los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista.


17,10-13: Juan Bautista es un personaje clave en el Evangelio según Mateo, pues en él se unen (3,13-17) y se distinguen (11,7-14; 17,10-13) los dos períodos de la historia de la salvación, el “camino” y el “cumplimiento” (nota a 5,1-7,29). Al identificar a Juan con Elías, Mateo señala el cumplimiento de las expectativas antiguas y subraya con ello la continuidad con el Antiguo Testamento, pero al mismo tiempo señala la diferencia y superioridad de la época inaugurada por el Mesías. Si los discípulos comprenden, también nosotros somos invitados a entender ese proyecto salvador de Dios.


17,10-11: Mal 3,23-24; Eclo 48,10 / 17,12: 1 Re 19,2-10


Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza…

Mc 9,14-29; Lc 9,37-43a; 17,6


14 Cuando se reunieron con la gente, se acercó a Jesús un hombre que, arrodillado ante él, 15 le suplicaba: «¡Señor, ten misericordia de mi hijo!, es epiléptico y sufre bastante; muchas veces cae al fuego y otras muchas al agua. 16 Ya se lo llevé a tus discípulos, pero no pudieron sanarlo». 17 Jesús respondió: «¡Gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes?, ¿hasta cuándo tendré que soportarlos? ¡Tráiganme aquí al enfermo!». 18 Jesús, entonces, reprendió al demonio y éste salió del muchacho, quien desde aquel momento quedó sano.

19 Luego, los discípulos se acercaron a Jesús y, en privado, le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». 20 Él les contestó: «¡Porque tienen poca fe! Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, podrían decirle a esta montaña: “Muévete de aquí para allá”, y se movería. ¡Nada sería imposible para ustedes!». [21].


17,14-21: El plan de Dios no requiere un conocimiento teórico, sino que pide una firme convicción de fe capaz de suscitar la adhesión radical a Jesucristo. Poco favorable es la imagen de los discípulos en este pasaje, pues no pueden sanar al niño epiléptico por su falta de fe. Jesús utiliza de nuevo la expresión «gente incrédula y perversa», empleada con alguna variante (12,39.45; 16,4), para referirse a sus propios discípulos, lo que confiere un matiz todavía más fuerte al reproche del Maestro (17,17). El tema de la poca fe es constante en Mateo (6,30; 8,26; 14,31) y, por lo mismo, una fuerte interpelación para las comunidades cristianas de todos los tiempos.


17,16: 2 Re 4,31 / 17,17: Dt 32,5.20 / 17,20: Mc 11,22-23


Mt 17,21: algunos manuscritos, aunque no los principales, traen: «Pero esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno».


El Hijo del hombre va a ser entregado

Mc 9,30-32; Lc 9,43b-45


22 Mientras recorrían juntos Galilea, Jesús les advirtió: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, 23 lo van a matar y al tercer día resucitará». Ellos se entristecieron mucho.


17,22-23: En el primer anuncio de su pasión (16,21), Jesús había advertido acerca de la necesidad de ir a Jerusalén para sufrir, morir y resucitar allí. En este segundo anuncio, Jesús ya no habla de los grupos judíos que provocarán su muerte (ancianos, sumos sacerdotes, maestros de la Ley), sino de los hombres en general; además, en lugar del reproche de Pedro (16,22), los discípulos sólo aciertan a entristecerse (17,23). Sin embargo, poco a poco va siendo posible desde la fe la aceptación de este misterioso plan divino.


17,23: Hch 10,39-41


Paga por mí y por ti


24 Cuando llegaron a Cafarnaún, los cobradores del impuesto para el Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «Su maestro, ¿no paga el impuesto?». 25 «¡Claro que sí!», respondió Pedro. Al volver a la casa, Jesús se anticipó y le preguntó a Pedro: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿de quiénes reciben pago o tributo?, ¿de los hijos o de los extranjeros?». 26 Él le contestó: «De los extranjeros». Jesús le dijo: «Por tanto, los hijos quedan libres. 27 Sin embargo, para que ellos no se sientan ofendidos por nosotros, ve al mar y arroja un anzuelo, toma el primer pez que salga, ábrele la boca y encontrarás una moneda; tómala y paga por mí y por ti».


17,24-27: El episodio del impuesto para el Templo es un pasaje exclusivo de Mateo, en cuya comunidad predominaban los judeocristianos. Es probable que se refiera al pago del “medio siclo”, equivalente a unos seis gramos de plata, estipulado por la Ley (Éx 30,11-16). Jesús no se opone a cumplir con esta prescripción, pero -como en otros pasajes- redimensiona lo que significa este pago: si el Templo es la casa de Dios y los discípulos son la verdadera familia del Hijo de Dios, ambos debieran estar exentos, pero para que no se interprete mal ni los judíos se sientan ofendidos, pide a Pedro que pague por ambos. El dato de la moneda en la boca del pez es un recurso que ayuda a resaltar la soberanía absoluta del Señor. La comunidad valora una institución judía importante, pero vista desde la perspectiva nueva del Mesías, enviado por Dios con toda su autoridad.


17,26: 1 Cor 9,1 / 17,27: Rom 14,13


1.2- Discurso de Jesús: la comunidad de los discípulos


18,1-19,2. El cuarto discurso de Jesús en el Evangelio según Mateo (nota a 5,1-7,29) contiene varias instrucciones sobre la vida de la comunidad y la importancia de ésta. Es probable que el discurso tenga como trasfondo la comunidad de Mateo en torno al año ochenta, cuando existían conflictos de convivencia entre sus miembros. El discurso ofrece algunas sabias pautas para afrontar las dificultades intracomunitarias relativas a la fraternidad, a la reconciliación y a la aceptación, y exige preferir a los más pequeños en quienes está presente Cristo mismo. Se trata, pues, de una especie de manual cristiano de vida comunitaria que toda comunidad debe tener presente y practicar. 


¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?

Mc 9,33-37; 10,15; Lc 9,46-48; 18,17


181 En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?». 2 Él llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos 3 y dijo: «Les aseguro que si ustedes no vuelven a ser como niños, de ningún modo entrarán en el Reino de los cielos. 4 Todo el que se haga pequeño como este niño, será el más importante en el Reino de los cielos. 5 Y el que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí». 


18,1-5: A la pregunta acerca del mayor en el Reino de los cielos, Jesús responde con un gesto que lo podemos llamar parábola en acción: pone en medio a un niño con el propósito de ilustrar su enseñanza. La presencia del niño introduce el tema de los más pequeños dentro de la comunidad y su importancia en relación con el Reino. El niño, más que ejemplo de inocencia o pureza, es en aquel tiempo expresión de insignificancia y marginación, por lo que sólo le queda refugiarse en su padre y confiar totalmente en él. Según el nuevo sistema de valores propios del Reino de Dios, los pequeños, es decir, los miembros de la comunidad a los que se tiende a dejar de lado o despreciar, son los privilegiados del Padre y los que llevan la delantera para entrar en su Reino. En realidad, ellos son modelos acerca de qué disposiciones hay que cultivar para aceptar el Reino de Dios y vivir la fraternidad en la comunidad. 


18,3: Jn 3,5 / 18,4: Sal 8,2-3


Que no se pierda ni uno solo de estos pequeños

Mc 9,42-48; Lc 17,1-2; 15,3-7


6 «Pero al que lleve a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor que le colgaran en el cuello una gran piedra de molino y lo sumergieran en lo profundo del mar. 7 ¡Ay del mundo por causa de los pecados! Y aunque es inevitable que sucedan, ¡ay de quien los provoca! 8 Si tu mano o tu pie te llevan a pecar, córtalos y arrójalos lejos de ti; es mejor para ti entrar manco o lisiado en la vida eterna que ser arrojado al fuego eterno con tus dos manos o tus dos pies. 9 Si tu ojo te lleva a pecar, sácalo y arrójalo fuera de ti; es mejor para ti entrar tuerto en la vida eterna que ser arrojado con tus dos ojos al fuego de la Gehena». 

10 «Cuídense de no despreciar a uno solo de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos». [11].

12 «¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes para ir a buscar a la oveja perdida? 13 Si logra encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se han perdido. 14 Del mismo modo, la voluntad del Padre de ustedes que está en los cielos es que no se pierda ni uno solo de estos pequeños».


18,6-14: El pasaje anterior (18,1-5) se centró en un tema relevante: la preferencia por los más pequeños, los hermanos de la comunidad más sencillos y débiles en la fe. En este pasaje y en relación con ellos, Jesús desarrolla su enseñanza en tres momentos: el reproche a quien sea ocasión de pecado para esos pequeños (18,6-9), el privilegio del que gozan ante Dios (18,10), y la solicitud de Dios hacia ellos, la que se ilustra con la parábola de la oveja perdida (18,12-16). En el primer momento, mediante imágenes dramáticas, se destaca la gravedad de inducir a pecar a los pequeños y el castigo que merece quien lo hace (5,29-30). En el segundo, se afirma el alto grado de aprecio que los pequeños tienen ante Dios. En el tercero, se hace hincapié en la búsqueda esmerada de los pequeños por parte de la comunidad, porque la voluntad de Dios es que no se pierda ninguno de ellos.


18,8: Col 3,5 / 18,10: Éx 23,20-22; Dn 10,13.20-21/ 18,12: Sal 119,76; Ez 34,4.16


Mt 18,10: algunos manuscritos, aunque no los principales, traen una adición: «El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido», que correspondería a 18,11.


Yo estoy allí en medio de ellos

 Lc 17,3


15 «Si tu hermano peca, ve y corrígelo a solas; si te escucha habrás evitado que tu hermano se pierda, 16 pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra quede confirmada por boca de dos o tres testigos [Dt 19,15]. 17 Pero si él los ignora, denúncialo a la comunidad, y si también ignora a la comunidad, considéralo como un pagano o un cobrador de impuestos».

18 «Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra será atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra será desatado en el cielo. 19 Además, les aseguro que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo en la tierra, les será concedido por mi Padre que está en los cielos. 20 Pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos».


18,15-20: La consecuencia que se desprende de la opción por los más pequeños (18,6-14) es la corresponsabilidad de los miembros de la comunidad frente al hermano en pecado. La corrección fraterna tiene un proceso: primero la amonestación a solas; si ésta no resulta y según lo prescrito en la Ley (Dt 19,15), se hace junto a dos o tres testigos; si tampoco a ellos escucha, la comunidad se encargará de dirimir la situación. Mateo pone de relieve la importancia de la comunidad a la hora de buscar caminos de comunión y fraternidad, incluso ejerciendo la potestad de atar y desatar conferida por Jesús, la misma potestad que antes había recibido Pedro (Mt 16,19). Pero aun cuando el pecador no escuche a la comunidad, no todo está perdido, pues queda el trato que Jesús ha tenido para con los paganos (8,5-13; 9,18-26) y cobradores de impuestos (9,9-13): ¡la misericordia! Para el discernimiento y la corrección fraterna, se requiere orar en comunidad, en la que el mismo Señor se hace presente para conducir a los suyos (18,19-20).


18,15: Lv 19,17 / 18,16: Dt 19,15 / 18,17: 1 Cor 5,11 / 18,18: Jn 20,23 / 18,19: Jn 15,7.16 / 18,20: Éx 20,24


¿No debías tú también compadecerte?

Lc 17,4


21 Entonces Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano cuando me ofenda?, ¿hasta siete veces?». 22