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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. El monte Sion está desolado (5,18). El autor y su comunidad

 

El sollozo inicial ¡Cómo puede ser! o ¡Lástima! (hebreo, ’ekah) da el tono y el título a este libro. El asombro atónito y el desahogo apasionado ante el pueblo derrotado y Jerusalén en ruinas suscitan la pregunta sobre el sentido de tanto sufrimiento y el silencio de Dios. Son cuatro elegías y un lamento cuyo contenido gira en torno al dolor de la amada ciudad.

  Estas lamentaciones se compusieron en Palestina como reacción a una derrota del orden político, social y religioso. Fue la crisis vivida durante la terrible catástrofe del segundo asedio de Jerusalén (587-586 a. C.) que trajo un hambre espantosa, la conquista de la ciudad con sus matanzas, incendios, saqueos, la ruina del Templo y la deportación del pueblo (cf. 2 Re 25,8-21). Esta obra literaria testimonia el clamor al Señor, que permitió tanta devastación; la confesión de los pecados; el pedido de perdón por las rebeliones del pueblo, y posibilita aun soñar un futuro que surgirá de las cenizas.

             En la versión griega de la LXX y en la Vulgata Lamentaciones está ubicada después de la profecía de Jeremías. Ambas versiones llevan el título de Threni o Lamentaciones de Jeremías. La LXX añade una sentencia que no está en el hebreo: Threnos; Después de ser cautivado Israel y devastada Jerusalén, Jeremías se sentó a llorar y entonó esta lamentación sobre Jerusalén, y dijo. El ambiente histórico reflejado en los cantos concuerda con lo que sabemos del profeta. Sin embargo, a pesar de que la Tradición le confiere autoridad a la obra, es poco probable que Jeremías la hubiera redactado.

 

  1. Nos hemos rebelado, hemos pecado (3,42). Teología del libro

 

El valor teológico de Lamentaciones consiste en que, junto al enorme desastre nacional que lloran, la fe se impone y el pueblo se vuelve a Dios como autor de todo lo que acontece en la vida humana. La comunidad de fe no se calla en su aflicción; su sufrimiento hace más elocuente su oración. El dolor prolongado la lleva hasta la tentación de perder la esperanza, pero la sostiene la certeza en que la misericordia del Señor no se acaba (3,18-24). Del dolor más amargo brota la fuerza para el arrepentimiento, la confianza en Dios y la restauración de una sociedad derrumbada. Es la enseñanza perenne por lo cual estas lamentaciones resuenan aún en la liturgia, en particular, durante el día de Yom Kippur (Día de la Expiación) de la liturgia judía y en el Triduo Pascual de la católica.

 

  1. ¡Mira, Señor! (2,20). La obra literaria

 

            Los primeros cuatro poemas son acrósticos; es decir, cada estrofa comienza con una palabra cuya letra inicial sigue el orden del alfabeto hebreo. En el tercero hay una variante, los tres versículos de la estrofa se inician con la misma letra. La forma acróstica desde alef a tav estilísticamente sugiere que se abarca toda aflicción y que en el caos del sufrimiento por la devastación de la ciudad amada, se intenta encontrar un orden y un sentido. El último poema, con sus 22 versos, igual número que las letras hebreas, no es alfabético; es una súplica ferviente al Señor, para que se apiade de su pueblo y de su ciudad.

 

Primera Lamentación[1]

 

La hermosa Sion ha perdido todo su esplendor

Lv 26,22; Dt 28,15,68; Jr 7,25-26; Dn 9,5-6; Bar 1,15-2,10

 

 

1 1  Álef   ¡Cómo esta solitaria la ciudad que en otro tiempo fue populosa!

             La más célebre entre las naciones se ha convertido en una viuda;

             la princesa entre las provincias quedó reducida a una esclava..

 

2  Bet     Por las noches se ahoga en llanto; las lágrimas surcan sus mejillas.

No hay quién la consuele entre todos sus amantes;

todos sus amigos la traicionaron, se han convertido en enemigos.

 

3 Guímel Judá, afligida y cruelmente oprimida, vive fuera de su patria;

habita entre los paganos y no encuentra un lugar de descanso;

todos sus perseguidores la han alcanzado en su angustia.

 

4  Dálet   Los caminos de Sion están de duelo; nadie llega a las fiestas.

                 Todas sus puertas están en ruinas, sus sacerdotes gimen,

sus jóvenes están afligidas. ¡Toda ella es amargura!

 

5  He      Sus adversarios son sus jefes, sus enemigos prosperan,

porque el Señor la castigó por sus muchos pecados.

Sus niños fueron al cautiverio delante del opresor.

 

6  Váu    La hermosa Sion ha perdido todo su esplendor.

Sus jefes son como ciervos que no hallan pasto;

                   avanzan sin fuerzas ante el cazador.

 

7  Zaín    En sus días de miseria y destierro, Jerusalén recuerda

todas sus riquezas de otros tiempos,

ahora que su pueblo ha caído en poder del opresor, sin que nadie la ayude.

Al verla, los opresores se burlan de su desdicha.

 

8  Jet      Jerusalén ha pecado tanto hasta quedar repugnante.

Todos los que la honraban ahora la desprecian, porque la han visto desnuda.

También ella misma gime y vuelve la espalda.

 

9  Tet      Todos sus vestidos están manchados de impureza.

Ella no midió las consecuencias.

Es increíble cómo ha caído, y no hay quién la consuele.

“Mira, Señor, mi desgracia, porque el enemigo ha triunfado”.

 

10  Yod   El opresor se apoderó de todos sus tesoros;

ella vio a los paganos invadir su santuario,

a aquellos que tú habías prohibido entrar en tu asamblea.

 

11 Kaf    Todo su pueblo gime, anda buscando alimento;

cambian sus objetos preciosos por comida para sobrevivir.

“¡Mira, Señor, fíjate cómo estoy abatida!”.

 

12  Lámed Miren y vean todos ustedes, que pasan por el camino,

si hay dolor  como el que tanto me aflige,

con el que el Señor me castigó el día de su ira ardiente.

 

13  Mem  Desde lo alto él arrojó fuego, que me ha calado hasta los huesos;

tendió una red a mis pies, me hizo retroceder;

me dejó desolada, dolorida todo el día.

 

14  Nun   Él mismo ató sobre mí el yugo de mis rebeldías;

su peso sobre mi cuello agota mi fuerza.

 

15 Sámek El Señor arrojó a todos mis valientes lejos de mí.

Convocó a una asamblea contra mí para acabar con mis jóvenes.

El Señor pisó en el lagar a la hermosa virgen de Judá.

 

16  Ain   Por eso lloro; mis ojos se deshacen en lágrimas,

ya que se alejó de mí aquel que me consuela y me anima.

Mis hijos están desolados porque el enemigo fue más fuerte. 

 

17  Pe     Sion extiende sus manos, pero nadie se compadece.

El Señor mandó contra Jacob a sus vecinos como enemigos.

Jerusalén se ha convertido en basura en medio de ellos.

 

18  Sade   El Señor ha sido justo; fui yo quien me rebelé contra su palabra.

Escuchen, pueblos todos, y vean mi dolor;

mis vírgenes y mis jóvenes se marcharon al destierro.

 

19  Qof   Pedí ayuda a mis amantes, pero ellos me traicionaron.

Mis sacerdotes y ancianos murieron en la ciudad,

mientras andaban buscando alimento para sobrevivir.

 

20  Res   Observa, Señor, qué afligida estoy. Me hierven las entrañas,

mi corazón se revuelve dentro de mí, porque he sido muy rebelde.

En la calle la espada me deja sin hijos; y dentro de la casa está la muerte.

 

21  Sin    Ellos escuchan cómo lloro; pero nadie se compadece

Todos mis enemigos conocen mi desgracia y se alegran por lo que tú hiciste.

¡Apresura el día que les tienes señalado, para que estén igual que yo!

 

22  Tau    Que toda su maldad llegue ante ti;

trátalos como me trataste por todas mis rebeldías

porque son demasiados mis gemidos y mi corazón desfallece.

 

 

Segunda Lamentación[2]

 

El Señor se ha convertido en enemigo

Lv 26,29; Dt 28,53; Jr 19,9; 30,13; Ez 7,26; Sal 48,3; 74,4; Job 16,13

 

2 1  Álef  ¡Cómo puede ser que en su ira el Señor haya oscurecido a la hermosa Sion!

Desde las alturas arrojó el esplendor de Israel hasta la tierra

y no se acordó del estrado de sus pies el día de su ira.

 

2  Bet      El Señor consumió sin compasión todas las moradas de Jacob;

en su furor, arrasó las fortalezas de la hermosa Judá; 

la arrojó por tierra y profanó el reino con sus príncipes.

 

3  Guímel En su ardiente ira quebrantó todo el poder de Israel;

le retiró su ayuda frente al enemigo;

prendió fuego a Jacob devorando todo en derredor.

 

4  Dálet   Tensó su arco como un enemigo; alzó su mano derecha como un adversario,

y mató a los jóvenes más apuestos;

en la morada de la hermosa Sion lanzó su furia como fuego.

 

5  He      El Señor se ha convertido en enemigo, ha aniquilado a Israel,

arrasó todos sus palacios, derribó sus fortalezas,

multiplicó llantos y luto en la hermosa Judá;

 

6  Váu     demolió violentamente su lugar de reunión,

lo derribó como si fuera la cerca de un huerto.

En Sion el Señor borró de la memoria las fiestas y el sábado;

en su furia rechazó al rey y al sacerdote.

 

7  Zain     El Señor rechazó su altar, profanó su santuario,

entregó al enemigo los muros de sus palacios,

y en el templo del Señor se desató un griterío como si fuera día de fiesta.

 

8  Jet       El Señor decidió derribar las murallas de la hermosa Sion,

tomó las medidas y no retiró su mano hasta que la destruyó,

envueltos en luto, muros y fortificaciones juntos se desplomaron.

 

9  Tet      Sus puertas cayeron por tierra; él quitó y quebró sus cerrojos.

Su rey y sus príncipes están entre los paganos.

Ya no hay más ley, ni siquiera sus profetas reciben visiones del Señor             

 

10  Yod    Sentados en el suelo, callados, están los ancianos de la hermosa Sion,

se echan ceniza sobre sus cabezas y se visten de luto.

Las vírgenes de Jerusalén agachan sus cabezas hasta el suelo.

 

11  Kaf    Mis ojos se deshacen en lágrimas; me hierven las entrañas.

Mi ánimo está por los suelos a causa de la ruina de la hermosa Sion;  

hasta los pequeños y los niños de pecho se desmayan en las plazas de la ciudad.

 

12  Lámed Gimiendo, les preguntan a sus madres: “¿Dónde están el pan y el vino?”,

cuando se desmayan, como heridos, en las calles de la ciudad,

y se les escapa el último suspiro en el regazo de sus madres.

 

13  Mem  ¿Con qué puedo compararte? ¿A quién puedes parecerte, hermosa Jerusalén?

¿Qué ejemplo puedo poner para consolarte, hermosa virgen de Sion?

Tan grande como el mar es tu dolor. ¿Quién podrá sanarte?

 

14 Nun    Tus profetas te anunciaron visiones falsas y ilusorias,

y no descubrieron tu maldad para que te convirtieras,

sino que te anunciaron visiones falsas y engañosas.

 

15  Sámek Los burlones que pasan por allí te hacen muecas;

 silban y mueven la cabeza contra la hermosa Jerusalén, diciendo:

“¿Es esta la ciudad que llamaban la más bella, la alegría de toda la tierra?”.

 

16  Pe     Todos tus enemigos murmuran contra ti;

silban, rechinan los dientes, y se jactan: “¡La hemos destruido!

¡Este es el día que tanto esperábamos! ¡Lo hemos logrado, lo estamos viendo!”.

 

17  Ain    El Señor llevó a cabo lo que había planeado,

cumplió lo que había decretado desde hacía tiempo;

destruyó sin compasión, alegró al enemigo en tu contra,

aumentó el poder de tus opresores.

 

 18 Sade   Clama al Señor: gime hermosa Sion,

deja correr las lágrimas como un río día y noche,

no dejes de llorar, no descansen tus ojos.

 

19  Qof    Levántate, grita al comenzar cada hora de la noche,

derrama tu corazón como agua ante el Señor,

alza tus manos hacia él por la vida de tus pequeños

que mueren de hambre en las esquinas de cada calle.

 

20  Res    Mira, Señor, fíjate en quien has maltratado así.

¿Han de comerse las mujeres el fruto de sus entrañas,

a los niñitos recién nacidos?

¿Han de ser asesinados los sacerdotes y profetas en el santuario del Señor?

 

21  Sin     Jóvenes y ancianos yacen en las calles;

mis muchachas y muchachos cayeron a espada.

Mataste en el día de tu ira, degollaste sin compasión.

 

22  Tau    Como en el día de fiesta, convocaste a mi alrededor a los que me aterrorizan;

no hubo ni fugitivo ni superviviente el día de la ira del Señor;

mi enemigo aniquiló a los que yo criaba y cuidaba.

 

 

Tercera Lamentación[3]

 

Si el Señor aflige se compadecerá

Jr 20,7; 37,15-16; 38,6; Sal 130,1; Job 5,17-18; 12,24-25; Prov 3,11-12

 

3 1 Álef  Yo soy el hombre que sufre la aflicción bajo el látigo de su enojo;

2          me ha conducido y me ha hecho andar en la oscuridad y no en la luz;             

3          todo el día levanta su mano y la hace volver contra mí.

 

4  Bet     Él desgasta mi carne y mi piel, tritura mis huesos,

5          se arma contra mí y me envuelve de amargura y fatiga,

6          me hace vivir en la oscuridad como a los que han muerto hace mucho.

 

7  Guímel Me pone una barrera para que no pueda avanzar; hace pesadas mis cadenas;

8          aun cuando grito pidiendo auxilio, se hace sordo a mi súplica.

9          Con un muro de piedra cierra mis caminos, retuerce mis sendas.

 

10  Dálet  Conmigo él se comporta como un oso al acecho, como un león escondido;

11         trastorna mis caminos y me hace pedazos; me deja destrozado.

12         Tensa su arco y me pone como blanco de sus flechas.

 

13  He     Él clava las flechas de su aljaba en mis entrañas

14         se ríe de mí toda mi gente; todo el tiempo se burlan de mí;                        

15         me llena de aflicción, me empapa de amargura.

 

16  Váu   Me rompe los dientes con piedras, me revuelca en la ceniza;

17         la paz se ha alejado de mí; he olvidado qué es la alegría

18         y llego a pensar: “Mi fuerza se ha agotado y también mi esperanza en el Señor”.

 

19  Zain   El recuerdo de mi aflicción y miseria es amargura y veneno;

20         me pongo a reflexionar y mi alma se acurruca dentro de mí.

21         Pero algo me vuelve a la mente y me da esperanza:

 

22  Jet     el amor del Señor no se acaba; su misericordia no se agota;

23         cada mañana se renuevan. ¡Grande es tu fidelidad!

24         Me digo: “El Señor es mi herencia”; y por eso, confío en él.

 

25  Tet    Bueno es el Señor con los que en él confían, con el alma que lo busca.

26         Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor.                      

27         Bueno es cargar el yugo desde joven,

 

28  Yod   cuando el Señor lo impone, que permanezca solitario y callado,

29         que ponga su boca en el polvo, quizá aún haya esperanza;

30         que ofrezca la mejilla a quien lo abofetea y se harte de ofensas,

 

31  Kaf    porque el Señor no rechaza para siempre;

32         porque si aflige se compadecerá, conforme a su inmenso amor,

33         porque no le gusta oprimir y afligir al ser humano.

 

34  Lámed Cuando alguien pisotea a todos los cautivos de un país,

35         cuando, en presencia del Altísimo, viola el derecho de una persona,

36         cuando perjudica a alguien en un juicio, ¿es que el Señor no lo va a ver?

 

37  Mem  ¿Quién puede decir lo que ha de suceder, sin que el Señor lo ordene?

38         ¿No es de la boca del Altísimo de donde emana lo malo y lo bueno?

39             ¿Por qué se queja el hombre cuando Dios lo castiga por su propio pecado?

 

40  Nun   Revisemos y examinemos nuestros caminos y volvamos al Señor;

41         levantemos el corazón junto con nuestras manos al Dios que está en el cielo.

42         Nos hemos rebelado, hemos pecado, y tú no nos has perdonado;

 

43  Sámek te cubriste de ira y nos perseguiste, masacrándonos sin compasión;

44          te ocultaste detrás de las nubes para que la oración no te llegara;

45          nos has puesto como basura y desecho en medio de los pueblos.

 

46  Pe      Todos nuestros enemigos murmuran contra nosotros;

47          han caído sobre nosotros miedo y muerte, desastre y desolación.

48          Mis ojos vierten arroyos de lágrimas por la ruina de mi amado pueblo.

 

49  Ain     Mis ojos lloran sin descanso, sin alivio,

50          hasta que el Señor se asome y mire desde el cielo.

51          Me duelen los ojos por todas las jóvenes de mi ciudad.

 

52  Sade   Los que me odian sin razón, me cazaron como a un pájaro;

53          me echaron vivo a la fosa, tirándome piedras encima;

54          las aguas cubrieron mi cabeza, y pensé: “Estoy perdido”.

 

55  Qof     Invoqué tu nombre, Señor, desde la fosa profunda.

56          Oíste mi voz: “No cierres tu oído a mi gemido, a mi grito de auxilio”.

57          Cuando clamé a ti, te acercaste y me dijiste: “No temas”.

 

58  Res       Tú, Señor, defendiste mi causa y rescataste mi vida.

59          Tú ves, Señor, que sufro injusticia. Ahora juzga mi causa.

60          Tú ves todas las venganzas y todo lo que traman contra mí.

 

61  Sin     Tú oyes, Señor, sus insultos, todo lo que traman en mi contra,

62          el cuchicheo de mis adversarios y la persistente murmuración contra mí;

63          Ya sea que se sienten o se levanten, me hacen el blanco de sus burlas.

 

64  Tau     Págales, Señor, como merecen sus obras,

65          enduréceles el corazón; caiga tu maldición sobre ellos,

66          persíguelos con ira, Señor, hasta exterminarlos debajo del cielo.

 

 

Cuarta Lamentación[4]

 

Hermosa Sion, tu culpa ya está cancelada

2 Re 25,3; Is 40,2; Jr 8,10-12; 23,11; Jl 3,19; Sal 137,7; Job 39,13-17

 

4 1  Álef ¡Cómo se ha deslucido el oro, el oro fino ha perdido su brillo!

           Las piedras preciosas están tiradas por las esquinas de cada calle;

 

2  Bet     son los nobles habitantes de Sion, valiosos como el oro

-¡cómo pueden ser considerados como cacharros de barro, labor de alfarero!-

 

3  Guímel Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,

pero la hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel como el avestruz del desierto.

 

4  Dálet   Por la sed, la lengua de los niños de pecho se les pega al paladar;

los pequeñuelos piden comida, pero nadie se la da.

 

5  He      Los que solían festejar con manjares exquisitos se desmayan por las calles;

los que crecieron con ropa fina se revuelcan entre la basura.

 

6  Váu     Mayor es la maldad de mi pueblo amado que el pecado de Sodoma,

que fue arrasada en un instante sin que nadie la atacara.

 

7  Zain    Sus nobles brillaban más que la nieve, eran más blancos que la leche;

su cuerpo era rojizo como el coral; su porte, como el zafiro;

 

8  Jet      pero ahora su aspecto ha quedado más oscuro que el carbón,

ni siquiera se les reconoce por la calle;

su piel, reseca como leña, se ha arrugado sobre sus huesos.

 

9  Tet     Mejor les fue a los muertos por la espada que a las víctimas del hambre;

aquellos murieron desangrados, estos, privados de alimento.

 

10  Yod   Manos de amorosas mujeres cuecen a sus propios hijos

y se los comen durante la destrucción de mi amado pueblo.

 

11  Kaf    El Señor desató su furor, derramó su ira ardiente;

prendió fuego a Sion y la calcinó hasta sus cimientos.

 

 12  Lámed Ni los reyes del mundo ni los habitantes de la tierra podían creer

que adversarios y enemigos penetrarían por los portones de Jerusalén,

 

13 Mem   a causa de los pecados de sus profetas y los crímenes de sus sacerdotes,

que derramaron sangre inocente en medio de ella;

 

14  Nun    ciegos, manchados de sangre, vagaban por las calles;

 nadie se atrevía a tocar sus vestiduras,

 

15 Sámek   y les gritaban: “¡Apártense! ¡Un impuro!

  ¡Apártense, apártense, no se acerquen!”.

  Entonces se marchaban, huyendo,

  y entre las naciones les decían: “No pueden quedarse aquí”.

 

16  Pe      El mismo Señor los dispersó, y no volvió a ocuparse de ellos;

 no respetaron a los sacerdotes, ni siquiera tuvieron compasión de los ancianos.

 

17  Ain    Nuestros ojos se debilitan, esperando ayuda en vano;

velábamos con ansia aguardando un pueblo que no puede salvar.

 

18  Sade   Acechan nuestros pasos, nos impiden andar por la calle;

se acerca nuestro fin, nuestros días parecen contados, ha llegado nuestro fin.

 

19  Qof    Nuestros perseguidores eran más ágiles que las águilas del cielo;

nos acosaban por los montes y nos acechaban en el desierto.

 

20  Res    Fue apresado en sus trampas el ungido del Señor, nuestro aliento y esperanza,

bajo cuya sombra pensábamos vivir entre las naciones.

 

21 Sin     ¡Diviértete y disfruta, capital de Edom; tú que habitas la región de Hus!

También tú beberás la copa, te embriagarás y quedarás desnuda.

 

22   Tau   Hermosa Sion, tu culpa ya está cancelada;

            hermosa Sion, él no volverá a desterrarte;

pero a ti, capital de Edom, te pedirá cuenta de tu maldad

y descubrirá tus transgresiones.

 

 

Quinta Lamentación[5]

 

Conviértenos a ti, Señor, y nos convertiremos

Lam 1,22; Ex 34,7; Lv 26,44; Dt 28,50; Jr 14,20; Sal 44,22-25; 74,1; 77,7-9; 79,1-5; 93,1-2; 102,13

 

5 1 Recuerda, Señor, lo que hemos vivido;

mira y fíjate en nuestra desgracia.

2   Nuestra herencia ha pasado a extranjeros,

    nuestras casas a gente desconocida;   

3   hemos quedado huérfanos de padre,

y viudas quedaron nuestras madres.

4   Tenemos que comprar el agua que bebemos;

pagamos para conseguir nuestra leña.

5   Con el yugo al cuello nos oprimen;

estamos extenuados, y no nos dejan descansar.

6   Hemos extendido la mano a Egipto

    y a Asiria para saciar nuestra hambre.

7   Nuestros antepasados pecaron y ya no viven,

pero nosotros hemos cargado con sus culpas.

8   Esclavos nos dominan

y nadie nos libra de su poder.

9   Arriesgamos la vida por el alimento,

afrontando los peligros del desierto.

10   Nuestra piel quema como un horno

por los ardores que causa el hambre.

11   Han violado a las mujeres en Sion,

a las vírgenes en los pueblos de Judá,

12   colgaron de las manos a los príncipes

y no respetaron a los ancianos.

13   Forzaron a los jóvenes a mover el molino,

los muchachos se doblan bajo el peso de la leña. 

14   Los ancianos ya no acuden a las puertas de la ciudad

y los jóvenes dejaron de cantar.

15   Ha cesado la alegría de nuestro corazón,

nuestras danzas acabaron en duelo.

16   Ha caído la corona de nuestra cabeza.

¡Ay de nosotros, porque hemos pecado!

17   Nos duele el corazón  

y se nublan nuestros ojos,

18   porque el monte Sion está desolado,

y los zorros se pasean en él.

19   Pero tú, Señor, reinas para siempre,

tu trono permanece por todas las generaciones.

20   ¿Por qué, entonces, nos ignoras por completo,

nos abandonas por tanto tiempo?

21   Conviértenos a ti, Señor, y nos convertiremos;

renueva nuestros días como en tiempos pasados,

22   ¿acaso nos has rechazado por completo,

tanto te has enojado con nosotros?

 

 

[1] 1, 1-22. Un observador contrasta el azote de la ciudad viuda con su antigua gloria (1,1-11b; menos el v. 9a); una antigua bulliciosa población queda abandonada, sin que nadie se ocupe de ella y la defienda. La ciudad adúltera se había unido en alianza con otras naciones (amantes y amigos), que luego se aliaron con los babilonios que la destruyeron (Lam 1,9.16.19; 2,13; cf. 2 Re 24,2; Ez 25,12-17). Jerusalén, madre viuda, llora su pecado, se lamenta del abandono por parte de sus antiguos amantes, deplora el destierro de sus habitantes (vv. 11c-22). Los afligidos son los niños, símbolo de esperanza, y los nobles o jefes, símbolo de poder y prestigio (vv. 5-6). Se agrega una afirmación teológica: Dios ha ocasionado la aflicción, por sus muchos pecados. Sion reconoce que se merece el castigo porque ha desobedecido las directivas dadas por los profetas (ver Nm 20,24; Dt 1,26.43; 1 Sm 12,14-15). La inmundicia de sus vestidos (v.9) alude a la menstruación, impureza ritual que inhabilita para el culto (Lv 15,19-24). En todo el poema se reconocen los errores del pasado.

[2] 2,1-22. Dios en su furor destruyó la ciudad y el Templo, y fue el causante de la desgracia (2,1-10). La belleza, el esplendor de Israel, refieren a la ciudad (cf. Is 13,19; Ez 24,25) o al santuario (cf. Sal 78,61; Is 64,11). El estrado de sus pies es el arca de la Alianza o el Templo (cf. 1 Cr 28,2; Sal 99,5; 132,7). El pueblo constata la ruina y la desolación, al igual que la burla de sus vecinos, pero, en medio de la angustia, su grito de dolor llega hasta el Señor, que también es el único que puede salvar (2,11-22).

[3] 3,1-66 El orante oscila entre la desesperación y la confianza; su lamentación recuerda las quejas de Job y las confesiones de Jeremías. El Señor se ha vuelto en su contra, la prosperidad anterior se ha convertido en desgracia; el pastor lo conduce a las tinieblas, el liberador lo carga de cadenas, el que escuchaba la oración del pobre se ha vuelto sordo (vv. 1-21). Pero este recuerdo también permite recobrar fuerzas: el reconocimiento del pecado y la aceptación del castigo muestran que Dios no se ensaña ni se goza en aniquilar a los hombres. El que es consciente de su pecado, comprende el castigo y espera el perdón (vv. 22.42). Aunque a primera vista la muerte parezca el destino irremediable, en realidad la meta es el Señor: él rompe las barreras que había puesto y responde a la súplica; a él le toca hacer justicia y salvar al perseguido. También aquí la dinámica del dolor lleva a la esperanza (vv. 43-63), porque el Señor “no rechaza para siempre” (v. 31).

[4] 4,1-22 La elegía expresa una llamada apremiante al único que puede remediar la catástrofe. Un narrador observa la destrucción de la sociedad, fruto de los pecados del pueblo, en especial de la injusticia (vv. 1-16). El poeta presta su voz a la comunidad (“nosotros”) al recordar su trauma y la complicidad de los adversarios.  Edom, que no solo se burló de Judá sino que también se sumó al enemigo para la destrucción de Jerusalén, recibirá un castigo ejemplar. Sion, en el clamor profundo, doloroso y amargo por su tragedia, alcanza la certeza de que su culpa ya está cancelada y que el exilio no es su destino definitivo (vv. 17-22).

[5] 5,1-22 Esta oración conmovedora describe la vida en la tierra ocupada y pide al Señor que se apiade y atienda a la terrible aflicción de su pueblo. La lamentación resulta el último suspiro que capta el desahogo de todo el libro y reafirma la necesidad de la intervención divina para alcanzar la auténtica penitencia (v. 21). El interrogante final del libro, “¿acaso nos has rechazado por completo…?” (v. 22) ubica al orante en el misterio de Dios, en quien siempre triunfa la misericordia sobre la justicia. La declaración de la fe en la soberanía de Dios (cf. Sal 93,1-2; 102,13) es el contexto para la petición final.