INTRODUCCIÓN
El libro de Job es considerado el más importante de los sapienciales, porque además de encarar uno de los problemas más trascendentales de la existencia humana, lo hace con un arte literario magistral. El libro se ocupa del interrogante sobre la causa del sufrimiento del hombre justo.
El libro, de autor anónimo, no ofrece datos que permitan fijar una fecha de composición. Por esta razón los autores discrepan, aunque una gran mayoría sostiene que fue escrito en el período posterior al exilio, probablemente entre los siglos V o IV a. C., bajo la impresión que había causado la cautividad en Babilonia, ya que esta había sido interpretada como un castigo de Dios por las apostasías y pecados cometidos por generaciones anteriores, pero la habían padecido los descendientes que no eran culpables de aquellos delitos (Lam 5,7). Por esa razón surgía el interrogante sobre la justicia de Dios, que según muchos interpretaban, había hecho sufrir a los inocentes.
El sufrimiento sin motivo, o sea, no merecido por causa de algún pecado cometido, ya era una realidad que rondaba en el entorno literario de Israel: Abel (Gn 4), Abrahán (Gn 22), Josías (2 Re 23,29)… Pero, con las pruebas del exilio en Babilonia, el número de los que sufrieron sin motivo aumentó y el problema, ya existente, quedó al descubierto y fue la oportunidad para plasmar un escrito que se ocupara solo de este particular: ¿Por qué sufren los justos?
Esta obra, muy extensa, tiene dos partes en prosa y una parte más larga en verso. Las dos partes en prosa están ubicadas al principio y al final, quedando encerrada en medio la parte en verso. Se admite generalmente que la parte narrativa, en la que se habla del origen de los sufrimientos de Job y de su posterior rehabilitación, es una obra más antigua, utilizada por el autor de la parte en verso.
Esta parte está constituida por los discursos de tres amigos que vienen a consolar a Job y conversan con él sobre la razón de sus padecimientos. Los diálogos están dispuestos en forma artística: los amigos de Job hablan en el orden correspondiente (el primero, el segundo y el tercero). Cada amigo dice tres discursos, y cada uno de estos tiene la respectiva respuesta de Job.
Muchos autores admiten que algunos fragmentos de la parte en verso no pertenecían a la obra original, y que fueron introducidos para completar la obra o fueron añadidos posteriormente a la obra ya terminada. Estos serían el elogio de la sabiduría (capítulo 28), que no tiene relación con el contexto, y los discursos de Elihú (capítulos 32-37), un cuarto amigo que viene a reforzar los argumentos de los que le precedieron. Es inexplicable la presencia de este ‘cuarto amigo’ porque no se lo mencionó antes (2,31), como tampoco será recordado después, cuando ellos se retiran (42,9). Las descripciones de Beemot y Leviatán (40,15-41,26), que se encuentran dentro del segundo discurso de Dios, podrían también haber sido obras independientes.
El relato refiere que el ángel Satán recibe autorización divina para poner a prueba a Job. Este pierde entonces a sus hijos, sus riquezas, y finalmente su salud. En medio de sus sufrimientos, Job está totalmente desconcertado. Él y sus amigos ignoran el diálogo entre Dios y Satán (diálogo que conocen solamente los lectores), y piensan, junto con toda la tradición, que el sufrimiento es un castigo por los pecados. Job sabe que no ha obrado mal, y por eso no se explica la razón de sus males. Los amigos, por su parte, están convencidos de que Job sufre como castigo por algún pecado, y con sus discursos tratan de convencerlo de que debe reconocer su culpa. El primero (Elifaz) lo afirma porque lo conoció por una revelación (5,12-21). Bildad, el segundo amigo, dice que esto es así porque lo enseña la experiencia (8,8-10). Finalmente, el tercero de los amigos, que es Sofar, acusa a Job de ser un mentiroso (11,1-6); la suerte cambiará para Job cuando este reconozca su culpa (11,13-20).
Por último habla Dios (CC. 38-41), que en su discurso no da la solución al problema. Solo describe la grandeza de la creación, en un tono de desafío: ¿Podrá Job hacer algo como lo que ha hecho el Señor al crear el universo? La razón de ser del dolor queda en el misterio. Pero Job ignora –aunque el lector lo sabe – que su sufrimiento no se debió a un pecado sino a una prueba permitida por Dios.
Job, que superó la tentación, es recompensado finalmente por Dios que le restituye su salud y le otorga bienes que duplican los que había poseído anteriormente.
Cuando todavía no se había revelado que al final habría una resurrección y que los seres humanos podrían participar de la vida eterna, la enseñanza tradicional decía que los justos, los que observan atentamente los mandamientos, durante esta vida recibirían bendiciones divinas y estarían al abrigo de cualquier contrariedad, mientras que los malvados sufrirían toda clase de males (Dt 30,15-20). La retribución por el bien y el mal que cada uno hubiera hecho se debía dar necesariamente en esta vida, porque con la muerte todo habría terminado para siempre.
Pero la experiencia muestra que los justos también sufren y que triunfan los malvados (Jr 12,1-4; Sal 73,3). “Hay justos que, a pesar de su justicia, van a la ruina y malvados que, a pesar de su maldad, viven muchos años” (Ecl 7,15): esto contradice la enseñanza tradicional. Entonces se pregunta: ¿Por qué sufren los que obran bien? ¿Cómo retribuye Dios a los que le sirven fielmente?
El libro de Job no da una respuesta al problema planteado, sino que lo coloca a Job en su lugar. La sabiduría humana no es suficiente como para poder pedirle razones a Dios. Estas son las dos enseñanzas que quedan claras para los lectores: en primer lugar se critica un concepto ‘mezquino’ de Dios, un Dios hecho a la medida de los hombres al que se le puede exigir que obre de acuerdo con los razonamientos humanos. Job terminará diciendo que él no conocía a Dios (Job 42,1-6), y el Señor reprenderá irritado a los tres amigos porque ellos no hablaron bien de él, intentando defender la doctrina tradicional. La sabiduría de Dios supera los razonamientos de cualquier ser humano, y no se le pueden pedir razones a Dios.
En segundo lugar, el sufrimiento humano no está necesariamente ligado a un pecado. Cuando los justos sufren, su padecimiento no es un castigo por algún pecado. En el caso de Job era solo una prueba. En este mundo se cruzan otras líneas que los humanos no conocen, y que en este libro están representadas por el ángel Satán.
En el Nuevo Testamento se relata que los discípulos de Jesús vieron a un hombre ciego de nacimiento y preguntaron quién habría pecado para que él tuviera que padecer este mal (Jn 9,2). Las enseñanzas del libro de Job no fueron asumidas por algunos, judíos y cristianos, que todavía hoy, cuando tienen algún dolor o contratiempo, se preguntan: “¿Qué mal habré hecho para que me suceda esto?”.
Finalmente, el libro de Job invita a entrever más allá, al Justo probado que se lamenta con su Padre (Mt 27,46; Mc 15,34), y obtiene la gloria de la resurrección para sí y para la humanidad pecadora que a él se acoge (Heb 5,7-8).
La estructura del libro se organiza de esta manera:
III. DISCURSOS DE ELIHÚ 32-37
Un hombre íntegro y recto
1,1 Hubo una vez, en la región de Us, un hombre llamado Job. Este hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y alejado del mal. 2 Tuvo siete hijos y tres hijas; 3 y llegó a poseer siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísima servidumbre. Era el hombre más rico de todos los habitantes de Oriente.
4 Sus hijos solían celebrar banquetes por turno, en casa de uno o de otro, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. 5 Terminado el ciclo de los banquetes, Job los llamaba para purificarlos. Al amanecer del día siguiente, ofrecía un holocausto por cada uno, porque decía: “Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones». Así hacía Job cada vez.
¿Te fijaste en mi servidor Job?
Zac 3,2
6 Un día los ángeles de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, y entre ellos, vino también el Satán, el tentador. 7 El Señor dijo al tentador: “¿De dónde vienes?”. El tentador respondió: “De recorrer la tierra y dar vueltas por ella”. 8 El Señor le dijo: “¿Te fijaste en mi servidor Job? No hay otro como él sobre la tierra: hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y alejado del mal”. 9 Respondió el tentador: “¿Será que Job teme a Dios desinteresadamente? 10 ¿No pusiste acaso una defensa alrededor de él, de su casa y de todo lo que él posee? Bendijiste el trabajo de sus manos y sus posesiones inundan la región. 11 Pero extiende tu mano, destruye sus bienes y verás que te maldice en la cara”.
12 Entonces el Señor dijo: “Ahí lo tienes; todo lo que él posee está en tu poder; pero, a él, no lo toques”. Y el tentador salió de la presencia del Señor.
El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó.
¡Bendito sea el nombre del Señor!
2 Re 1,12; Ecl 5,14; 1 Tim 6,7
13 Un día, cuando sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa del hermano mayor, 14 llegó un mensajero adonde estaba Job y le dijo: “Mientras los bueyes araban y las asnas pastaban cerca de ellos, 15 cayeron sabeos, se los llevaron y mataron a los criados a filo de espada. Solo yo pude escapar para darte la noticia.
16 Mientras este hablaba, vino otro y le dijo: “Un fuego de Dios cayó del cielo y quemó ovejas y pastores, hasta consumirlos. Solo yo pude escapar para darte la noticia”.
17 Mientras este hablaba, vino otro y le dijo: “Los caldeos, divididos en tres bandos, arremetieron contra los camellos, se los llevaron y mataron a los criados a filo de espada. Solo yo pude escapar para darte la noticia”.
18 Mientras este hablaba, vino otro y le dijo: “Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa del hermano mayor, 19 cuando de repente se levantó un fuerte viento desde el otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, que cayó sobre los jóvenes y murieron. Solo yo pude escapar para darte la noticia”.
20 Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rapó la cabeza; luego se postró en tierra, y en actitud de adoración, 21 dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”
22 En todo esto, Job no pecó ni dijo nada ofensivo contra Dios.
¿Te fijaste en mi servidor Job?
Gn 47,19; Dt 28,35; Jr 41.8
2,1 Otra vez, los ángeles de Dios vinieron a presentarse delante del Señor. También el tentador vino entre ellos y se presentó ante del Señor. 2 El Señor le dijo: “¿De dónde vienes?”. El tentador respondió: “De recorrer la tierra y dar vueltas por ella”. 3 El Señor le dijo: “¿Te fijaste en mi servidor Job? No hay otro como él sobre la tierra: Hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y alejado del mal. Todavía conserva su integridad, aunque tú me incitaste contra él para destruirlo sin motivo”.
4 El tentador respondió: “¡Piel por piel! El hombre da todo lo que tiene por salvar su vida. 5 Pero, extiende tu mano y golpea sus huesos y su carne, y verás que te maldice en la cara”. 6 Entonces el Señor dijo: “Ahí lo tienes en tu poder; pero respeta su vida”. 7 El tentador salió de la presencia del Señor e hirió a Job con llagas malignas desde los pies hasta la cabeza.
Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
Tob 2,14
8 Job tomó un pedazo de teja para rascarse, mientras estaba sentado sobre la ceniza. 9 Entonces su mujer le dijo: “¿Todavía persistes en tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!”. 10 Pero él le dijo: “Hablas como una necia cualquiera. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?”. En todo esto, Job no pecó con sus labios.
Los amigos de Job no lo reconocieron
Gn 37,35; Ez 3,15; Lam 2,10; Esd 9,3
11 Tres amigos de Job, Elifaz de Temán, Bildad de Suaj y Sofar de Naamat, al enterarse de la desgracia que había caído sobre él, partieron cada uno de su país. Se habían puesto de acuerdo para venir juntos a compartir su pena y consolarlo. 12 Mirándolo desde lejos, no lo reconocieron, y rompieron a llorar a gritos. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo sobre sus cabezas. 13 Se sentaron junto a él en el suelo por siete días y siete noches, sin dirigirle la palabra, porque percibían que su dolor era demasiado grande. 3,1 Después de esto, Job abrió su boca y maldijo su día.
Perezca el día en que nací[2]
Jr 20,14-18; Os 2,8; Sal 58,9; Ecl 4,3; 6,3
2 Job tomó la palabra y dijo:
3 “Perezca el día en que nací,
y la noche que dijo: ‘Un varón ha sido concebido’.
4 Que ese día se vuelva oscuridad.
No lo tome en cuenta Dios desde lo alto
ni despunte la luz sobre él.
5 Tinieblas y sombras lo reclamen, un denso nubarrón se pose sobre él,
y un eclipse lo llene de terror.
6 Que las tinieblas se apoderen de esa noche;
que no se cuente entre los días del año,
ni entre en el número de los meses.
7 Sí, que esa noche sea estéril,
y que no se oiga en ella ningún canto de júbilo.
8 Que la maldigan los que maldicen el día,
los expertos en despertar a Leviatán.
9 Que se apaguen las estrellas de su aurora;
que en vano espere la luz,
y no vea los destellos del alba,
10 por no haberme cerrado las puertas del seno materno,
ni impedir que mis ojos vieran tanta aflicción.
11 ¿Por qué no morí en el seno materno?
¿Por qué no expiré al salir del vientre?
12 ¿Por qué me acogió un regazo,
y dos pechos me amamantaron?
13 Sin duda, ahora yacería tranquilo;
dormiría, y en este momento tendría descanso,
14 junto a los reyes y consejeros de la tierra,
que construyeron mausoleos para sí,
15 o junto a los príncipes que tuvieron oro,
y llenaron de plata sus casas.
16 Como un aborto desechado, yo no existiría;
como esos niños que nunca vieron la luz.
17 En ese lugar se acaba la agitación de los malvados,
y allí reposan los que están exhaustos.
18 Con ellos están tranquilos los prisioneros,
porque ya no oyen la voz del carcelero.
19 El pequeño y el grande están allí;
y el esclavo ya está libre de su amo.
20 ¿Por qué se dio luz al desdichado,
y la vida a los amargados del alma,
21 a los que ansían la muerte y no la consiguen,
aunque la buscan más que a tesoros;
22 a los que se alegran sobremanera,
cuando encuentran el sepulcro,
23 al hombre cuyo camino está impedido,
y a quien Dios ha acorralado?
24 Porque en lugar de mi alimento, llega mi gemido;
y mis sollozos se derraman como agua.
25 Porque lo que más temía me sucede;
y lo que me aterraba me acontece.
26 No tengo paz, no estoy tranquilo, no descanso;
solo me viene una constante agitación”.
¿Quién pereció siendo inocente? [3]«
Is 35,3; Os 10,13; Sal 26,1; 37,25; Gál 6,7
4,1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 “¿Soportarías si alguien te contradijera?
¿Y podría uno contenerse de hablar?
3 Tú, que exhortabas a muchos,
y fortalecías manos débiles;
4 tus palabras levantaron al caído,
y robusteciste las rodillas vacilantes;
5 ahora, al llegarte el turno, ¿te impacientas?
La desgracia golpea tu puerta, ¿y te desalientas?
6 Tu piedad, ¿no era tu confianza?
y la integridad de tu proceder ¿no era tu esperanza?
7 Recuerda, ¿quién pereció siendo inocente?
¿Dónde fueron aniquilados los justos?
8 Conforme yo he visto: los que cultivan maldad
y siembran miseria, eso mismo cosechan;
9 ante el aliento de Dios perecen;
son consumidos por el soplo de su ira.
10 El león deja de rugir y la fiera de bramar,
y los dientes de los cachorros son quebrantados;
11 el león perece por falta de presa,
y las crías de la leona se dispersan”.
¿Puede un mortal ser más justo que Dios?
Gn 15,12; Nm 12,6; Sal 90,5-6; Rom 3,4; 2 Pe 2,4
12 “Percibí una palabra furtiva;
mi oído distinguió el susurro de ella;
13 entre la ansiedad de las visiones nocturnas,
cuando el sopor cae sobre los hombres.
14 Me sobrevino un espanto,
y un temblor estremeció todos mis huesos.
15 Por mi rostro se deslizó una brisa
que erizó el vello de mi piel.
16 Se detuvo, y no reconocí su aspecto,
una figura delante de mis ojos.
Hubo un silencio, y luego oí una voz:
17 “¿Puede un mortal ser más justo que Dios;
el ser humano, más puro que su Hacedor?
18 Él desconfía aún de sus servidores,
y hasta en sus ángeles encuentra defectos.
19¡Cuánto más en los que habitan casas de barro, construidas sobre el polvo!
¡Ellos son aplastados como la polilla!
20 Entre la mañana y la tarde son aniquilados;
desaparecen para siempre y nadie lo advierte.
21¿No están ya cortadas las cuerdas de su tienda?
Así mueren, por falta de sabiduría”.
¡Grita! ¿Habrá quién te responda?
Gn 3,17; Sal 90,10; Prov 19,19; Ecl 2,23; Eclo 41,5-7
5,1 “¡Grita! ¿Habrá quién te responda?
¿A quién acudirás de la corte celestial?
2 Porque el enojo mata al insensato,
y la ira acaba con el imprudente.
3 Yo vi a un necio instalándose,
y de inmediato maldije su morada.
4 Sus hijos no tienen seguridad,
y acosados a la puerta, no hay quién los libre.
5 El hambriento devora su cosecha;
la roban no obstante los espinos;
y el ambicioso acaba sus riquezas.
6 Porque la aflicción no viene del polvo,
ni el infortunio brota de la tierra.
7 El hombre nace para la aflicción,
como las chispas que se elevan volando”.
¡Dichoso el hombre a quien Dios corrige!
Gn 13,16; Ez 34,25; Os 6,1; Sal 94,12; Prov 22,12; Sant 1,12-15//5,13: 1 Cor 3,19
8 “Yo, en tu lugar, buscaría a Dios,
ante él presentaría mi causa.
9 Él hace prodigios insondables,
maravillas innumerables;
10 derrama la lluvia sobre la tierra,
y hace correr el agua sobre los campos,
11 para elevar a los humildes,
y para que los afligidos alcancen la salvación.
12 Frustra las tramas de los astutos,
para que sus manos no ejecuten sus proyectos.
13 Enreda a los sabios en su propia astucia,
y se frustra el plan de los sagaces;
14 de día, se encuentran en tinieblas;
a mediodía, van a tientas como en la noche.
15 Él salva al pobre del filo de la espada,
y de la mano del prepotente;
16 el desamparado recobra la esperanza,
y la injusticia tiene que cerrar la boca.
17 Sí, ¡dichoso el hombre a quien Dios corrige!
No desprecies la lección del Todopoderoso.
18 Porque Él aflige y consuela;
Él hiere y cura con sus manos.
19 Seis veces te librará de aflicciones,
y a la séptima no te alcanzará el mal.
20 En la carestía, te salvará de la muerte;
y en la guerra, del peligro de la espada.
21 Estarás a salvo del flagelo de la crítica,
y no temerás cuando venga la desgracia.
22 Te reirás de la violencia y del hambre,
y no tendrás miedo a las fieras de la tierra.
23 Porque te aliarás con las piedras del campo,
y las fieras de la región estarán en paz contigo.
24 Sabrás que tu tienda está segura;
y al visitar tu morada, verás que está impecable;
25 verás que tu descendencia es numerosa,
tus vástagos, como hierba del campo.
26 Bajarás a la tumba sin achaques,
como gavilla recogida a su tiempo.
27 Así es. Lo hemos comprobado.
¡Escucha y aprende!”.
¡Ojalá se pudiera pesar mi angustia! [4]«
Lam 3,12
6,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “¡Ojalá se pudiera pesar mi angustia
y ponerla en la balanza junto a mi calamidad!
3 Pesarían ahora más que la arena del mar.
Por eso, mis palabras son desvaríos.
4 Las flechas del Todopoderoso están en mí,
mi espíritu bebe su veneno,
y contra mí se dirigen los ataques de Dios.
5 ¿Rebuzna el asno frente a la hierba,
muge el buey junto a su forraje?
6 ¿Se come lo insípido sin sal,
hay gusto en la clara del huevo?
7 Lo que me causaba asco
es ahora mi alimento de enfermo”.
¿Acaso mi carne es de bronce?
1 Re 19,4
8 “¡Ojalá se cumpliera mi petición,
y Dios me concediera lo que espero!
9 Que Dios decidiera aplastarme,
que extendiera su mano y me ultimara;
10 entonces tendría mi consuelo
y aún en un dolor implacable me regocijaría,
porque nunca traicioné las palabras del Santo.
11 ¿Qué fuerzas me quedan para esperar,
y de qué sirve prolongar mi vida?
12 ¿Es mi resistencia como la de las piedras?
¿Acaso mi carne es de bronce?
13 ¿Me ha quedado algún apoyo?
¿Acaso tengo una ayuda?”.
Muéstrenme qué error cometí
Jr 15,18; Prov 25,19
14 “El desesperado necesita compasión de su amigo,
aunque hubiera abandonado el temor del Todopoderoso.
15 Mis hermanos son tan traicioneros como un torrente;
como el caudal de los torrentes pasajeros:
16 que bajan turbios a causa del hielo,
sobre los cuales se funde la nieve;
17 en tiempo de verano, se secan;
y con el calor, desaparecen de sus lechos.
18 Desvían los senderos de sus caminos,
se evaporan en el desierto y desaparecen.
19 Las caravanas de Temán vuelven los ojos hacia ellos,
los viajeros de Sabá esperan encontrarlos;
20 pero se frustraron por haber confiado;
llegaron hasta allí y quedaron decepcionados.
21 Si, así son ustedes ahora para mí,
vieron mi horror y se espantaron.
22 ¿Acaso les dije que me dieran algo,
que me hagan un regalo de sus bienes,
23 que me libren de la mano del enemigo,
o que me rescaten del poder de los tiranos?”.
24 Instrúyanme, mientras yo guardo silencio;
y muéstrenme cuál es el error que cometí.
25 ¡Cómo lastiman las verdades!
¿Qué prueban los argumentos de ustedes?
26 ¿Acaso piensan censurar unas palabras,
y expresiones lanzadas al viento por un desesperado?
27 ¡Ustedes serían capaces de dar un huérfano como premio de un sorteo
y de poner en venta a su propio amigo!
28 Pero ahora, dígnense mirarme:
¿Acaso les mentiría en su propia cara?
29 Por favor, recapaciten. Que no haya injusticia.
Desistan, que está en juego mi inocencia.
30 ¿Acaso hay maldad en mi lengua?
¿Mi paladar ya no sabe discernir lo malo?”.
Recuerda que mi vida es un soplo
Dt 28,67; Is 38,12; Sal 39,6; Sab 2,1
71 “¿No es un servicio militar la vida del hombre sobre la tierra?
Y sus días, ¿no son como los de un jornalero,
2 como los de un esclavo que suspira por la sombra,
como los de un asalariado que espera su paga?
3 Yo, sin embargo, solo recibí una paga inútil,
y me asignaron noches de aflicción.
4 Apenas me acuesto, digo: “¿Cuándo me levantaré?
¿Cuándo pasará la noche?”.
Me harto de dar vueltas hasta el amanecer.
5 Mi carne está cubierta de gusanos y de costras de barro;
la piel se me parte y se ha vuelto repugnante.
6 Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor,
se consumen sin ninguna esperanza.
7 “Recuerda que mi vida es un soplo,
que mis ojos no volverán a ver la dicha.
8 Ojos que me vieron no me verán más.
Tus ojos se fijarán en mí, y ya no existiré.
9 Así como nube que pasa y se desvanece,
el que baja al lugar de los muertos ya no sube;
10 nunca más vuelve a su casa,
y su entorno ni siquiera lo reconocería”.
No refrenaré mi boca
Sal 8,5; 144,3; Eclo 18,8; Dn 4,2
11 “Por tanto, yo no refrenaré mi boca,
hablaré en la angustia de mi espíritu,
me quejaré, así amargado como estoy.
12 “¿Soy yo el mar o el dragón
para que me pongas un guardián?
13 Apenas digo: ‘Mi cama me consolará,
mi lecho compartirá mi queja’,
14 tú me asustas con sueños,
me aterrorizas con visiones;
15 y mi alma prefiere la asfixia,
la muerte en lugar de mis dolores.
16 Ya estoy acabado; no viviré para siempre.
Déjame, que mis días son un soplo.
17 ¿Qué es el mortal para que le des importancia,
y para que te preocupes por él;
18 para que lo examines cada mañana,
y a cada momento lo pongas a prueba?
19 ¿Cuándo apartarás tu vista de mí?
¿No te separarás de mí, ni cuando trago saliva?
20 ¿He pecado? ¿Qué te he hecho, guardián del hombre?
¿Por qué me has convertido en blanco de tus flechas,
y he llegado a ser una carga para mí mismo?
21 ¿Por qué no perdonas mi pecado
y pasas por alto mi culpa?
Mira que muy pronto descansaré en el polvo;
tú me buscarás, pero ya no existiré”.
¿Puede Dios violar el derecho? [5]
Dt 32,7; Ez 18,20; Sal 18,25; 2 Cro 19,7
8,1 Bildad de Suaj tomó la palabra y dijo:
2 “¿Hasta cuándo seguirás hablando así,
y tus palabras serán un viento impetuoso?
3 ¿Puede Dios violar el derecho;
el Todopoderoso, pervertir la justicia?
4 Cuando tus hijos pecaron contra Dios,
él los entregó como víctimas de su maldad.
5 Si tú buscaras diligentemente a Dios,
e imploraras misericordia del Todopoderoso,
6 si fueras puro y recto, sin duda se alzaría en tu favor,
y restauraría la mansión de tu justicia.
7 Aunque tu comienzo hubiera sido insignificante,
tu porvenir se tornaría grandioso”.
Dios no rechaza al íntegro
Zac 5,4; Sal 34,17; 112,10; Prov 10,28; 1 Cr 29,15; Sab 2,5
8 “Pregunta, por favor, a la generación pasada,
y considera lo indagado por sus padres.
9 Porque nosotros somos de ayer y no sabemos nada,
nuestros días son una sombra sobre la tierra.
10 ¿No te instruirán ellos? Te hablarán
y harán brotar las palabras de sus corazones.
11 ¿Crece el papiro fuera de la ciénaga?
¿Brota el junco donde no hay agua?
12 Todavía en retoño, aun sin ser cortado,
y antes de cualquier otra planta se seca.
13 Así son las sendas de todos los que olvidan a Dios;
así acaba la esperanza del impío,
14 cuya confianza es un hilo frágil;
y su seguridad, una telaraña.
15 Si se apoya en su casa, esta no resiste;
si se aferra a ella, no se tiene en pie.
16 Llenos de sabia, a pleno sol,
sus retoños se extienden por su jardín.
17 Sus raíces se entretejen sobre el pedregal,
sobre una casa de piedras emerge.
18 Pero, si es arrancado de su lugar,
este reniega de él: ‘Nunca te he visto’.
19 Mira, esta será su suerte, su destino,
aunque del polvo brotarán otros.
20 Dios jamás rechaza al íntegro
ni toma de la mano a los malhechores.
21 Él aún puede llenar de risa tu boca,
y tus labios, de gritos de júbilo.
22 Los que te odian se cubrirán de vergüenza
y la tienda de los impíos desaparecerá”.
¿Quién desafió a Dios y salió ileso?[6] «
Ex 15,7; Is 13,13; Am 5,8; Dn 4,32; 2 Cr 20,6; Mt 14,25
9,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “Es verdad. Reconozco que es así.
¿Cómo podría ser justo un mortal frente a Dios?
3 Si uno quisiera lidiar contra él,
no lo podría rebatir ni una vez entre mil.
4 Sabio de corazón e invencible en fuerza,
¿Quién desafió a Dios y salió ileso?
5 Él sacude los montes sin que lo sepan,
y los revuelca en su furor;
6 Él remueve la tierra de su lugar,
y hace temblar sus columnas;
7 Él es el que ordena al sol que no salga,
y encierra con un candado las estrellas.
8 Él solo extiende los cielos,
y camina sobre las olas del mar;
9 Él da forma a la Osa y al Orión,
a las Pléyades y a las constelaciones del sur.
10 Él hace prodigios insondables,
y maravillas que no se pueden enumerar.
11 Él pasa junto a mí, y yo no lo veo;
se aleja, y yo no lo percibo.
12 Si él quita algo, ¿quién se lo puede impedir
o quién le diría: qué estás haciendo?”.
Aun teniendo razón, no podría alegarle
Sal 89,11; Ecl 9,2; Lam 3,15; 1 Jn 5,19
13 “Dios no desiste de su ira,
bajo él están abatidos los secuaces de Rajab.
14 Tanto menos podría yo objetarle,
escoger mis argumentos contra él.
15 Aun teniendo razón, no podría alegarle.
Debería suplicar gracia a mi juez.
16 Si le invocara y me respondiera,
no creo que hiciera caso a mi llamada.
17 Él me aplasta con la tempestad,
y multiplica sin motivo mis heridas.
18 No me deja ni tomar aliento,
porque me ha colmado de amarguras.
19 Si se trata de fuerza, él es más poderoso;
Si se trata de un juicio, ¿quién me asistirá?
20 Si soy justo, mi boca me condena;
aunque yo sea inocente, él me declara culpable.
21 Pero, ¿soy inocente?
No lo sé ni me interesa.
22 Todo es igual y ya lo he dicho:
Dios acaba con el inocente y el malvado.
23 Si una calamidad mata de repente,
él se ríe de la desesperación del inocente.
24Si un país está en manos de un malvado,
él pone un velo sobre el rostro de sus jueces;
y si no es él, ¿quién puede ser?”.
Hablaría a Dios y no le tendría miedo
1 Sm 2,25; Is 1,19; Jr 2,22; Sal 51,9
25 “Mis días corren más que un atleta veloz;
escapan sin ver la felicidad,
26 se deslizan como barcos de junco,
como un águila que se arroja sobre su presa.
27 Por más que yo diga: ‘Olvidaré mi aflicción,
cambiaré mi semblante y me mostraré sonriente’,
28 me estremezco ante todas mis desgracias,
porque me doy cuenta de que no me absolverás.
29 Y si soy culpable,
¿para qué fatigarme en vano?
30 Si me lavara con agua de nieve,
y fregara mis manos con lejía,
31 aun así tú me hundirías en la fosa,
y mis propios vestidos me darían asco.
32 Tú no eres hombre como yo para hacerte frente,
para que vayamos juntos a juicio.
33 No existe un árbitro entre nosotros,
uno que medie entre nosotros dos,
34 que aparte de mí su vara,
y que su espanto no me aterrorice,
35 entonces hablaría a Dios y no le tendría miedo,
porque creo que no soy culpable”.
Hablaré así, amargado como estoy
Dt 32,39; 1 Sm 16,7; Sab 16,15
10,1 “Estoy harto de mi vida. Voy a proferir mi queja.
Hablaré así, amargado como estoy.
2 Diré a Dios: ‘No me condenes.
Dame a conocer por qué pleiteas contra mí.
3¿Te parece bien ultrajar,
rechazar la obra de tus manos,
y favorecer el proyecto de los malvados?
4¿Tienes tú los ojos débiles;
acaso tú ves como un mortal?
5 ¿Son tus días como los de un mortal,
o tus años como los del ser humano
6 para que busques mi culpa,
e indagues si tengo pecado?
7 Aunque sepas que no soy culpable,
no hay quien me libre de tu mano’”.
¿Por qué me sacaste del vientre?
Gn 2,7; 3,19; Os 5,14; Sal 39,14: 103,14; 139,15; Ecl 4,2-3
8 “Tus manos me modelaron; ellas me formaron
todo entero: ¡para aniquilarme!
9 Recuerda, por favor, que me modelaste como el barro:
¡y que me harás volver al polvo!
10 ¿No me derramaste como leche,
y me cuajaste como queso?
11 Me revestiste de carne y piel,
y me entretejiste con huesos y tendones.
12 Me otorgaste vida y misericordia,
y tu providencia protegió mi espíritu.
13 Pero ocultabas esto en tu corazón;
ahora sé lo que tenías planeado.
14 Si yo pecara, tú lo tomarías en cuenta,
y de mi culpa no me dejarías impune.
15 Si soy culpable, ¡ay de mí!,
y si soy justo, no me atrevo a levantar la cabeza.
Harto de ignominia, soy consciente de mi frustración.
16 Y si levantara mi cabeza, me cazarías como a un león,
y volverías a ostentar tu poder sobre mí.
17 Renovarías tus ataques contra mí,
multiplicarías tu ira conmigo
atacándome con tropas de relevo.
18 ¿Por qué me sacaste del vientre?
¡Habría muerto y nadie me habría visto!,
19 sería como si nunca hubiera existido,
conducido del vientre a la tumba.
20 Son ya tan pocos mis días,
apártate de mí para tener un poco de sosiego,
21 antes que me vaya a la región de las tinieblas
y de las sombras, de la que no regresaré;
22 a la región oscura, como las sombras de muerte y del caos,
donde la misma claridad es noche oscura”.
¿Esclareciste tú el misterio de Dios? [7]
Sal 33,15; Prov 10,19; 30,4; Ecl 5,1
11,1 Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo:
2 “¿Quedará sin respuesta ese derroche de palabras?
¿Por ser locuaz va a tener uno la razón?
3 ¿Tus pedanterías harán callar a los hombres?
¿Te burlarás sin que nadie te humille?
4 Porque has dicho: ‘Mi discurso es correcto;
soy inocente ante tus ojos’.
5 Ojalá Dios te hable
y abra sus labios contra ti,
6 para revelarte los secretos de la sabiduría,
que desconciertan al entendimiento;
entonces sabrías que Dios mismo
te hace olvidar parte de tu iniquidad.
7 ¿Puedes escrutar las profundidades de Dios?
¿Podrás develar los confines del Todopoderoso?
8 Son altos como el cielo, ¿qué puedes hacer?
Más profundos que el abismo, ¿qué puedes saber?
9 Su longitud es más extensa que la tierra,
y su anchura más que el mar.
10 Si él pasara, te encerrara o te pidiera cuentas,
¿quién se lo impediría?
11 Porque él conoce a los hombres falsos y
si viera la iniquidad, ¿acaso no la consideraría?”
¿Puede el hombre necio tener buen juicio?
1 Sm 7,3; Is 58,8; Sal 4,9; 112,7
12 “Un hombre necio solo tendrá buen juicio
cuando nazca un ser humano de un asno salvaje.
13 Si pones tu corazón en orden,
y extiendes tus manos hacia él,
14 si rechazas la iniquidad que hay en tus manos;
y si la maldad no habita en tus tiendas,
15 entonces levantarás tu frente limpia,
estarás seguro y nada temerás.
16 Porque habrás olvidado la aflicción,
solo la recordarás como aguas que pasaron.
17 Tu vida surgirá más radiante que el mediodía,
y la oscuridad será como la aurora;
18 vivirás confiado, porque habrá esperanza,
observarás a tu alrededor y te acostarás tranquilo.
19 Descansarás sin que nadie te moleste,
y muchos suplicarán tu favor.
20 En cambio, los ojos de los malvados se consumen
y no habrá escape para ellos,
porque el último suspiro será su única esperanza”.
En los ancianos está la sabiduría [8]«
1 Re 12,6; Is 57,16; Sal 73,3; Dn 5,23
12,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “¡En verdad ustedes piensan como todos,
y con ustedes morirá la sabiduría!
3 Yo también tengo buen juicio y no soy menos que ustedes.
¿A quién se le escapan cosas como estas?
4 Soy el hazmerreír de mis amigos
porque clamo a Dios para que él me responda.
El recto, el intachable, es un ridículo.
5 ‘¡Al desgraciado, el desprecio!’,
piensa el que se siente seguro,
‘¡A los pies vacilantes, un empujón!’.
6 Las chozas de los violentos tienen paz,
y seguridad los que irritan a Dios;
a ellos Dios los lleva en su mano.
7 Pero, interroga a los animales, y te instruirán;
a las aves del cielo, y te lo dirán;
8 o habla a la tierra, y te instruirá;
a los peces del mar y te lo contarán.
9 ¿Quién, de entre todos ellos, no sabe
que la mano del Señor ha hecho esto;
10 que en su mano está la vida de todo viviente,
y el hálito de vida de cada persona?
11 ¿Acaso el oído no examina las palabras,
como el paladar saborea el alimento?
12 En los ancianos está la sabiduría,
en la vida larga, el entendimiento”.
Con Dios están la sabiduría y el poder
1 Sm 2,7; Is 22,22; Sal 76,13; Prov 2,6; Dn 2,21; Lc 1,52; Ap 3,7
13 “Con Dios están la sabiduría y el poder,
suyos son el consejo y el entendimiento.
14 Mira, lo que él derriba nadie lo reconstruye;
si encierra a alguien nadie lo libera.
15 Mira, él detiene las aguas y se secan;
él las deja caer e inundan la tierra.
16 Con él están poder y astucia;
suyos son el engañador y el engañado.
17 A los consejeros humilla,
a los jueces enloquece.
18 Despoja de sus vestiduras a los reyes,
y ciñe un taparrabo a su cintura.
19 A los sacerdotes humilla,
y derriba a los poderosos.
20 Priva del habla a los hombres de confianza,
y quita a los ancianos el discernimiento.
21 Derrama vergüenza sobre los nobles,
y afloja el cinturón de los poderosos.
22 Libera los misterios de las tinieblas,
y saca la sombra a la luz.
23 Enaltece a las naciones y las derriba;
las hace crecer y las dispersa.
24 Priva de sensatez a los jefes del pueblo,
y los despista en un páramo sin caminos.
25 A tientas van en la oscuridad,
y sin luz los hace tambalear como borrachos”.
¿Hablarían falsedad a favor de Dios?
13,1 “Todo esto lo han visto mis ojos,
lo oyeron mis oídos y lo entendieron.
2 Todo el saber de ustedes lo sé también yo;
no soy menos que ustedes.
3 Ojalá pudiera yo hablar al Todopoderoso;
con Dios me gustaría discutir.
4 Pero ustedes son forjadores de mentiras.
¡Todos, médicos inútiles!
5 ¡Ojalá se callaran de una vez!
¡Esa sería su sabiduría!
6 Escuchen, por favor, mi defensa;
presten atención a las querellas de mis labios.
7 ¿Hablarán injusticias en nombre de Dios?
¿Hablarán falsedades en su favor?
8 ¿Mostrarán parcialidad por él?
¿Quieren ser sus abogados?
9 ¡Sería bueno que él los examinara!
¿Podrían engañarlo como se engaña a la gente?
10 Dios, sin duda, los reprendería,
aun si secretamente se mostraran parciales.
11 ¿No les infunde pánico su majestad,
y no se abate sobre ustedes su terror?
12 ¡Sus tradiciones son proverbios de ceniza!
¡Sus respuestas, defensas de barro!
13 ¡Cállense, déjenme y yo hablaré,
y que me suceda lo que sea!
14 Porque yo desgarro mi carne con mis dientes,
y expongo mi vida en mis manos.
15 Cierto, ¡me matará!, pero nada más espero;
defenderé mi conducta en su presencia.
16 Esa también será mi salvación,
porque ningún impío comparece ante él”.
He aquí que ahora preparo mi defensa
Is 50,8; Jr 31,19; Sal 25,7
17 “Escuchen atentamente mi palabra,
y mi exposición llegue a oídos de ustedes:
18 He aquí que ahora preparo mi defensa;
yo sé que saldré inocente.
19 ¿Quién quiere pleitear contra mí?,
si ahora callo, moriría.
20 No me ocultaré de tu presencia
solo concédeme dos cosas:
21 retira de mí la palma de tu mano,
y que tu terror no me espante.
22 Luego, acúsame y te responderé;
o déjame hablar, y tú me contestarás.
23 ¿Qué iniquidades y pecados me acusan?
¡Prueba mi transgresión y mi pecado!
24 ¿Por qué escondes tu rostro,
y me consideras tu enemigo?
25 ¿Hostigarás a una hoja que vuela?
¿Vas a perseguir a una paja seca?
26 Porque anotas a mi cargo rebeldías
y me achacas culpas de mi juventud,
27 pones mis pies en el cepo,
vigilas todas mis sendas
y rastreas todas mis huellas”.
Una vida breve y llena de problemas
Is 6,13; 40,6-8; Sal 39,6; 51,7; 143,2; Dn 4,12; Sab 2,1; Jn 3,6
28 “Él deshace al hombre como madera carcomida,
como ropa devorada por la polilla.
14,1 En efecto, el hombre, nacido de mujer,
tiene una vida breve y llena de problemas,
2 Brota como una flor y se marchita,
se esfuma como la sombra, sin detenerse.
3 ¿Y te fijaste en uno así?
¿Y me llevas a juicio ante ti?
4 ¿Quién saca algo puro de la basura? ¡Nadie!;
5 Si sus días están determinados,
sabes ya el número de sus meses,
el límite que le pusiste y que no pasará.
6 Aparta de él la mirada, para que descanse,
hasta que disfrute de su jornal, como el asalariado.
7 Porque para el árbol hay esperanza:
si es cortado, retoña todavía y no le falta su renuevo,
8 si su raíz envejece en la tierra,
y su tronco se marchita en el polvo,
9 al olor del agua florece,
y produce fruto como una planta nueva.
10 El mortal, en cambio, muere y queda inerte;
el hombre expira y ¿adónde va?
11 Se evaporan las aguas del mar,
el río se agota y se seca.
12 Así son los hombres; se acuestan y ya no se levantan.
Dejarán de existir los cielos,
pero ellos no despertarán ni se levantarán de su sueño”.
Muerto el hombre, ¿volverá a vivir?
Os 13,12
13 “¡Ojalá me ocultaras en el lugar de los muertos,
y me escondieras hasta que pase tu enojo,
me fijaras un plazo para acordarte de mí!
14 Muerto el hombre, ¿volverá a vivir?
Todo el tiempo de mi milicia
esperaría ansioso que llegue mi relevo.
15 Me llamarías y yo te respondería;
añorarías la obra de tus manos.
16 Porque entonces contarías mis pasos,
sin tomar en cuenta mi pecado.
17 Sellada en una bolsa estaría mi transgresión,
y borrarías de un trazo mi culpa.
18 Pero, como un monte se erosiona y se derrumba,
y la roca cambia de su lugar,
19 como las aguas desgastan las piedras,
y sus torrentes arrastran el polvo de la tierra,
así devastas tú la esperanza del hombre;
20 lo abates para siempre y él desaparece;
desfiguras su rostro y lo expulsas.
21 Sus hijos reciben honores, pero él no lo sabe;
son humillados y él no se da cuenta.
22 Solo en carne propia percibe el sufrimiento,
y solo por sí mismo hace duelo”.
Tu propia boca te condena [9]
1 Re 20,40; Prov 16,23; Mt 12,37; Lc 6,45
15,1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 “¿Responde un sabio con razones vanas
y llena su interior de puro viento?
3 ¿Reclama sin una razón útil
y con palabras que no tienen ningún provecho?
4 Así tú destruyes el temor de Dios
y anulas la reflexión delante de él.
5 Ciertamente es tu culpa la que mueve tu boca,
y escoges un lenguaje astuto.
6 Tu boca te condena, no yo;
y tus propios labios atestiguan contra ti”.
¿Qué es el hombre para creerse puro?
1 Re 8,46; Sal 14,3; 143,2; 90,2; Rom 3,10; 11,34
7 “¿Fuiste tú el primero en nacer,
y te dieron a luz antes que a las montañas?
8 ¿Participas de los secretos de Dios
y acaparas para ti la sabiduría?
9 ¿Qué sabes tú que no lo sepamos?
¿Qué entiendes tú que no lo entendamos?
10 Entre nosotros también hay ancianos
y venerables, más longevos que tu padre.
11 ¿Te parecen poco los consuelos de Dios,
y la palabra amable que te custodia?
12 ¡Cómo te dominan tus razones!
¡Cómo es altanera tu mirada!
13 Porque vuelcas contra Dios tu espíritu,
y sacas de tu boca tales cosas.
14 ¿Qué es el hombre para sentirse puro,
el nacido de mujer para creerse inocente?
15 ¡Dios no confía ni en corte celestial,
ni los cielos son puros a sus ojos,
16 cuánto menos el infame y corrompido ser humano
que bebe como agua la maldad!”
La enseñanza de los sabios
Jr 50,24; Sal 7,15; Prov 10,3; 10,27
17 “Voy a instruirte, préstame atención
y te diré lo que he contemplado,
18 lo que los sabios dijeron
y que sus antepasados no ocultaron.
19 A ellos solamente fue dada la tierra,
y ningún extranjero se mezcló con ellos.
20 El malvado vive entre tormentos
y los años del opresor están contados;
21 sus oídos perciben gritos de espanto,
en plena paz bandidos lo asaltan.
22 No espere escapar de las tinieblas
porque está destinado a la espada.
23 Vaga en busca de pan, ¿adónde?
Percibe la inminencia del día de las tinieblas.
24 La ansiedad y la angustia lo aterrorizan;
lo dominan como a un rey listo al ataque.
25 Porque extendió su mano contra Dios,
y se envalentonó contra el Todopoderoso.
26 Arremete contra él con cuello erguido,
con el espesor de su escudo blindado,
27 porque ha untado su rostro con grasa
y ha robustecido su cuerpo,
28 aunque ocupó ciudades desoladas,
casas deshabitadas, destinadas a la ruina.
29 No se enriquecerá, ni aumentará su poder,
ni se extenderán por la tierra sus posesiones.
30 No escapará de las tinieblas; la llama quemará su retoño,
y se esfumará con el suspiro de su boca.
31 Que no confíe en su vanagloria; él se engaña
porque recibirá el vacío como recompensa.
32 Antes de su tiempo ya se seca,
y su rama nunca reverdecerá.
33 Es como una vid que deja caer verde su fruto;
como un olivo que pierde su flor.
34 Porque la raza del impío es estéril,
y el fuego consume las chozas obtenidas con sobornos.
35 Quien engendra malicia, da a luz iniquidad;
sus entrañas gestan el engaño”.
Consoladores miserables [10]«
Sal 22,8
16,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “Escuché ya muchas cosas semejantes.
Consoladores miserables son todos ustedes.
3 ¿No tendrán fin las palabras huecas?
¿Qué te incita a argumentar así?
4 Yo también hablaría como ustedes,
si ustedes estuvieran en mi lugar.
Los ahogaría en palabras,
y menearía contra ustedes mi cabeza.
5 Los confortaría con mi boca,
hasta que mis labios dejaran de moverse”.
Dios me entregó al impío
Sal 17,1; 22,14
6 “Si hablo, mi dolor no cesa.
Si callo, tampoco se aparta de mí.
7 Pero ahora, Dios me tiene extenuado.
‘Espantas a mis conocidos 8 y me acosas’.
Él se ha constituido en testigo y se levanta contra mí.
Mi calumniador me acusa en la cara.
9 Su ira me despedaza con odio,
rechinando los dientes contra mí.
Mi enemigo me atraviesa con la mirada.
10 Ellos abrieron su boca contra mí,
me abofetearon con injurias;
todos se aliaron contra mí.
11 Dios me entregó al impío,
y me arrojó en manos de los malvados.
12 Tranquilo estaba y me sacudió.
Me agarró por la nuca y me despedazó.
Me puso en lo alto, haciéndome su blanco.
13 Sus arqueros me rodearon.
Traspasó mis riñones sin compasión.
Derramó mi hiel por tierra.
14 Abrió en mí herida tras herida,
arremetió contra mí como un guerrero.
15 Un vestido de penitencia cosí a mi piel
y arrojé al polvo mi prestigio.
16 Mi rostro está rojizo por el llanto
y en mis párpados hay sombras de muerte,
17 aunque en mis manos no hay violencia
y mi oración es pura”.
No descanse mi grito de auxilio
Gn 4,10; 1 Sm 12,5; 1 Tes 2,5
18 ¡Tierra, no ocultes mi sangre,
ni quede silenciado mi grito de auxilio!
19 Aún ahora, mi testigo está en el cielo
y mi defensor en las alturas.
20 Mis amigos se burlan de mí
mientras mis ojos derraman lágrimas ante Dios.
21 Que alguien sea árbitro entre el hombre y Dios,
como entre un mortal y su prójimo,
y yo me voy por un sendero sin retorno.
22 porque mis años están contados”.
Me ha convertido en objeto de burla
Sal 44,15; 73,3; 88,5
17,1 Mi aliento se agotó,
mis días se extinguieron;
no me espera más que el sepulcro,
2 ¿No tengo acaso conmigo solo gente que de mí se burla?
¿No quitan el sueño a mis ojos sus provocaciones?
3 ‘Deposita junto a ti, te suplico, una fianza a mi favor.
¿En quién más podría confiar?
4 Tú has cerrado su corazón al discernimiento,
por eso no les dejarás triunfar’.
5 Como quien invita a los amigos al reparto,
mientras sus hijos esperan en vano.
6 Me ha convertido en objeto de burla de los pueblos;
soy como un salivazo arrojado en su presencia.
7 Se oscurecen mis ojos de dolor,
se diluyen mis miembros como sombras.
8 Ante esto, los rectos se espantan,
y el inocente se indigna contra el impío.
9 Pero el justo se afirma en su conducta,
y el de manos puras redobla su vigor”.
¿Dónde está mi esperanza?
Lam 5,18
10 “Vengan todos y reflexionen, por favor,
no hallo un sabio entre ustedes.
11 Mis días y mis planes se diluyen;
los deseos de mi corazón se deshacen.
12 Ustedes pretenden cambiar la noche en día,
y ante las tinieblas dicen que la luz está cerca.
13 Pero presiento que el lugar de los muertos será mi casa
y que tengo tendido mi lecho en las tinieblas.
14 A la fosa digo: ‘Tú eres mi padre’
y al gusano: ‘Mi madre y mi hermana’.
15 ¿Dónde está mi esperanza?
Mi esperanza, ¿quién la vislumbra?
16 Descenderá al lugar de los muertos,
nos hundiremos juntos en el polvo”.
La luz del impío se extingue [11]
Is 14,22; Am 2,9; Sal 9,6.16; Prov 5,22; 10,7; 13,9; Est 7,10
18,1 Bildad de Suaj tomó la palabra y dijo:
2 “¿Cuándo acabarán ustedes con estos discursos?
Reflexionen y después hablaremos.
3 ¿Por qué tenemos que pasar por bestias
o ser considerados torpes ante los ojos de ustedes?
4 Si tú, Job, te desgarras de ira,
¿quedará desierta la tierra por tu causa,
o se moverá la roca de su lugar?
5 Ciertamente la luz del impío se extingue
y la chispa de su fuego deja de brillar.
6 La luz es tiniebla en su tienda,
su lámpara se extingue sobre él.
7 Se acortan sus pasos vigorosos,
y su propia intriga lo derriba,
8 porque es arrojado en la red por sus propios pies,
al caminar sobre la trampa.
9 Un lazo lo agarra del talón,
y una trampa se cierra sobre él,
10 su lazo está escondido en la tierra,
y su trampa, sobre el camino.
11 Lo acosan terrores por todas partes,
lo amenazan a cada paso.
12 Desfallece en pleno vigor
y la calamidad se afianza a su lado.
13 Un mal consume a pedazos su piel,
el primogénito de la muerte devora sus miembros.
14 Es arrancado de su tienda, donde estaba seguro,
arrastrado al rey de los terrores.
15 Nada suyo queda en su tienda,
y azufre es esparcido en su morada.
16 Por debajo se secan sus raíces,
por encima se marchita su follaje.
17 Su recuerdo desaparece de la tierra,
y su nombre de toda la región.
18 Lo arrojan de la luz a las tinieblas
y lo echan fuera del mundo,
19 sin descendencia ni sucesor en su pueblo,
ni sobreviviente en sus mansiones.
20 Se asombran de su suerte los de occidente
y los de oriente se llenan de terror.
21 Así son las moradas del impío
y este es el lugar del que no reconoce a Dios”.
¿Hasta cuándo me van a afligir? [12]
Os 2,8; Miq 7,6; Sal 41,10; Lm 3,8; 5,16; Mt 10,35-36
19,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “¿Hasta cuándo me van a afligir,
y a lastimar con calumnias?
3 Esta es la décima vez que me insultan
y, ¿no se avergüenzan de maltratarme?
4 Aunque fuera verdad que hubiera errado,
mi error quedaría conmigo.
5 Si quieren prevalecer sobre mí
y formular un reproche contra mí,
6 sepan ahora que es Dios quien me ha perjudicado,
y me ha envuelto en su red.
7 Miren, si grito “¡Violencia!” nadie responde,
si pido auxilio, no hay justicia.
8 Él cercó mi camino y no puedo pasar,
él puso tinieblas en mis sendas.
9 Me despojó de mi gloria,
y retiró la corona de mi cabeza.
10 Me destruyó por todos lados hasta hacerme desaparecer;
arrancó como un árbol mi esperanza.
11 Encendió su ira contra mí,
y me trató como a sus enemigos.
12 Se concentraron sus ejércitos,
se abrieron paso hasta mí,
y acamparon en torno a mi tienda.
13 Alejó de mí a mis hermanos
y a mis conocidos los apartó de mi alrededor.
14 Mis parientes me fallaron,
y mis amigos íntimos me olvidaron.
15 Mis huéspedes y mis siervas me consideran un extraño;
soy un extranjero ante sus ojos.
16 Llamo a mi servidor y no responde,
aunque le suplique en persona.
17 Mi aliento da asco a mi mujer
y soy repugnante a mis propios hijos.
18 Hasta los niños me desprecian,
me levanto y se burlan de mí.
19 Todos mis confidentes me aborrecen
y aquellos a quienes amé se vuelven contra mí.
20 Mis huesos se pegan a mi carne y a mi piel
y escapo con la piel entre los dientes”.
Yo sé que mi Defensor vive
Is 33,17; 54,5; Jr 50,34; Rut 1,13; Lam 3,3; Ef 1,7
21 ¡Apiádense de mí, amigos míos, apiédanse de mí;
porque la mano de Dios me ha herido!
22 ¿Por qué me persiguen como lo hace Dios
y no se cansan de lacerarme?
23 Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá se grabaran en un libro,
24 y con punzón de hierro o de plomo
fueran esculpidas para siempre en una roca.
25 Yo sé que mi Defensor vive,
y al final, él se levantará sobre el polvo,
26 y aunque deshagan mi piel,
en mi propia carne contemplaré a Dios.
27 Yo mismo lo contemplaré,
mis ojos lo verán, y no otro.
Mis entrañas están consumidas dentro de mí
28 porque ustedes dicen: ‘¿Cómo lo perseguiremos?’.
¿Qué pretexto tienen contra mí para acusarme?
29 Teman la espada – terribles son los castigos de la espada –
y ustedes sepan que hay un juicio”.
La alegría del impío es pasajera [13]
Is 29,7; Sal 37,10; 73,20; Prov 20,17
20,1 Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo:
2 “Mi impaciencia me hace responder,
a causa de la agitación que siento.
3 Escuché una reprensión injuriosa
y el brío de mi entendimiento me urge a responder.
4 ¿No sabes tú que desde siempre,
desde que el hombre existe sobre la tierra,
5 el júbilo de los malvados es breve
y la alegría del impío es pasajera?
6 Aunque su presunción llegue a los cielos
y su talento toque las nubes,
7 perece para siempre como su propio estiércol.
Quienes vieron al impío dicen: ‘¿Dónde está?’.
8 Desaparece como un sueño y no lo encuentran;
como una visión nocturna se disuelve.
9 El ojo que lo contemplaba no lo ve más,
ni el lugar que ocupaba lo reconoce.
10 Sus hijos buscan el favor de los pobres,
porque tuvo que devolver su riqueza.
11 El vigor, que llenaba sus huesos,
ahora yace con él en el polvo.
12 Si era dulce el mal en su boca,
si lo escondía bajo la lengua,
13 si lo guardaba y no lo dejaba salir
y en medio del paladar lo retenía,
14 ahora su alimento se corrompe en sus entrañas
y en veneno de víboras se transforma en su interior.
15 Vomita las riquezas que devoró;
Dios se las extrae de su vientre”.
Esta es la suerte del impío
Dt 28,30-33; Jr 13,25; Prov 11,4
16 “Chupaba veneno de áspides;
una lengua de víbora lo matará.
17 No verá las corrientes de agua,
ni los torrentes que llevan cuajada y miel.
18 Devolverá su ganancia, sin disfrutarla,
y tampoco saboreará el fruto de su comercio,
19 porque oprimió y abandonó a los pobres,
y se apoderó de una casa que no construyó.
20 Nunca conoció sosiego en su interior
y nada se salvaba de su avidez.
21 Nada le quedó por devorar,
por eso no dura su riqueza.
22 En la plenitud de su abundancia, es un necesitado.
Toda clase de mal le sobreviene.
23 Para llenar su vientre,
Dios le envía el ardor de su ira,
como lluvia sobre su carne.
24 Huye del arma de hierro,
mas el arco de bronce lo atraviesa.
25 La flecha le sale por la espalda,
despunta brillante de su hígado.
¡Terrores lo invaden!
26 Una oscuridad total esconde sus tesoros.
Fuego no atizado los consume
y acaba con el resto de su tienda.
27 Los cielos revelan su iniquidad
y la tierra se levanta contra él.
28 Quedan al descubierto los bienes de su casa;
son arrasados en el día de la ira.
29 Esta es la suerte que Dios asigna al impío,
la herencia decretada para él”.
Los pensamientos de los malvados están lejos de Dios [14]
Ex 5,2; Is 30,10; Am 6,1-7; Mal 3,13; Sal 73,4; Prov 1,29; Ecl 7,15
21,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “Escuchen bien mis palabras
y sea este el consuelo que espero de ustedes.
3 Ténganme paciencia mientras hablo
y una vez que haya hablado podrán burlarse.
4 ¿Estoy yo quejándome de alguien?
Y, si así fuera, ¿por qué no podría indignarme?
5 Mírenme y asómbrense;
y pónganse la mano en la boca.
6 Cada vez que me acuerdo, me perturbo
y mi carne se estremece.
7 ¿Por qué siguen vivos los impíos,
envejecen e incluso multiplican su poder?
8 Su descendencia se afianza ante ellos
y sus vástagos, delante de sus ojos.
9 Sus casas están en paz, libres de temor,
y no hay castigo alguno de Dios sobre ellos.
10 Su toro fecunda sin fallar
y su vaca pare sin abortar.
11 Dejan sueltos s sus hijos pequeños como ovejas
y permiten brincar libremente a sus niños.
12 Tocan el tambor y el arpa
y se regocijan al son de la flauta.
13 Pasan felices sus días
y en paz descienden al lugar de los muertos.
14 Hasta le dicen a Dios: ‘Apártate de nosotros,
y no nos importa conocer tus caminos.
15 ¿Quién es el Todopoderoso para que le sirvamos,
y qué ganamos con acercarnos a él’.
16 Pero sepan que la felicidad no está en manos de ellos.
Los pensamientos de los malvados estaban lejos de él.
¿Se le puede enseñar sabiduría a Dios?
Ex 20,5; Os 13,3; Sal 1,4; Ecl 9,2; Rom 11,34
17 “¿Cuántas veces se apaga la lámpara de los impíos
o cae sobre ellos la calamidad?
¿Cómo reparte Dios en su ira la desolación?
18 Serán como paja ante el viento
y como hojarasca que arrastra el torbellino.
19 ¿Reserva Dios la desgracia del impío para sus hijos?
¡Que lo haga pagar a él para que aprenda!
20 ¡Que sus ojos vean su propia ruina
y que beba la furia del Todopoderoso!
21 ¿Qué le puede importar su casa después de él,
cuando haya acabado el número de sus meses?
22 ¿Se le puede enseñar sabiduría a Dios,
a él, que juzga a los más encumbrados?
23 Unos mueren en pleno vigor,
aunque estén completamente tranquilos y en paz,
24 sus caderas llenas de grasa,
y húmeda la médula de sus huesos.
25 Otros mueren con el alma amargada,
sin haber probado jamás la dicha.
26 Juntos yacerán en el polvo,
cubiertos de gusanos”.
¿Por qué me consuelan en vano?
27 “Conozco muy bien los pensamientos de ustedes
y las intrigas que traman contra mí.
28 Ustedes dicen: ‘¿Qué fue de la casa del poderoso,
y de la tienda donde habitaban los malvados?’.
29 ¿Acaso no preguntaron a los transeúntes,
y no aceptaron sus testimonios?
30 El impío es preservado en el día de la calamidad
y es puesto a salvo en el día del furor.
31 ¿Quién le echa en cara su conducta?
¿Quién le hace pagar lo que ha hecho?
32 Él es llevado al sepulcro
y sobre el túmulo yace en silencio.
33 Liviano le parece el peso de la tierra.
Todos forman el cortejo detrás de él
y ante él hay una multitud innumerable.
34 ¿Por qué me consuelan en vano,
con respuestas llenas de engaño?
¿Acaso tu maldad no es enorme? [15]
Gn 6,5; Dt 24,10; Jr 23,24; Sal 69,3; 73,11; 139,7; Lam 3,54
22,1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 “¿Puede el ser humano ser útil a Dios,
si el sabio apenas es útil a sí mismo?
3 ¿Qué beneficio saca el Todopoderoso de que tú seas justo,
o qué ganancia obtiene él si tu conducta es perfecta?
4 ¿Es por tu piedad que te reprende
o que entabla un juicio contigo?
5 ¿Acaso tu maldad no es enorme
y no hay límite para tus iniquidades?
6 Porque, sin motivo exigías la prenda a tu hermano
y despojabas a los pobres.
7 No dabas de beber al cansado
y negabas el pan al hambriento.
8 Como poderoso dueño del país
y privilegiado habitante de él,
9 tú despedías a las viudas con las manos vacías,
y quebrabas los brazos de los huérfanos.
10 Por eso, las trampas te rodean
y te amenaza una desgracia repentina:
11 la oscuridad, por la que no puedes ver,
o las aguas desbordadas que te sumergen.
12 ¿No está Dios en lo alto de los cielos?
¡Mira qué alta es la bóveda de las estrellas!
13 Tú dices: ‘¿Qué sabe Dios?
¿Podrá juzgar detrás de la densa tiniebla?
14 Las nubes lo tapan y no puede ver,
mientras se pasea por la bóveda del cielo’.
15 Tú seguirás la misma senda de siempre,
la que anduvieron los hombres de mal.
16 Ellos fueron arrebatados antes de tiempo
cuando un río arrasó sus cimientos.
17 Decían a Dios: ‘Apártate de nosotros’
y ‘¿qué puede hacernos el Todopoderoso?’;
18 y mientras él colmaba de bienes sus casas,
los pensamientos de los malvados estaban lejos de él.
19 Los justos ven y se alegran;
el inocente se burla de ellos:
20 ‘Ciertamente perecen nuestros enemigos;
mientras el fuego devora lo poco que les queda’.
Reconcíliate con Dios y haz las paces con él
2 Re 13,4; Is 55,7; 58,14; Jr 29,12; Os 6,1; Sal 37,4
21 Reconcíliate con Dios y haz las paces con él
para que recuperes la dicha.
22 Recibe la instrucción de su boca
y guarda sus palabras en tu corazón.
23 Si te conviertes al Todopoderoso serás restablecido.
Si alejas de tu tienda la injusticia,
24 si consideras el oro como polvo
y el oro de Ofir como piedras de los arroyos,
25 el Todopoderoso será tu oro
y plata refinada para ti.
26 Entonces, tendrás en el Todopoderoso tus delicias,
y levantarás tu rostro hacia Dios.
27 Lo invocarás y te responderá,
y podrás cumplir tus votos.
28 Tendrás éxito en tus decisiones
y en tus caminos resplandecerá la luz.
29 Él humilla a los arrogantes,
pero salva a los humildes.
30 Él libra al inocente,
y tú serás librado por la pureza de tus manos.
¿Cómo encontrar a Dios? [16]«
Is 45,15; 46,10; Sal 18,22; 119,120; 139,3; 2 Cr 19,7;
23,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “Hoy también me rebelo y me quejo,
Mi mano reprime mis gemidos.
3 ¡Si supiera cómo encontrar a Dios,
para llegar hasta su sede!
4 Expondría ante él mi causa
y llenaría mi boca de argumentos.
5 Conocería los términos de su respuesta
y entendería lo que me dijera.
6 ¿Discutiría conmigo con su inmenso poder?
¡No! Más bien, me pondría atención.
7 Entonces un justo discutiría con él
y, ¡yo ganaría definitivamente mi causa!
8 Pero, voy al oriente y no está;
al occidente y no lo percibo;
9 al norte, donde actúa, y no lo distingo;
se esconde al sur y no lo veo.
10 Él conoce mi conducta,
que me examine y saldré puro como el oro.
11 Mi pie ha estado firme en su senda,
observé su camino sin desviarme.
12 No me aparté del precepto de sus labios
y atesoré en mi interior las palabras de su boca.
13 Pero él es de un solo pensar, ¿quién lo hará desistir?
Hace lo que él quiere.
14 Sí, lleva a cabo lo que determinó sobre mí,
como tantas cosas que tiene decretadas.
15 Por eso me confundo en su presencia,
reflexiono y tengo pánico de él.
16 Dios es quien me intimida,
el Todopoderoso es el que me confunde;
17 porque no me hacen desfallecer las tinieblas
ni la oscuridad que se cierne sobre mí”.
¡Maldita sea su heredad!
Dt 19,14; 24,17; 28,16-20; Ez 8,12; Am 4,1; Ecl 8,5-6; Jn 3,20
24,1 “Si al Todopoderoso no se le ocultan los tiempos,
¿por qué sus fieles no descubren sus días?
2 Mientras tanto, los malvados desplazan los linderos,
roban un rebaño y se lo llevan a pastar.
3 Roban el asno de los huérfanos,
toman en prenda el toro de la viuda.
4 Desvían a los pobres del camino,
y los indigentes de la tierra tienen que esconderse.
5 Como asnos salvajes en el desierto,
los pobres buscan desde el alba su alimento;
por la tarde, sustento para sus pequeños.
6 Cosechan su forraje en el campo,
y vendimian la viña del impío.
7 Desnudos pasan la noche, por falta de ropa;
no tienen con qué cubrirse del frio.
8 Empapados por los aguaceros de los montes
y, sin refugio, se acurrucan a la peña.
9 Tienen que arrancar al huérfano del pecho materno
y dar como garantía al hijo del pobre.
10 Desnudos andan, por falta de ropa ropa,
y hambrientos levantan las gavillas.
11 En prensas ajenas producen aceite;
pisan lagares y, sin embargo, pasan sed.
12 En la ciudad gimen los moribundos, claman los heridos,
pero Dios no presta atención a su súplica.
13 Hay otros que reniegan de la luz,
reconocen sus caminos ni permanecen en sus sendas.
14 Temprano se levanta el asesino, mata al pobre y al necesitado,
y, por la noche, se transforma en ladrón.
15 El ojo del adúltero al anochecer espía, diciendo:
‘Nadie me verá’, y se cubre el rostro.
16 A oscuras asaltan las casas,
se encierran de día, no quieren ver la luz
17 porque les parece igual la mañana y la oscuridad,
pues conocen los terrores de las tinieblas.
18 Son escurridizos como el agua.
¡Maldita sea su heredad sobre la tierra!:
¡Que nadie más vaya a sus viñas!”.
La iniquidad será talada como un árbol
19 “Como la sequía y el calor consumen las aguas de la nieve,
así el lugar de los muertos, al que peca.
20 El seno que lo formó se olvida de él; el gusano lo saborea;
nunca más será recordado. La iniquidad será talada como un árbol.
21 Maltrataba a la estéril, a la que no daba a luz,
y no trataba bien a la viuda.
22 Aunque el poderoso se mantenga en el poder
y parezca prosperar, no tiene asegurada la vida.
23 Dios le dejaba vivir confiado y él se sentía sostenido,
pero los ojos de Dios vigilaban su camino.
24 Prospera por un tiempo, pero luego desaparece.
Es humillado y, como todos, se marchita;
como las cabezas de las espigas se amustia.
25 Si no es así, ¿quién me puede desmentir esto,
y reducir a nada mi discurso?
Ni las estrellas son puras ante sus ojos [17]
Is 41,14; Dn 7,10
25,1 Bildad de Suaj tomó la palabra y dijo:
2 Poderoso y terrible es Dios,
él es el quien establece la paz en las alturas.
3 ¿Se pueden contar sus ejércitos?
¿Sobre quién no brilla su luz?
4 ¿Cómo podría, entonces, el hombre ser justo frente a Dios?
¿Cómo podría ser puro el nacido de mujer?
5 Mira, si ni siquiera la luna tiene brillo
ni las estrellas son puras ante sus ojos,
6 cuánto menos el hombre, esa larva;
el hijo de hombre, ese gusano”.
¿Quién podrá entender el inmenso poder de Dios? [18]«
Gn 1,6; Is 5,15; Sal 89,10.13; Prov 15,11; Ecl 11,5
26,1 Job tomó la palabra y dijo:
2 “¡Qué bien has ayudado al débil
y socorrido al desvalido!
3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante
y qué gran sabiduría has ostentado!
4 ¿A quién has dirigido tus palabras,
y de quién es la inspiración que sale de ti?
5 Las Sombras de los muertos tiemblan
y bajo las aguas los que habitan en ellas.
6 Desnudo está el Abismo ante él
y no hay velos para cubrir el reino de la Destrucción.
7 Él extiende el norte sobre el vacío
y sobre la nada suspende la tierra.
8 Encierra las aguas en sus nubes,
sin que ellas se rasguen por debajo.
9 Él eclipsa la faz de la luna llena,
al extender su nube sobre ella.
10 Trazó un círculo sobre la superficie de las aguas,
hasta el confín de la luz y las tinieblas.
11 Tambalean las columnas del cielo
y se estremecen ante su amenaza.
12 Con su poder reprime el mar,
con su sabiduría quebranta a Rajab.
13 Con su soplo se esclarece el cielo,
su mano traspasa la serpiente huidiza.
14 Mira, estos son los adornos de sus obras
pero qué suave es la palabra que hemos oído de él.
¿Quién podrá entender el inmenso poder de Dios?”.
Reclamaré mi integridad hasta la muerte
Sal 18,42; Jn 9,31; 1 Cor 4,4
27,1 Job continuó su discurso, diciendo:
2 “¡Juro por Dios! ¡Él niega mi derecho!
El Todopoderoso me ha llenado el alma de amargura.
3 Mientras haya un hálito de vida en mí
y el aliento de Dios en mi nariz,
4 mis labios no hablarán injusticias
ni mi lengua proferirá falsedades.
5 Lejos de mí darles a ustedes la razón;
reclamaré mi integridad hasta la muerte.
6 Me aferraré a mi inocencia y no la dejaré;
no me reprocho por ninguno de mis días.
7 Que mi enemigo tenga la suerte del impío
y mi rival, la del injusto.
8 Porque, ¿cuál será la esperanza del impío cuando llegue a su fin,
cuando Dios reclame su vida?
9 ¿Oirá Dios su clamor
cuando le sobrevenga la desgracia?
10 ¿Era el Todopoderoso su consuelo?
¿Invocaba a Dios en todo momento?
11 Les mostraré el proceder de Dios;
no ocultaré lo que dispone el Todopoderoso.
12 Si todos ustedes lo han comprobado,
¿por qué, entonces, vienen con discursos sin sentido?”.
Esta es la suerte que Dios reserva al impío [19]
Ez 27,26; Nah 3,19; Sal 83,16
13 “Esta es la suerte que Dios reserva al impío
y el destino de los violentos de parte del Todopoderoso.
14 Si tienen muchos hijos, son para la espada
y sus vástagos no se saciarán de pan.
15 La peste sepultará a los sobrevivientes
y sus viudas no los llorarán.
16 Si el impío amontona plata como polvo
y acumula vestidos como lodo,
17 ¡que él los acumule!, pero el justo los vestirá
y el inocente heredará la plata.
18 Construye su casa como de polilla,
como choza de vigilante.
19 Se acuesta rico; no volverá a serlo.
Abrirá los ojos y ya no tendrá nada.
20 Los terrores lo asaltan como torrentes;
un huracán lo arrebata de noche.
21 El viento del este lo levanta en vilo,
el torbellino lo arranca de su lugar,
22 lo zarandea sin compasión,
mientras él trata de huir de su poder.
23 La gente aplaude su desgracia
y le rechifla al abandonar su propio sitio”.
¿Dónde se encuentra la sabiduría? [20]
Dt 4,6; Sal 135,7; Prov 1,7; 3,13-14; 8,22-31; 16,6; Bar 3,14-15.30-33; Sab 7,7-17; Eclo 1,1.20
28,1 “Hay un sitio donde se extrae la plata
y un lugar donde se refina el oro;
2 el hierro se saca de la tierra
y el cobre, de la piedra fundida.
3 En el límite de las tinieblas el hombre explora,
investiga a perfección la roca lóbrega y oscura;
4 perfora una galería lejos, en lugares solitarios,
olvidado de los caminantes cuelga
y se balancea lejos de los seres humanos.
5 La tierra que proporciona alimentos
está revuelta por debajo como fuego.
6 Sus piedras son yacimientos de zafiro
y su polvillo contiene oro.
7 El ave de rapiña no conoce el camino
ni el ojo del halcón lo alcanza a ver;
8 no lo pisan las bestias feroces
ni el león avanza por él.
9 El ser humano echa mano al pedernal
y descuaja las montañas desde la base;
10 abre galerías en las rocas,
y su ojo contempla todo lo precioso;
11 sella torrentes subterráneos para que no desborden
y saca lo escondido a la luz.
12 Pero, ¿dónde se encuentra la sabiduría?
¿Dónde está el yacimiento de la inteligencia?
13 El ser humano no conoce su precio,
no se la encuentra en tierra de los vivientes.
14 El abismo dice: ‘Ella no está en mí’
y el mar responde: ‘Tampoco está conmigo’.
15 No se da oro puro a cambio de ella,
ni se pesa plata por su precio;
16 no se la compra con el oro de Ofir,
con el ónice precioso ni con zafiro,
17 no se la iguala el oro ni el cristal,
no se la cambia por un vaso de oro fino;
18 coral y perlas, ¡ni se mencionen!
Adquirir sabiduría es mejor que las perlas.
19 No se la compara con el topacio de Etiopía
ni se la paga con el oro más puro.
20 Pero, ¿de dónde viene la sabiduría?
¿Dónde está el yacimiento de la inteligencia?
21 Ella está escondida a los ojos de todo viviente
y oculta a todas las aves del cielo.
22 El reino de la Destrucción y de la Muerte confiesan:
‘De oídas conocemos su fama’.
23 Dios es el que discierne su camino,
y solo él conoce su lugar,
24 porque él mira los confines de la tierra
y contempla todo lo que está bajo los cielos.
25 Cuando determinó el peso del viento,
y definió la medida de las aguas,
26 cuando impuso leyes a la lluvia,
y un trayecto para el rayo,
27 entonces él la miró y la valoró,
estableció sus fundamentos, la examinó a fondo
28 y dijo al hombre: ‘El temor del Señor es sabiduría;
apartarse del mal, inteligencia’”.
¡Quién me permitiera vivir como en los meses pasados! [21]
Dt 32,13; Sal 81,17; Prov 31,23; Sab 8,10-12
29,1 Job continuó su discurso, diciendo:
2 “¡Quién me permitiera vivir como en los meses pasados,
como en los días en que Dios me protegía;
3 cuando brillaba su lámpara sobre mi cabeza;
y a su luz yo caminaba en las tinieblas.
4 Como cuando estaba yo en los días de mi madurez:
con la amistad de Dios sobre mi familia;
5 el Todopoderoso estaba aún conmigo,
y mis hijos a mi alrededor.
6 Cuando mis pies se bañaban en leche
y la roca manaba arroyos de aceite en mi presencia.
7 Si yo salía a la puerta que domina la ciudad
o si instalaba mi asiento en la plaza,
8 los jóvenes me veían y se escondían,
los ancianos se levantaban y permanecían de pie,
9 los príncipes dejaban de hablar
y se llevaban la mano a la boca;
10 la voz de los nobles se apagaba
y la lengua se les pegaba al paladar”.
Mi honradez fue mi manto y mi turbante
Is 11,4-5; Jr 5,24; Zac 10,1; Sal 1,1-3; 72,12; 132,9; Prov 29,7; 30,14
11 “Quien me oía me felicitaba
y quien me veía testimoniaba a mi favor;
12 porque yo libraba al pobre que clamaba
y al huérfano a quien nadie socorría.
13 Me alcanzaba la bendición del moribundo
y llenaba de gozo el corazón de la viuda.
14 Me vestía de justicia y ella me cubría;
mi honradez fue mi manto y mi turbante.
15 Yo fui ojos para el ciego
y pies para el tullido.
16 Fui un padre para los pobres
y me ocupaba de la causa del desconocido.
17 Quebré los colmillos del impío,
y arranqué la presa de sus dientes.
18 Yo decía: ‘Moriré en mi nido
y como la arena multiplicaré mis días,
19 porque mi raíz está expuesta a las aguas
y el rocío se posa en mis ramas.
20 Mi prestigio se renovará en mí;
y mi arco se afianzará en mi mano’.
21 Me escuchaban con atención
y guardaban silencio ante mi consejo.
22 Después que yo hablaba, nadie objetaba,
y sobre ellos caía gota a gota mi discurso.
23 Me esperaban como a la lluvia,
y abrían sus bocas como ante la lluvia de primavera.
24 Al sonreírles yo, ellos no lo creían
y no se perdían un destello de mi rostro.
25 Les tracé el camino, me puse al frente
y me coloqué como rey entre la tropa,
como quien consuela a los afligidos”.
Ahora mi vida se extingue [22]
Jue 6,2; Is 50,6; Sal 88,16; Lam 3,14
30,1 “Pero, ahora, se burlan de mí
los que son más jóvenes que yo,
a cuyos padres no habría dejado
al frente de los perros de mi rebaño.
2 La fuerza de las manos de esta gente
carentes de vigor ¿de qué me habrían servido?
3 Agotados por el hambre y la miseria
iban escarbando la estepa sombría y desolada;
4 arrancando hierbas amargas entre los matorrales
y raíces de retama para su alimento.
5 Expulsados de en medio de la comunidad,
echados a gritos como ladrones
6 moraban en barrancos de terror,
en cavernas de la tierra y entre rocas;
7 gemían entre los matorrales,
apretujándose bajo los espinos.
8 Raza de insensatos e hijos sin nombre,
echados a palos del país.
9 Pero ahora soy su burla.
He llegado a ser un escarnio para ellos.
10 Aborreciéndome, se apartan de mí
y no dejan de escupirme en la cara.
11 Dios aflojó la cuerda de mi arco y me humilló,
y ellos, desenfrenados, me atacan.
12 A derecha, se alza la chusma y hace que mis pies flaqueen
y abren contra mí senderos para arruinarme.
13 Arrasan mi senda, se aprovechan de mi destrucción,
y dicen: ‘No hay quién le ayude’.
14 Como por una grieta ancha irrumpen
y me arrollan en medio de la devastación.
15 El terror arremete contra mí;
como el viento se desvanece mi dignidad,
y mi seguridad se disipa como una nube.
16 Ahora mi vida se extingue en mi interior;
los días de aflicción se han apoderado de mí.
17 De noche Dios taladra los huesos que me quedan,
no cesan los tormentos que me corroen,
18 me agarra el vestido con gran fuerza,
y me aprieta como el cuello de mi túnica.
19 Él me ha arrojado al fango,
y me asemejo al polvo y la ceniza”.
Te volviste cruel conmigo
Jos 23,14; Sal 22,3; 88,15
20 “Clamo a ti y tú no me respondes;
me pongo frente a ti y tú no me prestas atención.
21 Te volviste cruel conmigo;
me oprimes con la fuerza de tu mano.
22 Me levantas sobre el viento, me haces cabalgar en él,
y me deshaces en la tempestad.
23 Bien sé que me llevas a la muerte,
a la mansión común de todos los vivientes”.
Esperé la dicha y me llegó la desgracia [23]
Is 59,9; Jr 8,15; Am 8,10; Lam 5,15
24 “¿Acaso no extendí la mano al que estaba arruinado
cuando en su angustia me pedía ayuda?
25 ¿No he llorado con el oprimido?
¿No tuve compasión del necesitado?
26 Yo esperaba la dicha y me llegó la desgracia;
aguardaba la luz y me llegó la penumbra.
27 Me arden las entrañas sin cesar;
me asaltan días de aflicción.
28 Camino sombrío, lejos del sol;
me levanto en la asamblea, pidiendo auxilio.
29 Soy hermano de los chacales
y compañero de las crías de avestruz.
30 La piel se me ennegrece
y mis huesos se secan por la fiebre.
31 Mi cítara solo sirve para el duelo,
mi flauta, para acompañar a los que lloran”.
¿No es la calamidad para el injusto?
Dt 5,21; 28,30-33; Sal 7,4; Eclo 9,8-9
31,1 “Hice un pacto con mis ojos
para no prestar atención a una virgen.
2 ¿Cuál es la porción que Dios asigna desde lo alto?
¿Cuál, la herencia que el Todopoderoso distribuye desde arriba?
3 ¿No es la calamidad para el injusto
y el infortunio para los malhechores?
4 ¿Acaso Dios no ve mi proceder
y cuenta todos mis pasos?
5 ¿He caminado en la mentira,
mi pie corrió tras el engaño?,
6 ¡que Dios me pese con balanzas justas,
y reconozca mi integridad!
7 Si mi paso se apartó del camino,
y mi corazón fue detrás de lo que veían mis ojos,
y alguna mancha se pegó a mis manos,
8 que yo siembre y otro coma,
y se echen a perder mis cosechas.
9 Si mi corazón fue seducido por una mujer
o si aceché a la puerta de mi vecino,
10 que muela para otro mi mujer,
y que otros se acuesten con ella.
11 Porque eso sí sería una infamia,
un delito reprobado por los jueces.
12 Eso sí sería un fuego que consume hasta la perdición
y que extermina de raíz toda mi producción.
13 Si rechacé el derecho de mi servidor,
o de mi servidora cuando litigaban contra mí,
14 ¿qué habría hecho yo al levantarse Dios?,
¿qué le habría respondido al pedirme cuentas?
15 ¿Acaso el que me formó en el vientre, no lo formó también a él
y nos modeló del mismo modo en la matriz?”
Nunca permití que mi boca pecara
Gn 3,12.18; 19,2.3; Dt 4,19; 8,17; Is 58,7; Prov 11,28; 17,5; 28,13
16 “Si privé del deseo de bienestar a los pobres
y si dejé desfallecer a la viuda;
17 si comí solo mi bocado
y el huérfano no comió de él,
18 al que desde mi juventud lo crié como un padre
y lo guié desde el vientre materno.
19 Si vi a alguien morir por falta de ropa
y a un necesitado sin abrigo,
20 si no me bendijo desde lo íntimo de su ser
por haberse calentado con la lana de mis corderos;
21 si levanté mi mano contra el huérfano,
cuando yo tenía el apoyo del tribunal,
22 ¡que mi hombro se desprenda del cuello,
y mi brazo se quiebre desde el codo!
23 Porque el castigo de Dios es terror para mí
y ante su majestad no podría resistir.
24 ¿Acaso puse mi confianza en el oro
y dije al oro fino: ‘tú eres mi seguridad’?
25 Si me alegré en mi cuantiosa riqueza
y en la fortuna que mi habilidad adquirió;
26 si me extasié ante el sol que brillaba
y ante la resplandeciente luna en su carrera,
27 si mi corazón fue seducido secretamente,
y mi mano lanzó un beso de mi boca,
28 ¡eso también hubiera sido delito criminal,
porque habría traicionado al Dios del cielo!
29 ¿Me alegré en la desgracia de mi enemigo
y exulté cuando le sobrevino el mal?
30 No; nunca permití que mi boca pecara,
pidiendo una maldición para su vida.
31 ¿Acaso alguno de mi familia pudo decir
que alguien no se sació de mi comida?
32 ¡No! Ningún forastero pasó la noche fuera,
porque abrí mi puerta al peregrino.
33 No oculté mis pecados como un hombre cualquiera,
escondiendo esa iniquidad en mi pecho,
34 porque me aterraba el griterío de la multitud,
o me daba pánico el desprecio de mis parientes,
guardando silencio, sin salir de casa.
35 ¡Ojalá que me escuchara Dios!
Esta es mi última palabra.
¡Que me responda el Todopoderoso!
Está la acusación que ha escrito mi adversario;
36 la llevo sobre mi hombro
y me la ciño como una corona.
37 Le doy cuenta del número de mis pasos
y como un príncipe me acerco a él.
38 Si mi tierra clamaba venganza contra mí,
y sus surcos derramaban lágrimas con ella;
39 si comí su fruto sin pagar,
explotando a sus dueños,
40 ¡que en vez de trigo crezcan cardos
y en lugar de cebada, maleza ponzoñosa!”.
Fin de las palabras de Job.
III. DISCURSOS DE ELIHÚ[24]
Se encendió la ira de Elihú
32,1 Estos tres hombres dejaron de discutir con Job porque estaba convencido de que era inocente. 2 Entonces se encendió la ira de Elihú, hijo del buzita Baraguel, de la familia de Ram; él se encolerizó contra Job porque se consideraba más justo que Dios, 3 y también contra sus tres amigos porque no hallaron respuesta adecuada, y de esta manera dejaron a Dios como culpable. 4 Elihú había esperado mientras hablaban con Job porque ellos eran más viejos que él; 5 pero, cuando vio que ya no había respuesta en la boca de los tres hombres, se llenó de indignación.
Yo pensé que la experiencia hablaría [25]
Gn 41,38; Sal 119,100; Prov 2,6; Sab 9,18
6 Elihú, hijo del buzita Baraguel, tomó la palabra y dijo:
“Yo soy joven y ustedes ancianos;
por eso, intimidado, temía exponerles mi saber.
7 Yo pensé que la experiencia hablaría
y que los muchos años enseñarían sabiduría,
8 pero ella es un soplo en el hombre,
un aliento del Todopoderoso que les da inteligencia.
9 No son los muchos años que hacen sabio,
ni solo los ancianos disciernen lo justo.
10 Por eso digo: ‘Escúchenme,
también yo expondré mi parecer’.
11 ¡Miren! He estado atento a sus discursos,
he prestado oído a sus razonamientos,
mientras sopesaban las palabras;
12 por más que les puse mucha atención,
no hubo entre ustedes quien refutara a Job
ni respondiera a sus argumentos.
13 No digan: ‘Nos hemos topado con una sabiduría
que solo Dios puede refutar, no el hombre’.
14 Como Job no me dirigió a mí sus argumentos,
yo no le responderé con los discursos de ustedes”.
También yo expresaré lo que pienso
Lv 19,15; Jr 20,9; Sal 82,2; Prov 28,23; Mc 2,22; Jds 16
15 “Allí están desconcertados, sin respuesta;
se han quedado sin palabras.
16 Esperé bastante porque no hablaban,
porque se callaron y no respondían.
17 Por eso yo, por mi parte, hablaré;
también expresaré lo que pienso,
18 porque reboso de argumentos
y mi espíritu me impulsa a hacerlo.
19 Mi interior está como vino encerrado,
que hace reventar odres nuevos.
20 Quiero hablar para tranquilizarme,
quiero abrir mis labios para responder.
21 Por cierto que no haré acepción de personas,
ni adularé a nadie,
22 porque no sé adular,
y porque mi Hacedor no me soportaría”.
Dios es superior al hombre [26]
Gn 2,7
33,1 “¡Vamos, Job! Escucha mis palabras,
presta oído a todas mis razones.
2 He aquí que abro mi boca;
mi lengua habla en mi paladar.
3 Mis palabras brotan de un corazón recto,
y mis labios proclaman la pura verdad.
4 El espíritu de Dios me hizo
y el aliento del Todopoderoso me dio la vida.
5 Contradíceme si puedes;
prepárate frente a mí y quédate de pie.
6 Mira, para Dios yo soy igual que tú:
yo también fui formado del barro.
7 Por eso, mi terror no debe asustarte,
No voy a presionarte con la fuerza.
8 En verdad, yo también te oí,
y escuché el sonido de tus palabras:
9 ‘Yo soy puro, sin delito;
soy inocente; en mí no hay culpa alguna.
10 Sin embargo, Dios encontró pretextos contra mí:
me considera su enemigo;
11 coloca mis pies en el cepo
y vigila todas mis sendas’.
12 Ahora bien, en esto no tienes razón.
Te refuto porque Dios es superior al hombre.
13 ¿Por qué levantas un juicio contra él
porque no responde a ninguna de tus acusaciones?
Dios abre el oído de los hombres
Gn 20,3-6; Sal 16,7; 17,3; 38,4-8
14 En realidad, Dios habla de un modo o de otro,
pero no se le presta atención:
15 en sueños, en una visión nocturna,
al caer el sopor sobre los hombres,
mientras duermen en su lecho,
16 entonces abre el oído de los hombres,
y los impacta con sus advertencias,
17 para impedir al hombre actuar mal
y apartarlo de la soberbia,
18 para salvar su alma de la fosa
y su vida de cruzar la frontera de la muerte.
19 El hombre es probado en el lecho del dolor
y por el continuo temblar de sus huesos.
20 La comida le produce náuseas
y el manjar más exquisito le parece insípido.
21 Su cuerpo se consume a la vista de todos,
y aparecen los huesos, que antes no se veían.
22 Su alma se aproxima a la fosa
y su vida, a la morada de los muertos.
Job, escúchame con atención
2 Re 5,14; Sal 56,14; 103,10
23 Si el hombre tuviera un ángel de su lado,
un intercesor entre mil, para indicarle lo correcto
24 y, compadecido de él, intercediera diciendo:
‘Líbralo de descender a la fosa, he encontrado el rescate para él’,
25 entonces, su cuerpo recuperaría su vigor juvenil
y volvería a los días de su juventud,
26 suplicaría a Dios y contemplaría exultante su rostro,
porque él le ha devuelto al hombre su integridad.
27 Entonces, este, dirigiéndose a la gente, dirá:
‘Yo había pecado, había pervertido lo que es recto,
pero Dios no me trató como correspondía:
28 evitó que mi alma bajara a la fosa
y ahora mi vida vuelve a contemplar la luz’.
29 Sí. Todo esto lo hace Dios,
dos y tres veces con el ser humano,
30 para hacer volver su alma de la tumba
y alumbrarlo con la luz de la vida.
31 Job, escúchame con atención.
Calla y déjame hablar.
32 Si tienes argumentos, respóndeme;
habla ahora, porque deseo darte la razón.
33 Si no, escúchame,
calla y te enseñaré sabiduría”.
Job dice: mi llaga es incurable [27]
Is 58,3; Mal 3,14
34,1 Elihú siguió diciendo:
2 “Oigan, sabios, mis palabras.
hombres doctos, préstenme atención,
3 porque el oído distingue los argumentos
como el paladar saborea la comida.
4 Escojamos un caso de justicia
y establezcamos lo que es recto entre nosotros.
5 Job ha dicho: ‘Soy justo,
pero Dios me ha privado de mi derecho.
6 ¿Mentiría yo sobre mi caso?
Mi herida es incurable, sin haber pecado’.
7 ¿Hay alguien como Job,
que diga insolencias como beber agua,
8 que ande en compañía de malhechores,
y se pasee con los impíos,
9 y, más aún, que diga: ‘Nada gana el hombre
con hacerse amigo de Dios’?”.
Dios nunca pervierte el derecho
Gn 18,25; Ex 22,22; Is 37,36; Ez 18,13; Sal 62,13; 104,30; Prov 24,12; Rom 2,6
10 Por eso, escúchenme ustedes, hombres sensatos:
¡Lejos de Dios la maldad, y del Todopoderoso, la injusticia!
11 Porque él paga al ser humano según sus obras
y retribuye al mortal según su conducta.
12 Es claro que Dios jamás hace el mal,
que el Todopoderoso nunca pervierte el derecho.
13 ¿Quién le ha confiado a él la tierra?
¿Quién puso a su cargo el mundo entero?
14 Si él decidiera por sí mismo
retirarle su espíritu y su aliento,
15 todo ser viviente perecería al instante
y el ser humano volvería al polvo.
16 Pero, si tienes inteligencia, escucha esto,
presta atención a mis palabras:
17 ¿Gobernaría uno que corrompe la justicia?
¿Condenarías al supremamente justo,
18 capaz de llamar al rey: ‘indigno’
y a los nobles: ‘perversos’?
19 ¿Al que no hace acepción de príncipes,
ni prefiere al rico frente al pobre,
porque todos son obra de sus manos?
20 Ellos mueren de improviso, a medianoche;
los pueblos se agitan y desaparecen,
y los tiranos son depuestos sin esfuerzo.
21 Sus ojos vigilan los caminos del mortal
y examina todos sus pasos.
22 No hay tinieblas ni oscuridad
donde puedan esconderse los que cometen iniquidad.
23 Porque el ser humano no es quien decide el plazo
para presentarse a juicio ante Dios.
24 Él destruye a los poderosos sin indagarlos
y establece a otros en su lugar,
25 porque él conoce todas sus acciones,
en una noche los derriba y quedan aplastados.
26 Los golpea como a malvados
en lugares públicos, a la vista de todos,
27 porque se apartaron de él
y no tuvieron en consideración sus caminos,
28 haciendo que llegara hasta él el clamor del pobre
y que escuchara el grito de los afligidos.
Job habla sin conocimiento
29 Si Dios no actúa, ¿quién lo puede condenar?
Si esconde su rostro, ¿quién lo puede contemplar?
Él vigila sobre una nación, igual que sobre un hombre,
30 para que no reine un perverso
ni uno de esos que son una trampa para el pueblo.
31 Si alguien dice a Dios:
‘Asumo mi culpa, no volveré a hacer el mal;
32 en aquello que no me doy cuenta, instrúyeme;
si he actuado mal, no volveré a hacerlo’.
33 ¿Retribuirá Dios según tu parecer, porque te obstinas?
Tú eres, Job, quien debe decidir, no yo.
¡Demuestra todo lo que sabes!
34 La gente sensata, como cualquier varón sabio
que me escuchara, diría:
35 ‘Job habla sin conocimiento,
y sus palabras están fuera de razón.
36 Sin duda, Job será examinado a fondo
por responder como un hombre perverso.
37 Porque añade rebelión a su pecado,
se burla de nosotros,
y multiplica sus palabras contra Dios’.
Tu maldad afecta a uno como tú [28]
Is 8,17; 55,8; Jr 2,6.8; Miq 7,7.9; Sal 18,41; 66,18
35,1 Elihú prosiguió:
2 “¿Te parece justo decir:
‘Tengo más razón que Dios’?
3 ¿Qué te aprovecha cuando dices:
‘Qué gano yo con no pecar’?
4 Yo te contesto el argumento,
a ti y a tus amigos.
5 Fíjate en los cielos y observa,
mira las nubes: están por encima de ti.
6 Si pecas, ¿qué haces contra él?
Si tus transgresiones aumentan, ¿qué daño le haces?
7 Si eres justo, ¿qué le das,
o qué toma él de tu mano?
8 Tu maldad afecta a uno como tú;
y tu justicia, a los seres humanos.
9 Muchos claman por tantas opresiones
y piden ayuda ante el abuso de los poderosos,
10 pero nadie dice: ‘¿Dónde está Dios, mi Hacedor,
que hace resonar cantos en la noche,
11 que nos instruye más que a las bestias de la tierra
y que nos hace más sabios que las aves del cielo?’.
12 Muchos otros gritan, pero él no responde,
porque son malvados y arrogantes.
13 Es inútil, Dios no escucha falsedades,
el Todopoderoso no las toma en cuenta.
14 Menos aún cuando tú dices que no lo ves,
que el juicio está pendiente ante él
y que tú lo sigues esperando.
15 Pero, como ahora Dios no castiga con su ira,
ni tiene en cuenta la transgresión,
16 Job en vano abre su boca
y sin sentido multiplica palabras”.
Dios hace justicia a los afligidos [29]
Sal 9,12; 55,24; 72,2-4; 2 Cr 33,13
36,1 Elihú continuó diciendo:
2 “Sopórtame un poco con paciencia y te mostraré
que todavía hay argumentos en favor de Dios.
3 Traeré de muy lejos mi saber
y demostraré que mi Hacedor tiene razón.
4 Porque mis palabras no son falsas,
y tienes ante ti una ciencia consumada.
5 Mira, Dios es grande y no rechaza a nadie,
es magnífico en fuerza y sensatez.
6 No deja vivo al impío
y hace justicia a los afligidos.
7 No aparta sus ojos de los justos,
sino que los sienta en el trono de los reyes
y los exalta para siempre.
8 Cuando los sujeta con cadenas
y los atrapa con lazos de aflicción,
9 es para denunciarles sus acciones y pecados,
porque se han enorgullecido;
10 es para advertirles que se corrijan
y exhortarlos a que se conviertan de su maldad.
11 Si escuchan y lo sirven,
acabarán sus días en la prosperidad
y sus años en delicias.
12 Pero, si no escuchan, pasarán la frontera de la muerte,
y expirarán como insensatos.
13 En cambio, los de corazón inicuo acumulan rencor,
no piden ayuda cuando él los encadena,
14 mueren jóvenes
y acaban sus vidas entre los consagrados a la prostitución”.
Dios es sublime en su poder
Is 40,13; Sal 72,12; 77,19; 145,3; Rm 9,14.20
15 “Dios salva al pobre en su angustia
y le abre sus oídos en la tribulación.
16 También a ti te invita a pasar de la angustia
a un lugar espacioso y sin estrechez,
con una mesa llena de manjares.
17 Pero si te llenas del criterio del malvado,
su criterio y sentencia te atraparán.
18 No te dejes seducir por la riqueza;
ni te extravíe la magnitud del soborno.
19 ¿Acaso tu riqueza te protegerá de la angustia
y de todo el poderío de tu fuerza?
20 No anheles aquella noche
en la que se echa a la gente de su puesto.
21 Cuídate de inclinarte a la maldad,
que por ella has probado la aflicción.
22 Mira, Dios es sublime en su poder.
¿Quién podría ser un maestro como él?
23 ¿Quién le ha señalado su camino?
¿Quién le diría: ‘Cometiste una injusticia’?
24 Recuerda que debes celebrar sus maravillas,
que los mismos hombres han cantado.
25 Toda la humanidad las contempla,
todos los mortales las perciben desde lejos.
26 Mira, Dios es sublime y no lo conocemos;
el número de sus años es incalculable.
27 El suelta las gotas de agua,
y ellas destilan lluvia como vapor,
28 una lluvia que las nubes derraman
y que cae copiosa sobre los hombres.
29 ¿Podrá alguien comprender las extensiones de las nubes,
los estruendos de sus moradas?
30 Mira, él desplegó sobre sí su relámpago
y cubrió los fundamentos del mar.
31 Porque por ellos él juzga a los pueblos
y también les da alimento en abundancia.
32 Oculta el relámpago con la palma de su mano
y le ordena dar en el blanco.
33 Su trueno lo anuncia.
Hasta el ganado percibe su expansión”.
Dios hace grandes cosas que no comprendemos [30]
Sal 18,14; 104,22; 147,15-18
37,1 “Ante esto tiembla mi corazón
y salta fuera de mi pecho.
2 Escuchen atentos el estruendo de la voz de Dios
y el estallido que sale de su boca,
3 por todo el ámbito de los cielos lo extiende
y su relámpago llega hasta los confines de la tierra.
4 Tras él, resuena el trueno,
detona su voz con majestad,
y cuando se oye su estallido nadie lo retiene.
5 Dios anuncia con su voz de trueno las maravillas realizadas,
él hace grandes cosas que no comprendemos.
6 A la nieve ordena: ‘Cae sobre la tierra’;
y a la lluvia y al aguacero manda: ‘¡Lluevan con fuerza!’.
7 Suspende la actividad de todo mortal
para que todos reconozcan su acción.
8 La fiera se mete en su guarida
y se refugia en su madriguera.
9 El huracán viene de la alcoba del sur
y el frío, de los vientos del norte.
10 Al soplo de Dios se forma el hielo
y la extensión de las aguas se congela.
11 Él carga el nubarrón de humedad
y la nube expande su relámpago,
12 que gira en derredor y avanza en varias direcciones,
para ejecutar sus órdenes sobre todo el orbe de la tierra.
13 Sea por castigo, sea por misericordia hacia su tierra,
él hace que suceda todo esto”.
Considera las maravillas de Dios
Is 5,22; Sal 33,8; 145,3
14 “Escucha esto, Job,
debes detenerte y considerar las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes cómo gobierna Dios las nubes
y las hace resplandecer con el rayo?
16 ¿Qué sabes del balanceo de los nubarrones,
maravillas de una sabiduría perfecta,
17 tú, que no soportas el ardor de tu ropa,
cuando la tierra está extenuada por el viento del sur?
18 ¿Fuiste tú el que extendiste con él la bóveda del cielo
como un espejo de metal fundido?
19 Enséñanos qué le debemos decir,
porque a oscuras no podemos argüir.
20 ¿Necesita Dios que alguien le cuente lo que yo hablé?
¿Hace falta que le informen lo que un hombre ha dicho?
21 De pronto, no se ve la luz, oscurecida por las nubes,
pero pasa el viento y las despeja.
22 Viene del norte una claridad de oro,
un esplendor majestuoso reina en torno a Dios.
23 Es el Todopoderoso, no podemos alcanzarlo.
Él es grande en poder y en juicio,
su justicia es inmensa; no oprime a nadie.
24 Por eso le temen los hombres,
aunque él no tiene en cuenta a nadie,
ni siquiera a los sabios”.
y réplicas de job[31]
PRIMER discurso de dios[32]♦
Prepárate a luchar como un guerrero
38,1 El Señor respondió a Job desde la tormenta y dijo:
2 “¿Quién es este que denigra mi designio,
con palabras sin sentido?
3 Vamos, prepárate a luchar como un guerrero,
te preguntaré y tú me instruirás”.
Yo tracé un límite sobre el mar
Gn 1,9-10; 1 Sm 2,8; Sal 10,15; 102,26; Prov 3,19
4 “¿Dónde estabas tú cuando yo cimentaba la tierra?
Me lo dirás, si tanto sabes.
5 ¿Sabes quién fijó sus dimensiones?
o, ¿quién echó sobre ella la cuerda de medir?
6 ¿En qué se asientan sus pilares?
¿Quién colocó su piedra angular,
7 al canto unánime de las estrellas del alba,
mientras aclamaban todos los ángeles?
8 ¿Quién encerró con dos puertas el mar,
cuando salía impetuoso del vientre,
9 cuando hice de la nube su vestidura,
y de la oscuridad, su pañal?
10 Yo tracé un límite sobre el mar,
le puse puertas y un cerrojo
11 y le dije: ‘Hasta aquí llegarás y no más,
aquí se detendrá el orgullo de tus olas’.
12 ¿Algún día de tu vida diste órdenes a la mañana,
o le indicaste el lugar a la aurora,
13 para que sujetara la tierra por los extremos,
y sacudiera de ella a los impíos?
14 La tierra toma forma como arcilla bajo el molde
y queda coloreada como un vestido,
15 para quitar la luz a los malvados
y romper el brazo que se subleva.
16 ¿Fuiste hasta las fuentes del mar,
caminaste en las profundidades del abismo?
17 ¿Te han mostrado las puertas de la Muerte,
has visto los umbrales de las Sombras?
18 ¿Has examinado las dimensiones de la tierra?
Si sabes todo esto, ¡habla!”.
¿Conoces tú las leyes de los cielos?
Gn 7,11; Jos 10,11; Jr 10,13; Sal 147,16; Eclo 43,13-22
19 “¿Cuál es el camino que conduce a la morada de la luz?
¿Cuál es el lugar de la oscuridad,
20 para que la lleves hasta su territorio
y para que descifres los senderos de su casa?
21 ¡Seguro que lo sabes, porque ya habías nacido,
y es muy grande el número de tus días!
22 ¿Entraste a los almacenes de la nieve?
¿Viste ya los depósitos del granizo,
23 que yo reservo para el tiempo de la angustia,
para el día de la guerra y del combate?
24 ¿Cuál es el modo en que se esparce la luz?
¿Cómo se desplaza el viento del este sobre la tierra?
25 ¿Quién abrió el canal para el aguacero
y el camino para el rayo detonante,
26 que trae la lluvia sobre la tierra deshabitada,
sobre un desierto despoblado,
27 para empapar una tierra desierta y árida,
y hacer brotar en la estepa la semilla de la hierba?
28 ¿Tiene la lluvia un padre?
¿Quién engendró las gotas de rocío?
29 ¿De qué vientre salió el hielo?
¿quién da a luz la escarcha del cielo?
30 Las aguas se endurecen como la piedra,
y la superficie del abismo se congela.
31 ¿Puedes atar los lazos de las Pléyades
o desatar las cuerdas de Orión?
32 ¿Haces aparecer las constelaciones a su tiempo
o guías a la Osa y a sus crías?
33 ¿Conoces tú las leyes de los cielos
o regulas su dominio en la tierra?
34 ¿Haces llegar tu voz a las nubes
para que una masa de agua te inunde?
35 ¿Lanzas relámpagos de modo que vayan
y te digan: ‘¡A tus órdenes!’?
36 ¿Quién puso sabiduría en el ibis?
¿Quién dio inteligencia al gallo?
37 ¿Quién cuenta exactamente las nubes,
e inclina los cántaros del cielo,
38 cuando el polvo se vuelve una masa
y los terrones se pegan?”.
¿Es por tu sabiduría que vuela el gavilán?
Jr 2,24; 8,6; Os 8,9; Zc 10,3; Sal 29,9; 33,17; 147,9; Mt 24,28
39 “¿Cazas una presa para la leona?
¿Sacias el apetito de los leoncillos,
40 cuando se agazapan en las guaridas
y en la espesura se ponen al acecho?
41 ¿Quién prepara al cuervo su provisión,
cuando sus crías claman a Dios
y andan errantes sin comida?
39,1 ¿Conoces tú el tiempo en que paren las cabras monteses?
¿Has observado el parto de las gacelas?
2 ¿Contaste los meses de su preñez
y conoces el tiempo en que paren?
3 Se encorvan, paren sus crías,
y se libran de sus dolores.
4 Sus crías se fortalecen, crecen en el campo;
se van y no vuelven más a ellas.
5 ¿Quién dejó libre al asno salvaje
y quién rompió las ataduras del onagro,
6 al que di el desierto como casa propia
y como morada la tierra salada?
7 Él se ríe del bullicio de la ciudad,
no se entera de los gritos del arriero.
8 Busca su pasto en las montañas
y rastrea cualquier hierba tierna.
9 ¿Querría un búfalo ser tu servidor
y dormir en tu establo?
10 ¿Atarías al búfalo con una cuerda al yugo
para que are los valles detrás de ti?
11 ¿Te fiarías de él por ser grande su fuerza
y le confiarías tu tarea?
12 ¿Confiarías en él para que traiga tu semilla
y la recoja en tu era?
13 El avestruz bate sus alas ágilmente,
como si fueran alas o plumaje de cigüeña;
14 cuando abandona sus huevos en la tierra,
y los calienta sobre el polvo,
15 olvida que algún pie los puede aplastar
o una bestia salvaje los puede pisotear.
16 Es cruel con sus crías, como si no fueran suyas,
y no le importa fatigarse en vano,
17 porque Dios le negó sabiduría
y no le concedió inteligencia;
18 pero apenas se levanta y bate las alas,
se burla del caballo y su jinete.
19 ¿Le das tú la fuerza al caballo?
¿Revistes tú su pescuezo de crin?
20 ¿Lo haces saltar como una langosta?
Su formidable relincho es terrible.
21 Patea la tierra, se regocija en su brío
y sale al encuentro de la batalla.
22 Se burla del miedo y no se acobarda
ni retrocede ante la espada.
23 Sobre él silba la flecha,
la lanza centelleante y la jabalina.
24 Con arrebato y furor, devora el espacio
y no se detiene ante el sonido de la trompeta;
25 cuantas veces suena la trompeta, relincha,
y de lejos olfatea la batalla,
las voces atronadoras de los jefes y los gritos de guerra.
26 ¿Tú enseñas a volar al halcón,
y a dirigir sus alas hacia el sur?
27 ¿tú ordenas al águila levantar el vuelo
y poner su nido en las alturas?
28 Habita y pernocta en una roca.
sobre la cima de la peña tiene su refugio;
29 desde allí avista la presa;
desde lejos sus ojos la perciben,
30 sus polluelos sorben la sangre,
y donde hay muertos, allí está ella”.
¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso?
Is 45,9; Ez 16,63; Rom 9,20
40,1 El Señor siguió hablando a Job:
2 “¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso?
¡Que responda el que acusa a Dios!”
3 Entonces Job respondió al Señor, diciendo:
4 “He hablado a la ligera, ¿qué te he de contestar?
Llevo mi mano a la boca.
5 Una vez hablé, ya no responderé;
dos veces, pero no insistiré”.
segundo discurso de dios[33]♦
Te preguntaré y tú me instruirás
Is 43,26; Sal 93,1; Rom 3,4
6 El Señor replicó a Job desde la tormenta:
7 “Vamos, prepárate a luchar como un guerrero;
te preguntaré y tú me instruirás.
8 ¿Te atreverías a anular mi juicio;
me condenarías para tener razón?
9 ¿Tienes acaso un poder como el de Dios
y una voz atronadora como la suya?
10 Adórnate de gloria y majestad
y revístete de magnificencia y esplendor.
11 Derrama la furia de tu ira,
mira al soberbio y abátelo,
12 mira al soberbio y humíllalo;
abate a los impíos dondequiera que estén.
13 Entiérralos juntos en el polvo;
encadénalos en un lugar secreto.
14 Entonces yo también te alabaría,
por la victoria que tu diestra te habría dado”.
Beemot
15 “Ahí está Beemot, al que hice como a ti;
se alimenta de hierba como el buey.
16 Mira la fuerza de sus lomos,
y el vigor de los músculos del vientre.
17 Mueve su cola como un cedro,
los tendones de sus muslos están entrecruzados;
18 sus huesos son como tubos de bronce
y su esqueleto como barras de hierro.
19 Él es la obra maestra de Dios;
solo su Hacedor lo amenaza con la espada.
20 Los montes le suministran alimento,
mientras todas las bestias del campo allí retozan.
21 Se acuesta debajo de los lotos,
a la sombra del cañaveral y en el pantano.
22 La sombra de los lotos lo cubre;
los sauces del arroyo lo rodean.
23 Brama el río, pero él no se alarma;
está seguro, aunque el Jordán le llegue al hocico.
24 ¿Lo capturaría alguien mientras él vigila?
¿Le perforaría la nariz con garfios?”
Leviatán
Is 37,29; Sal 24,1; 104,26; Prov 2,30; Hch 5,39; Rom 11,35//41,3: Rom 11,35
25 “¿Pescarías a Leviatán con un anzuelo;
sujetarías su lengua con una cuerda?
26 ¿Pondrías una caña en su nariz;
perforarías su mandíbula con un gancho?
27 ¿Multiplicaría él las súplicas hacia ti;
te hablaría, acaso, con palabras tiernas?
28 ¿Haría él un pacto contigo;
lo tomarías por esclavo perpetuo?
29 ¿Jugarías con él como con un pájaro;
lo atarías para diversión de tus doncellas?
30 ¿Lo pondrían en venta los pescadores;
se lo disputarían entre los comerciantes?
31 ¿Llenarías su piel de dardos
y de arpones su cabeza?
32 ¡Atrévete a ponerle la mano encima!
Te acordarás del combate y no volverás a intentarlo.
41,1 Esperar vencerlo es una ilusión;
su sola apariencia aterra,
2 y nadie es tan audaz que lo despierte.
¿Quién es ese que me quiere enfrentar?
3 ¿Quién me ha enfrentado y salió ileso?
Todo cuanto existe bajo el cielo es mío.
4 No dejaré de mencionar sus miembros,
ni lo concerniente a su poder,
ni la gracia de su figura.
5 ¿Quién levantaría la coraza de su piel?
¿Quién penetraría su doble armadura?
6 ¿Quién abriría las puertas de sus fauces?
Alrededor de sus dientes hay terror.
7 Las hileras de sus escamas son su orgullo,
cerradas y soldadas con un sello;
8 están tan cerca una a la otra
que el aire no penetra entre ellas;
9 pegadas están una a la otra,
trabadas para no separarse.
10 Su estornudo destella luz
y sus ojos son como los párpados del alba;
11 de su hocico salen antorchas,
de escapan chispas de fuego.
12 De sus narices sale humo,
como de una olla que hierve sobre el fuego;
13 su aliento enciende carbones
y una llama sale de su boca.
14 En su cuello radica la fuerza
y ante él cunde el pánico.
15 Los pliegues de su carne se juntan
y, adheridos a él, no se mueven.
16 Su corazón es duro como pedernal,
como una piedra de molino.
17 Cuando se levanta, los poderosos tiemblan
y, por la consternación, retroceden.
18 La espada no puede contra él,
tampoco la lanza ni el dardo ni la jabalina.
19 El hierro es como paja para él;
el bronce, una madera carcomida.
20 La flecha no lo hace huir;
las piedras de la honda son brizna para él.
21 Los garrotes le parecen hojarasca,
y se burla cuando vibra la jabalina.
22 Por debajo lleva escamas puntiagudas;
se arrastra como trillo sobre el lodo.
23 Hace hervir el abismo como una olla
y el mar lo vuelve una vasija de ungüento.
24 Deja detrás de sí una estela brillante
y el abismo parece una blanca cabellera.
25 Nadie en la tierra es semejante a él;
fue hecho para no temer nada,
26 para hacer frente a todo arrogante.
¡Él es el rey sobre todas las bestias feroces!”
Me retracto y me arrepiento sobre el polvo y la ceniza [34]
Is 6.5; Jr 32,17; Sal 131,1; 135,6; Eclo 2,4
42,1 Entonces Job respondió al Señor, diciendo:
2 “Reconozco que tú lo puedes todo
y que ningún proyecto es imposible para ti.
3 Tú dijiste: ‘¿Quién es este que desfigura,
sin sentido, mi designio?’.
En verdad, yo hablé sin entender;
dije cosas demasiado elevadas para mí, que no comprendía.
4 Tú me dijiste: ‘Escucha, yo voy a hablar;
te preguntaré y tú me instruirás’.
5 Yo te conocía solo de oídas,
pero ahora te han visto mis ojos.
6 Por eso, me retracto
y me arrepiento sobre el polvo y la ceniza”.
No hablaron correctamente de mí [35]
Nm 23,1; Is 61,7; 1 Jn 5,16
7 Después que el Señor había hablado a Job con estas palabras, dijo a Elifaz de Temán: “Mi ira se enciende contra ti y contra tus dos amigos, porque no hablaron correctamente de mí, como Job, mi servidor. 8 Ahora bien, tomen siete novillos y siete carneros, vayan donde está Job, mi servidor, y ofrezcan un holocausto por ustedes.
Job, mi servidor, intercederá por ustedes, para que, en atención a él, yo no castigue la insensatez de ustedes, porque no hablaron correctamente de mí, como Job, mi servidor”.
9 Elifaz de Temán, Bildad de Suaj y Sofar de Naamat fueron e hicieron tal como el Señor les había mandado; y el Señor mostró su favor a Job. 10 Cuando Job intercedió por sus amigos, el Señor restauró el bienestar de Job y le aumentó al doble todas sus pertenencias.
Job murió, anciano y colmado de años [36]
Gn 25,8; 50,23; Dt 8,16; Sal 128,6; Sant 5,11
11 Entonces sus hermanos, sus hermanas y sus conocidos de antes vinieron a visitarlo. Comieron con él en su casa, compartieron su pena y lo consolaron por todo el mal que el Señor había traído sobre él; y cada uno le regaló una moneda de plata y un anillo de oro. 12 El Señor bendijo a Job al final de su vida más que al principio. Llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13Tuvo también siete hijos y tres hijas. 14 A la primera la llamó Paloma, a la segunda Acacia y a la tercera Azabache. 15 En toda la tierra no se encontraban mujeres tan hermosas como las hijas de Job; y su padre las hizo herederas junto con sus hermanos. 16 Después de esto, Job vivió ciento cuarenta años y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Y Job murió anciano y colmado de años.
[1] 1,1-3,1: Job no es un israelita, sino un extranjero perteneciente a una de las tribus de Seír (Gn 36,28); es justo y temeroso de Dios. Satán es un ángel obediente al Señor (cf. Lc 22,31) que cumple la función de poner a prueba (tentar) a los elegidos de Dios; la tradición posterior lo identificará con el diablo y adquirirá otros rasgos. Satán pone a prueba a Job (cf. 38,33); este que no conoce el origen de sus sufrimientos mantiene su integridad aceptando la muerte de los hijos y su dolorosa enfermedad, sin culpar a Dios.
[2] 3,2-26: Job exterioriza su confusión. Maldice del día su nacimiento y la noche de su concepción; los “¿por qué?” (vv. 11,20-23) estructuran dos estrofas con un motivo análogo al de Jeremías (Jr 20,14-18), que da origen al debate con los amigos. Leviatán (v.8) es un monstruo mitológico, un inmenso cocodrilo del que se trata en 40,25-32.
[3] «4,1-5,27: Irritados por el lamento de Job, los amigos lo condenan injustamente, proponiéndose defender a Dios. Siguen dos ciclos completos de discursos compuestos por las intervenciones de los amigos y las respuestas de Job. El primer amigo Elifaz expone la doctrina tradicional que recibió en una visión nocturna: Dios es el único justo, que encuentra defectos hasta en los ángeles y castiga a los pecadores. Job debería reconocer que su sufrimientos son correcciones recibidas por sus pecados, porque los justos nunca son castigados.
[4] «6,1-7,21. En su respuesta a Elifaz, Job reitera su confesión de inocencia, describe patéticamente sus sufrimientos y pide que Dios le quite la vida para no tener que seguir padeciendo. Es la primera vez que Job se atreve a hablar a Dios en segunda persona. Hasta ahora sus reacciones habían sido solo indirectas. Pero, cada vez se vuelve más audaz hasta atreverse a lo que nadie haría, convocar a Dios a un juicio (cf. Sal 143,2).
[5] 8,1-22. Bildad, el segundo amigo que toma la palabra, parece no tomar en cuenta las enfermedades de Job, y se refiere solamente a su dolor por la muerte de sus hijos. Encuentra muy sencilla la explicación: ellos murieron como castigo por sus pecados. Se apoya para esto en el dato de la tradición: todas las generaciones pasadas podrán dar su testimonio de que Dios castiga a los pecadores, y concede felicidad a todos los que se apoyan en él. Dios nunca obra contra lo que es justo. Si Job actúa rectamente, Dios estará a su favor.
[6] «9,1-10,22. Job responde a Bildad que él se considera inocente, pero sin embargo Dios lo declara culpable (9,20), lo hace sufrir «sin motivo» (9,17) y lo trata como a los pecadores. Y nadie le puede hacer un pleito a Dios, porque él es todopoderoso, por eso lo cuestiona: ¿Por qué lo hizo nacer para sufrir? En la época del Antiguo Testamento, cuando todavía no se tenía idea de la vida eterna, se pensaba que en esta vida se debía recibir necesariamente la retribución por el bien o el mal que se hubiera hecho. Job considera que con la muerte acabarían todos sus dolores, ya que después no habría ninguna retribución. Rajab, mencionada en 9,13 y 26,12, es un monstruo mitológico, una inmensa serpiente (Is 51,9; Sal 89,11).
[7] 11,1-20 – Sofar, el tercero de los amigos, en su breve discurso, echa en cara a Job su necedad y su carencia de sabiduría. Job debe reconocer sus pecados, y si lo hace, entonces podrá vivir tranquilo y feliz.
[8] «12,1-14,22. Job responde a Sofar: la falta de sabiduría se da en ellos, los tres amigos, porque lo acusan y ninguno podrá probar que él es culpable por algún pecado. Job sabe que la vida humana está plagada de dolores, y solo espera que llegue el momento de su muerte para poder descansar de todos sus sufrimientos. Job es testigo de la época en la que todavía no se había dado la enseñanza sobre la vida eterna y la resurrección; cree que la muerte será un sueño eterno y que no habrá ninguna retribución.
[9] 15,1-35. Comienza el segundo ciclo de discursos, y Elifaz insiste en que Job ofende a Dios con sus argumentos y que en realidad está ocultando sus pecados. Job debe reconocerlos, y apela a la enseñanza de los sabios: Dios no encuentra pureza ni en los mismos cielos, y mucho menos en los seres humanos. Por eso los pecadores están siempre entre sufrimientos y su vida es un fracaso.
[10] «16,1-17,16. Como respuesta, Job reprocha a Elifaz y a sus amigos la falta de comprensión. Ellos se han constituido en enemigos suyos, porque en vez de consolarlo lo atacan, tergiversan sus palabras y se burlan de él. Dios lo trata con crueldad, y Job, como herido de muerte, pide que su sangre siga clamando justicia, que sirva como testigo y defensor ante el tribunal de Dios (16,19-22). Para Job no queda ninguna esperanza, y solo espera la muerte.
[11] 18,1-21. Bildad rechaza indignado las palabras de Job que pretenden mostrar a los tres amigos como carentes de sabiduría. Para Bildad la evidencia es muy clara: los pecadores están condenados al sufrimiento, y Job pertenece al grupo de ellos.
[12] 19,1-29. En la respuesta a Bildad, Job reprocha a los tres amigos porque lo acusan sin tener pruebas. Les pide que se compadezcan de él porque Dios lo ha “perjudicado” (v.6): está sumergido en el sufrimiento y separado de sus familiares, amigos y conocidos. Sin embargo, Job tiene la certeza de que no morirá antes de que Dios se manifieste como su defensor y lo restablezca en su antigua condición. La versión latina Vulgata traduce el texto de 19,25-27 como si las palabras de Job fueran un acto de fe en la futura resurrección. Esta traducción no responde con exactitud al original hebreo, y además no está de acuerdo con el contexto. En la época en que se escribió el libro de Job todavía no se tenía idea de vida eterna y resurrección.
[13] 20,1-29. El discurso de Sofar intenta reforzar lo que han dicho sus amigos: la alegría de los pecadores es pasajera, porque muy pronto Dios les manifiesta su ira y les llega el dolor y la muerte. De nada valen las riquezas acumuladas injustamente.
[14] 21,1-34. Job contradice lo que Sofar ha expresado en su discurso (cap. 20). La respuesta de los amigos es engañosa. Como el autor del Salmo 73, también Job se interroga por el escándalo que produce el bienestar de los malvados. No es verdad que los delincuentes reciban el castigo por sus crímenes; con frecuencia ellos viven largos años y sin contratiempos: “Pasan felices sus días y en paz descienden al lugar de los muertos” (21,13).
[15] 22,1-30. Elifaz habla por tercera vez (4,1; 15,1). Su discurso es una acusación frontal contra Job: lo describe como una persona pecadora que está recibiendo el debido castigo por sus delitos: “¿Acaso tu maldad no es enorme y no hay límite para tus iniquidades?” (22,5). Por eso lo exhorta a que se reconcilie con Dios, para que de esa manera sea restablecido en su antigua situación.
[16] «23,1-24,25. Job responde al discurso de Elifaz y afirma que desea encontrarse con Dios para poder presentar su defensa ante él. Dios lo escuchará y le dará la razón porque el proceder de Job ha sido intachable. Pero a Dios no se lo puede encontrar. En 24,1-17 insiste en que Dios no presta atención (24,12) cuando los malvados maltratan a los pobres y cometen toda clase de delitos. El fragmento 24,19-25 parece fuera de lugar; algunos comentaristas, como algunas ediciones de la Biblia, trasladan este texto al final del capítulo 27.
[17] 25,1-6. Job ha dicho que si él presentara su defensa ante Dios, el Señor debería reconocer que él es un hombre justo. Bildad, en su brevísimo discurso, se muestra en desacuerdo con esa afirmación, porque ningún mortal puede ser justo ante Dios (Sal 143,2; Rom 3,20).
[18] «26,1-31,40. Este largo discurso de Job es su apología final en la que reitera su confesión de inocencia.
El fragmento 26,5-14, según algunos comentaristas, debería ir a continuación de 25,6 como continuación del discurso de Bildad; corresponde mejor a su argumentación, y no se entiende bien en boca de Job.
El Abismo y el reino de la Destrucción (26,6) designan el lugar en el que habitan los muertos. Rajab (26,12-13) es un monstruo mitológico, una inmensa serpiente (9,13).
[19] 26,13-23. El argumento que se expone en estos versículos, como palabra de Job, no coincide con el sostenido por él en el resto del libro. Algunos comentaristas suponen que serían palabras de Sofar, a quien le corresponde hablar en este momento, pero cuyo discurso no aparece.
[20] 28,1-28. No se conoce la razón por la que este poema sobre la sabiduría se encuentra en este lugar del libro de Job. La obra comparte ideas y expresiones con otros libros del AT, pero carece de referencias a los temas que se exponen en este libro. Algunos autores sostienen que es un texto añadido posteriormente como un comentario al libro ya compuesto y terminado: Job y sus amigos discuten sobre un tema inalcanzable, porque la sabiduría pertenece a Dios.
[21] 29,1-25 – Después de la interrupción producida por la inserción del poema sobre la sabiduría, continúa el discurso de Job. Él añora los años en que gozaba de felicidad porque estaba en amistad con Dios y experimentaba su protección. Era respetado por gente de todas las edades y de todas las clases sociales. Esto se debía al proceder de Job con los pobres y los desvalidos y a la sabiduría que manifestaba en sus palabras.
[22] 30,1-23. Como un contraste con lo expresado en el capítulo precedente, ahora Job contempla su lastimosa situación actual y se lamenta por el trato hostil que recibe. Describe con desprecio a las personas que se burlan de él (30,1-10); se encuentra todavía lejos de las palabras de Jesús que ordenan responder con bendiciones a los que maldicen y orar por los que calumnian (Lc 6,28). A todos los sufrimientos que le provocan los que ahora son sus enemigos se suman los padecimientos de la enfermedad (30,17-19), y sobre todo el silencio de Dios que no interviene para hacerle justicia (30,20-23).
[23] 30,24-31,40. Job termina todos sus discursos recordando, como un argumento a su favor, las obras de misericordia que realizó con los pobres y afligidos mientras esperaba la dicha como retribución. Pero en lugar de bienestar recibió desgracias. Él se había hecho compañero de los necesitados, pero ahora solo están con él los animales salvajes. Los instrumentos musicales que en otros momentos habrían servido para el festejo y la alegría, ahora se usan para acompañar los cantos fúnebres. Job sabe que “calamidades e infortunios” fueron reservados por Dios para los malhechores. En el caso de que hubiera desobedecido los mandamientos de la ley, él aceptaría estos castigos, pero clama que es inocente y espera la respuesta de Dios (31,35).
Algunos comentaristas opinan que los versículos 31,38-40a están fuera de lugar, y que deberían leerse después de 31,15.
[24] 32,1-37,24. Los discursos de Elihú tienen el aspecto de ser una interpolación. Cuando los amigos de Job ingresaron en el relato se dijo explícitamente que eran tres y se dio el nombre de cada uno (2,11); entre ellos no figuraba Elihú. Dios interviene en 38,1, con su respuesta a las palabras de Job que finalizaron en 31,40, y parece ignorar los discursos de los capítulos 32-37, inmediatamente antes de que Dios comience a hablar. Al final del libro, Dios se dirige a los tres amigos (42,7), y no se nombra a Elihú, y por último, este no se retira cuando lo hacen los tres amigos (42,9).
Estos discursos no hacen más que repetir los argumentos de los amigos de Job y adelantan algunas de las ideas que aparecerán en los discursos de Dios. Hay razones suficientes para pensar que fueron añadidos a la obra ya terminada, antes de su publicación definitiva y de su inclusión en el canon. Su composición (cf. 32,1-5) se puede atribuir a un sabio de Israel, a quien las palabras de Job le sonaban ofensivas a Dios, y no le pareció satisfactoria la forma de argumentar de los tres amigos.
[25] 32,6-22. Elihú manifiesta ser más joven que los amigos de Job, y los reprende con evidente arrogancia, porque no han respondido adecuadamente a los argumentos de Job. Entonces él se dispone a hacerlo.
[26] 33,1-33. Elihú se dirige a Job para mostrarle que cuando Dios quiere corregir a los seres humanos, tiene diferentes maneras de hablarles. Puede hacerlo por inspiraciones, pero también probándolo por medio del dolor y la enfermedad. Si los mortales se convierten a Dios, él los libera de la muerte y vuelve a otorgarles la felicidad.
[27] 34,1-37. Elihú reprende a Job porque sus discursos ofenden a Dios. El Señor no hace nunca el mal ni puede ser acusado de ser injusto.
[28] 35,1-16. Job se ha quejado de que Dios no responde a sus quejas, y Elihú replica que Dios está demasiado alto y no es afectado por las acciones buenas o malas que hacen los seres humanos. Si no responde cuando estos claman, es porque el Señor no escucha la oración de los pecadores.
[29] 36,1-33. Elihú continúa su argumento trayendo datos de la experiencia desde tiempos antiguos: Dios siempre premia a los justos y castiga a los pecadores. Las aflicciones que a veces caen sobre los justos se deben a que han hecho algo malo y Dios les advierte para que se corrijan. Elihú concluye exhortando a Job para que viva de acuerdo con lo que Dios ordena en su ley y glorifique al Señor por sus obras.
[30] 37,1-24 – Las palabras finales del discurso de Elihú son un canto de alabanza a las maravillas que hace Dios en el universo, en el mismo estilo de los himnos del libro de los Salmos. En todo lo que Dios hace manifiesta su sabiduría, y esta es incomprensible. Job es invitado a contemplarla.
[31] 38,1-41,26. Los dos últimos grandes discursos del libro son réplicas de Dios a los discursos de Job. Mostrará la grandiosa sabiduría que manifestó al realizar la creación. Los discursos tienen la forma de un desafío: Dios invita a Job a ponerse las ropas de un soldado y tomar las armas como para salir a un combate (“prepárate a luchar como un guerrero”: 38,3; 40,7), y luego lo apabulla preguntándole si es capaz de hacer alguna de las obras de la creación. Dios no da ninguna explicación al interrogante de por qué sufren los justos. Solamente deja en claro que Job, desde su ignorancia, no puede atreverse a cuestionar la sabiduría divina.
[32] ♦ 38,1-40,5. En el primer discurso, Dios lanza contra Job una catarata de interrogantes a los que este no puede responder. Dios muestra, por medio de preguntas retóricas, que al realizar la creación ha actuado con una sabiduría que nadie puede igualar. Job responde reconociendo que ha hablado sin pensar, y por eso opta por guardar silencio.
[33] ♦ 40,6-41,26. El segundo discurso de Dios se presenta como si Dios comenzara a hablar sin haber intervenido antes. La mayor parte de este discurso está ocupado por las descripciones de dos bestias de dimensiones colosales. En Beemot se descubre la descripción de un inmenso hipopótamo; mientras que Leviatán, el monstruo mitológico mencionado también en 3,8 (Sal 74,14; 104,26; Is 27,1), se representa como un inmenso cocodrilo. Ambas figuras son una muestra de la maravilla de la creación de Dios.
[34] 42,1-6. La segunda respuesta de Job, más extensa que la primera (40,3-5), es un reconocimiento de que ha hablado de cuestiones que superan su inteligencia. Él tenía una noción muy limitada de Dios porque solo lo conocía de oídas. Después de escuchar el discurso de Dios, Job puede decir que ha visto al Señor porque ha comprendido que no puede cuestionar su sabiduría. Su conversión le descubre una nueva imagen de un Dios personal, distinto de aquel al que lo reducía su razón, y diverso de cómo lo presentaban las tradiciones de los sabios. Solo le queda asumir el lugar de un penitente, sentándose sobre la ceniza (Is 58,5; Jr 6,26; Ez 27,30; Est 4,3; Jn 3,6; Lc 10,13).
[35] 42,7-10. Los amigos de Job, que intentaban defender a Dios repitiendo los argumentos tradicionales sobre la retribución, son reprendidos por no haber hablado correctamente de él. El libro descalifica la opinión de que Dios es “movido” por la actuación de los seres humanos, ya que “debe premiar” cuando estos se comportan bien, y “debe castigar” cuando obran mal. Esa afirmación ofende a Dios, que obra libremente, de acuerdo con su sabiduría, y nadie está capacitado para juzgar ese proceder. En cambio Job no es reprendido, a pesar de que cuestionó a Dios y se dice que habló bien de él (42,7). Job deberá interceder por aquellos que lo agredieron con sus palabras, y en esto adelanta lo que más tarde enseñará Jesús (Lc 6,28).
[36] 42,11-17. El libro termina con la rehabilitación de Job. Después de haber superado la prueba por la que lo hizo pasar Satán (1,1-2,7), Dios restableció su salud, le restituyó sus bienes duplicados y volvió a tener tantos hijos como antes. Sus hijas tuvieron el privilegio de ser herederas (Nm 36,1-12), y él murió a una avanzada edad, como otros personajes del AT (Gn 25,8; 35,29).