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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. No ha llegado el tiempo de reconstruir el Templo (1,2). El autor y su tiempo

 

El profeta Ageo actuó en la época del imperio persa. Las fechas de sus predicaciones se pueden conocer con precisión, porque este libro, como también los de Ezequiel y Zacarías, tiene la novedad de dar indicaciones cronológicas según el calendario de los persas. Las intervenciones de este profeta tuvieron lugar entre agosto y diciembre del año 520 a. C.

 

Cuando Ciro permitió a los judíos cautivos en Babilonia que retornaran a su tierra (2 Cr 36,22-23), muchos prefirieron quedarse a vivir libres en Babilonia, mientras otros, entusiasmados por la predicación del «Segundo Isaías» (Is 40-55) emprendieron el regreso. A su llegada, estos encontraron algo muy diferente del panorama celestial que había presentado aquel profeta: además de la pobreza del territorio, Jerusalén y el Templo eran solamente ruinas, y tanto los samaritanos como la gente que habitaba en el país se oponían a que los recién llegados se asentaran en el lugar y comenzaran la reconstrucción (Esd 4,1-5). En los primeros días hubo entusiasmo por comenzar a reconstruir el Templo, pero muy rápido la obra se abandonó y así transcurrieron quince años (Esd 4,24).

 

Se sabe por el libro de Esdras que los profetas Ageo y Zacarías intervinieron para que el pueblo y las autoridades reanudaran las obras de reconstrucción (Esd 5,1; 6,14). Ageo les recriminó sólo el pecado de no haber continuado las tareas para restaurar el Templo; en esto se diferencia de su contemporáneo Zacarías, que reprendió al pueblo por todos sus pecados.

 

 

  1. El esplendor de este Templo (2,9). Teología del libro de Ageo

 

Es sabido que los profetas tuvieron una actitud muy crítica con respecto al Templo y al culto que se celebraba en él (Am 5,21-27; Is 1,10-20), y que algunos de ellos anunciaron también su destrucción (Miq 3,12; Jer 7,14). Por eso resulta extraño que Ageo demuestre tanta preocupación por su reconstrucción. La oposición es sólo aparente, porque si bien el profeta se está refiriendo a la reconstrucción inmediata del Templo destruido por los babilónicos, él ve que cuando esta obra esté realizada, no se estará más dentro de los parámetros de la historia actual, sino en un futuro en el que el Señor renovará los cielos y la tierra, todas las naciones acudirán a Jerusalén para llevar sus tesoros, y el nuevo Templo se llenará con la gloria del Señor. Esos serán los tiempos en los que los campos tendrán una producción asombrosa (2,6-9). Dentro de ese mismo marco, Ageo saluda a Zorobabel, por ser descendiente de David, como si él ya fuera el futuro Mesías (2,23).

 

Ageo anima a las autoridades y al pueblo para que reconstruyan el Templo que está en ruinas, pero tiene su mirada puesta en la escatología, y como Ezequiel (Ez 40-43), anuncia que en el reino futuro que ha preparado Dios también habrá un Templo lleno de la gloria de Dios y estará presente el Mesías descendiente de David.  

 

Los templos que se construyen en este mundo son figuras que representan la felicidad que el Señor tiene reservada para la humanidad y deberá revelarse en el futuro. Ageo muestra la continuidad que existe entre el templo de Dios de este mundo y aquel templo celestial que nadie puede imaginar. Esa felicidad futura se prepara desde el presente.

 

Existe una misteriosa conexión entre lo que se hace aquí en la tierra para construir el reino de Dios, y la realización plena y definitiva del reino que Dios mostrará al final de la historia. Todos son convocados para que se pongan a la obra y contribuyan en la tarea de edificar el templo de Dios, aun sabiendo que este Templo no será el definitivo.

 

En el evangelio de san Juan se dice que el nuevo Templo, el lugar del encuentro de Dios con los seres humanos, es el cuerpo de Jesucristo resucitado (Jn 2,19-22). La carta a los Efesios, por su parte, explica que los cristianos, unidos al Señor resucitado, son como piedras vivientes que van formando el templo santo de Dios (Ef 2,20-22).

 

  1. La palabra del Señor llegó por medio del profeta Ageo (1,1). Estructura del libro

 

 

PRIMER DISCURSO                    La reconstrucción del Templo                          1,1-15 SEGUNDO DISCURSO             El esplendor de este nuevo Templo                   2,1-9

TERCER DISCURSO                    Yo derramaré mi bendición                               2,10-19

PROMESA A ZOROBABEL        Te pondré el anillo con el sello                           2,20-23

 

 

 

 

  1. PRIMER DISCURSO[1]

 

Emprendieron la reconstrucción del templo del Señor

Ag 2,4; Lv 26,19-20; Dt 28,38; Is 41,10; Mt 28,20

 

1 1 En el segundo año del reinado de Dario, el primer día del sexto mes, la palabra del Señor llegó por medio del profeta Ageo a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac: 2 “Así dice el Señor del universo: Este pueblo anda

diciendo que aún no ha llegado el tiempo de reconstruir el templo del Señor”.

3 Entonces la palabra del Señor les llegó por medio del profeta Ageo: 4 “¿Les parece bien que ustedes habiten en casas revestidas de madera mientras mi casa permanece en ruinas? 5 Ahora bien, así dice el Señor del Universo: Reflexionen bien sobre su conducta.

6 Ustedes siembran mucho pero cosechan poco; comen, pero no quedan saciados; beben, pero no se ponen alegres; se abrigan, pero siguen sintiendo frío, y el que gana un salario, lo echa en una bolsa sin fondo. 7 Así dice el Señor del universo: ‘Reflexionen bien sobre su conducta. 8 Suban a la montaña, traigan madera para reconstruir mi casa, yo me complaceré en ella y mostraré mi gloria’, dice el Señor.

9 Ustedes esperaban abundancia y hay escasez, y yo dispersé de un soplo lo poco que se llevaron a su casa. ¿Por qué? Porque mi casa todavía sigue en ruinas, mientras cada uno de ustedes disfruta de su propia casa. 10 Por eso los cielos han retenido la lluvia y la tierra no ha dado su fruto. 11 Yo envié la sequía a la tierra, a las montañas, a los sembrados, al vino nuevo, al aceite y a todos los productos del campo, a los seres humanos, a los animales y a todos sus trabajos”.

12 Zorobabel, hijo de Sealtiel, y el sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, junto con todo el pueblo prestaron atención a la palabra del Señor su Dios y al mensaje del profeta Ageo, así como el Señor su Dios se lo había encomendado, y el pueblo tuvo temor del Señor. 13 Entonces Ageo, el mensajero del Señor, transmitió al pueblo este mensaje del Señor: “Yo estoy con ustedes, oráculo del Señor”.   14 Así el Señor estimuló el ánimo de Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, el ánimo del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el del resto del pueblo, que pusieron manos a la obra y emprendieron la reconstrucción del templo de su Dios, el Señor del universo, 15 el día veinticuatro del sexto mes, del segundo año del reinado de Darío.  

 

  1. SEGUNDO DISCURSO[2]

 

El esplendor de este nuevo Templo será mayor

Ag 1,13 // 2,6: Heb 12,26

 

2, 1 El día veintiuno del séptimo mes llegó la palabra del Señor por medio del profeta Ageo: 2 “Le dirás lo siguiente a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y al resto del pueblo: 3 ‘¿Queda entre ustedes alguien que haya conocido este Templo en su antiguo esplendor? ¿Cómo lo ven ahora? ¿Acaso no les parece que su esplendor quedó reducido a nada?  4 Sin embargo, ¡ánimo, Zorobabel! –oráculo del Señor- ¡Ánimo, sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac! ¡Ánimo, todos ustedes, el pueblo entero!  -oráculo del Señor- ¡Manos a la obra, porque yo estoy con ustedes–oráculo del Señor del universo-¡ 5 Así como pacté con ustedes cuando salieron de Egipto, mi espíritu permanece con ustedes. No tengan miedo 6 porque así ha hablado el Señor del universo: ‘Dentro de poco tiempo yo haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme, 7 y que tiemblen todas las naciones. Entonces llegarán hasta aquí las riquezas de todas ellas y llenaré este Templo de esplendor, dice el Señor del universo. 8 ¡Mía es la plata y mío es el oro! –oráculo del Señor del universo-. 9 El esplendor de este nuevo Templo será mayor que el del primero, dice el Señor del universo. En este lugar estableceré la paz –oráculo del Señor del universo-.

 

 

III. TERCER DISCURSO[3]

Yo derramaré mi bendición sobre ellos

 

10 El día veinticuatro del noveno mes, en el segundo año del reinado de Darío, la palabra del Señor llegó al profeta Ageo: 11 “Así dice el Señor del universo: Pregunta a los sacerdotes sobre esta cuestión de la ley: 12 Si una persona lleva envuelta en su manto carne que ha sido ofrecida en un sacrificio, y con esa ropa toca pan, una comida, vino, aceite o cualquier otro alimento ¿esto queda santificado?”. Los sacerdotes respondieron: “No”. 13 Entonces Ageo continuó: “Si una persona que ha quedado impura por haber tocado un cadáver toca una de estas cosas, ¿ellas quedarían impuras?”. Los sacerdotes respondieron: “Sí”. 14 Entonces Ageo replicó: “Lo mismo sucede cuando este pueblo y esta nación viene a mi presencia: –oráculo del Señor- todo lo que hacen y todo lo que ahí ofrecen es impuro.

15 Por lo tanto, reflexionen bien de ahora en adelante. Cuando todavía no habían comenzado a poner una piedra sobre otra en el templo del Señor, 16 ¿qué les pasaba? Si alguien iba a un granero a buscar veinte medidas de grano, sólo encontraba diez, o si iba al lagar para llenar cincuenta cántaros, sólo había veinte. 17 Yo los castigué a ustedes con el hongo, la plaga y el granizo, causando estragos en todos sus trabajos; pero ustedes no se convirtieron a mí –oráculo del Señor-. 18 Reflexionen bien de ahora en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, día en que se pusieron los cimientos del templo del Señor, reflexionen bien: 19 ¿Acaso queda grano en el granero? Aunque la vid, la higuera, el granado y el olivo, no hayan dado fruto, a partir de hoy yo derramaré mi bendición sobre ellos”.

 

 

  1. PROMESA A ZOROBABEL[4]

Te pondré el anillo con el sello

 

20 El mismo día veinticuatro del mes, la palabra del Señor llegó por segunda vez a Ageo: 21 “Le dirás lo siguiente a Zorobabel, gobernador de Judá: Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22 derribaré los tronos reales y aniquilaré el poder de los reinos de las naciones; derribaré los carros de guerra junto con quienes los manejan; los caballos caerán junto con sus jinetes, cada uno por la espada de su compañero. 23 Aquel día –oráculo del Señor del universo– te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi servidor –oráculo del Señor- y te pondré el anillo con el sello, porque yo te he elegido a ti -oráculo del Señor del universo-”.

 

[1] 1,1-15. El primer discurso de Ageo corresponde a agosto del año 520 a. C., y el mes siguiente se iniciaron las obras de reconstrucción del Templo. El ánimo para realizar esta obra expresa una fe profunda: la presencia de Dios en medio de la comunidad es la única esperanza para su restauración. Esta realidad conlleva como consecuencia que los creyentes ofrezcan lo mejor de sí a Dios y que esa ofrenda se manifieste en el cuidado de las instituciones y en una justa y equilibrada vida social.

[2] 2,1-9. En octubre del 520 a. C. tuvo lugar la segunda intervención del profeta. En ella predomina la comparación entre el esplendor del Templo de Salomón y el presente (vv. 3 y 9). El valor del nuevo Templo consiste en que el Señor lo llenará de riquezas, porque es la morada de su gloria (v. 7; cf. Ex 40, 34-35; 1 Re 8, 11). Dios, que acompañó a su pueblo desde la salida de Egipto hasta su humillación en Babilonia, aún está con él (v. 5). Él sigue ejerciendo su señorío universal, que se hará patente cuando todos los pueblos vengan a Jerusalén a postrarse en su Templo, presenten sus ofrendas (vv. 6-8) y alcancen la paz que Dios otorgará desde su lugar santo (v. 9).

[3] 2,10-19. En diciembre del 520 a. C. tuvo lugar la tercer intervención del profeta. Se refiere a una consulta que el pueblo debía hacer a los sacerdotes sobre santidad y pureza ritual (vv. 10-14). La respuesta del Señor es que la santidad del Templo que se está construyendo se irradiará sobre todo el territorio, y en consecuencia los campos producirán frutos en abundancia y vendrán tiempos de prosperidad (vv. 15.19).

[4] 2,20-23. El libro termina con un mensaje que el Señor dirigió al profeta para que lo transmitiera al gobernador Zorobabel.  El triunfo escatológico de Dios se inaugurará cuando sean aniquilados sus enemigos y sus máquinas de guerra. Los signos cósmicos pronosticarán el avance del Señor que gobernará por medio de Zorobabel, figura mesiánica y continuación de la dinastía de David.