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ATRAS

(16 capítulos)



I- «A los que han recibido una fe tan preciosa como la nuestra» (1,1): Pedro y su comunidad


1- 2 Pedro, una carta testamento


Junto con la Carta de Judas, 2 Pedro fue tardíamente incluida en la lista de los libros inspirados de la Biblia. Desde el siglo XIX d.C., muchos afirman el carácter pseudónimo de 2 Pedro (Introducción a 1 Pedro). Se trata, según parece, de un escrito de autor anónimo, partícipe de la tradición teológico–pastoral de Pedro, que presenta el testamento de su maestro. Lo hace debido a la existencia en las comunidades de enseñanzas y escritos de falsos maestros y misioneros que no ofrecen el testimonio verdadero acerca del «santo mandamiento» o Evangelio (2 Pe 2,21). De aquí que 2 Pedro, como testamento, exprese los últimos deseos del apóstol Pedro a los suyos, no sólo con la finalidad de que distingan la verdadera enseñanza de la falsa, sino que crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador (3,18). Incluso, se indica lo que ya ha escrito, para poner en claro lo que hay que atribuirle a él y lo que no (3,1). Así Pedro, el apóstol de los judíos se equipara a Pablo, el apóstol de los gentiles (3,15).


2- Las comunidades destinatarias de 2 Pedro


En cuanto a los destinatarios de 2 Pedro no hay indicaciones precisas. Es posible que sean los cristianos en general, pues los problemas tratados no se limitan a una iglesia local. Por el tenor de la Carta sabemos que, a finales del siglo I d.C., en estos cristianos de la segunda generación se ha instalado el desgano y la desorientación, entre otras causas, porque la venida del Señor se retrasa, opacando expectativas y dando lugar a opiniones hirientes acerca de que si nada ha cambiado hasta ahora, ¿por qué vamos a seguir creyendo en las promesas de Dios? Esta pregunta evoluciona rápidamente a otras: si la venida gloriosa del Señor es la que somete a juicio el error y la maldad, ¿por qué nunca llega?, ¿qué espera Dios para actuar? (2 Pe 3,4). Así ponen en duda lo que Pedro y los apóstoles enseñaron sobre la venida de Jesucristo y el juicio final (1 Pe 4,7). 

Poco sabemos acerca los falsos maestros y misioneros infiltrados en las comunidades. El autor da por entendido quiénes son y qué enseñan, por lo que no entrega datos para identificarlos. Quizás se trate de cristianos procedentes del judaísmo, precursores del movimiento gnóstico, que conocen bien la apocalíptica judía. Está claro que además de difundir enseñanzas erróneas, favorecen con su mal ejemplo conductas libertinas.

Por las alusiones al Antiguo Testamento y el conocimiento de la apocalíptica judía, las comunidades destinatarias de 2 Pedro están en estrecha relación con el mundo religioso judío. Por la calidad del griego empleado en la Carta, están también en estrecha relación con el mundo grecorromano. Es probable, pues, que se trate de comunidades cuyos miembros proceden mayoritariamente del mundo judío, pero viven insertas en sociedades helenísticas. 


II- «Esfuércense por reafirmar su vocación y elección» (1,10): teología de 2 Pedro


El propósito de la Carta es fortalecer nuestra fe mediante el conocimiento creciente de Dios y de su Hijo Jesús (2 Pe 1,1-2.8). Como hay errores de doctrinas y conducta que alejan a la comunidad de este propósito, el autor los denuncia con valentía. 

La fe se describe como el auténtico conocimiento de Jesucristo en cuanto Señor y Salvador. “Conocer” se entiende en sentido bíblico: una íntima y permanente relación de familiaridad entre el discípulo y Jesús por iniciativa de Dios. Hay un falso conocimiento que no conduce a Dios ni a su Hijo y, como consecuencia, inserta de nuevo en la corrupción del mundo del que Dios ya lo había sacado (2 Pe 2,20). En este conocimiento son expertos los falsos maestros, y su promesa de libertad (2,19) no es otra cosa que la vida libertina, pues dicho conocimiento justifica todo tipo de apetitos desordenados. 

Al conocimiento verdadero se llega por los escritos de los profetas y el testimonio de los apóstoles. Esto significa que tanto el Antiguo Testamento como los apóstoles están, con sus palabras y escritos, al servicio del recuerdo y práctica del «mandamiento del Señor y Salvador» (2 Pe 3,2). Sin embargo, hay que entender adecuadamente lo que dijeron profetas y apóstoles. Como se trata de promesas y enseñanzas de Dios inspiradas por el Espíritu Santo, la recta comprensión de sus palabras requiere de la acción de ese mismo Espíritu, dejándose conducir por quien las inspiró, para no interpretarlas como a cada cual le parece (1,20-21). El conocimiento auténtico de Jesucristo, por tanto, requiere insertarse en la tradición o comprensión que tiene la Iglesia de Jesús y sus enseñanzas, pues a ella se le confío el camino de la verdad y de la salvación. 

En este conocimiento se fundamenta la vida cristiana, la que tiene su origen en una elección o llamada por pura bondad de Dios, quien regala el conocimiento de su Hijo Jesús y, con ello, «todo lo necesario para la vida y la religión» (2 Pe 1,3). Quien es elegido es hecho partícipe de la naturaleza divina en virtud de su comunión con el Hijo (1,4). Esta participación, que se realiza por los méritos de la pasión de Cristo y el bautismo, otorga como vida propia la condición de hijos de Dios (1 Pe 1,3.23). Y a un nuevo ser corresponde un nuevo quehacer. Por eso la respuesta a este don divino es la vida recta conforme a la condición de hijos de Dios, que es aquella que responde al «camino de la verdad», la rectitud y la justicia (2 Pe 2,2). La meta de este caminar es alcanzar la perfección del amor o agápe, que no es sólo el «aprecio fraterno», sino el amor de comunión en Cristo (1,7). 


III- «Ésta es ya la segunda carta que les escribo» (3,1): organización literaria de 2 Pedro


1- Fecha de composición y organización literaria


La Carta se escribió para animar la fidelidad de comunidades pertenecientes a la segunda generación de cristianos (70-110 d.C.) y apartarlas de las falsas enseñanzas y del libertinaje de falsos maestros y misioneros. Para esto, el autor se sirve de instrucciones, exhortaciones y controversias y, dependiendo de qué se trate, emplea un estilo magisterial, familiar o apasionado. 

Hoy se sostiene que la composición de 2 Pedro es posterior a la muerte de Simón Pedro, apóstol de Jesucristo y testigo privilegiado de la transfiguración del Señor (2 Pe 1,17-18; 3,1). De ser así, la Carta fue escrita en nombre de Pedro por un cristiano anónimo perteneciente a la tradición o escuela petrina. Este recurso propio de la época, llamado pseudoepigrafía, tiene por finalidad recordar y reinterpretar con la debida autoridad la enseñanza del maestro (Pedro, en este caso) a fin de que responda a los nuevos desafíos que enfrenta la comunidad. Su fecha de composición sería a finales del siglo I, hacia los años 98-100 d.C., posterior a la Carta de Judas y, de todas maneras, luego de 1 Pedro. Según esto, 2 Pedro es el último escrito del Nuevo Testamento.

En el centro de la organización literaria de la Carta está su finalidad principal: la polémica o controversia con los falsos maestros (2 Pe 2). Su organización podría ser así: 


Saludo inicial

1,1-2

I

Enseñanzas sobre la vocación recibida


1,3-21

II

Polémica contra los falsos maestros


2,1-22

III

Exhortación a una vida santa ante la venida del Señor


3,1-16

Saludo final

3,17-18


Se puede describir la organización de 2 Pedro con tres términos: enseñanza, polémica y exhortación. En la Primera sección se enseña cuál es la vocación recibida (participar de la naturaleza divina) e se invita a afianzarse en la verdad mediante determinadas virtudes por las que se alcanza la plenitud del conocimiento de Jesucristo. El testimonio de profetas y apóstoles ayuda a ello. En la Segunda sección se polemiza contra los falsos maestros y misioneros que los destinatarios bien conocen. Queda claro que su error no es sólo de contenido, sino también de conducta, apartando a las comunidades del camino de la verdad y la salvación. Con dos imágenes se describen: son como un manantial sin agua y como nubes impulsadas por el huracán (2 Pe 2,17). En la Tercera sección se exhorta a las comunidades a una vida santa y religiosa ante la pronta venida del Señor, aunque no sepamos el momento exacto; entonces, todo se desplomará para los falsos maestros y sus seguidores; sin embargo, según la promesa de Dios, que los justos esperen aquel día «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (3,13).


2- Actualidad de 2 Pedro


¡Cómo ansiamos seguridad en el camino que cada uno recorremos! Cuando todo es opinable y la verdad relativa, cuando una voz se propone con una aparente verdad mejor que la anterior, ¿a quién oír?, ¿a quién creerle? Este era el problema de las comunidades destinatarias de 2 Pedro: la presencia de falsos evangelizadores, irónicos y seductores, instalaron en su seno la duda y la división. Por eso la Carta busca ofrecer seguridad en el conocimiento auténtico de Jesucristo, porque sólo él es Señor y Salvador. La Carta, entonces, es un escrito para aquellos que, por un lado, viven entre falsos maestros y profetas y, por otro, buscan apasionadamente la verdad. Es para aquellos que, desde su fe, entienden que la verdad no puede ser un contenido opinable, sino una persona, Jesucristo, y que el camino a la Verdad no puede ser sólo un cuerpo doctrinal o moral, sino una relación de familiaridad, estable y profunda con Jesucristo. De este encuentro brota el ser nuevo de hijos de Dios y la vida que la expresa. 



SEGUNDA CARTA DE PEDRO


Saludo inicial


A ustedes, gracia y paz abundantes


11 Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo, a los que han recibido una fe tan preciosa como la nuestra mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. 2 A ustedes, gracia y paz abundantes mediante el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor. 


1,1-2: El autor menciona los dos nombres de Pedro, “Simón”, nombre hebreo, y “Pedro”, su nombre griego, identificándose así con quien fue testigo de la transfiguración del Señor y escribió 1 Pedro (2 Pe 1,17-18; 3,1). Procediendo así inscribe la Carta en la tradición magisterial del apóstol Pedro, reivindicando su autoridad (ver Introducción); es, pues, como si el mismo apóstol se dirigiera a su gente. Nadie, por entonces, consideraba esta forma de proceder como un engaño literario. Los destinatarios son los que han recibido la fe, es decir, todos los cristianos. Sin embargo, es probable que sean los mismos de 1 Pedro, gente del Asia Menor de procedencia humilde que vive bajo el fuerte influjo religioso e idolátrico grecorromano (nota a 1 Pe 1,1-2). 


1,1: Hch 1,15; 15,14; Rom 1,17 / 1,2: Jr 9, 23-24; Jn 17,3; Col 2,6; Flp 3,8-10; Jds 2


I

Enseñanzas sobre la vocación recibida


1,3-21: La Carta se inicia exhortando a los destinatarios a consolidar su vocación cristiana, recibida por pura bondad de Dios (1,3-11). Para ello, sobre todo cuando han desaparecido los testigos directos del Señor (1,12-15), es necesario que no olviden las enseñanzas de Cristo y de los profetas, lo que requiere una recta comprensión de la Escritura, pues ninguna profecía puede ser interpretada como a cada quien le parece (1,16-21).


Esfuércense por reafirmar su vocación y elección


3 En efecto, con su poder divino y por el conocimiento de quien nos ha llamado por su gloriosa virtud, Dios nos ha concedido todo lo necesario para la vida y la religión. 4 También con esto, nos ha concedido unas promesas preciosas y sublimes para que por ellas se hagan partícipes de la naturaleza divina después de huir de la corrupción que hay en el mundo a causa de los malos deseos.

5 Por esta misma razón esfuércense todo lo posible en añadir a su fe la virtud; a la virtud, el conocimiento; 6 al conocimiento, el dominio de sí; al dominio de sí, la paciencia; a la paciencia, la religiosidad; 7 a la religiosidad, el aprecio fraterno, y al aprecio fraterno, el amor. 8 Porque si todo esto lo tienen en abundancia no quedarán ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 En cambio, el que no posea esto es como un ciego o un miope por haber olvidado que ha sido purificado de sus pecados anteriores. 10 Por tanto, hermanos, esfuércense por reafirmar su vocación y elección. Obrando así, nunca tropezarán 11 y Dios les otorgará amplia entrada al Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 


1,3-11: El discípulo ha sido hecho partícipe «de la naturaleza divina» (1,4), vocación recibida de Dios. Jesús, el Hijo amado de Dios, nos obtuvo mediante el sacrificio de su vida el perdón de los pecados, cumpliendo las promesas que su Padre había hecho por los profetas. Cuando nos incorporarnos por el bautismo a la vida del Hijo de Dios, se perdonan nuestros pecados y participamos de su naturaleza divina. El destino de esta nueva vocación es alcanzar la plenitud en el Reino al que estamos llamados (1,11). Para ello, hay que vencer la inclinación al pecado y la maldad del mundo mediante la práctica de determinadas virtudes (1,5-7). La lista de virtudes, según un conocido recurso literario, se presentan entrelazadas, cuál eslabones de una cadena, en la que la primera y la última son generalmente las más importantes. En este caso, la ética cristiana encuentra su centralidad en la fe y en el amor, pero no sólo en el amor de «aprecio fraterno» (1,7), sino en el de comunión o agápe. Las virtudes en el caminar cristiano nos conducen al conocimiento de Jesucristo (1,8), tema central de 2 Pedro, el que se entiende como familiaridad íntima con Jesús porque él es la justicia o fuerza salvadora de Dios (1,1). 


1,3: Ef 3,16-19; Jn 1,14 / 1,4: Jn 1,12; Hch 17,28; 2 Cor 3,18; 1 Jn 2,15-17; 3,2 / 1,5: Gál 5,22 / 1,5-7: Rom 5,2-5 / 1,9: 1 Jn 1,8-10 / 1,10: 2 Tes 1,11; 1 Jn 3,6 / 1,11: Lc 1,33


Me parece conveniente recordarles esto


12 Por eso, siempre estaré recordándoles estas cosas, aunque ya las sepan y estén afianzados en la verdad que ahora poseen. 13 Mientras vivo en este mundo, me parece conveniente recordarles esto para animarlos. 14 Soy consciente de que pronto tendré que dejar este mundo, como ya me lo manifestó nuestro Señor Jesucristo, 15 pero me esforzaré para que en todo momento, incluso después de mi partida, puedan ustedes recordar todo esto.


1,12-15: Conscientes de la «partida» o éxodo de este mundo que Pedro debe cumplir (1,15), se recuerda la recta enseñanza sobre Jesucristo con el propósito de consolidar al creyente en la verdad (1,12.13.15). Este pasaje recuerda las enseñanzas del apóstol, mientras el siguiente (1,16-21), las enseñanzas de los profetas. De este modo, el propósito de toda la Carta es evocar o hacer memoria de la enseñanza sobre Jesús según la tradición de Pedro, tradición que no se puede perder, más aún, debe permanecer viva en el seno de sus comunidades. También, ante la muerte de Pedro, se presenta lo del apóstol como testamento y herencia que hay que recibir tal como se hace con las enseñanzas y cartas de Pablo (3,15-16). Se trata, pues, de un valioso patrimonio y tarea de la comunidad: la transmisión del conocimiento de Jesucristo que enraíza en la gracia y la verdad. De este modo, se equipara lo de Pedro, el apóstol de los judíos, a lo de Pablo, el apóstol de los gentiles.


1,12: 1 Jn 2,21; Jds 5 / 1,13: Is 38,12; 2 Cor 5,1 / 1,14: Jn 21,18-19 / 1,15: Sab 9,15


Tenemos por más firme la palabra de los profetas


16 En efecto, no les dimos a conocer la poderosa venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de ser testigos oculares de su grandeza. 17 Porque él recibió honor y gloria de Dios Padre cuando el mismo Dios, de sublime gloria, le dirigió esta voz: «Éste es mi hijo amado en quien me complazco». 18 Y nosotros mismos escuchamos esta voz venida del cielo cuando estábamos con él en la montaña santa.

19 Y así, tenemos por más firme la palabra de los profetas a la cual hacen bien en prestar atención como a lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que resplandezca la luz del día y el lucero matutino amanezca en sus corazones. 20 Pero, ante todo, sepan que ninguna profecía de la Escritura se puede interpretar por cuenta propia, 21 porque ninguna profecía ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que, dejándose llevar por el Espíritu Santo, unos hombres hablaron de parte de Dios.


1,16-21: Aparecen en las comunidades de tradición petrina falsos profetas y maestros (2,1-2). Ante ello es indispensable recordar la verdadera enseñanza que proviene de los testigos oculares de Jesús (nota a 1,12-15), como lo fue Pedro, testigo de su transfiguración (Mt 17,1). Pedro, por tanto, está en situación privilegiada para transmitir la sabiduría cristiana que afianza en la gracia y la verdad. ¿Fueron aquellos falsos maestros testigos oculares de Jesús como Pedro? Si no lo fueron, ¿quién los capacita para enseñar? Por ser testigo de la transfiguración, Pedro confirma que se cumplieron las palabras proféticas acerca de lo que iba a suceder con el Mesías; él, pues, es garante de su autenticidad, no los falsos maestros. Sin embargo, las profecías requieren de una recta interpretación, la que se logra dejándose conducir por el Espíritu de Dios. Así, el mismo Espíritu que inspiró a los profetas, conduce a la comprensión de lo que ellos dijeron (1,20-21). La lectura e interpretación de la Escritura en el Espíritu, no en base a leyendas e invenciones (1,16), garantiza el verdadero encuentro con Jesucristo resucitado y la comprensión recta de su enseñanza. 


1,16: Lc 9, 31-32; Jn 1,14; 1 Cor 15,23 / 1,17-18: Mt 3,17; 17,1-8 / 1,18: Is 11,9; Sal 2,6 / 1,19: Lc 1,78; Ap 2,28 / 1,21: Hch 3,21; 2 Tim 3,16


II

Polémica contra los falsos maestros


2,1-22: Los pasajes que siguen se centran en la controversia contra los falsos maestros y misioneros, para lo cual se recurre al vocabulario y contenido de la Carta de Judas, ya sea citándola, ya reinterpretándola. Los falsos maestros, que también conocemos por Pablo, no sólo difunden enseñanzas erróneas, sino también favorecen con su mal ejemplo conductas libertinas. No se ajustan, pues, a la recta doctrina ni a la recta conducta. Es probable que se trate de gente de tendencia judaizante, precursores del gnosticismo, movimiento filosófico–religioso que imponía determinados conocimientos y conductas para acceder a lo divino. El autor de la Carta se ocupa más en denunciarlos que en describirlos, dándonos a entender que sus destinatarios saben bien quiénes son.


Entre ustedes habrá falsos maestros


21 Pero así como en el pueblo de Israel existieron falsos profetas también entre ustedes habrá falsos maestros que introducirán disensiones perniciosas y, al renegar del Dueño que los rescató, atraerán sobre sí su inminente destrucción. 2 Muchos se adherirán a su libertinaje y, por causa de ellos, el camino de la verdad será difamado. 3 Con palabras engañosas y llevados por su codicia se aprovecharán de ustedes. Pero desde hace tiempo su sentencia no se detiene y su destrucción no duerme.


2,1-3: Este capítulo 2 es el centro literario y teológico de la Carta. Para combatir las divisiones provocadas por falsos maestros y misioneros, el autor repasa la historia de Israel (2,1). Si el pueblo de la antigua alianza conoció falsos profetas (Dt 13,2-5), es decir, hombres que hablaban en nombre de Dios sin que él los hubiera enviado, así el pueblo de la nueva alianza es seducido por el error y la conducta libertina de los falsos maestros que enseñan sin que el Señor los hubiera enviado. No hacen más que deformar la enseñanza transmitida por los apóstoles y difamar, ante los de afuera, el camino de la verdad y la salvación (2 Pe 2,2.21). Muchos se dejan embaucar por ellos. Si al menos descubrieran qué medios emplean (1,16; 2,3.18: «fábulas ingeniosas»…), cuál es su motivación (2,3.14: «llevados por su codicia»…) y su estilo (2,10b: «atrevidos y arrogantes»…), se alejarían de ellos, pero a causa de la debilidad de su fe y de su formación son engañados con facilidad.


2,1-22: Jds 3-16 / 2,1-2: Mt 24,11.24; Jds 4; Rom 2,24; 3,24 / 2,3: Is 52,5; Rom 16,18; Flp 3,19


El Señor sabe librar de la prueba


4 Pues si Dios no tuvo consideración con los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al abismo tenebroso, recluyéndolos en sombrías prisiones y reservándolos así para el juicio; 5 si tampoco tuvo consideración con el mundo antiguo, sino que envió el diluvio sobre aquel mundo de impíos, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia divina, y a otros siete junto con él; 6 si además condenó a la ruina y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, poniéndolas como ejemplo de lo que espera en el futuro a los impíos; 7 y si, en cambio, libró a Lot, el justo, afligido por la conducta libertina de aquellos hombres sin ley 8 –pues este hombre justo, al vivir entre ellos, su alma justa se atormentaba día a día por las perversas acciones que veía y oía– 9 es porque el Señor sabe librar de la prueba a los que viven religiosamente y reservar a los malvados para que sean castigados en el día del juicio, 10 sobre todo a aquellos que siguen los viciados deseos de la carne, despreciando la autoridad del Señor. 


2,4-10a: Los falsos maestros y misioneros y los que se dejen seducir por ellos están destinados a la destrucción, la que ya se avecina. El autor recurre a sucesos de la historia de la salvación para mostrar que Dios somete a juicio a los que hacen el mal y perdona al que se convierte de su maldad. El recuerdo se remonta a antes de la creación del hombre, al juicio de los ángeles malos arrojados por Dios al «abismo tenebroso» o Tártaro (2,4; Jds 7), lugar donde dioses y hombres rebeldes eran encerrados por siempre. Se recuerda luego el castigo del diluvio por la rebelión en tiempos de Noé, y del fuego por la impiedad de los habitantes de Sodoma y Gomorra. Sin embargo, porque Dios es paciente hace de Noé su instrumento para salvar a ocho justos (1 Pe 3,20; Gn 6,13-7,16), y a Lot lo hace justo para así rescatar a su familia (Gn 19). Si el Señor juzga a los malvados y castiga sus maldades, ¿qué les espera a los falsos maestros y a los que se dejan engañar por ellos? Pero si el Señor es fiel con los justos y perdona a los que se arrepienten, ¿acaso no alcanzará la salvación el que venza su rebeldía y se mantenga fiel?


2,4: Jds 6; Mt 8,29 / 2,5: Sab 10,4 / 2,6-7: Sab 10,6-8; Eclo16,7-8; Mt 10,15 / 2,9: Rom 2,6; 1 Cor 10,13; 2 Tes 1,5-10 / 2,10: Jds 8


¡Son unos malditos!


Ellos, atrevidos y arrogantes, no tienen miedo de difamar a los seres gloriosos, 11 mientras los ángeles, superiores en fuerza y en poder, no pronuncian ante el Señor ninguna sentencia injuriosa contra ellos. 12 Pero estos hombres, como animales irracionales, destinados por naturaleza a ser capturados y a corromperse, que difaman lo que ignoran, se corromperán como esos mismos animales, 13 recibiendo así el pago por su maldad. Ellos tienen por felicidad el placer de cada día; son hombres sucios e infames que se entregan a los placeres mientras banquetean con ustedes. 14 Tienen los ojos llenos de adulterio y no se sacian de pecar; seducen a los vacilantes y se ejercitan en la codicia. ¡Son unos malditos!

15 Por abandonar el camino recto se extraviaron y siguieron el camino de Balaán, hijo de Beor, que prefirió una ganancia injusta, 16 pero fue reprendido por su propia transgresión, pues un mudo burro, hablando con voz humana, impidió la insensatez del profeta. 

17 Estos hombres son fuentes sin agua y brumas arrastradas por el huracán, a quienes les está reservada una densa oscuridad. 18 Mediante discursos ostentosos y vacíos seducen con los malos deseos de la carne y libertinajes a quienes acaban de librarse de los que viven en el error. 19 Les prometen libertad, mientras ellos son esclavos de la corrupción, porque cada uno es esclavo de aquello que lo vence. 20 En efecto, si después de haber huido de la inmundicia del mundo gracias al conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se enredan nuevamente en ella y se dejan vencer por ella, su situación final resulta peor que la primera. 21 Más les valdría no haber conocido el camino justo que, una vez conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue transmitido. 22 Les sucede lo que dice aquel acertado proverbio: El perro vuelve a su propio vómito [Prov 26,11] y «el cerdo recién lavado vuelve a revolcarse en el barro».


2,10b-22: Los falsos maestros lo eran tanto por su doctrina como por su conducta. A partir de este pasaje, similar a Judas 8-16, se deduce que eran falsos porque despreciaban a «los seres gloriosos» (2,10; Jds 8-10) y ponían en duda la venida del Señor y su poder para transformarlo todo (2 Pe 3,3-4.9). No sólo manifiestan su ignorancia, sino que son incoherentes, pues mientras proclaman la libertad, sus acciones libertinas demuestran que nadie es más esclavo que ellos. Se definen con dos imágenes: son como fuente sin agua y como nubes que el huracán arrastra (2,17; Jds 12b-13.16). Quien se deja seducir por ellos es como si luego de limpiar su casa de errores por el conocimiento auténtico del Salvador, vuelve a lo mismo que antes, como el perro a su vómito (Prov 26,11 citado en 2 Pe 2,22). Su condición termina siendo mucho peor que la de antes de la conversión (Lc 11,24-26). Como el problema es grave y generalizado, vocabulario e imágenes son fuertes. Hay que hacer lo imposible para librar a la comunidad de las enseñanzas e inmoralidades de esos falsos cristianos.


2,11: Jds 9 / 2,12-14: Sal 49,13-15; Jds 10 / 2,13: 1 Cor 11,20-22; Jds 12 / 2,15: Nm 22,2-5; 24,3.15 / 2,15-16: Nm 22,4-35; Jds 11; Ap 2,14 / 2,17: Jds 12-13 / 2,18: Jds 16 / 2,19: Jn 8,34; Rom 6,6.16 / 2,20: Mt 12,43-45 / 2,22: Mt 7,6


2 Pe 2,13: en vez de: «se entregan a los placeres», varios manuscritos y algunos importantes, traen: «se divierten con sus engaños». 


III

Exhortación a una vida santa ante la venida del Señor


3,1-16: Finaliza 2 Pedro con exhortaciones concretas respecto a la venida del Señor, que no será inminente como entonces se pensaba (1 Pe 4,7; 1 Tes 4,16-17). Mientras tanto hay que contar con falsos maestros que confunden a la gente, enseñando que si el Señor viene da lo mismo, pues todo sigue y seguirá igual. Primero se argumenta que la venida del Señor y el juicio final realmente sucederán (2 Pe 3,1-13), pero al modo de un ladrón cuando roba por lo que no sabemos el día ni la hora. Luego, se pide a la comunidad que se mantenga fiel y vigilante, caminando en el don de la salvación que la misericordia y la paciencia de Dios hacen posible (3,14-16).


¿Dónde está la promesa de su venida?


31 Queridos hermanos, ésta es ya la segunda carta que les escribo. En ambas, recordando lo que les había dicho, busco despertarles el recto criterio 2 para que se acuerden de las predicciones dichas por los santos profetas y el mandamiento del Señor y Salvador que les transmitieron sus apóstoles. 3 Ante todo, deben saber que en los últimos días vendrá gente llena de sarcasmo, que seguirán sus malos deseos 4 y dirán: «¿Dónde está la promesa de su venida? ¡Nuestros padres ya murieron y todo está igual, como desde el principio de la creación!». 

5 Porque no quieren darse cuenta que desde tiempos antiguos existían unos cielos y una tierra, surgida del agua y establecida en medio del agua por la palabra de Dios 6 y que, a causa del agua, el mundo de entonces pereció anegado por el diluvio. 7 Pero en relación a los cielos y a la tierra de ahora, la misma Palabra los tiene guardados para el fuego, reservándolos para el día del juicio y la destrucción de los impíos. 

8 Pero no olviden una cosa, queridos hermanos: para el Señor, un día es como mil años y mil años como un día. 9 El Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa, como así lo suponen algunos, sino que tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos lleguen a la conversión. 10 Sin embargo, el día del Señor llegará como un ladrón. En aquel día, los cielos desaparecerán con gran estruendo, los elementos del mundo se disolverán consumidos por el fuego y la tierra, con todas sus obras, quedará al descubierto.

11 Puesto que todas las cosas han de disolverse así, ¡qué conducta tan santa y tan religiosa deberá ser la de ustedes, 12 mientras esperan y apresuran la venida del día de Dios! Entonces, los cielos se disolverán en las llamas y los elementos del mundo se derretirán consumidos por el fuego. 13 Pero nosotros esperamos, según su promesa, unos cielos nuevos y una tierra nueva [Is 65,17; 66,22] en los que habite la justicia.


3,1-13: Los falsos maestros y misioneros llegados a la comunidad ponen en duda la venida del Señor como acontecimiento de juicio y transformación de personas y cosas (nota a 2,10b-22). Argumentan que «nuestros padres» o testigos directos de Cristo murieron sin ver su día (3,4). Por lo demás, nada ha cambiado, todo sigue igual como desde la creación del mundo. Aunque en apariencia todo siga igual, Dios ya separó a los impíos para el castigo; su destrucción, por tanto, está en marcha desde el comienzo del mundo. Y así como el mundo antiguo fue castigado por las aguas del diluvio, así el mundo actual será juzgado por la Palabra de Dios. Como el cómputo divino es del todo diverso al humano (3,8; Sal 90,4), Dios no se ha retrasado en el cumplimiento de sus promesas, sino que actúa con paciencia frente a la maldad del ser humano. Como quiere la salvación de todos (Ez 18,23; 1 Tim 2,4), la paciencia de Dios –fruto de su misericordia– prolonga la posibilidad de conversión (2 Pe 3,15; Sab 11,23; 12,2.10). Si todo está llamado a transformarse en tierra y cielos nuevos, hay que llevar una conducta tal que Dios nos encuentre dignos de participar de la nueva creación en el día de la venida del Señor.


3,1: Jds 17 / 3,3: Jds 18; 1 Tim 4,1; 2 Tim 3,1-5 / 3,4: Is 5,19 / 3,5: Gn 1,2.6-9; Sal 24,2 / 3,6: Gn 7-9; Mt 24,38-39 / 3,7: Sof 1,18; Mt 3,12; Ap 18,8 / 3,8: Sal 90,4 / 3,9: Ez 18,23; 33,11; Sab 1,13; 11,23; 12,8-10; 1 Tim 2,4 / 3,10: Is 34,4; Mt 24,43; 1 Tes 5,2.4; Heb 10,25; Ap 6,13-14; 16,15 / 3,11: Hch 3,19-20 / 3,13: Ap 21,1.27


La paciencia del Señor es para nuestra salvación


14 Por tanto, queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, esfuércense para que Dios los encuentre en paz, sin mancha e irreprochables ante él. 15 Consideren que la paciencia de nuestro Señor es para nuestra salvación, como les escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada, 16 repitiéndolo en todas las cartas en las que habla de estos temas. Sin embargo, en ellas se encuentran algunos puntos difíciles de entender, que ignorantes y vacilantes tergiversan, como hacen con el resto de las Escrituras, para su propia perdición.


3,14-16: La venida del Señor y el juicio final son ciertos, pero no sabemos cuándo ocurrirá (nota a 3,1-13). Por tanto, con la convicción de que caminamos hacia tierra y cielos nuevos (3,13; Ap 21,1), hay que vivir de tal modo de estar siempre preparados para el encuentro con el Señor. La paciencia de Dios está por encima de la inmediatez del juicio, pues así nos da la oportunidad de convertirnos, porque no quiere que nadie perezca. Las falsas enseñanzas de maestros y misioneros llegados a la comunidad se rebaten recurriendo a la tradición cristiana que se remonta a Jesús y a Pablo, «nuestro querido hermano» (2 Pe 3,15; ver Lc 12,39-40). Para comprender rectamente las enseñanzas del Señor hay que leer las Escrituras con la asistencia del Espíritu Santo (nota a 1,16-21) y en su conjunto, tanto a los Profetas como a los Apóstoles (Antiguo y Nuevo Testamento; 3,2), incluyendo las cartas de Pablo. De este modo se resuelven «algunos puntos difíciles de entender» (3,16), probable alusión a textos paulinos respecto a la inmediatez de la venida del Señor (1 Tes 4,13-5,11).


3,14: Jds 24-25 / 3,15: Rom 2,4; 3,25-26; 9,22; 1 Tes 4,13-5,11; 2 Tes 1,7-10; 2,1-12; 1 Tim 1,15-16 / 3,16: 2 Tim 3,15


Saludo final


Crezcan en la gracia y en el conocimiento


17 Por tanto, hermanos queridos, habiéndoles prevenido, vivan precavidos para que no los arrastre el error de esos hombres sin ley y se derrumbe la firmeza de ustedes. 18 Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. 

¡A él sea la gloria ahora y por siempre! ¡Amén!


3,17-18: Con tono afectuoso, el autor vuelve a recordar la finalidad de la Carta: salvaguardar el auténtico conocimiento de Cristo en las comunidades provenientes de Pedro o de tradición petrina a causa de los errores de doctrina y conducta de falsos maestros y misioneros. Sin embargo, para defender «una fe tan preciosa como la nuestra» (1,1) y caminar en la vida cristiana no basta evitar el error. Se requiere sobre todo el crecimiento en la gracia y en el conocimiento del Señor (1,2; 3,18). Y el conocer bíblico no es tanto una asimilación de contenidos acerca “de” Jesús, cuanto una relación de íntima familiaridad “con” Jesús, fuente de gracia divina. 


3,17: Heb 2,1 / 3,18: Rom 16,27