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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

1-         «En aquel tiempo no había rey en Israel» (17,6): rasgos históricos

 

En la sección central de libro, las indicaciones cronológicas del período de los jueces suman alrededor de 410 años (Jue 2-16). La cifra no se corresponde con la indicación de 1 Re 6,1 que cuenta 480 años desde la salida de Egipto hasta la construcción del templo de Salomón; tampoco armoniza con los datos generales de la historia que ubica la entrada de los israelitas en Canaán a fines del siglo XIII a.C., y el reino de David alrededor del año 1010 a.C. La cronología del libro de los jueces no es exacta, sino tiene un sentido religioso.

La repetición de 40 años, tiempo de una generación, de su múltiplo o de su mitad, suma períodos que se han superpuestos parcialmente; las opresiones o liberaciones no afectaron a todo el territorio, sino a parte del mismo. Si se ubica la victoria de Tanak, con Débora y Barac, hacia el año 1125 a.C. (Jue 4-5), seguiría después la invasión madianita (Gedeón) y la de los filisteos (Sansón). Los israelitas en ese período tuvieron también que luchar contra los moabitas (Ehud), amonitas (Jefté). Cada tribu defendía su territorio; a veces un grupo se unía a otro (7,23) o protestaba por no ser invitado a participar del botín (8,1-3; 12,1-6); incluso alguno faltaba a la cita. Jue 5 alude a cuatro grupos que no respondieron a la llamada de Débora (5,16-17); además Judá y Simeón, tribus del sur, aquí ni siquiera son mencionados.

En este marco plural y de poca cohesión, la unidad de las tribus aparece asegurada por la fe religiosa: todos los jueces son yavistas convencidos y el santuario de Siló es la principal referencia cultual. Las luchas forjaron un espíritu nacional y fueron preparando una reacción conjunta ante un peligro o enemigo común. La mención repetida con la que finaliza el libro indica la carencia, pero también el anhelo de superar situaciones anárquicas en esos tiempos en que «no había rey en Israel» (17,6; 18,1; 19,1; 21,25).

 

2-         «Esas naciones sirvieron para poner a prueba a Israel» (3,4): mensaje teológico

 

En la introducción general (2,6-3,6), y en particular, en la historia de Otniel, se describe la situación recurrente entre los israelitas. Ellos en su infidelidad a Dios, entregados al poder de los opresores, recurren al Señor y lo imploran, volviéndose a él; entonces Dios les suscita el juez que los rescata y los salva. Esta valoración religiosa del proceder histórico de Israel es transversal a todo el libro.

Mientras el libro de Josué, subraya el cumplimiento de la promesa del don de la tierra por parte de Dios (Jos 23,14), y resalta un período de fidelidad del pueblo a la alianza, excepto el pecado de Acán y la derrota ante Ay, en Jueces se muestra la constante recaída en la infidelidad y en la idolatría. También el mismo discurso final de Josué subraya cuál debía ser la condición para conquistar y permanecer en la tierra prometida (23,14-16). La fidelidad a la alianza del Sinaí, promulgada por Moisés es la exigencia para conquistar la tierra y permanecer en ella; una idea fuerza de la teología del Deuteronomio. En Jueces, esa perspectiva para los tiempos de la conquista se pone de manifiesto de modo negativo.

Los redactores del libro presentan la acción de los distintos jueces extendida a todo el territorio de Israel y ordenan cronológicamente sus intervenciones. Enumerar los años de desempeño de esos jueces, los inserta en el itinerario histórico de los 480 años desde la salida de Egipto hasta la construcción del templo de Salomón (1 Re 6,1). Los jueces se ubican así desde la muerte de Josué hasta el comienzo del ministerio de Samuel.

En el ámbito teológico, queda de manifiesto la primacía de la acción de Dios, de modo que las actuaciones de los jueces no se entienden como simples intervenciones guerreras, sino como actos salvadores del Señor. Él es el único rey y guía que conduce a su pueblo a la tierra que prometió darle en posesión. Este principio regula la acción y la autoridad de un juez que en concreto no se extendía más allá de su ciudad o de su distrito. Su función, definida por el verbo «juzgar», no indica directamente administrar justicia, sino gobernar. Los jueces encarnaron una institución política intermedia entre el régimen tribal y el monárquico.

La primacía de la acción divina se manifiesta en el juez investido por el espíritu del Señor. Ese espíritu se presenta como una fuerza que procede del mismo Dios y produce determinados efectos; es garantía de éxito en términos de poder militar o personal. Aunque lo reciben seres humanos llenos de imperfecciones y miserias, su misión salvífica va más allá de sus méritos. Cuando las fuerzas humanas son incapaces, el espíritu con su poder cambia el curso de los acontecimientos; libera al pueblo de poderes enemigos, con justicia y misericordia. Su actividad revela un libre don de la gracia, que convierte al juez en portador salvífico de justicia. La presencia y la actividad del espíritu es la respuesta divina a favor del pueblo que arrepentido recurre a su Señor. Los jueces fortalecieron la fidelidad de Israel y son testigos de fe y de la disponibilidad a la voluntad divina.

Si la conquista de la tierra prometida fue lenta y compleja, se explica porque estuvo condicionada por la fidelidad de sus protagonistas; la desobediencia a la alianza hace incapaz para ocupar la tierra o retenerla. Aunque la opresión aparece como castigo a la impiedad, la liberación es la acción salvífica de un Dios, siempre fiel y compasivo.

 El ejemplo de los jueces tiene un reconocimiento tradicional que llega hasta el Eclesiástico (Eclo 46,11-12). Además la Carta a los Hebreos los presenta como testigos de la fe que animan a los cristianos rechazar el pecado y a soportar con valentía las pruebas en ser fieles hasta el fin (Heb 11,32-34; 12,1).

 

3–         «Después de la muerte de Josué» (1,1): el libro y su composición literaria

 

Jueces, en su forma actual, presenta indicios de redacciones sucesivas. Comienza con la mención de la muerte de Josué (1,1), pero en Jue 2,6-10 narra sus últimos días de vida y su sepultura. Así parecen quedar delimitadas dos introducciones: Jue 1,1-2,5 y 2,20-3,6. Más adelante, la historia de Sansón tiene también dos conclusiones: Jue 15,20 y 16,30.

Además, dos apéndices narrativos finales se yuxtaponen: el primero sobre la emigración danita (Jue 17-18) y el segundo sobre el crimen de Guibeá y la guerra contra Benjamín (Jue 19-21). Incluso en la parte central que se refiere a los doce jueces, su tratamiento es dispar: algunos son presentados en pocas frases, otros en varios capítulos. Estos elementos literarios distinguen tres partes desiguales en el libro: una introducción, la presentación de los doce jueces, y los apéndices.

 

  1. Introducción (Jue 1,1-2,5). El establecimiento en Canaán se presenta de modo paralelo a la narrada en el libro de Josué donde la conquista de la tierra aparece como el resultado relativamente fácil de una acción de conjunto de todas las tribus dirigida por Josué. En el libro de los Jueces, quizás más apegado a la historia, se relatan victorias parciales, que impidieron el desalojo de todos los habitantes del territorio; la conquista es llevada a cabo por los clanes del sur, y narrada desde el punto de vista de la tribu de Judá; la mención de Caleb y de los quenitas, indica además que otros grupos se integraron en la conquista (1,16-17, ver Nm 21,3; 1,9-15; Jos 15,13-19). La toma de posesión de la tierra resultó seguramente más lenta y compleja.

 

  1. El libro de los doce jueces (Jue 2,6-16,31). Es la parte central del libro, e inicia con un prefacio (2,6-3,6). Después de la sepultura de Josué (2,6-10), se retoman los datos de Jos 24,29-31 para dar continuidad a la narración. Se describe en primer lugar la condición de Israel (Jue 2,6-3,5; 10,6-16) que exige la intervención de un salvador: los israelitas infieles a su Dios son entregados en manos de diversos opresores; angustiados recurren al Señor quien les suscita el juez que los rescata, superada esa situación, y después de un período de paz, la infidelidad retorna y esa dinámica de relaciones se repite. Este esquema: “pecado – castigo – clamor o arrepentimiento – liberación por un juez” (2,11-19; 3,7-11) es la reflexión religiosa de la tradición deuteronómica sobre esta etapa histórica.

En la parte central aparecen seis jueces “mayores”: Otniel, Ehúd, Barac con Débora, Gedeón, Jefté y Sansón; y otros seis jueces “menores”: Sangar, Tolá y Yaír, Ibsán, Elón y Abdón. Calificados así según el volumen de texto que alude a cada uno, los jueces “mayores” son héroes libertadores, cuyo origen, carácter y acciones son muy diversos; pero todos ellos han recibido una gracia especial, un carisma, y son elegidos por Dios para una misión de salvación. A los jueces “menores” no se les atribuye ningún acto salvador, sino noticias sobre su origen, su familia y el lugar de su sepultura, con el dato preciso de los años que juzgaron a Israel.

 

III. Apéndices (Jue 17-21). El primero narra la emigración danita y origen del santuario de Dan (Jue 17-18); el segundo apéndice, el crimen de Guibeá y la guerra contra Benjamín (Jue 19-21). Ambos describen la anarquía cultual y moral de una época en que “no había rey en Israel” (17,6; 19,1; 21,25).

 

Una posible organización literaria de Jueces puede ser:

 

  1. Introducción 1,1-2,5

 

  1. El libro de los doce jueces 2,6-16,31

       

Prefacio                                                                                   2,6-3,6

  1. Otoniel                                                                                3,7-11
  2. Eud                                                                                     3,12-30
  3. Sangar                                                                                 3,31
  4. Débora y Barac                                                                   4,1-5,31
  5. Gedeón                                                                               6,1-9,57
  6. Tolá                                                                                     10,1-2
  7. Yaír                                                                                     10,3-5
  8. Jefté                                                                                     10,6-12,7
  9. Ibsán                                                                                   12,8-10
  10. Elón                                                                                   12,11-12
  11. Abdón                                                                               12,13-15
  12. Sansón                                                                               13,1-16,31

 

III. Apéndices

 

  1. Emigración danita y origen de su santuario            17,1-18,31
  2. El crimen de Guibeá y la guerra contra Benjamín 19,1-21,25

 

 

 

 

 

Introducción [1]

 

Después de la muerte de Josué

Jos 10,1-27; 14,6-15; 15,13-19

 

11 Después de la muerte de Josué, los israelitas consultaron al Señor: “¿Quién de nosotros subirá en primer lugar a combatir contra los cananeos?”. 2 El Señor respondió: “Subirá Judá, porque hoy he decidido entregar el territorio en sus manos”. 3 Entonces Judá dijo a su hermano Simeón: “Sube conmigo al territorio que me ha tocado en suerte; ataquemos a los cananeos y luego yo también iré contigo al territorio que te ha tocado en suerte”. Y Simeón marchó con él.

4 Judá atacó y el Señor entregó en su poder a los cananeos y a los pereceos. En Bézec derrotaron a diez mil hombres. 5 Allí, en Bézec, encontraron a Adonibézec, le presentaron batalla y también derrotaron a esos cananeos y pereceos. 6 Adonibézec huyó, lo persiguieron, lo capturaron y le amputaron el dedo pulgar de las manos y de los pies. 7Entonces Adonibézec dijo: “Setenta reyes, con los pulgares de las manos y de los pies amputados recogían migajas debajo de mi mesa. Tal como yo he hecho, así Dios me lo paga”[2]*. Luego lo llevaron a Jerusalén y murió allí. 8 Los de Judá atacaron a Jerusalén, la tomaron, pasaron a cuchillo a sus habitantes e incendiaron la ciudad.

 

9 Después, los de Judá fueron a combatir a los cananeos que habitaban en la montaña, en el Négueb y en la Sefela. 10 Judá avanzó también contra los cananeos que habitaban en Hebrón, – antes llamada Quiriat Arbá-, y derrotaron a Sesay, a Ajimón y a Talmay. 11 De allí marchó contra los habitantes de Debir, – antes llamada Quiriat Sefer -. 12 En esa circunstancia, Caleb manifestó: “Al que derrote y conquiste a Quiriat Sefer, le daré como esposa a mi hija Axá”. 13 La conquistó Otoniel, hijo de Quenaz, y hermano menor de Caleb, y éste le dio como esposa a su hija Axá. 14 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, ella misma lo persuadió de pedir a su padre un campo. Entonces ella se bajó del asno y Caleb le preguntó: “¿Qué quieres?”. 15 Ella le respondió: “Hazme un regalo. Ya que me has dado el territorio del Négueb, espero que me des también pozos de agua”. Y Caleb le dio los pozos de agua de arriba y también los de abajo.

 

16 Los descendientes de Jobab, el quenita, suegro de Moisés, junto con los de Judá, subieron desde la Cuidad de las Palmeras hasta el desierto de Judá, que está en el Négueb de Arad y se quedaron a vivir con el pueblo. 17 Judá fue con su hermano Simeón y derrotaron a los cananeos que habitaban en Safat; destruyeron por completo aquella ciudad y le pusieron por nombre Jormá (Exterminio). 18 Judá además se apoderó de Gaza, Ascalón y Ecrón, con sus respectivos territorios.

19 El Señor acompañaba a Judá y éste pudo conquistar la montaña, pero no pudo apoderarse de la llanura porque sus habitantes tenían carros de hierro.

20 A Caleb le asignaron Hebrón, según lo establecido por Moisés, y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac.

21 Como los hijos de Benjamín no pudieron expulsar a los jebuseos que habitaban en Jerusalén, los jebuseos siguen habitando en Jerusalén junto con los benjaminitas hasta el día de hoy.

 

Betel, la ciudad que antes se llamaba Luz

Jos 2,1-21; 6,22-25

 

22 Los descendientes de José decidieron también atacar Betel pues el Señor estaba con ellos.23 Entonces enviaron espías a Betel, la ciudad que antes se llamaba Luz. 24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: “Muéstranos la entrada de la ciudad y tendremos piedad de ti”. 25 Él les indicó la entrada de la ciudad y ellos la pasaron a cuchillo; pero dejaron con vida a aquel hombre y a toda su familia. 26 Ese hombre se trasladó al país de los hititas, edificó una ciudad y la llamó Luz, nombre que la ciudad conserva hasta el día de hoy.

 

Los cananeos siguieron ocupando aquellos territorios

Jos 17,11-13; 19,10-39

 

27 Manasés no pudo apoderarse de Betsán, ni de Tanac, ni de sus respectivas ciudades dependientes; tampoco pudo echar a los habitantes de Dor, de Yibleán, de Meguido, ni de sus respectivas ciudades dependientes. Los cananeos siguieron ocupando aquellos territorios. 28 Cuando Israel cobró más fuerza, obligó a los cananeos a pagar tributo, pero nunca logró quitarles sus posesiones.

29 Como la tribu de Efraín tampoco logró expulsar a los cananeos que habitaban en Guézer, estos siguieron habitando en medio de ella, en Guézer.

30 La tribu de Zabulón tampoco logró expulsar a los habitantes de Quetrón, ni a los de Nalol; los cananeos siguieron habitando en medio de ella, pero fueron obligados a pagar tributo.

31 La tribu de Aser no logró expulsar a los habitantes de Acre, ni a los de Sidón, ni de Majaleb, ni de Aczib, ni de Jelbá, ni de Afec, ni de Rejob. 32 Los aseritas vivieron entre los cananeos, que habitaban el país, porque no lograron expulsarlos.

33 Como la tribu de Neftalí tampoco logró expulsar a los habitantes de Bet Semes ni a los habitantes de Bet Anat, ella se estableció entre los cananeos que habitaban el país; aun así los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron obligados a pagar tributo.

34 Los amorreos forzaron a los descendientes de Dan a replegarse a hacia montaña y no los dejaron bajar a la llanura. 35 Los amorreos se mantuvieron en Har Jeres, en Ayalón y en Saalbín.

Después los descendientes de José afianzaron su poder y los amorreos fueron obligados a pagar tributo.

36 La frontera de los amorreos se extendía desde la cuesta de los Escorpiones hasta la Peña, y seguía hacia arriba.

 

Llamaron Bojín a aquel lugar

Dt 7,1-5; Jos 23,6-13

 

21 El ángel del Señor subió de Guilgal a Bojín y dijo: “Yo los saqué de Egipto y los introduje en la tierra que había prometido a sus antepasados, y también dije: ‘jamás quebrantaré mi alianza con ustedes’, 2 y ustedes, por su parte, no deberán pactar ninguna alianza con los habitantes de esta tierra; al contrario deberán destruir sus altares. Pero ustedes no me obedecieron. ¿Por qué se han comportado de esta manera? 3 Por eso también yo había dicho: ‘no voy a expulsar a esos pueblos de delante de ustedes’, de modo que ellos sean como espinas en la cintura, y sus dioses, una trampa para ustedes”.

4 Cuando el ángel del Señor terminó de hablar a los israelitas, el pueblo entero se puso a llorar a gritos. 5 Por esta razón llamaron a aquel lugar Bojín (los que lloran), y allí ofrecieron sacrificios al Señor.

 

 

  1. El libro de los doce jueces[3]­

 

Prefacio *[4]

 

Josué, hijo de Nun, murió a la edad de ciento diez años

Jos 24,28-31

 

6 Josué despidió al pueblo y los israelitas se fueron cada uno a ocupar el territorio que le había tocado. 7 El pueblo sirvió al Señor mientras estuvieron en vida Josué y todos los ancianos que le sobrevivieron. Ellos fueron testigos de todas las grandes maravillas que el Señor había realizado en favor de Israel. 8 Josué, hijo de Nun, servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años 9 y lo sepultaron en el territorio de su propiedad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gas. 10 Pero cuando toda aquella generación de la época de Josué fue a reunirse con sus antepasados, surgió una nueva generación que no había conocido al Señor, ni las maravillas que había realizado en favor de Israel.

 

Los israelitas ofendieron al Señor con su conducta

Dt 28,15-46

 

11 Entonces los israelitas ofendieron al Señor con su conducta y dieron culto a los ídolos. 12 Abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, que los había hecho salir de Egipto, se fueron detrás de otros dioses, esos dioses extraños de los pueblos vecinos; los adoraron y provocaron la ira del Señor. 13 Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y a las diferentes representaciones de Astarté. 14 La ira del Señor se desató contra Israel y los entregó en manos de asaltantes, que los despojaron de lo que tenían. Hizo que los enemigos de sus alrededores los derrotaran sin que ellos pudieran oponerles resistencia. 15 Cada vez que emprendían una expedición, el Señor no actuaba en su favor y les iba mal, como él mismo les había dicho y jurado. De esta manera los puso en una situación muy desesperante.

 

16 Entonces el Señor suscitó jueces, que libraron a los israelitas del acoso de sus asaltantes. 17 Pero ni siquiera a esos jueces hicieron caso, sino que se prostituyeron con otros dioses y los adoraron. Se apartaron muy pronto del camino que habían seguido sus antepasados, dóciles a los mandamientos del Señor. No actuaron como ellos. 18 Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor estaba con el juez y los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque el Señor se compadecía de oírlos gemir delante de aquellos que los maltrataban y oprimían. 19 Pero sucedía que, al morir el juez, volvían a corromperse peor que sus antepasados, yendo tras otros dioses, a darles culto y adorarlos. En nada renunciaban a sus malas acciones, ni a su conducta obstinada.

 

20 Por eso, la ira del Señor se desató contra Israel y dijo: “Porque esta nación ha quebrantado mi alianza, la que pacté con sus antepasados, y no ha querido obedecerme, 21 tampoco yo seguiré expulsando delante de ellos a ninguna de las naciones que Josué dejó al morir”. 22 A fin de poner a prueba a Israel y ver si seguía o no sus caminos como lo habían seguido sus antepasados, 23 el mismo Señor, en lugar de expulsar inmediatamente a aquellas naciones, las dejó en paz y no las entregó en manos de Josué.

 

Esas naciones sirvieron para poner a prueba a Israel

Jue 1,27-35; Jos 13,2-6

 

31 Las naciones a las que el Señor dejó para poner a prueba con ellas a Israel, es decir, a todos los israelitas que no habían intervenido en ninguna de las guerras de Canaán, 2 -y lo hizo sólo para enseñar el arte de la guerra a las generaciones de los israelitas, porque no tenían experiencia de ella-, 3 esas naciones fueron la de los filisteos con sus cinco príncipes, la de todos los cananeos, la de los sidonios y la de los hititas de la montaña del Líbano, desde la montaña de Baal Hermón hasta la entrada de Jamat. 4 Esas naciones sirvieron para poner a prueba a Israel y comprobar si cumplían los mandamientos que el Señor había mandado a sus antepasados por medio de Moisés.

5 Como los israelitas habitaban en medio de los cananeos, los hititas, los amorreos, los pereceos, los jeveos y los jebuseos, 6 tomaron por esposas a mujeres de esos pueblos y les entregaron las propias hijas en matrimonio. Así terminaron dando culto a sus dioses.

 

 

  1. Otoniel ♦

 

El Señor suscitó a Otoniel [5]

Jue 2,11-13

 

7 Los israelitas ofendieron al Señor con su conducta; olvidaron al Señor su Dios y dieron culto a Baal y a las diferentes representaciones de Astarté. 8 La ira del Señor se desató contra Israel y los entregó en poder de Cusán Risatain, rey de Aram Najarain. Los israelitas estuvieron sometidos a Cusán Risatain durante ocho años. 9 Entonces los israelitas clamaron al Señor y el Señor les suscitó un libertador, que los salvó: a Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb. 10 El espíritu del Señor se apoderó de él, actuó como juez en Israel, y salió a combatir. El Señor entregó en su poder a Cusán Risatain, rey de Aram, y lo derrotó. 11 El país estuvo en paz cuarenta años, hasta la muerte de Otoniel, hijo de Quenaz.

 

  1. Eud[6]

 

El Señor suscitó a Eud

 

12 Los israelitas volvieron a ofender al Señor con su conducta, y el Señor entregó el dominio sobre Israel, a Eglón, rey de Moab, porque aquellos habían ofendido al Señor con su conducta. 13 Eglón, aliado con los amonitas y con los amalecitas, fue a Israel, la atacó y se apoderó de la Ciudad de las Palmeras. 14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.

15 Entonces los israelitas clamaron al Señor, y él les suscitó un libertador, a Eud, hijo de Guera, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encargaron que llevara el tributo a Eglón, rey de Moab. 16 Eud se hizo un puñal de dos filos, como de medio metro de largo, y lo sujetó debajo del manto, junto al muslo derecho. 17 Luego fue a presentar el tributo a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso. 18 Cuando terminó de presentar el tributo, el rey despidió a todos los que habían llevado el tributo, 19, pero él, al llegar a los ídolos que están cerca de Guilgal, regresó y dijo: “Tengo un mensaje secreto para ti, rey”; y el rey dio esta orden: “¡Déjennos solos!”. Todos los que estaban con él salieron. 20 Entonces Eud se acercó al rey, que estaba en un corredor fresco, reservado solo para él, y le dijo: “Tengo que comunicarte un oráculo divino”. Y el rey se levantó de su trono. 21 Entonces Eud, con la mano izquierda, tomó el puñal que llevaba junto al muslo derecho y se lo clavó en el vientre. 22 Con la hoja entró también la empuñadura y la grasa se cerró sobre la hoja, porque no sacó el puñal del vientre. Luego escapó por la ventana. 23 Eud salió por la galería y cerró detrás de sí con llave las puertas del corredor. 24 Mientras él salía, los servidores del rey entraban, y al ver cerradas las puertas del corredor se dijeron: “Seguramente el rey está haciendo sus necesidades en la habitación ventilada”.

25 Esperaron hasta cansarse, y como nadie abría las puertas del corredor, tomaron una llave, abrieron, y vieron que su señor yacía en el suelo, muerto. 26 Mientras aquellos estaban esperando, Eud logró escapar y después de atravesar el lugar de los ídolos, se puso a salvo en Seír. 27 Cuando llegó a la tierra de Israel tocó la trompeta en las montañas de Efraín y los israelitas bajaron de la montaña con él, que se había puesto a la cabeza de ellos. 28 Eud les dijo: “Síganme, porque el Señor les ha entregado a Moab, su enemigo”. Ellos lo siguieron, ocuparon los vados del Jordán que pertenecían a Moab y no dejaron cruzar a nadie. 29 En esa ocasión derrotaron a Moab con sus diez mil hombres, todos fuertes y aguerridos. Ninguno pudo escapar. 30 Aquel día Moab fue sometido a Israel, y el país estuvo en paz durante ochenta años.

 

  1. Sangar[7]

 

Después vino Sangar

 

31 Después de Eud, vino Sangar, hijo de Anat. Éste derrotó a seiscientos filisteos con una picana de bueyes. Él también salvó a Israel.

 

  1. Débora y Barac[8]

 

Débora se puso en camino y se reunió con Barac[9]*

1 Sm 12,9-11

 

41 Después que Eud murió, los israelitas volvieron a ofender al Señor con su conducta. 2 Entonces el Señor los entregó en poder del rey cananeo Yabín, que reinaba en Jasor, cuyo jefe del ejército era Sísara, el cual residía en Jaróset Goim. 3 Los israelitas clamaron al Señor, porque Yabín tenía novecientos carros de guerra y venía oprimiéndolos duramente desde hacía veinte años.

4 En aquel tiempo, una profetisa llamada Débora, mujer de Lapidot, actuaba como jueza de Israel, 5 y se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en las montañas de Efraín. Los israelitas acudían a ella para resolver sus litigios. 6 Débora mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, de Cades de Neftalí, y él dijo: “El Señor, Dios de Israel, ordena que vayas y reclutes soldados en el monte Tabor. Te alistarás unos diez mil hombres de Neftalí y de Zabulón. 7 Yo haré que Sísara, el jefe del ejército de Yabín, vaya con sus carros y su tropa hacia ti, en el torrente Quisón, y te los entregaré”. 8 Barac respondió: “Si vienes conmigo, iré; pero si no vienes conmigo, no iré”. 9 Débora contestó: “Está bien, yo iré contigo; solo que la gloria de la campaña que estás emprendiendo no será tuya, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer”. Débora se puso en camino y se reunió con Barac en Cades. 10 Barac convocó a Zabulón y a Neftalí en Cades, adonde subieron a pie unos diez mil hombres. También Débora subió con ellos.

11 Jéber, el quenita se había separado de Caín y de los descendientes de Jobab, suegro de Moisés, y había instalado sus carpas, en torno de la encina de Saanain, cerca de Cades.

 

¡Ánimo, el Señor ha puesto a Sísara en tus manos!

Éx 14,24

 

12 Comunicaron a Sísara que Barac, hijo de Abinoán, se había apostado en el monte Tabor. 13 Entonces, Sísara convocó a sus carros –novecientos carros de hierro– y a toda la tropa que estaba con él y los condujo desde Jaróset Goim al torrente Quisón. 14 Débora dijo a Barac: “¡Ánimo, porque ha llegado el día en que el Señor ha puesto a Sísara en tus manos! ¡El Señor sale delante de ti!”. Barac bajó del monte Tabor, mientras los diez mil hombres marchaban detrás de él. 15 El Señor sembró la confusión en Sísara, en sus carros y en todas sus tropas ante el ataque de Barac. Entonces Sísara bajó de su carro y huyó a pie. 16 Barac persiguió los carros y las tropas de Sísara hasta Jaróset Goim. Todo el ejército de Sísara fue pasado a cuchillo y no quedó ni uno solo.

17 Entretanto, Sísara había huido a pie hasta la carpa de Yael, la mujer de Jéber, el quenita, porque había buenas relaciones entre Yabín, rey de Jasor y la familia de Jéber, el quenita. 18 Yael salió al encuentro de Sísara y lo invitó: “Entra, señor mío, entra. No tengas miedo”. Él entró en la carpa, y ella lo tapó con una manta. 19 Él le pidió: “Dame, por favor, un poco de agua, porque tengo sed”. Ella abrió un recipiente que tenía leche, le dio de beber y lo volvió a cubrir. 20 Sísara le dijo: “Quédate a la entrada de la carpa, de modo que si viene alguien y te pregunta: ‘¿Hay aquí algún hombre?’, tú le dirás: ‘No, no hay nadie’”. 21 Pero Yael, la mujer de Jéber, tomó una estaca de la carpa y un martillo, se acercó a Sísara silenciosamente y le hundió la estaca en la sien hasta clavarla en la tierra. De esta manera murió Sísara, que estaba profundamente dormido y agotado por el cansancio. 22 Mientras Barac venía en persecución de Sísara, Yael salió a su encuentro y le dijo: “Acércate, para que te muestre al hombre que andas buscando”. Barac entró en la carpa y vio que Sísara estaba tendido en el suelo, muerto, y con la estaca en su sien.

23 En ese día Dios humilló a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas, 24 y el poderío de los israelitas sobre Yabín, rey de Canaán, se hizo cada vez más fuerte hasta que acabaron con él.

 

Como el sol en todo su esplendor *[10]

Éx 15; Dt 32,42

 

51 Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoán, entonaron este canto:

 

2           “Porque Israel se dispone a luchar,                                                         

porque un pueblo se ha ofrecido como voluntario,

¡bendigan al Señor!

 

3           ¡Escuchen reyes! ¡Presten atención, príncipes!

Yo voy a cantar; voy a cantar al Señor.

Alabaré con salmos al Señor, el Dios de Israel.

 

4           Señor, cuando salías de Seír,

cuando avanzabas por los campos de Edom,

la tierra tembló y los cielos destilaban.

Agua destilaban las nubes.

5           Las montañas se derritieron en presencia del Señor, el del Sinaí;

en presencia del Señor, el Dios de Israel.

 

6           En los días de Sangar, hijo de Anat,

en los días de Yael, los senderos estaban desiertos;

las caravanas andaban por senderos desviados.

7           Habían desaparecido los caudillos en Israel;

habían desaparecido hasta que yo, Débora, me puse de pie;

hasta que me puse de pie como madre de Israel.

 

8           La gente se escogía dioses nuevos,

mientras la guerra estaba ya a las puertas;

no se veían escudos ni lanzas entre los cuarenta mil hombres de Israel.

9           Mi corazón se dirige a los capitanes de Israel,

Al pueblo que se ofrece como voluntario.

¡Bendigan al Señor!

 

10         Los que cabalgan en asnas blancas,

montados sobre tapices,

los que van por el camino: ¡Canten!

11         Se oye el clamor de los que reparten el botín junto a los pozos de agua.

Se celebran allí los actos de justicia del Señor,

los actos de justicia del caudillo en Israel.

Entonces el pueblo del Señor descendió a las puertas.

 

12         ¡Despierta, Débora, despierta!

¡Despierta, despierta! ¡Entona un canto!

¡Levántate, Barac! ¡Llévate a tus cautivos, hijo de Abinoán!

 

13         Descendió, entonces, el resto de los nobles del pueblo;

descendió el Señor con los héroes en mi defensa.

14         Los que están en Efraín, y han echado raíces en Amalec,

            vinieron detrás de ti, Benjamín, entre tu gente;

de Maquir descendieron capitanes

            y de Zabulón, los que empuñan el bastón de mando.

 

15         Los príncipes de Isacar están con Débora;

Isacar, firme junto a Barac, se ha lanzado tras sus pasos, en el valle.

Junto a los arroyos de Rubén se hacen largas deliberaciones…

16         ¿Qué haces sentado entre los corrales escuchando las flautas de los pastores?

Junto a los arroyos de Rubén, se hacen grandes deliberaciones…

 

17         Galaad se ha quedado al otro lado del Jordán,

y Dan, ¿por qué sigue viviendo en sus barcos?

Aser habita a la orilla del mar y vive tranquilo en sus puertos.

18         Zabulón es un pueblo que desafía a la muerte,

igual que Neftalí, sobre las alturas de sus campos.

 

19         Los reyes llegaron para hacer la guerra.

Los reyes de Canaán entablaron un combate en Tanac,

junto a las aguas de Meguido,

pero nada de plata pudieron recoger como botín.

 

20         Desde el cielo combatieron las estrellas,

desde sus órbitas celestes combatieron contra Sísara.

21         El torrente Quisón los arrastró,

el famoso torrente, el torrente Quisón.

¡Avanza, alma mía, con audacia!

22         Entonces resonaron los cascos de los caballos al galope.

Era el galopar de sus briosos corceles.

 

23         Maldigan a Meroz, dice el ángel del Señor,

maldigan, maldigan a sus habitantes,

porque no vinieron en ayuda del Señor,

en ayuda del Señor contra los guerreros.

 

24         Bendita entre las mujeres sea Yael, mujer de Jéber, el quenita.

Sí, sea bendita entre las mujeres que habitan en carpas.

25         Agua le pidió y ella le dio leche;

en una copa preciosa le ofreció cuajada.

26         Entonces ella alargó su mano hacia una estaca

            y su derecha, a un martillo de obrero,

y martilló a Sísara; le partió la cabeza, lo machacó y le atravesó la sien.

27         A sus pies se desplomó, cayó y quedó tendido.

A sus pies se desplomó, cayó y donde se desplomó, allí cayo aniquilado.

 

28         La madre de Sísara se asoma por la ventana,

y se lamenta a través del enrejado:

‘¿Por qué tarda tanto su carro en llegar?

¿Por qué se retrasan sus carros de combate?’.

29         La más sabia de sus princesas le responde,

y ella misma repite sus palabras:

30         ‘Seguramente están recogiendo y repartiendo el botín:

una muchacha o dos para cada guerrero;

para Sísara como botín, paños de colores:

un paño bordado o dos para el cuello de las cautivas’.

 

31         ¡Así desaparezcan todos tus enemigos, Señor!

Pero, los que te aman,

¡sean como el sol cuando sale en todo su esplendor!”.

 

Así el país estuvo en paz durante cuarenta años.

 

  1. Gedeón[11]

Los madianitas sometieron duramente a Israel *[12]

 

61 Los israelitas ofendieron al Señor con su conducta y el Señor los entregó en poder de Madián durante siete años. 2 Los madianitas sometieron duramente a Israel. Entonces los israelitas para librarse de ellos se refugiaron en las cuevas que había en las montañas, en cavernas y en lugares de difícil acceso. 3 Sucedía que cuando los israelitas sembraban la tierra, los madianitas, los amalecitas y los de oriente los atacaban. 4 Acampaban enfrente, arrasaban sus sembrados hasta la entrada de Gaza, y no le dejaban a Israel ningún medio de subsistencia, ni ovejas, bueyes, ni asnos. 5 Aquellos invasores venían con sus rebaños y sus tiendas de campaña como una nube de langostas; eran tan innumerables como sus camellos e invadían el país hasta arrasarlo.6 Israel quedó así en la miseria por causa de Madián. Entonces los israelitas clamaron al Señor.

 

7Cuando los israelitas clamaron al Señor por causa de Madián, 8 el Señor les envió un profeta que les anunció: “Así dice el Señor, Dios de Israel: ‘Yo fui el que los hizo subir de Egipto y los saqué de ese lugar de esclavitud, 9 los libré del poder de Egipto y de todos aquellos que los oprimían; a ellos los expulsé ante ustedes y les di sus tierras; 10 y dije a ustedes: ‘Yo soy el Señor, su Dios; no adoren a los dioses de los amorreos, en cuyo territorio habitan’, pero ustedes no me han obedecido”.

 

Si he alcanzado tu favor, dame una señal *[13]

Jue 13; Éx 3-4

 

11 El ángel del Señor fue a sentarse bajo la encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba moliendo el trigo en el lugar donde se pisan las uvas, para así esconderse de los madianitas. 12 El ángel del Señor se le apareció y le dijo: “El Señor está contigo, valiente guerrero”. 13 “Perdón, señor mío,- respondió Gedeón- si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Qué ha sido de todas esas maravillas que nuestros padres nos han contado, cuando decían que el Señor nos hizo subir desde Egipto? Ahora, el Señor nos tiene abandonados y nos ha entregado al poder de Madián”.

14 El Señor se volvió hacia él y le dijo: “Vete, que con esa fuerza que tienes, podrás salvar a Israel del poder de Madián. ¡Yo soy el que te envía!”. 15 Pero Gedeón replicó: “Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés, y yo soy el más insignificante de la familia de mi padre”. 16 El Señor respondió: “Yo estaré contigo, y podrás derrotar a Madián como si fuera un solo hombre”.

17 Gedeón insistió: “Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú el que me habla. 18 Por favor, no te vayas de aquí hasta que yo regrese; así podré traerte mi ofrenda y depositarla ante ti”. Él le respondió: “Me quedaré hasta que vuelvas”.

19 Gedeón se fue enseguida, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo panes sin levadura; puso la carne en una canasta y el caldo en una olla. Luego llevó todo debajo de la encina y lo presentó. 20 El ángel de Dios le dijo: “Toma la carne y los panes sin levadura y colócalos sobre esta piedra; el caldo, en cambio, derrámalo”. Gedeón lo hizo así.

21 El ángel del Señor extendió el bastón que tenía en la mano; con la punta tocó la carne y los panes sin levadura; el fuego brotó de la roca y consumió la carne y los panes sin levadura. Entretanto, el ángel del Señor desapareció de su vista. 22 Entonces Gedeón se dio cuenta de que era el ángel del Señor y exclamó: “¡Ay de mí, Señor Dios! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor!”. 23 Pero el Señor le respondió: “¡La paz sea contigo! ¡No temas! No morirás”. 24 Después Gedeón construyó allí un altar para el Señor y lo llamó “El Señor es la paz”, el cual se encuentra hasta el día de hoy en Ofrá de Abiezer.

 

Pusieron a Gedeón el nombre de Yerubaal *[14]

Éx 34,13; 1 Re 18,27-40

 

25 En aquella misma noche, el Señor dijo a Gedeón: “Toma el toro de tu padre y otro toro de siete años; destruirás el altar de Baal que pertenece a tu padre y cortarás en pedazos la imagen sagrada que está junto a él. 26 Después prepara y construye un altar para el Señor, tu Dios, en la cima de esa altura; toma el segundo toro y ofrécelo en holocausto con la leña de la imagen que cortaste”.

27 Gedeón tomó consigo a diez de sus servidores e hizo lo que el Señor le había dicho. Pero como temía a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo de noche. 28 Cuando los hombres de la ciudad se levantaron de mañana temprano y vieron el altar de Baal demolido, la imagen sagrada que estaba junto a él hecha pedazos, y el segundo toro ofrecido en holocausto sobre el altar que acababa de ser edificado, 29 se dijeron unos a otros: “¿Quién habrá hecho todo esto?”. Averiguaron, volvieron a indagar y llegaron a la conclusión: “Lo ha hecho Gedeón, el hijo de Joás”.

30 Entonces, los hombres de la ciudad dijeron a Joás: “Saca a tu hijo fuera, para que muera, porque ha demolido el altar de Baal y ha hecho pedazos la imagen sagrada que estaba junto a él”. 31 Pero Joás respondió a todos los que estaban frente a él: “¿Acaso les toca a ustedes defender a Baal? ¿Son ustedes los que tienen que salvarlo? Aquél que salga en su defensa, muera antes del amanecer. Si él es Dios, que se defienda a sí mismo, contra aquél que ha demolido su altar”. 32 A partir de ese día pusieron a Gedeón el nombre de Yerubaal, porque decían: “que Baal se defienda de él, ya que ha demolido su altar”.

 

El espíritu del Señor revistió a Gedeón *[15]

 

33 Todos los madianitas, los amalecitas y los de oriente se pusieron de acuerdo y se reunieron; luego atravesaron el río y acamparon en el valle de Jezrael. 34 Entretanto, el espíritu del Señor revistió a Gedeón. Él tocó la trompeta y los de Abiezer se agruparon detrás de él. 35 Mandó mensajeros por todo el territorio de Manasés cuyos hombres se le unieron e hizo lo mismo en Aser, Zabulón y Neftalí; todos acudieron a su encuentro.

 

 Yo voy a poner un vellón de lana al sereno…*[16]

 

36 Gedeón dijo a Dios: “Si tú vas a salvar por medio de mí a Israel como has dicho, 37 mira, yo voy a poner un vellón de lana al sereno, y si el rocío cae solamente sobre el vellón, pero todo el suelo está seco, entonces sabré que tú vas a salvar a Israel por medio de mí, como has dicho”. 38 Y así sucedió. Gedeón se levantó de madrugada, exprimió el rocío del vellón y llenó con eso una vasija de agua.

39 Gedeón volvió a decir a Dios: “No te enojes contra mí porque yo quiero hablarte una vez más. Permíteme otra vez hacer la prueba sobre el vellón: que el vellón quede seco, pero que todo el suelo esté cubierto de rocío”.

40 Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras todo el suelo estaba cubierto de rocío.

 

Gedeón sólo retuvo trescientos hombres*[17]

Dt 8,17; 9,4, 1 Cor 1,26

 

71 Yerubaal, o sea Gedeón, se levantó de madrugada con toda la gente que lo acompañaba y acamparon junto a la fuente de Jarod, mientras el campamento de Madián estaba al norte, al pie de la colina de Moré, en el valle.

2 El Señor dijo a Gedeón: “La gente que te acompaña es demasiado numerosa para que yo te entregue a Madián, no sea que Israel se gloríe a mi costa, diciendo: ‘Mi fuerza me salvó’. 3 Por eso, reúne ahora al pueblo y dile: ‘el que tenga miedo o tiemble que se retire de la montaña de Galaad’”. Así se retiraron del pueblo veintidós mil y quedaron diez mil.

4 El Señor dijo a Gedeón: “Todavía es demasiada gente. Manda que bajen junto al agua, porque allí los pondré a prueba ante ti; de aquél que yo te diga: ‘este irá contigo’, ese irá contigo; y todo aquél del que yo te diga ‘ese no irá contigo’, ese tal no irá contigo”. 5 Gedeón hizo bajar a la gente hasta el agua y el Señor le dijo: “A todo aquél que beba el agua lamiéndola, como los perros, lo colocarás de un lado, y a todo aquél que se arrodille para beber, lo pondrás del otro”. 6 El número de los que lamieron el agua, llevándola con sus manos a la boca, fue de trescientos, mientras que el resto del pueblo se arrodilló para beberla.7 Entonces el Señor dijo a Gedeón: “Con los trescientos hombres que han bebido el agua lamiéndola, los salvaré a ustedes, y pondré a Madián bajo tu poder. En cambio, el resto de la tropa, que regrese cada uno a su casa”. 8 Todos tomaron sus provisiones y sus trompetas; Gedeón se puso a despedir a los israelitas, cada uno a su casa, y solo retuvo a aquellos trescientos hombres. El campamento de Madián quedaba debajo del suyo, en el valle.

 

Gedeón oyó el sueño y su explicación*[18]

 

9 Aquella noche el Señor dijo a Gedeón: “¡Levántate! Baja al campamento enemigo, porque yo lo voy a entregar en tu poder. 10 Si tienes miedo de bajar al campamento, baja tú y tu esclavo Furá. 11 Así podrás escuchar qué es lo que dicen, cobrarás ánimo y tendrás el coraje de atacar el campamento. Entonces Gedeón bajó con su esclavo Furá, hasta el extremo del campamento, donde estaban los puestos de guardia. 12 Los madianitas, los amalecitas y los de oriente estaban distribuidos en el valle. Eran numerosos como langostas, y sus camellos, innumerables como la arena de las playas del mar. 13 Gedeón entonces llegó, y un hombre estaba contando un sueño a un compañero suyo. Este decía: ‘He tenido un sueño; veía una torta de cebada que rodaba en el campamento de Madián. Llegó a la carpa, chocó contra ella y la derribó. En realidad la arrolló de arriba abajo, y la carpa cayó a tierra’. 14 Su compañero le contestó: ‘Eso no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, de Israel. Dios ha puesto bajo su poder a Madián y a todo su campamento’.

15 Cuando Gedeón oyó el sueño y su explicación, se postró rostro en tierra. Después regresó al campamento de Israel y dijo: “Levántense, porque el Señor ha puesto en poder de ustedes el campamento de Madián”.

                       

¡Por el Señor y por Gedeón!*[19]

 

16 Gedeón dividió en tres cuerpos sus trescientos hombres. Entregó a cada uno una trompeta y un cántaro vacío con una antorcha dentro de él, 17 y les dijo: “Fíjense en mí y hagan lo que me vean hacer. Cuando yo llegue a los límites del campamento, hagan lo que me vean hacer. 18 Cuando yo y todos los que están conmigo toquemos las trompetas, también ustedes tocarán las trompetas alrededor del campamento y gritarán: ¡Por el Señor y por Gedeón!”. 19 Gedeón y los cien hombres que lo acompañaban llegaron al extremo del campamento justo cuando acababan de relevar la guardia de la medianoche, tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que llevaban en las manos. 20 Entonces los trescientos hombres tocaron las trompetas y también rompieron los cántaros. Con la mano izquierda sostenían las antorchas encendidas y con la mano derecha las trompetas, para hacerlas sonar, y se pusieron a gritar: “¡Por el Señor y por Gedeón!”

21 Cada uno de ellos se quedó en su sitio alrededor del campamento. Todo el campamento echó a correr, se puso a gritar y se dio a la fuga. 22 Ellos tocaron las trescientas trompetas y el Señor hizo que los madianitas se mataran unos a otros, por todo el campamento, y que huyeran a Bet Sitá, hacia Sartán, hasta la ribera de Abel Mejolá, frente a Tabat.

 

Los israelitas persiguieron a los madianitas*[20]

 

23 Entonces los israelitas de Neftalí, de Aser y de todo Manasés se reunieron y persiguieron a los madianitas. 24 Como Gedeón había mandado mensajeros por toda la montaña de Efraín para decirles: “Bajen al encuentro de Madián y córtenle la retirada en los vados hasta Bet Bará y el Jordán”, todos los efrainitas también se reunieron y ocuparon los vados hasta Bet Bará y el Jordán. 25 Ellos tomaron prisioneros a dos de los jefes de Madián, Oreb y Zeb. A Oreb lo mataron junto a la peña de Oreb; en cambio a Zeb, en la Bodega de Zeb. Siguieron persiguiendo a los de Madián, pero llevaron las cabezas de Oreb y Zeb a Gedeón al otro lado del Jordán.

 

¿Qué he hecho yo comparado con lo de ustedes? *[21]

Jue 12,1-7

 

81 Los efrainitas dijeron a Gedeón: “¿Por qué nos has hecho una cosa semejante, y no nos convocaste cuando fuiste a combatir contra Madián?”. Y se lo reprocharon duramente.

2 Él les dijo: “¿Qué he hecho yo comparado con lo de ustedes? ¿No son mejores los racimos de Efraín que la vendimia de Abiezer? 3 Fue en las manos de ustedes que Dios entregó a los jefes de Madián, Oreb y Zeb. ¿Qué cosa he sido capaz de hacer yo comparado con lo que han hecho ustedes?”. Y ante estas palabras el enojo de ellos contra Gedeón terminó por aplacarse.

 

¿Acaso tenemos que abastecer con víveres a tu ejército?* [22]

 

4 Luego Gedeón llegó hasta el Jordán, atravesándolo con sus trescientos hombres que estaban cansados aunque continuaban la persecución. 5 Entonces dijo a los hombres de Sucot: “Les ruego que den unas tortas de pan a esta gente que viene conmigo porque están cansados y yo voy en persecución de Zébaj y Salmuná, reyes de Madián”. 6 Los jefes de Sucot le respondieron: “¿Acaso ya tienes en tu poder a Zébaj y Salmuná para que tengamos que abastecer con víveres a tu ejército?”. 7 Gedeón contestó: “Por esto, entonces, cuando el Señor entregue en mi poder a Zébaj y a Salmuná, desgarraré las carnes de ustedes con espinas del desierto y con cardos”. 8 Desde allí subió a Penuel y les hizo la misma petición. Los de Penuel le respondieron lo mismo que los de Sucot. 9 Y él les contestó de esta manera: “Cuando yo vuelva victorioso, derribaré esta torre”.

10 Zébaj y Salmuná estaban en Carcor, con sus ejércitos, unos quince mil hombres, todos sobrevivientes del ejército de oriente, mientras que sus caídos fueron ciento veinte mil hombres, hábiles en el manejo de la espada. 11 Gedeón subió por el camino de los nómadas, al este de Nobaj y de Yogboá, y atacó el campamento, cuando ellos menos lo esperaban. 12 Zébaj y Salmuná huyeron, pero Gedeón los persiguió, tomó prisioneros a los dos reyes de Madián, y sembró el pánico en todo el ejército.

 

Aquí están Zébaj y Salmuná*[23]

 

13 Gedeón, hijo de Joás volvió de la batalla por la cuesta de Járes, 14 apresó a un joven de Sucot, lo interrogó, y éste le dio por escrito los nombres de los jefes de Sucot y de sus ancianos, que eran setenta y siete en total. 15 Después se presentó ante la gente de Sucot y les dijo: “Aquí están Zébaj y Salmuná, por cuyo motivo ustedes me han insultado diciendo: ‘¿Acaso ya tienes en tu poder a Zébaj y Salmuná para que tengamos que abastecer de víveres a tus hombres cansados?”. 16 Atrapó a los ancianos de la ciudad, y con las espinas del desierto y los cardos dio una severa lección a los hombres de Sucot; 17 además, al derribar la torre de Penuel, mató a los hombres de la ciudad. 18 Luego preguntó a Zébaj y Salmuná: “¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en el Tabor?”. Ellos dijeron: “Eran iguales a ti. Todos parecían príncipes”. 19 Entonces dijo Gedeón: “Ellos eran mis hermanos, hijos de mi madre. ¡Vive el Señor, que si los hubieran dejado con vida, ahora no los mataría a ustedes!”. 20 Y dijo a Yéter, su primogénito: “Anda, mátalos”. Pero el muchacho no se atrevía a sacar su espada porque aún era muy joven. 21 Entonces Zébaj y Salmuná dijeron: “Anda, mátanos tú, porque un hombre se mide por su valor”. Entonces Gedeón se levantó, mató a Zébaj y a Salmuná, y se quedó con los adornos que sus camellos llevaban en el cuello.

 

El país gozó de paz durante cuarenta años*[24]

Jue 17-18

 

22 Los hombres de Israel dijeron a Gedeón: “Reina tú sobre nosotros, y luego tu hijo y tu nieto, porque nos has librado del dominio de Madián”. 23 Gedeón les respondió: “No seré yo quien reine sobre ustedes, ni tampoco mi hijo, sino el Señor reinará sobre ustedes”. 24Luego les dijo: “Quiero hacerles una petición: Denme cada uno un anillo de los que les ha tocado como botín”; -en realidad tenían anillos de oro porque eran ismaelitas-.25 Estos le dijeron: “Te los damos con mucho gusto”. Luego extendieron un manto, y cada uno echó allí un anillo del botín. 26 El peso de los anillos de oro que había pedido ascendió a unos diecinueve kilos de oro, sin contar los prendedores, los aretes y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián, y sin tener en cuenta tampoco los collares de sus camellos. 27 Gedeón hizo con ellos un efod y lo colocó en su ciudad, en Ofrá. Todo Israel terminó yendo allí a rendir un culto idolátrico al efod, y esto fue la ruina de Gedeón y su familia. 28 Pero Madián quedó humillado ante los israelitas y no volvió a levantar cabeza. El país gozó de paz durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón.

 

No se acordaron del Señor, su Dios*[25]

29 Yerubaal, hijo de Joás, se fue a vivir a su casa. 30 Gedeón tuvo setenta hijos propios, porque tenía muchas mujeres. Además una concubina suya, que vivía en Siquén, le dio un hijo y él le puso el nombre de Abimélec. 32 Gedeón, hijo de Joás, murió en buena ancianidad y fue sepultado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiezer.

33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas dieron de nuevo culto a los ídolos y erigieron como dios a Baal Berit. 34 No se acordaron del Señor, su Dios, que los había librado del dominio de todos sus enemigos de sus alrededores, 35 ni demostraron agradecimiento a la familia de Yerubaal – Gedeón – por todo el bien que había hecho a Israel.

Proclamaron rey a Abimélec[26]

2 Re 10,1-17; 11,1-3

 

91 Abimélec, hijo de Yerubaal, fue a Siquén, donde estaban los hermanos de su madre. Habló con ellos y con todo el clan de la familia de su madre de esta manera: 2 “Pregunten a todos los señores de Siquén: ‘¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres – todos hijos de Yerubaal – o que los gobierne uno solo?’. Recuerden además que yo soy de la misma carne y sangre que ustedes”. 3 Los hermanos de su madre comunicaron todas estas palabras a los señores de Siquén y estos se pusieron de parte de Abimélec porque decían: “En verdad, él es nuestro hermano”. 4 Luego le dieron setenta monedas de plata del templo de Baal Berit y Abimélec contrató con ellas a unos hombres vagos y aventureros que le sirvieron de escolta. 5 Fue a la casa de su padre, en Ofrá, y mató sobre una misma piedra a sus hermanos, a los setenta hijos de Yerubaal. Sólo se salvó Yotán, el hijo menor de Yerubaal porque se había escondido.

6 Entonces, todos los señores de Siquén y los de Bet Miló se reunieron y proclamaron rey a Abimélec junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquén.

Los árboles se pusieron en camino para ungir un rey *[27]

Jue 9,49; 2 Re 14,9;

 

7 Dieron la noticia a Yotán y él subió a la cumbre del monte Garizín y desde allí les gritó: “Escúchenme, señores de Siquén, y que Dios los escuche a ustedes”.

8 Una vez los árboles se pusieron en camino para ungir un rey que los gobernara y dijeron al olivo: “Reina sobre nosotros”. 9 Pero el olivo les respondió: “¿Voy a renunciar yo al aceite con el cual se honra a los dioses y a los hombres para ir a mecerme por encima de los árboles?”

10 Entonces los árboles dijeron a la higuera: “Acércate y reina sobre nosotros”. 11 La higuera les respondió: “¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto para ir a mecerme por encima de los árboles?”

12 Los árboles dijeron a la vid: “Acércate y reina sobre nosotros”. 13 Pero la vid respondió: “¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a hombres y dioses para ir a mecerme por encima de los árboles?”.

14 Entonces todos los árboles dijeron a la zarza: “Acércate y reina sobre nosotros”. 15 La zarza respondió a los árboles: “Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, acérquense y refúgiense bajo mi sombra; y si no, que salga fuego de la zarza y que devore los cedros del Líbano”.

 

16 “Ahora bien, ¿acaso ustedes han actuado con sinceridad y honradez al elegir como rey a Abimélec? ¿Acaso han procedido bien con Yerubaal y su familia, comportándose como él se lo merecía? 17 – Fue mi padre quien luchó por ustedes, quien expuso su propia vida y los libró del dominio de Madián. 18 Pero ustedes se han sublevado contra la familia de mi padre, han asesinado a sus hijos, los setenta hombres sobre una misma piedra, y han elegido como rey sobre los señores de Siquén a Abimélec, al hijo de su esclava, sólo porque es hermano de ustedes. 19 Si en verdad creen que hoy han actuado con sinceridad y honradez con Yerubaal y su familia, entonces que Abimélec sea para ustedes motivo de alegría y ustedes para él. 20 Pero si no es así, que salga fuego de Abimélec y que devore a los señores de Siquén y a los de Bet Miló, y que salga fuego de los señores de Siquén y de Bet Miló y devore a Abimélec”.

21 Después, Yotán escapó, huyó y se estableció en Ber, lejos de su hermano Abimélec.

 

Los señores de Siquén traicionaron a Abimélec *[28]

 

22 Abimélec gobernó durante tres años sobre Israel. 23 Después Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélec y los señores de Siquén y estos lo traicionaron. 24 Así debía ser vengado el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubaal y su sangre debía recaer sobre Abimélec, el hermano de ellos, que los había matado, y sobre los señores de Siquén, sus cómplices en la matanza de sus hermanos.

25 Los señores de Siquén pusieron contra él hombres emboscados en las cumbres de las montañas, que además saqueaban a todos los que pasaban cerca de ellos por el camino. Entonces Abimélec fue informado de esto.

26 Gaal, hijo de Obed, vino con sus hermanos y pasaron por Siquén, y éste se ganó la confianza de los señores de Siquén. 27 Gaal y sus hermanos salieron al campo, cosecharon sus viñas, hicieron vino, organizaron festejos y entraron en el templo de su dios; comieron, bebieron y maldijeron a Abimélec. 28 En esa oportunidad Gaal, hijo de Obed, dijo: “¿Quién es Abimélec y qué es Siquén para que tengamos que someternos a ellos? ¿No estuvieron sometidos el hijo de Yerubaal y su lugarteniente Zebul, a los hombres de Jamor, padre de Siquén? ¿Por qué hemos de someternos nosotros a él? 29 Si tuviera este pueblo en mis manos, quitaría de en medio a Abimélec y le diría: ‘Refuerza tu ejército y acércate a combatir’”.

30 Zebul, gobernador de la ciudad, se enteró de las palabras de Gaal, hijo de Obed y se enfureció. 31 Envió disimuladamente mensajeros a Abimélec para que le comunicaran: “Gaal, hijo de Obed, y sus hermanos han venido a Siquén y están sublevando a la ciudad contra ti. 32 Levántate por la noche, tú con tu gente y tiéndeles una emboscada en el campo. 33 Mañana por la mañana, al salir el sol, madruga y asalta la ciudad; cuando Gaal salga con los suyos para atacarte, podrás hacer con ellos lo que te parezca”. 34 Abimélec se levantó de noche con toda su gente y tendieron una emboscada cerca de Siquén en cuatro grupos. 35 Gaal, hijo de Obed, salió y se detuvo junto a la entrada de la puerta de la ciudad. Entonces Abimélec y su gente salieron de la emboscada. 36 Gaal los vio y dijo a Zebul: “Mira, baja gente de las cumbres de las montañas”. Pero Zebul respondió: “Son las sombras de las montañas que te parecen hombres”. 37 Gaal volvió a insistir y dijo: “Es gente que baja del Ombligo de la Tierra, y otro grupo viene por el camino de la Encina de los Adivinos”. 38 Entonces Zebul lo increpó: “¿No eras tú el que decía: ‘quién es Abimélec para que estemos sometidos a él?’ ¿No es ésta la gente que tú despreciabas? Enfréntalos ahora y preséntales batalla”. 39 Gaal salió al frente a los señores de Siquén y presentó batalla a Abimélec. 40 Abimélec lo persiguió, pero él escapó; muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta de la ciudad. 41 Abimélec se instaló en Arumá y Zebul expulsó a Gaal y a sus hermanos impidiéndoles habitar en Siquén.

 

Así se cumplió la maldición de Yotán*[29]

 

42 Al día siguiente, la gente de Siquén salió al campo y dieron la noticia a Abimélec. 43 Este tomó a su gente, los dividió en tres grupos, tendió una emboscada en el campo y se quedó aguardando. Los atacó justo en el momento en que la gente salía de la ciudad y los derrotó. 44 Después del ataque, Abimélec y sus hombres tomaron posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad, mientras los otros dos grupos atacaban a todos los que estaban en el campo y así los derrotaron. 45 Abimélec, solo después de estar combatiendo todo aquel día, pudo conquistar la ciudad y pasar a cuchillo a toda su población. A continuación la arrasó y esparció sal sobre ella.

46 Los señores de Torre de Siquén se enteraron y se refugiaron en la cripta del templo de El Berit. 47 Dieron la noticia a Abimélec de que todos los señores de Torre de Siquén estaban reunidos allí. 48 Entonces subió con su gente al monte Salmón, tomó con la mano un hacha, cortó la rama de un árbol, la cargó sobre sus espaldas y dijo a la gente que estaba con él: “Lo que me han visto hacer, apúrense y háganlo también ustedes”. 49 Cada uno cortó su rama y siguieron a Abimélec. Colocaron las ramas sobre la cripta y les prendieron fuego. Así murieron también los habitantes de Torre de Siquén, unos mil entre hombres y mujeres.

50 Después Abimélec se dirigió a Tebes, la sitió y la conquistó. 51 En medio de la ciudad había una torre fortificada, y allí se refugiaron los hombres, las mujeres y los señores de la ciudad. La cerraron por dentro y subieron a la terraza de la torre. 52 Abimélec llegó hasta la torre, la atacó y se acercó a la puerta de la torre para incendiarla. 53 Pero una mujer le arrojó una rueda de molino sobre la cabeza y le rompió el cráneo. 54 Inmediatamente él llamó a su escudero y le dijo: “Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí ‘una mujer lo mató’”. Entonces el escudero lo traspasó con la espada y murió. 55 Los israelitas al ver que Abimélec había muerto, se marcharon cada uno a su casa.

56 Dios hizo recaer sobre Abimélec todo el mal que había hecho a su padre, al matar a sus setenta hermanos, 57 como también hizo recaer sobre la cabeza de los hombres de Siquén toda su maldad. Así se cumplió sobre ellos la maldición de Yotán, hijo de Yerubaal.

 

  1. Tolá[30]

Tolá actuó como juez en Israel

 

101 Después de Abimélec, surgió, para salvar a Israel, Tolá, hijo de Fuá, hijo de Dodó, de la tribu de Isacar. Vivía en Samir, en las montañas de Efraín. 2 Actuó como juez en Israel veintitrés años. Murió y fue sepultado en Samir.

 

  1. Yaír[31]

Yaír, de Galaad, actuó como juez en Israel

 

3 Después de él surgió Yaír, de Galaad. Actuó como juez en Israel durante veintidós años. 4 Tuvo treinta hijos, que montaban treinta burros y tenían treinta ciudades que se llaman todavía ‘Poblados de Yaír’, en la tierra de Galaad. 5 Yaír murió y fue sepultado en Camón.

 

  1. Jefté[32]

El Señor entregó a Israel en poder de los filisteos y de los amonitas[33]

Jue 2,11-23

 

6 Los israelitas volvieron a ofender al Señor con su conducta; adoraron a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram, de Sidón, de Moab, de los amonitas y de los filisteos. Abandonaron al Señor y no le dieron culto. 7 Entonces el Señor se enfureció contra Israel y lo entregó en poder de los filisteos y de los amonitas. 8 A partir de aquel año, y por dieciocho años, estos oprimieron duramente a todos los israelitas que vivían al otro lado del Jordán, en el territorio de los amorreos que está en Galaad. 9 Además los amonitas cruzaron el Jordán para combatir también contra Judá, Benjamín y la familia de Efraín. Israel se vio así en un grave aprieto. 10 Los israelitas clamaron al Señor diciendo: “Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a nuestro Dios y hemos dado culto a los Baales”. 11 El Señor les respondió: “Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, 12 los sidonios, los amalecitas y los madianitas los oprimían y ustedes clamaron hacia mí, yo los salvé de su poder. 13 Pero ustedes me abandonaron y fueron a dar culto a otros dioses; por eso no seguiré salvándolos. 14 Vayan e invoquen a los dioses que ustedes han elegido. Que ellos los salven en el momento de la angustia”. 15 Los israelitas insistieron: “¡Hemos pecado! Trátanos como bien te parezca, pero, por favor, hoy sálvanos”. 16 Ellos hicieron desaparecer los dioses extranjeros y dieron culto al Señor. Y el Señor no pudo soportar más el sufrimiento de Israel.

17 Los amonitas se reunieron y acamparon en Galaad; también los israelitas se reunieron y acamparon en Mispá. 18 Entonces el pueblo y los jefes de Galaad se dijeron unos a otros: “Quien emprenda el combate contra los amonitas, será el jefe de todos los habitantes de Galaad”.

 

En busca de Jefté*[34]

 

111 Existía un guerrero valiente, Jefté, el galadita; era hijo de Galaad y de una prostituta. 2 Pero la esposa de Galaad también le dio hijos. Estos se hicieron mayores y echaron a Jefté diciéndole: “Tú no tendrás parte en la herencia de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer”. 3 Jefté se alejó de sus hermanos y se estableció en el país de Tob. A Jefté se le unió un grupo de gente aventurera que salía con él en sus correrías.

4 Al cabo de un tiempo, los amonitas atacaron a Israel. 5 Cuando los amonitas atacaron a Israel, los ancianos de Galaad fueron a Tob en busca de Jefté 6 y le pidieron: “Ven, sé nuestro jefe para que ataquemos a los amonitas”. 7 Jefté les contestó: “¿No son ustedes los que me odiaban, de modo que me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué recurren a mí ahora cuando se ven en aprietos?”. 8 Los ancianos de Galaad respondieron: “Precisamente por eso ahora recurrimos a ti, para que vengas con nosotros, para que combatas contra los amonitas y para que seas nuestro jefe, el de todos los habitantes de Galaad”. 9 Él les dijo: “Si me hacen volver para luchar contra los amonitas y si el Señor me los entrega, yo seré el jefe de ustedes”. 10 Los ancianos de Galaad le contestaron: “El Señor es testigo entre nosotros. Haremos todo como tú dices”. 11 Jefté se fue entonces con los ancianos de Galaad y el pueblo lo proclamó su jefe y comandante. Ya en Mispá, Jefté reiteró todas sus condiciones delante del Señor.

 

Que el Señor, el juez, juzgue hoy entre los israelitas y los amonitas *[35]

Dt 2,18-19.26-37; Nm 20,14-21; 21,21-31; Jos 24,9-10; 2 Sm 10,6-15; 12,26-31

 

12 Jefté envió mensajeros al rey de los amonitas para decirle: “¿Qué te he hecho para que vengas a hacerme la guerra en mi propia tierra?”. 13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté: “Lo que pasa es que Israel se apoderó de mi territorio cuando subía de Egipto, desde el Arnón hasta el Yaboc y el Jordán. Devuélvemelo ahora pacíficamente”. 14 Jefté envió de nuevo mensajeros al rey de los amonitas, 15 para decirle: “Jefté dice así: Israel no se apoderó de la tierra de Moab, ni de la tierra de Amón. 16 Cuando subió de Egipto, Israel marchó por el desierto hasta el mar Rojo y llegó a Cadés. 17 Desde allí envió mensajeros al rey de Edom para avisarle: ‘Permíteme pasar por tu tierra’. Pero el rey se negó. También envió mensajeros al rey de Moab, pero éste tampoco quiso acceder, e Israel permaneció en Cadés. 18 Luego continuó por el desierto, bordeando el territorio de Edom y de Moab y llegó a la frontera este de Moab. Acampó al otro lado del Arnón, sin entrar en el territorio de Moab, porque el Arnón está en el límite de Moab. 19 Israel envió también mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Jesbón, para pedirle: ‘Permíteme cruzar por tu tierra para ir a mi destino’. 20 Pero Sijón, que desconfiaba de Israel, no lo dejó pasar por su territorio, sino que reunió a su gente, acampó en Yasá y atacó a Israel. 21 El Señor, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su pueblo en poder de Israel, que los derrotó, y se apoderó del territorio de los amorreos que vivían en aquella región. 22 Así ocupó todo el territorio de los amorreos, desde el Arnón hasta el Yaboc, y desde el desierto hasta el Jordán. 23 Y ahora que el Señor, Dios de Israel, expulsó a los amorreos ante su pueblo Israel, ¿tú quieres expulsarnos? 24 ¿Acaso no tienes todo lo que te ha dado en posesión tu dios Camós? ¿No vamos a retener como posesión todo lo que el Señor nuestro Dios nos ha dado? 25 ¿Eres tú mejor que Balac, hijo de Sipor, rey de Moab? ¿Se atrevió él a entrar en litigio con Israel, o le hizo la guerra? 26 Hace ya trescientos años que Israel se estableció en Jesbón y en sus poblados, en Aroer y en sus poblados y en todas las ciudades que están a orillas del Arnón, ¿por qué ustedes en todo este tiempo no los han recuperado? 27 Yo no te he ofendido; eres tú el que procede mal declarándome la guerra. Que el Señor, el juez, juzgue hoy entre los israelitas y los amonitas”.

28 Pero el rey de los amonitas no tuvo en cuenta lo que Jefté le había mandado decir.

 

Jefté cumplió con su hija el voto que había hecho *[36]

Gn 22,1-19; 2 Re 3,27; Miq 6,7

 

29 El espíritu del Señor descendió sobre Jefté, y él recorrió Galaad y Manasés, atravesó Mispá de Galaad y desde allí pasó al territorio de Amón. 30 Jefté hizo el siguiente voto al Señor: “Si entregas en mi poder a los amonitas, 31 el primero que salga por la puerta de mi casa para venir a mi encuentro, cuando regrese vencedor de los amonitas, será para el Señor y lo ofreceré en holocausto”.

32 Jefté partió para la guerra contra los amonitas, y el Señor los entregó en su poder. 33 Jefté los derrotó, desde Aroer hasta la entrada de Menit –eran en total veinte ciudades–, y hasta Abel Queramín. Fue una gran derrota y así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.

34 Jefté regresó a su casa en Mispá, y de pronto le salió a su encuentro su hija, danzando y tocando panderetas. Era su única hija; fuera de ella no tenía otros hijos. 35 Al verla rasgó sus ropas y gritó: “¡Hija mía, me has destrozado! Tú eres la causa de mi desgracia. Yo me comprometí ante el Señor y no puedo retractarme”. 36 Ella le respondió: “Si te comprometiste ante el Señor, cumple tu promesa respecto a mí, ya que el Señor te ha concedido vengarte de tus enemigos, los amonitas”. 37 Luego añadió: “Concédeme este favor: déjame libre dos meses, para que vaya por las montañas a llorar con mis amigas, por no haber tenido hijos”. 38 Él le respondió: “Puedes hacerlo”; y la dejó ir por dos meses. Ella se fue con sus amigas y anduvo llorando por las montañas por haber quedado virgen. 39 Al cabo de los dos meses volvió a su casa y su padre cumplió con ella el voto que había hecho. Como ella no había tenido relaciones con ningún varón, se hizo costumbre en Israel 40 que cada año, las jóvenes israelitas vayan cuatro días a conmemorar a la hija de Jefté, el galadita.

Los de Galaad derrotaron a los efrainitas *[37]

Jue 8,1-3

 

121 Los efrainitas se reunieron, cruzaron hacia el norte y le reprocharon a Jefté: “¿Por qué fuiste a combatir contra los amonitas y no nos llamaste para que fuéramos contigo? Te vamos a quemar a ti y a tu familia”. 2 Jefté les contestó: “Cuando yo y mi pueblo estábamos en un grave conflicto con los amonitas, yo les pedí ayuda pero ustedes no vinieron a salvarme de ellos. 3Así comprobé que no tenía ninguna ayuda, y arriesgué mi propia vida, marché contra los amonitas y el Señor los entregó en mi poder. ¿Por qué vienen ahora a hacerme la guerra?”.

4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y presentó batalla a Efraín. Los de Galaad derrotaron a los efrainitas, que decían de los de Galaad: “Ustedes no son más que fugitivos de Efraín”, porque Galaad está en medio de Efraín y en medio de Manasés. 5 Galaad ocupó los pasos del río Jordán, y cuando uno de los fugitivos de Efraín decía: “Déjame pasar”, los hombres de Galaad le preguntaban: “¿Eres de Efraín?”, y si respondía: “No”, 6 le ordenaban: “Di shibólet”. Si decía sibólet, porque no podía pronunciar correctamente, lo detenían y lo mataban junto a los pasos del río Jordán. En aquella ocasión perecieron cuarenta y dos mil efrainitas.

7 Jefté actuó como juez en Israel durante seis años. Murió Jefté, el galadita, y fue sepultado en su ciudad de Galaad.

  1. Ibsán[38]

 Ibsán actuó como juez en Israel

8 Después de Jefté, Ibsán de Belén actuó como juez en Israel. 9 Tuvo treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó con extranjeros, y trajo treinta mujeres extranjeras para sus hijos. Actuó como juez en Israel durante siete años. 10 Ibsán murió y fue sepultado en Belén.

  1. Elón ♦[39]

Elón actuó como juez en Israel

11 Después de él, Elón, que era de Zabulón, actuó como juez en Israel. Fue juez en Israel durante diez años. 12 Elón, el zabulonita, murió y fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón.

  1. Abdón ♦[40]

Abdón actuó como juez en Israel

13 Después de él, Abdón, hijo de Hilel, de Faratón, actuó como juez en Israel. 14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos que montaban setenta burros. Fue juez en Israel durante ocho años. 15 Abdón, hijo de Hilel, de Faratón, murió y fue sepultado en el territorio de Efraín, en la montaña de los amalecitas.

  1. Sansón[41]

La mujer dio a luz un hijo y le puso el nombre de Sansón *[42]

Gn 11,30; 18.1-15; 32,30; Nm 6; 1 Sm 1; Lc 1,5-25;

 

131 Los israelitas volvieron a ofender al Señor con su conducta y el Señor los entregó al poder de los filisteos durante cuarenta años. 2 Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manoaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos. 3 El ángel del Señor se le apareció a la mujer y le dijo: “Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. 4 En adelante deja de beber vino o bebidas alcohólicas y no comas nada impuro, 5 porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja sobre su cabeza porque el niño estará consagrado a Dios desde el vientre materno. Él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos”.

6 La mujer fue a decir a su marido: “Un hombre de Dios ha venido a verme, y su aspecto era tan imponente que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde venía, ni él me dijo su nombre, 7 pero me anunció: ‘vas a concebir y darás a luz un hijo; en adelante deja de beber vino o bebidas alcohólicas, y no comas nada impuro porque el niño estará consagrado a Dios desde el vientre materno hasta el día de su muerte’”. 8 Entonces Manoaj hizo esta súplica al Señor: “Te ruego, Dios mío, que el hombre de Dios que enviaste venga de nuevo a visitarnos, para que nos indique lo que debemos hacer con el niño que va a nacer”.

9 Dios escuchó la súplica de Manoaj y el ángel de Dios se presentó otra vez a la mujer, mientras estaba en el campo, pero Manoaj, su marido, no estaba con ella. 10 La mujer corrió enseguida a avisar a su marido y le dijo: “Se me apareció el hombre que vino a verme el otro día”. 11 Manoaj siguió de inmediato a su mujer, llegó a donde estaba el hombre y le dijo: “¿Eres tú el hombre que ha hablado a esta mujer?”. “Sí”, respondió. 12 Entonces Manoaj le preguntó: “Cuando se cumplan tus palabras, ¿qué forma de vida debe llevar el niño y cuál debe ser su conducta?”. 13 El ángel del Señor le respondió: “Ella debe abstenerse según todo lo que le he dicho: 14 no debe probar del fruto de la viña, ni beber vino, tampoco bebidas alcohólicas, ni comer nada impuro. Ella debe observar todo lo que he mandado”. 15 Entonces Manoaj dijo al ángel del Señor: “Quédate con nosotros y prepararemos un cabrito en tu honor”. 16 El ángel del Señor le dijo: “Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida; pero si quieres preparar un holocausto para el Señor, ofréceselo”. Manoaj no sabía que ése era el ángel del Señor. 17 Luego Manoaj le preguntó: “¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumplan tus palabras te podamos honrar?”. 18 El ángel del Señor le respondió: “¿Por qué preguntas por mi nombre que es misterioso?”.

19 Entonces Manoaj tomó el cabrito y la ofrenda y los ofreció sobre la roca en holocausto al Señor, que hace maravillas en sus acciones. Mientras tanto Manoaj y su mujer seguían observando. 20 Sucedió que cuando la llama del altar subía hacia el cielo, el ángel del Señor subió envuelto en ella a la vista de Manoaj y su mujer, que se postraron con el rostro en tierra. 21 El ángel del Señor ya no volvió a aparecer a Manoaj, ni a su mujer. Así Manoaj reconoció que era el ángel del Señor. 22 Entonces dijo a su mujer: “¡Vamos a morir, porque hemos visto a Dios!”. 23 Pero su mujer le dijo: “Si el Señor hubiera querido matarnos no habría aceptado el holocausto ni la ofrenda, no nos habría mostrado todas estas cosas, ni ahora mismo nos habría comunicado todo esto”.

24 La mujer dio a luz un hijo y le puso el nombre de Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. 25 El espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él, en el campamento de Dan, entre Sorá y Estaol.

Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura *[43]

Gn 24,3-4; 28,1-2; 38,12; 1 Sm 17,34-35

 

141 Sansón bajó a Timná y allí le llamó la atención una mujer filistea. 2 Entonces fue a decir a sus padres: “He visto en Timná una mujer filistea, pídanmela como esposa”. 3 Sus padres le respondieron: “¿Es que no hay muchachas en nuestra tribu y en todo el pueblo para que vayas a elegir una esposa entre esos filisteos incircuncisos?”. Pero Sansón contestó a su padre: “Tráeme a esa, porque ella es la que me gusta”. 4 Sus padres no sabían que esto procedía del Señor, quien buscaba un pretexto contra los filisteos que dominaban a Israel en ese tiempo.

 5Sansón bajó a Timná junto con su padre y su madre y llegaron a las viñas de Timná. De pronto salió al encuentro de Sansón un cachorro de león rugiendo. 6 El espíritu del Señor invadió a Sansón y sin tener nada en la mano, despedazó al león como se despedaza un cabrito. Pero él no contó ni a su padre ni a su madre nada de lo que había hecho. 7 Luego bajó a Timná y conversó con la mujer, la cual le agradó.

8 Al cabo de un tiempo, Sansón volvió para casarse con ella. Se desvió del camino para ver el cadáver del león y vio que en su cuerpo había un enjambre de abejas con miel. 9 Sacó el panal de miel con sus manos y se lo fue comiendo. Llegó a donde estaban sus padres y les ofreció miel y ellos también comieron. Pero él no les dijo que la había sacado del cadáver del león. 10 Su padre bajó a la casa de la joven y Sansón preparó una fiesta de siete días, según es la costumbre entre los jóvenes. 11Al verlo, los filisteos eligieron treinta muchachos para que estuvieran con él.

 12 Sansón les dijo: “Les voy a proponer una adivinanza; si me dan la solución dentro de los siete días de la fiesta y aciertan, les daré treinta piezas de lino fino y treinta vestidos preciosos; 13 en caso contrario, ustedes me los darán a mí”. Ellos respondieron: “Dinos la adivinanza, que te escuchamos”. 14 Él les dijo: “Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura”. Pero durante tres días no pudieron resolver la adivinanza. 15 Al cuarto día, dijeron a la mujer de Sansón: “Seduce a tu marido para que nos resuelva la adivinanza; de lo contrario te quemaremos a ti y a tu familia o, ¿es que nos han invitado para quedarse con lo nuestro?”.16 La mujer se puso a llorar en brazos de Sansón y le dijo: “Tú no me quieres; tú no me amas. Has propuesto una adivinanza a los muchachos de mi pueblo, y no me la has explicado a mí”. Él le respondió: “No la he explicado ni a mi padre, ni a mi madre, y ¿te la voy a explicar a ti?”. 17 Ella se pasó llorándole los siete días del banquete; y él ante tanta insistencia, al séptimo día acabó por explicársela. Entonces ella comunicó la explicación a los muchachos de su pueblo. 18 El séptimo día, los de la ciudad dijeron a Sansón, antes que entrara en la habitación matrimonial: “¿Qué hay más dulce que la miel y, más fuerte que el león?”. Entonces él les contestó: “Si no hubieran arado con mi novilla, no habrían acertado mi adivinanza”.

19 Luego el espíritu del Señor lo invadió, bajó a Ascalón y mató a treinta hombres; los desnudó y entregó esos vestidos a los que habían resuelto la adivinanza. Después, enfurecido, regresó a la casa de su padre. 20 Uno de los compañeros que habían estado con Sansón se quedó con su mujer.

Con la quijada de un burro… mató a mil hombres*[44]

151 Algún tiempo después, para la cosecha del trigo, Sansón fue a visitar a su mujer, llevando un cabrito de regalo, y pensando: “Quiero estar a solas con mi mujer en el cuarto”. Pero el padre de ella no lo dejó entrar, 2 diciéndole: “Pensé que ya no la querías y se la di a uno de tus compañeros. Aquí está su hermana menor, que es más hermosa que ella, tómala en su lugar”. 3 Pero Sansón le replicó: “De ahora en adelante soy inocente del daño que pueda causar a los filisteos”.

4 Entonces se fue, cazó trescientos zorros y preparó antorchas; ató a los animales cola con cola y puso una antorcha entre las dos colas. 5 Después prendió fuego a las antorchas y soltó a los zorros por los campos sembrados de los filisteos. Así prendió fuego a las gavillas, al trigo sin cosechar y hasta las viñas y los olivares. 6 Los filisteos preguntaron: “¿Quién ha hecho esto?”. Les dijeron: “Sansón, el yerno del timnita, porque éste le quitó su mujer y se la dio a un compañero suyo”. Entonces los filisteos subieron y la quemaron a ella y a su padre. 7 Sansón les dijo: “Ya que se comportan así, no voy a parar hasta vengarme de ustedes”.8 Los golpeó a más no poder y a todos dejó muy maltrechos. Descendió de allí y se quedó a vivir en la cueva de la roca de Etán.

9 Los filisteos salieron, acamparon en tierras de Judá e hicieron incursiones en torno a Lejí. 10 Los hombres de Judá les preguntaron: “¿Por qué han venido a pelear contra nosotros?”. Ellos respondieron: “Hemos venido a llevar atado a Sansón, para tratarlo como él lo hizo con nosotros”. 11 Entonces, tres mil hombres de Judá bajaron a la cueva de la roca de Etán y dijeron a Sansón: “¿No sabes que los filisteos nos tienen dominados? ¿Qué nos has hecho?”. Él les respondió: “Yo los traté como ellos me trataron a mí”. 12 Pero ellos le dijeron: “Hemos bajado para atarte y entregarte a los filisteos”. Él les dijo: “¡Júrenme que ustedes no me van a matar!”. 13 Ellos le contestaron: “No, no te mataremos. Nosotros sólo queremos atarte y entregarte a ellos”. Entonces lo ataron con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de la cueva.

 14 Cuando él llegaba a Lejí, los filisteos corrieron a su encuentro dando gritos de triunfo. Entonces el espíritu del Señor lo invadió; las cuerdas de sus brazos fueron como hilos de lino quemados por el fuego y las ataduras se deshicieron entre sus manos. 15 Sansón encontró una quijada de burro aún fresca, extendió su mano, la tomó y con ella mató a mil hombres. 16 Y exclamó:

“Con la quijada de un burro hice un montón de cadáveres;

con la quijada de un burro dejé tendidos a mil hombres”.

 

17 Al terminar de hablar, arrojó la quijada y llamó a aquel lugar Ramat Lejí – es decir, Alto de la Quijada-. 18 Después sintió mucha sed e invocó al Señor diciendo: “Tú has concedido esta gran victoria por medio de tu servidor y ahora, ¿voy a morir de sed y caer en manos de los incircuncisos?”. 19 Entonces Dios abrió la fuente que hay en Lejí y de ella brotó agua. Sansón bebió, se sintió reanimado y recobró las fuerzas. Así, a esta fuente, que existe hasta el día de hoy en Lejí, se puso el nombre de Ain Hacoré – es decir, Fuente del Grito -.

20 Sansón actuó como juez en Israel durante veinte años en la época de los filisteos.

Sansón se dirigió a Gaza*[45]

161 Sansón se dirigió a Gaza; vio allí una prostituta y entró en su casa. 2 Cuando anunciaron a la gente de Gaza: “¡Ha llegado Sansón!”, lo cercaron, se pusieron al acecho junto a las puertas de la ciudad y estuvieron a la expectativa toda la noche, diciéndose: “Lo mataremos al despuntar el alba”. 3 Sansón estuvo acostado hasta la medianoche. A la medianoche se levantó, tomó las hojas de la puerta de la ciudad y el marco que las sostenía, los arrancó con sus barrotes, los cargó sobre sus hombros y los llevó a la cumbre de la montaña que está frente a Hebrón.

Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila*[46]

Jue 14,15-18

 

4 Después de esto, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sórec, llamada Dalila. 5 Los príncipes de los filisteos fueron a verla y le propusieron: “Sedúcelo y averigua de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos hacer para atarlo y tenerlo sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata”. 6 Dalila dijo a Sansón: “Dime, por favor, ¿de dónde proviene tu enorme fuerza, y cómo habría que hacer para atarte y someterte?”. 7 Sansón le contestó: “Si me ataran con siete cuerdas frescas, sin secar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera”. 8 Los príncipes de los filisteos le llevaron siete cuerdas frescas, sin secar, y la mujer lo ató con ellas. 9 Como ella tenía hombres emboscados en su habitación, le gritó: “¡Sansón, los filisteos se te vienen encima!”. Pero él rompió las cuerdas como se rompe un cordón de estopa consumido por el fuego. Así nadie descubrió el secreto de su fuerza.

10 Dalila dijo a Sansón: “Me has engañado. Me has dicho una mentira. Ahora, dime, ¿con qué habría que atarte?”. 11 Él le respondió: “Si me ataran fuertemente con cuerdas nuevas y sin usar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera”. 12 Dalila tomó cuerdas nuevas y lo ató con ellas y le gritó: “¡Sansón, los filisteos se te vienen encima!”, pues había hombres emboscados en la habitación. Pero, él rompió como un hilo las cuerdas que tenía sobre sus brazos. 13 Dalila le dijo: “Hasta ahora solo te has estado burlando de mí y no me has dicho más que mentiras. Dime, ¿cómo habría que atarte?”. Él le respondió: “Si entretejes siete trenzas de mi cabellera con la cuerda de un telar 14 y la sujetas con un clavo de tejedor, quedaría sin fuerzas y sería como un hombre cualquiera”. Ella lo hizo dormir, entretejió las siete trenzas con la cuerda de un telar, las sujetó con una estaca de tejedor y le gritó: “¡Sansón, los filisteos se te vienen encima!”. Pero él se despertó y arrancó el clavo del tejedor y el telar. Y así no se supo tampoco el secreto de su fuerza.* 15 Dalila le dijo: “¿Cómo puedes decir que me amas si tu corazón no está conmigo? Por tres veces te has burlado de mí y no me has descubierto el secreto de tu fuerza extraordinaria”. 16 Como ella lo presionaba diariamente con sus palabras, lo importunaba y lo fastidiaba hasta morir, 17 le abrió su corazón y le contó: “La navaja no ha pasado nunca sobre mi cabeza porque estoy consagrado a Dios desde el vientre de mi madre. Si me cortaran el cabello totalmente, perdería mi fuerza, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera”. 18 Dalila comprendió que le había dicho la verdad y mandó llamar a los príncipes de los filisteos, diciendo: “Vengan esta vez, porque me ha dicho la verdad”. Cuando los príncipes de los filisteos fueron a verla, trajeron el dinero convenido. 19 Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre, que le cortó a instancias de ella las siete trenzas de su cabeza. Entonces Sansón comenzó a perder su vigor y su fuerza se apartó de él. 20 Ella gritó: “¡Sansón, los filisteos se te vienen encima!”. Sansón se despertó de su sueño y pensó: “Saldré victorioso como otras tantas veces y me libraré de ellos”. Pero él no sabía que el Señor se había apartado de él. 21 Entonces los filisteos lo apresaron, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo ataron con doble cadena de bronce y lo metieron en la cárcel para que hiciera rodar el molino del grano. 22 Pero su cabello apenas cortado, comenzó a crecer.

 

¡Muera yo junto con los filisteos!*[47]

23 Los príncipes de los filisteos, que se habían reunido para ofrecer un gran sacrificio en honor de Dagón, su dios, y celebrar con alegría, declararon: “Nuestro dios nos ha entregado a Sansón, nuestro enemigo”. 24 Entonces el pueblo, al verlo, alabó a su dios, proclamando: “Nuestro dios nos ha entregado a nuestro enemigo, el que devastaba nuestro país y el que multiplicaba nuestros muertos”.

25 Cuando ya estaban todos muy alegres, dijeron: “Traigan a Sansón para que nos divierta”. Trajeron a Sansón de la cárcel y él los estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas. 26 Sansón dijo entonces al joven que lo llevaba de la mano: “Déjame palpar las columnas que sostienen la casa para apoyarme en ellas”.27 El edificio estaba repleto de hombres y mujeres; estaban allí todos los príncipes de los filisteos y sobre la terraza había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían mirando a Sansón. 28 Entonces Sansón invocó al Señor con estas palabras: “Señor, Dios mío, acuérdate de mí y concédeme la fuerza por esta única vez, para que pueda vengarme de un solo golpe de los filisteos por la pérdida de mis ojos”. 29 Luego palpó las dos columnas centrales que sostenían el edificio e hizo presión sobre ellas, una con la mano derecha y la otra con la mano izquierda. 30 Y gritó: “¡Muera yo junto con los filisteos!”. Después empujó con fuerza y el edificio se desplomó sobre los príncipes y toda la gente allí reunida. Sucedió así que Sansón mató muchos más al morir, que los que había matado en vida.

31 Sus hermanos y toda la familia de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo sepultaron entre Sorá y Estaol, en la tumba de Manoaj, su padre. Sansón había actuado como juez en Israel durante veinte años.

III. Apéndices ♦­[48]

  1. Emigración danita y origen de su santuario[49]

Micá consagró al levita y se convirtió en su sacerdote

Éx 20,4-6; 32,25-32; Dt 5,8-10; 1 Re 12,20-31

 

171 Había un hombre de la montaña de Efraín llamado Micá. 2 Cierto día dijo a su madre: “Las mil cien monedas de plata que se te desaparecieron, por las que pronunciaste una maldición ante mí, las tengo yo aquí; yo las había tomado”. Su madre respondió: “El Señor te bendiga, hijo mío”. 3 Micá devolvió las mil cien monedas de plata a su madre, y ella le contó: “Yo había consagrado solemnemente este dinero al Señor por mi hijo, para hacer un ídolo de madera y una imagen de metal”. Él respondió: “Pero, ahora yo te lo devuelvo”; 4 y devolvió el dinero a su madre. Ella tomó doscientas monedas de plata y se las dio a un fundidor, el cual fabricó un ídolo de madera y una imagen de metal, y los colocó en la casa de Micá. 5 Como este hombre tenía su santuario, hizo después un efod y unos terafim y también consagró uno de sus hijos para que oficiara de sacerdote.

6 Como en aquel tiempo no había rey en Israel, cada uno hacía lo que quería.

7 Había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y residía allí mismo como inmigrante. 8 Partió de Belén de Judá para establecerse donde pudiera. Mientras iba de camino, llegó a la montaña de Efraín, a la casa de Micá, 9 y éste le preguntó: “¿De dónde vienes?”. Él respondió: “Soy un levita de Belén de Judá y voy de camino para establecerme donde pueda”.10 Micá le propuso: “Quédate conmigo y serás para mí un padre y un sacerdote. Yo te daré diez monedas de plata por año, la ropa y la comida”. El levita fue 11 y aceptó quedarse con aquel hombre, quien trató al joven como a uno de sus hijos. 12 Micá consagró al levita, y el joven se convirtió en su sacerdote y se quedó en su casa. 13 Entonces Micá exclamó: “Ahora sé que el Señor me hará prosperar, porque tengo a este levita como sacerdote”.

El viaje que han emprendido está bajo la mirada del Señor

Jos 19,40-48

 

181 En el tiempo en que no había rey en Israel, también la tribu de Dan andaba buscando un territorio donde habitar, porque hasta ese momento no había obtenido su herencia en medio de las tribus de Israel. 2 Entonces los danitas enviaron desde sus confines a cinco hombres de su propio clan, hombres valientes de Sorá y Estaol, para hacer un reconocimiento de la tierra y explorarla, encomendándoles: “¡Vayan y exploren el territorio!”. Así llegaron a la montaña de Efraín, a la casa de Micá y pasaron la noche allí. 3 Cuando estaban en casa de Micá, estos reconocieron la voz del joven levita, se le acercaron y le preguntaron: “¿Quién te ha traído aquí? ¿Qué es lo que haces en este lugar? ¿En qué te estás ocupando?”. 4 Él les contó: “Micá me ha tratado de esta y de esta otra manera; me ha tomado a sueldo, y soy su sacerdote”. 5 Ellos le dijeron: “Consulta entonces a Dios, para que sepamos si vamos a tener éxito en este viaje que hemos emprendido”. 6 El sacerdote les dijo: “Vayan en paz, porque el viaje que han emprendido está bajo la mirada del Señor”.

7 Los cinco hombres partieron y llegaron hasta Lais. Vieron que la gente del lugar vivía segura, a la manera de los sidonios, tranquilos y confiados, que no había en esa tierra ningún déspota que los humillase con su poder, que estaban alejados de los sidonios y que no dependían de nadie. 8 Después regresaron a Sorá y Estaol, donde estaban sus hermanos, quiénes les preguntaron: “¿Qué noticias traen?”. 9 Ellos respondieron: “¡Arriba! Subamos ahora mismo contra ellos, porque la región que hemos visto es excelente. ¿Por qué se quedan quietos? Rápido, no se demoren en ir a tomar posesión de esa tierra. 10 Apenas lleguen, encontrarán a un pueblo confiado y el territorio es amplio y espacioso. Dios se los ha entregado a ustedes. Es un lugar donde no falta nada de cuanto puede haber sobre la tierra”.

¿Prefieres ser sacerdote de una sola familia o serlo de una tribu?

11 Entonces de allí mismo, de Sorá y Estaol, partieron seiscientos hombres de la tribu de Dan, bien armados para la guerra. 12 Subieron y acamparon en Quiriat Yearín, en Judá, -por eso aquel lugar se llama todavía hoy ‘el campamento de Dan’; es el que está detrás de Quiriat Yearín-. 13 De allí cruzaron las montañas de Efraín y llegaron a la casa de Micá. 14 Entonces tomaron la palabra los cinco hombres que habían ido a explorar la región de Lais y dijeron a sus hermanos: “¿No saben ustedes que entre estas casas hay un efod, unos terafim, un ídolo de madera y una imagen de metal fundido? Piensen qué conviene hacer”. 15 Se desviaron hacia allá, llegaron a la casa del joven levita, a la casa de Micá, y lo saludaron formalmente. 16 Mientras los seiscientos hombres danitas armados para la guerra se pusieron en guardia ante la puerta de entrada, 17 aquellos cinco hombres que habían explorado el país subieron, entraron en la casa, se apoderaron del ídolo de madera, del efod, de los terafim y de la imagen de metal fundido. Mientras tanto el sacerdote estaba de pie, junto a la puerta con los seiscientos hombres preparados para la guerra. 18 Al ver que ellos habían entrado en la casa de Micá y se habían apoderado del ídolo de madera, del efod, de los terafim y de la imagen de metal fundido, el sacerdote les preguntó: “¿Qué es lo que están haciendo?”. 19 Ellos le respondieron: “¡Cállate! Cierra la boca. Acompáñanos y serás para nosotros un padre y un sacerdote. ¿Prefieres ser sacerdote de una sola familia o serlo de una tribu y de todo un clan en Israel?”. 20 Entonces el sacerdote se puso muy contento, tomó el ídolo de madera, el efod, los terafim y la imagen de metal fundido y se incorporó a la tropa. 21 Ellos reanudaron el camino y pusieron por delante a los niños, al rebaño y las cosas de valor. 22 Ya se habían alejado de la casa de Micá, cuando sus vecinos dieron la alarma y comenzaron a perseguir a los danitas. 23 Estos les gritaron y los danitas se volvieron atrás e interpelaron a Micá: “¿Qué te pasa que has convocado tanta gente?”. 24 Él respondió: “Ustedes se han llevado al dios que yo me había hecho, me quitan el sacerdote y se marchan y a mí, ¿qué me queda? Y todavía me preguntan ‘¿qué te pasa?’”. 25 Los danitas le respondieron: “Que no se te oiga de nuevo hablar así contra nosotros, no sea que algunos hombres enfurecidos arremetan contra ustedes, y pierdan la vida tú y toda tu familia”. 26 Los danitas siguieron su camino y Micá, viendo que eran más fuertes que él, dio media vuelta y regresó a su casa.

Pusieron a la ciudad el nombre de Dan

27 Los danitas, habiéndose apoderado del objeto que había fabricado Micá y del sacerdote que tenía a su servicio, avanzaron contra Lais, contra esa población tranquila y confiada. Pasaron a cuchillo a la gente y luego incendiaron la ciudad. 28 No hubo nadie que la librara porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con nadie, situada, como estaba, en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Después los danitas reedificaron la ciudad y se establecieron en ella. 29 Pusieron a la ciudad el nombre de Dan, en memoria de su antepasado Dan, que había nacido de Israel. Aunque el nombre originario de la ciudad era Lais.

30 Los descendientes de Dan rindieron culto al ídolo, y Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés, y sus descendientes después de él fueron los sacerdotes de la tribu de Dan, hasta el tiempo de la deportación del país. 31 Ellos custodiaron en beneficio propio el ídolo que Micá había hecho, durante todo el tiempo que el templo de Dios estuvo en Siló.  

  1. El crimen de Guibeá y la guerra contra Benjamín[50]

 

Jamás se había visto algo parecido a esto*[51]

Gn 19,1-11; Os 9,9; 10,9

 

191 En tiempos en que no había rey en Israel, un levita que residía como inmigrante en la parte más remota de las montañas de Efraín, tomó como concubina a una mujer de Belén de Judá.2 Pero su concubina le fue infiel, lo abandonó, y se fue a la casa de su padre en Belén de Judá, donde permaneció unos cuatro meses. 3 Su marido fue tras ella para tratar de convencerla y hacerla volver; lo acompañaba un criado y llevaba dos burros. La joven lo hizo entrar en la casa paterna, y cuando el padre de la joven lo vio, se alegró por el encuentro. 4 Su suegro, el padre de la joven, lo hospedó en su casa y el levita se quedó con él unos tres días; comieron, bebieron y pernoctaron allí. 5 Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir, pero el padre de la joven dijo a su yerno: “Repara tus fuerzas con un poco más de alimento y después partirán”. 6 Se sentaron entonces a comer y a beber los dos juntos. Después el padre de la joven dijo al hombre: “Acepta, por favor. Quédate también esta noche y te encontrarás a gusto”. 7 Igualmente el levita se levantó para irse pero su suegro le insistió tanto que se quedó también aquella noche. 8 Al quinto día se dispuso a partir de madrugada, pero el padre de la joven le dijo: “Por favor, come algo para que tengas fuerza”. Así se entretuvieron los dos juntos comiendo hasta la caída de la tarde. 9 El levita se levantó para irse con su concubina y su criado, pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: “Mira, el día declina y está oscureciendo, quédate aquí esta noche; el día se acaba. Quédate esta noche aquí y te encontrarás a gusto. Mañana se levantan temprano, se ponen en camino y regresas a tu casa”. 10 Pero el levita no quiso quedarse otra noche más. Entonces se levantó, partió y llegó frente a Jebús, o sea Jerusalén. Llevaba consigo los dos burros aparejados y a su concubina.

11 Cuando estaban cerca de Jebús, el día ya declinaba y el criado dijo a su amo: “Desviémonos hacia esa ciudad de los jebuseos y pasemos allí la noche”. 12 Pero su amo le respondió: “No debemos entrar en una ciudad de extranjeros, que no son israelitas. Sigamos hasta Guibeá”. 13 Y añadió: “Vamos. Intentemos llegar a uno de esos lugares y pasaremos la noche en Guibeá o en Ramá”. 14 Pasaron de largo y siguieron su camino. A la puesta del sol, llegaron frente a Guibeá de Benjamín. 15 Entonces se desviaron para entrar en Guibeá y pasar allí la noche. El levita entró y se instaló en la plaza de la ciudad porque nadie les ofrecía su casa para pasar la noche. 16 En esto llegó un anciano que al atardecer regresaba de su trabajo del campo, el hombre era originario de las montañas de Efraín y vivía como inmigrante en Guibeá; la gente del lugar era benjaminita. 17 El anciano levantó la vista y vio a aquel viajero en la plaza de la ciudad y le preguntó: “¿De dónde vienes y adónde vas?”. 18 Él le respondió: “Estamos de paso. Venimos de Belén de Judá y vamos hasta los confines de las montañas de Efraín, porque yo soy de allí. Fui a Belén de Judá y ahora voy a la casa del Señor, pero no hay nadie que me reciba en su casa. 19 Aunque tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también alimentos y vino para mí, para mi mujer y para el criado que me acompaña; no nos falta nada”. 20 El anciano le dijo: “La paz sea contigo. Yo voy a proveer todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza”. 21 Entonces los llevó a su casa y dio de comer a los asnos. Los viajeros se lavaron los pies y después comieron y bebieron.

22 Mientras ellos pasaban un momento muy agradable, los hombres de la ciudad, gente pervertida, rodearon la casa y comenzaron a golpear la puerta. Luego dijeron al anciano, dueño de la casa: “Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa para que tengamos relaciones con él”.23 El dueño de la casa salió y les dijo: “No hermanos míos, no cometan semejante crimen, porque este hombre es mi huésped. ¡No cometan esa infamia! 24 Aquí está mi hija, que es virgen, y la concubina de él; las haré salir, abusen de ellas y hagan con ellas según les parezca, pero con este hombre no cometan semejante infamia”. 25 Pero esos hombres no quisieron escucharlo. Entonces el levita tomó a su concubina y la llevó afuera. Ellos abusaron de ella y la maltrataron toda la noche hasta la madrugada y al amanecer la abandonaron. 26 Cuando amanecía, la mujer vino y cayó a la entrada de la puerta de la casa donde estaba su marido y allí quedó hasta que se hizo de día. 27 Su marido se levantó por la mañana, abrió las puertas de la casa y salió afuera para continuar su camino, y entonces vio a su concubina tendida a la entrada de la casa, con sus manos sobre el umbral. 28 Él le dijo: “Levántate. Vámonos”. Pero ella no respondía. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y se puso en camino a su pueblo.

29 Llegó a su casa, agarró un cuchillo y partió el cadáver de su concubina en doce trozos y luego los envió por todo el territorio de Israel. 30 Como el levita había dado esta orden a sus mensajeros: ‘Digan esto a todos los israelitas: ¿Se ha vista jamás una cosa semejante desde que los israelitas subieron desde Egipto hasta el día de hoy?’*,[52]todos los que veían eso exclamaban: “Desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta el día de hoy nunca había sucedido ni jamás se había visto algo parecido a esto. ¡Reflexionen sobre el asunto, deliberen y decidan!”.

 

¿Qué explicación dan del crimen cometido entre ustedes?*[53]

201 Entonces todos los israelitas salieron como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y de la región de Galaad, y se reunieron en asamblea ante el Señor en Mispá. 2 Los dignatarios de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, estuvieron presentes en la asamblea del pueblo de Dios. Eran cuatrocientos mil hombres de a pie, hábiles en el manejo de la espada. 3 Los benjaminitas, por su parte, se enteraron de que los israelitas habían subido a Mispá.

Los israelitas dijeron: “Cuéntennos cómo ha sucedido este crimen”. 4 El levita, marido de la mujer asesinada, contó: “Cuando yo con mi concubina llegué a Guibeá para pasar la noche, 5 los señores de Guibeá se amotinaron contra mí. Por la noche rodearon la casa, intentaron matarme y abusaron de mi concubina hasta hacerla morir. 6 Entonces yo tomé a mi concubina, la partí en pedazos y la envié por todo el territorio de la herencia de Israel, porque habían cometido una infamia y una depravación en Israel. 7 Ahora les toca a ustedes, israelitas, tomar aquí una determinación”. 8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre y exclamó: “¡Ninguno de nosotros irá a su campamento! ¡Nadie volverá a su casa! 9 Y ahora, con Guibeá haremos lo siguiente: sortearemos quién irá a atacarla. 10 De todas las tribus de Israel tomaremos diez hombres de cada cien, cien de cada mil, y mil de cada diez mil; ellos recogerán los víveres para la tropa, es decir, para los que irán a dar su merecido a Guibeá de Benjamín por la infamia que ha cometido en Israel”. 11 Así quedaron unidos como un solo hombre todos los israelitas contra aquella ciudad.

12 Las tribus de Israel enviaron mensajeros a toda la tribu de Benjamín para preguntarle: “¿Qué explicación dan del crimen cometido entre ustedes? 13 Entréguennos a esos hombres pervertidos de Guibeá para que les demos muerte y hagamos desaparecer así la infamia de en medio de Israel”. Pero los benjaminitas no quisieron escuchar la demanda de sus hermanos israelitas 14 y en Guibeá se congregaron de todas sus ciudades para salir a combatir contra los israelitas. 15 Aquel mismo día se hizo el recuento de todos los benjaminitas provenientes de las diversas ciudades y resultaron en total unos veinticinco mil hombres hábiles en el manejo de la espada, además de los habitantes de Guibeá, unos setecientos hombres elegidos. 16 De toda esa tropa, sobresalían esos setecientos hombres elegidos, ambidiestros, capaces de acertar con la honda a un cabello, sin fallar el blanco. 17 También la gente de Israel hizo un recuento, sin contar a Benjamín y sumaron cuatrocientos mil hombres, aptos para la guerra y hábiles en el manejo de la espada. 18 Los israelitas partieron de allí y subieron a Betel a consultar a Dios. Preguntaron: “¿Quién de nosotros será el primero en subir a luchar contra los benjaminitas?”. El Señor respondió: “Judá será el primero”.

19 Entonces los israelitas avanzaron de madrugada y acamparon frente a Guibeá. 20 Los hombres de Israel salieron a combatir contra Benjamín y se pusieron en orden de batalla frente a la ciudad. 21 Pero los benjaminitas salieron de Guibeá y aquel día dejaron tendidos por tierra a veintidós mil hombres de Israel.* 23 Después de eso, los israelitas subieron a Betel y lloraron ante el Señor hasta la tarde. Luego consultaron al Señor así: “¿Tenemos que entablar un nuevo combate contra nuestro hermano Benjamín?”. El Señor les respondió: “Suban a atacarlo”. * 22 La tropa israelita recobró ánimo y volvió a disponer sus filas para el combate en el mismo lugar donde se habían puesto el día anterior, 24 y así los israelitas avanzaron contra los benjaminitas por segunda vez. 25 Pero también aquel segundo día Benjamín les salió al encuentro desde Guibeá y dejó tendidos por tierra a dieciocho mil israelitas, todos ellos hábiles en el manejo de la espada. 26 De nuevo todos los israelitas y todo el pueblo subieron hasta Betel, y se pusieron a llorar sentados delante del Señor. Ayunaron todo ese día hasta la tarde y ofrecieron al Señor holocaustos y sacrificios de comunión. 27 Después los israelitas hicieron otra vez su consulta al Señor. En aquel tiempo estaba allí el arca de la alianza de Dios 28 y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón estaba a su servicio. Ellos preguntaron: “¿Tenemos que salir otra vez a combatir contra los hijos de nuestro hermano Benjamín o debemos desistir?”. El Señor contestó: “Ataquen, porque mañana los entregaré en su poder”.

29 Esta vez los israelitas tendieron emboscadas alrededor de Guibeá. 30 Al tercer día, los israelitas avanzaron contra los benjaminitas y dispusieron sus filas como las otras veces. 31 Los benjaminitas salieron al encuentro de la tropa y se alejaron de la ciudad. Comenzaron como las otras veces a herir y a matar gente del pueblo por los caminos, por uno que sube a Betel y por el otro que va a Guibeá, a campo abierto: fueron unos treinta hombres de Israel. 32 Los benjaminitas comentaban: “Ya los tenemos derrotados como la vez primera”. Pero los israelitas habían convenido: “Huyamos para atraerlos por los caminos lejos de la ciudad”. 33 Todos los hombres de Israel que se habían levantado de sus puestos se pusieron en orden de batalla en Baal Tamar, mientras los emboscados de Israel se disponían al ataque al oeste de Guibeá. 34 Entonces diez mil hombres elegidos de todo Israel llegaron frente a Guibeá en el fragor de la batalla, sin que los benjaminitas advirtieran el desastre que se cernía sobre ellos. 35 El Señor derrotó a Benjamín ante Israel. En aquel día, los israelitas mataron en Benjamín a veinticinco mil cien benjaminitas, todos hábiles en el manejo de la espada. 36 Los benjaminitas, por su parte, se dieron cuenta de que habían sido derrotados. Los israelitas habían cedido terreno a Benjamín porque confiaban en la emboscada que habían tendido a Guibeá. 37 Estos, que se habían desplegado rápidamente, se lanzaron contra Guibeá, la tomaron y la pasaron a cuchillo. 38 La señal convenida entre los israelitas y los que habían puesto la emboscada, era que estos harían subir una gran humareda desde la ciudad. 39 Entonces Israel retrocedió en la batalla por lo cual Benjamín comenzó a matar a algunos israelitas, unos treinta en total, pensando: “Ya los tenemos completamente derrotados como en el primer combate”. 40 Pero cuando la señal, la columna de humo, comenzó a levantarse, Benjamín miró hacia atrás y vio que la ciudad entera subía en llamas hacia el cielo 41 y que Israel volvía tras sus pasos. Entonces el terror se apoderó de Benjamín porque comprendió el desastre que se le venía encima. 42 Los benjaminitas retrocedieron ante los hombres de Israel en dirección al desierto, porque se veían acosados por el combate y los que salían de las ciudades eran aniquilados por ambos frentes. 43 Como habían cercado a Benjamín, lo persiguieron sin descanso y siguieron combatiéndolo hasta llegar frente a Guibeá, por el lado oriental. 44 Así cayeron dieciocho mil guerreros de Benjamín. 45 Los sobrevivientes escaparon y huyeron al desierto hacia la peña de Rimón. Los israelitas capturaron por los caminos a cinco mil hombres de Benjamín y persiguieron a otros hasta Guidón, de los que mataron a otros mil. 46 El total de los que cayeron de Benjamín en aquel día fue de veinticinco mil guerreros, hábiles en el manejo de la espada. 47 Seiscientos hombres escaparon y huyeron al desierto hacia la peña de Rimón y permanecieron allí durante cuatro meses. 48 Como los israelitas se habían vuelto en contra de los benjaminitas, pasaron a cuchillo a toda la ciudad, a todo el ganado y a todo lo que viniera a su encuentro; también prendieron fuego a todas las ciudades que encontraban a su paso.

Compasión de los israelitas por la tribu de Benjamín *[54]

Nm 31,5-6.17-18

 

211 Como los hombres de Israel habían realizado este juramento en Mispá: “Ninguno de nosotros dará su hija por esposa a un benjaminita”, 2 el pueblo vino a Betel y permaneció delante de Dios hasta la tarde. Allí elevaron sus lamentos y lloraron amargamente. 3 Decían: “Señor, Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido esto en Israel, que ha llegado a faltar hoy una tribu en Israel?”. 4 Al día siguiente, el pueblo se levantó de madrugada y construyó allí un altar. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. 5 Los israelitas se preguntaron: “¿Quién de entre todas las tribus de Israel no ha subido a la asamblea del Señor?”. Porque contra aquél que no se presentara ante el Señor en Mispá, se había hecho este solemne juramento: “¡Morirá sin remedio!”.

6 Los israelitas estaban entristecidos por su hermano Benjamín y comentaban: “Hoy ha sido cercenada una tribu de Israel, 7 ¿qué haremos para proveer de mujeres a los que han sobrevivido, porque nosotros hemos jurado ante el Señor no darles nuestras hijas por esposas?”. 8 Entonces se preguntaron: “¿Hay alguna de las tribus que no subió a presentarse ante el Señor en Mispá?”. Y resultó que nadie de Yabés de Galaad había venido al campamento para la asamblea. 9 Pasaron revista al pueblo y en efecto vieron que allí no había ningún habitante de Yabés de Galaad. 10 Entonces la comunidad envió allá a doce mil guerreros, con esta orden: “Vayan y pasen a cuchillo a los habitantes de Yabés de Galaad, incluidas las mujeres y los niños. 11 Actuarán de esta manera: consagrarán al exterminio a todo los varones y a todas mujeres que hayan convivido con hombres”. 12 Ellos encontraron entre los habitantes de Yabés de Galaad cuatrocientas jóvenes vírgenes que no habían convivido con ningún hombre y las llevaron al campamento de Siló, que está en el territorio de Canaán. 13 La entera comunidad de Israel envió mensajeros a los benjaminitas que estaban en la peña de Rimón y los invitaron a hacer la paz. 14 Entonces los de Benjamín regresaron y los israelitas les dieron a las mujeres que habían traído de Yabés de Galaad, pero no alcanzaron para todos.

15 Como el pueblo se había entristecido por Benjamín, porque el Señor había dejado un vacío en las tribus de Israel, 16 los ancianos de la comunidad dijeron: “¿Qué haremos para proveer de mujeres a los sobrevivientes porque las mujeres de Benjamín han sido exterminadas?”. 17 Además, agregaron: “¡Que los sobrevivientes escapados de Benjamín puedan tener sus herederos para que no desaparezca una tribu en Israel! 18 Pero nosotros no podemos darles por esposas a nuestras hijas, porque los israelitas han hecho este juramento: ¡Maldito sea el que entregue una mujer a Benjamín!”. 19 Los ancianos reflexionaron: “Está cerca la fiesta del Señor que todos los años se celebra en Siló, al norte de Betel, al este de la ruta que sube de Betel a Siquén y del sur hacia Libná”. 20 Entonces dieron esta orden a los benjaminitas: “Vayan y tiendan una emboscada entre las viñas. 21 Estén alerta y cuando salgan las hijas de Siló a danzar en ronda, salgan ustedes de entre las viñas y rapten a las jóvenes de Siló, una para cada uno y váyanse al territorio de Benjamín. 22 Y si sus padres o sus hermanos vienen a protestar contra nosotros, les diremos: ‘sean condescendientes con ellos porque no hemos podido capturar en la guerra una mujer para cada uno. Además, ustedes tampoco hubieran podido dárselas porque en ese caso se habrían hecho culpables’”. 23 Los benjaminitas así lo hicieron. Tomaron el número de mujeres que necesitaban de entre las jóvenes que danzaban, las raptaron y regresaron a sus tierras. Reconstruyeron las ciudades y las habitaron. 24 Los israelitas se marcharon entonces de allí, cada uno a su tribu y a su clan; partieron de allí, cada uno, a su propia herencia.

25 Como en aquel tiempo no había rey en Israel, cada uno hacía lo que quería.

 

[1]1,1-2,5. Se comienza con la consulta de los israelitas al Señor (1,1), al revés de Josué, donde la iniciativa es divina para con el jefe de Israel (Jos 1,1). El verbo “subir” estructura la perícopa: Judá “sube” a atacar, e invita a Simeón que lo acompañe (Jue 2-10); “suben” los descendientes de Jobab (1,11-21), y luego los descendientes de José (1,22-29); también “sube” el ángel del Señor (2,1). Se delinea un Israel unificado, que actúa desmembrado: la nación entera se presenta ante el Señor (1,1), y el ángel del Señor se dirige a todo el pueblo para reprocharle su abandono de Dios (2,1-5). Las tribus reconocen su infidelidad a la alianza, razón de la presencia de los pueblos paganos en el territorio prometido en posesión. Judá que conquistó la montaña, pero no pudo apoderarse de la llanura (1,19), vive la misma condición: su confianza en la palabra divina no fue absoluta al convocar la ayuda de otra tribu (1,3).

[2]*1,7 El versículo pone énfasis en la «ley del talión». Los reyes orientales eran jefes militares y sacerdotes; la mutilación de los pulgares implicaba escarnio e incapacidad: no podían usar el arco y la flecha en la guerra y quedaban inhábiles para las funciones sagradas (Ez 29,20).

[3] ♦ ­ 2,6-16,31. Las tradiciones aquí recopiladas son de índole diversa. Algunas narran acciones militares de cierta importancia, otras, solo episodios aislados. Algunas son sintéticas y prosaicas, otras, célebres y conocidas por su temática y calidad literaria. Los relatos mejor desarrollados ilustran la dinámica de las relaciones entre Dios e Israel; este, infiel a la alianza, es dominado por las naciones por sucumbir a sus costumbres y sus cultos. Pero el Señor, con paciencia responde al clamor de su pueblo oprimido, y les concede perdón y liberación por la acción de los jueces. La cronología que se le adjudica a cada uno de ellos tiene cierto valor histórico; pero la extensión de la autoridad de un juez a todo Israel, y la sucesión cronológica son referencias redaccionales. Aunque presentados como si hubieran “juzgado” a todo Israel, con la cifra de las doce tribus después de la muerte de Josué y antes de la unción de Saúl como rey, sus funciones se ubican solo a nivel de ciudad o de distrito durante el régimen tribal antes de la monarquía.

[4]*♦ 2,6-3,6. Este prefacio tiene una orientación de esperanza. Después de la generación de Josué (2,6-10) no queda memoria histórica del tiempo de la lealtad y servicio al Señor. En Jue 2,11-23, las infidelidades y perversiones de las nuevas generaciones son una regresión al tiempo anterior al éxodo: ahora es el Señor quién los entrega o “vende” a sus enemigos (2,14). Al pecado Israel, sucede el castigo, el clamor del pueblo que no supone su arrepentimiento (2,18); su liberación por un juez expresa que las exigencias de la alianza son superadas solo por la gran compasión del Dios del éxodo. Según la palabra del Señor (2,20-21), fuera de la alianza del Sinaí renovada en Siquén, Israel se volvió una “nación” como otras. Las naciones extranjeras no fueron totalmente expulsadas, no tanto para que Israel se ejercitara en la conquista y en la defensa de la tierra, sino para desafiarlo constantemente en su fidelidad, única condición de permanencia y victoria (3,1-6).

 

[5]3,7-11. Otniel, un extranjero, sobrino de Caleb, y relacionado con Judá, es el primer juez. Había mostrado ya su capacidad de atacar y tomar una ciudad (1,11-3), pero aquí con el apoyo de Dios, que le dio su espíritu, le aseguró la victoria (3,10). Según el paradigma teológico del libro, el pecado de idolatría con los dioses cananeos, es castigado con el dominio extranjero; el clamor del pueblo mueve al Señor a suscitar el juez que libera el territorio, con un triunfo ejemplar: cuarenta años de paz contrarrestan los ocho de opresión.

[6]3,12-30. Al nuevo pecado de Israel, sucede un nuevo castigo (3,12). Moab, como los amonitas y los amalecitas, que al final del éxodo «no tuvieron el permiso divino para oponerse a Israel», ahora lo oprimen por 18 años, y lo hacen regresar a su condición anterior a la conquista (3,13-14). Ante el clamor israelita, el Señor suscita a Eud, un benjaminita que trae la paz para su pueblo por 80 años (3,30). Hay despreocupación por cualquier juicio moral al narrar con satisfacción la astucia del juez para liberar a Israel.

[7]3,31. Sangar, de nombre extranjero, y al parecer de Galilea que seguía siendo cananea (Jue 1,33), cumple una función redaccional (4,1). Su defensa de Israel contra los filisteos, permite incluirlo entre los jueces, como se lo menciona en Jue 5,6.

[8]4,1-5,31. La gesta de Débora y Barac se presenta en prosa (Jue 4) y en poesía (Jue 5). Las tribus de Zabulón y Neftalí consiguen un triunfo decisivo sobre Sísara, jefe del ejército de Yabin, rey de Jasor (Jos 11,10-15); conquistado el noroeste de la llanura de Yisreel, cae una barrera que separaba las tribus del norte de las del centro. Esta hazaña se celebra con un himno (Jue 5) para honrar primero al Señor (5,2-11), luego a Débora y Barac (5,12-23) y finalmente a Jael (5,24-27). Ambas versiones textuales resaltan el tono épico de la guerra santa: es Dios que combate, incluso con elementos de la naturaleza, en favor de Israel (Éx 14-15; Jos 10,11-15).

* 4,1-24. Débora se desempeña como juez para resolver litigios, y también como profetisa (María: Éx 15,20; Juldá: 2 Re 22,14). Convoca a Barac para reclutar un ejército entre las tribus, y este requiere el consejo y la autoridad de la mujer para su campaña; seis tribus se unen a Zabulón y Neftalí, y liberan el valle del Esdrelón, una situación desatendida por las tribus de la Transjordania y del norte. El ejército israelita irrumpe desde las montañas en ocasión de una tormenta (Jue 5,20-21), el valle, convertido en un pantano, obstaculiza el uso de los carros de guerra y las tropas enemigas se dispersan; Sísara, su jefe, huye y ser refugia en casa de un quenita (1,16), cuya mujer termina dándole muerte. Tal como fue profetizado, la gloria de la campaña se alcanza por manos de una mujer (4,10). El honor del Señor es exaltado por la intervención de dos mujeres: una es juez y profetisa; la otra, instrumento de su justicia.

[10]* 5,1-31. Este himno de victoria celebra la guerra santa del Señor contra los enemigos de su pueblo. El registro de las tribus, unas elogiadas por su respuesta a la convocatoria, otras reprochadas por su indolencia y falta de colaboración, los nombres de Maquir (5,14) y de Meroz (5,23) que aluden a clanes desconocidos, como la no mención de Judá y Simeón; son datos que revelan una confederación israelita de tribus aún en formación. Este cantico, compuesto bajo la memoria de la gran victoria, resulta así una de las piezas más antiguas de la Biblia. La alabanza se centra en Dios, que dirige la guerra (5,2-11), bajo la dirección de Débora y Barac (5,12-23), con la hazaña de Jael (5,24-27), para culminar aludiendo a las vanas expectativas de la madre de Sísara (5,28-31). En la débil condición de Israel, de Débora, de Barac o de Jael, resalta mejor la luminosa victoria del Dios único (5,31; Sal 19,6).

6,1-8,35. En el ciclo sobre Gedeón se combinan tradiciones diversas que reflejan las crisis de Israel en su asentamiento en Canaán y la tentación recurrente de adorar dioses locales (6,7-10). Tribus semíticas constituyen el nuevo factor de agresión. En lugar de asnos, las caravanas de camellos domesticados traen cambios en el transporte: se cubren mayores distancias, con más velocidad y se abren nuevas rutas. Los madianitas, amalecitas, y diversas tribus orientales, atentan desde el Jordán, y atacan de modo refinado: dejan trabajar a las poblaciones sedentarias, para saquear luego sus cosechas y ganados. En este contexto donde actúa Gedeón Yerubaal, comienza a emerger la necesidad de un rey (8,22).

[12]* 6,1-10. Ante el clamor de Israel por las continuas incursiones de las tribus extranjeras, el Señor denuncia su idolatría e infidelidad (6,1-10).

[13]* 6,11-24. Gedeón aparece haciéndose eco de la angustia de los israelitas en su diálogo con la divinidad, en donde aparecen elementos literarios típicos de una vocación (Moisés: Éx 3; Jeremías: Jr 1): Dios confía una misión, el sujeto se resiste; el Señor promete ayuda, la persona pide un signo; Dios se lo concede, y el protagonista experimenta el temor sagrado ante la presencia divina. Con la conciencia de su indignidad y despojado de toda pretensión, el encuentro personal con el Señor confirma su elección y misión (Jue 6,11-24).

[14]* 6,25-32. Gedeón, fiel al Dios de Israel, demuestra su celo religioso con una acción arriesgada que templa su ánimo, porque vence el miedo y confronta con su propio clan; además expía por la comunidad cumpliendo la orden del Señor (Dt 7,5). El nombre Yerubaal quedó unido a este juez (Jue 6,32; 1 Sm 12,11; 2 Sm 11,21).

[15]* 6,33-35. Ante la amenaza de los pueblos extranjeros Gedeón es revestido por el espíritu del Señor y se prepara ante la invasión. Convoca a las tribus israelitas vecinas para fortalecer sus propias fuerzas militares.

[16]* 6,36-40. El nuevo signo asegura la soberanía de la conducción divina de los acontecimientos.

[17]* 7,1-8. En la selección de los guerreros, reducido a unos pocos, se pone de manifiesto la acción del Señor que triunfa a través de medios humanos débiles. En la historia de Israel se experimenta siempre la paradoja del obrar divino: el ser humano sucumbe cuando se arroga el triunfo, el éxito o el mérito al margen de Dios (Dt 8; ver 1 Cor 1,29; 3,21; 4,7).

[18]*7,9-15. El sueño que escucha Gedeón tiene valor de revelación, y es signo del momento oportuno. El pan de cebada simboliza al pueblo de los agricultores; la carpa, a los beduinos invasores. El triunfo de Israel se anuncia con la maravillosa y desproporcionada acción de la torta de cebada, que derriba la carpa amarrada con cuerdas y estacas.

[19]*7,16-22. La estrategia de rodear el campamento por tres lados, para dejar solo la salida hacia el Jordán, aprovechando la oscuridad de la noche y armados de espada, antorchas y trompetas, resalta también el protagonismo del Señor que hace que los madianitas se provoquen la muerte y se den a la fuga (7,22); un rasgo típico de la guerra santa (Éx 14,14; Jos 6,20).

[20]*7,23-25. Gedeón demuestra capacidad convocatoria y una magnífica estrategia militar, al convocar a los efrainitas.

[21]*8,1-3. Los efrainitas aparecen subordinados a Manasés (8,24.25); su reclamo, motivado por el deseo de participar del honor de la victoria y del botín, expresa un afán de superioridad sobre Manasés (Gn 48,17). Gedeón evita un conflicto con un recurso propio de la sabiduría oriental (Jue 12,1-6).

[22]*8,4-12. Gedeón en la Transjordania aprovecha su victoria persiguiendo al enemigo en su territorio. La gente de Sucot y de Penuel pertenecía a tribu de Gad; la respuesta de sus jefes significa un desentendimiento de la causa común de Israel.

[23]*8,13-21. Los de Penuel y Sucot reciben su merecido. Los reyes cautivos son ajusticiados según la venganza de sangre (Nm 35,19-20; Dt 19,12-13), e invocan una muerte honrosa (Jue 9,54; 1 Sm 31,4).

[24]*8,22-38. El pedido de los israelitas no es juzgar sino reinar, gobernar, con la insinuación que sea hereditario, y significa un cambio importante en la confederación que favorece a la tribu de Manasés; Gedeón renueva la confesión que solo el Señor es rey en Israel (8,22-23). Su hazaña quedó en la memoria profética como «el día de Madián» (Is 9,3). El efod (Jue 17,3; 1 Sm 2,28) que fabricó con el botín fue luego causa de idolatría para Israel.

[25]*8,29-34. Gedeón culmina su vida rodeado de una gran familia; la mención de su hijo Abimélec, «mi padre (Dios) es rey», encarna su negativa para aceptar el mando hereditario. Pero luego de su muerte, el olvido de Israel para volverse hacia Baal Berit, dios cananeo de la alianza de Siquén (9,46), revela su apostasía en el mismo lugar donde se había concluido la alianza con el Señor (Jos 24).

[26]9,1-57. Abimélec, a diferencia de Gedeón, se propone como rey y resulta elegido por los señores de Siquén; rodeado de aventureros elimina a todos sus hermanos. Reina por tres años, y su fin trágico retrata el fracaso de esta experiencia monárquica, que suscitó discordia entre sus súbditos, la destrucción de la ciudad y de las poblaciones vecinas. No queda sin castigo al que actúa con maldad e injusticia, porque en Israel solo puede existir un rey elegido por el Señor.

[27]*9,7-21. Este apólogo o fábula (9,7-15) pone en escena a plantas diversas para desarrollar un argumento con su aplicación (9,16-20; ver 2 Re 14,9; Ez 17,3-10). Es una reflexión sobre la situación creada por la realeza de Abiméléc: los nobles de Siquén han elegido rey a una «zarza siniestra» que será su ruina.

[28]*9,22-41. No es el espíritu de los jueces auténticos el que guía al rey y a sus súbditos, sino el de la ambición y del poder sin límites. Un opositor al rey, Gaal, repite sus mismos comienzos y se rebela (9,22-30); aunque es vencido y expulsado, Abimélec no logrará anular las divisiones en el territorio.

[29]*9,42-57. La venganza de Abimélec sobre Siquén y sus habitantes (Dt 29,23) trae a la memoria el apólogo de Jotán: «Fuego sale de la zarza» (Jue 9,48-49); su muerte humillante, en la que también media la acción de una mujer, pone de manifiesto la retribución divina a su comportamiento (9,50-55).

[30]10,1-2. Juez que representa a la tribu de Isacar (Gn 46,13; 1 Cro 7,1-2).

[31]10,3-5. Juez presentado como originario de Galaad, padre de los yairitas (2 Sm 20,26). Aparece también como hijo de Manasés (Nm 32,41; Dt 3,14; Jos 13,30; 1 Re 4,13).

[32]10,6-18. Jefte, originario de Galaad (11,19) atacó y venció a los amonitas que oprimían a Israel, y fue elegido jefe de su tierra (11,8-11). En cumplimiento de un voto sacrificó a su hija (11,30-31.39). También reprimió a los efrainitas que le reprochaban no haberlos convocado a la guerra contra Amón (12,4). Actuó como juez durante seis años (12,7). Con una introducción esquemática análoga a 2,6-19, el mismo Dios reprocha en jue 10,6-18 la ingratitud israelita y motiva un sincera conversión, de modo que «el Señor no pudo soportar más el sufrimiento de Israel» (10,16), y concedió que el pueblo y los jefes de Galaad elijan un jefe.

 

[34]*11,1-11. Jefté aparece sin ambiciones de poder y se subraya su indignidad: hijo de una prostituta, expulsado de la casa paterna, jefe de una banda (Abimélec: 9,4; David: 1 Sm 22,1-2; 25,13). Requerido por la gente de Galaad pone condiciones y las refrenda ante el Señor (Jue 11,11), subordinándole su liderazgo.

[35]*11,12-28. Las referencias históricas y geográficas aluden a Nm 20-21 y a Dt 2. Ante la creencia que los países son propiedad de los diversos dioses, aquí asoma una visión universalista: el Señor es quien reparte el territorio de los países (Dt 32,8; Jos 24,4). Jefté se eleva a una instancia definitiva: la victoria será el juicio del Señor, juez y Dios universal.

[36]*11,29-40. La promesa de Jefté, ofrecer un sacrificio humano, era frecuente en su época, pero prohibida a los israelitas (Dt 12,31; Lv 18,21; 20,2; 2 Re 3,27; 17,31). Sin aprobar el acto, la tradición escrita respeta con su silencio la religiosidad y la coherencia del juez (Eclo 46,11; Heb 11,32). Gn 22 enseña que este tipo de sacrificio requiere la sustitución por el de un animal. La desgraciada conducta de Jefté responde a una época primitiva, deudora de una imagen de Dios muy distante de la predicación profética en el AT, e inadmisible en el espíritu y el mensaje del NT.

[37]*12,1-7. Las rivalidades entre las tribus por la supremacía entre ellas, que aquí se testimonia (3,27; 8,1-3), perdurarán aun en la época monárquica. Los sentimientos de hostilidad y burla hacia Efraín contrastan con el canto de Débora, para quien esa tribu fue la que abrió la marcha al combate (5,14).

[38]12,8-10. Ibsán, originario de Belén y lugar de su tumba; no se sabe si alude a la ciudad de Judea u otra homónima en la tribu de Zabulón (Jos 19,15); su numerosa familia da indicios de una importante riqueza.

[39]12,11-12. Elón, ver Gn 46,14; Nm 26,26.

[40]12,13-15. Abdón, con su prosperidad económica y familiar, se desempeñó como juez fue en tiempos de serenidad.

[41]13,1-16,31. Sansón, juez de la tribu de Dan, famoso por su fuerza extraordinaria, debida a su voto de nazir (13,5.14; 16,17; Nm 6,1-21). Enfrentó a los filisteos que acosaban a su pueblo. Se casó con una filistea (Jue 14,1-4). Traicionado por Dalila, fue privado de sus fuerzas y tomado prisionero (16,19). Al recuperarlas destruyó el templo filisteo y murió dando muerte a un gran número de enemigos (16,30-31). El ciclo de relatos cuenta: su nacimiento (13,1-25), su matrimonio, y sus adivinanzas (14,1-20), sus incursiones entre los filisteos (15,1-20), su paso por Gaza (16,1-3), su relación con Dalila (16,4-21) y su trágico final (16,22-30).

[42]*13,1-25. La promesa del nacimiento de Sansón es muy similar a otros textos de “anunciación” (Gn 16,11-12; Is 7,13-14; Mt 1,20-23; Lc 1,11-20.26-37); pero este consagrado desde el seno materno (Jue 13,5; Jr 1,5; Is 49,1) y asistido como juez por el espíritu, se mostrará irresponsable e infiel a su voto. Sin embargo, Sansón manifestará así el obrar misterioso de Dios (Jue 13,18; Is 9,5; Sal 139,6), porque con su muerte pagará sus culpas como pecador y de modo concomitante, como juez, realizará un acto liberador.

[43]*14,1-20. Una boda prometida, un león muerto y un enigma sobre la fuerza y la dulzura, aluden al tema sapiencial del amor. La muchacha es la miel, que sale de un pueblo enemigo, aludido en la fiera; el contacto con el cadáver contamina y puede ser fatal para el consagrado, el nazir. Aquí ni la boda ni la tragedia se consuman, pero preludian el final. Sansón traicionado instaura hostilidades, que vuelven amarga su vida.

[44]*15,1-20. Sansón solo y despechado suscita una espiral de venganzas: el incendio de los campos filisteos provoca la quema de su prometida y la de su padre, y además aquellos atacan a Judá, que envía tres mil hombres para capturar al juez; este se deja apresar para luego eliminar a mil filisteos con una quijada de burro; estas hazañas proverbiales manifiestan la acción del espíritu del Señor en favor de Israel (15,20).

[45]*16,1-3. Sansón parece metido en una trampa, sin embargo quebranta el símbolo de poder y protección de una ciudad, que eran sus puertas. Toda Gaza de los filisteos está a merced de sus fuerzas.

[46]*16,4-22. Distintas mujeres han puesto a Sansón a prueba y él salió victorioso gracias a su fuerza; el vívido relato contiene una advertencia sapiencial en relación al trato con ellas (Prov 31,3; Eclo 9,2-3); el amor ciego es riesgoso, y en particular con una extranjera. La fuerza de Sansón sucumbe ante la astucia de una mujer (13,1-25); faltar al voto de su consagración como nazir causa su perdición.

*16,14. Versículo completado según los LXX, la traducción griega de la Biblia hebrea.

*16,23-31. El desenlace de la vida de Sansón es trágico. A pesar del porte ostentoso y de sus debilidades, su desempeño es rescatado positivamente y con ánimo sapiencial. Su final sirve de escarmiento, pero tiene un valor significativo: es un pecador cuya muerte culmina salvando, y su memoria así se vuelve gloriosa.

[48]♦ ­ 17-21. Con la muerte de Sansón termina la serie de los jueces. Siguen dos Apéndices que relatan episodios del período previo a la monarquía, una época de anarquía religiosa y política.

[49]17,1-18,31. El relato de la emigración de la tribu de Dan (originariamente destinada a ocupar territorios del sur, entre Judá, Benjamín, Efraín y la cosa filistea), que se dirige hacia el norte del país, incluye como dato principal el origen del santuario de Dan. El deseo de un oratorio familiar, regido por un levita sacerdote, el traslado de la imagen, impulsados por la necesidad de tener un santuario del Señor, indican el sentido de religiosidad, una referencia de tradición y de unidad para la tribu (18,30-31). Mucho tiempo después, Jeroboan I lo hizo santuario nacional para Israel de norte, opuesto al de Judá, y zanjó el cisma del reino de David (1 Re 12,29-30); así el santuario de Dan acabó por ser considerado idolátrico.

[50]19,1-21,25. La guerra desatada por las once tribus contra Benjamín por no castigar un crimen abominable pone en crisis la confederación: el delito de una tribu afecta a todos. Como una asamblea político religiosa, Israel toma decisiones en forma unánime para reaccionar en conjunto. Al compartir el deseo de hacer justicia también aparece la voluntad que ninguna tribu desaparezca. Así la convivencia dañada trágicamente se abre a la esperanza.

[51]*19,1-30. Un levita, en búsqueda de su concubina para traerla a su casa, experimenta en un alto de su viaje la hostilidad y la violencia de los benjaminitas (19,11-28; Gn 19). La mujer muere por el abuso, y su hombre la corta en pedazos y envía los trozos a todas las tribus. Este crimen de Guibeá suscita la guerra contra Benjamín, culpable por faltar al deber sagrado de la hospitalidad con sus hermanos.

[52]* 19,30. Versículo traducido según los LXX o versión griega de la Biblia.

[53]*20,1-48. Una asamblea sagrada acentúa la unidad de la nación para vengar un delito que ofende a todo Israel; su decisión busca anular el mal que contamina al conjunto de las tribus (20,1-13; Dt 17,12). La batalla, narrada con desorden, pero con vivacidad, sella el castigo de Benjamín y sus ciudades (Jue 14-48).

* 20,22-23. El cambio de orden de los versículos 22 y 23 es por la lógica de la narración.

 

[54]*21,1-25. La victoria no se celebra aquí con cantos sino con llantos ante el Señor. El precio del castigo ha sido muy alto: una tribu ha sido cercenada (21,6); se ha roto la consistencia de la confederación, y además el juramento de no entregar mujeres a los sobrevivientes, amenaza su extinción. Sin embargo, el castigo no se ha consumado totalmente: una ciudad, Yabes de Galaad, faltó también a la solidaridad con la confederación y por ley debe ser castigada. Su castigo posibilita el futuro para Benjamín y la recomposición de relaciones entre las doce tribus.