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ATRAS

 

  1. Cada vez que recibía tus palabras, yo las devoraba (15,16). El libro y el profeta.

 

  1. a) El libro es un caso paradigmático en la literatura bíblica. Los oráculos del profeta llegaron a nosotros porque hubo un grupo de personas que lo escucharon, creyeron en su mensaje reconociendo en él la Palabra de Dios; guardaron así en la memoria esas palabras, las transmitieron y también la pusieron por escrito. La persona del profeta, los escritos que recogen su enseñanza y la comunidad de sus discípulos componen una realidad inseparable y a tener en cuenta para recibir y entender el anuncio que Dios quiere comunicarnos.

Como ocurre con otros libros de la Biblia, existe no solo un texto hebreo de Jeremías, de tradición judía, en manuscritos medievales (s. XI d. C.), sino también un texto griego originado en por la tradición judía de la diáspora occidental, y transmitido luego en las comunidades cristianas. Sorprende, sin embargo, que el texto hebreo de Jeremías sea un séptimo más amplio que el texto griego, que supuestamente lo traduce. La comparación minuciosa de ambos lleva a pensar que el traductor griego tenía ante sí un original hebreo que era más breve. Esta hipótesis se ha corroborado al encontrar en Qumrán manuscritos hebreos (s. I a.C. – s. I d.C.), que se asemejan más al contenido del texto griego que al hebreo. Esto significa que el libro de Jeremías siguió creciendo y recibiendo adiciones después de que el traductor griego hiciera su trabajo. Aunque el profeta ya había desaparecido, su libro siguió vivo, sostenido por la comunidad de sus discípulos, donde se lo interpretaba y se lo actualizaban; así lo conservaron y así lo transmitieron. La “relectura” del libro terminó en una “reescritura” del mismo. De manera, en el texto actual se reconocen elementos que se remontan al ministerio del profeta Jeremías (627-586 a. C.) y muchos otros que provienen de la comunidad religiosa que se identificó con su maestro y quiso presentarlo como un modelo de fe.

 

  1. b) El profeta residía con su familia en Anatot (6 km al noreste de Jerusalén; territorio benjaminita) y estába relacionada con el sacerdote Abiatar, amigo de David (1S 22,6-23) y de Adonías (1R 1,7-8), pero desafortunado rival de Sadoc; y fue destituido de sus funciones cuando Salomón subió al trono y exiliado en Anatot (1 Re 2,26‐27). Esta familia sacerdotal conservó y cultivó fielmente las tradiciones más características de Israel del norte (la memoria del éxodo, del desierto, de la alianza y de la ley), y de profetas como Oseas y Amós. Las primeras profecías de Jeremías están dirigidas al resto del antiguo reino de Israel (Jr 2-3; 30-31), y animan a recuperar la unidad del reino bajo las exigencias de la alianza; un dato típico de la reforma política y religiosa de Josías. Quizás en razón de su origen, Jeremías no será nunca un profeta servil a la monarquía judaíta, sino que se mostrará siempre independiente y crítico frente a sus pretensiones.

Los relatos biográficos de libro sugieren un orden cronológico: bajo el rey Joaquín: Jr 26 (609-608 a. C.); 19,1-20,6 (hacia el 605 a. C.); 36 y 45 (605-604 a. C.); bajo el reinado de Sedecías: Jr 28; 29 y 51,59-64, (hacia el 594 a. C.); 34,1-7 (inicios del asedio, 587 a. C.); 37,3-38,28 (durante el asedio), y tras la caída de Jerusalén: Jr 39,1-44,30 (586 a. C.). Esto permitiría reconstruir un itinerario de la vida de Jeremías, en el que su suerte estaba signada en gran parte por los avatares políticos del reino de Judá, sus últimos cuarenta años.

En la primera etapa de su ministerio, entre el 627 y el 609 a.C., bajo el reinado de Josías, Jeremías se interesa por la suerte de la población israelita que había permanecido en territorios del reino del norte; su pensamiento tiene mucha semejanza con el de Oseas (Jr 2-3; 30-31). Es un período lleno de esperanzas, en el que el profeta cuenta con el apoyo y la protección de algunos funcionarios, como Safán y su familia (cf. Jr 26,24; 36,12 y 2Re 22,3.8-14).

En la etapa que va desde el 609 y hasta el 598, encuentra la hostilidad del rey Joaquín y sus oficiales, que han abandonado las opciones políticas y religiosas de Josías (Jr 7-20; 26; 36). Entre el 597 y el 586, Jerusalén se halla sitiada y Judá amenazada por el rey de Babilonia que instala a Sedecías como nuevo rey, vasallo suyo. El profeta invita a someterse a los caldeos reconociendo que son instrumento del castigo de Dios (Jr 27-29; 34-35; 37-39). Después del 586, bajo dominio babilónico, el profeta es obligado a refugiarse en Egipto, después del asesinato de su protector, el gobernador Godolías (Jr 40-43). Sus huellas se pierden, pero su influencia permanece a través de sus seguidores y de su libro, constantemente releído y reescrito.

 

  1. Pondré mi Ley en su interior, y la escribiré en sus corazones (31,33). Teología del libro.
  2. a) La Palabra del Señor es la gran protagonista del libro. Ella se impone al profeta (Jr 20,10s.) y también al pueblo. El relato del rollo escrito, destruido y reescrito (36), revela que la Palabra del Señor, aún en el rechazo y la oposición triunfa siempre y de modo eficaz, porque Dios mismo garantiza su cumplimiento (1,11-12). Es una palabra capaz de destruir y de construir de nuevo en el curso de la historia (18,1-12). No se presenta como la simple respuesta oracular a una consulta a Dios en una ocasión particular, sino como una realidad que irrumpe en la vida del profeta, que “acontece” según la libre intervención divina, con autoridad y fuerza, revelando y ejecutando el proyecto soberano del Señor.
  3. b) La interpretación profética de la historia. El verdadero profeta es capaz de hablar en nombre del Señor porque ha estado presente en el consejo divino y ha escuchado su palabra (23,18). Conoce el plan de Dios y ve la realidad desde él. Constituido “profeta para las naciones” (1,5) Jeremías es testigo de su poder que gobierna el mundo y que dirige a las naciones para llevar a cabo su proyecto. Israel cae bajo las generales de la ley, pero ligado de modo particular al Señor por la alianza, el juicio divino depende de la fidelidad o no a ese pacto (cf. Dt 30).

La posibilidad de “arrancar y derribar, de edificar y plantar” (1,10) expresa la potestad soberana del Señor (18,1-10) y explica la doble dimensión del ministerio profético: anunciar el proyecto salvador de Dios y denunciar las conductas que obstaculizan su realización.  A Jeremías le tocó acentuar la denuncia del pecado y hacer ver sus desastrosas consecuencias; pero sus discípulos y editores supieron recuperar también los aspectos más esperanzadores de su mensaje.

  1. c) El ministerio profético. Por el fracaso de las instituciones mediadoras de salvación (reyes, sacerdotes, sabios, profetas de corte), el profeta “instituido” por Dios (Jr 1,10) asume la misión de representarlo y de hacer concreta su acción tanto en el pueblo de Israel como entre las naciones paganas. Si del sacerdote se espera la “instrucción” y del sabio el “consejo”, la palabra de Dios se debe recibir de la boca del profeta (18,18). Jeremías ejerce su misión profética no solo mediante sus palabras y sus acciones simbólicas. Toda su vida se convierte en signo profético y en un mensaje de parte de Dios. Como Oseas con sus peripecias personales, también Jeremías vive en carne propia el drama del que es portador de un mensaje que lo involucra personalmente.

Su experiencia encarna la identidad y la misión de Israel, pueblo llamado y consagrado (1,4-5); pero al mismo tiempo pone de manifiesto la situación en la que este se encuentra en ese momento de su historia (16,1-13). Israel está llamado a descifrar en la existencia del profeta su propio destino; rechazarlo significaría provocar la propia condena. Si la palabra de Dios es gozo y alegría para el corazón del profeta (15,16), es también fuego que devora al pueblo (5,14), como le sucede a él mismo (20,9). Esta figura anticipa las tensiones dramáticas que caracterizarán a Cristo: Hijo de Dios en carne de pecado, bendito y “haciéndose maldición por nosotros” (cf. Gál 3,13).

 

  1. Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las cosas que te he comunicado (36,2). La obra literaria.

 

El libro conserva las huellas del lenguaje oral del profeta predicador y del trabajo de composición escrita que realizaron sucesivos editores. Se pueden distinguir secciones con relatos biográficos (19,1-20,6; 27-29; 34,1-7; 36; 37-44; etc.) y autobiográficos (1,4; 2,1; 13,1-11; 16,1; 18,19; 24,1), colecciones de palabras del profeta en forma poética (cc. 2-6; 8-9) y algunos discursos en prosa (7,1-8; 11,1-14, etc.); además un apéndice narrativo (c. 52).

La forma fundamental del discurso profético sigue siendo el “oráculo”, pronunciado algunas veces como respuesta a una consulta (21,1-10), pero en su mayoría por iniciativa divina, dirigido a todo el pueblo o a particulares. Estos anuncios aparecen en medio de secciones narrativas, y se delimitan por su introducción (“Me llegó la Palabra del Señor…”, “Palabra que le llegó a Jeremías de parte del Señor…”, “Así ha dicho el Señor…”) y por su conclusión (“Oráculo del Señor”).

En algunas ocasiones, la experiencia de la revelación profética se relaciona con la visión de algún objeto o acción (1,11-12.13-19; 18,1-12; 24,1-10; 38,21-22) o con la realización de alguna acción simbólica (13,1-11; 16,1-4; 19,1-15; 27; 28), transmitidos en forma de pequeños relatos.

En la elaboración del discurso Jeremías se vale de muchos recursos del lenguaje oral, como la asonancia (1,10), el doble empleo de la misma raíz en un sustantivo y un verbo (“cosas vanas”-“convertirse en vanidad”: 2,5), el múltiple sentido de un nombre (“almendro”-“vigilante”: 1,11) o de un verbo (“volver”, “convertirse”, “cambiar”, “restaurar”; cf. 2,1-3,5; 8,4-5). En la composición de sus oráculos, emplea una estructura envolvente, la inclusión (3,1-5), o también una concéntrica, el quiasmo (8,13-17). En las discusiones interpela a sus destinatarios con sus mismas palabras (2,6.8.20), o los interroga directamente (2,14; 8,4-5).

Algunos discursos en prosa, puestos en boca del profeta (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27, etc.) o de otros (40,2-4), presentan notables semejanzas con el vocabulario y las ideas del Deuteronomio y de la llamada obra histórica deuteronomista (Josué; Jueces; 1-2 Samuel; 1-2 Reyes), que se nota en la acentuación en la unidad y la identidad nacional dada por la centralidad del culto al único Dios y Señor de Israel, en su Templo en Jerusalén y por las exigencias de orden social para con el prójimo. Entre los promotores de estos principios, figura Safán y su familia, que desempeñó diversas funciones en la corte (2Re 22) y que siempre protegió a Jeremías (Jr 26,24; 36,10.19; 40,5-7). Estos indicios han hecho pensar que el libro habría tenido su primera redacción en ambientes afines ese “movimiento deuteronomista”.

 

Estructura del libro:

 

  1. Juicio de Israel y de Judá             1,1-25,38
  2. Invitación a la conversión dirigida a Israel 1,1-6,30
  3. Cuestionamiento a las falsas seguridades             7,1-10,25
  4. El Profeta comprometido, misión y crisis vocacional 11,1-20,18
  5. El Señor construirá y plantará a los exiliados 21,1-24,10
  6. Juicio de Judá y de las naciones 25,1-38

 

  1. El destino de la Palabra y del Profeta 26,1-45,5
  2. Eficacia de la Palabra y fidelidad del profeta 26,1-36,32
  3. Pasión del profeta                                     37,1-44,30
  4. Palabra de consuelo para Baruc, hijo de Nerías 45,1-5

 

III.         Oráculos contra las naciones                                                46,1-51,64

 

  1. Apéndice                                                                         52,1-34

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  1. JUICIO DE ISRAEL Y DE JUDÁ[1]­

 

  1. Invitación a la conversión dirigida a Israel[2]

 

Palabras de Jeremías[3]

Jos 21,13-18; 2 Re 22,1-23,30; 23,36-25,7

 

1.1. Palabras de Jeremías, hijo de Jelcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, en el territorio de Benjamín. 2. La palabra del Señor le llegó en tiempos de Josías, hijo de Amós, rey de Judá, en el año décimo tercero de su reinado, 3. y después en tiempos de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, hasta fines del año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; es decir, hasta la deportación de Jerusalén, en el quinto mes.

 

Profeta para las naciones[4]

Éx 3-4; 1 Re 19,19-21, Ez 2-3

 

  1. La palabra del Señor me llegó:
  2. –Antes de que yo te modelara en el vientre materno, ya te conocía.

Antes que salieras de las entrañas, yo te consagré:

te constituí profeta para las naciones.

  1. Yo dije:

–¡Ah, Señor, Dios!

Yo ni siquiera sé hablar; soy muy joven.

  1. Pero el Señor me dijo:

–No digas ‘soy muy joven’;

porque tú irás a donde yo te envíe

y dirás lo que yo te ordene.

  1. No tienes por qué temer ante ellos,

pues yo estaré contigo para librarte –oráculo del Señor–.

  1. Después el Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo:
  2. –Acabo de poner mis palabras en tu boca.

Mira, en este día, yo te constituyo en autoridad

por encima de naciones y reinos,

para arrancar y derribar,

para destruir y arrasar,

para edificar y plantar.

 

¿Qué ves, Jeremías? [5]

Is 55,10-11; Ez 12,28

 

  1. La palabra del Señor me llegó:

–¿Qué estás viendo, Jeremías?

Yo dije: –Veo una rama florecida de almendro (vigilante).

  1. El Señor me dijo: –Has visto bien.

Así estoy vigilando para que mi palabra se cumpla.

 

  1. La palabra del Señor me llegó de nuevo:

–¿Qué estás viendo ahora?

Yo dije: –Veo una olla hirviendo,

cuya boca se vuelca desde el norte.

  1. El Señor me dijo:

–De la misma manera, desde el norte se

desencadenará la desgracia sobre todos los habitantes del país.

 

Dictaré mis sentencias[6]

Jr 52,25; 2 Re 21,24; 23,30; Ez 22,26-29; Esd 4,4

 

  1. Sí, yo mismo estoy convocando

 a todas las familias de los reinos del norte –oráculo del Señor–.

Ellos vendrán y cada uno tomará su lugar

en los tribunales de Jerusalén,

ante todas las fortificaciones que la rodean

y ante todas las ciudades de Judá.

  1. Yo dictaré mis sentencias contra sus habitantes,

a causa de todas sus maldades,

porque me abandonaron, quemaron incienso a otros dioses

y se postraron ante cosas fabricadas por sus propias manos.

  1. En cuanto a ti, ármate de valor,

levántate y diles todo lo que yo te ordene.

No les tengas miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos.

  1. Hoy te convierto en ciudad amurallada,

en columna de hierro, en fortificación de bronce,

frente a todo el país,

frente a los reyes de Judá, a sus príncipes,

a sus sacerdotes y a los propietarios de la tierra.

  1. Ellos te harán la guerra, pero no podrán vencerte,

porque yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor–.

 

 

Recuerdo el cariño de tu juventud[7]

Éx 17,1-7; Nm 20,1-13; Dt 8,2-16; 26,1-11; 32,10-12; Os 1-3; 4,4-10

 

2.1. La palabra del Señor me llegó:

  1. –Ve a gritar a los oídos de Jerusalén:

Así dice el Señor:

Recuerdo el cariño de tu juventud, tu amor de recién casada;

cuando me seguías por el desierto, en tierra sin cultivar.

  1. Israel estaba consagrado al Señor,

como el primer fruto de su cosecha.

Quienes se atreviesen a comerlo sufrirían castigo

y la desgracia se abatiría sobre ellos –oráculo del Señor– .

  1. Escuchen la palabra del Señor, descendientes de Jacob

y todas las familias de Israel:

  1. Así dice el Señor:

¿Qué me vieron de malo sus padres,

para alejarse de mí de esa manera,

y ponerse a seguir dioses vanos

hasta convertirse ellos mismos en vanidad?

  1. No se preguntaron:

«¿Dónde está el Señor que nos hizo subir desde el país de Egipto,

que nos guio por el desierto,  

por una tierra de aridez y precipicios,

por una tierra reseca y de sombras de muerte,

por una tierra por la que nadie transita

y en la que ninguna persona habita?».

  1. Yo los había traído a ustedes a una tierra de jardines,

para que comieran sus frutos y sus cosechas.

Pero ustedes entraron, contaminaron mi tierra,

y convirtieron mi heredad en algo repugnante.

  1. Los sacerdotes no preguntaron:

«¿Dónde está el Señor?».

Los expertos de la Ley no me reconocieron,

los pastores se rebelaron contra mí,

los profetas profetizaron en nombre de Baal,

y se fueron detrás de ídolos inútiles.

 

Yo pelearé contra ustedes[8]

Éx 40,34-38; 2 Re 16,17-17,6; 18,9-19,37; Sal 106; 19-20; 120,5; Lc 13,6-9; Rm 1,23

 

  1. Por eso, yo pelearé contra ustedes –oráculo del Señor–

y seguiré peleando contra los hijos de sus hijos.

  1. ¡Crucen hasta las costas de Chipre y vean!

¡Manden a Cadar a averiguar para que se informen

y vean si ahí ha sucedido algo semejante!

  1. ¿Hay acaso alguna nación que haya cambiado a sus dioses?

–y eso que ellos ni siquiera son dioses–

en cambio, mi pueblo ha cambiado su Gloria

por algo totalmente inútil.

  1. ¡Espántense, cielos, delante de esto!

¡Horrorícense totalmente! –Oráculo del Señor–.

  1. Dos males ha cometido mi pueblo:

me abandonaron a mí, fuente de agua viva,

para excavarse cisternas,

cisternas agrietadas, que no retienen el agua.

 

  1. ¿Acaso Israel era esclavo o nacido en esclavitud?

¿Por qué ha sido tomado como botín?

  1. Los leones comenzaron a rugir contra él,

alzaron sus rugidos, arrasaron su país,

incendiaron sus ciudades y las dejaron sin habitantes.

  1. ¡Hasta la gente de Menfis y de Tafnes

te rapaban la cabeza!

  1. ¡Esto te ha sucedido

por haber abandonado al Señor, tu Dios,

cuando él te conducía por el camino!

  1. Y, ahora, ¿por qué vas a Egipto a beber las aguas del Nilo?

¿Por qué vas a Asiria a beber las aguas del Éufrates?

  1. Tendrás escarmiento en tu propia maldad,

y tus mismas traiciones te  castigarán.

Reconoce qué malo y qué amargo es haber abandonado

y no haber respetado al Señor, tu Dios, –oráculo del Señor todopoderoso­­–.

  1. ¡Desde siempre rompiste tu yugo y dijiste: «no te serviré»!

¡Sobre cualquier colina alta y bajo cualquier árbol frondoso,

te acostabas como prostituta!

  1. ¡Yo te había plantado como viña selecta, de cepa genuina,

y te has vuelto para mí sarmiento bastardo

de una hiedra extranjera!

  1. Aunque te laves con lejía y te limpies con jabón,

tu culpa permanecerá delante de mí, –oráculo del Señor Dios–.

 

¡Reconoce lo que has hecho! [9]

Dt 32,37-38; Is 1,17; Os 4,1-3; 12-14; Am 2,6-8; 4,1; 5,24

 

  1. ¿Cómo puedes decir:

«No me he contaminado,

no he seguido a los baales»?

¡Mira tus huellas en el valle,

reconoce lo que has hecho!

Has sido una camella ligera,

extraviada por los caminos.

  1. Has sido una asna salvaje, criada en el desierto,

que aspira el viento cuando está en celo.

¿Quién puede dominar su pasión?  

Los que la busquen no tendrán que esforzarse,

porque siempre la encontrarán en celo.

25.¡No andes corriendo con tus pies descalzos y tu garganta sedienta!

Pero tú dices: «No. Es inútil.

Estoy enamorada de extranjeros, y me iré tras ellos».

  1. Como el ladrón se avergüenza al ser sorprendido,

así se avergonzarán los israelitas:

ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas.

  1. Los que dicen a una madera: «Tú eres mi padre»,

y a la piedra: «Tú me engendraste»,

me dan la espalda, no el rostro.

Pero, en el tiempo de su desgracia,

me dicen: «¡Levántate a salvarnos!»

  1. ¿Dónde están tus dioses, los que te fabricaste?

¡Que se levanten ellos si pueden salvarte en el tiempo de tu desgracia!

Porque tus dioses, Judá, son tantos como tus ciudades.

  1. ¿Cómo vienen a presentar reclamos contra mí

si todos ustedes me traicionaron?

  1. En vano castigué a sus hijos,

pero ellos no aceptaron el escarmiento.

La espada de ustedes devoró a sus profetas,

como un león  a su presa.

  1. Ustedes, los de esta generación,

presten atención a la palabra del Señor:

¿He sido acaso un desierto para Israel o una tierra tenebrosa?

Entonces, ¿por qué mi pueblo dice:

«hemos estado a la deriva, ya no volveremos a ti»?

  1. ¿Puede olvidarse una novia de su adorno,

o la esposa, de su tocado?

Sin embargo, mi pueblo me ha tenido olvidado

por días innumerables.

  1. ¡Qué bien conoces tu camino para encontrar amores!

¡Qué bien has aprendido los malos caminos!

  1. Hasta en el borde de tu manto se puede encontrar

sangre de pobres e inocentes,

a quienes condenaste sin haberlos sorprendido en delito.

A pesar de todos estos cargos,

  1. dices: «Soy inocente; que su ira se aparte de mí».

Pero aquí estoy llamándote a juicio,

porque dijiste: «No he pecado».

  1. ¡Que gran tontería repetir tus errores!

Te decepcionarás de Egipto como te decepcionaste de Asiria.

  1. También de allí saldrás con tus manos sobre la cabeza,

porque el Señor ha rechazado a aquellos en los que tú confiabas,

y no saldrás triunfante con ellos.

 

Tú te has prostituido[10]

Gn 38,14-15; Dt 24,1-4; Ez 23

 

3.1. Supongamos que un hombre repudia a su mujer,

esta se aleja de él y se casa con otro.

¿Ella podrá volver al primer marido?

¿No profanaría ciertamente esta tierra?

Pero tú te has prostituido con muchos

y ahora quieres volver a mí –oráculo del Señor–.

  1. Levanta los ojos hacia las áridas colinas y mira:

¿dónde no se acostaron contigo?

En los caminos te sentabas a esperarlos,

como un nómada en el desierto,

y profanaste la tierra con tus prostituciones y tu maldad.

  1. Por eso no llegaron las lluvias tempranas ni vino la lluvia tardía.

Es que tuviste el descaro de una prostituta, y no te avergonzaste.

  1. ¿Acaso no comenzaste a invocarme desde entonces:

«Tú eres mi padre, mi amigo de juventud.

  1. ¿Estará enojado para siempre?

¿Continuará indignado hasta el fin?».

Pero, mientras así hablabas,

 seguías cometiendo las maldades que podías.

 

Israel, la apóstata, parece más justa que Judá, la infiel[11]

Éx 25,10-22; Dt 10,1-5; 1 Re 17,3-6; Ez 16

 

  1. En tiempos del rey Josías, el Señor me dijo:

–¿Has visto lo que ha hecho Israel, la apóstata? Ella iba a prostituirse sobre cualquier montaña elevada o bajo cualquier árbol frondoso. 7. Yo decía: «después de hacer todo esto se convertirá a mí»; pero ella no se convirtió. Judá, su infiel hermana, lo vio, 8. y vio también cómo la repudié y le di su acta de divorcio por todos los adulterios que cometió  Israel, la apóstata. Pero Judá, su infiel hermana, no escarmentó, sino que también se prostituyó. 9. Con su escandalosa prostitución profanó el país y cometió adulterio con los ídolos de piedra y de madera. 10. A pesar de todo esto, Judá, su infiel hermana, no se convirtió a mí de todo corazón sino falsamente –oráculo del SEÑOR­–.

  1. El Señor me dijo: Israel, la apóstata, parece más justa que Judá, la infiel. 12. Proclama estas palabras en dirección al norte:

 

Conviértete, Israel apóstata, –oráculo del Señor–.

No te recibiré de mal modo

porque soy compasivo –oráculo del Señor–

y no guardo rencor para siempre.

  1. Reconoce tan solo tu culpa

porque te rebelaste contra el Señor, tu Dios.

Te entregaste lujuriosamente a extraños

bajo cualquier árbol frondoso,

y no me obedeciste –oráculo del Señor–.

 

¡Conviértanse, hijos apóstatas![12]

Gn 13,14-15; Éx 4,22-23; 25,10-22; Dt 10,1-5; 32,62; Re 25,9.13-17; Sal 2,6; Ap 21,3; 22,5

 

  1. ¡Conviértanse, hijos apóstatas! –oráculo del Señor –.Yo soy el dueño de ustedes y tomaré uno de cada ciudad, dos de cada tribu y los traeré a Sion. 15. Yo les daré pastores según mi corazón, que los apacentarán con conocimiento y sensatez. 16. En aquellos días –oráculo del Señor –, cuando ustedes se multipliquen y fructifiquen en el país, ya nadie hablará más del arca de la Alianza del Señor, ya no pensarán ni se acordarán de ella, no la extrañarán ni construirán otra. 17. Porque en ese tiempo Jerusalén será llamada «Trono del Señor » y todas las naciones confluirán hacia ella, al nombre del Señor, a Jerusalén. Entonces ya no se guiarán más por la dureza de su perverso corazón. 18. En aquellos días Judá se unirá con Israel y juntos vendrán del país del norte a la tierra que yo les di como herencia a sus antepasados.

 

  1. Yo había dicho:

–¡Cómo quisiera contarte entre mis hijos

y darte una tierra espléndida,

la herencia más preciosa entre todas las naciones!

Y después pensaba que me llamarías «padre mío»

y no dejarías de seguirme.

  1. Pero, como una mujer traiciona a su esposo,

así ustedes, israelitas, me han traicionado –oráculo del Señor –.

 

Yo los curaré de su apostasía[13]

Jr 2,20; 3,1; 1 Re 3,2; Is 2,12-18; Sal 75,7

 

  1. Una voz se oye sobre las áridas colinas:

el llanto lastimero de los israelitas,

porque torcieron sus caminos

y se olvidaron del Señor, su Dios.

  1. ¡Conviértanse, hijos apóstatas!

Yo los curaré de su apostasía.

 

–Aquí estamos y venimos a ti

porque tú, Señor, eres nuestro Dios.

  1. ¡Qué engaño son los ídolos de las colinas

y las celebraciones de las montañas!

¡La salvación de Israel está solo en el Señor, su Dios!

  1. Desde nuestra juventud

la vergonzosa idolatría devoró

el fruto del esfuerzo de nuestros padres,

sus rebaños de ovejas y vacas, sus hijos y sus hijas.

  1. Acostémonos en nuestra vergüenza

y que nuestra humillación nos cubra,

¡porque nosotros y nuestros padres hemos pecado contra el Señor,

desde nuestra juventud hasta hoy,

y no hemos obedecido al Señor, nuestro Dios!

 

Si quieres regresar [14]

Gn 17,10-14; Os 10,12; Rom 2,25-29

 

  1. 1. –Israel, si quieres regresar

conviértete a mí –oráculo del Señor –.

Si apartas de mí tus monstruos,

no tendrás que huir de mi presencia,

  1. si juras con sinceridad, rectitud y justicia,

diciendo: «vive el Señor »,

las naciones encontrarán en él 

gloria y bendición.

  1. Así dice el Señor a los habitantes de Judá y a Jerusalén:

–Preparen su campo, no siembren sobre espinas.

  1. Circuncídense como quiere el Señor:

corten el prepucio de su corazón,

hombres de Judá, habitantes de Jerusalén,

para que a la vista de la maldad de sus acciones

mi furor no brote como fuego

y arda sin que nadie lo apague.

 

El león ha salido de su guarida[15]

Jr 1,13-15; Is 10,3-4; Jl 2,1; Mt 13,22

 

  1. –Anuncien en Judá,

proclamen en Jerusalén,

toquen la trompeta por el país,

griten con toda la voz y digan:

«¡Reúnanse!

¡Vayamos a las ciudades fortificadas!».

  1. ¡Alcen la bandera hacia Sion,

busquen refugio, no se detengan!

Porque yo traigo del norte una desgracia,

un gran desastre.

  1. El león ha salido de su guarida,

el depredador de las naciones

se ha puesto en marcha;

ha partido de su puesto

para convertir el país de ustedes en desolación

y dejar sus ciudades desiertas y en ruinas.

  1. Por eso, vístanse con ropa de penitencia,

golpéense el pecho y laméntense,

porque la ira ardiente del Señor

no se ha apartado de nosotros».

  1. Aquel día sucederá –oráculo del Señor –

que el rey y los príncipes quedarán descorazonados,

los sacerdotes, desolados, y los profetas, horrorizados.

  1. Y yo dije: «Ah, Señor Dios,

ciertamente has engañado por completo a este pueblo y a Jerusalén

porque mientras les decías: ‘Tendrán paz’,

la espada les llegaba a la garganta».

 

Proclamen contra Jerusalén

Jr 10,19; Jos 19,40; Jue 18,29; 1 Sm 1,1

 

  1. En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén:

«Un viento ardiente sopla sobre las áridas colinas

y va por el desierto hacia la capital de mi pueblo,

pero no para ventilar ni para limpiar el trigo.

  1. Es un viento huracanado que viene de mi parte,

porque ahora yo pronunciaré mis sentencias contra ellos».

 

  1. Miren: ya está subiendo como las nubes,

y sus carros como el torbellino.

Sus caballos son más ligeros que las águilas.

¡Ay de nosotros, estamos destruidos!

  1. ¡Jerusalén, purifica tu corazón de la maldad

para que puedas ser salvada!

¿Hasta cuándo albergarás en tu interior

proyectos perversos?

  1. ¡Una voz anuncia desde Dan,

y proclama algo siniestro desde la montaña de Efraín!

  1. Háganlo saber a las naciones,

háganlo oír en Jerusalén:

Los sitiadores han llegado desde un país lejano,

dan su voz de ataque contra las ciudades de Judá;

  1. y rodean a Jerusalén como guardianes de un campo,

porque se ha rebelado  contra mí

–oráculo del Señor –.

  1. Tu conducta y tus acciones

te acarrearon estas cosas.

Esta es tu desgracia –¡qué amarga!–

 y cómo hiere tu corazón.

 

El corazón me palpita con fuerza

Jr 10,19-20

 

  1. ¡Ay mis entrañas, mis entrañas,

el corazón se me retuerce en mi interior!

Me palpita con fuerza y no lo puedo calmar

 porque oigo un sonido de trompeta,

un toque de guerra.

  1. Llegan noticias de continuos desastres

porque todo el país ha quedado destruido.

De pronto mis tiendas de campaña

y mis carpas fueron destruidas en un instante.

  1. ¿Hasta cuándo tendré que ver estandartes

y escuchar sonidos de trompeta?

 

¡Qué necio es mi pueblo![16]

Gn 1,2-3; Dt 32,6.28; Is 1,2-3; 3,16-24; Miq 7,3

 

  1. ¡Qué necio es mi pueblo! ¡No me han reconocido!

Son hijos insensatos, incapaces de comprender.

Son hábiles para lo malo, pero no saben hacer el bien.

 

  1. Miro a la tierra, vacío y caos;

 al cielo y no hay  rastro de luz.

  1. Miro a las montañas, tiemblan;

a las colinas, se estremecen.

  1. Miro, no hay ningún hombre

y las aves del cielo han volado.

  1. Miro, la tierra fértil es un desierto

y todas sus ciudades, destruidas 

ante la ira ardiente del Señor.

 

  1. Así dice el Señor:

–Todo el país se convertirá en desolación,

y lo destruiré totalmente.

  1. Por esto, la tierra estará de duelo

y allá arriba los cielos se oscurecerán.

Yo lo dije y lo decidí;

no me arrepentiré ni me echaré atrás.

 

  1. Ante el ruido del carro y del arquero

la ciudad entera huye:

unos se esconden en los bosques,

otros trepan a las peñas;

todas las ciudades quedan abandonadas

sin nadie que las habite.

  1. Y tú, destruida, ¿qué harás?

Aunque te vistas de púrpura,

te adornes con oro,

y te pintes de negro los ojos,

¡en vano te embellecerás!

Tus amantes te desprecian,

solo buscan matarte.

 

  1. Oigo un gemido de mujer que va a dar a luz,

como el grito de angustia de una primeriza.

Es la voz de la joven Sion que jadea,

que extiende sus manos diciendo:

«¡Ay de mí, que ya no tengo fuerzas,

y estoy en manos de unos asesinos!».

 

Son muchas sus rebeldías[17]

Gn 18,23-33; Dt 28, 49-52; 29, 24-28; Is 5,1-7; Am 4,6-11; Sof 1,12; Bar 4,15

 

  1. 1. ¡Recorran las calles de Jerusalén,

miren y comprueben!

Busquen en sus plazas,

a ver si encuentran a alguien,

a uno solo, que practique la justicia,

que busque la honradez,

y yo la perdonaré.

 

  1. Incluso cuando juran diciendo: «Vive el Señor»,

lo hacen con falsedad.

  1. ¿Acaso tú, Señor, no aprecias la sinceridad?

Los castigaste, pero ellos no sintieron dolor;

los aniquilaste, pero no aprendieron la lección.

Endurecieron la cara como una roca

y no quisieron convertirse.

  1. Yo decía: «¡Pobres! ¡Qué tontos son!

No conocen el proceder del Señor,

el proyecto de su Dios.

  1. Me dirigiré a los grandes y les hablaré,

porque ellos sí conocen el proceder del Señor,

el precepto de su Dios».

Pero también ellos quebraron el yugo

y arrancaron sus correas.

  1. Por eso los atacó el león de la selva,

y los destruyó el lobo de las estepas.

Un leopardo vigila sus ciudades:

todo el que salga será despedazado

porque son muchas sus rebeldías,

innumerables sus apostasías.

 

  1. ¿Cómo haré para perdonarte

si tus hijos me han abandonado,

y han jurado por los que no son dioses?

Yo los había saciado de bienes,

pero ellos se hicieron adúlteros

y empezaron a frecuentar el prostíbulo.

  1. Como sementales excitados

relinchaban por la mujer de su prójimo.

  1. Y, de esto, ¿no voy a pedir cuentas?

oráculo del Señor.

¿No me voy a vengar de semejante nación?

 

¡Trepen por los muros![18]

 

  1. ¡Trepen por los muros y saquéenla,

pero no la destruyan del todo!

Arranquen sus sarmientos,

porque ya no pertenecen al Señor.

  1. Israel y Judá no han hecho más que traicionarme

–oráculo del Señor –.

  1. Renegaron del Señor y dijeron «¡Él no cuenta!

La desgracia no nos llegará;

no veremos espada ni hambre.

  1. Los profetas son como viento y la palabra de Dios no está en ellos.

¡Que les suceda lo mismo que anuncian!».

  1. Por eso, porque ustedes han dicho estas palabras,

así dice el Señor, Dios todopoderoso:

–Mira, yo pongo mis palabras en tu boca,

serán fuego que devore a este pueblo, como leña.

 

  1. Contra ustedes, israelitas, -oráculo del Señor-,

yo traigo desde lejos una nación invencible,

una nación antigua,

una nación de la que  no conoces su idioma

ni comprendes sus palabras.

  1. Sus flechas siembran la muerte;

todos ellos son valientes guerreros.

  1. Comerá tu cosecha y tu pan,

comerá a tus hijos y a tus hijas,

comerá a tus ovejas y tus vacas,

comerá tus viñas y tus higueras.

Por la espada tomará tus ciudades fortificadas

en las que tanto confías.

 

  1. Sin embargo, en aquellos días no los destruiré completamente –oráculo del Señor –. 19. Cuando te pregunten: «¿Por qué el Señor, nuestro Dios, nos hizo todas estas cosas?», tú les responderás: «Como ustedes me abandonaron y sirvieron a dioses extranjeros en su propio país, del mismo modo tendrán que servir a extranjeros en un país que no les pertenece».

 

Sus pecados han ahuyentado el bienestar

Dt 10, 18-19; Is 6,9-10; Ez 12,2; Sal 104, 6-9; Job 38,8-11; Mc 8,18  // 5,21: Mc 8,18

 

  1. Anuncien esto a los descendientes de Jacob,

proclámenlo en Judá:

  1. –Escucha esto, pueblo necio e inconsciente,

tienen ojos y no ven; oídos y no oyen.

  1. ¿No me tienen miedo –oráculo del Señor –

ni tiemblan ante mí,

que con la simple arena he puesto límite al mar,

un límite que jamás podrá pasar?

Las aguas se agitan, pero son impotentes,

las olas braman, pero no lo traspasan.

  1. En cambio, este pueblo tiene

un corazón empedernido y rebelde,

se rebela y se va.

  1. No piensan: «Debemos respetar al Señor, nuestro Dios,

que a su tiempo nos da las lluvias tempranas y las tardías,

y nos garantiza las semanas justas para la cosecha».

  1. ¡Sus culpas han trastornado este orden;

sus pecados han ahuyentado el bienestar!

  1. Porque en mi pueblo hay malvados que están al acecho,

agazapados  como cazadores,

colocan trampas, y capturan personas.

  1. Como una jaula está llena de pájaros,

así sus casas están llenas de fraudes.

Así se han hecho poderosos y ricos,

  1. prósperos y acaudalados;

han cometido los peores delitos,

no han juzgado justamente;

no han hecho valer la causa del huérfano

ni han garantizado el derecho del pobre.

  1. Y, de esto, ¿no voy a pedir cuentas?oráculo del Señor.

¿No voy a tomar represalia de semejante nación?

  1. Algo horrible y espantoso ocurre en el país:
  2. los profetas profetizan falsedad

los sacerdotes abusan de su poder,

y mi pueblo aprueba estas cosas.

Pero, ¿qué harán ustedes cuando llegue el final?

 

Levanten un terraplén contra Jerusalén[19]

Éx 19-24; Dt 20,19; Jue 8,2; 1 Re 10,1-2; Is 21,6; Ez 3,17; 13,10; Os 9,8; Sal 2,6; Mt 11,29

 

  1. ¡Busquen refugio, gente de Benjamín,

salgan de Jerusalén,

toquen la trompeta en Técoa,

y den una señal a Betqueren!

Porque desde el norte se ve venir una desgracia,

un gran desastre.

  1. ¡Joven Sion, ya has dejado de ser la hermosa y la elegante!
  2. Hacia ella vienen pastores junto con sus rebaños;

plantan carpas a su alrededor, cada uno apacienta su manada.

  1. «¡Declaren la guerra contra ella!

¡Ataquemos a plena luz del día!

¡Ay de nosotros, que el día ya declina

y se alargan las sombras de la tarde!

  1. ¡Ataquemos entonces de noche,

destruyamos sus palacios!».

  1. Porque así dice el Señor todopoderoso:

«Corten árboles. Levanten un terraplén contra Jerusalén.

Esta es la ciudad a la que se le piden cuentas,

pues dentro de ella no hay más que opresión.

  1. Como el agua brota de un pozo,

así brota a borbotones su maldad.

En su interior se oye violencia y opresión

y lo único que veo es sufrimientos y heridas.

  1. ¡Escarmienta, Jerusalén,

para que no tenga que apartarme de ti

ni convertirte en una desolación,

en un país deshabitado!».

 

  1. Así dice el Señor todopoderoso:

Busca y rebusca al resto de Israel, como a una viña,

pasa tu mano por los sarmientos, como un vendimiador.

 

  1. ¿A quién hablaré, a quién advertiré para que escuchen?

Miren, ellos son incapaces de oír; no logran atender.

Fíjense, se burlan de la palabra del Señor

y no encuentran gusto en ella.

  1. Pero yo estoy lleno de la ira del Señor

y no puedo contenerla.

 

Derrámala por la calle sobre los niños de pecho

y sobre los grupos de jóvenes reunidos;

porque serán capturados varones y mujeres,

ancianos y gente de edad avanzada.

  1. Sus casas, sus campos y sus mujeres

pasarán a manos de extraños,

porque voy a extender mi mano

contra los habitantes del país –oráculo del Señor –.

 

  1. Porque del más pequeño al más grande

todos buscan enriquecerse;

desde el profeta hasta el sacerdote

todos se dedican a engañar.

  1. Curaron a la ligera la enfermedad de mi pueblo,

al anunciarle «todo va bien, todo va bien»,

cuando nada iba bien.

  1. ¿Acaso se avergüenzan de la abominación que cometieron?

No, no sienten la menor vergüenza

ni saben lo que es sonrojarse.

Por eso caerán con los que caigan

y tropezarán cuando yo les pida cuentas –dice el Señor –.

 

  1. Así dice el Señor:

Deténganse en los caminos y miren;

pregunten por los senderos antiguos:

¿Cuál es el buen camino?,

y vayan por él para encontrar reposo.

Pero ellos contestan: «No iremos».

  1. Yo puse centinelas sobre ustedes:

 «Estén atentos al toque de la trompeta».

Pero ellos responden: «No le prestaremos atención».

 

  1. Por eso, ¡escuchen, naciones!

¡Celebren un consejo los que habitan en ellas!

  1. Escuche todo el mundo:

Yo traigo la desgracia a este pueblo,

como consecuencia de sus maquinaciones

porque despreciaron mi palabra y rechazaron mi Ley.

  1. ¿Para qué sirve que me traigas incienso de Sabá,

caña aromática de una tierra lejana?

Sus holocaustos no me agradan,

sus sacrificios no me complacen.

  1. Por eso, así dice el Señor:

«Yo pongo obstáculos ante este pueblo,

en los que tropezarán los padres junto con los hijos;

vecinos y compañeros perecerán».

 

  1. Así dice el Señor:

Ahí viene gente de un país del norte,

una gran nación surgida de los confines del mundo.

  1. Empuñan el arco y la lanza,

son crueles y despiadados.

Sus gritos resuenan como el bramido del mar;

montan a caballo y están dispuestos para el combate como guerreros,

contra ti, hija de Sion.

 

  1. Hemos oído su fama

y nos hemos desmoralizado,

nos ha invadido la angustia,

temblores como de mujer que va a dar a luz.

25.¡No salgan al campo,

no anden por los caminos!

Porque el enemigo tiene una espada

que siembra el terror por todas partes.

  1. ¡Pueblo mío, vístete de penitencia,

revuélcate en la ceniza!

¡Haz luto como por un hijo único,

un amarguísimo duelo!

Porque en cualquier momento

el depredador vendrá sobre nosotros.

 

  1. A ti, te pongo como inspector de mi pueblo.

para que certifiques y examines su conducta:

  1. Todos son rebeldes empedernidos que andan calumniando;

aunque sean bronce o hierro, todos son de mala calidad.

  1. El fuelle resopla, el plomo se derrite por el fuego,

pero el platero trabaja inútilmente porque las escorias no se desprenden.

  1. A ustedes los llamarán «plata de desecho»,

porque el Señor los ha desechado.

 

 

 

  1. Cuestionamiento a las falsas seguridades[20]

 

No confíen en las palabras engañosas [21] «

Éx 20, 13-16, Dt 5, 17-20; 11,28; 28,64; Os 4,2; Sal 15; 24,3-6; 78, 56-67; Mt 21,13; Mc 11,17; Lc 19,46 // 7,11: Mt 21,13; Mc 11,17; Lc 19,46

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor: 2. «Proclama de pie este discurso junto a la puerta de la casa del Señor. Dirás: Escuchen la palabra del Señor, todos los habitantes de Judá que entran por estas puertas para adorar al Señor. 3. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: “Corrijan su conducta y sus acciones, para que yo habite con ustedes en este lugar. 4. No confíen en las palabras engañosas que dicen: ‘Este es el templo del Señor, este es el templo del Señor, este es el templo del Señor’.
  2. Solo si corrigen de veras su conducta y sus acciones, si realmente hacen justicia unos a otros, 6. si no oprimen al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derraman sangre inocente en este lugar, ni siguen a otros dioses, para su propia desgracia, 7. yo habitaré con ustedes en este lugar, en el país que yo di a sus antepasados, desde siempre y para siempre.
  3. Pero ustedes se fían de palabras engañosas que no sirven para nada, 9. y se dedican a robar, matar, cometer adulterio, jurar en vano, ofrecer incienso a Baal y seguir a otros dioses que no conocían. 10. Después vienen a presentarse ante mí en este Templo sobre el que se pronuncia mi nombre diciendo: ‘estamos a salvo’, para seguir haciendo luego todas estas cosas abominables. 11. ¿Ustedes creen que este Templo, sobre el que se invoca mi nombre, es una cueva de ladrones? ¡Qué bien visto lo tengo! –Oráculo del Señor –.
  4. Vayan a ver el lugar que yo tenía en Siló, donde en otro tiempo hice habitar mi nombre, y miren lo que hice de él, a causa de la maldad de mi pueblo, Israel. 13. Y ahora, ya que ustedes han cometido estas acciones –oráculo del Señor – y aunque les hablé incansablemente no escucharon, los llamé y no respondieron, 14. yo haré con la casa sobre la que se invoca mi nombre, en la que ustedes ponen su confianza, y con el lugar que les di a ustedes y a sus antepasados, lo mismo que hice con Siló. 15. Los expulsaré de mi presencia, tal como expulsé a sus hermanos, a toda la descendencia de Efraín”.

 

Derraman libaciones en honor de otros dioses

Jr 11,14; 14,11; 44,17-19; Jue 3,7

 

  1. En cuanto a ti, no intercedas por este pueblo, no eleves por ellos ni clamor ni súplica, no me ruegues, porque yo no te escucharé. 17. ¿Acaso no estás viendo lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén? 18. Los hijos recogen leña y los padres encienden fuego, las mujeres disponen la masa para hacer tortas para la Reina de los Cielos; derraman libaciones en honor de otros dioses, y todo para irritarme. 19. ¿Es a mí a quien irritan? –Oráculo del Señor –. ¡No, sino a ellos mismos, para su propia vergüenza! 20. Por eso, así dice mi Señor Dios: “Miren cómo se descargan ya mi ira y mi furor sobre este lugar, contra los seres humanos y los animales, contra los árboles del campo y contra los frutos de la tierra. Arderá y no se extinguirá”.

 

Les ordené: ‘escuchen mi voz’

Gn 1,14-18; Éx 19,5; Lv 26,3-12; Dt 28,26; 2 Re 23,16; Is 15,2; Ez 7,18; 8; Am 5,25; Miq 1,16; Job 1,20; Bar 2,23; Ap 18,23

 

  1. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: “¡Junten sus holocaustos con sus sacrificios y coman ustedes mismos la carne! 22. Porque el día en que saqué a sus padres del país de Egipto no les hablé ni ordené nada acerca de holocaustos y sacrificios. 23. Solo les ordené esto: ‘Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Caminen por el camino que yo les mando, para que les vaya bien’. 24. Pero ellos no escucharon ni hicieron caso, sino que procedieron según los impulsos de su corazón terco y perverso, y se fueron hacia atrás, no hacia adelante. 25. Desde el día en que los padres de ustedes salieron de Egipto hasta hoy, cada día, sin cansarme, les enviaba, a todos mis siervos, los profetas. 26. Pero ellos no me escucharon ni hicieron caso, sino que fueron tercos y actuaron peor que sus padres. 27. Tú pronunciarás ante ellos todas estas palabras, pero no te escucharán; les gritarás, pero no te responderán. 28. Entonces les dirás: “Esta es la nación que no escuchó la voz del Señor, su Dios, ni aprendió la lección. La fidelidad se ha perdido, ha desaparecido de su boca”.

 

  1. Córtate la cabellera de consagrado y tírala;

sobre las áridas colinas eleva una lamentación,

porque el Señor ha rechazado y ha abandonado

a la generación que provocó su ira.

 

  1. La gente de Judá me ofendió con su conducta –oráculo del SEÑOR–; profanaron el Templo sobre el que se invoca mi nombre poniendo allí sus ídolos,. y además construyeron los santuarios de Tófet, que está en el valle de Ben-Hinón, para quemar a sus hijos y a sus hijas en la hoguera, cosa que yo no ordené, ni me pasó jamás por la mente. 32. Por eso, llegan días –oráculo del Señor – en que no lo llamarán más “Tófet” ni “valle de Ben-Hinón” sino “valle de la Matanza”, porque, por falta de sitio, hasta tendrán que sepultar en el mismo Tófet. 33. Los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra, sin que nadie los espante. 34. Yo haré desaparecer de las ciudades de Judá y de las plazas de Jerusalén la voz de la alegría y la voz del gozo, la voz del novio y la voz de la novia, porque el país se convertirá en una ruina».

 

  1. 1. En ese tiempo –oráculo del Señor – sacarán de sus sepulcros los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén 2. y los desparramarán ante el sol y la luna y ante todo el ejército celestial, a quienes ellos amaron y sirvieron, a quienes siguieron, consultaron, y adoraron. No serán recogidos ni enterrados, sino que servirán de abono para la tierra. 3. La muerte será preferible a la vida para todo el resto de los que queden de esta familia perversa en los sitios a donde yo los habré expulsado –oráculo del Señor todopoderoso–.

 

Han devorado el país[22] «

Is 1,3; Ez 13,10; Mt 21,18-22; 23,23-26; Lc 13,6-9; Jn 3,14-15

 

  1. Tú les dirás: «Así habla el Señor:

¿Acaso no se levantan los que han caído?,

¿no regresan los que se  han ido?

  1. ¿Por qué, entonces, este pueblo ha apostatado,

y Jerusalén está obstinada en su apostasía?

¿Por qué se aferran al engaño y se niegan a convertirse?

  1. Escuché atentamente:

Ellos no hablan con sinceridad,

nadie se arrepiente de su maldad,

diciendo: “¿Qué es lo que hice?”.

Cada uno vuelve a sus andanzas

como un caballo que se desboca en la batalla.

  1. Hasta la cigüeña en el cielo conoce sus temporadas,

la tórtola, la golondrina y la grulla

saben cuándo deben emigrar.

Pero mi pueblo no conoce el derecho del Señor.

  1. ¿Cómo pueden decir “somos sabios,

tenemos con nosotros la Ley del Señor”,

si la pluma mentirosa de los escribas la ha tergiversado?

  1. Los sabios están confundidos,

consternados y atrapados:

despreciaron la palabra del Señor,

¿qué clase de sabiduría tienen?

 

  1. Por eso, yo entregaré sus mujeres a otros,

y sus campos a usurpadores,

porque del más pequeño al más grande

todos se empeñan solo en enriquecerse.

Tanto el profeta como el sacerdote,

todos se dedican a engañar.

  1. Curaron a la ligera la enfermedad de mi pueblo,

al anunciarle “todo va bien, todo va bien”,

cuando nada iba bien.

  1. ¿Acaso se avergüenzan de la abominación que cometieron?

No, no sienten la menor vergüenza,

ni saben lo que es sonrojarse.

Por eso caerán con los que caigan

y tropezarán cuando yo les pida cuentas

–dice el Señor –».

 

  1. Cuando intento cosechar entre ellos

–oráculo del Señor –

no hay uvas en la viña ni higos en la higuera,

solo follaje marchito;

por eso los enviaré al destierro.

 

  1. –¿Por qué nos quedamos sentados?

¡Reúnanse! ¡Vayamos a las ciudades fortificadas

y muramos allí!

Porque el Señor, nuestro Dios, nos entrega a la muerte;

nos da a beber agua envenenada,

porque hemos pecado contra él.

  1. Hemos esperado la paz, pero no hay nada bueno;

el tiempo de la curación, pero aparece el espanto.

  1. Desde Dan se escucha el estrépito de sus caballos;

ante el ruido de los relinchos de sus corceles, tiembla toda la tierra.

Llegaron y devoraron el país y todo lo que hay en él,

la ciudad y los que la habitan.

 

  1. –Yo les envío a ustedes serpientes venenosas

contra las que no hay encantamiento que valga;

ellas los morderán

–oráculo del Señor –.

 

Eleven por nosotros un lamento

Gn 17,10-14; 37,25; Dt 2,36-37; Os 12,3; Sal 2,6; Prov 6,17-18; Hch 7,51 // 9,22-23: 1 Cor 1,31; 2 Cor 10,17

 

  1. Mi quietud oculta aflicción,

mi corazón está triste.

  1. Desde un país lejano se oye el clamor de la hija de mi pueblo:

«¿No está el Señor en Sion? ¿Su rey no se encuentra en ella?

–¿Por qué me han ofendido con sus ídolos, con dioses extranjeros? –.

  1. Pasó el tiempo de la cosecha, se terminó el verano,

pero nosotros no fuimos salvados».

 

  1. Estoy afligido por el quebranto de la capital de mi pueblo,

estoy triste, soy presa del espanto.

  1. ¿No hay bálsamo en Galaad?

¿No hay allí algún remedio?

Entonces, ¿por qué no ha mejorado

la salud de la capital de mi pueblo?

  1. ¡Ay, quién convirtiera mi cabeza en agua

y mis ojos en una fuente de lágrimas!

Día y noche lloraría

los muertos de la capital de mi pueblo.

 

  1. 1. ¡Quién me diera un lugar para habitar en medio del desierto!

Abandonaría a mi pueblo y me alejaría de ellos.

Porque todos ellos son adúlteros, caterva de traidores.

  1. «Han tensado sus lenguas como arcos,

el engaño, no la verdad, domina el país,

van de mal en peor

y a mí no me reconocen –oráculo del Señor –.

  1. ¡Cuídese cada uno de su prójimo

y no confíen en ninguno de sus hermanos!

Porque el hermano no es más que un impostor

y el prójimo desparrama calumnias.

  1. Cada uno engaña a su prójimo

y no habla con sinceridad.

Han entrenado sus lenguas para la mentira

y se han cansado de hacer iniquidades.

  1. Habitando en medio del fraude,

por tanto fraude 

se han hecho incapaces de conocerme

–oráculo del Señor –».

 

  1. Por eso, así dice el Señor todopoderoso:

«Yo los examino fundiéndolos en el crisol.

¿Cómo tengo que proceder con la hija de mi pueblo?

  1. Su lengua es una flecha mortífera

y con su boca dicen mentiras.

Hablan de paz con su prójimo,

pero en su interior le preparan una trampa.

  1. Y, de esto, ¿no les voy a pedir cuentas? –oráculo del Señor –.

¿No voy a tomar represalias de una nación semejante?».

 

Haré resonar llanto y lamento sobre las montañas[23]

 

  1. Haré resonar llanto y lamento sobre las montañas,

un canto fúnebre en las planicies del desierto;

han quedado devastadas sin que nadie las transite,

y no se escucha ni el rumor de los rebaños.

Las aves del cielo y los animales han escapado y se han ido.

  1. A Jerusalén la convertiré en una ruina, guarida de chacales,

y las ciudades de Judá las haré una desolación,

sin que nadie las habite.

  1. ¿Quién será el hombre sabio que comprenda esto?

¿A quién le habrá hablado la boca del Señor para que lo anuncie?

¿Por qué ha quedado destruido el país

y devastado como el desierto, sin que nadie lo atraviese?

  1. El Señor dice:

«Porque ellos abandonaron mi Ley, la que les había propuesto,

no escucharon mi voz ni la siguieron,

  1. sino que se guiaron por la dureza de su corazón

y siguieron a los baales, como sus padres les enseñaron.

  1. Por eso, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel:

Yo doy de comer ajenjo a este pueblo

y le hago beber agua envenenada.

  1. Después los dispersaré entre las naciones

que no conocían ellos ni sus padres,

y enviaré tras ellos la espada, hasta exterminarlos».

 

  1. Así dice el Señor todopoderoso:

«Entiendan bien y llamen a las plañideras para que acudan.

Manden a buscar a las más expertas para que vengan».

  1. Que se den prisa y eleven por nosotros un lamento,

para que nuestros ojos derramen lágrimas

y nuestros párpados dejen correr el llanto.

 

  1. Ya se escucha una voz de lamento que viene de Sion:

«¡Ay, cómo hemos sido saqueados! ¡Cuánta vergüenza!

¡Tuvimos que abandonar el país!

¡Nos echaron de nuestros hogares!».

  1. ¡Escuchen, mujeres, la palabra del Señor!

¡Que sus oídos acojan su mensaje!

Enséñenles a sus hijas este lamento,

a sus vecinas este canto fúnebre:

  1. «La muerte ha trepado por nuestras ventanas,

y se ha metido en nuestros palacios,

eliminando a los niños de las calles

y  a los jóvenes de las plazas».

  1. Habla de este modo: –oráculo del Señor –

«Los cadáveres de los hombres yacerán

como estiércol sobre el campo,

como la paja detrás del cosechador

que nadie recoge».

 

  1. Así dice el Señor:

«El sabio no se gloríe de su sabiduría

ni el valiente se gloríe de su valor, ni el rico de su riqueza.

  1. El que quiera gloriarse que se gloríe, en cambio, de esto:

de comprenderme y conocerme,

porque yo, el Señor, actúo con fidelidad,

con derecho y con justicia en la tierra;

 porque esto es lo que me agrada  –oráculo del Señor –».

 

  1. Miren, ya llegan los días –oráculo del Señor – en que vendré a pedir cuentas a todos los circuncisos en la carne, 25. a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab y a toda la gente de sienes rapadas que habita en el desierto. Todas las demás naciones paganas son incircuncisas en su carne, pero todos los israelitas son incircuncisos de corazón.

 

No hay nadie como tú, Señor[24]

Gn 1,6-8; Éx 19,5; Is 40,19-22; Zac 14,9.16-17; Sal 115,3-8; 135,15-18; Sab 13,10-14,21 // 10,7: Ap 15,4

 

  1. 1. Escuchen la palabra que pronuncia el Señor contra ustedes, israelitas.
  2. Así dice el Señor:

«No imiten la conducta de los paganos

ni se asusten por las señales del cielo.

¡Que los paganos se asusten por ellas!

  1. Porque los ritos de esos pueblos no tienen sentido:

cortan un árbol del bosque,

el artesano lo trabaja con su herramienta

  1. lo adorna con plata y oro,

y además lo sujeta con clavos a base de martillazos

para que no se mueva.

  1. Son como espantapájaros en un sembrado;

no pueden hablar;

los tienen que mover,

porque son incapaces de andar.

No tengan miedo de ellos; no hacen ningún mal

ni tampoco pueden procurar el bien».

 

  1. No hay nadie como tú, Señor;

tú eres grande.

Grande y poderoso es tu nombre.

  1. ¿Quién no te respetará,

Rey de las naciones?

Solo tú lo mereces,

porque entre todos los sabios

y reyes de las naciones

no hay nadie como tú.

  1. Son necios e ingenuos a la vez.

¿Qué se puede aprender de esos ídolos?

Son solo madera,

  1. plata laminada traída de Tarsis, oro de Ofir,

obra del artesano, de las manos del orfebre,

vestidos de azul y púrpura fina.

 ¡Todo eso es obra de artesanos!

  1. Pero solo el Señor es Dios de verdad.

Solo Él es un Dios vivo y un rey eterno.

La tierra se estremece por su ira,

las naciones no podrán soportar su enojo.

11Ustedes les dirán así a ellos:

«Los dioses que no han hecho el cielo y la tierra

desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo».

  1. El Señor con su poder hizo la tierra,

con su sabiduría afianzó el mundo,

con su inteligencia extendió los cielos.

  1. Cuando lanza su voz,

las aguas del cielo retumban,

hace subir las nubes desde los confines de la tierra,

convierte los relámpagos en lluvia

y saca los vientos de sus depósitos.

  1. El ser humano queda como un necio al darse cuenta,

el orfebre queda avergonzado  de su ídolo,

sus estatuas son pura mentira:

no hay espíritu en ellas,

  1. son huecas y ridículas,

a la hora de la verdad, desaparecerán.

  1. No así la heredad de Jacob

porque el Señor ha formado todo,

Israel es la tribu de su herencia,

y su nombre es «El Señor todopoderoso».

 

Mi tienda ha sido destruida[25]

2 Re 25,1; Is 49,19-23; Ez 34,1-10

 

  1. Recoge del suelo tu alforja,

tú, que vives asediada,

recoge del suelo tus pertenencias,

  1. porque así dice el Señor:

«Miren, esta vez, voy a expulsar a los habitantes del país

y haré que los acorralen hasta que los atrapen».

  1. ¡Ay de mí, por mi quebranto!

¡Mi herida ha empeorado!

Pero yo dije: «Es mío este dolor

y tendré que soportarlo».

  1. Mi tienda ha sido destruida,

todas mis cuerdas cortadas.

Mis hijos se me han ido; ya no están.

no hay quién despliegue mi tienda

y levante mis toldos.

  1. Porque los pastores fueron insensatos

y no buscaron al Señor;

por eso no supieron hacer su trabajo

y todo su rebaño se ha dispersado.

  1. Un ruido se oye, un enorme tumulto

se está acercando desde el país del norte

para convertir las ciudades de Judá en desolación,

en guarida de chacales.

 

Corrígeme, Señor

Sal 6,1; 74; 79; Prov 20,24; Mt 6,27

 

  1. Yo sé, Señor, que el ser humano

no es dueño de su camino

ni el caminante

del paso que va a dar.

  1. Corrígeme, Señor, pero con equidad,

no con tu ira, para que no me aniquile.

  1. Derrama tu furor sobre las naciones paganas

que no te han reconocido,

y sobre las tribus que no invocan tu nombre.

Porque ellas devoraron a Jacob,

lo exterminaron

y arrasaron sus hogares.

 

  1. El Profeta comprometido, misión y crisis vocacional[26]

 

Maldito el hombre que no obedezca los términos de esta alianza[27]

Éx 24,1-8; Dt 6,3; 11,9; 27,11- 28,68; 31,16-20; Jue 2,13; 1 Re 8,51; Is 5,1; Sal 40,6; 52,8

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor:
  2. –Escucha los términos de esta alianza y comunícalos a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén. 3. Les dirás: Así dice el Señor, el Dios de Israel: «Maldito el hombre que no obedezca los términos de esta alianza 4. que mandé a sus padres el día en que los saqué de Egipto, del horno de hierro. Escuchen mi voz y actúen conforme a todo lo que les mande, así ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios, 5. para que se mantenga en pie el juramento que hice a sus padres, de darles una tierra que mana leche y miel, como sucede hoy».

Yo respondí diciendo: –Sí, Señor.

  1. El Señor me dijo: «Proclama todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las plazas de Jerusalén: “Escuchen los términos de esta alianza y pónganlos en práctica. 7. Yo se lo advertí insistentemente a sus padres desde el día en que los hice subir del país de Egipto y hasta hoy no he dejado de repetir la advertencia: ¡Escuchen mi voz! 8. Pero ellos no escucharon ni hicieron caso, sino que procedieron según la dureza de su corazón perverso. Por eso yo hice recaer sobre ellos todas las maldiciones de esta alianza que yo les había ordenado cumplir y que ellos no cumplieron”».
  2. El Señor me dijo: «Los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén se han puesto de acuerdo. 10. Han repetido las culpas de sus primeros padres que se negaron a escuchar mis palabras, siguieron a otros dioses y les dieron culto. Israel y Judá han quebrantado la alianza que yo había pactado con sus padres. 11. Por eso, así dice el Señor: Estoy trayendo contra ellos una desgracia de la que no podrán salir. Me llamarán a gritos, pero yo no los escucharé. 12. Entonces Israel y Judá acudirán a los dioses a los que ofrecen incienso, pero estos no podrán hacer nada para salvarlos en el momento de su desgracia.
  3. Judá, tienes tantos dioses como ciudades, y los altares que has levantado para quemar incienso a Baal son tan numerosos como las calles de Jerusalén. 14. Tú no intercedas por este pueblo ni eleves por ellos clamor ni súplica, porque yo no los escucharé cuando me invoquen a causa de su desgracia».

 

  1. ¿Qué viene a hacer mi amada en mi casa?

¿A llevar a cabo sus maquinaciones?  

¿Acaso tus muchos sacrificios

podrán apartar de ti la desgracia

para que entonces puedas alegrarte?

  1. El Señor te había puesto por nombre

«Olivo verde, adornado de frutos hermosos».

Pero en medio de truenos y relámpagos le prendió fuego

que ha devorado sus ramas.

 

  1. El Señor todopoderoso, que te había plantado, ha decretado una desgracia contra ti por la maldad que Israel y Judá se causaron al ofenderme a mí ofreciendo incienso a Baal.

 

No sabía lo que tramaban contra mí. 

-primera confesión-[28]

Jr 15,19-21; 17,14-18; 2 Re 23; Is 29,13; 53,7; Os 4,3; Sal 17,1-7.13-14; 74,18-21; Job 21; // 12,3: Sant 5,5

 

  1. El Señor me dio a conocer algo, para que yo lo supiera.

Fue entonces, Señor, cuando me hiciste ver las acciones de ellos.

  1. Yo era como un cordero manso,

conducido a la muerte y no sabía

lo que tramaban contra mí:

«Derribemos el árbol en su vigor,

arranquémoslo de la tierra de los vivientes,

para que nadie recuerde ya su nombre».

  1. Señor todopoderoso, juez justo,

que examinas los sentimientos y las intenciones,

que yo vea tu venganza contra ellos,

porque he expuesto mi causa ante ti.

 

  1. Por eso, así dice el Señor contra los hombres de Anatot que me amenazan diciendo: «No profetices en nombre del Señor para que no mueras en nuestras manos». 22. Por eso, así dice el Señor todopoderoso: «Yo les voy a pedir cuentas. Los jóvenes morirán a espada; sus hijos y sus hijas morirán de hambre. 23. No les quedará ni un resto, porque yo traeré una desgracia contra los hombres de Anatot el año de su castigo».
  2. 1. Tú eres justo, Señor.

Por eso quiero presentarte mi reclamo,

solo quiero hablarte de cuestiones de justicia:

¿Por qué triunfan los malvados

y los traidores viven tranquilos?

  1. Los plantas y echan raíces,

progresan y hasta dan fruto.

Tú estás cerca de su boca, pero lejos de su corazón.

  1. ¡Pero tú, Señor, me conoces, me ves

y has examinado mi actitud hacia ti!

Sepáralos como ovejas para el matadero,

resérvalos para el día de la matanza.

  1. ¿Hasta cuándo el país estará de duelo

y toda la hierba del campo se secará?

Por la maldad de sus habitantes

perecen los animales y las aves.

Por la maldad de los habitantes del país

que piensan: «el Señor no ve lo que hacemos».

 

  1. Si corriendo con los de a pie te cansaste,

¿cómo competirás con los de a caballo?

Si te sientes seguro solo en tierra tranquila,

¿qué harás en la espesura del Jordán?

  1. Hasta tus hermanos y la casa de tu padre te traicionan,

también ellos gritan a tus espaldas: «¡Basta!».

No te fíes de ellos, aunque te digan palabras agradables.

 

He abandonado mi heredad

2 Re 24,1-2; Is 56,3-8; Os 8,1; 9,15; Sal 80, 8-13

 

  1. He dejado mi casa, he abandonado mi heredad.

He entregado a mi amada en manos de sus enemigos.

  1. Mi heredad es para mí como un león en la selva:

ha lanzado rugidos contra mí y por eso la detesto.

  1. Mi heredad, ¿no es un ave de rapiña multicolor

asediada por otras aves de rapiña?

Vayan, reúnanse todos los animales del campo,

y acérquense a devorarla.

  1. Muchos pastores han destruido mi viña,

 han pisoteado mi lote,

dejaron mi lote precioso

hecho un desierto desolado.

  1. Lo han convertido en desolación,

y  desolado está en duelo ante mí.

Todo el país está hecho un desierto

porque no hay quién lo cuide.

  1. Sobre todas las áridas colinas del desierto

han venido salteadores;

es la espada del Señor que viene devorando

desde un confín al otro de la tierra

y no hay paz para nadie.

  1. Sembraron trigo y cosecharon espinas.

Inútilmente se agotaron.

Quedaron decepcionados de sus cosechas,

ante la ira ardiente del Señor.

 

  1. Así dice el Señor contra todos los vecinos malvados que invaden la heredad que yo había dado en propiedad a mi pueblo, Israel: «Yo los voy a arrancar de su suelo y a los habitantes de Judá también los voy a arrancar de en medio de ellos; 15. pero después que los haya arrancado, volveré a tener compasión de ellos y los haré regresar cada uno a su heredad, cada uno a su país. 16. Así como ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, si de veras aprenden los caminos de mi pueblo y juran por mi nombre, diciendo: “¡Por la vida del Señor!”, entonces, serán edificados en medio de mi pueblo. 17. Pero, si no escuchan, arrancaré esa nación, y arrancándola la haré desaparecer –oráculo del Señor –».

 

La faja se había podrido[29]

Ez 12,1-16; 21,18-22; 24,15-27; Os 1-3; Esd 7,8-9

 

  1. 1. El Señor me ordenó: «Compra una faja de lino y te la pones en la cintura, pero no se te ocurra meterla en el agua». 2. Yo compré la faja, como me dijo el Señor, y me la puse en la cintura. 3. La palabra del Señor me llegó de nuevo: 4. «Toma la faja que habías comprado y que tienes en tu cintura, dirígete al Éufrates y escóndela allí, en la hendidura de la roca». 5. Yo fui y la escondí en el Éufrates, tal como me lo había ordenado el Señor. 6. Después de muchos días, el Señor me dijo: «Regresa al Éufrates y toma de allí la faja que yo te había ordenado esconder en ese lugar». 7. Yo fui al Éufrates, excavé y tomé la faja del lugar donde la había escondido. La faja se había podrido y no servía para nada. 8. Entonces, me llegó la palabra del Señor: 9. «Así dice el Señor: De este mismo modo yo haré que se pudra la soberbia de Judá y la gran soberbia de Jerusalén. 10. Esta gente malvada, que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta según la dureza de su corazón, y que sigue a otros dioses, dándoles culto y adorándolos, será como esta faja que ya no sirve para nada. 11. Así como la faja se adhiere a la cintura de la persona, así yo hice que estuvieran adheridos a mí todo Israel y todo Judá –oráculo del Señor – para que fueran mi pueblo, mi fama, mi honor y mi gloria; pero no obedecieron».

 

No tendré piedad[30]

Is 51,17; Ez 23,32-34; Ap 16

 

  1. Y tú les dirás esto:

–Así dice el Señor, Dios de Israel: «¡Que todos los cántaros se llenen de vino!».

Ellos te contestarán:

­            –¿Acaso no sabemos perfectamente que todos los cántaros deben ser llenados de vino?

  1. Pero tú les responderás:

–Así dice el Señor: «Yo voy a llenar de embriaguez a todos los habitantes de este país, a todos los reyes, sucesores de David en el trono, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. 14. Los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntamente –oráculo del Señor –. No tendré piedad ni misericordia, ni me arrepentiré de haberlos destruido».

 

¿Hasta cuándo seguirás así?

1 Re 2,19; 15,13; 2 Re 24,8-10; Is 18,1-2; Os 2,3; 13,3; Am 5,18-20; Sof 2,2; Sal 1,4

 

  1. ¡Escuchen y atiendan!

¡No sean arrogantes, porque el Señor habla!

  1. Den gloria al Señor, su Dios,

antes que oscurezca;

antes que tropiecen sus pies

en las oscuras montañas.

La luz que ustedes esperan

se convertirá en sombras de muerte

y se transformará en una espesa tiniebla.

  1. Si no escuchan,

lloraré en secreto su arrogancia;

lloraré un amargo llanto;

mis ojos derramarán lágrimas

cuando el rebaño del Señor sea llevado cautivo.

 

  1. Dirás al rey y a la reina madre:

«Siéntense en el suelo

porque su espléndida corona se ha caído de sus cabezas.

  1. Las ciudades del Négueb están cercadas

y nadie quita el cerco.

Toda Judá fue deportada,

deportada masivamente».

 

  1. Levanten la vista y miren

a los que vienen del norte.

¿Dónde está la grey que se te había confiado,

el rebaño del que te gloriabas?

21.¿Qué dirás cuando te impongan como jefes

 a quienes tú trataste como amantes?

¿No sufrirás dolores

como una mujer que da a luz?

  1. Y si te preguntas:

«¿Por qué me sucede todo esto?».

Por tus muchas culpas

te han levantado el vestido

y  te han violado.

  1. ¿Puede un etíope cambiar el color de su piel

o un leopardo sus manchas?

 Y ustedes, tan acostumbrados al mal,

¿podrán hacer el bien?

  1. Yo los dispersaré como paja

que se lleva el viento del desierto

  1. Esta es tu suerte,

la paga que te he impuesto –oráculo del Señor –

porque te has olvidado de mí

y has puesto tu confianza en  la mentira.

  1. También yo te levanté el vestido hasta taparte la cara,

para que se viera tu desnudez, 

  1. tus adulterios, tus gritos de placer

y la bajeza de tu prostitución.

He visto tus ídolos abominables

en las colinas y en el campo.

¡Ay de ti, Jerusalén, que no te purificas!

¿Hasta cuándo seguirás así?                    

 

No ha llovido en el país[31]

Jr 29,17-18; Lv 26,18-20; 2 Sm 15,30; Is 3,26; Os 8,13; Sal 23,3; 46; 48,9; Lam 1,4; Est 6,12

 

  1. 1. Palabra del Señor que llegó a Jeremías con ocasión de las sequías.
  2. Judá está de duelo

y sus ciudades ennegrecidas

desfallecen por tierra,

y se alza el alarido de Jerusalén.

  1. Sus nobles envían

 a sus siervos por agua,

llegan a los pozos,

y como no encuentran,

vuelven con sus cántaros vacíos,

decepcionados y confundidos,

cubriéndose la cabeza.

  1. El suelo está agrietado

porque no ha llovido en el país;

los labradores, frustrados,

se cubren la cabeza.

  1. Hasta la cierva deja abandonada

a su cría en el campo

porque no hay  hierba.

  1. Los asnos salvajes se paran en las áridas colinas,

resuellan al viento como los chacales

y sus ojos se apagan,

porque no hay hierba.

 

  1. ¡Actúa, Señor, por el honor de tu nombre!

Aunque nuestras culpas nos acusen,

nuestras rebeldías sean tantas,

y hayamos pecado contra ti.

  1. Tú eres la esperanza de Israel,

su salvador en tiempo de angustia,

¿por qué te comportas como un extranjero en el país,

como un caminante que se detiene solo a pasar la noche?

  1. ¿Por qué te comportas como un hombre débil,

un guerrero incapaz de vencer?

Sin embargo, Señor, tú estás en medio de nosotros,

y tu nombre ha sido invocado sobre nosotros.

¡No nos abandones!

  1. Así dice el Señor a este pueblo: «Les gusta vagabundear, no frenan sus pasos. El Señor no los acepta y ahora se acordará de sus culpas y castigará sus pecados».
  2. El Señor me dijo:

–No intercedas por este pueblo. 12. Aunque ayunen, yo no escucharé sus súplicas, y aunque ofrezcan holocaustos y oblaciones, no los aceptaré, sino que los exterminaré con espada, hambre y peste.

  1. Pero yo dije:

–¡Ah, Señor Dios, mira que los profetas les dicen: «Ustedes no verán la espada ni tendrán hambre, sino que yo les daré una paz duradera en este lugar».

  1. Y el Señor me contestó:

–Es mentira eso que los profetas profetizan en mi nombre. Yo no los envié, ni les ordené nada ni les hablé. Lo que ellos les profetizan son visiones mentirosas, vaticinios falsos, ilusiones de su mente. 15. Por eso, así dice el Señor: «Respecto a los profetas que profetizan en mi nombre, sin que yo los haya enviado, y que andan diciendo: “No habrá espada ni hambre en este país”, esos profetas serán aniquilados por la espada y el hambre. 16. Y aquellos a quienes ellos profetizan quedarán arrojados por las calles de Jerusalén, a causa del hambre y de la espada, sin que nadie los entierre ni a ellos ni a sus mujeres, ni a sus hijos ni a sus hijas. Yo derramaré sobre ellos la desgracia que merecen».

 

¿Has rechazado totalmente a Judá?

Am 5,18; Sal 2,6; 74,2; Neh 9,16-31

 

  1. Tú les dirás esta palabra:

¡Que mis ojos derramen lágrimas

noche y día sin descanso!

Porque la virgen hija de mi pueblo

ha sufrido una gran tragedia, una herida incurable.

  1. Si salgo al campo, hay heridos por la espada;

si entro en la ciudad, desfallecidos de hambre.

Hasta el profeta y el sacerdote

vagan por el país sin saber adónde ir.

  1. ¿Has rechazado totalmente a Judá?

¿Te has cansado de Sion?

¿Por qué nos has herido y no hallamos remedio?

Se esperaba la paz y no hay bienestar,

el tiempo de sanar y sobreviene el terror.

  1. Reconocemos, Señor, nuestra maldad,

es la misma culpa de nuestros padres:

hemos pecado contra ti.

  1. Por tu honor, Señor, no desprecies

ni deshonres el trono de tu Gloria.

Recuerda, no rompas tu alianza con nosotros.

  1. ¿Habrá entre los ídolos de las naciones

quién pueda hacer llover?

¿Son los cielos los que brindan la lluvia?

¿No eres tú solo, Señor, nuestro Dios?

En ti ponemos nuestra esperanza,

porque tú haces todo esto.

 

Ya estoy cansado de compadecerme

Gn 4,23-24; Éx 32,11; 1 Sm 7,5-10; 2 Re 24,8-17; 25,1-21; Am 7,2.5; Ap 13,10

 

  1. 1. El Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel intercedieran ante mí, yo no me apiadaría de este pueblo. Expúlsenlos de mi presencia y que salgan. 2. Ellos te dirán: “¿Adónde hemos de ir?”. Y tú les responderás: Así dice el Señor:

Los destinados a la muerte, a la muerte;

los destinados a la espada, a la espada;

los destinados al hambre, al hambre;

y los destinados al cautiverio, al cautiverio.

 

  1. Y así los castigaré de cuatro maneras –oráculo del Señor –: con la espada para matar, con los perros para despedazar, con las aves del cielo para devorar y con los animales de la tierra para destruir. 4. Los convertiré en un espanto para todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén».

 

  1. ¿Quién se apiadará de ti, Jerusalén,

y quién  se dolerá por ti?

¿Quién se detendrá para preguntar por tu situación?

  1. Tú me abandonaste –oráculo del Señor –,

me diste la espalda.

Por eso, he extendido mi mano contra ti

y te he destruido.

Ya estoy cansado de compadecerme.

  1. Los dispersé al viento con la horquilla,

por las ciudades del país.

Los dejé sin hijos, aniquilé a mi pueblo,

porque no se convirtieron de su conducta.

  1. Multipliqué sus viudas

más que las arenas del mar.

Traje contra las madres de los jóvenes

la devastación en pleno mediodía.

De pronto hice caer sobre ellas terror y espanto.

  1. La que había dado a luz siete veces

se desvaneció y exhaló su aliento.

Su sol se sonrojó, palideció

y se puso cuando aún era de día.

Al resto de ellos los entregaré a la espada

ante sus enemigos  –­oráculo del Señor ­–.

 

Ni les debo ni me deben, pero todos me maldicen   

-segunda confesión-[32]

Jr 26,7-8; 28; 36,20-26; 38,4; Gn 8,1; Ez 3,1-3; Sal 139; Job 6, 15-20

 

  1. ¡Ay de mí, madre mía, porque me has engendrado!

¡Soy hombre discutido y debatido por todo el país.

Ni les debo ni me deben, pero todos me maldicen.

 

  1. El Señor dijo: –­¿Acaso no te libré?

¿No hice que tus enemigos se rindieran ante ti,

en el tiempo de la desgracia,

en el tiempo del sufrimiento?

  1. ¿Se puede quebrar el hierro,

el hierro del norte o el bronce?

 

  1. Voy a entregar gratuitamente,

como botín, tu fortuna y tus tesoros 

a causa de tus pecados en todo tu territorio.

  1. Yo haré que estés sometido a tus enemigos

en un país que no conoces,

porque el fuego de mi ira ya se ha encendido,

y arderá contra ustedes[33].

 

  1. –­Tú lo sabes, Señor:

¡Acuérdate de mí, cuida de mí

y véngame de mis perseguidores.

No permitas que yo sea atrapado

por ser tú tan paciente para castigar.  

Sabes que por tu causa he soportado el oprobio.

  1. Cada vez que recibía tus palabras, yo las devoraba.

Tus palabras eran gozo y alegría de mi corazón;

porque tu nombre había sido invocado sobre mí,

Señor, Dios todopoderoso.

 

  1. Yo no he ido a divertirme

con el grupo de los burlones,

sino que me hiciste vivir solitario, 

porque estoy lleno de tu enojo.

  1. ¿Por qué se ha hecho permanente mi dolor

e incurable mi herida que no quiere sanar?

¿Serás para mí como un espejismo,

aguas no verdaderas?

 

  1. Por eso, así dice el Señor:

–­Si te conviertes, yo te haré volver y estarás en mi presencia.

Si eres capaz de sacar algo valioso de lo vil,

tú serás como mi boca.

Que ellos se vuelvan a ti,

pero tú no has de volverte a ellos.

  1. Yo te convertiré en una muralla de bronce

inexpugnable frente a este pueblo.

Ellos te harán la guerra, pero no podrán vencerte

porque yo estoy contigo para salvarte y librarte –oráculo del Señor –.

  1. Te libraré de la mano de los malvados

y te rescataré del puño de los violentos.

 

No tomes mujer ni tengas hijos[34]

Lv 19,28; 26,30; Dt 14,1; 1 Re 9,8-9; Is 2,1-5; 43,16-21; Os 1-3; 1,6; Miq 4,1-3; Hab 1,14-17; Sal 128; Ap 18,23

 

  1. 1. La palabra del Señor me llegó:
  2. «No tomes mujer ni tengas hijos e hijas en este lugar». 3. Porque así dice el Señor respecto de los hijos y las hijas nacidos en este lugar, de las madres que los dieron a luz y de los padres que los engendraron en este país: 4. «De muerte lenta morirán, no serán llorados ni sepultados, quedarán como estiércol sobre el suelo. Perecerán por la espada y por el hambre y sus cadáveres servirán de alimento a las aves del cielo y a los animales de la tierra».
  3. Sí, así dice el Señor: «No entres en la casa donde estén de luto, no vayas a llorar ni te conduelas por ellos, porque yo he retirado de este pueblo mi paz, mi lealtad y mi compasión –oráculo del Señor –. 6. Grandes y pequeños morirán en este país. No serán sepultados ni llorados; nadie se hará incisiones ni se rapará por ellos. 7. No compartirán el pan con quien está de luto para consolarlo por su difunto, ni le darán a beber la copa del consuelo por su padre o por su madre.
  4. No entres tampoco en ninguna casa donde celebran una fiesta para sentarte con ellos a comer y a beber. 9. Porque así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: En vida de ustedes, yo haré desaparecer de este lugar la voz de la alegría y la voz del gozo, la voz del novio y la voz de la novia.
  5. Cuando le anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te dirán: “¿Por qué el Señor nos ha amenazado con esta enorme desgracia? ¿Qué culpa o qué pecado hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?”. 11. Y tú les responderás: “Porque los padres de ustedes me abandonaron –oráculo del Señor –, siguieron a otros dioses, les rindieron culto y los adoraron, mientras que a mí me abandonaron y no cumplieron mi Ley. 12. Pero ustedes han actuado peor que sus antepasados, cada uno sigue la dureza de su corazón perverso sin querer escucharme. 13. Yo los arrojaré de este país a un país que aún no conocen ni ustedes ni sus padres. Allí darán culto a otros dioses, día y noche, porque yo no les mostraré compasión.

 

Porque vendrán días[35]

Jr 23,7-8

 

  1. Porque vendrán días –oráculo del Señor – en que ya no se dirá más: “Por la vida del Señor que ha hecho subir del país de Egipto a los israelitas”, 15. sino: “Por la vida del Señor que ha hecho subir a los israelitas del país del norte y de todos los países a donde los había dispersado y los ha traído a la tierra que había otorgado a sus padres”.

 

Nuestros antepasados nos dejaron en herencia solo mentira[36]

 

  1. Yo voy a enviar muchos pescadores –oráculo del Señor – y ellos los pescarán. Y después de eso, enviaré muchos cazadores y ellos los cazarán en todos los montes, en todas las colinas y hasta en las grietas de las peñas. 17. Porque yo vigilo todos sus caminos, no están escondidos para mí, ni está oculta su culpa ante mis ojos. 18. Yo les pagaré el doble por sus culpas y sus pecados, porque profanaron mi tierra con la carroña de sus ídolos y la llenaron con sus abominaciones».

 

  1. Tú, SEÑOR Señor, eres mi fuerza y mi protección,

mi refugio en el día de la angustia.

Hacia ti vienen las naciones paganas,

desde los confines de la tierra y dicen:

«Nuestros antepasados nos dejaron en herencia solo mentira,

ídolos vanos que no sirven para nada».

 

  1. ¿Puede un ser humano fabricarse dioses?

¡Esos no son dioses!

  1. Por eso, ahora yo les doy conocimiento;

esta vez les haré reconocer mi mano poderosa,

para que ellos sepan que mi nombre es «el Señor ».

 

Grabado con cincel de hierro[37]

Jr 15,13-14; Jue 3,7; Is 65,3; Sal 12,2

 

  1. 1. El pecado de Judá ha quedado grabado

con cincel de hierro,

con punta de diamante

en la tabla de sus corazones

y en los ángulos de sus altares.

  1. Un memorial para sus hijos

 son sus altares y sus monolitos

levantados en torno a cada árbol frondoso,

sobre todas las colinas altas,

  1. en mis sierras y en el campo.

Por los pecados cometidos en todo tu territorio

entregaré como botín tus riquezas y todos tus tesoros,

con tus santuarios.

  1. Te quedarás sin tu heredad,

la que yo te había dado,

porque yo haré que tus enemigos te  esclavicen

en un país que no conoces.

El fuego de mi ira que ustedes han encendido

arderá para siempre.

 

Bendito quien confía en el Señor[38]

Éx 32,31-32; 1 Re 8,6.12-13; Ez 18,30; Sal 1,3; 7,9; Prov 24,12; Mt 16,27; Rom 2,6; Ap 2,22-23

 

  1. Así dice el Señor:

«Maldito quien confía en el ser humano

Y pone su fortaleza en lo que es débil,

mientras aparta su corazón del Señor.

  1. Este será como un espino en la estepa

que no disfrutará el buen tiempo.

Habitará en los pedregales del desierto,

en una tierra salada y deshabitada.

  1. Bendito quien confía en el Señor

y pone en el Señor su seguridad.

  1. Será como un árbol plantado al borde del agua

que echa sus raíces junto a una acequia.

No sufrirá el calor y su follaje estará siempre verde.

En el año de sequía no tendrá que angustiarse

y no dejará de dar fruto.

 

  1. Nada más engañoso que el corazón humano.

No tiene remedio. ¿Quién puede conocerlo de verdad?

  1. Yo, el Señor, sondeo las intenciones del corazón

y examino los sentimientos

para dar a cada uno según su conducta,

según el fruto de sus acciones».

 

  1. Perdiz que empolla los huevos que no ha puesto

es el que amasa fortuna pero sin honradez.

A mitad de sus días tendrá que abandonarla

y al final, resultará ser un imbécil.

 

  1. ¡Trono de gloria, excelso desde el principio,

es nuestro lugar santo!

  1. Señor, tú eres la esperanza de Israel.

Los que te abandonen quedarán avergonzados

–«Los que se apartan de mí serán escritos en el polvo»–

por haber abandonado la fuente de agua viva, que es el Señor.

 

Sáname, Señor, y quedaré sano.

-tercera confesión-[39]

Jr 11,18-12,6; Sal 5,11; 6,3-4

 

  1. ¡Sáname, Señor, y quedaré sano;

sálvame, y estaré a salvo!

Porque tú, Señor, eres mi honor.

  1. Mira que ellos me repiten:

«¿Dónde está la palabra del Señor?

¡Que se cumpla!».

  1. Pero yo no insistí pidiéndote desgracias,

ni he deseado el día fatal; tú lo sabes.

Lo que sale de mis labios está siempre ante ti, Señor.

  1. No te conviertas para mí en un espanto;

tú eres mi único refugio en el día de la desgracia.

  1. Que se avergüencen los que me persiguen,

pero yo no quede defraudado.

Que se espanten ellos, pero yo no me espante.

Que el día de la desgracia venga sobre ellos;

quebrántalos con doble quebranto.

 

Santifiquen el día del sábado[40]

Éx 20,8-10; Dt 5,12-14; Is 58,13-14; Rut 3,11; 4,1; Neh 3,1.31-32; 13,15-22

 

  1. Así me dijo el Señor: «Colócate junto a la puerta del pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y en todas las puertas de Jerusalén, 20. y diles: Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá, todo Judá y todos los habitantes de Jerusalén, que entran por estas puertas: 21. Así dice el Señor: ¡No lleven cargas el sábado ni las introduzcan por las puertas de Jerusalén! 22. Tampoco saquen cargas de sus casas en ese día. No hagan ningún trabajo. Santifiquen el sábado tal como ordené a sus padres. 23. Pero ellos no obedecieron ni hicieron caso, sino que se comportaron como tercos, sin querer escuchar ni aprender la lección. 24. Si de verdad ustedes me obedecen –oráculo del Señor – y no introducen cargas por las puertas de esta ciudad en sábado, si lo santifican, y no hacen en él ningún trabajo, 25. entonces por las puertas de esta ciudad entrarán reyes y príncipes que se sentarán en el trono de David. Ellos y sus príncipes, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén, entrarán montando en carros y en caballos, y esta ciudad estará siempre habitada. 26. Y vendrán al templo del Señor de las ciudades de Judá, de los alrededores de Jerusalén, del territorio de Benjamín, de la llanura, de la montaña y del Négueb, trayendo holocaustos, sacrificios, ofrendas, incienso, y sacrificios de acción de gracias. 27. Pero si no obedecen mi orden de santificar el sábado, si llevan cargas y las introducen por las puertas de Jerusalén en sábado, saldrá un fuego de sus puertas que devorará los palacios de Jerusalén y no podrán apagarlo».

 

Baja a la casa del alfarero [41]

Is 64,8; Ez 18,21-24; Lam 2,15-16; Eclo 33,13; Sab 15,7; Rom 9, 20-21

 

18.1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor: 2. «Levántate y baja a la casa del alfarero, y ahí te comunicaré mis palabras». 3. Bajé a la casa del alfarero. Miré y él estaba haciendo un trabajo en el torno. 4. Cuando la vasija se estropeaba en la mano del alfarero, como suele suceder con la arcilla, él hacía otra diferente, a su gusto. 5. Entonces, la palabra del Señor me llegó: 6. «¿Acaso no puedo hacer yo también con ustedes, descendientes de Israel, tal como hace este alfarero? –Oráculo del Señor –. Miren, israelitas, ustedes están en mis manos como la arcilla en manos del alfarero. 7. Si de pronto yo hablo de arrancar, derribar y destruir a una nación o un reino, 8. pero esa nación, contra la que hablé, se convierte de su maldad, entonces yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerle. 9. Si en otro momento yo hablo de edificar y plantar en una nación o un reino, 10. pero esa nación hace lo que yo desapruebo y no escucha mi voz, entonces yo me arrepentiré del bien que había prometido hacerle. 11. Ahora dirígete a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: “Así dice el Señor. Miren, yo estoy preparando una desgracia y madurando un plan contra ustedes. ¡Conviértanse  de su mala conducta. Corrijan su conducta y sus acciones”. 12. Pero ellos dirán: “Es inútil. Nos guiaremos por nuestros planes y actuaremos cada uno según la dureza de nuestro corazón perverso”».

 

  1. Por eso, así dice el Señor:

«Pregunten entre las naciones,

¿quién ha escuchado algo como esto?

La joven Israel ha hecho

algo tremendamente horrendo.

  1. ¿La nieve del Líbano

desaparece de las altas cumbres?

¿Las aguas que vienen de lejos

y que corren frescas se interrumpen?

  1. Sin embargo, mi pueblo me ha olvidado.

Ofrece incienso a los ídolos vanos

y tropieza en sus caminos, en las rutas de siempre,

para irse por sendas equivocadas.

  1. Así su tierra se convirtió en desolación,

 en motivo de burla perpetua,

y  todo el que la atraviesa queda espantado

y sacude su cabeza.

  1. Como un viento del este,

yo los dispersaré frente al enemigo;

el día del desastre les daré la espalda; no el rostro».

 

Atiéndeme, Señor  

-cuarta confesión-[42]

2 Re 24,2-4; Sal 5,11; 35,7.12; Neh 3,37

 

  1. Ellos dijeron: «Tramemos un plan contra Jeremías. Presentemos un cargo contra él y no hagamos caso de ninguna de sus palabras, porque no nos faltará la instrucción de un sacerdote, el consejo de un sabio ni la palabra de un profeta».

 

  1. ¡Atiéndeme, Señor!

¡Escucha la voz de mis adversarios!

  1. ¿Se puede pagar el bien con el mal?

¡Ellos me han cavado una fosa!

Recuerda cómo me ponía frente a ti

para interceder por su bien,

para apartar de ellos tu ira.

  1. Por eso, entrega a sus hijos al hambre

y  arrójalos en manos de la espada.

Que se queden sin hijos, viudas sus mujeres,

sus hombres, víctimas de la peste,

y sus jóvenes en la guerra, muertos a espada.

  1. Que brote un alarido de sus casas,

cuando de improviso mandes asaltantes contra ellos.

Porque cavaron una fosa para atraparme,

escondieron una trampa para mis pies.

  1. Pero tú, Señor, conoces bien

todos sus planes para matarme.

No perdones sus culpas. No borres de tu vista sus pecados.

Que tropiecen delante de ti,

y en el tiempo de tu ira, actúa contra ellos.

 

Quebrarás la jarra[43]

Dt 28,53-57; Jue 2,13; 2 Re 21,12; 23,10; Is 55,10-11; Ez 5,10; Neh 2,13; 3,13-14; 12,31;

 

19.1. Así dice el Señor: «Cómprate una jarra de arcilla. Después toma contigo a algunos de los ancianos del pueblo y de los sacerdotes 2. y dirígete al valle de Ben-Hinón, a la entrada de la Puerta de la Alfarería, y proclama allí estas palabras que te voy a decir. 3. Dirás: “¡Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén! Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Miren, yo traeré sobre este lugar una desgracia tan grande, que al que la oiga le zumbarán los oídos. 4. Porque ellos me abandonaron y profanaron este lugar, ofreciendo incienso a otros dioses que ni ellos ni sus padres ni los reyes de Judá conocían, y llenaron este lugar de sangre inocente. 5. Construyeron santuarios a Baal, para quemar en ellos a sus hijos como holocaustos para él, algo que yo no les había ordenado ni prescrito, y ni siquiera me había pasado por la mente. 6. Por eso, vienen días –oráculo del Señor – en que a este lugar ya no lo llamará “Tófet” ni “Valle de Ben-Hinón”, sino “Valle de la Matanza”. 7. Y en este lugar echaré por tierra el plan de Judá y de Jerusalén, haré que caigan por la espada ante sus enemigos y en manos de quienes buscaban su muerte; daré sus cadáveres como alimento a las aves del cielo y a los animales de la tierra. 8. Convertiré esta ciudad en desolación y burla, de modo que todo el que pase cerca se espante y silbe de estupor a la vista de tantas heridas.  9. Por el espantoso asedio con que los oprimirán sus enemigos y los que buscan su muerte, les haré comer la carne de sus propios hijos y de sus hijas y se comerán unos a otros”.

  1. Después quebrarás la jarra ante los hombres que van contigo 11. y les dirás: “Así dice el Señor todopoderoso: Como el alfarero quiebra la vasija que ya no se puede arreglar, así quebraré a este pueblo y a esta ciudad. Tendrán que sepultar a sus muertos en Tófet, porque no habrá otro sitio para enterrar. 12. Así sucederá con Jerusalén y sus habitantes –oráculo del Señor –, dejaré a esta ciudad como al Tófet: 13.Las casas de Jerusalén y las de los reyes de Judá serán impuras como Tófet; todas esas casas en cuyas terrazas ofrecieron incienso a todo el ejército celestial y derramaron libaciones a otros dioses”».
  2. Jeremías volvió de Tófet, a donde lo había enviado el Señor a profetizar, se puso en el atrio del templo del Señor y dijo a todo el pueblo: 15. Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel. «Miren, yo traigo sobre esta ciudad y todas sus ciudades aledañas la desgracia que les anuncié; porque se han obstinado y no quisieron escuchar mis palabras».

 

Pasjur mandó golpear al profeta Jeremías

Jr 21,1-2; 2 Re 15,35; Ez 9,2

 

  1. 1. El sacerdote Pasjur, hijo de Imer, responsable principal del templo del Señor, oyó a Jeremías mientras profetizaba todas estas cosas. 2. Pasjur mandó golpear al profeta Jeremías y lo puso en la celda que está en la puerta superior de Benjamín, en el templo del Señor. 3. Al día siguiente, Pasjur sacó a Jeremías de la celda, entonces Jeremías le dijo: «El Señor ya no te llama Pasjur, sino “Cerco de Terror”. 4. Porque, así dice el Señor: “Te convertiré en presa de terror para ti mismo y todos tus amigos. Ellos caerán por la espada de tus enemigos ante tu propia mirada. Entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia y allí los matará a espada. 5. Pondré en manos de sus enemigos todo el patrimonio de esta ciudad, sus ganancias, su riqueza y los tesoros de los reyes de Judá, para que los saqueen, se apoderen de ellos y los lleven a Babilonia. 6. Y tú, Pasjur, junto con todos los que viven en tu casa, tendrán que marchar cautivos; llegarás a Babilonia, allí morirás y serás enterrado, junto con todos tus amigos, a quienes profetizaste falsamente”».

 

¡Me has seducido, Señor, y me dejé seducir!

-quinta confesión-[44]

Gn 19; Éx 22,16; Jue 16,5; Is 1,9; Am 3,8; Sal 6,9-10; 31, 13-18; Job 3,1-19; Lam 2,22; 1 Cor 9,16

 

  1. ¡Me has seducido, Señor, y me dejé seducir!

Me has dominado y me has vencido.

He llegado a ser motivo de risa todo el día;

todos se burlan de mí.

  1. Cada vez que hablo, tengo que hablar y gritar:

«¡Violencia, destrucción!».               

La palabra del Señor se convirtió para mí

en oprobio y agravio permanente.                 

  1. Dije entonces: «¡No volveré a recordarlo!

¡No quiero hablar más en su nombre!».

Pero en mi corazón ardía como un fuego,

encerrado dentro de mis huesos;

yo intentaba ahogarlo, pero no lo conseguía.

 

  1. Escuchaba el rumor de una muchedumbre:

«¡Ahí está “Terror por todas partes”!                                    

¡Avisen, para que lo denunciemos!»

Todos mis compañeros aguardaban mi caída:

«Quizá se deje engañar, y logremos hacerle algo;

así nos tomaremos venganza contra él».

  1. Pero el Señor está conmigo

como un poderoso guerrero;

por eso, mis perseguidores tropezarán

y no podrán vencer. ¡No triunfarán!

Quedarán terriblemente avergonzados,

con un oprobio eterno que no será olvidado.                                                

  1. ¡ Señor todopoderoso, que examinas al justo

y conoces los sentimientos y las intenciones,

que yo pueda ver tu venganza sobre ellos,

porque a ti solo he expuesto mi causa!

  1. ¡Canten al Señor! ¡Alaben al Señor!

Porque ha salvado la vida del pobre

de manos de los malhechores.

 

  1. ¡Maldito el día en que nací!

¡El día en que mi madre me dio a luz no sea bendito!

  1. ¡Maldito aquel que dio a mi padre la buena noticia:

«Te ha nacido un varón», y que tanto lo alegró!

  1. Ese hombre sea como aquellas ciudades

que el Señor ha destruido sin algún pesar.

Que por la mañana escuche alaridos,

y al mediodía, gritos de guerra.

  1. ¿Por qué no me hizo morir en el seno materno,

para que mi madre fuera mi sepulcro

y quedara preñada para siempre?

  1. ¿Por qué tuve que salir yo de su vientre

para no ver más que pena y dolor

y acabar mis días deshonrado?

 

 

  1. El Señor construirá y plantará a los exiliados[45]

 

Díganle a Sedecías[46]

Dt 4,4; 5,15; 7,19; 30,15-19; 2 Re 18,13-19,37; 2 Cr 36,17-21

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, cuando el rey Sedecías mandó a Pasjur, hijo de Malaquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, con este mensaje:
  2. –Por favor, consulta de nuestra parte al Señor, ya que Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos ha declarado la guerra. Tal vez el Señor realice en nuestro favor sus admirables acciones para que deje de amenazarnos.
  3. Jeremías les respondió:

–Díganle a Sedecías: 4. «Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo haré retroceder las armas de guerra que ustedes empuñan para enfrentar al rey de Babilonia y a los caldeos, que los están asediando fuera de las murallas, y las amontonaré en medio de esta ciudad. 5. Yo mismo combatiré contra ustedes, con mano extendida y con brazo fuerte,    con ira, con furor y con gran indignación. 6. Heriré a los habitantes de esta ciudad y haré morir por una gran peste a seres humanos y animales. 7. Después de esto –oráculo del Señor –, entregaré a Sedecías, rey de Judá, a sus ministros, a la tropa y a los que en esta ciudad hayan sobrevivido a la peste, a la espada y al hambre, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, de los enemigos de ustedes, que los buscan matar, y  él los matará a filo de espada, sin piedad, sin clemencia y sin compasión». 

  1. «Y dirás a este pueblo: Así dice el Señor. “Yo les doy a elegir entre la vida y la muerte: 9. El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre y por la peste. El que salga y se rinda a los caldeos que la están asediando, vivirá y su trofeo será su propia vida. 10. Porque yo me enfrento con esta ciudad para mal, no para bien –oráculo de Señor–. Será entregada en manos del rey de Babilonia, y él le prenderá fuego”».

 

Hagan justicia cada mañana[47]«

2 Sm 7,16; 15,2; 1 Re 7,2

 

  1. A la casa real de Judá:

¡Escuchen la palabra del Señor,

  1. descendientes de David!

Así dice el Señor: Hagan justicia cada mañana

y libren al oprimido de manos del explotador;

no sea que mi ira brote como fuego

y arda sin que nadie pueda apagarla,

a causa de la maldad de sus acciones.

 

  1. Aquí estoy contra ti, habitante del valle,

roca de la llanura –oráculo del Señor –.

Contra ustedes que dicen:

«¿Quién podría caer sobre nosotros?

¿Quién entrará en nuestros refugios?».

  1. Yo los castigaré conforme al fruto de sus acciones

–oráculo del Señor –

y prenderé fuego a su bosque,

que quemará todo a su alrededor.

 

Escucha la palabra del Señor, rey de Judá

Dt 10,18-19; 29,24-28; Is 2,13; 37,24; Zac 11,1; Sal 72,1-4; 110,4

 

  1. 1. Así dice el Señor: Baja al palacio del rey de Judá y pronuncia allí este discurso. 2. Dirás: Escucha la palabra del Señor, rey de Judá, tú que te sientas en el trono de David, y también tus ministros y tu pueblo, que entran por estas puertas. 3. Así dice el Señor: Hagan valer el derecho y la justicia. Liberen al oprimido de las manos del explotador. No opriman al forastero, al huérfano y a la viuda. No hagan violencia ni dejen que se derrame sangre inocente en este lugar. 4. Si de verdad ponen en práctica esto, por las puertas de esta casa seguirán entrando reyes que ocupen el trono de David, y entrarán montados en sus carros y en sus caballos, con sus ministros y su pueblo. 5. Pero, si no escuchan estas palabras, yo juro por mí mismo –oráculo del Señor – que este palacio se convertirá en ruinas. 6. Porque, así dice el Señor acerca de la familia del rey de Judá:

 

Tú eres para mí como Galaad, 

como la cumbre del Líbano,

pero juro que te convertiré en un desierto,

como ciudades deshabitadas.

  1. Convocaré devastadores contra ti,

cada uno con sus armas,

para que corten lo mejor de tus cedros

y lo arrojen al fuego.

 

  1. Muchos pueblos pasarán junto a esta ciudad y se preguntarán: «¿Por qué el Señor ha actuado de esta manera con esta gran ciudad?» 9. Y responderán: «Porque ellos abandonaron la alianza del Señor, su Dios, adoraron a otros dioses y les rindieron culto».

 

Acerca de Salún (Joacaz)

2 Re 23,29-34; 2 Cr 35,20-25; 36,1-4

 

  1. No lloren por un muerto,

ni hagan duelo por él.

Lloren más bien por quien se marcha,

porque jamás volverá a ver el país donde nació.

 

  1. Sí, así dice el Señor acerca de Salún, hijo de Josías y rey de Judá, que reina en lugar de su padre Josías y que ha salido ya de este lugar: «Jamás volverá aquí. 12. En el lugar donde ha sido deportado, allí morirá, y no volverá a ver jamás esta tierra».

 

A Joaquín, hijo de Josías

Lv 19,13; Dt 24,15; 2 Re 24,6; Is 58,1-12; Am 2,7; Miq 6,8; 2 Cr 36,8;  Sant 1,22-27; 5,4

 

  1. ¡Ay del que edifica su casa despreciando la justicia

y sus pisos altos quebrantando el derecho,

haciendo que su prójimo trabaje de balde

y sin pagarle su jornal!

  1. Él piensa: «Me construiré una casa enorme,

con pisos altos y amplios».

Le abre ventanas, la reviste de cedro y la pinta de rojo.

  1. ¿Tu reinado consiste en competir en construcciones de cedro?

¿Tu padre no comía y bebía?

Pero también practicaba el derecho y la justicia

y entonces le fue bien.

  1. Defendió la causa del pobre y del miserable y así le fue bien.

¿No consiste en esto conocerme? –Oráculo del Señor –.

  1. Pero tu mirada y tus intenciones

están puestas solo en el lucro,

en derramar sangre inocente

y en practicar la opresión y la violencia.

 

  1. Por eso, así dice el Señor a Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá:

“No se lamentarán por él diciendo:

«¡Ay, hermano! ¡Ay, hermana!».

No se lamentarán por él diciendo:

«¡Ay, señor! ¡Ay, majestad!».

  1. Tendrá el entierro de un burro:

lo arrastrarán y lo arrojarán

fuera de las puertas de Jerusalén.

 

No quiero escuchar

Nm 27,12; Os 2,5-13; Sal 22,12; Lam 1,19

 

  1. ¡Sube al Líbano y grita! ¡Alza tu voz en Basán!

¡Grita desde Abarín!

Porque todos tus amantes han sido destrozados.

21.Te hablé cuando aún vivías tranquila,

pero me dijiste: «No quiero escuchar».

Esta ha sido tu conducta desde tu juventud:

nunca has escuchado mi voz.

  1. El viento apacentará a todos tus pastores;

todos tus amantes marcharán al cautiverio.

Entonces sentirás vergüenza y confusión por toda tu maldad.

  1. Tú, que habitas en el Líbano,

que tienes tu nido en los cedros,

¡cómo gemirás cuando te vengan los dolores,

como los dolores del parto!               

 

Jeconías, hijo de Joaquín[48]

2 Re 24,8-17; Is 4,3; Ag 2,23 // 22,24: Rom 14,11

 

  1. Juro por mi vida –oráculo del Señor – que aunque Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, fuera un anillo en mi mano derecha, yo te arrancaría de ahí. 25. Te entregaré en manos de los que buscan matarte, en manos de aquellos que te hacen temblar de miedo, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en manos de los caldeos. 26. Te expulsaré a ti y a tu madre, la que te dio a luz, a un país distinto del que nacieron y allí morirán. 27. Pero al país al que ellos desean volver, no volverán.

 

  1. ¿Este hombre, Jeconías,

es acaso una jarra despreciable y rota,

un recipiente que nadie quiere?

¿Por qué él y su descendencia fueron expulsados

y arrojados a un país que no conocían?

  1. ¡Tierra, tierra, tierra,

escucha la palabra del Señor!

  1. Así dice el Señor:

«Escriban así sobre este hombre: 

“Sin hijos. Fracasado en su vida”.

Porque ninguno de su descendencia

 logrará sentarse en el trono de David

ni gobernará en Judá».

 

Acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo[49]

Jr 33,15-16; Ez 34,1-10.26; Zac 3,8; Jn 6, 37-39; 10,1-21

 

23.1. ¡Ay de los pastores que dejan que las ovejas de mi rebaño perezcan y se dispersen! –oráculo del Señor –. 2. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: «Ustedes son los que ahuyentan y dispersan a mis ovejas y no se ocupan de ellas. Pero ahora yo me ocuparé de ustedes para castigar la maldad de sus acciones –oráculo del Señor –. 3. Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas, desde todos los países donde las había dispersado, y las haré volver a las praderas para que tengan crías y se multipliquen. 4. Les pondré pastores que las apacienten, de manera que no tengan miedo ni se asusten ni se pierdan

–oráculo del Señor –».

  1. Miren, llegarán días –oráculo del Señor –

en que suscitaré a David un retoño legítimo,

reinará como rey, se comportará sabiamente

y practicará el derecho y la justicia en el país.

  1. Durante su vida Judá alcanzará la salvación

e Israel vivirá seguro.

El nombre con el que lo llamarán será: «El Señor es nuestra justicia».

 

  1. Por eso vendrán días –oráculo del Señor – en que ya no se dirá más: «Por la vida del SEÑOR que ha hecho subir del país de Egipto a los israelitas», 8. sino: «Por la vida del SEÑOR que ha hecho subir a los israelitas del país del norte y de todos los países donde los había dispersado, para que habiten en su propio suelo».

 

Sobre los profetas[50]

Jr 28; Gn 18,20; 20,3; Dt 13,1-5; 18,20-22; Is 1,10; 40,28; Ez 3,1-4; 16,46-50; Am 3,7; Sal 139,7-12

 

  1. Sobre los profetas:

Se me rompe el corazón en el pecho

y todos mis huesos se han estremecido.

He quedado como un borracho,

como un hombre vencido por el vino,

 a causa del Señor y de sus santas palabras.

  1. El país está lleno de adulterios

y, por esta maldición, el país está de duelo

y se han secado las praderas del desierto.

Porque han hecho del mal su meta y de la injusticia, su poder.

  1. Hasta el profeta y el sacerdote se han corrompido,

y aun en mi Templo he hallado su maldad –oráculo del Señor –.

  1. Su camino será como un terreno resbaladizo en la oscuridad;

serán empujados y caerán en ella,

porque traeré la desgracia sobre ellos,

el año  de su castigo –oráculo del Señor –.

 

  1. En los profetas de Samaria he visto algo aberrante:

han profetizado por Baal

y han desviado a mi pueblo, a Israel.

  1. Pero en los profetas de Jerusalén

he visto algo horrendo:

cometer adulterio, proceder con falsedad

y alentar a los malhechores,

sin que nadie se convierta de su maldad.

Han llegado a ser para mí como Sodoma,

y sus habitantes, como Gomorra.

  1. Por tanto, así dice el Señor todopoderoso,

respecto de los profetas:

yo les haré comer ajenjo y les daré a beber agua envenenada,

porque la corrupción de todo el país

salió de los profetas de Jerusalén.

  1. Así dice el Señor todopoderoso:

No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan.

Ellos los engañan. Lo que les predican son solo ilusiones de su mente,

no viene de la boca del Señor.

  1. Se atreven a decir a los que me desprecian:

«¡Ha hablado el Señor! ¡Ustedes tendrán paz!».

Y a todos los que se guían

por la dureza de su corazón, les dicen:

«La desgracia no vendrá sobre ustedes».

  1. Pero, ¿quién ha estado presente

en el consejo del Señor para ver y oír su palabra?

¿Quién puso atención y escuchó su palabra?

  1. Miren, la tormenta del Señor

ya se ha desatado, furiosa, 

una tormenta con remolinos se abate

sobre la cabeza de los malvados.

  1. La ira del Señor no retrocederá

hasta que realice y cumpla los designios de su corazón.

Al final de los días, ustedes comprenderán su sentido. 

 

  1. Yo no envié a los profetas,

pero ellos corrieron a predicar.

Yo no les hablé, pero ellos profetizaron.

  1. Si ellos hubieran estado presentes en mi consejo,

habrían proclamado mis palabras a mi pueblo,

y le habrían hecho volver de su mal camino

y convertirse de sus malas acciones.

 

  1. ¿Soy yo Dios solo de cerca y no Dios de lejos? –Oráculo del Señor –
  2. Si uno se oculta en sus escondites, ¿yo no lo voy a ver? –Oráculo del Señor –.

¿Acaso no abarco los cielos y la tierra?  –Oráculo del Señor –.

 

  1. Escuché lo que dicen los profetas que profetizan mentiras en mi nombre, diciendo: «¡Tuve un sueño! ¡Tuve un sueño!». 26. ¿Hasta cuándo durará esto en el corazón de los profetas, que profetizan la mentira y vaticinan el engaño de su corazón? 27. Con los sueños que se cuentan unos a otros pretenden hacer que mi pueblo olvide mi nombre, como sus padres lo olvidaron por el de Baal. 28. El profeta que tenga un sueño, que cuente el sueño, y el que tenga una palabra mía, que diga en verdad mi palabra.

 

¿Qué tiene en común la paja con el trigo? –Oráculo del Señor –.

  1. ¿Acaso no es mi palabra como fuego

como un martillo que pulveriza la roca? –Oráculo del Señor –.

 

  1. Por eso estoy aquí contra los profetas que se roban mis palabras unos a otros –oráculo del Señor –. 31. Estoy contra los profetas que sueltan su lengua y comienzan a decir un oráculo –oráculo del Señor –. 32. Estoy contra los profetas de los sueños falsos –oráculo del Señor – que los contaron y desviaron a mi pueblo con sus mentiras y sus arrogancias mientras que yo no los envié ni les ordené nada; son inútiles para este pueblo –oráculo del Señor –.
  2. Cuando este pueblo o un profeta o un sacerdote te pregunte: «¿Cuál es el oráculo o la carga del Señor?». Tú les responderás: «Ustedes son la carga»[51] y yo me voy a deshacer de ustedes –oráculo del Señor –. 34. Si un profeta, un sacerdote o una persona del pueblo dice: «oráculo del Señor », yo me encargaré de castigarlo a él y a su familia. 35. Ustedes se dirán el uno al otro, cada uno a su hermano: «¿Qué respondió el Señor?» o bien «¿Qué dijo el Señor?». 36. Pero la expresión «oráculo del Señor » ya ni la mencionen, porque su propia palabra será para cada uno su oráculo, su carga, ya que ustedes tergiversan las palabras del Dios vivo, el Señor Todopoderoso, nuestro Dios. 37. Así dirás al profeta: «¿Qué te respondió el Señor?» o bien «¿qué dijo el Señor?». 38. Pero si ustedes dicen «oráculo del Señor », entonces, así dice el Señor: Por haber dicho ustedes esta expresión «oráculo del Señor », a pesar de que yo les había mandado no decir «oráculo del Señor », 39. por eso, yo los levantaré como una carga y me voy a deshacer de ustedes y de esta ciudad que les había dado a ustedes y a sus padres, arrojándolos lejos de mi presencia. 40. Les impondré una deshonra eterna y un oprobio eterno, que no se olvidará.

 

El Señor me mostró dos canastas de higos[52]

Jr 3,6-18; 29,8-20; 2 Re 24,12-16; Ez 11,17-20; Os 2,23; Zac 13,8-9; Sal 12,2; 69,11; Ap 21,3

 

24.1. Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joaquín y rey de Judá, junto con los príncipes de Judá, de los orfebres y herreros, y los llevó a Babilonia, el Señor me mostró dos canastas de higos, colocadas delante del templo del Señor. 2. Una canasta tenía higos muy buenos, como brevas, y la otra, higos muy malos que, de tan malos, no se podían comer.

  1. El Señor me preguntó: –¿Qué ves, Jeremías?

Yo respondí: –Higos. Los higos buenos son muy buenos y los higos malos, tan malos que no se pueden comer.

  1. Entonces la palabra del Señor me llegó:
  2. ­–Así dice el Señor, Dios de Israel: «Como se reconocen estos higos buenos, así reconoceré como buena la comunidad de exiliados que he enviado desde este lugar al país de los caldeos. 6. Yo velaré por su bien y los haré volver a este país. Los construiré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan y sepan que yo soy el Señor, y así ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón».
  3. En cuanto a Sedecías, rey de Judá, sus príncipes, y el resto de Jerusalén, los que han quedado en este país y los que viven en el país de Egipto, así dice el Señor: «Yo los trataré como a los higos malos que, de tan malos, no se pueden comer. 9. Yo los convertiré en espanto y desgracia para todos los reinos de la tierra, para que sirvan de insulto y de proverbio, de burla y maldición, en todos los lugares donde yo los disperse. 10. Enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste, hasta que sean borrados de la tierra que yo les había dado a ellos y a sus padres».

 

  1. Juicio de Judá y de las naciones[53]

 

Yo mando a reclutar a mi siervo Nabucodonosor[54]

Éx 20,3-4; Dt 12,29-14,2; 2 Re 24,1; Is 23,15-17; Sal 90,10; Dn 1,1-2; 9,2; 2 Cr 36,5-7.21; Ap 18,22-23

 

25.1. Palabra que llegó a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, el año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá. Este era el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia. 2. Esto fue lo que dijo el profeta Jeremías acerca de toda la gente de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén:

  1. Desde el año trece de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, y hasta el día de hoy; es decir, durante veintitrés años, me ha llegado la palabra del Señor y yo se la he transmitido a ustedes día tras día, pero ustedes no la han escuchado. 4. El Señor les envió puntualmente a todos sus servidores, los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni han puesto atención para oír 5. los que decían: «Que cada uno se convierta de su mala conducta y de la maldad de sus acciones, y así habitarán en la tierra que el Señor les dio a ustedes y a sus padres, desde siempre y para siempre. 6. No sigan a otros dioses para rendirles culto y adorarlos; no me ofendan con los ídolos que ustedes mismos han hecho, y yo no los castigaré». 7. Pero ustedes no me escucharon –oráculo del Señor –, sino que siguieron ofendiéndome con los ídolos que ustedes se habían fabricado para perjuicio de ustedes mismos.
  2. Por eso, así dice el Señor todopoderoso: «Como ustedes no han escuchado mis palabras, 9. yo mando a reclutar a todas las familias del norte –oráculo del Señor – y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y los traeré contra este país, contra sus habitantes y contra todas estas naciones de alrededor. Así los exterminaré y los convertiré en desolación, en objeto de burla y en ruinas eternas. 10.Yo haré que desaparezca entre ellos la voz de la alegría y la voz del gozo; la voz del novio y la voz de la novia; el sonido del molino y la luz de la lámpara. 11. Todo este país se convertirá en una ruina desoladora y estas naciones estarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años. 12. Cuando se cumplan los setenta años, yo les pediré cuentas de sus culpas al rey de Babilonia y a esa nación –oráculo del Señor – y convertiré al país de los caldeos en una eterna desolación. 13. Yo haré que sobrevengan sobre ese país todas mis sentencias que yo pronuncié contra él, todo lo que está escrito en este libro, lo que profetizó Jeremías contra todas las naciones. 14. Porque también naciones numerosas y grandes reyes someterán a los caldeos a servidumbre, y así les pagaré según sus obras y según lo que hicieron sus manos».

 

Toma esta copa y dásela a beber a las naciones[55]

Gn 10,2.23; 14,1; Is 63,3-6; Jl 3,16; Am 1,2; Job 1,1; 1 Pe 4,17; Ap 16

 

  1. Así me dijo el Señor, Dios de Israel: «Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira, y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envío. 16. Ellas la beberán, se tambalearán y se pondrán a delirar al ver la espada que yo enviaré contra ellas».
  2. Yo tomé la copa de la mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que el Señor me había enviado: 18. a Jerusalén y las ciudades de Judá con todos sus reyes y sus príncipes, para convertirlos en ruina y horror, objeto de burla y maldición, hasta el día de hoy; 19. al faraón, rey de Egipto, junto con sus servidores, sus príncipes, a todo su pueblo 20. y a los extranjeros que habitan allí; a todos los reyes del país de Hus; a todos los reyes del país de los filisteos, Ascalón, Gaza, Ecrón, y lo que queda de Asdod; 21. a Edom, Moab, los amonitas; 22. a todos los reyes de Tiro y a todos los reyes de Sidón; a todos los reyes de las costas que están del otro lado del mar; 23. a Dedán, Temá, Buz y a todos los que se afeitan las sienes, 24. a todos los reyes de los árabes que habitan en el desierto; 25. a todos los reyes de Zimrí, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media, 26. a todos los reyes del norte, vecinos o alejados uno de otro; es decir, a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra. Y después de todos ellos también la beberá el rey de Sesac.
  3. Entonces les dirás: «Así dice el Señor todopoderoso, rey de Israel: Beban, emborráchense y vomiten, caigan y no se levanten ante la espada que yo voy a enviar contra ustedes. 28. Ellos no querrán tomar la copa de tu mano para beberla, pero tú les dirás: Así dice el Señor todopoderoso: ¡Ustedes tienen que beberla!, 29. porque voy a comenzar a aplicar el castigo precisamente por la ciudad sobre la que se invoca mi nombre. ¿Quedarán ustedes impunes? ¡No quedarán ilesos! ¡Ciertamente, no quedarán impunes! Porque yo estoy convocando la espada contra todos los habitantes de la tierra. –Oráculo del Señor todopoderoso–».

 

  1. Tú les profetizarás todas estas cosas y les dirás:

Ruge el Señor desde lo alto,

desde su santa morada hace oír su voz.

Ruge violentamente contra su rebaño,

lanza gritos contra todos los habitantes de la tierra,

como los que pisan  uvas.

  1. Su estruendo llega hasta los confines de la tierra

porque el Señor tiene un pleito con las naciones,

se enfrenta en un juicio con todos los hombres

y condena a los culpables a la espada –oráculo del Señor –.

  1. Así dice el Señor todopoderoso:

Miren: Una desgracia va de nación en nación,

y una gran tormenta se levanta

desde las partes más remotas de la tierra.

 

  1. Aquel día, habrá heridos por el Señor de un confín al otro de la tierra; nadie los llorará ni los recogerá para sepultarlos; quedarán como estiércol sobre la tierra.
  2. ¡Giman, pastores! ¡Griten pidiendo ayuda!

¡Revuélquense en el suelo, responsables del rebaño!

Porque ha llegado el tiempo de su matanza.

Yo los haré trizas y ustedes caerán como una hermosa vasija.

  1. Los pastores no encontrarán dónde refugiarse;

los responsables del rebaño no tendrán escapatoria.

  1. ¡Ya se escucha el grito de los pastores,

el gemido de los responsables del rebaño!

Porque el Señor devastó sus pastos,

  1. y sus prósperas praderas quedaron destruidas

por el ardor de la ira del Señor.         

  1. Él salió, como sale un león de su guarida,

y ante su espada irresistible y su ira ardiente,

el país de ellos quedó convertido en una desolación.

 

 

II: EL DESTINO DE LA PALABRA Y DEL PROFETA[56]­

 

  1. Eficacia de la Palabra y fidelidad del profeta[57]

 

¡Sentencia de muerte para este hombre! [58]

Jr 7; 2 Re 11,19; 18-20; 22,8-10.12.14; 23,34; 25,22; Am 7,15; Miq 1,1; 2 Cr 36,4 // 7,18: Miq 3,12

 

  1. 1. Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá, llegó esta palabra de parte del Señor:
  2. Así dice el Señor. «Párate en el atrio de la casa del Señor y transmite a todas las ciudades de Judá que vienen al templo del Señor a adorar, todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas nada. 3. Quizás escuchen y se convierta cada uno de su mala conducta, de modo que yo pueda desistir del mal que tengo planeado hacerles a causa de la maldad de sus acciones. 4. Tú les dirás: “Así dice el Señor. Si no me escuchan y no se comportan conforme a la enseñanza que les he dado, 5. y no escuchan a mis servidores, los profetas, que yo les he enviado incansablemente, y que ustedes, sin embargo, no escucharon, 6. yo dejaré este Templo como el de Siló y  esta ciudad la convertiré en fórmula de maldición para todas las naciones de la tierra”».
  3. Los sacerdotes, los profetas y la gente escucharon a Jeremías diciendo estas cosas en la casa del Señor. 8. Cuando Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había ordenado transmitir a todo el pueblo, los sacerdotes, los profetas y la gente lo detuvieron y le dijeron «¡Vas a morir! 9. ¿Por qué has profetizado en nombre del Señor: “Este Templo será como el de Siló y esta ciudad quedará hecha una ruina y sin habitantes”?». Y toda la gente se congregó en torno a Jeremías en la casa del Señor. 10. Cuando los príncipes de Judá supieron estas cosas, subieron desde el palacio real hasta el Templo y se sentaron a la entrada de la Puerta Nueva de la casa del Señor. 11. Los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y a toda la gente:

– ¡Sentencia de muerte para este hombre! Porque ha profetizado contra esta ciudad, tal como lo han escuchado con sus propios oídos.

  1. Pero Jeremías dijo a todos los príncipes y a toda la gente:

–Es el Señor quien me ha enviado a profetizar contra este Templo y contra esta ciudad todo lo que han escuchado. 13. Por eso, ahora, corrijan su conducta y sus acciones y escuchen la voz del Señor, su Dios, para que el Señor se arrepienta del mal que ha decretado contra ustedes. 14. Yo estoy aquí en las manos de ustedes. Hagan conmigo lo que quieran, lo que les parezca correcto. 15. Solo tengan bien en claro que si me matan, ustedes, esta ciudad y sus habitantes, son responsables por derramar sangre inocente, porque ciertamente el Señor me envió a pronunciar todas esas palabras ante los oídos de ustedes. 

  1. Los príncipes y toda la gente dijeron a los sacerdotes y a los profetas: –Este hombre no merece la muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios. 17. Algunos de entre los ancianos del país se levantaron y dijeron a toda la asamblea del pueblo: 18. –En tiempos de Ezequías, rey de Judá, Miqueas de Moreset fue profeta y dijo a todo el pueblo de Judá: Así dice el Señor todopoderoso:

Sion será un campo arado,

Jerusalén un montón de escombros

y la montaña del Templo una colina silvestre.

 

  1. ¿Acaso Ezequías y todo Judá lo mataron por esto? ¿No tuvieron más bien respeto del Señor y se esforzaron por aplacarlo, de manera que el Señor se arrepintió del mal que había decretado contra ellos? En cambio, nosotros nos estaríamos haciendo un gran daño.
  2. Pero también hubo otro hombre, que profetizaba en nombre del Señor, Urías, hijo de Semayas, de Quiriat Yearín, que profetizó contra esta ciudad y contra este país, con palabras semejantes a las de Jeremías. 21. Cuando el rey Joaquín, todos sus oficiales y todos sus príncipes escucharon sus palabras, el rey lo mandó a buscar para matarlo. Lo supo Urías y tuvo miedo; huyó y se fue a Egipto. 22. Entonces el rey Joaquín mandó a Elnatán, hijo de Acbor, con algunos de sus hombres a Egipto. 23. Sacaron de allí a Urías y lo trajeron ante el rey Joaquín, lo mataron con la espada y lo arrojaron en una fosa común.
  3. Sin embargo, solo Ajicán, hijo de Safán, protegió a Jeremías para que no lo entregaran en manos de la gente y lo ejecutaran.

 

Todas las naciones tendrán que servir a Nabucodonosor[59]

Dt 4,34; 5,15; 1 Re 7,15-39; 2 Re 24,8-17-20; Is 45,1; Dn 2,20-21.37-38; 4,25-32; Esd 1,7-11; 5,14-15; 6,5; 2 Cr 36,11-13

 

27.1. Al comienzo del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, le llegó a Jeremías esta palabra de parte del Señor: 2. «Así me dijo el Señor: Fabrícate unas correas y un yugo, y colócatelos en el cuello. 3. Después envíaselos al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los amonitas, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de los mensajeros que han venido a Jerusalén para ver a Sedecías, rey de Judá. 4. Les mandarás que digan a sus señores: “Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel. Así deberán decir a sus señores: 5. Con gran manifestación de fuerza y poder yo hice la tierra, los seres humanos y los animales que hay sobre la superficie de la tierra, que hay en ella y se la doy a quien me parece bien. 6. Y ahora soy yo quien pone todos estos países en manos de mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia. Le entrego hasta los animales del campo para que lo sirvan. 7. Y todas las naciones tendrán que servirlo a él, a su hijo y a su nieto, hasta que le llegue el turno a su país, y también a él lo sometan a servidumbre naciones numerosas y grandes reyes. 8. Y si una nación o un reino no quiere servir a Nabucodonosor, rey de Babilonia, ni someter su cuello a su yugo, yo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste –oráculo del Señor –, hasta terminar de ponerla en su poder. 9. Ustedes, por otra parte, no hagan caso a sus profetas, adivinos, videntes, agoreros y hechiceros que les dicen: ‘No tendrán que someterse al rey de Babilonia’. 10. Porque lo que ellos les profetizan es una mentira para alejarlos de su propia tierra para que yo los disperse y ustedes desaparezcan. 11. En cambio, la nación que someta su cuello al yugo del rey de Babilonia y se ponga a su servicio, se quedará en su tierra –oráculo del Señor – y podrá cultivarla y habitarla”».

  1. También a Sedecías, rey de Judá, le hablé de acuerdo con todas estas palabras: «Sometan sus cuellos bajo el yugo del rey de Babilonia, y sírvanlo a él y a su pueblo, y así salvarán sus vidas. 13. ¿Por qué tendrán que morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como lo ha dicho el Señor con respecto a la nación que no quiera servir al rey de Babilonia? 14. No escuchen las palabras de los profetas, que les dicen: “No tendrán que someterse al rey de Babilonia”. Lo que ellos les profetizan es mentira, 15. porque yo no los he enviado –oráculo del Señor –. Ellos profetizan falsamente en mi nombre para que yo los disperse hasta que ustedes desaparezcan junto con los mismos profetas que les profetizan».
  2. También les dije a los sacerdotes y a todo este pueblo: «Así dice el Señor: No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan diciendo: “¡Miren! Ahora, muy pronto, estarán de vuelta de Babilonia los objetos del templo del Señor”. ¡Lo que ellos les profetizan es mentira! 17. No los escuchen. Sométanse al rey de Babilonia y así seguirán vivos. ¿Por qué esta ciudad deberá quedar hecha una ruina? 18. Si de verdad son profetas y la palabra del Señor está con ellos, ¡que intercedan ante el Señor, para que no se lleven a Babilonia los objetos que todavía quedan en el templo del Señor, en el palacio real y en Jerusalén! 19. Porque así dice el Señor todopoderoso acerca de las columnas, el recipiente de agua, las bases, y el resto de los objetos que aún quedan en esta ciudad 20. y que Nabucodonosor, rey de Babilonia, no se llevó cuando deportó de Jerusalén a Babilonia a Jeconías, hijo de Joaquín y rey de Judá, junto con todos los nobles de Judá y de Jerusalén» 21. En efecto, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, con respecto a los objetos que quedan en el templo del Señor y en el palacio del rey de Judá y en Jerusalén: 22. «Serán llevados a Babilonia y estarán allí hasta que yo los reclame –­oráculo del Señor –. Yo los hice llevar, y yo los traeré a este lugar».

 

El profeta Jeremías respondió al profeta Jananías[60]

Jr 23,9-40; Dt 13,6-10; 18,21-22; 2 Re 24,12.15-16; Ez 11,1-13

 

  1. 1. Ese mismo año, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá, el año cuarto, el quinto mes, el profeta Jananías, hijo de Azur, originario de Gabaón, me dijo en el templo del Señor, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo:
  2. –Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: «He quebrado el yugo del rey de Babilonia. 3. Dentro de dos años, traeré de vuelta a este lugar todos los objetos del templo del Señor que Nabucodonosor, rey de Babilonia, arrebató de este lugar y se llevó a Babilonia. 4 Yo haré que Jeconías, hijo de Joaquín y rey de Judá, y que todos los deportados de Judá que han ido a Babilonia, vuelvan a este lugar –oráculo del Señor –, porque quebraré el yugo del rey de Babilonia».
  3. El profeta Jeremías respondió al profeta Jananías delante de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaban en el templo del Señor. 6. El profeta Jeremías dijo:

–¡Amén! ¡Que así lo haga el Señor! ¡Que cumpla las palabras que profetizaste, y traiga de vuelta de Babilonia a Jerusalén los objetos del templo del Señor y a todos los deportados! 7. Escucha solamente esta palabra que pronuncio a tus oídos y a los oídos de todo el pueblo: 8. Los profetas que hubo desde antiguo, antes de mí y antes de ti, profetizaron guerra, desgracia y peste contra muchos países y grandes reinos. 9. Pero si el profeta anuncia paz, solo se reconocerá que aquel profeta es en verdad un enviado del Señor cuando se cumpla la palabra del profeta. 

  1. Entonces el profeta Jananías tomó el yugo que el profeta Jeremías tenía sobre el cuello, y lo quebró. 11. Después dijo ante todo el pueblo: –Así dice el Señor: «De este mismo modo, dentro de dos años, yo quebraré el yugo que Nabucodonosor, rey de Babilonia, impuso sobre el cuello de todas las naciones». Y el profeta Jeremías se fue por su camino.
  2. Después que Jananías quebró el yugo que el profeta Jeremías llevaba sobre el cuello, la palabra del Señor llegó a Jeremías: 13. «Regresa a decirle a Jananías: Así dice el Señor. Tú quebraste un yugo de madera, pero en su lugar yo lo reemplazaré por uno de hierro. 14. Sí, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Yo he puesto un yugo de hierro sobre el cuello de todas estas naciones para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Y de verdad tendrán que servirle, pues hasta los animales del campo se los he sometido».
  3. Entonces el profeta Jeremías le dijo al profeta Jananías: «Escucha, Jananías: El Señor no te ha enviado, pero tú has hecho que este pueblo confíe en una mentira. 16. Por eso, así dice el Señor: ¡Mira! Yo te expulso de esta tierra. Este mismo año morirás, porque has predicado una rebelión contra el Señor».
  4. Efectivamente, Jananías murió ese año, en el mes séptimo.

 

Esta es la carta que el profeta Jeremías envió[61]

Éx 3,16; Dt 4,29; 6,5; 13,1-3; 2 Re 24, 12-16; Is 55,6-9; 2 Cr 15,2-4; 36,10

 

29.1. Esta es la carta que el profeta Jeremías envió al resto de los ancianos del grupo exiliado, a los sacerdotes, a los profetas y a toda la gente que Nabucodonosor deportó de Jerusalén a Babilonia. 2. La envió después que el rey Jeconías, la reina madre, los oficiales, los príncipes de Judá y de Jerusalén, junto con los orfebres y los herreros partieron de Jerusalén. 3. La mandó por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Gamarías, hijo de Jelcías, a quienes Sedecías, rey de Judá, envió a Babilonia para que se entrevistaran con Nabucodonosor, rey de Babilonia. La carta decía así:

  1. «Así dice el Señor todopoderoso, el rey de Israel, a todo el grupo exiliado, que yo he deportado de Jerusalén a Babilonia: 5. Construyan casas y habiten en ellas. Planten huertos y coman sus frutos. 6. Cásense y tengan hijos e hijas. Casen a sus hijos y entreguen a sus hijas en matrimonio, para que tengan hijos e hijas. Multiplíquense allí; no disminuyan. 7. Procuren la prosperidad de la ciudad a donde los he deportado y pídanle al Señor por ella; porque en su prosperidad estará la prosperidad de ustedes. 8. Sí, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Que no los engañen los profetas que están en medio de ustedes ni sus adivinos, ni escuchen a los videntes, a los que ustedes acuden para pedirles visiones; 9. porque profetizan falsamente para ustedes mientras que yo no los he enviado ­–oráculo del Señor –».
  2. Así dice el Señor: «Cuando terminen los setenta años concedidos a Babilonia, yo me ocuparé de cumplir mi promesa con ustedes, trayéndolos de vuelta a este lugar. 11. Solo yo sé bien cuáles son los planes que tengo sobre ustedes –oráculo del Señor –. Son planes de paz y no de desgracia, de darles un futuro y una esperanza. 12. Ustedes me invocarán e irán a suplicarme y yo los escucharé. 13. Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón. 14. Yo me dejaré encontrar por ustedes –oráculo del Señor – y pondré fin a su cautiverio. Los congregaré desde todas las naciones y todos los sitios a donde los he dispersado -oráculo del Señor- y los haré volver al lugar desde donde los envié al destierro.
  3. Con relación a lo que ustedes afirman: “El Señor hizo surgir profetas para nosotros en Babilonia”, 16. así habla el Señor al rey que se sienta en el trono de David, a toda la gente que habita en esta ciudad, a sus hermanos que no fueron al cautiverio con ustedes. 17. Así dice el Señor todopoderoso: Yo enviaré en medio de ustedes la espada, el hambre y la peste y los trataré como a los higos podridos, que de tan malos ya no se pueden comer. 18. Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y los convertiré en un objeto de terror para todos los reinos de la tierra, en fórmula de maldición, en desolación, en objeto de burla, en vergüenza entre todas las naciones en las que los he dispersado, 19. porque no escucharon mi palabra –oráculo del Señor–. Yo les envié incansablemente a mis servidores los profetas, pero ustedes no los escucharon –oráculo del Señor–.
  4. En cuanto a ustedes, comunidad toda de los exiliados que envié desde Jerusalén a Babilonia, ¡escuchen la palabra del Señor! 21. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, acerca de Ajab, hijo de Colayá, y de Sedecías, hijo de Maaseyá, que les profetizan falsamente en mi nombre: Yo los pondré en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él los matará en presencia de ustedes. 22. De ellos se tomará una fórmula de maldición para toda la comunidad de exiliados de Judá que está en Babilonia, cuando digan: “Que el Señor te deje como Sedecías y como Ajab a quienes el rey de Babilonia quemó en el fuego”. 23. Porque ellos hicieron lo que se considera una aberración en Israel: cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos y en mi nombre dijeron cosas falsas que yo no les había mandado. ¡Yo lo sé y soy testigo! –oráculo del Señor –».

 

A Semayas, el nejelamita

Jr 21,1-2; 28,16; Dt 13,6

 

  1. Dirás a Semayas, el nejelamita: 25. «Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Porque por tu propia cuenta enviaste cartas al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseyá, a todos los sacerdotes y a toda la gente que está en Jerusalén, diciéndoles: 26. “El Señor te ha puesto como sacerdote en lugar del sacerdote Yoyadá, para que seas guardián del templo del Señor y pongas en el calabozo y en el cepo a todo el que ande delirando y haciéndose el profeta. 27. ¿Por qué entonces no has reprendido a Jeremías de Anatot que anda profetizando entre ustedes 28. y nos ha mandado decir a Babilonia: ‘Eso durará mucho tiempo. Construyan casas y habiten en ellas. Planten huertos y coman sus frutos’”?».
  2. El sacerdote Sofonías leyó esta carta al profeta Jeremías. 30. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor a Jeremías: 31. «Manda decir a toda la comunidad de los exiliados: Así dice el Señor acerca de Semayas, el nejelamita: Porque Semayas les ha profetizado sin que yo lo mandara, y por haber hecho que ustedes se fíen de una mentira, 32. por todo esto, así dice el Señor: Castigaré a Semayas, el nejelamita, y a su descendencia, y porque predicó la rebelión contra el Señor, ninguno de los suyos vivirá en este pueblo para ver el bien que yo haré a mi pueblo –oráculo del Señor–».

 

 

Escribe en un libro[62]

Jr 36,2.4.28.32; Dt 6,10.23; 7,8; 8,1

 

30.1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor: 2. «Así dice el Señor, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que yo te he comunicado, 3. porque llegará un día –oráculo del Señor – en que yo pondré fin al cautiverio de mi pueblo Israel y de Judá –lo dice el Señor – y los haré volver a la tierra que yo les di a sus padres para que la poseyeran».

 

Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios[63]

Dt 17,15; Is 44,2; 49,25; Ez 34,23-24; Os 3,5; 14,4; Jl 2,1.11; Nah 1,13; Sof 1,14; Ap 6, 17

 

  1. Estas son las palabras que dijo el Señor sobre Israel y sobre Judá. 5. «Así dice el Señor:

Hemos oído un grito de pánico, un terror sin tregua.

  1. Pregunten y comprueben si acaso un varón puede dar a luz.

¿Por qué he visto, entonces, a todos los varones

con las manos en las caderas

como una mujer que está por dar a luz

y todos, con los rostros pálidos?

7.¡Ay, porque ese día será grande como ninguno!

Será un tiempo de angustia para Jacob

pero se salvará de él.

 

  1. Ese día –oráculo del Señor todopoderoso– yo quebraré el yugo que está sobre tu cuello y cortaré tus correas. Ya no volverán a dominarlo unos extranjeros, 9. sino que servirán al Señor, su Dios, y a David, su rey, al que yo les pondré.

 

  1. Tú, Jacob, servidor mío, no tengas miedo –oráculo del Señor –,

no te desanimes, Israel, porque yo vengo desde lejos

para salvarte a ti y a tu descendencia

del país donde los tienen cautivos.

Jacob volverá y estará sereno y tranquilo,

y no habrá quien los espante.

  1. Porque yo estoy contigo para salvarte –oráculo del Señor –.

Yo aniquilaré a todas las naciones entre las que te había dispersado,

pero a ti no te aniquilaré.

Te corregiré con equidad, pero no te dejaré impune.

  1. Sí, así dice el Señor:

Tu enfermedad es incurable; dolorosa, tu herida.

  1. No hay quien defienda tu causa

no hay curación ni remedio para tu mal.

  1. Todos tus amantes te han olvidado y ya no se interesan por ti.

Porque yo te he golpeado como golpea un enemigo,

con un cruel escarmiento a causa de tus numerosas culpas

y de tus incontables pecados.

  1. ¿Por qué protestas por tu desgracia, por tu llaga incurable?

A causa de tus numerosas culpas

y de tus incontables pecados te he hecho todas estas cosas.

16 Pero, todo el que te oprima y te devore, será devorado.

Todos ellos marcharán al cautiverio.

Tus depredadores se convertirán en presa,

a tus saqueadores los entregaré como botín.

  1. Porque yo te devolveré la salud y te sanaré de tus heridas, –oráculo del Señor –.

Porque han dicho de ti: “Sion ha sido repudiada, nadie se interesa por ella”.

18 Así dice el Señor: Yo pondré fin al cautiverio de las tiendas de Jacob,

me compadeceré de sus moradas.

Una ciudad se levantará sobre sus ruinas,

y un palacio, como corresponde.

  1. De ellos brotarán cantos de agradecimiento y voces alegres.

Los multiplicaré y no disminuirán,

los haré honorables y no serán despreciados.

  1. Sus hijos volverán a ser como antes;

se constituirá su asamblea en mi presencia

y castigaré a los que los opriman.

21 De entre ellos surgirá su líder,

de en medio de ellos saldrá su gobernante.

Lo haré venir, para que pueda acercarse hasta mí,

Porque, ¿quién arriesgaría su vida por acercarse hasta mí?, –oráculo del Señor –.

  1. Así, ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.
  2. Miren, la tormenta del Señor ya se ha desatado, furiosa,

una tormenta con remolinos

se abate sobre la cabeza de los malvados.

  1. La ira ardiente del Señor no retrocederá

hasta que realice y cumpla los designios de su corazón.

Al final de los días, ustedes comprenderán su sentido». 

 

Yo los traeré envueltos en consuelo[64]

Gn 27; 30,22-24; Dt 7,7-8; 1 Sm 1,1; 1 Re 12,1-24; Is 65,21; Os 2,14; 4,17-18; 11,1.3-4.8-9; Am 9,14

                                                                                                       

31.1. En aquel tiempo –oráculo del Señor– yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo.

  1. Así dice el Señor:

En el desierto me mostré favorable

con un pueblo que sobrevivió a la matanza:

Israel va camino a su descanso.

  1. Desde lejos se me apareció el Señor diciendo:

Te he amado con amor eterno;

por eso me mantengo fiel.

  1. Te volveré a edificar y serás edificada, joven Israel.

Por eso tomarás tus tamboriles,

y saldrás a bailar alegremente.

  1. Volverás a plantar viñas

en las montañas de Samaría, 

y los mismos que las plantaron las cosecharán.

  1. Habrá un día en que los guardianes de la montaña de Efraín

gritarán: «¡Arriba, subamos a Sion,

hacia el Señor, nuestro Dios!».

  1. Porque así dice el Señor:

«¡Griten de gozo por Jacob,

regocíjense por la primera de las naciones!

Proclamen, canten un himno y digan:

El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel.

 

  1. Miren, yo los traigo desde el país del norte,

los reuniré desde los confines del mundo.

Entre ellos hay ciegos, paralíticos,

mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz.

Todos juntos volverán hacia aquí

como una gran asamblea.

  1. Salieron en medio de llantos

pero yo los traeré envueltos en consuelo.

Los conduciré hacia torrentes de agua

por un camino recto en el que no tropezarán.

Porque yo me he convertido en un padre para Israel,

y Efraín es mi hijo primogénito».     

  1. Escuchen, naciones, la palabra del Señor,

anuncien en las costas lejanas y digan:

«El que dispersó a Israel lo reunirá,

lo cuidará como un pastor a su rebaño.

  1. Porque el Señor ha redimido a Jacob,

lo ha rescatado de una mano muy poderosa».

  1. Vendrán y cantarán vivas en la cima de Sion

y afluirán hacia las delicias del Señor:

al trigo, al vino y al aceite,

y a las crías de ovejas y de vacas.

Serán como un jardín bien regado

y nunca volverán a desfallecer.

  1. Entonces la joven se alegrará en la danza,

junto con los jóvenes y los ancianos.

Yo transformaré su duelo en gozo,

los consolaré y haré que pasen del sufrimiento a la alegría.

  1. Los sacerdotes se llenarán de manjares

y mi pueblo se saciará de mi delicia –oráculo del Señor –.

 

Tu fatiga tendrá su recompensa [65]

Is 49, 14-16; Os 2,18-19; 4,16; 11,8-9; Sal 80,4; Prov 3,12; Ap 3,19 // 31,15: Mt 2,18

 

  1. Así dice el Señor:

 Una voz se oye en Ramá,

gemidos de un llanto amargo.

Es Raquel que llora por sus hijos,

y no quiere que la consuelen por ellos,

porque ya no están.

  1. Así dice el Señor:

No dejes que tu voz se entregue al llanto,

ni tus ojos a las lágrimas;

porque tu fatiga tendrá su recompensa –oráculo del Señor –:

ellos volverán del país del enemigo.

  1. Los que te quedan tienen esperanza –oráculo del Señor –:

los hijos volverán a su territorio.

  1. Escucho con claridad el lamento de Efraín:

«Me corregiste y yo me dejé corregir,

como un ternero que no había sido domado.

Si me haces volver a ti, yo volveré,

porque tú, Señor, eres mi Dios.

  1. Después de apartarme, me he arrepentido,

después de darme cuenta, me he golpeado el pecho,

siento vergüenza y también humillación

porque soporto los reproches

por los pecados de mi juventud».

  1. ¿Es para mí Efraín mi hijo querido o mi niño mimado,

para que después de reprenderlo tenga que volver a recordarlo?

Por eso mis entrañas se conmueven por su causa

y me compadeceré de él –oráculo del Señor–.

  1. ¡Marca el camino con señales!

¡Coloca indicadores! ¡Presta atención al camino por el que fuiste!

¡Regresa, virgen de Israel, vuelve a estas ciudades, regresa a tus ciudades!

  1. ¿Hasta cuándo andarás de un lado para otro, joven rebelde?

El Señor crea algo nuevo en la tierra: la mujer cortejará al varón.

 

Yo sembraré al pueblo de Israel y al pueblo de Judá[66]

1 Re 3,5; Is 49, 19-20; Ez 18,1-20; Sal 2,6; 23,2-3

 

23 Así dice el Señor, el Dios de Israel: «Cuando yo ponga fin a la cautividad, se seguirá diciendo en el territorio de Judá y en sus ciudades: “Que el Señor te bendiga, recinto de justicia, montaña de santidad”. 24 En Judá y en sus ciudades habitarán los labradores junto con los que se desplazan con sus rebaños, 25 porque yo daré de beber al sediento, y saciaré al que está por desfallecer». 26. En eso desperté, y me di cuenta de que había tenido un sueño agradable.

  1. Llegarán días –oráculo del Señor – en que yo sembraré al pueblo de Israel y al pueblo de Judá con simiente de hombres y con simiente de animales. 28. Y, así como estuve vigilando para arrancar y derribar, para arrasar, destruir y dañar, así estaré vigilando para edificar y plantar –oráculo del Señor –.
  2. En aquellos días, ya no se dirá más:

«Los padres comieron uvas agrias y los hijos sufren el mal de dientes»

30 Cada uno morirá por su propia culpa;

y aquel que coma uvas agrias, sufrirá el mal de dientes.

 

Yo pactaré una nueva alianza[67]

Éx 24,12; Zac 13,1; Mc 14,24; Lc 22,20; Rom 11,27; 1 Cor 3,3; 11,25; 2 Cor 3,3.6;  1 Jn 2,27 // 31,31-34: Heb 8,8-12; 31,33-34: Heb 10,16-17

 

  1. Miren, llegan días –oráculo del Señor – en que yo pactaré una nueva alianza con el pueblo de Israel y con el pueblo de Judá. 32. No será como la alianza que yo pacté con sus padres, el día en que los tomé de la mano para sacarlos del país de Egipto. Porque ellos quebrantaron mi alianza a pesar de que yo me había desposado con ellos –oráculo del Señor –. 33. Esta será la alianza que yo pactaré con el pueblo de Israel después de esos días –oráculo del Señor –: Pondré mi Ley en su interior, y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34. No tendrán que enseñarse más el uno al otro diciendo a su hermano: «¡Reconoce al Señor!», porque todos ellos me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande –oráculo del Señor –. Yo perdonaré su culpa y ya no me acordaré de su pecado.

 

La ciudad del Señor será reconstruida [68]

Gn 1,16; Is 51,15; 55,10-11; Am 5,8-9; Zac 14,10; Sal 89,34-38; Ap 22,3

 

35 Así dice el Señor que pone el sol para iluminar el día

y da órdenes a la luna y las estrellas

para que alumbren la noche,

el que calma el mar cuando braman sus olas,

y su nombre es «Señor».

36 «Así como nunca pueden fallar estas leyes establecidas por mí

–oráculo del Señor –,

así tampoco la descendencia de Israel dejará de ser una nación

que esté continuamente en mi presencia».

37 Así dice el Señor:

«Así como nunca se pueden medir los cielos en lo alto

o explorar hasta el fondo los cimientos de la tierra,

así tampoco yo rechazaré la descendencia de Israel

por todo lo que han hecho  –oráculo del Señor –».

 

  1. Llegarán días –oráculo del Señor – en que la ciudad del Señor será reconstruida desde la torre de Jananel hasta la puerta del Ángulo. La cuerda de medir seguirá derecho hacia la colina de Gareb, y girará después hacia Goa. 40. Y serán consagrados al Señor el valle de los difuntos, el lugar donde se arrojan las cenizas, y todos los campos hasta el torrente Cedrón, hasta el ángulo de la puerta de los Caballos, al este. Nunca más volverán a ser arrancados ni arrasados.

 

Se comprarán campos en este país [69]

Éx 3,8; 34,6-7; Lv 18,21; 25,25; Dt 4,34-40; 30,9; 2 Re 25,1-11; Sal 33,13-15; 102,25; Rut 4,9-10; Lc 1,37

 

32.1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, el año décimo de Sedecías, rey de Judá; es decir, el año décimo octavo de Nabucodonosor. 2. Por aquel entonces, las tropas del rey de Babilonia estaban sitiando Jerusalén y el profeta Jeremías estaba detenido en el patio de la cárcel que hay en el palacio de Judá. 3. Sedecías, rey de Judá, lo había encerrado allí con esta acusación:

–¿Por qué andas profetizando: «Así dice el Señor. Yo entregaré a esta ciudad en manos del rey de Babilonia para que se apodere de ella; 4. y Sedecías, rey de Judá, no escapará de los caldeos, sino que será entregado sin remedio en manos del rey de Babilonia, y comparecerá ante su vista y le hablará cara a cara. 5. Él llevará a Sedecías a Babilonia y allí permanecerá hasta que yo le pida cuentas –oráculo del Señor –. Por más que ustedes luchen contra los caldeos, no vencerán».

  1. Jeremías dijo: –Me ha llegado una palabra del Señor:
  2. «Mira, Janamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a proponerte: “Compra el campo que yo tengo en Anatot, porque tú tienes el derecho de rescate para comprarlo”». 8. Y, en efecto, tal como me lo había dicho el Señor, Janamel, hijo de mi tío Salún, vino al patio de la cárcel y me dijo: «Compra el campo que tengo en Anatot, en tierra de Benjamín, porque te ampara el derecho de posesión y te corresponde el rescate. Cómpratelo». Yo me di cuenta de que aquello era cosa del Señor. 9. Compré a mi primo Janamel el campo que está en Anatot y le pagué el precio: diecisiete monedas de plata; 10. lo registré en un documento y lo sellé; luego convoqué a unos testigos que dieran fe y pesé la plata en una balanza, 11. tomé el documento de la compra, la copia sellada y la copia abierta, según lo que está mandado y establecido, 12 y entregué el documento de la compra a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maasías, en presencia de mi primo Janamel, de los testigos que habían firmado el documento de la compra, y de todos los judíos que estaban en el patio de la cárcel. 13. Y delante de ellos ordené a Baruc: 14. «Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Toma estos escritos, este documento de compra, tanto la copia sellada como la copia abierta, y colócalos en una vasija de arcilla, para que duren mucho tiempo. 15. Porque así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: En este país volverán a comprarse casas, campos y viñas».
  3. Después de entregar el documento de la compra a Baruc, hijo de Nerías, hice esta oración: 17. «Señor, tú eres mi señor. Tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran fuerza y tu poder. No hay nada imposible para ti. 18. Tú que actúas con misericordia por mil generaciones, pero cargas la culpa de los padres en la cuenta de los hijos que vienen después de ellos; tú eres el Dios grande y valeroso, cuyo nombre es “Señor todopoderoso”. 19. Grandioso en tus planes y poderoso en tus obras; tus ojos están atentos a la conducta de los seres humanos, para dar a cada uno según sus actos, según el fruto de sus obras. 20. Realizaste signos y prodigios en el país de Egipto, que se recuerdan en Israel y en todo el mundo hasta hoy, y así te has hecho la fama que hoy tienes. 21. Tú sacaste del país de Egipto a tu pueblo Israel, con signos y prodigios, con mano fuerte y brazo poderoso, provocando un gran temor, 22. y le diste esta tierra, tierra que mana leche y miel, que juraste a sus antepasados. 23. Ellos vinieron y tomaron posesión de esta tierra, pero no escucharon tu voz ni siguieron tu Ley; no cumplieron nada de lo que tú les mandaste hacer y por eso trajiste sobre ellos esta desgracia. 24. ¡Mira! Ya llegan hasta la ciudad los terraplenes que han construido para asaltarla, y a causa de la espada, el hambre y la peste, la ciudad será entregada en manos de los caldeos que la están atacando. Mientras lo estás viendo, ha sucedido lo que habías dicho. 25. Eres tú, Señor Dios, quien me has dicho: “Compra el campo a precio de plata y ante algunos testigos”, mientras que la ciudad ya está en manos de los caldeos».
  4. Pero la palabra del Señor llegó a Jeremías: 27. «Mira, yo soy el Señor, el Dios de toda criatura. ¿Hay algo imposible para mí? 28. Por eso, así dice el Señor: Yo entregaré esta ciudad al poder de los caldeos y al poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que ellos la capturen. 29. Los caldeos que la están atacando entrarán y prenderán fuego a esta ciudad y la quemarán junto con las casas sobre cuyas azoteas ofrecían incienso a Baal y derramaban libaciones a dioses extraños, provocando mi enojo. 30. Porque la gente de Israel y la gente de Judá, desde su juventud, no han hecho más que lo que yo desapruebo. La gente de Israel no ha hecho más que provocar mi enojo –oráculo del Señor –. 31. Desde el día en que edificaron esta ciudad hasta el presente, ella no ha servido más que para aumentar mi ira y mi furor hasta obligarme a retirarla de mi presencia, 32. por toda la maldad de la gente de Israel y de la gente de Judá, y lo que han hecho ellos provocando mi enojo: sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33 Me dieron la espalda y no el rostro. A pesar de que yo me esforzaba en educarlos, no escuchaban ni aceptaban la corrección. 34. Colocaron sus ídolos en el Templo sobre el que se invoca mi nombre contaminándolo. 35. Construyeron los santuarios de Baal que están en el valle de Ben-Hinón para ofrecer allí a sus hijos y sus hijas a Moloc. Esto es algo que yo nunca les mandé; ni jamás se me pasó por la cabeza que se cometiera tal abominación para hacer pecar a Judá.
  5. Ahora bien, por todo esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca de esta ciudad de la que ustedes dicen: “Ha sido entregada en poder del rey de Babilonia, a causa de la espada, del hambre y de la peste”: 37. Yo los reuniré de todos los países a donde los dispersé a causa de mi ira, mi cólera y mi gran enojo, y los traeré de vuelta a este lugar, para que habiten tranquilos. 38. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39. Les daré un corazón íntegro y una conducta íntegra, para que me respeten siempre por el bien de ellos y de sus hijos que vendrán. 40. Yo pactaré una alianza eterna en su favor: no me apartaré de ellos ni dejaré de hacerles el bien, y haré que me respeten de corazón para que no se aparten de mí. 41. Disfrutaré de poder hacerles el bien y los plantaré de verdad en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. 42. Porque así dice el Señor: Así como traje toda esta gran desgracia sobre este pueblo, así traeré sobre ellos todo el bien que les anuncio. 43. Se comprarán campos en este país del que ustedes dicen que es una desolación por falta de gente y de animales, entregado en poder de los caldeos. 44. Se comprarán campos por dinero, se registrará en documentos, se sellarán y se convocarán testigos, tanto en el territorio de Benjamín como en los alrededores de Jerusalén, en las ciudades de Judá y en las ciudades de la montaña, en las ciudades de la llanura y en las ciudades del Négueb, porque yo haré volver a sus cautivos –oráculo del Señor –».

 

Yo restauraré la suerte del país [70]

Gn 15,5; Ez 36,25; Sal 89, 34-38; 106,1; 107,1; Esd 3,11; 1 Cr 16,34; Lc 1,32-33; Heb 7,17; 1 Pe 2,5-6; Ap 1,6

 

  1. 1. La palabra del Señor llegó por segunda vez a Jeremías, mientras estaba todavía encerrado en el patio de la cárcel:
  2. «Así dice el Señor que ha hecho la tierra, el Señor que la formó para que subsistiera, aquel cuyo nombre es “Señor”: 3. Invócame y yo te responderé; te anunciaré cosas grandes y misteriosas que no conoces. 4. Porque así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de las casas de esta ciudad y de los palacios de los reyes de Judá, derribados para levantar terraplenes y empalizadas, 5. con el fin de combatir a los caldeos, aunque solo lograrán llenar la ciudad de cadáveres humanos, muertos por mi ira y mi furor, porque oculté mi rostro a esta ciudad a causa de todas sus maldades.
  3. Sin embargo, luego curaré su herida y la restableceré en salud, los curaré y les descubriré tesoros de paz y de seguridad. 7. Pondré fin a la cautividad de Judá y a la cautividad de Israel y los reconstruiré como al principio. 8. Los purificaré de toda la culpa con la que pecaron contra mí, y perdonaré todas las culpas que cometieron contra mí y con las que se rebelaron contra mí. 9. Esto servirá para mi buena fama, alabanza y gloria, ante todas las naciones de la tierra, que tendrán noticia de todo lo bueno que estoy haciendo por ellos; quedarán atónitos y se estremecerán ante todo el bien y ante toda la prosperidad que yo traigo a la ciudad.
  4. Así dice el Señor: En este lugar del que ustedes dicen: “Está hecho una ruina por falta de gente y de ganado”, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén que están desoladas sin gente, ni habitantes, ni ganado, se volverá a oír 11. la voz de la alegría y la voz del gozo, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que dicen: “Den gracias al Señor todopoderoso, porque el Señor es bueno, porque es eterno su amor” y de los que traen ofrendas de agradecimiento al templo del Señor, porque yo restauraré la suerte del país como era al principio. –Lo ha dicho el Señor –.
  5. Así dice el Señor todopoderoso: En este lugar que es una ruina sin gente ni ganado y en todas sus ciudades habrá nuevamente una pradera donde los pastores harán descansar el rebaño. 13. En las ciudades de la montaña, en las ciudades de la llanura y en las ciudades del Négueb; en el territorio de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, de nuevo se verán pasar rebaños guiados por alguien que los cuide. –Lo ha dicho el Señor –.
  6. Miren, llegan días –oráculo del Señor – en que yo cumpliré la promesa que hice al pueblo de Israel y al pueblo de Judá.
  7. En aquellos días, en ese momento, yo suscitaré a David un retoño legítimo,

que practicará el derecho y la justicia en el país. 

En aquellos días, Judá estará a salvo y Jerusalén habitará tranquila.

Y este será el nombre con el que se la llamará: “El Señor es nuestra justicia”.

 

  1. Porque así dice el Señor: «No dejará de haber alguien del linaje de David que se siente en el trono del pueblo de Israel. 18. Ni dejará de haber alguien de entre los sacerdotes levitas, que esté delante de mí presentando holocaustos, incensando ofrendas y realizando sacrificios todos los días».
  2. La palabra del Señor llegó a Jeremías: 20. «Así dice el Señor. Si ustedes pudieran anular la ley que establecí para que se sucedan los días y las noches, de modo que no hubiera ya ni día ni noche a su debido tiempo, 21. entonces también podría anularse mi alianza con mi siervo, David, –y no tendría un hijo suyo que reinara en su lugar– y mi alianza con mis servidores, los levitas sacerdotes. 22. Así como no se pueden contar las estrellas del cielo y no se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de mi servidor David y de mis servidores los levitas».
  3. La palabra del Señor llegó a Jeremías: 24. «¿Acaso no te has fijado en lo que anda diciendo esta gente: “El Señor ha rechazado las dos familias que había elegido”, de modo que desprecian a mi pueblo y ya no lo consideran una nación? 25. Así dice el Señor: Así como es cierto que establecí mi alianza con el día y con la noche, con las leyes del cielo y las de la tierra; 26. también es cierto que no rechazaré la descendencia de Jacob y la descendencia de mi servidor David, ni dejaré de tomar de entre su linaje a los que han de gobernar la descendencia de Abrahán, Isaac y Jacob. Yo haré volver a sus cautivos y tendré misericordia de ellos».

 

¡Ay, Sedecías, rey de Judá![71]

Jos 10,3 ; 10,10 ; 2 Re 25,1-11; 2 Cr 36, 17-21

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército, con todos los reinos de la tierra que estaban bajo su dominio y con todos los pueblos, estaba en guerra contra Jerusalén y todas sus ciudades.
  2. «Así dice el Señor Dios de Israel: Dirígete a Sedecías, rey de Judá, y le dirás: Yo voy entregar esta ciudad en poder del rey de Babilonia y él le prenderá fuego. 3. Tú no podrás escapar de su poder, te apresarán y te entregarán en sus manos; deberás comparecer ante el rey de Babilonia, lo enfrentarás cara a cara, y finalmente irás a Babilonia. 4. ¡Ay, Sedecías, rey de Judá! ¡Si solo escucharas la palabra del Señor! Así dice el Señor acerca de ti: No morirás en la guerra; 5. morirás en paz. Como en las exequias de tus antepasados, los reyes anteriores que hubo antes de ti, así se quemarán aromas en tu honor y se lamentarán por ti diciendo: “¡Ay, señor!”. Esta es la palabra que he dicho. ­–Oráculo del Señor –».

6 El profeta Jeremías transmitió todas estas palabras a Sedecías, rey de Judá, cuando este se encontraba en Jerusalén, 7. y el ejército del rey de Babilonia luchaba contra Jerusalén y contra todas las ciudades de Judá que aún subsistían; es decir, contra Laquis y Azecá, que eran las únicas fortalezas que quedaban. 

 

El rey Sedecías promulgó una liberación general[72]

Gn 15,9-10; Éx 19,5; 21,2-3; Dt 5,2; 15, 12-18; 2 Re 23,1-3

 

  1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, después de que el rey Sedecías hizo un acuerdo con toda la gente que había en Jerusalén y promulgó entre ellos una liberación general, 9. en virtud de la cual cada uno debía liberar a su esclavo o esclava hebreos, de manera que nadie sometiera a servidumbre a ningún judío, hermano suyo. 10. Todos los jefes y la gente del pueblo que habían aceptado el compromiso de liberar cada uno a su esclavo o esclava y terminar con la esclavitud, obedecieron y los liberaron. 11. Pero, después de esto se echaron atrás, recuperaron a los esclavos y esclavas que habían dejado libres, y los sometieron nuevamente a la esclavitud.
  2. Entonces llegó a Jeremías la palabra del Señor: 13. «Así dice el Señor Dios de Israel. En el día en que saqué a sus antepasados del país de Egipto, lugar de esclavitud, yo hice una alianza con ellos: “Al cabo de siete años cada uno de ustedes dejará en libertad al hermano hebreo que se haya vendido a ti. Te servirá seis años y después lo dejarás marchar como una persona libre”. Pero sus antepasados no me obedecieron ni me prestaron atención. 15. Ustedes, en cambio, se convirtieron y actuaron bien ante mí al promulgar una liberación, cada uno a favor de su prójimo, llegando a un acuerdo en mi presencia, en el Templo sobre el que se invoca mi nombre. 16. Pero después se echaron atrás y profanaron mi nombre: y uno recuperó a su esclavo, y el otro a su esclava, a los mismos que antes habían dejado marchar como personas libres, y los sometieron para que volvieran a ser sus esclavos y esclavas.
  3. Por eso, así dice el Señor: Ustedes no me obedecieron y ninguno proclamó la liberación de su hermano y de su prójimo. Yo entonces proclamo entre ustedes –oráculo del Señor – que los libero para que sean entregados a la espada, a la peste y al hambre. Los convertiré en algo horroroso para todos los reinos de la tierra. 18. Yo haré que los hombres que transgredieron mi alianza y no cumplieron las palabras del compromiso que asumieron delante de mí, queden como el ternero que partieron en dos. y pasaron caminando entre las dos mitades. 19. A los jefes de Judá, los jefes de Jerusalén, los oficiales, los sacerdotes y toda la gente del país que pasó caminando entre las dos mitades del ternero, 20. los entregaré en poder de sus enemigos, en manos de los que buscan su muerte y haré que sus cadáveres sirvan de alimento para las aves del cielo y para las bestias del campo. 21. Y a Sedecías, rey de Judá, y a sus príncipes los entregaré en poder de sus enemigos, en manos de los que buscan su muerte, en manos del ejército del rey de Babilonia que por ahora está levantando su asedio contra ustedes. 22. Yo les ordenaré –oráculo del Señor – que vuelvan a esta ciudad para que la ataquen, la saqueen y le prendan fuego. Y haré que las ciudades de Judá queden hechas una desolación por falta de habitantes».

 

¡Aprendan este ejemplo de obediencia a mis palabras![73]

Jue 1,16; 4,11; 1 Sm 30,29; 2 Re 10,15-17; 12,9; 24,1-2; 25,18

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, en tiempos de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá: 2. «Dirígete a la familia de los recabitas para hablar con ellos. Los llevarás a uno de los salones del templo del Señor y les darás a beber vino».
  2. Entonces busqué a Jezonías, hijo de Jeremías y nieto de Jabsanías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas, 4. y los llevé a la casa del Señor, al salón de los hijos de Janán, hijo de Jebdelías, el hombre de Dios. Este salón está al lado del salón de los jefes, arriba del de Maasías, hijo de Salún, el guardián del ingreso. 5. Puse unas jarras llenas de vino y también copas delante de los hombres de la familia de los recabitas, y les dije: –Beban vino.
  3. Pero ellos dijeron: –No beberemos vino, porque nuestro padre Jonadab, hijo de Recab, nos ha ordenado: «Nunca deberán beber vino ni ustedes ni sus hijos. 7. Tampoco edificarán casas ni sembrarán campos ni plantarán viñas ni poseerán ninguna de estas cosas. Deberán habitar en carpas toda su vida, para que vivan por mucho tiempo en la tierra en la que residen como forasteros». 8. Nosotros hemos obedecido a nuestro padre Jonadab, hijo de Recab, en todo lo que nos ha mandado, en eso de no beber vino durante toda la vida, ni nosotros ni nuestras esposas ni nuestros hijos ni nuestras hijas,
  4. y también en no construir casas para habitar y en no poseer viñas ni campos ni sembrados, 10. de modo que habitamos en carpas. Hemos obedecido y en todo hemos actuado según el mandato de nuestro padre Jonadab. 11. Pero cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió para atacar el país, dijimos: «Ante la amenaza del ejército caldeo y del ejército arameo, entremos a Jerusalén». Y así fue como nos quedamos a vivir en Jerusalén.
  5. Entonces, la palabra del Señor llegó a Jeremías: 13. «Así dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: Dirígete a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén y les dirás: ¡Aprendan este ejemplo de obediencia a mis palabras! –Oráculo del Señor –. 14. Las órdenes de Jonadab, hijo de Recab, se han cumplido: él les había mandado a sus hijos no beber vino, y ellos no han bebido vino hasta el día de hoy, porque han obedecido el mandato de su padre. En cambio, yo les he hablado, me he cansado de hablarles, pero ustedes no me han obedecido. 15. Les envié a mis servidores los profetas, continuamente los envié para que les dijeran: “¡Que cada uno se convierta de su mala conducta! ¡Corrijan sus acciones! ¡No vayan detrás de otros dioses a rendirles culto! Así podrán volver a la tierra que yo les di a ustedes y a sus antepasados”. Pero ustedes no prestaron oído ni me obedecieron. 16. ¡Los hijos de Jonadab, hijo de Recab, obedecieron el mandato que les dio su padre. En cambio, esta gente no me ha obedecido a mí! 17. Por eso, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: “Traeré contra Judá y todos los habitantes de Jerusalén la desgracia total con la que los he amenazado, porque les hablé y no me hicieron caso, los llamé y no me respondieron”».
  6. En cambio, a la familia de los recabitas, Jeremías les dijo: «Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Porque ustedes obedecieron el mandato de su padre Jonadab, observaron todas sus órdenes y actuaron conforme a todo lo que él les mandó, 19. por eso, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: “Nunca le faltará a Jonadab, hijo de Recab, un descendiente que esté todos los días a mi servicio”».

 

Toma un rollo de pergamino y escribe[74]

2 Re 22,3.10-13; 24,1.8-17; Is 58,3; Jl 1,14 Dn 1,1-2; 2 Cr 36,5-7

 

36.1. El año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá, llegó a Jeremías esta palabra de parte del Señor: 2. «Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las cosas que te he comunicado sobre Israel, sobre Judá y sobre todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, desde los tiempos de Josías hasta el día de hoy. 3. Tal vez al enterarse el pueblo de Judá de toda la desgracia que pienso provocarle, se convierta cada uno de su mala conducta, y yo pueda perdonarles su culpa y su pecado».

  1. Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, y Baruc escribió en el libro, al dictado de Jeremías, todas las palabras que el Señor le había comunicado. 5. Después, Jeremías ordenó a Baruc: «Yo no puedo ir al templo del Señor porque se me ha prohibido. 6. Preséntate tú, y en el día de ayuno, lee en presencia de la gente que se encuentra en la casa del Señor todas las palabras del Señor que has escrito en el rollo bajo mi dictado. Deberás leerlas en presencia de todo Judá que ha venido desde sus ciudades. 7. Ojalá se postren suplicantes en presencia del Señor, y cada uno se convierta de su mala conducta, porque la ira y el furor con que el Señor se ha dirigido a esta gente es muy grande».
  2. Baruc, hijo de Nerías, procedió en todo conforme a lo que el profeta Jeremías le había ordenado, y leyó en el templo del Señor el libro de las palabras del Señor. 9. En el noveno mes del año quinto del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá, toda la población de Jerusalén y toda la gente que venía a Jerusalén desde las ciudades de Judá, convocaron a un ayuno en presencia del Señor. 10. Entonces, Baruc, hijo de Nerías, leyó en el libro las palabras de Jeremías en el templo del Señor, en las dependencias de Gamarías, hijo del secretario Safán, en el patio de arriba, que da a la Puerta Nueva de la casa del Señor, y en presencia de toda la gente.
  3. Cuando Miqueas, hijo de Gamarías y nieto de Safán, oyó todas las palabras del Señor que estaban en el libro, 12. bajó al palacio real y fue a la sala del secretario. Allí estaban reunidos todos los ministros: Elisamá, el secretario; Dalayas, hijo de Semeyas; Elnatán, hijo de Ajobor; Gamarías, hijo de Safán; Sedecías, hijo de Ananías, y todos los demás funcionarios. 13. Miqueas les narró todo lo que había escuchado cuando Baruc leía el libro a oídos de todo el pueblo. 14. Entonces todos los ministros mandaron a Judí, hijo de Natanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusí, para que le dijera a Baruc: «Toma en tus manos el rollo que has leído en presencia de todo el pueblo y tráenoslo personalmente». Baruc, hijo de Nerías, tomó el libro y fue a donde ellos estaban. 15. Ellos le dijeron: «Por favor, toma asiento y léelo para nosotros». Baruc lo leyó ante ellos. 16. Cuando ellos escucharon todas las palabras, se miraron unos a otros llenos de temor y dijeron: «¡Tenemos que anunciarle al rey todas estas cosas!». 17. Le preguntaron entonces a Baruc: –¿Puedes decirnos cómo es que has escrito todas estas palabras? ¿Quién te las dictó?
  4. Baruc les respondió: –Jeremías me iba dictando todas estas palabras, y yo las escribía con tinta en el libro.
  5. Los ministros dijeron a Baruc: «Tú y Jeremías vayan a esconderse, y que nadie sepa dónde están».
  6. Después se presentaron ante el rey, en la corte, y le informaron sobre todas estas cosas, mientras habían dejado el libro en la sala, en custodia del secretario Elisamá. 21 Entonces el rey mandó a Judí para que tomara el libro, y este lo tomó de la sala de Elisamá, el secretario. Después Judí leyó el libro en presencia del rey y de todos los ministros que se encontraban de pie junto al rey. 22. Como era el mes noveno, el rey estaba sentado en la residencia de invierno y había un brasero ardiendo delante de él. 23. Cuando Judí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con el cortaplumas del escriba y las iba arrojando en el fuego del brasero; hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero. 24. Pero ni el rey ni ninguno de los servidores tuvieron miedo ni se rasgaron las vestiduras cuando escucharon todas estas cosas. 25. A pesar de que Elnatán, Dalayas y Gamarías le rogaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso. 26. Entonces el rey ordenó a su hijo Yerajmel, a Sarayas, hijo de Ezriel, y a Semeyas, hijo de Abdeel, que detuvieran al escriba Baruc y al profeta Jeremías, pero el Señor los ocultó muy bien.
  7. Después que el rey quemó el rollo con las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, la palabra del Señor llegó a Jeremías: 28. «Consíguete otro rollo y escribe en él todas las palabras que estaban escritas en el primer rollo, el que quemó Joaquín, rey de Judá. 29. Además, dirás a Joaquín, rey de Judá: Así dice el Señor. Tú quemaste este rollo diciendo: “¿Por qué escribiste en él que el rey de Babilonia vendrá con toda seguridad, destruirá este país y hará desaparecer de él hombres y animales?”. 30 Por eso, así dice el Señor acerca de Joaquín, rey de Judá: No habrá nadie que le suceda en el trono de David y su cadáver quedará expuesto al calor del día y al frío de la noche. 31. A él, a su descendencia y a sus ministros, les haré pagar sus culpas. Haré recaer sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre la gente de Judá, toda esa desgracia con la que los había amenazado sin que ellos escucharan».
  8. Jeremías consiguió otro rollo, se lo dio al escriba Baruc, hijo de Nerías, y este escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las palabras del libro que había quemado Joaquín, rey de Judá. Además, fueron añadidas otras muchas palabras como aquellas.

 

  1. Pasión del profeta[75]

 

Los caldeos volverán a atacar esta ciudad[76]

2 Re 24,17-20; 2 Cr 36, 10

 

37.1. El rey Sedecías, hijo de Josías, subió al trono en lugar de Jeconías, hijo de Joaquín, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo impuso como rey de Judá. 2. Pero ni él ni sus servidores, ni la gente del país escucharon las palabras del Señor, que habían sido comunicadas por medio del profeta Jeremías.

  1. El rey Sedecías envió a Yeucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, para que le pidieran al profeta Jeremías: «Por favor, intercede por nosotros ante el SEÑOR, nuestro Dios». 4. Por aquel entonces el profeta Jeremías se movía libremente en medio de la gente porque aún no lo habían puesto en la prisión. 5. El ejército del faraón salió de Egipto; los caldeos que sitiaban Jerusalén oyeron la noticia y levantaron el sitio de Jerusalén. 6. En ese momento, la palabra del Señor llegó al profeta Jeremías: 7. «Así dice el Señor, el Dios de Israel. Al rey de Judá que los envió hasta mí para consultarme, le deberán responder así: El ejército del faraón que está saliendo a ayudarlos, va a regresar a su país, a Egipto. 8. Entonces los caldeos volverán a atacar esta ciudad, la tomarán y le prenderán fuego. 9. Así dice el Señor: No se hagan ilusiones, pensando: “Los caldeos seguramente se marcharán lejos de nosotros”. Porque ellos no se marcharán. 10. Aunque ustedes derrotaran a todo el ejército de los caldeos  que los están atacando y a ellos no les quedaran más que unos cuantos heridos, cada uno en su tienda de campaña, estos se levantarían para prender fuego a esta ciudad».

 

Tú te estás pasando a los caldeos

Jr 32,1; 37,7.20; 38,6-7.26

 

  1. Cuando el ejército de los caldeos levantó el asedio de Jerusalén a causa de la cercanía del ejército del faraón, 12. Jeremías salió de Jerusalén y fue hacia la región de Benjamín para cobrar allí una herencia entre su gente. 13. Cuando pasaba por la Puerta de Benjamín, estaba allí un encargado de la guardia llamado Yerías, hijo de Selemías y nieto de Ananías. Este detuvo al profeta Jeremías, diciendo: «Tú te estás pasando a los caldeos». 14. Jeremías contestó: «Eso es mentira. No me estoy pasando a los caldeos». Pero Yerías no le hizo caso, sino que tomó preso a Jeremías y lo hizo comparecer ante los oficiales. 15. Los oficiales se enfurecieron contra Jeremías: lo golpearon y lo pusieron en la prisión en casa del escriba Jonatán, que habían transformado en cárcel. 16. Así fue como Jeremías fue arrojado a un calabozo subterráneo, y allí permaneció durante mucho tiempo.
  2. El rey Sedecías lo mandó sacar de allí y en su palacio le preguntó en privado:

–¿Hay alguna palabra de parte del Señor?

Jeremías respondió:

­–La hay. Y añadió: Serás entregado en poder del rey de Babilonia.

  1. Jeremías agregó:

–¿Qué hice de malo contra ti, contra tus ministros o contra este pueblo para que me hayan metido en la cárcel? 19. ¿Dónde están ahora los profetas que les predecían: «El rey de Babilonia no vendrá contra ustedes ni contra este país»? 20. Pero ahora, escuche, mi señor, el rey; acceda, por favor, a mi súplica: No me hagas volver a la casa del escriba Jonatán para que no me muera allí.

  1. Entonces el rey ordenó que pusieran a Jeremías bajo custodia en el patio de la guardia y que cada día le dieran un pan de la calle de los panaderos, mientras hubiera pan en la ciudad. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.

 

¡Que este hombre sea ejecutado! [77]

Jr 21,9; 29,18; 45,5

 

  1. 1.Safatías, hijo de Matán; Guedelías, hijo de Pasjur; Yeucal, hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de Melquías, oyeron que Jeremías decía a todo el pueblo: 2.«Así dice el Señor: El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, el hambre o la peste. Pero el que se entregue a los caldeos sobrevivirá; tendrá su vida como recompensa y vivirá. 3. Así dice el Señor: Esta ciudad será entregada con toda seguridad en manos del ejército del rey de Babilonia y este se apoderará de ella».
  2. Entonces los oficiales dijeron al rey:

–¡Que este hombre sea ejecutado! Porque diciendo estas cosas desmoraliza a los pocos guerreros que quedan en esta ciudad y al pueblo entero. ¡Este hombre no busca el bien de este pueblo, sino su ruina!

  1. El rey Sedecías respondió:

–Ahí lo tienen en sus manos. Ni siquiera el rey puede hacer nada contra ustedes.

  1. Entonces ellos arrojaron a Jeremías al pozo de Malquías, el hijo del rey, que está en el patio de la guardia. Lo bajaron con ayuda de cuerdas. En la fosa no había agua, sino lodo; y Jeremías se hundió en él.
  2. El etíope Ebedmélec, uno de los oficiales que estaba en el palacio, escuchó que habían arrojado a Jeremías al pozo. Cuando el rey estaba en la puerta de Benjamín, 8. Ebedmélec salió del palacio y le habló al rey en estos términos:
  3. –Rey y señor mío: Estos hombres han procedido mal en todo lo que han hecho con Jeremías, arrojándolo al pozo, donde morirá de hambre porque ya no hay pan en toda la ciudad.
  4. Entonces el rey ordenó al etíope Ebedmélec:

–Toma bajo tus órdenes a tres hombres de aquí y saca al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.

  1. Ebedmélec tomó a los hombres bajo sus órdenes, entró al palacio, al sótano que está bajo el tesoro, sacó de allí ropas y trapos viejos, y arrojó todo eso a Jeremías, en el pozo, junto con unas cuerdas. 12. El etíope Ebedmélec dijo a Jeremías: «Coloca estas ropas y trapos viejos entre las cuerdas debajo de las axilas». Así lo hizo Jeremías; 13. luego tiraron de las cuerdas y lograron sacar a Jeremías del pozo. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.

 

Si te entregas… sobrevivirás

Jr 37,7; 39; Ez 33,21; Am 7,1.4.7

 

  1. El rey Sedecías mandó que llevasen al profeta Jeremías a la tercera entrada que hay en el templo del Señor. El rey le dijo a Jeremías:

–Te voy a pedir una cosa: no me ocultes nada.

  1. Jeremías contestó a Sedecías:

–Si te digo la verdad, seguramente me vas a matar, y si te doy un consejo, no me vas a escuchar.

  1. Pero el rey Sedecías le juró en secreto a Jeremías:

­–Te juro por el Señor que nos ha dado esta vida que no te mataré ni te entregaré a estos hombres que buscan tu muerte.

  1. Entonces Jeremías dijo a Sedecías:

–Así dice el Señor Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: «Si de veras te entregas a los generales del rey de Babilonia, entonces tú sobrevivirás y esta ciudad no será consumida por el fuego. Vivirás tú y tu familia. 18. Pero si no te entregas a los generales del rey de Babilonia, esta ciudad será puesta en poder de los caldeos que le prenderán fuego; y tú tampoco podrás librarte de sus manos».

  1. El rey Sedecías dijo a Jeremías:

–Es que me preocupan los judíos que se han rendido a los caldeos. No quiero que estos me entreguen a ellos y ellos se burlen de mí.

  1. Jeremías respondió:

–No te entregarán. Por favor, escucha la voz del Señor en esto que te estoy diciendo. Así te irá bien y salvarás tu vida. 21. Pero si te niegas a entregarte, esto es lo que me ha revelado el Señor: 22 «¡Mira! Todas las mujeres que quedan en el palacio del rey de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia y ellas dirán: “Tus aliados te han engañado y te han vencido. Hundieron tus pies en el lodo, y te dieron la espalda”. 23 Los caldeos se llevarán a todas tus mujeres y a tus hijos, y tampoco tú podrás escapar de sus manos. Serás capturado por el rey de Babilonia, y a esta ciudad le prenderán fuego».

  1. El rey Sedecías le dijo a Jeremías:

–¡Que nadie se entere de estas cosas o morirás! 25. Si los jefes llegaran a saber que yo he hablado contigo, y vienen a verte y te dicen: «Cuéntanos, ¿qué le has dicho al rey? Y el rey, ¿qué te ha dicho? No nos ocultes nada, y no te mataremos». 26. Tú les responderás: «Le he presentado mi súplica al rey para que no me mande de vuelta a la casa de Jonatán para morir allí».

27 Efectivamente, todos los jefes fueron a ver a Jeremías y le preguntaron. El declaró ante ellos según todas las indicaciones que le había dado el rey y con eso ellos se quedaron conformes, porque nada había trascendido.

  1. Jeremías permaneció en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada. Y él estaba allí cuando Jerusalén fue tomada.

 

Fue abierta una brecha en la ciudad [78]

Jr 52, 3-30; 2 Re 24,20-25,21; 2 Cr 36, 17,21

 

  1. 1. En el décimo mes del noveno año del reinado de Sedecías, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército, y la sitiaron. 2. El día nueve del cuarto mes del undécimo año del reinado de Sedecías, fue abierta una brecha en la ciudad. 3. Todos los generales del rey de Babilonia entraron y ocuparon el área de la Puerta Central. Eran Nabuzardán, jefe de la escolta; Nabusazbán, alto dignatario; Nergal-Sareser, oficial mayor, y todos los demás generales del rey de Babilonia.
  2. Cuando los vio Sedecías, rey de Judá, él y todos los soldados emprendieron la huida. Salieron de la ciudad durante la noche, atravesando el jardín del palacio por la puerta que está entre las dos murallas, y se dirigieron hacia la Arabá. 5. Las tropas de los caldeos los persiguieron y alcanzaron a Sedecías en las estepas de Jericó; lo tomaron prisionero y lo llevaron hasta Ribla, en la región de Jamat, ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, que pronunció sentencia contra él. 6. Allí, en Ribla, el rey de Babilonia mandó degollar a los hijos de Sedecías ante su mirada y también degolló a todos los nobles de Judá. 7. A Sedecías le sacó los ojos, lo ató con cadenas de bronce para llevárselo a Babilonia.
  3. Los caldeos incendiaron el palacio real y las casas del pueblo, y derribaron las murallas de Jerusalén. 9. Nabuzardán, jefe de la escolta real, se llevó cautivos a Babilonia, al resto de la población que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían rendido ante él, y a la gente restante. 10.Nabuzardán, jefe de la escolta real, dejó en el país de Judá, de entre la población, solo a los pobres, que no tenían propiedades, y ese mismo día les adjudicó fincas y campos.
  4. Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado a Nabuzardán, jefe de la escolta, esta orden respecto a Jeremías: 12. «Tómalo bajo tu custodia, pero no le hagas ningún mal; más bien actúa con él conforme a lo que él te indique». 13. Entonces Nabuzardán, jefe de la escolta; Nabusazbán, alto dignatario; Nergal-Sareser, oficial mayor, y todos los jefes del rey de Babilonia 14. mandaron sacar a Jeremías del patio de la guardia, y se lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, para que lo llevara a su casa. Así Jeremías vivió en medio de su pueblo.

 

Al etíope Ebedmélec

Jr 38,7-13.28

 

  1. La palabra del Señor llegó a Jeremías, mientras este estaba aún en el patio de la guardia: 16. «Dirígete al etíope Ebedmélec y le dirás: Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Yo haré que se cumplan las palabras que he dicho respecto a esta ciudad para su ruina y no para su bien. Se cumplirán ante ti aquel día. 17. Aquel día, yo te libraré –oráculo del Señor – y no te entregaré en poder de los hombres que te hacían temblar de miedo. 18. Ciertamente yo te dejaré escapar y no serás víctima de la espada; tendrás la vida como recompensa, porque en mí has puesto tu confianza –oráculo del Señor­–».

 

Jeremías permaneció en medio del pueblo[79]

Jr 31,15; Jue 20,1

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor: después que Nabuzardán, jefe de la escolta, lo envió desde Ramá, donde lo había rescatado al encontrarlo atado con cadenas en medio del grupo de cautivos de Jerusalén y de Judá que eran deportados a Babilonia.

2 Cuando el jefe de la escolta sacó a Jeremías, le dijo: «El Señor tu Dios decretó esta desgracia para este lugar 3. y la llevó a cabo. El Señor actuó conforme a lo que había dicho. Porque ustedes pecaron contra él y no lo escucharon, les ha sobrevenido esto. 4. Pero ahora, mira: yo te libero de las cadenas que te sujetan. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia. Si vienes, yo velaré por ti. Si no quieres venir conmigo a Babilonia, no lo hagas. Mira, tienes todo el país por delante. Puedes ir a donde te parezca bueno y adecuado. 5 Si no quieres volver conmigo, regresa con Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, a quien el rey de Babilonia puso al frente de las ciudades de Judá, y quédate con él entre el pueblo. En fin, puedes ir a donde te parezca adecuado». El jefe de la guardia le dio provisiones y obsequios y lo despidió.

6 Jeremías fue a Mispá, y permaneció con Godolías, hijo de Ajicán, en medio del pueblo que había quedado en el país.

 

Godolías, responsable del país[80]«

Jr 41,1-3; 2 Re 25,23-24; Is 4,3

 

  1. Todos los jefes de las tropas que había en el campo, ellos y sus hombres, se enteraron de que el rey de Babilonia había puesto a Godolías, hijo de Ajicán, como responsable en el país y que junto con él había instalado también hombres, mujeres y familias, de los pobres del país, de entre aquellos que no habían sido deportados a Babilonia. 8 Entonces Ismael, hijo de Natanías; Juan y Jonatán, hijos de Carea; Serayas, hijo de Tanjumet; los hijos de Efay de Netofá, y Jezonías, hijo de Macatí, todos ellos con sus hombres, fueron a Mispá a ver a Godolías. 9 Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, les juró a ellos y a sus hombres: «No teman servir a los caldeos. Habiten el país prestando su servicio al rey de Babilonia y les irá bien. 10 Yo, por mi parte, viviré en Mispá, para atender a los caldeos que seguirán viniendo a nosotros. Ustedes recojan vino, frutos y aceite, llenen sus despensas y quédense a vivir en las ciudades que han ocupado».
  2. También los judíos que estaban en Moab, entre los amonitas, en Edom y en todos los países, oyeron que el rey de Babilonia le había dejado un resto a Judá, y que había puesto al frente de ellos a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán. 12. Entonces todos los judíos regresaron desde todos los lugares en donde estaban dispersos, y una vez llegados al territorio de Judá, junto a Godolías, en Mispá, recogieron vino y frutos en gran abundancia.

 

Ismael mató a Godolías

Gn 12,6; Jos 9,3; 1 Re 15,16-22; 16,16; 2 Re 25,26; Miq 5,2; Mt 2,1.5-6

 

  1. Juan, hijo de Carea, y todos los jefes de las tropas que estaban en el campo, fueron a ver a Godolías en Mispá 14. y le dijeron: ¿Te has enterado de que Baalís, rey de los amonitas, ha enviado a Ismael, hijo de Natanías, para quitarte la vida? Pero Godolías, hijo de Ajicán, no les creyó. 15. Entonces Juan, el hijo de Carea, le dijo en privado a Godolías, en Mispá:

–Yo iré a matar a Ismael, el hijo de Natanías, sin que nadie lo sepa. ¿Por qué habría de quitarte la vida, provocando la dispersión de todo Judá, que ha logrado reunirse en torno a ti, para hacer desaparecer lo poco que queda de Judá?

  1. Pero Godolías, el hijo de Ajicán, le dijo a Juan, hijo de Carea:

–No hagas esto, porque lo que dices sobre Ismael es falso.

 

  1. 1. Sucedió efectivamente que en el séptimo mes, Ismael, hijo de Natanías y nieto de Elisamá, que era de estirpe real, fue a Mispá para ver a Godolías, hijo de Ajicán, junto con diez hombres y comieron todos juntos en Mispá. 2.Ismael, el hijo de Natanías, se levantó junto con los diez hombres que estaban con él, e hirieron con la espada a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, y así mató a quien el rey de Babilonia había puesto al frente del país. 3. Ismael mató también a todos los judíos que apoyaban a Godolías en Mispá y a los guerreros caldeos que se encontraban allí.
  2. El día después que mataron a Godolías, cuando aún nadie lo sabía, 5. llegaron unos ochenta hombres que venían de Siquén, de Siló y de Samaria, con las barbas rapadas, los vestidos desgarrados y los cuerpos rasguñados, llevando ofrendas e incienso en sus manos, para presentarlos en el templo del Señor. 6. Ismael, hijo de Natanías, les salió al encuentro desde Mispá, mientras ellos caminaban llorando. Cuando los alcanzó les dijo: «Vengan a ver a Godolías, hijo de Ajicán». 7 Apenas llegaron al centro de la ciudad, Ismael, hijo de Natanías, junto con los hombres que lo acompañaban, los degolló y los arrojó a la cisterna. 8. Pero diez de los hombres que se encontraban entre ellos dijeron a Ismael: «No nos mates. Tenemos provisiones escondidas en el campo: trigo, cebada, aceite y miel». Entonces desistió y no los mató como había hecho con sus compañeros.
  3. La cisterna en la que Ismael arrojó los cadáveres de los hombres que había matado es la cisterna grande que excavó el rey Asá, ante la amenaza de Basá, rey de Israel. Ismael, hijo de Natanías, la llenó de víctimas.
  4. Ismael tomó cautivo a todo el resto de la población que había en Mispá: a las hijas del rey y a toda la gente que quedaba en Mispá y que Nabuzardán, jefe de la escolta, había dejado bajo la custodia de Godolías, hijo de Ajicán. Ismael, hijo de Natanías, los tomó cautivos y después se marchó con la intención de pasar al territorio de los amonitas.
  5. Cuando Juan, hijo de Carea, y todos los jefes de tropas que estaban con él se enteraron de todo el mal que había cometido Ismael, hijo de Natanías, 12. reunieron a todos los hombres y fueron a luchar contra Ismael, hijo de Natanías. Lo encontraron junto al gran depósito de agua que está en Gabaón. 13. Toda la gente que estaba con Ismael, se alegró al ver a Juan, hijo de Carea, y a todos los jefes de las tropas que los acompañaban. 14. Y toda esa gente que Ismael había llevado cautiva desde Mispá dio media vuelta y se pasó a Juan, hijo de Carea. 15. En tanto que Ismael, hijo de Natanías, huyó de Juan, junto con ocho hombres, y se dirigió hacia el territorio de los amonitas.
  6. Juan, hijo de Carea, y todos los jefes de las tropas que lo acompañaban, se hicieron cargo de todo el resto de la gente de Mispá que habían rescatado de manos de Ismael; eran guerreros valientes, mujeres, niños y oficiales que él había hecho volver de Gabaón. 17. Todos ellos marcharon y se instalaron en la posada de Camán, cerca de Belén, con la intención de continuar luego su camino hacia Egipto, 18. lejos de los caldeos, porque les tenían miedo, dado que Ismael, hijo de Natanías, había asesinado a Godolías, hijo de Ajicán, a quien el rey de Babilonia había puesto al frente del país.

 

Si se empeñan en ir a Egipto… allí morirán[81]«

Jr 32,12; 42,7-22; 43,2; 2 Re 25,26

 

  1. 1. Todos los jefes de las tropas, junto con Juan, hijo de Carea; Azarías, hijo de Maasías; Jezanías, hijo de Oseas, y todo el pueblo, del más pequeño hasta el más grande, acudieron a Jeremías 2. y dijeron al profeta:

–Por favor, te suplicamos, intercede por nosotros ante el Señor, tu Dios, por todo este resto, porque, de todos los que éramos, quedamos solo unos pocos, como puedes ver. 3. Que el Señor, tu Dios, nos indique adónde debemos ir y qué debemos hacer.

  1. El profeta Jeremías les dijo:

–Está bien, voy a interceder ante el Señor, el Dios de ustedes, como me lo han pedido. Y todo lo que el Señor les responda, se lo comunicaré a ustedes, sin ocultarles nada.

  1. Ellos dijeron a Jeremías:

–Que el Señor sea testigo fiel y confiable contra nosotros si no hacemos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos. 6. Nos guste o no, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros mismos te hemos mandado consultar, porque para nosotros lo mejor será obedecer al Señor, nuestro Dios.

  1. Al cabo de diez días la palabra del Señor llegó a Jeremías. 8. Entonces él llamó a Juan, hijo de Carea, a todos los jefes de tropas que lo acompañaban y a todo el pueblo, del más pequeño al más grande, 9. y les dijo:

–Así dice el Señor, el Dios de Israel, a quien ustedes me han mandado a presentarle su petición: 10. «Si vuelven a habitar en este país, yo los construiré y no los destruiré, los plantaré y no los arrancaré, porque ya me pesa el mal que les he hecho. 11. No tengan miedo del rey de Babilonia a quien tanto temen. No le tengan miedo –oráculo del Señor –. Yo estoy con ustedes para salvarlos y librarlos de su poder. 12. Tendré compasión de ustedes, y haré que también él la tenga y les permita habitar en su tierra. 13. Pero si ustedes dicen: “No queremos quedarnos en este país” y no obedecen al Señor, su Dios, 14. diciendo: “No. Iremos a Egipto, donde no tengamos que soportar la guerra, ni oír la voz de alarma, ni carecer de alimento; allí habitaremos”. 15. Si es así, resto de Judá, escuchen entonces la palabra del Señor: Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Si se empeñan en ir a Egipto, para quedarse a vivir allí, 16. la espada que tanto temen los alcanzará en el país de Egipto; el hambre que los angustia, los perseguirá hasta Egipto, y allí mismo morirán. 17. Todos los que se empeñen en ir a Egipto para quedarse a vivir allí, morirán en ese lugar por la espada, el hambre o la peste; y no habrá ningún sobreviviente que escape de la desgracia que haré recaer sobre ellos. 18. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Así como he derramado mi ira y mi furor sobre los habitantes de Jerusalén, del mismo modo derramaré mi furia sobre ustedes cuando entren a Egipto. Se convertirán en imprecación, horror, maldición y vergüenza; y jamás volverán a ver este lugar». 19. El Señor les advierte a ustedes, resto de Judá: «No vayan a Egipto. Tengan bien sabido que hoy yo soy testigo contra ustedes».

  1. Ustedes mismos se han puesto una trampa: Cuando me enviaron a consultar al SEÑOR, su Dios, pidiéndome: «Intercede por nosotros ante el Señor, nuestro Dios. Y comunícanos todo lo que el Señor, nuestro Dios, te diga, para que lo cumplamos». 21. Yo se los comuniqué hoy, pero ustedes no quieren escuchar al Señor, su Dios, en todo lo que él me mandó decirles. 22. Pero ahora, sépanlo bien: terminarán muriendo por la espada, el hambre o la peste en ese lugar a donde quieren ir a vivir.

 

  1. 1. Cuando Jeremías terminó de pronunciar ante todo el pueblo todas las palabras del Señor, su Dios, las que el Señor, su Dios, le había mandado decirles, las palabras antes mencionadas, 2. Azarías, hijo de Maasías; Juan, hijo de Carea, y todos los demás hombres arrogantes, le dijeron a Jeremías: «Es falso lo que estás diciendo. El Señor, nuestro Dios, no te ha mandado decir: “No vayan a Egipto para vivir ahí”. 3. Es Baruc, hijo de Nerías, el que te ha puesto en contra de nosotros, para que nos entregues en poder de los caldeos y ellos nos maten o nos manden cautivos a Babilonia».
  2. Juan, hijo de Carea, todos los jefes de las tropas y todo el pueblo se negaron a escuchar al Señor que les mandaba permanecer en el país de Judá. 5. Entonces Juan, hijo de Carea, y todos los jefes de las tropas, tomaron consigo a todo el resto de Judá que había regresado de las tierras donde se habían dispersado, para asentarse de nuevo en el país de Judá, 6. los hombres valerosos, las mujeres, los niños y las princesas y cada uno de los que Nabuzardán, jefe de la escolta, había dejado junto a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. 7. Todos ellos entraron en territorio egipcio, desobedeciendo al Señor, y llegaron a Tafnes.

 

Toma unas piedras grandes y entiérralas[82]

Jr 13,1-11; 15, 2, 25,9; 27,6

 

  1. La palabra del Señor llegó a Jeremías que estaba en Tafnes: 9. «Toma unas piedras grandes y, a la vista de algunos judíos, entiérralas en la mezcla del pavimento que está a la entrada del palacio del faraón en Tafnes. 10. Y después les dirás: Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Yo haré llamar a mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia, y colocaré su trono por encima de estas piedras que tú enterraste y él extenderá su palio real sobre ellas. 11. Vendrá a castigar al país de Egipto: enviará a la muerte al destinado a la muerte; al cautiverio, al destinado al cautiverio; y a la espada, al destinado a la espada. 12. Haré que él prenda fuego a los templos de los dioses de Egipto; incendiará los templos y llevará cautivos a los dioses. Limpiará la tierra de Egipto como un pastor limpia de pulgas su manto y después se marcha tranquilo. 13. Destrozará las piedras conmemorativas de Heliópolis que está en Egipto, e incendiará los demás templos de los dioses de Egipto».

 

Ninguno de Judá volverá a invocar mi nombre en Egipto[83]

Éx 14,2; Nm 33,7; 2 Re 25,1-7; Os 2,7

 

  1. 1. Palabra que llegó a Jeremías, para todos los judíos establecidos en el país de Egipto, los que habitan en Migdol, Tafnes, Nof y en la región de Patrós.
  2. –Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Ustedes mismos han visto toda la desgracia que yo hice recaer sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Ahí están hoy, hechas una ruina, sin nadie que las habite, 3. a causa de las maldades que cometieron para provocarme, ofreciendo incienso y sirviendo a otros dioses, que no habían conocido ni ellos, ni ustedes, ni sus antepasados. 4. Yo les envié incansablemente a mis servidores los profetas para que les dijeran: «¡No cometan esas acciones horrendas que yo detesto!». 5. Pero ellos no escucharon ni prestaron oído: no se convirtieron de su maldad ni dejaron de ofrecer incienso a otros dioses. 6. Entonces yo derramé el furor de mi ira que ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, las que se convirtieron en ruina y desolación, tal como están hoy.
  3. Y ahora, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: ¿Por qué continúan provocándose semejante desgracia, haciendo que desaparezcan de en medio de Judá hombres y mujeres, niños y lactantes hasta que no les quede ni un resto? 8. Al irritarme con las hechuras de sus manos y al ofrecer incienso a dioses extraños en el país de Egipto, adonde han ido a vivir, ustedes mismos se hacen exterminar y se convierten en maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierra. 9. ¿Se han olvidado ya de las maldades de sus padres, de las de los reyes de Judá y de sus mujeres y de las maldades de ustedes mismos y de sus mujeres, cometidas en el país de Judá y en las calles de Jerusalén? 10. ¡Hasta hoy no han sentido arrepentimiento ni temor; ni se han comportado según mis leyes y mis preceptos, que yo les di a ustedes y a sus antepasados!
  4. Por eso, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Estoy decidido a hacerles el mal y a exterminar todo Judá. 12. Voy a tomar al resto de Judá que ha decidido ir a vivir al país de Egipto y haré que todos desaparezcan en ese país, caerán por la espada y serán consumidos por el hambre, del más pequeño al más grande, por la espada y por el hambre morirán, y así se convertirán en imprecación, horror, maldición y vergüenza. 13. Castigaré a los que habitan en el país de Egipto, como castigué a Jerusalén por la espada, por el hambre y por la peste. 14. Del resto de Judá, de los que habían entrado a vivir en el país de Egipto, no escapará ni un sobreviviente para regresar a la tierra de Judá, adonde ellos pensaban volver a habitar. No volverán más que unos pocos fugitivos.
  5. Todos los hombres que sabían que sus mujeres ofrecían incienso a dioses extraños, todas las mujeres presentes en la gran asamblea y toda la gente que habitaba en Tafnes, en el país de Egipto, respondieron a Jeremías:
  6. – No vamos a hacer caso al mensaje que nos has comunicado en nombre del Señor. 17. Tenemos que cumplir lo que hemos prometido: quemar incienso para la Reina de los Cielos y ofrecerle libaciones. Cuando así lo hacíamos, nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y príncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, nos saciábamos de pan, éramos felices y no sufríamos desgracias. 18. Pero, desde el momento en que dejamos de quemar incienso a la Reina de los Cielos y de ofrecerle libaciones, todo nos ha faltado y hemos muerto por la espada y por el hambre. 19. Las mujeres añadieron: Cuando nosotras quemamos incienso a la Reina de los Cielos y le derramamos libaciones, ¿acaso nosotras preparamos tortas con su imagen y le ofrecemos libaciones sin el consentimiento de nuestros maridos?
  7. Entonces Jeremías dijo a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a toda la gente que le respondió:
  8. –¿Piensan ustedes que el Señor ha olvidado y no tiene en cuenta el incienso que quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén ustedes y sus antepasados, sus reyes y sus generales, y toda la gente del país que estaba con ellos? 22. El Señor ya no puede soportar más la maldad de sus acciones y las cosas horrendas que han cometido ustedes hasta convertir su país en ruina, horror y maldición, sin nadie que lo habite, tal como está hasta el presente. 23. Porque han quemado incienso, pecando contra el Señor y no han obedecido al Señor comportándose conforme a sus leyes, sus preceptos y sus estatutos, por eso les ha sucedido esta desgracia que soportan todavía hoy.
  9. Jeremías dijo además a todo el pueblo y a todas las mujeres:

–¡Toda la gente de Judá que está en el país de Egipto, escuchen la palabra del Señor! 25. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Ustedes y sus mujeres han hablado con su propia boca, y después, con sus propias manos hicieron lo que habían dicho: «Tenemos que cumplir los votos que hemos hecho, quemar incienso a la Reina de los Cielos y ofrecerle libaciones». ¡Cumplan sin falta sus votos, lleven a cabo sus promesas! 26. Ahora bien, escuchen la palabra del Señor, toda la gente de Judá que vive en el país de Egipto: Juro por mi gran nombre –dice el Señor– que jamás ninguno de Judá volverá a invocar mi nombre en el país de Egipto, diciendo «Juro por el Señor ». 27. Estaré atento sobre ellos, pero para procurarles desgracia, no felicidad; y así todos los hombres de Judá que están en Egipto irán muriendo por la espada o por el hambre, hasta que todos se acaben. 28. Serán unos pocos los que escaparán de la espada y que volverán del país de Egipto a la tierra de Judá, de modo que todo el resto de Judá, que ha venido a vivir en el país de Egipto, reconozca cuál es la palabra que se cumple, si la mía o la de ellos. 29. Y esta será para ustedes la señal –oráculo del Señor – de que yo los voy a castigar en este lugar, y por la que reconocerán que mis amenazas contra ustedes se han de cumplir con seguridad: 30 ¡Miren! Entregaré al faraón Jofrá, rey de Egipto, en poder de sus enemigos, en manos de aquellos que buscan su muerte, así como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que era su enemigo y buscaba matarlo.

 

  1. Palabra de consuelo para Baruc, hijo de Nerías[84]

 

Me he agotado de gemir

Jr 39, 15-18

 

  1. 1. Palabra que el profeta Jeremías le transmitió a Baruc, hijo de Nerías, cuando este transcribía en un libro estas palabras al dictado de Jeremías, en el cuarto año del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá: 2. «Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: 3. Tú has dicho: “¡Ay de mí, porque el Señor ha añadido dolor a mi pena. Me he agotado de gemir y no encuentro descanso”. 4. Así debes decirle: Esto dice el Señor: Yo mismo voy a destruir lo que he edificado; yo mismo voy a arrancar lo que he plantado. Esto haré con todo el país. 5. Y tú, ¿andas buscando para ti algo extraordinario? No lo busques. Porque yo voy a traer la desgracia sobre todo ser viviente –oráculo del Señor –; tú, confórmate con que te dé tu propia vida como botín en cualquier lugar a donde vayas».

 

 

III. Oráculos contra las naciones[85]­

 

  1. 1. Palabra del Señor que llegó al profeta Jeremías sobre las naciones paganas.[86]

 

Sobre Egipto

Is 18; 66,19; Ez 27,10; 29-32; Sof 1,7; Lam 2,22

 

  1. Sobre Egipto, acerca del ejército del faraón Necao, rey de Egipto, cuando se encontraba en Carquemis, junto al río Éufrates, y fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el cuarto año del reinado de Joaquín, hijo de Josías y rey de Judá:

 

  1. ¡Preparen el escudo y la armadura para entrar en la batalla!
  2. ¡Que los de caballería ensillen sus caballos y monten!

¡Pónganse firmes! ¡Colóquense el casco, afilen las lanzas

y cúbranse con las corazas!

  1. ¿Cómo es que ahora los veo aterrorizados

y emprendiendo la retirada?

Sus guerreros, vencidos, huyen buscando refugio,

sin mirar hacia atrás.

¡Hay terror por todas partes! –oráculo del Señor –.

  1. No escapará el más veloz; no huirá el valiente,

porque tropezará y caerá allá en el norte, a orillas del río Éufrates.

  1. ¿Quién es este que crece como el Nilo, y agita las aguas como los ríos?
  2. Egipto creció como el Nilo, agitó las aguas como los ríos y dijo:

«Creceré hasta cubrir el país, arrasaré la ciudad y a sus habitantes.

  1. ¡A la carga, caballería! ¡Que los carros avancen con furor!

¡Que salgan los guerreros etíopes y libios con sus escudos!

¡Que los lidios tensen sus arcos!».

  1. Pero ese día será un día de represalia,

para que el Señor Dios todopoderoso

tome represalia de sus adversarios.

Su espada devorará hasta hartarse, y se saciará de su sangre,

porque el Señor, Dios todopoderoso celebra un sacrificio,

en el país del norte, junto al río Éufrates.

  1. ¡Sube a Galaad a buscar medicina, virgen hija de Egipto!

En vano emplearás tantos remedios

porque ya no habrá curación para ti.

  1. Las naciones oirán tus gritos, la tierra se llenará de tus alaridos.

Porque un soldado tropezará con otro y los dos caerán juntos.

 

El rey de Babilonia está llegando

Éx 7,10-12; Jos 19,10; 1 Re 12,28; 18,19; Is 30,7; Nah 3,8

 

  1. La palabra que el Señor comunicó al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, estaba llegando para atacar el país de Egipto:

 

  1. Anuncien en Egipto, proclamen en Migdol,

hagan oír en Menfis, digan en Tafnes:

¡Atención! ¡Prepárate, porque la espada viene devorando a tu alrededor!

  1. ¿Por qué ha caído el dios Apis? ¿Cómo es que el poderoso ya no está en pie?

Es porque el Señor lo derribó.

  1. Hizo que muchos tropezaran y cayeran unos sobre otros.

Entonces dijeron: «¡Levantémonos, que cada uno vuelva a su pueblo, a su tierra natal,   

lejos de esta espada que devora!».

  1. Al faraón, rey de Egipto, lo han llamado «Ruido a destiempo». [87]
  2. Juro por mi vida –oráculo del rey que se llama Señor todopoderoso–

que esto sucederá con toda seguridad,

así como es seguro que el Tabor está entre las montañas

y el Carmelo está junto al mar.

  1. Prepara tu equipaje para ir al destierro, hija que habitas en Egipto,

porque Menfis se convertirá en una desolación,

en una ciudad arrasada y sin habitantes.

  1. Egipto era una hermosa ternera, pero vino a picarla un tábano del norte.
  2. Sus mercenarios, que en medio de ella eran como terneros cebados,

también retrocedieron, huyeron todos juntos, y no resistieron

porque les llegó el día de su desgracia, el tiempo de su castigo.

  1. Ella silba y se arrastra como una serpiente

porque aquellos avanzan con fuerza

y vienen contra ella con hachas, como leñadores.

  1. Talaron su bosque, que era impenetrable –oráculo del Señor–,

porque eran incontables, más que las langostas.

  1. La hija de Egipto, entregada en manos

del pueblo del norte, quedó avergonzada.

 

  1. El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ¡Miren! Voy a castigar al dios Amón de Tebas, al faraón, a Egipto, a sus dioses y a sus reyes; al faraón y a los que confían en él. 26. Los entregaré en manos de los que buscan su vida, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de sus servidores. Pero después de esto, Egipto volverá a ser habitado como en el pasado –oráculo del Señor –.

 

Jacob, no tengas miedo

Jr 30,10-11

 

  1. Tú, Jacob, servidor mío, no tengas miedo.

No te desanimes, Israel, porque yo vengo desde lejos

para salvarte a ti, junto a tu descendencia,

del país donde los tienen cautivos.

Jacob regresará, estará sereno y tranquilo,

y no habrá quién los espante.

  1. Tú, Jacob, servidor mío, no tengas miedo –oráculo del Señor –

porque yo estoy contigo.

Yo aniquilaré a todas las naciones

entre las que te había dispersado.

Pero a ti no te aniquilaré.

Te corregiré con equidad,  

pero no te dejaré impune.

 

 

Sobre los filisteos

Is 14,28-32; Ez 25, 15-17; Jl 3,4-8; Am 1,6-8; Sof 2,4-7; Zac 9, 5-7

 

47.1. Palabra del Señor que llegó al profeta Jeremías sobre los filisteos, antes que el faraón atacara Gaza:

 

  1. Así dice el Señor: Sube el agua desde el norte

y se va convirtiendo en un torrente desbordado

que inundará el país y todo lo que hay en él,

la ciudad y a los que la habitan.

La gente gritará; gemirán todos los habitantes del país,

  1. ante el ruido del galope de sus caballos,

el estruendo de sus carros y el estrépito de sus ruedas.

Los padres abandonan a sus hijos,

porque han quedado sin fuerzas.

  1. Llega el día de acabar con todos los filisteos,

de quitarle a Tiro y Sidón todos los que pueden prestarle ayuda.

Sí, el Señor va a destruir a los filisteos,

a los sobrevivientes de Creta.

  1. Gaza está totalmente rapada.

Ascalón está sumida en silencio.

Tú, resto de los antiguos gigantes,

¿hasta cuándo seguirás hiriéndote?

  1. ¡Ay, espada del Señor!

¿Hasta dónde llegarás sin darte descanso?

¡Recógete en tu vaina, quédate quieta y tranquila!

  1. ¡Pero cómo va a darse descanso

si el Señor la ha mandado hasta Ascalón

y le ha dado cita en las costas del mar!

 

Sobre Moab

Is 15-16; 24,17-18; 25,10-12; Ez 25, 8-11; Am 2,1-3; 5,19

 

  1. 1. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, sobre Moab:

 

¡Ay de Nebo, porque ha sido devastada! [88]

Quiriatain, avergonzada, fue capturada;

la fortaleza está cubierta de vergüenza.

  1. Ha desaparecido Moab, que era digno de alabanza.

En Jesbón traman la ruina contra él:

«¡Vamos, borrémoslo de entre las naciones!».

¡Tú también, Madmén, quédate mudo,

y que la espada te persiga!

  1. Se oye un grito desde Joronain:

¡Qué gran devastación, que enorme ruina!

  1. ¡Ha sido destrozado Moab!

La gente humilde clama a gritos.

  1. Suben llorando la cuesta de Lujit,

 y por la bajada de Joronain

se escuchan gritos desgarradores.

  1. ¡Huyan! ¡Salven sus vidas!

¡Ustedes quedarán como un arbusto en el desierto!

  1. Porque pusiste tu confianza en tus fuerzas y en tus tesoros,

también tú serás capturado

y Camós irá al destierro

junto con sus sacerdotes y sus príncipes.

  1. El devastador entrará en cada ciudad y ninguna de ellas se librará.

Destruirá el valle y quedará asolada la llanura –lo ha dicho el Señor­–.

  1. ¡Que le den alas a Moab, porque tendrá que huir;

sus ciudades quedarán desoladas y nadie las habitará!

  1. ¡Maldito el que con negligencia cumple el mandato del Señor!

¡Maldito el que no permite que su espada se tiña con sangre!

  1. Moab había estado tranquilo desde su juventud,

estaba quieto como el vino que se deja en el depósito.

Nunca lo habían pasado de un recipiente a otro:

jamás había ido al exilio.

Por eso, conservó el mismo gusto

y su aroma no cambió.

 

  1. Sin embargo, llegarán días –oráculo del Señor– en que yo les mandaré a quienes los cambien de recipiente: ellos vaciarán sus toneles y romperán sus tinajas. 13. Moab se avergonzará de su dios Camós, así como el pueblo de Israel se avergonzó del ídolo de Betel, en el que había puesto su confianza.

 

  1. ¿Cómo puedes asegurar: «Somos valientes y gente preparada para la guerra»?
  2. El destructor de Moab y de sus ciudades ha venido contra él,

y lo mejor de su juventud ha caído en la matanza

–oráculo del Rey, cuyo nombre es Señor todopoderoso–.

  1. Ya está por llegar la desgracia de Moab; se apresura su ruina.
  2. ¡Lloren por él todos sus vecinos y todos los que conocen su renombre!

Digan: «¡Ay, cómo se ha quebrado ese bastón poderoso, ese cetro tan espléndido!».

  1. ¡Desciende de tu trono glorioso y siéntate en el suelo, ciudad de Dibón!

El destructor de Moab ya viene para destruir tu fortaleza.

  1. Debes salir al camino y vigilar, ciudad de Aroer.

Pregúntales al fugitivo y al sobreviviente: «¿Qué ha sucedido?».

  1. «¡Ha quedado avergonzado Moab! ¡Se ha rendido!

Giman, griten y anuncien en el Arnón: “Moab está devastado”».

 

  1. Se ha cumplido la sentencia contra el país de la meseta: Jelón, Yasá, Mefat, 22. Dibón, Nebo, Betdiblatain, 23. Quiriatain, Betgamul, Betmaón, 24. Cariot, Bosrá y todas las ciudades del país de Moab, las cercanas y las lejanas.

 

  1. Está destruido el poder de Moab, su fuerza se ha quebrado –oráculo del Señor–.

 

  1. Moab se envalentonó contra el Señor. ¡Emborráchenlo hasta que se revuelque en su vómito y él también sea objeto de burlas! 27. ¿Acaso no te habías burlado de Israel? ¿No hablabas de él con sarcasmo como si hubiera sido sorprendido entre ladrones?

 

  1. ¡Abandonen las ciudades y vayan a habitar entre las rocas, habitantes de Moab!

Sean como la paloma, que hace su nido al borde de un precipicio.

  1. Hemos oído hablar de la soberbia de Moab, de su gran orgullo,

de su altanería y de su orgullo, de la soberbia y arrogancia de su corazón.

  1. Yo conozco muy bien su insolencia –oráculo del Señor–­,

y sé que sus amenazas  no terminan en nada.

  1. Por eso, me lamento por Moab,

doy gritos de dolor por todos sus habitantes.

Gimo de pena por los habitantes de Quir Jeres.

  1. Lloraré por ti, viña de Sibmá, más de lo que lloré por Yazer.

Tus sarmientos cruzaban el mar y llegaban hasta las costas de Yazer.

Sobre tu cosecha y tu vendimia se ha precipitado un devastador.

  1. El gozo y la alegría se han apartado de las viñas y del territorio de Moab.

Hice desaparecer el vino de las cubas,

y el que pisa la uva ya no da gritos alegres,

porque el júbilo ha cesado.

  1. El grito de dolor de Jesbón llega hasta Elalé,

y hasta en Yaas se escucha su eco;

y lo mismo desde Soar hasta Joronain y Eglat Salisá,

porque hasta las aguas de Nimrín se convertirán en una desolación.

 

  1. Yo haré desaparecer de Moab –oráculo del Señor– al que ofrece sacrificios en los lugares altos y al que quema incienso a sus dioses. 36. Mi corazón gime como las flautas por Moab; mi corazón gime como las flautas por la gente de Quir Jeres, porque se ha perdido todo lo que poseían. 37. ¡Todas las cabezas están rapadas y todas las barbas afeitadas! ¡Hay incisiones en sus las manos y van vestidos con ropa de penitencia! 38. No hay más que lamentos sobre las terrazas y en las plazas de Moab, porque yo he destrozado a Moab como se hace con un cacharro que nadie quiere –oráculo del SEÑOR–­.
  2. ¡Ay, cómo se ha rendido Moab! ¡Laméntense! ¡Ay, cómo huyó avergonzado!

Moab será objeto de burla y un espanto para todos sus vecinos.

 

  1. Porque así dice el Señor:

¡Miren! Planea como un águila y despliega sus alas sobre Moab.

  1. Las ciudades han sido capturadas y las fortalezas, ocupadas.

En aquel día, el corazón de los valientes de Moab

estará como el corazón de una mujer pronta a dar a luz.

  1. Moab será destruido y dejará de ser un pueblo,

porque ha desafiado al Señor.

  1. Terror, fosa y trampa para ti que habitas en Moab –oráculo del Señor–.
  2. El que huya del grito de terror caerá en la fosa;

el que suba desde el fondo de la fosa quedará atrapado en la trampa.

Sí, yo haré que le ocurran estas cosas a Moab,

en el año de su castigo –oráculo del Señor–.

  1. Los fugitivos reposaban exhaustos a la sombra de Jesbón.

Pero brotó fuego de Jesbón, una llamarada en medio de Sijón,

que devoró las sienes de Moab, los cráneos de los revoltosos.

  1. ¡Ay de ti, Moab! ¡Han perecido los devotos de Camós!

¡A tus hijos los llevan prisioneros; tus hijas van al cautiverio!

  1. Pero al cabo de un tiempo yo cambiaré la suerte de Moab –oráculo del Señor–.

 

Hasta aquí la sentencia contra Moab.

 

Sobre los amonitas

Ez 21, 28-32; Am 1,13-15; Sof 2, 8-11

 

  1. 1. Sobre los amonitas, así dice el Señor:

¿Acaso Israel no tiene hijos o no hay ya quién lo herede?

¿Entonces, por qué el dios Malcón ha ocupado Gad

y su gente habita en sus ciudades? 

  1. Por eso, llegan días –oráculo del Señor –

en que yo haré oír un clamor de guerra

contra Rabá de los amonitas.

Ella se convertirá en una colina desolada

y sus aldeas vecinas serán incendiadas.

Entonces Israel despojará a los que lo habían despojado.

–Ha dicho el Señor –.

  1. ¡Gime, Jesbón, porque Ay ha sido devastada!

¡Lloren a gritos, ciudades vecinas de Rabá,

y pónganse ropas de penitencia!

¡Laméntense y corran entre los muros,

porque el dios Malcón marchará al destierro

junto con sus sacerdotes y sus príncipes!   

  1. ¿Por qué haces alarde de tus valles

y de tu fértil valle, ciudad rebelde?

Tú que confiabas en tus tesoros

y decías: «¿Quién se animará a atacarme?».

  1. Yo haré venir contra ti el terror desde todas partes

–oráculo del Señor Dios todopoderoso–

y cuando sobrevenga, todos se dispersarán

y no habrá quien reúna a los fugitivos.

  1. Pero después de esto,

yo cambiaré la suerte de los amonitas

–oráculo del Señor –.

 

Sobre Edom

Is 34,5-17; 63,1-6; Ez 25,1-7.12-14; Am 1,11-12; Abd 1-15; Mal 1,2-5

 

  1. Sobre Edom, así dice el Señor todopoderoso:

¿Ya no hay más sabiduría en Temán?

¿Ha desaparecido el consejo de los entendidos?

¿Se ha echado a perder su sabiduría?

  1. ¡Huyan, escapen, escóndanse, habitantes de Dedán!

Porque yo traeré la desgracia sobre Esaú,

en el momento en que decida castigarlo.

  1. Si vienen a ti vendimiadores, no dejarán racimos;

si durante la noche vienen los ladrones,

destruirán hasta saciarse.

  1. Yo mismo desnudaré a Esaú,

y pondré al descubierto sus lugares secretos

para que no tenga dónde esconderse.

Serán exterminados sus descendientes y sus parientes,

y no quedará ningún vecino que pueda decir:

  1. «Déjame a tus huérfanos, yo los criaré.

 Tus viudas pueden confiar en mí».

 

  1. Porque así dice el Señor: Mira, si los que no tenían que beber la copa del castigo debieron beberla, ¿serás tú el único que quedará impune? Tendrás que beberla igualmente, y no quedarás impune. 13. Juro por mí mismo –oráculo del Señor– que Bosrá quedará hecha un horror y una vergüenza; será una ruina y una maldición, y todas sus ciudades quedarán destruidas para siempre.

 

  1. Escuché un mensaje de parte del Señor.

Un mensajero ha sido enviado a todas las naciones:

«¡Congréguense y atáquenla!

¡Prepárense para el combate!».

  1. Mira: yo haré que seas la más insignificante de las naciones,

la más despreciable de la humanidad.

  1. Tu insolencia y la soberbia de tu corazón te han engañado.

Tú habitas en la hendidura de las rocas,

y te instalas en lo alto de las montañas.

Pero aunque pongas tu nido en lo alto, como las águilas,

desde allí te derribaré –oráculo del Señor–.

 

  1. Edom quedará hecho un horror, y todos los que pasen por ella se horrorizarán y silbarán asombrados cuando vean sus heridas. 18.Será una catástrofe como la de Sodoma, Gomorra y sus ciudades vecinas –dice el Señor–. Nadie querrá habitar allí; ningún ser humano pondrá su morada en ella.

 

  1. Como un león que sube de los bosques del Jordán hasta la pradera tranquila,

así vendré yo, de repente.

Los haré huir de ahí y los encomendaré a quien yo elija.

Porque, ¿quién es como yo? ¿Quién podrá desafiarme?

¿Quién será ese pastor que pueda enfrentarme?

20 Por eso, escuchen lo que el Señor ha planeado contra Edom,

sus decisiones contra los habitantes de Temán:

el Señor ha jurado que les arrebatará hasta las crías del rebaño,

y sus praderas serán pisoteadas.

  1. Por el estrépito de su caída, temblará la tierra,

y el griterío será tan fuerte, que su eco se oirá hasta el mar Rojo. 

¡Miren! Se elevará y planeará como un águila,

y desplegará sus alas sobre Bosrá.

En aquel día, el corazón de los valientes de Edom

será como el corazón de una mujer que está por dar a luz.   

 

Sobre Damasco

1 Re 15,18.20; 2 Re 13,24; Is 17,1-3; Am 1,3-5; Zac 9,1

 

  1. Sobre Damasco.

Jamat y Arpad han quedado confundidas,

porque han oído una mala noticia;

en su ansiedad se han agitado como el mar

que no logra encontrar sosiego.

  1. Damasco se ha desmoralizado, retrocedió y salió huyendo;

el pánico se apoderó de él y tiene angustia y dolores

como una mujer que está por dar a luz.

  1. ¡Cómo ha quedado abandonada la ciudad gloriosa y alegre!
  2. En aquel día sus jóvenes morirán en sus plazas,

y perecerán todos sus guerreros–oráculo del Señor todopoderoso–.

  1. Prenderé fuego a las murallas de Damasco

para que devore los palacios de Benadad.           

 

Sobre Cadar y los reinos de Jasor[89]

Jr 6,25; 20,10; 48,1; Gn 25,13; Is 21, 16-17; Sal 31,13; 120,5; Cant 1,5

 

  1. Sobre Cadar y los reinos de Jasor, que fueron derrotados por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Así dice el Señor:

 

¡Vamos, ataquen a Cadar, destruyan a los orientales!

  1. Capturarán sus carpas y sus rebaños,

y les arrebatarán sus toldos, todas sus pertenencias y sus camellos;

y los llamarán: «Terror por todas partes».

  1. ¡Huyan, emigren muy lejos!

¡Escóndanse, habitantes de Jasor! –oráculo del Señor–.

Porque Nabucodonosor, rey de Babilonia

ha trazado un plan contra ustedes y ha tomado una decisión.

  1. ¡Vamos, ataquen a una ciudad pacífica que vive confiada! –oráculo del Señor–.

No tiene puertas ni cerrojos, y viven completamente aislados.

  1. Sus camellos serán la presa, y sus numerosos ganados, el botín.

Yo esparciré a los cuatro vientos a la gente de sienes rapadas,

desde todas sus fronteras les haré llegar desgracias

–­oráculo del Señor –.

  1. Jasor será una guarida de chacales, una eterna desolación:

nadie querrá vivir allí,

ningún ser humano pondrá su habitación en ella.  

 

Sobre Elam[90]

Jr 46,26; Is 22,6; 41,2

 

  1. Palabra del Señor que llegó al profeta Jeremías sobre Elam, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá. 35. Así dice el Señor todopoderoso:

 

¡Miren! Yo romperé el arco de Elam,

en el que reside su fuerza,

  1. Desencadenaré sobre Elam los cuatro vientos

y lo dispersaré en todas esas direcciones.

No habrá nación alguna a la que no vayan los fugitivos de Elam.

  1. Yo haré desfallecer a Elam ante sus enemigos

y ante los que buscan su muerte.

Traeré contra ellos una desgracia: mi ira ardiente –oráculo del Señor–;

y enviaré la espada para que los persiga hasta exterminarlos.

  1. Yo pondré mi trono en Elam y haré desaparecer de allí

al rey y a los príncipes –oráculo del Señor–.

  1. Pero después de esto,

yo cambiaré la suerte de Elam –oráculo del Señor–.

 

 

Sobre Babilonia y el país de los caldeos[91]

Is 13; 14; 47; 48,20; Ez 34,5-6; Zac 10,2; Mc 6,34; Ap 18

 

50.1. Palabra que el Señor comunicó por medio del profeta Jeremías sobre Babilonia y el país de los caldeos.

 

  1. Anuncien entre las naciones, háganlo oír.

Enarbolen una bandera, proclámenlo.

No lo oculten, digan:

«¡Babilonia ha sido tomada!

El dios Bel ha quedado avergonzado.

El dios Marduc ha sido vencido.

Sus imágenes han sido humilladas.

Sus ídolos han sido vencidos».

3 Porque una nación que viene desde el norte la atacó

y dejó su país hecho un horror.

Nadie habitará en ella;

tanto hombres como animales habrán emigrado.

  1. En aquellos días y en ese momento –oráculo del SEÑOR–,

vendrá la gente de Israel junto con la gente de Judá;

caminarán llorando y buscarán al SEÑOR, su Dios.

  1. Preguntarán: «¿Cuál es el camino a Sion?»,

hacia allá se dirigirán diciendo:

«¡Vengan, únanse al Señor,

con una alianza eterna que nunca será olvidada!».

6 Mi pueblo era un rebaño disperso,

sus pastores lo habían extraviado por las montañas;        

anduvieron vagando por las colinas

y se olvidaron de sus pastizales.

  1. Todos los que los encontraban los devoraban;

sus enemigos decían: «No somos culpables,

porque ellos pecaron contra el Señor, su pastizal seguro,

la esperanza de sus padres».

 

8 ¡Huyan de Babilonia!

¡Salgan del país de los caldeos!  

Sean como los chivos que van delante de sus rebaños.

  1. Porque yo mismo voy a incitar

a una asamblea de naciones grandes

venidas del país del norte,

para que ataquen a Babilonia.

Desde allá dirigirán sus escuadrones

contra ella y la conquistarán.

Sus flechas son como las de un diestro guerrero,

que no vuelve sin haber cumplido su cometido.

  1. Caldea se convertirá en un botín,

todos sus saqueadores quedaran satisfechos ­–oráculo del Señor –.

 

¡Formen filas contra Babilonia!

Gn 19,24-25, 2 Re 17,3-6; 24,1-25,21; Is 13,20-22; 48,20; Nah 1-3; Sal 28,4; 137,8; Eclo 43,13-14; Ap 17,2-4

 

  1. ¡Te alegrabas y gozabas despojando a mi propiedad,

retozabas como novillo en la pradera

y dabas relinchos como los potros!

  1. ¡Qué abochornada ha quedado su madre!

¡Qué avergonzada la que los engendró!

Miren: es la última de las naciones,

un desierto, un sequedal, un páramo.

  1. Por el enojo del Señor, no será habitada

y quedará hecha un horror,

todos los que pasen cerca de Babilonia

se horrorizarán y darán silbidos de asombre 

cuando vean todas sus heridas. 

  1. ¡Formen filas contra Babilonia!

¡Que todos los arqueros se dispongan a su alrededor!

¡Disparen contra ella sin piedad!

Porque ha pecado contra el Señor.

  1. ¡Lancen a su alrededor gritos de triunfo!

¡Ya se rindió! ¡Cayeron sus bastiones y cedieron sus murallas!

¡Es la retribución del Señor!

¡Retribúyanle haciéndole lo que ella hizo a los demás.

  1. Hagan desaparecer de Babilonia al sembrador

y al que empuña la hoz en tiempos de cosecha.

Ante la violencia de la guerra,

que cada uno vuelva a su pueblo,

que cada uno huya a su propio país.  

 

  1. Israel era una oveja perdida,

los leones habían dispersado el rebaño.

 

Al comienzo lo devoró el rey de Asiria, y al final le quebró los huesos Nabucodonosor, rey de Babilonia. 18. Por eso, así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Yo castigaré al rey de Babilonia y a su país, así como hice con el rey de Asiria.

 

  1. Haré volver a Israel a su pradera,

pastará en el Carmelo y en Basán,

y se saciará en las montañas de Efraín y Galaad.

  1. En aquellos días y en ese momento –oráculo del Señor –

se buscará la culpa de Israel, pero no habrá ninguna;

y también los pecados de Judá, pero no se encontrarán;

porque perdonaré al resto que yo haya dejado.

  1. ¡Ataca al país de Meratain y a los habitantes de Pecod!

Destrúyelo y extermina a sus descendientes –oráculo del Señor –.

Procede tal como te he ordenado.

  1. Clamor de guerra en el país: ¡Qué enorme desgracia!
  2. ¡Cómo ha sido destrozado y triturado el martillo de toda la tierra!

¡Babilonia ha quedado convertida en un objeto de horror entre las naciones!

  1. Yo te había puesto una trampa, Babilonia,

y sin darte cuenta quedaste atrapada.

Fuiste sorprendida y te tomaron prisionera

porque habías provocado al Señor.

  1. El Señor abrió su arsenal y sacó las armas de su indignación.

Esto fue obra del Señor, Dios todopoderoso, en el país de los caldeos.

  1. Vengan a ella desde los confines de la tierra.

Abran sus graneros, hagan montones como gavillas

y exterminen todo, que no quede ni un resto.

  1. Pasen a cuchillo todos sus toros,

derríbenlos para degollarlos.

¡Ay de ellos, porque les ha llegado el día, el tiempo de su castigo!

  1. Se oye la voz de los fugitivos y escapados de Babilonia:

ellos anuncian en Sion la revancha del Señor, nuestro Dios,

la venganza por su Templo destruido.

  1. Convoquen arqueros contra Babilonia.

Todos los que empuñan el arco acampen en torno a ella.

Que nadie escape. ¡Denle su merecido!

¡Háganle lo mismo que ella hizo a los demás!

Porque ha sido arrogante con el Señor, el Santo de Israel.

En aquel día –oráculo del Señor –

sus jóvenes morirán en sus plazas,

y todos sus guerreros perecerán.

31 Mira, insolente, yo vengo a enfrentarte

–oráculo del Señor Dios todopoderoso–,

porque te ha llegado el día, el tiempo de tu castigo.

32 La insolente tropezará y caerá,

y no habrá quién la levante.

Yo prenderé fuego a su ciudad,

para que devore todo a su alrededor.

33 Así dice el Señor todopoderoso:

La gente de Israel está oprimida,

junto con la gente de Judá.

Son retenidos por aquellos que los llevaron cautivos,

y estos no permiten que se vayan.

  1. Pero su fuerte redentor,

cuyo nombre es «el Señor todopoderoso»,

defenderá su causa para hacer temblar el país

y estremecer a los habitantes de Babilonia.

 

  1. Una espada viene contra los caldeos –oráculo del Señor –

contra los habitantes de Babilonia,

contra sus príncipes y sus sabios;

  1. espada contra sus adivinos para que se atonten;

espada contra sus guerreros para que desfallezcan;

  1. espada contra sus caballos y contra sus carros,

y contra todos los mercenarios extranjeros que hay en medio de ella,

para que se vuelvan tímidos como las mujeres;

espada contra sus tesoros para que sean saqueados;

  1. espada contra sus reservas de agua para que se sequen.

Porque es un país de ídolos, que se gloría de ellos.

  1. Por eso la hiena y el chacal vendrán a morar en ella,

y allí también vivirán las crías del avestruz.

Nunca jamás volverá a ser habitada;                         

por generaciones y generaciones quedará despoblada.

  1. Será una catástrofe como la de Sodoma, Gomorra

y sus ciudades vecinas –oráculo del Señor–;

nadie querrá vivir allí,

ningún ser humano pondrá su habitación en ella.

  1. Miren, ya está por venir un pueblo del norte, una nación grande.

Se despertarán numerosos reyes de los confines de la tierra

  1. y empuñarán el arco y la lanza.

Son crueles y no tienen compasión.

Sus gritos son como el bramido del mar,

y montan sobre caballos.

Vienen ordenados como un solo hombre

para luchar contra ti, Babilonia.

43 El rey de Babilonia oyó la noticia y se desmoralizó:

le vinieron angustias y dolores como los de la mujer

 cuando está por dar a luz.

  1. Como un león que sube de los bosques del Jordán

hasta la pradera tranquila,

así vendré yo, de repente, los haré huir a ellos de ahí

y se la encomendaré a quien yo elija.

Porque, ¿quién es como yo? ¿Quién podrá desafiarme?

¿Quién será ese pastor que pueda enfrentarme?

  1. Por eso, escuchen lo que el Señor

ha planeado contra Babilonia,

sus decisiones contra el país de los caldeos:

el Señor ha jurado que les arrebatarán hasta las crías del rebaño,

y les pisotearán sus praderas.

  1. Por el estrépito de la caída de Babilonia temblará la tierra,

y el griterío será tan fuerte,

que su eco se oirá entre las naciones.

 

  1. 1. Así dice el Señor:

Yo haré que sople un viento devastador

sobre Babilonia y los habitantes de Leb-Camay.

  1. Enviaré a Babilonia obreros que la arrojarán al viento

hasta que su territorio quede desierto.

En el día de su desgracia

la rodearán por todas partes.

  1. Que el arquero no tense su arco

ni el que sube con coraza se cubra con su escudo.

¡No tengan piedad de sus jóvenes!

¡Exterminen todo su ejército!

  1. Que caigan heridos en el país de los caldeos,

que sean traspasados por la espada en sus plazas.

  1. Porque Israel no quedará viuda

ni Judá será privada de su Dios, el Señor todopoderoso.

En cambio, la tierra de los caldeos está llena

de ofensas contra el Santo de Israel.

  1. ¡Huyan de Babilonia!

Que cada uno salve su vida y no perezca por culpa de ella.

Porque es el momento de la venganza del Señor,

para que Babilonia reciba el castigo que le corresponde.

  1. En la mano del Señor, Babilonia era una copa de oro

que emborrachaba a todo el mundo;

de su vino habían bebido las naciones,

y por eso enloquecían.

  1. De pronto, Babilonia cayó y se hizo pedazos.

¡Laméntense por ella! ¡Traigan bálsamo para sus llagas!

Quizás pueda curarse.

  1. Hemos aplicado remedios a Babilonia, pero ella no ha sanado.

¡Abandonémosla! ¡Que cada uno regrese a su propio país!

Porque su sentencia ya ha tocado el cielo,

se ha elevado hasta las nubes.

  1. El Señor ha puesto de manifiesto nuestra salvación.

¡Vengan, proclamemos en Sion las obras del Señor, nuestro Dios!

  1. ¡Afilen las flechas y llenen con ella sus estuches!

El Señor ha incitado a los reyes de Media;

porque tiene un plan para destruir a Babilonia.

¡Es la revancha del Señor, la venganza por su Templo destruido! 

  1. ¡Enarbolen un estandarte frente a las murallas de Babilonia!

¡Refuercen la guardia! ¡Coloquen centinelas!

¡Preparen las emboscadas!

Porque así lo tenía pensado el Señor

y ha hecho contra los habitantes de Babilonia tal como había dicho.

  1. ¡Tú, que habitas junto a las aguas abundantes y tienes cantidad de tesoros,

ha llegado tu fin, el final de tu enriquecimiento!

  1. El Señor todopoderoso lo ha jurado por sí mismo:

 Te llenaré de hombres tan numerosos como langostas,

que lanzarán gritos de guerra contra ti.

  1. Él hizo la tierra con su poder,

cimentó el orbe con su sabiduría,

y extendió los cielos con su inteligencia.

  1. Cuando él hace oír su voz,

se produce un fragor de aguas en el cielo.

Entonces hace subir las nubes

desde los confines de la tierra,

convierte los relámpagos en lluvia

y saca los vientos de sus depósitos. 

  1. ¡El ser humano es un necio!

¡Carece de entendimiento!

El orfebre queda decepcionado por el ídolo,

porque lo que ha fundido es un engaño que no tiene vida.

  1. Los ídolos son vanidad, cosas ridículas,

y perecerán en el momento del castigo.

  1. No sucede así con la herencia de Jacob.

El Señor ha formado todas las cosas,

su nombre es «el Señor todopoderoso»,

e Israel es la porción de su herencia. 

  1. Tú eras mi maza, mi arma de guerra.

Contigo aplastaré naciones, contigo destruiré reyes.                   

  1. Contigo aplastaré caballo y jinete,

contigo aplastaré carro y cochero.            

  1. Contigo aplastaré hombre y mujer,

contigo aplastaré anciano y muchacho,     

contigo aplastaré joven y doncella.           

  1. Contigo aplastaré pastor y rebaño,

contigo aplastaré labrador y yunta de bueyes  

contigo aplastaré gobernadores y prefectos. 

  1. Y en presencia de ustedes haré que Babilonia

y los habitantes de Caldea paguen

por todo el mal que hicieron en Sion –oráculo del Señor–.

  1. ¡Mira! Yo me enfrento contigo,

montaña destructora que destruías toda la tierra –oráculo del Señor–.

Extenderé mi mano contra ti, te derribaré de las rocas

y te convertiré en una montaña quemada.

  1. Ya no se podrá sacar de ti

una piedra para lo más alto del edificio,

ni una piedra para los cimientos,

porque serás una ruina eterna –oráculo del Señor–.

 

  1. ¡Enarbolen un estandarte en el país!

  ¡Toquen la trompeta entre las naciones!

Preparen a las naciones para que hagan la guerra contra ella!

Convoquen contra ella los reinos de Ararat, Mení y Asquenaz.

Designen un general que dirija la guerra contra ella,

y que la ataque una caballería

tan numerosa como una plaga de langostas.

  1. Preparen las naciones para que hagan la guerra contra ella:

los reinos de Media, sus gobernadores y prefectos,

y todos los países que están bajo su dominio.

  1. La tierra tembló y se retorció,

cuando el Señor cumplió su proyecto contra Babilonia,

convirtiendo su país en una ruina deshabitada.

  1. Porque los valientes de Babilonia abandonaron la lucha

y se refugiaron en las fortalezas;

han perdido sus fuerzas y son como mujeres;

sus casas fueron incendiadas

y sus cerrojos han sido quebrados.

  1. Un mensajero corre hacia donde está otro mensajero,

 y este corre al encuentro de otro

que lleve la noticia al rey de Babilonia:

que la ciudad ha sido finalmente capturada,

  1. que los pasos del río fueron ocupados,

que los cañaverales han sido incendiados,

y que los guerreros se han dado por vencidos.

  1. Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel:

Babilonia es como el lugar donde las mieses

son golpeadas y pisoteadas para trillarlas:

esperen un poco y le llegará el tiempo de la siega.

  1. Nabucodonosor, el rey de Babilonia, me devoró, me consumió,

me dejó como un recipiente vacío;

me tragó como un dragón y llenó su vientre con lo mejor que yo tenía.

  1. Dice la población de Sion:

 «¡Que caiga sobre Babilonia la violencia

que me han hecho a mí y a mis parientes!».

Dice Jerusalén: «¡Que mi sangre se derrame sobre los habitantes de Caldea!».

  1. Por eso, así dice el Señor:

 ¡Mira, yo voy a defender tu causa y me encargaré de ejecutar tu venganza!

Yo secaré su mar y agotaré sus fuentes.

  1. Babilonia quedará convertida en un montón de piedras,

guarida de chacales, horror y espanto, sin que nadie la habite.

  1. Rugirán todos juntos como cachorros de león,

gruñirán como crías de leonas.

  1. Cuando estén a punto, les serviré su bebida.

Haré que se emborrachen, para que se alegren

y se duerman para siempre y no se vuelvan a despertar ­–oráculo del Señor –.

  1. Los conduciré como corderos,

como carneros o chivos que van al matadero.

  1. ¡Ay, cómo fue capturada Sesac!

¡Cómo fue tomada la que era el orgullo de todo el país!

¡Cómo se convirtió Babilonia en un horror entre las naciones!

  1. El mar subió sobre Babilonia y quedó sumergida bajo sus olas imponentes.
  2. Sus ciudades se convirtieron en un horror, tierra reseca y desierta,

una tierra en la que nadie habita ni siquiera un ser humano la atraviesa.

  1. Yo castigaré al dios Bel en Babilonia,

arrancaré su bocado de sus fauces,

y ya ninguna nación peregrinará hasta él,

porque aun la muralla de Babilonia se habrá desplomado.

 

45 Salgan de en medio de ella, miembros de mi pueblo,

para que todos salven su vida frente a la ira ardiente del Señor,

  1. y no se acobarden sus corazones ni tengan temor

por los rumores que circulan por el país.

Porque si un año corre un rumor,

al año siguiente habrá otro rumor:

que si hay violencia en el país,

y que si un tirano que ha vencido a otro tirano.

  1. Por eso, llegan días –oráculo del Señor–

en el que castigaré a los ídolos de Babilonia.

Entonces todo su país pasará vergüenza

y todos sus habitantes caerán heridos en medio de ella.

  1. Cielo y tierra, y cuanto hay en ellos, cantarán contra Babilonia,

porque han llegado a ella los depredadores venidos del norte ­–oráculo del Señor –.

  1. Como Babilonia hizo caer a los heridos de Israel,

así le caerán a Babilonia heridos de todo el país.

  1. ¡Vayan, sobrevivientes de la guerra, no se detengan!

Cuando estén allá, lejos, recuerden al Señor, piensen en Jerusalén.

  1. Estamos avergonzados por los insultos que hemos escuchado;

el oprobio nos ha cubierto el rostro:

porque extranjeros han atacado los lugares santos del templo del Señor.

  1. Por eso, llegarán días –oráculo del Señor –

en que yo castigaré a sus ídolos

y en todo su país se oirán los gemidos de las víctimas.

  1. Aunque Babilonia quiera elevarse hasta el cielo

y hacer inaccesible la altura de su muralla,

vendrán contra ella depredadores enviados por mí –oráculo del Señor –.

54 ¡Se oye un grito que viene desde Babilonia!                    

¡Un enorme desastre en el país de los caldeos!

  1. Es el Señor que está devastando a Babilonia

y poniendo fin al gran ruido que ella producía.

Sus olas rugían como aguas caudalosas,

y resonaba el estruendo de sus voces,

  1. pero vino contra ella un destructor,

sus guerreros fueron capturados y sus arcos se quebraron.

Porque el Señor es un Dios que retribuye,

y ciertamente les dará su merecido.

 

  1. Yo embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus gobernantes, sus magistrados y sus guerreros, que se dormirán en un sueño eterno, y nunca más se volverán a despertar –oráculo del rey que se llama Señor todopoderoso–.

 

  1. Así dice el Señor todopoderoso:

Las anchas murallas de Babilonia serán completamente demolidas,

y las altas puertas serán quemadas.

Los pueblos se cansaron en vano

y el esfuerzo de las naciones terminó en el fuego.

 

Cuando termines de leer este libro [92]

 

  1. Palabra que el profeta Jeremías confió a Serayas, hijo de Nerías y nieto de Majsaías, cuando partió para Babilonia con Sedecías, rey de Judá, en el cuarto año de su reinado. Serayas era el jefe de intendencia. 60. Jeremías había escrito en un libro todo el mal que iba a sobrevenir a Babilonia, todos los oráculos escritos contra Babilonia. 61. Jeremías dijo a Serayas: «Cuando llegues a Babilonia, leerás en voz alta todas estas cosas 62. y dirás: “Señor, tú dijiste que este lugar sería destruido para que ya nadie lo habite, ningún ser humano, ni animales, sino que se convierta en una eterna desolación”. 63. Cuando termines de leer este libro, lo atarás a una piedra y lo arrojarás en medio del Éufrates, 64. diciendo: “Así se hundirá Babilonia y no se volverá a levantar de la desgracia que traeré sobre ella”».

Hasta aquí, las palabras de Jeremías.

 

IV: APÉNDICE[93]­

 

La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del rey Sedecías

=2 Re 24,18-25,21.27-30; 2 Cr 36,11-21

Jr 39,1-10; 1 Re 7,15-47; 9,8; Ez 12,8-13-16; 17,19-21; 24,2, 33,21

 

  1. 1. Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital, era hija de Jeremías, natural de Libná. 2. Hizo el mal a los ojos del Señor, tal como lo había hecho Joaquín. 3. Eso no hizo más que aumentar la ira del Señor contra Jerusalén y Judá, hasta que los arrojó de su presencia.

Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. 4. El día diez del mes décimo, del noveno año de su reinado, llegó Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército hasta las cercanías de Jerusalén. Acamparon alrededor y construyeron un cerco de asedio en torno a ella. 5. La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del rey Sedecías. 6. En el cuarto mes, el día noveno, el hambre arreció en la ciudad y la población no tenía nada para comer. 7. Entonces fue abierta una brecha en la ciudad y todos los soldados emprendieron la huida. Salieron de la ciudad durante la noche, atravesando el jardín del palacio por la puerta que está entre las dos murallas, y se dirigieron hacia la Arabá, mientras los caldeos tenían rodeada la ciudad.

  1. Las tropas de los caldeos los persiguieron y alcanzaron a Sedecías en las estepas de Jericó; allí, toda su tropa lo abandonó y se dispersó. 9. Tomaron prisionero al rey y lo llevaron hasta Ribla, en la región de Jamat, ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, que pronunció sentencia contra él. 10. Allí, en Ribla, el rey de Babilonia mandó degollar a los hijos de Sedecías ante su mirada y también degolló a todos los generales de Judá. 11. A Sedecías, el rey de Babilonia le sacó los ojos, lo ató con cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. Allí lo puso en la prisión hasta el día de su muerte.
  2. El día diez del mes quinto –era el año decimonoveno de Nabucodonosor, rey de Babilonia– vino a Jerusalén Nabuzardán, jefe de la guardia real, que pertenecía al servicio personal del rey de Babilonia, 13. e incendió el Templo, el palacio y todas las casas de Jerusalén. A la casa de cada uno de los notables les prendió fuego. 14. Las tropas de los caldeos que acompañaban al jefe de la escolta real, derribaron todas las murallas que rodean Jerusalén. 15. Nabuzardán, jefe de la escolta real, se llevó cautivos a Babilonia al resto de la población que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían rendido ante el rey de Babilonia y a la gente restante. 16. Sin embargo, Nabuzardán, el jefe de la guardia, dejó a los más pobres del país, para que cultivaran las viñas y los campos.
  3. Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce, los pedestales y la pila de bronce que estaban en el templo del Señor, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. 18. Se apoderaron también de las ollas, las palas, los cuchillos, los recipientes para la aspersión, las copas y todos los utensilios de bronce que servían en el culto. 19. El jefe de la guardia tomó también todo lo que era de oro y de plata: vasijas, incensarios, recipientes, cuencos, candelabros, cucharas y vasos. 20. Era imposible calcular el peso de bronce de las dos columnas, la pila y los doce bueyes de bronce que estaban debajo de ella, y las bases que Salomón había hecho fabricar para el templo del Señor. 21. Cada columna tenía nueve metros de altura, seis de circunferencia y ocho centímetros de espesor; por dentro estaban huecas. 22. El capitel que tenían encima también era de bronce y tenía una altura de dos metros y medio de alto. Alrededor del capitel había una moldura en forma de red y de granadas, todo de bronce. La segunda columna, con sus granadas, era igual a la primera. 23. Las granadas que pendían en relieve eran noventa y seis, y en total las granadas que rodeaban la red eran cien. 24. El jefe de la escolta tomó preso a Serayas, sumo sacerdote, a Sofonías, su sustituto, y a los tres guardianes del ingreso. 25. De la ciudad apresó al eunuco que estaba encargado de los soldados, a siete de los consejeros del rey que se encontraban en la ciudad, al secretario del general del ejército, quien reclutaba la tropa del país, y a sesenta propietarios de tierras que se encontraban en la ciudad. 26. Nabuzardán, jefe de la escolta, los arrestó y los condujo a Ribla, ante el rey de Babilonia. 27. El rey de Babilonia los ejecutó. Los mataron en Ribla, en la región de Jamat. Así fue como Judá terminó deportado de su tierra.
  4. Esta es la gente que deportó Nabucodonosor: el séptimo año de su reinado, tres mil veintitrés personas procedentes de Judea; 29. el décimo octavo año de Nabucodonosor, ochocientas treinta y dos personas de Jerusalén; 30. y el vigésimo tercer año de Nabucodonosor, Nabuzardán, jefe de la escolta, deportó a setecientas cuarenta y cinco personas procedentes de Judea. El total de estas personas es de cuatro mil seiscientas.
  5. En el año treinta y siete del exilio de Jeconías, rey de Judá, en el mes doce, en el día veintisiete, Evil Merodac, rey de Babilonia, en el año de su ascensión al trono, perdonó a Jeconías, rey de Judá y lo liberó de la prisión. 32 Le dio un trato preferencial y le asignó un sitio más elevado que a los demás reyes que estaban con él en Babilonia. 33 Cambió sus vestidos de prisionero y lo admitió a la mesa real en su presencia todos los días de su vida. 34 Y mientras vivió, se le pagaba el sustento de parte del rey de Babilonia.

[1] ­ cc. 1-25. Este conjunto constituyó probablemente una primera edición del “libro” (cf. 25,13), elaborada por personas vinculadas a la tradición deuteronomista. Es una recopilación de las “palabras de Jeremías” (1,1), que le llegaron de parte del Señor, desde el 627 a. C. (“año décimo tercero de reinado de Josías”, 1,1; 25,3) y hasta el 605 a. C.; con la indicación de Jr 25,1 y la anota de Jr 36 sobre su proclamación pública en “el año cuarto de Joaquim”. Esta parte incluye oráculos contra Israel y pocas narraciones en primera persona, que están en función de la descripción de acciones simbólicas (13,1-14; 18,1-17). La introducción inicial (1,1-2) y las formulaciones iniciales (“Palabra que le llegó a Jeremías de parte del Señor” 7,1; 11,1; 21,1; 25,1) permiten identificar en esta parte cinco secciones: 1,1-6,30 (oráculos que se remontan a los tiempos de Josías); 7,1-10,25 y 11,1-20,18 (bajo el reinado de Joaquín); 21,1-24,10 (oráculos contra reyes y profetas), y un discurso conclusivo: 25,1-38.

[2]  ♦ 1,1-6,30. El ministerio de Jeremías es ubicado en la historia de Judá (1,1-3); su vocación (1,4-10), revela el carácter dramático de la situación (1,11-14) y las razones del castigo que sobreviene (1,15-19). Se adelantan los temas que se desarrollarán en el libro: “arrancar y derribar”, “destruir y arrasar”, “edificar y plantar” (1,10); serán las características principales de su misión y marcarán momentos importantes de su experiencia profética (18,7; 31,28; 24,6; 31,40; 42,10; 45,4). A partir de 2,1-6,30, probablemente el núcleo más antiguo del libro, se registran oráculos de los primeros tiempos dirigidos a los habitantes del Israel del Norte (2,1-4,2), junto a otros muy posteriores, que evidencian cercana la amenaza babilónica (4,3-6,30). Solo tiempo después y en virtud de la verificación de los desastres anunciados pudieron reconocerse estas “palabras de Jeremías” (1,1) como “palabra del Señor” (1,2).

[3] 1,1-3. Con esta referencia al profeta y al período de su actividad, un editor ha “sincronizado” el libro con la cronología de la historia deuteronomista (cf. 2Re 22-25), con el título de “Palabras de Jeremías…” (1,1). Pero como las vicisitudes del profeta ocupan un lugar central en el libro se podría justificar intercambiar con “Los hechos de (la vida de) Jeremías” o “La historia de Jeremías” (1,1).

[4] 1,4-10. El relato de la propia vocación legitima la misión del profeta ante sus destinatarios. Algo tan necesario porque los contenidos de su predicación van en contra de los esquemas de la religiosidad de su tiempo (Jr 7; 12) y ponen en cuestión símbolos y convicciones que dan seguridad a su mundo cultural. En la conciencia de su vocación y consagración de profeta está presente también la identidad especial del pueblo de Israel llamado y consagrado.

[5] 1,11-14. La estrecha relación del profeta con el Señor, le hace ver las cosas tal como las ve Dios (cf. 23,18). Las dos visiones iniciales, unidas a la de la vocación, anticipan los contenidos que van a caracterizar la predicación del profeta y el desenlace de la historia de su pueblo. Jeremías no describe aquí visiones extraordinarias ni experiencias extáticas, sino elementos naturales y cotidianos que, de pronto y gracias a su inspiración y diálogo con Dios, se convierten en ocasión de comprender el sentido de los acontecimientos dentro de la historia que le toca vivir (cf. 18,3-10).

[6] 1,15-19. Como un soberano traicionado por su vasallo, el Señor entabla un juicio -por eso, los sitiales, las puertas de la ciudad, las sentencias- contra su pueblo, que no ha observado los compromisos contraídos en el pacto. Las naciones serán a veces testigos, otras oficiales de justicia, que ejecutarán la sentencia que Él ha emitido contra su aliado traidor. Solo Jeremías se mantendrá incólume en medio de este proceso. Él representa un modelo sus destinatarios, invitados a acoger la salvación que el Señor les ofrece.

[7] 2,1-8. La denuncia del pecado constituye una de los principales temas de la predicación profética. Ante tantos dones que el Señor ha concedido a su pueblo, este no ha respondido más que con ingratitud y traición, como una esposa adúltera (vv. 1-3). El profeta expone la defensa de Dios ante una situación desgraciada de Israel que no se debe atribuir a una falta de poder o de preocupación por parte de Dios, sino a la infidelidad de su pueblo a la alianza pactada con Él. Ese es el motivo del juicio que se inicia contra Israel. El Señor se acuerda de los orígenes de esta relación de amor, en los tiempos del “desierto” (vv. 2.6), a la que Israel no ha querido ser fiel.

[8] 2,9-22. Como hacían los soberanos del Oriente Medio con los reyes vasallos que se rebelaban contra ellos, así el Señor inicia una “querella” contra el pueblo, que tenía pactada una alianza con Él. Comienza convocando testigos (v.12) que corroboren lo inaudito de su comportamiento traidor e insensato (vv.10-11), nunca visto en oriente (Quedar) ni en occidente (Creta). Enumera los beneficios otorgados y echa en cara la traición (v.13).

[9] 2,23-37. La denuncia y el reclamo continúa citando el descargo del acusado (vv. 23-25), para rebatir uno por uno sus argumentos (vv. 26-37). Ninguna de las formas de castigo empleada por el Señor como escarmiento para su pueblo ha obtenido los resultados esperados de una conversión (Am 4,6-11). La imagen esponsal (v. 32) da pie a esta ampliación. Según convenía en cada momento, el reino de Judá había buscado seguridad pactando con las potencias que dominaban la región (Asiria, Egipto). Eso suponía también reconocer el poder de sus respectivas divinidades y someterse a ellas. Por eso, en línea con la tradición profética anterior (Os 2), estas alianzas políticas son presentadas como “amoríos” con los que Israel había traicionado el amor del Señor, su único y legítimo esposo (Dt 6,4). Estas ideas se hicieron ampliamente conocidas y facilitaron la elaboración de la teología deuteronomista que entiende la relación de Israel con el Señor con las características jurídicas propias del “pacto de vasallaje”, vigente en el derecho internacional de su tiempo. De esta manera se busca sacar la fe del plano de la religiosidad natural para ubicarla en el marco de las opciones personales y libres. El oráculo precede a la batalla de Carquemis (605 a.C.), en la que los caldeos vencen a Egipto, último aliado de Asiria, y se aseguran la hegemonía en el Oriente Medio.

[10] 3,1-5. A pesar de la dureza de las acusaciones, con la denuncia de los pecados y la convocatoria a juicio, el Señor no busca sino la conversión de Israel. Como una esposa adúltera debería ser repudiada y castigada; sin embargo, el Señor está dispuesto a hacer caso omiso de esa ley (Dt 24,1-4), para acoger nuevamente a su pueblo pecador, si de verdad este da muestras de sincera conversión. Con vivas imágenes y con tonos apasionados, el Señor intenta hacer entrar en razón a los suyos, antes que sea demasiado tarde.

[11] 3,6-13. El pecado de Israel no es mayor que el de Judá (v. 11), que está buscando purificarse y renovar su alianza matrimonial con el Señor, en los tiempos de la reforma de Josías. Siempre hay una esperanza de salvación para los que son capaces de aprender las lecciones de la historia (vv. 7-8) y captar el sentido del momento presente, con sus dificultades y sufrimientos, descubriendo la invitación y la oportunidad ocultas en los acontecimientos (cf. Lc 13,1-5).

[12] 3,14-20. Las alusiones a las tradiciones septentrionales, que tienen en el Arca (v. 16) su símbolo religioso más importante sugieren que los destinatarios de este oráculo son los habitantes de Israel del norte, en el marco esperanzador de los tiempos de Josías. Su lugar lo ocupa ahora la misma ciudad de Jerusalén, una ciudad regida por reyes (“pastores”, cf.  23,4) que reflejan el ideal del reinado de Dios (v. 15) y llega a ser incluso el polo de atracción de todas las naciones para que allí aprenden a conducirse por la enseñanza divina (v. 17). La promesa se relee desde la situación posterior del exilio (v. 18); sin embargo, aún el amor traicionado del Señor proyecta la esperanza de volver a reunir a Israel en la unidad (vv. 19-20).

[13] 3,21-25. Aparece un signo de esperanza: una auténtica oración penitencial surge como respuesta a las insistentes invitaciones a la conversión. Israel reconoce sus faltas, tal como se le había reclamado (v.13) y esperar solo de Dios la salvación (v.23). Esta oración, insertada en esta ocasión pasó a integrar la liturgia penitencial a partir de la destrucción de Jerusalén y la ocupación babilónica. 

[14] 4,1-4. El signo de ser pueblo elegido es la circuncisión (Gen 17,10). Pero no basta la señal externa para escapar al juicio (v.4); es necesario “circuncidar el corazón” por la rectitud, la justicia y el rechazo a la idolatría; esa conducta hace visible y sincera la fidelidad a la alianza, y la confianza en  la bendición del Señor se hace fecunda (vv. 2-3).

[15] 4,5-21. En la alternancia de acusaciones e invitaciones a la conversión (v. 14), el profeta es como un centinela apostado sobre las murallas de la ciudad divisa a lo lejos el enemigo que se acerca; entrevé a catástrofe que sobreviene y denuncia la conducta del pueblo como causante (Jr 1,5; 6,1). “La invasión del Norte” es un motivo tradicional para anunciar la desgracia que está en ciernes. Ante la cerrazón de su pueblo Jeremías, se conduele y sufre con su gente, se lamenta y no deja de interceder por ellos (cf. Ex 32,11-14).

 

[16] 4,22-31. Detrás del pecado de Israel se esconde una incapacidad para comprender la voluntad de Dios y para discernir la sabiduría con que Él crea y gobierna el universo. En todos los tiempos y lugares, la insensatez del ser humano puede arruinar el mundo, la creación y la sociedad, haciendo que el cosmos y su armonía se encamine al caos.

 

[17] 5,1-9. A pesar de las insistentes advertencias de Dios, la injusticia, la violencia, la corrupción se han difundido más y más en Judá, hasta el punto que parece perdido el sentido moral. Ese desorden que reina dentro de la nación provoca su disolución y la hace presa fácil para sus enemigos que buscan invadirla.

 

[18] 5,10-31. El Señor ordena ahora a los enemigos que vengan a ejecutar la sentencia que pesa sobre Judá (vv. 10-20). El último fundamento de la justicia y el derecho en el universo es el Señor (vv. 22-24), que puede y debe restablecer el orden perturbado por los pecados de su pueblo (vv. 23-28).

[19] 6,1-30. Órdenes de batalla, expresiones de desaliento de la gente, llamadas al arrepentimiento se suceden para mostrar que el ataque es inminente. El pueblo podría evitar este castigo anunciado, si volviera a los “senderos antiguos”, al camino de los mandamientos revelados por el Señor (v.16). Pero rehúsa hacerlo. Al final se vuelve sobre el papel del profeta (vv. 27-30), y como en su vocación también aquí se le renueva su misión de guía en medio del fracaso inmediato; su testimonio es decisivo para la correcta interpretación de los acontecimientos que cierran la historia política del reino de Judá: no han querido aceptar y seguir el proyecto especial que el Señor tenía sobre ellos, por eso han caído en el vacío; terminarán disgregados y diluidos como la plata llena de escoria.

 

[20]7,1-10-25. Joaquín ha sido impuesto como rey a Judá por el Faraón Necao, el mismo que mató a Josías en Meguido (609 a.C.). Su reinado se desarrolla bajo la protección y el dominio egipcio. Una falsa sensación de seguridad y la difusión de una religiosidad casi mágica provocan una nueva intervención pública de Jeremías después de un largo período de silencio, desde los tiempos llenos de esperanza del reinado de Josías.

[21] « 7,1-8,3. Este discurso contra la falsa confianza en el Templo (7,1-15) está compuesto en prosa en un estilo parecido a la literatura deuteronomista. Le siguen advertencias (7,16-8,3) contra un culto litúrgico falso, que no es expresión de un auténtico compromiso por adecuar la vida y las opciones personales a la voluntad divina manifestada en sus leyes. El Señor no es como los dioses de las demás naciones; no se deja comprar con sacrificios ni halagar con ceremonias. Quiere la  práctica de la justicia en las relaciones sociales y la vigencia del derecho en el país (vv.5-6). Su santuario de Jerusalén no debe ser visto como una garantía automática de protección (v.4) y puede desaparecer como desapareció el de Silo (vv.12-14).

 

[22] « 8,4-9,8. Colección surgida en contexto litúrgico, en los primeros años del exilio, como parte de una celebración penitencial. A falta de conversión, el castigo se hace inevitable (vv.4-6). El pueblo de Dios, que ha experimentado sus favores y ha recibido su enseñanza, carece del más mínimo sentido moral (v.7) y desprecian el sabio proyecto de su Señor (vv.8-9), que le distinguía entre todas las naciones (cf. Dt 4,6-8). Por eso, los dirigentes son los primeros responsables de la situación, deplorada en dos lamentaciones (8,18-9,21)

 

[23] 9,9-25. Contiene una nueva lamentación por la situación deteriorada y por los motivos que han llevado a un anti-éxodo (vv.9-15). Sigue una invitación: ya que no han sabido obedecer al Señor, que aprendan por lo menos a lamentarse por las consecuencias de sus acciones (vv.16-21); que sepan gloriarse por lo que realmente vale y conduce a la felicidad: el verdadero vínculo con el Señor que se expresa en la práctica del derecho y la justicia. (vv.22-25). En la línea de Oseas, se remonta a los principios mismos de la alianza mosaica.

[24]10,1-16. En contraposición a acusaciones anteriores (Jr 7) este oráculo abre la esperanza de una salvación, y llama a confiar en el Señor y a no apoyarse en los dioses de las otras naciones. Con muchas semejanzas con las sátiras del segundo Isaías (Is 40,19-20; 41,6-7; 44,9-20; 46,5-7), las palabras del profeta reflejan un nuevo alcance de la fe de Israel, que comprende a su Dios como el único Señor, creador del universo y señor de la historia.

[25] 10,17-25. Poema compuesto en contexto litúrgico, en los primeros años del exilio, como 8,4-9,10. Al recuerdo de la amenaza del Señor (vv.17-18) responde la lamentación (vv.19-20) y la súplica (vv. 21-25) de la ciudad de Jerusalén personificada.

[26]11,1-20,18. Se abre aquí una nueva etapa en el ministerio de Jeremías, caracterizada por la crisis. Las dificultades en la comunicación con los destinatarios de su mensaje le lleva a intentar expresarse mediante “acciones simbólicas”. Al mismo profeta le cuesta sobrellevar su relación con el mismo Señor que lo envía; así se expresa en la forma particular que asume su oración; las llamadas “confesiones” de Jeremías (11,18-23; 12,1-6; 15,10-21; 17,12-18; 18,18-23; 20,7-13.14-18). Ellas revelan una experiencia paradójica de Dios, una penetración personal en el misterio a partir de la persecución, el abandono y la duda. En forma de una lamentación individual el profeta plantea se cuestiona el sentido de su misión y de su misma existencia; en él se expresa también el sentir colectivo de Israel, e igualmente la conciencia del creyente de todos los tiempos.

[27] 11,1-17. Con el estilo deuteronomista, esta predicación recuerda las exigencias de la alianza. La respuesta negativa del auditorio muestra que ya es inútil interceder por ellos (11,14) y motiva la dolorosa oración del profeta fracasado y perseguido (11,18-23), y el profundo interrogante que plantea al creyente de todos los tiempos el desconcertante desarrollo de la historia (12,1-6). 

[28] 11,18-12,6. El profeta sufre y se queja de la oposición de los habitantes de Anatot, de su familia y de su pueblo; Dios le asegura que castigará a sus enemigos (11,22-23). Pero esa situación suscita una cuestión de justicia: «Por qué triunfan los malvados y los traidores viven tranquilos?» (12,1-4). Este interrogante sapiencial (cf. Job 9,1-3.15s.), recibe una respuesta sorprendente: «Si corriendo con los de a pie te cansaste, ¿cómo competirás con los de a caballo?» (12,5). Es decir que las tribulaciones no desaparecerán y las pruebas serán aún más duras. Si el profeta guardó en su memoria esta sentencia divina manifiesta una aceptación íntima para afrontar el porvenir apoyándose obediente en su Dios.

[29] 13,1-11. Cuando las palabras no resultan suficientes, el profeta transmite su mensaje mediante acciones simbólicas (cf. 19,27-28; Is 20,2-6; Ez 4,1-17). Se dramatiza una realidad que el auditorio no quiere reconocer, para provocar su reacción. Aquí con la imagen de la faja, figura a Israel a quien el Señor se había ceñido a su cintura, en estrecha unión (cf. is 49,19; Sal 76,11-12, 109,19); pero se desprendió de él y se corrompió sumergiéndose en la idolátrica babilónica.

[30] 13,12-27. Como cántaros llenos de vino embriagante, la dirigencia de Judá está llena de una insensatez, que provocará la ruina irreparable de toda la nación (vv. 12-14). Es la soberbia que lleva a la perdición. Los más encumbrados y seguros terminarán humillados por todos y delante de todos (vv.15-25).

[31] 14,1-15,9. En momentos de grave peligro nacional -como una sequía prolongada-, se solía convocar al pueblo a una liturgia penitencial que combinaba la lamentación (vv.1-6) y la súplica colectiva (vv.7-9). El profeta tenía en ella un papel importante, pues debía interceder y podía transmitir la respuesta del Señor en forma de un anuncio de salvación. Pero ahora la respuesta es negativa: incluye una condena sin apelación posible (vv.10-14). El esquema se repite en 14,15-15,9.

[32] 15,10-21. El profeta se lamenta haber nacido para acabar como un hombre discutido en todo el país; a nadie debe nada, pero todos lo maldicen (v.10). El Señor reconoce que tampoco le ahorra sufrimientos (vv.11-14). Se queja porque se siente perjudicado por la paciencia divina en intervenir (vv.15-17). Al recordar su vocación siente nostalgia y lamenta haberse quedado solo, aludiendo a su celibato forzado (cf. Jr 16), y pregunta: «¿Serás para mí como un espejismo, aguas no verdaderas?» (v.17). Dios, «fuente de agua viva» (2,13), le resulta un espejismo, un «arroyo engañoso». La respuesta divina es lapidaria: él necesita una conversión como la necesita el pueblo (vv.19-21; cf. 3,1-4,4); solo así sus enemigos se doblegarán, volverá a ser la «boca» del Señor y podrá experimentar su asistencia. Esta segunda confesión purifica, madura y renueva la vocación y misión del profeta (cf. Jr l,8.17-19).

[33] Las palabras dirigidas al profeta directamente, vv. 13-14, se destinarán al pueblo de Judá en 17,3-4; una referencia convergente del camino que ambos experimentan en relación con Dios.

[34] 16,1-13. Confirmada su vocación (15,19-21), el profeta descubre que toda su vida ha llegado a ser un signo de la situación que vive su pueblo; elegido y consagrado, se le exige también el celibato; es el momento final y no vale la pena engendrar hijos (vv.1-4); para su misma gente, que actúa de modo peor que sus antepasados (vv.11-13), su presencia y su conducta le resulta una profecía a contrapelo (vv. 5-9; cf. 15,17).

[35] 16,14-15. Un anuncio salvífico en medio del juicio por la perversidad pasada y presente de Israel; la esperanza de la intervención divina con un nuevo éxodo renueva la fe en el Dios justo, cuya característica constante será siempre la de liberar y congregar.

[36] 16,16-21. El castigo a la idolatría se reviste con las imágenes de la caza y de la pesca (vv.16-18). Ante la vacuidad de los falsos dioses (vv.19b-20), la súplica del profeta se vuelve hacia el único garante de la salvación (vv. 19ª.21).

[37] 17,1-4. Los actos de idolatría manifiestan la atávica condición religiosa del pueblo; una realidad que la palabra profética revela, y la necesidad de una cambio profundo que capacite la respuesta desde el corazón (cf. 31,31-33).

[38] 17,5-13. Con estilo sapiencial, el oráculo divino insta a tener inteligencia y no apoyarse en seguridades humanas, sino en el Señor, porque el que confía en él tiene asegurada su cercanía y protección (vv.5-8). El corazón humano, tan vulnerable y lábil, solo puede ser entendido, juzgado y conducido por Dios (vv.9-10). La honradez es la verdadera riqueza que ennoblece al sabio (v.11). La gloria de Jerusalén, su Templo, es garantía de salvación si el culto responde a una conducta digna.      

[39] 17,14-18. En la súplica de ser sanado y salvado hay un eco de la percepción del pecado grabado en el corazón humano, incapaz de regenerarse (v.14; cf. v.9). Ahora el desafío que viene desde afuera; «ellos», probablemente otros profetas (cf. 28,8-9), cuestionan la veracidad de sus anuncios: «¿Dónde está la palabra del Señor? ¡Que se cumpla!» (v.15). El profeta defiende su rectitud en su desempeño y ruega que esa palabra no le sea motivo de terror ni de vergüenza (vv.16-18). Sufre el contraste entre el papel de intercesor ante Dios y la actitud de sus oyentes que se convierten en adversarios. Aunque no hay una respuesta del Señor, y no la habrá más de aquí en adelante, este desahogo lo sitúa en manos de aquel en quien están todas sus esperanzas.

[40] 17,19-27. La exhortación a santificar el sábado, eco de tradición deuteronomista, renueva la exigencia de garantizar la justicia en las puertas de la ciudad, los tribunales en donde se transgrede la Ley. De lo contrario, por allí mismo entrará el castigo merecido, y el fuego que sirve para ofrecer los sacrificios habrá de consumir la ciudad desentendida y sorda a la palabra del Señor (v.23).

[41] 18,1-17. El mensaje divino llega al profeta en experiencias cotidianas y simples; aquí con ocasión de una visita a la alfarería. El alfarero le representa al Señor con su poder de “derribar y edificar”; son verbos que evocan su vocación (1,10), que ahora remiten a la vida de Israel en las manos del Señor (18,6). La historia de su pueblo se teje con sus decisiones libres (vv. 7-10), y es responsable de su situación. Desoír la palabra profética significa extraviar el camino y languidecer lejos de la fuente de su vida.

[42] 18,18-23. Los medios tradicionales de establecer una relación con Dios – el sacerdote con la ley, el sabio con su consejo y el profeta con su oráculo- están desafiados en sus certezas y en la seguridad religiosa que suscitan por la predicación del profeta. Jeremías ha cumplido su misión de intercesor (v.20), y ese tiempo se acabó (cf. 15,1); pero no pide el castigo para sus opositores sino que se cumpla lo que ha tenido que anunciar (vv.21-22; cf. 6,11-12); sufre y levanta su queja para defender su honor entrelazado con el de Dios; y pide que el Señor no se arrepienta cuando llegue la hora de su ira (v.23). ¿Llegará esa hora o el perdón divino invalidará su palabra? La falta de respuesta del Señor lo mantiene en suspenso.

[43] 19,1-20,6. Aquí se inician relatos biográficos del profeta que ocupan casi de la mitad del libro (cf. 27-29; 34,1-7; 36; 37-44; 45; 51,59-64); sus discípulos han conservados narraciones sobre distintos acontecimientos ocurridos durante los reinados de Joaquim y Sedecías (cf. 1,3a), actualmente esparcidos sin orden cronológico. Jeremías aparece como modelo del auténtico mensajero de la palabra de Dios, que la comunica proclamándola, pero sobre todo comprometiendo su vida al servicio de ella.

 

[44] 20,7-18. Esta confesión dura y elocuente supone un clima de ruptura interior; el profeta (vv.7-10) expresa que el intento de sus enemigos en atraerlo o seducirlo lo ha conseguido el Señor (v.7), aprovechándose de su juventud y su inexperiencia (cf. Ex 22,15). Con la queja de un amor decepcionado soporta intrigas e incomprensiones y querría deshacerse de lo que es (cf. 5,14; 23,29); pero aunque intenta zafar un fuego devorador se apodera de él  y lo vence (cf. Jr 23,29; 5,14). En el final (vv.14-18), al maldecir el día de su nacimiento, la oscuridad y el sin sentido ensombrece su presente y su pasado; pero aún así, no puede no identificarse con su ser profeta; su vida no ha tenido ni tiene otra razón. La parte central (vv.11-13), tejida de expresiones de confianza en la justicia divina, es una alabanza: puerta de esperanza en su desolación. El detalle que esta perícopa no sea la conclusión de la confesión refuerza la realidad del misterio que vive ese hombre, frente a Dios y a su vocación. Experiencias análogas son las de Job (3,1-26), del servidor del Señor (cf. Is 52,13- 53,12), del orante del Sal 22,1: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Hasta el grito, en la relación con Dios, implica un modo de cercanía, porque se necesita fe para experimentar la lejanía de Dios y quejarse de ella. La fuerza con la cual Jeremías se expresa es al fin y al cabo la misma fuerza de Dios (cf. Mt 27,46; Mc 15,34).

[45] ♦ cc. 21-24. Jeremías reprocha a las autoridades del país -reyes, profetas y sacerdotes- el incumplimiento de sus responsabilidades personales y de la misión recibida de parte del Señor.

[46] 21,1-10. El texto remite al período de asedio de Jerusalén (588-587 a.C.) y anuncia la caída de Jerusalén y la muerte de Sedecías y de los suyos (cf.  34,1-7; 37,3-10; 39,1-14).

[47] « 21,11-23,8. Esta compilación de profecías referidas a la casa real de Judá, pronunciadas alrededor del 594 a.C., en tiempos de la rebelión contra Babilonia, subrayan la invitación a rendirse a los caldeos y expresan la desaprobación de la dinastía reinante en Judá. El rey garante de la justicia y la solidaridad exigidas por la Ley (21,12; 22,3), ha sucumbido a la ambición de poder y el miedo de perderlo. Sin embargo, el Señor, en su fidelidad a la alianza despierta la nueva esperanza de su pueblo al anunciar el envío de un rey según su corazón (23,1-8), que los establecerá en la justicia y la paz.

[48] 22,24-30. El triste destino de Jeconías presagia el final de la dinastía davídica y de toda esperanza de una restauración del reino de Judá. Sin embargo, la fidelidad del Señor fundamentará siempre la esperanza en la continuidad de la casa de David, portadora de bendición (33,14-16.17.18-22.23-24; 52,31-34).

[49] 23,1-8. Ante el fracaso de los reyes, el mismo Señor se hace cargo de su pueblo, como al principio. Suscitará jefes que cumplan de verdad su misión. La imagen de pastor que remite a la función del rey en el Oriente Medio Antiguo, integra aquí la memoria de David, rey ideal, para el joven pastor elegido por Dios que conducirá a su pueblo (1Sm 16,11).

[50] 23,9-40. Junto con los reyes, también los profetas de la corte son culpables de la situación deplorable de Judá; su vida inmoral los descalifica como portavoces de Dios y demuestra la falsedad de sus oráculos. Porque no escuchan a Dios en sus vidas, tampoco pueden ser mensajeros auténticos de su Palabra para el pueblo. El profeta sufre al ver que la gente se deja engañar por las seguridades falsas y esperanzas ficticias de eso embaucadores, y porque no quiere aceptar los duros reproches y las advertencias que él les transmite de parte del Señor.

[51] 23,33. El término hebreo mas’á: “carga, fardo”, y “oráculo, pronunciamiento solemne o cargo”, intensifica el reproche para el pueblo, convertido en una carga tan pesada que el Señor terminará por desprenderse.

[52] 24,1-10. La visión de las dos cestas de higos introduce una valoración diferente de la suerte de los dos grupos en el que está dividido el reino de Judá. Según una consideración consuetudinaria judíos desterrados a Babilonia evidenciaban que el castigo divino había caído sobre ellos, y los que habían quedado en Judá durante el reinado de Sedecías gozaban del favor divino y de su protección. Sin embargo, la predilección divina que revela el profeta es la inversa. El objeto de la misericordia divina son los exilados, quienes se les garantiza el futuro, su vuelta a la tierra prometida y el verdadero conocimiento del Señor de la alianza.

[53]25,1-38. A sugerencia del v.13, el capítulo se presenta como conclusión de una primera edición del libro (Jr 1-25; cf. v.13); Jr 36 parece identificarlo con el “rollo” que el profeta hizo público mediante la intervención de Baruc en el Templo, el año 605 a.C.

[54] 25,1-14. Resumen del ministerio del profeta que actualiza su mensaje y renueva la invitación a la conversión, subrayando la inminencia del peligro que amenaza a Jerusalén como consecuencia de su obstinación. Los símbolos de la vida doméstica que cesan, como son el molino y la candela o la gozosa esperanza de una pareja de novios que se casan (v.10),  presagian el destierro de la alegría y la desaparición de la vida a causa de la guerra, la invasión y la destrucción.

[55] 25,15-38. La visión de la copa de la ira del Señor introduce los oráculos contra las naciones paganas (cf. Jr 46-51) que originalmente vendrían a continuación y hoy han quedado separados por la inserción de una segunda edición del libro: los relatos biográficos del profeta (cf. Jr 26-45). El mensaje no busca justificar las ambiciones de las grandes potencias e imperios, sino ayudar a Israel a elaborar su dolorosa experiencia y encontrar, incluso en ella, una invitación a la conversión. Todas las naciones terminarán probando su propio veneno y sufriendo las consecuencias de su prepotencia y  violencia sembradas por todas partes. El Señor amplía el castigo con el que amenazaba a Israel a todos los pueblos; él “incluyó a todos bajo su cólera para poder compadecerse de todos” (Rom 11,32-35).

[56]  ­26,1-45,5. Esta parte contiene narraciones de episodios de la vida del profeta y algunos oráculos poéticos. Redactores afines a la tradición deuteronomista recogieron y complementaron la colección 1-25; así lo sugiere 45,1, que remite literalmente a 25,1: “El año cuarto de Joaquim”. Sin embargoesta colección relata episodios de la época de Sedecías (cf. 27-29; 37-43). Es difícil precisar el hilo un literario conductor en la concatenación de estos textos, pero aún así, ellos testimonian la vida del profeta sostenida por la fidelidad a su vocación y su ministerio, en medio de la creciente oposición que encontró y a la que tuvo que confrontar en su abnegada misión.

[57]26,1-36,32. Esta sección está enmarcada por las dos ocasiones que el profeta se encuentra en peligro de su vida a raíz de sus intervenciones públicas en su ciudad (año 609 a. C.: Jr 26;  año 605 a. C.: Jr 36). El tema principal de los oráculos y los relatos es la esperanza que los judíos reciban y acojan la palabra del profeta, para que el Señor se manifieste y cumpla su promesa de restauración (26,3; 36,3.7; cf. 27,22; 29,14; 30,3; 31,10.16.23; 32,37; 33,11; 5,19). Esa acción salvífica puede establecer el nuevo fundamento para la vida del pueblo (cf. 30-31). Resalta sin embargo, que el principal actor en los acontecimientos es la misma Palabra de Dios: manipulada por los falsos profetas (28; 29,24-32), rechazada por el rey (36,1s.) y proclamada incansablemente por Jeremías.

[58] 26,1-24. El profeta es sometido a un proceso judicial por su predicación contra el Templo (vv. 4-6; cf. 7,1-12). El procedimiento judicial es descrito en forma acabada: denuncia (v.9), apertura del proceso (v. 10), acusación (v.11), defensa (vv.12-15), veredicto (v.16) y justificación con elementos de jurisprudencia (vv.17-19). Ante la Palabra del profeta, el auditorio toma posición y se divide en dos grupos: los sacerdotes y profetas rechazan su mensaje y lo declaran reo de muerte (v.8); pero algunos funcionarios reales, los ancianos y la gente del país reconocen la interpelación divina y defienden al mensajero (vv.16.24).

[59] 27,1-22. Articula tres partes: a) una acción simbólica con la que el profeta, a diferencia de todos los demás profetas de corte, quiere invitar a los gobernantes reunidos a someterse al rey de Babilonia porque lo reconoce como instrumento de Dios (2-11); b) la reproducción del mismo mensaje para el rey de Judá (vv. 12-15); c) y la advertencia dirigida a los sacerdotes y al pueblo, para que no se dejen engañar por los profetas oficiales (vv.16-22). El contexto histórico alude a una rebelión contra Nabucodonosor en Babilonia que despertó las esperanzas de Judá y sus vecinos para buscar recuperar su autonomía(vv.1-11; 594 a. C.; cf. Crónicas Babilónicas: “En el décimo año del rey de Acad estaba aún en su propio país; a partir del mes de Kisleu y hasta el mes de Tebet [entre Diciembre del 595 y Enero del 594] hubo una rebelión en Acad… él degolló con sus manos a varios de entre sus propio ejército. Su propias manos capturaron a su enemigo”).

[60] 28,1-17. La confrontación entre Jeremías y Jananías evidencia el problema del discernimiento entre profetas verdaderos y falsos. Ambos usan aquí prácticamente los mismos medios para anunciar mensajes que se contradicen. ¿Cómo reconocer el auténtico mensaje de Dios? Aquí no se ofrece otro criterio que el de Dt 18,21; en el momento preciso, el cumplimiento del mensaje certificará la veracidad del mensajero. Así, la muerte de Jananías predicha por Jeremías y acaecida efectivamente ese año, señala cuál era el auténtico (vv.16-17).

[61] 29,1-32. Jeremías anima a los judíos a reconocer en la situación presente una llamada de Dios a someterse a su voluntad. Expresa de nuevo la predilección de Dios por los desterrados y la promesa de salvación futura (vv.10-14; cf. 24,1-10). Pero tampoco entre estos tuvo buena recepción el anuncio de un prolongado dominio babilónico y la consecuente invitación a aceptarlo como un saludable castigo antes de la restauración (v.32); la reacción no se hace esperar y un personaje notable entre los exiliados envía una nota a las autoridades del Templo de Jerusalén (v.25), para quejarse de la libertad con al que dejan que Jeremías difunda sus ideas (v.27).

[62] 30,1-3. La fórmula introductoria (cf. 7,1; 11,1; 18,1; 21,1; 32,1; 34,1.8; 35,1; 40,1) subraya la orden dada por el Señor de recoger estas promesas de salvación en un “libro” (v.2), para que sirvan de testimonio cuando se cumplan. Estos oráculos de salvación, quizás una colección independiente con elementos tomados de las primeras predicaciones dirigidas a Israel del Norte, se extienden ahora a Judá; estas promesas tuvieron un modesto cumplimiento en los tiempos de Josías (cf. 2,1-3,18). Ahora, por el lugar que ocupan, son proyectadas a un futuro previsto más allá del exilio babilónico (cf. 29,1s.; 32,1s.). La acción unilateral y gratuita del Señor asegura a Israel el retorno a su tierra y la felicidad serena y duradera (30,10); aunque herido tendrá una curación maravillosa (30,17), y podrá corresponder en fidelidad (30,22, 31,1.33), porque su Dios ha decidido de modo soberano hacerlo “regresar de la cautividad” (cf. 29,14; 30,18; 32,44; 33,7.11.26).

[63] 30,4-24. Los sufrimientos que se anuncian equivalen a un parto (v.6); un paso necesario para dar lugar a una nueva vida (vv.4-11). El Señor es quien había herido; solo él puede curar (vv.12-17). Una nueva etapa se inaugura en la historia del pueblo, que vivir en verdad su relación de alianza con Dios, donde alcanza su identidad más profunda (vv.18-22).

[64] 31,1-14. Israel repetirá sus primeras experiencias de unión y gratitud; el amor inalterable del Señor le hará vivir un nuevo éxodo, el gozo de unas nuevas nupcias. “Edificar” y “plantar” adquieren ahora una significativa acepción conyugal.

[65] 31,15-22. La imagen de esposa y de madre aplicada a Israel se concreta ahora en la figura de Raquel (v.15), la esposa predilecta de Jacob, sanada por Dios de su esterilidad (Gn 29,31; 30.22). Su llanto ha de cesar, porque ahora el Señor la consuela y “hace volver” a sus hijos (vv.16-17). Esta esperanza anima la “conversión” de los israelitas: aceptan la corrección, reconocen su pecado (vv.18-19) y redescubren el amor entrañable de su Dios como el de un verdadero padre (v.20).

[66] 31,23-30. El pasaje evoca el sueño de un país restaurado: Israel y Judá se reunifican, sus habitantes inician una nueva vida y ya no soportan la dolorosa herencia de sus antepasados. La promesa divina de “edificar” y “plantar” (v.28) inaugura una etapa inédita de la historia para todos.

[67] 31,31-34. No es suficiente con la liberación, el retorno al país y la reunificación del pueblo; se necesita una renovación interna de las personas que ponga un nuevo fundamento a la vida de la comunidad. Este oráculo anuncia una relación con Dios renovada en sus mismas raíces: la voluntad divina incorporada a la interioridad del hombre, el íntimo conocimiento del Señor, el perdón de los pecados y la reciprocidad del amor. Difícilmente se encuentre una descripción más elocuente de lo que los cristianos llamamos la “gracia”, precisamente en un profeta que ha expresado como ningún otro la honda radicación de pecado en el corazón de los hombres (13,23; 17,1).

[68] 31,35-40. Las promesas del Señor tienen la misma solidez que las leyes que él ha impuesto al universo desde la creación y, como estas, jamás caducarán (v.35-37). El signo futuro de la fidelidad de las promesas divinas será la ciudad reconstruida. (vv.38-40.); la descripción es paralela a los contornos que tuvo en tiempos de Nehemías (cf. Ne 3,1.28; 12,39). Pero la visión más allá de la topografía; hasta los lugares más impuros y contaminados con el culto idolátrico serán purificados, serán santos y estarán consagrados al Señor. Todo Jerusalén será un santuario inviolable donde el Señor habitará con los suyos (cf. Ap 21,1-27).

[69] 32,1-44. Las circunstancias en que se produce esta compra no pueden ser menos oportunas: los días del reino de Judá están contados y el mismo profeta encarcelado. ¿Qué sentido tiene comprar un campo? (vv.6-15). Pero es una iniciativa del Señor y él la garantiza (v.25). Esta acción simbólica encadena la esperanza de modo exclusivo a la palabra divina, segura y veraz; sucederá que un día el pueblo volverá al país y podrá “plantar”, “construir” y vivir nuevamente en él (v.15). Por esto tiene sentido hoy comprar un campo.

[70] 33,1-26. Una promesa de parte del Señor se hace oír durante el asedio de Jerusalén por el anuncio del profeta. La palabra del Dios creador (32,17; 33,2) fundamenta la reconstrucción de la ciudad santa y del país (vv.2-13), junto con el renacimiento de la dinastía davídica (vv. 14-26); un soberano elegido de la descendencia de Jacob y de David tendrá la tarea principal de garantizar la justicia y la paz, porque el Señor los custodiará en su amor (v.26).

[71] 34,1-7. En este oráculo pronunciado durante el avance de las tropas caldeas para sitiar a Jerusalén, probablemente el año noveno de Sedecías, consta que aún se tenía la posibilidad de evitar la catástrofe capitulando ante Nabucodonosor. Decidirse con urgencia lo requieren las circunstancias: solo dos últimas ciudades de Judá lograban resistir la invasión (v.7), en cuyo horizonte solo quedaba la ciudad capital.

[72] 34,8-22. Como había hecho el rey Josías al encaminar su reforma (2Re 23,1-3), también Sedecías establece un acuerdo – es el mismo término “alianza”-, con la clase alta e influyente y pone al Señor por testigo. Pero no son gente de palabra y no saben mantener su compromiso. Apenas afloja el asedio por el avance de Egipto contra los caldeos (588 a.C.), los jerosolimitanos rompen su pacto; de este modo el rito que sello esta alianza con los animales partidos por la mitad y los contrayentes del pacto pasando por en medio (cf. Gn 15,9-10.17) solo puede corroborar el castigo que corresponde a los traidores (vv.20-22).

[73] 35,1-9. Se regresa en los oráculos al reinado de Joaquín (cf. 7,1; 25,1; 26,1; 36,1). Al rechazar los peligros de la civilización urbana, los recabitas (2Re 10,15-17) habitaban en la campaña y llevaban una vida seminómada. Como la amenaza de invasión era tan fuerte (2Re 24,2), hasta estos grupos tradicionalistas deben buscar refugio en las ciudades (Jr 35,11). La presencia de estos hombres observantes en Jerusalén (vv.1-11) da pie al profeta para proponerlos como ejemplo de obediencia (v. 13) frente a los judíos infieles a los mandatos de su Dios (vv.12-19).

[74] 36,1-32. En el año de la batalla de Carquemis (605 a. C), en la que las tropas de Babilonia vencieron a las de Asiria y a las de Egipto y se aseguraron el dominio de la región (cf. 36,29) se ubica esta unidad que resulta la contraparte de 1R 22,10-13. Joaquim aparece como la antítesis de Josías, que se estremeció ante la palabra del Señor y se dispuso a obedecerla. Joaquim no solo no la obedece, sino que busca anularla y destruir el libro que la contiene, para combatir también a los profetas y escribas que la proclaman. Pero la Palabra de Dios es indestructible y resurge más fuerte que nunca (36,32). La palabra escrita es la gran protagonista del relato y revela también como sobrevivirá cuando el profeta esté ausente.

[75]37,1-44,30. En esta sección se recogen los acontecimientos vividos por el profeta durante el sitio de Jerusalén y hasta la toma de la ciudad por las tropas de los caldeos (cf. 2 Re 24-25). Queda claro desde el primer momento que el Sedecías, el nuevo rey impuesto por Nabucodonosor, tampoco está dispuesto a escuchar al Señor. El horizonte se hace cada vez más sombrío y los padecimientos del profeta presagian el destino que espera al reino de Judá. Los relatos refieren las tribulaciones del profeta en este final de la monarquía: 37,1-40,6; al intento fallido de Godolías: 40,7-41,18; y el origen de la diáspora egipcia: 42,1-44,30. Se puede destacar literariamente que en el conjunto 37,1-40,6, las referencias verbales (“habitar, permanecer”) articulan cada tramo de la secuencia narrativa (37,16b.21b; 38,13b.28a; 39,14b; 40,6b); en esta primera parte, al pedido engañoso de Sedecías de una intercesión del profeta  (37,3) se responde con un oráculo de desgracia; pero se concluye con un anuncio de salvación destinado a Ebedmélek (39,15-17). Un esquema análogo aparece en el conjunto: 42,1-44,30.

[76] 37,1-21. Después de introducir y caracterizar el reinado de Sedecías, se narra cómo fue encarcelado el profeta (1-16). Aprovechando que los caldeos han levantado el asedio de Jerusalén, Jeremías quiere ir a su pueblo para arreglar asuntos familiares (probablemente la compra del campo de 32,6-15), pero los guardias malinterpretan su salida de la ciudad e inmediatamente lo aprehenden y lo meten preso. Ni siquiera allí renuncia a anunciar la desgracia que se a vecina al rey; este sabe que el profeta dice la verdad y accede a aliviar las condiciones de su encarcelamiento (vv. 17-21).

[77] 38,1-28. Ninguna circunstancia reduce al silencio a Jeremías; sus adversarios solo buscan su muerte; siete veces se repite el verbo morir (vv.1-13). A pesar de su proximidad con el profeta, el rey no tiene el valor de seguir sus consejos, y se deja manejar por las presiones del partido a favor del apoyo egipcio; pero él debe saber que será el responsable de la catástrofe (vv.14-28).

[78] 39,1-18. El relato juega con el contraste entre dos actitudes: mientras que el rey teme perder la vida por seguir la palabra de Dios y termina en manos de los caldeos, el profeta arriesga su vida por fidelidad a esta palabra, y sobrevive a la destrucción de la ciudad. El cumplimiento de la desgracia anunciada acredita al profeta auténtico (cf. Dt 18): Nabucodonosor toma la ciudad y la destruye (vv.1-8). El castigo para las autoridades del reino y su capital corresponde al delito de alta traición por no honrar los pactos realizados. El resto de los funcionarios de Jerusalén son deportados y sus tierras entregadas en propiedad a la gente pobre del país (vv.9-10). Los vencedores informados acerca de Jeremías, lo encomiendan a Godolías y sus partidarios: todos favorables a la sumisión a Babilionia (vv.11-14). Se recuerda el oráculo dirigido a Ebedmélek (vv.15-18): el Señor no deja sin recompensa ninguna buena acción, y se encargará de proteger al servidor del rey que supo escuchar y proteger a su profeta (38,3-13).

[79] 40,1-6. Este episodio ejemplifica que dabar indica también un hecho, un suceso; en lo narrado no encontramos citada ninguna “palabra” pronunciada por el Señor para el profeta; este solo es receptor del discurso de Nabu-zar-adán, jefe caldeo. En un momento fundamental de su vida, Jeremías comprende el mensaje que el Señor le revela a través del acontecimiento que lo involucra.

[80] «40,7-41,18. La caída de la monarquía y la destrucción de la capital no es todavía el final de Judá. Aún hay vida y esperanza, y el profeta intervendrá para que los que quedaron acepten la oferta de salvación que el Señor les hace. Este “resto” recibirá su atención y su palabra en esta sección (40,11-15; 41,10.16) y en la siguiente (42,2.15.19; 43,5; 44,7.12.14.28). Tanto Jeremías, como su secretario Baruj, formarán parte del contingente rescatado por Juan de Carej, y obligados a refugiarse en Egipto.

[81] «42,1-44,30. Como en 37,1-40,6, esta sección comienza con un pedido de intercesión del profeta (Juan: 42,3), al que se responde con un oráculo de desgracia para quienes no lo obedezcan; y termina con un oráculo de salvación para alguien que siempre ha escuchado su palabra (Baruc: 45,1-5). 42,1-22 refiere la consulta al Señor por medio del profeta (vv.1-6), la respuesta del Señor (vv.7-18) y la advertencia del profeta (vv.19-22), en un momento de indecisión y perplejidad. El golpe de estado perpetrado por Ismael no quedará sin consecuencias. El grupo de judíos que ha sobrevivido sabe que deberá responder ante el rey de Babilonia y tiene miedo de enfrentarlo. A pesar de haber sido fieles a Godolías, o sea a Babilonia, no están seguros de lograr convencer al rey de su posición en el levantamiento. Efectivamente los caldeos los reprimen y provocan una tercera deportación (582 a.C; cf. Jr 52,30).

[82] 43,8-13. Para Egipto la palabra del Señor es de juicio; el dominio caldeo se extenderá hasta allí, con poder y estabilidad. Grandes piedras indicaron la entrada en la tierra (Dt 27,2; Jos 4,3; 7,26; 8,29), pero ahora señalan la gesta de dominio del rey caldeo, presentado como “servidor del Señor” (v.10; cf. 25,9; 27,6). Los dioses egipcios serán aniquilados por haber cobijados a los rebeldes.

[83] 44,1-30. En la visión profética de la historia emerge como clave la rebeldía y la idolatría de Israel, porque aun presentándole oportunidades de conversión (vv. 4.10) todo resultó en vano; más aún, su comportamiento se tornó un itinerario perverso (vv.15-19). El mismo profeta descifra el sentido más hondo de ese proceso: resultó un anti-éxodo (vv.20-30) con sus sucesivas etapas: a) el abandono de la tierra (41,10); b) los episodios del pan y del agua del primer éxodo (cf. Ex 15,22-17,6; Nm 20,1-13) están en trasfondo del alto junto a Belén (Casa de pan), viniendo del estanque (Aguas abundantes) de Gabaón (41,12.17); c) la entrada en la tierra de Egipto (43,7; cf. Dt 28,68); d) la desaparición del nombre del Señor (44,26) en ese lugar. Jeremías, al revés de Moisés, en lugar de conducir al pueblo, tuvo el destino de acompañarlo a Egipto, arrancado de la tierra prometida.

[84]45,1-5. Esta unidad textual finaliza la versión griega (cf. LXX: 51,31-35). El oráculo de salvación dirigido a Baruc, aparece como un testimonio del profeta hacia su secretario, trasmisor de su profecía (Jr 1-25; cf. 36), quien también registró episodios de su vida (Jr 26-44). Sin embargo, en Baruc, todo el grupo de sobrevivientes y seguidores del profeta puede reconocerse alcanzado por la bendición de las palabras escritas en este libro (v.1). Si el Señor al que guarda y conserva sus palabras le garantiza la vida como “un botín” (v.5), es porque ellas conservan una promesa divina aún no cancelada. Así lo sugiere esta conclusión de la segunda parte del libro actual: la referencia a la misión encomendada a Jeremías desde su vocación (cf. 1,4-10), y al oráculo dirigido a los sobrevivientes (cf. 42,10-12), que especialmente subrayada aquí, en 45,4.

[85] ­ 46,1-51,64. Los oráculos de esta tercera parte se presentan como una colección autónoma, quizás previa a la redacción final del libro. La Biblia griega (LXX) ubica antes el juicio a las naciones: 25-32; es una disposición análoga al orden que se encuentra en otras colecciones proféticas y con una secuencia similar: condena a Israel y a las naciones; luego anuncios de salvación para Israel. En la disposición actual del texto hebreo, el oráculo final contra Babilonia (50-51), presagia una existencia de futuro para Israel y para las demás naciones.

[86] 46,1. La introducción remite a la misión y a la investidura de Jeremías: como “profeta de las naciones” (1,5) para anunciar un juicio universal (25,13b.15); es una conexión que da unidad al libro. El apogeo y la caída de los sucesivos reinos de Medio Oriente son puestos en relación con el reinado del Señor, y con su soberanía sobre el futuro de su pueblo. Después de cumplir su cometido que no está fuera del designio divino, las diversas potencias caerán a turno, incluida la gran Babilonia (50,2-3). Una esperanza de salvación solo se promete para Israel (50,19-20).

[87] 46,17. Sobrenombre que suena como “mucho ruido y pocas nueces”, un juego sonoro a partir del nombre del faraón Jofrá (588-569 a.C.).

[88] 48,1-47. La forma literaria de la elegía o lamento fúnebre, evidente en los primeros versículos (vv.1-5) da el tono a todo el oráculo entero, para anunciar la destrucción de la entera nación de Moab.

[89]  49,28-38. Es la Jazor de los árabes sedentarios, que habitan en “cercados” o “aldeas”, relacionados con Quedar (cf. Is 21,16-17; 42,11); distinta de la misma localidad homónima del norte.

[90] 49,34-39. Desde Elam saldrán las tropas de los medos y los persas que impondrán su poderío en todo el medio oriente, en la segunda mitad del siglo V a. C. “El año de la subida al trono de Sedecías” sitúa el oráculo en el año 594 a.C.

[91]50,1-51,58. En la conclusión de la colección los oráculos contra las naciones aparecen notas de esperanza y de consuelo para Israel: su regreso a la tierra y la renovación de la alianza (50,4-5), la cancelación de sus faltas (vv.16-20), su rescate, el descanso (vv.33-34) y el librarse de sucumbir bajo la espada (51,45-50). La destrucción definitiva de Babilonia (cf. 51,64) señala el fin de las desgracias que se abaten sobre el pueblo de Dios y el comienzo de una nueva era para este y para todas las naciones. Anuncios análogos, presentes también en Is 13-14, orientan una datación cercana al 550 a.C., tiempo en el que se vislumbraban signos de la caída del imperio caldeo.

[92] 51,59-64, en la versión griega (LXX) en 28,59-64, se presenta aquí, al final de los oráculos contra las naciones, esta acción simbólica como ratificación y garantía de todo lo que se acaba de anunciar.

[93] ­ 52,1-34. La primera deportación fue con Jeconías y su familia (597 a.C.); la segunda sucedió con la toma de Jerusalén y la ejecución de Sedecías (586 a.C.); la tercera, parece haber sobrevenido como represalia contra la rebelión comandada por Ismael (cf. 40,14; 582 a.C.), el asesinato de Godolías y del destacamento caldeo apostado en Judá (41,1-3), determinó la huida organizada por Juan, hijo de Carej (42,16-18). Este apéndice final (cf. Jr 39,1-10; 2 Rr 24,18–25,30; Is 36-39) pone de relieve la realización previamente anunciada por el profeta; además registra el número de deportados (vv.28-30) y finaliza con un signo de esperanza: la liberación de rey Jeconías presagia el fin del exilio del pueblo de Israel.