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ATRAS

(16 capítulos)

PRIMERA CARTA DE PEDRO


I- «A los que viven como peregrinos» (1,1): Pedro y sus comunidades


Tanto por el contenido y estilo como por la mención de regiones y no de ciudades (1 Pe 1,1) habría que pensar más en una carta circular destinada a varias iglesias locales de discípulos que viven en regiones costeras (Asia, Bitinia y Ponto) y continentales (Galacia y Capadocia), que están «de paso en este mundo» por lo que son «forasteros y extranjeros» (1,17; 2,11). Por esto se aborda la conducta cristiana en contexto de enfrentamiento con el mundo pagano, sus dioses, su cultura y la conducta de su gente. La respuesta es acrecentar la esperanza aún en las diversas situaciones adversas por las que atraviesan los cristianos. No domina, pues, el pesimismo, sino una contagiosa alegría en razón del triunfo definitivo del Señor que vendrá. 

Las comunidades destinatarias de la Carta son de origen pagano, aunque familiarizadas con el Antiguo Testamento. Así lo indican las referencias al pasado idolátrico y pecador según «el estilo de vida de los paganos» (1 Pe 4,3-4) y el recurso permanente a la Escritura. El hecho de haber cambiado de conducta por su fe en Cristo les trae de parte de sus contemporáneos permanentes agresiones, pues, como no comprenden su nueva creencia ni se explican su conversión, los critican y calumnian duramente (2,12; 3,15-16; 4,4.14-16). Cuando se le pide a la comunidad no asombrarse por «la prueba de fuego desatada contra ustedes» (4,12), da la impresión de que el autor se refiere a un sufrimiento concreto del que no tenemos información. 

Los destinatarios de 1 Pedro son comunidades de condición social pobre: campesinos, pastores y obreros, en donde no faltan criados y esclavos al servicio de patrones y amos de clase alta (1 Pe 2,18). Según parece, viven en los márgenes de las ciudades grecorromanas, quizás también en sus campos, por lo que dependen social y económicamente de las grandes urbes. Es posible que su conciencia de ser despreciados y discriminados sea intensa y, por lo mismo, eran sensibles a la presión religiosa y social de sus compatriotas paganos con mayor nivel cultural y económico. Se trata, pues, de gente sencilla, vulnerable en lo social, jurídico y económico. 


II- «Nos hizo renacer a una esperanza viva» (1,3): teología de 1 Pedro


1- Regenerados por el bautismo, para ser una comunidad sacerdotal


Varios temas bautismales se reconocen en 1 Pedro: renacer o regenerarse; vida nueva y nutrición; linaje elegido por Dios, nación santa y piedras vivas de un templo espiritual; luz e iluminación; agua del diluvio y prefiguración del bautismo. Quien se inserta en Cristo por el bautismo es regenerado para una nueva vida, la de hijo de Dios (2 Pe 1,4). Dios lo incorpora como piedra viva a la construcción o edificio espiritual que tiene por piedra de ángulo a Jesucristo, piedra que da consistencia y orientación a toda la construcción (Sal 118,22; Is 28,16). Este edificio espiritual es la «casa de Dios» o su nuevo pueblo, es decir, la nueva familia que él se hace para que herede la vida eterna (1 Pe 1,4; 2,10; 4,17). Entre el bautismo y la herencia a la que está llamado, el cristiano vive la salvación del Hijo que lo ha hecho hijo de Dios. Los que han nacido de nuevo no deben olvidar que dicha Piedra ya fue rechazada por Israel y lo mismo le puede pasar a la nueva comunidad (2,4.7-8). 

Por ser parte de la nueva familia de Dios, el discípulo adquiere el «sacerdocio real» (1 Pe 2,9), no porque antes no existiera, sino porque ahora realmente se alcanzan el cumplimiento de las promesas: la comunión íntima con Dios. Los sacrificios propios de este comunidad sacerdotal y santa no son físicos, como los animales en el Templo de Jerusalén, sino espirituales: la propia existencia vivida en santidad y ofrecida a Dios por mediación de Jesucristo (2,5; Rom 12,1-3).


2- A un ser nuevo, una vida nueva


Cristo llevó al madero de la cruz nuestra maldad para liberarnos del pecado y la idolatría. Quien por el bautismo se incorpora a su muerte y resurrección, rompe con el pecado, porque se hace “de Cristo” y adquiere el nuevo ser de “cristiano”, dejando el antiguo ser de idólatra o pagano. Por tanto, las conductas de antes ya no son compatibles con el nuevo ser adquirido (1 Pe 4,2-3). El sacrificio de Cristo y el bautismo, por tanto, que exigen un nuevo modo de relacionarse con Dios y los demás, convierte la ética cristiana es una ética bautismal. 

Porque el Padre de Jesucristo es santo pide que los suyos también lo sean (1 Pe 1,15-16). La nueva vida del cristiano es un éxodo, porque tiene que dejar atrás el estilo pagano de vivir para asumir, con radicalidad, el estilo de Cristo. De la maldad salimos y a la plenitud de la santidad caminamos, la que consiste en la realización de la voluntad de Dios en el tiempo presente, tal como nos toca vivirlo. Y voluntad de Dios es lo que se adecúa a la enseñanza y estilo del Hijo y redunda en gloria del Padre (4,11).


3- El sufrimiento de Cristo y por Cristo


La condición nueva y el abandono de los dioses sorprenden a los paganos, los que reaccionan hablando mal de Cristo y de sus seguidores, los estigmatizan y someten al desprecio público. Para el discípulo no se trata más que de imitar al Mesías y sus padecimientos (1 Pe 1,11; 4,13). Así, por un lado, la sangre y la pasión de Cristo y, por otro, el sufrimiento del cristiano por Cristo son los temas centrales de la Carta, los que se unen al bautismo y al caminar del cristiano, para lo que se evoca el éxodo de Egipto. El centro teológico de la Carta y de los dos antiguos credos cristológicos que se rescatan, con probabilidad de la liturgia bautismal (2,21-25; 3,18-22), son los sufrimientos y la esperanza en la salvación.

El camino histórico del Mesías con su propósito salvífico da sentido al sufrimiento de los discípulos y funda su esperanza. El sufrimiento, que debiera ser fuente de congoja, se convierte en causa de alegría por la esperanza en el Resucito del que sufre. Los sufrimientos en nombre de Cristo y vividos como él, configuran al discípulo con la pasión del Señor, por lo que en quien sufre actúa la fuerza salvadora del Resucitado. Así, quien se hace uno con el sufrimiento de Cristo se hace uno con su resurrección (1 Pe 2,21-25) o con la vida que, por el Espíritu, el Padre le otorga a su Hijo por su obediencia radical (3,18). ¡Quien sufre por Cristo y con él, está llamado a vivir en él!

Los sufrimientos provocados por el entorno pagano deben dar paso al testimonio vivo de Jesucristo. La respuesta no es la venganza, sino el testimonio de una fe preciosa y de un amor de comunión que se vuelca en favor de los mismos que hablan mal y atacan a la comunidad. Ésta es la manera como los de Cristo reivindican para sí el reconocimiento social en aquel mundo idolátrico, demostrando que lo se dice de ellos es mentira y, por lo mismo, hundiendo en la vergüenza a los mentirosos (1 Pe 2,12; 3,16).


III- «Les escribo brevemente para exhortarlos» (5,12): organización literaria de 1 Pedro


1- Fecha de composición y organización literaria


Hasta el siglo XIX, la Carta se atribuyó a Pedro que debió escribirla antes del 64 en Roma, año del inicio de la persecución de Nerón. Para hacerlo, se habría servido de su secretario Silvano (o Silas) o, tal vez, de Marcos a quien llama «mi hijo» (5,13). Hoy, sin embargo, se sostiene que la Carta la escribió un discípulo de Pedro de la segunda o tercera generación cristiana, conocedor del legado doctrinal y moral de su maestro. Por entonces, existía la costumbre de escribir en nombre de otro, para animar –en este caso– la fe de las comunidades unidas a Pedro debido a las nuevas dificultades que enfrentaban en tiempos del emperador Domiciano (81-96 d.C.; 5,12).

Varias razones aconsejan fechar la Carta en la segunda mitad de la década del 80 d.C., con seguridad después del martirio de Pedro (año 64 o 67 d.C.). Entre otras, su particular cristología y eclesiología, y la designación de Roma como “Babilonia”. Sobre el lugar de composición no se ofrece ningún dato. Podría haber sido Roma aunque también algún centro cristiano del Asia Menor como, por ejemplo, Antioquía donde por primera vez los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos (Hch 11,26; 1 Pe 4,16). 

No es fácil la organización literaria de 1 Pedro. Algunos sostienen que la primera parte (1 Pe 1,3-4,11) está organizada siguiendo el dinamismo de la celebración bautismal o refleja una homilía a propósito del bautismo. Pensando en una lectura provechosa, presentamos la siguiente organización literaria: 


Saludo inicial

1,1-2

Prólogo teológico

1,3-12

I

Una comunidad llamada a ser nuevo pueblo de Dios


1,13-2,10

II

Una nueva vida en coherencia con Cristo


2,11-4,6

III

Exhortaciones para el momento presente


4,7-5,9

Epílogo doxológico

5,10-11

Saludo final

5,12-14


El Saludo inicial y final encuadra el cuerpo de la Carta. Luego del Saludo inicial se encuentra un Prólogo teológico para bendecir a Dios por hacernos renacer a una esperanza viva mediante Cristo. Antes del Saludo final se halla un Epílogo doxológico o alabanza a Dios por hacer fuerte a los suyos en el sufrimiento. En la Primera sección se habla del nuevo ser regalado por Dios gracias a la pasión de Cristo y al bautismo; el cristiano, incorporado a una nación santa y a un pueblo sacerdotal, inicia su camino o éxodo hacia la plenitud de la santidad. En la Segunda sección, el autor revela cuáles son las conductas que se adecúan al nuevo ser adquirido por el bautismo. Estas conductas no siempre son nuevas, como la sumisión a las autoridades, a los patrones y esposos, aunque ahora siempre serán por motivaciones cristianas. La sección termina con las relaciones fraternas en la vida comunitaria y una reflexión sobre el sufrimiento de Cristo y de los cristianos. La Tercera sección continúa con las exhortaciones a la conducta conveniente, pero esta vez en razón de la inminente venida del Señor y del juicio al que todos seremos sometidos para dar razón de nuestras obras. 


2- Actualidad de 1 Pedro


1 Pedro es de permanente actualidad, porque todos tenemos sufrimientos y muchos han sufrido alguna vez por ser bueno y hacer el bien a otros. El autor nos invita a mirar al Señor resucitado, para descubrir el sentido de su pasión y animar nuestra esperanza en la vida por sobre el dolor y la muerte. El contexto intensamente hostil de aquellos cristianos destinatarios de 1 Pedro son también nuestros contextos, quizás sin la agresividad directa de entonces, pero sí con la capacidad increíble de penetración silenciosa del mal. Como antes, hoy se corrompe la doctrina, la vida y la pastoral de nuestras comunidades, volviéndolo todo tenue, mediocre y aburrido. 

1 Pedro es una invitación a vivir alegres en medio del sufrimiento y a que la esperanza cristiana no sólo sea radiante, sino que estructure la vida del discípulo centrándola en la vida de Dios y en su luz, es decir, en el regalo del bautismo y su nueva condición. 1 Pedro es un escrito para cristianos que buscan sonreír sin dejar de vivir en este mundo. 



PRIMERA CARTA DE PEDRO


Saludo inicial


Les deseo gracia y paz abundantes


11 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como peregrinos, dispersos en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos 2 según el proyecto de Dios Padre, para obedecer a Jesucristo y ser purificados con la aspersión de su sangre, mediante la acción santificadora del Espíritu, les deseo gracia y paz abundantes. 


1,1-2: Quien escribe en nombre de Pedro y con su autoridad (5,12) se dirige a los que «viven como extranjeros», es decir, a los cristianos convertidos del paganismo que viven en zonas costeras (Ponto, Asia y Bitinia) y continentales (Galacia, Capadocia) del Imperio romano. Aunque vivan en su patria, ellos son extranjeros porque siempre serán peregrinos, pues su patria definitiva es la vida eterna (2,11; Flp 3,20). La salvación es iniciativa de la Trinidad: la elección y el proyecto salvador se atribuye a Dios Padre; la purificación de los pecados a Jesucristo, y al Espíritu Santo, la santificación de los discípulos de todos los tiempos. Los frutos de la acción trinitaria son la gracia y la paz en abundancia.


1,1: Hch 1,15; Mt 10,1-2; Flp 3,20 / 1,2: Éx 24,6-8; Rom 8,29-30; Heb 9,12-14


Prólogo teológico


1,3-12. En los dos pasajes que forman este Prólogo teológico (1,3-9 y 1,10-12) sobresale un vocabulario litúrgico y bautismal: renacer, esperanza, alegría, herencia incorruptible, creer, salvación. El centro de la obra de la salvación es la pasión, resurrección y glorificación de Jesús. Antes de este acontecimiento tiene lugar el conocimiento, por parte de los profetas, de la salvación reservada a Israel y a todos; después de dicho acontecimiento, el anuncio de quienes hoy, movidos por el Espíritu, lo proclaman a todas las gentes (1,10.12).


Dios nos hizo renacer a una esperanza viva


3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos hizo renacer a una esperanza viva, 4 a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Esta herencia está reservada en los cielos para ustedes, 5 a quienes gracias a la fe, el poder de Dios protege para que alcancen la salvación que ya está preparada para revelarse en el momento final. 

6 Por eso, permanezcan llenos de alegría, aunque todavía tengan que sufrir diversas pruebas por algún tiempo 7 para que la autenticidad de su fe, más preciosa que el oro perecedero, aún acrisolado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, gloria y honor en el día de la revelación de Jesucristo. 

8 A él lo aman sin haberlo visto y, creyendo en él, aunque ahora no lo vean, se llenan de una alegría indescriptible y radiante, 9 seguros de alcanzar la salvación, que es la meta de su fe. 


1,3-9: Dios es misericordioso, por eso nos hizo renacer a una vida nueva, otorgándonos la viva esperanza de la salvación plena (1,3.23). Esta certeza procede de las primeras comunidades que, con sus liturgias bautismales, hacían actual la salvación que Cristo nos había obtenido con su misterio pascual. Quien renace por el bautismo, nace de Dios por obra del Espíritu (Jn 1,13; 3,3-5), es hecho miembro de la familia de Dios y partícipe de la herencia de la salvación destinada a sus hijos e hijas, contenido de nuestra esperanza. De la comunión con Dios y de la esperanza de sus bienes procede la alegría cristiana, la que debiera ser estable, «indescriptible y radiante» (1 Pe 1,8; 4,12-13; Sant 1,2-3). Por tanto, ésta no depende de la ausencia de sufrimientos y pruebas, las que son momentáneas y sirven para purificar y perfeccionar la fe. La meta de una fe acrisolada por las pruebas es la vida eterna en comunión con Dios, la que se revelará en el momento que Dios lo disponga.


1,3: Jn 3,4-5; Rom 6,4-13; Ef 1,3 / 1,3-4: Jn 11,25-26 / 1,4: Mt 5,5; Rom 8,17; Gál 3,29 / 1,5: 1 Jn 3,2 / 1,6-7: Rom 5,3-5 / 1,6: Jn 16,20; Heb 12,11 / 1,7: Rom 2,7; 1 Cor 3,13 / 1,8: Jn 20,29 / 1,9: 1 Cor 15,44


Sobre esta salvación indagaron los profetas


10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas que profetizaron acerca de la gracia reservada a ustedes. 11 Ellos averiguaron el tiempo y las circunstancias a las que se refería el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, cuando les predecía los sufrimientos reservados a Cristo, así como la glorificación que le seguiría. 

12 Dios reveló a los profetas que este mensaje, que ahora les anuncian quienes les predican el Evangelio en virtud Espíritu Santo enviado desde el cielo, no era para beneficio de ellos mismos, sino para ustedes, mensaje que los propios ángeles ansían contemplar. 


1,10-12: ¿Por qué Dios debe ser bendecido? (1,3; nota a 1,3-12). Porque manifestó su misericordia, según lo había anunciado por los profetas, mediante la pasión, resurrección y glorificación de Jesucristo. Él es la Palabra de Dios que, al entregarse por nosotros, nos otorgó el perdón de los pecados y nos dio vida nueva a partir de un germen divino incorruptible (1,23; Jn 1,12-13). Este misterio lo conocieron los profetas de antes y lo anuncian los evangelizadores de hoy. Tan insondable y precioso es este Evangelio o Buena Noticia que los mismos ángeles, desde el cielo, buscan contemplarlo (1 Pe 1,12). La acción del Espíritu es indispensable: da a conocer a los profetas el misterio de Cristo para que lo revelen y asiste e impulsa a los evangelizadores de hoy para que lo proclamen a todas las gentes. 


1,10: Mt 13,17; Hch 11,27 / 1,11: Is 53; Lc 24,2-27; Rom 8,9; Gál 4,6 / 1,12: Hch 2,1-47


I

Una comunidad llamada a ser nuevo pueblo de Dios


1,13-2,10. Los pasajes que siguen se refieren a la nueva condición regalada por Dios en virtud del sacrificio de Cristo que se actualiza por el bautismo. Como el antiguo pueblo de Israel, también Dios le pide a su nuevo pueblo un camino de santidad hasta que alcance la comunión definitiva con el Señor Jesús. La conducta del nuevo pueblo no puede ser la murmuración y la rebeldía, como durante el éxodo de Egipto, sino que ella tiene que responder a la fe, la esperanza y la obediencia, propias de un pueblo de hijos de Dios (1,13-21; Jn 17,17), y tiene que consistir en el amor fraterno, sincero y fecundo, propios de un pueblo de hermanos (1 Pe 1,22-25). La piedra angular del nuevo pueblo es Cristo quien, con las piedras vivas que son sus discípulos, conforman el templo santo y los sacrificios espirituales agradables a Dios. Así Dios se ha hecho un pueblo sacerdotal, capacitado para ejercer un sacerdocio santo (2,1-10).


También ustedes sean santos en toda su conducta


13 Por tanto, dispuesto el ánimo para el camino, vivan de manera sobria y pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando Jesucristo se revele. 14 Como hijos obedientes, no se dejen llevar por los malos deseos de antes, cuando permanecían en su ignorancia. 15 Al contrario, así como es santo quien los llamó, también ustedes sean santos en toda su conducta, 16 pues está escrito: Sean santos, porque yo soy santo [Lv 11,44-45; 19,2]. 

17 Y si ustedes llaman “Padre” a quien juzga imparcialmente a cada uno según sus obras, procedan con respeto mientras están de paso en este mundo. 18 Sepan que fueron rescatados de su modo vacío de vivir, heredado de sus padres, no con algo caduco, como el oro o la plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, Cordero sin defecto ni mancha, 20 previsto desde antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para el bien de ustedes. 21 Por él creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le dio la gloria, para que su fe y su esperanza estén en Dios.


1,13-21: Varios motivos del éxodo de Egipto se descubren en este pasaje (ver Éx 12): prepararse para el camino; la obediencia de hijos contrapuesta a la idolatría; un pueblo santo para Dios; el «Cordero sin defecto ni mancha», imagen del sacrificio redentor de Cristo (1 Pe 1,19). Tal como las tribus israelitas vivieron un éxodo de Egipto a la tierra que Dios les prometió, así quien se bautiza y es incorporado al nuevo pueblo de Dios tiene que vivir un permanente éxodo hacia la santidad cuya meta es la plena comunión con Dios (1,16). Dos motivos se invocan: la vocación del pueblo es la santidad, porque Quien lo escogió es santo, y el precio que el Padre pagó para regalarnos la santidad fue nada menos que la sangre de su propio Hijo. El bautismo y la santidad ponen al discípulo en un camino radicalmente nuevo de vida, camino que se recorre con la esperanza cierta de ir al encuentro del Señor que revelará su salvación en plenitud en el momento oportuno. La respuesta es la obediencia a Dios para caminar en su voluntad.


1,13: Lc 12,35-40 / 1,14: Ef 2,3; 4,17-18 / 1,15: Lv 19,2 / 1,16: Mt 5,48 / 1,17: Dt 10,17; Is 64,8; Lc 11,2 / 1,18: Is 41,29; Jr 8,19 / 1,19: Éx 12,5; Jn 1,29; 1 Cor 5,7 / 1,20: Rom 3,24-25 / 1,21: Rom 3,35; 1 Tes 1,7; 2,10.13


Ámense intensamente unos a otros


22 Ya que por la obediencia a la verdad han purificado sus vidas para un afecto fraterno y sincero, ámense intensamente unos a otros, de todo corazón, 23 pues han renacido no de un germen corruptible, sino de uno incorruptible gracias a la palabra viva y permanente de Dios. 24 Porque: 

Todo hombre es como hierba 

y toda su gloria como flor de hierba; 

se seca la hierba y cae la flor, 

25 pero la palabra del Señor permanece para siempre [Is 40,6-9]. 

Y ésta es la Palabra que les fue anunciada como Buena Noticia. 


1,22-25: El bautismo capacita al discípulo para caminar en una vida centrada en el amor que, al tener por fuente y modelo a Jesús, se transforma en mandamiento nuevo (Jn 13,34). Y porque es nuevo requiere de un germen radicalmente nuevo (1 Pe 1,23); sólo así también sus frutos lo serán (Mt 7,15-20). Este germen incorruptible no es el ser humano, que se seca como hierba y se deshoja como flor, sino la Palabra de Dios viva y permanente (Is 40,6-8). Por la pasión, resurrección y glorificación de su Palabra, Dios nos reengendró a una vida del todo nueva (1 Pe 1,3). Anunciar hoy esta Palabra es hacer posible esa vida radicalmente nueva en la historia humana, cuyo fruto precioso es el amor según el modelo de Jesús y a los preferidos de Jesús, los pobres y desvalidos. 


1,22: Jn 13,34; Rom 12,9-10 / 1,23: Sant 1,18; 1 Jn 3,9 / 1,24-25: Sant 1,10-11


1 Pe 1,22: varios manuscritos, algunos antiguos y buenos, en vez «de todo corazón» leen «con corazón limpio».


Ofrezcan sacrificios espirituales agradables a Dios


21 Por tanto, despojados de toda clase de maldad, de todo engaño, hipocresía, envidia y de toda calumnia, 2 como niños recién nacidos, busquen con ansia aquella leche espiritual y pura que los hará crecer hasta alcanzar la salvación, 3 ya que han probado qué bueno es el Señor [Sal 34,9]. 

4 Al acercarse a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, 5 también ustedes participan como piedras vivas en la construcción de un templo espiritual para ejercer un sacerdocio santo que, por mediación de Jesucristo, ofrezca sacrificios espirituales agradables a Dios. 6 Porque dice la Escritura: 

Miren, yo coloco en Sión una piedra fundamental, elegida, preciosa, 

y el que crea en ella no quedará avergonzado [Is 28,16]. 

7 Por tanto, ella es honor para ustedes, los que creen, pero para los que no creen, 

la piedra que los constructores desecharon 

se ha convertido en piedra angular [Sal 117,22]

8 en piedra de tropiezo y roca donde se estrellan [Is 8,14]. 

Y en ella tropiezan porque desobedecen la Palabra, pues tal era su destino. 

9 Ustedes, en cambio, son linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las grandezas [Is 43,21; Mal 3,17] del que los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. 10 Los que en un tiempo no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios; los que antes no eran compadecidos, ahora son compadecidos [Os 1,6.9; 2,25].


2,1-10: A la luz de la tradición del éxodo (nota a 1,13-21) se habla de la vida cristiana como un nuevo éxodo. Porque Jesucristo es la piedra viva y fundamental, imagen mesiánica que indica cuál es el cimiento del nuevo pueblo de Dios (Mt 21,42), lo de Israel es superado en novedad y perfección. Los nuevos bautizados en Cristo son un pueblo libre, sacerdotal y santo para proclamar la salvación de Dios, no ya el antiguo Israel. Los nuevos “infantes”, así llamados en los primeros siglos de la Iglesia (1 Pe 2,2; Heb 5,12-13), no requieren ya del maná para alimentarse, sino de la leche espiritual de la Palabra de Dios; tampoco necesitan la Tienda de la Presencia para encontrarse con Dios (Éx 40,34-38), sino del Señor resucitado, templo santo en el que Dios santo habita (Jn 2,20-22). Como por el bautismo han pasado de las tinieblas a la luz maravillosa (Col 1,13-14), una nueva conducta caracteriza a este pueblo: la que pueden ofrecer a Dios como sacrificio espiritual y agradable (Rom 12,1-2). 


2,2: 1 Cor 3,2; Heb 5,12-14 / 2,4: Hch 4,11 / 2,4-5: Ef 2,21-22 / 2,6: 1 Cor 3,10-12 / 2,7: Mc 12,10-11 / 2,8: Rom 9,33 / 2,9: Éx 19,5-6; Mac 2,17; Ef 5,8; Ap 1,6; 5,10 / 2,10: Rom 9,25-26


II

Una nueva vida en coherencia con Cristo


2,11-4,6. ¿Qué tipo de conducta le corresponde al que ha sido incorporado al pueblo santo de Dios? (nota a 2,1-10). Luego de unos criterios generales (2,11-12), que reflejan la tradición paulina (Col 3,18-4,1; 1 Tim 2,8-15), se pide a todos sumisión a las autoridades legítimamente constituidas (1 Pe 2,13-17); a los criados, sumisión a sus amos, sobrellevando pruebas y sufrimientos, incluso injustos (2,18-25); a las esposas, sumisión a sus maridos y, a éstos, respeto por su mujer (3,1-7). Siguen luego las conductas apropiadas para salvaguardar las buenas relaciones al interior de la comunidad (3,8-17). Al final, un tema central de la Carta: la pasión de Cristo y el sentido del sufrimiento (4,1-6), para lo que se invoca un primitivo credo cristiano (3,18-22).


Tengan una conducta ejemplar en medio de los paganos


11 Queridos hermanos, como a forasteros y peregrinos les exhorto a que se aparten de los malos deseos de la carne que combaten contra ustedes. 12 Tengan una conducta ejemplar en medio de los paganos, para que por aquello mismo que hablan mal de ustedes como si se tratara de malhechores, ante la evidencia de sus buenas obras den gloria a Dios en el día de su visita [Is 10,3].

13 Sean sumisos, por el Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como soberano, 14 ya a los gobernantes como enviados por él para castigo de los que hacen el mal y aprobación de los que hacen el bien. 15 Pues ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagan callar la ignorancia de los necios. 16 Como gente libre no empleen la libertad como pretexto para la maldad, sino úsenla como servidores de Dios. 17 Honren a todos, amen a los hermanos, respeten a Dios, honren al rey. 


2,11-17: El sacerdocio del nuevo pueblo de Dios no sólo se ejerce mediante «sacrificios espirituales agradables a Dios» (2,5), sino también mediante el testimonio y el anuncio. Si Dios santo se preparó un pueblo sacerdotal y santificado (nota a 2,1-10), hay vicios que desterrar y virtudes que cultivar. No tienen lugar las apetencias terrenas que contradicen la santidad del discípulo y de su Señor (Rom 7,5). Quien ha renacido a una vida nueva no puede denigrar el nombre de Cristo por lo que se debe apartar de los malos deseos (1 Pe 2,12.15); de modo contrario, deshonra al Señor y a su comunidad, haciendo difícil la estima y aceptación por parte de los paganos de esta nueva religión. Ciertas virtudes de la convivencia ciudadana, propias del mundo grecorromano, se exigen a los cristianos, aunque cambiando su motivación. Entre ellas está la colaboración consciente y libre, «por el Señor», con las autoridades civiles legítimamente constituidas y con el bien común de la sociedad (2,13.16). Quien de verdad vive en libertad es quien se hace servidor o esclavo de Dios por el Señor. Sólo así el cristiano es fermento de libertad en la sociedad.


2,11: Lv 25,23; Gál 5,24; Heb 11,13 / 2,12: Is 10,3; Mt 5,16; Lc 1,68; 19,44 / 2,13-14: Hch 4,18-19; Rom 13,1-7; Tit 3,1 / 2,16: Gál 5,13; Jds 4 / 2,17: Prov 24,21; Mt 22,21


Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo


18 Los criados, con el debido respeto, sean sumisos a sus patrones, y no sólo a los buenos y comprensivos, sino también a los perversos. 19 Porque digno de elogio es, por consideración a Dios, sobrellevar penas cuando se sufre injustamente. 20 En efecto, ¿qué mérito tiene soportar un castigo cuando cometí una falta? Pero si por hacer el bien soportan el sufrimiento, esto es digno de elogio ante Dios. 

21 Para esto fueron llamados, porque también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que sigan sus huellas. 

22 Él no cometió pecado

ni se halló engaño en su boca [Is 53,9].

23 Cuando era insultado, no respondía con insultos;

al sufrir, no amenazaba,

sino que confiaba su causa a Dios que juzga justamente. 

24 Él cargó sobre su cuerpo nuestros pecados [Is 53,4.12]

llevándolos al madero,

para que muertos al pecado, viviéramos para lo que es justo.

Gracias a sus heridas, han sido sanados [Is 53,5].

25 Ustedes eran como ovejas descarriadas [Is 53,6],

pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas. 


2,18-25: La sumisión que se pide a los criados respecto a sus patrones, valor sobresaliente de la vida familiar y económica del siglo I (1 Tim 6,1-2), se sustenta en una penetrante reflexión sobre el sentido de la cruz. Se rescata un antiguo himno a Cristo (1 Pe 2,22-25), inspirado en el cántico del Siervo del Señor (Is 53), para invitarnos a centrar nuestra mirada en Jesús. Como Cristo es el Siervo sufriente de Dios podemos descubrir en él los motivos para sobrellevar desconsuelos y sufrimientos, tema central de la Carta (1 Pe 1,6-9; 3,13-17). El que sufre por sus propios delitos no tiene por qué quejarse; pero, ¿cómo entender el sufrimiento del que cumple la voluntad de Dios? (2,20; 3,14). En realidad, un discípulo así es digno de elogio e imitación, pues él, a su vez, imita a su Maestro quien, sin cometer delito alguno, cargó con nuestros pecados y los llevó al madero de la cruz (2,24). De este modo, sin perder jamás la confianza en Dios, los sufrimientos del Pastor tuvieron un efecto salvador sobre las ovejas: ¡por sus heridas fuimos sanados! (Heb 13,20-21). Así también nuestros sufrimientos completan, en lo que a nosotros nos corresponde, lo que falta a la pasión del Señor (Col 1,24).


2,18-20: Ef 6,5-8; Col 3,22-25; Tit 2,9 / 2,18: 1 Tim 6,1-2 / 2,19: Sant 5,7-11 / 2,21: Jn 8,46 / 2,23: Mt 5,39; 26,62; 27,39-46; Rom 12,19 / 2,24: Rom 6,2-11; 2 Cor 5,21 / 2,25: Ez 34; Jn 10,11


Maridos, traten a su mujer con el honor debido


31 Igualmente ustedes, mujeres, sean sumisas a sus propios maridos, para que si alguno de ellos desobedece la Palabra, sin necesidad de palabras, sea conquistado por el comportamiento de su esposa 2 al observar su conducta recatada y respetuosa. 3 Que el adorno de ustedes no esté puesto en lo exterior, en peinados, joyas y vestidos lujosos, 4 sino en lo íntimo del corazón, en el adorno incorruptible de un espíritu manso y pacífico: ¡esto sí que es valioso ante Dios! 5 Porque en tiempos pasados, las santas mujeres que esperaban en Dios se adornaban así, con la sumisión a sus propios maridos, 6 como Sara, que obedeció a Abrahán llamándolo “señor”, de la cual son hijas cuando hacen el bien, sin dejarse atemorizar por nada.

7 Igualmente ustedes, maridos, en la convivencia con su mujer, trátenla con el honor debido porque la mujer es más delicada y porque ellas, como ustedes, están llamadas a heredar la gracia de la vida. Así, sus oraciones no encontrarán obstáculo.


3,1-7: La enseñanza se centra en dos relaciones importantes de la época, la de patrón–criado y esposo–esposa (nota a 2,18-25). Mientras a criados y esposas se les pide sumisión, a patrones y esposos, respeto. Llama la atención este pasaje, pues no refleja nuestra mentalidad, pero se entiende en una sociedad donde tiene gran importancia el honor y donde la estructura familiar es patriarcal. Al jefe de hogar le correspondía cuidar el honor o buen nombre de su familia y de cada uno de sus miembros, sobretodo de las mujeres (Eclo 42,9-14), pues de ello dependía la inserción en el entramado social y laboral, lo que hacía posible la sobrevivencia familiar. La esposa cuidaba el honor de la familia con su obediencia al marido y su recato en el vestir; el ejemplo es Sara, mujer de Abrahán (1 Pe 3,5-6); el esposo lo hacía con su trato atento y respetuoso con su mujer. Sin embargo, los motivos son cristianos: la sumisión de la mujer al marido es para conducirlo a la obediencia de la Palabra del Señor (3,1-2), y el respeto del marido por su esposa es porque tiene igual dignidad que él y, ambos, están llamados a heredar la vida eterna (3,7). La vocación de los esposos es a vivir en Cristo una progresiva relación de fecundo diálogo y comunión de existencias.


3,1: 1 Cor 11,3; Ef 5,22-24; Col 3,18; Tit 2,5 / 3,3-4: 1 Tim 2,9-10 / 3,6: Gn 18,12 / 3,7: Ef 5,25-33; Col 3,19; 1 Tes 4,4-5


Si sufren por hacer lo que es justo, ¡dichosos ustedes!


8 En fin, tengan todos un mismo sentir, sean compasivos, fraternales, misericordiosos y humildes. 9 No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendigan, porque han sido llamados a heredar una bendición. 

10 Pues el que quiera amar la vida y ver días felices,

guarde su lengua del mal y sus labios de palabras engañosas, 

11 aléjese del mal y haga el bien,

busque la paz y corra tras ella.

12 Porque los ojos del Señor se fijan en los justos

y sus oídos están atentos a su plegaria,

en cambio, el rostro del Señor se vuelve contra los que hacen el mal [Sal 34,13-17].

13 Y, ¿quién los va a tratar mal si se empeñan en hacer el bien? 14 Y si sufren por hacer lo que es justo, ¡dichosos ustedes! No teman sus amenazas ni se inquieten [Is 8,12]. 15 Al contrario, en sus corazones den culto a Cristo, el Señor [Is 8,13], y estén siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida dar razón de su esperanza. 16 Pero háganlo con docilidad y respeto, con una conciencia buena, para que las mismas calumnias que digan en su contra avergüencen a quienes los critican debido a su buena conducta en Cristo. 17 Pues más vale sufrir por hacer el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por hacer el mal.


3,8-17: Las relaciones al interior de la comunidad no sólo deben inspirarse en el afecto fraterno (3,8), sino sobre todo en la caridad o amor de comunión (2 Pe 1,7) que, más allá de apegos y simpatías, nos lleva a ser misericordiosos con todos, incluso con quien nos hizo el mal. Estas actitudes son las que pide Jesús en el Sermón del monte (Mt 5-7). Luego, se vuelve a un problema muy nuestro: ¿por qué los que buscan cumplir la voluntad de Dios les va mal y tienen que sufrir? (1 Pe 3,13-14). A la respuesta dada desde el valor salvador del sufrimiento de Jesús, Siervo del Señor (nota a 2,18-25), se añaden dos criterios: hay que hacer la voluntad de Dios siempre y por amor, pues somos “de Cristo”, lo que nos asegura la intervención salvadora de Dios, Pastor y Guardián (2,25; 3,12), y frente a mentiras y calumnias hay que transparentar las obras y mostrar que responden a una conciencia limpia, por lo que nada se esconde (Mt 10,26-27). Los que así proceden serán bienaventurados o dichosos y nunca perderán la alegría (1 Pe 1,6; 4,13-14).


3,8-9: Rom 12,16-17; Flp 2,2-4; 1 Tes 5,15; Lc 6,27-28 / 3,10-12: Sal 34,12-16 / 3,14: Prov 3,25 ; Mt 5,10 / 3,15-17: Lc 12,11-12 ; 1 Tes 4,13 ; 1 Tim 6,12-15 ; 2 Tim 4,17


1 Pe 3,15: bastantes manuscritos, aunque no los mejores, traen «den culto a Dios» en vez de «den culto a Cristo».


Cristo murió una sola vez por los pecados


18 Porque también Cristo murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarlos a Dios. Entregado a la muerte en su condición humana, pero vivificado en su condición espiritual 19 fue y proclamó incluso a los espíritus encarcelados, 20 a aquellos que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando en tiempos de Noé, Dios aguardaba con paciencia mientras se construía el arca, en la cual unos pocos, sólo ocho personas, fueron salvadas mediante las aguas. 21 Todo ello es figura del bautismo por el que ahora ustedes son salvados, el que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una conciencia limpia en virtud de la resurrección de Jesucristo, 22 quien, después de subir al cielo y sometérsele los ángeles, las dominaciones y potestades, está a la derecha de Dios. 


3,18-22: No es fácil la comprensión de este pasaje. Quizás estemos ante un primitivo credo cristiano empleado en la liturgia bautismal (3,21). Se recoge aquí este credo para completar los criterios acerca de por qué el justo sufre y, aún así, debe mantenerse fiel a la voluntad de Dios (nota a 3,8-17). El ejemplo es Cristo quien, asumiendo de forma radical nuestra condición y siendo el único Justo, sufrió y murió por los injustos. Por ello Dios lo resucitó, descendió a la región de los muertos (3,19; 4,6; Rom 10,7; Ef 4,9) y le fue sometido todo, incluso los poderes o fuerzas sobre humanas que habitan en el aire, entre la tierra y el firmamento (1 Pe 3,22; Ef 1,21). Cristo, pues, tiene el poder y la autoridad para llevar a Dios a los pecadores y, por la acción del Espíritu que actúa en el bautismo, otorgarles una conciencia limpia y formada. Cuando Dios salvó a Noé y a los suyos «mediante las aguas», lo convirtió en signo o «figura» de lo que acontecería en la liturgia bautismal (1 Pe 3,20-21). 


3,18: Is 53,11; Hch 3,14; Rom 5,6; 6,10; Heb 9,26-28; 10,10 / 3,19: Mt 16,18; Heb 13,12 / 3,20: Gn 6,1-7.24; 7,7; 2 Pe 2,5; 3,9 / 3,21: Mc 16,16; Hch 2,38; Rom 6,3-4; Ef 5,26; Col 2,12-13; Tit 3,5; Heb 10,22 / 3,22: Hch 2,33; Rom 8,34; Col 2,15


Vivan en el espíritu según Dios 


41 Así pues, ya que Cristo sufrió en su condición humana, adquieran también ustedes la misma mentalidad: quien sufre en su condición humana ha roto con el pecado, 2 para no vivir el resto de su vida según los malos deseos, sino según la voluntad de Dios. 3 En efecto, ya es bastante el tiempo que ustedes han vivido conforme al estilo de vida de los paganos, entregándose a desenfrenos, malos deseos, borracheras, excesos en la comida y la bebida, y abominables cultos idolátricos. 4 Por eso, ahora ellos se extrañan de que ustedes no los acompañen en ese desborde de libertinaje, razón por la que ellos hablan mal de ustedes. 5 Pero tendrán que dar cuenta a quien está preparado para juzgar a vivos y muertos. 6 Por esto, incluso a los muertos les fue anunciada la Buena Nueva, para que habiendo sido juzgados en su condición humana según los hombres, vivan en el espíritu según Dios.


4,1-6: No sabemos con exactitud qué sufrimientos debían soportar las comunidades destinatarias de 1 Pedro. Según parece se trata de calumnias y persecuciones de parte de grupos paganos que no aceptan que los convertidos a Jesús dejen de lado dioses y conductas de antes y, al no acompañarlos en su libertinaje, «hablan mal» de ellos (4,4). El abandono de los dioses a los que la población da culto tenía una grave consecuencia, pues los ponía contra la ciudad y sus habitantes. Por la incorporación a Cristo mediante el bautismo, el discípulo muere a su vida antigua y resucita a la vida de Dios. Su estilo de vida ya no puede estar centrado en el pecado y la idolatría, puesto que Cristo los destruyó con su obediencia a Dios y su sacrificio en la cruz (2,14; 4,3). El propósito de Cristo tiene que ser el de su discípulo que sufre: vivir la contrariedad con el fin de purificar sus pecados y los de otros, para presentarse irreprensible ante Dios quien juzgará a vivos y muertos (4,5). El último versículo (4,6), quizás relacionado con 1 Pedro 3,19, no es claro por la imprecisión del texto.


4,1: Rom 6,2-7; Ef 6,11-17; Flp 2,5 / 4,2: Rom 7,14; 1 Jn 2,16-17 / 4,3: Rom 1,9.29-31; Ef 4,17-18; Tit 3,3 / 4,5: Hch 10,42; 2 Tim 4,1 / 4,6: Sab 3,4-5; Mt 27,52; Col 5,5


III

Exhortaciones para el momento presente


4,7-5,9. La exhortación a disposiciones y conductas cristianas se hacen en vista a la proximidad de la venida de Jesús y al juicio al que seremos sometidos (4,7), sabiendo que éste comenzará por nosotros, los de «la casa de Dios» (4,17). Si el fin está cerca, urgen conductas que expresen la nueva condición recibida en el bautismo como orar, amar y servir a los otros (4,7-11). Además, como el sufrimiento es parte de la existencia, se pide imitar a Cristo en su pasión y, aunque parezca fuera de lugar, sin perder nunca la alegría (4,12-19). Siempre en razón de la cercanía del fin, se termina con consejos particulares a «presbíteros», a «jóvenes» y a «todos» los miembros de la comunidad (5,1-9).


El fin de todo está cercano


7 El fin de todo está cercano. Por tanto, tengan la sensatez y sobriedad necesarias para dedicarse a la oración. 8 Ante todo, ámense intensamente, pues el amor cubre una gran cantidad de pecados. 9 Sean hospitalarios unos con otros, sin quejarse. 10 Que cada uno ponga los dones que ha recibido al servicio de los demás, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. 11 Si alguno habla, que lo haga como quien transmite palabras de Dios; si alguno presta un servicio, que lo haga como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el poder por los siglos de los siglos. ¡Amén!


4,7-11: Como Pablo en su primera etapa, también estas comunidades discípulas de Pedro o de tradición petrina piensan que el fin del mundo es inminente; esto significa que no tarda la venida del Señor y, con él, el juicio universal y final (4,5.7). De aquí la necesidad de permanecer fieles a disposiciones y conductas cristianas, adquiridas en virtud de la vida nueva que se nos regaló por el sacrificio de Cristo y el bautismo. Se destacan tres: la dedicación a la oración; el amor efectivo que, según la Escritura, perdona una gran cantidad de pecados (4,8), y el servicio eclesial que consiste en poner al beneficio de la comunidad los dones recibidos de Dios (4,11; 1 Tim 3,1-2; 3,8). Al final (1 Pe 4,11), se muestra el propósito de una obediencia y fidelidad como la de Cristo, sobre todo en los sufrimientos: ¡todo es para alabanza del Padre! 


4,7: 2 Cor 6,2; 1 Jn 2,18 / 4,8: Tob 12,9; Prov 10,12; Sant 5,20 / 4,9: Rom 12,13; 1 Tim 3,2; Heb 13,2 / 4,10: Lc 12,42; Rom 12,6-8; 1 Cor 12,4-11 / 4,11: 1 Cor 10,31


Dichosos si son insultados por el nombre de Cristo


12 Queridos hermanos, no se asombren de la prueba de fuego desatada contra ustedes, como si les pasara algo extraordinario. 13 Al contrario, alégrense en la medida en que comparten los sufrimientos de Cristo, para que cuando se revele su gloria también desborden de alegría y gozo. 14 Dichosos ustedes si son insultados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes [Is 11,2]. 15 Que ninguno de ustedes tenga que sufrir por ser asesino o ladrón, malhechor o entrometido, 16 pero si sufre por ser cristiano, que no se avergüence, antes bien glorifique a Dios por llevar ese nombre. 17 Porque ha llegado el momento del juicio que comenzará por la casa de Dios. Y si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que desobedecen el Evangelio de Dios? 18 Porque si el justo se salva a duras penas, ¿qué pasará con el impío y el pecador? [Prov 11,31] 19 Por tanto, incluso los que sufren por la voluntad de Dios, encomienden sus vidas al Creador, que es fiel, y sigan haciendo el bien. 


4,12-19: Se continúa con un tema central de la Carta: el sufrimiento y su razón de ser en la vida presente (nota a 4,1-6). Conforme a las enseñanzas de Jesús (Mt 5,11-12; Hch 5,41), se nos invita a no separar el sufrimiento de la alegría. La alegría del discípulo no se funda en la ausencia de angustias y problemas, sino en la esperanza de que si se comparten con Jesucristo, también con él se compartirá la vida nueva y la gloria del Resucitado (1 Pe 4,13). Los sufrimientos vividos en comunión con Cristo resucitado son instrumentos de salvación y, aunque parezca increíble, fuente de dicha (4,14). No se puede vivir de sobresalto en sobresalto a causa de los conflictos, pues estas situaciones son parte del que vive en Cristo y se llama “cristiano” (4,12.16). Ahora bien, sería vergonzoso que los sufrimientos propios o los causados a otros fueran por nuestra maldad. El cercano juicio de Dios comienza «por nosotros», por los de «la casa de Dios» (4,17-19), y si el justo se salva a duras penas, ¿qué pasará con el que no lo es? Por tanto, aunque nos consideremos buenos cristianos, ¿no deberíamos preocuparnos por estar vigilantes y vivir con más radicalidad nuestro discipulado misionero?


4,13: Mt 5,11-12; Rom 5,3-5; Col 3,4 / 4,14: Mt 5,11; Hch 5,41; 9,16 / 4,16: Hch 11,26 / 4,17: Lc 23,31; Jr 25,29


Apacienten el rebaño que Dios les ha encomendado


51 Así pues, exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, yo, presbítero con ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse. 2 Apacienten el rebaño que Dios les ha encomendado cuidando de él de buena gana, como Dios quiere, no a la fuerza ni por ambición de dinero, sino con abnegación; 3 no como dueños de aquellos que están a su cuidado, sino como modelos del rebaño. 4 Así, cuando aparezca el pastor supremo, recibirán la corona de gloria que no se marchita. 

5 De igual manera, jóvenes, sean sumisos a los mayores.

Todos revístanse de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero concede su gracia a los humildes [Prov 3,34]. 6 Así pues, humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los ensalce en el momento oportuno. 7 Descarguen en él todas sus preocupaciones, pues Dios cuida de ustedes. 

8 Sean sobrios y estén atentos, porque su adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. 9 Resístanle firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo soportan los mismos sufrimientos. 


5,1-9: A tres grupos se dirigen estas exhortaciones: a «presbíteros» (5,1-4), a «jóvenes» (5,5a) y a «todos» (5,5b-9). Los presbíteros son los dirigentes a quienes se les confió el caminar en Cristo de la comunidad; su modelo es Jesucristo, «pastor supremo» (1 Pe 5,4; Jn 10). Con trazos concretos se diferencia el pastor bueno del malo. El primero, apacienta al rebaño, lo cuida de buena gana y con abnegación; el segundo, a la fuerza y por cumplir el trabajo para el que fue contratado. Mientras el pastor bueno anhela hacer lo que Dios quiere para el rebaño, el malo ambiciona dinero y poder. El primero sirve al rebaño; el malo, en cambio, se sirve del rebaño. El pastor bueno se transforma en modelo del rebaño, porque sabe que del rebaño que se le encomendó tendrá que dar cuenta a Dios, su dueño (Hch 20,28); el pastor malo, en cambio, cuida como dueño déspota los rebaños de otros, haciendo lo que le parece. A la comunidad le corresponde aportar lo propio: a los jóvenes, sumisión a sus mayores, fuente de experiencia y sabiduría; y a todos, una vida humilde y vigilante que posibilita la fraternidad sincera y que esté atenta a los ataques del adversario, el Diablo. 


5,1: Hch 11,30; Col 3,4 / 5,2: Hch 20,28; Jn 21,15-17; Tit 1,7 / 5,3: 1 Cor 4,16; 2 Cor 1,24; 1 Tim 3,8 / 5,4: Is 40,10-11; Ez 34; 1 Cor 9,25; 2 Tim 4,8 / 5,5: Job 22,29; Prov 3,34; Jn 13,14; Sant 4,6-10; 1 Jn 2,12-14 / 5,6: Sal 55,23; Flp 2,8-9 / 5,7: Eclo 2,1-18 / 5,8: Sal 22,14; Tit 2,7-8 / 5,9: 1 Tes 2,14


Epílogo doxológico


¡A él sea el poder para siempre!


10 El Dios de toda gracia que en Cristo Jesús los llamó a su gloria eterna, él mismo, después de un corto sufrimiento, los restablecerá, afianzará, fortalecerá y consolidará. 11 ¡A él sea el poder para siempre! ¡Amén!


5,10-11: Este epílogo es un himno de alabanza a Dios por su obra de salvación mediante Jesucristo (4,11). Si el inicio de la vida en Cristo es obra de Dios (5,10a: él «los llamó»), también lo es su desarrollo y meta, porque el mismo Dios actúa como sabio y poderoso constructor para consolidar su edificación según su plan (5,10b). Por tanto, la fidelidad proviene de Dios, no de los recursos humanos. En el camino entre el inicio y la meta hay sufrimientos, a veces no pocos, pero todos se pueden superar. Por esta obra de salvación, Dios es digno de gloria. 


5,10: 1 Tes 2,12; 5,24; Rom 8,18; 2 Cor 4,17 / 5,11: Ap 1,8; 11,17


Saludo final


¡Paz a todos ustedes que están en Cristo!


12 Por medio de Silvano, a quien, según entiendo, consideran un hermano fiel, les escribo brevemente para exhortarlos y darles testimonio de que ésta es la verdadera gracia de Dios. ¡Perseveren en ella! 

13 Los saluda la comunidad que está en Babilonia, elegida como ustedes, y también Marcos, mi hijo. 14 Salúdense unos a otros con el beso de amor fraterno.

¡Paz a todos ustedes que están en Cristo!


5,12-14: El saludo final contiene nombres, recomendaciones y buenos deseos para los destinatarios de la Carta. Silvano (o “Silas”) es un reconocido compañero de labores apostólicas de Pablo (Hch 15,22), al igual que Marcos, a quien se considera un hijo en la fe. «La comunidad que está en Babilonia» es una expresión metafórica para referirse a los cristianos que viven su fe en la ciudad de Roma, por entonces muy parecida a la antigua Babilonia (1 Pe 5,13; Ap 17,5). «El beso de amor fraterno» o el «beso santo» (1 Pe 5,14; Rom 16,16) es el signo de familiaridad de aquellos que, «en Cristo» (1 Pe 5,14; Rom 6,11), se reúnen en asambleas litúrgicas para celebrar a su Señor resucitado y compartir la vida. 


5,12: 2 Cor 1,19 / 5,13: Hch 12,12; Col 4,10; Flm 24; 2 Jn 1 / 5,14: 2 Cor 13,12


1 Pe 5,14: varios manuscritos, algunos de valor, agregan al final «¡Amén!» (ver 5,11), como en algunas Cartas paulinas.