loader image

ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. Nabucodonosor, que gobernó sobre los asirios… (1,1). El libro: historia y aceptación

 

El Libro de Judit pertenece a la colección de los libros deuterocanónicos, que no se encuentran en la Biblia hebrea y no forman parte de la Sagrada Escritura de los judíos ni de los protestantes.

 

Se trata de un libro didáctico y su forma literaria se asemeja a la novela. El autor no pretende relatar hechos realmente sucedidos, sino dar una enseñanza referente a la fe. Desde el primer versículo insinúa al lector que en esta obra no debe buscar historia. Para que esto quede claro, ofrece nombres y circunstancias que los lectores conocen muy bien, pero los presenta modificados. Por ejemplo, en la primera frase comienza diciendo: “Nabucodonosor, que gobernó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive…” (Jud 1,1). Nabucodonosor fue quien destruyó Jerusalén y llevó a los judíos a la cautividad. Por eso todos los judíos saben muy bien que él no gobernó sobre los asirios en Nínive, sino que fue uno de los reyes caldeos de Babilonia. Otros detalles confirman esta intención del autor: la narración comienza a partir del año XII del reinado de Nabucodonosor (Jud 1,1), que corresponde al año 593 a. C., pero al mismo tiempo se dice que los judíos ya han regresado de la cautividad (Jud 4,3; 5,19) y han reconstruido el Templo (Jud 4,2.11.13; 5,19; 16,20), acontecimientos que tuvieron lugar varios años después, en los años 538 y 515 a.C., respectivamente. Por otra parte, la acción transcurre en Betulia, una ciudad rodeada de murallas, que parece ser muy importante, y que, sin embargo, no es conocida y no figura en ningún otro texto fuera del libro de Judit. La gran cantidad de lugares geográficos mencionados dan al libro el aspecto de una obra muy documentada, pero, en realidad, muchos de ellos son desconocidos.

 

La obra parece haber sido escrita en hebreo (o en arameo), pero su original se perdió y solo se conserva la traducción griega. La antigua traducción latina (Vetus latina) habría sido hecha desde el griego, mientras que la Biblia Vulgata conserva un texto que difiere del que ofrece la versión griega. Se trata de la revisión de la antigua versión latina, hecha por san Jerónimo, que la confrontó con un ejemplar arameo que él llegó a conocer. Esta versión de la Vulgata no es de mucha utilidad, porque el trabajo fue hecho sin mucho cuidado, como lo reconoce el mismo san Jerónimo: “lo traduje más según el sentido que según las palabras” (Praefatio in librum Judith, PL XXIX, 39). Se conocen, además, algunos fragmentos en hebreo, pero se supone que no son textos originales, sino traducciones medievales hechas desde el latín.

 

El libro de Judit no fue reconocido como parte de las Sagradas Escrituras por los judíos de Palestina, ni se encontró ningún ejemplar entre los manuscritos del mar Muerto. Sin embargo, los judíos helenistas conservaron la traducción griega (Biblia LXX). Entre los cristianos, el libro fue ignorado por la generalidad de los Santos Padres de Oriente. No obstante, fue utilizado en el Concilio de Nicea y en el de Cartago del año 397. Los Santos Padres latinos (San Hilario, San Agustín, entre otros) lo aceptaron, con excepción de san Jerónimo, que lo catalogó entre los libros que “se leen para edificación, pero no para fundamentación de los dogmas”. Por el rechazo de los judíos y las dudas de la antigüedad cristiana, los protestantes no admitieron el libro de Judit. El Concilio de Trento, en su declaración solemne del Canon de las Sagradas Escrituras, reconoció que el Libro de Judit es un libro inspirado por Dios y, por lo tanto, pertenece a los “libros sagrados y canónicos”.

 

  1. El Señor los eliminó por una mano de mujer (16,5). La teología del libro

 

Este libro parece haber sido escrito a mediados del siglo II antes de Cristo, en época de Judas Macabeo, para animar y sostener a los que resistían ante los avances del paganismo. Los lectores no deben atemorizarse por las fuerzas que ostentan los pueblos enemigos: Israel cuenta con una fuerza mayor que la de sus adversarios. Si se mantiene fiel a la Ley y conserva la piedad, experimentará la protección de Dios.

 

Se narra en esta obra una guerra contra Israel, en la que participan todos los pueblos de la tierra. Incapaces de defenderse, los judíos están por rendirse, pero son salvados por intervención de Judit, una mujer muy piadosa y observante de la Ley, que seduce y mata al enemigo del pueblo de Dios.

 

En la obra se muestran con claridad dos contrastes. El primero de ellos tiene características semejantes a las de la literatura apocalíptica: el imperio del mal está representado por un gran ejército, cuyo jefe (Nabucodonosor) se auto-proclama “dios de toda la tierra” (3,8); mientras que el reino del bien está representado por Judit (que en hebreo significa “la Judía”), doblemente débil: por ser mujer y por ser viuda, pero es fiel al único Dios, el Dios de Israel.

 

En el segundo contraste se oponen dos actitudes de los creyentes ante un mismo problema: una de ellas es la del pueblo de Betulia, que espera la intervención de Dios mediante un acto portentoso, y la otra es la actitud de Judit, que pone su confianza en Dios, porque sabe que Dios manifiesta su poder por medio de los actos humanos, por insignificantes que estos puedan parecer. Dios salva a su pueblo con un instrumento aparentemente tan débil como es la mano femenina.

 

  1. Durante toda su vida fue famosa en el país (16,21). La obra literaria

 

      I           Nabucodonosor y Holofernes                       1-6

II         El asedio de Betulia                                          7

III        Judit                                                               8-9

IV        Judit y Holofernes                                     10,1-12,9

V         El acto heroico de Judit                            12,10-13,20

VI        La victoria                                                14,1-16,20

VII       Epílogo                                                     16,21-25

 

 

J U D I T

 

I.- Nabucodonosor y Holofernes

 

Nabucodonosor se enfureció terriblemente ¨

 

1, 1 Nabucodonosor, que gobernó sobre los asirios en la gran ciudad de Nínive, estaba en el año doce de su reinado.  En ese tiempo Arfaxad, que reinaba sobre los medos en Ecbátana, 2 hizo construir alrededor de la ciudad un muro de treinta y cinco metros de altura, y veinticinco metros de espesor. Utilizó para esto piedras talladas que medían un metro y medio de ancho y tres de largo. 3 Junto a las puertas de la ciudad erigió torres de cincuenta metros de altura, que estaban asentadas sobre cimientos de treinta metros de ancho. 4 Y para que pudiera pasar su poderoso ejército y desfilar su infantería, hizo que las puertas tuvieran treinta y cinco metros de altura por veinte de ancho.

 

5 El rey Nabucodonosor se presentó para hacer la guerra contra el rey Arfaxad en una gran llanura, la que se extiende sobre el territorio de Ragau. 6 Le salieron al paso todos los habitantes de la región montañosa y todos los que vivían a lo largo del río Éufrates, del Tigris y del Hidaspes. En la llanura de Arioc se reunieron el rey de los elamitas y muchos pueblos, con la intención de hacer frente a los hijos de Jeleud. 7 Entonces Nabucodonosor, el rey de los asirios, mandó llamar

a todos los habitantes de Persia,

a todos los habitantes de las regiones occidentales,

a los habitantes de Cilicia y Damasco, del Líbano y del Antilíbano,

a todos los habitantes de la costa marítima,

8                       a las poblaciones del Carmelo y de Galaad,

a la Galilea superior y la gran llanura de Esdrelón,

9                       a los habitantes de Samaría y sus ciudades,

a los que habitan del otro lado del Jordán,

hasta Jerusalén, Batana, Jelos y Cadés,

y más allá del torrente de Egipto,

a Tafnes, Rameses y a todo el territorio de Gosén,

10                     hasta más arriba de Tanis y Menfis,

y a todo Egipto hasta los confines de Etiopía.

11 Pero todos los habitantes de todas esas regiones despreciaron el mensaje de Nabucodonosor, el rey de los asirios, y no se unieron a él para la guerra, porque no le temían, ya que lo tenían como un hombre cualquiera. Por eso se burlaron de los mensajeros y los despidieron con las manos vacías. 12 El rey Nabucodonosor se enfureció terriblemente contra todas esas regiones, y juró por su trono y por su reino que se vengaría de todo el territorio de Cilicia, de Damasco y Siria, y que mataría con su espada a todos los habitantes Moab, a los amonitas, a toda la Judea, y a todos los que habitan Egipto hasta la región de los dos mares.

 

13 En el año diecisiete lanzó todas sus fuerzas contra el rey Arfaxad y lo venció en una sola batalla. Aniquiló el ejército de Arfaxad, su caballería y sus carros, 14 tomó sus ciudades, llegó hasta Ecbátana y se apoderó de sus torres, saqueó sus plazas y convirtió en humillación lo que había sido el esplendor de la ciudad. 15 Tomó prisionero a Arfaxad en las montañas de Ragau, lo atravesó con sus propias lanzas y acabó con él para siempre. 16 Después volvió a Nínive con todo su ejército y con todos los que lo habían seguido, que era una gran multitud de guerreros. Allí descansó y por espacio de ciento veinte días se dedicó a banquetear con su ejército.

 

El señor de toda la tierra ¨

 

2, 1 El día veintidós del primer mes del año dieciocho se anunció en el palacio de Nabucodonosor, rey de los asirios, que se llevaría a cabo la venganza anunciada contra toda la tierra. 2 Convocó a todos sus oficiales y a todos sus funcionarios, tuvo una reunión secreta con todos ellos, y decretó realizar el mal que había amenazado contra toda la tierra. 3 Todos estuvieron de acuerdo en exterminar a los que no habían respondido al llamado del rey.

 

4 Después de la reunión, Nabucodonosor, el rey de los asirios, llamó a Holofernes, el general de su ejército que tenía el segundo lugar después de él, y le dijo: 5 «Así dice el gran rey, el señor de toda la tierra: Cuando salgas de mi presencia, tomarás contigo unos ciento veinte mil soldados de infantería y unos doce mil caballos con sus jinetes, todos hombres reconocidos por su valentía, 6 e irás a atacar a todos los países de occidente porque se negaron a escuchar mi palabra. 7 Les ordenarás que me preparen todo lo necesario, porque en mi furor saldré contra ellos, cubriré toda la superficie de la tierra con mis soldados y la entregaré al saqueo. 8 Sus heridos llenarán los valles; todos los torrentes y el río se llenarán de cadáveres hasta desbordarse, 9 y a los cautivos los llevaré hasta los confines de la tierra. 10 Cuando salgas, ocuparás todo su territorio. A los que se te rindan, me los reservas para el día en que yo los castigaré, 11 pero a los rebeldes los matarás sin compasión y entregarás su tierra al saqueo. 12 ¡Juro por mi vida y por el poder de mi reino que ejecutaré con mi propia mano lo que he dicho! 13 ¡No dejes de cumplir una sola palabra de todo lo que te he mandado! ¡Cumple con exactitud y sin demora lo que te ordeno!».

 

14 Holofernes salió de la presencia de su señor y convocó a todos los generales, oficiales y capitanes del ejército asirio, 15 eligió hombres selectos para la campaña -como le había ordenado su señor: ciento veinte mil soldados y doce mil arqueros de caballería-, 16 y los organizó disponiéndolos para la guerra. 17 Reunió además una gran cantidad de camellos, asnos y mulos para llevar el equipaje; innumerables ovejas, bueyes y cabras para el abastecimiento, 18 y a cada hombre le dio provisiones en abundancia, y gran cantidad de oro y plata proveniente del tesoro real. 19 Salió a la campaña junto con todo su ejército, para adelantarse al rey Nabucodonosor y ocupar toda la región occidental con sus carros de guerra, la caballería, los soldados escogidos de infantería 20 y muchos que se les habían juntado. ¡Eran tantos que no se podían contar, como las langostas y como el polvo de la tierra!

 

Que todos adoren solo a Nabucodonosor  ¨

 

21 Salieron de Nínive y caminaron tres días en dirección a la llanura de Bectilet, y pasando más allá, fueron a acampar junto a la montaña que queda a la izquierda de Cilicia superior. 22 Desde allí dirigió su ejército, su infantería, su caballería y sus carros, hacia la región montañosa. 23 Cruzó a través de Put y de Lidia, y saqueó a todos los de Rasis y a los ismaelitas que vivían junto al desierto, al sur de Jeleón. 24 Después de pasar el Éufrates, cruzó a través de la Mesopotamia y fue destruyendo todas las ciudades fortificadas que están junto al torrente Abrona hasta llegar al mar. 25 Se apoderó de los territorios de Cilicia, venció a todos los que le oponían resistencia, y llegó hasta la región de Jafet, que está hacia el sur, frente a Arabia. 26 Rodeó a todos los madianitas, incendió sus campamentos y saqueó sus establos. 27 Descendió hasta la región de Damasco en la época de la cosecha del trigo, incendió sus campos, exterminó las ovejas y las vacas, saqueó las ciudades, arrasó los campos y mató a todos los jóvenes con la espada.

 

28 El miedo y el terror causados por él se apoderaron de todos los habitantes de la costa, de Sidón, de Tiro, de Sur, de Ocina y de Yamnia. Los habitantes de Asdod y Ascalón estaban aterrorizados 3, 1 y le enviaron mensajeros para que le propusieran la paz y le dijeran: 2 «Nosotros, los servidores del gran rey Nabucodonosor, estamos postrados ante ti. Trátanos como mejor te parezca. 3 Aquí están nuestras casas, nuestro territorio, nuestros trigales, nuestras ovejas y nuestras vacas, todos los corrales de nuestros campamentos están ante ti. Puedes hacer como mejor te parezca. 4 Nuestras ciudades y sus habitantes son tus servidores: puedes venir y tratarlos como te parezca bien».

 

5 Los mensajeros se presentaron ante Holofernes y le refirieron todo esto. 6 Entonces él bajó con su ejército hasta la costa, puso guarniciones en las ciudades fortificadas, y de ellas tomó hombres escogidos como tropas auxiliares. 7     En esas ciudades y en toda la región, la gente lo recibió con coronas, danzas y tambores, 8 pero él devastó todo su territorio y cortó sus árboles sagrados, porque había recibido la orden de exterminar a todos los dioses del país, para que todas las naciones adoraran solo a Nabucodonosor, y todas sus lenguas y tribus lo invocaran como dios.

 

Holofernes llegó a Judea ¨

Esd 6,16

 

9 Holofernes llegó cerca de Esdrelón, junto a Dotan, frente a las montañas de Judea. 10 Allí acampó entre las ciudades de Guibeá y Escitópolis, donde se quedó todo un mes para reunir a todas las fuerzas de su ejército. 4, 1 Cuando los israelitas que habitan en Judea oyeron todo lo que Holofernes, el general del ejército de Nabucodonosor, rey de los asirios, había hecho a todas las naciones y cómo había saqueado y destruido sus templos, 2 sintieron un gran terror por su presencia y temblaron por lo que podía suceder a Jerusalén y al templo de su Dios. 3 No hacía mucho que habían vuelto del cautiverio, y el pueblo de Judea se había reunido para consagrar los objetos de culto, el altar y el Templo que habían sido profanados. Entonces enviaron mensajes a toda la región de Samaría, a Cona, Betorón, Belmaín, Jericó, Jobá, Aisora y al valle de Salén. 5 Se apresuraron a ocupar las cumbres de todos los montes más altos, rodearon con murallas sus poblaciones, y aprovechando que hacía poco tiempo que había terminado la cosecha de sus campos, juntaron víveres en previsión de una guerra. 6 Joaquín, que en ese tiempo era el sumo sacerdote de Jerusalén, escribió una carta a los habitantes de Betulia y de Betomestain, que está frente a Esdrelón, ante la llanura cercana a Dotán, 7 en la que les decía que ocuparan las subidas de las montañas por las que se entraba en Judea, porque allí era fácil cerrar el acceso a los invasores, ya que el paso era angosto y no permitía pasar más de dos hombres a la vez. 8 Los israelitas hicieron todo lo que les habían ordenado el sumo sacerdote Joaquín y los ancianos de todo el pueblo de Israel que residían en Jerusalén.

 

9 Todos los varones israelitas clamaron con gran insistencia a Dios y se humillaron profundamente ante él. 10 Ellos, sus mujeres, sus hijos, sus ganados, los extranjeros que residían en el país, los jornaleros y los esclavos, se vistieron con ropa de penitencia. 11 Todos los que habitaban en Jerusalén, los varones israelitas, las mujeres y los niños, se postraron en tierra ante el Templo, se echaron ceniza en la cabeza y extendieron su ropa de penitencia ante el Señor. 12 También cubrieron el altar con ropa de penitencia, y a una sola voz clamaron con fervor al Dios de Israel que no permitiera que para satisfacción de los paganos sus hijos fueran entregados al saqueo, sus mujeres fueran dadas como premio a los vencedores; las ciudades de su herencia destruidas, y el Templo profanado y deshonrado. 13 El Señor escuchó sus oraciones y miró su aflicción. En toda Judea y Jerusalén el pueblo estuvo ayunando muchos días ante el templo del Señor todopoderoso. 14 El sumo sacerdote Joaquín, junto con todos los sacerdotes y ministros que servían en el Templo, se vestían con ropa de penitencia para ofrecer cada día el holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo. 15 Con los turbantes cubiertos de ceniza, clamaban con todas sus fuerzas al Señor para que su visita a toda la casa de Israel fuera para bien.

 

Si no hay culpas en esta gente… ¨

Gn 12,1; 13,1; 46,6; Ex 1,7.11; 7-12; 14,21-22; Dt 2,30-35; 7,1; 28,1-14. 47-68; 29,21-28; 30,15-20

 

5, 1 Le informaron a Holofernes, el general del ejército de Asiria, que los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los accesos de la zona montañosa, que habían fortificado las cumbres de las montañas más altas y habían puesto impedimentos para el tránsito en la llanura. 2 Entonces se enfureció y mandó llamar a los príncipes de Moab, a los jefes militares de Amón y a los sátrapas de la costa, 3 y les dijo: «Díganme, cananeos: ¿Qué pueblo es este que está establecido en la montaña? ¿En qué ciudades vive? ¿Cuál es la fuerza de su ejército? ¿En qué reside su fuerza y su poder? ¿Quién es el rey que está al frente de ellos y de sus ejércitos? 4 ¿Por qué me desobedecieron y no vinieron a mi encuentro como los demás habitantes de las regiones de occidente?».

 

5 Le respondió Ajior, el jefe de todos los amonitas: «Que mi señor escuche una palabra de su servidor, y le haré saber toda la verdad acerca de este pueblo que habita en estas montañas cercanas. No es mentira nada de lo que te diré. 6 Este pueblo desciende de los caldeos. 7 Primero emigraron a Mesopotamia, porque no quisieron adorar a los dioses de sus padres, que habitaban en la tierra de los caldeos. 8 Ellos habían abandonado las costumbres de sus antepasados y adoraban al Dios del cielo, que se les había revelado. Entonces fueron expulsados de la presencia de sus dioses y huyeron a Mesopotamia, donde habitaron largo tiempo. 9 Después su Dios les dijo que salieran de ese lugar y se dirigieran al país de Canaán. Fueron a habitar allí, y tuvieron gran abundancia de oro, plata y rebaños. 10 Cuando el hambre asoló la tierra de Canaán, descendieron a Egipto, en donde se quedaron mientras tuvieron alimento. Allí se multiplicaron hasta convertirse en un pueblo innumerable. 11 Entonces el rey de Egipto se levantó contra ellos, los humilló con astucia, los obligó a realizar trabajos fatigosos y a fabricar ladrillos, y los sometió como esclavos. 12 Ellos, por su parte, clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas irremediables. Los egipcios, entonces, los expulsaron. 13 Dios secó el mar Rojo delante de ellos, 14 y los condujo por el camino del Sinaí y de Cadés Barnea. Expulsaron a todos los habitantes del desierto, 15 exterminaron por la fuerza a los jesbonitas, y se establecieron en la tierra de los amorreos. Después cruzaron el Jordán y tomaron posesión de toda la región montañosa. 16 Expulsaron a los cananeos, a los pereceos, a los jebuseos, a los siquemitas y a todos los guergueseos, y habitaron un largo tiempo en esta tierra.        

 

17 Mientras no pecaron contra su Dios, todo les iba bien, porque este Dios que odia la iniquidad estaba con ellos. 18 Pero cuando se apartaron del camino que él les había trazado, fueron destruidos en muchas guerras y terminaron cautivos en tierras extrañas, el templo de su Dios quedó convertido en ruinas, y sus ciudades fueron ocupadas por sus enemigos.           Dt 28, 19 Ahora que se han convertido a su Dios, regresaron de las regiones por las que se habían dispersado, tomaron posesión de Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y volvieron a poblar las montañas que habían quedado desiertas.

 

20 Ahora, ¡dueño y señor!, si hay alguna falta en este pueblo, si pecan contra su Dios, si vemos que se ha producido en ellos esta causa de ruina, entonces subamos y luchemos contra ellos. 21 Pero si no hay culpas en esta gente, que mi señor pase de largo, no vaya a suceder que su Dios y Señor los proteja y los habitantes de toda la tierra se burlen de nosotros».

 

22 Cuando Ajior terminó de decir estas cosas, toda la gente que estaba rodeando la tienda, comenzó a murmurar, mientras que los oficiales de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab querían destrozarlo. 23 Decían: «¡No nos dejemos atemorizar por los israelitas! ¡Son un pueblo que no tiene poder! ¡No tiene fuerza para enfrentar una gran batalla! 24 ¡Señor nuestro, Holofernes! ¡Subamos y todo tu ejército se los comerá vivos!»

 

6, 1 Cuando se calmó el tumulto de los hombres que rodeaban el consejo, Holofernes, el general de los ejércitos asirios, dijo a Ajior y a todos los moabitas en presencia de la multitud de extranjeros: 2 «¿Quién eres tú, Ajior, y ustedes, mercenarios de Efraín, para que vengas a profetizar ante nosotros como lo has hecho hoy, diciéndonos que no luchemos contra el pueblo de Israel porque su Dios los protege? ¿Qué otro Dios hay fuera de Nabucodonosor? Él enviará su ejército que los borrará de la tierra, y su Dios no los salvará. 3 Nosotros, los servidores de Nabucodonosor, los golpearemos como a un solo hombre, y ellos no podrán resistir la fuerza de nuestros caballos. 4 Los incendiaremos; sus montañas se embriagarán con su sangre, y sus llanuras se llenarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse en pie ante nosotros. Serán aniquilados. Lo dice Nabucodonosor, el señor de toda la tierra, y sus palabras no han sido dichas en vano. 5 Y tú, Ajior, mercenario amonita, que has pronunciado estas palabras en el día de tu perdición, a partir de hoy ya no volverás a verme hasta que me haya vengado de ese pueblo que salió de Egipto. 6 Cuando yo vuelva, mis soldados y todos mis servidores te atravesarán con sus armas, y caerás muerto entre los israelitas heridos. 7 Mis servidores te llevarán a la zona montañosa y te dejarán en una de las ciudades de la cuesta, 8 y no morirás hasta que seas totalmente destruido con ellos. 9 Pero si en el fondo de tu corazón confías en que ellos no serán conquistados, entonces no te aflijas. ¡Pero yo lo he dicho, y ninguna de mis palabras quedará sin cumplirse!».

 

10 Después Holofernes ordenó a los servidores que estaban en su tienda que detuvieran a Ajior, lo condujeran a Betulia y lo entregaran a los israelitas. 11 Los servidores lo tomaron, lo sacaron del campamento y lo llevaron a la llanura, de allí lo condujeron a la zona montañosa, hasta los manantiales que están bajo Betulia. 12 La ciudad estaba en la cumbre de la montaña. Cuando los hombres los vieron, tomaron sus armas y salieron, mientras otros, con las hondas, arrojaban piedras contra los asirios para impedir que ascendieran. 13 Pero estos, ocultándose bajo la montaña, ataron a Ajior, lo dejaron abandonado al pie del monte y se volvieron a su señor. 14 Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron a él, y después de desatarlo lo condujeron a Betulia. Lo presentaron a los jefes de su ciudad 15 que en ese tiempo eran Ozías, hijo de Micá, de la tribu de Simeón, Jabris, hijo de Gotoniel, y Jarmis, hijo de Melquiel. 16 Convocaron a todos los ancianos de la ciudad. Todos los jóvenes y las mujeres fueron corriendo a la asamblea. Pusieron a Ajior en el medio del pueblo, y Ozías le preguntó qué había sucedido. 17 Él les refirió todo lo que se había hablado en el Consejo de Holofernes, lo que él mismo había dicho en presencia de los jefes asirios, y las palabras altaneras de Holofernes contra el pueblo de Israel. 18 El pueblo se postró en tierra y adoró a Dios, diciendo: 19 «¡Señor, Dios del cielo! ¡Mira su arrogancia, compadécete de tu pueblo humillado y vuelve tu mirada hacia los que hoy están consagrados a ti!». 20 Después consolaron a Ajior y lo alabaron mucho. 21 Ozías lo sacó de la asamblea, lo llevó a su casa, y  allí ofreció un banquete a los ancianos. Durante toda aquella noche invocaron al Dios de Israel, pidiendo auxilio.

 

  1. El asedio de Betulia

 

Los israelitas quedaron aterrados  ¨

1 Re 20,23-25; Lam 2,11-12.19-21; 4,4; 5,4

 

71 Al día siguiente, Holofernes ordenó a todo su ejército y a la gente que se había unido para luchar junto con él, que emprendieran la marcha hacia Betulia, tomaran las entradas de la zona montañosa y atacaran a los israelitas. 2 Todos los soldados se pusieron en marcha ese mismo día. El ejército se componía de ciento setenta mil soldados de infantería y doce mil jinetes, sin contar los que llevaban el equipaje y los que los acompañaban de a pie. Era una multitud inmensa. 3 Acamparon en el valle junto a Betulia, cerca de la fuente. Se desplegaron a lo ancho, desde Dotán hasta Belmain, y a lo largo desde Betulia hasta Ciamón, que está frente a Esdrelón.

 

4 Cuando vieron esta multitud, los israelitas quedaron aterrados y se dijeron unos a otros: «Ahora estos van a arrasar toda la tierra, y ni las montañas más altas, ni los valles, ni las colinas podrán soportar su peso». 5 Cada uno tomó su arma, encendieron fuego sobre las torres e hicieron guardia toda aquella noche.

 

6 Al día siguiente, Holofernes sacó toda su caballería a la vista de los israelitas que estaban en Betulia, 7 examinó los accesos a la ciudad, recorrió las fuentes de agua, se apoderó de ellas, y puso guardias para custodiarlas. Después volvió a reunirse con su gente. 8 Se presentaron ante él los príncipes de los edomitas, los jefes moabitas y los oficiales de la costa, y le dijeron: 9 «Que nuestro señor escuche un consejo para que no se produzca un desastre en el ejército. 10 Este pueblo de los israelitas no confía en sus lanzas sino en la altura de las montañas en las que habita, porque no es fácil llegar a la cumbre de ellas. 11 Ahora bien, señor, no entres en combate con ellos en la forma acostumbrada, y no caerá un solo hombre de tu ejército. 12 Quédate en el campamento, reserva a todos los hombres de tu ejército, y que tus servidores se apoderen de todas las fuentes de agua que brotan al pie de la montaña, 13 porque de ellas sacan agua todos los habitantes de Betulia. Cuando los devore la sed, entregarán la ciudad. Nosotros y nuestra gente ascenderemos a las cimas de las montañas vecinas, y acamparemos allí para vigilar la ciudad de manera que no salga una sola persona. 14 Ellos, sus mujeres y sus niños se consumirán de hambre, y antes de que los mate la espada, quedarán tendidos en las calles de la ciudad. 15 Así te vengarás porque se rebelaron y no salieron a recibirte en paz».

 

16 A Holofernes y a sus oficiales les pareció bien lo que ellos dijeron, y ordenó que se hiciera como habían dicho. 17 Un destacamento de los amonitas partió junto con cinco mil asirios, acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos y manantiales de agua de los israelitas. 18 Los edomitas y los amonitas subieron y acamparon en la montaña frente a Dotán, y enviaron a algunos de ellos para que se desplegaran hacia el sur y hacia el este, frente a Egrebel, cerca de Cus, junto al torrente Mocmur. El resto del ejército de los asirios acampó en la llanura, y cubrieron toda la superficie de la tierra. Sus carpas y sus cargamentos formaban un inmenso campamento, porque era una gran multitud.

 

19 Cuando vieron que todos sus enemigos los rodeaban y que no había forma de escapar de entre ellos, los israelitas perdieron el ánimo y clamaron al Señor su Dios. 20 Todo el campamento de los asirios -sus soldados, los carros de guerra y los jinetes- sitiaron Betulia durante treinta y cuatro días. A todos los habitantes de Betulia se les acabó por completo la provisión de agua. 21 Las cisternas quedaron vacías, y ya nadie podía saciar su sed, porque cada día les daban de beber con medida. 22 Por la sed, sus niños se desmayaban, y las mujeres y los jóvenes desfallecían y caían sin fuerzas en las plazas de la ciudad y en los umbrales de las puertas.

 

23 Entonces todo el pueblo – los jóvenes, las mujeres y los niños – se congregaron frente a Ozías y los jefes de la ciudad, y clamaron a gritos en presencia de todos los ancianos: 24 «Que Dios sea Juez entre nosotros y ustedes, porque nos han causado un gran mal por no hacer tratativas de paz con los asirios. 25 Ya no hay nadie que nos auxilie, y Dios nos ha entregado en sus manos para que caigamos muertos de sed delante de ellos y nuestra ruina sea grande. 26 Llamen ahora a Holofernes y entréguenle la ciudad para que su gente y su ejército la saqueen, 27 porque es preferible que nos saqueen y seamos sus esclavos. De esa manera viviremos y no veremos con nuestros propios ojos cómo mueren nuestros niños y cómo expiran nuestras mujeres y nuestros hijos. 28 ¡Los conjuramos por el cielo y la tierra, y por el Señor Dios de nuestros padres, que nos castiga por nuestros pecados y por las transgresiones de nuestros padres, que hagan hoy lo que les decimos!». 29 Y todos los que formaban esta asamblea se pusieron a llorar al mismo tiempo y clamaban al Señor Dios con fuertes gritos.

 

30 Ozías les respondió: «¡Tengan ánimo, hermanos! Esperemos todavía cinco días más a que el Señor, nuestro Dios, vuelva a tener misericordia de nosotros. Él no nos abandonará para siempre. 31 Si transcurridos esos días no nos llega auxilio, entonces haré como ustedes dicen». 32 Y Ozías despidió a la multitud, para que cada uno volviera a su puesto, a las murallas y a las torres de la ciudad. A las mujeres y a los niños los mandó a sus casas. Toda la ciudad estaba muy abatida.

 

III. Judit

 

Judit era muy temerosa de Dios ¨

 

81 Todo esto llegó a conocimiento de Judit, la hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Jelcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jelcías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel. 2 Su esposo, que se llamaba Manasés, pertenecía a su misma tribu y a su misma familia, y había fallecido en los días de la cosecha de la cebada. 3 Mientras estaba en el campo vigilando a los que ataban las gavillas, tuvo una insolación, por la que cayó en cama y murió en Betulia, su ciudad. Lo sepultaron junto a sus padres en el campo que está entre Dotán y Balamón.

 

4 Judit permaneció viuda en su casa durante tres años y cuatro meses. 5 Se había hecho una carpa sobre la terraza de su casa, llevaba ropa de penitencia, y se vestía como las viudas. 6 Durante todo el tiempo de su viudez, hacía ayuno todos los días. Pero no ayunaba los sábados desde las vísperas, ni el primer día del mes desde las vísperas, ni los días de fiesta y regocijo en Israel. 7 Era muy hermosa y de aspecto muy agradable. Su esposo Manasés le había dejado oro y plata, servidores y servidoras, ganados y campos, que ella se encargaba de administrar. 8 Nunca se hablaba mal de ella porque era muy temerosa de Dios.

 

¿Quiénes son ustedes para tentar a Dios? ¨

 

9 Judit oyó las palabras duras que el pueblo, desanimado por la falta de agua, había dicho contra el jefe de la ciudad. También oyó lo que les respondió Ozías cuando prometió que después de cinco días entregaría la ciudad a los asirios. 10 Entonces envió a la servidora que estaba encargada de todos sus bienes para que llamara a Jabrís y Jarmís, los ancianos de la ciudad. 11 Cuando estos vinieron, les dijo: «¡Escúchenme, por favor, jefes de los habitantes de Betulia! No es justo lo que ustedes dijeron hoy frente al pueblo, cuando juraron por Dios que entregarían la ciudad a sus enemigos si en estos días el Señor no viene en su auxilio. 12 ¿Quiénes son ustedes para tentar hoy a Dios y ponerse en lugar de él frente a los hombres? 13 ¡Ustedes, que nunca entenderán nada, ponen a prueba al Señor todopoderoso! 14 Si no conocen las profundidades del corazón del hombre, si no entienden los razonamientos de su mente, ¿cómo examinarán al Dios que hizo todas las cosas?, ¿cómo conocerán su pensamiento y comprenderán su forma de pensar? ¡Hermanos, no provoquen la ira del Señor, nuestro Dios! 15 Porque si él no quiere venir en nuestra ayuda en cinco días, tiene poder para protegernos o destruirnos delante de nuestros enemigos en el día que él quiera. 16 No impongan condiciones a los planes del Señor, nuestro Dios, porque él no es como un hombre que se rinde ante amenazas, ni como un ser humano que puede ser dominado. 17 Por eso, mientras esperamos su salvación, invoquémoslo pidiendo auxilio. Si le parece bien, él nos escuchará. 18 Porque en nuestra generación y en nuestro tiempo no hay ni una tribu, ni una familia, ni una región, ni una ciudad en la que se adore a los dioses hechos por mano humana, 19 como hicieron nuestros padres en otros tiempos, que por esa razón fueron entregados a la espada y al saqueo, y murieron miserablemente ante nuestros enemigos. 20 Nosotros, en cambio, no conocemos otro Dios fuera de él, y por eso tenemos esperanza de que no nos despreciará ni a nosotros ni a nuestros hijos. 21 Pero si somos vencidos, caerá toda Judea y nuestro santuario será saqueado, y nosotros deberemos pagar con nuestra sangre por esta profanación. 22 Sobre nuestras cabezas caerá la matanza de nuestros hermanos, la deportación de los habitantes del país y la devastación de la tierra que recibimos como herencia. En medio de las naciones en las que estemos como esclavos recibiremos la burla y el desprecio de los que nos vencieron, 23 porque nuestra esclavitud no será favorable para nosotros, sino que el Señor la convertirá en deshonra. 24 Ahora, hermanos, demos ejemplo a nuestros hermanos, ya que su vida depende de nosotros, y que sobre nosotros se apoyan también el santuario, el Templo y el altar. 25 Por todo esto demos gracias al Señor nuestro Dios, que nos prueba como lo hizo con nuestros padres. 26 Acuérdense de lo que hizo con Abraham, de las pruebas por las que hizo pasar a Isaac, y de lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando era pastor de los rebaños de Labán, el hermano de su madre. 27 Él no nos puso en el fuego como hizo con ellos para sondear su corazón, ni se venga de nosotros, sino que pone a prueba a los que se acercan a él para amonestarlos».

 

28 Ozías le respondió: «Has hablado con rectitud, y nadie puede contradecir tus palabras. 29 No es solo hoy que ha quedado de manifiesto tu sabiduría, sino que desde tu infancia todo el pueblo conoce tu inteligencia y la bondad de tu corazón. 30 Pero el pueblo está padeciendo la sed, y nos ha obligado a hacer todo lo que le hemos dicho y a comprometernos con un juramento que no podemos violar. 31 Como eres una mujer piadosa, ora por nosotros para que el Señor envíe la lluvia y así se llenen las cisternas y no nos muramos de sed».

 

32 Judit les dijo: «¡Escúchenme! Voy a hacer algo que nuestros descendientes recordarán de generación en generación. 33 Esta noche, colóquense junto a las puertas de la ciudad, y yo saldré con mi servidora. Antes de que se cumpla el plazo que ustedes fijaron para entregar la ciudad a nuestros enemigos, el Señor salvará a Israel por mi intermedio. 34 No traten de averiguar qué es lo que voy a hacer. No lo diré hasta que esté hecho». 35 Ozías y los jefes le respondieron: «Puedes ir en paz. Que el Señor Dios vaya delante de ti para castigar a nuestros enemigos». 36 Todos salieron de la casa de Judit y volvieron a sus puestos.

 

¡Concédeme fuerza para llevar a cabo tus planes! ¨

Gn 34, 1-2.26-29; Sal 20,8; 46,10

 

9, 1 Judit se postró en tierra, echó ceniza sobre su cabeza y dejó a la vista la ropa de penitencia que llevaba puesta. A la hora de la tarde en que se ofrece el incienso en el Templo de Jerusalén, Judit clamó con voz fuerte al Señor y dijo: 2 «¡Señor Dios! Tú pusiste en la mano de mi padre Simeón una espada para que castigara a los extranjeros que violaron y deshonraron a una virgen, la desnudaron para avergonzarla, y la injuriaron profanando su cuerpo. Tú habías dicho que eso no se debía hacer, pero ellos lo hicieron. 3 Por eso tú entregaste a sus jefes a la muerte, de modo que el mismo lecho que se manchó con un engaño, quedó manchado de sangre por otro engaño. Tú golpeaste a los esclavos junto con sus señores, y a los señores junto con sus tronos. 4 Tú hiciste que otros se apoderaran de sus mujeres, que sus hijas fueran llevadas como cautivas, y que todos sus bienes fueran repartidos entre tus hijos amados, quienes, enardecidos de celo por ti y horrorizados por la deshonra que había caído sobre su familia, habían invocado tu ayuda. ¡Dios, Dios mío! ¡Escúchame, que soy viuda! 5 Tú hiciste aquellas cosas, las que sucedieron antes y las que vinieron después. Tú planificaste lo que nos está pasando ahora y lo que sucederá después, y lo que has planeado se realiza. 6 Las cosas que tú has ordenado se presentan ante ti y exclaman: “¡Aquí, estamos!”. Tú preparas todos tus planes, y conoces con anticipación todas tus decisiones. 7 Mira cómo los asirios hacen alarde de su poder, se glorían de sus caballos y sus jinetes, están orgullosos de la fuerza de sus soldados, confían en sus escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no reconocen que tú eres el Señor que pone fin a las guerras.

8 Tu nombre es “Señor”. ¡Derriba su fuerza con tu poder! ¡Destruye su poderío con tu ira! Porque ellos se han propuesto profanar tu santuario, manchar el lugar donde reside la gloria de tu nombre, y derribar el altar con sus armas de hierro. 9 ¡Mira su soberbia! ¡Descarga tu ira sobre ellos! ¡Concédeme a mí, que soy una viuda, la fuerza para llevar a cabo tus planes! 10 Con mis palabras engañosas, golpea al esclavo junto con su señor, y al señor junto con su servidor. ¡Quiebra su arrogancia por medio de una mano femenina! 11 Porque tu poder no reside en el número, ni tu fuerza está en los valientes, sino que tú eres el Dios de los humildes, socorres a los que están humillados, defiendes a los débiles, ofreces refugio a los perseguidos, y salvas a los desesperados. 12 ¡Sí! ¡Sí! ¡Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel! Señor del cielo y de la tierra, creador de las aguas y rey de toda tu creación: escucha mi oración. 13 Concede que mi palabra y mi engaño sean golpes y heridas para los que decidieron hacer el mal a tu alianza, a tu santuario, a la cumbre del monte Sion y a la casa que es propiedad de tus hijos. 14 ¡Que todo tu pueblo y todas sus tribus conozcan que tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que fuera de ti no hay otro auxilio para la familia de Israel!»

 

  1. Judit y Holofernes

 

Vengo a presentarme ante Holofernes ¨

 

10, 1  Después de invocar al Dios de Israel con todas estas palabras, 2 Judit se levantó de su postración, llamó a su servidora y descendió a la habitación en la que pasaba los sábados y días de fiesta, 3 se quitó la ropa de penitencia que llevaba puesta, se sacó el vestido de viuda, se bañó con agua, se perfumó y se peinó. Después se puso un turbante y la ropa de fiesta, como acostumbraba a adornarse cuando vivía su esposo Manasés. 4 Se calzó con sandalias y se adornó con collares, anillos, aros y todas sus joyas. Se embelleció lo mejor que pudo, como para atraer la atención de cualquier hombre que la viera. 5 Le dio a su servidora un odre con vino y un recipiente con aceite. Después llenó una bolsa con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, la envolvió con cuidado y se la dio también a su servidora. 6 Salieron hacia la puerta de Betulia, y encontraron que allí estaba Ozías junto con Jabrís y Jarmís, los ancianos de la ciudad.

 

7 Cuando vieron a Judit con su figura tan cambiada y con ropas tan diferentes, quedaron muy sorprendidos por su belleza y le dijeron: 8 «¡Que el Dios de nuestros padres te conceda la gracia de poder cumplir lo que te has propuesto, para orgullo de los israelitas y gloria de Jerusalén!». 9 Judit se postró ante Dios y les dijo: «Manden que me abran las puertas de la ciudad para que pueda salir y vaya a realizar lo que acaban de decir». Ellos ordenaron a los jóvenes que le abrieran las puertas como ella había dicho. 10 Lo hicieron así, y Judit salió junto con su servidora. Los hombres de la ciudad la observaban mientras bajaba del monte y atravesaba el valle. Después no la vieron más.

 

11 Ellas iban caminando derecho a través del valle, cuando les salió al encuentro una avanzada de los asirios 12 que la detuvieron y le preguntaron: «¿De dónde eres? ¿De dónde vienes y adónde vas?». Ella respondió: «Soy hebrea, pero huyo de los de mi pueblo porque están a punto de ser devorados por ustedes. 13 Vengo a presentarme ante Holofernes, el general de los ejércitos de ustedes, para darle informaciones seguras. Quiero ir yo misma a indicarle el camino por el que debe avanzar para dominar toda la región montañosa sin que muera uno solo de sus hombres ni se pierda una sola vida». 14 Cuando los hombres escucharon estas palabras y vieron su rostro, que les parecía sorprendente por su gran belleza, le dijeron: 15 «Has salvado tu vida al apresurarte a venir al encuentro de nuestro señor. Ahora irás a su tienda. Algunos de los nuestros te acompañarán para que te presentes ante él. 16 Cuando estés en su presencia, no temas, dale la información que has dicho y él te tratará bien». 17 Eligieron a cien hombres para que la escoltaran a ella y a la servidora, y estos las condujeron hasta la tienda de Holofernes.

 

Judit se presentó ante Holofernes ¨

Lv 22,10.15-16; Dn 1,8 // 12,11: Mt 24,15; Mc 13,14

 

18 Cuando se conoció la noticia de que Judit había venido y estaba fuera de la tienda de Holofernes esperando que le anunciaran su llegada, desde todas las partes del campamento vino gente corriendo y la rodearon. 19 Se asombraban por su belleza, y por ella admiraban también a los israelitas. Decían: «¿Quién puede despreciar a un pueblo que tiene mujeres como esta? ¡No conviene dejar con vida a uno solo de sus hombres, porque los que queden pueden dominar con engaños a todo el mundo!» 20 Los guardias de Holofernes y todos sus servidores salieron e hicieron entrar a Judit a la tienda.

 

21 Holofernes estaba recostado en su lecho, rodeado de cortinas de púrpura, bordadas con oro, esmeraldas y piedras preciosas. 22 Cuando le anunciaron que ella estaba allí, salió a la parte anterior de la tienda precedido por lámparas de plata. 23 Judit se presentó ante él y sus servidores, y todos quedaron maravillados por la belleza de su rostro. Ella le hizo una reverencia postrándose con el rostro en tierra, pero los servidores la hicieron levantar. 11, 1 Holofernes le dijo: «¡Debes tener confianza, mujer! ¡No temas! Yo nunca he hecho mal a ninguno que haya querido servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra. 2 Si tu pueblo, que habita en las montañas, no me hubiera despreciado, yo no habría levantado mi lanza contra ellos. Pero ellos lo han buscado. 3 Quiero que ahora me digas: ¿por qué te has escapado de ellos y has venido hasta nosotros? Te has salvado viniendo hasta aquí. Debes tener confianza, porque vivirás esta noche y todas las que siguen. 4 Nadie te hará ningún mal. Al contrario, te tratarán como corresponde a los servidores de mi señor, el rey Nabucodonosor».

 

5 Judit le respondió: «Escucha las palabras de tu servidora. Tu esclava hablará en tu presencia, y no revelaré nada falso en esta noche. 6 Si sigues los consejos de tu servidora, Dios hará cosas grandiosas contigo y mi señor no fracasará en lo que se ha propuesto. 7 ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra! ¡Viva su poder, que te envió para que pongas en orden a todos los vivientes! Gracias a ti, no le sirven solo los seres humanos, sino que también, gracias a tu fuerza, las fieras, el ganado y las aves del cielo vivirán sometidos a Nabucodonosor y a todos sus descendientes. 8 Hemos oído hablar de tu sabiduría y de tu aguda inteligencia. En todo el país se comenta que tú eres la mejor persona de todo el imperio, excelente en sabiduría y admirable en la estrategia de la guerra. 9 Hemos oído también lo que dijo Ajior en el Consejo, porque los hombres de Betulia lo salvaron y él les informó todo lo que había dicho en tu presencia. 10 Por eso, señor, no pases por alto lo que te dijo. Tómalo en cuenta, porque es verdad que nuestro pueblo no será castigado ni vencido por las armas si no peca contra su Dios. 11 Ahora, para que mi señor no sea rechazado ni quede con las manos vacías, la muerte descenderá sobre ellos, porque han caído en un pecado con el que provocan la ira de su Dios cada vez que cometen ese desatino. 12 Como han quedado sin alimentos y en una total carencia de agua, han decidido tomar sus ganados y comer todo aquello que Dios les ha prohibido en sus leyes. 13 También han resuelto consumir las primeras espigas del trigo y los diezmos del vino y del aceite, que ninguna persona del pueblo puede ni siquiera tocar con sus manos, porque están consagrados y reservados para los sacerdotes que ofician en Jerusalén delante de nuestro Dios. 14 Como los habitantes de Jerusalén hacen estas cosas, ellos han enviado delegados a ese lugar para pedir la autorización de los ancianos. 15 Cuando se les conceda y lo hagan, ese mismo día serán entregados a la destrucción. 16 Al enterarme de todas estas cosas, yo, tu servidora, huí de su lado, y Dios me envió a realizar contigo algo que en toda la tierra será motivo de asombro para todos los que lo escuchen, 17 porque tu servidora es piadosa y sirve al Dios del cielo día y noche. Ahora permaneceré junto a ti, señor mío, pero cada noche tu servidora saldrá al valle para orar a Dios, y él me lo dirá cuando hayan cometido ese pecado. 18 Cuando regrese, te lo haré saber y tú saldrás con todo tu ejército. Entre ellos no habrá ninguno que pueda oponerte resistencia. 19 Después te guiaré a través de Judea hasta Jerusalén, pondré tu trono en medio de ella y tú los conducirás como a ovejas que no tienen pastor. Ni siquiera un perro gruñirá delante de ti, porque todas estas cosas me fueron anunciadas con anticipación y fui enviada a comunicártelas».

 

20 Estas palabras le agradaron a Holofernes y a todos sus servidores, que se admiraron por su sabiduría y dijeron: 21 «De un extremo al otro de la tierra no hay otra mujer con rostro tan hermoso y tanta inteligencia». 22 Holofernes le dijo a Judit: «Dios ha hecho bien en enviarte delante de tu pueblo para que el triunfo esté en nuestras manos y la perdición en los que han despreciado a mi señor. 23 Tu aspecto es hermoso y tus palabras son prudentes. Si haces como has dicho, tu Dios será mi Dios, tú habitarás en el palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra».

 

12, 1 Después Holofernes mandó que la hicieran entrar al lugar donde estaba su vajilla de plata, y ordenó que le ofrecieran de su propia comida y de su propio vino. 2 Pero Judit dijo:

«No comeré de ellos, para no cometer ninguna falta. Será suficiente con lo que he traído». 3 Holofernes le preguntó: «Si se acaban los alimentos que tú tienes, ¿de dónde sacaremos otros semejantes para dártelos, ya que entre nosotros no hay nadie de tu pueblo?». 4 Judit le respondió: «¡Por tu vida, señor mío! Tu servidora no acabará los alimentos que he traído antes de que el Señor cumpla por mi intermedio lo que tiene decidido».

 

5 Los servidores de Holofernes la condujeron a la carpa, y ella durmió hasta la medianoche. Se levantó antes del amanecer 6 y mandó decir a Holofernes: «Ordene, señor mío, que me permitan salir a hacer oración». 7 Y él ordenó a sus guardias que no le impidieran salir. Ella permaneció en el campamento tres días, y cada noche salía al valle de Betulia para lavarse en la fuente que estaba en el campamento. 8 Cuando salía del agua, oraba al Señor Dios de Israel para que dirigiera sus actos con el fin de exaltar a los hijos de su pueblo. 9 Una vez purificada, volvía a su tienda y se quedaba allí hasta que, al atardecer, le traían su alimento.

 

  1. El acto heroico de Judit

 

Buscaba la oportunidad de seducirla ¨

 

10 Al cuarto día, Holofernes ofreció un banquete reservado solo a sus servidores, y no invitó a ninguno de sus oficiales. 11      Y dijo a Bagoas, el eunuco que estaba encargado de todas sus cosas: «Debes ir a convencer a esa mujer hebrea que está bajo tu cuidado para que venga a comer y a beber con nosotros. 12 Sería una vergüenza que dejemos ir a una mujer como esta sin haber gozado de ella. Si no la conquistamos, se burlará de nosotros». 13 Bagoas se retiró de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de Judit y le dijo: «Que esta hermosa esclava no se niegue a presentarse ante mi señor para ser honrada por él y alegrarse bebiendo vino con nosotros. Hoy llegarás a ser como una de las mujeres asirias que viven en el palacio de Nabucodonosor». 14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para contradecir a mi señor? Yo me apresuraré a hacer todo lo que le agrada, y me alegraré por esto hasta el final de mi vida».

 

15 Se levantó con rapidez, y se embelleció con su vestido y todos sus adornos femeninos. Su servidora se adelantó y extendió ante Holofernes las pieles que Bagoas le había dado para que se recostara sobre ellas cuando tomaba sus comidas diarias. 16 Judit entró y se sentó. Cuando Holofernes la vio, su corazón se conmovió y se turbó su espíritu, porque deseaba con ardor tener relaciones con ella, ya que desde el día que la vio estaba buscando la oportunidad de seducirla. 17 Holofernes le dijo: «Bebe y alégrate con nosotros». 18 Judit le respondió: «Beberé, señor, porque en toda mi vida, desde el día de mi nacimiento, no hay un día más grande que este», 19 y tomando lo que le había preparado su servidora, comió y bebió delante de él. 20 Holofernes, por su parte, estaba tan contento porque ella estaba allí, que bebió como no había bebido jamás en su vida.

 

¡Dame fuerzas en este momento, Dios de Israel! ¨

 

13, 1 Cuando se hizo tarde, los ayudantes se apresuraron a retirarse. Bagoas, después de hacer salir a los que estaban con su señor, cerró la tienda por fuera. Todos se fueron a dormir, cansados por la larga duración del banquete, 2 y Holofernes se había arrojado sobre su lecho en un estado de completa ebriedad. Judit se quedó sola en la tienda 3 y le dijo a su servidora que permaneciera fuera de su dormitorio, esperando que ella saliera como todos los días, porque había dicho que iría a hacer oración, y lo mismo le había comunicado a Bagoas. 4 Todos se habían retirado, y en la tienda no quedaba nadie, ni grande ni pequeño. Judit se puso de pie junto al lecho de Holofernes y dijo en su interior: «Señor, Dios todopoderoso, en este momento dirige tu mirada a la obra que llevaré a cabo con mis manos para gloria de Jerusalén. 5 Ahora es el momento de acudir en ayuda de tu herencia, y de realizar mi proyecto de destruir a los enemigos que se levantaron contra nosotros».

 

6 Judit se acercó entonces a la columna que estaba cerca de la cabecera del lecho de Holofernes, y descolgó la espada que estaba colgada de ella. 7 Se aproximó al lecho, y tomando a Holofernes por los cabellos, dijo: «¡Dame fuerzas en este momento, Dios de Israel!», 8 le dio dos golpes en el cuello con todas sus fuerzas y le cortó la cabeza. 9 A continuación hizo rodar el cuerpo para que cayera al piso y arrancó las cortinas que rodeaban el lecho. Poco después salió y entregó la cabeza de Holofernes a su servidora. 10 Esta la escondió en la bolsa de los alimentos, y como de costumbre, salieron las dos juntas para la oración. Cruzaron el campamento, rodearon el barranco y subieron la cuesta de Betulia hasta llegar a sus puertas. 11 Judit gritó desde lejos a los guardias que custodiaban las puertas: «¡Abran, abran la puerta! ¡Dios, nuestro Dios, está con nosotros para mostrar todavía su fuerza en Israel y su poder contra nuestros enemigos, como lo ha hecho hoy!».

 

12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta de su ciudad y convocaron a los ancianos. 13 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, bajaron corriendo y les parecía algo sorprendente que ella hubiera regresado. Abrieron la puerta, las hicieron entrar, y encendiendo fuego para poder verlas, se agruparon a su alrededor. 14 Judit les dijo en voz alta: «¡Alaben, alaben a Dios, que no retiró su misericordia del pueblo de Israel, sino que esta noche destrozó por mi intermedio a nuestros enemigos!». 15 Y sacando la cabeza de la bolsa, la mostró diciendo: «Esta es la cabeza de Holofernes, el general de los ejércitos de Asiria, y estas son las telas preciosas que cubrían el lecho sobre el que estaba tendido en estado de total ebriedad. El Señor lo mató por medio de una mano femenina. 16 ¡Viva el Señor, que me protegió en todo lo que hice! Mi rostro lo sedujo para su perdición, pero no cometió conmigo ningún pecado que fuera para mí una mancha o una deshonra». 17 El pueblo quedó maravillado, y todos dijeron al mismo tiempo mientras se inclinaban para adorar a Dios: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que en este día humillaste a los enemigos de tu pueblo!».

 

18 Ozías le dijo a Judit: «Hija, que el Dios altísimo te bendiga, más que a todas las mujeres de la tierra, y bendito sea el Señor Dios, el creador de los cielos y la tierra, porque te guió para que cortaras la cabeza del jefe de nuestros enemigos. 19 Los hombres que siempre guardan memoria del poder de Dios, nunca olvidarán la confianza que tú has demostrado. 20 Dios haga que estas cosas sean para tu exaltación eterna. Que él te favorezca con sus bienes, porque cuando viste la humillación de nuestro pueblo, no dudaste en exponer tu vida, sino que pusiste fin a nuestra ruina actuando con rectitud en la presencia de nuestro Dios». Y todo el pueblo exclamó: «¡Amén! ¡Amén!»

 

  1. La victoria

 

¡Salgan en persecución de ellos…! ¨

 

14, 1    Después Judit les dijo: «Escúchenme, hermanos. Tomen esta cabeza y cuélguenla de las almenas de nuestra muralla. 2 En cuanto amanezca y aparezca el sol sobre la tierra, que todos los varones capacitados para la guerra tomen sus armas de guerra, designen a uno como jefe y salgan de la ciudad como si estuvieran por descender a la llanura en dirección a la avanzada de los asirios. ¡Pero no bajen! 3 Ellos tomarán sus armas e irán hasta el campamento, despertarán a los jefes del ejército asirio y todos juntos correrán hacia la tienda de Holofernes. Al no encontrarlo, el miedo se apoderará de ellos y saldrán huyendo de ustedes. 4 Salgan en persecución de ellos, junto con los habitantes de la región montañosa de Israel, y mátenlos donde los encuentren. 5 Antes de hacer todo esto, llamen a Ajior, el amonita, para que viéndolo, reconozca al que despreció al pueblo de Israel y lo envió hacia nosotros como si lo mandara a la muerte».

 

6 Entonces llamaron a Ajior, que estaba en casa de Ozías, y cuando vino y vio que en medio del pueblo allí reunido había un hombre que tenía en sus manos la cabeza de Holofernes, cayó al suelo desmayado. 7 Cuando lo levantaron, se arrojó a los pies de Judit, se postró ante ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá, y en todas las naciones, que quedarán asombradas cuando escuchen tu nombre! 8 ¡Relátame ahora lo que hiciste en todos estos días!». Entonces Judit, en medio del pueblo, le relató todo lo que había hecho desde el día que salió hasta ese momento en que les estaba hablando. 9 Cuando ella terminó de hablar, el pueblo lanzó grandes gritos y por toda su ciudad hubo expresiones de alegría. 10 Ajior, por su parte, viendo todo lo que había hecho el Dios de Israel, creyó en él, se hizo circuncidar y se unió al pueblo de Israel hasta el día de hoy.

 

¡Una mujer hebrea ha cubierto de vergüenza el palacio de Nabucodonosor! ¨

 

11 Al amanecer, después de colgar de la muralla la cabeza de Holofernes, todos los hombres tomaron sus armas y salieron en grupos por las laderas de la montaña. 12 Cuando los asirios los vieron, avisaron a sus oficiales, estos lo comunicaron a los estrategas, a los comandantes y a todos sus jefes. 13 Se presentaron ante la tienda de Holofernes y le dijeron al que estaba a cargo de todo: «¡Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos se han atrevido a bajar con la intención de luchar con nosotros para ser totalmente exterminados».

14 Bagoas entró y sacudió la cortina de la tienda, porque pensaba que estaba durmiendo con Judit. 15 Pero como nadie respondió, apartó la cortina, entró al dormitorio y lo encontró tendido sobre el umbral, muerto y sin cabeza. 16 Se puso a clamar con fuertes gritos, llantos, sollozos y grandes alaridos mientras desgarraba sus ropas. 17 Fue después a la tienda en la que había estado alojada Judit, y no la encontró. Entonces corrió hasta donde estaba la gente y gritó: 18 «¡Estos esclavos han actuado con artimañas! ¡Una sola mujer hebrea ha cubierto de vergüenza el palacio de Nabucodonosor! ¡Holofernes está tirado en el suelo y sin cabeza!». 19 Al oír estas palabras, los jefes del ejército asirio rasgaron sus vestiduras, quedaron totalmente desconcertados y lanzaron fuertes gritos y lamentos en medio del campamento.

 

15, 1 Cuando los que estaban en las tiendas oyeron lo que había sucedido, quedaron espantados, 2 el temor y el temblor se apoderó de ellos, y ningún hombre se quedó junto a su compañero, sino que se desbandaron y huyeron con rapidez por todos los caminos de la llanura y de la montaña. 3 También se dieron a la fuga los que acampaban en la montaña, en torno a Betulia. Entonces todos los varones israelitas preparados para la guerra cayeron sobre ellos. 4 Ozías envió mensajeros a Betomastain, a Betas, a Jobas, a Cola y a toda la región montañosa de Israel, anunciándoles lo que había sucedido, para que todos se lanzaran contra los enemigos hasta aniquilarlos. 5 Cuando los israelitas lo supieron, salieron todos juntos, cayeron sobre ellos y los abatieron hasta llegar a Joba. Además, llegaron los de Jerusalén y los de toda la zona montañosa, porque se les había informado sobre lo sucedido en el campamento de sus enemigos. También los rodearon los de Galaad y de Galilea, provocándoles una gran derrota hasta que llegaron a Damasco y a su zona montañosa. 6 Los demás habitantes de Betulia cayeron sobre el campamento de Asiria, lo saquearon y se apropiaron de muchas riquezas. 7 Los israelitas que volvían de la matanza se apoderaron de lo que había quedado. Los habitantes de los pueblos, de la región montañosa y de la llanura sacaron muchos despojos, porque había en gran cantidad.

 

¡El Señor todopoderoso los eliminó por una mano de mujer! ¨

Is 66,24; Sal 33,9; 46,10; 97,5; 104,5; 144,9; 148,5; Eclo 10,24; 25,10-11

 

8 El sumo sacerdote Joaquín y los ancianos de Israel que vivían en Jerusalén fueron a contemplar los bienes que el Señor había hecho a Israel, y a conocer y saludar a Judit. 9 Cuando entraron donde ella estaba, todos la bendijeron al mismo tiempo y dijeron: «Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el gran orgullo de Israel, tú eres el honor más grande de nuestra nación. 10 Con tu mano has realizado todas estas cosas y has hecho grandes bienes a Israel. El Señor se complace en todo esto. Que el Señor todopoderoso te bendiga para siempre». Y todo el pueblo exclamó: «¡Amén!».

 

11 Todo el pueblo se dedicó a saquear el campamento durante treinta días, y le dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de plata, sus lechos, sus recipientes y todo su mobiliario. Ella lo recibió, cargó su mula, enganchó sus carros y puso todo encima. 12 Todas las mujeres de Israel fueron corriendo para ver a Judit y la felicitaron. Después formaron una ronda y danzaron a su alrededor. Judit les distribuyó guirnaldas 13 e iba delante dirigiendo la danza de todas ellas. Judit, y todas las que la acompañaban, se pusieron ramos de olivos como coronas. Las seguían los varones israelitas, armados, adornados con coronas y cantando himnos. 14 Entonces Judit entonó este himno de acción de gracias en presencia de todo Israel, mientras el pueblo repetía su alabanza:

 

16, 1                «¡Entonen un canto a mi Dios con tamboriles!

                        ¡Canten al Señor con platillos!

                        ¡Compongan en su honor un salmo de alabanza!

                        ¡Glorifiquen e invoquen su nombre!

 

2                       Porque Dios es un Señor que pone fin a las guerras.              

                        Porque él puso su campamento en medio de su pueblo,

                        y me libró de las manos de los que me perseguían.

 

3                       Vino Asiria desde las montañas del norte,

                        vino con miles de soldados,

                        era una multitud que inundó los valles

                        y su caballería cubrió la superficie del suelo.

 

4                       Dijo que incendiaría mi territorio,

                        que mataría con la espada a mis jóvenes,

                        que estrellaría a mis niños contra el suelo,

                        que se llevaría presos a mis jóvenes

                        y cautivas a mis jovencitas.

 

5                       Pero el Señor todopoderoso los eliminó

                        por una mano de mujer.

6                       El más poderoso de ellos no fue abatido por jóvenes,

                        ni lo hirieron los titanes,

                        ni fue atacado por altísimos gigantes,

                        sino que lo desarmó Judit, la hija de Merarí,

                        con la belleza de su rostro.

 

7                       Ella se quitó la ropa de luto,

                        para elevar a los que hacían duelo en Israel.

                        Se perfumó su rostro con aromas,

8                       adornó sus cabellos con una diadema,

                        y se puso ropa de lino para seducirlo.

 

9                       Sus sandalias atrajeron su mirada,

                        y su belleza lo cautivó,

                        pero la espada le atravesó el cuello.

 

10                     Los persas se horrorizaron por su audacia,

                        y los medos se turbaron al ver su temeridad.

11                     Entonces gritaron mis humildes,

                        temieron mis débiles, y ellos se aterrorizaron.

 

                        Alzaron la voz, y ellos huyeron.

12                     Los hijos de jóvenes mujeres los traspasaron,

                        los hirieron como a esclavos fugitivos.

                        ¡Fueron destruidos por el ejército del Señor!

 

13                     Cantaré al Señor un canto nuevo.

                        Señor, tú eres grande y glorioso,

                        por tu poder eres admirable e invencible.

 

14                     Que te sirvan todas tus criaturas,

                        porque tú dijiste, y ellas fueron hechas,

                        enviaste tu espíritu y las formó,

                        nada puede oponerse a tu voz.

 

15                     Las montañas, junto con las aguas,

                        se sacuden desde sus cimientos,

                        las rocas se derriten como cera en tu presencia,

                        pero a los que te temen, les muestras tu bondad.

 

16                     Es poca cosa cualquier sacrificio de olor agradable,

                        vale poco cualquier grasa ofrecida en holocausto,

                        pero el que teme al Señor es siempre grande.

 

17                     ¡Ay de las naciones que se levantan contra mi pueblo!

                        El Señor todopoderoso las condenará en el día del juicio,

                        pondrá fuego y gusanos en su carne,

                        y llorarán de dolor eternamente.

 

18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y en cuanto el pueblo estuvo purificado, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y sus dones. 19 Judit ofreció al Señor todo el mobiliario de Holofernes que le había dado el pueblo, y consagró a Dios, para que fuera destruida, la colgadura que había sacado de la tienda donde él dormía. 20 El pueblo estuvo tres meses en Jerusalén, alegrándose frente al Templo, y Judit se quedó con ellos.

 

VII: Epílogo

 

21 Pasado ese tiempo, cada uno volvió a su heredad, y Judit retornó a Betulia para continuar al frente de sus posesiones. Durante toda su vida fue famosa en el país. 22 Muchos hombres quisieron tenerla por esposa, pero ella no volvió a tener relaciones con ningún hombre desde que su esposo Manasés murió y fue a reunirse con sus antepasados. 23 Fue cada vez más famosa, y envejeció en la casa de su esposo hasta llegar a tener ciento cinco años. Dio libertad a su servidora, y cuando murió en Betulia, fue sepultada en la caverna de su esposo Manasés. 24 El pueblo de Israel hizo duelo por ella durante siete días. Antes de morir, había repartido sus bienes entre los familiares de su esposo Manasés y los suyos propios. 25 Durante todo el tiempo que Judit vivió, y por mucho tiempo después de su muerte, nadie volvió a atemorizar a los israelitas.

 

 

¨ 1,1-16. Nabucodonosor aparece como encarnación de la soberbia y la crueldad. Su poder se extiende a todo el mundo conocido en esa época, y los más poderosos no pueden detenerlo. Se presenta como el “dios de toda la tierra” y se aplica títulos que le pertenecen solo a Dios. En él están representados todos los poderosos de este mundo que pretenden ocupar el lugar de Dios. No jura por sus dioses sino por su reino y por su trono (1,12), o por sí mismo (2,12), como hace Dios (Nm 14,21.28).

Nabucodonosor no reinó en Nínive, la capital de los asirios, que había sido destruida en el año 612 a.C. Nabucodonosor subió al trono de Babilonia en el año 605 a.C.

Arfaxad es un rey desconocido en la historia, y las defensas de su capital tienen dimensiones fabulosas. Esto sirve para exaltar el poder de Nabucodonosor, que la conquista fácilmente. Solo con sus propias fuerzas, sin contar con la ayuda de los demás países, Nabucodonosor vence al poderoso Arfaxad.

¨ 2,1-20. Nabucodonosor se expresa como si fuera un dios (ver 3,8). “El Señor de toda la tierra” es un título que le corresponde a Dios (Sal 47,3; Miq 4,13; Zac 14,9). El modo de hablar de Nabucodonosor es el mismo que utiliza Dios cuando da las leyes a Israel (ver Dt 28,13-14). En él se ven representados los gobiernos totalitarios que pretenden ocupar el lugar de Dios.

Nabucodonosor se dispone a vengarse de los pueblos occidentales que no le obedecieron y entre ellos se encuentra Israel. Para esto cuenta con una fuerza imponente, “No se podían contar, eran como el polvo de la tierra”: el autor utiliza este lenguaje hiperbólico para hacer resaltar el gran poderío de los enemigos de Israel (ver 7,4.18).

¨ 2,21-3,8. Holofernes comienza su campaña, y va sembrando la destrucción a su paso. Nada puede detenerlo. Ahora los lectores saben que Nabucodonosor quiere ser el dios de toda la tierra (3,8; 6,2) y que no se adore a ningún otro dios fuera de él (3,8; Dn 6,8).

¨ 3,9-4,15. Holofernes acampa frente a las montañas de Judea. Los israelitas se llenan de temor y preparan la defensa de su territorio. Ante la imponente fuerza de los asirios, claman a Dios pidiendo que intervenga y salve a Israel.

¨ 5,1-6,21. Holofernes se informa sobre Israel consultando a los príncipes de los pueblos enemigos Moab y Amón (Dt 23,4). El mensaje del libro es expuesto por un extranjero enemigo de Israel. Ajior, perteneciente a uno de estos pueblos, explica a Holofernes que Israel es fuerte mientras se mantiene fiel a su Dios. Solo podrá ser vencido si cae en el pecado. Esta enseñanza coincide con la del libro del Deuteronomio (Dt 30,15-20). Los datos de la información de Ajior dependen en parte de tradiciones israelitas no consignadas en la Biblia.

¨ 7,1-32. Los asirios se preparan para atacar Betulia. La demostración de poder deja espantados a los israelitas, que ven a sus enemigos como un ejército tan grande que la tierra no podrá soportar su peso: el autor utiliza este lenguaje hiperbólico para hacer resaltar el gran poderío de los enemigos de Israel (7,4; ver 2,20; 7,18). Antes de atacar con las armas, los asirios intentan doblegar a los israelitas, quitándoles el agua para vencerlos por medio del hambre y la sed.

Los israelitas consideran que ya todo está perdido y deciden rendirse ante sus enemigos. Pero entre los jefes de la ciudad todavía hay algunos que esperan un milagro del cielo.

¨ 8,1-8. Cuando todo parece perdido, aparece Judit, que es presentada con los rasgos más sobresalientes de la piedad judía. Ella reúne en su persona la piedad y la sabiduría. Una larga genealogía la muestra como auténtica israelita. Ella es una mujer rica, porque, de acuerdo con la concepción de algunas corrientes del AT, la posesión de riquezas es signo de la bendición de Dios (Dt 28,11; Prov 3,16; 8,18; 10,22; 11,16; 21,17; 22,4).

¨ 8,9-36. Judit reprende a los que ponen a prueba a Dios, exigiéndole un milagro para salvar a su pueblo. Ella actuará poniendo toda su confianza en Dios, porque sabe que Dios interviene por medio de las acciones humanas.

¨ 9,1-14. Antes de llevar a cabo su obra, Judit se dedica a la penitencia y a la oración. Expone ante Dios su plena confianza en el poder del Señor, manifestado en las obras de la creación y en la historia de Israel.

¨ 10,1-17. Judit da comienzo a la realización de su plan. Con la finalidad de seducir a Holofernes, se embellece y sale al encuentro de los enemigos. El relato destaca que Judit cumple todas las prescripciones referentes a la pureza: para no contaminarse con los alimentos que se sirven en la mesa de los paganos, lleva los que en Israel son considerados “puros”. La ley prohíbe consumir ciertos alimentos (Lv 19,23); la carne con sangre (Lv 17,10-14) y la carne de ciertos animales (Lv 11,1-47; 22,8; Dt 14,3-21; 2 Mac 6,18; 7,1; etc.), pero la tradición judía extendió la prohibición a todos los alimentos provenientes de la mesa de los paganos, más allá de lo previsto en la Biblia (Dn 1,8; Tob 1,10-11; Eclo 40,29). También la ley ordena purificarse con agua en ciertas circunstancias (Lv 8,6; 16,24.26.28), pero Judit lo hace habitualmente (10,3; 12,7-9). En 10,3 se introduce una incoherencia porque antes se ha dicho que se había agotado la provisión de agua (7,20).

¨ 10,18-12,9. Continuando con su plan, Judit comienza a seducir a Holofernes y se dirige a él con palabras engañosas. Con el propósito de engañarlo, exagera las exigencias de la Ley y dice que los israelitas caerán en pecado si comen carne o tocan las primicias. Y para suscitar su interés, le habla como si fuera portadora de una revelación divina. Los lectores entienden que esas palabras tienen un doble sentido.

¨ 12,10-20. Holofernes intenta seducir a Judit, y se siente vencedor, sin saber que él será engañado y vencido.

¨ 13,1-20. Ejecución del plan: con la fuerza que le otorga Dios, Judit vence a Holofernes y regresa a Betulia.

¨ 14,1-10. Judit expone al pueblo su plan para terminar de destruir los ejércitos enemigos. Ajior se convierte al Dios de Israel. Los amonitas no podían integrarse en el pueblo de Israel (Dt 23,4); el libro de Judit muestra un cambio de actitud con respecto a ellos.

¨ 14,11-15,7. El hallazgo del cadáver de Holofernes se describe de manera que pone en ridículo a todos los asirios. El ejército asirio, que había sido presentado como tan poderoso, huye vergonzosamente.

¨ 15,8-16,20. Judit recibe los homenajes del pueblo. Se organiza una solemne procesión a Jerusalén, donde tiene lugar la acción de gracias. Judit canta su himno de alabanza a Dios. Se llevan “Guirnaldas”: literalmente Thirsos, que eran varas envueltas en flores y hojas de árboles. Los griegos acostumbraban llevarlas en las procesiones festivas en honor del dios Dionisio, y esta es la única vez que se mencionan en la Biblia. Las coronas de olivo y los thirsos (15,12) no pertenecían a las costumbres judías sino a las griegas.