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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. Yo enviaré a mi mensajero (3,1). El autor y su tiempo

 

La identidad del autor del último de los libros de la colección de «los Doce Profetas» es una cuestión debatida entre los especialistas. El nombre que aquí se traduce como «Malaquías» es el término hebreo «mal’aky», que puede ser el nombre propio de una persona, y también se puede traducir como «mi mensajero» (1,1; 3,1).

 

En esta obra se descubren relaciones con la segunda parte del libro de Zacarías. Por ejemplo, la expresión «Oráculo. Palabra del Señor» se encuentra en Mal 1,1, y fuera de este lugar, solamente en Za 9,1 y 12,1. Dada esta y otras coincidencias, algunos autores proponen que el llamado «Segundo Zacarías» se debería separar del libro de Zacarías, y constituir la primera parte del «libro de Malaquías». Cómo se llegó a dividir esta obra para darle la forma que tiene actualmente es objeto de discusión y todo lo que se afirma queda en el terreno de lo hipotético.

 

La profecía se ubica en el posexilio, quizá hacia la mitad del siglo V. Un consenso entre los intérpretes sitúa el escrito después de la dedicación del Templo en 515 y antes de la reforma de Nehemías en 445 a. C., con el cual el profeta encuentra algunas resonancias. El desaliento del pueblo, que no ve realizadas las promesas suscitadas por Ageo y Zacarías, provoca el sentimiento de la ausencia de Dios, el descuido en el culto, la falta de interés de la clase sacerdotal, la proliferación de matrimonios mixtos y de divorcios, y diversas injusticias entre los miembros del mismo pueblo. La profecía va a hacer frente a estas situaciones con el espíritu propio del judaísmo: defensa de la pertenencia al mismo pueblo, observancia de las leyes y costumbres propias, y culto centralizado en el Templo de Jerusalén.

 

La obra recoge seis discusiones entre Dios y su pueblo. Los reproches del Señor indican que Judá ha decaído en la fe y en su forma de proceder. El libro se presenta entonces como una requisitoria a un pueblo que ha perdido la firmeza de su fe y en consecuencia ha dejado de lado el cumplimiento de las exigencias de la ley.

 

 

  1. ¿De qué tenemos que convertirnos? (3,7). Teología del libro de Malaquías

 

Judá pasa por momentos difíciles; más adelante se hablará de sequía y plagas de langostas (3,10-11). El pueblo dice que Dios ya no lo ama (1,2) y ha olvidado las antiguas promesas. Dios le asegura que, a pesar de todo, siempre lo ama (Dt 4,37; 7,8; 10,15; 33,3) y no ha renunciado a lo que antes le prometió (1,2-5).

 

Malaquías denuncia el abuso social y religioso y exhorta a sus conciudadanos a que permanezcan fieles a la alianza, siendo solidarios, conservando la pureza de la raza en sus matrimonios y viviendo en fidelidad la unión matrimonial. Denuncia a los sacerdotes que no cumplen su misión de enseñar la ley como voluntad de Dios. Confronta el descuido del culto de parte de los oficiales del Templo, cuyas ofrendas no van acompañadas de la disposición adecuada de parte de los oferentes y a la vez anuncia desde este ámbito la glorificación del nombre del Señor en todo lugar mediante una oblación pura.

 

Cuando Dios los llama a la conversión, ellos hablan como si no tuvieran nada de qué convertirse; por eso el Señor les reprocha que no cumplan correctamente el pago de los diezmos (Dt 14,22) o de las ofrendas que deben llevar al Templo (3,6-12), para su sostenimiento y ayuda a los necesitados. Si ellos no cometieran estos fraudes, el Señor los libraría de los males que los afligen: les daría la lluvia y alejaría la langosta (Dt 28,8.12).

 

Finalmente hay algunos que consideran inútil servir al Señor, porque ven que a los malvados les va bien (Sal 73,4-14). A estos se les responde que ese bienestar es aparente, porque llegará el «día del Señor» (Am 1,18; 8,9-13), en el que serán castigados los malvados y se dará el premio a los que hayan permanecido fieles (3,13-21). Las polémicas del Señor con su pueblo y los sacerdotes siguen siendo actuales, porque son palabras y formas de proceder que siempre se repiten.

 

Dos textos breves, en forma de apéndice, aparecen como conclusión del libro: en el primero se traen a la memoria de los lectores las exigencias de la ley de Moisés (3,22). Estas deben ser observadas porque fueron dadas por el mismo Dios (Dt 29,1), un tema que ya estuvo presente en las polémicas de los capítulos precedentes. En el segundo texto se anuncia el envío del profeta Elías para que prepare el «día del Señor» y reconcilie a los mayores con los jóvenes (3,23).

 

 

  1. Palabras del Señor por medio de Malaquías… (1,1). Estructura del libro

 

Después de afirmar el amor de Dios a su pueblo (1, 2-5), Malaquías abarca diversos temas en seis oráculos: reprocha a los sacerdotes por su descuido en el ritual (1, 6-14) y por su enseñanza (2, 1-9); prohíbe los matrimonios mixtos y los divorcios (2, 10-16); anuncia a un mensajero que precederá la venida del Señor (2, 17­; 3, 5); asocia las escasas cosechas con la mezquina práctica religiosa del pueblo (3, 6-12), y comenta el triunfo de los justos y el día del Señor (3, 13-21;). El libro termina con dos recordatorios (3, 22-24): hay que vivir fiel a la ley de Moisés, en espera de la venida del Señor, que será precedido por Elías, cuya misión será reconciliar las generaciones.

 

El libro se puede estructurar de la siguiente forma:

 

I –       He preferido a Jacob                                                                1,2-5

 

II –       Ofrecen en mi altar alimentos contaminados                          1,6-2,9

 

III –      No seas infiel a la esposa de tu juventud                                2,10-16

 

IV –     Yo enviaré a mi mensajero para que me prepare el camino    2,17-3,5

 

V –       Vuélvanse a mí y yo me volveré a ustedes                              3,6-12

 

VI –      A ustedes los alumbrará el sol de justicia                                3,13-21

 

VII –     Dos apéndices                                                                         3,22-23

 



 

 

 

  1.  

He preferido a Jacob [1]

Gn 25,20-34; 27 // 1,2-3: Rom 9,13

 

1 1 Oráculo. Palabra del Señor dirigida a Israel por medio de Malaquías.

2 El Señor declara: Yo los he amado, pero ustedes preguntan: “¿Cómo nos has amado?”. Ciertamente Esaú y Jacob eran hermanos; sin embargo, he preferido a Jacob 3 en lugar de Esaú –oráculo del Señor–; reduje sus montes a desierto y entregué su patrimonio a los chacales de la estepa. 4 Si Edom dice: “Hemos sido aplastados, pero volveremos y reconstruiremos las ruinas”; así responde el Señor del universo: Ellos reconstruirán, pero yo derribaré. Los llamarán “Región malvada” y “Pueblo de la perpetua ira del Señor”. 5 Ustedes lo verán con sus propios ojos y exclamarán: “El Señor sea exaltado más allá de las fronteras de Israel”.

 

 

  1.  

Ofrecen en mi altar alimentos contaminados [2]

 

6 El hijo honra a su padre y el siervo a su amo. Pero si yo soy su padre, ¿dónde está el honor que me corresponde? Si yo soy su amo, ¿dónde, el debido respeto?

Esto es lo que el Señor del universo les dice a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre y todavía preguntan: “¿En qué hemos despreciado tu nombre?”. 7 Ofrecen en mi altar alimentos contaminados y luego insisten: “¿En qué te hemos deshonrado”, pensando que la mesa del Señor es despreciable.

8 Cuando ustedes ofrecen en sacrificio un animal ciego, ¿no es algo malo? Cuando ustedes ofrecen un animal rengo o enfermo, ¿no es algo malo? Preséntalo, entonces, a tu gobernador, a ver si le gusta y te recibe con agrado –dice el Señor del universo–.

9 Ahora bien, busquen el favor de Dios para que nos tenga misericordia. Porque si de las manos de ustedes viene eso, ¿creen que los recibirá con agrado? –pregunta el Señor del universo–. 10 ¡Ojalá alguien entre ustedes cerrara las puertas del Templo para que no encendieran el fuego de mi altar en vano! Ustedes no me agradan, y las ofrendas que presentan no me gustan –afirma el Señor del universo–.

11 Porque desde la salida del sol hasta su ocaso, mi nombre es grande entre las naciones, y en todo lugar se ha de presentar en mi honor un sacrificio de incienso y una ofrenda pura, porque mi nombre es grande entre las naciones –dice el Señor del universo–.12 Pero ustedes lo ofenden cuando dicen que la mesa del Señor está contaminada y que su comida es despreciable. 13 Ustedes exclaman: “¡Qué fastidio!”, y así me desprecian –dice el Señor del universo–. Ustedes traen animales robados, rengos o enfermos, y los presentan como ofrenda, ¿y debo aceptarla de sus manos con agrado? –pregunta el Señor–.14 ¡Maldito el tramposo, que me promete un macho sano de su rebaño, y luego sacrifica al Señor un animal defectuoso! Porque yo soy el gran rey y mi nombre es venerado entre las naciones –afirma el Señor del universo–.

 21 Ahora ustedes, sacerdotes, reciban esta advertencia. 2 Si no obedecen y no hacen caso en dar gloria a mi nombre, los maldeciré –afirma el Señor del universo–. Sus bendiciones la convertiré en maldiciones. De hecho, ya las he convertido en maldiciones porque ustedes no hicieron caso.3 Por eso yo les dislocaré su hombro, les arrojaré excremento a la cara, el excremento de sus fiestas, y ustedes serán barridos junto con él. 4 Así sabrán que les dirigí esta advertencia, para que mi alianza con Leví se mantuviera firme –dice el Señor del universo–. 5 Mi alianza con él le ofrecía vida y paz; se las concedí para que me respetara. Él me amó y veneró mi nombre. 6 Tenía en su boca una enseñanza auténtica y nunca se halló perversidad en sus labios. Se portaba conmigo con integridad y honestidad, y apartó a muchos del mal. 7 Porque los labios del sacerdote han de conservar la ciencia y de su boca se espera la instrucción; él es el mensajero del Señor del universo. 8 Pero ustedes se han desviado del camino, han hecho tropezar a muchos con sus propias enseñanzas y han invalidado la alianza con Leví –dice el Señor del universo–. 9 Por tanto, ya que ninguno de ustedes ha seguido mis caminos ni ha tratado a todos por igual al aplicar la ley, también yo los haré despreciables y viles ante todo el pueblo.

 

 

III.

No seas infiel a la esposa de tu juventud [3]

 

10 ¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos creó el mismo Dios? ¿Por qué, entonces, nos engañamos unos a otros, profanando la alianza de nuestros antepasados? 11 Judá ha sido infiel; en Israel y en Jerusalén se cometen abominaciones, porque Judá ha profanado el santuario tan querido por el Señor, al casarse sus varones con mujeres de dioses extranjeros. 12 ¡Al que haga tal cosa, sea testigo o defensor, el Señor lo extirpe del pueblo de Jacob y de entre los que presentan las ofrendas al Señor del universo!

            13 Pero ustedes hacen también otra cosa: inundan el altar del Señor de lágrimas, llantos y gemidos, porque él ya no se fija en sus ofrendas y no acepta con gusto sus sacrificios, 14 y ustedes se preguntan: “¿Por qué?”. Porque el Señor es testigo entre tú y la esposa de tu juventud; tú le fuiste infiel a ella, que era tu compañera y la esposa de tu alianza nupcial. 15 ¿No los hizo Dios un solo ser, cuerpo animado por un mismo espíritu? ¿Qué busca este único ser sino una descendencia santa? Así que cuiden su espíritu. Tú no seas infiel a la esposa de tu juventud. 16 El Señor, Dios de Israel, afirma: el que se divorcia porque ha dejado de amar a su esposa se viste de injusticia –dice el Señor del universo–. Así, pues, cuiden su espíritu: no sean infieles.

 

 

  1.  

Yo enviaré a mi mensajero para que me prepare el camino [4]

Is 40,3 // 3,1: Mt 11,10; Mc 1,2-3; Lc 7,27

 

17 Ustedes cansan al Señor con sus palabras, y aún preguntan: “¿En qué le cansamos?”. Al afirmar: “Quienes hacen el mal agradan al Señor y en ellos se complace”, o bien, “¿Dónde está el Dios que hace justicia?”.

31 Yo enviaré a mi mensajero para que me prepare el camino. De repente el Señor, a quien ustedes buscan, entrará en su Templo. He aquí que ya llega el mensajero de la alianza que tanto desean –dice el Señor del universo–. 2 ¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién podrá mantenerse firme cuando él aparezca? Porque él será como fuego de fundidor, como lejía de lavandero.3 Se pondrá a fundir y refinar la plata; limpiará a los descendientes de Leví y los purificará como el oro y la plata y así presentarán ofrendas legítimas ante el Señor. 4 Entonces la ofrenda de Judá y Jerusalén será agradable al Señor como en tiempos pasados, como en años remotos.

            5 Me acercaré a ustedes para juzgar; seré un testigo exigente contra los hechiceros, los adúlteros y los que juran en falso, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, y violan el derecho del extranjero sin tenerme respeto –declara el Señor del universo–.

 

 

  1. CONVIÉRTANSE A MÍ Y YO ME CONVERTIRÉ A USTEDES [5]

Zac 1,3; Lc 1,48

 

6 Yo, el Señor, me he mantenido fiel; pero ustedes no dejan de ser descendientes de Jacob.7 Desde el tiempo de sus antepasados se han apartado de mis preceptos y no los han cumplido. Conviértanse a mí y yo me convertiré a ustedes, dice el Señor del universo. Pero ustedes preguntan: “¿Por qué tenemos que convertirnos?”. 8 ¿Puede una persona engañar a Dios? Sí, porque ustedes me están engañando. Y aún preguntan: “¿En qué te hemos defraudado?”. En los diezmos y en las primicias.9 Por eso han incurrido en la maldición, porque todos ustedes, la nación entera, me defraudan.10 Lleven el diezmo completo al depósito de provisiones, para que haya sustento en mi Templo. Hagan la prueba conmigo y verán cómo abro las compuertas del cielo para derramar sobre ustedes una bendición sin límite –dice el Señor del universo–. 11 Alejaré de ustedes la voraz langosta para que no acabe con el fruto de la tierra ni quede estéril la viña en el campo –afirma el Señor del universo–. 12 Entonces todas las naciones los felicitarán, porque ustedes serán un país de delicias –dice el Señor del universo–.

 

 

  1. A USTEDES LOS ALUMBRARÁ EL SOL DE JUSTICIA [6]

Lc 1, 78 // 3,17: 1 Pe 2,9

 

13 Sus discursos contra mí son insolentes –dice el Señor–, y aún preguntan: “¿Qué hemos dicho contra ti?”.14 Han dicho: “Es inútil servir a Dios. ¿Qué ganamos con cumplir sus mandatos y andar de duelo en presencia del Señor del universo? 15 Felicitemos mejor a los arrogantes, porque los que actúan mal no solo prosperan, sino que tientan a Dios y quedan impunes”.

16 Los fieles a Dios comentaron esto entre sí y entonces el Señor prestó atención y escuchó; ante él se escribió un memorial a favor de los que son fieles al Señor y veneran su nombre.17 El Señor del universo dice: El día que yo actúe, ellos volverán a ser mi propiedad personal; los perdonaré como alguien perdona al hijo que lo sirve.18 Así ustedes volverán a distinguir entre el justo y el malvado, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve.

            19 Ya viene el día, ardiente como un horno, cuando todos los arrogantes y todos los malhechores serán como paja. El día que se acerca los quemará, hasta no dejarles rama ni raíz –dice el Señor del universo–.20 Pero a ustedes, que veneran mi nombre, los alumbrará el sol de justicia, con sus rayos sanadores; y ustedes saldrán del establo brincando como  terneros.21 El día que yo actúe, ustedes pisotearán a los malvados como si fueran polvo bajo la planta de sus pies –afirma el Señor del universo–.

 

 

VIII. DOS APÉNDICES [7]

 

Yo les enviaré a ustedes al profeta Elías

Mt 17,20; Lc 1,17; Jn 1,21

 

22 Acuérdense de la ley de mi servidor Moisés, a quien entregué en el Horeb los mandatos y preceptos para todo Israel.

 

23 Antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible, yo les enviaré a ustedes al profeta Elías. 24 Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres, para que no venga yo a exterminar la tierra.

 

[1] 1,2-5. El libro comienza con la palabra del Señor que afirma su amor hacia Israel. El amor de Dios es el fundamento de la elección (Dt 7,7-8). A los que dudan de ese amor, se les presenta el ejemplo de Edom, los descendientes de Esaú. A pesar de que Esaú y Jacob eran hermanos (Gn 25,21-26), Dios mostró su predilección a los descendientes de Jacob. A los de Esaú, en cambio, que siempre se mostraron como enemigos (Am 1,12; Abd 10-11; Jr 49,7-22; Sal 137,7), el Señor no les ha mostrado predilección, y en el momento en que escribe el profeta, han sido objeto de una invasión destructora (1,3). 

[2] 1,6-2,9. Lo que se ofrece en la liturgia es emblema de la ofrenda del propio ser. Al ordenar sacrificar animales sin defecto, la ley enseña que también la persona debe mantener su espíritu íntegro con la fe en Dios. Malaquías reprende a los sacerdotes que no prestan atención a que una ofrenda debe ser pura. Si los sacerdotes no celebran una liturgia digna, ¿qué se espera del pueblo? El profeta les exhorta a vivir las virtudes enraizadas en el sacerdocio levítico. El descuido de los sacrificios y del culto refleja el desánimo general de la sociedad.

[3] 2,10-16. Al contraer matrimonios con extranjeros y aprobar el divorcio, el pueblo ha profanado el santuario y la alianza. La administración territorial seguía en manos de las autoridades samaritanas, que se negaban a restituir a los repatriados judíos las propiedades de que habían sido despojados antes del exilio. Muchos procuraban recuperarlas por medio de matrimonios con las hijas (cf. 2,11) de sus actuales propietarios. El problema surgió cuando, al casarse con una extranjera, había también que reconocer los dioses del cónyuge. Algunos comentaristas interpretan que: los israelitas están unidos en una alianza con Dios, semejante a una alianza matrimonial con el único esposo que es el Señor;  admitir otros dioses es violar esta alianza (Os 2,4-7; 4,11-19; 8,4-12). El profeta llama al pueblo a ser fiel a la alianza con el único Dios, a la alianza matrimonial contraída en su juventud.

[4] 2,17-3,5. El Señor acusa a los que piensan que solo les va bien a los que actúan mal, porque Dios no se preocupa por la justicia. Se anuncia entonces que vendrá un mensajero a preparar el camino para el Señor (quizá el mismo profeta), y después vendrá el mismo Dios para iniciar el juicio, en el que tendrá en cuenta a todos los que de algún modo adulteraron la religión con prácticas mágicas, hechicería y perjurio, y también a los que negaron  la justicia a las clases desamparadas. Cuando todos hayan sido juzgados y purificados, se podrá hablar de integridad en el culto y en las ofrendas (vv. 3-4).

[5] 3,6-12. Algunos responden a las acusaciones del Señor diciendo que no tienen nada de qué arrepentirse. El profeta les muestra que ellos intentan engañar a Dios y les señala en particular los fraudes que cometen en la entrega de los diezmos y primicias que deben hacer para sostenimiento del Templo y ayuda a los pobres (Dt 14,28-29; 26,12). Si ellos fueran generosos en esas entregas, también el Señor se mostraría generoso enviando las bendiciones a la tierra.  

[6] 3,13-21. Finalmente el Señor responde a la blasfemia de los que dicen que es inútil ser fiel al Señor, porque a los malvados y arrogantes les va bien en esta vida. El profeta anuncia que en el día del juicio se hará sentir la justicia divina y todos reconocerán por qué era necesario caminar según las normas de Dios. También en la actualidad el creyente y la comunidad deben empeñarse en la justicia como uno de los elementos esenciales para sintonizar con el plan divino, aun cuando en apariencia les va bien solo a los malvados.

[7] 3,22-24. El libro recoge dos apéndices: el primero es una breve exhortación a observar la ley de Moisés, porque es una ley que proviene del mismo Dios. En el segundo se anuncia el envío del profeta Elías para que prepare el «día del Señor» (3,23). Según la tradición judía mantenida hasta el día de hoy, Elías no murió y deberá volver antes de la venida del Mesías (Eclo 48,10-11; Mt 17,10). El evangelio de Mateo identifica este mensajero con Juan el Bautista  (Mt 3,1–6; 17,12-13). La afirmación puede ser mal entendida, y por eso Lucas la explica y dice que Juan el Bautista vino «con el poder de Elías» (Lc 1,16-17.76-77), y en el evangelio de Juan, el Bautista niega que él sea Elías (Jn 1,21).

La alusión final a la Ley de Moisés y a la venida de Elías que prepara el día del Señor remite al lector cristiano a reconocer en el NT el cumplimiento cabal de las promesas y profecías divinas.