INTRODUCCIÓN
Las versiones de la Biblia colocan el libro de Rut a continuación del libro de los Jueces y antes del Primero de Samuel. El criterio adoptado es el de respetar la cronología correspondiente a los hechos narrados, como se indica en el inicio del libro: la época de los jueces. Esta ubicación tiene como consecuencia que se interrumpe la «historia deuteronomista», desde el momento que se introduce una obra entre los libros de Jueces y 1 Samuel, que deben ser leídos uno a continuación del otro.
En la Biblia hebrea, en cambio, el libro de Rut está ubicado en la tercera parte, los «escritos», entre los libros didácticos y sapienciales.
Por su forma literaria, esta obra didáctica se acerca a la ‘novela’. Los protagonistas, si se exceptúa a Orfá, que “regresa a su pueblo y a sus dioses” (1,15), atrapan la simpatía del lector, y la trama se desarrolla de modo que se crea cierta intriga para saber cómo se llegará al final. Los nombres de los personajes parecen creados para esta narración: Noemí se traduce “Mi dulzura”, y quiere ser llamada Mará, que significa “Amargura” (1,20); Rut, que se traduce “Amiga”; los hijos de Noemí, que mueren en Moab, llevan nombres que significan “Enfermedad” y “Fragilidad” (1,2.5).
La obra pertenece al género de los libros didácticos, es decir, narraciones que no pretenden afirmar la historicidad del hecho relatado, sino extraer una enseñanza útil para los lectores. Algo semejante a las parábolas narradas por Jesús. El relato muestra cómo la providencia protege a Noemí, una viuda desamparada. Y para realizarlo, Dios se sirve de una mujer que no pertenecía al pueblo de Israel, sino que formaba parte de un pueblo que se contó entre sus enemigos y que, según cierta legislación (Dt 23,4) sus ciudadanos no podían entrar a formar parte del pueblo de Israel. No obstante, Rut aceptó al Dios de Israel (Rt 1,16), y en cumplimiento de las leyes del Antiguo Testamento fue dada en matrimonio a un pariente del difunto esposo de Noemí (Lv 25,23-25.47-49).
Al mismo tiempo que destaca la providencia de Dios sobre los pobres y desamparados, el libro de Rut muestra que también entre los paganos – y entre los enemigos de Israel – pueden existir personas capaces de oír el llamado de Dios para vivir en la santidad, y que Dios también se sirve de estas personas para llevar a cabo su plan de salvación. El Evangelio de san Mateo (1,5) señala que Rut es una de las cuatro mujeres que se encuentran en la genealogía de Nuestro Señor Jesucristo.
En el libro no hay indicios claros que permitan fijar la fecha de su composición. Se puede suponer que representa la reacción de grupos más afines con la predicación de los profetas que en la época posterior al exilio en Babilonia hablaron de una apertura de Israel hacia los paganos (Is 49,6; 56,1-9), cuando otros grupos trataban de implantar una política de exclusivismo de Israel y para esto expulsaban a los extranjeros y prohibían los matrimonios con personas de otros pueblos (Esd 9-10; Neh 13,1-3.23-31). Quizá hacia los siglos V-IV a. C.
La narración concentra la atención del lector sobre dos temas: la providencia de Dios sobre los que carecen de toda ayuda y protección, y la mirada de simpatía hacia los paganos.
Noemí es una viuda completamente desamparada, que carece de alguien que la pueda “rescatar” (4,14), es decir un “redentor” que se ocupe de ella en su ancianidad y se haga cargo de los bienes de su difunto esposo. Junto a ella está Rut, una mujer de la que se reitera que es extranjera: “la moabita” (2,2.6.21; 4,5.10) y es presentada como un ejemplo de amor. Para acompañar y atender a su suegra, ella abandona su propio pueblo y, no obstante su origen y la prohibición de uno de los códigos de la Biblia (Dt 23,4), se integra en el pueblo de Israel y adopta al Señor como su Dios (1,16); para conseguir alimento para su suegra, trabaja todo el día sin descanso (2,7) en el campo y recoge espigas detrás de los segadores. Sus virtudes son reconocidas por toda la población de Belén (2,11; 3,11; 4,15). Rut “la moabita”, fue el instrumento elegido por Dios para que con su intervención, Noemí tuviera un “redentor”.
El ejemplo de la santidad de Rut, una mujer pagana, es presentado para responder a quienes, con una mirada estrecha y mezquina, limitan el poder de Dios como si sólo pudiera suscitar la santidad en Israel, o sólo se pudiera servir de los israelitas para llevar cabo su obra de salvación.
Israel fue elegido por Dios porque el Señor lo amó (Dt 7,7-8), lo enriqueció con toda clase de bienes y le encomendó la misión de ser “luz para todas las naciones”, con el fin de que la salvación llegue hasta los confines de la tierra (Is 42,6; 49,6). Pero Dios sigue obrando en todo el mundo porque es el Dios de todas las naciones.
Si alguno pensaba que la santidad se podía verificar sólo en Israel, o que solamente este pueblo era el instrumento con el que Dios llevaba a cabo su obra de salvación universal, el libro de Rut le muestra que la acción salvadora de Dios se extiende mucho más allá de los límites de Israel. También entre los paganos se dan ejemplos de santidad, y el Señor también puede servirse de uno de ellos para realizar sus obras salvadoras, así como llamó al persa Ciro para dar la libertad a los que estaban en la cautividad en Babilonia (Is 45,1-7). El libro de Rut, junto con el libro de Jonás y los textos de varios profetas, muestran que Dios, en su plan, tiene en vista la salvación de toda la humanidad. No obstante el apóstol Pablo encontró muchas dificultades entre sus compatriotas cuando comenzó a predicar el evangelio entre los paganos (1 Tes 2,16).
En la narración se pueden distinguir las siguientes partes:
I – Tu pueblo será mi pueblo 1,1-22
II – Rut se puso a recoger espigas en el campo 2,1-23
III – ¡Soy Rut, tu servidora! 3,1-18
IV – ¡Un hijo le ha nacido a Noemí! 4,1-22
Tu pueblo será mi pueblo [1]
1 1 En la época en que gobernaban los jueces hubo un período de hambre en el país. Entonces, desde Belén de Judá, un hombre emigró con su mujer y sus dos hijos, con el fin de residir en la región de Moab. 2 Aquel hombre se llamaba Elimélec, el nombre de su mujer era Noemí, y el de sus hijos, Majlón y Kilión; todos eran efrateos, de Belén de Judá. Llegaron a la región de Moab y se quedaron allí.
3 Elimélec, el marido de Noemí, murió y ella se quedó sola con sus dos hijos. 4 Éstos se casaron con mujeres moabitas: una se llamaba Orfá, y la otra, Rut. Cuando llevaban alrededor de diez años residiendo allí, 5 murieron también Majlón y Kilión; de modo que Noemí se quedó sin su marido y sin ninguno de sus hijos. 6 Entonces, ella decidió regresar desde la región de Moab con sus nueras; además, en la misma región de Moab había oído que el Señor se había apiadado de su pueblo proveyéndolo de alimento.
7 Noemí salió del lugar en que se había establecido, también sus nueras hicieron lo mismo, y juntas tomaron el camino de regreso al país de Judá. 8 En el trayecto Noemí les dijo: «¡Vuélvanse! ¡Regrese cada una a su casa materna! Que el Señor les muestre tanto amor como el que ustedes mostraron hacia los dos difuntos y hacia mí. 9 ¡Que el Señor les conceda encontrar tranquilidad en casa de un nuevo marido!». Luego, con un beso, Noemí se despidió de sus nueras. Ellas, por su parte, se echaron a llorar desconsoladamente, 10 y le dijeron: «¡Queremos ir contigo de regreso a tu pueblo!». 11 Pero Noemí insistió: «¡No, hijas mías! ¡Regresen! ¿Para qué quieren venir conmigo si ya ni siquiera soy capaz de engendrar hijos con los que ustedes puedan casarse? 12 ¡Regresen, hijas mías! ¡Váyanse! Yo ya soy demasiado vieja como para casarme de nuevo, y aunque tuviera alguna esperanza, incluso si esta misma noche me casara y luego tuviera hijos, 13 ¿acaso ustedes esperarían a que ellos crecieran? ¿Acaso ustedes renunciarían a casarse antes? ¡No, hijas mías, de ninguna manera! Mi vida, más que la de ustedes, está llena de amargura. ¡El Señor se ha excedido conmigo!». 14 Ellas, una vez más, se echaron a llorar desconsoladamente. Luego, con un beso, Orfá se despidió de su suegra; Rut, en cambio, permaneció con Noemí. 15 Ésta, entonces, le dijo: «Mira, tu cuñada ha regresado a su pueblo, ha vuelto a sus dioses. ¡Regresa tú también! ¡Síguela!». 16 Pero Rut le respondió: «No me pidas que te deje, que regrese o que no te siga más. Porque iré dondequiera que tú vayas y viviré dondequiera que tú vivas: ¡tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios! 17 Ni siquiera la muerte será capaz de separarnos, porque moriré y seré enterrada allí donde mueras tú. ¡Que el Señor me maldiga si no cumplo con este juramento!».
18 Cuando Noemí vio que Rut estaba firmemente decidida a marcharse con ella, no le insistió más, 19 y ambas continuaron caminando hasta llegar a Belén.
Apenas entraron a Belén, se produjo un enorme alboroto a causa de ellas; en efecto, las mujeres de la ciudad exclamaban: «¡Pero si es Noemí!». 20 A lo que ella respondía: «¡Ya no me llamen Noemí («Mi dulzura«), llámenme Mará («Amargura«)! Porque el Todopoderoso ha hecho muy amarga mi vida. 21 Al emigrar de aquí, yo era una mujer plena; ahora, el Señor me ha hecho regresar vacía. ¿Qué sentido tiene que me llamen «Mi dulzura», si el Señor se ha puesto en contra de mí, si el Todopoderoso ha arruinado mi vida?».
22 Así fue el regreso de Noemí, desde la región de Moab, con su nuera Rut, la moabita. Ellas llegaron a Belén cuando comenzaba la cosecha de la cebada.
Rut se puso a recoger espigas en el campo [2]
2 1 Noemí tenía un pariente, por parte de su marido, que era un hombre poderoso y adinerado; era de la familia de Elimélec y su nombre era Booz.
2 Un día, Rut, la moabita, dijo a Noemí: «Te ruego que me permitas ir al campo a recoger espigas; iré detrás de aquel a quien le caiga en gracia». Ella le respondió: «Puedes ir, hija mía». 3 Rut fue y se puso a recoger espigas en el campo, detrás de los segadores; Lv 19,10; Dt 24,19 casualmente, fue a dar a una de las parcelas pertenecientes a Booz, que era de la familia de Elimélec.
4 Al llegar desde Belén, Booz saludó a los segadores: «¡El Señor esté con ustedes!». Ellos le contestaron: «¡Que te bendiga el Señor!». 5 A continuación, Booz preguntó al capataz de los segadores: «¿A quién pertenece esta joven?». 6 El capataz de los segadores respondió: «Es una joven moabita, la que regresó con Noemí desde la región de Moab. 7 Me rogó que le permitiera recoger espigas detrás de los segadores, hasta juntar unas cuantas gavillas; ha estado trabajando sin pausa, desde que llegó esta mañana hasta ahora, sin siquiera tomarse un breve descanso».
8 Booz, entonces, dijo a Rut: «Hija mía, escucha con atención: no vayas a recoger espigas al campo de ningún otro, no te alejes de aquí; antes bien, permanece con mis trabajadoras, 9 y síguelas al lugar donde veas que los hombres están segando. Cuando tengas sed, acude a las vasijas y bebe de lo que los trabajadores hayan traído. He dado instrucciones precisas para que ellos no te molesten». 10 Ella hizo una reverencia profunda y le dijo: «Siendo yo una extranjera, ¿cómo es posible que te hayas fijado en mí y te haya caído en gracia?». 11 Booz le respondió: «Me han contado detalladamente todo lo que has hecho por tu suegra tras la muerte de tu marido: que has estado dispuesta a dejar padre y madre, e incluso la tierra que te vio nacer, para venir a vivir a un pueblo desconocido para ti. 12 ¡Que el Señor retribuya tu buena acción! Y que sea abundante tu recompensa de parte del Señor, el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido en busca de amparo». 13 Rut, entonces, replicó: «Mi señor, ¡espero caerte siempre en gracia! Tú me has consolado: has hablado al corazón de tu servidora, a pesar de no ser yo como una de ellas».
14 Luego, a la hora de la comida, Booz dijo a Rut: «¡Acércate aquí! Come algo de pan y remoja tu bocado en la salsa». Ella se sentó junto a los segadores y el mismo Booz le sirvió grano tostado; ella comió hasta saciarse y guardó el resto. 15 Cuando Rut se levantó para seguir recogiendo espigas, Booz dio instrucciones a sus trabajadores; les dijo: «No la regañen, aunque recoja espigas de entre las gavillas. 16 Más aún, desde los manojos, dejen caer espigas a propósito, para que ella las recoja, y no la reprendan por eso».
17 Rut estuvo hasta el atardecer en aquel campo recogiendo espigas; después de desgranarlas, obtuvo en limpio cerca de cuarenta y cinco kilos de cebada. 18 Los tomó, entró a la ciudad y le mostró a su suegra todo lo que había recogido; luego, sacó el resto de comida que había guardado y se lo ofreció. 19 Noemí le dijo: «¿Adónde fuiste hoy a recoger espigas?, ¿en qué lugar estuviste trabajando? ¡Bendito sea aquel que se fijó en ti!». Rut, entonces, contó a su suegra con quién había estado trabajando; le dijo: «El nombre de aquel con quien estuve trabajando hoy es Booz». 20 Noemí exclamó: «¡Pero si ese hombre es uno de nuestros parientes más cercanos; es uno de los que tiene derecho de rescate sobre nosotras! ¡Lo bendiga el Señor, quien no deja de mostrar su amor ni hacia los vivos ni hacia los difuntos!». 21 Rut, la moabita, agregó: «Me dijo, además, que permaneciera con sus trabajadoras hasta el término de la cosecha». 22 Noemí dijo a su nuera Rut: «Sí, hija mía, sería bueno que sólo salieras con sus trabajadoras, no sea que te molesten en el campo de algún otro».
23 Rut permaneció con las trabajadoras de Booz y estuvo recogiendo espigas hasta el término de la cosecha de la cebada y del trigo. Ella y su suegra vivían juntas.
¡Soy Rut, tu servidora! [3]
3 1 Un día, Noemí dijo a su nuera: «Hija mía, ¿acaso no debo procurar para ti una vida tranquila que te brinde bienestar? 2 Ahora bien, Booz, con cuyas trabajadoras estuviste, ¿acaso no es nuestro pariente? Mira, esta noche él estará trillando cebada en la era. 3 Tú, báñate, perfúmate y vístete con la mejor ropa; después, dirígete a la era pero no te dejes reconocer por él, sino hasta que haya terminado de comer y beber. 4 Cuando se vaya a acostar, observa bien el lugar donde lo haga; luego, vas, le destapas los pies y te acuestas. A continuación, él te indicará lo que debas hacer». 5 Rut le respondió: «Haré todo tal como me has dicho».
6 Rut fue a la era e hizo todo conforme a las instrucciones que le había dado su suegra. 7 Booz comió y bebió hasta quedar más que satisfecho, y se fue a acostar al otro extremo, donde se amontonaba el grano. Rut, entonces, fue sigilosamente, le destapó los pies y se acostó. 8 En medio de la noche, Booz sintió un escalofrío; al darse vuelta, descubrió que una mujer estaba acostada a sus pies, 9 y le preguntó: «¿Quién eres tú?». Ella respondió: «¡Soy Rut, tu servidora! ¡Cobíjame, porque tú tienes derecho de rescate!». 10 Booz le dijo: «¡El Señor te bendiga, hija mía! Esta última muestra de tu amor es aún mayor que la primera, porque no has querido ir tras hombres jóvenes, ya sean ricos o pobres. 11 Por tanto, hija mía, no tengas ningún temor: haré por ti todo lo que me pidas, porque tú eres una mujer valiosa, y eso lo saben todos los de mi pueblo. 12 Ahora bien, es cierto que yo tengo derecho de rescate, pero hay otro pariente que, por ser más cercano, tiene más derecho que yo. 13 Si él quiere ejercer su derecho de rescate, está bien, que lo ejerza; pero si él no quiere hacerlo, ¡te juro por Dios que yo te rescataré! Ya se verá mañana; por ahora, quédate acostada y pasa el resto de la noche aquí, hasta el amanecer».
14 En efecto, hasta el amanecer se quedó Rut acostada a los pies de Booz. Y como él le advirtió de que no se supiera que ella había ido a la era, se levantó estando aún oscuro, para que nadie pudiera reconocerla. 15 Entonces Booz le dijo: «Permíteme el manto con el que te cubres y sujétalo bien». Rut así lo hizo y él puso seis medidas de cebada, las cargó sobre ella y luego se fue a la ciudad.
16 Cuando Rut llegó a la casa de Noemí, ésta le preguntó: «¿Cómo te fue, hija mía?». Rut, entonces, le contó todo lo que aquel hombre había hecho por ella. 17 Y añadió: «Estas seis medidas de cebada me las dio él, diciéndome: «No vuelvas a casa de tu suegra con las manos vacías»». 18 Noemí le dijo: «Espera, hija mía, hasta que sepas cómo se va a resolver todo esto: porque este hombre no descansará hasta no terminar hoy mismo con este asunto».
¡Un hijo le ha nacido a Noemí! [4]
Dt 25,5; Lv 25,25; 1 Cr 2,5-15; Mt 1,5-6
4 1 Booz se dirigió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Cuando vio pasar al pariente con derecho de rescate, antes aludido, Booz lo llamó: «¡Acércate y y toma asiento!». Él fue y se sentó. 2 Entonces Booz reunió a diez hombres, de entre los ancianos de la ciudad, y también les pidió que tomaran asiento; ellos así lo hicieron. 3 Luego, dirigiéndose al pariente con derecho de rescate, Booz dijo: «Noemí, que regresó desde la región de Moab, tiene en venta la parcela que perteneció a nuestro familiar Elimélec. 4 Yo he querido ponerte al tanto y proponerte que la adquieras en presencia de los habitantes y de los ancianos de mi pueblo. Si quieres ejercer tu derecho de rescate, ejércelo ya; en caso contrario indícamelo, porque fuera de ti no hay nadie que tenga más derecho de rescate que yo: después de ti vengo yo». El otro dijo: «Quiero ejercer mi derecho de rescate». 5 Entonces Booz prosiguió: «El día que adquieras la propiedad de manos de Noemí, deberás adquirir también a Rut, la moabita, la viuda de Majlón, con el fin de perpetuar el nombre del difunto sobre su heredad».6 Al oír esto, aquel pariente replicó: «No puedo ejercer mi derecho de rescate sin causar un grave daño a mis propios herederos; en consecuencia, ante la imposibilidad de ejercer mi derecho, te lo cedo a ti: ¡Rescátala tú!».
7 En Israel, para cerrar un negocio, tratándose de rescates e intercambios, existía la antigua costumbre de quitarse una sandalia y dársela al otro; aquello servía como testimonio en Israel. 8 Por eso, quitándose una de sus sandalias, aquel pariente dijo a Booz: «¡Adquiérela tú!». 9 Entonces, Booz dirigiéndose a los ancianos y a toda la gente, sentenció: «Hoy ustedes son testigos de que adquiero de manos de Noemí todo lo que perteneció a Elimélec y todo lo que perteneció a sus hijos, Kilión y Majlón. 10 Además, adquiero como esposa a Rut, la moabita, la viuda de Majlón, con el fin de perpetuar el nombre del difunto sobre su heredad, para que su nombre no desaparezca ni de entre sus familiares ni de este lugar. Hoy ustedes son testigos». 11 Toda la gente que estaba en la puerta de la ciudad respondió: «¡Somos testigos!». Y los ancianos añadieron: «¡Que el Señor conceda a la mujer que va a entrar a tu familia, ser como Raquel y como Lía, que juntas edificaron la casa de Israel! Y a ti, ¡que aumentes tu riqueza en Efratá y tu renombre en Belén! 12 ¡Que el Señor te conceda por la descendencia de esta joven, que tu familia llegue a ser como la de Peres, el hijo que Tamar dio a Judá!».
13 Booz tomó a Rut como esposa y se unió a ella. El Señor concedió a Rut concebir y dar a luz un hijo. 14 Entonces, las mujeres dijeron a Noemí: «¡Bendito sea el Señor, que no te ha privado hoy de quien te pueda rescatar! ¡Que el nombre de este niño llegue a ser célebre en Israel! 15 ¡Que él te conforte y sostenga en tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te ama, la que para ti vale más que siete hijos!». 16 Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. 17 Las vecinas le buscaban un nombre y decían: «¡Un hijo le ha nacido a Noemí!». Y le pusieron el nombre de Obed; él fue el padre de Jesé, que a su vez fue el padre de David.
18 Estos son los descendientes de Peres: Peres engendró a Jesrón, 19 Jesrón engendró a Ram, Ram engendró a Aminadab, 20 Aminadab engendró a Najsón, Najsón engendró a Salmá, 21 Salmá engendró a Booz, Booz engendró a Obed, 22 Obed engendró a Jesé y Jesé engendró a David.
[1] 1,1-22. Noemí, una viuda en un país extranjero, es la imagen de la desolación. Como ha quedado privada de descendientes varones, no hay nadie en su familia que se pueda ocupar de ella en su ancianidad, ni se pueda hacer cargo de recuperar los bienes que habían pertenecido a su esposo (Lv 25,25). Sus dos nueras se empeñan en acompañarla cuando emprende el camino de regreso a la tierra de Israel. El relato destaca los sentimientos de Rut, que a pesar de la resistencia de Noemí, abandona su país, sus dioses y su familia, y elige ser extranjera en otro lugar, para poder asistir a su suegra. Rut, a pesar de ser una mujer de origen pagano, pertenece al grupo de aquellos que -como el Señor- se ocupan de proteger a las viudas (Sal 68,6; 146,9)
[2] 2,1-23. Cuando los obreros se están ocupando de la cosecha caen muchas espigas al suelo. La ley establece que no se debe volver atrás para recogerlas, porque estas pertenecen a los pobres, a los forasteros, a los huérfanos y las viudas (Lv 19,10; Dt 24,19). Rut, en su preocupación por el bienestar de Noemí, va a ocupar un lugar entre los pobres que siguen los pasos de los segadores y pasa todo el día en esta tarea. La providencia de Dios vela sobre ella, porque sin saberlo fue a dar a un campo que pertenecía a un pariente del difunto esposo de Noemí. Este hombre trata a Rut de una manera muy cordial porque está informado de sus virtudes y sabe que Dios retribuye a los que obran bien (Sal 41,1).
[3] 3,1-18. Las leyes de los pueblos antiguos intentaban evitar que las propiedades y fortunas se dividieran o pasaran a manos de otras familias. Para eso establecían que solo heredara el primogénito varón. Y si un hombre moría sin hijos varones, su hermano o su familiar más próximo debía tomar a la viuda por esposa para que esta tuviera un hijo, al que se lo tenía como hijo y heredero del difunto (Dt 25,5-9). Noemí es una viuda sin hijos; entonces enseña a Rut una estratagema para lograr que Booz ejerza su derecho y tome a Rut como esposa. De esa forma, Noemí, a través de la viuda de su hijo, podrán tener descendencia. La providencia, que está presente en toda esta historia, mueve los hilos para que todo suceda favorablemente.
[4] 4,1-22. Booz fue a las puertas de la ciudad, el lugar donde se reunía la gente para dilucidar los asuntos jurídicos más importantes. Él no era el familiar más cercano de Noemí, porque había otro que tenía más derechos y sobre este recaía la obligación de recuperar las propiedades que en su tiempo habían sido del esposo de Noemí. Pero Booz buscó ingeniosamente la forma de que este pariente renunciara a su derecho, y de esta manera él adquirió la propiedad y tomó a Rut por esposa. El Señor bendijo a Rut, y esta tuvo un hijo, que fue considerado como hijo de Noemí (4,14-17). Se cierra de esta forma el problema planteado en el inicio: Noemí, que había quedado sola, desamparada y sin bienes (1,21), adquirió un descendiente que se ocupará de ella (4,14). El libro concluye con una exclamación de alegría: “¡Un hijo le ha nacido a Noemí!” (4,17).
Por misteriosos caminos, el Señor intervino en la historia para socorrer a los pobres y desamparados, y para lograrlo, hizo intervenir a una mujer de origen pagano. Así mostró que también suscita ejemplos de santidad ente los que pertenecen a otros pueblos, y se sirve de los paganos para llevar adelante su obra de salvación. “Dios no hace diferencia de personas y que en cualquier nación, el que lo teme y obra con justicia es agradable ante él” (Hch 10,34-35) .
Una genealogía añadida al final del libro, posiblemente por otra mano, establece una relación entre la historia de Rut y el rey David. El añadido muestra que el gesto de Rut tuvo gran importancia en la historia de la salvación. También el evangelio de san Mateo lo destaca al incluir a Rut entre los antepasados de Jesús (Mt 1,5-6).