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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

  1. Exterminaré lo que aún queda de Baal… (1,4). El autor y su tiempo

 

Como la mayoría de los libros proféticos, también el de Sofonías aporta muy pocos datos acerca de su autor. Solo se conoce su nombre y el dato de que actuó durante el reinado de Josías (640-609 a. C.). No se especifica si predicó en los comienzos del reinado, cuando los asirios imponían con toda su fuerza su cultura sobre Judá, o si lo hizo cuando ya Josías había implantado su reforma.

 

En los años del comienzo del reinado de Josías, Judá se encontraba bajo la presión impuesta por los asirios. Los reyes que lo precedieron, Manasés (698-642) y Amón (642-640), habían estado plenamente sometidos, de modo que la religión imperante era el paganismo: el culto a Baal y a todas las divinidades astrales. El Templo de Jerusalén se hallaba contaminado con la presencia de los ídolos y el culto a los dioses paganos (2 Re 21).

 

Hacia el año 625 comenzó a manifestarse el poder de Babilonia, que inició su movimiento de expansión bajo Nabopolasar (626-605). Esto trajo como consecuencia que Asiria replegara sus fuerzas para defenderse de este reino que se presentaba como un temible competidor. La circunstancia fue aprovechada por Josías, quien, en el año 622, inició un movimiento tendiente a recuperar la independencia. Para lograrlo lanzó algunas campañas con las que reconquistó territorios antiguamente pertenecientes a Israel, y dio lugar a una reforma con la que intentó borrar los signos de la dependencia asiria y dar nueva vida a los valores nacionalistas de Israel. Como primera medida ordenó destruir todos los santuarios paganos y prohibir el culto a las divinidades asirias. Al mismo tiempo centralizó todo el culto de Israel en el Templo de Jerusalén, purificado de los elementos paganos y consagrado exclusivamente al Señor (2 Re 22,1-23,23).

 

Se puede suponer que el profeta Sofonías predicó en el período en el que se producía este cambio notable en la religión del pueblo de Israel.

 

  1. ¡Busquen al Señor, todos los humildes de la tierra! (2,3). Teología del libro de Sofonías

 

Sofonías anuncia el «día del Señor» (1,14-18), idea que ya se encontraba en Amós (5,18; 8,9-13): es el día en que el Señor juzgará a los pecadores e instaurará su reinado de justicia y de paz. Pero en Sofonías aparece la novedad de que este día es inminente (1,14) y sirve de marco para todo el desarrollo de su predicación. El Señor vendrá a juzgar a todas las naciones; en primer lugar se señalan las faltas de Judá: se reprocha al pueblo entero que haya olvidado al Señor, rinda culto a Baal y adore las estrellas (1,4-6); a los gobernantes porque muestran su sometimiento a los asirios, vistiéndose según las modas y costumbres de los paganos invasores y se entregan al fraude y a la violencia (1,8-9); y también a los incrédulos porque viven como si Dios no existiera (1,12-13).

 

Pese a las amenazas, antes de la llegada del «día del Señor» queda un espacio para el arrepentimiento y la penitencia. El anuncio del juicio concluye con un llamado a la conversión (2,1-3). En particular son convocados los que constituirán el «resto» que el Señor purificará y al que encargará la misión de llevar la salvación a todas las naciones (Is 4,3; Am 5,15; Miq 5,6-7; Zac 14,2). Sofonías aporta la gran novedad de que este «resto» tendrá la característica de ser un «resto pobre y humilde» que cumple los mandatos del Señor (Sof 2,3; 3,12-13).

 

El Señor no es solo el Dios de Israel, sino que es el juez de toda la tierra; por esa razón el anuncio del «día del Señor» se extiende también a otras naciones, hasta incluir Asiria (2,4-15) y finalizar con una nueva amenaza a Jerusalén (3,1-5), porque ella, no obstante haber visto cómo el Señor castigó a las demás naciones, persistió en su corrupción que mancha a todos: gobernantes, profetas y sacerdotes (3,6-7). 

 

A pesar del sombrío anuncio del «día del Señor», Sofonías concluye su libro con una nota optimista. Se anuncia una futura conversión de todas las naciones, que serán purificadas para que invoquen al Señor y lo sirvan (3,9-10). Y en medio de Israel quedará el «resto pobre y humilde» (3,11-13). Todo esto da lugar para que se concluya con una invitación a la alegría del tiempo final (3,16). El profeta termina diciendo –con una figura audaz– que en esa alegría participa también el Señor, que «danza como en los días de fiesta» (3,17-18).

 

En un apéndice el profeta añade otra nota optimista: el Señor se presenta como un pastor que en el tiempo futuro se ocupará de las ovejas heridas, destruirá a todos los opresores y congregará a todos los que se encuentren en la dispersión (3,19-20).

 

  1. La palabra del Señor llegó a Sofonías… (1,1). La estructura del libro

 

En el libro de Sofonías se pueden señalar las siguientes partes:

 

  1. El DÍA DEL SEÑOR                                                                                   1,1-2,3
  2. ORÁCULOS CONTRA LAS NACIONES Y CONTRA JERUSALÉN 2,4-3,8

III.       LA RESTAURACIÓN FUTURA                                                              3,9-20

 

 

 

 

 

  1. EL DÍA DEL SEÑOR[1]­

 

¡Acabaré con todo!

Dt 4,19; 2 Re 23,4-12; Jr 32,29

 

1 1  La palabra del Señor llegó a Sofonías, hijo de Cusí, hijo de Godolías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en tiempos de Josías, hijo de Amón, rey de Judá.

 

2  ¡Acabaré con todo lo que hay

sobre la superficie de la tierra!

–Oráculo del Señor–.

3  ¡Acabaré con hombres y animales!

¡Acabaré con las aves del cielo

y con los peces del mar!

¡Haré caer a los malvados

y exterminaré al ser humano

sobre la superficie de la tierra!

–Oráculo del Señor–.

 

4  ¡Extenderé mi mano contra Judá

y contra todos los habitantes de Jerusalén!

Exterminaré de este lugar                                   

lo que aún queda de Baal,

el nombre de sus ministros sagrados

y el de sus sacerdotes.

5  Exterminaré de las azoteas                              

a los que adoran los astros del cielo                   

y también a los que adoran al Señor,

porque juran por él,

pero, en realidad, juran por Milcón.

6  Exterminaré a los que abandonan

el seguimiento del Señor,

a los que ya no lo buscan

ni lo consultan.

 

 

¡Está cerca el día del Señor!

Am 5,18; 8,9-13; Miq 6,15; Hab 2,20

 

7  ¡Silencio ante el Señor Dios,                                

porque está cerca el día del Señor!                       

El Señor ha preparado un sacrificio

y ha consagrado a sus invitados.

8  El día del sacrificio del Señor,

yo pediré cuentas a los príncipes, 

a la familia real,

y a todos los que visten a la moda extranjera.

 

9  Aquel día,

yo pediré cuentas

a los que se exceden,

los que llenan de violencia y de fraude

la mansión de sus señores.

10 Aquel día

–oráculo del Señor–,

se oirán gritos desesperados

desde la puerta de los Peces,

gemidos desde la ciudad nueva

y un gran estruendo desde las colinas.

11  ¡Giman, habitantes del Mortero,

porque todos los comerciantes serán aniquilados

y desaparecerán todos los prestamistas!

 

12  En aquel tiempo,

yo inspeccionaré a Jerusalén con lámparas,

pediré cuentas a todos esos hombres

que se sientan sobre sus propias heces

y dicen para sí:

«El Señor no hace ni bien ni mal».

13  ¡Sus riquezas serán despojo,

y sus casas, desolación!

Construirán casas, pero no las habitarán;

plantarán viñas, pero no beberán de su vino.            

 

 

El día de la ira del Señor

Ez 7,19; Jl 2,2

 

14  Está cerca el día de la ira del Señor;

El gran día se acerca veloz.

¡Qué amargo es el clamor del día del Señor!

Hasta el más valeroso grita de pavor.

 

15  Aquel será un día de ira:

día de aflicción y de angustia,

día de exterminio y desolación,

día de tiniebla y de oscuridad,                           

día de nubarrón y densa niebla,

16 día de sonido de trompeta

y gritos de guerra

contra las ciudades fortificadas

y los torreones elevados.

 

17  Causaré aflicción a los seres humanos

y haré que caminen como ciegos

por haber pecado contra el Señor.

Su sangre será derramada como polvo,

sus entrañas, como el estiércol.

18 ¡Ni su plata ni su oro podrán salvarlos!                    

 

En el día de la ira del Señor,

cuando el fuego de su celo consuma toda la tierra,

aniquilará de forma aterradora a todos sus habitantes.

 

 

Busquen al Señor todos los humildes

 

2 1  ¡Recapaciten interiormente,

gente desvergonzada, recapaciten!

2  Antes que se ejecute lo decretado

y sean como paja que desaparece en un día;

antes que venga sobre ustedes

la ardiente ira del Señor;

antes que venga sobre ustedes

el día de la ira del Señor.

 

3  ¡Busquen al Señor,

todos los humildes de la tierra,

que cumplen sus mandatos!

¡Busquen la justicia,

busquen la humildad!

Quizá encuentren refugio

el día de la ira del Señor.

 

 

  1. ORÁCULOS CONTRA LAS NACIONES Y CONTRA JERUSALÉN[2] ­

 

¡Ay de los habitantes de la región costera!

 

4  ¡Gaza será entregada al abandono,

y Ascalón, a la desolación;

Asdod será asolada a mediodía,

y Ecrón, arrancada de raíz!

5  ¡Ay de los habitantes de la región costera,

la nación cretense!

Contra ustedes se dirige

esta sentencia del Señor:

«¡Canaán, territorio filisteo,

te destruiré por completo,

te dejaré sin habitantes!».

Porque la región costera

será reducida a pastizal,

a pradera de pastoreo,

a corrales para ovejas.

7 Esta región será posesión

del resto de la casa de Judá;

allí llevarán a pastar el ganado

y por la tarde reposarán

en las casas de Ascalón,

porque el Señor, su Dios,

intervendrá en su favor

y cambiará su suerte.

 

 

¡Moab será como Sodoma, y Amón, como Gomorra!

 

8  He oído las infamias de los moabitas

   y los ultrajes de los amonitas,

cuando infamaron a mi pueblo

al expandir sus fronteras.

9  Por eso, juro por mi vida,

–oráculo del Señor del Universo,

el Dios de Israel–:

“¡Moab será como Sodoma,

y Amón, como Gomorra,

un campo de ortigas,

un montículo de sal,

una perpetua desolación!

El resto de mi pueblo los terminará de saquear;

los que queden de mi nación, heredarán sus bienes.

10  Eso será lo que obtendrán

a cambio de su arrogancia,

porque infamaron y se engrandecieron

a costa del pueblo del Señor del Universo.

 

 

Él extenderá su poder para aniquilar

Is 47,8.10; Jr 18,16; 19,8; 49,17 

 

11  El Señor será temido por ellos,

cuando haya barrido 

a todos los dioses de la tierra;

cada una de las islas de las naciones

lo adorará desde su propio lugar.

12 “¡También a ustedes, etíopes,

los atravesará mi espada!”.

13  Él extenderá su poder

contra el norte para aniquilar a los asirios,

para dejar a Nínive desolada,

árida como un desierto.

14  Dentro de ella buscarán refugio

rebaños y toda clase de bestias;

pernoctarán sobre sus capiteles

el búho y la lechuza,

y se oirá su graznido en los ventanales,

y el del cuervo, en el umbral,

porque yacerán rotas las vigas de cedro.

 

15  Esta es la ciudad alegre

que vivía despreocupadamente,

la que pensaba: «Yo y nadie más que yo».                    

¡Cómo ha quedado desolada,

convertida en refugio de bestias!

Todos los que pasan por su lado

silban y hacen gestos de desprecio.                               

 

 

¡Ay de la ciudad rebelde!

Is 33,10; Ez 22,25-26; Sal 76,10

 

3 1  ¡Ay de la ciudad rebelde,

 manchada y opresora!

2 No obedeció

ni aceptó la corrección;

no puso su confianza en el Señor

ni se acercó a su Dios.

 

3  En ella, sus príncipes son leones rugientes;              

sus jueces, lobos nocturnos

que no dejan nada para la mañana;

4 sus profetas, fanfarrones y traicioneros;

sus sacerdotes profanan lo sagrado y violan la ley.

5 El Señor es justo en medio de ella;

no comete injusticias,

y sin falta saca a relucir su sentencia  

mañana tras mañana.

Pero el malvado no conoce la vergüenza.

 

6  Yo exterminé naciones y derribé sus torreones,

dejé vacías sus calles sin que nadie las transite

y asolé sus ciudades sin que nadie las habite.

7 Entonces pensé:

«Ahora ella me temerá 

y aceptará la corrección;

así su morada no será arrasada

cuando yo venga a pedirle cuentas».

Pero no, ellos madrugaban

para pervertir todas sus acciones.

 

8  Por eso, me tendrán que esperar

–oráculo del Señor–

hasta el día en que me ponga de pie           

y dé testimonio en su contra.

Esta será mi sentencia:

juntaré a las naciones y reuniré a los reinos,

para derramar sobre ellos

toda mi indignación y mi ira ardiente,

cuando el fuego de mi celo 

consuma la tierra entera.

 

 

III. LA RESTAURACIÓN FUTURA[3]­

 

Dejaré un resto humilde y pobre

Is 4,3; Am 5,15; Miq 5,6-7; Zac 14,2; Ap 14,5

 

9 Entonces purificaré los labios de los pueblos

para que todos juntos

invoquen el nombre del Señor

y lo sirvan unidos.

10  Aquellos que yo dispersé

más allá de los ríos de Etiopía,

aquellos que me rinden culto,

traerán ofrendas para mí.

11  Aquel día,

no tendrás que avergonzarte

de ninguna de las malas acciones

con las que te rebelaste contra mí.

 

Entonces, apartaré a los arrogantes,

los prepotentes que están en medio de ti,

y nunca más volverás a engreírte

en mi monte santo.

12  En medio de ti dejaré un resto:              

un pueblo humilde y pobre,

que busca refugio en el nombre del Señor.

13  El resto de Israel no cometerá crímenes,

no dirá mentiras

ni se hallará en su boca                                 

una lengua embustera.

Ellos se apacentarán y reposarán

sin que nadie los moleste.

 

 

¡Regocíjate, hija de Sion!

Zac 2,14; 9,9

 

14  ¡Regocíjate, hija de Sion;                         

da gritos de júbilo, Israel!

¡Alégrate y exulta

con todo tu corazón, hija de Jerusalén!

15  Porque el Señor ha apartado

las sentencias que pesaban sobre ti

y ha expulsado a tus enemigos.

El rey de Israel, el Señor,

está en medio de ti.

No temerás ningún mal.

 

16  Aquel día se dirá a Jerusalén:

«¡No temas, Sion;

que tu fuerza no decaiga!».

17  El Señor, tu Dios, está en medio de ti,

es un guerrero salvador.

Él se goza por ti con alegría,

te renueva con su amor

y danza por ti con gritos de júbilo,

como en los días de fiesta.

 

 

En aquel tiempo los reuniré  

Ez 34,16; Miq 4,6-7

 

18 Apartaré de tu lado la desgracia,

       y te aliviaré del peso de la infamia.

19  En aquel tiempo,

yo haré frente a todos los que te humillaron.

Salvaré a las ovejas enfermas                             

y reuniré a las dispersas:

les daré honor y renombre

en todos los países

donde sufrieron vergüenza.

 

20  En aquel tiempo,

los haré venir a ustedes,

en aquel tiempo los reuniré,

y entonces les daré renombre y honor

en todos los pueblos de la tierra,

cuando restaure su suerte, ante sus propios ojos.

¡Ha dicho el Señor!

 

 

[1] ­ 1,1-2,3. Dios anuncia de forma muy solemne la llegada del «día del Señor», en el que juzgará toda la tierra y exterminará a los pecadores. Está muy cercano el día en el que será borrado todo vestigio del culto idolátrico que se practicaba en Jerusalén durante el reinado de los últimos reyes sometidos a Asiria (1,4). Serán juzgados los funcionarios de la casa real, responsables de la corrupción general (1,8). Pero también Dios pedirá cuenta a los que invocan el nombre del Señor, pero al mismo tiempo rinden culto a los astros del cielo (1,5-6). También serán juzgados los que practican la violencia y el fraude (1,9), los comerciantes deshonestos (1,11) y los que viven como si Dios no existiera (1,12). Pero antes de la llegada de este exterminio, el Señor ofrece un tiempo para la penitencia. Exhorta a todos a volver a él para que de esa manera puedan evitar el castigo (2,1-2). En particular son llamados «los humildes y los pobres» para que «busquen al Señor» practicando la justicia y la humildad (2,3).

[2] ­ 2,4-3,8. Después de anunciar el «día del Señor» para el pueblo de Israel contaminado con el culto a los dioses paganos y con la corrupción general (1,1-2,4), Dios extiende ahora su mirada hacia las naciones vecinas, a los filisteos del oeste (2,4-7) y a los moabitas y amonitas del este. Estos últimos serán castigados especialmente porque invadieron el territorio de Israel para ampliar el propio (2,8-10). Por último se dirige hacia el sur, a Etiopía (2,12), y hacia el norte, a Asiria (2,13). En la última parte del discurso, Dios amenaza nuevamente a Jerusalén, y señala los delitos de los príncipes, jueces, profetas y sacerdotes. Es la ciudad rebelde que no se corrigió a pesar de que había visto el castigo que cayó sobre las otras naciones (3,6-7).

[3] ­ 3,9-20. La última parte del libro abandona los tonos amenazantes para convertirse en un anuncio de salvación de carácter universal. Israel es invitada a la alegría del tiempo final (3,14). Todos los pueblos serán purificados para que puedan invocar al Señor (3,9), y los israelitas que habían sido dispersados por sus delitos volverán a Jerusalén (3,10). El «resto pobre y humilde», que llevará su comportamiento como nota característica, será ahora el pueblo de Dios (3,12-13). Desaparecerán los arrogantes (3,11), y el Señor perdonará todos los pecados (3,11); el mismo que antes se había presentado como juez inexorable, ahora se muestra como salvador (3,17) y como pastor (3,19).