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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. ¡Todo ser viviente alabe al Señor!(150,6). El libro de los Salmos

 

            El libro de los Salmos lleva en la Biblia hebrea el nombre de “Séfer Tehillim”, que se traduce como “Libro de las alabanzas”. Los traductores griegos de los siglos III-II a. C. lo llamaron “Psalmoi”, que significa: “cantos con acompañamiento de cuerdas”. En un manuscrito lleva el título de “Psalterion”, nombre de un instrumento musical de cuerdas. Los títulos dados por el Antiguo Testamento en griego son lo que pasaron a la versión latina y a las traducciones en otras lenguas hasta la actualidad.

 

            La obra consta de 150 composiciones poéticas de diferente género. La versión griega del Antiguo Testamento (LXX) incluye un Salmo 151, que no está en el texto hebreo ni fue incluido en la versión latina “Vulgata”. La Iglesia Católica no lo admite como canónico.

 

            Cuando se compara el texto hebreo con la versión griega se encuentra una diferencia en la numeración de los salmos. Los salmos 9 y 10 de la Biblia hebrea, en la Biblia griega están unidos como un solo salmo (9); lo mismo los salmos 114 y 115 de la Biblia hebrea, en la Biblia griega es el salmo 113; el salmo 116 de la Biblia hebrea, en la Biblia griega está cortado en los dos salmos 114 y 115, y el salmo 147 de la Biblia hebrea, en la Biblia griega también está cortado en los dos salmos 146 y 147. Por esta razón la mayoría de los salmos lleva doble numeración: un número según el hebreo y otro -entre paréntesis- según el griego.

 

            Las “doxologías” o palabras de alabanza puestas al final de algunos salmos (41,14; 72,19; 89,52; 106,48 y el salmo 150) dividen el salterio en cinco partes. Se puede suponer que en la antigüedad existieron cinco colecciones de salmos que fueron reunidas para formar el libro actual:

 

Primera colección          1-41

Segunda colección       42-72

Tercera colección         73-89

Cuarta colección         90-105

Quinta colección       106-150

 

            Algunos salmos pertenecientes a la segunda colección se hallan repetidos en otra:

 

53 igual a 14;

70 igual a 40,14-18;

57,8-12 + 60,7-14 igual a 108.

 

            Estas colecciones, que en su origen serían los libros de cantos utilizados en el Templo de Jerusalén en la época posterior al retorno de Babilonia, se habrían compuesto a lo largo de varios siglos y se habrían reunido en una sola obra aproximadamente en el siglo III a. C., aunque algunos autores suponen que los salmos 44; 74; 79 y 83 podrían ser del siglo II a. C.

 

            Muchos salmos tienen en el primer versículo una nota con diferentes indicaciones: el género al que pertenece (16,1; 17,1; 32,1;…); datos musicales (5,1; 6,1; 46,1;…); uso en la liturgia (30,1; 92,1); momentos de la vida de David en que el salmo habría sido compuesto (3,1; 7,1; 18,1; 34,1; 51,1;…). Varias de estas notas indican que el salmo formaba parte de una colección perteneciente a algunos de los coros del Templo de Jerusalén: los salmos 42; 44-49; 84-85.87-88 pertenecen a los hijos de Coré (1 Cr 9,19), y los salmos 73-83 pertenecen a los hijos de Asaf (1 Cr 25,1-2.6). Muchos salmos se atribuyen a David (salmos 3; 4; 5; 6; 7…); otros a alguna ilustre personalidad del pasado: el salmo 90 a Moisés; los salmos 72 y 127 a Salomón; el salmo 88 a Hemán (posiblemente el levita mencionado en 1 Cr 6,18; 15,17-19; 16,41); el salmo 89 a Etán (posiblemente mencionado en 1 Re 5,11). La mayoría lleva una indicación más general: “al maestro del coro” (salmos 8; 9; 11; 13…). Las notas que aparecen en la Biblia hebrea difieren de las que se encuentran en la versión griega. Esto indica que no pertenecían al texto original del salmo, sino que fueron añadidas con posterioridad. Se conservan porque recogen antiguas tradiciones, pero se escriben con distinto tipo de letra para que el lector advierta que estos textos no pertenecen a la Sagrada Escritura.

 

            No es posible fijar con precisión quién es el autor de cada salmo. Como se ha dicho, algunos se atribuyen a David, de quien se decía que estaba dotado de talento musical (1 Sm 16,23; 2 Sm 1,17; 3,33-34); otros a cantores del Templo (las familias de Asaf y de Coré). No se puede admitir que David haya sido el autor de todos los salmos, porque muchos de ellos se refieren a la liturgia del Templo o a circunstancias históricas que no corresponden a la época de David, pero es posible que en el salterio se conserven algunas obras suyas. 

 

           

  1. ¡El Señor escucha a los pobres! (69,34). La espiritualidad de los salmos

 

            La lectura y la oración del libro de los salmos se puede realizar desde dos perspectivas. En una primera lectura se obtiene de él un modelo de espiritualidad. Los salmos recogen las experiencias religiosas de los individuos y del pueblo de Israel, y expresan su relación con Dios en momentos muy diversos de la historia. Muestran a cada persona cuál es la forma en que debe presentarse y dirigirse a Dios. El Señor no deja de ser el Dios grande que está por encima de todas sus criaturas (104), pero al mismo tiempo está cerca de todos los seres humanos, en particular de los que se hallan en medio del dolor y la angustia (34). El Señor ama a los pequeños, a los pobres, a los humildes, a los que atiende de una manera especial cuando son humillados y oprimidos (10). Por eso el ser humano se siente siempre asombrado porque este Dios tan grande se ocupa de alguien tan pequeño como él (8; 144). Quien ora con el salterio aprende a apoyarse en Dios y a dirigirse a él con total confianza, seguro de que será escuchado.

 

            El Señor rechaza la soberbia y la autosuficiencia; es necesario que quien se presenta ante él se muestre como pobre y necesitado (40;  70;  86; 109), y sepa dar gracias cuando es socorrido (18; 21; 30 ; 33…). El que ora con los salmos se hace sensible al clamor de los pobres, siente como hecha a sí mismo la opresión y la injusticia que se hace a los débiles, se solidariza con ellos y clama a Dios para que establezca su reinado y su justicia en la tierra (93; 97; 98; 99). En todo el salterio resuena la petición: “¡Sálvame!”. El orante espera con ansias el reinado final de Dios prefigurado en la Jerusalén futura cantada en los salmos.

 

            La segunda lectura de los salmos es la que se realiza desde la fe cristiana. Los primeros cristianos heredaron de los judíos de su tiempo la convicción de que los salmos habían sido compuestos por David, y que de una u otra manera cada uno de estos se refería al Mesías. En consecuencia, cuando los autores del Nuevo Testamento leían los salmos, los aplicaban a Jesús (Mt 13,35; 21,16; Jn 2,17; Hch 2,25-28.34; Hb 1,5-13; 2,6-9.12; 10,5-7; 1 Pe 2,7; …), en especial cuando aparece como el justo que sufre y ora en su pasión (Mt 27,46; Lc 23,46; Jn 13,18; 15,25; 19,24.28; …).

 

            Continuando esta misma línea, los Padres de la Iglesia enseñaron que el verdadero orante de los salmos es Jesucristo. Verdadero hombre a la vez que verdadero Dios, cumple su función sacerdotal ante el Padre como mediador. Asume los gemidos y quejas, los dolores y las angustias, las alegrías y las tristezas de todo el mundo, y presenta todo esto ante el Padre. Él hace suyos los padecimientos de todos y gime ante el Padre porque es perseguido, maltratado, insultado… En su voz, se oye la voz y el gemido de todo su cuerpo. San Agustín dice que Jesús, en los salmos, “ruega por nosotros como sacerdote… Debemos reconocer nuestra propia voz en él, y su propia voz en nosotros” (Enarr. in Psalmos 85,1). Hay entonces una sola oración, de la Cabeza y del cuerpo. Los miembros de la Iglesia que oran con los salmos lo hacen como miembros del cuerpo de Cristo, y con Cristo hacen suyas las alegrías y las angustias, los dolores y las esperanzas de toda la humanidad. Junto con toda la Iglesia y por medio de Cristo las presentan ante el Padre.

 

 

  1. Su alabanza estará siempre en mi boca (34,2). Géneros literarios de los salmos

 

Aunque el título hebreo designa a todos los salmos como “alabanzas”, estos, en realidad, pertenecen a géneros muy diversos. Por su forma literaria se distinguen los Himnos o Alabanzas, las Súplicas y las Acciones de gracias.

 

            Los Himnos (salmos 8; 19; 29; 33; 46-48…) tienen en su encabezamiento una invitación a la alabanza divina y luego exponen los motivos, que en algunos salmos se refieren a la creación, y en otros a intervenciones de Dios en la historia de Israel.

 

            Por el tema que desarrollan, algunos de los himnos son llamados “Cánticos de Sion” (salmos 46; 48; 76 y 87), porque engrandecen a la ciudad de Jerusalén, pintándola con rasgos escatológicos. A otros se los designa: “Salmos del reinado de Dios” (salmos 47; 93; 96-98), porque celebran con entusiasmo el reinado universal del Señor.

 

            Las Súplicas o lamentaciones (salmos 3; 5-7; 12-13; 17; 22; 42-44; 51…) son colectivas si el que ora es el pueblo, o individuales si es una persona particular. El que ora se dirige al Señor con imperativos que reclaman atención o ayuda, y a continuación describe la triste situación en que se encuentra. Con frecuencia la súplica se acompaña con promesas de ofrecer sacrificios cuando se produzca la salvación. Por lo general, el orante tiene la certeza de haber sido escuchado y finaliza su oración con un agradecimiento.

 

            Las Acciones de gracias (salmos 18; 21; 30; 33-34; 40; 65-68….) también pueden ser individuales o colectivas. Son expresiones de agradecimiento de quienes han sido liberados de grandes peligros. Su forma literaria es muy semejante a la de los himnos: el orante comienza expresando su intención de dar gracias o se dirige a la comunidad invitándola a asociarse en el canto de agradecimiento. A continuación describe la situación angustiosa en la que se encontraba, cómo rogó en esa circunstancia y cómo experimentó la salvación.

           

            Algunos salmos no se distinguen por su forma literaria sino por la temática: los “salmos reales” o “de la realeza” (salmos 2;, 18; 45; 72; 110…) son los que se refieren a distintas circunstancias de la vida del rey. Los “Cantos de peregrinación” (120-134), por su parte, eran cantados por los peregrinos que se dirigían a Jerusalén.

 

            En algunos salmos, los que piden a Dios que cesen las injusticias expresan al mismo tiempo su odio a los enemigos y sus deseos de venganza (salmos 5; 28; 79; 137…). Los salmos con los que se pide a Dios que reprima la injusticia y la violencia siguen siendo actuales. Pero el odio a los enemigos y el deseo de venganza son actitudes que fueron corregidas por la predicación y el ejemplo de Jesucristo. Por esta razón, los fragmentos de los salmos que traslucen esos sentimientos no se recitan en la liturgia de la Iglesia Católica.

 

 

 

 

SALMO 1

Dichoso el que se deleita en la ley del Señor*

Sal 26,5; Dt 30,15-20; Jos 1,8; Jr 17,8; Mt 7,13-14

 

1 Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados,

   ni transita por el camino de los pecadores,                       

   ni participa en la reunión de los farsantes,                        

2 sino que se deleita en la ley del Señor

   y la medita de día y de noche.                                           

 

3 Será como un árbol plantado entre acequias,   

   que da fruto a su tiempo y sus hojas no se marchitan.       

   Tendrá éxito en todo lo que emprenda.

 

4 No sucederá así con los malvados,

   que serán como paja arrastrada por el viento.                     

5 Por eso, los malvados no resistirán en el juicio,

   ni los pecadores, en la asamblea de los justos. 

 

6 Porque el Señor conoce el camino de los justos,                

   y sabe que el camino de los malvados lleva a  la ruina.

 

 

SALMO 2

Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy*

Sal 89,27-28; 110,1-2; Is 40,15-17; Hch 4,25-28; Heb 1,5; Ap 2,26-27; 19,15

// 2,1-2: Hch 4,25-26; 2,7: Hch 13,33; Heb 1,5; 5,5; 2,8-9: Ap 2,27; 19,15

 

1 ¿Por qué se agitan las naciones                          

   y los pueblos se rebelan en vano?

2 Los reyes de la tierra se sublevan

   y  los poderosos conspiran                                

   contra el Señor y su Ungido:                           

3 “Rompamos sus cadenas,                                  

   arrojemos lejos sus cuerdas”.

 

4 El que tiene su trono en el cielo se ríe,              

   el Señor se burla de ellos.

5 Entonces les habla con ira,

   y los aterroriza con  furor:

6 “Yo mismo he establecido a mi rey

   en mi santa montaña de Sion”.                          

 

7 Publicaré el decreto del Señor;

   él me dijo: “Tú eres mi hijo,                              

   yo te he engendrado hoy.

8 Pídemelo, y yo te daré las naciones como herencia,

   y como propiedad los confines de la tierra;                   

9 las destruirás con un cetro de hierro,                              

   las harás pedazos como a un vaso de alfarero”.

 

10 Por eso, reyes, sean razonables;

   entiéndanlo bien, gobernantes de la tierra.                     

11 Sirvan al Señor con temor,

   ríndanle homenaje temblando, 

12 no sea que se irrite y ustedes perezcan en el camino,

   porque su furor se inflama en un instante.

   ¡Dichoso quien se refugia en él!    

 

 

SALMO 3

Señor, ¡cuántos son mis enemigos!*

Sal 4,9; 18,3; 62,7-8; 2 Sm 22,2-3; Prov 3,24; Ef 4,26

 

1 Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón.

 

2 Señor, ¡qué numerosos son mis enemigos!

   ¡Cuántos son los que se levantan contra mí!

3 Son muchos los que dicen de mí:

   “Ya no tiene salvación en Dios”.                                    

 

4 Pero tú, Señor, eres el escudo que me protege,                                                      

   eres mi gloria, el que me hace levantar mi cabeza.         

5 Yo alcé mi voz e invoqué al Señor,                               

   y él me respondió desde su monte santo.                       

 

6 Me acuesto, me duermo y me despierto.                         

   El Señor me sostiene.

7 No temeré a la multitud que me rodea                            

   y se pone en contra de mí.

 

8 ¡Levántate, Señor!    

   ¡Sálvame, Dios mío!        

    Tú golpeaste el rostro de todos mis enemigos

   y rompiste los dientes de los malvados.    

 

9 En el Señor está la salvación.     

   ¡Que tu bendición descienda sobre tu pueblo!

 

 

SALMO 4

Pusiste alegría en mi corazón*

Sal 3,6; 51,21; 126,6; Dt 5,32-33; Is 9,2; Prov 3,24-26 //4,5: Ef 4,26

 

 

1Al maestro del coro. Para cuerdas. Salmo de David.

 

 2 Respóndeme cuando te invoco,

   Dios que me haces justicia,                                           

   y en la angustia me das alivio:

   apiádate de mí y escucha mi oración.                            

 

3 ¿Hasta cuándo, ustedes, despreciarán la gloria del Señor,     

   amarán la falsedad y buscarán la mentira? 

4 Sepan que el Señor distingue a quien le es fiel.

   El Señor me escuchará cuando lo invoque.

 

5 Tiemblen y no pequen,                                                   

   reflexionen en el lecho y guarden silencio.                                                             

6 Ofrezcan sacrificios justos                                              

   y confíen en el Señor.         

 

7 Muchos preguntan: “¿Quién nos mostrará lo que es bueno?”.

   ¡Señor, que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros!

                                                                                     

8 Pusiste más alegría en mi corazón

   que la de aquellos que tienen abundancia de trigo y de vino.      

9 Me acuesto en paz y me quedo dormido,                      

   porque tú solo, Señor, me haces vivir seguro.

 

 

SALMO 5

Guíame, Señor, con tu justicia*

Sal 52,4-5; 55,24; Prov 6,16-19 // 5,10: Rm 3,13

 

1 Al maestro del coro. Para flautas. Salmo de David.

 

2 Escucha, Señor, mis palabras,                                       

   atiende a mis gemidos,

3 presta atención a mis gritos de auxilio,

   mi rey y mi Dios, porque te estoy suplicando.               

 

4 ¡Señor! Por la mañana escucharás mi voz,                    

   por la mañana te presentaré mi súplica

   y me quedaré  esperando.

 

5 Tú no eres un Dios que ama la maldad:

   el malvado no encontrará acogida en ti,

6 ni los arrogantes resistirán ante tu mirada.

 

   Tú detestas a todos los malhechores   

7 y acabarás con los mentirosos.

   Al violento y al hipócrita

   los aborrece el Señor.

 

 8 Pero yo, por tu gran amor,

   podré entrar en tu santuario.         

   Me postraré en tu Templo santo         

   con profundo respeto.                                 

 

9 Guíame, Señor, con tu justicia

   frente a mis adversarios;

   allana tu camino ante mí.        

 

10 Porque en la boca de ellos no hay sinceridad,

   en su interior, solo hay perversidad;

   su garganta es un sepulcro abierto,        

   mientras adulan con su lengua.             

 

11 Dios, condénalos;

   que fracasen sus proyectos;

   expúlsalos por sus muchos crímenes,

   porque se han rebelado contra ti.

 

12 Pero los que se refugian en ti se alegrarán,    

   exultarán por siempre.

   Tú protegerás a los que aman tu nombre    

    y por tu causa gritarán de júbilo.

 

13 Señor, tú bendices al justo;

   como un escudo lo envuelve tu favor.

 

 

SALMO 6

El Señor escuchó mi llanto*

Sal 30,10; 38,2-4; 41,8-9; 88,11-13; Is 38,18-19; Jr 17,14//6,4-5: Jn 12,27

 

1 Al maestro del coro. Para cuerdas. En octava. Salmo de David.

 

2 Señor, no me corrijas con ira,           

   no me castigues con furor.

3 Apiádate de mí, Señor, que desfallezco;

   sáname, Señor, porque se tiemblan mis huesos

4 y todo mi ser se estremece.

   Y tú, Señor, ¿hasta cuándo?      

 

5 ¡Vuélvete a mí, Señor! ¡Líbrame!       

   ¡Sálvame por tu misericordia!   

 

6 Porque, entre los muertos, nadie se acordará de ti.        

   ¿Quién podrá alabarte en la mansión de los muertos?    

 

7 Estoy cansado de gemir;

   mis lágrimas humedecen mi cama cada noche  

   y empapan mi lecho;

8 mis ojos se consumen de tristeza,     

   debilitados por todas mis contrariedades.

 

9 ¡Apártense de mí, malhechores!         

   Porque el Señor escuchó mi llanto;

10 el Señor atendió mi súplica;

   el Señor aceptó mi plegaria.

 

11 ¡Que se avergüencen y tiemblen mis enemigos,   

   que retrocedan avergonzados de inmediato!            

 

 

SALMO 7

¡Sálvame de los que me persiguen!*

Sal 27,12; 35,11; Dt 19,19;; Mt 26,59-61; Mc 14,57

 

1 Lamentación de David, que cantó al Señor a propósito del benjaminita Cus.

 

2 ¡Señor, Dios mío, en ti me refugio!       

   ¡Sálvame de los que me persiguen! ¡Líbrame!    

3 Que no me desgarren como leones,        

   que no me despedacen sin que nadie me libre.

 

4 Señor, Dios mío, si hice algunas de estas cosas:

   si hay injusticia en mis manos,

5 si he traicionado a mi amigo,

   si toleré injustamente al opresor,

6 ¡que el enemigo me persiga y me alcance,

   me pisotee vivo contra el suelo

   y desparrame mis entrañas por el polvo! 

 

7 ¡Levántate, Señor, lleno de ira!       

   ¡Enfréntate contra el furor de mis opresores!

   ¡Despiértate, Dios mío,                    

   tú que llamas a juicio!

8 Una asamblea de naciones te rodea:      

   dirígete a ella desde lo alto.

9 ¡El Señor es el juez de los pueblos!          

 

   ¡Júzgame, Señor, conforme a mi inocencia,    

   según mi integridad!

10 ¡Que termine la maldad de los malvados!

   Tú darás seguridad al inocente,

   Dios justo,         

   que examinas corazones y sentimientos.    

 

11 Mi escudo está en Dios,      

   que salva a los de recto corazón.     

12 Dios es un juez justo,             

   un Dios que se indigna en todo tiempo

13 si el hombre no se arrepiente.

   Afila su espada,

   tensa el arco y lo mantiene firme,        

14 prepara armas mortíferas

   y fabrica flechas ardientes.         

 

15 Quien está preñado de iniquidad,     

   ha concebido malicia      

   y da a luz la mentira.

 

16 Cavó un pozo profundo,

   pero al fin cayó en la fosa que había abierto.

17 Que su maldad se vuelva contra él

   y que su violencia le caiga encima.      

 

18 Yo daré gracias al Señor por su justicia,

   cantaré salmos al nombre del Señor Altísimo.  

 

 

SALMO 8

¿Qué es un ser humano para que lo recuerdes?*

Gn 1,26; Job 7,17-18; Eclo 17,1-4 // 8,3: Mt 21,16; 8,5-7: Heb 2,6-8; 1 Cor 15,27; Ef 1,22

 

1 Al maestro del coro. Sobre una melodía de Gat. Salmo de David.

 

2 ¡Señor, Dios nuestro,           

   qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra!

 

   Tu esplendor se eleva por encima de los cielos.

3 Por boca de los niños y pequeños     

   estableciste una fortaleza frente a tus adversarios

   para reducir al silencio al enemigo y al vengativo.

 

4 Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos,

   la luna y las estrellas que fijaste,      

5 ¿qué es un ser humano para que lo recuerdes,     

   un hijo de hombre para que te ocupes de él?

 

6  Lo hiciste poco inferior a los dioses,             

    lo coronaste de gloria y honor,

7  lo hiciste administrador de la obra de tus manos;  

   todo lo pusiste bajo sus pies:               

 

 8 todos los rebaños y el ganado             

   y hasta las bestias salvajes,

9 las aves del cielo y los peces del mar,

   que surcan los senderos de las aguas..

 

10 ¡Señor, Dios nuestro,

   qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra!

 

 

SALMO 9

El Señor gobierna al mundo con justicia*

Sal 37,39-40; 82,6-8; Jdt 9,11

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía de “Por la muerte de un hijo”. Salmo de David.

 

2 Álef               Te doy gracias, Señor, de todo corazón,     

                        proclamo todas tus maravillas;

3                       me alegro y gozo en ti,  

                        canto himnos a tu nombre, Altísimo.

 

4 Bet                Mis enemigos retroceden,

tropiezan y perecen ante ti,

5                      porque defendiste mi derecho y mi causa,    

                       sentado en tu trono como justo juez.    

 

6 Guímel         Expulsaste a las naciones, destruiste al malvado,

y borraste su nombre para siempre.       

7                      El enemigo acabó en una ruina total,

sus ciudades fueron aniquiladas y no quedó ni el recuerdo.

 

8 He                Pero, el Señor reina eternamente,    

establece su trono para el juicio;         

9                      él gobierna al mundo con justicia,        

                       y juzga a los pueblos con equidad.          

 

10 Vau             ¡El Señor será un baluarte para el oprimido,

un baluarte en los tiempos de angustia!          

11                     ¡Que todos los que conocen tu nombre confíen en ti,   

                        porque tú no abandonas a los que te buscan, Señor!

 

12 Zain             Canten para el Señor, que habita en Sion;     

proclamen entre los pueblos sus hazañas.      

13                     porque él pide cuenta de los crímenes y los recuerda,

                        pero no se olvida del clamor de los afligidos.

 

14 Jet               ¡Apiádate de mí, Señor! ¡Mira cómo me afligen los que me odian!  

                         Tú que me arrebatas del poder de la muerte,                

15                     para que proclame todas tus hazañas,

y me alegre por tu salvación en las puertas de Sion.

 

16 Tet               Las naciones cavaron una fosa y se hundieron en ella,  

                        se enredaron sus pies en la red que habían ocultado.

17                     El Señor se dio a conocer cuando hizo justicia,

pero el malvado se enredó en sus propias obras.

                                                                         

18 Yod              ¡Que vuelvan al lugar de los muertos

                        todos los malvados y las naciones que olvidaron a Dios!  

19 Kaf              El pobre no quedará olvidado para siempre,

ni se frustrará eternamente la esperanza de los desdichados.  

 

20                     ¡Levántate, Señor! ¡Que no prevalezcan los humanos!   

¡Que los paganos sean juzgados en tu presencia!

21                     ¡Llénalos de terror, Señor,

para que los paganos sepan que son solo hombres!.

 

 

SALMO 10 (9)

Señor, ¡no te olvides de los desdichados! *

Sal 14,1; 73,1-12; Ex 22,21-22; Dt 10,17-18; Job 24,1-25; Lc 18,7 //10,7: Rom 3,14

 

1 Lámed          ¿Por qué, Señor, te mantienes a distancia,    

y te escondes en los tiempos de angustia?

2                      El pobre queda consumido por el orgullo del malvado,

y queda atrapado en la trampa que le tendieron.

 

3                      El malvado se gloría de su ambición desordenada,    

y con sus blasfemias el deshonesto desprecia al Señor.

4                      El malvado, en el colmo de su insolencia,

                       solo piensa que no hay Dios que pida cuentas.   

 

5                      Sus proyectos triunfan en todo momento,

no se preocupa por tus juicios,

y desprecia a todos sus adversarios.

6                      Él piensa: “Jamás vacilaré.

                        Por todas las generaciones, nunca tendré desgracias”.

 
7 Pe                 Su boca está llena de maldiciones, de engaño y de violencia.

Su lengua oculta corrupción y maldad.        

8                      Está al acecho en los despoblados       

para asesinar al inocente en lugares ocultos.

 

Ain              Sus ojos espían al que no tiene fuerzas,

9                      está oculto como un león en su cueva;   

aguarda para caer sobre el desdichado,    

lo atrae a su red y lo atrapa.

 

10 Sade            Se agacha, se agazapa,

y el indefenso cae en su poder.

11                     Él piensa: “¡Dios lo ha olvidado;       

se tapó la cara y ya no lo ve!”.

 

12 Qof              ¡Levántate, Señor Dios, extiende tu mano!    

¡No te olvides de los afligidos!

13                     ¿Por qué el malvado desprecia a Dios

y piensa que no le pedirá cuentas?

 

14 Res             Tú ves las fatigas y las penas          

porque observas para tomarlas en tus propias manos.

El indefenso se abandona a ti;    

tú eres el defensor del huérfano.       

 

15 Sin               ¡Quiébrale el brazo al criminal y al malvado!

¡Investiga su maldad para que desaparezca!

16                     ¡El Señor es rey por siempre jamás!      

¡Los paganos desaparecieron de su tierra!

 

17 Tau              Señor, tú atiendes los deseos de los pobres,  

los reconfortas y les prestas atención

18                     para hacer justicia al huérfano y al oprimido,   

y para que el hombre sacado de la tierra no siga infundiendo el terror.

 

 

SALMO 11 (10)

El Señor ama las obras justas*

Sal 14,2; 37,14; 64,3-4; Gn 19,24; Ez 38,21-22; Hab 2.20; Sab 10,6-7; Mt 5,34

 

1 Al maestro del coro. De David.

 

   En el Señor me refugio. ¿Cómo pueden decirme:

   “Huye al monte, como los pájaros        

2 porque los malvados tensan el arco,         

   ajustan sus flechas sobre la cuerda

   para disparar en la oscuridad contra los de corazón recto?

3 Cuando los cimientos ceden,

   ¿qué puede hacer el justo?”

 

4 Pero el Señor está en su santo Templo,    

   el Señor tiene su trono en el cielo.       

   Sus ojos observan,  

   sus pupilas examinan a los seres humanos.

 

5 El Señor examina a los justos y a los malvados,

   y aborrece a quien ama la violencia.    

6 Hará llover sobre los malvados brasas y azufre.  

   ¡Un viento ardiente será su suerte!

 

7 El Señor es justo y ama las obras justas;     

   el que es recto contemplará su rostro.         

 

 

SALMO 12 (11)

Las palabras del Señor son sinceras*

Sal 31,19; 55,22; Ex 22,21-22; Is 33,10; 59,1-4.15; Jr 9,7; Miq 7,2; Jdt 9,11

 

1 Al maestro del coro. En octava. Salmo de David.

 

2 ¡Sálvanos, Señor, porque ya no quedan fieles,     

   han desaparecido los hombres leales!         

3 Se dicen falsedades el uno al otro,           

   hablan con labios aduladores y doblez de corazón.     

 

4 Que el Señor corte los labios aduladores,

   y la lengua arrogante

5 de los que dicen: “en la lengua tenemos el poder,

   y los labios están de nuestra parte, ¿quién podrá dominarnos?”.

 

6 “Por la violencia contra los humildes,         

   y por el gemido de los pobres,

   ahora me pondré de pie -dice el Señor-              

   para traer salvación a quien suspira por ella”.

 

7 Las palabras del Señor son sinceras,                       

   plata refinada en un horno de tierra, purificada siete veces.       

 

8 Tú, Señor, los protegerás

   y nos librarás de esta gente para siempre.

9 Los malvados nos rodean por todas partes,

   mientras la maldad es exaltada entre los hombres.

                   

 

SALMO 13 (12)

Mi corazón se alegra por tu salvación*

Sal 38,17; 77,8-10; Lam 5,20

 

Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 ¿Hasta cuándo, Señor, me tendrás olvidado?  

   ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?  

3 ¿Hasta cuándo andaré con el alma angustiada

   y el corazón apenado todo el día?

   ¿Hasta cuándo prevalecerá mi enemigo contra mí?

 

4 ¡Mira! ¡Respóndeme, Señor, Dios mío! 

   Ilumina mis ojos, para que no me duerma en la muerte.

5 Que mi enemigo no diga: “¡Lo he vencido!”;   

   que mi adversario no se alegre cuando vea mi fracaso.

 

6 Porque yo confío en tu misericordia;

   mi corazón se alegra por tu salvación.

   Cantaré al Señor por el bien que me hizo.

 

 

SALMO 14 (13)

Dios está de parte de los justos*

Sal 10,4; 11,4; 53; Sof 1,12; Rom 1,28-32; 3,11-12 //14,1-3: Rm 3,10-12

 

1 Al maestro del coro. De David.

 

   El insensato piensa:     

   “No hay Dios”.      

   Todos se corrompieron y hacen cosas abominables;

   nadie actúa bien.       

 

2 Desde el cielo el Señor observa   

   a los seres humanos,

   para ver si hay alguien sensato

   que busque a Dios.

 

3 Todos andan extraviados,     

   todos juntos se corrompieron.

   Nadie actúa bien,        

   ni siquiera uno solo.

 

4 ¿No entienden los malhechores.

   que devoran a mi pueblo;         

   se lo comen como pan

   y no invocan al Señor?

 

5 Pero ahora tiemblan de terror

   porque Dios está de parte de los justos.

6 Ustedes se burlan de los planes del pobre

   pero ellos tiene al Señor como su refugio.

 

7 ¿Quién enviará desde Sion      

   la salvación a Israel?

   Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,     

   exultará Jacob, se alegrará Israel.

 

 

SALMO 15 (14)

Señor, ¿quién podrá vivir en tu Templo?*

Sal 24,3-6; Ex 22,24; 23,8; Lv 25,35-37; Dt 16,19; 23,20; Is 33,15-16; Miq 6,6-8

 

 

1Salmo de David.

 

   Señor, ¿quién podrá habitar en tu Templo?  

   ¿Quién residirá en tu santa montaña?

 

2 El que tiene una conducta íntegra,  

   y actúa con justicia;

   el que habla con sinceridad

3 y no calumnia con su lengua;

 

   El que no causa daño a su prójimo,

   ni ofende a su vecino.

4 El que desprecia al malvado,   

   pero respeta a los que temen al Señor.

 

   El que no cambia su juramento,

   aunque haya jurado en su propio perjuicio.

5 El que no presta dinero con usura     

   ni acepta soborno para condenar al inocente.  

   ¡El que actúa así, jamás vacilará!

 

 

SALMO 16 (15)

Señor, ¡cuánto me agrada mi herencia! *

Sal 73,26; 142,6; Nm 18,20; Eclo 45,22; Hch 2,25-28; 13,35//16,8-11: Hch 2,25-28; 13,35

 

1 Súplica de David.

 

   ¡Protégeme, Dios,

   porque me refugio en ti!

 

2 Yo dije al Señor: “Tú eres mi Señor.

   No tengo ningún bien más grande que tú”.    

3 Yo encuentro mi alegría entre los consagrados

   y en la gente honesta que hay en el país.

 

4 Los que corren detrás de los ídolos

   multiplicarán sus dolores.

   ¡No quiero derramar sus libaciones de sangre

   ni pronunciar sus nombres con mis labios!    

 

5 Mi herencia y la suerte que me ha tocado es el Señor.      

  ¡Tú proteges mi destino!

6 Me tocaron en suerte hermosas parcelas.

  ¡Cuánto me agrada mi herencia!

 

7 Bendeciré al Señor, que me guía,

  y aun durante la noche instruye mi conciencia.

8 Siempre tengo al Señor ante mis ojos,

  y si él está a mi derecha no tropezaré.    

 

9 Por eso se alegra mi corazón y se regocija mi alma.

  Mi cuerpo reposa confiado,

10 porque no abandonarás mi vida en el lugar de los muertos,    

   ni dejarás que tu fiel servidor vea el sepulcro.  

 

11 Me harás conocer la senda de la vida:       

   me saciarás de alegría en tu presencia,

   y de felicidad eterna a tu derecha.

 

 

SALMO 17 (16)

Señor, pusiste a prueba mi corazón*

Sal 18,36; 26,2; 139,23; Dt 32,10-11; Job 7,18; 23,10-12

 

1Oración de David.

 

Escucha, Señor de la justicia,

presta atención a mi clamor,

atiende a mi plegaria,

   porque no hay engaño en mis labios.

2 Tú me darás una sentencia justa,

   porque tus ojos ven lo que es recto.

 

3 Pusiste a prueba mi corazón,   

   de noche me examinaste,

   me purificaste en el fuego

   y no hallaste que yo ocultara malas intenciones.

 

   Mi boca no habla con desconsideración 

4 como hace el común de la gente.

   He guardado la palabra de tus labios

   me mantengo alejado de las sendas del violento.

5 Están firmes mis pies en tus senderos    

   y mis pasos no vacilan.

 

6 Dios, te invoco porque tú me respondes.

   Inclina tu oído hacia mí, escucha mis palabras.                                    

7 Manifiesta tu amor,

   tú que salvas de los prepotentes

   a los que buscan refugio a tu derecha.

 

8 Cuídame como a la pupila de tus ojos;    

   y ocúltame a la sombra de tus alas       

9 de los malvados que me acosan,

  y de mis enemigos que me rodean con odio.

 

10  Ellos han endurecido su corazón

   y pronuncian palabras arrogantes. 

11 Me rodean e impiden mis pasos,

   con la mirada fija para derribarme,

12 como un león deseoso de desgarrar,

   como un cachorro agazapado en su cueva.    

 

13 ¡Levántate, Señor, enfréntalos, arrójalos por tierra!

   Con tu espada libra mi vida del malvado.

14 Con tu mano, Señor, líbrame de los mortales;

   de estos mortales que solo tienen su herencia en este mundo.

 

   ¡Cólmalos  del castigo que merecen,

   que se sacien sus hijos

   y dejen las sobras a sus pequeños!

 

15 Pero yo, que he guardado la justicia, contemplaré tu rostro   

   y, al despertar, me saciaré de tu presencia.

 

 

SALMO 18 (17)

El Señor me salvó de los que me odiaban*

Sal 2,8-9; 77,18-19; Jue 5,4-5; 2 Sm 22,2-51; Eclo 43,16; Rom 15,9; Ap 2,8 // 18,50: Rm 15,9

 

1 Al maestro del coro. De David, servidor del Señor, quien le dirigió las palabras de este canto cuando el Señor lo libró del poder de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. 2 Dijo:

 

   Yo te amo, Señor, ¡Tú eres mi fuerza!

Señor, mi roca, mi fortaleza, mi liberador.     

 

   Tú eres mi Dios y la roca en la que me refugio,    

   mi escudo, mi poderosa salvación y mi baluarte.  

4 Invoco al Señor, que es digno de alabanza,

   y estaré a salvo de mis enemigos.

 

5 Me cercaban las redes de la muerte,      

   me aterrorizaban torrentes de destrucción,

6 el lugar de los muertos me envolvía con sus redes;

   me acechaban trampas mortales.

 

7 En mi angustia  invoqué al Señor;

   pedí ayuda a mi Dios.

   Y él, desde su Templo, escuchó mi voz;

   mi súplica llegó a sus oídos.

 

8 Entonces, tembló y se sacudió la tierra;          

   vacilaron los fundamentos de las montañas,     

   se estremecieron por su furor.

9 De su rostro subía el humo,          

   un fuego devorador desde su boca;

   de él partían carbones encendidos.

 

10 Inclinó los cielos y descendió         

   con una densa nube bajo sus pies.

11 Volaba sobre un querubín,       

   iba veloz, sobre las alas del viento.      

 

12 Se envolvió en tinieblas como con un abrigo;

   venía rodeado de aguas oscuras y densas nubes,    

13 y ante su resplandor las nubes se deshicieron

    en  granizo y centellas.

 

14 Desde el cielo se oyó el trueno del Señor;     

   el Altísimo hizo oír su voz.

15 Disparó flechas y los dispersó;

    con numerosos rayos los derrotó.

 

16 Quedó a la vista el fondo del mar,        

    se descubrieron los fundamentos del mundo,  

    por tu amenaza, Señor,

    por el soplo de tu furor.

 

17 Extendió su mano y me aferró,           

    me arrebató de las aguas profundas,

18 me salvó de potentes enemigos,

    de los que me odiaban y eran más fuertes que yo.     

 

19 Me acechaban en el día de la desgracia

    pero el Señor fue mi apoyo:

20 me sacó a un espacio amplio,

    me libró porque puso su complacencia en mí.

 

21 El Señor retribuyó mis obras justas;           

    recompensó la inocencia de mis manos,   

22 porque yo observé los caminos del Señor     

    y no actué mal ante mi Dios.

 

23 Tuve presente todos sus preceptos

    y no me aparté de sus mandamientos.

24 Yo le fui siempre fiel

    y tuve cuidado de no caer en ninguna culpa.

 

25 El Señor retribuyó mis obras justas,

    la inocencia de mis manos en su presencia.

26 Con el hombre fiel eres fiel,

    íntegro con el íntegro.

 

27 Tú eres puro con el puro,

    pero con el perverso eres astuto.

28 Porque tú salvas al humilde     

    y humillas los ojos del soberbio.            

 

29 Señor, mi Dios, tú eres mi lámpara,         

    tú iluminas mis tinieblas;                  

30 contigo me lanzo contra las tropas enemigas.

    Con mi Dios saltaré sobre la muralla.

 

31 El proceder de Dios es recto;              

    la palabra del Señor está purificada al fuego.   

    Él es un escudo para quien se refugia en él.     

 

32 Porque, ¿quién es Dios sino el Señor?     

    ¿Quién es una roca sino nuestro Dios?

33 Dios que me ha ceñido de vigor

    y ha hecho irreprochable mi conducta.

 

34 Él dio a mis pies la agilidad de las ciervas    

    y sobre mis colinas me puso al seguro;

35 adiestró mis manos para la batalla,       

    para que mis brazos tensaran el arco de bronce.

 

36 Me diste tu escudo salvador, tu mano derecha me sostuvo

    y me diste fortaleza para mi debilidad.

37 Abriste un espacio amplio para mis pasos,

    y mis pies no temblaron.

 

38 Perseguí a mis enemigos y los alcancé;     

    no regresé sin haberlos aniquilado.

39 Yo los golpeaba y no podían levantarse;

    quedaron caídos bajo mis pies.

 

40 Me ceñiste de vigor para la guerra,

    pusiste bajo mi poder a mis adversarios.   

41 Hiciste que huyeran mis enemigos,    

    y exterminé a los que me odiaban.

 

42 Gritaban y nadie los salvaba;

    gritaban al Señor, pero no les respondía.

43 Los dejé como polvo que se lleva el viento;  

    los arrojé fuera como fango de la calle.

 

44 Me libraste del pueblo rebelde;            

    me constituiste en cabeza de las naciones.    

    Me sirve un pueblo que yo no conocía.

 

45 Cuando mi fama llegó a sus oídos, me escuchaban.

    Los extranjeros me adulaban;                    

46 los extranjeros perdieron el coraje     

    y salieron temblando de sus escondites.

 

47 ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca,    

    sea exaltado Dios, mi salvador!

48 El Dios que me concedió el desquite

    y sometió a los pueblos ante mí.          

 

49 Que me libró de mis enemigos,
    me puso por encima de mis adversarios

    y me salvó del hombre violento.             

 

50 Por todo esto te alabaré entre las naciones, Señor,     

    y cantaré himnos de alabanza a tu nombre.     

 

51 Tú concedes grandes victorias a tu rey

    y  muestras tu misericordia a tu ungido,    

    a David, y a su descendencia para siempre.

 

 

SALMO 19 (18)

Los cielos proclaman la gloria de Dios*

Sal 119; Job 38,31-33; Sab 13,1-9; Rom 1,19-21 // 19,5: Rm 10,18

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Los cielos proclaman la gloria de Dios;   

   la bóveda celeste anuncia la obra de sus manos.

3 Un día le pasa su mensaje al siguiente;

   una noche le transmite a la otra su conocimiento.

 

4 No hay nadie que hable, no hay palabras,

   no se oye ningún sonido.

5 Pero el orden que él ha impuesto se extiende por toda la tierra  

   y sus disposiciones llegan hasta los confines del orbe.

 

   Por medio de ellas ha puesto una tienda para el sol:   

6 y este sale de su alcoba como un esposo,

  y se alegra corriendo por su senda como un atleta.

 

7 Su punto de partida está en un extremo del cielo,

   y su recorrida llega hasta el otro extremo,

   sin que nada escape a su calor.

 

8 La ley del Señor es perfecta,                              

   devuelve la vida;   

   el dictamen del Señor es seguro,        

   hace sabio al que es simple.

 

9 Los preceptos del Señor son rectos,

   alegran el corazón;

   el mandato del Señor es límpido,               

   ilumina los ojos.

 

10 El temor del Señor es puro,

    estable para siempre;

    los juicios del Señor responden a la verdad,

    y todos ellos son justos,

 

11 más deseables que el oro,     

    que el oro refinado;

    son más dulces que la miel,               

    que la miel que destila el panal.

 

12 También tu servidor se instruye en ellos,

    porque la recompensa de quien los observa es grande.

13 ¿Quién podrá darse cuenta de sus propios errores?

    Purifícame de mis faltas ocultas.

 

14 Protege a tu servidor de la arrogancia,

    para que ella no me domine,

    y así sea irreprochable,

    inocente de cualquier delito grave.

 

15 Que mis palabras te sean agradables,         

    el meditar de mi corazón en tu presencia,

     Señor, Roca mía, Redentor mío.

 

 

SALMO 20 (19)

¡Señor, concede la victoria al rey!*

Sal 18,50-51; 33,16-17; 147,10-11; 1 Sm 17,45-47; Is 40,30-31; Os 1,7; Prov 21,31; Jdt 9,7

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Que te responda el Señor en el día de la angustia,

  y te proteja el nombre del Dios de Jacob.     

3 Que desde su santuario te envíe socorro,    

  y sea tu apoyo desde Sion.

 

4 Que él recuerde todas tus ofrendas

  y considere agradable tu holocausto;

5 que te conceda lo que desea tu corazón     

  y lleve a término todos tus proyectos.

 

6 Que podamos aclamar con alegría tu victoria

  y por el nombre de nuestro Dios, desplegar los estandartes.

  ¡Que el Señor te conceda todo lo que le pidas!

 

7 Ahora sé que el Señor

  dará la victoria a su ungido,         

  y desde su santo cielo le responderá

  con la grandiosa victoria realizada por su diestra.

 

8 Unos confían en los carros,    

  otros en los caballos,

  pero nosotros invocamos el nombre

  del Señor, nuestro Dios.

 

9 Aquellos se doblegan y caen,    

  pero nosotros nos erguimos

  y nos mantenemos en pie.

 

10 ¡Señor, concede la victoria al rey!       

    ¡Respóndenos el día que te invocamos!

 

 

SALMO 21 (20)

Señor, el rey se alegra por tu poder*

Sal 20; 61,7; 2 Re 20,1-7; Is 38,1-20

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Señor, el rey se alegra por tu poder      

  y exulta de alegría por tu victoria.

3 Le concediste lo que deseaba su corazón     

  y no le negaste lo que pedían sus labios. 

 

4 Saliste a su encuentro con bendiciones generosas

  y pusiste en su cabeza una corona de oro fino.

5 Te pidió vida y se la concediste,                        

  y años que se prolonguen por siempre.

 

6 Tu victoria ha engrandecido su gloria;

  pusiste sobre él honor y majestad.                           

7 Le otorgaste bendiciones que duran para siempre;

  lo harás gozar de alegría en tu presencia,

8 porque el rey puso su confianza en el Señor,

  y el amor del Altísimo le concedió que no caiga.

 

9 Que tu mano se apodere de tus enemigos,

  y tu diestra de todos los que te odian.      

10 Arrójalos a un horno ardiente,

   el día en que te hagas presente.

 

   El Señor los destruirá en su furor,

   y el fuego los devorará.

11 Tú borrarás su fruto de la tierra,         

   a su descendencia de entre los hombres.

 

12 Aunque pretendan dañarte,

   aunque tracen planes, nada podrán.

13 Porque harás que retrocedan        

   cuando apuntes tu arco contra ellos.

 

14 ¡Levántate con fuerza, Señor!

   ¡Nosotros cantaremos y celebraremos tu poder!

 

 

SALMO 22 (21)

Dios mío, ¿por qué me has abandonado?*

Sal 69,2-5; Is 50,4-9; 52,13-53,12; Sab 2,18-20 // 22,2: Mt 27,47; Mc 15,34; 22,9: Mt 27,4322,19: Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34; Jn 19,24; 22,23: Heb 2,12

 

1Al maestro del coro. Según la melodía “Cierva de la aurora”. Salmo de David.

 

2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?    

  Estás lejos de mi pedido de salvación, de las palabras de mis quejas.

3 Dios mío, durante el día clamo y no respondes;    

  también durante la noche, y no encuentro descanso.

 

4 Pero tú eres Santo.       

  ¡Tú habitas en medio de las alabanzas de Israel!

5 Nuestros padres pusieron su confianza en ti,  

  ellos confiaron, y tú los liberaste;

6 ellos clamaron a ti, y obtuvieron la salvación.

  Confiaron en ti, y no quedaron defraudados.    

 

7 Pero yo soy un gusano, y no un hombre,

  infamia para todos, despreciado de la gente.

8 Quienes me ven, se burlan de mí,          

  hacen muecas, sacuden la cabeza y dicen:          

9 “Ha confiado en el Señor, que él lo libre,        

  y lo ponga a salvo si es que lo ama”.

 

10 Pero tú me arrancaste del vientre materno,      

   del regazo de mi madre, donde me sentía seguro,        

11 y desde el seno de mi madre fui confiado a tus manos.  

   ¡Desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios!

12 No te quedes lejos de mí,         

    porque la angustia está cerca y nadie me ayuda.

 

13 Una multitud de toros me rodea;     

    me cercan fuertes toros de Basán;

14 abren hacia mí sus fauces,              

    como leones que rugen dispuestos a desgarrar.

 

15 Mi vida se derrama como el agua;          

    mis huesos se quiebran,

    y mi corazón, como la cera,

    se disuelve en mis entrañas.

 

16 Se ha secado mi boca como una teja,

    y mi lengua se ha pegado al paladar.   

    ¡Me hundes en el polvo de la muerte!

 

17 Estoy rodeado de perros,

    acorralado por una banda de malvados

    que hieren mis manos y mis pies.

18 Podría contar todos mis huesos.

 

    Me miran y me observan.

19 Se reparten entre ellos mi ropa                                                                 

    y sortean mi túnica.

 

20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos,

    porque tú eres mi fuerza; apresúrate a ayudarme.

21 Líbrame de la espada,

    salva mi vida de las garras del perro;

22 sálvame de las fauces del león      

    y líbrame de los cuernos del búfalo.

 

23 Proclamaré tu nombre a mis hermanos;  

    te alabaré en medio de la asamblea:            

24 “¡Cuantos temen al Señor, alábenlo!

    ¡Descendientes de Jacob, proclamen su gloria!

    ¡Descendientes de Israel, témanlo!”.

 

25 Porque él no despreció el sufrimiento del pobre

    ni le tuvo aversión;

    no dejó de prestarle atención

    y lo escuchó cuando clamaba a él.

 

26 Tú me das motivos para que te alabe en la gran asamblea.

     Ante quienes lo temen, cumpliré mis promesas.

 27 Los pobres comerán y se saciarán,

    y los que buscan al Señor lo alabarán.

    ¡Que sus corazones vivan por siempre!

 

28 Se acordarán y retornarán al Señor    

    los que viven en los confines de la tierra;        

    en tu presencia se postrará      

    todos los habitantes de las naciones,

 

29 porque al Señor le pertenece el reino;    

    él es quien gobierna las naciones.   

30 Comerán y se postrarán ante él todos los que son vigorosos en la tierra;

    ante él se humillarán los que bajan al sepulcro.

 

31 La posteridad de los que ya no viven más le servirá

    y hablará del Señor a la generación futura;    

32 anunciará su justicia a un pueblo que está por nacer  

    diciendo: “Esto lo hizo él”.

 

 

SALMO 23 (22)

El Señor es mi pastor*

Is 40,11; Jr 23,1-4; Ez 34,1-31; Jn 10,11; 21,15-17; Hch 20,28; 1 Pe 5,1-4

 

1 Salmo de David.

 

   El Señor es mi pastor, no carezco de nada.   

2 Él me hace reposar en prados de hierba fresca

   y me conduce a las aguas tranquilas,  

3 para reparar mis fuerzas.

 

   Él me guía por senderos de justicia,           

   como corresponde a su nombre.

 

4 Aunque camine por un valle con tinieblas de muerte,   

   no temeré ningún mal,

   porque tú estás conmigo:

   tu vara y tu cayado me dan seguridad.

 

5 Ante mí preparas una mesa,  

   en presencia de mis enemigos;

   derramas perfume sobre mi cabeza      

   y me ofreces una copa rebosante.

 

6 La bondad y la misericordia me acompañarán

   durante toda mi vida,

   y habitaré en la casa del Señor       

   por años sin término.

 

 

SALMO 24 (23)

¿Quién subirá al monte del Señor?*

Sal 15,1-5; 95,3-7; 118,19-20; Is 66,1-2; Mt 5,8; 15,17-20 //24,1: 1 Cor 10,26

 

1 Salmo de David

 

   Del Señor es la tierra y cuanto contiene,

   el universo y sus habitantes,

2 porque él puso su fundamento sobre los mares  

   y lo fijó sobre los ríos.

 

3 ¿Quién podrá subir al monte del Señor?,          

   ¿quién podrá habitar en su morada santa?

 

4 El que tiene manos inocentes y corazón puro,   

   el que no rinde culto a los ídolos

   ni hace juramentos falsos,       

5 este recibirá la bendición del Señor

   y la justicia de Dios, su Salvador.

 

6 Esta es la gente que lo busca.               

   ¡La que viene a encontrarte, Dios de Jacob!

 

 7 ¡Puertas! ¡Eleven sus dinteles!

   ¡Que se levanten las puertas antiguas

   para que entre el rey de la gloria!

 

8 ¿Quién es este rey de la gloria?

   El Señor, fuerte y poderoso;

   el Señor, poderoso en la batalla.

 

9 ¡Puertas! ¡Eleven sus dinteles!

   ¡Que se levanten las puertas antiguas

   para que entre el rey de la gloria!

 

10 ¿Quién es este rey de la gloria?

   El Señor del universo,            

   él es el rey de la gloria.

 

 

SALMO 25 (24)

El Señor guía rectamente a los humildes*

Sal 34,7-12; 37,9-11; 85,10-11; 86,4; 141,8-9; Dt 11,8-9; Prov 3,6; 19,23

 

1 De David.

 

   Álef               A ti, Señor, elevo mi alma.    

2 Bet                 ¡Dios mío, en ti confío!

                        ¡Que no tenga que avergonzarme    

ni triunfen sobre mí mis enemigos!

 

3 Guímel          Porque los que esperan en ti no tendrán que avergonzarse,       

                        pero se avergonzarán los que te traicionan por nada.

 

4 Dálet             Señor, dame a conocer tus caminos;    

enséñame tus senderos.         

5 He                 Guíame en tu fidelidad e instrúyeme,

                        porque tú eres el Dios que me salva.

 

   Vau               En ti siempre he esperado.

6 Zain               Señor, acuérdate de tu ternura

                        y de tu amor, que existen desde siempre.

 

7 Jet                 Conforme a tu misericordia,

no recuerdes los pecados de mi juventud ni mis maldades.    

Acuérdate de mí por tu bondad, Señor.

 

8 Tet                 El Señor es bueno y recto,

por eso orienta a los pecadores por el camino;

9 Yod                guía con rectitud a los humildes

y enseña sus senderos a los pobres.

 

10 Kaf               Las sendas del Señor son el amor y la fidelidad         

para los que custodian su alianza y sus disposiciones.

11 Lámed         Por honor de tu nombre, Señor,

perdona mi maldad porque es grande.

 

12 Mem            ¿Quién es el hombre que teme al Señor?

Él le indicará el camino que debe seguir.                   

13 Nun              Este encontrará reposo en su bondad

y su descendencia heredará el país.

 

14 Sámek         El Señor confía sus secretos a los que lo temen,

y les hace conocer su alianza.

15 Ain              Mis ojos están siempre dirigidos al Señor,

porque él librará mis pies de la trampa.

 

16 Pe               Vuélvete a mí y apiádate        

porque estoy solo y afligido.

17 Sade            Se han multiplicado las angustias de mi espíritu,

líbrame de mis inquietudes.

 

18 Res               Mira mi miseria y mi sufrimiento

y perdona todos mis pecados.       

19                               Fíjate en mis enemigos, que son tantos,

y me detestan con odio y violencia.

 

20 Sin               ¡Protégeme, sálvame!          

Que no quede avergonzado por haberme refugiado en ti.

21 Tau              Que la integridad y la rectitud me protejan,

porque espero en ti.

 

22                     ¡Dios, libera a Israel          

de todas sus angustias!

 

 

SALMO 26 (25)

Lavo mis manos en señal de inocencia*

Sal 1,1; 7,9; 17,2-5; 18,21-28; Ex 23,8; Dt 21,6-7; Job 31

 

1 De David.

 

   ¡Júzgame, Señor! Porque he procedido con rectitud.

   He confiado en el Señor y nunca desfalleceré.

 

2 Examíname, Señor, y pruébame.                       

   Examina hasta lo más profundo de mi corazón.             

3 Porque tu amor está ante mis ojos

   y me he comportado con fidelidad.

 

4 No me siento con gente falsa,       

   ni tengo trato con hipócritas,

5 odio la reunión de los malvados       

   y no me junto con los impíos.

 

6 Lavo mis manos en señal de inocencia         

   para rodear tu altar, Señor,

7 proclamando en voz alta mi acción de gracias

   y relatando todas tus maravillas.

 

8 Señor, yo amo tu morada,

   el lugar donde reside tu gloria.                 

 

9 No me asocies con los pecadores               

   ni con los hombres sanguinarios,

10 que llevan infamia en sus manos,

   y su diestra está llena de soborno.              

 

11 Yo, en cambio, procedo con rectitud.

   Rescátame y concédeme tu gracia.

12 Mis pasos van firmes por el camino recto.          

   En las asambleas bendeciré al Señor.    

 

 

SALMO 27 (26)

El Señor me dará refugio en su morada*

Sal 18,29; 23,6; 24,6; 36,10; 86,11; Is 49,14-15; Os 11,8

 

1De David.

 

 Mi luz y mi salvación es el Señor;        

 ¿a quién podré temer?

 El baluarte de mi vida es el Señor;

 ¿quién me hará temblar?

 

2 Cuando los malvados avanzan contra mí

   con la intención de devorarme,       

   ellos, mis adversarios y enemigos,

   tropiezan y caen.                

 

3 Si un ejército acampara contra mí,           

   mi corazón no temería;

   y si me declararan la guerra,

   aun entonces mantendría mi confianza.

 

4 Solo una cosa he pedido al Señor,

   y eso buscaré:

   habitar en la casa del Señor     

   durante toda mi vida,

   gozar de la ternura del Señor

   y meditar en su Templo.

 

5 Porque él me dará refugio en su morada

   el día de la aflicción;

   me ocultará en lo secreto de su Templo,

   me pondrá en lo alto de una roca.   

 

6 Entonces pondrá mi cabeza

   por encima de mis enemigos que me rodean;

   en su Templo ofreceré sacrificios de alabanza

   y cantaré salmos al Señor.

 

7 ¡Escucha, Señor, mi voz cuando te invoco!;

   ¡Compadécete de mí y respóndeme!.

8 Yo digo en mi interior: “¡Yo busco tu rostro!”.       

   Sí, Señor, yo busco tu rostro.

 

9 No me ocultes tu rostro;                  

   ni rechaces, irritado, a tu servidor.

   Tú fuiste mi ayuda,

   no me dejes ni me abandones, Dios de mi salvación.

10 Aunque mi padre y mi madre me abandonaran,           

    aun así el Señor me acogería.

 

11 Indícame, Señor, tu camino;     

    guíame por un sendero llano,

    porque me persiguen.

12 No me pongas en manos de mis adversarios,

    porque se levantan contra mí testigos falsos         

    que respiran violencia.

 

13 ¡Espero contemplar la bondad del Señor        

    en la tierra de los vivientes!

14 Espera en el Señor; compórtate con valentía;

    fortalece tu corazón y espera en el Señor.

 

 

SALMO 28 (27)

Señor, no me arrastres con los malvados*

Sal 18,2; 88,2-5; 143,7; Jr 50,29; Prov 26,24-25; Ap 18,6

 

1 De David.

 

   A ti clamo, Señor, mi fortaleza.

   No enmudezcas ante mí,          

   porque si te quedas en silencio

   seré como los que descienden al sepulcro.        

 

2 Escucha la voz de mis plegarias            

   cuando clamo hacia ti,

   cuando elevo mis manos                       

   hacia tu santuario.

 

3 No me arrojes junto con los malvados       

   ni con los malhechores

   que hablan de paz con el prójimo,                          

   pero llevan la maldad en su corazón.

 

4 Dales lo que merecen por sus obras,             

   conforme a la maldad de sus acciones;                   

   conforme a las obras de sus manos,

   devuélveles lo que merecen.

 

5 Ellos no comprenden el actuar del Señor

   ni las obras de sus manos.                        

   ¡Que él los destruya y no los reedifique!                

 

6 Bendito sea el Señor que escuchó

   la voz de mi plegaria.

 

7 El Señor es mi fuerza y es mi escudo.   

   Mi corazón confía en él.

   Recibí su ayuda y exultó mi corazón;

   le daré gracias con mi canto.

 

8 El Señor es la fuerza de su pueblo,  

   refugio y salvación de su ungido.

9 ¡Salva a tu pueblo, bendice tu heredad!          

   ¡Guíalo como un pastor y consérvalo por siempre!    

 

 

SALMO 29 (28)

La voz del Señor sobre las aguas*

Sal 18,14; 77,17-19; 92,2-6; 144,5-6; Ex 19,16; Job 37,4-5

 

1 Salmo de David.        

 

   Aclamen al Señor, hijos de Dios;    

   aclamen la gloria y el poder del Señor.

2 Aclamen la gloria del nombre del Señor;

   póstrense ante el Señor en su santuario.      

 

3 La voz del Señor resuena sobre las aguas;                                                              

  el Dios glorioso desencadenó el trueno.

   ¡El Señor, sobre las aguas inmensas!

 

4 La voz del Señor resuena con poder,

   la voz del Señor resuena con majestad.

5 La voz del Señor destroza los cedros;

   el Señor destroza los cedros del Líbano.

 

6 Hizo saltar al Líbano como un novillo    

   y al Hermón como a una cría de búfalo.

 

7 La voz del Señor lanza lenguas de fuego;

8 la voz del Señor hace temblar la estepa;

   el Señor hace temblar el desierto de Cadés.

 

9 La voz del Señor retuerce los robles 

   y desnuda los bosques.

   En su templo todos exclaman: “¡Gloria!”.

 

10 El Señor se sienta en un trono sobre el diluvio;

    el Señor se sienta en un trono como rey eterno.     

11 El Señor da fuerza a su pueblo;        

    el Señor bendice a su pueblo con la paz.                

 

 

SALMO 30 (29)

Cambiaste mi lamento en danza*

Sal 6,6; 88,11-13; 97,12; 126,5-6; Is 38,18; 54,7-8; Jr 31,13

 

1 Salmo. Canto para la dedicación del Templo. De David.

 

2 Te exaltaré, Señor, porque me levantaste            

   y no dejaste que mis enemigos se rieran de mí.

 

3 Señor, mi Dios, clamé a ti

   y me sanaste.

4 Señor, me hiciste subir del lugar de los muertos,  

   me diste vida para que no cayera en la tumba.

 

5 Canten himnos al Señor, todos sus fieles;

   den gracias a su santo nombre,

6 porque su ira dura solo un momento   

   pero su bondad, la vida entera.

   Al atardecer se instala el llanto,

   pero a la mañana, cantos de alegría.

 

7 Cuando estaba en la prosperidad yo me decía:

   “¡Nunca fracasaré!”;

8 porque en tu bondad, Señor, me habías puesto sobre un monte seguro.

   Pero cuando escondiste tu rostro, yo quedé desconcertado.    

  

9 A ti clamé, Señor,

   pedí a mi Dios que me mostrara su gracia:

10 “¿Qué ventajas tienes con mi muerte, con mi descenso a la tumba?

    ¿Acaso el polvo te alabará, o proclamará tu fidelidad?   

11 Escucha, Señor, concédeme tu gracia;

     Señor, socórreme”.

 

12 Entonces cambiaste mi lamento en danza;         

    me quitaste el vestido de penitencia y me pusiste uno de fiesta,

13 para que pueda cantar tu gloria y no calle.

    ¡Señor, mi Dios, siempre te alabaré!.

 

 

SALMO 31 (30)

Señor, tú eres mi roca y fortaleza*

Sal 22; 69; 71,1-2; Job 19,13-19; Jr 20,7-10; Lc 23,46; Hch 7,59; Ap 7,15-16 //31,6: Lc 23,46

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 En ti, Señor, me refugio:           

   que nunca quede avergonzado;

   líbrame con tu justicia.

3 Préstame atención; apresúrate a socorrerme.  

 

   Muéstrate como una roca en la que me refugie,

   como una fortaleza que me salva,

4 porque tú eres mi roca y fortaleza;    

   por el honor de tu nombre me guías y conduces.

 

5 Me sacarás de la red que me han tendido,

   porque tú eres mi refugio.           

6 Yo pongo mi espíritu en tus manos:           

   porque tú me rescatas, Señor, Dios fiel.

 

7 Detesto a los que rinden culto a los ídolos    

   y pongo mi confianza en el Señor .

8 ¡Me gozo  y me alegro por tu amor!

  Porque viste mi aflicción y conociste mi angustia.

9 No me pusiste en manos del enemigo,

  sino que abriste ante mis pasos un camino amplio.

 

10 Compadécete de mí, Señor, porque estoy angustiado;

   por el dolor se consumen mis ojos, mi alma y mis entrañas.

 11 Mi vida se extingue en la tristeza           

y mis años en lamentos;

mi fuerza decae por mi desgracia,

y mis huesos se consumen.

 

12  Soy la burla de mis adversarios

y de todos mis vecinos.

Para mis conocidos soy un espanto,        

y huyen de mí si me encuentran por la calle.        

13 Me dejaron olvidado, como a un muerto;

soy como una vasija hecha pedazos.

 

14 Oigo la calumnia que propala la multitud    

y las amenazas  por todas partes.

Se reúnen para hacer planes contra mí

y traman quitarme la vida.

 

15 Pero yo, Señor, pongo  mi confianza en ti

y confieso que tú eres mi Dios.          

16 Mi suerte está en tus manos.

Líbrame del poder de mis enemigos y perseguidores.      

17 ¡Que tu rostro resplandezca sobre tu servidor!     

¡Sálvame por tu amor !      

 

18 No permitas, Señor, que yo quede avergonzado,

por haber clamado a ti.

Pero que queden avergonzados los malvados

y bajen mudos a la morada de los muertos.

 

19 Que enmudezcan los labios mentirosos,    

que dicen insolencias contra el justo,           

con soberbia y desprecio.

 

20 ¡Qué grande es tu bondad!             

Tú la reservas para los que te temen

y la concedes a los que se refugian en ti

a la vista de la gente.

 

21 Al amparo de tu presencia, tú los proteges

de las intrigas humanas

y los resguardas de las lenguas insidiosas.

 

22 ¡Bendito sea el Señor,

que me mostró su amor

en el tiempo de la angustia!

 

23 En mi desconsuelo llegué a decir:             

“¡He sido excluido de tu presencia!”.

Tú, en cambio, oías mi voz suplicante             

cuando pedía tu ayuda.

 

24 ¡Amen al Señor, todos sus fieles!

El Señor protege al que es fiel,                        

pero da su merecido al que procede con soberbia.

 

25 Sean fuertes y tengan valor

todos los que esperan en el Señor.

 

 

SALMO 32 (31)

Dichoso aquel cuya falta es perdonada*

Sal 33; 51; Prov 28,13; 1 Jn 1,9 //32,1-2: Rom 4,7-8

 

1 Reflexión de David.

 

Dichoso aquel cuya falta es perdonada           

y sepultado su pecado.

2 Dichoso el hombre a quien el Señor

no le toma en cuenta su falta

y en cuyo espíritu no hay engaño.

 

3 Mientras yo guardaba silencio,      

mis huesos se consumían

y yo gemía todo el día,

4 porque día y noche

tu mano pesaba sobre mí,

y mi alma se iba resecando

como un campo bajo el calor del verano. 

 

5 Entonces te manifesté mi pecado          

y no oculté mi maldad.

Yo dije: “Confesaré al Señor mis delitos”,      

y tú quitaste la culpa de mi pecado.

 

6 Por eso, que todo fiel te suplique

en el momento de la angustia.

Aunque se desborden las aguas caudalosas,         

no lo alcanzarán.

 

7 Tú eres mi refugio; me proteges de la angustia,       

me rodeas con cánticos de liberación.

 

8 “Te instruiré, te mostraré el camino que debes seguir,

y te aconsejaré con los ojos puestos en ti”.                 

 

9 No sean como el caballo o el mulo que nada entienden.

Con la brida y el freno hay que dominar sus bríos,

de lo contrario no puedes acercarte.

 

10 Muchos son los dolores del malvado,

pero a los que confían en el Señor, él los envuelve con su amor.

 

11¡Que los justos se alegren y se regocijen en el Señor          

y que los rectos de corazón lo aclamen!

 

 

SALMO 33 (32)

Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos*

Sal 20,8; 94,9-11; 119,64; 139,1-16; 144,15; Gn 1,9-10; Job 38,8-11; Jdt 9,7; Jn 1,3

 

1 ¡Alégrense, justos, en el Señor,  

porque a los rectos les corresponde entonar la alabanza!

 

2 Den gracias al Señor con el arpa;

cántenle salmos acompañados con la lira de diez cuerdas.    

3 Canten para él un cántico nuevo,      

toquen con arte y acompañen con aclamaciones.        

 

4 Porque la palabra del Señor es recta

y sus acciones son dignas de confianza.      

5 Él ama la justicia y el derecho.

¡El amor del Señor llena la tierra!             

 

6 Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos,        

por el soplo de su boca el ejército de las estrellas.              

7 Como en un dique recogió las aguas del mar,              

y encerró en un depósito las aguas primordiales.        

 

8 Que toda la tierra tema al Señor;

que tiemblen ante él los habitantes del mundo,

9 porque él lo dijo y así sucedió;        

él dio la orden y todo se realizó.

 

10 El Señor hizo fracasar los designios de las naciones;

invalidó los proyectos de los pueblos;

11 pero el designio del Señor se mantendrá siempre,           

los proyectos de su corazón por generaciones.

 

12 Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,                    

el pueblo que él eligió como su herencia.      

 

13 El Señor contempla desde el cielo 

    y mira a todos los seres humanos;

14 desde su morada observa            

a todos los habitantes de la tierra.

15 Él formó los corazones de todos ellos    

y comprende todas sus acciones.

 

16 Ningún rey se salva por un ejército poderoso  

ni el guerrero se libra por su gran fuerza;

17 para la victoria, el caballo es un engaño,          

y un gran ejército no podrá dar la salvación.

 

18 Miren, los ojos del Señor están puestos             

sobre los que le temen y esperan en su amor,

19 para librarlos de la muerte

y alimentarlos en tiempo de hambre.

 

20 Nosotros esperamos en el Señor;

él es nuestra ayuda y nuestro escudo;     

21 en él se alegrará nuestro corazón,

porque hemos confiado en su santo nombre.

 

22 Señor, que tu amor nos proteja,                 

ya que esperamos en ti.

 

 

SALMO 34 (33)

El que se refugia en el Señor no recibirá ningún castigo*

Sal 18,17-20; 91,3-4; Mt 11,29-30; Lc 1,53; //34,9: 1 Pe 2,3; 13-17: 1 Pe 3,10-12; 21: Jn 19,36

 

1 De David. Cuando fingiéndose loco ante Abimélec, este lo expulsó y él se marchó.

 

2 Álef                Bendeciré al Señor en todo tiempo;   

su alabanza estará siempre en mi boca.

3 Bet                 Todo mi ser se enorgullece en el Señor,

que los pobres lo oigan y se alegren.

 

4 Guímel          Celebren conmigo al Señor,

exaltemos juntos su nombre.

5 Dálet             Busqué al Señor y él me respondió         

y me libró de todos mis temores.

 

6 He                 Quienes lo contemplaron, quedaron radiantes,

y sus rostros no tuvieron que avergonzarse.

7 Zain               Cuando un pobre clama, el Señor lo escucha

y lo saca de todas sus angustias.

 

8 Jet                 El ángel del Señor pone su campamento  

                        en torno a sus fieles y los protege.

9 Tet                 Gusten y vean qué bueno es el Señor. 

                             Dichoso el hombre que en él se refugia.     

 

10 Yod              Teman al Señor sus consagrados,

porque nada les falta a quienes lo temen.

11 Kaf               Los poderosos cayeron en miseria y pasan hambre,

pero no les falta nada a los que buscan al Señor.

 

12 Lámed         Vengan, hijos míos, escúchenme;    

yo les enseñaré el temor del Señor.

13 Mem            ¿Quién es el hombre que ama la vida     

y desea tener días felices?

 

14 Nun              Preserva tu lengua del mal,

y tus labios de decir mentiras,

15 Sámek          apártate del mal y aplícate al bien,   

busca la paz y corre tras ella.      

 

16 Ain               Los ojos del Señor están atentos a los justos,       

y sus oídos, a sus gritos de ayuda.

17 Pe                El rostro del Señor se vuelve contra los malvados

para borrar de la tierra su recuerdo.      

 

18 Sade             El Señor escucha a los que gritan

y los libra de todas sus angustias.

19 Qof              El Señor está cerca de los que tienen el corazón herido 

                             y salva los espíritus abatidos.

 

20 Res               El justo padece muchas desgracias,

pero el Señor lo libra de todas ellas.

21 Sin               Protege todos sus huesos,

y ni uno solo será quebrado.   

 

22 Tau              La maldad causa la muerte del malvado,

y quien odia al justo, se hace digno de castigo.

23                     El Señor rescata la vida de sus servidores,

el que se refugia en él no recibirá ningún castigo.

 

 

SALMO 35 (34)

Sin un motivo me tendieron una red*

Sal 22,23.26; 38,22; 57,10; 69,4; Prov 6,12-14; 10,10// 35,19: Jn 15,25

 

1 De David.

 

Ataca, Señor, a los que me atacan,

combate contra los que me combaten.      

2 Aferra el escudo y la coraza,

levántate para ayudarme. 

3 Cuando arrojes la lanza y cierres el paso a los que me persiguen,

me dirás: “Yo soy tu salvación”.

 

4 Queden avergonzados y humillados

los que buscan mi muerte,   

retrocedan humillados

los que traman mi ruina.  

 

5 Sean como paja llevada por el viento,        

y que el ángel del Señor los disperse;

6 que su senda sea oscura y resbalosa,        

y el ángel del Señor los persiga.

 

7 Porque sin un motivo me tendieron una red,

sin que hubiera una razón, cavaron una fosa para mí;     

8 que les caiga encima una ruina inesperada,    

que queden atrapados en la misma red que habían escondido.

¡Que se hundan en la ruina!

 

9  Pero yo me alegraré en el Señor,

me deleitaré en su salvación;

10 todo mi ser proclamará:

“Señor, ¿quién como tú,               

que libras al débil del poderoso,  

al pobre y al indigente de su explotador?”.

 

11 Se presentaban testigos despiadados,     

me interrogaban sobre cosas que yo ignoraba;           

12 me devolvían mal por bien,         

y yo me sentía abandonado.

 

13 En cambio, cuando ellos se enfermaban,

yo me vestía con una túnica áspera;       

me afligía con ayuno,     

y mi oración resonaba en mi pecho.

 

14 Me sentía triste como por un amigo o un hermano;

me postraba sombrío como una madre de duelo.     

 

15 Pero cuando yo tropecé, se alegraron y se reunieron,

se reunieron contra mí:

extraños que yo no conocía,

me herían sin cesar.

 

16 Sin piedad, en una continua burla,

rechinaban los dientes contra mí.           

 

17¿Hasta cuándo, Señor, lo soportarás?    

Salva mi vida que es lo único que tengo;

arrebátala de la devastación de esos leones.     

 

18 Te daré gracias en la gran asamblea;                  

ante una multitud te alabaré.

 

19 Que mis enemigos traidores no se alegren a costa mía  

ni hagan gestos de burla los que me odian sin motivo.       

 

20  Ellos no vienen en son de paz,             

inventan calumnias contra la gente pacífica del país.   

 

21 Se reían de mí a carcajadas:       

“¡Miren, miren, lo que hemos visto!”

 

22 Tú lo has visto, Señor, no te quedes callado.     

¡Mi señor, no te alejes de mí!        

23 ¡Despierta, levántate, para mi juicio,        

para mi proceso, mi Dios y mi señor!

 

24 Júzgame según tu justicia,              

Señor, Dios mío; que no se burlen de mí.

25 Que no piensen: “¡Esto es lo que buscábamos!”.

Ni digan: “Lo hemos aniquilado”.

 

26 Queden avergonzados y abatidos

    todos los que se alegran de mi desgracia;

cubiertos de vergüenza y oprobio,

los que se engrandecen a costa mía.

 

27 Que aclamen jubilosos

los que se complacen por mi inocencia,

y digan siempre: “¡Grande es el Señor,            

que se deleita en la integridad de su servidor!”.

 

28 Entonces mi lengua pregonará tu justicia      

 y proclamará tu alabanza todo el día.

 

 

 SALMO 36 (35)

Señor, tu amor llega hasta el cielo*

Sal 57,11; 71,19; Mt 7,3-5; Rom 3,16 // 35,2: Rom 3,18

 

1 Al maestro del coro. De David, servidor del Señor.

 

2 El discurso impío del malvado me llega al corazón;

según su opinión no existe el temor de Dios.

3 Se complace demasiado en sí mismo

como para descubrir y detestar su culpa.

 

4 Las palabras de su boca son maldad y engaño;

renunció a la sensatez, a hacer el bien.

5 Trama maldades mientras reposa,       

persiste en el camino equivocado y no rechaza el mal.  

 

6  Señor, tu amor llega hasta el cielo,         

tu fidelidad hasta las nubes;              

7 tu justicia es como las montañas majestuosas;  

tus decisiones, como un océano profundo.

Señor, tú proteges a hombres y animales.

8 ¡Dios, qué admirable es tu amor!

 

Por eso los seres humanos

se refugian a la sombra de tus alas,     

9 se sacian de la abundancia de tu casa,            

y calmas su sed en tu torrente de delicias,            

10 porque en ti está la fuente de la vida,                

    y en tu luz vemos la luz.                                                       

 

11 Extiende tu amor a quienes te conocen

y tu justicia a los de corazón recto.             

 

12 Que el arrogante no ponga su pie sobre mí,

ni me atemorice el poder de los malvados.

13 Ya han caído los malhechores,

fueron derribados y no podrán levantarse.

 

 

SALMO 37 (36)

 Los pobres heredarán la tierra*

Sal 34,15; 49,17-18; 73; 90,5-6; Job 21,7-26; Prov 20,24; Eclo 2,2; 9,11-12; 20,4 // 37,39: Mt 5,4

 

1De David.

 

   Álef              No alimentes el enojo contra los impíos,
ni tengas envidia de los que cometen injusticias;    

2                       porque se marchitarán pronto, como la hierba,      

como el pasto verde, se secarán.

 

3 Bet                 Confía en el Señor y practica el bien;

                        habita en la tierra y guarda la fidelidad.

4                       Que el Señor sea tu alegría,
                        y así te concederá los deseos de tu corazón.  

 

5 Guímel          Encomienda tu camino al Señor;      

                        confía en él, y él actuará.

6                       Manifestará tu inocencia como el alba;

                        tu derecho, como el sol de mediodía.

 

7 Dálet             Guarda silencio ante el Señor y espera en él;          
 no alimentes enojo contra el que se enriquece haciendo el mal.

 

8 He                 Deja tu furor, abandona la ira;
no te irrites: te irá peor;

9                       porque los malvados serán eliminados,

                        pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra.

 

10 Vau              Espera un momento y el malvado dejará de existir;  
querrás ver el sitio donde estaba y ya no estará;

11                      pero los pobres heredarán la tierra           
y disfrutarán de gran bienestar.

 

12 Zain             El malvado conspira contra el justo,

                        y rechina los dientes contra él;
13                      pero el Señor se ríe de él,                

porque ve que le llega su hora.

 

14 Jet                Los malvados desenvainan la espada y tensan el arco     

                        para abatir al que es humilde y pobre, y asesinar al hombre recto.

15                      Pero su propia espada entrará en su corazón,
                        y sus arcos quedarán hechos pedazos.                

 

16 Tet               Más vale lo poco que posee un justo         
                       que la gran fortuna de numerosos malvados;
17                     porque a los impíos se les romperán los brazos,  

                        en cambio a los justos los sostiene el Señor.

 

18 Yod              El Señor conoce la vida de los íntegros,         
                        y la herencia de ellos perdura para siempre;
19                      no quedarán confundidos en tiempos de desgracia

                        y aun en días de hambre serán saciados.              

 

20 Kaf              Al contrario, los malvados perecerán;

                        los enemigos del Señor desaparecerán como el verdor de un campo;
                        se desvanecerán como el humo.                   

 

21 Lamed          Cuando el malvado pide prestado, después no devuelve,       
                        en cambio el justo se compadece y da.                
22                      Los bendecidos por el Señor heredarán la tierra,
                        pero los que fueron maldecidos, quedarán exterminados.

 

23 Mem             El Señor asegura los pasos del hombre              

                        y se complace en su camino.

24                      Si cae, no quedará postrado                          
                        porque el Señor lo tiene de la mano.

 

25 Nun              Fui joven y ahora soy viejo,        
                        y nunca vi a un justo abandonado            
                        ni a su descendencia mendigando el pan.
26                      Siempre se compadece y da prestado,

                        su linaje recibirá una bendición.

 

27 Sámek          Aléjate del mal y practica el bien,              
                        y siempre tendrás dónde vivir.
28                      Porque el Señor ama la justicia
                        y no abandona a quienes le son fieles.

 

    Ain               Ellos por siempre serán protegidos,
                        pero la descendencia de los malvados será extirpada.

29                      Los justos heredarán la tierra             
                        y habitarán en ella por siempre.

 

30 Pe                 La boca del justo se expresa con sabiduría,
                        y su lengua habla con justicia;
31                      tiene la ley de su Dios en su corazón  
                        y sus pasos no son inseguros.

 

32 Sade             El malvado espía al justo       

                        y procura darle muerte,
33                      pero el Señor no lo entrega en su mano

                        ni lo condena cuando es juzgado.

 

34 Qof                Espera en el Señor y sigue su camino;         
                        él te exaltará para que heredes la tierra.
                        y veas la destrucción de los malvados.

 

35 Res               Vi a un malvado que inspiraba terror,       
                        y se elevaba como un árbol frondoso.
36                      Volví a pasar, y ya no estaba;
                        lo busqué, y no se pudo encontrar.

 

37 Sin                Observa al que es íntegro, mira al que es recto:

                        su futuro será la paz.                               
38                      Pero todos los pecadores serán destruidos,

                        y el futuro de los malvados será el exterminio.

 

39 Tau               La salvación de los justos vendrá del Señor,   
                        él es su lugar de refugio en tiempos de angustia.      
40                      El Señor los ayuda y los libra;
                        los libra de los malvados y los salva,
                        porque en él se refugian.

 

 

SALMO 38 (37)

Estoy destruido hasta el extremo*

Sal 41,6-10; 102,4-6; Job 12,4-5; 19,1-20; Eclo 2,4-5; Jn 9,2

 

1 Salmo de David. Para recordar.

 

2 Señor, no me castigues con ira,             

ni me corrijas con furor.

3  Tus flechas se me han clavado                            

y tu mano cayó sobre mí.

 

4 Por tu enojo, no ha quedado nada intacto en mi carne,     

por mi pecado, no me ha quedado un hueso sano,

5 porque mis culpas se amontonan sobre mi cabeza         

y me aplastan como una carga pesada.

 

6 Mis llagas huelen mal y se pudren

por causa de mi insensatez;

7 me retuerzo, y totalmente encorvado

ando todo el día vagando sombrío.

 

8 Mi cuerpo está ardiendo por la fiebre      

y en mi carne no queda nada sano.

9 Entumecido y aplastado hasta el extremo,      

gimo con el corazón estremecido.

 

10 Señor, tienes ante ti toda mi ansiedad,

y mis gemidos no se te ocultan.

11 Mi corazón se agita, me faltan las fuerzas

y ya no hay luz en mis ojos.    

 

12 Ante mis llagas, mis amigos y compañeros se apartan,   

y mis vecinos se quedan lejos.         

13 Los que tratan de matarme, me tienden trampas,      

y los que buscan mi mal, me anuncian desgracias

y planean traiciones todo el día.       

 

14 Pero yo, como si fuera sordo, no escucho;

como si fuera mudo, no abro la boca.           

15 Soy como un hombre que no ha oído nada,

y entonces no puede responder.

 

16 Porque en ti, Señor, he puesto mi esperanza

y tú me responderás, Señor mío y Dios mío.

17 Yo digo: “Que no se alegren por mi causa,        

que no prevalezcan contra mí cuando tropiezo”.

 

18 Yo estoy a punto de caer

y mi dolor me acompaña;

19 confieso mi culpa;                      

estoy acongojado por mi pecado.

 

20 Mis enemigos mortales se han fortalecido

y son cada vez más los que me odian sin motivo,

21 los que me pagan mal por bien              

y me calumnian cuando trato de hacer el bien.

 

22 ¡Señor, Dios mío, no me abandones

ni te quedes lejos de mí!   

23 ¡Apresúrate a socorrerme,  

S­eñor mío, mi salvación!

 

 

SALMO 39 (38)

El ser humano es apenas un soplo*

Sal 37; 88; 90,9-10; Lv 25,23;Job 7,16-19; 14,1-2; Eclo 2,4-5; 40,1-10; Sab 2,1-5

 

1 Al maestro del coro. De Yedutún. Salmo de David.

 

2 Me había propuesto: “Tendré cuidado en mi conducta,

para no pecar con mi lengua;

pondré un freno a mi boca,   

cuando el malvado esté en mi presencia”.

3 Entonces permanecí callado, en silencio;

me quedé mudo, pero cuando vi su felicidad

mi dolor fue en aumento.

 

4 Mi corazón ardía en mi pecho;

cuando lo meditaba, un fuego se encendía en mí.

 

Hasta que al final, solté la lengua.

5 “¡Señor, dame a conocer mi fin,

y cuál es la medida de mis días,    

para que reconozca lo frágil que soy!.    

 

6 Los días que me has dado son unos pocos   

y la duración de mi existencia es nada ante ti.  

El ser humano es apenas un soplo;    

7 el hombre va y viene como una sombra;

se inquieta en vano

y amontona bienes sin saber quién los recogerá.   

 

8 ¿Y ahora qué puedo esperar, Señor?

¡Yo solo espero en ti! 

9 Líbrame de todas mis iniquidades;

no permitas que los insensatos se burlen de mí.

 

10 He vuelto a callar, ya no abriré la boca,    

porque eres tú quien actúa.

11 Aleja de mí tus golpes,      

porque desfallezco bajo la agresión de tu mano.

 

12 Tú corriges al hombre castigando sus errores,

y como polilla corroes sus anhelos.     

Un soplo, nada más, es todo ser humano.   

 

13 Señor, escucha mi oración,

presta atención a mis lágrimas,

no te quedes como un sordo ante mi llanto,

porque ante ti soy un forastero,      

un hombre de paso, como fueron todos mis antepasados.

 

14 Retira tu mirada de mí, para que pueda sonreír   

antes de que me vaya y deje de existir.

 

 

SALMO 40 (39)

¡Aquí estoy, como está escrito sobre mí!*

Sal 50,7-15; 51,18-19; 69,2-3.15-16.31-32; 70; 139,17-18; 1 Sm 15,22; Jr 7,21-22; Eclo 35,1-3

//40,7-9: Heb 10,5-7

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Yo puse mi esperanza en el Señor,

él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.

 

3 Me arrancó del abismo de la destrucción,    

del lodo y del pantano;

colocó mis pies sobre una roca              

y dio firmeza a mis pasos.

 

4 Puso en mis labios un canto nuevo,      

un himno de alabanza a nuestro Dios.

Cuando la multitud lo vea, se llenará de temor  

y confiará en el Señor.

 

5 Dichoso el hombre que confía en el Señor,     

y no se une con los pecadores

que se dejan atrapar por la mentira.

 

6 ¡Qué cosas tan grandes has hecho,            

Señor, Dios mío!.

Nadie podrá enumerar tus obras maravillosas

y tus proyectos para con nosotros.   

Yo querría anunciarlas y proclamarlas,

pero son innumerables.

 

7 Los sacrificios y las ofrendas no te agradan,  

pero hiciste que yo sea obediente;

no reclamaste holocaustos ni sacrificios,     

8 por eso dije: “Aquí estoy”:

en el libro está escrito sobre mí

9 que debo hacer tu voluntad;

esto es lo que deseo, Dios mío,

y tu ley está en mis entrañas.                   

 

10 Proclamé tu justicia ante la gran asamblea,            

y tú sabes, Señor, que no puse un sello en mis labios.

11 No escondí tu justicia en mi corazón, sino que proclamé tu fidelidad y tu salvación;

no oculté tu amor y tu fidelidad a la gran asamblea.                                                

 

12 ¡Tú, Señor, no me niegues tu misericordia!

Que tu amor y tu fidelidad me protejan siempre      

13 porque estoy cercado por males sin límites.

Mis pecados han caído sobre mí, y no veo por dónde ir;

son muchos más que los cabellos de mi cabeza,      

y mi corazón desfallece.

 

14 ¡Por favor, Señor, sálvame!                    

¡Señor, apresúrate a socorrerme!              

 

15 Queden avergonzados y humillados           

los que buscan acabar con mi vida.

Que se retiren confundidos

los que me desean el mal.

16 Queden los cubra la vergüenza                    

a los que se burlan de mí.

 

17 Pero que se regocijen y se alegren en ti         

todos los que te buscan.                                  

Que proclamen siempre: “¡Grande es el Señor!”,    

todos los que aman tu salvación.

 

18 En cuanto a mí, yo soy pobre e indigente        

pero el Señor se ocupa de mí.

Tú eres mi socorro y mi libertador.

¡Dios mío, no tardes!                          

 

 

SALMO 41 (40)

Mi amigo divulga la calumnia contra mí*

Salmo 31,12-14; 38,12-13; Job 19,13-19; Mt 25,34-40 //41,10: Jn 13,18

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Dichoso el hombre que se ocupa del que es débil;         

el Señor lo pondrá a salvo el día de la desgracia.     

 

3 El Señor lo protegerá, lo hará vivir feliz sobre la tierra

y no lo abandonará en poder de sus enemigos.

 

4 El Señor lo sostendrá cuando esté postrado por la enfermedad,

y hará que todos sus males se conviertan en salud.

 

5 Yo decía: “¡Señor, apiádate de mí!                       

¡Sáname, porque pequé contra ti!”.

 

6 Mis enemigos expresan sus malos deseos contra mí:     

“¿Cuándo morirá y desaparecerá su nombre?”.

 

7 Si alguien viene a verme, habla de cosas sin importancia,

pero en su interior piensa maldades, y cuando sale las dice.

 

8 Todos mis enemigos se reúnen para murmurar contra mí,         

 y piensan de mí cosas terribles:

9 “Algo infernal le ha caído encima, está postrado y ya no se levantará”.

 

10 Hasta mi amigo, en quien confiaba,            

con quien compartía el pan, divulga esta calumnia contra mí.

 

11 Pero tú, Señor, apiádate de mí,

levántame del lecho para que les dé su merecido.

 

12 Entonces sabré que te complaces en mí,

si mi enemigo no puede proclamar que me ha vencido.

 

13 En cuanto a mí, tú apoyas mi inocencia

y me mantienes en tu presencia para siempre.

 

14 ¡Bendito sea el Señor Dios de Israel,        

desde siempre y para siempre!

Amén, amén.

 

 

SALMO 42 (41)

Tengo sed del Dios viviente*

Sal 27,4-5; 79,2; 115,2; Jon 2,4; Jn 4 //42,6.12: Mc 14,34

 

1 Al maestro del coro. Reflexión de los hijos de Coré.

 

2 Como la cierva desea las corrientes de agua,

así te desea mi ser, Dios mío.  

3 Tengo sed de Dios, del Dios viviente:           

¿Cuándo podré volver y contemplar el rostro de Dios?

 

4 Las lágrimas son mi pan día y noche,         

porque todo el día me andan diciendo: “¿Dónde está tu Dios?”.

 

5 Siento una profunda tristeza cuando recuerdo

cómo iba caminando en medio de la gente hasta el templo de Dios,    

entre los gritos de alegría y de acción de gracias

de una muchedumbre en fiesta.

 

6 ¿Por qué te deprimes, alma mía, y te rebelas contra mí?

¡Espera en Dios! Aún volveré a alabarlo, a él, que es mi salvador y mi Dios.

 

7 Mi alma se deprime cuando te recuerdo

desde el país del Jordán, del Hermón y del monte Mizar.

 

8 Un abismo llama a otro abismo con el rumor de las cascadas;     

todas tus rompientes y tus olas pasaron sobre mí.  

 

 9 De día el Señor me concederá  su amor,

y de noche se elevará mi alabanza al Dios de mi vida.

 

10 Digo a Dios: “¡Tú eres mi roca! ¿Por qué me has olvidado?    

    ¿Por qué andaré triste, mientras me oprime el enemigo?».    

 

11 Se quiebran mis huesos por los insultos de mis adversarios,

mientras me repiten todo el día: “¿Dónde está tu Dios?”.  

 

12 ¿Por qué te deprimes, alma mía, y te rebelas contra mí?

¡Espera en Dios! Aún volveré a alabarlo a él, que es mi salvador y mi Dios.

 

 

SALMO 43 (42)

Llegaré al altar de Dios*

// 43,5: Mc 14,34

 

1 ¡Dios!, te pido que me hagas justicia.

Defiende mi causa        

contra la gente sin piedad,

líbrame del hombre traidor y malvado.

 

2 Si tú eres el Dios que me protege, ¿por qué me rechazas?.    

¿Por qué debo andar triste, mientras me oprime el enemigo?».    

 

3 Envíame tu luz y tu fidelidad, para que ellas me guíen    

y me lleven a tu santa montaña, hasta tu morada.          

 

4 Y llegaré hasta el altar de Dios, el Dios de mi alegría y de mi gozo.

Te alabaré con la cítara, ¡Dios, Dios mío!

 

5  ¿Por qué te deprimes, alma mía, y te rebelas contra mí?

¡Espera en Dios! Aún volveré a alabarlo a él, que es mi salvador y mi Dios.

 

 

SALMO 44 (43)

Nos entregaste como rebaño destinado al matadero*

Sal 74; 79; 80; Dt 8,17-18; 2 Sm 7,22-23; Is 63,7-64,11 // 44,23: Rom 8,36

 

1 Al maestro del coro. Reflexión de los hijos de Coré.

 

2 ¡ Dios! Lo hemos escuchado      

con nuestros propios oídos.

Nuestros padres nos contaron

la obra que hiciste en sus días, en los tiempos pasados.

 

3 Con tu propia mano despojaste naciones  

y en su lugar los estableciste a ellos.

Afligiste a otros pueblos,

pero a ellos los hiciste crecer.

 

4 Porque no fue con su espada que conquistaron la tierra    

ni con su brazo que alcanzaron la victoria,

sino tu diestra, tu brazo y tu propia presencia,

porque tú los amabas.

 

5 ¡Tú eres mi rey y mi Dios,          

que decides la victoria de Jacob!

6 Contigo podremos embestir a nuestros opresores;    

en tu nombre podremos aplastar a nuestros enemigos.      

 

7 Porque yo no confío en mi arco,

ni mi espada me salvará.

8 Tú nos salvaste de nuestros opresores

y humillaste a los que nos odiaban.

9 En Dios nos gloriábamos todo el día,

y celebrábamos siempre tu nombre.

 

10 Pero ahora nos rechazas y nos cubres de vergüenza.      

Ya no sales con nuestras tropas.

11 Nos haces retroceder frente al opresor        

y nuestros enemigos nos despoja.

 

12 Nos entregas como rebaño destinado al matadero,

y nos dispersas entre las naciones.            

13 Vendes a tu pueblo por nada,                 

y no ganas nada con su precio.

 

14 Nos hiciste el horror de nuestros vecinos;

motivo de risa y burla para quienes nos rodean.

15 Nos hiciste la diversión de las naciones,         

y todos se burlan de nosotros moviendo la cabeza.

 

16 Todo el día me aflige la vergüenza,  

y la infamia cubre mi rostro

17 cuando oigo los insultos y blasfemias,

cuando veo al enemigo y al que busca venganza.

 

18 Todo esto nos sucedió sin que te hubiéramos olvidado

ni hubiéramos transgredido tu alianza.

19 No se había vuelto atrás nuestro corazón,    

ni nuestros pasos se habían desviado de tus senderos.

 

20 Sin embargo, nos arrojaste a un lugar poblado de chacales

y nos cubriste de profundas tinieblas.

 

21 Si olvidándonos del nombre de nuestro Dios

hubiéramos extendido nuestras manos a un dios extranjero,  

22 Dios, que conoce los secretos del corazón,   

ya lo habría descubierto.

 

23 Pero por tu causa nos matan cada día;      

nos consideran como ovejas del matadero.

24 ¡Despiértate! ¿Por qué duermes, Señor?     

¡Levántate! No nos rechaces para siempre.            

25 ¿Por qué te ocultas?

¿Acaso te olvidarás de nuestra aflicción y nuestra opresión?

 

26 Nuestro rostro está pegado al polvo,            

 nuestro vientre se arrastra por la tierra.             

27 ¡Levántate y socórrenos!

¡Rescátanos por tu amor!

 

 

SALMO 45 (44)

Dedico mi poema al rey*

Sal 72,1-4; Ez 16,10-13; Cant 3,6-11; 5,10-16; Jn 19,39; // 45,7-8: Heb 1,8-9

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía de “Los lirios”. De los hijos de Coré. Reflexión. Canto de bodas.

 

2 Mi corazón se conmueve con bellas palabras;

dedico mi poema al rey.

Que mi lengua sea la pluma de un hábil escritor.

 

3 Eres el más bello de los hombres;     

la gracia se derrama por tus labios;

por eso Dios te ha bendecido para siempre.

 

4  ¡Cíñete la espada a tu cintura, valiente!

Ella es tu gala y tu orgullo.                                                

5 Cabalga para defender la verdad y la justicia,

y avanza triunfante. Que tu diestra ejecute obras admirables.

6 Tus flechas son agudas: ante ti caen los pueblos,

y alcanzan en el corazón a los enemigos del rey.

 

7 Tu trono divino es eterno.

 El cetro de tu reino es cetro de equidad.

8 Amas la justicia y odias la maldad,

por eso Dios, tu Dios, te ha ungido 

con unción de alegría entre todos tus compañeros.

 

9 Tus vestiduras están impregnadas

con aroma de mirra, áloe y canela.                

Los instrumentos de cuerda te alegran

 desde los palacios de marfil.

10 Tus preferidas son hijas de reyes

y a tu derecha está la reina adornada con oro de Ofir.

 

11 ¡Escucha, hija! ¡Mira y presta atención! 

Olvídate de tu pueblo y de la familia de tu padre,

12 porque el rey se ha enamorado de tu belleza;

inclínate ante él porque es tu señor.      

13 Los habitantes de Tiro vendrán a ti con regalos,   

te rendirán homenaje los ricos del país.

 

14 Con todo esplendor entra la esposa  

y su vestido está tejido con filigrana de oro.

15 Ella es conducida ante el rey

con vestidos recamados en oro.

Las doncellas, sus compañeras,

van detrás, formando su cortejo.

16 Son conducidas con gozo y alegría,

y entran en el palacio real.

 

17 En lugar de tus padres, estarán tus hijos,

que pondrás como príncipes en todo el país.    

 

18 Quiero que tu nombre sea recordado por generaciones,    

y que los pueblos te alaben por siempre jamás.

 

 

SALMO 46 (45)

¡Con nosotros está el Señor del universo!*

Sal 48; 76; 84; 87; 122; Is 2,4; 8,10; 24,18-23; 33,20-21; Ez 39,9-10; Job 9,5-6

 

1 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Para voces blancas. Cántico.

 

2 Dios es para nosotros refugio y fortaleza,

una ayuda siempre presente en la angustia.

3 Por eso no tenemos temor si se sacude la tierra    

y en el fondo del mar tiemblan las montañas,

4 sus aguas braman y se revuelven

y en su orgullo se estremecen los montes.

 

¡Con nosotros está el Señor del universo!             

¡Nuestro baluarte es el Dios de Jacob!

 

5 Las corrientes de un río alegran la ciudad de Dios,   

la santa morada del Altísimo.

6 en medio de ella está Dios; por eso no puede vacilar;

Dios la socorre desde el comienzo del día.     

7 las naciones gritan, los reinos tiemblan,           

cuando él lanza su voz, se disuelve la tierra.       

 

8 ¡Con nosotros está el Señor del universo! 

¡Nuestro baluarte es el Dios de Jacob!

 

9 Vengan a contemplar las obras del Señor,   

que llena de asombro la tierra.

10 Él pone fin a las guerras hasta los confines del orbe,        

quiebra los arcos, destroza las lanzas y quema los escudos.

11 “¡Ríndanse! ¡Sepan que yo soy Dios,                  

por encima de todos los pueblos, por encima de toda la tierra!”.

 

12 ¡Con nosotros está el Señor del universo!

¡Nuestro baluarte es el Dios de Jacob!

 

 

SALMO 47 (46)

El Señor es el rey de toda la tierra*

Sal 24,7-10; 93; 96,10-13; 97; 98; 99,1-5; Is 2,2-5; Sof 3,14-15

 

1 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Salmo.

 

2 ¡Que todos los pueblos aplaudan;

que aclamen a Dios con voz jubilosa!

3 Porque  el Señor, el Altísimo, es terrible,

es el gran rey de toda la tierra.        

 

4 Sometió pueblos a nuestro poder,                   

y puso naciones a nuestros pies;

5 eligió para nosotros la tierra que es nuestra heredad,

orgullo de Jacob, a quien él amaba.

 

6 Dios asciende entre aclamaciones,           

el Señor al toque de trompeta.

7 ¡Canten a nuestro Dios, canten;

canten a nuestro rey, canten!

 

8 Porque él es el rey de toda la tierra:            

canten a Dios con maestría.

9 Dios estableció su reino sobre las naciones,          

Dios se sentó en su trono sagrado.                   

 

10 Los nobles de las naciones se reunieron          

con el pueblo del Dios de Abrahán,

porque los gobernantes de la tierra pertenecen a Dios,       

que está por encima de todo.

 

 

SALMO 48 (47)

Dentro de tu Templo meditamos, Dios, sobre tu amor*

Sal 46; 76; 87; 122

 

1 Cántico. Salmo de los hijos de Coré.

 

2 El Señor es grande y digno de alabanza             

en la ciudad de nuestro Dios;

su santa montaña,

3 bella y majestuosa,                  

es la alegría de toda la tierra.

 

El monte Sion, en el extremo norte,

es la ciudad del gran rey.                          

4 En sus palacios, Dios se da a conocer

como una fortaleza.

 

5 ¡Miren! Los reyes se aliaron para avanzar juntos,

6 pero apenas la vieron, quedaron espantados,

se llenaron de pánico y huyeron velozmente;

7 los asaltó un temblor, dolores como de parto;               

8 como el viento del este que destroza las naves de Tarsis.

 

9 Hemos visto que todo es como lo habíamos oído,

en la ciudad del Señor del universo,

en la ciudad de nuestro Dios,

que Dios estableció para siempre.                         

 

10 Dios, dentro de tu Templo

    meditamos sobre tu amor.

 11 Dios, así como tu renombre, también tu alabanza:    

se extiende hasta los confines de la tierra.

 

Tu diestra está llena de justicia.

12 Se alegra la montaña de Sion.

Las ciudades de Judá están exultantes   

por causa de tus sentencias.

 

13 Rodeen la montaña de Sion,   

giren a su alrededor y cuenten sus torres,

14 presten atención a sus murallas,

y observen sus baluartes,

 

para que puedan decir a las generaciones futuras:  

15 “Este es Dios, nuestro Dios.                             

Él nos guiará por siempre jamás”.

 

 

SALMO 49 (48)

El hombre no perdura en la riqueza*

Job 1,21; 10,20-22; Ecl 3,18-21; 5,12-16; Eclo 11,18-19; Lc 12,13-21; 1 Tim 6,6-10

 

1 Al maestro del coro. Salmo de los hijos de Coré.

 

2 ¡Escuchen, todos los pueblos!     

¡Presten atención, habitantes del orbe!

3 Nobles y gente del pueblo,

    ricos y pobres, todos juntos.

 

4 Mi boca hablará con sabiduría,

 mi meditación será muy sensata.

5 Prestaré atención a un proverbio,    

y explicaré mi enigma al son de la cítara. 

 

6 ¿Por qué temeré los días tristes

en que me envuelva la maldad de los que me acechan,

7 de esos que confían en su poder,    

y se glorían de sus grandes riquezas?    

8 ¡Si nadie puede salvarse a sí mismo    

ni pagar a Dios el precio de su rescate!

 

9 Cuesta tanto el rescate de sus vidas        

que nunca les alcanzará

10 para poder vivir perpetuamente

sin tener que ver la tumba.

 

11 Cualquiera lo ve: mueren los sabios,              

lo mismo perecen el necio y el estúpido,

y dejan a otros sus riquezas.                    

 

12 Sus tumbas serán su casa permanente,       

su morada por generaciones,

aunque hayan dado su nombre a países.

 

13 El hombre no se queda para siempre en la riqueza,

sino que perece igual que los animales.     

14 Este es el camino de los insensatos 

y el futuro de los que se complacen en sus palabras.

 

15 Son llevados al sepulcro como un rebaño;

su pastor es la muerte y descienden derecho a la tumba.

Por la mañana se desvanece su imagen             

y el abismo será su morada.

 

16 Solo Dios puede rescatar mi vida,

arrancarme del poder del abismo.     

 

17 No temas si un hombre se enriquece,   

si aumenta el esplendor de su casa:

18 cuando muera no se llevará nada consigo     

y su esplendor no lo seguirá.

 

19 Aunque en vida se felicitaba diciendo:

“¡Cómo te alaban cuando tienes éxito!”,

20 irá a reunirse con sus antepasados

que nunca más verán la luz.     

 

21 El hombre rico que no reflexiona,

es como los animales que perecen.   

 

 

SALMO 50 (49)

¡Dios mismo va a juzgar!*

Sal 51,18; 91,16; Is 1,10-20; Am 5,21-27; Rom 2,17-24 // 50,6: Rm 3,4

 

1 Salmo de Asaf.

 

El Dios de los dioses, el Señor habla   

y convoca a todos los habitantes de la tierra,

desde donde sale el sol hasta el ocaso.

                

2 Desde Sion, perfecta en belleza,   

Dios se muestra en su esplendor.

 

3 Nuestro Dios viene y no callará.                  

Ante él viene un fuego devorador

y en torno a él se desata la tormenta.

 

Desde lo alto convoca al cielo y a la tierra,  

porque va a juzgar a su pueblo:

5 “Reúnan junto a mí a mis fieles,

los que aceptaron mi alianza mediante un sacrificio”.   

 

6 Los cielos pregonan su justicia.    

¡Dios mismo va a juzgar!         

 

7 “Escucha, pueblo mío, quiero hablarte;    

Israel, voy a dar testimonio contra ti:

yo, Dios, tu Dios,

 

8  no te reprendo por tus sacrificios

porque tus holocaustos están siempre ante mí.    

9 Pero no aceptaré un becerro de tu establo

ni machos cabríos de tus corrales,

 

10 porque todas las bestias del bosque son mías,

y los miles de animales de las montañas.

11 Conozco a todas las aves del cielo,

y también son mías las bestias del campo.

 

12 Si yo tuviera hambre, no te lo diría,

porque mío es el mundo y cuanto contiene.  

13 ¿Acaso comeré carne de toros?

¿o beberé sangre de machos cabríos?

 

14 ¡Ofrece a Dios un sacrificio de acción de gracias

y cumple tus promesas al Altísimo,

15 invócame en el día de la angustia,       

yo te liberaré y tú me honrarás!”.

 

16 Pero Dios dice al malvado:

“¿Para qué andas recitando mis leyes    

y declamando mi alianza,

 17 si tú aborreces mis reproches

y desechas mis palabras?            

 

18 Apenas ves a un ladrón, corres con él,    

y formas parte del grupo de los adúlteros;

19 entregas tu boca a la maldad

y sometes tu lengua al engaño.                 

 

20 Te sientas a  hablar contra tu hermano,

y difamas a un hijo de tu propia madre.

21 Haces todo esto y guardo silencio;    

¿por eso consideras que soy como tú?

Ahora te acusaré y pondré ante ti todas tus culpas.

 

 22 Consideren todo esto los que olvidan a Dios,     

no sea que yo los desgarre y no haya quién los salve.        

 

23 El que ofrece un sacrificio de acción de gracias me glorifica

y al que sigue el buen camino le mostraré la salvación de Dios”.      

 

 

SALMO 51(50)

¡Apiádate de mí, Dios, por tu amor!*

Lev 14,5-7; Nm 19,17-18; Ez 11,19; 36,24-28; Job 15,14-16; Dn 3,38-40 

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David, 2cuando el profeta Natán fue a amonestarlo por haber cometido adulterio con Betsabé.

 

3¡Apiádate de mí, Dios, por tu amor!   

¡Por tu gran misericordia, borra mis transgresiones!

4Lávame de toda mi maldad

y purifícame de mi pecado.

 

5 Yo reconozco mis rebeldías,      

porque siempre tengo presente mi pecado.

6 Contra ti solo he pecado        

y he hecho el mal ante tus ojos.

 

En tu sentencia te mostrarás justo;

serás irreprochable cuando juzgues.        

7 Sé que he sido engendrado en la maldad

y en el pecado me concibió mi madre.  

 

8Tú amas la sinceridad del corazón

y en lo secreto me enseñas sabiduría.

 9 Rocíame con el hisopo para que quede puro,        

lávame para que quede más blanco que la nieve.   

 

10 ¡Que yo pueda oír el gozo y alegría,

y se alegren los huesos que tú quebrantaste!

11 No prestes atención a mis pecados

y borra toda mi maldad.

 

12 ¡Dios, crea en mí un corazón puro,  

y renueva la firmeza de mi espíritu!        

13 No me alejes de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu.                                         

 

14 Devuélveme la alegría de tu salvación;

que un espíritu generoso me sostenga.

15 Enseñaré tus caminos a los rebeldes

    y los pecadores volverán a ti.

 

16 Dios, Dios de mi salvación,

    líbrame de la culpa por la sangre que he derramado,    

y mi lengua alabará tu justicia.                 

17 Señor, abre mis labios,

 y mi boca proclamará tu alabanza.

 

18 Porque no te agrada un sacrificio,           

y si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

19 Para Dios el sacrificio es un espíritu contrito.      

Tú, Dios, no desprecias un corazón quebrantado y humillado.

 

20 En tu buena voluntad, favorece a Sion              

y reconstruye las murallas de Jerusalén.           

21 Entonces serán de tu agrado los sacrificios legítimos,

los holocaustos y las ofrendas perfectas;

entonces sobre tu altar se ofrecerán novillos.

 

 

SALMO 52 (51)

¿Por qué haces alarde de tu maldad?*

Sal 1,3; 49,7; 55,21; 64,4; 92,13-15; Is 22,17-18; Os 14,6; Jn 3,19-20

 

1 Al maestro del coro. Reflexión de David, 2 cuando el edomita Doeg informó a Saúl diciéndole: “David ha ido a casa de Ajimélec”.

 

3 ¿Por qué haces alarde de tu maldad, prepotente,

si Dios muestra siempre su amor?

4 Tu lengua profiere proyectos de destrucción    

y es como una navaja afilada, ¡autor de fraudes!

 

5 Prefieres el mal al bien;      

la mentira, a hablar con honradez.

6 ¡Amas toda palabra destructiva,

lengua mentirosa!

 

7 Dios mismo te destruirá, te sacará del lugar donde habitas,  

te arrancará de raíz de la tierra de los vivos.

 

8 Cuando lo vean los justos, temerán       

y se reirán de él:

9 “Este es el hombre que no se refugió en Dios,

que confiaba en sus grandes riquezas                      

y se hizo fuerte con su perversidad!”.

 

10 Yo, en cambio, como verde olivo en la casa de Dios,

he confiado siempre en la bondad del Señor.

 

11 Te daré siempre gracias por lo que has hecho,

y esperaré en tu nombre, porque eres bueno con tus fieles.      

 

 

SALMO 53 (52)

Nadie actúa bien, ni siquiera uno solo*

Sal 10,4; 11,4; 14; Is 14,18-20; Jr 8,1; 22,19; Ez 6,5; Sof 1,12; Rom 1,28-32// 53,2-4: Rom 3,10-12

 

1 Al maestro del coro. Reflexión de David.

 

2 El insensato piensa:   

“No hay Dios”.          

Todos se corrompieron y hacen cosas abominables;

nadie actúa bien.   

 

3 Dios observa desde el cielo                               

a los seres humanos

para ver si hay alguien sensato

que busque a Dios.

 

4 Todos andan extraviados;               

todos juntos se corrompieron.

Nadie actúa bien,            

ni siquiera uno solo.

 

5 ¿No entienden los malhechores  

que devoran a mi pueblo,       

se lo comen como pan

y no invocan a Dios?

 

6 Pero ahora tiemblan de terror,

con un terror como no hubo nunca,

porque Dios sacará de su tumba

los huesos del agresor y los dispersará.  

¡Quedarán avergonzados

cuando Dios los rechace!          

 

7 ¿Quién enviará desde Sion  

la salvación a Israel?

Cuando Dios ponga fin a la cautividad de su pueblo,    

exultará Jacob, se alegrará Israel.

 

 

SALMO 54 (53)

El Señor sostiene mi vida*

Sal 11,1; 86,14

 

1 Al maestro del coro. Para cuerdas. Reflexión de David. Cuando los de Zif vinieron a decir a Saúl: “¿No será que David se esconde entre nosotros?”.

 

3¡Dios, sálvame por el honor de tu nombre!

Con tu poder, atiende a mi causa,       

4¡Dios, escucha mi oración!              

Atiende a las palabras de mi boca.

 

5 Porque extraños se han levantado contra mí;         

gente violenta que no tiene en cuenta a Dios,

atenta contra mi vida.

 

6 Pero Dios es quien me ayuda;            

el Señor es el que sostiene mi vida.

 

7 ¡Que el mal caiga sobre los que me tienden insidias!

En tu fidelidad, tú los destruirás.                     

 

8 Te ofreceré sacrificios voluntarios,       

celebraré tu nombre, Señor, porque eres bueno.        

9 Porque me salvaste de toda angustia

y he visto la derrota de mis enemigos.   

 

 

SALMO 55 (54)

Huiría lejos y me cobijaría en el desierto*

Sal 37,5; Is 1,21-23; Jr 5,1; 9,1-8; Mt 26,21-24; 1 Pe 5,7; Ap 12,6

 

1 Al maestro del coro. Con instrumentos de cuerda. Reflexión de David.

 

2 ¡Dios, escucha mi oración!      
  ¡ No te desentiendas de mi súplica!
3 ¡Atiéndeme! ¡Dame una respuesta!

  Estoy inquieto en mi congoja.

 

Estoy aturdido 4 por los gritos del enemigo
y los ataques del malvado.

Porque descargan sobre mí la iniquidad
y me hostigan con furor.

 

5 Mi corazón se estremece en mi interior,
y terrores mortales se abaten  sobre mí.

6 El temor y el temblor me penetran,     
y me cubre el espanto.

 

7 Y digo: “¿Quién me diera alas de paloma?”.  
Entonces volaría, descansaría,

8 huiría lejos,
y me cobijaría en el desierto;    

 

9 me apresuraría a ponerme a salvo del viento impetuoso,

del huracán que arrasa,

10 del torrente de sus lenguas.

 

He visto violencia y disputa en la ciudad:

11 día y noche hacen ronda sobre sus murallas,
pero la iniquidad y la opresión ya están en ella;  

12 la corrupción está en su interior,
y de su plaza no se apartan

ni el fraude ni la mentira.

 

13 Si mi enemigo me afrentara,
podría soportarlo;
si uno que me odia se levantara contra mí,
me escondería de él.

 

14¡Pero eres tú, un hombre de mi condición,   

mi amigo y confidente!

15 Gozábamos de gran intimidad

y caminábamos juntos en medio del bullicio,   

en la casa de Dios.

 

16 ¡Que los sorprenda la muerte!
¡Que bajen vivos al abismo!           

Porque en su morada
solo hay abominaciones.

 

17 Yo clamo a Dios,
y el Señor me salvará.

18 Por la tarde, la mañana y el mediodía
me lamento y gimo.

 

El Señor escuchará mi voz.

19 Él rescatará mi vida

de la guerra que me hacen,
porque son muchos los que luchan contra mí.  

 

20 Dios, que reina desde siempre,             

escuchará y los humillará,
porque ellos no cambian
ni temen a Dios.

 

21 Cada uno ataca a sus aliados,
y viola sus pactos.

22 Los halagos de su boca eran dulces,     
pero su corazón deseaba la guerra;
sus palabras eran más suaves que el aceite,     
pero, en realidad, eran puñales.                    

 

23 Deja en el Señor tu preocupación,                

él te sostendrá

y no permitirá jamás

que el justo tropiece.

 

24 Tú, Dios, harás bajar

a los hombres sanguinarios y mentirosos,

a lo profundo de la mansión de los muertos;      
no llegarán a la mitad de sus días;                     
pero yo confío en ti.                           

 

 

SALMO 56 (55)

 Has recogido mis lágrimas en tu vasija*

Sal 27,14; 118,6; 124,1; 139,16; Jn 8,12; Heb 13,6

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “Paloma silenciosa en lejanía”. De David. Súplica, cuando en Gat lo retenían los filisteos.

 

2 ¡Apiádate  de mí, Dios, porque me asedia un hombre miserable;

un agresor me oprime todo el día.

3 Mis adversarios me asedian sin cesar;

son muchos los soberbios que me combaten.    

 

4 En el día del temor, en ti confío.

5 En Dios, cuya palabra exalto;

en Dios confío, no temeré.         

¿Qué podría hacerme un hombre?    

 

6 Todo el día falsean mis palabras;

solo piensan en hacerme el mal.

7 Ellos conjuran, se ocultan, siguen mis huellas,

esperando el momento para quitarme la vida.

 

8 Si han acumulado tantas culpas, ¿podrán liberarse?

¡Dios, derriba a esta gente con tu ira!

9 Tú has llevado cuenta de mis tribulaciones;     

has recogido mis lágrimas en tu vasija.   

¿Acaso no las has anotado en tu libro?

 

10 Mis enemigos retrocederán cuando te invoque;

entonces conoceré que Dios está de mi parte.   

 

11 Alabaré la palabra de Dios;

alabaré la palabra del Señor.

12 En Dios confío. No temeré.

¿Qué podría hacerme un hombre?              

 

13 ¡Dios, cumpliré las  promesas que te hice!

Te ofreceré un sacrificio de acción de gracias,    

14 porque me libraste de la muerte        

y preservaste mi pie de la caída,

para que pueda caminar en la presencia de Dios,        

en la luz de los vivientes.

 

 

SALMO 57 (56)

Me refugio a la sombra de tus alas*

Sal 7,3; 8,2; 10,7; 17,8; 22,14; 35,17; 64,4; 108,2-6;

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “No destruyas”. De David. Súplica, cuando huyó de Saúl en la caverna.

 

2 ¡Apiádate de mí, Dios,      

apiádate de mí, porque en ti me  refugio!

Me refugio a la sombra de tus alas   

hasta que pase el peligro.

 

3 Invoco al Dios Altísimo,     

al Dios que me cuida.

4 Él enviará su salvación desde el cielo   

y confundirá a los que me asedian.

¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad!     

 

5  He caído en medio de leones    

que devoran a los hombres.

Sus dientes son lanzas y flechas         

y su lengua, una espada afilada.    

 

6 ¡Elévate sobre los cielos, Dios,      

y que tu gloria se extienda sobre toda la tierra!

 

7 Tendieron una red a mis pasos,         

y me humillaron,

cavaron una fosa ante mí,

pero cayeron en ella.         

 

8 ¡Dios, mi corazón está firme,   

mi corazón está firme!

Alabaré y cantaré  salmos.       

9 Despierta, gloria mía;

despierten, arpa y cítara;  

quiero despertar a la aurora.

 

10 Te daré gracias en medio de  los pueblos, mi Señor;

cantaré para ti entre las naciones,   

11 porque tu amor es más grande que los cielos,     

y tu fidelidad llega hasta las nubes.

12 ¡Elévate sobre los cielos, Dios,     

y que tu gloria se extienda sobre toda la tierra!

 

 

SALMO 58 (57)

¿Ustedes dan sentencias justas a la gente?*

Sal 82; Ex 21,6; 22,7; Dt 19,17; Is 1,23; 5,23; 10,1-2; Jr 5,26-28; Lc 18,2-5

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “No destruyas”. De David. Meditación.

 

2 ¿Ustedes, dioses, administran realmente justicia?  

 ¿Dan sentencias justas a la gente?

3 Es verdad que no, porque en su corazón actúan con maldad.           

 En el país allanan el camino a la violencia de sus propias manos.

 

4 Los malvados se desvían desde el vientre materno;       

los que dicen mentiras, andan a la deriva desde que nacieron.

5 Su veneno es como el de la serpiente;     

son sordos como el áspid, que cierra su oído

6 para no escuchar la voz de los encantadores   

ni el conjuro de los más expertos.

 

7 ¡Dios, rompe los dientes de su boca!      

¡Señor, quiebra los colmillos de estos leones!      

8 Que sean como el agua que se escurre,        

que disparen flechas que no tengan punta.

 

9 Sean como un gusano que se deshace,

como un aborto que jamás ha visto el sol.       

10 Que la cólera los arrebate y sean quemados vivos

antes de que produzcan espinas como la zarza.

 

11 Que el justo se alegre cuando vea la venganza,     

y lave sus pies en la sangre del malvado.        

12 Y la gente diga: “¡Este es el premio del justo!   

¡Hay un Dios que gobierna la tierra!”.             

 

 

SALMO 59 (58)

El amor de mi Dios viene a mi encuentro*

Sal 2,4; 52,4; Ex 9,15-16; 1 Mac 1,41-53; 2,61-64;

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “No destruyas”.. Súplica de David, cuando Saúl ordenó vigilar su casa para matarlo.

 

2 ¡Dios mío, líbrame de mis enemigos!       

¡Protégeme de los que me atacan!

3 ¡Líbrame de los malhechores,

y de los hombres violentos, sálvame!.                

 

4 Porque los poderosos me acechan             

y promueven ataques contra mí.

Sin que yo haya faltado ni pecado, Señor;

5 sin culpa de mi parte, corren y se confabulan.  

 

¡Despierta! ¡Acércate a mí y mira!       

6 Tú, Señor, el Dios del universo,                   

el Dios de Israel,                     

 

¡levántate y castiga a toda esa gente!

¡No te apiades de los traidores!

 

7 Regresan por la tarde; gruñen como perros

mientras rondan por la ciudad.           

 

8 ¡Mira! Profieren injurias con su boca,

y sus labios son espadas. ¿Nadie los oye?     

 

  9 Pero tú, Señor, te ríes de ellos,             

te burlas de toda esa gente.

 

10 ¡Fuerza mía! Estoy atento hacia ti,

porque Dios es mi alcázar.

 

11 El amor de mi Dios viene a mi encuentro:

Dios me hará descubrir a los traidores.

 

12 No los mates, para que mi gente no olvide.

Con tu poder, dispérsalos, humíllalos,

¡Señor, tu eres nuestro escudo!.

 

13 Es un pecado cada palabra que sale de sus labios.  

Queden atrapados en su orgullo,

por las blasfemias y mentiras que profieren.

 

14 Destrúyelos en tu cólera,  

destrúyelos hasta que no quede rastro de ellos,

para que sepan que Dios domina en Jacob   

hasta los confines de la tierra.

 

15 Regresan por la tarde; gruñen como perros

mientras rondan por la ciudad,        

16 vagando en busca de comida,

y así pasan la noche sin poder saciarse.

 

17 Yo, en cambio, cantaré tu fuerza;

por la mañana exaltaré tu amor,    

porque fuiste mi defensa y mi refugio

cuando estaba angustiado.

 

18 Yo te cantaré, fuerza mía,

porque Dios es mi alcázar,

¡el Dios de mi amor!

 

 

SALMO 60 (59)

Danos tu ayuda frente al enemigo*

Sal 108,7-14; Is 51,17-22; Jr 25,15-16

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “Lirio del precepto”. Súplica de David, para enseñar, 2 cuando marchó contra Aram de Najaraín y contra Aram de Sobá; y cuando Joab, al regreso, derrotó a los doce mil hombres de Edom en el valle de la Sal.

 

 3 ¡Dios, nos has rechazado y destrozado!    

¡Te has enojado, vuélvete a nosotros!

4 Hiciste temblar la tierra, la agrietaste.    

¡Repara sus grietas, porque se derrumba!

 

5 Hiciste pasar por duras pruebas a tu pueblo,

nos diste a beber un vino que da vértigo.     

6 Diste a tus fieles una señal de retirada

para que huyeran de los enemigos.

 

7 Para que tus amigos queden liberados,       

salva con tu diestra. ¡Respóndeme!

 

8 Dios habló en su santuario:

“Triunfaré y dividiré Siquén;

repartiré el valle de Sucot.

 

9 ”Galaad me pertenece, y también Manasés;

Efraín es el yelmo de mi cabeza,

Judá, mi bastón de mando,

 

10 ”Moab, el recipiente donde me lavo.

Tomaré posesión de Edom;

sobre Filistea gritaré victoria”.

 

11 Pero, ¿quién me conducirá a la ciudad fortificada?

¿Quién me guiará hasta Edom,

12  si tú, Dios, nos has rechazado        

y ya no sales, Dios, con nuestras tropas?

 

13 Danos tu ayuda frente al enemigo

porque es ilusoria la ayuda de los hombres.    

14 Con Dios, conquistaremos el poder.            

Será él quien aplaste a nuestros enemigos.

 

 

SALMO 61 (60)

Condúceme a una roca inaccesible*

Sal 17,8; 22,26; 27,4-5; 63,8; 72; 89; 91,4; Lc 1,33

 

1 Al maestro del coro. Para instrumentos de cuerda. De David.

 

2 Dios, escucha mi grito,         

presta atención a mi plegaria.

3 Te invoco desde los confines de la tierra

mientras mi corazón desfallece.

 

Llévame hasta una roca inaccesible

4 porque eres un refugio para mí,

una torre segura frente al enemigo.

5 Habitaré en tu morada para siempre.    

Me refugiaré a la sombra de tus alas.       

6 Porque tú, Dios, escuchaste mis promesas;

    me diste la herencia de los que temen tu nombre.

 

7 ¡Que sean muchos los días de la vida del rey!  

¡Que sus años se extiendan por muchas generaciones!

8 ¡Que durante su reinado esté siempre en presencia de Dios,    

y lo protejan tu amor y tu fidelidad!.   

 

9 Así  cantaré siempre salmos a tu nombre     

y todos los días cumpliré mis promesas.       

 

 

SALMO 62 (61)

No confíen en la opresión ni se ilusionen con el robo*

Sal 18,2; 22,23-25; 39,6-7; Is 26,4; 40,15; Jr 17,10; 1 Tim 6,17-19 // 62,13: Mt 16,27; Rom 2,6

 

1 Al maestro del coro. Según Yedutún. Salmo de David.

 

2 Solo en Dios reposa mi alma,

porque de él viene mi salvación.

3 Solo él es mi roca, mi salvación     

y mi fortaleza. ¡Nunca vacilaré!

 

4 ¿Hasta cuándo se ensañarán ustedes 

   contra un hombre, para abatirlo, todos juntos,

como si fuera un muro que se tambalea,   

como una pared que se derrumba?

 

5 Traman derribarlo de su dignidad,

aman el engaño;

bendicen con la boca,    

mientras maldicen en su corazón.

 

6 Solo en Dios reposa mi alma;

de él viene mi esperanza.

7 Solo él es mi roca, mi salvación   

y mi fortaleza. ¡Nunca vacilaré!

 

8 En Dios está mi salvación y mi gloria;

en Dios, que es mi fortaleza poderosa y mi refugio.

 

9 Todos ustedes son su pueblo;          

confíen en él en todo tiempo;         

abran su corazón ante él,

porque Dios es nuestro refugio.

 

10 Solo un soplo son los hijos de Adán;       

los seres humanos, una apariencia.

Juntos, en la balanza,                   

pesan menos que un soplo.

 

11 No confíen en la opresión;    

no se ilusionen con el robo

ni peguen el corazón a la riqueza,        

aunque sea mucha.

 

12 Una palabra ha dicho Dios, y dos he oído:

que el poder pertenece a Dios,                 

13 y el amor es propio de ti, Señor mío,        

porque tú das a cada uno según sus obras.

  

 

SALMO 63 (62)

Tengo sed de ti en una tierra desierta, sin agua*

Sal 17,8.15; 36,8-10; 42,3; 61,3; 84,3; Is 14,18-20; Jr 7,33

 

1 Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.

 

2 ¡Dios, tú eres mi Dios, a quien busco!   

Tengo sed de ti;   

por ti desfallezco,

en una tierra desierta, agotada, sin agua.

 

3 Así te contemplaba en el santuario

para ver tu poder y tu gloria.     

4 Te alabarán mis labios

porque tu amor vale más que la vida.

 

5 Te bendeciré mientras viva;     

elevaré mis manos e invocaré tu nombre.

6 Me saciaré como con manjares exquisitos;     

mi boca te alabará con labios jubilosos.                       

 

7 Cuando en el lecho pienso en ti,

y en las horas nocturnas medito

8 que tú fuiste mi socorro,

entonces exulto de alegría a la sombra de tus alas.

9 Estoy unido a ti

y tu mano me sostiene.

 

10 Pero los que buscan mi perdición,

bajarán a lo profundo de la tierra,

11 los entregarán al poder de la espada;

serán presa de los chacales.

 

12 Pero el rey se regocijará en Dios     

y se gloriará quien jura por él,

cuando a los mentirosos les sea cerrada la boca.  

 

 

SALMO 64 (63)

Del terrible enemigo protege mi vida*

Sal 7,13-16; 52,4; 55,22; 141,10; Jr 9,2; 11,20; Prov 26,27; Ecl 10,8-9; Sab 11,16

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Escucha, Dios, la voz de mi lamento,

del terrible enemigo protege mi vida.

3 Escóndeme de la conjura de los impíos,

del tumulto de los malhechores.

 

4 Afilan su lengua como espada,  

disparan, como flechas, palabras amargas  

5 para alcanzar desde sus escondites al inocente.   

Lo alcanzan por sorpresa y no tienen temor.

 

6 Se obstinan en sus malas acciones;

intentan esconder trampas    

y dicen: “¿Quién podrá vernos?”.      

7 Planean crímenes  y ocultan sus malas intenciones,

porque el interior del hombre y el corazón son impenetrables.

 

8 Pero Dios disparó una flecha      

y ellos fueron heridos por sorpresa.

9 Su propia lengua los hizo caer,

y los que lo ven, mueven la cabeza, asombrados.

 

10 Entonces todos se llenaron de temor;     

anunciaron la acción de Dios       

y comprendieron sus obras.

 

11 El justo se alegrará en el Señor       

porque en él buscó refugio,

y se cubrirán de gloria los rectos de corazón.

 

 

SALMO 65 (64)

Dichoso aquel que eliges y habita en tus atrios*

Sal 32,1; 66,13-15; Is 30,23-25; 66,19-23; Job 38,4-7; 1 Cr 23,27-32

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David. Canto.

 

2 A ti, Dios, se te ofrece en Sion

el silencio, la alabanza y el cumplimiento de las promesas.     

3 Tú escuchas las plegarias

de todos los que acuden a ti.

 

4 Nuestros delitos son más grandes que nosotros

pero tú perdonarás nuestras culpas.          

         

5 Dichoso aquel que eliges                                      

y quieres tener cerca, habitando en tus atrios.         

 Nos saciaremos de los bienes de tu casa,        

de la santidad de tu Templo.

 

6 Nos responderás con los prodigios de tu justicia,

Dios, salvador nuestro,

esperanza de los confines de la tierra        

y de los mares lejanos.

 

7 Tú afirmas las montañas con tu fuerza,            

ceñido de poder.

 8 Aplacas el fragor del mar,                  

el rugido de sus olas,

el tumulto de los pueblos.

 

9 Los habitantes de los confines de la tierra

quedaron admirados de tus prodigios.

Tú haces gritar de alegría

al oriente y al occidente.

 

10 Bendijiste la tierra, dándole abundancia de frutos,    

la enriqueciste con canales magníficos

rebosantes de agua.

Tú dispusiste que brotaran los trigales.

 

11 Tú riegas los surcos y aplanas los terrones;       

tú los ablandas con lluvias abundantes y bendices sus brotes.

12 Tú coronas el año con tus beneficios,

y tus carros derrochan abundancia.

 

13 Derrochan abundancia los pastos del desierto

y las colinas se ciñen  de alegría.             

14 Los prados se cubren de rebaños;

los valles se revisten de trigales que aclaman y cantan.

 

 

SALMO 66 (65)

¡Qué estupendas son tus obras!*

Sal 74,13-15; 114,3; Ex 14,22; Jos 3,15-16; Ef 5,20; 1 Tes 5,18

 

1 Al maestro del coro. Canto. Salmo.

 

Aclame a Dios toda la tierra;             

2 canten a la gloria de su nombre;

glorifíquenlo con la alabanza.

 

3 Digan a Dios: “¡Qué estupendas son tus obras!”.

Por la grandeza de tu poder, se inclinan ante ti tus enemigos.

 

4 Que se postre ante ti toda la tierra y entone salmos para ti,     

que entonen salmos a tu nombre.

 

5 Vengan a ver las obras de Dios;     

es admirable su acción entre los hombres.

6 Convirtió el mar en tierra firme, y a pie atravesaron el río.  

Por eso, alegrémonos en él.

 

7 Con su poder gobierna para siempre y sus ojos están sobre las naciones  

él observan a los rebeldes para que no se subleven.      

 

8 ¡Pueblos, bendigan a nuestro Dios!

¡Proclamen su alabanza!

9 Él conservó nuestra vida

y no dejó que vacilaran nuestros pies.

 

10 Dios, nos pusiste a prueba;            

nos purificaste como se purifica la plata;    

11 nos hiciste caer en una trampa   

y pusiste una pesada carga en nuestras espaldas.

 

12 Hiciste que la gente cabalgara sobre nuestras cabezas;

nos hiciste pasar por el agua y por el fuego,             

pero al final nos condujiste al reposo.

 

13 Entraré en tu casa con holocaustos;

cumpliré las promesas

14 que mis labios pronunciaron,

palabras de mi boca en el tiempo de angustia.

 

15 Te ofreceré holocaustos de animales engordados,    

junto con el humo de la ofrenda de carneros;

prepararé bueyes y cabras.

 

16 Vengan y escuchen los que temen a Dios;

voy a contarles lo que hizo por mí:

17 clamé a él con la boca,

 y lo exalté con mi lengua.

 

18 Si en mi corazón hubiera buscado el mal,

el Señor no me habría escuchado;  

19 pero Dios escuchó,       

puso atención a mi plegaria.

 

20 ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi plegaria

ni me retiró su amor!

 

 

SALMO 67 (66)

La tierra ha dado su fruto*

Sal 4,7; 31,17; 82,8; 85,13; 98,9; 117,1; Nm 6,24-25; Ez 34,26-27

 

1 Al maestro del coro. Con instrumentos de cuerda. Salmo. Canto.

 

2 Que Dios se apiade de nosotros y nos bendiga;  

que haga resplandecer su rostro sobre nosotros;    

3 para que en toda la tierra se conozcan tus caminos,

y tu salvación, en todas las naciones.          

 

4 Dios, que los pueblos te den gracias,

que todos los pueblos te den gracias.

 

5 Que las naciones se alegren exultantes,

porque juzgas con equidad a los pueblos     

y en toda la tierra conduces las naciones.           

 

6 Dios, que los pueblos te den gracias,

que todos los pueblos te den gracias.

 

7 La tierra ha dado su fruto.     

Que Dios, nuestro Dios nos bendiga;

8 que Dios nos bendiga

y lo teman todos los confines de la tierra.

 

 

SALMO 68 (67)

Padre de los huérfanos y defensor de las viudas*

Sal 18,10-11; 146,9; Nm 10,35; Dt 10,18; 27,19; Jue 5,4-5; Is 60,6-7.11-14 //  68,19: Ef 4,8

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David. Canto.

 

2 Dios se pone en pie para juzgar y sus enemigos se dispersan;      

los que lo odian huyen de su presencia.

 

3 Tú los dispersas como se disipa el humo;

como se funde la cera frente al fuego,  

perecen los malvados ante Dios.

 

4 En cambio los justos se alegran,     

exultan ante Dios y cantan de alegría.

 

5 Canten para Dios; canten himnos a su nombre.

Abran el camino para el jinete de las nubes.       

Su nombre es “el Señor”. Exulten ante él.

 

6 Padre de los huérfanos y defensor de las viudas   

es Dios en su santa morada.

7 Dios procura una casa al que no tiene techo;

libera a los cautivos y les da prosperidad,            

mientras los rebeldes habitan en el desierto.

 

8 Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo,            

cuando marchaste por el desierto,

9 la tierra tembló

    y los cielos dejaron caer la lluvia

ante Dios, el del Sinaí,

ante Dios, el Dios de Israel.

10 Tú, Dios, derramaste una lluvia generosa

y restableciste tu heredad extenuada.

 

11 La comunidad habitó allí,

en el lugar que tu bondad, Dios, había preparado para el pobre.

 

12 El Señor anuncia una noticia;

sus mensajeras son una multitud.

13 Los reyes huyen; huyen sus ejércitos,    

y la que se queda en casa comparte el botín.

 

14 Mientras ustedes reposaban junto al fuego,        

las alas de paloma se cubrían de plata,

y sus plumas de pálido oro fino,

 

15 Cuando el Todopoderoso dispersaba a los reyes,

nevó sobre el monte Sombrío.

 

16 ¡Montaña de Dios, montaña de Basán;

montaña de altas cimas, montaña de Basán!

17 Montañas de altas cimas,

¿por qué tienen envidia

de la montaña en que Dios quiso habitar?     

El Señor la habitará para siempre.

 

18 Son miles y miles los carros de Dios;                 

en medio de ellos está el Señor, en su santuario del Sinaí.

19 Subiste hasta la altura, llevando a los cautivos;         

recogiste tributo de la gente,

aun de quien se rebelaba contra la morada de Dios, el Señor.

 

20 Bendito sea el Señor día tras día,         

que se hace cargo de nosotros, el Dios de nuestra salvación.        

21 Nuestro Dios es el Dios de las victorias;

el Señor, nuestro Señor, tiene el poder sobre la muerte.

 

22 Dios abate la cabeza de sus enemigos,

el cráneo y la cabellera de quien persiste en su delito.

23 Ha dicho el Señor: “Los haré regresar de Basán;

los haré regresar del fondo del mar,

24 para que bañes tu pie en la sangre del enemigo,      

y la lengua de tus perros pueda lamerla”.         

 

25 Ya se divisa tu procesión, Dios,

la procesión de mi Dios, mi rey, hacia el santuario.

26 Van adelante los cantores, los músicos detrás,

y en medio las doncellas tocan tamboriles.

27 ¡Bendigan a Dios en la asamblea,   

al Señor, estirpe de Israel!.

 

28 Allí va Benjamín, el menor, que los guía,

los jefes de Judá con sus escuadras,

los jefes de Zabulón,

los jefes de Neftalí.

29 Tu Dios, con su poder, les da órdenes.

¡Despliega, Dios, tu poder, el que pusiste en obra por nosotros!

 

30 A tu Templo en Jerusalén

los reyes te llevarán sus dones.       

31 ¡Amenaza a la bestia del cañaveral,          

a la manada de toros y novillos de los pueblos!            

¡Que muerdan el polvo los que llevan el cetro de plata!

¡Dispersa a los pueblos que aman la guerra!.

 

32 Los grandes de Egipto traerán dones;     

 Etiopía correrá con las manos extendidas hacia Dios.

 

33 ¡Reinos de la tierra, canten al Señor;      

canten himnos al Señor;

34 al jinete de los cielos, de los cielos eternos,           

que hace oír su voz, su voz poderosa!.

 

35 Reconozcan el poder de Dios sobre Israel,

su majestad y su poder sobre las nubes.

36 Terrible eres, Dios, en tu santuario.

El Dios de Israel concede fuerza y vigor a su pueblo.    

 

¡Bendito sea Dios!

 

 

SALMO 69 (68)

Esperé quién me consolara, y no lo hallé*

Mt 27,34; Ap 3,5 // 69,5: Jn 15,25; 10: Jn 2,17; Rom 15,3; 23-24: Rom 11,9-10; 26: Hch 1,20

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía «Los lirios». De David.

 

2 ¡Sálvame, Dios,     

que las aguas me llegan hasta el cuello!.

3 Me hundo en un pantano profundo,      

    sin encontrar apoyo;        

caí en medio de profundas aguas,            

    y me arrastra la corriente.

 

4 Me cansé de gritar

    y se resecó mi garganta;

mis ojos languidecieron  

    esperando la ayuda de mi Dios.

 

5 Más numerosos que los cabellos de mi cabeza     

    son los que me odian sin tener motivo;              

los enemigos traicioneros que quieren destruirme,

se hicieron poderosos.

 

¿Acaso deberé devolver

lo que no he robado?                                                 

 

6 Dios, tú conoces mi insensatez;

no se te esconden mis culpas.

 

7 No queden avergonzados por mi causa

los que esperan en ti, Señor del universo;

no sean humillados por mi culpa   

los que te buscan, Dios de Israel.

 

8 Por ti he soportado el oprobio;  

mi rostro se ha cubierto de ignominia.

 

9 Me volví un extraño para mis hermanos,     

un extranjero para los hijos de mi madre.

10 Cayeron sobre mí los insultos de los que te injurian,

porque me consume el celo por tu casa.      

 

11 Me he afligido con ayunos,                       

pero eso se convirtió en oprobio;

12 me he vestido de luto,

pero fui para ellos objeto de burla.

13 Los miembros del tribunal murmuran contra mí 

y los borrachos me ridiculizan.

 

14 Pero yo, Señor, te imploro.

Es tiempo de benevolencia.                  

Dios, por tu gran amor,

respóndeme con  la fidelidad de tu salvación.

 

15 Rescátame del pantano, que no me hunda,  

sálvame de las aguas profundas

y de todos los que me odian.

16 Que la corriente no me arrastre,         

ni me devore el abismo;               

que la fosa no cierre sus fauces sobre mí.

 

17 Respóndeme, Señor, porque es bueno tu amor

y tu ternura es muy grande. Vuélvete a mí    

18 y no escondas tu rostro a tu servidor.

Respóndeme pronto porque estoy angustiado.      

 

19 Acércate a mí, rescátame.

Líbrame del poder de mis enemigos.

20 Tú conoces mi oprobio,       

mi vergüenza y mi deshonra;

sabes bien quiénes son mis opresores.

 

21 El oprobio destrozó mi corazón y ahora desfallezco.

Esperé que alguno se acercara, y no lo hubo;

esperé quién me consolara, y no lo hallé.      

22 Pusieron veneno en mi comida,

y para mi sed me dieron de beber vinagre.     

 

23 Que su mesa se convierta en una trampa,       

en una insidia sus banquetes.

24 Que se nublen sus ojos y no vean;

y que sus piernas tiemblen sin cesar.

 

25 Descarga contra ellos tu furor,

y que el ardor de tu ira los alcance.

26 Quede desierto su campamento,     

y deshabitadas sus tiendas de campaña.

 

27 Porque persiguen a quien tú ya has castigado                 

y se deleitan porque sufre el que has herido.   

28 Añade culpas a sus culpas,

que no puedan alcanzar tu justicia.

29 Que los borren del libro de la vida,      

    y no los inscriban entre los justos.                                

 

30 Dios, a mí, que soy humilde y dolorido,

tu salvación me pondrá al seguro.

31 Alabaré con un cántico el nombre de Dios;         

lo exaltaré con una acción de gracias,

32 que al Señor le agradará más que un toro   

o novillo con cuernos y pezuñas.

 

33 Que lo vean los humildes y se alegren.          

Que reviva el corazón de los que buscan a Dios.       

34 Porque el Señor escucha a los pobres,

y nunca desdeña a sus cautivos.              

35 ¡Que lo alaben los cielos y la tierra,       

los mares y cuanto se mueve en ellos!.    

 

36 Porque Dios salvará a Sion

y reconstruirá las ciudades de Judá.       

Allí habitarán y tomarán posesión de la tierra.

37 La heredará la descendencia de sus servidores;

los que aman su nombre habitarán en ella.         

 

 

SALMO 70 (69)

¡Señor, apresúrate a socorrerme!*

 

1 Al maestro del coro. De David. Para recordar.

 

2 ¡Por favor, Dios, sálvame!         

¡Señor, apresúrate a socorrerme!      

 

3 Que queden avergonzados y confundidos             

los que buscan mi vida.

Que se retiren avergonzados                        

los que desean mi mal.

4 Que se horroricen de su infamia

los que se burlan.

 

5 Pero que se regocijen y se alegren en ti         

todos los que te buscan.

Que proclamen siempre “Dios es grande”             

todos los que aman tu salvación.

 

6 En cuanto a mí, yo soy pobre e indigente.           

¡Apresúrate, Dios!

Tú eres mi socorro y mi libertador.

¡Señor, no tardes!

 

 

SALMO 71 (70)

¡En ti me apoyé desde el seno materno!*

Sal 22,10-12; 31,2-4; 40,15; Is 46,3-4

 

1 En ti, Señor, me refugio.                            

¡Que nunca quede defraudado!                   

2 Tú me rescatarás y me librarás porque eres justo.

¡Escúchame y sálvame!       

 

3 Tú eres mi roca de refugio,         

a la que siempre puedo acudir;

tú has decidido venir a salvarme,

porque eres mi roca y fortaleza.

 

4 Dios mío, líbrame de la mano del impío,          

del poder de los malvados y violentos.

5 Señor, Dios mío, tú has sido mi esperanza,  

mi seguridad desde mi juventud.

6 En ti me apoyé desde el seno materno,    

tú me formaste en las entrañas de mi madre.  

¡Siempre te alabaré!

 

7 Para muchos soy un motivo de asombro,    

porque tú eres mi refugio seguro.

8 Mi boca se llena de tu alabanza

y todo el día proclama tu grandeza.

 

9 No me rechaces en mi ancianidad;

no me abandones cuando me falten las fuerzas.

10 Porque mis enemigos murmuran contra mí;

los que me acechan se confabulan

11 y dicen: “¡Dios lo ha abandonado!        

¡Persíganlo y sujétenlo, porque nadie lo ayuda!”.               

 

12 Dios mío, no te alejes de mí;    

Dios mío, apresúrate a socorrerme.       

 

13 Que perezcan humillados          

mis acusadores;

que se cubran de oprobio y de ignominia       

los que buscan mi ruina.

 

14 Pero yo siempre tendré esperanza,    

y  te alabaré cada vez más.

15 Mi boca proclamará cada día

      tus obras de justicia y salvación,                                          

16 Proclamaré tus hazañas, Señor, mi Señor,                     

y recordaré tu justicia, que es solo tuya.

 

17 Dios, tú me instruiste desde mi juventud,          

y aún hoy anuncio tus prodigios.

18 Ahora que soy anciano y mi cabeza está cubierta de canas,    

no me abandones, Dios mío,

hasta que anuncie tu poder a esta generación,        

y tus proezas, a las que vendrán en el futuro;      

19 anunciaré tu justicia, Dios, que es tan elevada,      

y las grandes obras que tú hiciste.         

¡Dios! ¿Quién es como tú?                   

 

20 Tú  me hiciste sufrir muchos y terribles infortunios,

pero volverás a darme la vida;                

me levantarás desde lo profundo de la tierra.    

21 Aumentarás mi dignidad,

me rodearás de consuelo.

 

22 Con el arpa te daré gracias

por tu fidelidad, ¡Dios mío!

Te cantaré salmos con la cítara,     

¡Santo de Israel!       

23 Mis labios exultarán cuando te cante salmos,       

y mis entrañas se alegrarán, porque me has librado.

 

24 También mi lengua irá repitiendo       

tu justicia todo el día

porque quedaron avergonzados y confundidos     

los que buscaban mi mal.

 

 

SALMO 72 (71)

Que el rey haga justicia a los pobres del pueblo*

Sal 45,5; 61,7-8; Is 11,3-5; Os 14,6-9; Zac 9,9-10;

 

1 De Salomón.

 

Dios, inspira al rey tus decisiones                 

y tu justicia a su heredero,                       

2 para que juzgue a tu pueblo con justicia         

y a tus pobres según el derecho.

 

3 Que por la justicia, las montañas y las colinas          

produzcan bienestar para el pueblo.

4 Que él haga justicia a los pobres del pueblo,         

salve a los indigentes y elimine al opresor.

 

5 Que dure tanto como el sol y la luna,                  

por generaciones y generaciones. 

6 Que descienda como lluvia sobre la hierba segada,     

como aguacero que baña la tierra.

 

7 Que en sus días prospere la justicia

y haya paz mientras dure la luna.               

 

8 Que domine desde un mar hasta el otro,         

desde el gran río hasta el confín de la tierra.

 

9 Que se inclinen ante él los habitantes de la estepa

y que sus enemigos muerdan el polvo.              

10 Que los reyes de Tarsis y las islas le paguen tributo;                                                    

que los reyes de Arabia y de Sabá le ofrezcan sus dones.        

 11 Que todos los reyes se postren ante él,

que todas las naciones lo sirvan.

 

12 Porque él librará al indigente que suplica,             

y al humilde a quien nadie ayuda.

13 Tendrá compasión del pobre y del indigente,

y salvará a los miserables.

14 Los rescatará de la opresión y la violencia

y su sangre será preciosa a sus ojos.                     

 

15 Mientras viva, le traerán el oro de Arabia.              

Toda la gente orará siempre por él y lo bendecirá todo el día.

 

16 Que en esta tierra haya abundancia de trigo,          

que las espigas se agiten en la cima de los montes,

que sus frutos sean abundantes como los del Líbano,

que las espigas sean como la hierba de la tierra.          

 

17 Que su nombre dure para siempre,

que su nombre se conserve como el sol.

Que todas las naciones sean felices gracias a él,

y todos lo proclamen dichoso.

 

18 ¡Bendito sea Dios, el Señor, Dios de Israel!            

él solo hace maravillas.

19 ¡Que su nombre glorioso sea bendito por siempre      

y toda la tierra esté llena de su gloria!                 

¡Amén, amén!

 

20 Fin de las plegarias de David, hijo de Jesé.

 

 

SALMO 73 (72)

¡Qué bueno es Dios para los puros de corazón!*

Sal 37; 49; Job 21,13-26

 

1 Salmo de Asaf.

 

¡Qué bueno es Dios para Israel,

para los puros de corazón!                            

 

2 Pero faltó poco para que yo diera un mal paso;

un poco más y mis pies habrían resbalado,

3 porque yo envidiaba a los arrogantes,          

cuando veía la prosperidad de los malvados.

 

4 Ajenos a las angustias de la muerte,      

con sus cuerpos sanos y robustos,

5 no sufren como el resto de la gente

ni son golpeados como los demás.

 

6 Por eso, llevan la arrogancia como un collar

y se cubren con un manto de violencia.                 

7 Sus ojos, ávidos de riqueza,        

manifiestan las intenciones de su corazón.

 

8 Se burlan, hablan con maldad,               

y con altanería alardean de sus fechorías.

9 Desafían al cielo con su boca          

y hablan como si fueran dueños de la tierra.

10 Por eso su pueblo los sigue

y bebe como agua cuanto dicen.  

11 Ellos piensan: “¿Cómo lo va a saber Dios?                 

¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?”.

12 Así son ellos, los malvados:

siempre tranquilos, aumentan su poder.

 

13 ¿Así que en vano mantuve puro mi corazón       

y lavé mis manos en signo de inocencia?         

14 ¡Porque yo era castigado cada día,    

y reprendido cada mañana!

 

15 Si hubiera dicho: “Voy a hablar como ellos”,

habría traicionado a tu linaje.

16 Procuraba comprender todo esto;          

se presentaba una difícil tarea ante mi vista,

17 hasta que entré en el santuario de Dios,  

y comprendí cuál sería el fin de ellos.

 

18 En verdad, los pones en la pendiente,

para precipitarlos en su ruina.

19 En un instante serán destruidos;

llegarán a su fin, aniquilados por el terror,

20 como quien despierta del sueño, Señor,

al levantarte harás desaparecer su apariencia.       

 

21 Cuando se amargaba mi corazón

y me torturaba en mis entrañas,

22 era yo el tonto que no comprendía

y como un animal me comportaba contigo.   

 

23 Pero yo siempre estoy contigo;

tú me has tomado de la mano derecha,

24 me guiarás con tu consejo

y me recibirás en la gloria.         

 

25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti?      

Si estoy contigo, no hallo placer en la tierra.

26 Aunque se consuman mi carne y mi corazón,              

Dios es la fuerza de mi corazón,

y la parte de mi herencia para siempre.   

 

27 Perecerán los que se alejen de ti;    

destruirás a los que te son infieles.

28 Para mí la cercanía de Dios es mi bien;

he puesto mi refugio en Dios, mi Señor,

para narrar todas tus obras.

 

 

SALMO 74 (73)

Prendieron fuego a tu santuario*

Sal 13,2-3; 79; 89,10-11; 2 Re 25,9; Is 51,9-10; 64,10

 

1 Reflexión de Asaf.

 

¿Por qué nos sigues rechazando, Dios, por tanto tiempo       

y se enciende tu ira contra el rebaño de tu redil?                    

 

2 Acuérdate de tu pueblo, que adquiriste en otro tiempo,          

de la tribu que compraste como tu posesión

y de este monte Sion, donde habitabas.        

 

3 Dirige tus pasos hacia esas ruinas permanentes,             

¡tanto mal causó el enemigo en el santuario!

4 Tus adversarios rugían en medio de tu asamblea,               

y pusieron sus insignias como estandartes.

 

5 Como quien tala los árboles

en la espesura del bosque,

6 con hachas y martillos

hicieron pedazos las puertas del santuario,              

7  prendieron fuego a la morada de tu nombre,           

y la profanaron echándola por tierra.              

8 Ellos pensaban: “¡Los someteremos!”,

y quemaron todos los santuarios de Dios en el país.

 

9 No hemos visto más nuestros estandartes;

no queda ni un profeta,                                  

y nadie entre nosotros sabe

hasta cuándo durará todo esto.                  

 

10 ¿Hasta cuándo, Dios, te ofenderá el adversario?

¿El enemigo despreciará tu nombre por siempre?

11 ¿Por qué retiras tu mano?                             

¡Extiende tu diestra! ¡Destrúyelos!                        

 

12 Dios, tú eres mi rey desde antiguo,                         

el que realiza la salvación sobre la tierra.

13 Tú dividiste el mar con tu poder;                                   

quebraste la cabeza de los monstruos del mar;               

14 tú aplastaste las cabezas de Leviatán                                 

y lo diste por comida a las bestias del desierto.

 

15 Tú hiciste brotar fuentes y arroyos;                     

tú secaste torrentes que corren perpetuamente.           

16 Te pertenece el día y también la noche;

tú estableciste la luna y el sol;                                  

17 tú trazaste los límites de la tierra;                                           

tú formaste el verano y el invierno.                                        

 

18 Acuérdate, Señor, del enemigo que te insultó                    

y del pueblo insensato que despreció tu nombre.

19 No entregues a las fieras la vida de tu tórtola;

no te olvides jamás de la vida de tus pobres.

 

20 Acuérdate de tu alianza,

porque hasta los últimos rincones del país

están llenos de violencia.

21 Que el oprimido no retorne humillado;

que el pobre y el indigente alaben tu nombre.                 

 

22 Levántate, Dios, y defiende tu causa;

recuerda la continua ofensa de los necios;

23 no olvides los gritos de tus adversarios,

el creciente tumulto de tus agresores.

 

 

SALMO 75 (74)

Será aniquilada la altivez de los malvados*

Sal 113; 1 Sm 2,1-10; Lc 1,47-55

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “No destruyas”. Salmo de Asaf. Cántico.

 

2 ¡Te alabamos,  Dios! ¡te alabamos!,

los que invocan tu nombre relatan tus maravillas.

 

3 “Yo fijaré un tiempo preciso,          

y juzgaré con equidad;

4 se estremecen la tierra y todos sus habitantes,          

pero soy yo quien ha afirmado sus columnas”.       

 

5 He dicho a los arrogantes: no sean altaneros,        

y a los malvados: no sean soberbios;

6  no pretendan alzarse contra el cielo           

ni hablar con insolencia.                          

 

7 Porque la exaltación no viene del desierto,

ni de oriente ni de occidente:

8 es Dios quien juzga,                    

a uno humilla y a otro exalta.     

 

9 El Señor tiene en su mano una copa          

con vino fermentado y drogado:

cuando lo sirva, sorberán hasta el fondo,

lo beberán todos los malvados de la tierra.       

 

10 Y yo lo anunciaré por siempre;

cantaré salmos al Dios de Jacob.                         

11 Será aniquilada la altivez de los malvados,

y exaltado el poder de los justos.

 

 

SALMO 76 (75)

Dios, te pusiste de pie para salvar a los pobres de la tierra*

Sal 46; 48,4-8; Is 2,4

 

1 Al maestro del coro. Para cuerdas. Salmo de Asaf. Cántico.

 

2 Dios es  reconocido en Judá,

y su nombre es famoso en Israel.

3 En Jerusalén está su santuario

y en Sion, su morada.    

4 Allí quebró las flechas relucientes,    

el escudo, la espada y las armas.

 

5 Tú eres espléndido,

más imponente que una montaña de tesoros;

6 los héroes fueron despojados y duermen su sueño;        

los hombres aguerridos quedaron sin fuerzas.                  

7 Ante tu amenaza, Dios de Jacob,

quedaron atontados jinetes y caballos.

 

8 Solo tú eres temible,                             

¿quién puede hacerte frente cuando estalla tu ira?     

9 Desde el cielo diste a conocer tu veredicto:

temió la tierra y quedó en silencio

10 cuando tú, Dios, te pusiste de pie para comenzar el juicio,    

y salvar a los pobres de la tierra. 

 

11 Los hombres violentos te alabarán;

te rodearás con los que sobrevivan a tu furor.

12 Hagan promesas al Señor su Dios, y cúmplanlas;

todos los países vecinos paguen tributo al Dios temible,   

13 que deja a los príncipes sin aliento,

y es temido por los reyes de la tierra.

 

 

SALMO 77 (76)

¿Me rechazará para siempre el Señor?*

Sal 143; Gn 46,26-27; Ex 15,1-18; Is 63,11-14; Lam 3,21-22

 

1 Al maestro del coro. Según Yedutún. Salmo de Asaf.

 

2 A Dios elevo mi voz suplicante;

a Dios elevo mi voz para que me escuche.

3 Yo busco al Señor en el día de la angustia,    

mi mano extendida no desfallece en la noche,         

pero mi alma se niega a recibir consuelo.

4 Me acuerdo de Dios y me lamento;  

medito en él y mi espíritu se abate.                    

 

5 Mantienes mis párpados abiertos;

estoy confundido, sin saber qué decir.

6 Pienso en los días lejanos,                       

en los años pasados.

7 En la noche recuerdo mi canto,

medito en mi corazón y me pregunto:

 

8 “¿El Señor rechazará para siempre?                  

¿No volverá a mostrar su buena voluntad?

9 ¿Su amor se ha terminado para siempre?              

¿Sus promesas no valen para todas las generaciones?

10 ¿Dios ha olvidado sus bondades,                        

y en su enojo se acabó su compasión?”.

 

11Y pienso: “Esto es lo que me duele:

que el Altísimo haya cambiado su actitud”.

12  Recuerdo las hazañas del Señor;              

recuerdo tus maravillas de antaño,                       

13 medito en todas tus proezas,

y evoco tus obras poderosas.

 

14  ¡Dios, tus caminos son santos!

¿qué dios es tan excelso como Dios?         

15 Tú eres el Dios que realiza maravillas;                    

diste a conocer tu poder entre los pueblos;

16 con tu poder libraste a tu pueblo,                            

a los descendientes de Jacob y de José.

 

17  Te vieron las aguas, Dios,                        

te vieron las aguas y se agitaron;

hasta los abismos se estremecieron con violencia.

18 Las nubes derramaron agua;

los nubarrones hicieron escuchar su voz,

y tus rayos rasgaron el espacio.

19 Fragor de truenos en el torbellino;                                

los relámpagos iluminaron el mundo,                   

la tierra tembló y se estremeció.           

 

20 En el mar te abriste camino,              

senderos entre las aguas poderosas,

y no se hallaron tus huellas.

21 Guiaste a tu pueblo como a un rebaño,               

por medio de Moisés y de Aarón.

 

 

 SALMO 78 (77)

¡Cuántas veces se rebelaron en el desierto!*

Sal 105; 106; Ex 7,14-11,10; 14,15-17,16; Jos 24,8-13; Neh 9,9-37; Sab 16-19

 // 78,2: Mt 13,35 / 78,24: Jn 6,31

 

1 Instrucción de Asaf.

 

Pueblo mío, escucha mi enseñanza;                    

atiende a lo que te diré;

2 hablaré por medio de parábolas                        

y revelaré los enigmas del pasado.

 

3 Lo que escuchamos y nos enseñaron,                 

lo que nos contaron nuestros padres,

4 no se lo ocultaremos a sus hijos,

  sino que lo relataremos a la siguiente generación:     

las alabanzas del Señor, su poder

y las obras sorprendentes que realizó.

 

5 Él impuso una norma a Jacob,                              

le dio una ley a Israel,

y ordenó a nuestros antepasados

que hicieran conocer estas cosas a sus hijos.             

 

6 Para que lo supiera la generación siguiente,     

y los hijos que nacieran después

crecieran y lo contaran a sus hijos;

7 para que así pongan su confianza en Dios,

no se olviden de las grandes obras de Dios

y observen sus mandamientos.

 

8 Para que no sean como sus padres,                      

una generación rebelde y desobediente,                  

una generación de corazón inconstante

y espíritu infiel a Dios.

9 Como los diestros arqueros de la tribu de Efraín,

que retrocedieron en el día del combate.

 

10 No observaron la alianza con Dios,

y se negaron a comportarse de acuerdo con su ley.

11 Se olvidaron de sus obras grandiosas,                   

las proezas que les había hecho ver,

12 Los prodigios que realizo ante los ojos de sus padres

en el país de Egipto, en los campos de Tanis.

 

13 Partió el mar y los hizo cruzar,                                 

conteniendo las aguas como si fuera un dique;

14 los guió con una nube durante el día,                 

y de noche con el resplandor del fuego.

 

15 En el desierto partió las rocas,          

y les dio a beber agua en abundancia;

16 hizo que de la piedra brotaran manantiales

y corriera el agua como ríos.

 

17 Pero continuaron pecando contra el Altísimo,         

y  rebelándose contra él en el desierto;                   

18 pusieron a prueba a Dios en su corazón,                

reclamando comida cuando tenían hambre.              

 

19 Se pusieron a hablar contra Dios y dijeron:

“¿Podrá Dios prepararnos una mesa en el desierto?.

20 Es cierto que cuando golpeó la roca,

brotó el agua y los torrentes desbordaron,

pero, “¿podrá también darnos pan              

y procurar carne a su pueblo?”.

 

21 Por eso, el Señor se indignó en cuanto lo oyó,          

se encendió un fuego contra Jacob,

y su ira estalló contra Israel,

22 porque no creían en Dios

ni confiaban en su salvación.

 

23 Dio órdenes a las nubes de lo alto,

y abrió las compuertas del cielo;

24 hizo que lloviera maná para que comieran,    

les dio trigo del cielo.

25 El hombre comió pan de los seres celestiales;          

les dio alimentos hasta que quedaron saciados.

 

26 En el cielo alejó el viento del este,                         

y atrajo el viento del sur con su fuerza;

27 hizo que sobre ellos lloviera carne como polvo,

y aves numerosas como las arenas del mar;                              

28 hizo que cayeran en medio de su campamento,

junto a sus tiendas.

 

29 Comieron hasta quedar satisfechos,

y así cumplió lo que ellos deseaban.

30 Pero en cuanto saciaron su avidez,                    

cuando todavía tenían la comida en la boca,

31 el furor de Dios se inflamó contra ellos:

hizo una matanza entre los más vigorosos              

y derribó a lo más selecto de Israel.

 

32 A pesar de esto continuaban pecando;

no creían en sus prodigios;

33 entonces él redujo la vida de ellos a un soplo,

sus años a la duración de un suspiro.

 

34 Si los hacía morir, lo buscaban,                

se convertían y recurrían a Dios;

35 se acordaban de que Dios era su Roca,

el Dios Altísimo, su redentor.

 

36 Intentaban engañarlo

y con su lengua le mentían;                   

37 inconstantes de corazón,

no eran fieles a su alianza.

 

38 Pero él tenía compasión,          

perdonaba su culpa y no los destruía;

muchas veces retuvo su ira 

y no excitaba su furor:

39 tenía presente que eran solo carne,

un soplo que pasa y no retorna.                

 

40 ¡Cuántas veces se rebelaron en el desierto,          

lo ofendieron en aquellas soledades!

41 Volvían a poner a prueba a Dios,                 

a provocar al Santo de Israel;                       

42 no se acordaban de su poder,

del día en que los salvó del opresor.

 

43 Cuando hizo sus signos en Egipto,

sus prodigios en los campos de Tanis:

44 el agua de sus canales y sus ríos                   

la convirtió en sangre para que no bebiesen.

 

45 Contra ellos mandó tábanos que los picaran,        

y ranas que los invadieran;                                 

46 sus cosechas las entregó a la langosta,                 

el fruto de su trabajo a las plagas.

 

47 Sus viñedos fueron destruidos con el granizo,       

y sus higueras con la helada;

48 sus ganados fueron entregados a la peste,

y sus rebaños a las enfermedades.  

 

49 Derramó sobre ellos su ardiente ira,

indignación, furor y aflicción,

un escuadrón de mensajeros de calamidades.

50 Dio paso a su furor;

no los libró de la muerte

y entregó sus vidas a la peste;

51 hirió a todos los primogénitos de Egipto,   

los más vigorosos de las tiendas de Cam.

 

52 A su pueblo lo hizo partir como un rebaño        

y lo guió como a ovejas por el desierto;           

53 los llevó seguros y sin temor,

mientras que sus enemigos eran cubiertos por el mar.       

 

54 Los llevó hasta un territorio sagrado,               

hasta esta montaña que adquirió con su diestra.     

55 Ante ellos expulsó a las naciones,                        

les dio por sorteo una herencia                              

e instaló las tribus de Israel en sus tiendas.     

 

56 Pero ellos pusieron a prueba al Dios Altísimo,

se rebelaron contra él y no respetaron sus decisiones.

57 Infieles como sus padres, se echaron atrás

y se volvieron contra él como un arco defectuoso.

58 Lo irritaron con sus lugares de culto,               

y con sus ídolos provocaron sus celos.

 

59 Dios lo oyó, y enfurecido,

rechazó por completo a Israel,

60 y abandonó el lugar de su residencia en Siló,         

la tienda en que habitaba entre los hombres.

 

61 Envió al exilio a sus poderosos;

puso su esplendor en manos de sus enemigos;      

62 a su pueblo lo hizo morir por la espada;            

se enfureció contra su heredad.

 

63 Sus jóvenes fueron devorados por el fuego     

y las doncellas no tuvieron cantos nupciales.          

64 Sus sacerdotes cayeron muertos por la espada      

y sus viudas no los lloraron.                                  

 

65 Entonces el Señor se levantó como quien estaba dormido,  

como un guerrero que ha quedado vencido por el vino;

66 hirió en la espalda a sus adversarios que huían,

y los dejó vencidos para siempre.

 

67 Rechazó a la descendencia de José,

no eligió a la tribu de Efraín;

68 sino que eligió a la tribu de Judá,                          

y a la montaña de Sion, que él amaba.                 

69 En la altura construyó su Templo,

le puso cimientos eternos como la tierra.

 

70 Eligió a su servidor David;                

lo sacó del redil del rebaño,                                

71 de detrás de las ovejas

lo llevó a pastorear a su pueblo Jacob,                  

a Israel, que es su heredad.

72 Los pastoreará con corazón íntegro,

y los guiará con experta mano.

 

 

SALMO 79 (78)

Redujeron Jerusalén a ruinas*

Sal 23,1-4; 44; 74; 80; 2 Re 25,8-9; Jr 10,25; Ez 34; Jl 2,17; Eclo 36,1-6

 

1 Salmo de Asaf

 

Dios, los paganos invadieron tu heredad,              

profanaron tu santo Templo,                                   

redujeron Jerusalén a ruinas.                          

 

2 Dieron los cadáveres de tus servidores              

como alimento a las aves rapaces;

la carne de tus fieles a las bestias salvajes.

 

3 Derramaron su sangre como agua                   

en torno a Jerusalén, y nadie los sepulta.

 

4 Somos el oprobio de nuestros vecinos,             

objeto de burla y desprecio de quienes nos rodean.     

 

5 ¿Hasta cuándo, Señor?                      

¿Tu enojo durará para siempre?                          

¿Tu celo arderá como el fuego?                         

 

6 ¡Derrama tu ira sobre las naciones que no te reconocen,   

sobre los reinos que no invocan tu nombre!          

7 Porque devoraron a Jacob,                                      

y dejaron desolado el lugar de su rebaño.

 

8 ¡No lleves cuenta de nuestros pecados del pasado!     

¡Que tu misericordia venga rápido sobre nosotros

porque estamos abatidos por completo!                

 

9 ¡Dios, salvación nuestra, ayúdanos                     

por el honor de tu nombre!                                

Por causa de tu nombre líbranos,               

y perdona nuestros pecados.                     

 

10 ¿Por qué han de decir los paganos:

“¿Dónde está su Dios?”.                                

Que podamos ver cómo los paganos reconocen

que la sangre derramada de tus servidores ha sido vengada.   

 

11 Que llegue a tu presencia el gemido del cautivo,

y la fuerza de tu brazo salve a los condenados a muerte.    

 

12 Devuelve siete veces a nuestros vecinos       

la ofensa que lanzaron contra ti, Señor.   

 

13 Pero nosotros, tu pueblo y ovejas de tus pastos,    

siempre te daremos gracias,

y de generación en generación proclamaremos tu alabanza.       

 

 

SALMO 80 (79)

¡Cuida esta viña que plantó tu mano!*

Is 5,1-7; 27,2-5; 63,15-64,11; Jr 12,7-13; Ez 15,1-8; Os 10,1; Jn 15,1-10

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “Lirios”. Testimonio de Asaf. Salmo. 

 

2 ¡Pastor de Israel, escucha!                    

tú que guías a José como a un rebaño;

tú que tienes tu trono sobre los querubines,      

manifiesta tu esplendor

3 ante Efraín, Benjamín y Manasés.

¡Despierta tu poder y sálvanos!            

 

4 ¡Dios, restáuranos,                                    

ilumina tu rostro y seremos salvados!        

 

5 Señor, Dios del universo, ¿hasta cuándo estarás enfurecido      

mientras tu pueblo te suplica?

 6 Le diste de comer un pan de lágrimas;         

le haces beber lágrimas en abundancia.

7 Nuestros vecinos rivalizan por apoderarse de nosotros

y nuestros enemigos se burlan por eso.       

 

8 ¡Dios del universo, restáuranos!,                   

ilumina tu rostro y seremos salvados!         

 

9 Arrancaste una viña en Egipto,                    

expulsaste naciones para plantarla;          

10 nivelaste el terreno,

echó raíces y cubrió la tierra.                 

 

11 Arrojaba su sombra sobre las montañas,

y sus brotes estaban sobre los cedros más altos;

12 sus sarmientos llegaban hasta el mar,      

y sus renuevos hasta el gran Río.

 

13¿Por qué has resquebrajado sus muros,      

de modo que quien pasa recoge sus frutos;

14 la destruye el jabalí del bosque

y se la comen las bestias del campo?

 

15 ¡Dios del universo, vuélvete,                 

mira desde los cielos y observa!     

¡Visita esta viña,

16 cuida esta cepa que plantó tu mano!

 

17 ¡Que perezcan ante la amenaza de tu presencia

los que la cortaron e incendiaron!

18 Que tu mano proteja a tu elegido,   

al hombre que tú fortaleciste.

19 No nos apartaremos de ti.

¡Danos la vida e invocaremos tu nombre!    

 

20 ¡Señor, Dios del universo, restáuranos,      

ilumina tu rostro y seremos salvados!      

 

 

SALMO 81 (80)

Mi pueblo no me escuchó*

Ex 17,1-7; 20,2-3; Lv 10,10; 23,34; 26,7-8; Dt 9,7

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “La canción del lagar”. De Asaf.

 

2 ¡Canten alegres a Dios, nuestra fortaleza!

¡Aclamen al Dios de Jacob!

 

3 ¡Entonen salmos! ¡Toquen los tamboriles,  

la cítara melodiosa junto con el arpa!                        

4 Toquen la trompeta en la luna nueva,                  

y en la luna llena, nuestro día de fiesta.              

 

5 Porque esta es una ley para Israel,

un precepto del Dios de Jacob,

6 una norma que impuso a José

cuando salió del territorio de Egipto.

 

Escuché un lenguaje que nunca había oído:

7 “He quitado el peso de sus hombros,             

sus manos se libraron de la carga.

 

8 Gritaste cuando estabas en la aflicción y te libré;     

te respondí desde lo profundo del trueno;               

te puse a prueba en las aguas de Meribá.             

 

9 Escucha, pueblo mío, y te amonestaré;             

Israel, ¡ojalá me escucharas!

 

10 No tendrás ningún dios extraño                   

ni te inclinarás ante un dios extranjero.         

11 Yo soy el Señor, tu Dios,                              

el que te sacó del país de Egipto.

Abre la boca, y yo te saciaré”.

 

12  “Pero mi pueblo no escuchó mi voz;             

Israel no quiso hacerme caso.

13 Por eso lo abandoné a su obstinada voluntad

para que actuaran según sus proyectos.

 

14 ¡Si mi pueblo me escuchara,                   

si marchara Israel por mis caminos,               

15 en un instante yo sometería a sus enemigos,      

y volvería mi mano contra sus adversarios!”.

 

16 Los enemigos del Señor lo adularían,

y esta sería su suerte para siempre;

17 el Señor lo alimentaría con la mejor clase de trigo,       

y lo saciaría con miel de la roca.                       

 

 

SALMO 82 (81)

¿Hasta cuándo juzgarán injustamente?*

Ex 23,6; Lv 19,15; Dt 1,17; Is 3,13-14; 41,21-24; Jr 5,26-28; Ez 28,18-19; Jn 10,34

 

1 Salmo de Asaf.

 

Dios se pone de pie en la asamblea divina,

y juzga en medio de los dioses:

2 “¿Hasta cuándo juzgarán injustamente          

favoreciendo a los malvados?

 

3 Atiendan la causa del débil y del huérfano,    

hagan justicia al pobre y miserable;

4 dejen en libertad al débil y al indigente,

líbrenlo de la mano del malvado”.

 

5 No saben ni entienden, caminan en la oscuridad,

mientras vacilan los cimientos del país.

 

6 “Yo dije: ‘Ustedes son dioses,                 

todos ustedes son hijos del Altísimo’.

7 Ahora en cambio morirán como un ser humano,  

caerán como cualquier príncipe”.

 

8 ¡Levántate, Dios, juzga la tierra,              

porque tú eres el señor de todas las naciones!

 

 

SALMO 83 (82)

Dios, tus enemigos se agitan*

Jue 4-5; 7,25; 8,10-21

 

1 Cántico. Salmo de Asaf.

 

2 ¡Dios, no te quedes en silencio!            

¡Dios, no estés mudo e inmóvil!                                   

 

3 Porque tus enemigos se agitan,                        

y los que te odian levantan la cabeza.

4 Hacen planes contra tu pueblo,

conspiran contra los que tú proteges.

5 Dicen: “Borrémoslos de entre las naciones,     

y no quede ni el recuerdo del nombre de Israel”.

 

6 Conspiran, se ponen de acuerdo

y pactan una alianza contra ti:

7 los campamentos de edomitas

ismaelitas, moabitas y agarenos,

8 los de Guebal, Amón y Amalec,

los filisteos y la gente de Tiro.

9 Hasta Asiria se ha juntado con ellos,

y ha dado apoyo a los hijos de Lot.

 

10 ¡Trátalos como a Madián,                      

como a Sísara, como a Yabín en el torrente Quisón,           

11 que fueron aniquilados en Endor

y quedaron como estiércol sobre la tierra!.        

 

12 A sus jefes, trátalos como a Oreb y Zeb,         

y a todos sus príncipes como a  Zebaj y Salmaná,        

13 que dijeron:

“Apoderémonos de los dominios de Dios”.

 

14 Déjalos, Dios mío, como un remolino de viento,

como paja arrastrada por el viento,            

15 como fuego que incendia la maleza,                

como llama que abrasa las montañas;

16 así, persíguelos con tu tempestad;                      

llénalos de terror con tu huracán.

 

17 Que sus rostros queden cubiertos de vergüenza    

para que busquen tu nombre, Señor.

18 Que queden avergonzados y aterrados para siempre.  

¡Que queden abatidos y perezcan,

19 para que sepan que tu nombre es el Señor,        

y que eres el único Altísimo sobre toda la tierra!           

 

 

SALMO 84 (83)

Dichosos los que habitan en tu casa*

Sal 27,4-5; 42,2-3; 61,5; 63,2-3

 

1 Al maestro del coro. Según la melodía “El lagar”. De los hijos de Coré. Salmo.

 

2¡Qué amables son tus moradas,

Señor del universo!

3 Anhelo y siento nostalgia                           

por los atrios del Señor;                        

mi corazón y mi cuerpo

se alegran por el Dios vivo.

 

4 Hasta el pájaro encontró una casa

y la golondrina un nido

donde poner sus pichones:

junto a tus altares, Señor del universo,

mi rey y mi Dios.                                

 

5 Dichosos los que habitan en tu casa,      

alabándote siempre.

6 Dichoso el hombre que encuentra la fuerza en ti

cuando decide emprender la peregrinación.     

 

7Al pasar por el valle árido,

lo transforman en manantial,

y la lluvia temprana                            

lo cubre de bendiciones.  

8 Marchan cada vez con más vigor

hasta que Dios se les muestra en Sion.            

 

9 ¡Señor, Dios del universo, escucha mi oración;

atiéndeme, Dios de Jacob!

10  Dios, escudo nuestro, mira,   

y fíjate en el rostro de tu ungido.

 

11 Porque más vale un día en tus atrios          

que mil en otra parte.

Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios

que habitar en las chozas del malvado.

 

12 Porque Dios, el Señor, es sol y escudo.

El Señor otorga gracia y gloria,

y no niega la felicidad                                

a quien camina con rectitud.                      

 

13 ¡Señor del universo,

dichoso el que en ti confía!                       

 

 

SALMO 85 (84)

Perdonaste la culpa de tu pueblo*

Sal 32,1-2; 65,11-14; 67,7; 77,8-10; 79,5; 126,1-3

 

1 Al maestro del coro. De los hijos de Coré. Salmo.

 

2 Señor, fuiste benévolo con tu tierra;                     

hiciste volver a los exiliados de Jacob;

3 perdonaste la culpa de tu pueblo;                           

sepultaste todos sus pecados.

4 Pusiste fin a tu furor;                                         

y depusiste tu ira ardiente.

 

5 ¡Dios salvador nuestro, que retornemos del exilio!          

¡Cesa en tu indignación contra nosotros!             

6 ¿Estarás siempre enojado con nosotros?                

¿Extenderás tu furor por generaciones?

7 ¿No nos devolverás la vida                                    

para que tu pueblo se alegre contigo?                  

 

8 ¡Muéstranos, Señor, tu misericordia

y danos tu salvación!

 

9 Escucharé lo que dice Dios, el Señor,

cuando promete la paz                                          

para su pueblo y sus fieles:

“No recaigan en la falsa confianza”.

 

10 Su salvación está cerca de los que lo temen,       

y la gloria habitará en nuestra tierra.

11El amor y la fidelidad se encontrarán;                       

la justicia y la paz se besarán.                               

12La fidelidad brotará desde la tierra,

la justicia se asomará desde el cielo.                   

 

13El Señor mismo dará prosperidad,

y nuestra tierra, su cosecha.                                 

14 La justicia marchará ante él,                                 

y le abrirá el camino para sus pasos.

 

 

SALMO 86 (85)

Señor, rico en amor con los que te invocan*

Sal 5,2-3; 25,1.16; 27,11; Ex 34,6 // 86,9: Ap 15,4

 

1 Oración de David.

 

Préstame atención, Señor, respóndeme,

porque soy pobre e indigente;                               

2 protege mi vida, porque yo te amo;

salva a tu servidor. Tú eres mi Dios, en ti confío.

 

3 Apiádate de mí, Señor mío,                                 

porque a ti clamo todo el día;

4 alegra la vida de tu servidor,

porque a ti, Señor, elevo mi alma.             

 

5 Porque tú, Señor, eres bueno e indulgente,     

rico en amor con los que te invocan.        

6  Señor, escucha mi plegaria,                      

atiende la voz de mi súplica.

 

7 En el día de la angustia yo te invoco,                

porque sé que me responderás.

8 No hay otro dios como tú, Señor;                      

no hay obras como las tuyas.

 

9 Todas las naciones que formaste                       

vendrán a postrarse ante ti, Señor,

y glorificarán tu nombre

10 porque tú eres grande y haces maravillas;        

tú eres el único Dios.     

 

11 Señor, muéstrame tu camino,    

para que yo lo siga fielmente,

y mi corazón esté siempre orientado

hacia el temor de tu nombre.

 

12 Señor, Dios mío, con todo mi corazón te daré gracias,

y glorificaré tu nombre por siempre,

13 porque mostraste tu gran amor hacia mí        

cuando me libraste del abismo profundo.      

 

14 Dios, los arrogantes se levantan contra mí,                                     

una multitud de violentos trata de matarme,

sin tenerte en cuenta a ti.

 

15 Pero tú, Señor, Dios misericordioso y compasivo,        

paciente y rico en amor y fidelidad,

16 ¡vuélvete hacia mí! ¡compadécete de mí!                   

Fortalece a tu servidor y salva al hijo de tu esclava.    

17 Muéstrame una señal favorable,

que la vean los que me odian y queden confundidos,

porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

 

 

SALMO 87 (86)

Cosas gloriosas se dicen de ti, ciudad de Dios*

Sal 46; 48; Is 2,2-3; 60,1-9; Ef 3,6

 

1 De los hijos de Coré. Salmo. Cántico.

 

¡Su fundamento está en las santas montañas!

2 El Señor ama las puertas de Sion

más que todas las moradas de Jacob.         

3 Cosas gloriosas se dicen de ti,

ciudad de Dios.                                    

 

4 Quiero recordar a Egipto y a Babilonia

entre los que me conocen.

Miren: el filisteo, el tirios y el etíope,

cada uno de ellos nació allí.

 

5 Pero de Sion se dirá:                                   

“Todos nacieron en ella; 

el Altísimo la ha fundado”.                    

 

6 Cuando el Señor haga el recuento de los pueblos, escribirá:    

“Cada uno de ellos nació allí”.

7 Y los que cantan y danzan responden:

“Todas mis fuentes están en ti”.

 

 

SALMO 88 (87)

Estoy abandonado entre los muertos*

Sal 6,6; 38,12; Is 38,18; Job 10,15; 17,1.13-14; Lam 3,7

 

1 Canto. Salmo de los hijos de Coré. Al maestro del coro. Sobre la enfermedad y el sufrimiento. Reflexión de Hemán, el ezraita.

 

2 Señor, mi Dios, mi salvación,

 a ti clamo día y noche.                   

3 Que mi oración llegue a tu presencia;

escucha mi clamor.

 

4 Porque estoy saciado de desgracias            

y mi vida está al borde del sepulcro.            

5Ya me tienen como a uno que desciende a la fosa;  

estoy como un hombre desvalido.

 

6 Estoy abandonado entre los muertos,

como los caídos que reposan en la tumba,

de los que ya no te acuerdas más,           

porque fueron arrancados de tu mano.

 

7 Me arrojaste a la fosa más profunda,

a las tinieblas, a los abismos.                       

8 Cayó sobre mí el peso de tu ira

y tus olas me atormentaron.                          

 

9 Alejaste de mí a mis conocidos;                     

me hiciste repugnante para ellos.

Encerrado, no tengo salida.               

10 Mis ojos se oscurecen por el sufrimiento.   

 

A ti, Señor, clamo todo el día,

hacia ti extiendo mis manos.         

11¿Acaso harás maravillas por los muertos?     

¿o las sombras se levantarán para darte gracias?     

 

12¿Se habla de tu amor en el sepulcro,

de tu fidelidad en el lugar de perdición?

13¿Se conocen tus prodigios en las tinieblas,

tu justicia en el país del olvido?               

 

14 Pero yo, Señor, clamo a ti.

Por la mañana, mi oración sale a tu encuentro.   

15 ¿Señor, por qué me rechazas

y me ocultas tu rostro?                

 

16 Soy desdichado y enfermo desde que era niño,

he soportado tus terrores y estoy agotado.

17 Sobre mí pasó tu furor;

tus espantos me redujeron al silencio.         

 

18 Todo el día me rodean como una correntada,    

me encierran todos al mismo tiempo.

19 Alejaste de mí amigos y compañeros,        

y solo me acompañan las tinieblas.                              

 

 

SALMO 89 (88)

La descendencia de David durará para siempre*

Sal 24,1-2; 80,13-14; 85,10-11; Ex 34,6-7; 2 Sm 7,12-16; Jr 33,20-21; Ap 1,5

 

1 Instrucción de Etán, el ezraita.

 

2 Cantaré eternamente el amor del Señor;

por generaciones mi boca anunciará tu fidelidad,

3 porque dije: «El amor está cimentado para siempre;

tu fidelidad está asentada en los cielos».         

 

4 «Establecí una alianza con mi elegido;                 

hice este juramento a David, mi servidor:           

5 estableceré tu descendencia para siempre,     

y mantendré firme tu trono por generaciones».

 

6 Señor, los cielos cantan tus maravillas;         

tu fidelidad, en la asamblea de los santos.

7 Porque ¿quién se asemeja al Señor en las nubes?        

¿Quién se parece al Señor entre los seres celestiales?

 

8 Dios es temible en la reunión de los santos,      

grande y terrible para los que lo rodean.

9 Señor, Dios del universo, ¿quién como tú?    

¡Poderoso es el Señor! ¡Estás envuelto en fidelidad!.

 

10 Tú dominas el orgullo del mar,               

tú aplacas el tumulto de sus olas.

11 Tú pisoteaste a Rahab como a un cadáver;        

con brazo poderoso dispersaste a tus enemigos.

 

12 El cielo y la tierra te pertenecen,                

tú estableciste el mundo y todo lo que hay en él;

13 tú creaste el norte y el sur;

el Tabor y el Hermón cantan jubilosos a tu nombre.

 

14 Tu brazo es poderoso,

fuerte es tu mano, elevada es tu diestra.

15 La justicia y el derecho son la base de tu trono;  

delante de ti marchan el amor y la fidelidad.      

 

16 Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, Señor,   

y camina a la luz de tu rostro;                              

17 se alegra en tu nombre todo el día,

y exulta ante tu justicia.

 

18 Porque tú eres el orgullo de su fuerza

y con tu favor aumenta nuestro poder.

19 Porque al Señor pertenece nuestro escudo,        

y nuestro rey al Santo de Israel.                       

 

20 Una vez hablaste a tus fieles en visiones, y dijiste:

«He mostrado mi ayuda a un héroe;

he elevado a un elegido de mi pueblo;

21 encontré a David mi servidor;        

lo he ungido con aceite sagrado,        

22 para que mi mano lo sostenga           

y la fuerza de mi brazo le dé vigor.

 

23 El enemigo no triunfará sobre él        

ni lo oprimirá el hombre perverso.

24 Eliminaré ante él a sus adversarios,   
y golpearé a quienes lo odian.

 

25 Mi fidelidad y mi amor estarán con él,

y por mi nombre aumentará su fuerza.

26 Extenderé su mano sobre el mar,     

y su diestra sobre los ríos.

 

27 El me invocará: ‘Tú eres mi padre,        

mi Dios y roca de mi salvación’.     

28 Yo lo constituiré en mi primogénito,

el más elevado de los reyes de la tierra.      

 

29 ”Le conservaré siempre mi amor,

y mi alianza con él será firme.                 

30 Estableceré para siempre su descendencia;   

su trono durará como los días de los cielos.

 

31 Si sus hijos se apartan de mi ley     

y no aceptan mis decretos,

32 si violan mis preceptos,

y no cumplen mis mandamientos,

33 yo castigaré con una vara sus pecados,

y con azotes sus culpas.

 

34 Pero no le retiraré mi amor               

ni actuaré contra mi fidelidad.

35 No violaré mi alianza                                         

ni cambiaré la promesa de mis labios.

 

36 Una vez lo juré por mi santidad,      

y no le mentiré a David:

37 su descendencia durará para siempre,

su trono permanecerá ante mí como el sol,

38 como la luna, firme para siempre,               

testigo fiel entre las nubes».

 

39 Pero tú lo rechazaste y despreciaste     

tu ira se encendió contra tu ungido;

40 tú renegaste de la alianza con tu servidor;

arrojaste por el suelo su corona.             

 

41 Has abatido sus muros;                

 derribaste sus fortalezas,

42 y los que pasan por el camino las saquean.

Él se convirtió en motivo de burla para sus vecinos.    

 

43 Diste el triunfo al poder de sus adversarios;    

 llenaste de alegría a sus enemigos;

44 volviste en su contra el filo de su espada,

y no lo apoyaste en la batalla.

 

45 Pusiste fin a su esplendor,

echaste por tierra su trono.

46 Abreviaste los días de su juventud;

lo cubriste de vergüenza.

 

47 ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te esconderás para siempre?    

¿Tu ira arderá como un fuego?

48 Recuerda lo breve que es mi vida,

que has hecho caducos a los seres humanos.        

49 ¿Quién será el viviente que no vea la muerte,       

 que pueda huir de la mansión de los muertos?     

 

50  ¿Dónde quedaron, Señor, aquellos primeros amores

que por tu fidelidad juraste a David?

51 Recuerda, Señor, que llevo clavados en mi pecho                

 los insultos de muchos pueblos contra tus servidores.

52  Tus enemigos insultan, Señor,                                

 insultan los pasos de tu ungido.

 

53 ¡El Señor sea bendito por siempre!      

¡Amén, amén!

 

 

SALMO 90 (89)

Enséñanos a contar nuestros días*

Gn 3,19; Is 40,6-7; Job 14,1-2; Ecl 12,1-7; 2 Pe 3,8

 

1 Oración de Moisés, hombre de Dios.

 

Señor, tú has sido nuestro refugio          

de generación en generación.

 

2 Antes de que nacieran las montañas               

y hubieran sido dados a la luz la tierra y el mundo,

desde siempre y por siempre tú eres Dios.   

 

 3 Tú haces retornar el hombre al polvo,     

diciendo: “retornen, hijos de Adán”.

4 Porque mil años son ante tus ojos         

como el día de ayer, que ya pasó,

como una hora de la noche.

 

5 Arrebatas a los hombres como un sueño;

son como hierba que brota por la mañana.      

6 Por la mañana brota y florece,                      

y por la tarde se marchita y se seca.           

 

7 Hemos sido destruidos por tu ira;

espantados por tu furor.

8 Trajiste nuestras culpas a tu presencia,           

nuestros secretos a la luz de tu mirada.

9 Nuestros días declinan por tu ira,                

nuestros años se disipan como un suspiro.

 

10 Nuestra vida se extiende por setenta años,         

y los más fuertes viven hasta ochenta;

pero la mayor parte de ella es solo cansancio y pena:

pasa veloz y desaparecemos.

 

11 ¿Quién conoce la fuerza de tu ira?

¿Quién se ha espantado por tu furor?

12 Enséñanos a llevar la cuenta de nuestros días

para que obtengamos un corazón sabio.

 

13 Vuélvete a nosotros, Señor, ¿hasta cuándo?     

Compadécete de tus servidores;            

14 que tu amor nos sacie cada mañana;     

así exultaremos y nos alegraremos todos nuestros días.       

 

15 Danos tantos días de alegría

como fueron los días que nos afligiste;     

tantos años como los que padecimos desgracia.

16 Que tus acciones queden de manifiesto ante tus servidores,

y tu esplendor, ante sus hijos.

 

17 Que la bondad del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros.           

  Danos éxito en las obras de nuestras manos.

 

 

SALMO 91 (90)

La fidelidad del Señor es escudo y armadura*

Sal 17,8; 27,1-6; 36,8; 57,2; 61,5; 63,8; Job 5,19-22; Lc 10,19 // 91,11-12: Mt 4,6; Lc 4,10.12  

 

1 El que habita al abrigo del Altísimo

y duerme a la sombra del Todopoderoso,

2 diga al Señor: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza,   

Dios mío, en quien confío”.

 

3 Él te librará del lazo del cazador,     

y de la peste que destruye.

4 Él te cubrirá con sus plumas,

y bajo sus alas encontrarás refugio.           

Su fidelidad es escudo y armadura.

 

5 No temerás los terrores de la noche,               

ni la flecha que vuela de día,

6 ni la peste que vaga en las tinieblas,                    

ni la plaga que destruye en plena luz.

 

7 Aunque caigan mil a tu lado,                      

y diez mil a tu derecha,

ningún mal te alcanzará.

 

8 Bastará que mires con tus propios ojos

y verás el castigo de los malvados.                      

9 Porque dijiste: “¡Tú, Señor, eres mi refugio!”,          

e hiciste del Altísimo tu defensa.

 

10 Ningún mal podrá alcanzarte;                                     

ninguna desgracia se acercará a tu morada,

11 porque ha ordenado a sus ángeles        

que te protejan en todos tus caminos.

12 Sobre sus palmas te llevarán

para que no se golpee tu pie contra una piedra.       

13 Caminarás sobre el león y la serpiente;          

pisotearás al león y al dragón.

 

14 «Lo salvaré porque me ama;

lo exaltaré, porque ha conocido mi nombre.          

15 Me invocará y le responderé;                

en el momento de la desgracia estaré junto a él,     

lo liberaré y lo colmaré de honor;

16 haré que goce de una larga vida,                    

y le mostraré mi salvación».                    

 

 

SALMO 92 (91)

¡Qué grandes, Señor, son tus obras!*

Sal 1,3; 8; 33,1-3; 37,20.35-36; 52,10; Jr 17,7-8

 

1 Salmo. Canto para la celebración del sábado.

 

2 Es bueno dar gracias al Señor                          

y cantar en tu honor, Altísimo,

3 proclamar tu amor por la mañana                     

y tu fidelidad por la noche,

4 con el arpa de diez cuerdas y la lira,                           

y con cantos acompañados por la cítara.    

 

5 Yo exultaré por las obras de tus manos,

porque me alegraste, Señor, con tus prodigios.

6 ¡Qué grandes, Señor, son tus obras,        

qué profundos tus proyectos!       

7 El hombre insensato no lo entiende,    

y el tonto no lo comprende.

 

8 Aunque los malvados germinen como hierba,   

y florezcan los malhechores,

ellos serán exterminados para siempre.

9 Pero tú, Señor,

eres excelso para siempre.                                

 

10  Señor, tus enemigos perecerán,            

y los malhechores serán dispersados.

11 A mí, en cambio, me diste la fuerza de un búfalo,           

y me ungiste con oleo puro.                    

12 Mis ojos han visto a los que me espiaban,

y mis oídos han escuchado a los malvados asaltantes.

 

13 El justo florecerá como la palmera;       

crecerá como un cedro del Líbano;

14 plantado en la casa del Señor,

florecerá en los atrios de nuestro Dios.       

 

15 En la vejez seguirán dando frutos

plenos de savia y lozanía,

16 para anunciar que el Señor, mi Roca, es recto,

y que en él no hay injusticia.              

 

 

SALMO 93 (92)

Tu trono, Señor, está firme desde el principio*

Sal 47,3.7-9: 89,10; 90,2; 96,10; 97,1; 98,6; 99,1; 104,5; Is 52,7; Job 5,19

 

1 Ya reina el Señor: está revestido de majestad;   

el Señor se vistió y se cubrió de poder,

Por eso el mundo está seguro y no vacila.  

 

2 Tu trono está firme desde el principio;  

tú existes desde siempre.                       

 

3 Elevaron los ríos, Señor,            

elevaron los ríos su voz;

elevan los ríos su fragor.

 

4 Más que el fragor de aguas caudalosas,

más que las majestuosas olas del mar,

es majestuoso el Señor en las alturas.

 

5 Tus decretos son seguros,               

la santidad es ornamento de tu casa,       

Señor, a lo largo de los días.

 

 

SALMO 94 (93)

El que hizo el oído, ¿no escuchará?*

Sal 82,1-4; Ex 22,20-23; 23,7; Dt 24,17-22 // 94,11: 1 Cor 3,20; 14: Rom 11,2

 

1 ¡Señor, Dios que haces justicia,       

Dios que haces justicia, manifiéstate!

2 ¡Levántate, juez de la tierra,          

y dale a los soberbios lo que se merecen!         

 

3 ¿Hasta cuándo, Señor, los impíos,         

hasta cuándo triunfarán los impíos?     

 

4 Los malhechores propagan discursos arrogantes,     

y hablan con insolencia.

5 Pisotean, Señor, a tu pueblo,            

y oprimen tu heredad.

6 Asesinan a la viuda y al forastero,   

y dan muerte a los huérfanos.

7 Y dicen: “¡El Señor no ve;       

el Dios de Jacob no se da cuenta!”.

 

8 ¡Comprendan ustedes, gente insensata!

Gente estúpida, ¿cuándo aprenderán?

9 El que hizo el oído, ¿no escuchará?      

El que formó el ojo, ¿no va a ver?

10 El que instruye a las naciones

y enseña a los hombres ¿no castigará?.

 

11 El Señor sabe que los proyectos del hombre          

son todos vanos.

 

12 Dichoso el hombre a quien reprendes, Señor,    

a quien instruyes en tu ley             

13 para darle reposo después de los días de desgracia,

mientras que para el malvado se excava una fosa.

 

14 Porque el Señor no rechazará a su pueblo     

ni abandonará su heredad.                   

15 Porque los juicios volverán a ser justos,

y los seguirán los de recto corazón.

 

16 ¿Quién se habría levantado a mi favor contra los malvados?  

¿Quién estaría de mi parte contra los malhechores?

17 Si el Señor no hubiera venido en mi ayuda,    

yo estaría habitando en la tierra del silencio.

 

18 Pero apenas digo: “Mi pie vacila”,    

tu amor, Señor, ya me sostiene;

19 entre tantas contrariedades que me asedian,

tus consuelos, Señor, regocijan mi alma.

 

20 ¿Podría estar de acuerdo contigo un tribunal inicuo

que es fuente de desgracia, en contra de la ley?

 

21 Atacan al justo

y declaran culpable al inocente.          

22 Pero el Señor es mi fortaleza,

mi Dios, la roca de mi refugio.   

 

23 Les retribuirá su iniquidad;          

los hará perecer por su maldad,

el Señor, nuestro Dios, los hará perecer.

 

 

SALMO 95 (94)

¡Vengan, inclinémonos para adorar!*

Sal 100,3; Ex 17,1-7; Nm 14,30-34; 20,2-13; Dt 32,5-20; Ez 20,13-15

//  95,7-11: Heb 3,7-11.15; 4, 3.5.7

 

1 ¡Vengan, cantemos jubilosos al Señor;

aclamemos a la Roca que nos salva!   

2 Lleguemos hasta él, dándole gracias;

aclamémoslo con himnos.

 

3 Porque el Señor es un gran Dios,          

un gran rey sobre todos los dioses,    

4 en su mano están las profundidades de la tierra,

y a él le pertenecen las cimas de los montes.

5 Suyo es el mar, porque él lo hizo;       

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

6 ¡Vengan, inclinémonos para adorar!

Doblemos las rodillas ante el Señor que nos creó.        

7 Él es nuestro Dios,                                                      

y nosotros somos el pueblo que él apacienta,   

el rebaño que él conduce con su mano.     

 

Ojalá hoy escuchen su voz:   

8 «No endurezcan el corazón como en Meribá,       

como el día de Masá en el desierto,            

9 cuando sus antepasados me pusieron a prueba,    

me provocaron aunque habían visto mis obras.     

 

10 Cuarenta años estuve disgustado con esa generación,     

 y dije: ‘Son un pueblo de corazón extraviado,       

que no conoce mis caminos’.

11 Por eso juré en mi ira:

‘¡Jamás entrarán en el lugar de mi descanso!’».     

 

 

SALMO 96 (95)

El Señor viene a gobernar la tierra*

Sal 93,1; 98; Is 41,21-29; 60,1-9; 1 Cr 16,23-33

 

1 ¡Canten al Señor un canto nuevo!    

¡Canta al Señor, tierra entera!

2 ¡Canten al Señor, bendigan su nombre!

¡Anuncien su salvación todos los días!           

 

3 ¡Proclamen su gloria entre las naciones,   

sus maravillas en todos los pueblos!

4 Porque el Señor es grande y digno de alabanza,      

más temible que todos los dioses.              

 

5 Porque todos los dioses de las naciones son ídolos,      

pero el Señor hizo los cielos.                         

6 Poder y majestad lo preceden;

la potencia y el esplendor están en su santuario.

 

7 ¡Reconozcan al Señor, familias de los pueblos!   

¡Reconozcan la gloria y el poder del Señor!

8 ¡Reconozcan la gloria del nombre del Señor!

Preséntenle ofrendas al entrar en sus atrios.                

 

9 Póstrense ante el Señor en su santo esplendor;         

tiemble ante él toda la tierra.                              

10 Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!      

El orbe está seguro, no vacila;

él juzga a los pueblos con rectitud”.                

 

11 Que se alegren los cielos y se regocije la tierra,      

que brame el mar y los seres que lo llenan,              

12 exulte el campo y todo lo que hay en él;             

y que todos los árboles del bosque griten de alegría       

 

13 ante el Señor que ya viene,              

que ya viene a gobernar la tierra.

Gobernará al mundo con justicia,              

y a los pueblos con su fidelidad.

 

 

SALMO 97 (96)

Reina el Señor. ¡Exulte la tierra!*

Sal 18,9; 48,12; 50,6; 77,19; 83,19; 93; Ex 19,16-20; Miq 1,4; Nah 1,5; Hab 3,6 // 97,7: Heb 1,6

 

1 Ya reina el Señor. ¡Exulte la tierra!          

¡Alégrense las islas numerosas!

2 Nubes y densa bruma en torno a él;             

justicia y derecho son el fundamento de su trono.       

 

3 El fuego marcha delante de él,                  

y abrasa a sus adversarios.

4 Los relámpagos iluminan todo el mundo,      

 la tierra lo ve y se estremece.              

 

5 En presencia del Señor

los montes se derriten como cera,               

ante el Señor de toda la tierra.

 

6 Los cielos proclaman su justicia,           

y todos los pueblos ven su gloria.

 

7 Se avergüenzan los que adoran ídolos,   

los que se glorían en sus dioses.

Todos los dioses se postran ante él.            

 

8 Lo oye Sion y se alegra,

las ciudades de Judá se regocijan    

a causa de tus juicios, Señor.

 

9 Porque tú, Señor,                                   

eres el Altísimo sobre toda la tierra,             

exaltado por encima de todos los dioses.    

 

10 Los que aman al Señor odian el mal.

Él cuida la vida de sus fieles,                      

y los libra de la mano del malvado.

 

11 Una luz brilla para el justo,                        

la alegría, para los rectos de corazón.

12 ¡Que los justos se alegren en el Señor!        

¡Alaben su sagrada memoria!

 

 

SALMO 98 (97)

El Señor gobernará al mundo con justicia*

Sal 67,5; 96; Is 52,9; 55,12

 

1 Salmo.

 

¡Canten al Señor un canto nuevo,             

porque ha hecho maravillas;

le han dado la victoria                                   

su mano derecha y su santo brazo!

 

2 El Señor hizo conocer su salvación,

manifestó su justicia a la vista de las naciones;     

3 se acordó de su amor y su fidelidad          

hacia la casa de Israel.

 

Todos los confines de la tierra han visto      

la salvación de nuestro Dios.

4 ¡Aclamen al Señor, todos los habitantes de la tierra,      

griten alegres, canten con júbilo!

 

5 Canten salmos al Señor con la cítara,     

con la cítara y al son de las cuerdas;

6 con los clarines y al son de la trompeta,                     

aclamen al Señor, que es el rey.             

 

7 Brame el mar y los seres que lo llenan;      

el mundo y todos sus habitantes;

8 que aplaudan los ríos     

y al mismo tiempo aclamen las montañas,

9 ante el Señor que ya viene

para gobernar la tierra.                     

 

Gobernará al mundo con justicia,       

y a los pueblos con rectitud.

 

 

SALMO 99 (98)

¡Santo es el Señor, nuestro Dios!*

Ex 19,16-17; 33,11; Nm 20,12; Is 6,3

 

1 ¡El Señor reina! Tiemblan los pueblos;       

él tiene su trono sobre los querubines: la tierra se conmueve.      

 

2 El Señor es grande en Sion,              

es excelso sobre todos los pueblos.

3 ¡Alaben tu nombre, grande y temible!

¡Él es santo!                         

 

4 Tú eres un rey poderoso que ama la justicia,   

has puesto la rectitud como fundamento,

y administras la justicia y el derecho en Jacob.

 

5 ¡Exalten al Señor, nuestro Dios!

¡Póstrense ante el estrado de sus pies!        

¡Él es santo!          

 

6 Moisés y Aarón con sus sacerdotes,

Samuel, con los que invocaban su nombre,

invocaban al Señor y él les respondía;

 

7 les hablaba desde la columna de nube.      

y ellos observaban sus decretos,

la ley que él les entregó.

 

8 Señor, Dios nuestro, tú les respondías;

fuiste para ellos un Dios que perdona,        

aunque castigabas sus malas acciones.

 

9 ¡Exalten al Señor, nuestro Dios!

¡Póstrense en su monte santo!

¡Santo es el Señor, nuestro Dios!     

 

 

SALMO 100 (99)

El Señor nos ha hecho, a él pertenecemos*

Sal 95,7; 106,1; 136,1; Jr 33,2; Ez 34,11-16

 

1 Salmo de acción de gracias.

 

2 ¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Sirvan al Señor con alegría!

¡Preséntense exultantes ante él!

 

3 Reconozcan que el Señor es Dios.               

Él nos ha hecho, a él pertenecemos;         

somos su pueblo y el rebaño de sus pastos.     

 

4 Entren por sus puertas con acciones de gracias,

por sus atrios con cantos de alabanza,        

dándole gracias y bendiciendo su nombre.

 

5 Porque el Señor es bueno,        

su amor permanece para siempre                        

y su fidelidad por todas las generaciones.

 

 

SALMO 101 (100)

Procederé con un corazón perfecto*

Jr 9,4; Sal 26,11-12; Prov 11,20; 17,20; 21,4; 25,5; 30,10

 

1 De David. Salmo

 

Dedicaré mi canto al amor y a la justicia.

A ti, Señor, cantaré salmos.    

2 Prestaré atención al camino perfecto.         

¿Cuándo vendrás a mí?  

 

Me comportaré con un corazón perfecto     

en la intimidad de mi casa.

3 No soportaré ante mis ojos

acciones malvadas.

 

Detesto al transgresor:                 

no lo tendré junto a mí.

4 Estará lejos de mí el corazón perverso;

no quiero trato con el malvado.

 

5 Al que calumnia en secreto a su prójimo       

lo haré perecer;           

al de ojos altaneros y corazón soberbio          

no lo soportaré.

 

6 Pondré mi mirada en los fieles del país           

para que habiten conmigo;

el que va por el buen camino,              

ese será mi servidor.

 

7 No habitará en mi casa

el que actúa con engaño;

el que dice mentiras                                  

no podrá estar en mi presencia.

 

8 Cada día exterminaré

a los malvados del país,

para que de la ciudad del Señor                

desaparezcan los malhechores.

 

 

SALMO 102 (101)

Ha llegado el momento de que te apiades de Sion*

Sal 22,31-32; 39,5-6; 69,36-37; Is 51,6-8 // 102,26-28: Heb 1,10-12

 

1 Oración de un afligido que desfallece y derrama su lamento ante el Señor.

 

2 ¡Señor, escucha, mi oración!

 ¡Que mi clamor llegue hasta ti!

3 No me escondas tu rostro en el día de mi angustia.          

¡Escúchame, apresúrate a responderme cuando suplico!

 

4 Porque mis días se desvanecieron como el humo

y mis huesos arden como brasas.                    

5 Mi corazón se seca como hierba que se marchita;  

¡hasta me olvido de comer mi pan!                                          

6 A fuerza de gemir, me he vuelto piel y huesos.              

 

7 Parezco una lechuza del desierto;

soy como un búho entre las ruinas.

8 No puedo dormir, y he quedado

como un ave solitaria sobre el tejado.

9 Mis enemigos me ofenden todo el día;

los que se burlan de mí, me maldicen.

 

10 En vez de pan, como ceniza,                                 

y mi bebida mezclo con el llanto.

11¡Por tu enojo, por tu indignación,

me levantaste para luego me arrojaste!

12  Mis días son una sombra que se alarga,              

y yo me voy secando como la hierba.             

  

13 Pero tú, Señor, permaneces para siempre;        

tu recuerdo dura de generación en generación.     

14 Tú te levantarás y tendrás compasión de Sion,

porque ha llegado el momento de que te apiades de ella.        

15 Tus servidores aman sus piedras

y sienten compasión de sus ruinas.

16 Así, las naciones temerán el nombre del Señor,     

y todos los reyes de la tierra, tu gloria,              

17 cuando el Señor  reconstruya Sion

y manifieste su gloria;

18 cuando preste atención a la oración del despojado,

y no desprecie su súplica.

19 Todo esto quedará escrito para las generaciones del futuro,  

y el pueblo que será creado alabará al Señor.

 

20 Porque el Señor miró desde su altura santa,   

desde los cielos contempló la tierra,

21 para oír el suspiro del cautivo,

y librar a los destinados a la muerte.    


22 Para que en Sion se proclame el nombre del Señor,

y su alabanza en Jerusalén;

23 cuando todos los pueblos se reúnan,

y los reinos sirvan al Señor.         

 

24 Cuando yo iba por el camino, él debilitó mi fuerza,

y acortó el número de mis días.

25 Entonces dije: “¡Dios mío, no me lleves en la mitad de mis días,   

tú que vives a lo largo de las generaciones.        

 

26 En los años más lejanos tú fundaste la tierra,

y los cielos fueron hechos por tus manos.       

27 Ellos perecerán, pero tú permaneces;                        

todos ellos envejecen como la ropa,           

y tú los cambias como se cambia un vestido.     

28 Pero tú eres siempre el mismo                              

y tus años no tienen fin.


29 Los hijos de tus servidores habitarán seguros,     

y su estirpe subsistirá en tu presencia”.

 

 

SALMO 103 (102)

El amor del Señor dura para siempre*

Sal 36,6; 57,11; 86,15; 145,8; Ex 34,6-7; Is 40,6-8; Eclo 2,11; Sant 5,11

 

1 De David.

 

¡Alma mía, bendice al Señor!                        

¡Que todo mi ser bendiga su santo nombre!

2 ¡Alma mía, bendice al Señor,

y no olvides ninguno de sus beneficios.          

 

3 Él perdona todas tus culpas,            

y sana todas tus enfermedades.             

4 Él salva tu vida de la tumba,                  

te corona de amor y misericordia;

5 te sacia de bienes mientras vives,

y tú rejuveneces como el águila.            

 

6 El Señor actúa con justicia

y da sentencias en favor del oprimido.          

7 Reveló sus caminos a Moisés,                 

sus hazañas a los israelitas.

 

8 El Señor  es misericordioso y compasivo,    

paciente y lleno de amor.

9 No está siempre acusando,                  

ni guarda rencor perpetuo.

10 No nos trata según nuestros pecados       

ni nos paga según nuestras culpas.

 

11 Como se levanta el cielo sobre la tierra,        

así es de grande su amor hacia los que lo temen.     

12 Como dista el oriente del occidente,

así aleja de nosotros nuestros delitos.      

 

13 Como un padre siente ternura por sus hijos,   

así el Señor siente ternura por quienes lo temen.

14 Porque él sabe cómo estamos hechos;

tiene presente que somos solo polvo.           

 

15 Los días del hombre son como la hierba;     

florecen como la flor del campo,

16 pero cuando pasa el viento sobre ella, desaparece,

y no se la verá más en el lugar donde estuvo.   

 

17 Pero el amor del Señor dura para siempre   

sobre los que lo temen,

y su justicia, pasa a los hijos de sus hijos,

18 de los que guardan su alianza

 y se acuerdan de poner en práctica sus preceptos.

 

19 El Señor estableció su trono en el cielo     

y su reino domina sobre todo lo que existe.    

20 Bendigan al Señor sus mensajeros,            

poderosos soldados que cumplen sus órdenes,

en cuando oyen el sonido de su palabra.

 

21 Bendigan al Señor todos sus ejércitos,      

sus servidores que cumplen su voluntad.

22 Bendigan al Señor todas sus obras,           

en todos los espacios de su reino.               

 

¡Alma mía, bendice al Señor!

 

 

SALMO 104 (103)

¡Señor, mi Dios, qué grande eres!*

Gn 1; 9,11-15; Job 34,14-15; 38,8-11; Prov 8,22-31 // 104,4: Heb 1,7

 

1 ¡Alma mía, bendice al Señor!            

¡Señor, mi Dios, qué grande eres!        

Te revistes de majestad y esplendor,

2 la luz te envuelve como un manto.         

 

Él despliega el cielo como una tienda    

3 y establece su morada sobre las aguas.

Usa las nubes como si fueran su carroza,   

y marcha sobre las alas del viento.        

4 Hace que los vientos sean sus mensajeros,      

y que el fuego y las llamas sean sus ministros.

 

5 Él fundó la tierra sobre sus bases,          

y permanecerá estable para siempre.

6 El  océano la cubría como un manto,       

las aguas estaban sobre las montañas.

 

7 Las aguas huyeron bajo tu amenaza,

temblaron al fragor de tu trueno;                                   

8 subieron por los montes, descendieron por los valles,

hasta el lugar que les habías preparado;

9 les pusiste una frontera que no traspasarán,    

no volverán a cubrir la tierra.

 

10 De los manantiales él hace brotar los ríos,     

que se deslizan entre los montes;

11 en ellos beben las bestias salvajes

y los asnos apagan su sed.

12 Junto a las fuentes habitan las aves del cielo      

que cantan entre el follaje.

 

13 Desde tu morada das de beber a las montañas,

y del fruto de tus obras se sacia la tierra:

14 haces crecer la hierba para el ganado,            

y las plantas que el hombre cultiva.            

 

para sacar de la tierra el pan,                    

15 y el vino que alegra el corazón del hombre;    

el aceite que hace brillar su rostro

y el pan que reconforta su corazón.        

 

16 Los árboles del Señor se sacian de agua,

los cedros del Líbano que él plantó.

17 En ellos, las aves ponen su nido;      

en sus copas, coloca su casa la cigüeña.

18 Los altos montes son para las cabras,

y las grietas son madrigueras de erizos.

 

19 Hizo la luna para señalar los días de fiesta,      

y cuando el sol alcanza su ocaso,          

20 se extiende la oscuridad y llega la noche,    

en la que vagan las bestias del bosque.

21 Los leones rugen en busca de su presa   

y piden a Dios su alimento;            

 

22 cuando aparece el sol, se retiran

y se tumban en sus guaridas;                

23 entonces el hombre sale a su trabajo,

para realizar su tarea hasta la tarde.

 

24 ¡Señor, cuántas son tus obras!                                                

A todas las hiciste con sabiduría,    

y la tierra está llena de tus criaturas.

 

25 Allí está el mar, grande y espacioso;

en él hay reptiles innumerables,         

animales grandes y pequeños;          

26 lo surcan las naves,      

y también el Leviatán que hiciste para jugar con él.  

 

27 Todos se vuelven a ti y esperan               

que, a su tiempo, les des el alimento;

28 tú se lo das y ellos lo recogen;                       

abres tu mano y se sacian de tus bienes.

 

29 Si escondes tu rostro, se espantan;        

si les quitas su aliento, mueren y vuelven al polvo.

30 Cuando envías tu aliento son creados,    

y renuevas la faz de la tierra.

 

31 ¡Que la gloria del Señor sea para siempre!

¡Que el Señor se alegre por sus obras!

32 Él contempla la tierra y la hace temblar;   

toca las montañas y echan humo.    

 

33 Cantaré al Señor mientras viva;      

cantaré salmos para mi Dios mientras yo exista.  

34 Que le agrade mi canto,            

y yo me alegraré en el Señor.

 

35 Que desaparezcan los pecadores de la tierra    

y los impíos no existan más.

¡Alma mía, bendice al Señor!

 

¡Aleluya!

 

 

SALMO 105 (104)

El Señor se acuerda para siempre de su alianza*

Sal 78; Gn 12,10-20; 15; 20; 41; 46,1-47,12; Ex 7-10; 15; 1 Cr 16,8-22

 

1 ¡Den  gracias al Señor, invoquen su nombre,

den a conocer entre los pueblos sus hazañas!               

2 ¡Canten, toquen instrumentos para él;

mediten sobre sus hechos admirables!

3 ¡Gloríense por causa de su santo nombre!

¡Que se alegre el corazón de los que buscan al Señor!

 

4 ¡Busquen al Señor que es poderoso,  

busquen sin cesar su voluntad;

5 recuerden las maravillas que ha hecho,

sus prodigios y sus decisiones!

 

6 Descendencia de Abrahán, su servidor,      

hijos de Jacob, su elegido:                      

7 él, el Señor, es nuestro Dios,

en toda la tierra rigen sus decisiones.            

 

8 Él se acuerda para siempre de su alianza,   

de la palabra establecida por mil generaciones,    

9 el pacto que hizo con Abrahán,              

el juramento que le hizo a Isaac,         

 

10 y lo que confirmó a Jacob como una decisión,   

a Israel como alianza permanente:

11 cuando le dijo: “Te daré la tierra de Canaán   

como una propiedad que recibirás como herencia”.

 

12 Cuando eran unos pocos hombres,

un número reducido de forasteros en aquella tierra,      

13 que vagaban de una nación a otra,        

 y de un reino a otro pueblo,

 

14 no permitió que nadie los oprimiera,

y por causa de ellos advirtió a los reyes:

15 “No toquen a mis ungidos,

ni hagan daño a mis profetas”.           

 

16 Trajo el hambre sobre el país,            

destruyó sus provisiones de alimentos.

17 Había enviado antes a un hombre,             

a José, que había sido vendido como esclavo.   

 

18 Le oprimieron sus pies con cadenas;          

el hierro sujetó su cuello,

19 hasta que se cumplió lo que había dicho,     

y la palabra del Señor lo acreditó.

 

20 El rey mandó que lo liberaran;        

el gobernante de pueblos lo puso en libertad,

21 lo estableció señor de su casa,     

para que administrara todo lo que poseía,

22 instruyera a sus príncipes según su voluntad

y enseñara sabiduría a sus consejeros.

 

23 Entró Israel en Egipto;            

Jacob fijó su residencia en la tierra de Cam.    

24 El Señor hizo que su pueblo fuera muy fecundo  

y más fuerte que sus opresores.

25 A estos les cambió el corazón para que odiaran a su pueblo  

y trataran con perversidad a sus servidores.   

 

26 Entonces envió a Moisés, su servidor,     

y a Aarón, a quien había elegido,          

27 para que ejecutaran sus signos contra ellos,      

y prodigios en el país de Cam.

 

28 Envió tinieblas, y hubo oscuridad.                

Pero ellos se resistieron ante sus órdenes.

29 Entonces convirtió en sangre sus aguas,    

e hizo morir a sus peces.                

 

30 Proliferaba de ranas su país,            

hasta en las habitaciones reales.

31 Dio una orden y vino una nube de mosquitos  

que se extendió por toda la región.

 

32 En lugar de la lluvia les dio granizo;    

rayos y centellas por todo el país;

33 destruyó sus viñedos y sus higueras,

y partió los árboles de la región.       

 

34 Dio una orden y llegó la langosta,       

langostas en número incontable,

35 que devoraron la hierba del país,      

y comieron los frutos de la tierra.

 

36 Mató a los primogénitos del país,     

las primicias de su vigor.

37 Pero a ellos los hizo salir con oro y plata,  

y entre las tribus no había ninguno desfalleciente.

 

38 Egipto se alegró de su partida,       

porque sobre ellos había caído el terror.

39 Extendió una nube para que los cubriera,  

y un fuego que los alumbrara durante la noche.

 

40 Suplicaron y mandó codornices,    

y los sació con el pan del cielo;   

41 partió la roca y brotó el agua,  

que corrió como un río por la tierra árida.

 

42 Se acordó de la promesa sagrada  

que había hecho a Abrahán, su servidor,

43 e hizo salir a su pueblo con alegría,

a sus elegidos entre aclamaciones jubilosas.

 

44 Les dio las tierras de los paganos,        

y ellos recibieron como herencia las riquezas de las naciones,

45 para que guardaran sus preceptos            

y cumplieran sus leyes.                      

¡Aleluya!

 

 

SALMO 106 (105)

Hemos pecado como nuestros padres*

Sal 78; Ex 14-15; 17; 32; Nm 11,4-6; 13,25-14,37; 16; 25; Dt 1,25-36; Jue 2,11-26

 

1  ¡Aleluya!

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,   

porque es eterno su amor!.

 

2 ¿Quién podrá narrar las hazañas del Señor?   

¿Quién proclamará su alabanza?

3 Dichosos los que respetan el derecho,      

los que actúan con justicia en todo tiempo.

 

4 Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo;

visítame con tu salvación,                     

5 para que vea la felicidad de tus elegidos,

participe de la alegría de tu pueblo

y me gloríe con tu heredad.

 

6 Hemos pecado como nuestros padres;         

hicimos el mal, fuimos impíos.

7 Cuando nuestros padres estaban en Egipto   

no comprendieron tus maravillas;

 

no recordaron la grandeza de tu generosidad

y se rebelaron junto al mar Rojo.            

8 Él los salvó por el honor de su nombre                       

para manifestar su poder.

 

9 Amenazó al mar Rojo, y se secó;           

los condujo por los abismos como por un desierto.    

10 Los salvó del poder de quien los odiaba;

los rescató de la mano del enemigo.               

 

11 El agua cubrió a sus adversarios,         

y no quedó ninguno de ellos.

12 Entonces creyeron en sus palabras,

y cantaron su alabanza.                                   

 

13 Pero muy pronto olvidaron sus obras;

no confiaron en su designio.

14 Ardían de avidez en el desierto             

y en la estepa pusieron a prueba a Dios.

15 Él les concedió lo que pedían,      

 y con ello les mandó un castigo.

 

16 En el campamento, tuvieron celos de Moisés     

y de Aarón, consagrado del Señor.

17 Se abrió la tierra y se tragó a Datán,         

y sepultó al grupo de Abirán.

18 El fuego consumió a sus secuaces,    

y la llama abrasó a los malvados.

 

19 Se fabricaron un becerro en el Horeb;   

se postraron ante una imagen de metal fundido,

20 confundieron la gloria de Dios           

con la imagen de un toro que come hierba.

 

21 Olvidaron a Dios que los salvaba,           

que hizo grandes obras en Egipto,

22 prodigios en el país de Cam,

maravillas junto al mar Rojo.

 

23 Él dijo que los aniquilaría,                 

pero Moisés, su elegido,                         

se mantuvo firme en su presencia,

y apartó su furor destructor.

 

24 Rechazaron un país de delicias,              

no confiaron en su palabra.

25 Murmuraron en sus tiendas,          

no obedecieron la voz del Señor.

 

26 Él entonces juró solemnemente       

abatirlos en el desierto,

27 dispersar a sus descendientes entre las naciones,

diseminarlos por los países.

 

28 Se unieron a Baal Peor               

y comieron la carne ofrecida a los dioses muertos.

29 Provocaron a Dios con sus acciones 

y una peste se difundió entre ellos.

 

30 Intervino Pinjás, hizo justicia,       

y la peste cesó.

31 Le fue tomado en cuenta a su favor,          

de generación en generación y para siempre.

 

32 También ofendieron a Dios junto a las aguas de Meribá,    

y a Moisés le fue mal por culpa de ellos,

33 porque lo amargaron

y él entonces habló sin pensar lo que decía.

 

34 No exterminaron a los pueblos,          

como había ordenado el Señor,

35 sino que se mezclaron con las naciones

y aprendieron sus costumbres.

 

36 Dieron culto a sus ídolos,                   

que fueron para ellos una trampa.

37 A sus hijos y sus hijas

los sacrificaron a los demonios.                

 

38 Derramaron sangre inocente,                           

la sangre de sus hijos y de sus hijas

que sacrificaron a los ídolos de Canaán,

y el país quedó profanado con esta sangre.     

 

39 Se contaminaron con sus obras,

y se prostituyeron con sus acciones.

40 Entonces el Señor se encendió de furor contra su pueblo,   

y aborreció su heredad.

 

41 Los entregó al poder de las naciones;

y los que los odiaban dominaron sobre ellos,

42 sus enemigos los oprimieron,

tuvieron que humillarse bajo su poder.

 

43 Muchas veces los había librado,              

pero ellos, obstinados en sus planes, y se hundieron en sus culpas.

44 Aún así, el Señor miró su angustia

cuando escuchó sus clamores.

 

45 Recordó su alianza con ellos,                  

tuvo piedad por su gran amor,

46 y les concedió misericordia,           

ante quienes los habían deportado.

 

47 ¡Sálvanos, Señor, Dios nuestro,         

y reúnenos de entre las naciones,            

para que celebremos tu santo nombre

y nos gloriemos en tu alabanza!.

 

48 ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,       

desde siempre y para siempre!

Y todo el pueblo diga: “¡Amén!”.

¡Aleluya!

 

 

SALMO 107 (106)

Clamaron al Señor y él los salvó*

Sal 106; Lv 26,40-41; Is 43,3-6; Jon 1; Job 6,6-7; 12,21-24; 22,19; Lc 1,53

 

1 ¡Den gracias al Señor porque es bueno,   

porque es eterno su amor!

 

2 Que lo digan los rescatados por el Señor,    

los que él rescató del poder del adversario.   

3 Él los reunió de todos los países,               

de oriente y de occidente, del norte y del sur.

 

4 Vagaban por el desierto y las estepas,    

pero no encontraron el camino hacia una ciudad donde habitar.

5 Estaban hambrientos, sedientos,       

a punto de desfallecer.

 

6 En su angustia clamaron al Señor    

y él los salvó de su aflicción;

7 los condujo por un camino derecho      

hacia una ciudad donde habitar.      

 

8 ¡Den gracias al Señor por su amor,

por  sus prodigios en favor de los hombres!

9 Porque sació a los sedientos             

y colmó de bienes a los hambrientos.       

 

10 Moraban en las tinieblas y en las sombras de la muerte,   

prisioneros de la miseria y las cadenas,

11 porque se habían rebelado contra las palabras de Dios     

y habían despreciado el designio del Altísimo.

12 Él sometió su corazón con duras pruebas,

tropezaban y nadie los ayudaba.

 

13 En su angustia clamaron al Señor    

y él los salvó de su aflicción;

14 los sacó de las tinieblas y de las sombras de la muerte,      

rompiendo sus cadenas.                  

 

15 ¡Den gracias al Señor  por su amor,

por sus prodigios en favor de los hombres!

16 Porque rompió las puertas de bronce        

e hizo saltar las cerraduras de hierro.

 

17  Por su conducta rebelde y por sus culpas,

los insensatos estaban atormentados:

18 rechazaban cualquier alimento            

y se acercaban al umbral de la muerte.

 

19 En su angustia clamaron al Señor                 

y él los salvó de su aflicción;

20 envió su palabra y los sanó,                

los libró de la destrucción.

 

21 ¡Den gracias al Señor  por su amor,

por sus prodigios en favor de los hombres!

22 Que le ofrezcan sacrificios de acción de gracias     

y proclamen sus obras con alegría.

 

23 Los que surcan el mar sobre las naves       

y comercian en las aguas caudalosas

24  vieron las obras del Señor  

y sus prodigios en el mar profundo.

 

25 El habló, y se levantó el viento,            

una tempestad que encrespaba las olas.

26 Ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo

y desfallecían en la desgracia;

27 tropezaban, se tambaleaban como ebrios,      

había desaparecido su pericia.

 

28 En su angustia clamaron al Señor              

y él los salvó de su aflicción;

29 redujo la tempestad a la calma,              

callaron las olas.

30 Ellos se alegraron cuando vino la calma

y él los condujo hasta el puerto anhelado.

 

31 ¡Den gracias al Señor  por su amor,

por sus prodigios en favor de los hombres!

32 Que lo exalten en la asamblea del pueblo  

 y lo alaben en el consejo de los ancianos.

 

33 Él cambió los ríos en desierto,     

los manantiales de agua en lugares áridos,

34 la tierra fértil en una salina.

como castigo por la maldad de sus habitantes.

 

35 Él cambió el desierto en un lago       

y la tierra seca en manantiales de agua;

36 allí estableció a los hambrientos,

y ellos fundaron una ciudad donde habitar.

 

37 Sembraron campos y plantaron viñas    

que produjeron frutos abundantes;

38 él los bendijo y se multiplicaron,   

y no disminuyó su ganado.

 

39 Cuando sean pocos y estén abatidos

por la opresión, las desventuras y los dolores,

40 el que arroja el desprecio sobre los poderosos   

y los hace vagar por un desierto sin caminos,

41 levantará al pobre de la miseria       

y hará familias tan numerosas como rebaños.

 

42 Lo verán los justos y se alegrarán,    

y los inicuos cerrarán la boca.  

43 Quien es sabio observe estas cosas,    

y comprenderá el amor del Señor.

 

 

SALMO 108 (107)

Tú, Dios, nos has rechazado*

Sal 57,8-12; 60,7-14

 

1 Canto. Salmo de David.

 

2 ¡ Dios, mi corazón está firme!         

¡Alabaré y cantaré salmos, gloria mía!     

3 Despierten arpa y cítara,       

quiero despertar a la aurora.

 

4 Te daré gracias en medio de los pueblos, Señor,

cantaré para ti entre las naciones,

5 porque tu amor es más grande que los cielos    

y tu fidelidad llega hasta las nubes.            

 

6 ¡Elévate sobre los cielos, Dios,                      

y que tu gloria se extienda sobre toda la tierra!

 

7 Para que tus amigos queden liberados,       

salva con tu diestra. ¡Respóndeme!

 

8Dios habló en su santuario:

“Triunfaré, dividiré Siquén

y repartiré el valle de Sucot.

 

9  Galaad me pertenece, y también Manasés;

Efraín es el yelmo de mi cabeza,

Judá, mi bastón de mando,

 

10  Moab, el recipiente donde me lavo.

Tomaré posesión de Edom;

sobre Filistea gritaré victoria”.

 

11¿Pero, quién me conducirá a la ciudad fortificada?

¿Quién me guiará hasta Edom,

12 si tú, Dios, nos has rechazado            

y ya no sales, Dios, con nuestras tropas?

 

13 Danos tu ayuda frente al enemigo

porque es ilusoria la ayuda de los hombres.     

 14 Con Dios conquistaremos el poder.          

Será él quien aplaste a nuestros enemigos.

 

 

SALMO 109 (108)

Me devuelven mal por bien*

Sal 22,7-8.32; 35,12-13.22; Is 65,13-15; Job 5,4-5; 20,18-19 // 109,8: Hch 1,20

 

1Al maestro del coro. De David. Salmo.

 

¡Dios, a quien yo alabo,

no te quedes callado!                               

2 Porque las bocas de i­­mpíos y traidores se abren contra mí;

 me hablan con palabras mentirosas.

 

3 Me envuelven con sus palabras llenas de odio,

y me combaten sin razón.

4 Retribuyen mi amor con acusaciones,     

y sin embargo yo continúo orando.

5 Me devuelven mal por bien,                   

y odio, a cambio de mi amor:

 

6 “Levanta a un malvado que se ponga  contra él,

un acusador que se ponga a su derecha;

7 que cuando sea juzgado, lo declaren culpable,

y que su oración sea tenida por blasfemia.   

 

Que su vida sea corta,                   

y otro ocupe su puesto.                     

9 Que sus hijos queden huérfanos,           

y su mujer quede viuda.

 

10 Que sus hijos vaguen mendigando,

expulsados de las ruinas de su casa.

11 Que un acreedor se quede con sus bienes

y los extraños arrebaten sus ganancias.

 

12 Que ninguno tenga compasión de él,

que nadie se apiade de sus huérfanos.

13 Que su descendencia sea exterminada,   

y en una sola generación se olvide su apellido.

 

14 Que recuerden ante el Señor la culpa de sus padres,

y el pecado de su madre nunca sea borrado:

15 ¡que estén siempre ante el Señor,

y él extinga de la tierra su recuerdo!        

 

16 Porque se olvidó de actuar con misericordia,

y persiguió al humilde, al indigente, y al deprimido hasta matarlos.

17 Él amaba maldecir: que la maldición le caiga encima;

él no quería bendecir: que la bendición se aleje de él.

 

18 Se revistió de maldición como de un manto,             

que penetre en su interior como agua y en sus huesos como aceite.  

19 ¡Este sea ese el vestido que lo cubra,

y el cinturón que lo ciña para siempre!”.

 

20 Esa sea la recompensa de parte del Señor,

para los que me acusan y dicen maldades contra mí.

21 Pero tú, Señor, mi Dios, actúa en mi favor por causa de tu nombre.

¡Sálvame, porque tu amor es grande!  

 

22 Yo, en cambio, soy miserable e indigente,     

y mi corazón está herido en lo profundo.

23 Me desvanezco como una sombra que se alarga,   

y me apartan como si fuera una langosta.

 

24 Mis rodillas vacilan por el ayuno,

y mi carne, desnutrida, se consume.

25 Me he convertido en objeto de su burla,

y cuando me ven hacen gestos moviendo la cabeza.   

 

26 ¡Ayúdame, Señor, mi Dios!

¡Sálvame por tu amor!       

27 Y sepan que esto     

lo haces tú mismo con tu mano.

 

28 Que ellos maldigan, pero tú bendecirás.   

Cuando se levanten, queden avergonzados,                            

para que tu servidor pueda alegrarse.

29 Que los que me acusan queden cubiertos de infamia,    

que la vergüenza los cubra como un manto.

 

30 En  voz alta daré gracias al Señor,     

lo alabaré en medio de la multitud,      

31 porque él está junto al necesitado

para salvarlo de quienes  lo juzgan.

 

 

SALMO 110 (109)

Tú eres sacerdote para siempre*

Sal 2; Mt 26,64; Hch 2,34-35; Rom 8,34; Ef 1,20; Heb 5,5; 7,1; 8,1; 10,12

// 110,1: Mt 22,4; Mc 12,36; Lc 20,42-43; Hch 2,34-35; 1 Cor 15,25; Heb 1,13; 4: Heb 5,6; 7,17.21

 

1 De David. Salmo.

 

Oráculo del Señor a mi Señor.    

“Siéntate a mi derecha            

hasta que ponga a tus enemigos      

como tarima de tus pies”.              

 

2 Desde Sion extenderá el Señor

el poder de tu reinado.

¡Domina en medio de tus enemigos!    

 

3Tu pueblo se te someterá,

en el día en que recibas el poder con esplendor sagrado.

 Desde el seno de la aurora,

yo te engendré como rocío.

 

4 El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá:

“Tú eres sacerdote para siempre        

a la manera de Melquisedec”.          

 

5 El Señor, a tu derecha,       

abatirá a los reyes el día de su ira.

 

6 Juzgará a las naciones, amontonará cadáveres,   

y quebrantará cabezas a lo ancho del país.

 

7Beberá del torrente mientras va de camino,

por eso levantará la cabeza.

 

 

SALMO 111 (110)

La justicia del Señor dura para siempre*

Sal 112,3; Prov.1,7; 9,10; Eclo 1,14 // 111,2: Ap 15,3

 

1 ¡Aleluya!

 

Alef                Doy gracias al Señor con todo mi corazón     

Bet                   en la reunión de los justos y en la asamblea.    

2 Guimel          Las obras del Señor son muy grandes,  

Dalet los que las aman deben prestarle atención.

 

3 He                 Hay majestad y esplendor en sus acciones,

Vau                y su justicia es eterna.        

4 Zain               Dejó una memoria de sus maravillas,

Jet                 el Señor compasivo y misericordioso.   

 

5 Tet                 Dio  sustento a los que lo temen

Yod                acordándose siempre de su alianza.     

6 Kaf                Manifestó a su pueblo sus obras poderosas

Lámed           cuando le concedió las naciones como herencia.   

 

7 Mem              La verdad y el derecho son obras de sus manos;

Nun               sus preceptos son dignos de confianza,   

8 Samek           afianzados para siempre,

Ain                 se deben cumplir con verdad y rectitud.

 

9 Pe                  Envió la liberación a su pueblo,

Sade              y confirmó su alianza para siempre.

Qof                Su nombre es santo y temible.

         

10 Res               Principio de la sabiduría es el temor del Señor;  

Sin                 son prudentes los que lo practican.

Tau                ¡Su alabanza permanece para siempre!

 

 

SALMO 112 (111)

Dichoso el hombre que se compadece*

Sal 1; 111 // 112,9: 2 Cor 9,9

 

1 ¡Aleluya!

 

Alef                Dichoso el hombre que teme al Señor                     

Bet                 y se deleita en sus mandamientos.         

2 Guimel          Su descendencia será fuerte en el país,

Dalet la estirpe de la gente honesta será bendecida.

 

3 He                 Habrá bienes y riqueza en su casa,

Vau                y será siempre reconocido como justo.       

4 Zain              En las tinieblas brota una luz,          

Jet                 para el honesto, compasivo, misericordioso y justo.

 

5 Tet                 Dichoso el hombre que se compadece, da en préstamo,         

Yod                y administra sus bienes con rectitud.

6  Kaf               El justo nunca vacilará

Lámed           y será siempre recordado.

 

7 Mem              No temerá un anuncio de desgracia,

Nun               su corazón está firme, confiado en el Señor;

8 Sámek           su corazón está seguro, no temerá,

Ain                 hasta ver derrotados a sus enemigos.

 

9 Pe                  Da con generosidad a los pobres,  

Sade              su justicia permanece para siempre,

Qof                su poder aumentará con honor.

 

10 Res               El malvado lo ve  y se enfurece,

Sin                 rechina los dientes y se consume.     

Tau                ¡La ambición de los malvados se frustra!  

 

 

SALMO 113 (112)

El Señor levanta del polvo al desamparado*

 

1 ¡Aleluya!

 

¡Alaben, servidores del Señor,

alaben el nombre del Señor!        

2 Bendito sea el nombre del Señor,      

ahora y por siempre.

3 Desde la salida del sol hasta su ocaso      

sea alabado el nombre del Señor.

 

4 El Señor es excelso sobre todas las naciones,

su gloria está por encima de los cielos.

5 ¿Quién es como el Señor nuestro Dios,

que ha puesto su trono en las alturas        

6 y se inclina para mirar    

el cielo y la tierra?

 

7 Levanta del polvo al desamparado,     

alza de la basura al indigente,

8 para darle un sitio con los nobles,

con los nobles de su pueblo;

9 y a la estéril le da un hogar,        

como madre feliz de sus hijos.

 

¡Aleluya!

 

 

SALMO 114 (113 A)

¿Qué te sucede, mar, que huyes?*

Sal 78,54; 74,14-15; Ex 17,1-7; 19,6; Jos 3,14-17; Jue 5,4

 

1 Cuando Israel salió de Egipto,     

la familia de Jacob de en medio de un pueblo extranjero,

2 Judá se convirtió en su santuario,

Israel en su dominio.

 

3 Lo vio el mar, y se apartó,          

el Jordán se volvió atrás.             

4 Los montes saltaron como carneros,   

las colinas como corderos.

 

5 ¿Qué te sucede, mar, que huyes,

y a ti Jordán, que te echas atrás?

6 ¿Y a ustedes, montañas, que saltan como carneros,

colinas, que saltan como corderos?

 

7 Tiembla la tierra en presencia del Señor,

en presencia del Dios de Jacob,

8 porque él convierte la roca en una laguna,   

las piedras, en manantiales.

 

 

SALMO 115 (113 B)

Los ídolos son obra de las manos del hombre*

Sal 118,2-4; 135,15-18; Dt 1,10-11; Ez 36,22-23; Bar 6

 

1 No nos glorifiques a nosotros, Señor,   

sino glorifica tu nombre    

por tu amor y tu fidelidad.

2 ¿Por qué deberían decir las naciones:  

“Dónde está su Dios?”.

 

3 Nuestro Dios está en los cielos,               

y hace todo lo que desea.      

4 Los ídolos de ellos son solamente oro y plata,  

obra de manos humanas.       

 

5 Tienen boca pero no hablan,     

ojos, pero no ven,     

6 oídos, pero no oyen,

narices, pero no huelen.

 

7 Tienen manos pero no palpan,     

pies, pero no caminan,

ni un murmullo escapa de su garganta.

8 Sean como los ídolos quienes los fabrican

y quienes en ellos confían.

 

9 ¡Pueblo de Israel, tú confía en el Señor!     

Él es tu auxilio y tu escudo.  

10 ¡Familia de Aarón, confía en el Señor!

Él es tu auxilio y tu escudo.

11 ¡Cuantos lo temen, confíen en el Señor!

Él es su auxilio y su escudo.

 

12 Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga:

bendiga al pueblo de Israel,

bendiga a la familia de Aarón,

13 bendiga a los que temen al Señor,    

a los pequeños junto con los grandes.

 

14 El Señor les dé prosperidad,

a ustedes y a sus hijos.

15 Que a ustedes los bendiga el Señor   

que hizo el cielo y la tierra.

16 Los cielos pertenecen al Señor,

pero la tierra la entregó a los seres humanos.   

 

17 Los muertos no pueden alabar al Señor,    

ninguno de los que descienden a la tumba;

18 pero nosotros bendecimos al Señor

ahora y por siempre.

 

¡Aleluya!

 

 

SALMO 116 (114-115)

Tú, Señor, libraste mi alma de la muerte*

Ex 34,6; Lv 7,11; Sal 18,5-7 // 116,10: 2 Cor 4,13

 

1 Amo al Señor porque escuchó    

la voz de mi súplica,

2 porque me prestó atención

cuando lo invocaba.

 

3 Me cercaban los lazos de la muerte,  

se apoderaban de mí las angustias del lugar de los muertos;

me encontraba  triste y afligido,

4 entonces invoqué el nombre del Señor:     

“¡Te ruego, Señor, sálvame!”.  

 

5 El Señor es compasivo y justo,     

nuestro Dios es misericordioso.

6 El Señor protege a los humildes:   

yo estaba afligido y él me salvó.

 

7 Alma mía, vuelve a la calma,

¡el Señor lo hizo todo por ti!

8 Porque tú, Señor, libraste mi alma de la muerte,       

mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.   

 

9 Caminaré en presencia del Señor

en la tierra de los vivientes.    

 

10 Yo seguía confiando aun cuando decía:

“¡Qué desgraciado soy!”,

11 y pensaba en mi consternación:        

“¡Todos los hombres son mentirosos!”.  

 

12 ¿Cómo retribuiré al Señor

por todo el bien que me hizo?

13 Alzaré la copa de la salvación

e invocaré el nombre del Señor.

14 Cumpliré mis promesas al Señor,    

en presencia de todo su pueblo.

 

15 Es muy costosa para el Señor  

la muerte de sus fieles.

16 ¡Señor, yo soy tu servidor!;   

¡yo soy tu servidor, el hijo de tu esclava,  

y tú rompiste mis cadenas!.

 

17 Te ofreceré un sacrificio de acción de gracias  

e invocaré el nombre del Señor.

18 Cumpliré mis promesas al Señor     

en presencia de todo su pueblo,

19 en los atrios de la casa del Señor,    

en medio de ti, Jerusalén.

 

¡Aleluya!

 

 

SALMO 117 (116)

¡Alaben al Señor, todas las naciones!*

Sof 3,9 // 117,1: Rm 15,11

 

1 ¡Que alaben al Señor, todas las naciones!  

¡Que lo glorifiquen todos los pueblos!

 

2 Porque su amor por nosotros es inconmovible,   

y la fidelidad del Señor permanece para siempre.  

 

¡Aleluya!

 

 

SALMO 118 (117)

Te doy gracias porque me escuchaste*

Ex 15,2; 24,7-10; 115; 135,19-20; Mt 21,9.42; 23,39; Hch 4,11 // 118,6: Heb 13,6 ; 22-23: Mt 21, 42; Mc 12,10-11; Lc 20,17; Hch 4,11; 1 Pe 2,7; 25-26: Mt 21,9; 23, 39;Mc 11,9; Lc 13,35; 19,38 ; Jn 12,13

 

1 ¡Den gracias al Señor porque es bueno,      

 porque es eterno su amor!.   

 

2 Que lo diga Israel:     

es eterno su amor.

 

3 Que lo diga la familia de Aarón:

es eterno su amor.

 

4 Que lo digan los que temen al Señor:

 es eterno su amor.

 

5 En la angustia clamé al Señor,

el Señor me respondió y me puso a salvo.

 

6 El Señor está conmigo, no tengo miedo.    

¿Qué me puede hacer el hombre?           

7 El Señor está conmigo, él es mi ayuda,  

puedo desafiar a los que me odian.

 

8 Es mejor refugiarse en el Señor

que confiar en los hombres.    

9 Es mejor refugiarse en el Señor

que confiar en los poderosos.       

 

10 Me rodearon todas las naciones;

las derroté en el nombre del Señor.

11 Me rodearon, me cercaron;

las derroté en el nombre del Señor.

12 Me rodearon como avispas,                

se extinguieron como espinas en el fuego;    

las derroté en el nombre del Señor.

 

13 Me  empujaban con fuerza para hacerme caer,

pero el Señor vino en mi ayuda.

14 El Señor es mi fuerza y mi canción,      

él fue mi salvación.

 

15 Hay gritos de júbilo y victoria

en los campamentos de los justos:

¡La diestra del Señor hace obras poderosas,  

16 la diestra del Señor está en alto;

la diestra del Señor hace obras poderosas!

 

17 No moriré sino que viviré      

y anunciaré las obras del Señor.

18 El Señor me probó con dureza,        

pero no me entregó a la muerte.

 

19 Ábranme las puertas de la justicia:

quiero entrar para dar gracias al Señor.

 

20 Esta es la puerta del Señor,        

por donde entran los justos.

 

21 Te doy gracias porque me escuchaste  

y fuiste mi salvación.

 

22 La piedra rechazada por los constructores    

ha llegado a ser la piedra angular.

23 Esta es la obra del Señor:

una maravilla ante nuestros ojos.

 

24 Este es el día que hizo el Señor:

¡Festejemos y alegrémonos en él!

25 ¡Señor, danos la salvación!                     

¡Señor, danos prosperidad!

 

26 Bendito el que viene en el nombre del Señor.          

Los bendecimos desde la casa del Señor;    

27 Dios, el Señor, nos ilumina.             

 

¡Agrúpense en una procesión con ramos,

acérquense a las esquinas del altar!.

 

28 ¡Tú eres mi Dios, te doy gracias!;

¡Dios mío, yo te glorifico!.

 

29 ¡Den gracias al Señor porque es bueno,  

porque es eterno su amor!.           

 

 

SALMO 119 (118)

¡Cuánto amo tu ley, Señor!*

Sal 1; 19,8-15

 

1 Alef          Dichosos los de conducta íntegra,         

   que caminan en la ley del Señor.

2                  Dichosos los que observan sus decisiones

   y lo buscan de todo corazón.      

3                  Estos, que sin cometer injusticia,

   andan por sus caminos.            

 

4                  Tú diste tus preceptos

   para que sean observados fielmente.

5                  Ojalá sea firme mi caminar

   para custodiar tus decretos.

6                  Entonces no deberé avergonzarme,    

   por haber guardado tus mandatos.

 

7                  Te alabaré con corazón sincero,

   cuando haya comprendido tus justas sentencias;

8                  observaré tus decretos,

                   no me abandones nunca.          

 

 

9 Bet           ¿Cómo podrá un joven mantener una conducta pura?

                   Custodiando tu palabra.

10                Te he buscado con todo el corazón,     

                   no permitas que me desvíe de tus mandatos.

11                En mi corazón conservo tu palabra,   

                   para no pecar contra ti.

 

12                Bendito eres Señor,

                   enséñame tus decretos.                           

13                Con mis labios he relatado

                   las sentencias de tu boca.

14                Me alegro al recordar tus decisiones,        

                   más que en cualquier otro bien.

 

15                Meditaré tus preceptos,

                   y prestaré atención a tus caminos.     

16                En tus decretos encontraré mi alegría,    

                   no me olvidaré de tus palabras.         

 

 

 17 Guimel   Favorece a tu servidor;

                   entonces viviré y custodiaré tu palabra.

18                Ábreme los ojos y contemplaré

                   las maravillas de tu ley.                       

19                Yo soy un forastero en el país,        

                   no me ocultes tus mandamientos.

 

20                Me consumo en el deseo                 

                   de aceptar tus sentencias en todo momento.

21                Tú amenazas a los orgullosos:

                   ¡Malditos los que se apartan de tus mandatos!  

22                Aleja de mí el oprobio y el desprecio       

                   porque recuerdo tus decisiones.

 

23                 Aunque los poderosos conspiran contra mí,   

                    tu servidor medita tus decretos.

24                 Tus decisiones son mi alegría,         

                    y ellas son mis consejeras.

 

25 Dalet        Estoy postrado en el polvo,         

                     dame vida, conforme a tu palabra.

26                  Te expuse mis proyectos y tú me respondiste;

                     enséñame tus decretos.                                      

27                  Que yo pueda comprender el sentido de tus preceptos

                     y así meditaré en tus prodigios.

 

28                  Derramo lágrimas de tristeza;   

                     confórmame según tu palabra.

29                  Aleja de mí la mentira  

                     y concédeme el don de tu ley.

30                  Elegí el camino de la fidelidad,

                     me conformo a tus sentencias.

 

31                  Me aferro a tus decisiones;

                          Señor, que no deba avergonzarme.  

32                  Correré por el camino de tus mandatos

                     porque has ensanchado mi corazón.  

 

33 He             Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes     

                      y yo lo seguiré.

34                   Que pueda comprender tu ley para observarla       

                      y respetarla de corazón.

35                   Guíame por el sendero de tus mandatos         

                      porque en él encuentro complacencia.

 

36                   Inclina mi corazón hacia tus decisiones,   

                      y no hacia las ganancias injustas.   

37                   Aparta mis ojos de lo vano,

                      para que viva en tu camino.

38                   Confirma a tu servidor la promesa

                      que hiciste a los que te temen.

 

39                    Aleja el oprobio que me espanta,          

                       porque tus sentencias son buenas.

40                    Deseo escuchar tus instrucciones:   

                       concédeme que viva en tu justicia.

 

41 Vaw            Señor, que tu amor llegue hasta mí,    

                       tu salvación, conforme a tus promesas.   

42                    Responderé al que me insulta     

                       porque confío en tu palabra.

43                    No quites nunca de mi boca la palabra sincera,

                       porque confío en tu sentencia.

 

44                    Custodiaré por siempre tu ley,

                       por siempre jamás.

45                    Caminaré seguro

                       porque he investigado tus preceptos.   

46                    Ante los reyes hablaré de tus decisiones  

                       y no quedaré avergonzado.             

 

47                    Me deleitaré en tus mandamientos

                       que tanto amo.                  

48                    Juraré por los preceptos que amo,

                       meditaré en tus mandamientos.

 

49 Zain            Recuerda la promesa que hiciste a tu servidor,

                       en la que sigo esperando.

50                    Este es mi consuelo en la miseria:        

                       ¡Tu palabra me da vida!        

51                    Los arrogantes me insultan duramente,   

                       pero no me desvío de tu ley.      

 

52                    Recuerdo tus sentencias de otros tiempos,

                             Señor, y quedo consolado.

53                    Se apodera de mí la indignación      

                       contra los impíos que abandonan tu ley.

54                    Tus estatutos son una canción para mí

                       en cualquier lugar donde yo habite.

 

55                    Recuerdo tu nombre, Señor,  en la noche,

                       y quiero observar tu ley.

56                    Esto es lo que me corresponde:

                       observar tus preceptos.

 

57 Jet              Yo dije: “Lo que tú quieres de mí, Señor,

                       es que observe tus palabras”.

58                    Con todo el corazón te supliqué:

                       concédeme tu gracia conforme a tu promesa.

59                    He examinado mi comportamiento

                       y volví mis pasos hacia tus principios.

 

60                    Con diligencia, sin tardanza,

                       observo tus mandamientos.

61                    Me han rodeado los lazos de los malvados       

                       pero no he olvidado tu ley.      

62                    En medio de la noche me levanto

                       para alabarte por tus justas sentencias.

 

63                    Soy amigo de los que te son fieles   

                       y observan tus preceptos.

64                    La tierra está llena de tu amor, Señor,  

                       concédeme comprender tus mandatos.

 

65 Tet              Has hecho mucho bien a tu servidor,

                             Señor, conforme a tu palabra.

66                     Enséñame la bondad, la prudencia y el conocimiento,

                        porque confío en tus mandatos.

67                     Antes de ser humillado andaba perdido    

                        pero ahora observo tu palabra.

 

68                     Tú eres bueno y haces el bien,         

                        enséñame tus mandatos.          
 69                     Me cubrieron de mentiras los arrogantes,     

                         pero yo observo tus preceptos de todo corazón.

70                      Como grasa tienen embotado su corazón,     

                         pero yo me regocijo en tu ley.

 

71                      Me hizo bien haber sido humillado,             

                         porque así aprendí tus leyes.

72                      La ley de tu boca es más preciosa

                         que miles de monedas de oro y plata.           

 

73 Yod               Tus manos me hicieron y me dieron firmeza,   

                          concédeme comprender y aprender tus mandamientos.  

74                       Tus fieles se alegran cuando ven

                          que espero en tu palabra.                            

75                       Yo sé que tus sentencias son justas, Señor,

                          y que tenías razón al humillarme.

 

76                       Consuélame por tu amor,                            

                          de acuerdo con la promesa que hiciste a tu servidor.

77                       Que tu misericordia llegue a mí y viviré       

                          porque tu ley es mi alegría.

78                       Queden avergonzados los arrogantes que me cubren de mentiras,  

                          pero yo meditaré en tus preceptos.

 

79                       Que se reúnan conmigo tus fieles

                          y los que conocen tus disposiciones.

80                       Que mi corazón no busque otra cosa que cumplir tus mandamientos,

                          para que no tenga que avergonzarme.    

 

81 Kaf                 Mi alma desfallece por tu salvación,  

                           esperando en tu palabra.

82                                    Mis ojos desfallecen por tu promesa

                           mientras digo: «¿Cuándo me consolarás?».

83                         Hecho igual a un odre reseco por el humo,     

                            no he olvidado tus preceptos.               

 

84                         ¿Cuántos serán los días de tu servidor?    

                            ¿Cuándo darás sentencia contra mis perseguidores?   

85                         Los arrogantes que no siguen tu ley

                            me han cavado una fosa;                

86                         todos tus mandamientos son honestos,

                            pero los malvados me persiguen con mentiras. ¡Por favor, ayúdame!     

 

87                         Un poco más y casi me hacen desaparecer  en la tierra,

                            pero yo no abandoné tus preceptos.

88                         Dame la vida conforme a tu amor,  

                            y observaré los decretos de tu boca.

 

89 Lamed              Por siempre, Señor,

                             tu palabra está firme en los cielos.

90                          Por generaciones dura tu fidelidad:   

                             has mantenido la tierra y ella permanece.   

91                          Por tus sentencias todo subsiste hasta el día de hoy,

                             porque el universo está a tu servicio.

 

92                          Si tu ley no fuera mi delicia,

                             habría perecido en mi aflicción.

93                          Jamás olvidaré tus preceptos,

                             porque con ellos me das vida.    

94                          Yo soy tuyo, sálvame,  

                             porque busco tus preceptos.

 

95                          Los malvados me acechan para perderme,

                             Yo, en cambio, procuro comprender tus decisiones.

96                          He visto que todo lo perfecto tiene fin,

                             pero tu mandamiento no tiene límites.

 

97 Mem                 ¡Cuánto amo tu ley!   

                            Todo el día medito en ella.       

98                          Tu mandamiento, que siempre está conmigo,

                             me hace más sabio que mis enemigos.

99                          Soy más sabio que todos mis maestros

                             porque medito en  tus decisiones.

 

100                         Soy más prudente que los ancianos   

                             porque observo tus preceptos.

101                         Cerré el camino del mal a mis pasos   

                             para custodiar tu palabra.

102                         No me aparto de tus sentencias,

                             porque tú me guías.

 

103                                     ¡Qué dulce a mi paladar es tu palabra!  

                             Más que la miel a mi boca

104                         A la luz de tus preceptos, adquiero inteligencia,

                             por eso odio el camino de la mentira.   

 

105 Nun                 Tu palabra es una lámpara para mis pasos,  

                             una luz en mi sendero.

106                         Lo juro y lo confirmo:     

                             custodiaré tus justas sentencias.

107                         Estoy afligido hasta el extremo, Señor.

                             ¡Dame vida de acuerdo con tu palabra!  

 

108                         Acepta, Señor, la ofrenda de mis labios.   

                             Concédeme que comprenda tus sentencias.

109                         Aunque siempre puedo disponer de mi vida

                             no me olvidaré de tu ley.

110                         Los enemigos me pusieron una trampa   

                             pero no me desvié de tus preceptos.   

 

111                         Mi herencia son tus decisiones desde siempre,  

                             ellas son la alegría de mi corazón.  

112                         Incliné mi corazón a cumplir tus estatutos,

                             ellos son mi recompensa para siempre.

 

113 Samek              Detesto a los hipócritas,      

                              pero amo tu ley;   

114                          tú eres mi escudo y mi refugio,   

                              espero en tu palabra.

115                          ¡Que se aparten de mí los malvados!    

                              Yo quiero observar los mandamientos de mi Dios.

 

116                          Dame fuerza según tu promesa y viviré;

                              que no me avergüence por esperar en ti.   

117                          Si tú me sostienes estaré a salvo

                              y nunca perderé de vista tus preceptos.

118                          Tú rechazas al que abandona tus mandatos 

                              porque sus argumentos son mentiras.

 

119                          Consideras como escoria a los malvados del país,    

                              por eso amo tus decisiones.    

120                                       Tiemblo de miedo ante ti   

                              y temo tus sentencias.

 

121 Ain                   He actuado según el derecho y la justicia;

                              no me abandones en poder de mis opresores.

122                          Asegura el bienestar de tu servidor

                              para que los arrogantes no me opriman.   

123                          Mis ojos desfallecen por tu salvación  

                              y por tus justas palabras.

 

124                          Actúa con tu servidor conforme a tu amor

                              y concédeme comprender tus mandatos.

125                          ¡Yo soy tu servidor! Dame entendimiento  

                              y así conoceré tus decisiones.

126                          Señor, es tiempo de que actúes  

                              contra los que se burlan de tu ley.

 

127                          Por encima de todo amo tus mandamientos,             

                              más que el oro, más que el oro fino.    

128                          Por eso considero justos todos tus preceptos,

                              y odio el camino de la mentira.  

 

129 Pe                     Tus decisiones son maravillosas,  

                              por eso las observo.

130                                       La explicación de tu palabra ilumina  

                              y da inteligencia a los sencillos.

131                          Abro mi boca y suspiro,

                              anhelando tus mandamientos.

 

132                          ¡Vuélvete hacia mí! Muéstrame tu misericordia             

                              como haces con los que aman tu nombre.

133                          Asegura mis pasos conforme a tu palabra     

                              y que ningún mal domine sobre mí.

134                          Líbrame de la opresión de los hombres,

                              para que pueda observar tus preceptos.

 

135                           ¡Que tu rostro resplandezca sobre tu servidor!     

                               ¡Enséñame tus mandatos!    

136                           Derraman lágrimas mis ojos  

                               porque tu ley no se respeta.

 

137 Sade                  Tú eres justo, Señor,  

                               y recto en tus sentencias.

138                           Estableciste tus decisiones con justicia

                               y con gran fidelidad.

139                           El celo me devora    

                               porque mis adversarios olvidaron tus palabras.

 

140                           Preciosa es tu palabra,

                                tu servidor la ama.     

141                           Yo soy pequeño y despreciado

                                pero no olvido tus preceptos

142                            Tu justicia es justicia eterna,

                                 y tu ley es fidelidad.

 

143                             Angustia y afán se apoderan de mí,

                                 pero tus mandamientos son mi deleite.

144                             Tus decisiones son siempre justas;

                                  concédeme que las comprenda y tendré vida.    

 

145 Qof                       Te invoco de todo corazón;           

                                  respóndeme Señor, y observaré tus mandatos.

146                              A ti clamo, sálvame,  

                                  y pondré tus decisiones ante mis ojos.

147                              Me anticipo a la aurora para pedir tu ayuda,  

                                  yo espero en tu palabra;

 

148                              me despierto antes del amanecer   

                                  para meditar tu palabra.

149                              Escucha mi voz de acuerdo con tu amor;

                                  dame vida, Señor, de acuerdo con tus sentencias

150                              Se aproximan mis perseguidores;

                                  sus designios están lejos de tu ley.

 

151                              Tú, Señor, estás cerca   

                                  y todos tus mandamientos son seguros.

152                              Desde hace mucho tiempo conozco tus exigencias,

                                  las que estableciste para siempre.

 

153 Resh                     Contempla mi miseria y líbrame de ella,

                                   porque no he olvidado tu ley.   

154                               Defiende mi causa, rescátame;

                                   concédeme vida conforme a tu palabra

155                               La salvación está lejos de los malvados

                                   porque descuidan tus preceptos.

 

156                                        Señor, ¡qué grande es tu ternura!   

                                    Concédeme vida conforme a tus sentencias

157                                Mis perseguidores y adversarios son muchos,   

                                    pero yo no me aparto de tus decisiones.   

158                                Los rebeldes me inspiran repugnancia  

                                    porque no observan tu palabra.

 

159                                Señor, ¡yo amo tus mandatos!  

                                    ¡Concédeme vida conforme a tu amor

160                                El fundamento de tu palabra es la fidelidad,

                                    tu justa sentencia se mantiene para siempre.

 

161 Sin                          Los poderosos me persiguen sin motivo,  

                                     pero mi corazón respeta tu palabra.

162                                 Yo exulto por tu palabra

                                      como quien disfruta de un rico botín.

163                                  Odio y detesto la mentira,  

                                      pero amo tu ley.        

 

164                                  Siete veces al día te alabo

                                      por tus justas sentencias.

165                                  Grande es la paz para quien ama tu ley,    

                                      no tropezará en su camino.

166                                  He esperado en tu salvación, Señor,

                                      y he cumplido tus mandamientos.

 

167                                  He tenido en cuenta tus decisiones

                                      y las he amado profundamente.

168                                  He observado tus preceptos y tus decisiones,

                                      y tú conoces toda mi conducta.

 

169 Taw                          Señor, ¡que mi clamor llegue hasta ti!

                                      Concédeme discernir conforme a tu palabra.   

170                                  ¡Que mi súplica llegue hasta ti!

                                      ¡Sálvame conforme a tu palabra!  

171                                  Que brote de mis labios un canto de alabanza,

                                       porque me has enseñado tus mandatos.  

 

172                                    Que cante mi lengua tu palabra,

                                        porque todos tus mandamientos son justos.

173                                    Que tu mano venga en mi ayuda,

                                        porque he elegido tus preceptos.

174                                    Señor, he deseado tu salvación,

                                        tu ley es mi alegría.     

 

175                                    Que yo viva para alabarte,

                                        y me ayuden tus sentencias.

176                                    Ando errante como oveja descarriada

                                       ¡Busca a tu servidor,

                                       porque nunca he olvidado tus mandamientos!                                                                                                                   

 

SALMO 120 (119)

Señor, líbrame de los labios mentirosos*

Salmo 12,3-5; 140,3

 

1 Canto de peregrinación.

 

Clamé al Señor en mi aflicción

y él me respondió.        

2 ¡Señor, líbrame de los labios mentirosos,   

de la lengua traicionera!.

 

3 ¿Qué te dará el Señor,

y qué añadirá contra ti, lengua traicionera?

4 Flechas afiladas de guerrero,

y brasas de retama.       

 

5 ¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec,

establecido entre las tiendas de Cadar!

6 Llevo demasiado tiempo habitando

con quienes detestan la paz.

7 Yo estoy a favor de la paz, pero apenas hablo,  

ellos me hacen la guerra.

 

SALMO 121 (120)

¿De dónde vendrá mi auxilio?*

Sal 124,8; Nm 6,24-26; Dt 32,10; Is 25,4

 

1 Canto de peregrinación.

 

Levanto la vista hacia las montañas:

¿De dónde vendrá mi auxilio?       

 2 Mi auxilio viene del Señor,      

que hizo el cielo y la tierra.

 

3 No permitirá que tropiece tu pie,   

no se adormecerá tu guardián.

4 No se adormecerá, no se quedará dormido

el guardián de Israel.

 

5 El Señor te guarda,

el Señor es tu sombra, él está a tu derecha.  

6 El sol no te hará daño durante el día    

ni la luna durante la noche.

 

7 El Señor te guardará de todo mal,

guardará tu vida.            

8 El Señor te guardará cuando salgas y cuando entres,

ahora y para siempre.

 

 

SALMO 122 (121)

Vamos a la casa del Señor*

Sal 82,2-5; 84; Dt 16,16

 

1 Canto de peregrinación. De David.

 

Me alegré cuando me dijeron:   

“Vamos a la casa del Señor”.                         

2 Ya están nuestros pies

a tus puertas, Jerusalén.

 

3 Jerusalén está construida    

como ciudad bien compacta.

4 Allá suben las tribus,

las tribus del Señor,

 

como está establecido en Israel,        

para dar gracias al nombre del Señor.

5Allí están los tribunales de justicia  

y el trono de la casa de David.           

 

6 ¡Pidan la paz para Jerusalén!          

¡Vivan en paz los que te aman!

7 ¡Haya paz dentro de tus muros,

prosperidad en tus palacios!

 

8 Por mis hermanos y amigos

quiero invocar la paz sobre ti.

9 Por el templo del Señor, nuestro Dios,

pediré para ti todo bien.

 

 

SALMO 123 (122)

¡Apiádate de nosotros, Señor!*

Sal 25,15; 69,4; Job 12,5

 

1 Canto de peregrinación.

 

A ti elevo mis ojos,    

a ti que habitas en los cielos.

2 Como se dirigen los ojos de los esclavos

a la mano de sus señores,

 

como se dirigen los ojos de la esclava

a la mano de su señora,

así se dirigen nuestros ojos    

al Señor, nuestro Dios,

hasta que se apiade de nosotros.

 

3 ¡Apiádate de nosotros, Señor!

¡Apiádate de nosotros!

Porque estamos hartos de desprecio;   

4  estamos saciados de la burla de los insolentes,   

del desprecio de los arrogantes.

 

 

SALMO 124 (123)

Fuimos liberados del lazo de los cazadores*

Sal 69,2-3.15-16; 121,2; Jon 2,4

 

1 Canto de peregrinación. De David.

 

Si el Señor no hubiera estado a nuestro favor    

– que lo diga Israel –,             

2 si el Señor no hubiera estado a nuestro favor

cuando unos hombres nos atacaron,

3 nos habrían tragado vivos

en su furor contra nosotros.

 

4 Las aguas nos habrían sumergido,      

el torrente habría pasado sobre nosotros,        

5 sobre nosotros habrían pasado

las aguas impetuosas.

 

6 Bendito sea el Señor,

 que no nos entregó como presa para sus dientes.

7 Fuimos como un ave liberada

del lazo de los cazadores:                        

el lazo se rompió y quedamos libres.

 

8 Nuestro auxilio está en el nombre del Señor,       

que hizo el cielo y la tierra.

 

 

SALMO 125 (124)

El Señor rodea a su pueblo*

Dt 32,10; Prov 3,22

 

1 Canto de peregrinación.

 

Los que confían en el Señor son como el monte Sion,      

 que no tiembla y está siempre firme.

 

2 Como Jerusalén está rodeada de montañas,

así el Señor rodea a su pueblo

desde ahora y para siempre.

 

3 El poder de los malvados no arrebatará

la propiedad de los justos,

no sea que los justos

recurran también a la maldad.

 

4 Señor, concede bienes a los buenos

y a los de recto corazón.

5 Pero que el Señor haga marchar con los malhechores

a los que se desvían por sus tortuosos senderos.

¡Paz a Israel!                                                

 

 

SALMO 126 (125)

Nuestra boca se llenó de risas*

Job 8,21; Is 9,2; 25,8-9; Ez 36,36; Lc 1,49

 

1 Canto de peregrinación.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sion,          

nos parecía que estábamos soñando:

2 nuestra boca se llenó de risas                              

y nuestra lengua de gritos de alegría.

 

Entonces decían en las naciones:

“El Señor hizo grandes cosas por ellos”.

3 El Señor hizo grandes cosas por nosotros               

y estamos felices.

 

4 Señor, cambia nuestra suerte

como los torrentes del Négueb.

5 Los que siembran entre lágrimas

cosecharán entre cantos de alegría.

 

6 Al ir, iban llorando,                                       

llevando las semillas;

al volver, vuelven cantando

trayendo sus gavillas.

 

 

SALMO 127 (126)

Si el Señor no construye la casa*

Dt 8,11-18; Prov 3,5-6.24-26; 12,8; Mt 6,25-34

 

1 Canto de peregrinación. De Salomón.

 

Si el Señor no construye la casa,         

en vano se cansan los constructores.

Si el Señor no custodia la ciudad,

en vano vigila el guardián.

 

2  Es inútil que ustedes madruguen,

que vayan tarde a reposar

y coman su pan con sufrimiento.

¡El Señor lo da a sus amigos mientras duermen!    

 

3 La herencia que da el Señor son los hijos,       

su recompensa es el fruto de las entrañas.

4 Como flechas en manos de un guerrero,

así son los hijos de la juventud.

 

5 Dichoso el hombre que con ellas

ha llenado su aljaba.

Ninguno de ellos quedará avergonzado               

cuando discutan con sus enemigos en el tribunal.

 

 

SALMO 128 (127)

Así será bendecido el hombre que teme al Señor*

Sal 37,3-5; 121; 127; Prov 31

 

1 Canto de peregrinación.

 

Dichoso el hombre que teme al Señor                  

y marcha por sus caminos.                                     

 

2 Podrás comer del trabajo de tus manos.                  

Serás feliz y gozarás de todo bien.

3 Tu esposa será como una vid fecunda                      

en la intimidad de tu casa;

 

tus hijos serán como brotes de olivo                        

en torno a tu mesa.

4 Así será bendecido

el hombre que teme al Señor.

 

5 ¡El Señor te bendiga desde Sion!

Que puedas ver la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida

6 y puedas ver a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!                                                          

 

 

SALMO 129 (128)

¡Cuánto me combatieron desde mi juventud!*

Sal 118,13-26; 124, 1; 2 Re 19,26; Is 37,27

 

1 Canto de peregrinación.

 

¡Cuánto me combatieron desde mi juventud!

-Que lo diga Israel–.                                                  

2 ¡Cuánto me combatieron desde mi juventud,              

pero no pudieron conmigo!

 

3 Araron sobre mi espalda los aradores,                        

trazaron largos surcos.

4 Pero el Señor, que es justo,             

cortó las cuerdas de los malvados.

 

5 Que se avergüencen y retrocedan

todos los que odian a Sion;

6 que sean como la hierba que crece en los techos:         

se seca antes de que alguien la arranque;

 

7 con ella no llena su mano el segador

ni sus brazos el que hace las gavillas.

8 Ninguno de los que pasen dirán:

“La bendición del Señor esté con ustedes”.            

 

¡Nosotros los bendecimos en el nombre del Señor!    

 

 

SALMO 130 (129)

Desde lo más profundo te invoco, Señor*

Sal 5,2-3; 55,2-3; 1 Re 8,39-40; Miq 7,18; Tit 2,14

 

1 Canto de peregrinación.

 

Desde lo más profundo te invoco, Señor.      

2 ¡Señor mío, escucha mi voz!

Estén tus oídos atentos                                     

a la voz de mi súplica.                                     

 

3 Si tienes en cuenta las culpas, Señor,            

Señor mío, ¿quién podrá subsistir?            

4 Pero en ti está el perdón,                                  

para que seas respetado.

 

5 Espero en el Señor, lo espero con toda mi alma;          

estoy a la espera de su palabra.

6 Con toda mi alma aguardo al Señor

como los centinelas a la aurora,                      

¡más que los centinelas la aurora!

 

7 Espera, Israel, en el Señor,                            

porque en el Señor está el amor                     

y la redención en abundancia:                         

8 él librará a Israel                                           

de todas sus culpas.

 

 

SALMO 131 (130)

Como un niño en los brazos de su madre*

Sal 139,6; Is 66,12-13; Eclo 3,21-24; Mt 18,2-5

 

1 Canto de peregrinación. De  David.

 

Señor, mi corazón no es orgulloso                     

ni mis ojos altaneros;                                            

no me preocupo de cosas grandes                         

ni maravillosas, que me superan.                          

2 Al contrario, tranquilizo y acallo mis deseos,

como un niño saciado en los brazos de su madre,              

como un niño saciado, así está mi alma.

 

3 ¡Espera, Israel, en el Señor                                     

ahora y siempre!

 

 

SALMO 132 (131)

El Señor ha elegido a Sion*

Sal 89,20-38; 2 Sm 6-7; 2 Cr 6,41-42

 

1 Canto de peregrinación.

 

Acuérdate, Señor, de David

y de todas sus aflicciones,

2  de cómo juró al Señor

e hizo esta promesa al Fuerte de Jacob:                

 

3 “No volveré a entrar en mi tienda                           

ni me acostaré en mi lecho;

4 no concederé sueño a mis ojos

ni reposo a mis párpados,

5 hasta que encuentre una sede para el Señor,         

una morada para el Fuerte de Jacob”.           

 

6 Oímos hablar de ella en Efrata,

la encontramos en los campos de Yaar.           

7 Vayamos ahora a su morada,                      

postrémonos ante el estrado de sus pies.        

 

8 ¡Levántate, Señor, y entra en el lugar de tu reposo!     

¡Tú y el Arca de tu poder!

9 Que la justicia sea ornamento de tus sacerdotes,    

y que tus fieles griten de alegría.

10 Por causa de David, tu servidor,

no apartes de tu presencia a tu ungido.

 

11 El Señor hizo a David

una promesa firme, de la que no se retractará:      

 “Pondré sobre tu trono                                          

un descendiente tuyo;

 

12 si tus hijos son fieles a mi alianza                         

y a los estatutos, que les enseñaré,

también sus hijos, por siempre,

se sentarán en tu trono”.

 

13 Porque el Señor ha elegido a Sion,                       

la quiso como su morada:

14 “Este será mi lugar de reposo para siempre,        

aquí residiré porque lo he deseado.                        

 

15 Los bendeciré con abundantes provisiones,

saciaré de pan a sus indigentes,                              

16 sus sacerdotes manifestarán la salvación,               

y sus fieles gritarán de alegría.

 

17 Haré crecer en ella la potencia de David,              

prepararé una lámpara para mi ungido.

18 Sus enemigos quedarán cubiertos de ignominia,    

pero sobre él brillará su corona”.

 

 

SALMO 133 (132)

¡Qué bueno es que los hermanos vivan unidos!*

Sal 87; Ex 30,22-33

 

1 Canto de peregrinación. De David.

 

¡Qué bueno y agradable

 es que los hermanos vivan unidos!                

 

2 Es como perfume precioso que se derrama sobre la cabeza,    

que desciende sobre la barba,

la barba de Aarón,

y llega hasta el borde de su túnica.

 

3 Es como el rocío sobre el Hermón,

que desciende sobre las cumbres de Sion.

Allí el Señor dispuso bendición,

vida para siempre.

 

 

SALMO 134 (133)

¡Que te bendiga el Señor desde Sion!*

Sal 65,5; 135,1-2; Nm 6,22-27

 

1 Canto de peregrinación.

 

Bendigan al Señor

todos los servidores del Señor;        

los que pasan la noche en la casa del Señor.  

 

2 Levanten sus manos hacia el santuario         

y bendigan al Señor.

 

3 Que te bendiga el Señor desde Sion,           

que hizo el cielo y la tierra.

 

 

SALMO 135 (134)

Todo lo que el Señor quiere lo hace*

Sal 115,4-11; 136,17-22; Ex 18,11; 19,5; Jr 10,13; 51,16; Bar 6  

 

1 ¡Aleluya!

¡Alaben el nombre del Señor!

¡Alábenlo, servidores del Señor,                   

2 los que están en la casa del Señor,

en los atrios de la casa de nuestro Dios!        

 

3 Alaben al Señor porque es bueno;                   

canten a su nombre porque es amable,

4 porque el Señor eligió a Jacob,                        

a Israel como su propiedad.                             

 

5 Reconozco que el Señor es grande;                  

nuestro Señor, más que todos los dioses.        

6 Todo lo que el Señor quiere lo hace                 

en los cielos y en la tierra,

en los mares y en los abismos.

 

7 Hace subir las nubes desde los confines de la tierra,  

hace los relámpagos para que llueva,

saca al viento de sus depósitos.      

 

8 Castigó a los primogénitos de Egipto,         

 tanto de los hombres como de los animales.

9 Envió signos y prodigios                                

contra ti, Egipto,

contra el faraón y todos sus servidores.

 

10 Castigó naciones numerosas

eliminó a reyes poderosos:                              

11 a Sijón, rey de los amorreos,                           

a Og, rey de Basán,                                        

y a todos los reinos de Canaán;

12 sus tierras dio en herencia,                            

en herencia a Israel, su pueblo.

 

13 Señor, tu nombre permanece para siempre,  

tu recuerdo, Señor, de generación en generación.   

14 El Señor hará justicia a su pueblo          

y se compadecerá de sus servidores.        

 

15 Los ídolos de las naciones son plata y oro,    

obra de las manos del hombre:               

16 tienen boca pero no hablan,

ojos, pero no ven,

 

17 oídos, pero no oyen,

ni siquiera hay aliento en su boca.

18 Sean como los ídolos quienes los fabrican,

y quienes en ellos ponen su confianza.

 

19 Los de la familia de Israel, bendigan al Señor;        

los de la estirpe de Aarón, bendigan al Señor;

20 los de la familia de Leví, bendigan al Señor;

los que temen al Señor, bendigan al Señor.

 

21 ¡Bendito sea el Señor desde Sion,            

 el que habita en Jerusalén!                    

¡Aleluya!

 

 

SALMO 136 (135)

Den gracias al Señor porque es bueno*

Sal 135,10-12; 145,15-16; Gn 1; Dt 8,2-15; Prov 8,27-29; Lc 1,48-71

 

1 Den gracias al Señor porque es bueno,         

porque es eterno su amor.                               

 

2 Den gracias al Dios de los  dioses,                 

porque es eterno su amor.

 

3 Den gracias al Señor de los señores              

porque es eterno su amor.

 

4 Al único que ha hecho prodigios,                   

porque es eterno su amor.

 

5 Al que hizo los cielos con sabiduría,                 

porque es eterno su amor.

 

6 Al que afianzó la tierra sobre las aguas,         

porque es eterno su amor.

 

7 Al que hizo las grandes luminarias,                

porque es eterno su amor:

 

8 el sol para gobernar el día,                              

porque es eterno su amor;

 

9 la luna y las estrellas para gobernar la noche,      

porque es eterno su amor.

 

10 Al que castigó a Egipto en sus primogénitos,    

porque es eterno su amor;

 

11 y sacó a Israel de en medio de ellos,             

porque es eterno su amor;

 

12 con mano fuerte y con brazo extendido,       

porque es eterno su amor.

 

13Al que dividió en dos el mar Rojo,                

porque es eterno su amor;

 

14 e hizo pasar a Israel por el medio,                

porque es eterno su amor;

 

15 y dispersó al faraón y su ejército en el mar Rojo,           

porque es eterno su amor.

 

16 Al que condujo a su pueblo por el desierto,                    

porque es eterno su amor.

 

17 Al que castigó a reyes famosos,             

porque es eterno su amor;

 

18 y dio muerte a reyes poderosos,                   

porque es eterno su amor:

 

19 a Sijón, rey de los amorreos,                         

porque es eterno su amor;

 

20 a Og, rey de Basán,                                       

porque es eterno su amor;

 

21 y dio sus tierras en herencia,                         

porque es eterno su amor;

 

22en herencia a su servidor Israel,                     

porque es eterno su amor.

 

23 El que en nuestra miseria se acordó de nosotros,         

porque es eterno su amor;

 

24 y nos libró de nuestros adversarios,              

porque es eterno su amor.

 

25 El que da de comer a todo ser viviente,          

porque es eterno su amor.

 

26 Den gracias al Dios de los cielos,                 

porque es eterno su amor.

 

 

SALMO 137 (136)

Llorábamos acordándonos de Sion*

Jr 50-51; 51,50; Ez 25,12-14; Lam 3,48; 4,21-22; Ap 18,6

 

1 Junto a los ríos de Babilonia                          

nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sion.                 

2 De los sauces de aquella tierra,                     

colgábamos nuestras cítaras.

 

3 Allí los que nos había deportado

nos pedían canciones;

Nuestros opresores, alegría:

“¡Canten para nosotros canciones de Sion!”.

 

4 ¿Cómo podríamos cantar los cantos del Señor              

en tierra extranjera?

5 ¡Si me olvidara de ti, Jerusalén,                     

que se me paralice la mano derecha!

 

6 ¡Que se me pegue la lengua al paladar    

si  no me acordara de ti,

si no pusiera a Jerusalén,

por encima de toda alegría!

 

7 ¡Señor, acuérdate de los edomitas,        

 Que, cuando cayó Jerusalén, decían:

 “¡Arrásenla! ¡Arrásenla hasta sus cimientos!”.       

 

8 ¡Babilonia, condenada a la destrucción!

¡Dichoso quien te devuelva lo que hiciste con nosotros!          

9 ¡Dichoso quien agarre a tus pequeños y los estrelle contra la roca!     

 

 

SALMO 138 (137)

El Señor está en lo alto pero mira al humilde*

Sal 5,8; 9,2; Lc 1,51-52

 

1 De David.

 

Te doy gracias de todo corazón,           

cantaré para ti ante los dioses.

2 Me postraré en tu santo Templo             

para dar gracias a tu nombre

 

por tu amor y tu fidelidad,

porque tu promesa supera tu renombre.

3 Cuando te invoqué me respondiste,

y diste valor a mi alma.                        

 

4 Que todos los reyes de la tierra te den gracias, Señor,       

 cuando oigan las palabras de tu boca;                             

5 que canten por los caminos del Señor:

¡La gloria del Señor es grande!

 

6El Señor está en lo alto pero mira al humilde;              

 desde lejos reconoce al arrogante.

 

7 Si camino entre desgracias,                                    

tú me das vida                                                          

frente a la ira del enemigo; extiendes tu mano

y me salvas con tu diestra.

 

8 El Señor completará lo que hizo conmigo.

Señor, tu amor permanece por siempre:                

 no abandones la obra de tus manos.

 

 

SALMO 139 (138)

¿Adónde puedo huir de tu mirada?*

Jr 23,23-24; Job 11,8-9; 23,8-9; Eclo 18,5-7 // 139,14: Ap 15,3

 

1Al maestro del coro. De David. Salmo.

 

Señor, tú me examinas y me conoces,              

2 tú sabes cuándo me detengo y cuándo me pongo en marcha.          

 De lejos comprendes mis proyectos,                 

 3 consideras mi sendero y mi reposo                   

y enderezas todos mis caminos.

 

4 Aún no ha llegado una palabra a mi lengua,

 y tú, Señor, ya la has comprendido.

5 Me aprietas por detrás y por delante,

y me oprimes con tu mano. 

6¡Misterioso conocimiento que me supera,          

 demasiado elevado, no lo puedo alcanzar!

 

7¿Adónde puedo ir, lejos de tu aliento?               

 ¿Adónde puedo huir de tu mirada?                 

8 Si subo a los cielos, tú estás allí.                         

Si pongo mi lecho en el abismo, allí estás.       

 

9Si me subo a las alas de la aurora

 para habitar en los confines del mar,

10 aun allí me alcanzará tu mano

 y tu diestra me agarrará.

 

11Si dijera: “Que al menos me cubra la oscuridad               

y que la luz se convierta en noche en torno a mí”,

12 las tinieblas no serían oscuras para ti                

y la noche sería tan resplandeciente como el día;

las tinieblas son para ti como la luz.

 

13Porque tú creaste mis entrañas

 y me tejiste en el seno de mi madre.                

14 Te alabaré porque me formaste de manera tan admirable.         

 Yo sé muy bien que tus obras son prodigiosas.        

15 Cuando era formado en lo secreto,

     no había nada de mí que se te ocultara;

 

 cuando era tejido en las profundidades de la tierra,

16 tus ojos vieron mis acciones

 y todas ya estaban escritas en tu libro.

 Mis días ya estaban determinados

 cuando todavía no existía ni uno solo de ellos.

 

17¡Dios, qué preciosos son para mí tus proyectos!

¡Qué inmenso es su conjunto! 

18Si quisiera contarlos, son más numerosos que la arena,

y aunque terminara, aún me quedas tú.

 

19¡Dios, ojalá extirparas al malvado!    

 Ustedes, hombres sanguinarios, ¡aléjense de mí!

20Tus enemigos te mencionan con engaño        

y juran con falsedad.       

 

21 ¿Acaso yo no debo odiar, Señor, a los que te odian?   

¿No debo sentir horror hacia quien se rebela contra ti?      

22 Yo los odio con odio implacable            

porque se han vuelto mis enemigos. 

 

23¡Examíname, Dios, y conoce mi corazón!    

¡Pruébame y conoce mis angustias!

24 Mira si estoy en un camino equivocado

 y guíame por el camino eterno.           

 

 

SALMO 140 (139)

Líbrame, Señor, del hombre malvado*

Sal 11,6-7; // 140,4: Rom 3,13

 

1 Al maestro del coro. Salmo de David.

 

2 Líbrame, Señor, del hombre malvado,                  

protégeme de los violentos,

3 que traman maldad en su corazón,

y promueven discordias cada día.

4 Afilan sus lenguas como una serpiente,

hay veneno de víbora en sus labios.            

 

5 Defiéndeme, Señor, de las manos del malvado,

protégeme de los violentos que planean mi caída.

6 Los arrogantes me tendieron una trampa,         

extendieron sus cuerdas como una red,            

al borde del sendero me pusieron lazos.

 

7Yo digo al Señor: “¡Tú eres mi Dios!                 

 ¡Escucha, Señor, el grito de mi súplica!

8 ¡Señor! ¡Mi señor! ¡Mi fuerza y salvación!

 ¡Tú proteges mi cabeza en el día del combate!

 

9 No cedas, Señor, a los deseos del malvado,

no triunfen sus intrigas”.

 

10 Sobre la cabeza de los que me amenazan     

caiga la malicia de sus labios.

 11 Que se precipiten en el fuego,

y carbones encendidos los cubran;        

que jamás puedan resurgir del abismo.

12 Que las malas lenguas no duren en el país,

 y que el mal persiga al violento hasta su ruina.

 

13 Sé que el Señor hará justicia al humilde

y a la causa del indigente.

14 Los justos darán gracias a tu nombre,

y los rectos habitarán en tu presencia.                   

 

 

SALMO 141 (140)

¡Señor, apresúrate a socorrerme!*

Sal 34,14; Ex 30,7-8; Prov 9,8; 27,6-9; Eclo 22,27-23,6

 

1 Salmo de David.

 

Señor, te invoco, apresúrate a socorrerme.   

Escucha mi voz cuando te invoco.

2 Que mi plegaria sea como incienso ante ti,                    

y mis manos alzadas como el sacrificio de la tarde.      

 

3 ¡Señor, coloca un guardíán en mi boca!        

¡Vigila la puerta de mis labios!

4 Que mi corazón no se abaje a discursos malignos

ni a cometer acciones malvadas.

No quiero compartir las comidas deliciosas

de los malhechores.

 

5 Que el justo me castigue, que el bueno me reproche.  

 Pero mi cabeza no aceptará el perfume del malvado,

 porque continua es mi plegaria frente a sus maldades.

 

6 Que sus jueces caigan despeñados,

 los que habían escuchado mis palabras amables.

7 Como una piedra de molino hecha pedazos

 así fueron dispersados nuestros huesos ante la puerta de la tumba.     

 

8 A ti, Señor, mi Señor, se vuelven mis ojos.       

En ti busqué refugio, no me dejes indefenso.      

9 Protégeme de la trampa que me tienden,             

de los lazos de los malhechores.             

 

10 Caigan los malvados en sus propias redes,

mientras yo escapo ileso.

 

 

SALMO 142 (141)

En el sendero por donde voy me tendieron una trampa*

Sal 57,1; 79,8; 141,9

 

1 Reflexión de David, cuando estaba en la cueva. Plegaria.

 

2 Invoco al Señor con un grito,              

con toda mi voz suplico al Señor.

3 Ante él desahogo mi lamento,

ante él presento mi angustia.

4 cuando mi espíritu desfallece.          

 

Pero tú conoces mi camino:

en el sendero por donde voy

me tendieron una trampa.            

 

5 Mira a mi derecha y observa:

nadie me conoce,

no tengo ningún refugio,

nadie se preocupa por mí.

 

 6 Clamé a ti, Señor,  y dije:

“Tú eres mi refugio,                     

mi heredad en la tierra de los vivientes”.  

 

7 Presta atención a mi clamor,

porque estoy muy deprimido,             

líbrame de los que me persiguen,  

porque son más fuertes que yo.          

 

8 Sácame de esta cárcel                     

para que dé gracias a tu nombre.

En torno a mí se reunirán los justos,

cuando me concedas tu favor.

 

 

SALMO 143 (142)

Ningún ser viviente es justo ante ti*

Sal 25,1-5; 77,12-13; Job 14,3-4; Lam 3,6; Rom 3,20; Gál 2,16

 

1 Salmo de David.

 

Señor, escucha mi oración.                     

Escúchame, tú que eres fiel.

Respóndeme, porque eres justo.               

2 No entables un juicio contra tu servidor        

porque ningún ser viviente es justo ante ti.  

 

3 El enemigo me persigue,                   

 me derribó por tierra,

 estando vivo me relegó a las tinieblas    

 como a los que murieron hace años.                   

4  Mi espíritu languidece

 y mi corazón desfallece.

 

5 Recuerdo los tiempos pasados,       

 pienso en tus acciones;

 medito sobre las obras de tus manos.

6 Entonces extiendo mis manos hacia ti:

 estoy ante ti como tierra reseca.             

 

7 Señor, apresúrate a responderme          

porque mis fuerzas están extenuadas.

No me escondas tu rostro,      

para que no llegue a ser como los que bajan a la fosa.  

 

8 Que cada mañana pueda percibir tu amor

 porque confío en ti.

 Enséñame el camino que debo seguir     

 porque acudo a ti.

 

9 ¡Sálvame de mis enemigos, Señor!

En ti busco refugio.  

10 Enséñame a cumplir tu voluntad   

porque tú eres mi Dios.

 Tu espíritu bondadoso me guíe  

por una tierra llana.

 

11 Por el honor de tu nombre, Señor, renueva mi vida;  

 por tu justicia, sácame de la angustia. 

 

12 Por tu amor extermina a mis enemigos     

y aniquila a quienes me oprimen

porque soy tu servidor.                        

 

 

SALMO 144 (143)

El ser humano no es más que un soplo*

Sal 8,5; 18; 33,2-3.12; 39,5; Lv 26,4-5; Job 7,17; 42,14-15

 

1 De David.

 

Bendito sea el Señor, mi roca,        

que prepara mis manos para la guerra,   

mis dedos para el combate.

 

2 Él es mi bienhechor y mi fortaleza,

 mi roca y mi liberación,           

 el escudo con el que me protejo,      

 el que pone a mi pueblo bajo mi autoridad.   

 

3 Señor, ¿qué es un ser humano para que te preocupes por él?   

 ¿un hijo de hombre, para que pienses en él?

4 El ser humano no es más que un soplo,   

sus días son una sombra pasajera.

 

5 Señor, inclina tus cielos y desciende,       

toca las montañas y se incendiarán.   

6 Enciende tu rayo y dispérsalos,       

arroja tus flechas y quedarán confundidos.

 

7 Extiende tu mano desde lo alto,            

 líbrame y sálvame de las aguas caudalosas,      

 del poder de la gente extranjera

8 cuya boca dice mentiras             

y cuyos juramentos son falsos.       

 

9 Dios mío, quiero cantarte un canto nuevo,  

 cantarte salmos con el arpa de diez cuerdas:  

10 a Dios que da la victoria a los reyes

 y libra a su servidor David de la espada traidora. 

 

11 Líbrame y sálvame del poder de la gente extranjera

 cuya boca dice mentiras y sus juramentos son falsos.   

 

12 Que nuestros hijos sean como plantas  

bien crecidas en su juventud;

que nuestras hijas sean como columnas talladas

en la estructura de un templo.

 

13 Que nuestros graneros estén llenos,  

 rebosantes de frutos de todo tipo;

 que nuestros rebaños sean millares,

 decenas de miles en nuestros campos.

 

14 Que nuestros jefes sean personas responsables,

 que en nuestros muros no haya brechas ni aberturas,

 que no se oigan gemidos en nuestras plazas.  

 

15 Dichoso el pueblo que así vive:    

Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

 

 

SALMO 145 (144)

El Señor sostiene a quien tropieza*

Sal 104,27-28; 111,2-4.12; Ex 34,6; Dn 3,33; Sab 1,13-14 // 145,17: Ap 15,3

 

1 Alabanza de David.

 

 

   Álef           Te exaltaré, Díos mío, mi rey                          

 y bendeciré eternamente tu santo nombre.

 

2 Bet             Te bendeciré cada día                      

 y eternamente alabaré tu nombre.

 

Guimel      Grande es el Señor y digno de toda alabanza,  

 insondable es su grandeza.

Dálet          Generación tras generación alabarán tus obras    

 y anunciarán tus proezas.

 

He              Meditaré sobre el esplendor de tu gloria,

 tu majestad y tus hechos maravillosos.

 

Vau           Ellos declaran la fuerza de tus prodigios,

y yo relato tu grandeza.

Zain           Ellos suscitan el recuerdo de tu gran bondad

y dan gritos de alegría por tu justicia.

 

Het             El Señor es clemente y misericordioso,   

lento para la ira y de gran amor .

Tet             El Señor es bondadoso con todos             

y su misericordia alcanza a todas sus obras.

 

10  Yod          Señor, que todas tus criaturas te den gracias,

y tus fieles te bendigan.

11  Kaf          Proclamen la gloria de tu reino        

hablen de tus proezas,

 

12  Lamed     para hacer conocer a la gente tus proezas,           

la gloria y el esplendor de tu reinado.

13  Mem        Tu reinado dura por siempre,    

tu dominio por todas las generaciones.

 

                     El Señor es fiel en todas sus palabras,

                        bondadoso en todas sus acciones.

14  Samec      El Señor sostiene a quien tropieza,               

y endereza a quien se dobla.             

 

15  Ain           Los ojos de todos se vuelven hacia ti,   

y tú les das la comida a su tiempo.

16  Pe            Tú abres tu mano                           

y sacias los deseos de los seres vivientes.

 

17  Tsade       El Señor es justo en sus decisiones,     

magnánimo en sus obras.

18  Qof          El Señor está cerca de los que lo invocan,  

de los que lo invocan de verdad.

 

19  Res          Él cumple los deseos de los que lo temen,                

escucha su grito de ayuda y los salva.       

20  Sin            El Señor  protege a los que lo aman,          

pero extermina a los malvados.

 

21  Tau          Que mi boca proclame la alabanza del Señor,

que sus creaturas bendigan su santo nombre

por siempre jamás.

 

 

SALMO 146 (145)

El Señor protege al forastero, al huérfano y a la viuda*

Sal 24,1; 104,33; Ex 22,20-21; Is 2,22; Jr 17,5-7; 1 Mac 2,62-63; Lc 1,53

 

1 ¡Aleluya!

¡Alaba al Señor, alma mía!

2 Alabaré al Señor toda mi vida,           

cantaré himnos a mi Dios mientras exista.    

 

3 No confíen en los poderosos,       

en gente que no puede salvar.

4 Cuando expira, retorna a la tierra,     

y el mismo día perecen sus proyectos.

 

5 Dichoso aquel al que ayuda el Dios de Jacob,

y tiene su esperanza puesta en el Señor, su Dios,  

6 que hizo el cielo y la tierra,   

el mar y cuanto contiene,

 

que mantiene su fidelidad para siempre,  

7 hace justicia al oprimido          

y da pan al hambriento.  

 

El Señor  libera al prisionero,       

8 el Señor  abre los ojos al ciego,  

el Señor  endereza al agobiado,       

el Señor  ama a los justos.          

 

9 El Señor protege al forastero      

y sustenta al huérfano y a la viuda,     

pero pone obstáculos en el camino de los malvados.

 

10 El Señor  reina para siempre,            

tu Dios, Sion, por todas las generaciones.

Aleluya!

 

 

SALMO 147 (146-147)

El Señor sostiene a los humildes*

Sal 104,10-14.27-28; Dt 33,3-4; 1 Sm 2,7-8; Is 40,26-28; 55,10-11; Jr 31,10; Job 5,9-10

 

1 ¡Aleluya!

Es bueno cantar a nuestro Dios;       

agradable, darle la alabanza que merece.

 

2 El Señor reconstruye Jerusalén,        

reúne a los dispersos de Israel,     

3 sana los corazones quebrantados    

y pone vendas a sus heridas.

 

4 Cuenta el número de las estrellas,                 

llama a cada una por su nombre.      

5 Grande es nuestro Señor, lleno de fuerza,   

no tiene límite su sabiduría.       

6 El Señor sostiene a los humildes,         

y a los malvados los echa por tierra.

 

7 Canten al Señor una acción de gracias,

canten a nuestro Dios con la cítara.         

8 Él cubre el cielo con nubes,        

prepara la lluvia para la tierra

 

y hace germinar la hierba en las montañas.

9 Da su alimento al ganado    

y a las crías del cuervo cuando graznan.   

 

10 No aprecia el vigor del caballo           

ni se deleita con la agilidad del hombre.

11 El Señor se complace en el que lo teme,

en los que esperan en su bondad.

 

12 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,

 alaba a tu Dios, Sion!

13  Porque reforzó los cerrojos de tus puertas

y  bendijo a tus hijos en tu interior;

14  estableció la paz en tus confines    

 y te sació con el trigo mejor.           

 

15 Envía a la tierra su mensaje    

y  su palabra corre veloz;

16 manda la nieve como lana                  

y esparce la escarcha como ceniza.

 

17 Envía el granizo como migajas,    

y el agua queda congelada ante su frío.

18 Envía su palabra y se derrite,

hace soplar el viento y fluye el agua.

 

19 Anunció a Jacob su palabra,     

sus leyes y decretos a Israel.

20 Con ningún otro pueblo actuó de este modo;      

nadie más llegó a conocer sus decretos.     

¡Aleluya!

 

 

SALMO 148

Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime*

Sal 103,21-22; Jr 31,35-36; Dn 3,51-90

 

1 ¡Aleluya!

¡Que alaben  al Señor desde los cielos!     

¡Que lo alaben en las alturas!      

 

2 ¡Que lo alaben todos sus ángeles!         

¡Que lo alaben todos sus ejércitos!          

 

3 ¡Que lo alaben el sol y la luna!         

¡Que lo alaben las estrellas refulgentes!   

 

4 ¡Que lo alaben los cielos más altos,     

y las aguas que están por encima de los cielos!   

 

5 ¡Que todos alaben el nombre del Señor,           

porque él lo mandó y fueron creados!              

 

6 Los estableció para siempre jamás,       

les dio una ley que no pasará.

 

7 Alaben al Señor desde la tierra,

los monstruos marinos y todos los abismos,   

 

8 el fuego y el granizo, la nieve y la niebla,      

el viento tempestuoso obediente a su mandato,    

9 las montañas y todas las colinas,               

los árboles frutales y los cedros,          

 

10 los animales salvajes y el ganado,         

los reptiles y las aves.                  

 

11 Los reyes de la tierra y todos los pueblos,

los gobernantes y los jueces de la tierra,

 

12 los jóvenes y las doncellas,

los ancianos y los niños.

 

13 Alaben el nombre del Señor,            

el único nombre sublime;

 

su majestad está por encima de la tierra y de los cielos.       

14 El aumenta la fuerza a su pueblo.                     

 

Este es un canto de alabanza para todos sus fieles,     

para los israelitas, el pueblo que está cerca de él.

¡Aleluya!

 

 

SALMO 149

Canten al Señor un canto nuevo*

Is 61,9; 62,4-5; Ez 39,21; Zac 9,13-16; Neh 4,10-12

 

1 ¡Aleluya!

Canten al Señor un canto nuevo,    

su alabanza en la asamblea de los fieles.    

2 Que Israel se alegre en su creador,        

que los hijos de Sion exulten por su rey.  

 

3 Alaben su nombre con danzas,       

cántenle himnos con timbales y cítaras,      

4 porque el Señor se deleita en su pueblo,

y corona a los humildes con la salvación.

 

5 Que los fieles exulten por su gloria,

que griten de alegría en sus banquetes,

6 con cantos jubilosos en sus gargantas,

y una espada de doble filo en sus manos,

 

7 para ejecutar la venganza contra las naciones

y el castigo contra los pueblos;

8 para encadenar a sus reyes

y poner en el cepo de hierro a sus poderosos.

 

 9 Ejecutar contra ellos la sentencia dictada

es un honor para todos sus fieles.

¡Aleluya!

 

 

SALMO 150

¡Todo ser viviente alabe al Señor!*

1 Cr 15,16

 

1 ¡Aleluya!

Alaben a Dios en su santuario,

alábenlo en su poderoso firmamento.

 

2 Alábenlo por sus prodigios,

alábenlo por su inmensa grandeza.             

 

3 Alábenlo con el sonido de la trompeta,      

alábenlo con el arpa y la cítara.             

 

4 Alábenlo con tambores y danzas,       

alábenlo con liras y flautas.

 

5 Alábenlo con címbalos sonoros,

alábenlo con címbalos y aclamaciones.      

 

6 ¡Que todo ser viviente alabe al Señor!.

¡Aleluya!

 

 

 

 

* 1. El libro del Salterio se abre con una bienaventuranza siempre actual. Es feliz el que no busca la compañía de los malvados, sino que trata de estar siempre junto a Dios y medita en su voluntad día y noche (Jos 1,8). La cercanía del Señor es como la corriente de agua que riega las raíces de un árbol y le permite dar fruto (Jr 17,8). El fruto que producen los fieles del Señor son las buenas obras (Is 3,10; Mt 3,8; Lc 3,8; Flp 1,11). Los malvados, en cambio, como hierba seca arrastrada por el viento, no podrán mantenerse en pie en el día del juicio (Sal 35,5; 76,8), y sus planes siempre fracasarán (Sal 112,10).

* 2. Pueblos que estaban sometidos a Israel se rebelan y pretenden liberarse (vv.2-3). Sus planes son inútiles porque el rey ha sido designado por el mismo Dios (v.4). El rey toma la palabra para anunciar que el día de su coronación el Señor lo proclamó: “Hijo de Dios” (2 Sm 7,14) y lo destinó a reinar sobre toda la tierra (vv.6-9). Los que se aparten de este reino irán a la ruina total (v.12). La tradición judía entiende este salmo como referido al Mesías, y la lectura cristiana lo ve realizado en Jesucristo que no solo se llama, sino que verdaderamente es el Hijo de Dios (Lc 1,35; Jn 5,18; Hch 13,33; Heb 1,5; 5,5).

* 3. El salmista se encuentra rodeado de enemigos que lo atacan. Estos piensan que ya lo tienen dominado y que ni Dios podrá salvarlo (vv.2-3). En esta situación el orante invoca al Señor. Desde el monte Sion, donde está edificado el Templo, le llega una respuesta que le permite dormir tranquilo a pesar de la amenaza que lo rodea. Este salmo expresa la seguridad del fiel que en medio de peligros sabe que está protegido por Dios. La tradición judía interpretó que estos eran los sentimientos de David cuando huía de su hijo Absalón (2 Sm 15,30). La lectura cristiana, por su parte, aplicó el v.6 a la muerte y resurrección de Jesucristo.

* 4. Como el salmo 3, este también expresa la confianza en Dios. El salmista increpa a los pecadores para que cambien de conducta (v.3-6), y con su propio ejemplo les muestra la felicidad de los que son fieles al Señor (v.4). A los que piensan que nunca podrán ser felices (v.7), el salmista manifiesta su propia alegría comparable a la del tiempo de cosecha y de vendimia, y su paz que le permite dormir seguro bajo la protección de Dios. El fiel que confía en Dios irradia siempre alegría y paz.

* 5. Una súplica del fiel, que rodeado de enemigos, pide el auxilio de Dios. El Señor no hace alianza con los malvados y con toda seguridad estará de su parte (vv.5-7). El salmista reconoce que los que gozan de la protección de Dios viven felices (vv.12-13), pero pide castigos para los pecadores (v.11) porque afirma que el Señor los detesta y aborrece (vv.6-7). El Nuevo Testamento en cambio, enseña que Jesucristo vino para salvar a los pecadores (1 Tim 1,15); el mismo Señor los llama a la conversión (Mt 9,13; Mc 2,17; Lc 5,32) porque Dios los ama (Mt 5,45), y nos manda orar por ellos (Mt 5,44; Lc 6,28).

* 6. Súplica de un fiel que padece una grave enfermedad. El dolor se prolonga y él pregunta “¿Hasta cuándo?” (v.4; Sal 13,2-3; 79,5; 80,5; 89,47; 94,3-4). Como muchos de su tiempo, cree que la enfermedad es el castigo por algún pecado (Jn 9,2) y que después de la muerte no habrá vida eterna ni resurrección. Por eso, al presentir cercana su muerte intenta convencer a Dios de que le conserve la vida, porque después de muerto ya no podrá alabarlo (v.6). El orante rechaza a los que se alegran por su perdición, convencido de que Dios escucha su oración y pronto quedará libre de su enfermedad (vv.9-10). Pero el cristiano sabe que la enfermedad no es castigo de Dios, sino oportunidad para compartir la pasión de Jesús, que con su resurrección nos asegura la esperanza de la vida eterna.

* 7. Súplica del acusado injustamente al que pretenden castigar por delitos que no cometió. El salmista se refugia en Dios y apela a su justicia. Que el Señor, juez de toda la tierra (vv.8-9), intervenga también en este caso particular. El orante presenta su declaración de inocencia, y acepta que en caso de ser culpable se le aplique la pena (vv.4-6), pero si la acusación es injusta, pide que se cumpla la ley (Dt 19,19) y el falso testigo reciba el castigo que pide para el inocente (v.17). Jesucristo es el inocente acusado por testigos falsos (Mt 26,59-61; Mc 14,57), que reclama su inocencia (Jn 18,22.23), pero deja su causa en manos del que juzga con justicia (1 Pe 2,22-23). La pasividad ante lo injusto no es la reacción más digna de un cristiano que, sin violencia, debe luchar por la justicia y la paz (Mt 5,9).

* 8. Este salmo comienza como un himno a la grandeza de Dios sobre toda la creación (vv.2-3). La observación de la magnitud y la belleza del universo lleva al salmista a detenerse en la pequeñez del hombre (vv.4-5): inspirado en Gn 1,26, se asombra de que un ser tan pequeño sea objeto de la atención divina y que haya sido puesto por encima de todo lo creado. La pregunta “¿Qué es el ser humano?” queda sin respuesta. La lectura cristiana aplica este salmo a Jesucristo: él es “el hijo del hombre” que tiene todo “debajo de sus pies” (Heb 2,6-9; Ef 1,22) y es aclamado por boca de los “niños y pequeños” (Mt 21,16).

* 9. Este salmo es “alfabético”, es decir, la primera palabra de cada versículo comienza con una letra diferente, siguiendo el orden del alfabeto hebreo, aunque aquí no se observa de modo riguroso. Forma un solo salmo con el 10.

El salmista da gracias a Dios porque lo libró de sus enemigos violentos. El Señor es un rey que juzga rectamente (vv.5 y 8-9) y se ocupa de los pobres y afligidos (vv.13 y 19). Por eso escuchó al salmista cuando elevó su súplica en el momento de angustia (vv.14-15), y a los que se creían dioses, les recordó que no eran más que seres mortales (v.21). La solicitud de Dios para con los pobres será una característica que distinguirá al Rey Mesías (Sal 72). Esta misma actitud se espera de los discípulos de Jesús (Mt 25,31-46).

* 10. El salmo 10 es continuación del salmo 9, aunque el texto hebreo divide esta obra como si fueran dos salmos (9 y 10), que en las versiones griega y latina son uno solo (9), provocando de aquí en adelante la alteración en la numeración. En esta edición de la Biblia se conserva la numeración del texto hebreo.

Después de una queja (v.1) sigue una descripción la conducta de los malvados (vv.2-11); una súplica (vv.12-15) y una expresión de confianza en el Dios-rey. El salmista se lamenta de que Dios no intervenga ante el proceder de los impíos, que son arrogantes y violentos, y actúan como si Dios no existiera o no tomara en cuenta sus acciones (Sal 14,1). Aun así, todo creyente, como el salmista, puede confiar en Dios y apelar a su justicia pidiéndole que intervenga para socorrer a los humildes.

* 11. El salmista se encuentra en una situación de peligro. Quizá una amenaza de muerte por parte de sus enemigos, o tal vez la inminente invasión y destrucción de Jerusalén por parte de ejércitos extranjeros. Algunas personas lo invitan a que huya a las montañas, como hacen los pájaros cuando se sienten amenazados. Pero él no acepta ese consejo porque tiene su confianza puesta en Dios, que examina el proceder de todos los seres humanos, rechaza la violencia y hace brillar su justicia. Pero si el salmista creía que Dios aborrece a los violentos, Jesús enseña que Dios los ama (Mt 5,45) y espera siempre su conversión (Lc 5,32).

* 12. En una situación de perversión generalizada, el salmista clama a Dios para que intervenga, haga callar a los arrogantes que no hablan con sinceridad y salve a los humildes que son oprimidos. Dios se ha comprometido a ser el defensor de los pobres y con toda seguridad se levantará para imponer su justicia. Se debe confiar en esa promesa porque las palabras del Señor son sinceras, como la plata más pura. Jesús enseñó que la sinceridad debe ser la característica del modo de hablar de sus discípulos (Mt 5,37; cf. 2 Cor 1,17-19; Sant 5,12).

* 13. Una breve súplica que comienza con la repetición de la pregunta “¿Hasta cuándo…?”, expresión típica de la persona que sufre durante mucho tiempo y sus padecimientos parecen no tener fin (Sal 6,4; 74,9-10; 79,5; 80,5; 89,47; 94,3-4). El salmista ve que su vida está en peligro (v.4) y que sus enemigos esperan su muerte para festejarla con gozo (v.5). Cuando el dolor se prolonga, todo cristiano como el salmista puede abandonarse en la fidelidad del amor de Dios y afirmar con certeza que cantará con alegría al experimentar su salvación (v.6).

* 14. Este salmo se encuentra repetido, con ligeras variantes, en el salmo 53. Una denuncia de tono profético contra la corrupción que se ha instalado en la sociedad a partir de la negación de Dios (Sal 10,4; 11,4). En los tiempos del AT el ateísmo consistía en afirmar que Dios no se ocupaba de los asuntos del mundo (Sof 1,12). Con esa convicción de que Dios no juzga el comportamiento de los seres humanos (v.3), los poderosos se aprovechan de los débiles (v.4). Sin embargo los creyentes saben que Dios observa, y en el tiempo oportuno intervendrá para salvar a los humildes y cambiar la suerte de su pueblo (vv.5-7; 1 Sm 2,4-10; Lc 1,51-53).

* 15. Muchos trataron de resumir las numerosas leyes y preceptos del Antiguo Testamento en pocas normas fáciles de recordar (Is 33,15-16; Miq 6,6-8; Sal 24,3-6). También este salmo, en pocas palabras, recuerda al israelita lo que es necesario cumplir para unirse a la comunidad en la celebración de la liturgia del Templo (v.1). Este nuevo “decálogo” no menciona formalidades exteriores, sino solo exigencias de carácter moral. Jesús resumió la ley en los mandamientos del amor (Mt 22,34-40; Rom 13,9-10) y enseñó que no hay que conformarse con la exterioridad, sino atender a lo que sale del corazón (Mt 15,16-20).

* 16. Salmo de confianza en Dios, cantado por un levita. La tribu de los levitas no poseía herencia en Israel (vv.5-6) porque estaba dedicada al servicio del Templo (Nm 1,49-50) y el mismo Señor era su herencia (v.2; Nm 18,20). El salmista reconoce que su gozo es vivir entre los consagrados (v.3), y que no participa en los ritos sangrientos que otros ofrecen a esos dioses que él ni siquiera quiere nombrar (v.4). Como el levita también el cristiano canta agradecido a Dios por la seguridad que experimenta bajo su protección. La tradición cristiana ha visto en el v.10 un anuncio de la resurrección de Jesucristo (Hch 2,25-28; 13,35).

* 17. Súplica de un fiel que es enfrentado por enemigos violentos. El orante proclama su inocencia porque vive de acuerdo con la ley (vv.4-5) y Dios no encuentra en él ninguna culpa (vv.2-3). El salmista ruega que Dios lo libere (vv.6-12), y castigue a sus enemigos (v.14; Sal 5,11). “Contemplar el rostro de Dios” (v.15) es una expresión que se refiere a la participación en la liturgia del Templo (Dt 14,26; 16,11; Sal 42,3).  Jesucristo también condenó el comportamiento de quienes actúan mal (Mt 11,21-24; 23,1-36), per enseñó que él no vino para perder a los pecadores sino para llamarlos a la penitencia (Lc 5,32; 13,1-9).

* 18. Un rey da gracias al Señor porque lo salvó cuando era atacado por sus enemigos (vv.5-7). En su canto describe a Dios con la figura con que las antiguas religiones representaban a sus divinidades (vv.8-16). El Señor vuela sobre un querubín (v.11), un animal mitológico con alas que infunde terror (Ez 10,19-22; 1,5-14) y que estaba representado en el Templo (Ex 25,18-20). A quienes son fieles a Dios y observan sus mandamientos (vv.21-31), el Señor los fortalece para que superen todas las fuerzas adversas (vv.32-46). El salmo termina con un himno a Dios salvador (vv.47-51).

* 19. Un himno al Dios creador (vv.2-7) y un poema sobre la ley (vv.8-11), que concluyen en una breve súplica (vv.12-15). El orden que el Señor ha puesto en la creación, manifestado en la rigurosa órbita que recorre el sol durante el día, revela la sabiduría y la gloria de Dios. La ley del Señor también expresa la sabiduría divina y provoca la felicidad del que la cumple. Pero nadie puede ser irreprochable si no cuenta con la ayuda de Dios. El autor pide ser protegido de la arrogancia (v.14), un pecado que Jesús reprendió en algunas personas religiosas de su tiempo (Mt 6,1; Mc 12,38-40).

* 20. Cuando el rey se prepara para la guerra, la comunidad expresa sus deseos de que regrese victorioso (vv.2-6). Pero en Israel todos saben que el éxito en la batalla es obra de Dios y no el resultado de la fuerza de las armas (vv.7-9). Por eso todos concluyen invocando a Dios y pidiendo que el rey vuelva triunfador (v.10). Desde la perspectiva cristiana este salmo se recita como una aclamación a Jesucristo, el “ungido” (v.7), el Mesías que sin violencia fue vencedor de la muerte y de todas las fuerzas del mal (1 Cor 15,22-26; Ap 19,11-16).

* 21. Salmo de acción de gracias que expresa la convicción de que los triunfos del rey se han obtenido por la intervención de Dios. En la primera parte el pueblo alaba a Dios por los beneficios que ha concedido al monarca (vv.2-8). En la segunda, el pueblo o un ministro del culto se dirige al rey expresándole sus deseos de victoria sobre sus enemigos (vv.9-13), e invoca a Dios para que muestre su poder y lo fortalezca. El salmo concluye con una invitación a alabar a Dios. En este rey que vive bajo la protección amorosa de Dios y a quien el Señor le concede una vida sin término se descubren los rasgos del mesías.

* 22. Una súplica del justo que padece en manos de sus enemigos. En esa situación se siente abandonado de Dios, pero lo sigue invocando como “su” Dios. Si antes el Señor mostró su amor y su cercanía (vv.5-11), ahora parece estar “lejos” (vv.12 y 20). Los enemigos son como fieras enfurecidas que lo desnudan, lo arrojan al sepulcro y se burlan de él (vv.8-9 y 13-22). Sin embargo, el salmista está seguro de que Dios lo salvará y termina con una acción de gracias (vv.23-32). Jesucristo en la cruz se expresa con palabras iniciales de este salmo (Mt 27,46; Mc 15.34), además se describen distintas circunstancias de su pasión con rasgos  del mismo (Mt 27,39.43; Mc 15,24.29; Jn 19,24).

** 23. Los gobernantes eran llamados “pastores”, porque así como hace un pastor con su rebaño, ellos debían reunir, cuidar y alimentar al pueblo. Pero no cumplían bien su función (Ez 34); por eso el salmista proclama que su único pastor es Dios (v.1), que alimenta (v.2), y da seguridad (vv.2-4). El cuidado amoroso de Dios es representado también con la figura de una persona que ofrece un banquete de manjares y vino, y derrama perfume sobre su invitado (v.5; Lc 7,46). Jesús es el verdadero Pastor que da la vida por sus ovejas (Jn 10,11), y deja a sus apóstoles como pastores de su pueblo (Jn 21,15-17; Hch 20,28; 1 Pe 5,1-4).

* 24. Todo pertenece a Dios; su dominio se extiende sobre todo lo que ha hecho (vv.1-2). Él dio firmeza y estabilidad a la tierra. Como la ciencia de la época no llegaba a explicar sobre qué se asentaba el mundo, el autor menciona el agua (v.2), porque se creía que la tierra flotaba sobre un inmenso mar subterráneo. Para subir al monte Sion y presentarse en el Templo ante un Dios tan santo se requieren condiciones (vv.3-4). El ritual exigía pureza del cuerpo (Ex 30,17-21), pero para el salmista se requiere la pureza del corazón en la intención y en las acciones (v.4), como lo enseña Jesús (Mt 5,8; 15,17-20). Los vv.7-10 pertenecen a la liturgia de la llegada y entrada del arca de la Alianza en el Templo (1 Re 8,1-13).

* 25. Un salmo alfabético (como los salmos 9-10). Un orante, en medio de sufrimientos (vv.16-18) y rodeado de enemigos (v.19), pide a Dios que le perdone sus pecados (vv.7.18), lo salve y libere a Israel (vv.20.22). Si el Señor en el que confía no lo escucha, se sentirá defraudado (vv.2.20). El salmista recuerda la felicidad de los que son instruidos por el Señor y siguen sus caminos. Los “caminos”, “senderos”, “sendas”, son términos que se refieren a la conducta, al proceder de acuerdo con la ley de Dios (vv.8-10; Sal 119,27-35). Jesucristo ha revelado que él es el único camino que conduce al Padre (Jn 14,6).

* 26. Una persona acusada de un delito que no ha cometido se presenta en el Templo, pide a Dios que lo examine, le haga justicia (vv.1-2) y no lo cuente como uno de los pecadores (v.9). Su declaración (vv.4-5) es como un eco del Salmo 1,1. Al mencionar a los pecadores señala que practican el soborno (v.10), un delito condenado especialmente por la ley y los profetas (Ex 23,8; Dt 27,25; Is 1,23). Para expresar que nunca realiza acciones pecaminosas dice que “se lava las manos” (v.6; Dt 21,6-7), figura utilizada por Pilato cuando pretendió mostrar que era inocente de la muerte de Jesús (Mt 27,24).

* 27. Un levita que habita en el Templo (vv.4-6) experimenta la protección de Dios y no siente ningún temor. El Señor es para él como una fortaleza que no pueden asaltar los enemigos (v.1). Si el mandamiento ordena presentarse algunas veces “ante el rostro del Señor” en el Templo (v.8; Dt 16,16); el levita desea permanecer allí siempre (v.4). El amor y la fidelidad de Dios son mayores que la de sus propios padres (v.10), por eso pide al Señor que le manifieste siempre su amor y no le niegue su protección. Al final del salmo, una voz, quizá de un ministro del culto, lo exhorta a mantener la esperanza en Dios (v.14). A los que creen en Dios Jesús los invita a poner su confianza también en él (Jn 14,1).

* 28. Un fiel pide a Dios que lo escuche, porque de lo contrario él caerá en poder de la muerte (vv.1-2). No explica el motivo de su súplica, pero ruega que no lo cuente entre los pecadores, que están destinados a la ruina. Estos se distinguen por su falta de sinceridad: hablan como amigos pero esconden intenciones violentas (v.3; Sal 55,22). El salmista pide castigos para los pecadores (v.4), actitud superada en el Nuevo Testamento (1 Tim 1,15; Mt 5,44; Lc 6,28). Concluye dando gracias a Dios porque fue escuchado y le pide que extienda su salvación sobre todo el pueblo (vv.7-9).

* 29. Una invitación a alabar la gloria de Dios (vv.1-2). Los invitados a participar en la alabanza son los “hijos de Dios”, seres celestiales que rodean el trono de Dios y que en la Iglesia son llamados “ángeles” (Sal 89,6-7; Job 1,6). La gloria, representada por la majestuosidad del trueno, es como la voz de Dios (Sal 18,14) mencionada siete veces en el salmo. En la tempestad el trueno parece sacudir toda la creación (vv.3-9), mientras que en el Templo se oye la voz del pueblo que exclama “¡Gloria!” (v.9). El salmo finaliza con una representación de Dios que reina sobre el mundo y da fuerza y paz a su pueblo (vv.10-11). El poder de Dios sobre las fuerzas del cosmos produce estupor y admiración, como en los discípulos ante la manifestación del dominio de Jesús sobre la tempestad (Mt 8,26-27).

* 30. Acción de gracias de una persona que fue salvada cuando estaba a punto de morir (vv.2-4). Después de su experiencia invita a todos los fieles a alabar al Señor porque ha visto que las pruebas dolorosas duran solo un momento y pronto viene el consuelo (vv.5-6). El autor del salmo estaba instalado en una falsa seguridad, pero cuando le faltó la ayuda del Señor decayó y se encontró al borde de la muerte (vv.7-8). En su tiempo se pensaba que después de la muerte ya no se podría alabar al Señor (Sal 6,6); convencido de esto, pidió a Dios que le conservara la vida (vv.10-11), y tuvo la alegría de ser escuchado (vv.12-13).

* 31. El salmo es la lamentación y súplica de una persona amenazada por enemigos y perseguidores que intentan quitarle la vida (v.14). En esa situación, solo tiene a Dios como refugio y con toda confianza se entrega en sus manos (vv.6 y 16). El salmista tiene la certeza de haber sido escuchado; su súplica se alterna con expresiones de acción de gracias (vv.8-9 y 23) y con la invitación a toda la comunidad para que también confíe en el Señor (vv.24-25). Jesús es el modelo de confianza total en Dios Padre, y el evangelio de Lucas lo presenta recitando el v.6 de este salmo en el momento de su muerte (Lc 23,46).

* 32. Acción de gracias del pecador que ha sido perdonado. El salmo comienza con dos bienaventuranzas referidas a la felicidad del que ha recibido el perdón (vv.1-2). El pecador vivía en la amargura mientras no reconocía su pecado (vv.3-4), pero en cuanto confesó sus culpas al Señor recibió el perdón (v.5). El salmista se dirige entonces a la asamblea y le ofrece una instrucción: solo podrá tener seguridad y felicidad el que se deja perdonar por el Señor (vv.6-11). San Pablo se refiere a los vv.1-2 de este salmo cuando muestra que Dios perdona gratuitamente las faltas (Rom 4,7-8).

* 33. Un himno de alabanza a Dios por su acción en la creación y en la historia. Se invita a la asamblea para que aclame al Señor con acompañamiento de instrumentos musicales (vv.1-3). El objeto de la alabanza es la palabra del Señor, que se manifestó con rectitud en la ley (vv.4-5) y con poder en la creación del universo (vv.6-9). En todo resplandece el amor de Dios (v.5). La palabra del Señor también se reveló en la alianza con su pueblo, él la mantiene con fidelidad y cumple lo que ha prometido (vv.10-19). Por eso los fieles deben confiar en el Señor (vv.20-22).

* 34. Un salmo alfabético (como Sal 9-10). Los humildes (v.3) son invitados a dar gracias a Dios porque el Señor los protege (v.7); el ángel del Señor los rodea para que nadie los ataque (v.8), y nunca carecen de nada (v.11). El salmista instruye a los fieles sobre el temor del Señor (v.12), que consiste en respetar a Dios y cumplir sus mandamientos. A los que le temen, el Señor los protege y los libra de sus enemigos (vv.16-23). El modelo del que teme a Dios se ve realizado en Jesús; él es el justo que nunca dijo mentiras (v.14; 1 Pe 2,22), y al que Dios no permitió que se le rompiera ningún hueso (v.21; Jn 19,36).

* 35. Súplica de una persona acusada falsamente (vv.7 y 11) por los mismos a quienes él ha favorecido (vv.12-16). Pide al Señor que salga en su defensa como un guerrero (vv.2-3), y arroje sobre sus enemigos los mismos males que tramaban contra él (v.8). Los que atacan al salmista se alegrarán si lo ven derrotado (v.19; 24 y 26), pero el suplicante (v.9) y todos los que están de su parte (v.27) se alegrarán cuando Dios intervenga para salvarlo. El orante promete alabar a Dios por su salvación (vv.10; 18; y 28). Lo que se dice en este salmo se cumple también en Jesús y sus discípulos (v.19; Jn 15,25).

* 36. El salmista reflexiona sobre el comportamiento del malvado (vv.2-5): este niega que exista una ley de Dios, por eso se empecina en su mal proceder, está satisfecho con sí mismo y se niega a reconocer su culpa (vv.2-5). Ante esto, el orante pide a Dios que muestre su amor y su justicia (v.11), que abarcan todo el universo y son causa de vida y felicidad para todos los humanos (vv.6-10). Después de elevar su oración, el salmista está seguro de que los malvados ya quedaron derrotados (vv.12-13). La justicia de Dios es el plan que él lleva a cabo para salvar al mundo (Rom 3,21-26).

* 37. Un salmo alfabético (como los salmos 9-10). En los tiempos más antiguos se creía que no había vida eterna y todo terminaba con la muerte. Por eso muchos preguntaban: ¿Dónde queda la justicia de Dios si en esta vida los buenos sufren y los malos prosperan? Entonces, para revertir la injusticia que se hacía a los pobres, algunos pretendían recurrir a la violencia. A estos, un sabio les aconseja que no sean violentos y esperen la intervención de Dios, porque el triunfo de los malos es transitorio. A los mansos, Jesús les promete que poseerán la tierra en “los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia” (Mt 5,4; 2 Pe 3,13).

* 38. Es la súplica de un enfermo que sufre en soledad (vv.4-11). Sus familiares y amigos lo han abandonado (v.12) y sus enemigos lo atacan (vv.13 y 20-21). El orante reconoce su pecado (v.19) y expone su confianza en Dios (v.16), le pide que lo auxilie (v.21) y no permita que sus enemigos se alegren por su muerte (vv.17-18). Él salmista piensa que Dios lo está castigando  (v.1) por sus culpas (vv.4-6 y 19). Pero el Nuevo Testamento enseña que los sufrimientos no son castigos (Jn 9,2), sino pruebas que se deben superar, y unidos a la pasión de Cristo tienen valor redentor (Col 1,24).

* 39. Una persona que ha callado en medio de sus sufrimientos rompe su silencio y clama ante Dios. En el estilo de los sabios reflexiona sobre la brevedad de la vida: el ser humano no es más que un soplo (vv.6 y 12). Como muchos de su tiempo, el salmista cree que sus sufrimientos son castigos que Dios le envía por sus pecados (vv.9-12; Sal 38). Otros textos mostrarán que estos son pruebas, y que tienen gran valor cuando se unen a la pasión de Cristo (Col 1,24). Después de desahogarse vuelve a callar y pide al Señor que lo libere de sus padecimientos, porque ante Dios, él no es más que alguien que está de paso (v.13).

* 40. El salmista alaba a Dios porque, habiendo puesto su confianza en él, fue salvado de un gran peligro (vv.2-11). Está convencido que obedecer la ley divina es más importante que sacrificar víctimas, por eso no ofrece sino su obediencia (vv.7-9; 1 Sm 15,22-23). Lo único que puede mostrar ante el Señor es su pobreza (v.18), y le ruega que lo libere de los males que padece como consecuencia de sus pecados y de los ataques de sus enemigos (vv.12-18). El Nuevo Testamento refiere los vv.7-8 a la entrega que Jesús hizo de sí mismo, en lugar de los sacrificios y holocaustos que el Padre no quería (Heb 10,5-7).

Los vv.14-18 se encuentran repetidos como Salmo 70.

* 41. El salmo recuerda la felicidad prometida a los que se ocupan de socorrer a los indefensos (vv.2-4; Prov 14,21; Tob 4,7). A quien actúa así, Dios lo asistirá cuando esté enfermo (v.4). Se entiende así que el salmista es alguien que se preocupa por los pobres, porque él clamó a Dios (vv.5 y 11-12), y fue escuchado (v.13) cuando padecía una grave enfermedad, sus enemigos deseaban su muerte y hasta un amigo íntimo lo calumniaba (vv.6-10). Jesús es el amigo de los pobres traicionado por uno de sus amigos (v.10; Jn 13,18). Toda ayuda prestada a los necesitados es recibida por el mismo Jesucristo (Mt 25,34-40).

El v.14 es una alabanza a Dios con la que se cierra el primer libro de los salmos.

* 42-43. Los salmos 42-43 forman un solo salmo. Es el triste lamento de un levita que, desterrado lejos de Jerusalén y en medio de enemigos, sufre al recordar las celebraciones del Templo. Padece la lejanía de Dios como una intensa sed. Los paganos que lo rodean piensan que el Dios de Israel no tiene poder para ayudarlo en ese país lejano, y le preguntan en tono de burla: “¿Dónde está tu Dios?” (Sal 79,10; 115,2). El salmista pide a Dios que le haga justicia ante aquellos que lo traicionaron y consiguieron que él fuera desterrado. Cuando Dios intervenga, él podrá retornar al Templo de Jerusalén para seguir cumpliendo sus funciones junto al altar. El orante experimenta la ausencia de Dios y anhela su presencia. Para todos aquellos que como él sienten sed de Dios, Jesús se ofrece como manantial de agua viva (Jn 4,13-14; 7,37).

* 43. Ver nota a 42-43.

* 44. Lamentación del pueblo después de una derrota o una invasión enemiga. Todos oyeron decir que en el pasado el Señor intervino con actos salvadores, pero les resulta inexplicable que en el presente, sin haberse apartado de Dios ni haber renegado de la alianza, el pueblo haya sido entregado en manos de sus adversarios. Sin embargo se mantiene la confianza en Dios y se pide su intervención. San Pablo se refiere al v.23 de este salmo para afirmar que los padecimientos que sufren los cristianos no son una prueba de que hayan sido apartados del amor de Dios (Rom 8,36).

* 45. Este salmo es un canto nupcial dedicado a un rey en el día en que celebra su boda con una princesa extranjera. Se elogia al rey porque lucha con el fin de imponer la equidad y la justicia; la reina, deslumbrante por su belleza, ha abandonado su pueblo de origen para convertirse en madre de reyes y príncipes de Israel (vv.11 y 17). La tradición cristiana ha visto en este salmo una descripción de las bodas de Cristo con su Iglesia; Heb 1,8-9 aplica a Cristo los vv.7-8 de este salmo, y los aromas del vestido del rey en el v.9 son los que se derraman sobre Jesucristo cuando es elevado al Padre (Jn 19,39).

* 46. Este salmo pertenece a la colección de los “cantos de Sion”, llamados así porque cantan la gloria de Dios que habita en el Templo edificado sobre el monte Sion (Sal 46; 48; 76; 84; 87; 122). Aunque todas las fuerzas del universo se conmuevan, el monte del Templo permanece firme y da seguridad a todos los que están en él. Dios habita en Jerusalén, desde allí pacifica todas las naciones que promueven la guerra, y la ciudad se destaca por encima de todo como el lugar protegido por el Señor. El salmo se aplica a la Iglesia, porque “los poderes del abismo no la vencerán” (Mt 16,18).

* 47. Salmo perteneciente a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). Todos los pueblos son invitados a celebrar a Dios rey del universo. El Señor manifestó su dominio sobre las naciones cuando expulsó a los habitantes de Canaán y entregó el territorio como herencia a los israelitas. Dios se sienta en su trono sobre los querubines que coronan el arca de la Alianza (1 Sm 4,4; Sal 99,1), es aclamado rey y los príncipes de todas las naciones reconocen su reinado universal. A Jesucristo le fue dado todo el poder sobre el cielo y la tierra (Mt 28,18), y él reina con el Padre por los siglos de los siglos (Ap 11,15).

* 48. Salmo perteneciente a la colección de los “cantos de Sion” (Sal 46). El monte Sion, en el que se encuentran la ciudad de Jerusalén y el Templo, es una fortaleza que no pueden vencer los enemigos. Allí reside Dios como rey, e imparte justicia sobre toda la tierra. Los peregrinos que llegan a Jerusalén meditan sobre el amor que Dios manifiesta a su pueblo, y son invitados a recorrer la ciudad para reconocer su belleza y narrarla después a sus descendientes.

* 49. Salmo de tono sapiencial. El autor se presenta como un maestro que habla a toda clase de personas para ofrecerles una reflexión sobre el valor efímero de las riquezas. Los que poseen bienes no podrán llevar sus posesiones al sepulcro y morirán de la misma manera que aquellos que no tienen nada. Por eso no se debe sentir temor ante las amenazas de los que se apoyan en sus riquezas. El salmista vive en tiempo en que aún no se ha revelado que habrá vida eterna y resurrección, y se expresa como si todo acabara con la muerte (Sal 6,6). Jesús enseña que no se debe confiar en las riquezas (Lc 12,13-21)

* 50. Salmo de tono profético. Dios convoca a su pueblo para iniciar un juicio, y designa al cielo y a la tierra como testigos. El Señor se presenta en forma aterradora, y no acusa al pueblo por descuidar el culto (v.8), ya que Dios no necesita la carne y la sangre de las víctimas, sino porque no observa las exigencias de la alianza en lo que se refiere a la justicia con el prójimo (vv.16-20). El culto que Dios exige a su pueblo es la acción de gracias, el humilde reconocimiento de que los bienes que posee provienen de Dios.

* 51. Salmo penitencial con ecos de Ezequiel 36,24-28. Los cautivos en Babilonia reconocen que han pecado. Dios no les pide sacrificios, sino que hagan penitencia (vv.18-19; Dn 3,38-40). Ellos ruegan a Dios que los purifique como a los leprosos e impuros rociándolos con el hisopo (Lev 14,5-7; Nm 19,17-18), que los lave con agua y les dé espíritu y corazón nuevos. Solo así pueden pedir que se reconstruyan los muros de Jerusalén, y se les permita retornar a su tierra para ofrecer sacrificios gratos al Señor (vv.20-21). El salmista se compromete a proclamar la bondad de Dios ante los pecadores para que estos se conviertan y vuelvan al Señor. Por el sacrificio de Cristo los pecadores son perdonados (Rom 5,6-8; 1 Cor 15,3), convertidos en nuevas creaturas (2 Cor 5,17) y se les otorga un corazón y un espíritu nuevos (Rom 8,15-17). .

* 52. El autor del salmo se enfrenta con una persona que apoyada en sus muchas riquezas (v.9) usa su lengua como si fuera un puñal (vv.4-6) y daña al prójimo con la mentira y la calumnia. Los que obran de esta manera van hacia la segura destrucción (v.7), y su caída servirá como enseñanza para todos los demás (vv.8-9). En cambio los que permanecen fieles al Señor se mantienen como un árbol siempre verde, seguros y felices bajo la protección de la bondad de Dios.

* 53. Este salmo se encuentra repetido, con ligeras variantes, en el salmo 14. Los poderosos niegan que Dios se ocupe de los asuntos del mundo (v.2; Sof 1,12), han instalado la corrupción en la sociedad (Sal 10,4; 11,4) y se aprovechan de los débiles (v.5). Sin embargo Dios observa, e intervendrá para salvar a los humildes y cambiar la suerte de su pueblo (vv.3-7; Lc 1,51-54). Los malvados recibirán la peor humillación, que consiste en no tener sepultura y que sus huesos queden arrojados por el campo (Jr 8,1; 22,19; Ez 6,5).

* 54. Súplica de un fiel atacado por enemigos violentos que intentan quitarle la vida. Pide a Dios que haga honor a su nombre y se manifieste como salvador. Como otros autores que vivieron antes de la predicación de Jesucristo que enseñó a amar a los enemigos (Lc 6,27), este también pide castigos para sus adversarios (v.7). Después de haber expuesto su queja al Señor, el salmista tiene la certeza de que Dios lo salva (v.9) y se compromete a cantar alabanzas y ofrecer sacrificios de acción de gracias (v.8).

* 55. Súplica de un fiel que sufre amenazas de muerte y ve la corrupción en la sociedad; desea huir, pero no puede salir de la ciudad. Es posible que el país esté invadido por un pueblo que antes estaba aliado pero quebrantó la alianza (v.21). El salmista sufre porque su amigo íntimo, con quien participaba en las solemnidades del Templo, lo ha traicionado y ahora se ha puesto de parte de sus enemigos. Entonces insiste en sus ruegos y pide auxilio, seguro de que Dios intervendrá para salvarlo. Una voz, posiblemente de un ministro del culto, lo exhorta a mantener su confianza en Dios (v.23). El autor del salmo es figura de Cristo traicionado por una persona de su confianza (Mt 26,21-24).

* 56. Súplica de un fiel que sufre persecución, agresiones y calumnias de enemigos que intentan quitarle la vida. El autor del salmo sabe muy bien que sus adversarios no son más que seres humanos, y que no pueden nada contra Dios. El Señor es fiel y no olvida ni sus lágrimas ni sus acciones (v.9). Por eso el salmista, apoyado en la seguridad que le da la palabra de Dios, tiene certeza de que su ruego será escuchado y afirma que después de su liberación cumplirá las promesas que ha hecho. Esta misma confianza la tienen los cristianos que, junto con san Pablo, confiesan: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom 8,31).

* 57. Este salmo se encuentra repetido, con pocas variantes, en el Sal 108,2-6. Es la súplica de un fiel rodeado de peligros y de enemigos que lo calumnian (Sal 64,4). En medio de las asechanzas el salmista pide al Señor que se manifieste como el Dios que hizo su alianza por amor y la mantiene con su fidelidad (vv.4 y 11). El autor del salmo está seguro porque ha visto el fracaso de sus enemigos, pero sobre todo porque está protegido por Dios como un pichón bajo las alas de su madre (Sal 17,8). Por eso su súplica finaliza como un himno de alabanza a Dios (vv.8-12).

* 58. Salmo de tono profético. El salmista increpa a los jueces que no ejercen bien sus cargos y con sus sentencias injustas favorecen la delincuencia. Se pide al Señor que les aplique castigos (vv.7-10), para que los justos lo vean, se alegren y fortalezcan su confianza en la justicia de Dios. “Lavarse los pies en la sangre” (v.11) es una fórmula oriental que expresa la alegría por la venganza (Sal 68,24). En el Nuevo Testamento se mantiene la denuncia contra las injusticias (Lc 6,24-26; Sant 5,1-6), pero no se pide venganza ni que los pecadores sean castigados, sino que se conviertan (Lc 5,32; 19,10).

* 59. Súplica de un fiel que, sin haber cometido ningún delito, es perseguido, sufre calumnias y amenazas por parte de crueles enemigos. Estos son poderosos, blasfeman y recorren la ciudad buscando a quienes atacar. Se puede pensar que son invasores provenientes de un país pagano. El salmista confía en el amor y en la fuerza de Dios. El Señor es el Dios de toda la tierra y por lo tanto puede desbaratar los planes de estos agresores aunque sean extranjeros. Pide al Señor que los disperse, de modo que queden humillados y avergonzados delante de todo el pueblo. Aunque solo de Cristo se puede decir que no tuvo pecado (vv.4-5; 1 Pe 2,22), todo cristiano está seguro de que tiene su refugio en Dios (vv.10.18).

* 60. Los vv.7-14 de este salmo se encuentran repetidos como Sal 108,7-14. En una súplica angustiosa el pueblo reconoce que Dios está irritado contra él por algún pecado que no se menciona. En su indignación, el Señor lo entregó en manos de sus enemigos que lo vencieron y le arrebataron parte del territorio. No obstante el pueblo sigue confiando en la fidelidad de Dios, y pide su auxilio. Un ministro del culto repite las palabras con las que Dios proclama su dominio sobre toda la tierra (vv.8-10). Pero el pueblo no podrá reconquistar esos territorios si Dios no lo auxilia (vv.13-14).

* 61. Súplica de un israelita que por motivos que se desconocen se encuentra lejos del territorio de Israel (v.3). Desea regresar y encontrar refugio en el Templo, sobre la roca del monte Sion (vv-3-5). Allí, bajo la protección de Dios, podrá cantar las alabanzas divinas y cumplir las promesas que hizo para el día de su regreso (v.9). El salmo concluye con una oración por el rey (vv.7-8): invocando el amor y la fidelidad del Dios de la alianza, pide para él una larga vida y un reinado perpetuo de acuerdo con la alianza del Señor con David (1 Cr 17,14; Sal 89,30).

* 62. Salmo de confianza en Dios. El salmista se encuentra seguro bajo la protección de Dios (vv.2-3 y 6-8), e increpa a los que fingiendo amistad lo atacan e intentan derribarlo (vv.4-5). Se vuelve después hacia el pueblo (vv.9-11) y lo exhorta para que confíe solo en el Señor; que no se apoye en los seres humanos, que tienen una vida muy breve, ni en los poderosos, que son solo apariencia (v.10). Tampoco se debe confiar en la delincuencia ni en las muchas riquezas (v.11). Por último recuerda que el Señor se ha revelado como el único poderoso, que juzgará las acciones de cada uno.

* 63. Salmo de confianza en Dios. El salmista está desterrado, en medio de enemigos y lejos del Templo de Jerusalén, porque fue calumniado y amenazado de muerte (vv.10-11). Desea regresar para participar en la liturgia y gozar de la protección del Señor. Cuando se ponga de manifiesto que sus enemigos lo acusaron con falsedad, ellos padecerán una muerte humillante (Is 14,18-20; Jr 7,33); en cambio el rey y los justos se alegrarán al ver este acto de justicia de Dios (v.12). El deseo del orante se compara con la sed que se padece en el desierto (Sal 42,2-3). Jesucristo se ofrece es manantial de agua viva para todos los que sienten sed de Dios (Jn 4,13-14; 7,37).

* 64. Súplica de un fiel que se refugia en Dios y pide su auxilio, porque sus violentos enemigos pretenden destruirlo por medio de la calumnia (vv.2-5). Ellos trazaban sus planes siniestros confiados en que nadie podía ver sus pensamientos (vv.6-7). Pero quedaron atrapados en sus propias trampas y el mismo mal que estaban realizando cayó sobre ellos como una flecha enviada por Dios (v.8). El justo que fue auxiliado por el Señor se alegra, los que ven cómo Dios trastorna los planes de los malvados se asombran y se burlan de ellos, y los fieles glorifican a Dios por estas obras tan admirables (1 Sm 2,1-10; Lc 1,47-55).

* 65. El salmista se encuentra en el templo del Señor, sobre el monte Sion. Allí se glorifica a Dios con el silencio, el canto de las alabanzas y el cumplimiento de las promesas, y el Señor escucha las súplicas y perdona los pecados (vv.2-4). Los sacerdotes y levitas tienen la dicha de vivir siempre en el Templo, pero también los peregrinos reciben su parte abundante de la santidad de la casa del Señor  (v.5). El salmo finaliza con un himno al Dios creador (v.6-10), y una acción de gracias después de una abundante cosecha (vv.10-14).

* 66. Un himno de alabanza al Señor por todas sus obras en la historia. El salmista señala especialmente que Dios hizo cruzar a los israelitas por el mar Rojo y el río Jordán (v.6), y los liberó cuando fueron puestos a prueba, esclavizados por sus enemigos (vv.10-12). Luego pasa a sus experiencias personales: él fue escuchado en los momentos de peligro, y por eso entra al Templo para dar gracias y ofrecer los sacrificios que prometió en aquellas circunstancias (v.13-15). Por último llama a todos los fieles para narrarles sus experiencias del amor de Dios (v.16-20).

* 67. Este salmo es un himno de acción de gracias a Dios después de una abundante cosecha (v.7). Las naciones del mundo, al ver lo que el Señor ha hecho con Israel, pueden conocer cuál es la forma de actuar de Dios y su plan de salvación (vv.3-4). Pero también en la fecundidad de los campos se manifiesta el gobierno de Dios sobre toda la tierra, y por esta razón todas las naciones -no solamente Israel- deben darle gracias. El salmista concluye su canto pidiendo al Señor que bendiga al pueblo, para que así todas las naciones reconozcan y respeten al Señor. Así también los cristianos pueden seguir dando gracias con Cristo y por Cristo (Ef 1,3; 5,19-20).

* 68. Este salmo es un himno. Con las palabras con las que se ponía en movimiento el arca de la Alianza (Nm 10,35) se inicia la procesión de Dios desde el monte Sinaí al monte Sion (vv.2-24), con abundantes y a veces oscuras referencias a hechos de la historia de Israel. Dios es aclamado como “Padre de los huérfanos y defensor de las viudas” (v.6-7). La segunda parte describe la procesión de los israelitas, junto con los reyes vencidos, al monte Sion (vv.25-32). Todas las naciones son invitadas a reconocer el poder de Dios (vv.33-36). La carta a los Efesios en 4,8-10 refiere el v.19 a la obra de Cristo.

* 69. Lamentación y súplica en medio de una situación angustiosa. El que ora en este salmo puede ser el pueblo de Israel, que sufre en el destierro (v.34) y reconoce sus pecados (vv.6 y 27). Apela al amor de Dios (vv.14 y 17), y si el Señor no lo auxilia los fieles podrán perder la confianza en la justicia de Dios (v.7). El salmista pide castigos para los opresores (vv.23-29); y seguro de que será socorrido y verá la restauración del reino (vv.36-37), promete cantos de acción de gracias (v.31). El Nuevo Testamento aplicó varios textos de este salmo a Jesucristo en su pasión.

** 70. Este salmo repite, con ligeras variantes, los vv.14-18 del Salmo 40, del que se conserva solo el urgente pedido de auxilio. El salmista se ve atacado por enemigos que intentan matarlo (v.3), y repite la súplica de que la intervención de Dios venga pronto (vv.2 y 6). El orante se reconoce pobre e indigente (v.6), toda su fuerza reside en Dios, y pide que sus adversarios queden derrotados (vv.3-4) para que los justos se alegren y reconozcan el poder del Señor (v.5).

* 71. Súplica de un anciano enfermo. Cuando lo ven en estas condiciones, sus enemigos piensan que Dios lo ha abandonado, murmuran contra él y hacen planes para quitarle la vida. El salmista confiesa que Dios lo sostuvo desde antes de nacer y lo auxilió en muchos momentos de su vida; pide que ahora lo restablezca para que pueda instruir a los jóvenes con su testimonio sobre las obras del Señor.

* 72. Una súplica por el rey. La comunidad pide a Dios que lo enriquezca con todas las cualidades y sentimientos que debe poseer para instaurar el reinado de Dios en la tierra. Debe preocuparse especialmente en socorrer a los débiles y a los pobres; durante su reinado habrá un cambio en la naturaleza y los campos tendrán una fecundidad excepcional. El dominio del rey se extenderá a toda la tierra y gobernará para siempre. La Iglesia aplica este salmo a Jesucristo, el rey que viene a establecer el reinado de Dios (Mc 1,14-15).

Los vv.18-20 son una exclamación de alabanza que cierra el segundo libro de los Salmos.

* 73. Reflexión de tono sapiencial. El salmista está convencido de la bondad de Dios (v.1), pero su fe es puesta a prueba porque a sus ojos los malvados prosperan y son dichosos (vv.2-12), mientras que él, que se esfuerza por ser justo, padece muchos males (v.14). Pero su mente se ilumina cuando comprende el misterio de Dios: la felicidad de los malvados es efímera porque pronto serán destruidos (vv.18-20). En cambio los que se mantienen fieles junto a Dios tienen asegurada la felicidad para siempre.

* 74. Lamento de un israelita después de una derrota. Israel quedó sometido a sus enemigos, estos destruyeron el Templo y pareciera que Dios ha abandonado a su pueblo. No hay profetas ni quien pueda responder a la pregunta: “¿hasta cuándo?” (Sal 6,4; 13,2-3; 79,5; 80,5; 89,47; 94,3-4). En medio de tanta amargura se pide a Dios que recuerde su alianza y salga en defensa de sus fieles. Él es más poderoso que sus opresores y demostró su inmenso poder cuando creó el mundo y venció las fuerzas del mal representadas aquí por seres mitológicos (vv.13-17). Años después de la muerte de Jesús el Templo de Jerusalén fue destruido; para los cristianos el nuevo Templo es el cuerpo resucitado del Señor (Jn 2,19-22).

* 75. Un salmo de acción de gracias a Dios porque humilla y doblega a los malvados. El Señor anuncia que ha fijado un día en el que juzgará al mundo (v.3), y el salmista reprende con severidad a los soberbios y a los que obran mal (vv.5-6). Es inútil esperar que los poderosos de la tierra establezcan la justicia; esta será instituida solo cuando Dios intervenga (vv.7-8). Para los que actúan mal está preparado el castigo representado por una copa amarga (Sal 60,5; Jr 25,15; Ez 23,31-34; Ap 14,10; 16,19), pero los justos se alegran porque el juicio de Dios les trae la salvación (vv.10-11). Con esta misma confianza los cristianos esperan la segunda venida de Jesús (Lc 21,25-28).

* 76. Este salmo pertenece a la colección de los “cantos de Sion”, llamados así porque cantan la gloria de Dios que habita en el Templo edificado sobre el monte Sion (Sal 46; 48; 76; 87; 122). El Señor es alabado porque en su Templo se manifiesta como el pacificador que destruye los instrumentos de guerra (v.4) y deja sin fuerza a los violentos (vv.5-7). Cuando Dios se dispone a comenzar su juicio, los fieles lo aclaman porque él hace justicia a los pobres (v.10) y pacifica a los que recurren a la violencia.

* 77. Lamentación desgarradora de un fiel que en su sufrimiento clama a Dios, y al no recibir respuesta, se pregunta si el Señor habrá dejado de amarlo (vv.8-10). Él no encuentra explicación para su dolor que se prolonga. Sin embargo no reniega de Dios ni se entrega a la desesperación. En su reflexión recuerda que en otro tiempo, cuando el pueblo estaba afligido en Egipto, el Señor abrió el mar para salvarlo (vv.15-21). La consideración de esta manifestación de amor y de poder ofrece al orante razones para que siga esperando. “Nuestra esperanza no nos deja avergonzados…Dios nos demuestra su amor porque, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5,5.8).

* 78. Reflexión sapiencial sobre la historia de Israel. Desde que el pueblo salió de Egipto hasta que llegó a la tierra prometida se fueron sucediendo los actos salvadores de Dios y las rebeldías de los israelitas. No obstante su constante infidelidad, el Señor mantenía su amor y su fidelidad y, conociendo la condición humana, los perdonaba cuando daban una señal de arrepentimiento. Pero cuando se estableció en la tierra prometida, el pueblo se volcó a la idolatría. Entonces el Señor rechazó a las tribus del norte y conservó a la tribu de Judá. A ella le dio a David como rey y en su territorio se construyó el Templo.

* 79. Lamentación y súplica ante el espectáculo de la destrucción de Jerusalén y el Templo, y la matanza de sus habitantes. El salmista pregunta: “¿hasta cuándo?” (Sal 6,4; 13,2-3; 79,5; 80,5; 89,47; 94,3-4), y pide a Dios el perdón de los pecados que fueron causa de tanta ruina. Los paganos que destruyeron la ciudad se burlan diciendo:¿dónde está ese Dios de Israel que no los auxilia? (v.10; Sal 42,4; 115,2). El orante deposita su confianza en la justicia del Señor y pide que los castigue (vv.6 y12), pero el Nuevo Testamento enseña que en la búsqueda de la justicia se debe orar por los enemigos, rechazando los sentimientos de venganza (Mt 5,44; Rom 12,19).

* 80. Lamentación y súplica ante una invasión de enemigos en la zona norte del territorio de Israel. El pueblo es representado bajo la figura de una viña, propiedad que el Señor cuida con amor. Cuando esa viña no respondió al amor del Señor, él la dejó en manos de sus enemigos, que le derribaron los muros, la incendiaron y devastaron. El salmista pide a Dios que castigue a los invasores (v.17), y con la promesa de permanecer siempre fieles, (v.19), pide la restauración del país (vv.4,8 y 20) y la protección para el rey (v.18). La verdadera viña siempre fiel al amor de Dios es su Hijo Jesucristo (Jn 15,1-10).

* 81. El salmo comienza con la invitación a alabar a Dios en los días de fiesta como está ordenado en los mandamientos. Pero no basta con cumplir el precepto de celebrar las fiestas. La voz de Dios les recuerda a los israelitas que cuando eran esclavos en Egipto, él escuchó sus lamentos, los liberó y les exigió no adorar a otros dioses (v.10), y ellos no cumplieron esta exigencia (v.12). Por eso el Señor los abandonó en manos de sus enemigos (v.13). Dios desea que el pueblo sea fiel; entonces lo liberará de sus enemigos y lo colmará con sus dones (vv.15-17).

* 82. Este salmo, en forma poética, presenta una asamblea en la que Dios juzga a los dioses de los pueblos paganos y los condena a morir como los seres humanos porque no intervienen en la historia para salvar y proteger a los pobres y desvalidos. Solo el Señor es “Padre de los huérfanos, defensor de las viudas…, él libera a los cautivos y les da prosperidad” (Sal 68,6-7). El salmo se aplica a los jueces que dictan sentencias injustas (Sal 58). Si aquellos a quienes se dirige la palabra del salmo son llamados ‘dioses’ (v.6), con más razón se llama ‘Hijo de Dios’ a Jesús, que fue consagrado y enviado por el Padre (Jn 10,34). Él vino para anunciar la buena noticia a los pobres y liberar a los oprimidos (Lc 4,18-19).

* 83. Súplica y lamentación del pueblo que enfrenta a todas las naciones vecinas reunidas en un intento de exterminar a Israel (vv.7-9). Una situación como se describe en Jdt 7,1ss. Los que atacan al pueblo de la alianza son presentados como enemigos de Dios (vv.3 y 6). No se sabe si el salmo describe un hecho puntual de la historia, en el que tantas naciones se coaligaron contra Israel o si es una mirada sobre todas las persecuciones de la historia. Se pide a Dios que repita sus hazañas del tiempo de los jueces y derrote a todos los pueblos enemigos. El cristiano busca la justicia, pero no puede utilizar a Dios contra sus enemigos (cf. Lc 6,27-29).

* 84. Este es uno de los “cánticos de Sion” (Sal 46). El salmo expresa los sentimientos del peregrino que se dirige hacia Jerusalén para adorar a Dios. Así como los pájaros, que construyen sus nidos cerca del altar, él también desea permanecer siempre en los atrios del Templo, aun ocupando el ínfimo lugar, y declara dichosos a los sacerdotes que habitan en el santuario (v.4-5). Pero no concentra su atención en el Templo, sino en Dios que habita en él. Los peregrinos, llevados por una fuerza especial de Dios, transforman todo el territorio por el que pasan (v.7). El salmo concluye con una oración por el rey.

* 85. El salmo comienza con un canto de acción de gracias porque Dios mostró su bondad al hacer que regresara el pueblo que estaba cautivo en Babilonia (vv.1-4). Pero se vive un período de angustia y el pueblo tiene conciencia de que esto es consecuencia de sus pecados; entonces pide perdón (vv.5-8). Como respuesta, un profeta o un ministro de culto anuncia que la indignación del Señor no durará para siempre, sino que muy pronto se derramará desde el cielo el cúmulo de bienes de la salvación, y la tierra producirá abundantes cosechas (vv.9-14).

* 86. El autor del salmo se presenta con mucha humildad como pobre, indigente (v.1) y servidor del Señor (vv.2.4.16). Más aun, tiene la condición de “hijo de tu esclava”, que nunca recuperaba la libertad (Ex 21,4). En otros momentos el salmista ha sido salvado y protegido por Dios (v.13), pero ahora se encuentra en grave peligro y pide auxilio al Señor. Invoca para esto los títulos con los que el Señor se reveló a Moisés (vv.5 y 15; Ex 34,6). Aunque los enemigos lo amenazan de muerte (v.14), el orante no pide que sean castigados. Solo quiere que ellos queden humillados (v.17) cuando vean que él tiene a Dios como protector.

* 87. Este salmo es uno de los “cánticos de Sion” (Sal 46). La ciudad de Jerusalén, amada por Dios, tiene sus cimientos en las montañas santas donde los antiguos pensaban que estaba la morada de los dioses. Con cantos y danzas (v.7) celebran que el Señor, en el registro de los pueblos, anote como nacidos en Jerusalén a todos los que “conocen a Dios”, en cualquier lugar en el que se encuentren, tanto israelitas como prosélitos, y también los que vienen de Egipto (Rahab) y Babilonia, antiguos enemigos de Israel. Por eso la ciudad santa es figura de la Iglesia, que abraza a los creyentes de todo el mundo.

* 88. Lamento y súplica de una persona que padece enfermedades desde niño y ahora se encuentra cercano a la muerte. Se expresa como si ya estuviera habitando entre las tinieblas de la sepultura (vv.5-7). Su dolor se acrecienta porque ha sido abandonado por familiares y amigos (vv.9 y 19), y el mismo Dios permanece en silencio ante sus oraciones (v.14). Desea seguir viviendo porque en su tiempo se pensaba que todo terminaba con la muerte, y que no habría vida eterna ni resurrección (vv.11-13; Sal 6,6). Aún en esta situación, el salmista no pierde la esperanza y continúa suplicando al Señor.

* 89. El salmo comienza como un himno al amor y a la fidelidad con que Dios mantiene lo que ha prometido en la alianza. El Señor prometió a David que sus descendientes ocuparían el trono para siempre, y con la obra de la creación y sus hazañas en la historia mostró que tenía poder para cumplir sus promesas. Sin embargo, ahora el rey descendiente de David ha sido vencido e Israel quedó aplastado por sus enemigos. El autor pregunta “¿Hasta cuándo?” (Sal 6,4; 13,2-3; 79,5; 80,5; 94,3-4): la vida humana es muy breve, y el salmista quiere ver la intervención de Dios antes de morir. El Mesías, descendiente de David, pareció derrotado definitivamente en la cruz, pero la fidelidad de Dios se manifestó en la resurrección de Cristo.

La alabanza del v.53 cierra el libro III de los Salmos.

* 90. El salmista considera la brevedad de la existencia humana y la compara con la eternidad de Dios (vv.1-6). Se lamenta al considerar los dolores y dificultades que llenan los pocos días que dura la vida sobre la tierra, sobre todo cuando se sufre como consecuencia de los pecados (vv.7-11). Por último suplica al Señor que conceda sabiduría a los fieles para que sepan aprovechar bien el tiempo de su vida, que vivan con alegría, experimenten el amor de Dios y tengan éxito en todo lo que emprendan (vv.12-17).

* 91. En este salmo el autor no se dirige a Dios sino a otra persona a la que exhorta para que deposite su confianza en el Señor, porque a los que tienen fe en él, Dios los libera de todos los peligros. En los versículos finales toma la palabra el mismo Dios para confirmar lo dicho por el salmista (vv.14-16). En el relato de las tentaciones de Jesús, el tentador le propone que se exponga al peligro confiando en estas palabras del salmo (Mt 4,5-7); es la superstición del que busca la protección de Dios, sin comprometerse con él por la fe.

* 92. Este salmo es un himno de alabanza a Dios por la grandeza de sus obras y sus planes. El salmista, que ha experimentado de una manera especial la protección de Dios, alaba los justos proyectos del Señor. La felicidad de los malvados es muy breve porque ellos son exterminados; los fieles, en cambio, son protegidos y fortalecidos por el Señor, que permanece para siempre. Esto es tenido en cuenta por los justos, pero los malvados no le prestan atención. Los que permanecen fieles al Señor son representados con la imagen del árbol que florece y da frutos (Jr 17,7-8; Sal 1,3; 52,10).

* 93. Salmo perteneciente a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). El Señor es aclamado como un rey que impone su dominio sobre toda la creación. Él permanece eternamente y garantiza la estabilidad del universo. Las fuerzas enemigas, representadas por las aguas de ríos y mares, se rebelan y hacen ostentación de su poder, pero la majestad de Dios se mantiene siempre firme. Si el Señor ha concedido estabilidad al universo, también ha dado firmeza e inmutabilidad a sus mandamientos y a la santidad de su Templo. Dios Padre ha establecido a su Hijo Jesucristo como rey del universo (Col 1,13).

* 94. Súplica del fiel ante el triunfo de los malvados que actúan contra todo dispuesto en la ley (Ex 22,20-23; Dt 24,17-22) y lo hacen pensando que esto quedará oculto a los ojos de Dios (v.7). Entonces el fiel pregunta “¿Hasta cuándo?” (Sal 6,4; 13,2-3; 74,10; 79,5; 80,5; 89,47) y pide que los culpables sean castigados. El salmo se convierte en un himno a la providencia de Dios: aunque parezca que triunfan los malvados, El Señor está siempre atento para proteger a los justos. Él es un juez insobornable que nunca pactará con el mal, y oportunamente se levantará para imponer su justicia.

* 95. Una invitación al pueblo para que entre al Templo y adore al Señor. Todo le pertenece a él, lo más bajo y lo más alto, la tierra y el mar. Él es la roca sobre la que se apoyan para tener seguridad, y ellos son el rebaño que él cuida como pastor. La voz de un profeta o un ministro del culto interrumpe la entrada y recuerda al pueblo la palabra de Dios: el Señor quiere que escuchen su palabra y la obedezcan, que no imiten a la generación de los israelitas que no pudieron entrar en la tierra prometida (Nm 14,30-34) porque se habían rebelado en los años de la peregrinación por el desierto (Ex 17,1-7; Nm 20,2-13). Con palabras de este salmo la carta a los hebreos exhorta a los cristianos a mantenerse fieles para poder entrar en el descanso eterno de Dios (Heb 3,7-19).

* 96. Salmo perteneciente a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). Es una invitación a todas las naciones para que canten al Señor (vv.1-2). El pueblo de Israel debe anunciar en todo el mundo el nombre del Señor (vv.3-6), enseñar que no hay nada más que un solo Dios, y que los demás dioses no son más que apariencia (v.5; Is 41,21-29). Los pueblos de la tierra reconocerán al Señor como rey, lo adorarán y le presentarán ofrendas (vv.7-10). La creación entera se alegrará porque Dios reinará sobre todas las naciones con justicia y fidelidad (vv.11-13). Jesucristo ha sido constituido rey de todo el universo para implantar el reinado de Dios (Col 1,13-14).

* 97. Salmo perteneciente a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). Una invitación a todos los pueblos para que celebren con alegría la noticia de que Dios es el rey de toda la tierra y su trono se asienta sobre la justicia y el derecho (vv.1-2). Él se presenta con rasgos aterradores (vv.3-6) y ante su venida hay distintas reacciones: los pueblos idólatras y sus dioses quedan humillados y se someten (v.7), pero el pueblo de Israel se alegra porque él viene a proteger a sus fieles y a liberarlos de las manos de los malvados (vv.8-10). Los justos son invitados a alegrarse por la venida del Señor como rey (v.11-12).

* 98. Salmo perteneciente a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). Todos los pueblos han sido testigos de la victoria del Señor. Esta victoria consiste en la salvación que Dios realizó cuando cumplió con amor y fidelidad (Ex 34,6) lo que había prometido en la alianza y salió en defensa de su pueblo Israel (v.3). Ahora todo el mundo, sus habitantes y la creación entera son invitados a cantar alegremente al son de instrumentos musicales (vv.4-8) porque el Señor viene como rey a gobernar la tierra e imponer la justicia (v.9).

* 99. Último de los salmos pertenecientes a la colección de “himnos a la realeza de Dios” (Sal 47; 93; 96-99). Tres veces se aclama a Dios como “Santo” (vv.3, 5 y 9), el “totalmente otro” que no se puede comparar con nadie. Dios manifiesta su santidad en el Templo (vv.1-3) donde tiene su trono sobre las imágenes de los querubines que rodean el arca de la Alianza (2 Sm 6,2). El Señor manifiesta su santidad porque impone su justicia en Israel (vv.4-5), y también porque a través de mediadores hace conocer su ley (vv.6-8). Todos los fieles son invitados a alabar al Señor reconociendo que él es “Santo” (v.9).

* 100. Una invitación a los fieles para que formen una alegre procesión y entren al Templo con aclamaciones. Dios merece esta alabanza porque es el creador y todo le pertenece, tanto el mundo como las criaturas humanas (Sal 24,1). El pueblo de Israel le pertenece de una manera particular (Ex 19,5; Dt 7,6) porque ellos son el rebaño que Dios apacienta como pastor (v.3; Ez 34,11-16; Sal 23,1). Los fieles entonan himnos de acción de gracias al Señor (v.4), porque por su gran amor estableció su alianza con Israel y la conserva con su fidelidad (Ex 34,6).

* 101. Un rey, posiblemente en el día de su coronación, proclama su plan de gobierno. Se propone actuar con el “corazón perfecto”, es decir, con total rectitud, sin hacer concesiones al mal (v.2). El rey señala que se rodeará de los que son fieles al Señor y “van por el buen camino” (v.6; Sal 86,11; 119,32-33), pero a los malvados, y especialmente a los que pecan con su lengua, los apartará de su lado y los hará perecer (vv.5 y 8). Jesús también detestaba el pecado, pero recibía a los pecadores, comía con ellos y les ofrecía el perdón de Dios (Mt 9,10-11; Lc 7,48-49).

* 102. Lamentación de un fiel que describe en forma patética sus padecimientos (vv.1-12). Él ama apasionadamente a Jerusalén, sufre al contemplarla en ruinas (vv.13-15), y confía en que el Señor la reconstruirá. Este será un acontecimiento que quedará a la vista de todas las naciones y los paganos alabarán el nombre del Señor (vv.16-23). El salmo finaliza con una consideración de la eternidad de Dios comparada con el universo, que se desgasta y se arroja como un vestido viejo (vv.24-29). La carta a los Hebreos cita este salmo para mostrar la superioridad de Jesucristo sobre los ángeles (Heb 1,10-12).

* 103. Himno de alabanza a la misericordia de Dios, que perdona a sus fieles y los colma de bienes. Su autor comienza recordando los beneficios que recibió en su vida personal (vv.1-5), para pasar luego a lo que el Señor ha realizado con el pueblo de Israel (vv.6-14), en particular en el éxodo, donde se reveló como “misericordioso y compasivo, lento para enojarse y rico en amor y fidelidad” (Ex 34,6-7). El amor del Señor es eterno, mientras que el ser humano tiene una existencia fugaz (vv.15-18). El salmista concluye el salmo invitando a los ángeles y a la creación entera a sumarse a la alabanza (vv.19-22). Jesús ha mostrado el rostro del Padre misericordioso que “siente ternura por sus hijos” (v.13; Lc 15,11-32)

*104. Un himno que canta al Creador. Dios, que aparece majestuoso sobre todo lo existente (vv.1-4), extrae al mundo del caos (vv.5-23), según el relato de Gn 1. El salmo alaba a Dios porque tanto los seres humanos como los animales dependen de su bondad, de su mano y de su espíritu (vv.28 y 30). El salmista queda deslumbrado por el poder y la bondad de Dios, y desea poder cantar toda su vida (v.33). En el final, pide que desaparezcan los malvados, que con sus obras manchan tanta belleza y armonía (v.35). Heb 1,17 cita el v.4 del salmo para mostrar la superioridad de Jesucristo sobre los ángeles.

* 105. Un himno que canta a Dios por las intervenciones a favor del pueblo de Israel, en cumplimiento de la alianza que hizo con Abraham y los patriarcas. En todos los momentos de su historia, el pueblo experimentó la presencia de Dios que lo acompañaba y preparaba el momento de la entrada en la tierra prometida. En el momento culminante, Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto y recibió como herencia la tierra de los paganos. El pueblo de Egipto, que los oprimía, sufrió las plagas (vv.28-36), mientras que Israel fue enriquecido y liberado (v.37), y durante su trayecto por el desierto fue protegido por Dios (vv.39-41).

** 106. Un himno a las intervenciones salvadoras de Dios en la historia, que rápidamente se convierte en una súplica penitencial al recordar el contraste entre las acciones del Señor y las infidelidades del pueblo. En todo tiempo se rebelaron, y cuando estaban en la tierra prometida, se entregaron a la idolatría e imitaron a los pueblos que los rodeaban. Por eso el Señor los entregó en manos de sus enemigos que los dominaron y oprimieron. Pero aun así Dios oyó sus gemidos, tuvo compasión de ellos, se acordó de su alianza y los salvó.

La alabanza del v.48 cierra el libro IV de los Salmos.

* 107. Un himno de acción de gracias al Señor por sus intervenciones salvadoras. Por la repetición de los mismos elementos se distinguen cuatro situaciones: auxilio en el desierto (vv.4-9); liberación de la prisión (vv.10-15); curación en la enfermedad (vv.16-22); salvación en el naufragio (vv.23-32). El final del himno (vv.33-43) es una alabanza a la providencia del Señor que interviene con su poder para castigar a los malvados (vv.33-34) y auxiliar a los pobres (vv.35-41). Una cláusula final invita a meditar en estos hechos para conocer el amor de Dios (vv.42-43).

* 108. Este salmo está compuesto con elementos de los salmos 57,8-12 y 60,7-14. Después de un comienzo en forma de himno (vv.2-6), el canto se convierte en una lamentación: Dios había pronunciado palabras que aseguraban la victoria a Israel (vv.8-10), pero el pueblo ha sido dominado por los extranjeros (vv.11-12). A pesar de todo se sigue confiando en la fidelidad de Dios, y el salmo termina con un pedido de auxilio al Señor (vv.13-14).

* 109. Una desgarradora súplica de un inocente injustamente acusado por sus enemigos, que le devuelven con el mal todo el bien que él les ha hecho. Los enemigos lo acosan con toda clase de calumnias y maldiciones (vv.6-19); las maldiciones, lo mismo que las bendiciones, una vez pronunciadas debían caer sobre las personas a las que se dirigían. Por eso el orante las repite y pide al Señor que juzgue y haga recaer todo ese mal sobre los que las profirieron. Jesús es el modelo del acusado injustamente, que en su pasión no devolvió la maldición, sino que se entregó en manos del que juzga con justicia (1 Pe 2,22).

* 110. Salmo perteneciente a la liturgia de la coronación del rey descendiente de David. Dios lo invita a sentarse en el trono de Jerusalén, llamado “trono del Señor” (1 Cr 29,23), le promete la victoria sobre sus enemigos y le otorga el sacerdocio que pertenecía a los reyes paganos que habían reinado en Jerusalén (Gn 14,18). Jesucristo es el verdadero hijo de David que se sentó a la derecha de Dios en el cielo (Heb 8,1), posee el sumo y eterno sacerdocio (Heb 8,11-12) y domina sobre todos sus enemigos (1 Cor 15,25-26).

El v.3 es muy oscuro en hebreo y las antiguas versiones traducen de diferentes maneras; por ejemplo: “Tú eres príncipe desde el día de tu nacimiento…”.

* 111. Este es uno de los salmos alfabéticos (Salmos 9-10). Es un himno de alabanza al poder del Señor manifestado en las obras que realizó a favor de Israel. El Señor mostró que cumplía con fidelidad sus compromisos contraídos en la alianza cuando alimentó a su pueblo en el desierto (v.5), le otorgó la tierra prometida a los antepasados (v.6), lo liberó cuando estuvo sometido a sus enemigos, y confirmó que mantendría su alianza eternamente (v.9). Por eso el pueblo debe cumplir también los mandamientos del Señor “con verdad y rectitud” (v.8). “Temer al Señor”, es decir respetar su nombre, es el fundamento de la sabiduría (v.10).

* 112. Este es un salmo alfabético (Salmos 9-10). Es una descripción de la felicidad que acompaña la vida del justo, encabezada por una “bienaventuranza” semejante a la del Sal 1,1. En la tradición de los libros sapienciales, al que teme al Señor, es decir al que lo respeta y cumple sus mandamientos, se le promete numerosa descendencia, abundancia de bienes, vida tranquila, buena fama. De todo esto quedan excluidos los malvados (v.10). De las acciones que realiza el justo en cumplimiento de los mandamientos solo se menciona la generosidad con los pobres (vv.5 y 9).

* 113. Un himno a la grandeza del Señor. Son invitados a cantar todos los “servidores” del Señor, que pueden ser los que se consagran a servir a Dios en el Templo, pero también todos los fieles que sirven al Señor cumpliendo sus mandamientos. Se destacan dos grandes contrastes: la grandeza de Dios por encima de todo lo existente, pero “se inclina para mirar el cielo y la tierra” (vv.4-6); y Dios, que está en lo más alto, eleva a desamparados e indigentes (vv.7-9). El himno tiene resonancias en los cantos de Ana, la madre de Samuel, y de la virgen María (1 Sm 2,5.8; Lc 1,47-55).

* 114. Un himno para cantar las obras realizadas por el Señor en la salida de Egipto y en la entrada de la tierra prometida. Se nota la ausencia de una invitación a la alabanza en el comienzo, como es característica de los himnos. Todo está narrado en lenguaje poético, que muestra la creación transformada sirviendo a los planes de Dios. Al salir de Egipto, Israel se convirtió en el santuario de Dios (v.2). El mar Rojo, al verlo, se sorprendió, se apartó y dejó pasar al pueblo; el río Jordán, admirado, se volvió atrás y lo dejó entrar en la tierra prometida; las montañas saltaron de alegría y las rocas se convirtieron en lagunas (vv.3-4 y 8).

* 115. Salmo de confianza. A la pregunta de los paganos: “¿Dónde está el Dios de ustedes?” (Sal 42,4; 79,10) se responde mostrando la grandeza del Dios de Israel, confrontado con los dioses de las naciones, que tienen apariencia humana pero son incapaces de realizar cualquier acción. Los israelitas son invitados a confiar en el Señor, porque él les asegurará la protección, la bendición y la prosperidad. Dios creó el cielo y la tierra, y entregó la tierra para que fuera el dominio de los seres humanos (Gn 1,26-28). Los humanos deben glorificar solo a Dios.

El Sal 115,4-8 se repite en Sal 135,15-18.

* 116. Salmo de acción de gracias de un fiel que cuando estuvo a punto de morir por una grave enfermedad, invocó a Dios y él lo salvó. Ahora canta agradecido y se dispone a ofrecer los sacrificios y a cumplir las promesas con que se comprometió en el momento de su enfermedad (vv.14 y 17-19). Se admira de que Dios se ocupe de él, que no es más que “tu esclavo”, o más aun, tiene la condición de “hijo de tu esclava” (v.16), que nunca recuperaba la libertad (Ex 21,4). Y confiesa que Dios “sufre” cuando mueren sus fieles (v.15), porque “él no hizo la muerte ni se complace en la destrucción de los vivientes” (Sab 1,13).

La versiones griega y latina del AT unen los salmos 114 y 115 como un solo salmo

* 117. Una invitación a la alabanza divina dirigida a todas las naciones. Todos los pueblos alabarán al Señor por el amor y la fidelidad que él demostró en la realización de su alianza con Israel (Ex 34,6). El salmo pertenece a aquellos grupos del pueblo judío que entendían que la salvación ofrecida por Dios a Israel en la alianza estaba destinada en última instancia a todas las naciones (Sof 3,9). San Pablo cita este salmo (Rom 15,11) cuando muestra que Jesucristo vino para llevar a su cumplimiento este designio de salvación universal.

* 118. Una procesión de entrada en el Templo para celebrar la acción de gracias por la victoria obtenida sobre las naciones enemigas. El rey experimentó el auxilio divino cuando se vio rodeado de enemigos que lo atacaban (vv.5-19). Dios hizo que Israel, despreciado como piedra inútil, llegara a ser la piedra fundamental (vv.22-23). Esta imagen es aplicada a Cristo, rechazado pero convertido por Dios en causa de salvación universal (Mt 21,42). El saludo al rey vencedor (v.26) fue utilizado por el pueblo cuando Jesús llegó a Jerusalén (Mt 21,9), y con esas mismas palabras el Señor se refirió a su segunda venida (Mt 23,39).

* 119. Este es el más elaborado de los salmos alfabéticos (Sal 9-10). Consta de veintidós estrofas, como son las letras del alfabeto hebreo, y cada una contiene ocho versículos que comienzan con la misma letra correspondiente a la estrofa. Es un elogio a la ley divina, que no es entendida solo como código de mandamientos, sino como expresión de la voluntad de Dios, su enseñanza, su promesa… En cada uno de los versículos se encuentra un sinónimo de ley: decisiones, palabra, camino, enseñanza, instrucción… Jesucristo es la plenitud de la ley, porque en él se revela la voluntad salvadora de Dios (Rom 10,4).

* 120. Es el primero de los quince salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134), porque eran cantados por los peregrinos en el camino hacia Jerusalén, en las tres fiestas en que los varones israelitas debían concurrir al Templo (Dt 16,16). En este primer salmo, un piadoso israelita afirma que fue escuchado por Dios cuando clamó a él en medio de una situación angustiosa. Su oración permite ver que vivía desterrado lejos de Jerusalén, donde sufría calumnias y violencia. El salmo se puede leer como el inicio del retorno del que ha vivido lejos de la Jerusalén de Dios.

* 121. Segundo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El peregrino que comienza su itinerario hacia Jerusalén pregunta de dónde puede esperar auxilio. Él mismo se responde: el auxilio no vendrá desde las altas montañas, sino del Señor que ha hecho el cielo y la tierra (v.2). De pronto se oye una voz que le habla. Es posible que sea un sacerdote que lo despide al iniciar la peregrinación, y le asegura que Dios es el “guardián” de Israel. Se insiste en el uso del término “guardián”, y en el verbo correspondiente “guardar, custodiar” (vv.3-8). Todo creyente durante su peregrinación de esta vida sabe que tiene a Dios como guardián y auxilio.

* 122. Tercero de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El peregrino deja traslucir su alegría al saber que se encamina hacia Jerusalén, la ciudad donde están el Templo y el palacio del rey. Sus ojos se maravillan al ver las tribus que llegan por distintos caminos a dar gracias a Dios (v.4). El nombre de Jerusalén se traduce popularmente como “ciudad de la paz” y en ella está el palacio real donde se administra la justicia: la justicia y la paz se dan cita en Jerusalén (Sal 85,11). En este salmo se insiste en el término “paz” (vv.6-8). Jesús declara dichosos a los constructores de la paz (Mt 5,9).

* 123. Cuarto de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Los israelitas, puestos ante Dios, se sienten como los esclavos en presencia de sus dueños. Miran con ansiedad sus manos esperando que estas se abran y les ofrezcan algún alimento. Si de algo están saciados, es de las burlas y el desprecio que reciben del mundo que los rodea. Esto parece reflejar la situación de los israelitas cuando eran mirados con desprecio por sus opresores durante la cautividad en Babilonia, y en en los años posteriores, bajo la dominación de los grandes imperios. En esta situación, solo piden una cosa al Señor: “¡Misericordia!”.

* 124. Quinto de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Los israelitas pasaron por un gran peligro de ser exterminados. No se explica cuál fue ese peligro, y solo se utilizan las imágenes acostumbradas: ataques de enemigos (vv.2-3), aguas caóticas (vv.4-5), fieras que despedazan con sus dientes (v.6), ave que cayó en una trampa (v.7). El peligro desapareció, y todos dan gracias porque en esa liberación experimentaron cómo Dios intervino a favor de su pueblo. El auxilio para Israel no viene de sus propias fuerzas ni de las naciones amigas, sino solo del nombre del Señor.

* 125. Sexto de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El salmista contempla la ciudad de Jerusalén rodeada de montañas, con su Templo asentado sobre el monte Sion, y esto le sugiere una reflexión: los que confían en el Señor están tan firmes y seguros como el monte que sostiene el Templo. Las montañas crean una especie de corona en torno a Jerusalén: así las manos del Señor rodean al pueblo de Dios. ¡Que el Señor proteja siempre a los buenos, para que no se corrompan con los malos ejemplos de los poderosos!

* 126. Séptimo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Se recuerda la gran alegría de los días del retorno de la cautividad en Babilonia. No solo el pueblo, sino también los paganos reconocieron que aquello había sido obra de Dios. Ahora se pide una nueva intervención del Señor. Que cambie la situación del pueblo así como cambia el paisaje reseco del verano cuando caen las primeras lluvias del invierno. Así como la penosa situación de los primeros trabajos de la siembra se cambia en una jubilosa alegría cuando llegan los días de la cosecha.

* 127. Octavo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Un salmo de confianza. El Señor hace prosperar las obras humanas, y sin su ayuda todo esfuerzo es inútil. El que trabaja confiando en Dios está seguro de que en todo tendrá un feliz resultado, aun cuando esté descansando. Pero los esfuerzos de los malvados son inútiles. La descendencia numerosa es una señal de la bendición divina. Dichoso el que ha recibido muchos hijos: ninguno de ellos será superado cuando litigue con sus enemigos.

* 128. Noveno de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Es posible que aquí se conserve como un salmo la bendición que los sacerdotes pronunciaban sobre los peregrinos. Una primera bendición se derrama sobre “los que temen al Señor” (vv.1-4), que son los que respetan a Dios y cumplen sus mandamientos. A estos se les otorga una vida feliz en el hogar, con una esposa semejante a una vid fecunda, madre de muchos hijos que rodean la mesa familiar como los brotes del olivo. Una segunda bendición (vv.5-6), otorga al fiel poder compartir el futuro de paz y prosperidad de Jerusalén.

* 129. Décimo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El salmista, ya desde su juventud, sufrió que sus enemigos lo atacaran así como si pasaran con el arado sobre su espalda. Pero siempre experimentó la mano protectora de Dios. Esa es también la experiencia Israel. Aquí la atención del salmista se desvía, y en vez de continuar hablando de la paternal providencia de Dios, recuerda a los enemigos de Israel y lanza una maldición contra ellos: que nadie los bendiga, y que tengan una vida efímera, como la hierba que nace en los techos, y por falta de tierra húmeda se seca a poco de nacer. Pero se debe recordar que a los cristianos se les ordena bendecir, y no maldecir (Rom 12,14).

* 130. Undécimo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El salmista, o quizá el mismo pueblo de Israel, se encuentra sumergido en un pozo de tiniebla y dolor. No se explica la razón por la que ha caído en esta situación, pero el autor del salmo tiene conciencia de que es como consecuencia de sus pecados. Él se confiesa pecador porque sabe que Dios tiene la palabra del perdón y espera ansiosamente que Dios pronuncie esa palabra. Finalmente exhorta a todo el pueblo a seguir esperando, porque en Dios abunda el amor y la redención. El auxilio oportuno lo encuentra el cristiano en Jesucristo, que cumple su función sacerdotal intercediendo por todos ante el Padre (Heb 4,14-16)

* 131. Duodécimo de los salmos llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El salmista hace una breve confesión de su situación ante de Dios. Él pertenece al grupo de los “pobres”, que ponen su confianza solo en Dios; no pretende tener méritos, así como tampoco tiene altas aspiraciones. Para describirse a sí mismo en manos del Señor no encuentra una imagen mejor que la del niño que duerme plácidamente en brazos de su madre después de haber sido amamantado. En una exclamación final (v.3), exhorta a todo el pueblo a tener estos mismos sentimientos.

* 132. Decimotercer salmo de los llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El salmo recoge los principales temas de la teología de Jerusalén: el deseo de David de construir un santuario para el Arca (vv.1-5) y el traslado de esta a Jerusalén (vv.6-10), la promesa que hizo el Señor de otorgarle a David una dinastía perpetua (vv.11-12), la elección de Sion, desde donde Dios derrama sus bendiciones sobre el pueblo y sobre la dinastía (vv.13-15). El salmo pide al Señor que siga otorgando esas bendiciones, en atención a la devoción y a las privaciones que David se impuso para cumplir sus deseos.

* 133. Decimocuarto salmo de los llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). El breve salmo es un elogio a la vida en comunidad, sin especificar si se trata del ámbito familiar o nacional. La belleza de la vida comunitaria se describe mediante dos imágenes: es como el aceite perfumado que se derrama sobre la cabeza del sacerdote, e impregna su barba y sus vestidos. Es también como el rocío del monte Hermón (Líbano), que se produce cuando el viento de la altura arrastra el agua de la nieve derretida y rocía el territorio de Israel con una lluvia fresca y abundante.

* 134. Decimoquinto y último salmo de los llamados “de las subidas” o “de peregrinación” (Sal 120-134). Se repite el verbo “bendecir”: la comunidad exhorta a los sacerdotes que residen en el Templo y pasan la noche en él, para que bendigan al Señor durante las horas nocturnas. Se bendice al Señor cuando se lo reconoce como causante de todo bien. En el último versículo del salmo se oye una voz (un sacerdote) que pronuncia el nombre del Señor sobre el fiel israelita, y de esta manera lo bendice: el nombre del Señor lo cubre y es causante de todo bien.

* 135. Un himno a la grandeza divina. Los sacerdotes residentes en el Templo son invitados a entonar la alabanza (Sal 134,1), y los motivos son diversos: la elección de Israel (v.4), su poder manifestado en la creación (vv.5-7), sus obras a favor de Israel (vv.8-14). Por sus frecuentes intervenciones en la historia, el Señor se diferencia de los ídolos, incapaces de realizar cualquier acción; contra ellos, en los vv.15-18 se repite el texto irónico de Sal 115,4-8. Todas las familias de Israel son invitadas a unirse en el canto de alabanza en un magnífico coro final a varias voces (vv.19-21).

* 136. Un himno al amor mostrado por Dios en su relación con Israel, que comienza por la creación (vv.4-9); continúa con la liberación de Egipto (vv.10-15); y termina con la protección en las batallas del desierto y la donación de la tierra (vv.16-22). La historia posterior a la posesión de la tierra se resume apretadamente en los vv.23-25. A cada enunciado, se responde invariablemente con un estribillo que destaca que cada acción de Dios por su pueblo tiene su origen en su inmutable amor: “porque es eterno su amor”.

* 137. Una lamentación que recoge los sentimientos de los israelitas cautivos en Babilonia. Toda música ha cesado y solo quedan los llantos. No es apropiado utilizar los cantos de Sion para entretener a los opresores (vv.1-4). El salmista renueva el deseo de que Jerusalén ocupe siempre el centro de sus pensamientos, y lanza contra sí mismo dos terribles maldiciones para el hipotético caso de que él llegara a olvidarla (vv.5-6). Pero el recuerdo de Jerusalén suscita también deseos de venganza contra los pueblos que se unieron para destruirla (vv.7-9), sentimientos que ya no tienen lugar después de la predicación de Jesucristo.

* 138. Salmo de acción de gracias. El salmista ha experimentado el amor y la fidelidad que caracterizan todas las acciones de Dios (Ex 34,6), porque cada vez el Señor le respondió cada vez que lo invocó (v.3). El orante desea que todos los reyes de la tierra conozcan la grandeza de Dios y se unan para darle gracias (v.4); se sorprende porque estando tan alto, el Señor se ocupa de los humildes (v.6; Sal 113,7-9). La obra de protección sobre los fieles continúa sin interrupción, porque el amor del Señor es eterno (v.8). Por eso el salmo concluye con un pedido de que esa obra sea llevada hasta el final.

* 139. Un himno al conocimiento de Dios que todo lo abarca (vv.1-6) y a su omnipresencia, de la que es imposible escapar (vv.7-12). Dios conoce al ser humano mucho mejor que lo que este se conoce a sí mismo, porque tejió cada fibra de su cuerpo, y ya había visto toda su historia mucho antes de que realizara alguna de sus acciones (vv.13-18). El salmista se indigna con los pecadores, y considera que por fidelidad a Dios debe odiarlos (v.21). Pero Dios no odia a ninguna de sus criaturas: “amas todo lo que existe, y no odias nada de lo que has hecho. Si hubieras odiado algo, no lo habrías creado” (Sab 11,24).

* 140. Súplica angustiosa de la persona rodeada de enemigos que pretenden llevarlo a la perdición. Por medio de calumnias y otros medios violentos que el autor no explica, están a punto de hacerlo caer. El salmista se siente perdido, pero sabe que Dios es su protector, confía en él y clama para que interponga su poder y lo salve. Afligido por tantos ataques, pide al Señor que castigue a sus enemigos y haga caer sobre ellos los mismos males que pretenden arrojar sobre él (vv.10-12). Estos sentimientos de venganza ya no tienen lugar después de la predicación de Jesucristo, que enseñó a hacer el bien también a los enemigos (Lc 6,32-36).

* 141. Súplica de un fiel rodeado por personas que le esconden trampas y le dan mal ejemplo con la intención de que se desvíe y vaya por el mal camino. El salmista pide la protección de Dios para librarse de esas trampas, y también la fortaleza, porque es débil y puede caer en la tentación de querer imitar a los que obran mal. El salmista pide a Dios que sus enemigos caigan en sus propias trampas (v.10); estos son legítimos deseos de justicia, pero muestran sentimientos de venganza que ya no tienen lugar después de la predicación de Jesucristo (Lc 6,32-36).

* 142. Súplica de una persona que se encuentra en una terrible aflicción. No explica cuál es la situación que lo acongoja, y que él compara con una prisión (v.8). Está desprovisto de fuerzas y completamente solo, sin que nadie lo ayude, enfrentado a una multitud de enemigos que lo atacan y le esconden trampas. Sin embargo sigue confiando en Dios, que es su único refugio, el único bien que posee en este mundo (v.6). Cuando el Señor extienda su mano y lo libere, la alegría llegará a también a todos los justos que lo verán y celebrarán este acto de justicia de Dios (v.8).

* 143. Súplica de una persona que ya se encuentra al final de su vida, le falta el aliento y se siente en la puerta del sepulcro. Ante Dios no tiene más que sus propios pecados, por eso pide al Señor que no lo juzgue, ya que todos los seres humanos son igualmente pecadores (v.2). Por el contrario, le ruega que le devuelva la vida y le enseñe a vivir de acuerdo con su voluntad. Si pide al Señor que aniquile a sus enemigos, estos son deseos de justicia, pero muestran sentimientos de venganza superados por la predicación de Jesucristo, que enseñó a hacer el bien también a los enemigos (Mt 5,43-44).

* 144. En la primera parte del salmo, el rey reconoce que Dios es su protector, y pide su ayuda para superar a sus numerosos enemigos (vv.1-11). El salmo continúa con una súplica por la prosperidad de la nación (vv.12-14) en diferentes ámbitos: el familiar, con hijos fuertes e hijas hermosas; la agricultura, con los graneros repletos; la ganadería, con numerosos rebaños; el orden social, con funcionarios intachables; en el orden militar con la seguridad contra ataques enemigos. El salmo concluye con una bienaventuranza dirigida a la nación que tiene como Dios al Señor, que provee todas estas cosas (v.15).

* 145. Este es uno de los salmos alfabéticos (Salmos 9-10). Es un himno que alaba la grandeza del Señor manifestada en sus obras. Se reconoce de diferentes maneras que el Señor lo hace todo por amor y lo mantiene por su fidelidad (Ex 34,6). En la segunda parte del salmo (vv.14-21) el autor desciende en particular a las acciones realizadas por el Señor con los más débiles: los que tropiezan y caen, los que tienen hambre y esperan de él su alimento, los que lo invocan y los que esperan ayuda. Hacia todos ellos se extiende la bondad de Dios, y se concluye invitando a toda la creación para que bendiga al Señor.

* 146. Un himno de alabanza al Señor. Él es el creador de los cielos y la tierra, que mantiene siempre su fidelidad y es el único que puede ayudar a su pueblo. En él se debe confiar. No sucede lo mismo con los poderosos de este mundo, que son solo seres humanos y cuando mueren se acaban sus planes y sus promesas. En una especie de letanía se enuncian las acciones del Señor para con los pobres, los débiles, los indefensos (vv.7-9), que lleva a la aclamación final del Señor como rey de su pueblo (v.10). Es el reinado de Dios que anunciaron los profetas (Is 52,7) y vino a instaurar Jesucristo (Mc 1,15).

* 147. Un himno de alabanza al Señor por sus acciones en la creación y en la historia. Se invita a cantar la alabanza por el retorno de los que estaban cautivos en Babilonia y por la restauración del país (vv.1-6). La segunda invitación a la alabanza se refiere a su providencia que produce las lluvias oportunas para que seres humanos y animales tengan su alimento (vv.7-11). Por último se invita a la alabanza porque el Señor ha enviado su palabra que produce los cambios en la naturaleza, y es la ley revelada como un privilegio para Israel (vv.12-20).

En las versiones griega y latina, los vv.12-20 están separados como un salmo aparte que lleva el número 147.

* 148. Un himno de alabanza a Dios por su grandeza por encima de todo lo existente. En primer lugar se invita a participar en la alabanza a todos los seres que pueblan el mundo de lo alto, los ángeles y los astros (vv.1-6). Ellos no son dioses, sino criaturas a las que Dios les ha impuesto su ley. En segundo lugar son invitados todos los seres de la tierra y del mar, también los reyes y todos los pueblos, varones y mujeres, ancianos, jóvenes y niños (vv.7-14). Nadie queda excluido de este coro en el que se alaba el nombre del que hizo todas las cosas, es decir, el nombre de Creador (vv.5.13).

* 149. Los fieles son invitados a cantar un himno de alabanza a Dios como creador y rey (v.2), acompañados con instrumentos musicales, aclamaciones y danzas (v.3). La alabanza consiste en una representación sagrada del triunfo de Dios sobre sus enemigos. Estos ya fueron vencidos y condenados por el Señor, y para ejecutar la sentencia pronunciada por Dios, los fieles danzan con una espada en las manos, figuran que dominan a sus adversarios y los encadenan (vv.6-8). Es un honor participar en esta danza (v.9).

* 150. El libro de los Salmos se cierra con una solemne invitación a alabar a Dios. El Señor debe recibir la alabanza tanto en el Templo de Jerusalén como en el cielo (v.1); se lo debe alabar tanto por su grandeza como por sus actos en la historia (v.2). Se repite trece veces el imperativo “¡Alaben!” y se intenta nombrar todos los instrumentos musicales, los que suenan en el Templo (v.3; 1 Cr 15,16), los tamboriles y las danzas, los instrumentos de cuerda, los de viento y los de percusión (vv.4-5). Y para que nada quede ausente en esta alabanza, una última palabra reúne las voces de todos los seres vivientes (v.6).