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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

Génesis (origen) es el título griego dado a este libro por su contenido; en hebreo se lo denomina por su primera palabra: Bereshit («En el principio»). En él se narran los orígenes del universo, del ser humano y de los antepasados patriarcales de Israel. No es un libro de historia ni de enseñanzas científicas, sino de carácter religioso que presenta al Creador con su palabra omnipotente dando origen a todo lo que existe e interviniendo en la historia con un designio de salvación. Este primer libro de la Biblia no debería obstaculizar las legítimas búsquedas y discusiones de la ciencia sobre el origen del mundo y del hombre, ni tampoco impedir precisar mejor, desde el punto de vista histórico, el tiempo y vida de los patriarcas israelitas.

Desde una perspectiva teológica, esta obra se centra en el Dios único, creador de todo lo que existe y cercano, que desde el principio ofrece su amistad al ser humano. El itinerario histórico inicia con la vocación de Abrahán a formar un pueblo de bendición para todas las naciones; su respuesta de fe hace posible que las promesas de Dios se verifiquen y se transmitan a su descendencia. También Isaac, Jacob y José transitarán en el surco de esta misma experiencia de fe y de bendición divina. Esta vivencia de cada uno de estos patriarcas se testimonia en los ciclos narrativos del Génesis que a ellos se refieren.

1-         «Esta es la lista de los descendientes de Adán» (5,1): situación histórica

Los primeros once capítulos del Génesis se presentan como la prehistoria religiosa de Israel y las narraciones reflejan, en parte, el pensamiento del Oriente Medio, especialmente de Mesopotamia, Canaán y Egipto. Sin embargo, la fe de Israel, al presentar la relación de las creaturas con su Creador, de los seres humanos entre sí, entre pueblos y razas, o el origen del bien y del mal, introduce su sentido propio y original.

También se alude a la vida pastoril y la agrícola, a la de las ciudades con sus valores y riesgos, al origen popular de los distintos oficios, artes y ocupaciones, al igual que a los comienzos de la industria, el uso del bronce, del hierro y de los metales que dan nombre a las épocas históricas, asociadas al desarrollo cultural y a sucesos de tiempos muy antiguos. Todos estos sucesos están narrados con una visión que los ubica dentro de un designio divino de salvación; designio que se abre paso a pesar de la fuerza negativa del mal y del pecado, una realidad que signó la historia desde sus orígenes, a causa de la desobediencia del ser humano al mandamiento divino.

A partir del capítulo doce, empieza a haber ligeros resabios de la historia envuelta en tradiciones y leyendas que conforman la memoria de los antepasados de Israel. En el momento en que estas tradiciones se escribieron se buscó relacionar ese presente con los comienzos de la nación, remontándose luego, en forma simplificada, al origen de la humanidad entera y al inicio de la misma creación.

Las narraciones patriarcales parecen ubicar históricamente sus datos entre los siglos XIX y XVII a. C.; aunque siempre resulta difícil precisar esas informaciones, porque no provienen de un único autor ni de la misma época; reflejan situaciones históricas diferentes y contenidos e ideas que han interesado a sucesivos redactores. Los indicios de la vida nómada y trashumante de las familias patriarcales en relación con el sistema urbano de centros como la Mesopotamia, Canaán y Egipto describen un panorama general. En ese marco se comprende la importancia del rol decisivo que juegan no solo los varones sino también las mujeres, recordadas en el texto de forma singular como: Sara, Rebeca, Raquel y Lía. A lo largo del Antiguo Testamento se mostrará que ellas cooperaron activamente en el designio divino y en la configuración del pueblo de Dios.

2-         «Dios dijo: “Que exista la luz”, y la luz existió» (1,3): teología de Génesis

Todo comienza con la palabra poderosa del Creador que se impone majestuosamente sobre el caos primordial, y que al crear hace surgir un mundo ordenado, armónico y bueno. El vértice de la creación es el ser humano en su unidad de dos, varón y mujer, hechos a imagen y semejanza de Dios, con una dignidad singular y la encomienda de colaborar de forma responsable en la obra de Dios. Gn 1-11 presenta así la visión religiosa de los orígenes del mundo en tiempos primordiales.

Los autores inspirados han reunido tradiciones populares antiguas para explicar que el Señor Dios todo lo ha hecho bueno y bello, y con esto señalan también que el ser humano desde el origen ha introducido el desorden del pecado, con el mal uso de su libertad. El deseo de poseer la ciencia total del bien y del mal simboliza la perenne pretensión de la creatura de establecer por sí misma lo que es bueno y lo que es malo. Esta rebeldía de los orígenes hace que todos los límites humanos como la muerte, la guerra y el dolor se conviertan para el ser humano en situaciones e interrogantes sin una respuesta satisfactoria.

Por otro lado, también la búsqueda de vivir en armonía consigo mismo, con los demás seres y con el Creador se vuelve una permanente nostalgia. En este marco, sin embargo, el Génesis logra proponer una revelación esperanzadora; si el ser humano descubre, acepta y confía en ese Dios que desde los orígenes también lo busca, es posible restablecer la relación y el diálogo que puede rescatar la historia y la humanidad.

La misma narración del diluvio, imagen del castigo universal, hace constar que el Señor no renuncia a su obra, ya que asume unilateralmente el compromiso de una alianza eterna para custodiar el mundo y la humanidad. Noé resulta el prototipo de un nuevo inicio, y de cuya descendencia procederá Abrahán. Génesis traza así un camino de esperanza que en las Sagradas Escrituras llega hasta el Apocalipsis, donde se anuncia una nueva creación con cielos nuevos y una tierra nueva, por obra y gracia de aquel que desde los orígenes quiere ser Dios con nosotros.

Gn 12-50 ofrece el marco histórico en el que Dios realiza su plan de salvación, convocando a personas que, aún con limitaciones, responden a su palabra. La historia patriarcal con Abrahán, Isaac, Jacob y José es motivada y sostenida por las promesas de una descendencia numerosa, de una tierra donde habitar y de una bendición que por ellos alcanzará a las demás naciones.

Por la experiencia de la cercanía de un Dios personal, Abrahán aparece como el prototipo de la respuesta de fe a la palabra divina; su confianza, su obediencia y su fidelidad al Señor y a su palabra lo delinean como un paradigma universal del creyente, y por la descendencia que de él procede, como padre en la fe de judíos, cristianos y musulmanes.

De esta forma el Génesis ofrece motivos fundamentales para descubrir la existencia y la bondad del Dios único, que revela la vocación fundamental del ser humano a vivir en relación con él y con las demás creaturas bajo la luz y la guía de su palabra. Ubicado en el centro de la creación por su dignidad y con su responsabilidad, el ser humano con su desobediencia se hace protagonista de la presencia del mal en el mundo y de la experiencia del dolor. En esta situación, el Señor aún renueva su amistad con su promesa de bendición y con su alianza. Así queda de manifiesto el modo de estar y actuar de Dios ante el ser humano, que los patriarcas experimentarán histórica y personalmente. El Génesis testimonia también el modo progresivo de comprender a Dios: es invocado con distintos nombres y se le tributa culto en diferentes lugares; la convicción primera es que él es un Dios personal, ligado al clan que lo reconoce, que camina con ellos y que va haciendo historia con ellos; es el Dios de ellos y de sus antepasados; y por esta razón en este libro la definición que lo identifica, como se lo revela a Jacob, es: “Yo soy el Señor, el Dios de Abrahán tu padre y el Dios de Isaac” (28,13; cf. 26,24).

3-         «Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas» (15,5): aspectos literarios

Desde el punto de vista literario, el libro del Génesis no es fruto de un solo autor ni de una misma época. Se fue formando con distintas tradiciones sobre los orígenes y con los diversos ciclos en torno a los antepasados del pueblo. Por eso en los relatos se perciben repeticiones y diferentes puntos de vista, pensamientos y estilos. Estas características explican la presencia de narraciones duplicadas, como las dos presentaciones de la creación (1-2), o de repeticiones, como sucede con los relatos de la esposa del patriarca tomada como mujer de un rey (12,10-20; 20; 26,1-11), o de narraciones que combinan tradiciones diferentes, como el relato del diluvio (6-9), y el inicio de la historia de José (37). Las narraciones tienen tinte popular, legendario y religioso, y contienen tradiciones familiares y de clanes con una memoria histórica imprecisa, por ser escritas muchos siglos después de que los acontecimientos ocurrieron.

El redactor final de la obra incorporó también documentos y tradiciones diversas y, bajo inspiración divina, acabó de configurar una historia de salvación que identifica un pueblo constituido por la Palabra de Dios revelada, creída y puesta por escrito. En esta labor de composición del Génesis la tradición llamada sacerdotal ha sintetizado y dado su impronta final a esta obra literaria, definiendo la visión religiosa de Israel sobre sus orígenes.

En el Génesis, diez genealogías (toledot en hebreo: 2,4; 5,1; 6,9; 10,1; 11,10.27; 25,12.19; 36,1; 37,2) escalonan literariamente el itinerario temporal desde la creación hasta Jacob y sus descendientes. Así Israel describe, de forma simplificada, sus antepasados, en conexión con la humanidad entera y con el inicio de la creación.

El libro del Génesis se puede presentar en dos grandes partes, ambas con tres secciones:

I- HISTORIA DE LOS ORÍGENES.                                                          1,1-11,32

  1. Creación y caída. De Adán a Noé 1,1-6,8
  2. Noé y el diluvio 6,9- 9,17
  3. De Noé a Abrán 9,18-11,32

II- HISTORIA DE LOS PATRIARCAS                                                  12,1-50,26

  1. Abrán – Abrahán- y su esperado hijo Isaac 12,1-25,18
  2. Historia de Isaac, Esaú y Jacob 25,19-36,43
  3. Isaac y sus hijos: Esaú y Jacob. Enemistad 25,19-27,45
  4. Jacob y Labán. Matrimonio e hijos de Jacob 27,46-32,3
  5. Reconciliación de Jacob y Esaú y sus vidas 32,4-36,43
  6. Jacob y José. 37,1-50,26
  7. José y sus hermanos 37,1-45,28
  8. Jacob y sus hijos en Egipto con José 46,1-50,26        

 

 

 

 

  1. HISTORIA DE LOS ORÍGENES*­
  1. Creación y pecado. De Adán a Noé*

Al principio, Dios creó*

Gn 2,4b-25; Is 55,10-11; Sal 8; 19,1-7; 104; Job 38-39; Col 1,15-17; Jn 1,3-4 // 1,27: Mt 19,4; Mc 10,6: 2,2: Heb 4,4

 

1 1 En el principio, cuando Dios creó el cielo y la tierra, 2 la tierra estaba desierta y vacía, había oscuridad sobre la superficie del abismo y el soplo divino se movía sobre la superficie del agua,

3 entonces Dios dijo: “Que exista la luz”, y la luz existió. 4 Dios vio que la luz era buena y separó la luz de la oscuridad. 5 A la luz la llamó “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”. Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el primer día.

6 Dios dijo: “Que exista un firmamento en medio de las aguas y separe a unas de otras”. 7 Entonces Dios hizo el firmamento para separar las aguas superiores de las aguas inferiores, y así sucedió. 8 Dios llamó “cielo” al firmamento. Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el segundo día. 9 Dios dijo: “Que las aguas que están debajo del cielo se reúnan en un solo lugar para que aparezca el terreno seco”, y así sucedió. 10 Entonces al terreno seco Dios lo llamó “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mar”. Y Dios vio que era bueno.

11 Dios dijo: “Que la tierra produzca vegetación, plantas que den semilla, y árboles frutales que den fruto con su semilla según su especie”. Y así sucedió. 12 La tierra produjo vegetación, plantas con semilla según su especie y árboles que dan fruto con semilla según su especie. Y Dios vio que era bueno. 13 Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el tercer día.

14 Dios dijo: “Que haya lámparas en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche, que sirvan para indicar las fiestas, los días y los años, 15 y permanezcan allí como lámparas que iluminen la tierra”. Y así sucedió: 16 Dios hizo las dos grandes lámparas, la mayor para presidir el día y la menor para regir la noche, y también hizo las estrellas, 17 y las puso en el firmamento del cielo para que iluminen la tierra, 18 presidan el día y la noche, y separen la luz de la oscuridad. Y Dios vio que era bueno. 19 Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el cuarto día.

20 Dios dijo: “Que las aguas tengan abundancia de seres vivientes y que los pájaros vuelen sobre la tierra en la amplitud del firmamento del cielo”. 21 Así Dios creó los grandes animales marinos, toda especie de animales que se deslizan y abundan en las aguas, y toda clase de aves según su especie. Y Dios vio que era bueno. 22 Entonces Dios los bendijo diciendo: “Sean fecundos, multiplíquense y llenen las aguas de los mares, y que las aves se multipliquen en la tierra”. 23 Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el quinto día.

24 Dios dijo: “Que la tierra produzca seres vivientes de todas las especies: ganado, reptiles y bestias de la tierra según su especie”. Y así sucedió. 25 Dios hizo las diversas clases de animales salvajes, de ganado y de todo lo que se arrastra sobre la tierra. Y Dios vio que era bueno.

26 Entonces Dios dijo: “Hagamos* al ser humano a nuestra imagen y como semejanza nuestra, para que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo y el ganado, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra por el suelo”.

27 Dios creó al ser humano a su imagen,

lo creó a imagen de Dios,

los creó varón y mujer.

28 Dios los bendijo diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla, dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todo animal que se arrastra sobre la tierra”. 29 Y añadió: “Miren, les entrego toda planta que produce semilla sobre la tierra y todo árbol de fruto con semilla, para que les sirvan de alimento. 30 Y a todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo y a todos los reptiles que viven sobre la tierra, les doy toda hierba verde como alimento”. Así sucedió. 31 Y Dios vio todo lo que había hecho y lo consideró muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: este fue el sexto día.

2 1 Así fueron completados el cielo y la tierra con todo lo que contienen. 2 Dios terminó en el séptimo día la obra que había hecho, y en ese día descansó de toda su obra. 3 Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él descansó de toda su obra creadora. 4 Este fue el origen del cielo y la tierra cuando fueron creados.

 

Dios plantó un jardín*

Gn 1,1-2,4a; Sal 8 // 2,7: 1 Cor 15,45; 2,24: Mt 19,5; Mc 10,7-8; 1 Cor 6,16; Ef 5,31

Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, 5 aún no había arbustos del campo en la tierra ni tampoco brotaban plantas, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra ni existía algún hombre que cultivara el terreno, 6 pero de la tierra surgía un manantial que humedecía toda la superficie del suelo. 7 Entonces el Señor Dios formó al hombre con el polvo de la tierra y sopló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre se convirtió en un ser viviente.

8 Después el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y colocó allí al hombre que había formado. 9 Hizo crecer de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer y, en el centro del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. 10 Un río salía de Edén para regar el jardín y de allí se dividía en cuatro brazos: 11 El primero se llama Pisón y rodea todo el país de Javilá donde hay oro. 12 El oro de ese país es fino, y allí se da también la resina perfumada y el ónice. 13 El segundo se llama Guijón y rodea todo el territorio de Etiopía. 14 El tercero se llama Tigris y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates.

15 El Señor Dios puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y cuidara. 16 Y le ordenó: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, 17 pero no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día en que lo hagas, ciertamente morirás”.

18 El Señor Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Le daré una ayuda apropiada”. 19 Así el Señor Dios formó con el polvo de la tierra a todos los animales del campo y todas las aves del cielo. Y los presentó al hombre para ver qué nombre les ponía, porque cada ser viviente debía tener el nombre que el hombre le diera. 20 El hombre puso nombres a todo ganado, a las aves del cielo y a todos los animales salvajes, pero para él mismo no encontró una ayuda apropiada.

21 Entonces el Señor Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre. Mientras dormía, tomó una de sus costillas, y cerró el vacío con carne. 22 De la costilla que había sacado, el Señor Dios hizo una mujer y la presentó al hombre. 23 El hombre exclamó:

 “¡Ahora sí esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne!

Se llamará ‘mujer’, porque ha sido sacada del hombre”.

24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer y los dos llegan a ser una sola carne. 25 Ambos, el hombre y la mujer, estaban desnudos pero no se avergonzaban.

 

¿Acaso comiste del árbol? *

Sab 2,23-24; Eclo 25,24; Jn 8,44; Rom 5,12-21; Ap 12,17

 

3 1 La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo creados por el Señor Dios, preguntó a la mujer: “¿Así que Dios ordenó que no coman de ningún árbol del jardín?”.

2 La mujer respondió a la serpiente: “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín, 3 pero del fruto del árbol que está en medio del jardín Dios ha dicho: ‘No coman de él ni lo toquen, porque morirán’”.

4 La serpiente contradijo a la mujer: “De ninguna manera morirán. 5 Dios sabe bien que el día en que ustedes coman de ese fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, conocedores del bien y del mal”.

6 La mujer vio entonces que el árbol era sabroso para comer, atrayente a los ojos y apetecible para adquirir conocimiento. Tomó de su fruto, comió y convidó a su marido que estaba con ella, y él también comió. 7 En ese momento se abrieron sus ojos y supieron que estaban desnudos. Por eso entrelazaron hojas de higuera para cubrirse.

8 Oyeron el ruido de los pasos del Señor Dios cuando paseaba por el jardín a la brisa del día, y los dos se escondieron de él entre los árboles del jardín. 9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?”.

10 “Oí el ruido de tus pasos en el jardín”, respondió, “pero tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí”.

11 Dios contestó: “¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso comiste del árbol, del que te mandé que no comieras?”.

12 Y el hombre se excusó: “La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol y comí”.

13 Entonces el Señor Dios dijo a la mujer:

 “¿Qué has hecho?” Ella respondió: “La serpiente me engañó y comí”.

14 El Señor Dios dijo a la serpiente:

 “¡Por haber hecho esto serás maldita entre todos los animales y bestias del campo!

Te arrastrarás sobre tu vientre

y comerás polvo todos los días de tu vida.

15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo.

Él te aplastará la cabeza cuando tú le aceches el talón”.

16 A la mujer le dijo:

“Aumentaré las dificultades de tu embarazo,

con dolor darás a luz a los hijos,

desearás a tu marido y él te dominará”.

17 Al hombre le dijo:

“Porque escuchaste a tu mujer y comiste del árbol del que te ordené que no comieras,

la tierra será maldita por tu causa,

y de ella sacarás tu alimento con fatiga todos los días de tu vida.

18 Te producirá espinas y cardos, y comerás la hierba del campo.

19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan,

hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste sacado,

porque eres polvo y al polvo volverás”.

20 El hombre le puso a su mujer el nombre de Eva, porque ella fue la madre de todos los seres vivientes.

21 Y el Señor Dios hizo para Adán y su mujer vestidos de piel y los vistió.

22 Entonces el Señor Dios dijo: “¡Miren, el ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros en cuanto a conocer el bien y el mal! ¡Que ahora no extienda su mano para tomar también del árbol de la vida, no sea que coma y viva para siempre!”. 23 Por eso el Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. 24 Y después de expulsarlo colocó a los querubines al este del jardín de Edén, con una espada llameante que se movía en todas direcciones, para que custodiaran el camino hacia el árbol de la vida.

 

¿Dónde está tu hermano Abel? *

Lv 19,18; Mt 18,21-22; Lc 3, 37-38; Rom 12,17-21; Heb 11,4; 1 Jn 3,12

 

4 1 El hombre se unió a Eva su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Ella dijo entonces: “¡He tenido un varón gracias al Señor!” 2 Más tarde volvió a dar a luz a su hermano Abel. Abel era pastor de ovejas, mientras Caín trabajaba la tierra. 3 Al cabo de un tiempo, Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos del campo. 4 También Abel ofreció de los primeros nacidos de su rebaño, con su grasa. El Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda, 5 pero no a Caín y la suya, por lo que este se enojó mucho y andaba cabizbajo.

6 Entonces el Señor preguntó a Caín:

“¿Por qué estás enojado, y por qué agachas tu cabeza?

7 Si actuaras bien, llevarías alta la cabeza. Pero si actúas mal, el pecado está junto a tu puerta como una fiera que te acecha. ¡Tú puedes dominarlo!

8 Caín dijo a su hermano Abel: “Salgamos al campo”. Sucedió que cuando estaban allí, Caín se arrojó sobre su hermano Abel y lo mató. 9 Entonces el Señor preguntó a Caín:

“¿Dónde está tu hermano Abel?”.

Y él respondió: “No sé. ¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?”.

10 Y el Señor replicó: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. 11 Maldito seas ahora lejos del suelo que abrió su boca para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. 12 Cuando trabajes el campo, este ya no te seguirá dando sus frutos. Andarás vagabundo y fugitivo sobre la tierra”.

13 Entonces Caín dijo al Señor: “Mi castigo es mayor de lo que se puede soportar. 14 Mira, hoy me echas de este suelo y deberé esconderme de tu presencia. Seré un vagabundo y fugitivo sobre la tierra, y el que me encuentre me matará”. 15 Pero el Señor le respondió: “No es así, cualquiera que mate a Caín lo deberá pagar siete veces”. Y le puso una señal a Caín para que nadie lo matara al encontrarlo. 16 Caín salió de la presencia del Señor y se estableció en el país de Nod al este de Edén.

17 Caín se unió a su mujer que concibió y dio a luz a Enoc. Caín estaba construyendo una ciudad, y le puso el nombre de su hijo Enoc. 18 A Enoc le nació Irad, e Irad fue el padre de Maviael. Maviael fue el padre de Matusael, y Matusael fue el padre de Lámec.

19 Lámec tomó dos mujeres, una de nombre Adá y la otra Selá. 20 Adá dio a luz a Yabel, que fue padre de los que habitan en carpas y crían ganado. 21 Su hermano se llamaba Yubal, y fue el padre de todos los que tocan la cítara y la flauta. 22 También Selá engendró a Tubalcaín, padre de todos los que trabajan el bronce y el hierro. La hermana de Tubalcaín fue Noemá. 23 Lámec dijo a sus mujeres:

“Adá y Selá, escuchen mi voz,

mujeres de Lámec, oigan mi palabra.

Maté a un hombre por herirme

y a un muchacho por golpearme.

24 Porque si Caín es vengado siete veces,

Lámec será vengado setenta y siete veces”.

25 Adán se unió otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, porque ella decía: “Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, a quien Caín mató”. 26 A Set también le nació un hijo, al que llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor.

 

Esta es la lista de los descendientes de Adán*

Gn 4,25; 6,9; 11,27; 1 Cr 1,1-4; Rom 4,13; Heb 11,5; Jds 14 // 5,2: Mt 19,4; Mc 10,6

5 1 Esta es la lista de los descendientes de Adán. Cuando Dios creó al ser humano, lo hizo a semejanza de Dios. 2 Los creó varón y mujer, los bendijo, y al crearlos los llamó seres humanos.

3 Adán tenía ciento treinta años cuando tuvo un hijo a su semejanza, según su imagen, y lo llamó Set. 4 Después de engendrar a Set, Adán vivió ochocientos años y tuvo hijos e hijas. 5 Adán llegó a la edad de novecientos treinta años y murió.

6 Cuando Set tenía ciento cinco años, engendró a Enós. 7 Después de engendrar a Enós, Set vivió ochocientos siete años y tuvo hijos e hijas. 8 Set llegó a la edad de novecientos doce años y murió.

9 Cuando Enós tenía noventa años, engendró a Cainán. 10 Después de engendrar a Cainán, Enós vivió ochocientos quince años y tuvo hijos e hijas. 11 Enós llegó a la edad de novecientos cinco años y murió.

12 Cuando Cainán tenía setenta años, engendró a Malaleel. 13 Después de engendrar a Malaleel, Cainán vivió ochocientos cuarenta años y tuvo hijos e hijas. 14 Cainán llegó a la edad de novecientos diez años y murió.

15 Cuando Malaleel tenía sesenta y cinco años, engendró a Yáred. 16 Después de engendrar a Yáred, Malaleel vivió ochocientos treinta años y tuvo hijos e hijas. 17 Malaleel llegó a la edad de ochocientos noventa y cinco años y murió.

18 Cuando Yáred tenía ciento sesenta y dos años, engendró a Enoc. 19 Después de engendrar a Enoc, Yáred vivió ochocientos años y tuvo hijos e hijas. 20 Yáred llegó a la edad de novecientos sesenta y dos años y murió.

21 Cuando Enoc tenía sesenta y cinco años, engendró a Matusalén. 22 Enoc se comportó de acuerdo con la voluntad de Dios. Después de engendrar a Matusalén, Enoc vivió trescientos años y tuvo hijos e hijas. 23 Enoc llegó a la edad de trescientos sesenta y cinco años. 24 Enoc se comportó de acuerdo con la voluntad de Dios y desapareció, porque Dios se lo llevó.

25 Cuando Matusalén tenía ciento ochenta y siete años, engendró a Lámec. 26 Después de engendrar a Lámec, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años y tuvo hijos e hijas. 27 Matusalén llegó a la edad de novecientos sesenta y nueve años y murió.

28 Cuando Lámec tenía ciento ochenta y dos años, engendró un hijo, 29 al que le puso el nombre de Noé, porque se decía: “Él nos consolará en medio de nuestras tareas y fatigas que provienen del suelo que el Señor maldijo. 30 Después de haber engendrado a Noé, Lámec vivió quinientos noventa y cinco años y tuvo hijos e hijas 31 Lámec llegó a la edad de setecientos setenta y siete años y murió.

32 Cuando Noé tenía quinientos años, engendró a Sem, Cam y Jafet.

La maldad del hombre era muy grande*

Is 54,9; Job 1,6; 38,7; Eclo 44,17: Mt 24,36-37

 

6 1 Cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, 2 los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron como mujeres a las que preferían de entre todas ellas.

3 El Señor dijo entonces: “Mi aliento no permanecerá en el hombre para siempre porque él es mortal; su vida no pasará de ciento veinte años”.

  1. En ese tiempo aparecieron los gigantes sobre la tierra, y también después. Cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres, ellas les dieron descendencia. Estos fueron los famosos héroes de la antigüedad.

5 Al ver el Señor que la maldad del hombre era muy grande sobre la tierra, y que las intenciones de su corazón eran siempre malas, 6 se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la tierra y se entristeció su corazón. 7 Entonces el Señor dijo: “Borraré de la superficie de la tierra desde el hombre hasta los animales, los reptiles y las aves del cielo, porque me arrepiento de haberlos hecho”. 8 Sin embargo, el Señor miró a Noé con benevolencia.

 

  1. Noé y el diluvio*

 

Construye un arca

Sab 10,4; Heb 11,7

 

9 Esta es la historia de Noé. Noé era un hombre justo e irreprochable entre sus contemporáneos, que se comportaba de acuerdo con la voluntad de Dios. 10 Engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet.

11 Pero la tierra, llena de maldad, se corrompía a la vista de Dios. 12 En efecto, Dios miró la tierra y vio que se corrompía, porque todos habían pervertido su manera de vivir. 13 Y dijo a Noé: “He decidido acabar con los seres humanos porque, por su culpa, la tierra está llena de violencia. Por eso voy a exterminarlos junto con la tierra. 14 Construye para ti un arca con madera de ciprés, la dividirás en compartimentos y la cubrirás con brea por dentro y por fuera. 15 La construirás de esta manera: deberá tener ciento cincuenta metros de largo, veinticinco metros de ancho y quince metros de alto. 16 Pondrás al arca una cubierta que termine medio metro más abajo que la parte más alta, pondrás una puerta a su costado y dentro de ella construirás tres pisos.

17 Por mi parte, yo enviaré el diluvio de aguas sobre la tierra para destruir todo ser con aliento de vida bajo el cielo. Todo lo que hay en la tierra perecerá. 18 Pero contigo estableceré mi alianza: entrarás al arca y contigo irán tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. 19 De cada animal viviente meterás una pareja en el arca, macho y hembra, para que sobrevivan contigo: 20 dos de cada especie de pájaros, de ganado y de reptiles entrarán contigo para sobrevivir. 21 Además recoge toda clase de alimentos y almacénalos, para que sirvan de comida para ti y para ellos”. 22 Y Noé hizo todo lo que Dios le había ordenado.

Las aguas inundaron la tierra

Sab 14,6-7; 1 Pe 3,18-22; 2 Pe 2,5

 

7 1 El Señor dijo entonces a Noé: “Entra con toda tu familia en el arca porque eres el único justo que he encontrado en esta generación. 2 De todos los animales puros* tomarás siete parejas, macho y hembra, pero de los impuros, una sola pareja, macho y hembra. 3 También siete parejas de los pájaros del cielo, macho y hembra, para que sus especies sobrevivan sobre la tierra. 4 Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de la tierra todos los vivientes que he creado”. 5 Y Noé hizo todo lo que el Señor le había ordenado.

6 Noé tenía seiscientos años cuando vino el diluvio de aguas sobre la tierra. 7 Noé entró en el arca con sus hijos, su mujer y sus nueras, escapando del diluvio. 8 Las parejas de los animales puros e impuros, así como de las aves y reptiles que se arrastran sobre la tierra, 9 macho y hembra, entraron con Noé en el arca así como Dios había ordenado a Noé. 10 Al cabo de siete días cayeron las aguas del diluvio sobre la tierra. 11 A los seiscientos años de la vida de Noé, el día diecisiete del segundo mes, se desbordaron todas las fuentes del gran océano y se abrieron las compuertas del cielo, 12 y estuvo lloviendo sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches.

13 Ese mismo día entró Noé en el arca con sus hijos Sem, Cam y Jafet, su mujer y sus tres nueras. 14 Con ellos entraron también todos los animales de cada especie: todos los ganados de cada especie, todos los reptiles de cada especie que se arrastran sobre la tierra, todas las aves de cada especie, todo pájaro o creatura voladora. 15 Con Noé entraron en el arca parejas de todos los seres que tienen aliento de vida; 16 macho y hembra de todas las especies fueron los que entraron, tal como Dios lo había ordenado. Entonces el Señor cerró la puerta detrás de Noé.

17 El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Las aguas crecieron y levantaron el arca, y esta se elevó sobre la tierra. 18 Las aguas crecían y aumentaban sin medida sobre la tierra, mientras el arca flotaba sobre ellas. 19 Las aguas crecieron más y más sobre la tierra, hasta cubrir todas las montañas más altas que hay bajo el cielo, 20 llegando hasta siete metros por encima de ellas.

21 Entonces murieron todos los seres vivientes que se movían sobre la tierra: aves, animales domésticos, bestias salvajes, todo lo que se arrastraba sobre la tierra, y todos los seres humanos. 22 Murió todo lo que tenía aliento de vida sobre la tierra firme. 23 Quedó destruido todo lo que existe sobre la superficie del suelo. Fueron exterminados de la tierra desde el ser humano hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo. Solo quedó Noé con los que estaban con él en el arca. 24 Las aguas inundaron la tierra por ciento cincuenta días.

Dios se acordó de Noé

Gn 10,3; 19,29; 30,22; Éx 2,24; 6,5; Jr 51,27; Sal 136,26

8 1 Entonces Dios se acordó de Noé, de todos los animales salvajes y de todo el ganado que estaba con él en el arca, e hizo soplar un viento sobre la tierra de modo que bajaron las aguas, 2 se cerraron las fuentes del gran océano y las compuertas del cielo, y se detuvo la lluvia del cielo. 3 El agua se fue retirando de la tierra y descendió hasta que al cabo de ciento cincuenta días, 4 el día diecisiete del séptimo mes, el arca se detuvo sobre los montes de Ararat.

5 Las aguas continuaron disminuyendo hasta el décimo mes, y el día primero de ese mes aparecieron las cimas de las montañas. 6 Al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca, 7 y soltó el cuervo que iba y venía hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. 8 A continuación envió la paloma para ver si el agua había bajado a nivel de la tierra, 9 pero la paloma no encontró dónde posarse y volvió al arca con Noé, porque las aguas estaban sobre toda la tierra. Él alargó su mano, la tomó y la metió en el arca con él.

10 Esperó siete días más y la soltó otra vez desde el arca. 11 Al atardecer, la paloma volvió a Noé llevando en el pico una hoja de olivo que había arrancado. Así Noé supo que las aguas habían terminado de bajar sobre la tierra.

12 Esperó siete días más y soltó la paloma, pero esta ya no volvió. 13 El año seiscientos uno de Noé, el primer día del primer mes, las aguas comenzaron a secarse sobre la tierra. Noé abrió la cubierta del arca, miró y vio que la superficie del suelo se estaba secando. 14 El día veintisiete del segundo mes, la tierra se había secado.

Noé ofreció holocaustos sobre el altar

Gn 9,11; Lv 1,9.13.17; 2,1-2; Is 54,9; Mt 5,45; Rm 3,25-26

15 Entonces Dios dijo a Noé: 16 “Salgan del arca tú, tu mujer, tus hijos y tus nueras. 17 Saca también a todos los animales que están contigo, aves, ganados y reptiles, para que abunden, sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra”. 18 Y Noé salió con sus hijos, su mujer y sus nueras. 19 También salieron del arca todos los animales, todos los reptiles, todos los pájaros y todo lo que se arrastra sobre la tierra, según sus especies.

20 Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y ofreció holocaustos sobre el altar. 21 Cuando el Señor percibió el aroma agradable, se dijo: “Nunca más volveré a maldecir la tierra a causa del ser humano porque la inclinación del corazón humano es mala desde su juventud, ni volveré a destruir ningún viviente como lo hice.

22 Mientras dure la tierra,

siembra y cosecha,

frío y calor,

verano e invierno,

día y noche,

no cesarán”.

Dios bendijo a Noé y a sus hijos

Gn 1,28; 6,18; Lv 7,26-27; 17,14; Hch 15,19-20.29

9 1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra. 2 Todos los animales de la tierra, todas las aves del cielo, todo lo que se arrastra por el suelo y todos los peces del mar están bajo el dominio de ustedes, y ellos les temerán y los respetarán.

3 Les doy para comer todo lo que se mueve y tiene vida, les doy todo eso como antes les di los vegetales. 4 Pero no comerán carne con su vida, que es la sangre. 5 Yo pediré cuentas de la sangre de cada uno de ustedes: pediré cuentas de ella a todos los animales, y también pediré cuentas al ser humano por la vida de su hermano.

6 Quien derrame sangre humana,

su sangre será derramada por otro ser humano

porque Dios hizo

al ser humano a su imagen.

7 Ustedes, por su parte, sean fecundos y multiplíquense, pueblen la tierra y domínenla”.

Esta es la señal de la alianza

Is 54,9-10; Eclo 44,18

8 También Dios dijo a Noé y a sus hijos: 9 “Miren, yo establezco una alianza con ustedes y con sus descendientes, 10 y con todo viviente que está con ustedes: pájaros, ganado y fieras salvajes de la tierra, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. 11 Estableceré mi alianza con ustedes y ningún viviente será ya exterminado por las aguas del diluvio, así como no habrá otro diluvio para destruir la tierra”.

12 Y Dios agregó: “Esta es la señal de la alianza que establezco para siempre con ustedes y todo ser viviente que los acompaña. 13 Pondré mi arcoíris en las nubes como una señal de mi alianza con la tierra. 14 Cuando envíe nubes sobre la tierra y aparezca en ellas el arcoíris, 15 me acordaré de mi alianza con ustedes y con todo ser viviente. Así no volverán a caer las aguas del diluvio para destruir a los seres vivientes. 16 Cuando aparezca el arcoíris en las nubes y lo vea, recordaré la alianza eterna de Dios con todo ser viviente y creatura que hay sobre la tierra”. 17 Dios aseguró a Noé: “Esta es la señal de la alianza que hago con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra”.

 

  1. De Noé hasta Abrán*

 

Noé plantó una viña

Gn 9,1; Jos 9,22-27; Jue 1,33; Sab 12,3-7

 

18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam fue el padre de Canaán. 19 Estos son los tres hijos de Noé, con los que se pobló toda la tierra.

20 Noé comenzó a labrar la tierra y plantó una viña, 21 bebió del vino, se emborrachó y quedó desnudo en la carpa. 22 Cam, el padre de Canaán, vio a su padre desnudo y se lo contó a sus dos hermanos que estaban afuera. 23 Sem y Jafet tomaron un manto, lo pusieron sobre sus hombros y caminando hacia atrás cubrieron la desnudez de su padre. Como dirigían la mirada hacia otro lado, no vieron a su padre desnudo. 24 Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que su hijo menor había hecho, 25 dijo:

“Maldito sea Canaán: será el esclavo de los esclavos de sus hermanos”.

26 Y añadió: “Bendito sea el Señor, Dios de Sem,

y Canaán sea su esclavo.

27 Que Dios engrandezca a Jafet

para que habite entre las carpas de Sem,

y Canaán sea su esclavo”.

 28 Después del diluvio, Noé vivió trescientos cincuenta años 29 y murió a la edad de novecientos cincuenta años.

 

Estos son los descendientes de los hijos de Noé

Gn 9,1; 1 Cr 1,5-23

 

  1. 1 Estos son los descendientes de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet fueron los hijos de Noé, y a ellos les nacieron hijos después del diluvio. Esta es su descendencia:

2 Hijos de Jafet: Gómer, Magog, Maday, Yabán, Túbal, Mosol y Tirás. 3 Hijos de Gómer: Asquená, Rifat y Togormá. 4 Hijos de Yabán: Elisá y Tarsis, Quitín y Dodanín. 5 De estos provienen las naciones costeras con sus territorios, cada una según su lengua y sus familias entre los pueblos.

6 Hijos de Cam: Etiopía, Egipto, Put y Canaán.

7 Hijos de Etiopía: Sevá, Evilá, Sabtá, Ramá, Sabtecá. Hijos de Ramá: Sebá y Dedán. 8 Etiopía también engendró a Nemrod que comenzó a ser poderoso sobre la tierra. 9 Fue un valiente cazador ante el Señor, por lo que se decía: “Como Nemrod, valiente cazador ante el Señor”. 10 Su reino comenzó con Babel, Ereg, Acad y Calné, ciudades en la tierra de Senaar. 11 Desde allí fue a Asiria y edificó Nínive, Rejobotir, Calaj, 12 y Resen entre Nínive y Calaj, siendo esta la ciudad principal. 13 Egipto engendró a los ludíes, anamíes, leabíes y naftujíes, 14 a los petusíes, caslujíes y caftoríes, de donde salieron los filisteos.

15 Canaán engendró a Sidón su primogénito, y a Jet, 16 así como a los jebuseos, amorreos y guergueseos, 17 a los jeveos, araqueos y sineos, 18 a los arvadeos, los semareos y los jamateos. Luego los clanes cananeos se expandieron, 19 de modo que los límites de Canaán se extendían desde Sidón por el camino a Guerar hasta Gaza, y por Sodoma, Gomorra, Adamá y Seboín hasta Lesa. 20 Estos son los hijos de Cam según sus familias y lenguas, en sus territorios y naciones.

21 También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Héber y hermano mayor de Jafet. 22 Hijos de Sem: Elam y Asiria, Arfaxad, Lud y Aram. 23 Hijos de Aram: Uz, Jul, Gueter y Mas. 24 Arfaxad engendró a Salaj y Salaj engendró a Héber. 25 A Héber le nacieron dos hijos: uno fue Páleg porque en su tiempo se dividió la tierra, y su hermano Yoctán. 26 Yoctán engendró a Almodad, Salar, Jasarmávet y Yarat, 27 a Adorán, Uzal y Diclá, 28 a Obad, Abimael y Sebá, 29 a Ofir, Evilá y Yobad. Todos estos fueron hijos de Yoctán. 30 Se asentaron desde Mesá por el camino a Safar, en las montañas orientales. 31 Estos son los hijos de Sem según sus familias y lenguas, en sus territorios y naciones.

32 Estas son las familias de los hijos de Noé según sus generaciones y naciones. A partir de ellas, después del diluvio se dispersaron las naciones por toda la tierra.

 

Una torre que llegue hasta el cielo

Is 14,13-14; Ez 28,2; Sab 10,5; Hch 2,5-12; Ap 7,9-10

 

11 1 Todo el mundo hablaba la misma lengua y utilizaba las mismas palabras. 2 Al emigrar desde el oriente encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. 3 Se dijeron uno al otro: “Fabriquemos ladrillos bien cocidos al fuego”. El ladrillo les sirvió de piedra y la brea de mezcla. 4 Luego dijeron: “Edifiquemos una ciudad con una torre cuya altura llegue hasta el cielo, así nos haremos famosos y no nos dispersaremos por la tierra”. 5 El Señor bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban edificando, 6 y dijo: “Veo que todos constituyen un pueblo con una misma lengua, y este es el comienzo de su obra. Nada de lo que intenten hacer desde ahora les será imposible. 7 Vamos, bajemos y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda el hablar del otro”. 8 Entonces el Señor los dispersó de allí por toda la tierra, y cesaron de edificar la ciudad. 9 Por eso se llamó Babel, porque allí el Señor confundió la lengua de todos, y desde allí los dispersó sobre toda la tierra.

Estos son los descendientes de Sem

Gn 17,15; 1 Cr 1,17-27; Lc 3,34-36

10 Estos son los descendientes de Sem: Sem tenía cien años cuando le nació Arfaxad, dos años después del diluvio. 11 Después de tener a Arfaxad, Sem vivió aún quinientos años, y tuvo hijos e hijas. 12 Arfaxad tenía treinta y cinco años cuando le nació Sale. 13 Después de tener a Sale, Arfaxad vivió aún cuatrocientos tres años, y tuvo hijos e hijas. 14 Sale tenía treinta años cuando le nació Héber. 15 Después de tener a Héber, Sale vivió aún cuatrocientos tres años, y tuvo hijos e hijas. 16 Héber tenía treinta y cuatro años cuando le nació Páleq. 17 Después de tener a Páleq, Héber vivió aún cuatrocientos treinta años, y tuvo hijos e hijas. 18 Páleq tenía treinta años cuando le nació Reú. 19 Después de tener a Reú, Páleq vivió aún doscientos nueve años, y tuvo hijos e hijas. 20 Reú tenía treinta y dos años, cuando le nació Sarug. 21 Después de tener a Sarug, Reú vivió aún doscientos siete años, y tuvo hijos e hijas. 22 Sarug tenía treinta años, cuando le nació Najor. 23 Después de tener a Najor, Sarug vivió aún doscientos años, y tuvo hijos e hijas. 24 Najor tenía veintinueve años, cuando le nació Téraj. 25 Después de tener a Téraj, Najor vivió aún ciento diecinueve años, y tuvo hijos e hijas.

26 Téraj tenía setenta años, cuando le nacieron Abrán, Najor y Aram. 27 Estos son los descendientes de Téraj: Téraj engendró a Abrán, Najor y Aram. Aram engendró a Lot, 28 y murió antes que su padre Téraj en Ur de los caldeos, que era su tierra natal. 29 Abrán y Najor tomaron mujer. El nombre de la esposa de Abrán era Saray, y la de Najor era Melcá, hija de Aram, el padre de Melcá y de Jescá. 30 Saray no tenía hijos porque era estéril*.

31 Téraj tomó a su hijo Abrán, a su nieto Lot, hijo de Aram, y a su nuera Saray, mujer de Abrán, y salió con ellos de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán, pero al llegar a Jarán se establecieron allí. 32 Téraj vivió doscientos cinco años y murió en Jarán.

 

  1. HISTORIA DE LOS PATRIARCAS *­

 

  1. Abrán –Abrahán– y su esperado hijo Isaac*

Deja tu tierra*

Gn 18,18; Eclo 44,19-21; Rom 4,3-22; Gál 3, 6-9.16; Heb 6,13-16; 11,8-19 // 12,1: Hch 7,3; 12,3: Gál 3,8; Ap 1,7

  1. 1 Dios dijo a Abrán:

“Deja tu tierra, a tus parientes y la casa de tu padre

y parte hacia la tierra que yo te mostraré.

2 Haré de ti un gran pueblo,

te bendeciré y engrandeceré tu nombre,

que será una bendición.

3 Bendeciré a quienes te bendigan,

y maldeciré al que te maldiga.

En ti se bendecirán todas las familias de la tierra”.

4 Abrán salió como le ordenó el Señor, y Lot iba con él. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. 5 Tomó a Saray su mujer, a su sobrino Lot, con todos los bienes que poseían y a los siervos que habían adquirido en Jarán, para ir a la tierra de Canaán adonde finalmente llegaron.

6 Abrán atravesó el país hasta el lugar de Siquén donde está la encina de Moré. Los cananeos estaban entonces en el país. 7 El Señor se apareció a Abrán y le dijo: “Yo le daré esta tierra a tu descendencia”. Entonces Abrán construyó allí un altar al Señor que se le había aparecido.

8 Desde allí se dirigió a las montañas al este de Betel donde plantó su carpa teniendo a Betel al oeste y Ay al este. En ese lugar edificó un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. 9 Después Abrán partió y se dirigió por etapas hacia el Négueb.

Abrán bajó a Egipto*

Gn 20; 26,1-11; Sal 105, 12-15

10 Hubo un período de hambre muy severa en esa región, y Abrán bajó a Egipto para establecerse allí. 11 Al acercarse para entrar a Egipto, dijo a Saray su mujer: “Mira, sé que eres una mujer hermosa. 12 Sucederá entonces que cuando los egipcios te vean dirán ‘esta es su mujer’ y me matarán mientras que a ti te dejarán con vida. 13 Por favor, debes decirles que eres mi hermana, para que gracias a ti me traten bien y siga con vida”. 14 Cuando Abrán llegó a Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy hermosa. 15 También la vieron los oficiales del faraón, que la elogiaron ante el faraón y se la llevaron a su palacio. 16 Gracias a ella, el faraón trató bien a Abrán, que llegó a poseer ovejas, vacas, asnos, esclavos y esclavas, asnas y camellos. 17 Pero el Señor envió al faraón y su casa grandes plagas, a causa de Saray la mujer de Abrán. 18 Entonces el faraón llamó a Abrán y le dijo: “¿Qué es lo que me has hecho? ¿Cómo no me dijiste que era tu esposa? 19 ¿Por qué dijiste ‘es mi hermana’, dejando que la tomara por mujer? Ahora, aquí está tu mujer, tómala y vete”. 20 Y el faraón ordenó que algunos de sus hombres lo despidieran junto con su mujer y todo lo que poseía.

Que no haya peleas entre nosotros*

Is 1,9-10; Ez 16,48-58; Mt 10,15; Lc 1,73-75; Hch 7,5; Jds 7 // 13,15: Gál 3,16

13 1 Desde Egipto, Abrán se trasladó al Négueb junto con su mujer y todo lo que poseía. Lot iba con él.

 2 Abrán era muy rico en ganado, plata y oro. 3 Desde el Négueb fue por etapas hasta Betel, al lugar donde había estado su carpa al principio, entre Betel y Ay. 4 Allí se encontraba el altar que había construido la vez anterior, y Abrán invocó el nombre del Señor.

5 También Lot, que iba con Abrán, tenía ovejas, vacas y carpas. 6 Pero como no les alcanzaba la tierra para vivir juntos, porque sus posesiones eran muchas como para poder residir uno cerca del otro, 7 había peleas entre los pastores de los ganados de Abrán y de Lot. En ese tiempo, los cananeos y los pereceos habitaban en la región. 8 Abrán propuso entonces a Lot: “Que no haya peleas entre nosotros o entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. 9¡Ahí tienes todo el país por delante! Sepárate de mí: si vas por la izquierda, yo iré por la derecha, y si vas por la derecha, yo iré por la izquierda”.

10 Lot levantó la vista y vio todo el valle del Jordán, un completo regadío como el jardín del Señor y la tierra de Egipto, que llegaba hasta Soar -antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra-. 11 Lot eligió entonces para sí el valle del Jordán y se dirigió hacia el este, y así cada uno se separó de su hermano.

12 Abrán se asentó en la tierra de Canaán, mientras Lot en las ciudades del valle, donde levantó sus carpas hasta Sodoma. 13 Pero los hombres de Sodoma eran muy malos y pecaban contra el Señor.

14 El Señor dijo a Abrán después que Lot se separara de él: “Extiende tu vista, y desde el lugar donde estás, mira hacia el norte y hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste. 15 Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. 16 Haré tu descendencia tan numerosa como el polvo de la tierra, de modo que si alguien pudiera contarlo también podría contar tu descendencia. 17 Levántate, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho porque a ti te la daré”. 18 Abrán levantó su carpa y fue a establecerse junto a las encinas de Mambré en Hebrón. Allí edificó un altar al Señor.

Melquisedec bendijo a Abrán*

Sal 110,4; Heb 5,5-6; 6,20; 7,13-19; 9,11-15 // 14,17-20: Heb 7,1-2; 14,20: Heb 7,4

14 1 En su tiempo, Amrafel rey de Senaar; Arioc, rey de Elasar; Codorlaomer, rey de Elam, y Tigdal rey de Goín, 2 hicieron guerra contra Berá, rey de Sodoma, y Bersá, rey de Gomorra; Sinab, rey de Adamá; Semebar, rey de Seboín, y el rey de Belá, es decir, Soar.

3 Todos ellos se reunieron en el valle de Sidín, en el mar Muerto. 4 Durante doce años habían servido a Codorlaomer, pero al llegar el décimotercer año se rebelaron. 5 Entonces, en el año catorce, vinieron Codorlaomer y sus reyes aliados y derrotaron a los refaítas en Astarot Carnaín, a los zuzíes en Ham, a los eníes en la llanura de Quiriataín, 6 y a los hurritas en las montañas de Seír hasta El Farán, junto al desierto. 7 Al volver pasaron por En Mispat, es decir Cadés, y conquistaron el territorio de los amalecitas como también el de los amorreos que habitan en Jasasón Tamar. 8 Entonces los reyes de Sodoma y Gomorra, de Adamá, de Seboín y de Belá, es decir, Soar, presentaron batalla contra ellos en el valle de Sidín: 9 contra Codorlaomer, rey de Elam; Tigdal, rey de Goín; Amrafel, rey de Senaar, y Arioc, rey de Elasar, cuatro reyes contra cinco. 10 Como el valle de Sidín estaba lleno de pozos de brea, los reyes de Sodoma y Gomorra, al huir, cayeron en ellos, mientras que los demás se refugiaron en la montaña.

11 Los vencedores saquearon todos los bienes y las provisiones de Sodoma y Gomorra y se fueron. 12 Cuando se iban, se llevaron de Sodoma también a Lot, el sobrino de Abrán, junto con todos sus bienes. 13 Un fugitivo vino a anunciar a Abrán, el hebreo, que vivía junto a las encinas de Mambré, el amorreo, hermano de Escol y Aner, aliados de Abrán. 14 Al oír que su pariente había sido tomado cautivo, reunió trescientos dieciocho hombres adiestrados, nacidos en su casa, y emprendió la persecución hasta Dan. 15 Dividió a sus hombres y los atacó durante la noche, los derrotó y persiguió hasta Jobá, al norte de Damasco. 16 Recuperó todas las posesiones, y también a su pariente Lot, con sus bienes, sus mujeres y su gente.

17 Cuando Abrán regresaba de la derrota que le había impuesto a Codorlaomer y a los reyes que lo acompañaban, en el valle de Save, el valle del rey, le salió al encuentro el rey de Sodoma.

18 Entonces Melquisedec, rey de Salén, ofreció pan y vino. Y como era sacerdote del Dios Altísimo, 19 bendijo a Abrán diciendo:

“Bendito sea Abrán por el Dios Altísimo,

que hizo el cielo y la tierra,

20 y bendito sea el Dios Altísimo,

que entregó a tus enemigos en tus manos”.

Y Abrán le dio el diezmo de todo.

21 El rey de Sodoma dijo a Abrán:

“Dame mi gente y quédate con los bienes”. 22 Y Abrán le respondió: “Juro por el Señor, Dios Altísimo, creador de cielos y tierra, 23 que no tomaré ni un hilo ni una correa de sandalia de todo lo que posees, para que no puedas decir: ‘yo enriquecí a Abrán’. 24 No tomaré nada para mí, excepto lo que comieron mis servidores y la parte que corresponde a los que vinieron conmigo: Aner, Escol y Mambré. Que ellos tomen su parte”.

El Señor hizo una alianza con Abrán*

Gn 50,24; Éx 12, 40-41; Dt 29,13; Rom 4,1-12; Gál 3,6-9; Heb 8,6; 9,24-28; Sant 2,20-26 // 15,5: Rom 4,18; 15,6: Rom 4,3; Gál 3,6; Sant 2,23; 15,13-14: Hch 7,6-7

15 1 Después de lo sucedido, el Señor habló a Abrán en una visión y le dijo:

“No temas, Abrán.

Yo soy tu escudo,

tu recompensa será muy grande”.

2 Abrán respondió:

“Mi Dios y Señor, ¿qué me vas a dar si yo me voy sin dejar hijos y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?”. 3 Y añadió: “Mira que no me has dado descendencia y un criado de mi casa será mi heredero”. 4 Entonces le fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: “Él no será tu heredero, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas”.

5 Después lo llevó fuera y le dijo: “Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas”, y añadió: “así será tu descendencia”. 6 Él creyó al Señor, quien por eso lo consideró justo, 7 y le dijo: “Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra en propiedad”.

8 Abrán le preguntó: “Señor mío, ¿cómo sabré que será mi propiedad?”

9 Y el Señor le respondió: “Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos de tres años, una paloma y un pichón”. 10 Le trajo todo y lo partió en dos por la mitad, poniendo cada mitad enfrente de la otra, pero no partió las aves. 11 Entonces las aves de rapiña descendieron sobre los animales sacrificados, pero Abrán las espantaba. 12 Al ponerse el sol cayó un sueño profundo sobre Abrán, y de pronto un terror y una gran oscuridad lo invadieron.

13 El Señor dijo entonces a Abrán: “Debes saber que tus descendientes serán extranjeros en un país ajeno, donde serán esclavos y los humillarán por cuatrocientos años. 14 Pero yo castigaré a la nación a la que servirán, de la que finalmente saldrán con muchos bienes. 15 Tú te reunirás en paz con tus padres y serás sepultado después de una vejez feliz. 16 Ellos, en cambio, volverán aquí en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad de los amorreos”.

17 Cuando se puso el sol y se produjo una densa oscuridad, apareció un horno ardiente y una antorcha de fuego que pasó entre los animales partidos por la mitad. 18 Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrán, y determinó: “A tu descendencia le doy esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates: 19 el país de los quineos, quineceos, cadmeneos, 20 hititas, pereceos, refaítas, 21 amorreos, cananeos, guergueseos y jebuseos”.

 

Darás a luz un hijo al que llamarás Ismael*

Gn 21,9-21; 30,1-13; Éx 33,23; Gál 4,21-31

16 1 Saray, la mujer de Abrán, no le había dado hijos, pero tenía una esclava egipcia llamada Agar. 2 Saray dijo entonces a Abrán: “Mira, el Señor me ha privado de tener hijos. Te ruego que te acuestes con mi esclava, quizás así llegue a tenerlos”. Y Abrán aceptó el pedido de Saray.

3 Ya hacía diez años que Abrán habitaba en la tierra de Canaán, cuando Saray, la esposa de Abrán, tomó a su esclava egipcia Agar y se la dio por mujer a su esposo. 4 Él se acostó con Agar, que concibió, y al verse encinta comenzó a despreciar a su señora.

5 Saray dijo entonces a Abrán: “Tú eres responsable de las injurias que estoy recibiendo. Dejé mi esclava en tus brazos y luego ella, al estar encinta, me mira con desprecio. ¡Que el Señor sea juez entre nosotros dos!”. 6 Abrán respondió a Saray: “Tu esclava te pertenece. Puedes hacer con ella lo que te parezca bien”. Y Saray la maltrató, de modo que ella huyó de su lado.

7 El ángel del Señor la encontró en el desierto, junto a la fuente que está en el camino a Sur. 8 Y le dijo: “Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?” Ella respondió: “Estoy huyendo de mi señora Saray”.

9 “Vuelve a tu señora, y sométete a ella”, le dijo el ángel del Señor. 10 Y añadió: “Multiplicaré tanto tu descendencia, que por su gran número no se podrá contar”. 11 El ángel del Señor le dijo además:

“Estás encinta y darás a luz un hijo,

al que llamarás Ismael,

porque el Señor escuchó tu sufrimiento.

12 Será un hombre que vivirá como un asno salvaje,

su mano se levantará contra todos,

y la mano de todos se levantará contra él,

porque vivirá enfrentado a sus hermanos”.

13 Y ella invocó al Señor que le había hablado: “Tú eres El Roí”,* porque dijo: “¿Acaso no he visto al Señor que me vio?”. 14 Por eso, el pozo que está entre Cadés y Bared se llama: Pozo de Lajai Roí.

15 Agar dio un hijo a Abrán, y al hijo que había tenido Agar, Abrán lo llamó Ismael. 16 Abrán tenía ochenta y seis años cuando Agar le dio su hijo Ismael.

Deberán ser circuncidados*

Éx 32,13; Eclo 44,19-21; Jn 8,56; Rom 4,11-12; Gál 4,23-24 // 17,8: Gál 3,16; 17,15-16: Rom 4,17; 17,18-19: Hch 7,5

17 1 Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso,* compórtate de una manera perfecta en mi presencia, 2 para que pueda establecer mi alianza contigo y multiplicarte inmensamente”.

3 Abrán se postró en tierra, y Dios le dijo: 4 “Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás el padre de una multitud de naciones. 5 No te llamarán más Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, porque te he hecho padre de una multitud de naciones. 6 Te haré inmensamente fecundo, te convertiré en naciones, y reyes saldrán de ti. 7 Establezco entonces mi alianza contigo y tus descendientes por generaciones como una alianza eterna, para ser tu Dios y el de tu descendencia. 8 A ti y a tus descendientes les doy la tierra donde habitas: toda la tierra de Canaán como propiedad perpetua. Y yo seré su Dios”.

9 Y Dios continuó diciendo a Abrahán: “Cumplan mi alianza, tú y tus descendientes de generación en generación. 10 Esta es mi alianza que ustedes y sus descendientes deben observar conmigo: circuncidar a todos los varones. 11 Circuncidarán la carne de sus prepucios, y esta será la señal de mi alianza con ustedes. 12 Ocho días después de haber nacido, todos los varones que haya entre ustedes, por todas las generaciones, serán circuncidados, incluyendo al esclavo nacido en casa o al no nacido en tu familia, adquirido de cualquier extranjero a cambio de dinero. 13 Deberán ser circuncidados el esclavo nacido en tu casa como el adquirido con tu dinero. Así ustedes tendrán mi alianza marcada en su carne como alianza eterna. 14 Si hay un varón que no haya circuncidado la carne de su prepucio, será extirpado de su pueblo por violar mi alianza”.

15 Dios dijo además a Abrahán: “En cuanto a tu mujer Saray, no la llamarás más Saray sino que su nombre será Sara. 16 La bendeciré y también te daré un hijo de ella. La bendeciré y engendrará naciones; reyes de pueblos saldrán de ella”. 17 Abrahán se postró en tierra y se rio mientras se preguntaba: “¿Puede nacerle un hijo a un hombre de cien años, y Sara dar a luz a los noventa?”. 18 Y dijo a Dios: “¡Que al menos Ismael pueda vivir en tu presencia!”.

19 Pero Dios lo corrigió: “No, Sara tu mujer te dará un hijo y lo llamarás Isaac, y yo mantendré mi alianza con él como alianza eterna para sus descendientes. 20 Y en cuanto a Ismael también te he escuchado: Mira, lo bendigo, lo haré fecundo y lo multiplicaré inmensamente. Engendrará doce príncipes y haré de él una gran nación. 21 Pero mi alianza la confirmaré con Isaac que Sara te dará a luz el año que viene para esta misma fecha”.

22 Cuando Dios terminó de hablar con Abrahán, se retiró. 23 Entonces Abrahán tomó a su hijo Ismael, a los esclavos nacidos en su casa o comprados con su dinero, a todos los varones entre las personas de su casa, y ese mismo día circuncidó la carne de sus prepucios, como Dios le había dicho. 24 Abrahán tenía noventa y nueve años 25 y su hijo Ismael trece años, cuando fueron circuncidados. 26 Abrahán y su hijo Ismael fueron circuncidados el mismo día, 27 y todos los varones de su casa, nacidos en ella o comprados a extranjeros, fueron circuncidados con él.

Sara tendrá un hijo*

Jue 13,3; Jr 32,17.27; Mt 19,26; Lc 1,37; Heb 13,2 // 18,10.14: Rom 9,9

18 1 El Señor se apareció a Abrahán junto a las encinas de Mambré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora calurosa del día. 2 De pronto levantó la vista y vio a tres hombres de pie cerca de él. Al verlos, corrió desde la puerta de la carpa, se postró en tierra para saludarlos, 3 y dijo: “Señor mío, si puedo contar con tu favor, no pases de largo junto a tu servidor. 4 Que traigan un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen bajo el árbol. 5 Traeré un pedazo de pan para que se fortalezcan y puedan seguir caminando, ya que han querido pasar junto a su servidor”. Ellos respondieron: “Está bien, puedes hacer como dijiste”.

6 Abrahán fue en seguida a la carpa de Sara y le dijo: “¡Rápido, amasa tres medidas de harina fina para hacer panes!”. 7 Abrahán corrió hacia el ganado, eligió un ternero tierno, de lo mejor, y se lo dio al servidor, que se apresuró a prepararlo. 8 Tomó luego cuajada, leche y el ternero preparado y lo presentó ante ellos. Abrahán se mantuvo de pie debajo del árbol junto a ellos mientras comían.

9 Le preguntaron: “¿Dónde está Sara, tu mujer?”. “Ahí, en la carpa”, contestó. 10 Uno de ellos dijo entonces: “Con toda seguridad, dentro de un año volveré y verás que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Sara estaba en la carpa, detrás del que hablaba, escuchando del otro lado de la puerta.

11 Abrahán y Sara eran ancianos entrados en años, y Sara ya no tenía menstruación. 12 Por eso Sara se rio para sí, diciendo: “Después de envejecer, ¿podré tener placer con mi esposo ya viejo?”. 13 Pero el Señor le dijo a Abrahán: “¿Por qué se rio Sara diciendo: ‘Podré realmente dar a luz, siendo ya vieja?’. 14 ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? El año próximo, en esta misma fecha, volveré a ti y Sara tendrá un hijo”. 15 Sara lo negó diciendo: “No me reí”, porque tenía miedo, pero el Señor le dijo: “Sí, te reíste”.

¿Vas a destruir al inocente con el culpable? *

Is 1,7-17; Jr 5,1; 23,14; Sant 5,16 // 18,18: Gál 3,8

 

16 Los hombres se levantaron de allí para dirigirse a Sodoma, y Abrahán iba con ellos para despedirlos. 17 Mientras tanto, el Señor se preguntaba: “¿Debo ocultar a Abrahán lo que estoy por hacer, 18 ahora que Abrahán llegará a ser una nación grande y poderosa, de tal modo que en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra? 19 Porque yo lo conozco y sé que mandará a sus hijos y a sus descendientes que se mantengan en el camino del Señor, haciendo lo que es justo y recto. Así podrá el Señor concederle a Abrahán lo que le prometió”.

20 El Señor dijo: “El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado es tan grave 21 que bajaré para ver si se comportan tan mal como la queja que me ha llegado en su contra. Si no, lo sabré”. 22 Dos de los hombres se marcharon de allí y fueron a Sodoma, mientras Abrahán permanecía todavía de pie frente al Señor.

23 Abrahán se aproximó y preguntó: “¿Vas a destruir al inocente con el culpable? 24 Si hubiera cincuenta inocentes en la ciudad, ¿aun así la destruirías y no la perdonarías en consideración a los cincuenta justos que hay en ella? 25 ¡Lejos de ti hacer una cosa así: matar al inocente con el culpable, tratando a ambos por igual. Lejos de ti que el juez de toda la tierra no haga justicia!”. 26 Entonces el Señor respondió: “Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todo el lugar”.

27 Abrahán volvió a decir: “Mira, me atrevo a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. 28 Si acaso faltan cinco para los cincuenta inocentes, ¿destruirás acaso toda la ciudad por los cinco que faltan?”. Contestó el Señor: “No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco”.

29 Pero Abrahán añadió: “Quizás se encuentren allí cuarenta”. A lo que el Señor respondió: “No lo haré en consideración a los cuarenta”.

30 Abrahán insistió: “No se enoje mi Señor, si continúo: quizás se encuentren allí treinta”. Y el Señor dijo: “No lo haré si encuentro allí treinta”.

31 Él dijo: “Mira, me atrevo aún a decir a mi Señor: quizás se encuentren allí veinte”. El Señor respondió: “No la destruiré en consideración a los veinte”.

32 Abrahán añadió: “No se enoje mi Señor si hablo por última vez: quizás se encuentren allí diez”. El Señor respondió: “No la destruiré en consideración a los diez”.

33 El Señor se fue cuando acabó de hablar con Abrahán, y este volvió a su lugar.

 

Azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra*

Jue 19,23-24; Ez 16,48-50; Sab 10,6-7; Mt 11,23-24; Lc 10,12; 2 Pe 2,6; Jds 7

19 1 Por la tarde, los dos mensajeros llegaron a Sodoma y Lot estaba sentado junto a la puerta de la ciudad. Al verlos, se levantó para saludarlos, se postró con el rostro en tierra 2 y les dijo: “Por favor, entren a la casa de su servidor para pasar la noche y lavarse los pies. Mañana se levantarán temprano y seguirán su camino”. Pero ellos respondieron: “No. Pasaremos la noche en la plaza”. 3 Él les insistió tanto que se fueron con él y entraron a su casa, donde les preparó una buena comida, cocinó panes sin levadura, y ellos comieron.

4 Antes de que ellos se acostaran, todos los hombres de la ciudad, desde los jóvenes hasta los viejos, todo el pueblo sin excepción, rodearon la casa 5 y llamaron a Lot gritando: “¿Dónde están los hombres que llegaron a tu casa esta noche? Sácalos para que abusemos de ellos”. 6 Lot salió para hablarles en la entrada, cerró la puerta detrás de él, 7 y les dijo: “Les ruego, hermanos, que no hagan esa maldad. 8 Miren, aquí tengo dos hijas que no han tenido relaciones con ningún hombre. Yo las sacaré y ustedes hagan con ellas como bien les parezca, pero a estos hombres no les hagan nada porque han venido a hospedarse bajo mi techo”.

9 Le contestaron: “¡No te entrometas! ¡Uno que vino como inmigrante ya quiere ser juez! Ahora te trataremos peor que a ellos”. Y lanzándose contra Lot con violencia, intentaron romper la puerta. 10 Los dos hombres extendieron su mano, metieron a Lot con ellos en la casa, cerraron la puerta, 11 y dejaron ciegos a pequeños y grandes, de modo que ya no podían encontrar la entrada.

12 Entonces los hombres preguntaron a Lot: “¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a los yernos, a tus hijos e hijas, y a todo el que tengas en la ciudad, 13 porque nosotros vamos a destruir este lugar. El Señor nos ha enviado para destruirlo, porque el clamor contra ellos es grande ante él”. 14 Lot salió para hablar con sus yernos, que estaban por casarse con sus hijas, y les dijo: “¡Vamos! Salgan de este lugar, porque el Señor está por destruir la ciudad”. Pero a sus yernos les parecía que bromeaba.

15 Al despuntar la mañana, los mensajeros apresuraban a Lot, diciéndole: “¡Rápido! Toma a tu esposa y a tus dos hijas que se encuentran aquí, para que no perezcas cuando la ciudad sea castigada”. 16 Él se retrasaba, pero los hombres lo tomaron de la mano a él, a su mujer y a sus hijas, y por la misericordia que el Señor tuvo con él, lo sacaron y lo dejaron fuera de la ciudad. 17 Una vez que los llevaron fuera, uno le dijo: “Huye para salvar tu vida, no mires atrás y no te detengas en los alrededores. Huye a la montaña, no sea que te destruyan”. 18 Lot respondió: “No, por favor, Señor mío. 19 Considera que has mirado con benevolencia a tu servidor y has multiplicado tu bondad en lo que has hecho conmigo para salvarme la vida. Pero yo no podría escapar a la montaña, porque antes me alcanzaría la destrucción y moriría. 20 Mira, allí cerca hay una ciudad a la que podré huir; es una ciudad muy pequeña. Permíteme huir hacia allá. Es una ciudad pequeña pero en ella salvaré la vida. 21 Él le respondió: “Bien, te concedo también esta petición de no destruir la ciudad de la que hablas. 22 Apresúrate, huye hacia allá, porque no puedo hacer nada antes de que llegues allí”. Por eso la ciudad se llamó Soar.*

23 El sol se asomaba sobre la tierra, cuando Lot llegaba a Soar. 24 Entonces el Señor hizo llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. 25 Destruyó aquellas ciudades, todos los alrededores, todos los habitantes de las ciudades y la vegetación de la tierra. 26. La mujer de Lot miró hacia atrás, y se convirtió en una columna de sal.

  1. Por la mañana, Abrahán se levantó muy temprano y fue al lugar donde había estado en presencia del Señor. 28 Miró hacia Sodoma, Gomorra y toda la superficie de los alrededores, y vio que desde la tierra subía humo como de un horno. 29 Cuando destruyó las ciudades de los alrededores, Dios se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe al arrasar las ciudades en las que habitaba. 30 Lot temió permanecer en Soar, y subió desde allí para vivir en la montaña con sus dos hijas. Él y ellas se instalaron en una cueva.

31 La mayor dijo entonces a la menor: “Nuestro padre es anciano y no hay hombres en la región para unirse con nosotras, según la costumbre de todo el mundo. 32 Vamos a dar de beber vino a nuestro padre y nos acostaremos con él, así tendremos descendientes de nuestro padre”. 33 Aquella noche le dieron de beber vino a su padre y la mayor fue y se acostó con él, sin que él se diera cuenta cuándo ella se acostó y cuándo se levantó. 34 A la mañana siguiente, la mayor dijo a la menor: “Mira, anoche me acosté con mi padre. Esta noche también le daremos a beber vino, y luego te acostarás con él para que así tengamos descendientes de nuestro padre”. 35 Esa misma noche volvieron a dar de beber vino a su padre. Fue la menor y se acostó con él, que no supo cuándo ella se acostó y cuándo se levantó.

36 Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. 37 La mayor dio a luz un hijo que llamó Moab, el padre de los actuales moabitas. 38 Y la menor también dio a luz un hijo que llamó Ben-Amí, el padre de los actuales amonitas.   

 

La mujer que tomaste tiene marido*

Gn 12,10-20; 26,1-11; 2 Sam 13,1.12-13; Sal 105,12-15

 

20 1 Abrahán se dirigió desde allí a la región del Négueb y fue a establecerse entre Cadés y Sur. Cuando vivía en Guerar, 2 Abrahán decía de Sara, su mujer: “Ella es mi hermana”. Entonces Abimélec, rey de Guerar, tomó a Sara por esposa. 3 Pero por la noche Dios se manifestó a Abimélec en sueños y le dijo: “Mira, morirás por causa de la mujer que tomaste, porque ella tiene marido”. 4 Como Abimélec no se había acercado a ella, contestó: “¿Señor, vas a matar a alguien aunque sea inocente? 5 ¿No me dijo él que ella era su hermana, y ella misma que él era su hermano? ¡Yo he actuado de buena fe y con las manos limpias!”. 6 Dios le respondió en sueños: “Yo sé que actuabas de buena fe; por eso impedí que pecaras contra mí y no permití que la tocaras. 7 Pero ahora devuelve la mujer al marido. Él es un profeta e intercederá por ti para que vivas. Pero debes saber que, si no la devuelves, ciertamente morirás con todos los tuyos”.

8 Por la mañana, Abimélec se levantó temprano y llamó a todos sus servidores para contarles todo lo que había pasado. Entonces todos esos hombres se llenaron de un gran temor. 9 Después Abimélec llamó a Abrahán y le reprochó: “¿Qué nos has hecho? ¿En qué te ofendí para que traigas sobre mí y sobre mi reino una culpa tan grande? Lo que has hecho contra mí es algo que no se debe hacer”. 10 Y añadió: “¿Qué pretendías cuando hiciste tal cosa?”.

11 Abrahán respondió: “Pensé que seguramente no habría temor de Dios en este lugar y me matarían por causa de mi mujer. 12 Por otra parte, ella es en verdad mi hermana, porque es hija de mi padre, pero no de mi madre; y ahora es mi esposa. 13 Cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, le dije: ‘en todos los lugares a donde vayamos, dirás siempre que yo soy tu hermano’”.

14 Entonces Abimélec le obsequió a Abrahán ovejas y vacas, esclavos y esclavas, 15 y le dijo: “Mira, ahí tienes mi país; quédate a vivir donde mejor te parezca”. 16 Y a Sara le dijo: “Debes saber que he dado a tu hermano mil monedas de plata, para que tú y todos los tuyos olviden lo que ha sucedido, y de esta manera tu honor quede a salvo”.

17 Abrahán oró a Dios, y Dios sanó a Abimélec y a su mujer. Y a las servidoras les concedió que pudieran tener hijos, 18 porque el Señor había hecho estériles a todas las mujeres en la casa de Abimélec por causa de Sara, la mujer de Abrahán.

 

Sara concibió y dio un hijo a Abrahán*

Gn 17,19.21; 50,24; Gál 4,28; Heb 11,11

21 1 De acuerdo con su promesa, el Señor hizo a Sara lo que le había dicho. 2 En el tiempo señalado por Dios, Sara, en su vejez, concibió y dio un hijo a Abrahán. 3 Y al hijo que le dio Sara, Abrahán lo llamó Isaac. 4 A los ocho días, Abrahán circuncidó a su hijo Isaac, según le había ordenado Dios. 5 Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac.

6 Sara dijo entonces: “El Señor me ha hecho reír, y todos los que lo oigan reirán conmigo”. 7 Y añadió: “¿Quién hubiera dicho a Abrahán que Sara amamantaría hijos? ¡Y, sin embargo, le he dado un hijo en su vejez!”.

 8 El niño creció, y el día que fue destetado Abrahán hizo una gran fiesta.

 

Al hijo de la esclava lo haré una gran nación*

Gn 16,11; Jue 20,1; Gál 4,21-31 // 21,10: Gál 4,30; 21,12: Rom 9,7; Heb 11,18

9 Sara vio que el hijo que la egipcia Agar le había dado a Abrahán jugaba con su hijo Isaac.10 Entonces dijo a Abrahán: “Despide a esa esclava y a su hijo, porque mi hijo Isaac no compartirá la herencia con el hijo de esa esclava”. 11 El asunto desagradó mucho a Abrahán porque se trataba de su hijo. 12 Pero Dios dijo a Abrahán: “No te angusties por el muchacho y tu esclava. Escucha todo lo que diga Sara, porque la descendencia que llevará tu nombre será la de Isaac. 13 Y al hijo de la esclava también lo haré una nación, porque él es tu descendiente”.

14 Por la mañana, Abrahán se levantó temprano, tomó pan y un recipiente con agua y se los dio a Agar, puso al niño sobre su hombro y la despidió. Ella se marchó y anduvo errante por el desierto de Berseba. 15 Cuando se terminó el agua del recipiente, puso al niño debajo de uno de los arbustos. 16 Fue y se sentó enfrente, a una distancia como de tiro de arco, porque se decía: “¡No quiero ver morir al niño!”. Se sentó enfrente y lloraba a gritos.

17 Dios oyó el llanto del niño, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, diciéndole: “¿Qué te sucede, Agar? No temas, porque Dios ha escuchado el llanto del niño allí mismo donde está. 18 ¡Levántate, toma al niño y llévalo de la mano, porque haré de él una gran nación!”. 19 Entonces Dios le abrió sus ojos para que viera un pozo de agua. Ella fue, llenó el recipiente de agua y le dio de beber al niño. 20 Dios protegió al niño, que creció y habitó en el desierto llegando a ser un experto con el arco. 21 Habitaba en el desierto de Farán, y su madre consiguió para él una mujer del país de Egipto.                                           

Abrahán y Abimélec hicieron un pacto*

Gn 26,15-25; Jos 13,13; Jue 16,4-31

22 En ese tiempo sucedió que Abimélec, acompañado de Picol, jefe de su ejército, dijo a Abrahán: “Dios está contigo en todo lo que haces. 23 Júrame entonces aquí por Dios, que no me engañarás a mí, ni a mis hijos, ni a mis descendientes, sino que con la misma lealtad con que te traté, me tratarás a mí y al país donde habitas”.

24 Y Abrahán respondió: “Lo juro”. 25 Pero Abrahán reprochó a Abimélec con motivo del pozo de agua que sus servidores le habían arrebatado por la fuerza. 26 Entonces Abimélec le dijo: “No sé quién hizo tal cosa, pero tú tampoco me informaste ni yo había oído nada hasta el día de hoy”.

27 Abrahán le dio ovejas y vacas a Abimélec, y los dos hicieron un pacto. 28 Además, Abrahán separó siete corderas del rebaño. 29 Y Abimélec le preguntó a Abrahán: “¿Para qué son esas siete corderas que has puesto aparte?”. 30 Él contestó: “Debes recibir estas siete corderas de mi parte, para que me sirvan de prueba que yo he cavado este pozo”. 31 Por eso puso de nombre Berseba a ese lugar, porque allí los dos hicieron el juramento.

32 Después de haber hecho el pacto en Berseba, Abimélec y Picol, jefe de su ejército, se levantaron y volvieron al país de los filisteos. 33 Abrahán plantó un tamarisco en Berseba e invocó allí el nombre del Señor, Dios eterno. 34 Abrahán vivió mucho tiempo en el país de los filisteos.

Dios puso a prueba a Abrahán*

Lv 20,1-5; 2 Re 16,1-4; 1 Mac 2,52; Eclo 44,20; Sab 10,5; Heb 11,17-19; Sant 2,21 // 22,17: Heb 6,14; 22,18: Hch 3,25

22 1 Después de estas cosas Dios puso a prueba a Abrahán y lo llamó: “¡Abrahán!”. Él respondió: “Aquí estoy”. 2 Entonces Dios le dijo: “Toma a tu hijo, al único que tienes, a Isaac, al que amas, y llévalo al país de Moria. Allí lo sacrificarás en holocausto sobre uno de los montes que te indicaré”.

3 Por la mañana, Abrahán se levantó temprano, ensilló su asno, llevó con él a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, cortó en pedazos la leña para el sacrificio, y emprendió el viaje hacia el lugar que Dios le había dicho. 4 Al tercer día, Abrahán levantó la mirada y vio el lugar desde lejos. 5 Entonces dijo a sus servidores: “Quédense aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá para hacer adoración, y después volveremos a donde están ustedes”. 6 Abrahán tomó la leña para el sacrificio, la cargó sobre su hijo Isaac, él mismo tomó el fuego y el cuchillo, y los dos juntos comenzaron a caminar.

7 Isaac se dirigió a su padre Abrahán, diciéndole: “¡Padre mío!”, y él respondió: “Aquí estoy, hijo mío”. E Isaac le preguntó: “Aquí tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. 8 Abrahán respondió: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”, y continuaron caminando juntos. 9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abrahán construyó allí el altar y dispuso la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. 10 Abrahán extendió su mano para tomar el cuchillo y sacrificar a su hijo. 11 Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo diciendo: “¡Abrahán, Abrahán!”, y él respondió: “¡Aquí estoy!”. 12 Y el ángel continuó: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, porque ahora veo que respetas a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, a tu hijo único. 13 Abrahán levantó la vista y vio un carnero con los cuernos enredados en un matorral. Abrahán se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 14 Abrahán llamó a ese lugar “el Señor proveerá”, y por eso todavía hoy se dice: “En la montaña, el Señor proveerá”.

15 El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo, 16 y le dijo: “Juro por mí mismo, palabra del Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo, a tu hijo único, 17 te colmaré de bendiciones, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y la arena que está en la orilla del mar. Ellos conquistarán las ciudades de tus enemigos. 18 Porque me has obedecido, todas las naciones de la tierra serán bendecidas a través de tu descendencia”.

19 Abrahán regresó a donde estaban sus servidores, y entonces partieron y fueron juntos a Berseba. Y Abrahán se quedó a vivir en Berseba.

 

Los hijos de tu hermano Najor*

Gn 11,27.29; 24

20 Después de estas cosas, le informaron a Abrahán: “Mira, también Milcá ha dado hijos a tu hermano Najor: 21 Uz el primogénito, Buz su hermano y Camuel, padre de Aram; 22 Quésed, Jazó, Pildás, Yidlaf y Batuel”. 23 Batuel fue padre de Rebeca. Esos ocho hijos dio Milcá a Najor, hermano de Abrahán. 24 Y su concubina, llamada Reumá, fue la madre de Tebaj, Gaján, Tajás y Maacá.

La cueva de Macpelá, como propiedad*

Gn 35,29; Heb 11,9.13

23 1 Sara vivió ciento veintisiete años 2 y murió en Quiriat Arbé -es decir, Hebrón- en el país de Canaán. Abrahán hizo duelo por ella y la lloró. 3 Después dejó a su difunta y fue a hablar a los hititas en estos términos: 4 “Soy un forastero residente entre ustedes. Permítanme tener como propiedad entre ustedes, un sepulcro en el que pueda sepultar a mi difunta. 5 Los hititas respondieron a Abrahán diciéndole: 6 “Escúchanos, señor mío. Tú eres un príncipe de Dios entre nosotros; sepulta a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros, porque ninguno de nosotros te negará su sepultura para enterrar a tu difunta”.

7 Abrahán se levantó, y después de hacer una reverencia a todos los hititas, la gente del lugar, 8 les habló de esta manera: “Si ustedes desean que sepulte a mi difunta, escúchenme e intercedan por mí ante Efrón, hijo de Sojar, 9 para que me venda la cueva de Macpelá, que es posesión suya y está en el límite de su campo. Que me la venda por su precio justo, para que yo sea propietario de una sepultura entre ustedes”.

10 Efrón el hitita, que estaba sentado en medio de la gente de su pueblo, respondió a Abrahán en presencia de los hititas y de todos los que entraban por la puerta de su ciudad, diciendo: 11 “No, mi señor, escúchame: te doy el campo y también te doy la cueva que está en él. Te la doy en presencia de la gente de mi pueblo. Entierra a tu difunta”. 12 Abrahán volvió a hacer una reverencia ante toda la gente del lugar 13 y respondió a Efrón en presencia de todo el pueblo: “Te pido que me escuches. Te doy el precio del campo, recíbelo y así podré enterrar allí a mi difunta”.

14 Efrón replicó a Abrahán diciéndole: 15 “Escucha, mi señor: el terreno vale cuatro kilos de plata, ¿qué es eso para ti y para mí? Entierra entonces a tu difunta”. 16 Abrahán aceptó la propuesta que había hecho Efrón, y en presencia de los hititas pesó para él los cuatro kilos de plata, según se calcula entre los comerciantes.

17 Así fue como el campo de Efrón que está en Macpelá frente a Mambré, el campo y la cueva que hay en él, y todos los árboles que rodean el campo a lo largo de todos sus límites, pasaron 18 a Abrahán como propiedad, siendo testigos los hititas y todos los que entraban por la puerta de la ciudad. 19 Después Abrahán sepultó a Sara, su esposa, en la cueva del campo de Macpelá, frente a Mambré -es decir, Hebrón- en tierra de Canaán. 20 De esta manera, el campo y la cueva que está en él, que eran de los hititas, pasaron a ser propiedad de Abrahán, para que tuviera allí un sepulcro.

 

Una mujer para mi hijo Isaac*

Éx 34,15-16; Dt 7,3-4; Jue 6,36-40; 1 Sm 14,6-10; Esd 9,2 // 24,7: Gál 3,16

24 1 Abrahán era ya muy anciano y el Señor lo había bendecido en todo. 2 Entonces dijo al servidor más antiguo de su casa, que administraba todas sus posesiones: “Coloca tu mano debajo de mi muslo. 3 Quiero que jures por el Señor, Dios del cielo y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en medio de los que habito. 4 Por el contrario, irás a mi tierra, a casa de mis parientes, para tomar mujer para mi hijo Isaac”. 5 El servidor le preguntó: “Quizás la mujer no quiera seguirme a esta tierra, ¿debo entonces llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?”.

6 Abrahán le respondió: “¡De ninguna manera lleves allá a mi hijo! 7 El Señor, Dios del cielo, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra donde nací, que me prometió y juró diciendo ‘Esta tierra la daré a tu descendencia’, él enviará su ángel delante de ti para que tomes de allá una mujer para mi hijo. 8 Y si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este juramento, pero no lleves a mi hijo hasta allá”. 9 El servidor puso su mano debajo del muslo de Abrahán su señor, y le juró sobre este asunto.

10 El servidor tomó diez de los camellos de su señor y llevando toda clase de objetos preciosos de su amo, partió hacia Aram Najarain, la ciudad de Najor. 11 Hizo detener los camellos fuera de la ciudad, junto al pozo, a la hora del atardecer, cuando las mujeres van en busca de agua. 12 Y oró: “Señor, Dios de mi señor Abrahán, dame suerte hoy y muestra tu benevolencia con mi señor Abrahán. 13 Aquí estoy junto a la fuente, y las hijas de los habitantes de la ciudad están viniendo para sacar agua. 14 Que la joven a la que le diga: ‘Inclina tu cántaro para que pueda beber’, y responda: ‘Bebe, y también daré de beber a tus camellos’, sea la que hayas destinado para tu servidor Isaac. Así sabré que muestras tu benevolencia con mi señor”.

15 No había acabado de hablar, cuando Rebeca, la hija de Batuel, el hijo de Milcá, la mujer de Najor, hermano de Abrahán, llegó con su cántaro al hombro. La joven era muy bella y todavía era virgen porque no había tenido relaciones con ningún hombre. Bajó a la fuente, llenó su cántaro y subió. 17 El servidor corrió para alcanzarla y le dijo: “Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro”. 18 Y ella respondió: “Bebe, mi señor”, y se apresuró a bajar su cántaro entre las manos para dejarle beber. 19 Cuando terminó de darle de beber, añadió: “También sacaré agua para tus camellos hasta que se hayan saciado”.

20 Con rapidez vació su cántaro en el bebedero y corrió otra vez hasta el pozo a sacar agua para todos sus camellos. 21 Mientras tanto el hombre la observaba en silencio, para llegar a saber si el Señor había hecho exitoso su viaje o no. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro de casi seis gramos y se lo puso en su nariz, así como dos brazaletes de ciento veinte gramos de oro para sus brazos. 23 Y le preguntó: ¿De quién eres hija? Dímelo, por favor. ¿En la casa de tu padre hay lugar para que pasemos la noche?” 24 Ella le respondió: “Yo soy hija de Batuel, el hijo que Milcá le dio a Najor”. 25 Y añadió: “También tenemos mucha paja, forraje y lugar para pasar la noche”. 26 Entonces el hombre se postró y adoró al Señor, 27 diciendo: “Bendito el Señor, Dios de mi señor Abrahán, que no ha dejado de mostrar su benevolencia y fidelidad para con mi señor. En cuanto a mí, el Señor me ha guiado por el camino a la casa de los hermanos de mi señor”.

28 La joven corrió a contar estas cosas a los de la casa de su madre. 29 Rebeca tenía un hermano de nombre Labán, que salió corriendo hacia el hombre que estaba junto a la fuente. 30 Cuando vio el anillo y los brazaletes en los brazos de su hermana, y escuchó las palabras de Rebeca que decía: “Así me habló el hombre”, fue entonces hacia el hombre, que aún estaba con los camellos junto a la fuente, 31 y le dijo: “¡Entra, bendito del Señor! ¿Por qué te quedas afuera? Yo he preparado la casa y un lugar para los camellos”. 32 Entonces entró en la casa, desensilló los camellos, les dio paja y forraje, y trajo agua para que el servidor de Abrahán y los hombres que lo acompañaban se lavaran los pies.

33 Cuando le sirvieron comida, el servidor de Abrahán dijo: “No comeré hasta que diga lo que debo decir”, y Labán respondió: “Habla”. 34 Él explicó entonces: “Yo soy servidor de Abrahán. 35 El Señor ha bendecido mucho a mi señor, que se ha enriquecido. Le ha dado ovejas y ganado, plata y oro, esclavos y esclavas, camellos y asnos. 36 Sara, la mujer de mi señor, le ha dado en su vejez un hijo a mi señor, al que ha dejado todo lo que posee. 37 Y me ha hecho jurar, diciéndome: ‘No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuyo país habito. 38 Irás, en cambio, a la casa de mi padre y a mi familia para tomar mujer para mi hijo’. 39 Dije entonces a mi señor: ‘Quizás la mujer no quiera venir conmigo’. 40 Me respondió: ‘El Señor, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo para que tu viaje tenga éxito y consigas para mi hijo una mujer de mi familia, de la casa de mi padre. 41 Solo quedarás libre de mi juramento, si vas a mi familia y no te la dan. Solo así estarás libre de mi juramento’. 42 Vine entonces hoy a la fuente, y oré: ‘Señor, Dios de mi señor Abrahán, si es tu voluntad, concédeme que tenga éxito el viaje en que ando. 43 Aquí estoy junto a la fuente. Que la joven que venga a sacar agua y yo le diga: ‘Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro’, 44 y ella me responda: ‘Bebe, y también sacaré agua para tus camellos’, sea la mujer que el Señor ha destinado para el hijo de mi señor’. 45 No había terminado de orar en mi corazón, cuando Rebeca se acercó con su cántaro al hombro, bajó a la fuente y sacó agua. Le dije entonces: ‘Por favor, dame de beber’. 46 Ella en seguida bajó su cántaro y dijo: ‘Bebe, y aun daré de beber a tus camellos’. Bebí, y ella dio de beber también a los camellos.

47 Le pregunté entonces: ‘¿De quién eres hija?’, y me respondió: ‘Soy hija de Batuel, hijo que Milcá le dio a Najor’. Al momento le puse el anillo en su nariz y los brazaletes en sus brazos. 48 Me postré, adoré y bendije al Señor, Dios de mi señor Abrahán, por haberme guiado por el recto camino para tomar la hija del hermano de mi señor para su hijo. 49 Y ahora, si está en ustedes mostrar benevolencia y fidelidad a mi señor, díganmelo, y si no también, para que sepa qué debo hacer”.

50 Labán y Batuel respondieron diciendo: “Del Señor ha venido esto, y no podemos decirte nada a favor o en contra. 51 Aquí está Rebeca ante ti, puedes tomarla y partir, para que llegue a ser esposa del hijo de tu señor, como lo ha dicho el Señor”. 52 Cuando el servidor de Abrahán escuchó su respuesta, se postró en tierra ante el Señor. 53 Luego sacó adornos de plata, de oro y vestidos para dárselos a Rebeca. También dio regalos a su hermano y a su madre.

54 Él y sus acompañantes comieron, bebieron y pasaron la noche. Al levantarse por la mañana, dijo el hombre: “Permítanme partir a casa de mi señor”. 55 Pero el hermano y la madre de ella dijeron: “Que la joven se quede con nosotros unos diez días, después se irá”. 56 Él les respondió: “No me demoren. Ya que el Señor ha hecho que mi viaje sea exitoso, déjenme partir para volver a mi señor”. 57 Ellos propusieron: “Llamemos a la joven y preguntémosle su opinión”. 58 Llamaron entonces a Rebeca y le preguntaron: “¿Te irás con este hombre?”, y ella contestó: “Me voy”. 59 Entonces ellos dejaron ir a su hermana Rebeca con su nodriza, y al servidor de Abrahán con sus hombres. 60 Y bendijeron a Rebeca diciéndole:

“Tú eres nuestra hermana;

que llegues a ser miles de millares

y que tus descendientes conquisten

las ciudades enemigas”.

61 Rebeca y sus servidoras se prepararon y montaron en los camellos para seguir al hombre. Entonces el servidor partió, llevando a Rebeca. 62 Mientras tanto Isaac había vuelto del pozo de Lajai-Roí y vivía en la región del Négueb. 63 Al caer la tarde, Isaac salió a pasear por el campo y al levantar la vista vio que se acercaban unos camellos. 64 También Rebeca alzó la vista, vio a Isaac y se bajó del camello. 65 Le preguntó entonces al servidor: “¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro por el campo?”. El servidor le contestó: “Él es mi señor”. Ella tomó el velo y se cubrió. 66 El servidor contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su madre, la tomó como esposa, la amó y así se consoló por la muerte de su madre.

 

Abrahán expiró siendo muy anciano*

1 Cr 1,32-33

 

25 1 Abrahán tomó otra esposa, que se llamaba Queturá. 2 Ella le engendró a Zimrán, Yocsán, Medán, Madián, Yisboc y Suaj. 3 Yocsán engendró a Sabá y Dedán, y los hijos de Dedán fueron los asuríes, los litusíes y los leumíes. 4 Y los hijos de Madián fueron Efá, Efer, Janoc, Abidá y Eldá. Todos estos fueron los hijos de Queturá.

5 Abrahán dio a Isaac todo cuanto tenía, 6 pero a los hijos de sus concubinas les dio regalos y, cuando todavía vivía, los separó de su hijo Isaac, enviándolos hacia el territorio de oriente. 7 Abrahán vivió ciento setenta y cinco años, 8 y expiró siendo muy anciano, colmado de años, y fue a reunirse con sus antepasados. 9 Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpelá, al borde del campo de Efrón, hijo de Sojar el hitita, frente a Mambré, 10 en el campo que Abrahán había comprado a los hititas. Abrahán fue sepultado allí junto a su esposa Sara. 11 Después de la muerte de Abrahán, Dios bendijo a su hijo Isaac, que se estableció en la cercanía del pozo de Lajai-Roí.

 

Estos son los descendientes de Ismael

Gn 17,20; 1 Cr 1,29-31

12 Estos son los descendientes de Ismael, el hijo que Agar, la esclava egipcia de Sara, le dio a Abrahán. 13 Estos son los nombres de los hijos de Ismael por orden de nacimiento: Nebayot, el primogénito de Ismael, Quedar, Adbel, Mibsán, 14 Mismá, Dumá, Masá, 15 Adad, Temá, Yetur, Nafís y Quedmá. 16 Estos son los hijos de Ismael y sus nombres según sus aldeas y campamentos, con sus doce jefes, uno para cada tribu.

17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Expiró, murió y fue a reunirse con sus antepasados. 18 Los ismaelitas habitaron desde Javilá hasta Sur, frente a Egipto en la ruta a Asiria, estableciéndose frente a todos sus hermanos.

  1. Historia de Isaac, Esaú y Jacob*

 

  1. Isaac y sus hijos: Esaú y Jacob. Enemistad*«

Esaú vendió su primogenitura a Jacob*

Jos 24,4; Abd 1,4; Sal 113,9; Heb 12,16 // 25,23: Rom 9,12

19 Esta es la historia de Isaac, el hijo de Abrahán: Abrahán engendró a Isaac. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando tomó por esposa a Rebeca, hija de Batuel, el arameo de Padán Aram, y hermana de Labán el arameo.

21 Isaac oró al Señor por su mujer, porque ella era estéril. El Señor lo escuchó y Rebeca quedó encinta. 22 Pero los hijos luchaban en el vientre de Rebeca, que exclamó: “¿Si esto es así, para qué vivir?”, y fue a consultar al Señor. 23 El Señor le contestó: “Dos naciones hay en tu vientre y dos pueblos se separarán desde tus entrañas, un pueblo más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor”.

24 Cuando llegó el día del parto, resultó que nacieron mellizos. 25 Salió entonces el primero pelirrojo, como cubierto completamente por un manto de vello, y lo llamaron Esaú. 26 Después salió su hermano, que con su mano sujetaba el talón de Esaú, de modo que lo llamaron Jacob. Isaac los engendró cuando tenía sesenta años.

27 Los jóvenes crecieron. Esaú fue hombre experto en la caza y en los trabajos del campo, mientras que Jacob era un hombre tranquilo que habitaba en carpas. 28 Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer lo que él cazaba, mientras que Rebeca prefería a Jacob.

29 Un día Jacob estaba cocinando un guiso, cuando llegó Esaú, que volvía cansado del campo, 30 y le dijo a Jacob: “Por favor, déjame comer de esa comida rojiza, porque estoy agotado”. Por eso se le llamó Edom. 31 Y Jacob le dijo: “Véndeme ahora mismo tu derecho de primogénito”. 32 Esaú respondió: “Mira, me muero de hambre, ¿para qué me sirven los derechos que tengo por haber nacido primero?” 33 Jacob insistió: “¡Júramelo primero!”. Él se lo juró y le vendió su primogenitura a Jacob. 34 Jacob dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Este comió, bebió, se levantó y se fue. De esta manera Esaú menospreció los derechos de hijo mayor.

Isaac volvió a excavar los pozos de agua*

Gn 12,10-20; 20,1-18 // 26,4: Hch 3,25

26 1 En la región se produjo un período de hambre, distinto del primero que hubo en tiempos de Abrahán. Entonces Isaac se fue a Guerar, con Abimélec, que era el rey de los filisteos.

2 El Señor se le apareció y le dijo: “No bajes a Egipto. Quédate a vivir en la tierra que yo te diga; 3 reside en este país, y yo estaré contigo y te bendeciré. Porque a ti y a tus descendientes daré todas estas tierras, manteniendo el juramento que juré a tu padre Abrahán. 4 Multiplicaré tus descendientes como las estrellas del cielo y les daré todas estas tierras. En tu descendencia se considerarán benditas todas las naciones de la tierra, 5 porque Abrahán obedeció mi palabra y observó mis preceptos, mandamientos, normas y leyes”. 6 Entonces Isaac se quedó a habitar en Guerar.

7 La gente del lugar le preguntaba acerca de su mujer, y él decía: “Es mi hermana”. No decía que era su mujer, porque temía que los hombres del lugar lo mataran por causa de Rebeca, que era muy hermosa. 8 Después de haber estado allí muchos días, sucedió que Abimélec, rey de los filisteos, miró por la ventana y vio a Isaac acariciando a Rebeca, su mujer. 9 Abimélec llamó a Isaac y dijo: “¡No hay duda que ella es tu mujer!, y ¿cómo me dijiste que era tu hermana?”. A lo que respondió Isaac: “Porque pensé que me matarían por causa de ella”. 10 “¿Qué es lo que nos has hecho?”, exclamó Abimélec, “poco faltaba para que uno del pueblo se acostara con tu mujer y nos hicieras culpables a todos”. 11 Y Abimélec ordenó a todo el pueblo: “El que toque a este hombre o a su mujer, ciertamente morirá”.

12 Isaac sembró en aquella tierra y cosechó el ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido. 13 Y el hombre se enriqueció más y más hasta que llegó a ser muy rico. 14 Tenía rebaño de ovejas, ganado de vacas y numerosos esclavos, de tal modo que los filisteos lo envidiaban.

15 Los filisteos habían cegado y llenado con tierra todos los pozos que los servidores de su padre habían cavado en tiempos de Abrahán. 16 Entonces Abimélec le dijo a Isaac: “Aléjate, porque has llegado a ser más poderoso que nosotros”. 17 Isaac se fue de allí y acampó junto al arroyo de Guerar, donde se quedó a vivir. 18 Volvió a excavar los pozos de agua, que habían cavado en tiempo de su padre Abrahán y que los filisteos habían tapado después de la muerte de este. Y les dio los mismos nombres que les diera su padre. 19 Cuando los servidores de Isaac excavaron en el valle, encontraron un pozo de aguas vivas. 20 Entonces los pastores de Guerar discutían con los de Isaac y decían: “Las aguas son nuestras”. Al pozo le puso el nombre de Ezec, porque habían litigado por él. 21 Excavaron otro pozo y discutieron también sobre él, y por eso lo llamó Sitná. 22 Se fue de allí y excavó otro pozo, pero no discutieron sobre él. Y le puso el nombre de Rejobot, porque decía: “Ahora el Señor nos ha dado un espacio amplio para prosperar en esta tierra”. 23 Y de allí Isaac subió a Berseba.

24 Esa noche se le apareció el Señor y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre Abrahán. No temas porque yo estoy contigo. Te bendeciré y aumentaré tu descendencia por causa de mi servidor Abrahán”. 25 Allí él construyó un altar e invocó el nombre del Señor, levantó su carpa y sus servidores cavaron un pozo.

26 Desde Guerar vino a verlo Abimélec, junto con Ajuzat, su consejero, y Picol, el jefe de su ejército. 27 Isaac les preguntó: “¿Por qué vienen a verme, siendo así que ustedes me odian y me han echado de entre ustedes?”. 28 Ellos respondieron: “En verdad hemos visto que el Señor está contigo. Entonces dijimos: ‘Que haya un juramento entre ambas partes, entre nosotros y tú. Hagamos un pacto contigo, 29 de que no nos harás mal, así como nosotros no te hemos atacado y solo te hemos tratado bien, dejándote ir en paz. ¡Ahora tú eres bendecido por el Señor!”.

30 Isaac les preparó un banquete, comieron y bebieron. 31 Por la mañana se levantaron muy temprano y se hicieron mutuo juramento. Isaac los despidió y se fueron en paz.

32 Ese mismo día vinieron los servidores de Isaac y le informaron acerca del pozo que habían estado cavando, diciéndole: “¡Encontramos agua!”. 33 Y lo llamó Sebá, por eso el nombre de la ciudad es Berseba hasta el día de hoy.

34 Esaú tenía cuarenta años cuando tomó por mujer a Judit, hija de Beerí el hitita, y también a Besemat, hija de Elón el hitita. 35 Ellas causaron profunda amargura a Isaac y a Rebeca.

Es la voz de Jacob, pero las manos son de Esaú*

Dt 33,1-29; 2 Sm 8,12-14; Os 12,4; Mal 1,2-3; Rom 9,10-13; Heb 11,20; 12,17

27 1 Isaac había envejecido y su vista había disminuido. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: “Hijo mío”. Él le respondió: “Aquí estoy”. 2 Isaac le dijo: “Ves que he envejecido, e ignoro el día de mi muerte. 3 Quiero entonces que tomes tus flechas, tu aljaba y tu arco, y que vayas al campo a cazarme un animal, 4 que me hagas una sabrosa comida como a mí me gusta, y me la traigas para comerla. Así podré bendecirte antes de morir”.

5 Rebeca estaba escuchando las palabras de Isaac a su hijo Esaú. En cuanto este salió al campo para cazar un animal y traerlo, 6 también Rebeca le habló a su hijo Jacob, diciéndole: “Acabo de oír a tu padre que le decía a tu hermano Esaú: 7 ‘Quiero que me traigas un animal que hayas cazado y me prepares una comida sabrosa, para comerla y bendecirte ante el Señor antes de morir’. 8 Entonces, hijo mío, escucha ahora bien lo que te mando: 9 quiero que vayas al rebaño y me traigas de allí dos buenos cabritos, con los que haré una comida sabrosa para tu padre, como a él le gusta. 10 Luego la llevarás a tu padre, que comerá y así te bendecirá antes de su muerte”.

11 Jacob dijo a su madre Rebeca: “Mira que mi hermano Esaú es un hombre cubierto de vello, yo en cambio soy lampiño. 12 Si mi padre me toca, le parecerá que lo estoy engañando, y entonces atraeré sobre mí la maldición, en vez de la bendición”. 13 Pero su madre le respondió: “Caiga sobre mí tu maldición, hijo mío. Ahora debes obedecerme e ir a buscar los cabritos”. 14 Él fue a buscarlos y los trajo a su madre, que preparó una comida sabrosa como le gustaba a su padre. 15 Después Rebeca tomó las mejores ropas de su hijo mayor Esaú, que ella tenía en su casa, y se las puso a Jacob, su hijo menor. 16 Además, con las pieles de los cabritos cubrió sus manos y la parte suave de su cuello. 17 Puso también en manos de su hijo Jacob la comida sabrosa y el pan que había preparado. 18 Él fue a su padre y le dijo: ““¡Padre mío!”. Isaac respondió: “Aquí estoy. ¿Quién eres, hijo mío?”. 19 Y Jacob respondió a su padre: “Yo soy Esaú, tu primogénito. Hice como me dijiste. ¡Vamos, por favor, siéntate y come de mi caza, así podrás bendecirme!”. 20 Isaac le preguntó: “¿Cómo es que la encontraste tan pronto, hijo mío?”. “Porque el Señor tu Dios me la procuró”, respondió él. 21 Entonces Isaac dijo a Jacob: “Acércate para que te palpe, hijo mío. ¿Eres tú mi hijo Esaú o no?”. 22 Se acercó Jacob a Isaac su padre, que lo palpó y le dijo: “La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú”. 23 Y no lo reconoció porque sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú. Estaba entonces por bendecirlo, 24 cuando le volvió a preguntar: “¿Eres en verdad mi hijo Esaú?”. “Lo soy”, respondió.

25 E Isaac dijo: “Sírveme y comeré lo que has cazado, para que te bendiga, hijo mío”. Se lo acercó y comió; también le trajo vino y bebió. 26 Entonces su padre Isaac le dijo: “Acércate y bésame, hijo mío”. 27 Él se acercó y lo besó. Al sentir el aroma de su ropa, lo bendijo diciendo:

“Mira, el aroma de mi hijo

es como el aroma de un campo

que ha bendecido el Señor.

28 Que Dios te dé el rocío del cielo

 y la fertilidad de la tierra

con abundancia de trigo y vino.

29 Que los pueblos te sirvan

y se postren ante ti las naciones;

que seas el señor de tus hermanos

y los hijos de tu madre se inclinen ante ti.

Malditos sean los que te maldigan,

y benditos los que te bendigan”.

30 Precisamente cuando Isaac terminaba de bendecir a Jacob y este salía de su presencia, su hermano Esaú volvía de su cacería. 31 También él preparó una comida sabrosa, que trajo a su padre, diciéndole: “Vamos por favor, padre, come de la caza de tu hijo. Así podrás bendecirme”. 32 Su padre Isaac le preguntó: “¿Quién eres tú?”. Y él respondió: “Yo soy tu hijo, tu primogénito Esaú”.

33 Isaac se sobresaltó, comenzó a temblar y exclamó: “¿Quién fue entonces el que salió de caza y me trajo lo que había apresado? Lo comí todo, antes de que vinieras, y le di mi bendición. Ahora permanecerá bendecido”. 34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó con fuerza un grito muy amargo, diciendo a su padre: “¡Bendíceme también a mí, padre!”. 35 Pero él le respondió: “Vino tu hermano con engaño y se llevó tu bendición”. 36 Entonces Esaú dijo: “¿No es por eso que se llamó Jacob?, porque me ha engañado dos veces, primero tomó mi primogenitura, y ahora se quedó con mi bendición”. Y preguntó: “¿No has reservado una bendición para mí?».

37 Pero Isaac respondió a Esaú: “Mira, ya lo he puesto como señor tuyo y le he dado todos sus hermanos como servidores, proveyéndolo además de trigo y vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío?”. 38 Y Esaú, mientras gritaba llorando, dijo a su padre Isaac: “¿Tienes una sola bendición, padre? Bendíceme también a mí, padre”.

39 Su padre Isaac respondió, diciéndole:

“Mira, vivirás lejos de la fertilidad de la tierra

y del rocío del cielo en lo alto.

40 Por tu espada vivirás y a tu hermano servirás,

pero cuando te rebeles, arrojarás su yugo de tu cuello”.

41 Esaú guardaba rencor a Jacob a causa de la bendición con que su padre lo había bendecido, y se decía: “Se acercan los días de duelo por mi padre, luego mataré a mi hermano Jacob”. 42 Cuando comunicaron a Rebeca las palabras de su hijo mayor Esaú, ella mandó llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: “Mira, tu hermano Esaú está tramando matarte. 43 Ahora bien, hijo mío, escucha lo que te digo: Huye cuanto antes a la casa de mi hermano Labán en Jarán. 44 Estarás un tiempo con él hasta que el furor de tu hermano se calme, 45 desaparezca su ira contra ti, y olvide lo que le has hecho. Entonces mandaré que te traigan de allá. ¿Por qué he de quedar privada de ustedes dos en un mismo día?”.

  1. Jacob y Labán. Matrimonio e hijos de Jacob*«

 

Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo*

Gn 24; 27,42-45; Dt 12,6.17-18; Jue 1,22-26; 1 Re 12,29; Am7,13; Tob 4,12 // 28,14: Ap 1,7

46 Rebeca le dijo a Isaac: “Estoy hastiada de vivir con mujeres hititas. Si Jacob toma mujer de entre las hititas como esas muchachas de este país, ¿para qué seguir viviendo?”.

  1. 1 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó lo siguiente: «No tomes mujer de entre las muchachas cananeas. 2 Debes prepararte e ir a Padán Aram, a la casa de Batuel, tu abuelo materno, y elegir allí una mujer entre las hijas de Labán, hermano de tu madre. 3 Dios Todopoderoso te bendecirá, te hará fecundo y te multiplicará para que llegues a ser una asamblea de pueblos. 4 Él te dará la bendición de Abrahán, para ti y tus descendientes, de modo que llegues a poseer la tierra donde habitas, y que Dios dio a Abrahán”. 5 Isaac despidió a Jacob, que fue a Padán Aram, a casa de Labán, hijo de Batuel el arameo y hermano de Rebeca, madre de Jacob y Esaú.

6 Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán Aram para que tomara una mujer de allí, y al bendecirlo le había ordenado: “No elijas mujer entre las muchachas cananeas”. 7 Jacob había obedecido a su padre y a su madre y había ido a Padán Aram. 8 Esaú sabía que las mujeres cananeas eran mal vistas por Isaac su padre. 9 Por eso fue a donde residían los descendientes de Ismael y, además de las esposas que ya tenía, tomó por mujer a Majalat, hija de Ismael, hijo de Abrahán, y hermana de Nebayot.

10 Jacob salió de Berseba y fue hacia Jarán. 11 Llegó a cierto lugar y pasó la noche allí, porque el sol se había puesto. Tomó una de las piedras del lugar, la puso de cabecera y se acostó allí mismo. 12 Tuvo un sueño en el que había una escalera apoyada sobre la tierra con su extremo superior llegando hasta el cielo, y ángeles de Dios que subían y bajaban por ella. 13 De pronto, el Señor, que estaba sobre ella, le dijo: “Yo soy el Señor, el Dios de Abrahán tu padre y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado, te la daré a ti y a tus descendientes. 14 Ellos serán numerosos como el polvo de la tierra, y se extenderán al oeste y al este, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra. 15 Mira, yo estaré contigo y te protegeré dondequiera que vayas, trayéndote de vuelta a esta tierra, porque no te abandonaré hasta que haya cumplido lo que te prometí”.

16 Jacob se despertó de su sueño y exclamó: “Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía”. 17 Y con miedo añadió: “Qué temible es este lugar. Esto no es otra cosa que la casa de Dios y la puerta del cielo”. 18 Jacob se levantó por la mañana, tomó la piedra que había colocado de cabecera y la erigió como recuerdo, derramando aceite sobre ella. 19 Y llamó aquel lugar Betel, aunque antes el nombre de la ciudad había sido Luz.

20 Jacob hizo también un voto, diciendo: “Si Dios permanece conmigo y me protege en este camino que estoy recorriendo, dándome pan para comer y ropa para vestir, 21 de modo que vuelva sano y salvo a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios. Y esta piedra que he puesto como recuerdo será la casa de Dios. Y te ofreceré la décima parte de todo lo que me hayas dado”.

Llegó Raquel con las ovejas de su padre*

Gn 24,10-27

29 1 Jacob retomó su camino y fue a la tierra de los orientales. 2 Cuando se puso a mirar, vio un pozo en medio del campo, y allí mismo tres rebaños de ovejas que descansaban junto a él, porque de ese pozo daban de beber a los rebaños. La piedra sobre la boca del pozo era grande, 3 y cuando estaban reunidos todos los rebaños, hacían rodar la piedra de la boca del pozo y daban de beber al rebaño. Luego volvían a poner la piedra en su lugar sobre la boca del pozo.

4 Jacob les preguntó: “Hermanos míos, ¿de dónde son ustedes?”.

Ellos respondieron: “Somos de Jarán”.

5 Y él les dijo: “¿Conocen a Labán, hijo de Najor?”.

Ellos respondieron: “Lo conocemos”.

6 Entonces les preguntó: “¿Está bien?”.

A lo que respondieron: “Sí, está bien. Mira, aquí viene su hija Raquel con el rebaño”.

7 Él les dijo entonces: “Aún es pleno día y todavía no es hora de reunir el rebaño. Es mejor que den de beber a las ovejas y las lleven a pastar”.

8 Le respondieron: “No podemos hacerlo hasta que no estén todos los rebaños reunidos. Entonces quitan la piedra de la boca del pozo y damos de beber a las ovejas”.

9 Todavía estaba hablando con ellos cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, porque ella era pastora. 10 Cuando vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, y las ovejas de Labán, Jacob se acercó, retiró la piedra de la boca del pozo y dio de beber a las ovejas de su tío Labán. 11 Jacob besó a Raquel y rompió a llorar. 12 Después le explicó que él era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Entonces ella corrió a contárselo a su padre. 13 Cuando Labán oyó la noticia sobre Jacob, hijo de su hermana, corrió para saludarlo y, después de abrazarlo y besarlo, lo llevó a su casa. Allí Jacob le contó a Labán todo lo que había pasado. 14 Labán le dijo: “En verdad, tú eres de mi misma familia”. Después que Jacob permaneció un mes con él, 15 Labán le dijo: “¿Acaso por ser mi pariente vas a trabajar gratis para mí? Debes decirme cuál será tu salario”.

Jacob amaba a Raquel

Lv 18,18; Jue 14,12; Os 12,13; Tob 8,20; 10,7

16 Labán tenía dos hijas, la mayor de nombre Lía y la menor de nombre Raquel. 17 Lía tenía los ojos sin brillo, pero Raquel era hermosa de forma y aspecto. 18 Como Jacob amaba a Raquel, le propuso a Labán: “Trabajaré para ti siete años por Raquel, tu hija menor”. 19 Y Labán dijo: “Es mejor dártela a ti que dársela a otro hombre. Quédate conmigo”. 20 Jacob sirvió por Raquel siete años, pero como la amaba mucho, le parecieron unos pocos días. 21 Al fin Jacob le dijo a Labán: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido y deseo unirme a ella”.

22 Labán reunió a toda la gente del lugar e hizo una fiesta. 23 Pero al anochecer tomó a su hija Lía y se la llevó a Jacob que se unió con ella. 24 Además, Labán dio a su hija Lía su propia esclava Zilpá, como servidora. 25 Por la mañana, Jacob descubrió que era Lía. Entonces protestó a Labán: “¿Qué me has hecho? ¿Acaso no trabajé contigo por Raquel? ¿Por qué me has engañado?”. 26 Labán respondió: “No es costumbre en nuestro país dar la menor antes que la mayor. 27 Termina la semana nupcial con esta, y luego te daré también a la otra a cambio del servicio que me darás por otros siete años”.

28 Así lo hizo Jacob, y al terminar esa semana Labán le entregó a su hija Raquel como esposa. 29 Y Labán dio a su hija Raquel su propia esclava Balá, como servidora. 30 Jacob se unió también a Raquel, y como la amaba más que a Lía, sirvió a Labán otros siete años.

Raquel permanecía estéril

Gn 35,23-26; Éx 1,1-4

31 El Señor vio que Lía no era amada y la hizo fecunda, mientras que Raquel permanecía estéril. 32 Entonces Lía quedó encinta y dio a luz un hijo al que llamó Rubén, porque dijo: “El Señor ha visto mi pena. Ahora seguramente mi esposo me amará”. 33 Concibió nuevamente y dio a luz un hijo. Dijo entonces: “Esto se debe a que el Señor escuchó que yo no era amada, y por lo tanto me ha dado también este”. Por eso lo llamó Simeón. 34 Luego quedó de nuevo embarazada y dio a luz un hijo, diciendo: “Ahora sí, mi marido se sentirá más unido a mí, porque le he dado tres hijos”. Por eso lo llamó Leví. 35 Quedó nuevamente encinta y dio a luz un hijo, diciendo: “Esta vez alabaré al Señor”. Por eso lo llamó Judá, y luego dejó de tener hijos.

  1. 1 Raquel vio que no le daba hijos a Jacob y, envidiosa de su hermana, le dijo a su esposo: “Dame hijos, si no, yo moriré”. 2 Jacob se enojó con Raquel y exclamó: “¿Acaso yo puedo ocupar el lugar de Dios que te ha negado el fruto de tu vientre?”. 3 Ella le respondió: “Ahí tienes a mi esclava Balá. Únete a ella, para que cuando dé a luz, yo los reciba sobre mis rodillas, y así pueda tener hijos por medio de ella”.

4 Le dio entonces a su esclava Balá como mujer, y Jacob se unió a ella. 5 Balá concibió y le dio un hijo a Jacob. 6 Entonces Raquel dijo: “Dios juzgó a mi favor: escuchó mi plegaria y me dio un hijo”. Por eso lo llamó Dan. 7 Balá, la esclava de Raquel, concibió nuevamente y dio un segundo hijo a Jacob. 8 Entonces dijo Raquel: “Combatí con mi hermana las luchas dispuestas por Dios, y ciertamente he vencido”. Por eso lo llamó Neftalí.

9 También Lía vio que había dejado de tener hijos, entonces tomó a su esclava Zilpá y se la dio a Jacob por mujer. 10 Zilpá, esclava de Lía, dio un hijo a Jacob, 11 por lo que Lía dijo: “¡Qué suerte!”. Y lo llamó Gad. 12 Zilpá, la esclava de Lía, dio a luz un segundo hijo a Jacob. 13 Y Lía exclamó: “¡Qué felicidad! Ahora las mujeres me llamarán feliz”, y lo llamó Aser.

14 En el tiempo de la cosecha del trigo, Rubén llevó a Lía, su madre, unas mandrágoras que había encontrado mientras caminaba por el campo. Raquel dijo entonces a Lía: “Dame, por favor, las mandrágoras que encontró tu hijo”. 15 Lía contestó: “¿Te parece poco que me hayas quitado a mi esposo, que también quieres quitarme las mandrágoras de mi hijo?”. Entonces Raquel propuso: “Bueno, que él se acueste esta noche contigo a cambio de las mandrágoras de tu hijo”.

16 Por la tarde, Jacob llegó del campo y Lía le salió al encuentro, diciéndole: “Dormirás conmigo, porque he pagado por ti con las mandrágoras de mi hijo”. Y él se acostó con ella aquella noche.

17 Dios escuchó a Lía que concibió y dio a Jacob el quinto hijo. 18 Lía dijo entonces: “Dios me recompensó por haber dado mi esclava a mi esposo”. Por eso lo llamó Isacar. 19 Lía concibió otra vez y dio a luz un sexto hijo a Jacob. 20 Entonces Lía declaró: Dios me ha hecho un hermoso favor. Esta vez mi esposo me favorecerá, porque le he dado seis hijos”. Y lo llamó Zabulón. 21 Luego dio a luz una hija, a la que llamó Dina.

22 Dios se acordó entonces de Raquel, la escuchó y la hizo fecunda. 23 Concibió y dio a luz un hijo, mientras decía: “Dios ha suprimido mi desgracia”. 24 Por eso lo llamó José, y dijo: “Que el Señor me añada otro hijo”.

Mis mujeres y mis hijos, por los que he servido

Sab 10,10-11

25 Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: “Permíteme que vuelva a mi casa y a mi tierra. 26 Dame a mis mujeres y a mis hijos, por los que te he servido, y déjame ir, porque conoces bien el servicio que te he prestado”.

27 Labán respondió: He sabido por adivinación que el Señor me ha bendecido por tu causa. Por favor, si me aprecias, quédate conmigo. 28 Y le propuso: “Fíjame tu salario y te lo pagaré”. 29 Jacob replicó: “Sabes cómo he trabajado por ti, y cómo le ha ido conmigo a tu ganado. 30 Porque lo poco que tenías antes de mi llegada se ha multiplicado muchísimo, debido a que el Señor te bendijo por mi causa. Ahora es el momento de hacer algo por mi propia casa. 31 Entonces Labán preguntó: “¿Qué debo pagarte?” Y Jacob respondió: “No debes pagarme nada. Volveré a cuidar y pastorear tu rebaño, si aceptas lo siguiente: 32 Hoy pasaré por todo tu rebaño y separaré de él todas las ovejas manchadas y pintadas y todos los corderos oscuros, así como las cabras pintadas y manchadas. Ellos serán mi salario. 33 En adelante mi honestidad quedará en evidencia: cuando vengas a controlar mis ganancias, se entenderá que yo he robado todas las cabras que no sean manchadas o pintadas, y todos los corderos que no sean oscuros”.

34 “Está bien –dijo Labán– sea como dices”. 35 Ese mismo día Labán apartó los machos cabríos rayados o pintados y todas las cabras manchadas o pintadas, pero todo lo que tenía algo de blanco y todos los corderos negros, los dejó al cuidado de sus hijos. 36 Después se alejó de Jacob, dejando entre ellos una distancia de tres días de camino. Mientras tanto, Jacob apacentaba lo restante del rebaño de Labán.

37 Jacob, por su parte, consiguió varas verdes de álamo, de almendro y de plátano, y las peló con franjas blancas de manera que dejaba al descubierto lo blanco de las varas. 38 Entonces, a las varas que había pelado las colocó en los bebederos de agua frente a los animales que entraban en celo cuando iban a beber. 39 Así se apareaba el rebaño frente a las varas y paría crías rayadas, manchadas o pintadas. 40 Además Jacob apartaba los corderos y los ponía enfrente de los rayados y oscuros que habían sido del rebaño de Labán, formando para él su propio rebaño sin juntarlo con el de Labán. 41 Cada vez que los animales más robustos entraban en celo, Jacob ponía las varas en los bebederos delante del rebaño, para que se aparearan ante las varas. 42 Pero con los animales débiles no hacía lo mismo, de manera que los débiles quedaban para Labán y los fuertes para Jacob. 43 Así este se enriqueció muchísimo y llegó a tener grandes rebaños, esclavos y esclavas, camellos y asnos.

Jacob huyó con todo lo que tenía

Gn 28,13-15.19-22; Jue 17,5; Prov 16,7: Jdt 8,26-27

31 1 Jacob oyó decir a los hijos de Labán: “Jacob se apoderó de todos los bienes de nuestro padre, y con ello hizo toda esa fortuna”. 2 Jacob vio también que el trato de Labán con él no era como antes. 3 Entonces el Señor le dijo a Jacob: “Vuelve a la tierra de tus padres donde naciste, y yo estaré contigo”.

4 Jacob mandó llamar a Raquel y Lía al campo donde estaba su rebaño, 5 y les dijo: “Veo que el padre de ustedes ya no me trata como antes, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo. 6 Ustedes saben que he trabajado para su padre con todas mis fuerzas, 7 pero él me ha engañado cambiando diez veces mi salario. Dios, sin embargo, no le permitió que me perjudicara. 8 Si él decía que mi salario sería la cría con manchas, todo el rebaño paría animales manchados; y si decía que mi salario sería la cría con rayas, todo el rebaño paría animales rayados. 9 Así Dios le quitó el rebaño al padre de ustedes y me lo dio a mí. 10 Una vez, durante el tiempo en que el rebaño entra en celo, vi de pronto en un sueño que los machos que se apareaban en el rebaño eran rayados, manchados o grisáceos. 11 Y en el sueño, el ángel de Dios me llamó: ‘Jacob’, y yo respondí: ‘Aquí estoy’. 12 Entonces me dijo: ‘Mira, todos los machos que se aparean en el rebaño son rayados, manchados o grisáceos, porque me he dado cuenta de todo lo que te hizo Labán. 13 Yo soy el Dios de Betel, allí donde ungiste una piedra de recuerdo y me hiciste una promesa. Ahora debes levantarte, salir de este país y volver a la tierra en la que naciste’”.

14 Raquel y Lía le respondieron: “¿Todavía tenemos parte en la herencia de nuestra casa paterna? 15 ¿Acaso no nos ha tratado como extranjeras, al vendernos y gastar todo nuestro dinero? 16 Toda la riqueza que Dios quitó a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Cumple entonces todo lo que Dios te ha ordenado”.

17 Enseguida Jacob se levantó y montó a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, 18 se llevó todo su rebaño y los bienes que había adquirido en Padán Aram, y se dirigió hacia la tierra de Canaán, donde estaba Isaac, su padre.

19 Mientras Labán había estado ausente esquilando su rebaño, Raquel le robó a su padre sus ídolos familiares. 20 Por otro lado, Jacob engañó a Labán el arameo, ocultándole que se escapaba. 21 Jacob huyó con todo lo que tenía, y después de atravesar el río Éufrates se dirigió a las montañas de Galaad.

¿Cuál es mi delito para que me persigas de esa manera?

Lv 15,19-30; Sab 10,10-12

22 Al tercer día informaron a Labán que Jacob había huido. 23 Entonces Labán reunió a sus parientes y lo persiguió durante siete días hasta que lo alcanzó en las montañas de Galaad. 24 Pero Dios se apareció a Labán el arameo durante el sueño de la noche y le dijo: “¡Cuídate de no hacer nada contra Jacob, ni bueno ni malo!”.

25 Cuando Labán alcanzó a Jacob, este ya había instalado su carpa en la montaña. Labán también acampó con sus parientes en las montañas de Galaad. 26 Labán le dijo a Jacob: “¿Qué hiciste? Me engañaste y te llevaste a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra. 27 ¿Por qué te escapaste secretamente, engañándome y sin avisarme. Yo te habría despedido alegremente con cantos, tambores y liras. 28 Ni siquiera me dejaste besar a mis nietos y a mis hijas. En verdad, te has comportado como un necio. 29 Podría hacerles daño, pero anoche el Dios de tu padre me advirtió: ‘¡Cuídate de no hacer nada contra Jacob, ni bueno ni malo!’ 30 Y aunque entiendo que te hayas ido porque añorabas la casa de tu padre, ¿por qué me robaste mis dioses?”.

31 Jacob le respondió a Labán: “Yo temía que me quitaras a tus hijas. 32 Pero no quedará con vida aquel a quien le encuentres tus dioses. Revisa todo en presencia de nuestros familiares, y si hay algo que te pertenece entre lo que tengo, llévatelo”. Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos. 33 Labán entró a la carpa de Jacob, a la de Lía y a la de las dos esclavas, pero no encontró nada. Cuando salió de la carpa de Lía, entró a la de Raquel. 34 Pero Raquel, que había tomado los ídolos, los escondió bajo la montura del camello y estaba sentada encima. Labán buscó por toda la carpa pero no encontró nada. 35 Y ella le dijo a su padre: “No se enoje mi señor si no puedo levantarme ante ti, porque estoy en menstruación”. Labán buscó pero no encontró los ídolos.

36 Entonces Jacob se enojó y discutió con Labán, diciéndole: “¿Cuál es mi delito, cuál es mi falta para que me persigas de esa manera? 37 Has buscado entre todas mis cosas, y ¿qué has encontrado de tu casa? Muéstralo aquí delante de mis parientes y los tuyos, para que ellos decidan entre nosotros dos. 38 En estos veinte años contigo, tus ovejas y tus cabras no han abortado, ni he comido los carneros de tu rebaño. 39 Nunca te traje un animal destrozado, sino que yo me encargaba de reponerlo, porque me reclamabas lo que fuera robado de día o de noche. 40 Sucedía que en el día me consumía el calor y por la noche el frío, mientras el sueño huía de mis ojos. 41 Así, de los veinte años pasados en tu casa, trabajé para ti catorce por tus dos hijas y seis para tu rebaño. Y diez veces cambiaste mi salario. 42 Si el Dios de mi padre, el Dios de Abrahán y el Terror de Isaac, no me hubiera asistido, ahora me habrías enviado con las manos vacías. Pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y anoche hizo justicia”.

Dios será testigo entre nosotros dos

Gn 28,18

43 Labán contestó a Jacob: “Las hijas son mías y los hijos son míos, el rebaño es mi rebaño y todo lo que ves me pertenece. Pero, ¿qué puedo hacer hoy por mis hijas y los hijos que ellas dieron a luz? 44 ¡Vamos, hagamos un pacto, yo y tú, que sirva de testimonio para los dos”. 45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como roca conmemorativa. 46 Y dijo a sus parientes: “¡Junten piedras!”. Tomaron piedras, hicieron un montón y comieron allí sobre las piedras. 47 Labán lo llamó Yegar Saadutá, mientras Jacob lo llamó Galaad.

48 Entonces Labán declaró: “Este montón de piedras es ahora un testimonio entre los dos”. Por eso se le llamó Galaad, 49 y también Mispá, porque dijo: “Vigile el Señor entre los dos cuando estemos lejos el uno del otro. 50 Si maltratas a mis hijas o tomas a otras mujeres además de ellas, debes saber que, aunque no haya nadie presente, Dios será testigo entre nosotros dos”. 51 Y añadió: “Mira este montón de piedras y la roca conmemorativa que yo erigí entre tú y yo. 52 Tanto lo uno como lo otro son un testimonio para que yo no pase de este montón de piedras hacia ti, ni tú pases de él y de la roca conmemorativa hacia mí, con intención de hacernos daño. 53 El Dios de Abrahán y el Dios de Najor juzgue entre nosotros”. Y Jacob juró por el Terror de Isaac, su padre. 54 Luego Jacob ofreció un sacrificio en la montaña e invitó a sus parientes a la comida. Comieron y pasaron la noche en la montaña.

  1. 1 Por la mañana, Labán se levantó temprano, besó a sus nietos y a sus hijas, y los bendijo. Luego partió y regresó a su casa. 2 También Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro unos ángeles de Dios. 3 Cuando los vio, Jacob dijo: “Este es el campamento de Dios”, y le puso el nombre de Majanain.
  1. Reconciliación de Jacob y Esaú y sus vidas*«

Es un regalo enviado a mi señor Esaú*

Gn 31,3; 36,6-8; Os 12,4-6; Sab 10,10-12

4 Jacob envió por delante mensajeros a su hermano Esaú, que residía en la tierra de Seír, territorio de Edom. 5 Les dio esta orden: “Dirán a mi señor Esaú: ‘Así dice tu servidor Jacob: he estado viviendo hasta ahora con Labán. 6 Tengo bueyes, asnos y rebaños, esclavos y esclavas, de lo que informo a mi señor para ganar tu favor’”.

7 Los mensajeros volvieron y dijeron a Jacob: “Fuimos al encuentro de tu hermano Esaú. Él también viene a encontrarte, acompañado de cuatrocientos hombres”. 8 Jacob tuvo mucho miedo, y en su angustia dividió su gente, las ovejas, vacas y camellos en dos grupos. 9 Porque decía: “Si Esaú viene y ataca un grupo, el otro podrá escapar. 10 Luego Jacob oró: “Dios de mi padre Abrahán y Dios de mi padre Isaac, Señor que me dijiste: ‘Vuelve a tu tierra donde naciste y yo seré generoso contigo’. 11 No merezco todos los favores y toda la lealtad que has tenido con tu servidor, porque crucé este Jordán solo con mi bastón, y ahora tengo dos grandes grupos. 12 Te ruego que me libres de la mano de mi hermano Esaú a quien temo, no sea que me ataque a mí, a las madres y a los hijos. 13 También dijiste: ‘Seré ciertamente bondadoso contigo y haré tu descendencia como la arena del mar, que no se puede contar por su gran cantidad’”.

14 Después de pasar esa noche allí, de lo que tenía a mano tomó regalos para su hermano Esaú: 15 doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, 16 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte asnas y diez asnos. 17 Confió a sus servidores cada manada por separado, y les dijo: “Vayan delante de mí y dejen un espacio entre una manada y otra”.

18 Al primero le ordenó: “Cuando te encuentre mi hermano Esaú y te pregunte: ‘¿De quién eres, adónde vas y a quién pertenecen los animales que van delante de ti?’, 19 le responderás: Pertenecen a tu servidor Jacob, y son regalos enviados para mi señor Esaú. Y él mismo viene también detrás de nosotros’”.

20 Ordenó también al segundo, al tercero y a todos los que marchaban detrás de los rebaños: “De

esta manera hablarán a Esaú cuando lo encuentren, 21 diciéndole: ‘También tu servidor Jacob viene detrás de nosotros’”. Jacob pensaba: “Lo tranquilizaré con los regalos que van delante de mí, luego lo veré y quizás me reciba bien”.

22 Así los regalos iban adelante mientras él pasaba aquella noche en el campamento. 23 Pero por la noche se levantó y tomó a sus dos mujeres, sus dos esclavas y sus once hijos para que atravesaran el vado del Yaboc.

Has luchado con Dios*

Gn 28,10-22; Jue 13,17-22; Os 12,4-6

24 Después de hacerles cruzar el torrente y enviar sus pertenencias, 25 Jacob quedó solo con un hombre que luchó con él hasta el comienzo de la madrugada. 26 Cuando vio que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, que se dislocó mientras luchaban. 27 Entonces le dijo: “Déjame ir porque viene la madrugada”. Pero Jacob le contestó: “No te dejaré ir hasta que me bendigas”. 28 El hombre le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”, y él respondió: “Jacob”. 29 Entonces el hombre le dijo: “Tu nombre ya no será Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido”.

30 También Jacob le pidió: “Dime tu nombre, por favor”. Y le respondió: “¿Por qué preguntas mi nombre?”, y allí mismo lo bendijo. 31 Por eso Jacob llamó ese lugar Penuel, porque se dijo: “Vi a Dios cara a cara y quedé con vida”.

32 Estaba saliendo el sol, cuando Jacob pasaba por Penuel, renqueando por causa de su cadera. 33 Por eso, hasta el día de hoy los israelitas no comen el tendón de la cadera que está en la articulación del muslo, porque fue ahí que el hombre golpeó a Jacob.

 

Esaú corrió al encuentro de Jacob, lo abrazó y lo besó*

Gn 36,6-8

33 1 Jacob levantó la vista y vio que precisamente Esaú venía con cuatrocientos hombres. Entonces dividió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas. 2 Puso a las esclavas y a sus niños primero, luego a Lía y sus hijos, y por último a Raquel y a José.

3 Él pasó delante de ellos, y antes de acercarse a su hermano se postró siete veces. 4 Entonces Esaú corrió a su encuentro, lo abrazó, se echó a su cuello y lo besó llorando. 5 Cuando levantó la vista vio a las mujeres y los niños, y preguntó: “¿Quiénes son estos que vienen contigo?”. Jacob respondió: “Son los hijos que Dios ha querido dar a tu servidor”. 6 Entonces se acercaron las esclavas con sus hijos y se postraron. 7 Se acercó también Lía con sus hijos y se postraron y finalmente José con Raquel y se postraron.

8 Esaú preguntó también: “¿Y para qué toda esa caravana que acabo de encontrar a mi paso?”. Jacob respondió: “Para ganarme la buena voluntad de mi señor”. 9 Esaú replicó: “Tengo ya mucho, hermano mío. Lo tuyo es tuyo”. 10 “No, por favor, -dijo Jacob-, pero si he ganado tu buena voluntad, acepta mi obsequio porque ver tu presencia ha sido como ver la presencia de Dios, y tú me has recibido favorablemente. Acepta, por favor, los regalos que te he traído, porque Dios ha sido generoso conmigo y tengo de todo”. Y al insistirle, Esaú aceptó. 12 Luego dijo: “Continuemos el viaje y yo iré delante de ti”. 13 Pero Jacob le contestó: “Mi señor se da cuenta de que los niños son débiles. Además, las ovejas y las vacas están criando bajo mi cuidado. Si los apresuramos en un solo día, todo el rebaño morirá. 14 Que mi señor se me adelante, mientras yo sigo lentamente al paso del ganado que me precede y al paso de los niños, hasta alcanzar a mi señor en Seír”. 15 Esaú, en cambio, sugirió: “Déjame poner a tu disposición algunos de mis hombres”. Y Jacob respondió: “¿Para qué? Basta que pueda contar con el favor de mi señor”. 16 Y ese mismo día volvió Esaú por su camino, a Seír. 17 Jacob, en cambio, viajó a Sucot, edificó una casa para él e hizo cabañas para su ganado. Por eso llamó ese lugar Sucot.

Jacob llegó a Siquén

Gn 12,6; Jos 24,32; Jn 4,6

18 Después de su salida de Padán Aram, Jacob llegó sin problemas a la ciudad de Siquén, en tierra de Canaán, y acampó frente a la ciudad. 19 Por cien monedas le compró a los descendientes de Jamor, el padre de Siquén, el terreno donde había instalado su carpa, 20 y allí levantó un altar que llamó “El, Dios de Israel”.

 

Siquén había violado a su hija Dina*

Gn 49,5-7; Jdt 9,2

 

  1. 1 Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió cierta vez a ver a las mujeres del lugar. 2 Entonces la vio Siquén, el hijo de Jamor el jeveo, jefe de la región, la raptó, se acostó con ella y la violó. 3 Pero atraído fuertemente hacia Dina, hija de Jacob, y enamorado de la joven, trató de ganar su corazón.

4 Siquén le dijo a Jamor su padre: “Consígueme esa joven por esposa”. 5 Mientras tanto, Jacob se enteró de que Siquén había violado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con el ganado, guardó silencio hasta que ellos regresaron.

6 Entonces Jamor, el padre de Siquén, fue a hablar con Jacob. 7 Los hijos de Jacob volvieron del campo, y cuando se enteraron de lo ocurrido, se disgustaron y se enfurecieron mucho, porque se había cometido una infamia en Israel, al acostarse Siquén con la hija de Jacob, cosa que no debe hacerse. 8 Jamor les dijo: “Mi hijo Siquén se ha enamorado de la hija de ustedes. Por favor, permitan que se case con él. 9 Unamos nuestras familias, ustedes nos darán sus hijas y tomarán las nuestras. 10 Vivirán entre nosotros y la tierra estará a su disposición. Habítenla, recórranla y en ella adquieran propiedad”. 11 También Siquén dijo al padre y a los hermanos de Dina: “Háganme este favor y les daré lo que me pidan. 12 Aumenten la dote y los regalos cuanto quieran, y yo les daré lo que me pidan, con tal de que me den a la joven como esposa”.

13 Los hijos de Jacob respondieron a Siquén y a su padre Jamor con engaño, porque había deshonrado a su hermana Dina. 14 Les dijeron: “No podemos hacer eso de entregar nuestra hermana a un hombre incircunciso, porque sería una afrenta para nosotros. 15 Solo de esta manera estaremos de acuerdo con ustedes: si todos los varones se circuncidan como nosotros. 16 Entonces les daremos nuestras hijas y tomaremos las suyas para nosotros. Así conviviremos con ustedes y seremos un solo pueblo. 17 Pero si no nos escuchan y no se circuncidan, tomaremos nuestra hija y nos iremos”.

18 Sus palabras parecieron bien a Jamor y a su hijo Siquén. 19 Y el joven, que era el más respetado en la casa de su padre, no tardó en cumplir lo convenido, porque amaba a la hija de Jacob. 20 Fueron entonces Jamor y su hijo Siquén a la puerta de su ciudad y hablaron así a los habitantes: 21 “Esos hombres son amigos nuestros. Que se instalen entonces en el país y lo recorran, porque hay amplio lugar para ellos. Tomaremos sus hijas en matrimonio y nosotros les daremos las nuestras. 22 Pero esos hombres aceptarán habitar con nosotros y formar un solo pueblo solo con esta condición: si entre nosotros todos los varones se circuncidan como ellos. 23 Sus ganados, sus propiedades y sus animales serán nuestros. Solo aceptemos su condición para que se queden a vivir entre nosotros”.

24 Todos los que se habían reunido en la puerta de la ciudad aceptaron lo propuesto por Jamor y su hijo Siquén, y todos los varones se hicieron circuncidar. 25 Pero al tercer día, en medio de su dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, tomaron sus espadas y avanzaron contra la ciudad sin dificultad, matando a todos los varones. 26 También mataron a Jamor y a su hijo Siquén por la espada, sacaron a Dina de la casa de Siquén y se fueron. 27 Los hijos de Jacob pasaron sobre los cadáveres y saquearon la ciudad que había deshonrado a su hermana. 28 Tomaron sus rebaños, vacas y asnos, lo que había en la ciudad y en el campo, 29 así como todos sus bienes. Además se llevaron cautivos a todos los niños y mujeres, después de saquear todo lo que había en las casas. 30 Jacob reprochó entonces a Simeón y a Leví: “Ustedes me han causado un problema haciéndome odioso ante los habitantes del país, cananeos y pereceos. Tengo pocos hombres, y ellos se unirán contra mí, me atacarán y seré destruido con mi familia”. 31 Pero ellos contestaron: “¿Acaso él tenía que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?”.

Jacob llamó Betel a ese lugar*

Gn 17,4-8; 28,10-22; Éx 19,10-11

  1. 1 Dios le dijo a Jacob: Levántate, sube a Betel, quédate a residir allí y construye un altar al Dios que se te apareció mientras huías de tu hermano Esaú”. 2 Jacob ordenó entonces a su familia y a todos los que estaban con él: “Retiren los dioses extranjeros que tienen con ustedes, purifíquense y cambien su ropa. 3 Subamos a Betel y allí construiré un altar al Dios que me respondió el día de mi aflicción y me acompañó en el camino que emprendí”. 4 Dieron entonces a Jacob todos los dioses extranjeros que tenían y los aros de sus orejas. Jacob los escondió bajo la encina que está junto a Siquén. 5 Cuando comenzaron a viajar, el terror de Dios se hizo presente en las ciudades a su alrededor, de modo que no persiguieron a los hijos de Jacob. 6 Jacob llegó a Luz en el país de Canaán, es decir, Betel, con todos los que lo seguían. 7 Edificó allí un altar y llamó al lugar Betel, porque allí se le había revelado Dios cuando huía de su hermano. 8 Por entonces murió Débora la nodriza de Rebeca, y fue sepultada cerca de Betel bajo una encina. Por eso se le llamó la “encina del Llanto”.

9 Dios se apareció una vez más a Jacob, desde su vuelta de Padán Aram, 10 y le dijo: “Tu nombre es Jacob, pero no te llamarás más Jacob, sino Israel”. Y en efecto lo llamó Israel. 11 Dios también le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso, sé fecundo y multiplícate. Una nación y una comunidad de naciones nacerán de ti, y reyes saldrán de tus entrañas. 12 Y la tierra que di a Abrahán y a Isaac, te la doy a ti y a tu descendencia”. 13 Y Dios se alejó del lugar donde había hablado con él.

14 En el lugar donde le había hablado, Jacob levantó una piedra conmemorativa, sobre la que derramó una ofrenda de vino y la ungió con aceite. 15 Jacob llamó Betel a ese lugar donde Dios había hablado con él.

Raquel murió y fue enterrada en Efrata, es decir, Belén*

Gn 30,24; 48,7; 49,3-4; Jr 31,15; Miq 5,1; Mt 2,16-18

16 Partieron de Betel y, faltando aún cierta distancia de Efrata, Raquel dio a luz con gran dificultad. 17 Y en lo más difícil del parto, la partera le dijo: “No temas, porque también esta vez tienes un hijo”. 18 Y cuando ya se moría, en el momento de entregar su alma, alcanzó a llamarlo Benoní, pero su padre lo llamo Benjamín. 19 Raquel murió y fue enterrada en el camino a Efrata, es decir, Belén. 20 Y Jacob erigió una piedra conmemorativa sobre su tumba, que hasta hoy es el pilar de la tumba de Raquel.

21 Partió Israel y levantó su carpa más allá de Migdal Eder. 22 Mientras Israel habitaba en aquella región, Rubén fue y se acostó con Balá, concubina de su padre. Pero Israel lo supo.

Los hijos de Jacob fueron doce. 23 Los hijos de Lía fueron Rubén, el primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. Los hijos de Raquel: José y Benjamín. 25 Los hijos de Balá, esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí. 26 Los hijos de Zilpá, esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Esos fueron los hijos de Jacob que le nacieron en Padán Aram.

27 Jacob volvió a la casa de su padre Isaac en Mambré, en Quiriat Arbá que es Hebrón, donde habían vivido Abrahán e Isaac. 28 Isaac tenía ciento ochenta años. 29 Expiró y murió, yendo a reunirse con su pueblo, anciano y colmado de años. Sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.

 

Estos son los descendientes de Esaú*

Gn 26,34; 28,9; Jos 24,4; 1Cro 1,35-36

  1. 1 Estos son los descendientes de Esaú, es decir, Edom. 2 Esaú tomó por esposas de entre las mujeres cananeas: Adá, hija de Elón el hitita; Olibamá, hija de Aná y nieta de Sibeón, el jeveo, 3 Besemat, hija de Ismael y hermana de Nebayot. 4 Adá dio a luz a Elifaz; Besemat dio a luz a Reguel, 5 y Olibamá dio a luz a Yeús, Yalón y Coraj. Estos son los hijos que le nacieron a Esaú en tierra de Canaán.

6 Esaú tomó sus mujeres, sus hijos y sus hijas con todas las personas de su casa, su rebaño y todo su ganado, y todas las pertenencias que había adquirido en tierra de Canaán, y se dirigió a otra región lejos de su hermano Jacob. 7 Había adquirido demasiadas propiedades como para poder vivir juntos. 8 Por eso Esaú, que es Edom, se estableció en la montaña de Seír.

9 Estos son los descendientes de Esaú, padre de los edomitas, en la montaña de Seír, 10 y estos son los nombres de sus hijos: Elifaz, hijo de Adá, mujer de Esaú; Reguel, hijo de Basemat, mujer de Esaú. 11 Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Sefó, Gatán y Quenaz. 12 Timná era concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y engendró a Amalec. Estos fueron los descendientes de Adá, mujer de Esaú.

13 Los hijos de Reguel fueron Nájat, Zéraj, Samá y Mizá. Estos fueron los descendientes de Basemat, mujer de Esaú.

14 Estos fueron los hijos de Olibamá, mujer de Esaú, hija de Aná y nieta de Sibeón: Yeús, Yalón y Coraj.

15 Y estos son los jefes de entre los hijos de Esaú. De los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, los jefes son Temán, Omar, Sefó, Quenaz, 16 Coraj, Gatán y Amalec. Estos son los jefes de Elifaz en la tierra de Edom, descendientes de Adá. 17 De los hijos de Reguel, hijo de Esaú, los jefes son Nájat, Zéraj, Samá y Mizá. Estos son los jefes de Reguel en la tierra de Edom. Estos fueron los descendientes de Basemat, mujer de Esaú. 18 De los hijos de Olibamá, mujer de Esaú, los jefes son: Yeús, Yalón y Coraj. Estos son los jefes de Olibamá, hija de Aná y mujer de Esaú.

19 Estos son los hijos de Esaú, que es Edom, y sus jefes.

Los hijos de Seír, el jorreo

Dt 2,12.22

20 Los hijos de Seír, el jorreo, habitantes del país, son Lotán, Sobal, Sibeón, Aná, 21 Disón, Eser y Disán. Estos son los jefes de los jorreos, descendientes de Seír en el país de Edom.

22 Los hijos de Lotán fueron Jorí y Hemán, y su hermana era Timá. 23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manajat, Ebal, Sefó y Onán. 24 Los hijos de Sibeón: Ayá y Aná. Este Aná fue el que encontró las aguas termales en el desierto, cuando pastoreaba los asnos de su padre Sibeón. 25 Los hijos de Aná fueron Disón y Olibamá, hija de Aná. 26 Los hijos de Disón fueron Jemdán, Esbán, Yitrán y Querán. 27 Los hijos de Eser fueron Bilán, Zaaván y Acán. 28 Los hijos de Disán fueron Us y Arán.

29 Jefes de los jorreos fueron Lotán, Sobal, Sibeón, Aná, 30 Disón, Eser y Disán.

Estos son los jefes de los jorreos según sus clanes, en el país de Seír.

Estos son los reyes que reinaron en el país de Edom

Nm 20,14; 1 Cro 1,43-50

31 Estos son los reyes que reinaron en el país de Edom antes de que un rey reinara sobre los israelitas. 32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom, y el nombre de su ciudad era Dinabá. 33 Al morir Bela, reinó en su lugar Yobab, hijo de Zeraj de Bosrá. 34 Al morir Yobab, reinó en su lugar Jusán, del país de Temán. 35 Al morir Jusán, reinó en su lugar Adad, hijo de Badad, que derrotó a Madián en el país de Moab. Y el nombre de su ciudad era Avit. 36 Al morir Adad, reinó en su lugar Samlá de Masrecá. 37 Al morir Samlá, reinó en su lugar Saúl de Rejobot del Río. 38 Al morir Saúl, reinó en su lugar Baaljamán, hijo de Acbor. 39 Al morir Baaljamán, hijo de Acbor, reinó en su lugar Adar. El nombre de su ciudad era Pau y el de su mujer Metabel, hija de Matrad y nieta de Mezaab.

Estos son los jefes descendientes de Esaú

1Cro 1,51-54

40 Estos son los nombres de los jefes descendientes de Esaú según sus familias y lugares, a saber: Timná, Alvá, Yetet, 41 Olibamá, Elá, Finón, 42 Quenaz, Temán, Mibsar, 43 Magdiel e Irán.

Estos fueron los jefes de Edom según sus lugares en el territorio de su posesión, siendo Esaú el padre de los edomitas.

  1. Jacob y José*

 

  1. José y sus hermanos*«

 

– Ruptura con José

 

Israel amaba a José*

1 Mac 2,53; Sab 10,13-14; Hch 7,9-16

37 1 Jacob se instaló en la tierra donde había residido su padre, en el país de Canaán. 2 Esta es la historia de la familia de Jacob: cuando José tenía diecisiete años pastoreaba el rebaño junto con sus hermanos. El joven estaba con los hijos de Balá y Zilpá, mujeres de su padre, y solía informar a su padre sobre la mala conducta de ellos.

3 Israel amaba a José más que a todos sus hijos porque era el hijo de su vejez, y le había hecho una larga túnica de colores. 4 Viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos ellos, lo odiaban y ni siquiera lo saludaban.

5 Una vez José tuvo un sueño que contó a sus hermanos, y así aumentó el odio de ellos contra él. 6 Les dijo: “Escuchen por favor este sueño que tuve. 7 Estábamos atando las gavillas en medio del campo, y de pronto mi gavilla se levantó y se mantuvo derecha, mientras las de ustedes la rodeaban y se inclinaban ante ella”. 8 Sus hermanos le contestaron: “¿Acaso reinarás sobre nosotros imponiéndonos tu dominio?”. De ese modo aumentó el odio contra él, debido a sus sueños y palabras.

9 Tuvo también otro sueño que contó a sus hermanos, diciéndoles: “Fíjense que tuve otro sueño: de pronto el sol, la luna y once estrellas se inclinaban hacia mí”. 10 Cuando lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió diciéndole: “¿Qué sueño es ese que has soñado? ¿Tendremos que venir yo, tu madre y tus hermanos a postrarnos en la tierra ante ti?”. 11 Sus hermanos entonces lo envidiaban, y su padre reflexionaba sobre el asunto.

12 Una vez, los hermanos habían ido a pastorear las ovejas de su padre en Siquén. 13 Entonces Israel le dijo a José: “Tus hermanos están pastoreando en Siquén. Quiero que vayas a verlos”. 14 Tienes que ir a ver cómo están tus hermanos y el rebaño, y traerme noticias”. Y él respondió: “Estoy dispuesto”. Lo envió entonces desde el valle de Hebrón, y José llegó a Siquén. 15 Un hombre lo encontró errante por el campo y le preguntó: “¿Qué buscas?”. 16 Él contestó: “Busco a mis hermanos. Por favor, ¿puedes decirme dónde están pastoreando?”. 17 El hombre le informó: “Se han ido de aquí, porque les oí decir: ‘Vamos a Dotán’”. Y José se fue en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán. 18 Lo vieron venir de lejos, y antes de que se les acercara, se confabularon para matarlo. 19 Se decían el uno al otro: “¡Ahí viene ese soñador! 20 Ahora vamos a matarlo y lo arrojaremos en una de las cisternas. Diremos que una bestia salvaje lo devoró. Así veremos adónde llegan sus sueños”. 21 Cuando Rubén escuchó esto, trató de librarlo de sus manos, diciendo: “No le quitemos la vida”. 22 E insistió: “En lugar de derramar sangre, arrójenlo en esa cisterna del desierto, pero no pongan la mano sobre él”. De esta forma intentaba salvarlo de sus manos para devolverlo a su padre. 23 Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, le quitaron su túnica, la larga túnica de colores que llevaba, 24 lo agarraron y lo arrojaron en la cisterna, que estaba vacía y sin agua. 25 Luego se sentaron a comer, y al levantar la vista vieron de pronto una caravana de ismaelitas que venía de Galaad bajando hacia Egipto, con sus camellos cargados de resina, bálsamo y mirra. 26 Entonces Judá propuso a sus hermanos: “¿Qué ganamos matando a nuestro hermano y ocultando su sangre? 27 Vamos a venderlo a los ismaelitas sin poner nuestras manos sobre él, porque es nuestro hermano, de nuestra misma sangre”. Y sus hermanos estuvieron de acuerdo.

28 Pasaron unos mercaderes madianitas y sacaron a José subiéndolo de la cisterna.

Vendieron a José a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Y así se llevaron a José a Egipto.

29 Rubén volvió a la cisterna y vio que José no estaba en ella. Entonces rasgó sus vestiduras 30 y acercándose a sus hermanos exclamó: “El muchacho desapareció. Y yo ahora, ¿adónde voy?”. 31 Ellos tomaron la túnica de José, mataron un cabrito y empaparon la túnica con la sangre. 32 Luego enviaron la túnica de colores a su padre, con este mensaje: “Encontramos esto. Mira si es la túnica de tu hijo o no”. 33 Apenas la reconoció, exclamó: “¡Es la túnica de mi hijo! ¡Una bestia salvaje lo ha devorado! ¡Seguramente José fue despedazado!”.

34 Jacob rasgó sus vestiduras, se puso ropa de luto e hizo duelo por su hijo durante muchos días. 35 Todos sus hijos e hijas fueron a consolarlo, pero él rechazaba todo consuelo y decía: “Estaré de luto hasta bajar a la morada de los muertos donde está mi hijo”. Y su padre lloraba por él. 36 Mientras tanto, los madianitas llegaron a Egipto y lo vendieron a Putifar, funcionario del faraón y jefe de la guardia”.

Judá creyó que era una prostituta*

Nm 26,19-22; Dt 25,5-6; Rut 1,8-12; 4,18-22; 1 Cro 38,3-4; Mt 1,3; Lc 3,33

38 1 En aquel tiempo Judá se separó de sus hermanos y fue a casa de un hombre adulamita de nombre Jirá. 2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, la tomó por esposa y tuvo relaciones con ella. 3 Ella concibió y dio a luz un hijo, al que él llamó Er. 4 Concibió otra vez y dio a luz un hijo al que llamó Onán. 5 Otra vez dio a luz un hijo y lo llamó Selá. Fue en Cazib donde ella tuvo su parto.

6 Judá tomó también una mujer para su hijo primogénito Er, llamada Tamar. 7 Pero Er, primogénito de Judá, se portó mal ante los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida. 8 Entonces Judá le dijo a Onán: “Únete a la mujer de tu hermano para cumplir el deber de cuñado y darle descendencia a tu hermano”. 9 Pero Onán sabía que los hijos no serían considerados suyos. Entonces, cuando se unía a la mujer de su hermano derramaba su semen en el suelo, para no dejar descendencia a su hermano. 10 Lo que él hacía desagradó al Señor, que también le quitó la vida. 11 Judá le dijo entonces a su nuera Tamar: “Vive como viuda en la casa de tu padre hasta que mi hijo Selá sea mayor”, porque se decía: “no sea que él también muera como sus hermanos”. Y Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.

12 Después de mucho tiempo murió la hija de Súa, la mujer de Judá. Cumplido el duelo, Judá fue a Timná, a esquilar sus ovejas, con su amigo Jirá. 13 Le informaron a Tamar: “Ahí va tu suegro subiendo a Timná para esquilar su rebaño”. 14 Entonces ella se quitó la ropa de viuda, se cubrió con un velo, y así envuelta se sentó a la entrada de Enain, que está en el camino a Timná. Ella veía que no había sido dada en matrimonio a Selá, que ya era mayor. 15 Cuando Judá la vio, creyó que era una prostituta, porque ella se cubría la cara. 16 Entonces, sin saber que era su nuera, se desvió hacia donde ella estaba, junto al camino, y le dijo: Déjame que me acueste contigo. Y ella le preguntó: “¿Qué me darás si te acuestas conmigo?”. 17 Y él respondió: “Te enviaré un cabrito del rebaño”, a lo que ella contestó: “Con tal que me dejes una prenda hasta que lo envíes”. 18 Él preguntó: “¿Qué prenda puedo dejarte?”. Y ella dijo: “Tu sello, tu cordón y el bastón que llevas en tu mano”. Él se los dio y se acostó con ella, que quedó embarazada.

19 Luego Tamar se levantó, fue a quitarse el velo y se puso la ropa de viuda. 20 Judá envió el cabrito por medio de su amigo adulamita para recuperar la prenda de manos de la mujer, pero no la encontró. 21 Preguntó entonces a unos hombres del lugar: “¿Dónde está la prostituta que se ubica en Enain, junto al camino?”, y le respondieron: “Aquí nunca ha habido una prostituta”. 22 Regresó donde estaba Judá y le informó: “No la encontré; más aún, los hombres del lugar dicen que allí nunca ha habido una prostituta”. 23 Judá dijo entonces: “Que se quede con ello, no sea que se burlen de nosotros. Ya ves que le mandé ese cabrito, y tú no la has encontrado”.

24 Unos tres meses más tarde informaron a Judá: “Tu nuera se prostituyó, y ha quedado embarazada a causa de su prostitución”. Y él ordenó: “¡Que la saquen y que sea quemada!”. 25 Cuando la sacaban, ella envió a decir a su suegro: “He quedado embarazada del hombre a quien pertenecen estas cosas”. Y añadió: “Examina por favor de quién son este sello, este cordón y este bastón”.

26 Judá los reconoció y dijo: “Ella es inocente y yo culpable, porque no le di a mi hijo Selá”. Y no volvió a tener relaciones con ella.

27 Llegado el tiempo de su parto, había mellizos en su seno. 28 Entonces al dar a luz, uno sacó su mano y la partera se la tomó y le ató un hilo rojo, diciendo: “Este salió primero”. 29 Pero cuando retiró su mano, de repente salió su hermano, y ella dijo: “¡Cómo te has abierto una brecha!”. Por eso lo llamaron Peres*. 30 Detrás salió su hermano, que tenía en su mano el hilo rojo, y lo llamaron Záraj.

– Encumbramiento de José en Egipto*

El Señor estaba con José*

Sal 105,17-23; Prov 7,13-19; Hch 7,9-16

39 1 José fue llevado a Egipto, y Putifar, un egipcio funcionario del faraón y jefe de la guardia, lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado hasta allí. 2 El Señor estaba con José, de modo que tuvo éxito en la casa de su patrón, el egipcio. 3 El patrón se dio cuenta de que el Señor estaba con él y hacía prosperar todos sus trabajos, 4 de modo que José se ganó su confianza y quedó a su servicio. Lo puso entonces a cargo de su casa con todo lo que le pertenecía. 5 Desde el momento en que le confió su casa con todo lo que le pertenecía, el Señor bendijo la casa del egipcio por causa de José. La bendición del Señor se extendió sobre todo lo que poseía, en la casa y en el campo. 6 Como había dejado todo en manos de José, no se preocupaba de nada, sino solo del alimento que comía.

La mujer de su patrón se fijó en José*

Prov 7,9-23

José era apuesto y de buena presencia. 7 Después de un tiempo, la mujer de su patrón se fijó en José y le propuso: “Acuéstate conmigo”. 8 Pero él se negó y le dijo a la mujer de su patrón: “Mira, mi amo confía en mí, no se preocupa de nada en la casa, y me ha confiado todo lo que le pertenece. 9 En esta casa, él no ejerce mayor autoridad que yo, y no me priva de nada, excepto de ti, por ser su mujer. ¿Cómo podría yo cometer este grave mal y pecar contra Dios?”. 10 Y aunque día tras día la mujer insistía a José, él no aceptó acostarse con ella o estar junto a ella. 11 Pero uno de esos días en que él fue a la casa para hacer su trabajo, no había allí ninguno de los hombres en la casa. 12 Entonces ella lo agarró por su ropa, diciéndole: “Acuéstate conmigo”. Pero él abandonó la ropa en sus manos y salió huyendo de la casa. 13 Cuando ella vio que él había dejado la ropa en sus manos al salir huyendo, 14 llamó a los servidores de su casa y les dijo: “Miren, nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros. Vino hasta mí para acostarse conmigo, pero yo grité con toda mi fuerza. 15 Al oír que yo alzaba mi voz para llamar, él dejó su ropa junto a mí y salió huyendo de la casa. 16 Ella conservó la ropa a su lado hasta que su esposo volvió a la casa. 17 Entonces le contó la misma historia: “El esclavo hebreo que nos trajiste, vino para burlarse de mí. 18 Cuando grité para llamar, abandonó su ropa junto a mí y huyó de la casa”. 19 Al oír el patrón la historia de su mujer que le decía: “Esto es lo que me hizo tu esclavo”, se enfureció, 20 detuvo a José y lo metió en la cárcel donde estaban los prisioneros del rey. Y él quedó ahí en la cárcel. 21 Pero el Señor estaba con José y le concedió la gracia de que se ganara la confianza del jefe de la cárcel. 22 El jefe puso a su cargo todos los prisioneros de la prisión, y José dirigía todos los trabajos que se hacían allí. 23 El jefe de la prisión no se preocupaba de nada que estuviera en manos de José, porque el Señor estaba con él y hacía prosperar su trabajo.

Las interpretaciones de los sueños vienen de Dios*

Dn 1,17; 2

40 1 Tiempo después, el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor. 2 El faraón se enojó contra los dos oficiales, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos, 3 y los puso bajo custodia en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel en la que José estaba preso. 4 El capitán se los encomendó a José para que los atendiera. Ya hacía un tiempo que estaban en custodia, 5 cuando en una misma noche tanto el copero como el panadero del rey de Egipto tuvieron cada uno un sueño. Cada sueño tenía su propia interpretación. 6 Por la mañana José fue a verlos y los encontró decaídos. 7 Entonces preguntó a los oficiales del faraón, que estaban con él bajo custodia en casa de su señor: “¿Por qué están hoy con estas caras tan tristes?”. 8 Ellos le respondieron: “Hemos tenido sueños, pero no hay nadie que los interprete”. José les dijo: “Es verdad, las interpretaciones vienen de Dios. Por favor, cuéntenme los sueños”.

9 El jefe de los coperos le contó su sueño a José, diciéndole: “Yo soñé que veía una vid, 10 que tenía tres ramas. Apenas echó brotes, floreció y sus racimos dieron uvas maduras. 11 Yo tenía en mi mano la copa del faraón. Entonces tomé las uvas, las exprimí en ella, y después puse la copa en las manos del faraón”. 12 Entonces José le dijo: “Esta es su interpretación. Las tres ramas son tres días. 13 Dentro de tres días el faraón te perdonará y te restituirá en tu puesto, para que pongas la copa del faraón en su mano como antes, cuando eras su copero. 14 Te pido que te acuerdes de mí cuando te vaya bien, y que hables de mí ante el faraón, para que me saque de esta cárcel. 15 Porque fui secuestrado de la tierra de los hebreos, y aquí no hice nada como para que me pusieran en una prisión”.

16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había interpretado bien, le confesó a su vez: “En mi sueño, yo tenía sobre mi cabeza tres canastas de pan blanco. 17 En la de arriba había toda clase de productos de panadería para el faraón, pero los pájaros los comían de la canasta que estaba sobre mi cabeza”. 18 Entonces José contestó: “Esta es su interpretación: las tres canastas son tres días. 19 Dentro de tres días, el faraón cortará tu cabeza, te colgará de un árbol, y los pájaros comerán tu carne”.

20 Precisamente al tercer día era el cumpleaños del faraón, y el rey sirvió un banquete para todos sus servidores. En presencia de todos ellos reconsideró la causa del jefe de los coperos y la del jefe de los panaderos. 21 Restituyó al jefe de los coperos en su cargo, que volvió así a poner la copa en manos del faraón, 22 y colgó al jefe de los panaderos, tal como José les había interpretado. 23 Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que lo olvidó.

Vendrán siete años de hambre*

Job 33,15; Dn 2

41 1 Dos años más tarde, el faraón soñó que estaba de pie frente al río Nilo. 2 De pronto subieron del río siete vacas de hermoso aspecto y gordas, que comenzaron a pastar entre los juncos. 3 Detrás de estas, subieron del río otras siete vacas, flacas y de muy mal aspecto, que se detuvieron junto a las primeras a orillas del río. 4 Y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete hermosas y gordas. Entonces el faraón se despertó.

5 Volvió a dormirse, y soñó que crecían siete espigas en un solo tallo, grandes y hermosas. 6 Y otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento del este, brotaban después de las primeras. 7 Y las espigas delgadas se tragaron a las siete espigas grandes y llenas de granos. Entonces el faraón se despertó. Había sido un sueño.

8 A la mañana, su mente estaba preocupada y mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto. El faraón les contó sus sueños, pero nadie se los pudo interpretar. 9 El jefe de los coperos le dijo entonces al faraón: “Hoy reconozco mi falta. 10 Cierta vez el faraón se enojó contra sus servidores y me envió a la prisión en casa del capitán de la guardia, a mí y al jefe de los panaderos. 11 Entonces, en una misma noche, él y yo tuvimos un sueño, cada uno tuvo un sueño que tenía una interpretación propia. 12 Allí con nosotros estaba un joven hebreo, servidor del capitán de la guardia. Le contamos y él nos interpretó los sueños, a cada uno según su significado. 13 Y tal como nos lo interpretó, así sucedió. Yo fui restablecido en mi oficio, y él fue ahorcado”.

14 Entonces el faraón mandó llamar José, y lo sacaron rápidamente de la cárcel; él se afeitó, cambió su ropa y se presentó al faraón. 15 El faraón dijo a José: “Tuve un sueño y nadie lo pudo interpretar. Pero he sabido acerca de ti que cuando oyes un sueño, lo interpretas”. 16 José respondió al faraón: “No soy yo, sino Dios el que dará una respuesta apropiada al faraón”. 17 Entonces el faraón le contó a José: “En mi sueño, yo estaba de pie junto a la orilla del río Nilo.18 De pronto subieron del río siete vacas gordas, de hermoso aspecto, que comenzaron a pastar entre los juncos. 19 Detrás de estas, subieron del río otras siete vacas raquíticas, flacas y de muy mal aspecto, tan feas como yo nunca había visto en toda la tierra de Egipto. 20 Y las vacas raquíticas y feas se comieron a las primeras siete vacas gordas. 21 Pero después de comérselas, no se notaba que las hubieran comido, porque su apariencia era tan mala como antes. Entonces desperté.

22 Después, en mi sueño vi también siete espigas que crecían de un solo tallo, llenas de granos y hermosas. 23 Pero de pronto, otras siete espigas secas, delgadas y quemadas por el viento del este brotaron después de las primeras. 24 Y las espigas delgadas se tragaron las siete espigas hermosas. Les conté a los magos, pero nadie supo explicármelo”.

25 Entonces José le dijo al faraón: “El sueño del faraón es uno solo, con el que Dios quiere anunciar al faraón lo que va a hacer. 26 Las siete vacas buenas son siete años, y también las siete espigas buenas son siete años. Se trata por tanto de un mismo sueño. 27 Las siete vacas flacas y feas que subieron después son siete años, así como las siete espigas delgadas y quemadas por el viento del este serán siete años de hambre. 28 Es como le dije al faraón: Dios le ha mostrado al faraón lo que está por hacer. 29 Vienen por tanto siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. 30 Pero después de estos vendrán siete años de hambre, en los que quedará en el olvido toda la abundancia del país de Egipto. El hambre consumirá la tierra, 31 y ya no se conocerá la abundancia como la que tenían antes, porque el hambre que vendrá después será muy terrible. 32 Y la repetición del sueño del faraón por dos veces significa que la palabra de Dios es cierta, y que Dios pronto la llevará a cabo.

33 Que ahora el faraón busque a un hombre inteligente y sabio y lo ponga al frente del país de Egipto. 34 Que el faraón nombre funcionarios en todo el país, para que durante estos siete años de abundancia retengan la quinta parte de lo que se produce; 35 que recojan todo el alimento de esos buenos años que vienen, y que bajo la autoridad del faraón almacenen el grano como alimento para guardarlo en las ciudades. 36 Este alimento estará en reserva para el país durante los siete años de hambre que vendrán sobre la tierra de Egipto. Así el país no morirá de hambre”.

37 Este plan le pareció bien al faraón y a sus servidores.

José almacenó grano en gran cantidad*

Sal 105,16-22: Dn 13,45-46; Hch 7,10

38 Entonces el faraón preguntó a sus servidores: “¿Acaso podrá encontrarse otro hombre como este, en quien está el espíritu de Dios?”. 39 Y dirigiéndose a José, le dijo: “Dado que Dios te ha concedido conocer todo esto, no hay otro más inteligente y sabio que tú. 40 Estarás al frente de mi casa y todo mi pueblo se moverá a tus órdenes. Solo yo estaré por encima de ti”. 41 Y añadió el faraón a José: “Mira, te pongo al frente de todo el país de Egipto”.

42 Entonces el faraón sacó de su mano el anillo para sellar y lo colocó en la mano de José, lo vistió con ropas de lino y le puso en el cuello una cadena de oro. 43 Lo hizo subir a su segunda carroza, y a su paso iban gritando: “¡Inclínense!”. Así lo puso al frente de todo el país de Egipto. 44 Y el faraón le dijo a José: “Yo soy el faraón, pero sin tu permiso nadie moverá su mano o su pie en todo el territorio de Egipto”. 45 El faraón impuso a José el nombre de Zafnat Panej, y le dio como esposa a Asenet, hija de Potipera, sacerdote de On. Después, José salió a recorrer la tierra de Egipto. 46 José tenía treinta años cuando entró al servicio del faraón, rey de Egipto. Después de retirarse de la presencia del faraón, José recorrió todo el país de Egipto. 47 Durante los siete años de abundancia, la tierra produjo en gran cantidad. 48 José recogió todo el alimento de los siete años que se dio en la tierra de Egipto, y lo guardó en las ciudades. Así puso en cada ciudad el alimento que venía de los campos a su alrededor. 49 José almacenó grano en gran cantidad como la arena del mar, hasta que dejó de medirlo porque no había manera de contarlo.

Vayan a donde José, y hagan lo que él les diga*

Sal 105,16; Hch 7,11

50 Antes de que llegara el primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, que le dio a luz Asenet, la hija de Potipera, sacerdote de On. 51 José llamó al primero Manasés porque decía: “Dios me ha hecho olvidar completamente mis penas y la casa de mi padre”. 52 Y al segundo lo llamó Efraín porque decía: “Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción”.

53 Cuando acabaron los siete años de abundancia en el país de Egipto, 54 comenzaron a llegar los siete años de hambre para todos los países, como José lo había predicho. Pero en la tierra de Egipto había pan. 55 Cuando todo el país de Egipto comenzó a tener hambre, el pueblo clamó al faraón por pan y este les respondió a todos: “Vayan a donde José, y hagan lo que él les diga”.

56 El hambre se extendía por toda la tierra, de modo que José abrió los graneros y vendió grano a los egipcios, porque el hambre arreciaba en el país. 57 Y todo el mundo fue a Egipto para comprarle a José, porque el hambre se hacía sentir en toda la tierra.

– Reencuentro de José con sus hermanos*

 

¡Ustedes son espías…!

Dt 6,13; Jdt 5,10; Hch 7,11-12

42 1 Cuando Jacob se enteró de que había provisión de grano en Egipto, dijo a sus hijos: “¿Por qué están mirándose unos a otros? 2 Miren, he oído decir que hay provisión de grano en Egipto. Vayan y compren allá grano para nosotros, así podremos sobrevivir y no moriremos”. 3 Entonces los diez hermanos de José fueron a comprar grano a Egipto. 4 Pero Jacob no envió con ellos a Benjamín, hermano de José, porque pensaba: “No sea que le suceda una desgracia”. 5 Fueron entonces los hijos de Israel con los que iban a comprar grano, porque había hambre en la tierra de Canaán. 6 José, como gobernador del país, era el que vendía a todo el mundo. Por eso vinieron sus hermanos y se postraron ante él, con el rostro en tierra. 7 José vio a sus hermanos y los reconoció, pero no se dio a conocer y les habló duramente, diciéndoles: “¿De dónde vienen”, a lo que respondieron: “De la tierra de Canaán para comprar grano”. 8 José reconoció a sus hermanos pero ellos no.

9 José se acordó entonces de los sueños que había tenido en relación con ellos, y les dijo: “Ustedes son espías. Han venido a observar las zonas indefensas del país”. 10 “¡No, señor!”, -replicaron ellos-, “sino que tus servidores han venido a comprar alimento. 11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre. Somos honestos. Tus servidores no son espías”. 12 Pero él insistió: “No, ustedes han venido a observar las zonas débiles del país”. 13 Y ellos repitieron: “Tus servidores son doce hermanos, hijos de un mismo padre en la tierra de Canaán, aunque el menor está ahora con nuestro padre y el otro ya no vive”. 14 José volvió a insistir: “Es precisamente lo que les dije: ustedes son espías. 15 De esta manera serán probados: juro por la vida del faraón que ustedes no saldrán de aquí mientras su hermano menor no venga hasta aquí. 16 Envíen a uno de ustedes para que traiga a su hermano, y mientras tanto los demás permanecerán en prisión. Así se comprobarán sus declaraciones y si la verdad está con ustedes. De lo contrario, juro por la vida del faraón que ustedes son espías”. 17 Y los puso en prisión por tres días.

18 Al cabo de los tres días, José les dijo: “Hagan lo siguiente y saldrán con vida, porque temo a Dios. 19 Para probar que son honestos, que uno de sus hermanos quede detenido en la prisión donde están. Los demás vayan y lleven grano para remediar el hambre en sus casas. 20 Pero me traerán al hermano menor, de modo que sus palabras queden confirmadas y no mueran”. Y así lo hicieron.

21 Ellos se decían unos a otros: “Realmente estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos a nuestro hermano: nosotros veíamos el sufrimiento de su corazón cuando nos pedía misericordia y no lo escuchamos. Por eso nos invade esta angustia”. 22 Y Rubén les reprochaba: “¿Acaso no les dije que no hicieran mal al muchacho, y no me escucharon? ¡Ahora se nos pide cuenta de su sangre!”. 23 Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía lo que ellos hablaban. 24 Pero él se apartó de ellos y se puso a llorar; después volvió y pudo hablarles. Entonces tomó a Simeón y lo encadenó en presencia de ellos. 25 Después ordenó que llenaran sus bolsas de grano, les devolvieran a cada uno el dinero en su bolsa, y también les dieran comida para el viaje. Y así se hizo. 26 Cargaron el grano sobre sus asnos y partieron de allí.

27 Cuando se detuvieron para pasar la noche, uno de ellos abrió su bolsa para dar de comer a su asno, y vio con sorpresa su dinero junto a la abertura de la bolsa. 28 Entonces gritó a sus hermanos: “¡Me han devuelto mi dinero y está aquí en mi bolsa!”. Ellos se asustaron, y temblando se preguntaban el uno al otro: “¿Qué nos ha hecho Dios?”.

29 Cuando llegaron a la tierra de Canaán donde estaba su padre Jacob, le contaron todo lo que les había sucedido: 30 “El hombre que es señor del país nos habló duramente y nos tomó por espías. 31 Nosotros le dijimos: ‘Somos honestos y no somos espías. 32 Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre. Uno ya no vive, y el menor está ahora con nuestro padre en la tierra de Canaán’. 33 Y el hombre que es señor del país nos dijo: ’De esta manera sabré si ustedes son honestos: dejen uno de sus hermanos conmigo, tomen grano para aliviar el hambre en sus casas, y vayan. 34 Pero me traerán a su hermano menor, así sabré que ustedes no son espías sino personas honestas. Les devolveré entonces a su hermano, y podrán recorrer el país’”.

35 Y cuando vaciaban sus bolsas, cada uno encontró que dentro de ellas estaba su dinero. Pero, al verlo, ellos y su padre sintieron miedo. 36 Su padre Jacob les dijo entonces: “Ustedes me van a dejar sin hijos. José ya no está, y Simeón tampoco. Ahora me llevan a Benjamín. ¡Todo está contra mí!”.

37 Entonces Rubén le dijo a su padre; “Si no te lo devuelvo, podrás matar a mis dos hijos. Déjalo a mi cuidado y yo te lo traeré de vuelta”. 38 Pero Jacob replicó: “Mi hijo no bajará con ustedes, porque su hermano está muerto y me queda solo él. Si le llegara a ocurrir una desgracia en el camino por donde van, ustedes harán que en mi vejez baje a la morada de los muertos con dolor”.

 

¿Es este el hermano menor de ustedes…?

Gn 17,1

43 1 Mientras tanto, el hambre se hacía sentir en la tierra. 2 Y cuando acabaron de comer el grano que habían traído de Egipto, su padre les dijo: “Vuelvan y compren para nosotros un poco más de alimento”. 3 Entonces Judá le recordó: “Ese hombre nos advirtió seriamente de que no nos presentáramos ante él si nuestro hermano no venía con nosotros. 4 Si estás dispuesto a enviar a nuestro hermano con nosotros, bajaremos y compraremos grano para ti. 5 Pero, si no lo envías, no bajaremos, porque aquel hombre nos dijo: ‘No se presenten ante mí si su hermano no viene con ustedes’”.

6 Israel protestó: “¿Por qué me han causado esta amargura, diciéndole a ese hombre que tienen otro hermano?”. 7 A lo que respondieron: “El hombre insistía preguntando sobre nosotros y nuestras familias: ‘¿Vive aún el padre de ustedes? ¿Tienen otro hermano?’ Y nosotros le informamos de acuerdo con sus preguntas. ¿Cómo podíamos saber que nos diría: ‘Traigan a su hermano’?”.

8 Judá insistió ante su padre Israel: “Envía al joven conmigo para que salgamos de una vez. Así viviremos y no moriremos, tanto nosotros como tú y los niños. 9 Yo me responsabilizo de él, y a mí me pedirás cuenta. Si no te lo traigo para dejarlo en tu presencia, seré culpable ante ti para toda mi vida. 10 Ya habríamos vuelto dos veces si no hubiéramos perdido tanto tiempo”. 11 Su padre Israel les dijo entonces: “Si no hay otro modo, hagan así: tomen de los mejores productos de la tierra en sus equipajes, y lleven a aquel hombre, como regalo, un poco de bálsamo, un poco de miel, resina aromática, mirra, nueces y almendras. 12 Lleven el doble de dinero, porque tienen que devolver la cantidad que fue puesta junto a la abertura de sus bolsas, quizás por error. 13 Y ahora tomen a su hermano y vuelvan a ver a ese hombre. 14 Que el Dios Todopoderoso les conceda misericordia de parte de ese hombre, para que los envíe de vuelta con su otro hermano y Benjamín. De mi parte, si soy privado de mis hijos, no habrá más remedio”.

15 Ellos tomaron los regalos, el doble del dinero y también a Benjamín. Entonces partieron hacia Egipto, donde se presentaron ante José. 16 Cuando José los vio con Benjamín, ordenó a su mayordomo: “Lleva a estos hombres a la casa, mata un animal y prepáralo, porque al mediodía comerán conmigo”. 17 El mayordomo hizo como José le ordenara y los introdujo en la casa de José. 18 Cuando vieron que los llevaban a casa de José, ellos decían: “Nos traen aquí a causa del dinero que la vez anterior fue puesto en nuestras bolsas. Ahora caerán sobre nosotros, nos atacarán, nos tomarán como esclavos y se quedarán con nuestros asnos”. 19 Entonces, junto a la puerta, se acercaron al mayordomo de la casa de José y le dijeron: “Mire, señor, la vez anterior vinimos a comprar alimento, 21 pero sucedió que, al detenernos para pasar la noche, abrimos nuestras bolsas e inesperadamente el dinero completo de cada uno apareció junto a la abertura de la bolsa. Y lo hemos traído con nosotros. 22 También hemos traído más dinero para comprar alimento. Pero no sabemos quién puso aquel dinero en nuestras bolsas”. 23 Y él les respondió: “¡Estén en paz, no teman! El Dios de ustedes y Dios de su padre les puso ese tesoro en sus bolsas. Yo recibí el dinero que ustedes pagaron”. Y les trajo a Simeón. 24 Después los hizo pasar a la casa de José y les dio agua para que lavaran sus pies, y también pasto para sus asnos. 25 Ellos, por su parte, prepararon los regalos para cuando viniera José al mediodía, porque habían oído decir que comería allí. 26 Cuando José volvió a la casa, le presentaron los regalos que tenían en sus manos y se postraron ante él en tierra. 27 Después de preguntarles cómo estaban, les dijo: “¿Cómo está su anciano padre, del que me hablaron? ¿Vive todavía?”. 28 Ellos respondieron: “Tu servidor, nuestro padre, está bien. Aún vive”. Y se inclinaron hasta postrarse. 29 Al levantar la mirada, José vio a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre, y preguntó: “¿Es este el hermano menor de ustedes, del que me hablaron? ¡Que Dios te guarde, hijo mío!”. 30 Entonces José salió rápidamente, porque se sintió conmovido en su interior por su hermano y estaba a punto de llorar. Fue a su cuarto y lloró allí. 31 Luego se lavó la cara, salió y controlándose ordenó: “Sirvan la comida”. 32 A él le sirvieron aparte, y ellos comieron separados de los egipcios que comían en su casa, porque los egipcios no pueden comer con los hebreos. Esto sería una aberración para aquellos.

33 Se sentaron frente a él por orden de edad, desde el mayor al menor. Y ellos se miraban con asombro. 34 Él hizo que les sirvieran porciones tomadas de su propia mesa, pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor que las de todos ellos. Bebieron y se alegraron en su compañía.

 

La copa en la que bebe mi señor

 

44 1 Después José ordenó al mayordomo: “Llena las bolsas de estos hombres con tanto alimento como puedan llevar, y coloca el dinero de cada uno en la boca de cada bolsa. 2 Coloca también mi copa de plata en la boca de la bolsa del menor, junto con el dinero de su compra”. E hizo como dijo José.

3 Por la mañana temprano, despidieron a los hombres con sus asnos. 4 Estos habían dejado la ciudad y no estaban muy lejos, cuando José ordenó al mayordomo: “Debes partir y perseguir a esos hombres. Cuando los alcances, les dirás: ‘¿Por qué me han pagado mal por bien? 5 ¿No se trata de la copa en la que bebe mi señor y con la cual adivina? ¡Han hecho algo muy malo!’”.

6 Apenas los alcanzó, les dijo esas palabras. 7 Y ellos le respondieron: “¿Por qué mi señor nos habla así? Tus servidores no hacen semejante cosa. ¡De ninguna manera! 8 Ya viste cómo te trajimos de la tierra de Canaán el dinero que encontramos al abrir nuestras bolsas. ¿Cómo entonces robaríamos plata u oro de la casa de tu señor? 9 Cualquiera de tus servidores que la tenga, morirá, y nosotros seremos también esclavos de mi señor”. 10 Y él dijo: “Aunque debiera ser como dicen, solo aquel que sea encontrado con la copa será mi esclavo. Los demás quedarán libres”. 11 Entonces cada uno se apresuró a bajar su bolsa al suelo para abrirla. 12 El mayordomo las revisó, comenzando con la del mayor y terminando con la del menor, y encontró la copa en la bolsa de Benjamín. 13 Ellos rasgaron entonces sus vestiduras. Luego cada uno puso la carga sobre su asno y volvieron a la ciudad. 14 Judá y sus hermanos entraron a la casa de José que aún estaba allí, y se postraron en tierra ante él. 15 José les preguntó: “¿Qué han hecho? ¿No se dan cuenta de que un hombre como yo podía adivinar con certeza?”. 16 Y Judá contestó: “¿Qué podemos decir a mi señor y cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios ha descubierto la culpa de tus servidores. Ahora somos esclavos de mi señor, tanto nosotros como el que fue encontrado con la copa en su poder”. 17 Entonces José dijo: “Está lejos de mí hacer esto. Será mi esclavo solo aquel que fue encontrado con la copa en su poder. Ustedes suban en paz a donde su padre”.

18 Judá se acercó a él y le rogó: “Permita mi señor que tu servidor diga una palabra a oídos de mi señor, sin que se enoje conmigo, porque eres como el faraón mismo. 19 Mi señor preguntó a sus servidores: ‘¿Tienen padre o hermano?’. 20 Y nosotros respondimos a mi señor: ‘Tenemos un padre anciano con un hijo menor nacido en su vejez. Su hermano ha muerto. Queda solo este de la misma madre, y su padre lo ama’. 21 Entonces nos ordenaste: ‘Tráiganlo para que lo vea’. 22 Y respondimos a mi señor: ‘El joven no puede dejar a su padre, porque, si lo dejara, su padre moriría’. 23 Y dijiste a tus servidores: ‘Si no baja el hermano menor con ustedes, no podrán volver a mi presencia’. 24 Cuando regresamos a mi padre, tu servidor, le comunicamos tus palabras. 25 Tiempo después él nos dijo: ‘Vuelvan a comprar alimento para nosotros’. 26 Entonces le contestamos: ‘No podemos ir. Solo si nuestro hermano menor va con nosotros, bajaremos; porque no podemos presentarnos ante ese hombre si nuestro hermano menor no está con nosotros’. 27 Y mi padre, tu servidor, nos respondió: ‘Ustedes saben que mi mujer me dio dos hijos. 28 Uno desapareció, y pensé que seguramente había sido despedazado, porque hasta ahora no lo he visto. 29 Si se llevan también a este de mi compañía y le pasa una desgracia, ustedes me harán bajar con dolor a la morada de los muertos’. 30 Si ahora yo vuelvo a mi padre, tu servidor, y el joven tan ligado a él no está con nosotros, 31 sucederá que, al no verlo, morirá, y tus servidores lo mandarán con dolor en su vejez a la morada de los muertos. 32 Yo, tu servidor, me hice responsable del joven ante mi padre, diciéndole: ‘Si no te lo traigo de vuelta, seré culpable ante mi padre para siempre’. 33 Por tanto permite, ahora, a tu servidor que me quede como esclavo de mi señor y que el joven vuelva con mis hermanos. 34 ¿Cómo subiré a mi padre sin que el joven vaya conmigo? ¡Yo no resistiría ver la pena que invadiría a mi padre!”.

 

¡Yo soy José!

Éx 8,18; 9,26; Hch 7,13

 

45 1 José ya no pudo contenerse delante de todos sus servidores y exclamó: “¡Hagan salir a todos de mi presencia!”. Y ninguno estaba con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos. 2 Pero como lloraba a gritos, lo oyeron los egipcios y se supo hasta en la casa del faraón. 3 José dijo entonces a sus hermanos: “Yo soy José. ¿Vive aún mi padre?”. Sus hermanos no sabían qué contestarle, porque habían quedado asombrados ante él.

4 José siguió diciendo a sus hermanos: “Acérquense a mí”, y se acercaron. Y él continuó: “Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a los egipcios. 5 Pero ahora no se apenen ni se reprochen a sí mismos por haberme vendido aquí. Fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar sus vidas. 6 Ya van dos años de hambre en la tierra y aún quedan cinco sin siembra ni cosecha. 7 Dios me envió delante de ustedes para permitirles sobrevivir en este país, y salvarles la vida de una manera extraordinaria. 8 No fueron entonces ustedes los que me enviaron aquí sino Dios, quien me puso como padre para el faraón, señor de toda su casa y gobernador de todo el país de Egipto.

9 Suban cuanto antes a la casa de mi padre y díganle: ‘Así habla tu hijo José: Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. ¡Ven hasta mí, sin tardar! 10 Habitarás en la región de Gosen y estarás cerca de mí, tú, tus hijos y tus nietos, tu rebaño y tu ganado, y todo lo que tienes. 11 Allí proveeré por ti, porque aún quedan cinco años de hambre. Así no pasarás necesidad, ni tú ni tu familia, ni nada de lo que tienes’. 12 Ustedes y mi hermano Benjamín son testigos de que soy yo, José, el que les habla. 13 Cuéntenle a mi padre de mi alta posición en Egipto y todo lo que han visto. Vayan rápido y traigan a mi padre hasta aquí”. 14 Entonces se echó llorando sobre el cuello de su hermano Benjamín, y este sobre él. 15 Y besaba a todos sus hermanos llorando sobre ellos. Solo entonces comenzaron a hablar con él.

¡Mi hijo José vive todavía!

16 Cuando en el palacio se supo que habían llegado los hermanos de José, la noticia agradó al faraón y a sus servidores. 17 Entonces el faraón le dijo a José: “Debes decir a tus hermanos que carguen sus animales y vuelvan a la tierra de Canaán, 18 que traigan a su padre y a sus familias y vengan a verme, y yo les daré lo mejor del país de Egipto, donde comerán de la abundancia de la tierra’. 19 Ordénales también lo siguiente: ‘Tomen carros de Egipto para sus niños y mujeres, y regresen transportando a su padre. 20 No se preocupen por traer sus cosas, porque lo mejor de la tierra de Egipto será para ustedes’”.

21 Los hijos de Israel hicieron así, después que José, por orden del faraón, les diera carros y comida para el camino. 22 A cada uno le dio ropa nueva, pero a Benjamín trescientas monedas de plata y cinco mudas de ropa. 23 Y a su padre le envió diez asnos, cargados con lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas con grano, pan y alimentos para el viaje de su padre.

24 Por último despidió a sus hermanos, y cuando se iban les recomendó: “¡No discutan por el camino!”.

25 Subieron de Egipto y llegaron a donde estaba su padre Jacob en la tierra de Canaán. 26 Enseguida le anunciaron: “¡José está vivo, y es él quien gobierna en todo el país de Egipto!”. Jacob quedó atónito, porque no podía creerles. 27 Pero cuando le contaron todas las cosas que José les había dicho, y vio los carros que le enviaba para transportarlo, el espíritu de su padre Jacob se reanimó.

28 Entonces dijo Israel: “¡Me basta saber que mi hijo José vive todavía! Iré y lo veré antes de morir”.

  1. Jacob y sus hijos en Egipto con José*«

No temas descender a Egipto*

Gn 23,23-25; Éx 1,1; Dt 10,22; Jos 24,4; Lc 2,29; Heb 7,10

 

46 1 Israel partió con todo lo que tenía. Al llegar a Berseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. 2 Dios le dijo a Israel en una visión nocturna: “Jacob, Jacob”, y él respondió: “Aquí estoy”. 3 Le dijo entonces: “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas descender a Egipto, porque allí te haré una gran nación. 4 Yo bajaré contigo a Egipto y yo te haré también volver, después que la mano de José haya cerrado tus ojos”.

5 Jacob partió de Berseba, después que los hijos de Israel pusieron a su padre, a sus niños y a sus mujeres en los carros que enviara el faraón para transportarlo. 6 También tomaron sus ganados y los bienes que habían acumulado en la tierra de Canaán. Así es como Jacob y todos sus descendientes llegaron a Egipto. 7 Trajo con él sus hijos y nietos, sus hijas y nietas, y todos sus descendientes. 8 Estos son los nombres de los israelitas que entraron a Egipto, Jacob y sus hijos:

Rubén, el primogénito de Jacob, 9 y los hijos de Rubén: Janoc, Falú, Jesrón y Carmí.

10 Los hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Oab, Yaquín, Sojar y Saúl, el hijo de la cananea.

11 Los hijos de Leví: Gersón, Queat y Merarí.

12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Selá, Peres y Záraj, pero Er y Onán ya habían muerto en Canaán. Y los hijos de Peres: Jesrón y Jamul.

13 Los hijos de Isacar: Tolá, Fúa, Job y Simrón.

14 Los hijos de Zabulón: Sered, Elón y Yajlel. 15 Estos son los hijos de Lía que tuvo Jacob en Padán Aram, incluida su hija Dina. Todos sus hijos y sus hijas eran treinta y tres.

16 Los hijos de Gad: Sifión, Jaguí, Suní, Esbón, Erí, Arodí y Arelí.

17 Los hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá y Seraj, hermana de ellos. Hijos de Beriá: Jéber y Malquiel. 18 Estos son los hijos de Zilpá, la esclava que dio Labán a su hija Lía. Ella le dio a Jacob dieciséis personas.

19 Los hijos de Raquel, la mujer de Jacob: José y Benjamín. 20 A José le nacieron en Egipto los hijos que le engendró Asenet, hija de Potipera, sacerdote de On: Manasés y Efraín. 21 Los hijos de Benjamín: Belá, Bejer, Asbel, Guera, Naamán, Ejí, Ros, Mufín, Jufín y Ared. 22 Estos son los hijos de Raquel que le nacieron a Jacob, en total catorce personas.

23 El hijo de Dan: Jusín. 24 Los hijos de Neftalí: Yajsel, Guní, Yéser y Silén. 25 Estos son los hijos que tuvo Jacob de Balá, la esclava que Labán dio a su hija Raquel. En total siete personas.

26 Todas las personas que entraron con Jacob a Egipto, nacidas de él y por tanto sin contar sus nueras, eran sesenta y seis personas. 27 Con los dos hijos de José que le nacieron en Egipto, todas las personas de la familia de Jacob que entraron a Egipto eran setenta.

28 Jacob envió adelante a Judá para que le informara a José de su llegada a Gosen. Y estando por llegar a la región, 29 José preparó su carruaje y fue a encontrar a su padre Israel en Gosen. Apenas lo vio, se echó sobre su cuello y estuvo llorando largo rato abrazado a él. 30 Israel le dijo a José: “Ahora ya puedo morir, después de haber visto tu rostro porque vives todavía”.

31 José les dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: “Subiré y anunciaré al faraón: ‘Mis hermanos y la familia de mi padre, que viven en la tierra de Canaán, han venido a verme. 32 Los hombres son pastores, porque siempre han sido cuidadores de animales. Y han traído sus ovejas, sus vacas y todo lo que les pertenece’. 33 De modo que cuando el faraón los llame y pregunte: ‘¿De qué se ocupan?’, 34 ustedes responderán: ‘Nosotros, tus servidores, hemos sido pastores desde nuestra juventud hasta ahora, tanto nosotros como nuestros padres’. Así podrán habitar en la región de Gosen, porque los egipcios aborrecen* a todo pastor de ovejas”.

Jacob bendijo al faraón*

Éx 8,18; 9,26; Nm 33,3-5

 

47 1 José fue entonces a dar la noticia al faraón: “Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que poseen, han venido de la tierra de Canaán y están aquí en la región de Gosen”. 2 José había llevado cinco de entre sus hermanos y los presentó al faraón. 3 Y el faraón les preguntó: “¿De qué se ocupan?”. Ellos respondieron: “Nosotros, tus servidores, somos pastores, tanto nosotros como nuestros padres”. 4 Y añadieron: “Hemos venido para habitar en este país, porque no hay pasto para el rebaño de tus servidores, y el hambre es intensa en la tierra de Canaán. Permite entonces, que tus servidores habiten en la región de Gosen”. 5 El faraón le dijo a José: “Tu padre y tus hermanos han venido a verte. 6 El país de Egipto está a su disposición, ubícalos en lo mejor de la tierra. Que se asienten en la región de Gosen. Y si sabes que hay entre ellos hombres capacitados, los pondrás al frente de mi ganado”.

7 Entonces José trajo a Jacob, su padre, y lo presentó al faraón. Y allí Jacob bendijo al faraón. 8 “¿Qué edad tienes?”, le preguntó el faraón, 9 a lo que Jacob respondió: “Mis años de caminante han sido ciento treinta. Pocos y duros han sido los años de mi vida, que no alcanzaron los años de vida de mis padres en su peregrinar”. 10 Después Jacob bendijo al faraón y se retiró de su presencia.

11 José ubicó a su padre y hermanos en una propiedad que les dio en el país de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la región de Ramsés, como el faraón le había ordenado. 12 José proporcionó alimentos a su padre, a sus hermanos y a toda la familia de su padre, hasta los más pequeños. 13 En efecto no había alimento en toda la tierra, porque el hambre era muy intensa. Tanto Egipto como Canaán languidecían por el hambre.

José compró toda la tierra de Egipto*

1 Re 21; Is 5,8-10; Miq 2,1-5

14 José acumuló todo el dinero que había en Egipto y en Canaán por la venta del grano que compraban, y lo llevaba al palacio del faraón. 15 Cuando se acabó el dinero en Egipto y Canaán, todos los egipcios vinieron a José, lamentándose: “Danos alimento. ¿Vas a permitir nuestra muerte por falta de dinero?”. 16 José les dijo: “Si el dinero se acabó, entreguen su ganado y yo les daré alimento a cambio de su ganado. 17 Trajeron entonces su ganado a José, y él les dio alimento a cambio de sus caballos, rebaños de ovejas, ganados de vacas y asnos. Así aquel año les daba alimento a cambio de todos sus animales.

18 Después que pasó ese año, al año siguiente vinieron a decirle: “No se le oculta a mi señor que si el dinero se ha acabado y los rebaños de animales han pasado a mi señor, no quedan más que nuestros cuerpos y nuestra tierra a su disposición. 19 ¿Vas a permitir que nosotros perezcamos y que nuestra tierra quede estéril? Cómpranos a nosotros y nuestros campos a cambio de alimento, así nosotros, con nuestra tierra, seremos esclavos del faraón. Pero danos semilla para que vivamos y no muramos, y la tierra no quede desierta”. 20 Así compró José toda la tierra de Egipto para el faraón, porque todos los egipcios vendieron su campo debido a que el hambre los oprimía. La tierra entonces pasó a ser propiedad del faraón, 21 sometiendo al pueblo a servidumbre de un extremo al otro de Egipto. 22 Solo dejó de comprar la tierra de los sacerdotes, porque existía una disposición del faraón para ellos. Gracias a esa disposición se alimentaban con lo que les daba el faraón, y no tenían necesidad de vender sus tierras.

23 Finalmente José dijo al pueblo: “Hoy los he comprado a ustedes y sus tierras para el faraón. Aquí tienen semilla para sembrar la tierra. 24 Pero al tiempo de la cosecha, darán una quinta parte al faraón, reteniendo las otras cuatro para semilla del campo y para alimento de ustedes, de sus familias y de los niños”. 25 Ellos respondieron: “¡Nos salvaste la vida! Con el favor de mi señor, seremos esclavos del faraón”. 26 Así es como José puso una ley hasta el día de hoy sobre el territorio de Egipto, referente a la quinta parte. Pero las tierras de los sacerdotes no pasaron a ser del faraón.

¡No me sepultes en Egipto!*

Gn 24,2 // 47,31: Heb 11,21

27 Los israelitas permanecieron en el país de Egipto, en la región de Gosen, y llegaron a tener propiedades, a multiplicarse y ser muy numerosos. 28 Jacob vivió en el país de Egipto diecisiete años de los ciento cuarenta y siete que vivió. 29 Cuando se acercaban los días de su muerte, llamó a su hijo José y le dijo: “Si me quieres, te pido que pongas tu mano debajo de mi muslo en señal de tu amor y lealtad hacia mí: ¡por favor, no me sepultes en Egipto! 30 Cuando vaya a descansar con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en el sepulcro de ellos”. José respondió: “Así lo haré, según tu palabra”. 31 Pero Jacob insistió: “Júramelo”, y José se lo juró. Luego Israel se reclinó sobre la cabecera de su lecho.

¡Dios te haga como a Efraín y Manasés! *

Gn 28,19; 35.5.11-12; 16-20; Dt 33,17; Sal 23,1; 80,2-3; Jn 4,5; Heb 11,21 // 48,4: Hch 7,5

 

48 1 Poco después informaron a José: “Mira, tu padre está enfermo”. Entonces fue con sus dos hijos, Manasés y Efraín. 2 Cuando le avisaron a Jacob que su hijo José lo venía a ver, Israel, haciendo esfuerzo, se sentó en la cama. 3 Entonces Jacob le confió a José: “El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en tierra de Canaán, y me bendijo, 4 diciéndome: ‘Te haré fecundo para que te multipliques y formes una asamblea de pueblos. Y daré esta tierra a tus descendientes después de ti, en posesión perpetua’. 5 Ahora bien, Efraín y Manasés, tus dos hijos nacidos en el país de Egipto antes que yo viniera aquí a encontrarte, serán míos como lo son Rubén y Simeón. 6 Los hijos que tengas después de ellos serán tuyos, y participarán de la herencia gracias a sus hermanos. 7 Cuando yo volvía de Padán Aram se me murió Raquel por el camino en tierra de Canaán, a cierta distancia de Efrata. Así que la sepulté en el camino a Efrata, es decir, Belén”.

8 Al ver Israel a los hijos de José, preguntó: “¿Quiénes son ellos?”. 9 José respondió a su padre: “Son mis hijos, los que Dios me ha dado aquí”. E Israel le dijo: “Acércamelos, para que los bendiga”. 10 José se los acercó, y él los besó y abrazó. Los ojos de Israel se habían debilitado a causa de la vejez y no podía ver bien. 11 Y le dijo a José: “Yo no esperaba volver a verte, pero ahora Dios me ha permitido ver también a tus hijos”.

12 Luego José los apartó de las rodillas de su padre, y se inclinó rostro en tierra. 13 Tomó enseguida a los dos para acercarlos: con su mano derecha puso a Efraín a la izquierda de Israel, y con su mano izquierda puso a Manasés a la derecha de Israel. 14 Pero Israel, cruzando sus manos, extendió su derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, aunque era el más joven; luego su izquierda sobre la cabeza de Manasés, a pesar de ser este el primogénito. 15 Entonces los bendijo, diciendo: “El Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abrahán e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor desde siempre hasta hoy, 16 el ángel que me libró de todo mal, bendiga a estos jóvenes. Que por ellos sea recordado mi nombre y el nombre de mis padres, Abrahán e Isaac, que crezcan y se multipliquen sobre la tierra”. 17 Al ver José que su padre había puesto la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le pareció equivocado. Tomó entonces la mano de su padre para pasarla de la cabeza de Efraín a la de Manasés. 18 Y José le dijo a su padre: “No así, padre mío, porque este otro es el primogénito. Coloca tu derecha sobre su cabeza”. 19 Su padre se resistió y le dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé. También él llegará a ser un pueblo y será grande. Pero el menor será más grande que él, y su descendencia será una multitud de naciones”. 20 Aquel día los bendijo así: “Por ustedes, Israel bendecirá diciendo: ‘¡Dios te haga como a Efraín y Manasés!’”, y puso a Efraín antes que Manasés.

21 Luego Israel previno a José: “Estoy por morir, pero Dios estará con ustedes y los llevará de vuelta a la tierra de sus padres. 22 Yo te doy una franja de tierra mayor que a tus hermanos: la de Siquén, que conquisté de los amorreos con mi espada y con mi arco”.

Escuchen, hijos de Jacob, oigan a su padre Israel*

Dt 33; Jue 5; 2 Sm 23,1-7

 

49 1 Jacob llamó a sus hijos para decirles: “Reúnanse porque les anunciaré lo que les sucederá en los tiempos futuros. 2 Júntense y escuchen, hijos de Jacob, oigan a su padre Israel:

3 “Tú, Rubén, mi primogénito,

eres mi fuerza y primicia de mi virilidad,

primero en dignidad, primero en poder.

4 Inquieto como las aguas,

perderás tu primacía

porque subiste al lecho de tu padre,

y profanaste mi cama.

5 Simeón y Leví son hermanos,

instrumentos de violencia son sus armas.

6 Que yo no participe en sus consejos

ni mi honor se una a su asamblea,

porque en su ira mataron hombres

y a su antojo mutilaron toros.

7 Maldita su ira por violenta

y su furia por persistente;

los dividiré en Jacob

y los desparramaré en Israel.

8 A ti, Judá, te alabarán tus hermanos;

tu mano estará sobre la nuca de tus enemigos,

se postrarán ante ti los hijos de tu padre.

9 Cachorro de león es Judá;

de la presa regresas, hijo mío;

se agazapa y se tiende como león,

y como leona, ¿quién lo hará levantar?

10 No se apartará el cetro de Judá,

ni el bastón de entre sus piernas,

hasta que venga aquel a quien le pertenece

y las naciones le presten obediencia.

11 Ata su burro a la vid

y la cría de su burra a la cepa escogida,

lava su ropa en el vino

y en la sangre de las uvas su manto.

12 Sus ojos están más oscuros que el vino

y sus dientes más blancos que la leche.

13 Zabulón habitará a la orilla del mar

y será puerto para las naves,

llegando su frontera hasta Sidón.

14 Isacar es un asno fuerte,

echado entre alforjas.

15 Vio que el descanso era bueno

y la tierra placentera,

pero agachó su hombro para la carga

y llegó a ser un obrero esclavizado.

16 Dan juzgará a su pueblo,

como una de las tribus de Israel.

17 Dan será una serpiente junto al camino,

una víbora junto al sendero,

que muerde los talones del caballo

y hace caer al jinete de espaldas.

18 ¡Señor, espero tu salvación!

19 A Gad lo asaltarán salteadores,

pero él los asaltará por detrás.

20 El alimento de Aser es sabroso,

y él producirá manjares de reyes.

21 Neftalí es una cierva libre,

que da cervatillos hermosos.

22 Planta fecunda es José,

planta fecunda junto a la fuente,

cuyas ramas trepan sobre el muro.

23 Arqueros lo han provocado, lo han atacado

y lo han seguido hostigando,

24 pero su arco permaneció firme

y flexibles sus brazos y manos,

gracias al Fuerte de Jacob,

al nombre del Pastor, la Roca de Israel,

25 al Dios de tu padre que te auxilia,

al Todopoderoso que te bendice,

con bendiciones celestiales arriba

y bendiciones del océano debajo,

con bendiciones de pechos y senos.

26 Las bendiciones de tu padre

son más fuertes que las de mis antepasados

hasta el límite de las colinas eternas.

Estén esas bendiciones sobre la cabeza de José,

hasta la coronilla del consagrado entre sus hermanos.

27 Benjamín es un lobo rapaz,

por la mañana devora la presa

y por la tarde reparte los despojos”.

28 Todas estas son las doce tribus de Israel, y ese fue el modo como les habló su padre, cuando los bendijo a cada uno con su propia bendición. 29 Y les ordenó lo siguiente: “Yo voy a reunirme con mi pueblo. Entiérrenme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita. 30 Se trata de la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mambré, en la tierra de Canaán. Abrahán compró ese campo a Efrón el hitita, como propiedad para poner una sepultura. 31 Allí enterraron a Abrahán y a Sara su mujer. Allí enterraron a Isaac y a Rebeca su mujer. Y allí yo enterré a Lía. 32 La porción del campo y la cueva que hay en él se compraron a los hititas”.

33 Cuando Jacob terminó de dar las instrucciones a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, expiró y fue a reunirse con su pueblo.

Hicieron una ceremonia funeraria*

Gn 46,4

 

50 1 José se echó sobre el rostro de su padre y lloró sobre él mientras lo besaba. 2 Después José ordenó a sus servidores médicos que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. 3 Emplearon cuarenta días porque así era el tiempo de embalsamiento. Y los egipcios lo lloraron por setenta días. 4 Pasados los días del duelo, José les dijo a los miembros de la corte del palacio del faraón: “Si cuento con el aprecio de ustedes, pongan este pedido en conocimiento del faraón: 5 ‘Mi padre me hizo jurar al decirme: ‘Estoy por morir. Me enterrarás en la sepultura que preparé para mí en la tierra de Canaán’. Permíteme que suba a enterrar a mi padre. Después volveré”. 6 Y el faraón respondió: “Sube y entierra a tu padre, como él te hizo jurar”.

7 José subió a enterrar a su padre y con él subieron todos los servidores del faraón, los ancianos de la corte y todos los ancianos del país de Egipto. 8 También subió toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Solo sus niños, sus rebaños y sus vacas permanecieron en la región de Gosen. 9 Carros y jinetes subieron también con él, formando una comitiva muy grande. 10 Al llegar a la propiedad de Atad, que está al otro lado del Jordán, hicieron allí la ceremonia funeraria con grandes y solemnes lamentaciones. José hizo duelo por su padre durante siete días.

11 Cuando los cananeos que viven en esa región vieron el duelo que se hacía en la propiedad de Atad, decían: “Este es un duelo solemne de los egipcios”. Por eso se llamó ‘Duelo de los egipcios’ a ese lugar que está al otro lado del Jordán.

12 Los hijos de Jacob hicieron como él les había ordenado: 13 lo llevaron a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva del campo de Macpelá, frente a Mambré. Abrahán había comprado ese campo a Efrón el hitita para poner una sepultura. 14 Después de enterrar a su padre, José volvió a Egipto con sus hermanos y todos los que habían subido con él para el entierro.

Cuando Dios los visite, llévense mis huesos de aquí*

Éx 1,6; 13,19; Rom 8,28-30

15 Después de la muerte de su padre, los hermanos de José temían y se decían: “Quizás José nos guarda rencor, y seguramente nos devolverá todo el mal que le hicimos”. 16 Mandaron entonces decir a José: “Tu padre nos ordenó antes de morir: 17 ‘Así dirán a José: perdona por favor la ofensa de tus hermanos y su pecado, porque te han hecho mal’. Perdona entonces, ahora, la maldad de los servidores del Dios de tu padre”. Y José se echó a llorar al oír esas palabras.

18 Sus hermanos fueron y se postraron ante él, diciéndole: “Aquí nos tienes, para ser tus esclavos”. 19 José les respondió: “No teman, ¿ocupo acaso el lugar de Dios? 20 El mal que ustedes pensaron contra mí, Dios lo convirtió en bien, para que se realizara lo que sucede hoy: hacer que viva un pueblo numeroso. 21 Por tanto no teman, yo proveeré por ustedes y sus hijos”. Y así los consoló hablándoles al corazón.

22 José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y vivió ciento diez años. 23 Llegó a ver los hijos de Efraín hasta la tercera generación. Cuando nacieron los hijos de Maquir, el hijo de Manasés, también fueron adoptados por José. 24 Finalmente, José dijo a sus hermanos: “Yo estoy por morir, pero Dios se ocupará de ustedes, y los conducirá de este país a la tierra que juró dar a Abrahán, Isaac y Jacob”. 25 José hizo jurar a los hijos de Israel, diciéndoles: “Cuando Dios los visite, llévense mis huesos de aquí”.

26 José murió cuando tenía ciento diez años, lo embalsamaron y lo pusieron en un sarcófago en Egipto.

* ­ Gn 1-11. Los once primeros capítulos, referidos como prehistoria, tiempos primordiales, escapan al alcance de testimonios históricos escritos o arqueológicos. Los relatos no pretenden ofrecer explicaciones científicas, ni relatar cronológicamente hechos concretos, sino presentar historias típicas, que afrontan temas fundamentales para el ser humano. Las narraciones dan aquí un testimonio de fe en Dios, que ha hecho todo lo que existe, y a la vez presentan el origen, la dignidad y la responsabilidad que el ser humano ha tenido en su obra creadora. Los relatos expresan convicciones religiosas fundamentales sobre Dios como creador y su relación con el hombre como creatura, sobre el origen del bien y del mal, de la gracia y del pecado, de la humanidad y de los pueblos, de oficios y costumbres. Los autores sagrados han escrito con la mentalidad cultural de las personas instruidas del Oriente Medio; han utilizado en parte tradiciones y leyendas que circulaban en Mesopotamia, Canaán y Egipto, dándoles la impronta de la fe israelita. Gn 1-11 sirve para ubicar a Israel en el escenario de las naciones, de la humanidad y de la creación entera.

* Gn 1,1-6,8. Esta primera sección muestra el proyecto original de Dios, que todo lo ha creado bien y ha hecho al ser humano a su imagen y semejanza; pero, a la vez se constata que este por su libertad y responsabilidad rompió desde el origen, con su pecado, la armonía con Dios, consigo mismo, con su pareja, con las demás personas y con toda la creación. Se señala también que Dios está dispuesto siempre a renovar su amistad. El ser humano se propaga, y con él los oficios, las artes, la cultura y también el pecado con sus consecuencias. Y aunque en todo pareciera imponerse la maldad, el Señor no abandona a esta humanidad herida, y ofrece una esperanza de salvación suscitando a un hombre justo: Noé (6,8).

* Gn 1,1-2,4a. Este primer relato de la creación, de belleza literaria y profundidad teológica, da inicio al Génesis y a la Biblia entera. Atribuido literariamente a la tradición sacerdotal (s. VI a.C.), presenta al Señor Dios con el poder majestuoso de su palabra, con la que establece el orden y la armonía en el caos y el vacío reinantes. El Creador, separando espacios y ornamentándolos simétricamente, delinea su creación como un gran templo en cuyo centro ubica al ser humano como su imagen y semejanza. El relato no ofrece una visión científica, sino de fe, y subraya la bondad de las creaturas, que culmina con la creación del ser humano, varón y mujer, con su dignidad y responsabilidad fundamentales y su vocación a ser custodios y servidores de la creación (1,28). Estructurado en el marco de una semana: seis días contados a partir de la tarde a la mañana siguiente, para concluir en un día de descanso; la semana resulta así un modelo sagrado donde reflejar el trabajo del creyente, y por el descanso sabático divino recuperar la vocación al diálogo y a la comunión con Dios y sus hermanos y, conjuntamente, a la contemplación de la creación. Ella ha inspirado en la Biblia la alabanza de los humildes, que reconocen en los cielos y la tierra la gloria de Dios (Sal 19,2-7), y donde descubren la pequeñez y también la grandeza del ser humano (8,4-9) que los lleva a exclamar con gratitud: «¡Que se alegre el Señor por sus obras!» (103,31).

* 1,26. «Hagamos» es un plural deliberativo: Dios con su corte celestial, como lo imaginaban ellos.

* 2,4b-25. Un relato diferente y complementario describe con arte y belleza la creación del ser humano en un jardín; la actividad divina no se realiza aquí por medio de su palabra, como en el primer relato, sino a través de antropomorfismos. Dios es presentado como un alfarero, un jardinero o un cirujano. La primera obra salida de sus manos es el hombre, y en relación a él pone la tierra, los animales y las plantas a su servicio. En el jardín podrá habitar y vivir guiado y sostenido por el mandamiento dado por el Señor. Desde el origen el ser humano es colocado para vivir una experiencia de relación, no de su soledad. Dios le busca «una ayuda apropiada» que realiza con una acción quirúrgica y del costado del hombre (’ish) forma a la mujer (’ishá: 2,23); este juego de palabras hebreas indica para el varón y la mujer su igual naturaleza y dignidad y la diversa identidad sexual. Pero además se sugiere que el ser humano se descubre en su propia identidad frente a la otra persona y en relación con ella; una lógica interpersonal que se comprende en la exclamación de Adán ante la mujer: «¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne!» (2,23; 2 Sm 5,1). La narración resalta que entre Dios, el ser humano y todo lo creado todo ha tenido origen en un ámbito de relaciones armónicas custodiadas por el precepto divino (Gn 2,17); pero es un ámbito de relaciones abierto al futuro para el varón y la mujer: llegar a «ser una sola carne» (2,24). Así, desde los orígenes, la vocación de la humanidad es la comunión en la distinción.

* 3,1-24. A continuación, la narración describe con vivacidad la desobediencia del primer hombre a la orden divina (2,16-17). Una fuerza hostil a Dios y al ser humano, representada por la serpiente, atrapa con insidias y una falsa propuesta de bien a la mujer y al varón, que dejándose seducir caen (3,1-6); incapaces de asumir su responsabilidad ante Dios (3,12-13), el pecado trae sentimientos de culpa (3,7.10-11), y rompe la armonía entre varón y mujer, entre ser humano y tierra, y entre la creatura y su Creador (3,16-20). Por él se experimenta el peso del remordimiento, la fatiga del trabajo, el dolor, la enfermedad y la muerte. Decidir ser como dioses, sin límites de conocimiento y poder, árbitros del bien y del mal (3,4) caracteriza todo pecado, que hace desconocer la condición limitada, propia de la creatura. El pecado de los orígenes implicó la expulsión del ser humano de la comunión con Dios (3,23-24), y la maldición se introdujo en el mundo y en la vida de los hombres (3,14.17). Sin embargo, la esperanza de triunfar sobre él y sus consecuencias brilla en la promesa divina de la victoria de la descendencia de la mujer sobre el linaje de la serpiente (3,15). El Señor, al mantener su creación y proteger a Adán y Eva (3,21), garantiza tácitamente un designio de bendición universal que se abrirá paso con Abrahán (12,1-3) y que culminará con Cristo (Ef 1,3-14), el descendiente de la mujer que vence radicalmente el mal.

* 4,1-24. Al pecado contra Dios, sigue el pecado contra el hermano: el fratricidio. Dios reclama por la sangre inocente derramada; pero también protege la vida del pecador, como indica su señal en la frente de Caín. Pero la difusión del pecado no se detiene; la poligamia y la venganza ilimitada son consumadas por Lamec; e incluso la cultura y los oficios están signados negativamente porque emergen de entre los descendientes de Caín (4,23-24). Sin embargo, como contrapartida, en el final del relato brilla un destello de esperanza con Enós, nieto de Adán y Eva, y el primero en invocar el nombre del Señor. Al repetirse siete veces la palabra «hermano» (4,2-11) se muestra que desde los orígenes Dios es garante de todo ser humano y que la relación con él implica siempre vivir la fraternidad con el prójimo (Mc 12,28-32; 1 Jn 4,20).

* 5,1-32. Las genealogías llegaron a ser una preocupación fuerte, especialmente al regreso del exilio (s. VI a.C.) para probar la pertenencia al pueblo y a una tribu determinada (ver 1 y 2 Cr, Esd, Neh). En el Génesis son también importantes porque escalonan grandes períodos. Esta genealogía de Adán y su descendencia hasta Noé incluye diez generaciones, que van desde el primer pecado hasta el diluvio. Las edades de los personajes no reflejan un dato histórico ni científico; aparecen menos fabulosas en comparación con las listas de otras culturas antiguas, como la de los reyes sumerios, en donde uno llega hasta los 43.200 años; en comparación incluso Matusalén, con sus 969 años (Gn 5,27), aparece muy modesto. Para la Biblia las edades enfatizan armonía de la relación con Dios, que se degrada conforme se multiplica el pecado y hace descender el número de años de la vida (cf. 6,3). Como aspectos particulares de esta lista señalamos: a)- entre los hijos de Adán, no se menciona a Caín ni a Abel, sino solo a Set, tenido a imagen y semejanza de Adán (vv. 1-5); b)- la genealogía de Enoc no desemboca en su muerte, sino se afirma que por ser justo, Dios se lo llevó (vv. 21-24), como luego sucederá con Elías (2 Re 2,11-13); c)- se explica el nombre de Noé según una etimología que presagia su misión de consuelo para la humanidad castigada con el diluvio (5,28-29; ver Gn 6-9); además su genealogía rompe el esquema de los otros diez, al no hablar en ese momento de su muerte (5,32; 9,29).

* 6,1-8. Leyendas y mitos antiguos sobre los “hijos de Dios” –posibles integrantes de la corte celestial- y los gigantes que habrían vivido en Canaán, y sobre su matrimonio con hijas de los hombres, sirven a las tradiciones religiosas judías para ilustrar el alcance del pecado y la intensa aversión divina hacia él. Mucho más tarde, las tradiciones judía y cristiana verán a esos «hijos de Dios» como ángeles caídos. Con un antropomorfismo se presenta a Dios arrepentido de la creación del ser humano y dispuesto a destruirla, pero a la vez contenido ante la rectitud del justo Noé.

*6,9-9,17: Inicia la segunda sección de Gn 1-11. Ante la creciente maldad humana, Dios decide mandar el diluvio que arrase toda la tierra, pero en Noé, su familia y las parejas de animales deja la esperanza de la nueva vida, que se reanudará después de la catástrofe como una nueva creación, garantizada por una alianza divina ofrecida gratuitamente. El relato, construido en base a diversas tradiciones, que revelan los duplicados, las repeticiones y algunas contradicciones, se presenta como un todo, cuyo sentido va más allá de los detalles. No se ofrece una crónica histórica, sino una interpretación de esas grandes inundaciones que arrasaban todo un entorno conocido; en la narración bíblica se notan influencias literarias de eventos similares presentes en culturas vecinas a Israel. Aquí se inicia poniendo en contraste la persona de Noé, el hombre más justo de la tierra, con el resto de la humanidad pecadora; sigue la decisión divina de enviar un diluvio universal que arrase con todo ser viviente, con excepción de salvar a Noé, su familia y sendas parejas de los animales. Las aguas inundan la tierra; pero Noé y los suyos se salvan en el arca que había construido. Concluida la catástrofe, Noé construye un altar en el suelo seco y ofrece holocaustos al Señor que, arrepentido del castigo, promete no repetirlo (6,9-8,22). Como un cierre definitivo, la bendición divina se actualiza en Noé y sus hijos, se le renueva el mandato original de ser fecundos, multiplicarse y llenar la tierra, y de custodiar la vida de todo ser humano; una alianza unilateral y universal de parte de Dios sellada con Noé, como representante de la humanidad y de todo lo creado, garantizará el orden cósmico, contra cualquier otro intento de destrucción (9,1-17). Si el castigo del diluvio hacía retornar a la tierra al caos primordial, la bendición del Señor y su alianza garantizan a esta nueva creación y el futuro de la humanidad.

* 7,2. Los animales puros e impuros, en la legislación del AT, se refieren a los que podían ser o no comidos, y también ofrecidos en sacrificio (Lv 11; 20,25-26; Dt 14,3-21). Se custodia una pureza ritual, no moral.

♦ 9,18-11,32. La tercera y última sección de esta prehistoria religiosa es un punto de enlace con el mundo conocido por los antepasados de Israel. Después del diluvio, la humanidad sigue adelante con Noé y sus descendientes hasta Abrán, el patriarca a quién Dios dará el nombre de Abrahán. Una primera tradición presenta la descendencia de Noé; se hace notar la presencia conjunta del bien y del desorden a través Cam, Sem y Jafet. Cam es maldecido en su descendencia, Canaán, para indicar así el rechazo de ciertas prácticas sexuales cananeas prohibidas, y deberá soportar el poder de los hijos de Sem, los israelitas (9,18-29). Esta misma tradición ve en la diferencia de lenguas y la dispersión de los pueblos, a partir del episodio de Babel, un castigo por el orgullo humano, que pretende traspasar los límites de la creatura (11,1-9); un pecado colectivo análogo al de Adán y Eva (3,4-5). Una segunda tradición, la sacerdotal, ordena la descendencia de Noé sin observaciones morales; describe la dispersión de la humanidad y la formación de las naciones como un proceso natural, así también la diferencia de razas y lenguas (10,1-32). La descendencia de Sem culmina en Abrán, pronto a salir de Ur de los caldeos para dirigirse a Canaán, aunque debe establecerse en Jarán (11,10-32). De esta manera, Gn 1-11 enlaza el origen de Israel y sus antepasados con el de la humanidad y de la creación. Los relatos de los orígenes preparan así los relatos patriarcales, que constituyen la segunda parte de este libro.

* 11,30. La noticia de la esterilidad de Saray (11,30), esposa de Abrán, anticipa un problema que suscita en el lector curiosidad y suspenso al saber la promesa hecha al patriarca de ser padre de un pueblo numeroso: ¿por qué Dios elige para esta misión a un hombre casado con una mujer estéril? ¿Cómo se resolverá en ella el problema de la fecundidad, para que se cumpla la promesa? Además, el tema de la esterilidad, anunciado aquí por primera vez, será una de las características de los relatos bíblicos, no solo patriarcales, al presentar a grandes personajes nacidos de mujeres estériles y a veces entradas en años: Isaac, de Sara (11,30; 16,1; 17,17; 18,11-14); Jacob, de Rebeca (25,21); José, de Raquel (29,31; 30,2.22-24); Sansón, de una mujer estéril (Jue 13,2-3.24); Samuel, de Ana (1 Sm 1,5.19-20), y Juan Bautista, de Isabel (Lc 1,7.18). Se acentúa así la omnipotencia divina, su iniciativa de gracia y la elección del camino más humilde y paradójico para manifestarse (1,27.34).

* ­ 12,1-50,26. Esta segunda parte del Génesis presenta relatos que reflejan probablemente un contexto histórico a situar en los siglos XIX-XVII a.C. Es la época de los patriarcas: Abrán, a quien Dios denominará Abrahán, Isaac, Jacob y sus doce hijos, en especial José. Estas narraciones presentan y certifican las promesas divinas de un hijo o una descendencia, de una tierra, de la bendición que por ellos alcanza a otros y del acompañamiento de Dios que los guía y protege. La respuesta a esas promesas, con sus tensiones y cumplimientos parciales, es una vida de itinerancia y búsqueda, de fe, confianza y obediencia. La importancia religiosa de esta época radica en que la revelación divina se abre paso en la historia de personas y clanes concretos, y por medio de promesas y alianzas, se descubre un camino de salvación en una historia signada, a veces, por el mal y el pecado. Los patriarcas son modelos de respuesta al proyecto divino. Antepasados del pueblo del que desciende Jesús descuellan en la tradición cristiana como gloriosos testigos de la fe (Heb 11,1-22).

*12,1-25,18. Primera sección: el ciclo de Abrán –Abrahán–. Dios irrumpe en su vida asignándole una vocación misionera para la realización de unas promesas que le ofrece. El patriarca cree a Dios y acepta ese llamado con generosidad y decisión; las peripecias que dificultan su tarea, no disminuyen su entrega confiada al plan divino. Abrahán es por esto el ejemplo sobresaliente de todo creyente, judío, cristiano o musulmán, que pone toda su confianza en Dios.

* 12,1-9. Dios, al llamar a Abrán, le pide una ruptura con su pasado y una proyección hacia un futuro incierto; su obediencia lo pone en marcha hacia el lugar a donde el Señor conoce, en el sur de Canaán, en el Négueb. Abrán no tiene templo; su encuentro con el Señor se da en los lugares a donde llega: Siquén, Betel, Mambré; sitios que serán santuarios en la historia de Israel. La palabra de Dios para él es siempre soberana y garantiza las promesas de un hijo y de una tierra y la bendición que tiene múltiples destinatarios; en él la maldición resultará una excepción (12,3). La promesa de bendición a todas las naciones implicaba la gracia de ser benditos como lo fue Abrán (48,20); sin embargo en la traducción griega del AT (Eclo 44,21) y en la tradición cristiana posterior se entendió la promesa como una mediación (Gál 3,8; Hch 3,25): en Abrahán «se bendecirán todas las familias de la tierra»; y en Cristo Jesús, el descendiente, por excelencia, de Abrahán, alcanza su plenitud esa promesa (Gál 3,16).

* 12,10-20. El relato crea la primera tensión entre lo que Dios promete y lo que vive Abrán. La tierra resulta hostil; hay hambre en ella y tiene que abandonarla; al llegar a Egipto, ante el riesgo de que lo maten, peligra una posible descendencia. La narración anticipa la referencia a la estancia de los israelitas en Egipto y las plagas que sufrirán los opresores (12,17; Éx 7-12); aquí también se muestra que Dios toma a los patriarcas y al pueblo de Israel, tal como son, para irlos educando en sus costumbres morales. En este episodio como en otros (Gn 20; 26,1-11) no se aprueba la mentira ni desigualdad entre varón y mujer, sino se pone de manifiesto que a pesar de las debilidades y límites del ser humano, el Señor lleva adelante su plan, protege a sus amigos y custodia el futuro de su pueblo.

* 13,1-18. Abrán y Lot recorren, a la inversa, parte del itinerario de su llegada a Canaán (13,1-4; 12,8-9). Después se separan pacíficamente, evitando así más pleitos entre sus pastores (13,8-13), Dios renueva a Abrán sus promesas de la descendencia y de la tierra, y le ordena tomar simbólicamente posesión jurídica de la tierra que le dará a él y a su descendencia (13,14-17), ya que él será un forastero residente en esa tierra (23,4). Hebrón será un punto importante en las tradiciones de Abrán; allí también edifica un altar al Señor (13,18).

* 14,1-24. Único relato bélico donde se involucra a Abrán, al salir en defensa de Lot y los suyos. Dios sigue protegiendo a Abrán y su familia, a Lot y los suyos, ante reyes y pueblos que quieren dominarlos. Esta protección es renovada en Abrán al recibir la bendición de Melquisedec, rey y sacerdote de Salén (quizá Sion – Jerusalén: Sal 76,3), a quien el patriarca da el diezmo. Abrán reconoce que todo le viene de Dios y eso motiva el rechazo a las riquezas ofrecidas por el rey de Sodoma, y que por derecho le correspondían. La tradición judía proclama a David sacerdote eterno a la manera de Melquisedec (110,4), alimentando así la esperanza de un ungido o mesías rey y sacerdote (2 Sm 7; Zac 6,9-13). También la tradición cristiana relacionará a Melquisedec, superior a Abrán y al sacerdocio levítico, con el Hijo de Dios hecho hombre, Jesús, sacerdote de una nueva alianza (Heb 7).

* 15,1-21: Dios asegura a Abrán, que vive oscuridades y dudas, la promesa que lo heredará un hijo de sus entrañas, quien le dará una descendencia numerosa; el patriarca responde con un acto de fe (15,1-6). El deseo de poseer una tierra propia también lo acucia; con un rito antiguo de los pactos de vasallaje, el Señor sella una alianza unilateral con el patriarca garantizándole la promesa de la tierra; y, aunque sus descendientes vivirán esclavizados un tiempo en el extranjero, saldrán libres a poseer la tierra (15,13-16); se sugiere que la posesión de dicha tierra se funda en la fe en la palabra divina. La respuesta de fe de Abrán es fundamental en la historia, y en las relecturas que de ella se han hecho, a veces con cierta tensión en los acentos; en efecto, Pablo enfatiza la gratuidad de la fe (Rom 4; Gál 3,6-29), mientras la Carta de Santiago subraya la necesidad de las obras (Sant 2,20-26).

* 16,1-16. La tensión que hay en la espera de la promesa del hijo parece resolverse con el nacimiento de Ismael, hijo de Abrán y de su esclava Agar, tal como era común en las costumbres antiguas; sin embargo, los planes de Dios son diversos. El ángel o mensajero del Señor ordena a Agar regresar a su señora Saray que la había expulsado, pero también asegura a Agar la protección de su hijo, que será circuncidado para participar en la alianza de Dios con Abrahán (Gn 17) y en la misma fe del patriarca. Ismael es un personaje hoy día relevante en las relaciones interconfesionales y sociales de musulmanes con judíos y cristianos. Más allá de la explicación que esos tres grupos dan a la descendencia desde Abrán, lo cierto es que Ismael fue hijo muy querido de Abrán, y considerado antepasado del mundo árabe. Para el cristiano así, en gran medida, un querido hermano en la fe.

* 16,13-14. El significado de El Roí (16,13) puede ser: «Dios que me ve» o «Dios que ve»; es expresión de la providencia divina que Agar experimenta. El nombre del pozo Lajai Roí (16,14) probablemente significa «pozo del viviente que me ve».

* 17,1-27. Dios cambia los nombres de Abrán y Saray, como signo de su nuevo destino. Establece la alianza con el patriarca y sus descendientes, y renueva la promesa de un hijo de Abrahán y Sara, aunque él parece dudar por su risa y sus palabras (17,17). Ismael, el hijo ya existente, será bendecido; pero la promesa de la alianza es para Isaac. Esta nueva alianza con Abrahán tiene una señal, la circuncisión; este signo visualiza la pertenencia al futuro pueblo elegido, que debe ser consciente y conformarse a la voluntad de Dios y a sus mandatos; de otra manera sería inútil y no se distinguiría de la incircuncisión (Jr 9,24-25; Rom 2,25-29; nota a Dt 10,12-22).

* 17,1. El Sadday (28,3; 35,11; 48,3; 49,25; Éx 6,3; Job 13,3; Ez 10,5) se traduce «el Dios Todopoderoso», y se relaciona con el ambiente de vida patriarcal; también podría significar «Dios de la montaña» o «de la estepa». Es una de las denominaciones antiguas con que se invoca a Dios, previa a la revelación del nombre divino en Éx 3,14.

* 18,1-15. Después de la promesa inicial hecha a Abrahán en el momento de su vocación (12,1-3), Dios sigue mostrando su fidelidad a sus promesas. En este relato del encuentro con tres huéspedes misteriosos, que paulatinamente se descubren como presencia de Dios, el mismo Señor reafirma por tercera vez su decisión de darle un hijo de su mujer Sara, quien, por su edad avanzada, también ríe dudando del cumplimiento (18,12-13; 17,17); pero para Dios no hay nada imposible (18,14). Para la tradición judía y cristiana Abraham aparece como modelo de hospitalidad, con la que siempre se recibe una recompensa divina

* 18,16-33. Este pasaje muestra la paciencia de Dios y la intimidad que se había establecido entre el Señor y el patriarca (Am 3,7), quien, al estilo profético, actúa como intercesor (Gn 7,2-3.5-6) a favor de Sodoma y Gomorra. Dios está dispuesto a perdonar si se encuentran cincuenta justos, pero Abrahán regatea con Dios hasta que se da por vencido, porque no encuentra ni siquiera diez justos. Su actitud muestra que la justicia de Dios se manifiesta, no en el castigo de los culpables, sino en el perdón por amor a los inocentes (Is 53; Rom 5). En la descripción de la perversión de estas ciudades subyace la idea de la responsabilidad colectiva, que luego será equilibrada con el principio de la responsabilidad personal (Dt 24,16; Jr 31,29-30; Ez 18,1-4).

* 19,1-38. Esta narración está preparada por el episodio anterior de la intercesión de Abrahán que no alcanza su cometido. La maldad está tan extendida en Sodoma y Gomorra que Dios decide castigarla y dejar una lección para la conducta moral de sus seguidores. Su legendaria destrucción se evoca en muchos textos bíblicos (Dt 29,22; Is 13,19; Jr 49,18; 50,40; Am 4,11). El pecado fundamental no solo hay que entenderlo en clave sexual, sino, también en clave social: soberbia, gula e insensibilidad ante el pobre y el indigente (Ez 16,48-50), y la falta de hospitalidad, un deber fundamental en el Oriente, por el que Lot está dispuesto a sacrificar aun el honor de sus hijas (Gn 19,7-8). El castigo a toda la población y la salvación de Lot y su familia recuerda la salvación de Noé y de su parentela. La esposa de Lot convertida en columna de sal expresa el castigo a la desobediencia (19,26); quizá en sus orígenes el relato era una explicación de una roca salitrosa que, por su forma, evocaba a una mujer volteando. El origen de Moab y Amón, pueblos vecinos emparentados con Israel, y en ocasiones enemigos de él, es presentado de modo despreciable: nacidos de relaciones incestuosas de Lot con sus hijas (19,31-38).

* 19,22. Soar tiene en hebreo semejanza de consonantes con la palabra “pequeñez” (19,20)

* 20,1-18. Como en pasajes semejantes (12,10-20; 26,1-11) se nota aquí la lucha interna del patriarca Abrahán entre la esperanza por el cumplimiento de la promesa de tener un hijo y el instinto por conservar su vida, resultando esta tensión una prueba para su fe en Dios. En el relato se exculpa a Abimélec (20,4-6) y en gran parte a Abrahán (20,11-13). Por primera vez en la Biblia aparece el título de profeta, aplicado a Abrahán como intercesor, aun por extranjeros (20.7.17-18). Con el ofrecimiento de Abimélec a Abrahán para que viva en esa región de Canaán (20,15), de alguna forma empieza a cumplirse la promesa de Dios de darle una tierra.

* 21,1-8. Llegó finalmente el hijo esperado. Así como Sara se sonrió tiempo atrás no creyendo en la promesa del huésped misterioso (18,13), ahora Dios, cumpliendo su promesa, le hace reír de alegría por el nacimiento de su hijo Isaac, que es el heredero (21,6-7).

* 21,9-21. Aun en medio de tensiones y líos familiares, la misericordia y providencia universal de Dios resplandecen en esta narración, en la que se ve cómo el Señor vela, no solo por el patriarca y el futuro pueblo de Israel, sino también por Ismael y sus descendientes, los pueblos árabes.

* 21,22-34. Ante problemas normales de pozos y agua, se realiza un pacto entre Abrahán y Abimélec en Berseba, cuyo nombre significa «pozo del juramento» o «de los siete». En la Biblia esta población sirve para marcar el límite sur de la tierra prometida, y Dan el límite norte: «Desde Dan hasta Berseba» (1 Sm 3,20; 2 Sm 3,10; 17,11; 24,2.15; 1 Re 5,5).

* 22,1-19. Esta bella y profunda narración muestra cómo la fe de Abrahán es puesta a prueba al máximo y el patriarca permanece fiel. Si en su vocación había renunciado a su pasado, ahora tiene que dejar en manos de Dios su futuro: ser padre de un pueblo numeroso. Abrahán tiene que renunciar a la promesa hecha carne, a Isaac su querido hijo único, como lo recalca Dios (22,2), y también a la imagen que legítimamente se había hecho del Señor, el que, no obstante las vicisitudes, había cumplido la promesa, pero ahora, de forma inesperada e ilógica, le pide que sacrifique a Isaac. Abrahán respeta, obedece a Dios y confía en él, aun en medio de la oscuridad y la incertidumbre. El ángel o mensajero del Señor reconoce que Abrahán es «temeroso de Dios» (22,12, literalmente), no en el sentido de tenerle miedo, sino de mostrarle veneración y respeto. Como premio a su obediencia incondicional recupera, de modo más puro, la promesa y bendición del Señor. En su itinerario de fe, el creyente pasa por situaciones similares a esta prueba, cuando debe abandonar la imagen que se tiene de Dios, siempre impredecible y que escapa a los esquemas humanos (Is 55,8-9; Mc 8,33). También el relato es un alegato contra los sacrificios de niños, costumbre extendida en Canaán y pueblos vecinos a Israel (Lv 18,21; Jr 7,31; Ez 16,21). En Israel, la ley ordena que el primogénito de los hijos, que pertenece a Dios, no debe ser sacrificado, sino rescatado, o sea, sustituido por un sacrificio a Dios (Éx 13,11-16).

* 22,20-24. Esta pequeña genealogía de Najor, hermano de Abrahán, sirve para introducir a Rebeca (v. 23), con quien se casará Isaac.

* 23,1-20. La muerte de Sara le da a Abrahán su primera oportunidad de comprar tierra en Canaán, de modo que la promesa de Dios se hace efectiva. De allí la tratativa del patriarca con los hititas, de quienes no acepta recibir el campo como regalo, sino que quiere comprarlo con título de propiedad. Así Abrahán comienza formalmente a tener una tierra, por un contrato de compra-venta, en la que serán enterrados su esposa (23,19), luego él mismo (25.9-10), Isaac y su esposa Rebeca, lo mismo que su hijo Jacob y su mujer Lía (49,29-32; 50,12-13). Antes había tomado posesión “jurídica” simbólica sobre la tierra de Canaán (13,14-17) o había recibido como regalo un terreno de Abimélec (20,15); ahora, en cambio, es un propietario (23,17-20). El relato esboza un paradigma de hospitalidad y buena vecindad, que se desearía seguir viendo, aún hoy, en Tierra Santa.

* 24,1-67. Hermosa narración donde se percibe la providencia divina que orienta los caminos para el cumplimiento de la promesa y guía los pasos del servidor de Abrahán, para cumplir la tarea encomendada por su amo, en íntima oración con el Señor. Esta disponibilidad da éxito a su viaje en busca de la esposa para Isaac, como lo había jurado, en la familia de su padre y no con una cananea (24,1-9). El signo de la bendición acompaña desde el comienzo al fin (24,1.31.35.60) y se experimenta su fuerza en el resultado que se alcanza (24,21.40.42.56).

* 25,1-18. Del nuevo matrimonio de Abrahán, nacen descendientes y son excluidos de la herencia de Isaac para subrayar la línea elegida, pero no quedan desamparados (25,1-6). El momento de la partida del patriarca; Abrahán muere y es sepultado por sus hijos Isaac e Ismael en la cueva de Macpelá que adquirió para enterrar a su esposa Sara (25,10; Gn 23). La promesa de Dios seguirá adelante a través de Isaac, figura de enlace entre su padre Abrahán y su hijo Jacob, padre de los doce hijos, que serán los antepasados de las doce tribus de Israel. El ciclo de Abrahán se cierra con esta noticia (25,1-11) y con la referencia de los descendientes de Ismael (25,12.-18), en quienes se cumple la promesa que recibieron (16,10; 17,20).

* 25,19-36,43. Esta sección contiene el ciclo de Jacob, aludiendo también a su padre Isaac y a su hermano Esaú. Los relatos tratan de Isaac y Rebeca con los dos hijos que les nacen: Esaú y Jacob. La figura principal es Jacob de quien se cuentan sus problemas con Esaú, su huida (25,19-28,22) y luego su retorno y la reconciliación con su hermano, escenas que se desarrollan en Canaán (31,3-36,43); así tras pensamientos de venganza (27,41), Esaú concluirá en paz con su hermano Jacob (cap. 33). En el viaje de ida y regreso de Jacob aparecen los importante santuarios de Betel (28,11-22; 35,1-15) y Penuel (32,22-32). Entre esos dos momentos se narra el encuentro de Jacob y Labán en otro escenario, Jarán (29,1-31,2), donde se realiza el matrimonio de Jacob con Lía y Raquel. En este ciclo de historias, quedan patentes las imperfecciones y pecados de los elegidos de Dios, como la mentira de Isaac a Abimélec (26,7-11), el fraude de Rebeca contra Isaac y Esaú, y su favoritismo por Jacob que arrebató la primogenitura y también la bendición a su hermano (27,5-17); el engaño de Labán a Jacob que le entrega como esposa a Lía, en lugar de Raquel (29,15-27), las artimañas de Jacob (27,18-29.36; 30,31-43; 31,1-18), el robo y la mentira de Raquel a su padre (31,19.34-35), la enemistad fraterna entre Esaú y Jacob (27,41-45), y, la venganza de Simeón y Leví contra los siquenitas (34,13-17.25-31). A pesar de todo esto, Dios lleva adelante sus promesas, procurando también la prosperidad de Esaú.

*« 25,19-27,45. La primera escena del ciclo de Jacob narra el nacimiento y crecimiento de los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob. En medio de rivalidades y engaños se impone Jacob sobre Esaú, conforme a la previsión divina. Como en el caso de Caín y Abel, de Ismael e Isaac, se resalta aquí la elección del no primogénito (Jacob), acentuando así la elección libre y gratuita de parte de Dios en la historia de la salvación. Algo similar sucede con José y sus hermanos, lo mismo que con los hijos de José: Efraín sobre Manasés.

* 25,19-34: De nuevo aparecen el tema de la esterilidad, ahora de Rebeca, esposa de Isaac (25,21), como antes de Sara (11,30; 16,1; nota a 11,30); el conflicto entre hermanos, desde su concepción y nacimiento hasta su crecimiento de Esaú y Jacob evoca a Caín y Abel, y a Ismael e Isaac. La palabra de Dios guía hacia el desenlace: el mayor servirá al menor (25,23). Aparece la preferencia del padre por Esaú y de la madre por Jacob (25,28). El hecho de que Jacob suplante a Esaú preludia la tensión histórica entre Edom e Israel. Los nombres dados a los hijos anticipan esa rivalidad entre ambos hermanos; la palabra “pelirrojo” (25,25) se asocia en hebreo con los edomitas descendientes de Esaú, y la palabra “cabello” con Seir, lugar donde habitaban; además la palabra hebrea edom expresa el color “rojizo” del guiso y se usa también como otro nombre de Esaú (25,30). El nombre Jacob se asocia con “sujetar el talón”, y su carácter astuto e inclinado al dolo. Esaú prefirió la comida a su primogenitura, aparentemente por un desdén de los derechos que tenía como primogénito, aunque el texto insinúa que lo hizo por un instinto de sobrevivencia (25,32).

* 26,1-35. Al principio y al final resuena le bendición a Isaac de parte de Dios, que sigue adelante en la historia con sus promesas (26,2-5.12-14.24-25), como lo comprueban quienes parecían sus enemigos (26,28-31). Los problemas con respecto a su mujer, como los hubo en tiempos de Abrahán, y en torno a los pozos de agua, algo fundamental para los pastores (Gn 20; nota a 12,10-20), encuentran siempre una providencial salida porque «el Señor está con él» (26,3.24.28).

* 27,1-45. Jacob, siguiendo las instrucciones de su madre, con artimañas arrebata con engaño la bendición a Isaac, su padre, correspondiente a su hermano (27,27.29). La bendición es palabra eficaz, por eso Esaú quedará sometido al hermano menor, como lo expresa su padre al mismo Esaú (27,37.39-40); de alguna forma esto se debe a la venta que había hecho Esaú de sus derechos de primogénito (25,29-34). Surge así el odio de Esaú contra Jacob, quien deberá huir para ponerse a salvo (27,41-45). Ellos representan dos pueblos: Esaú a Edom (25,30) y Jacob a Israel (32,29; 35,10); así se explica la rivalidad entre edomitas e israelitas en la época de la composición del relato. La historia de la salvación no oculta las imperfecciones y los pecados de las personas.

* « 27,46-32,3. Segunda escena del ciclo de Jacob. A causa de la rivalidad y hostilidad de Esaú con Jacob, este tiene que huir a la tierra de sus antepasados. Allá contraerá matrimonio con las hijas de Labán, su pariente. La narración trata del encuentro con él, de su matrimonio con Lía y Raquel, de la posterior separación de Labán y del regreso de Jacob y su familia a la tierra de Canaán.

*27,46-28,21. Esta primera parte refiere el viaje de Jacob a Jarán, tierra donde habían vivido sus antepasados. Jacob, como lo hizo su padre Isaac, debe tomar mujer de entre su parentela; no puede unirse a extranjeras, como Esaú (26,34-35; 27,46; 28, 28,8). En la ida Jacob tiene el sueño de la escalera por la que suben y bajan ángeles o mensajeros de Dios, y que unen el cielo y la tierra, y simbolizan la presencia del Señor con él. Dios le reitera las promesas hechas a sus padres (28,13-15), y le asegura su compañía en su viaje. Al lugar lo llamará Betel, es decir, casa de Dios (28,19), por eso unge la piedra y hace un voto al Señor. De esta forma se explica el origen de este lugar de culto para Israel.

*29,1-32,3. Esta segunda parte está constituida por un ciclo de historias que tienen como protagonistas a Jacob y a Labán. El encuentro junto al pozo de Jacob con Raquel, la hija de Labán, hermano de su madre (29,1-15), tiene semejanza al encuentro en el pozo del criado con Raquel (24,22-67), y de Moisés con Séfora (Éx 2,15-22). Todos culminan en una boda (ver Jn 4,1-42: el encuentro de Jesús con la samaritana junto al pozo de Jacob sugiere una relación análoga del Mesías con la población samaritana). Jacob tendrá que trabajar catorce años al servicio de Labán para conseguir a Raquel, la preferida de Jacob, ya que primero con engaños le dio a su hija mayor Lía (Gn 29,16-30). La trama se complica por la esterilidad de Raquel y la fecundidad de Lía. Las dos esposas y sus dos esclavas le dan a Jacob una hija y doce hijos (29,31-30,24); Benjamín, el más pequeño, nacerá después en Canaán (35,16-20). Jacob quiere volver a su tierra, pero Labán busca aprovecharse de la habilidad, astucia y bendición que acompaña al patriarca y que hacen fecundos todos sus emprendimientos (30,25-43). Luego, por orden de Dios, emprende el camino de regreso y huye con sus esposas, sus esclavas y su rebaño (31,1-21); Labán le da alcance, pero advertido por Dios, no hace ningún mal a Jacob, y este justifica su actitud por el servicio realizado durante veinte años en favor de su suegro (31,22-42). Hacen un pacto y cada uno emprende su camino (31,43-32,1). Al iniciar el regreso, Jacob encuentra a unos ángeles o mensajeros de Dios, como sucedió en su huida (32,2-3). Dentro de las peripecias humanas, toda esta historia aparece guiada por Dios como el Señor había prometido en Betel (28,15).

* « 32,4-36,42. La tercera parte está constituida por un ciclo de narraciones sobre la reconciliación de los hermanos Jacob y Esaú; después ambos tomarán cada uno su propio camino; se continúa con datos sobre su vida y la de sus descendientes. La narración de la violación de Dina, y la venganza de Simeón y Leví contra Siquén y los siquenitas (Gn 34), introduce un temática particular que pone en evidencia la singularidad de Israel y su deber de no mezclarse con sus vecinos (Dt 7,3-4).

* 32,4-23. A partir de este texto hasta Gn 33,17, sigue el relato del reencuentro de Jacob con Esaú y la reconciliación de los dos hermanos. En la víspera del encuentro con Esaú, después de varios años de enemistad, Jacob siente miedo y necesidad de prepararse ante Dios con una oración llena de humildad, obediencia y confianza en la fidelidad del Señor que le prometió su asistencia (32,10-13). Su oración marca un culmen: se reconoce indigno y desde su debilidad y temor se aferra a la misericordia y a las promesas divinas para emprender el camino de la reconciliación.

* 32,24-33. Se trata de una experiencia memorable en la vida de Jacob. Lucha con un hombre (v. 25), que al final identifica con Dios (v. 31) y sale airoso, aunque herido. Eso le valió el nuevo nombre de Israel, la interpretación popular de este nombre es que Jacob prevaleció en su lucha con Dios (v. 29). En recompensa obtiene la bendición que pide y que acompañará al patriarca y a su pueblo, preparándolo para el encuentro con su hermano Esaú, en quien verá también el rostro y la presencia de Dios (33,10). Su pasado nombre “Jacob” asociado al engaño (27,36) deja así paso a “Israel”, expresando la fuerza del que vence y tiene la bendición divina. El relato sirve también para explicar por qué los israelitas no comen el tendón de la cadera (vv. 32-33).

* 33,1-17. Encuentro y reconciliación pacífica de los dos hermanos. Después de que Esaú acepta los regalos que Jacob le había enviado por propia iniciativa, cada uno emprende su camino a diferentes lugares. Jacob se dirige a Sucot y Esaú a Seír.

* 34,1-31. Una vez instalados Jacob y su familia en Siquén (33,18-20), la persona que llevaba el mismo nombre del lugar, Siquén, violó a Dina. Enamorado de Dina, en son de paz, quiere unirse a ella en matrimonio, con la pretensión de que las dos poblaciones tengan la posibilidad de realizar enlaces matrimoniales. Los hijos de Jacob, tramando un engaño, los hacen circuncidarse para luego, aprovechando el momento de la convalecencia, matar a todos los varones y rescatar a su hermana. En sus orígenes el relato, aparentemente extraño en el ciclo de Jacob, habría servido para inculcar que el futuro pueblo de Israel debía vivir separado, sin mezclarse con sus vecinos (Dt 7,3-4). La narración también muestra en forma gráfica las dificultades en la convivencia entre pueblos.

* 35,1-14. Jacob vuelve a Betel para cumplir la promesa que hiciera cuando huía de su hermano Esaú hacia el norte (28,20-22), a la tierra de Jarán, donde vivía su tío Labán y había contraído matrimonio con sus hijas Lía y Raquel. Ahora en Betel Jacob y su familia se purifican; Dios reitera el nuevo nombre de Jacob y reitera sus bendiciones al patriarca.

* 35,16-29. Nace Benjamín, el último hijo de Jacob, dado a luz por Raquel, que muere en el parto. La lista de los doce hijos varones de Jacob explicita los antepasados de las tribus de Israel. El pecado de Rubén, al tener relaciones sexuales con la concubina de su padre, pone en riesgo los derechos de su primogenitura (35,22). Jacob y Esaú se reencuentran con motivo de la muerte de Isaac y dan sepultura al patriarca en Hebrón.

* 36,1-43. Todo el capítulo está dedicado a los descendientes de Esaú. Se muestran los matrimonios con mujeres extranjeras (v. 1), y que se instalan en Seír (vv. 6-9), fuera de la tierra prometida, mientras Jacob vivirá en Canaán (37,1). Esaú y Jacob se separan como antes Abraham y Lot (13,11), y como Jacob y Labán (31,54-32,1).

*37,1-50,26. Tercera sección de la época patriarcal. La historia de José es parte de la de Jacob y completa la formación del pueblo de Israel en doce tribus, sirviendo de conexión con el libro del Éxodo. Así como Jacob había conocido la enemistad de su hermano Esaú, así José conocerá la del resto de sus hermanos. Se trata de una historia y obra literaria muy bien narradas, que concluye en la reconciliación y la paz familiar. Dios guía la vida de José desde Canaán a Egipto, y de vuelta a Canaán (Jos 24,32). Así resplandece la eficacia de la providencia divina, que a través de peligros y éxitos, es capaz de velar constantemente por la salvación de su pueblo (Gn 45,5-8; 48,21). El relato se divide en dos grandes partes: José y sus hermanos (Gn 37-45, excepto Gn 38), José, Jacob y el resto de sus hijos (Gn 46-50).

* « 37,1-45,28. Esta primera parte del relato se centra más en José y sus hermanos, iniciando con la ruptura entre ellos (Gn 37) y finalizando con la reconciliación (Gn 42-45). En el centro (Gn 39-41) se relata el encumbramiento de José en la corte del faraón. El capítulo 38 se sale de esta perspectiva y aborda una temática diversa: la descendencia de Judá.

* 37,1-36. Los primeros versos de la narración preludian el drama fraterno (37,1-2). La envidia de los hermanos hacia José surge por la preferencia de su padre Jacob por él (37,3-4) y por los sueños de supremacía que tiene sobre su familia entera (37,5-11), que por otra parte anticipan su encumbramiento (Gn 39-41) y que, sin darse cuenta en un primer momento, sus hermanos reconocerán después (Gn 42-45). En el relato se entremezclan dos tradiciones, una que apunta a Rubén como su defensor, para que no lo maten, y propone echarlo a un pozo de donde lo sacarán los madianitas (37,21-24.28a. 29-30), y la otra que se refiere a Judá, quien sugiere venderlo a los ismaelitas (37,26-27.28b). El hecho es de que al final José termina en Egipto.

* 38,1-30. Este relato que interrumpe la historia de José y tiene como trasfondo la ley del levirato o del cuñado, que prescribe que en caso de que una mujer quede viuda, sin hijos, el cuñado debe perpetuar la descendencia de su hermano difunto, uniéndose a la viuda (Dt 25,5-10). Tamar queda viuda de Er, hijo de Judá; su cuñado Onán tiene relaciones con ella, pero evita perpetuar la descendencia. Su suegro Judá no quiere darle a su hijo Selá, por temer a que muera, como sucedió a sus otros dos hijos. Sin embargo Tamar quiere tener familia de la sangre de su primer esposo y por eso se viste de prostituta. Judá, sin reconocerla, tiene relaciones con ella y queda embarazada. Ante el intento de Judá de condenarla, su nuera le hace ver que la descendencia que lleva en su vientre es de él; Judá tiene que reconocer su propia culpabilidad y la inocencia de Tamar. Así de Tamar y Judá nacen Péres y Záraj (Gn 46,12; Rut; 1 Cr 2,4). Péres es antepasado de David (Rut 4,18-22) y del Mesías (Mt 1,3; Lc 3,33). En el relato se advierte implícitamente cómo Dios, en su pedagogía y paciencia, permite costumbres en su pueblo para purificarlas con el tiempo. La historia de la salvación está permeada de luces y sombras, de gracia divina y de pecado humano,

* 38,29. Los nombres de Peres y Zaraj (38,29-30) en el griego del NT vienen transcritos como Fares y Zara (Mt 1,3; Lc 3,33).

▪39,1-41,57. El relato del encumbramiento de José en Egipto es parte central de esta primera parte (cc. 37-45). José sobresale por su comportamiento moral y competencia administrativa. Esta narración, además de preparar la transición al libro del Éxodo, pudo también haber sido escrita por un sabio judío como ejemplo para la formación de las jóvenes generaciones en la administración de un reino

* 39,1- 6a. La bendición de Dios alcanza a José y a la familia de su patrón.

* 39,6b-23. No obstante la tentación de la mujer de su patrón, José permanece fiel, aun cuando tiene que soportar la calumnia con su consecuencia de ser puesto en prisión, donde cumple de modo cabal con la encomienda recibida del jefe de la cárcel.

* 40,1-23. En la prisión José interpreta acertadamente los sueños del copero y del panadero del rey que también habían sido encarcelados. Su interpretación se cumple fielmente con la restitución del copero y la muerte del panadero. A pesar de que José pide al copero que interceda por él ante el faraón, aquel lo olvida.

* 41,1-37. Por fin, el copero del rey se acuerda de José, cuando el faraón ha tenido dos sueños que los magos y sabios de Egipto son incapaces de interpretar. José confiesa que es el Señor Dios quien dará la interpretación a los sueños. Ante el presagio de los sueños, José propone una estrategia para aprovechar los años de abundancia y contrarrestar los años de hambre. Así la actuación de José en la corte de Egipto se asemeja a la de Daniel, en el libro de su nombre, con los reyes de Babilonia, siglos más tarde. La divina providencia, fiel a sus promesas, sigue asistiendo a sus elegidos con los dones de la sabiduría, que penetra sus mentes y corazones, para procurar la protección salvadora del pueblo de Dios (Dn 2,46-49).

* 41,38-49. El faraón, convencido de que Dios asiste y acompaña a José, lo pone al frente de Egipto, solo bajo sus órdenes. Así José llevará la política agraria de los años de abundancia y de hambre.

* 41,50-57. Por una parte se narra el nacimiento de sus dos hijos gemelos. Efraín prosperará por encima del primogénito Manasés, como lo indicará Jacob (48,12-20), repitiéndose la historia de la preferencia de Dios por el no primogénito. Por otra parte se muestra cómo ante el hambre, todos acuden a Egipto para proveerse de alimento. El dato prepara los siguientes capítulos que mencionan el viaje de sus hermanos en busca de sustento.

+42,1-45,28. Reencuentro de José con sus hermanos. La narración de los capítulos 42-44 aumenta la tensión de la historia de José, ante la visita de sus hermanos, que él reconoce, pero que ellos son incapaces de reconocerlo (42,7-8). José somete a sus hermanos a muchas pruebas, los acusa de espías, encarcela a Simeón, amenaza con dejar como esclavo a Benjamín, a quien mandó traer. En medio de esas pruebas, los hermanos toman conciencia del mal que hicieron a su hermano José. Poco a poco ellos reconocen su pecado y su culpa al haberse deshecho de su hermano. Como en el momento de quererlo eliminar (Gn 37), también en este proceso intervienen Rubén y Judá (42,21-22; 44,16). Solo cuando ellos han reconocido su pecado, se puede dar la reconciliación fraterna. Así el camino de su resolución se encuentra en Gn 45 donde José se da a conocer a sus hermanos, les perdona su culpa y envía por su padre. La providencia divina se abre por caminos impensados y en medio de las fallas humanas, y fiel a sus promesas, ha actuado en forma admirable (45,4-8; ver 42,28; 43,14.23).

* « 46,1-50,26. Segundo apartado de la sección consagrada a José. Hasta cierto punto, en esta última parte del Génesis, José cede el protagonismo a su padre Jacob que llega a Egipto. Esto marca el comienzo de la larga estadía de su familia en ese país, posiblemente por varios siglos, hasta la vocación y misión de Moisés, narradas en el Éxodo, para sacar al pueblo de Israel de tierra egipcia, el lugar de esclavitud, aproximadamente hacia el año 1250 a.C.

* 46,1-34. En Berseba, Dios reitera a Jacob la promesa de un pueblo numeroso y lo alienta a bajar a Egipto, de donde será traído a Canaán, después de su muerte. Se presenta la lista de los hijos y nietos de Jacob que llegaron o estaban, en total setenta personas (46,26-27; Éx 1,5)

* 46,34. Es posible que se refiera al tiempo en que los egipcios no soportaban el dominio de los hicsos, pastores extranjeros, y los expulsaron.

* 47,1-13. Encuentro del faraón con Jacob, quien lo bendice. El faraón permite que habiten en la región de Gosén para dedicarse al pastoreo.

* 47,14-26. La política agraria de José parece haber servido, desgraciadamente, de modelo a los explotadores del pueblo. Venta de alimento por dinero, luego por ganado, por campos y propiedades, y, por último, por su libertad al quedar como esclavos. El empobrecimiento y esclavitud por deudas era común, como se constata al escuchar, por ejemplo, la predicación de Amós que condena la actitud de quienes abusan y explotan a sus hermanos (2,6; 3,10; 5,11-12; 8,6).

* 47,27-31. Las promesas de Dios se cumplen. Los descendientes de Jacob se convierten en un pueblo numeroso y poderoso. Jacob, que se acerca a la muerte, comienza a dar sus últimas disposiciones, como lo hizo su padre Isaac (c. 27) y como en el futuro hará Moisés (Dt 31-34). Como no olvida sus orígenes, por eso pide a su hijo José que lo sepulte en el terreno que había comprado Abrahán (Gn 23).

* 48,1-22. Hasta el final del Génesis se constata cómo los patriarcas están ligados a las promesas divinas de descendencia y posesión de la tierra. Este capítulo explica también cómo los nietos de Jacob, Efraín y Manasés, llegaron a ser cabezas de dos tribus como los hermanos de su padre José quien, sin embargo, no encabezó tribu con su propio nombre. Anuncia también la mayor importancia de Efraín sobre Manasés y las tribus del norte, que formarán el reino de Israel. Además reaparece el tema que el elegido y preferido no es el primogénito (nota a 25,19-27,45). Tal fue el caso de Abel con Caín, de Isaac con Ismael, de Jacob con Esaú, de Péres con Záraj, de Efraín con Manasés. Triunfa la idea de que Dios es libre para elegir a su voluntad.

* 49,1-33. Poco antes de morir Jacob bendice a sus hijos. Este capítulo destaca la futura hegemonía real de Judá (49,8-9), exaltada con una profecía interpretada luego en clave mesiánica (49,10-12), así como la importancia otorgada a la descendencia de José (49,22-26). Esas tribus tendrán preponderancia en el sur y en el norte, respectivamente; el texto supone ya el período monárquico. De nuevo Jacob da órdenes de ser enterrado en la cueva de Macpelá, que su abuelo Abrahán había adquirido (Gn 23; 47,39-31).

* 50,1-14. Solemne duelo y entierro de Jacob, en el lugar donde él había ordenado.

* 50,15-26. Reaparece en la conciencia de los hermanos el mal que hicieron a José y temen por su suerte, ahora que ha muerto su padre (50,15-18). Sin embargo, José reconoce que la historia ha sido dirigida por Dios para bien de todos, no obstante sus malas intenciones (50,19-21; ver 45,5-8). Esta confesión de fe al final del libro le da a estos relatos, sobre todo a los de José y sus hermanos, un significado fundamental: en medio de las fallas humanas, Dios va escribiendo rectamente la historia. Antes de morir José, anuncia que Dios los visitará para sacarlos de Egipto y llevarlos a la tierra prometida, y ordena que entonces sus huesos sean llevados a la tierra de Canaán (50,22-25). Moisés cumplió con la petición de José llevando sus huesos de vuelta a la tierra de los patriarcas (Éx 13,19). Josué los sepultará en Siquén, en el campo comprado por Jacob (Jos 24,32). El camino hacia la tierra prometida seguirá jalonando la historia narrada en el Pentateuco que finaliza antes que el pueblo de Dios entre en ella; esta misión está reservada a Josué, y la memoria de esto se encuentra en el libro que lleva su nombre.