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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. Palabras del Señor que recibió Miqueas… (1,1). El autor y su tiempo

 

El libro se presenta como la recopilación de las predicaciones de un profeta llamado Miqueas, proveniente de la pequeña población de Moreset, al suroeste de Judá, que desempeñó su ministerio profético en el reino de Judá, en tiempos de los reyes Jotán (739–734 a. C.), Ajaz (734–727 a. C.) y Ezequías (727–698 a. C.). Habría sido contemporáneo de los profetas Amós y Oseas, del reino de Israel, y de Isaías, del reino de Judá. En Jr 26,18 se recuerda que durante el reinado de Ezequías, Miqueas predijo la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo (3,12).

 

Miqueas predicó en una época de corrupción generalizada. Sus discursos se presentan como juicios (1,2-4; 6,1-2; 7,9) contra los diferentes grupos: gobernantes y jueces (3,1-4.9-12; 7,1-7), comerciantes (2,1-5; 6,9-15), profetas (3,5-8.11), sacerdotes (3,11)… y el pueblo en general (6,1-8). A todos ellos les reprocha su ambición por el dinero, las faltas de justicia, la opresión de los pobres, el recurso a los hechiceros y adivinos (5,11), la idolatría (1,7; 5,12) y la violencia (3,10; 7,2). El pecado más generalizado que está en el objetivo de Miqueas es el enriquecimiento a costa de los más débiles (2,1-6.8-9), y se habla en particular de las balanzas falseadas (6,11-12; Am 8,5; Lv 19,35-36; Dt 25,13-16). Gobernantes y gobernados tratan de acumular riquezas sin prestar atención a los medios.

 

Aunque le toca enfrentar un panorama tan sombrío, el profeta Miqueas conserva su esperanza de un futuro de paz y felicidad bajo el gobierno del rey descendiente de David, y el material contenido en el libro ha sido ordenado de tal manera que las amenazas se alternan con promesas de perdón y felicidad.

 

Como sucede con otros libros proféticos, también este ha sido ampliado y actualizado por parte de los discípulos que conservaron y editaron la predicación del profeta. Se supone con fundamento que los fragmentos 2,12-13 y 7,8-20 fueron escritos mucho después de la desaparición del profeta, en una época posterior al retorno de la cautividad en Babilonia. El texto 4,1-5 se encuentra también en Is 2,2-5, y no hay certeza sobre cuál de ellos es su autor original, o si los dos dependen de una fuente anterior.

 

  1. Se te ha hecho saber lo que espera el Señor de ti(6,8). La teología del libro de Miqueas

 

Dios no es indiferente ante la injusticia. Él examina rigurosamente las faltas que se cometen en la sociedad y declara que la ambición por la riqueza corrompe a los humanos de cualquier estamento de la sociedad (2,2; 3,3.5.11; 6,10-12; 7,2-3). El Señor está dispuesto a descargar el castigo sobre los culpables. Este castigo se representa como la destrucción de Samaría (1,6-7), de las ciudades cercanas a lugar donde actuaba el profeta (1,8-15) y de Jerusalén (3,12). Y aparece la perspectiva del exilio (4,10).

 

Para evitar este castigo, a los pecadores no se les exigen actos extraordinarios como ofrecer holocaustos o sacrificar al hijo primogénito (6,6-7). Miqueas enseña que es necesario volver a la ley de Dios, y para eso resume todos los mandamientos en estas pocas exigencias: «respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente» (6,8).

 

Pero el Señor no habla solamente con amenazas. El mismo Dios que se presenta como juez, en otros momentos lleva el atuendo de un pastor (2,12; 4,6-8; 7,14), dispuesto a perdonar los pecados de su pueblo (7,18-20) y a purificarlo de todos sus delitos (5,9-14).

 

Después de la purificación no se hablará más de todo el pueblo sino de un «resto» que en el plan de Dios cumplirá la misión de llevar la salvación a todas las naciones (5,6-7). Este tema del «resto» está presente también en dos profetas que predicaron en la misma época que Miqueas: Amós, en el reino de Israel (Am 5,15), e Isaías, en Judá (Is 4,3), y reaparecerá en las obras de profetas que actúen más tarde.

 

Ante la corrupción general, que parece incurable, el profeta suscita el recuerdo de las promesas gloriosas que se le hicieron a David (2 Sam 7,12-16; Sal 132,11-16), y vuelve los ojos hacia Belén, donde nació David, porque de allí vendrá el descendiente que gobernará como un pastor en nombre del Señor, todos vivirán en paz y su dominio se extenderá hasta los confines de la tierra (5,1-3).

 

El evangelio de san Mateo recuerda el texto de Miq 5,1-3 para señalar el lugar del nacimiento de Jesús como hijo y heredero de David (Mt 2,5-6). En el mismo evangelio (Mt 10,35) se reproduce el texto de Miq 7,6 para describir la situación de enfrentamiento y división que se producirá a partir de la predicación de Jesucristo.

 

  1. Préstenme atención, jefes de la casa de Jacob(3,1). Estructura del libro

 

 

 I –     ORÁCULOS CONTRA ISRAEL Y CONTRA JUDÁ                             1,1-16

II –     DENUNCIAS Y AMENAZAS                                                                 2,1-3,12

III –    PROMESAS DE RESTAURACIÓN                                                        4,1-5,14

IV –    DENUNCIAS Y AMENAZAS                                                                 6,1-7,7

V –     LA RESTAURACIÓN FUTURA                                                             7,8-20

 

 

 

  1. ORÁCULOS CONTRA ISRAEL Y CONTRA JUDÁ [1]­

 

Yo convertiré a Samaría en ruinas

 

1 1  La Palabra del Señor que llegó a Miqueas de Moreset, en tiempos de Jotán, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá. Visiones acerca de Samaría y de Jerusalén.

 

2 ¡Escuchen, pueblos todos;

pongan atención la tierra y sus habitantes!

El Señor Dios sea testigo contra ustedes,

el Señor, desde su Templo santo.

 

3  Porque el Señor va a salir de su morada,

descenderá y caminará sobre las alturas de la tierra.

4 Los montes se derretirán bajo sus pies

y los valles desaparecerán

como cera en presencia del fuego,

como agua derramada en la pendiente.

5  Todo esto por el delito de Jacob

y por los pecados de la casa de Israel.

¿Cuál es el delito de Jacob?

¿Acaso no es Samaría?

¿Cuáles son los lugares altos de Judá?

¿Acaso no es Jerusalén?

 

6  Yo convertiré a Samaría en ruinas,

en un campo donde se planten viñas;

las piedras de sus muros rodarán hasta el valle,

y dejaré al desnudo sus cimientos.

Todos sus ídolos serán destrozados,

todas sus ganancias se calcinarán en la hoguera

y haré añicos todas sus imágenes.

¡Porque ella reunió todo esto con ganancia de prostituta,   

en ganancia de prostituta se convertirá!

 

Bajó la desgracia hasta la puerta de Jerusalén

 

8  Por eso, grito y gimo de dolor,

ando descalzo y desnudo;

doy aullidos como los chacales,

y gemidos, como crías de avestruz.

9  Porque la herida de Samaría es incurable

y está llegando a Judá;

llama a la puerta de mi pueblo

y está próxima a Jerusalén.

 

10  No lo cuenten en Gat,

y no se pongan a llorar;

que se revuelquen en el polvo en Bet Leofrá (casa del polvo);

11 que pasen desnudos y

cubiertos de de vergüenza

los habitantes de Safir;

ya no hay escape posible

para los habitantes de Saanán (escape),

y en Bet-Ezel (casa firme) solo hay alaridos

porque les quitan su apoyo.

 

12 La población de Marot está enferma

porque bajó la desgracia de parte del Señor

hasta la puerta de Jerusalén.

13 Aten los caballos a sus carros,

habitantes de Laquis;

ella fue origen de pecado

para la hija de Sion.

Porque en ti, Laquis, fueron hallados

los delitos de Israel.

14  Por eso tú repudiarás a Moreset-Gat,

y Bet Aczib (casa del fraude)

defrauda a los reyes de Israel.

15 También contra ustedes, habitantes de Maresá (usurpación),

enviaré al usurpador,

¡y a Adulan se irá la gloria de Israel!

 

16 Arráncate y córtate el cabello

por tus hijos tan queridos;

ensáncha la calva de tu cabeza como el buitre

porque ellos partirán al cautiverio, lejos de ti.

 

 

  1. DENUNCIAS Y AMENAZAS [2]­

 

Ay de los que planean el crimen [3]

1 Re 21,1-16

 

2 1  ¡Ay de los que planean el crimen,

traman el mal en sus lechos

y a pleno día lo ejecutan

porque tienen el poder en sus manos.

2  Codician campos y casas:                                         

los roban, los toman a la fuerza;

atropellan al dueño y a su familia 

a su persona y sus pertenencias.

 

3  Por eso, así dice el Señor:

«Miren, contra gente de esa calaña

yo también planeo un mal

del que ustedes no podrán zafar su cuello

ni andar con la frente en alto,

porque ese será un tiempo de desgracia».

 

4  Aquel día se entonará una sátira contra ustedes,

se recitará un lamento que diga:

«¡Hemos sido totalmente despojados!

Él entrega a otros propietarios las parcelas de mi pueblo,

¿cómo me las arrebata? 

Les reparte a los invasores nuestros campos».

 

5 Por eso,

nadie te tomará en cuenta

cuando se reparta la tierra

en la asamblea del Señor.

 

 

Ellos vociferan: «¡No profeticen!» [4]

 Jr 5,31; Am 2,12; 7,12-13

 

6  Ellos vociferan: «¡No profeticen!                         

¡Dejen de profetizar estas cosas,

que el oprobio no nos alcanzará!

7 ¿Acaso está maldita la casa de Jacob?

¿Acaso se agota la paciencia del Señor?

¿O es esta, acaso, su forma de actuar?».

 

¿Acaso mis palabras no son un buen augurio

para quien procede rectamente?

8  Antes mi pueblo se levantaba

para combatir al enemigo;

pero ahora ustedes despojan

del manto que llevan puesto

los que regresan de la guerra

y desfilan confiados ante ustedes.

9 Ustedes mismos desalojan,

de sus hogares queridos,

a las mujeres de mi pueblo,

y privan para siempre a sus niños

de la dignidad que yo les conferí.

10 ¡Pónganse de pie y caminen!

No es momento para descansar;

la destrucción será terrible y total

por la impureza de ustedes.

 

11  Si un seguidor de doctrinas vanas,

si un charlatán les dijera falsamente:

«Yo voy a profetizar a tu favor;                           

tú, a cambio, dame vino y licor»,

¡ese profeta sí que estaría

a la altura de este pueblo!

 

Reuniré al resto de Israel [5]

 

12  Jacob, voy a congregarte;

a todos ustedes los congregaré.

Reuniré al resto de Israel;

lo reuniré y lo mantendré unido,

como a las ovejas en el redil,

como al rebaño en el pastizal.

 

Se oirá el alboroto

por causa de un hombre;

13 sobresaldrá ante ellos

aquel que se abre paso.

Se abrirán paso, pasarán

y saldrán por la puerta;

su rey pasará ante ellos,

¡el Señor los encabezará!

 

Jefes de la casa de Jacob [6]

Dt 31,17; Sal 69,18; 102,3

 

3 1  Prestenme atención,

jefes de la casa de Jacob,

gobernantes de la casa de Israel:

¿no es acaso tarea de ustedes

amar el derecho?

2  Sin embargo,

¡ustedes odian el bien y aman el mal!

No solo despellejan a mi pueblo,

sino que raspan la carne de sus huesos;

3 comen la carne de mi pueblo,

le sacan la piel que lo recubre

y le destrozan sus huesos;

lo despedazan para echarlo a la olla,

como trozo de carne en una cacerola.

 

4  Ellos clamarán al Señor,

pero él no les responderá;

más aún, en aquel tiempo,

por la maldad de sus obras,

¡él les esconderá el rostro!                 

 

El sol se ocultará para los profetas [7]

 

5  Así dice el Señor

   contra aquellos profetas

que extravían a mi pueblo,

esos que anuncian «paz»,

cuando les dan de comer,

y declaran «guerra santa»,

cuando tienen la boca vacía.

6 Por eso, «Ustedes tendrán noche, pero no visión;

oscuridad, pero no presagio»..

El sol se ocultará para los profetas;

el día se hará oscuro sobre ellos.

Los videntes quedarán avergonzados,

y abochornados los adivinos;

todos ellos se cubrirán la boca,

porque no tendrán ninguna respuesta

de parte de Dios.

 

Yo, por el contrario,

gracias al espíritu del Señor,

estoy lleno de poder,

de rectitud y de osadía,

para denunciar a Jacob su delito,

y a Israel su pecado.

 

Sion ha sido edificada con sangre [8]

Is 1,23; Jer 26,18; Hab 2,12

 

9  Presten atención a esto,

jefes de la casa de Jacob,

gobernantes de la casa de Israel:

¡ustedes aborrecen el derecho

y tuercen todo lo que es recto!

10  Sion ha sido edificada con sangre,                      

y Jerusalén, sobre la injusticia.

11  Solo a cambio de soborno,                                  

sus jefes imparten justicia;

solo a cambio de salario

sus sacerdotes dan una enseñanza;

solo a cambio de dinero,

sus profetas anuncian presagios.

y todavía se apoyan en el Señor para decir:

«¿Acaso el Señor no habita entre nosotros?

No nos sobrevendrá ningún mal».

 

12  Por eso y a causa de ustedes mismos,                                        

Sion se transformará en un campo arado;

Jerusalén llegará a ser un montón de ruinas,

y el monte del Templo, una colina llena de maleza.

 

 

III – PROMESAS DE RESTAURACIÓN 

 

El Señor reinará en el monte Sion [9]

= Is 2,2-4

Ez 34,16; Sof 3,19; Zac 3,10

 

4 1  Al final de los tiempos,                                                          

la montaña sobre la que está el templo del Señor

se afirmará en la cumbre de las montañas,

y se elevará por encima de las colinas.

Hacia ella confluirán los pueblos.

2  Vendrán naciones numerosas que dirán:

«¡Vengan! ¡Subamos a la montaña del Señor,

al templo del Dios de Jacob!

Para que él nos instruya en sus caminos,

y caminemos por sus sendas».

Porque de Sion saldrá la ley y

de Jerusalén, la palabra del Señor.

3  Él juzgará entre pueblos numerosos

y será el árbitro de naciones poderosas y lejanas.

Con sus espadas forjarán arados,

y con sus lanzas, tijeras de podar.

Ninguna nación alzará la espada contra otra,

ni se ejercitará más para la guerra.

4 Cada uno se sentará

bajo su parra o su higuera,                                

y nada ni nadie lo perturbará,

dice el Señor del Universo.

 

5 Todos los pueblos caminan

en el nombre de su propio dios;

nosotros caminamos

en el nombre del Señor, nuestro Dios,

por siempre jamás.

 

Reuniré a las ovejas que andan dispersas [10]

 

6  “Aquel día —oráculo del Señor—,                       

recogeré a las ovejas tullidas

y reuniré a las que andan dispersas,

las mismas que antes había maltratado;

7  con las tullidas me haré un resto,

y con las dispersas, una nación poderosa”.

 

El Señor reinará sobre ellas en el monte Sion

desde ahora y por siempre.

8  A ti volverá, torre del rebaño,

torreón de la hija de Sion,

a ti regresará el antiguo dominio,

el reinado de la hija de Jerusalén.

 

9  Y ahora, ¿por qué gritas de esa manera?

¿Acaso no tienes rey?, ¿murió tu consejero?

¿Por qué te retuerces de dolor

como una mujer que está por dar a luz?

10 ¡Retuércete y gime de dolor

como parturienta, hija de Sion!

Porque ahora tú abandonarás la ciudad,

habitarás en descampado

y llegarás hasta Babilonia.

Pero allí serás salvada,

allí te rescatará el Señor

del poder de tus enemigos.

11  Ahora son muchas las naciones

que se han aliado contra ti dicen:

«¡Que sea profanada!

¡Que nuestros ojos se deleiten

en la ruina de Sion!».

12  Pero ellas no conocen los planes del Señor,

no comprenden cuál es su intención,

porque las ha reunido como gavillas en la era.

13  Hija de Sion, ¡levántate y trilla!

Te daré cuernos de hierro y pezuñas de bronce.

Triturarás a pueblos numerosos

y consagrarás al exterminio sus ganancias y riquezas,

¡en honor del Señor,

el Señor de toda la tierra!

14  Ahora tú, guerrera,

organiza bien tus escuadrones,

porque estamos bajo asedio,

¡con una vara intentan golpear

las mejillas del Juez de Israel!

 

Y tú, Belén de Efratá [11]

Ef 2,14 // 5,1: Mt 2,5-6

 

5 1  Y tú, Belén de Efratá,                                       

eres insignificante 

entre los clanes de Judá,

pero de ti surgirá para mí

quien gobierne en Israel;

sus orígenes se remontan al pasado, ,

a los tiempos antiguos.

2  Por eso, el Señor los entregará

hasta el momento que dé a luz

la mujer que está embarazada,

y que regresen sus otros hermanos

para unirse a los demás israelitas.

 

3 Él se mantendrá firme y pastoreará

con la autoridad del Señor,

con la majestad de su nombre,

el nombre del Señor, su Dios.

Entonces podrán habitar seguros,

porque su dominio alcanzará

hasta los confines de la tierra.

4  ¡Él será la paz!

Si Asiria se atreve

a invadir nuestro territorio,

a poner un pie en nuestros palacios,

suscitaremos contra ella

siete pastores y ocho capitanes;

5  ellos pastorearán Asiria a punta de espada,

y el país de Nemrod con el puñal.

Si Asiria invade nuestra tierra

o pone un pie en nuestra frontera

él nos salvará.

 

El resto de Jacob [12]

Is 4,3; Am 5,15

 

6  En medio de pueblos numerosos

   el resto de Jacob será                              

como rocío que baja del Señor,

como llovizna sobre la hierba:

que nada espera de los hombres,

que nada aguarda del ser humano.

 

7  El resto de Jacob será entre las naciones,

en medio de pueblos numerosos,

como león entre las fieras del bosque,

como leoncillo en un rebaño de ovejas,

que da zarpazos y despedaza

 a medida que atraviesa

sin que haya quién pueda salvar.

¡Que tu mano se alce contra tus adversarios,

y sean exterminados todos tus enemigos!

 

 

Aquel día exterminaré [13]

 

9  Aquel día -oráculo del Señor-,

exterminaré toda tu caballería

y destruiré tus carros de combate.

10 Exterminaré las ciudades de tu país

y derribaré todas tus fortificaciones;

11  exterminaré tus prácticas de brujería

y haré desaparecer a tus hechiceros.

12 Exterminaré de en medio de ti

tus ídolos y tus monolitos idolátricos,

¡nunca más te postrarás

ante la obra de tus manos!

13 Derribaré tus imágenes de Aserá

y demoleré por completo tus ciudades.

14  ¡Dominado por la ira, furibundo,

me cobraré venganza de las naciones,

de aquellas que no quisieron obedecer!

 

IV –    DENUNCIAS Y AMENAZAS  [14]­

 

¿Con qué me presentaré ante el Señor?

Nm 22-24

 

6 1  Presten atención a lo que dice el Señor:

«¡Presenta tu pleito ante las montañas;

que las colinas atiendan tu reclamo!».

2  Montañas y firmes cimientos de la tierra,

atiendan el pleito del Señor.

Porque el Señor tiene un pleito contra su pueblo,

contra Israel entabla un proceso.

 

3  Pueblo mío, ¿qué te he hecho?,

¿en qué te he molestado? ¡Respóndeme!

4  Yo te saqué de Egipto,

te redimí de la esclavitud

y envié delante de ti a Moisés, Aarón y María.

5  Pueblo mío,

recuerda lo que planeaba Balac, el rey de Moab,                

y cómo le respondió Balaán, el hijo de Beor;

recuerda cuando pasaste desde Sitín hasta Guilgal      

para que conozcas las obras salvadoras del Señor.

 

6  ¿Con qué me presentaré ante el Señor,

y me postraré ante el Dios de las alturas?

¿Tendré que presentarme ante él con holocaustos

o con terneros de un año?

7 ¿Aceptará el Señor miles de carneros

y millares de ríos de aceite?

¿Tendré que ofrecer a mi primogénito

por causa de mi delito,

o al fruto de mis entrañas por mi propio pecado?

 

8  Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno,

lo que espera el Señor de ti:

que actúes con rectitud,

que ames con fidelidad

y que camines humildemente con tu Dios.

 

La voz del Señor grita a la ciudad [15]

Lv 19,35-36; Dt 25,13-16; 1 Re 16,25.30-33; Sof 1,13

 

9  La voz del Señor grita a la ciudad,

-es un acierto respetar su nombre-.

«¡Escuchen, tribu y consejo de la ciudad!

10  ¿He de tolerar la casa del malvado

con ganancias mal habidas, producto del fraude

y de las indignantes medidas rebajadas?

11 ¿He de legitimar balanzas fraudulentas                   

y bolsas de pesas adulteradas?

12  Los hombres ricos de la ciudad

están llenos de violencia,

sus habitantes hablan falsamente

y solo hay lenguas traicioneras en sus bocas.

 

13  Por tus pecados, seré yo,

quien te debilitará,

te causará estragos

y te traerá desolación.

14  Comerás, pero no quedarás saciada,

y el hambre permanecerá dentro de ti;

guardarás bienes, pero no los pondrás a salvo,

y si logras poner algo a salvo,

lo entregaré a la espada.

15  Sembrarás, pero no cosecharás;

exprimirás olivas, pero no te ungirás con su aceite,

y pisarás la uva, pero tampoco beberás su vino.               

16  Porque has observado los decretos de Omrí                

y todas las prácticas de la casa real de Ajab,                    

y te has conducido según sus consejos;

por eso, a ti te entregaré a la desolación,

y a tus habitantes, a la burla:

¡Ustedes cargarán con la infamia de mi pueblo!».

 

 

Ahora reinará la confusión

7,6: Mt 10,35-36

 

7 1  ¡Ay de mí!

Soy como los segadores que buscan

una vez terminada la cosecha;

como los que buscan entre las vides,

una vez terminada la vendimia.

No hay un racimo para comer,

ni una sola de esas brevas que me gustan.

 

2 El hombre fiel ha desaparecido del país

y no hay un justo entre los hombres.

Todos andan al acecho de sangre,

unos a otros se tienden trampas

y adiestran sus manos para hacer el mal.

El príncipe pone exigencias,

el juez acepta sobornos,

el poderoso proclama su ambición,

y así se pervierte la justicia.

4  El mejor de ellos es como una zarza

y el recto, como un espino.

El día anunciado por tus centinelas,

en el que se te pedirá cuentas, ha llegado.

Ahora reinará la confusión.

5  No se fíen del compañero,

en el amigo no confíen;

aun delante de la que se recuesta en tu pecho,

cuídate de abrir la boca.

6 Porque el hijo desprecia a su padre,                

la hija se alza contra su madre,

y la nuera, contra su suegra.

¡Los enemigos del hombre

están dentro de su propia casa!

 

7  Pero yo aguardaré en el Señor,

pondré mi esperanza en el Dios de mi salvación.

¡Mi Dios me escuchará!

 

 

 V –     LA RESTAURACIÓN FUTURA  [16]

 

El Señor es mi luz

Sal 42,11

8 Enemiga mía,

no te alegres por mi situación;

aunque haya caído,

me volveré a levantar,

y aunque habite en oscuridad,

el Señor es mi luz.

9 Porque pequé contra el Señor 

soportaré su disgusto

hasta que él juzgue mi causa

y dicte sentencia a mi favor,

¡entonces me conducirá a la luz,

y contemplaré su justicia!

 

10 Mi enemiga, la que me decía:

«¿Dónde está el Señor, tu Dios?»,

al verlo se cubrirá de vergüenza

y con mis propios ojos contemplaré

cuando ella sea pisoteada como el lodo de la calle.

 

¡Apacienta, Señor, a tu pueblo!

 

11  Llega el día de reconstruir tus muros,

el día de expandir tus fronteras.

12  Aquel día acudirán a ti

desde Asiria hasta Egipto,

desde Egipto hasta el Éufrates;

de mar a mar, de una montaña a otra.

13 La tierra quedará desolada,

por causa de sus mismos habitantes,

como pago de sus acciones.

 

14 ¡Señor, apacienta con tu báculo a tu pueblo,

ovejas de tu heredad!

Acampan, solitarias, en el bosque,

en medio del Carmelo.

¡Que pasten en Basán y Galaad

como en los tiempos antiguos!

15 “¡Como en los días en que saliste

del país de Egipto, yo mostraré maravillas!”.

 

16  Las naciones, al verlo,

se avergonzarán de toda su prepotencia,

se taparán la boca con la mano,

y quedarán sordos sus oídos.

17  Como la serpiente lamerán el polvo,

y como los reptiles de la tierra espantados dejan sus escondrijos,

las naciones irán aterradas ante el Señor nuestro Dios

y sentirán temor ante ti.

 

¿Qué Dios hay como tú?

 

18  ¿Qué Dios hay como tú

que perdone la culpa

y absuelva el delito del resto de su heredad,

que no mantenga su ira por siempre,

sino que se complazca en el amor?

19  Él volverá a compadecerse de nosotros;

hará desaparecer nuestras culpas

y arrojará todos nuestros pecados

a lo más profundo del mar.

20 Otorgarás tu fidelidad a Jacob

y tu amor a Abrahán,

como juraste a nuestros padres

desde tiempos remotos.

 

 

[1] ­ 1,1-16. El libro comienza con un solemne llamado para presenciar un juicio. El Señor desciende desde su morada celestial para juzgar a los reinos de Israel y de Judá, a los que acusa por sus pecados de idolatría y por las riquezas acumuladas injustamente. El profeta se dirige a todas las poblaciones cercanas a su propia patria (1,1) y les anuncia una invasión de pueblos enemigos. La destrucción de todo lo que las ciudades tienen como motivo de orgullo es presentada como el juicio de Dios por las violaciones a los compromisos de la alianza.   

[2] ­2,1-3,12. El discurso está constituido por una serie de oráculos en los que se denuncian los pecados de distintos sectores del pueblo. El Señor amenaza a los que han dejado de lado los compromisos de la alianza.

[3] 2,1-5. En este discurso el Señor acusa a los jefes del pueblo, que por ambición despojan al pueblo de sus bienes y cometen toda clase de injusticias. Como castigo de sus delitos, ellos a su vez se verán despojados.

[4] 2,6-11. Como ya había sucedido con el profeta Amós en el reino del Norte (Am 1,12; 7,10-17), en el reino de Judá las palabras de los profetas, que denuncian pecados y anuncian castigos, resultan insoportables para los que están endurecidos en sus delitos. Ellos solo escucharían con agrado y retribuirían bien a los falsos profetas que aprobaran su mal proceder e hicieran anuncios de tiempos felices.

[5] 2,12-13. Un anuncio de la futura unificación de las doce tribus de Israel, divididas en dos reinos después de la muerte de Salomón (1 Re 12,20). Una constante en la predicación profética es la renovada esperanza que en el futuro Dios volverá a reunir a su pueblo en torno a su rey, el Mesías.

[6] 3,1-4. Una de las tareas principales de los reyes era la administración de la justicia. Los gobernantes de Judá no solamente han dejado de cumplir esta importante tarea, sino que, movidos por la ambición, por medio de injusticias despojan a los pobres y aprovechan para enriquecerse y afirmarse en el poder.

[7] 3,5-8. El discurso se dirige a los falsos profetas, que no denuncian los pecados del pueblo ni lo ponen en alerta contra los castigos que se avecinan, sino que a cambio de dinero y obsequios dicen a los gobernantes y al pueblo lo que estos desean oír.

[8] 3,9-12. Como un resumen de los discursos precedentes, el profeta se dirige a todos los grupos sociales a los que ha venido reprendiendo: todos ellos son culpables de la situación actual del pueblo de Israel, y en consecuencia vendrá el castigo de la destrucción para el territorio, para la ciudad de Jerusalén y para el mismo Templo.

[9] 4,1–5. Las destrucciones anunciadas por el Señor no serán definitivas. Para el final de los tiempos se anuncia el reinado de una paz perfecta. El templo del Señor será el centro de toda la tierra y se vislumbra la unión de todos los pueblos.

[10] 4,6-14. Después de la purificación del pueblo de Dios quedará un «resto», del que hablan también otros profetas (Am 5,15; Is 4,3; Sof 3,12-13). El Señor, como un pastor, reunirá a todas las ovejas que andan dispersas; ellas constituyen el “resto” (vv.6-7; 5,6-8) a partir de las cuales él formará su reino, y así anuncia  el triunfo de su pueblo ante las amenazas de los enemigos. 

[11] 5,1-5. La unificación del pueblo de Dios (2,12-13) y la reunión de los dispersos (4,6-7) se realizarán bajo el gobierno del Mesías: el profeta levanta los ojos hacia Belén, la ciudad donde nació David (5,1-3), porque allí se originó la dinastía a la que se ha prometido el reino eterno y universal (Sal 89,21-30). El evangelio de Mateo asocia este texto con el nacimiento de Jesús (Mt 2,5-6).

[12] 5,6-8. Los profetas han hablado de un “resto” (Am 5,15; Is 4,3; Sof 3,12-13) a partir del cual el Señor formará el reino futuro. Ellos serán humildes y obedientes a la palabra de Dios. El profeta describe el futuro de este “resto” que producirá el bien para todo el mundo y será invencible ante sus enemigos.

[13] 5,9-14. Para preparar el establecimiento del reinado de Dios será necesario que antes desaparezcan todos los vestigios de la guerra y del paganismo, con el que los seres humanos habían quedado esclavizados por los más poderosos y por prácticas que los ponían por debajo de las demás criaturas.

[14] ­6,1-7,7. Segunda serie de denuncias y amenazas. El Señor entabla un juicio contra el pueblo pecador, beneficiario de las acciones salvíficas divinas (6,3-5), que vive a costa de la violencia e injusticia, en especial de sus dirigentes (6,10-12), y amenaza con el castigo (6,13-16). Dios no les pide grandes sacrificios (6,6-7), sino solamente que vivan de acuerdo con las exigencias de la alianza (6,8).

[15] 6,9-16. En la serie de denuncias, son señalados los principales responsables: los ricos y los comerciantes (6,10-12), los príncipes y los jueces (7,3). En medio de la gran confusión que reina en la ciudad, a quien es fiel solo le queda esperar, porque tiene la seguridad de que Dios lo escuchará.

[16] 7,8-20. El libro concluye con una mirada hacia el futuro, llena de esperanza. Israel se dirige a las naciones enemigas que se habían alegrado por su caída (7,8-10) para anunciarles que ahora serán ellas las que recibirán el castigo. En el final de los tiempos será necesario ampliar los muros de Jerusalén porque tendrán que incluir a todos los pueblos (Is 54,2-3). El Señor se mostrará con su pueblo así como un pastor con su rebaño. El cambio de situación no se deberá a los méritos de Israel, sino a la bondad del Señor, el único que perdona los pecados (7,18-20).