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ATRAS

INTRODUCCIÓN

 

 

  1. Tuve una visión… (1,8). El autor y su tiempo

 

Este libro contiene dos obras. La primera de ellas cubre los capítulos 1-8 y se atribuye al profeta Zacarías, que actuó en la segunda mitad del siglo VI a. C. En esta parte del libro, como en el libro de Ageo, se dan indicaciones cronológicas de acuerdo con el calendario de los persas. Se puede saber entonces que Zacarías pronunció sus discursos desde el mes de octubre del año 520 a. C. hasta noviembre del año 518 a. C., y que fue contemporáneo de Ageo. Esta sección del libro es llamada: «Primer Zacarías».

 

La segunda obra, a la que se llama: «Segundo Zacarías», cubre los capítulos 9-14. No tiene indicaciones cronológicas como la primera parte; tiene diferentes características de estilo; y además, las circunstancias a las que se refiere dejan suponer que se estaría en época de guerra. La obra pertenecería a un profeta  del siglo IV a. C. Por algunas características literarias, algunos autores suponen que el «Segundo Zacarías» no pertenecería en realidad al libro de Zacarías, sino que sería la parte inicial del libro de Malaquías, que viene a continuación. Otros investigadores observan las diferencias que existen dentro del «Segundo Zacarías», consideran que los capítulos 12-14 constituyen una obra independiente, y hablan entonces de un «Tercer Zacarías».

 

El «Primer Zacarías»

 

Después del retorno de la cautividad en Babilonia se iniciaron las obras de reconstrucción del Templo, pero poco tiempo después se interrumpieron, y quince años más tarde continuaban abandonadas. En esa oportunidad, los profetas Ageo y Zacarías intervinieron ante las autoridades, Josué, el sacerdote, y Zorobabel, el gobernador de Judá, para que reanudaran las obras de reconstrucción (Esd 4,24-5,1; 6,14). La primera intervención de Zacarías contenida en este libro tuvo lugar en octubre del año 520, cuando las obras ya se habían reiniciado. Por esa razón no hizo reproches por el descuido por el Templo -como había hecho Ageo- sino que más bien se ocupó de exhortar al pueblo para que no imite la conducta de sus antepasados, que como castigo por sus pecados habían ido cautivos a Babilonia (Zac 1,2-6).

 

La parte principal del «Primer Zacarías» está constituida por ocho visiones simbólicas, consideradas apocalípticas por muchos autores, que habrían tenido lugar a mediados de febrero del año 519. En estas visiones el Señor le muestra su constante amor por su pueblo, aun durante el cautiverio en Babilonia; le hace ver el restablecimiento del poder sacerdotal, y la función mesiánica que deberá cumplir Zorobabel, descendiente de la familia de David (1 Cr 3,17-19); le muestra la maldición que pesa sobre los pecadores y el castigo que espera a Babilonia. Y finalmente le revela el triunfo del Señor y la pacificación de toda la tierra. Las visiones culminan con una escena de coronación de un rey que reúne las características mesiánicas (1,7-6,8). 

 

Los textos finales, fechados en noviembre del año 518, recuerdan lo que el Señor les había dicho por medio de sus profetas (Is 58,1-12) acerca del ayuno: el ayuno que el Señor quiere es practicar la justicia con el prójimo (c.7).

 

El Señor reitera una vez más su amor por su pueblo y le anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos, en los que se revertirá la situación de angustia y pobreza que reinaba antes de los comienzos de la reconstrucción del Templo (Ag 1,6). Los tiempos de la felicidad perfecta están próximos, pero para evitar que estas promesas se interpreten en el sentido de que basta con pertenecer a Israel para recibir todas estas bendiciones, el profeta recuerda las exigencias del cumplimiento de los mandamientos del Señor (8,16-17).

 

El «Primer Zacarías» abre una sorprendente perspectiva universalista: en los tiempos finales llegará a Jerusalén gente de todos los pueblos, y personas de todas las lenguas se aferrarán a un israelita expresándole que desean pertenecer a Israel, porque saben que Dios está con este pueblo (8,20-23).

 

El «Segundo Zacarías»

 

Los textos permiten ver que este libro se originó en una época de enfrentamientos con otros pueblos. Hay referencias a luchas ofensivas y defensivas en 9,1-8.11-17; 12,1-9 y 14,1-5. Las amenazas a los pueblos enemigos y los anuncios de salvación de Israel y de retorno de los dispersos son como una corona que rodea la invitación a la alegría por la llegada de un pacífico rey Mesías que instaurará la paz y dominará sobre toda la tierra (9,9-10).

 

Los oráculos de 11,4-12 y 13,7-9 son reconocidos, ya desde la época de los Santos Padres, y también en la tradición judía, como los más oscuros y difíciles de todo el libro de Zacarías, e incluso de toda la Biblia.  

 

El texto de 11,13 -modificado en parte- es citado en Mt 27,9-10 para ilustrar el comportamiento de Judas. Y el de 12,7 es puesto en boca de Jesús para describir su abandono por parte de los discípulos durante la pasión (Mc 14,27).

 

Como en Ez 36,25-27, la parte final del «Segundo Zacarías», que algunos autores atribuyen al «Tercer Zacarías», anuncia para el final de los tiempos una efusión del Espíritu del Señor y una purificación para su pueblo, que producirá una general actitud de llanto y arrepentimiento (12,9-13,6). El texto de Zac 12,10 es citado con algunas modificaciones en Jn 19,37 y Ap 1,7 para referirlo a Jesucristo herido en la cruz.

 

Como en el Apocalipsis, el final de los tiempos es precedido por una batalla general de todas las naciones contra Jerusalén. La ciudad será destruida pero el «resto» (Is 4,3; Am 5,15; Miq 5,6-7; Sof 2,3; 3,12-13) será salvado. La visión del tiempo final reúne todos los elementos conocidos por los textos apocalípticos: los torrentes de agua viva, el reino universal del único Dios, el castigo definitivo de todos los malvados y la congregación en Jerusalén de los sobrevivientes de todas las naciones (c.14).

 

  1. Una fuente para lavar el pecado y la impureza… (13,1). Teología del libro de Zacarías

 

Los que sufren por las miserias del presente piensan que todo eso es signo de que Dios ya no los ama y está irritado contra ellos (1,12). Zacarías les responde que no duden del amor de Dios: la humanidad se encuentra en medio de las pruebas, pero el Señor sigue siendo fiel y con toda seguridad intervendrá, cambiará este mundo y arrancará de él todas sus miserias (1,16-17). Por medio de su poder real y sacerdotal (3,1-10; 4,13; 6,9-15), él va poniendo en esta historia los signos que adelantan la llegada de su reino.

 

El «Segundo Zacarías» se dirige a los que viven atemorizados por las agresiones del mal. El profeta los consuela y los anima mostrándoles el poder de Dios que se impone ante todas las fuerzas enemigas. Toda la historia humana, dejando atrás los dolores y miserias, se dirige hacia aquel «día único» en el que el único Señor reinará sobre toda la tierra (14,6-11).  

 

Su palabra se dirige también a los que están oprimidos por el peso de sus pecados, para anunciarles que el Señor derramará su Espíritu para provocar en todos una actitud de penitencia y arrepentimiento (12,10), y abrirá «una fuente para lavar el pecado y la impureza» (13,1). En la lectura cristiana del texto, aun a pesar de su oscuridad, estos acontecimientos se producirán cuando todos dirijan su mirada hacia aquel «a quien traspasaron» (12,10; Jn 19,37; Ap 1,7). Los evangelios de la pasión de Jesús evocan varios pasajes del Segundo Zacarías: la entrada del Mesías en Jerusalén, montado en un burro (Zac 9,9; cf. Mat 21,5; Jn 12,14-15), la traición de Judas que vende al pastor por treinta monedas (Zac 11,12-13; cf. Mt 27,9), y el anuncio del misterioso “traspasado” (Zac 12,10; cf. Jn 19,37). En el Apocalipsis han quedado plasmadas varias imágenes de este libro profético, como la de los caballos que representan emisarios divinos (Zac 1,8; 6,2-3; cf. Ap 6,2-4; 19,11), la de medir la ciudad (Zac 2,5; cf. Ap 11,1) o la de los candelabros o los dos olivos (Zac 4,11; cf. Ap 11,4).  

 

  1. La palabra del Señor llegó al profeta Zacarías… (1,1). Estructura del libro

 

En el libro de Zacarías se pueden señalar las siguientes partes:

 

Primer Zacarías                                                           1-8

  1. Exhortación inicial                              1,1-6
  2. Ocho visiones 1,7-6,8
  3. La corona del sumo sacerdote 6,9-15
  4. El ayuno y la justicia 7,1-14
  5. Así dice el Señor del universo 8,1-23

 

Segundo Zacarías                                                        9-14

Primera parte: La salvación de Israel            9-11

       

 Segunda parte: Aquel día del Señor               12-14

 

 

  1. PRIMER ZACARÍAS

 

  1. Exhortación inicial

 

Conviértanse a mí [1]

Mal 3,7

 

1 1 La palabra del Señor llegó al profeta  Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Idó, en el octavo mes del segundo año de Darío: 2 “El Señor está muy irritado con los antepasados de ustedes”. 3 Les dirás: “Así dice el Señor del universo: ‘Conviértanse a mí – oráculo del Señor del universo – y yo me convertiré ustedes, dice el Señor del universo. 4 No sean como sus antepasados, a quienes los profetas de entonces predicaban: Así dice el Señor del universo: Conviértanse de su mala conducta y de sus acciones perversas’. Pero ellos no oyeron y no me hicieron caso – oráculo del Señor-. 5 Los antepasados de ustedes, ¿dónde están? Y los profetas, ¿todavía viven?  6 ¿Acaso mis palabras y mis mandatos que encomendé a mis servidores los profetas no interpelaron a sus antepasados? Entonces ellos reconocieron y dijeron: ‘El Señor del universo nos trató así como había prometido, según nuestra conducta y nuestras obras’”.

 

 

  1. Ocho Visiones

 

Un hombre montaba un caballo rojo [2]

 

7 La palabra del Señor llegó al profeta Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Idó, en el día vigésimo cuatro del undécimo mes, el de Sebat, el segundo año de Darío. 8 Por la noche tuve una visión: Entre los mirtos del valle había un hombre montado sobre un caballo rojo. Detrás de él había caballos rojos, castaños y blancos. 9 Y pregunté: “¿Quiénes son estos, mi señor?”.

El ángel que me hablaba respondió: “Te indicaré quiénes son ellos”. 10 Pero el hombre que estaba entre los mirtos intervino y dijo: “Estos son los que el Señor ha enviado a recorrer la tierra”.

11 Ellos se dirigieron al ángel del Señor que estaba entre los mirtos y le informaron: “Hemos recorrido la tierra y la hemos encontrado en calma”.

12 El ángel del Señor exclamó: “Señor del universo, ¿cuánto tiempo permanecerás sin compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá? ¡Ya llevas setenta años enojado!”.   13 El Señor respondió al ángel que me hablaba con palabras amables y de consuelo. 14 Entonces el ángel que hablaba conmigo me ordenó proclamar: “Así dice el Señor del universo: Siento un gran celo por Jerusalén y por Sion 15 y un gran enojo contra las naciones confiadas en sí mismas, aquellas contra las que yo me había enojado solo un poco, pero ellas redoblaron su maldad. 16 Por eso, así dice el Señor: Me volveré a Jerusalén con misericordia; mi Templo será reedificado en ella – oráculo del Señor del universo -, y Jerusalén será reconstruida. 17 Proclama también: Esto dice el Señor del universo: Mis ciudades rebosarán otra vez de bienestar. El Señor volverá a consolar a Sion y elegirá de nuevo a Jerusalén”.

 

Vi cuatro cuernos [3]

 

2 1 Alcé la vista y vi cuatro cuernos. 2 Pregunté al ángel que me hablaba: “¿qué significan estos?”. Me contestó: “Estos son los poderes que dispersaron a Judá, Israel y Jerusalén”.

3 Luego el Señor me mostró cuatro herreros. 4 Pregunté: “¿Qué vienen a hacer estos?”

Me contestó: “Los cuernos son los que dispersaron a Judá, de tal manera que nadie podía levantar cabeza; y estos herreros vinieron para espantarlos y derribar los poderes de las naciones que alzaron el cuerno contra el país de Judá para dispersarlo”.

 

Vi un hombre con una cinta de medir [4]

 

5 Alcé la vista y vi un hombre que tenía en la mano una cinta de medir. 6 Le pregunté: “¿Adónde vas?”. Me respondió: “A medir Jerusalén para comprobar su anchura y su longitud”.

7 Cuando el ángel que hablaba conmigo se marchaba, otro ángel salió a su encuentro 8 y le dijo: “Corre a decirle a aquel joven: Jerusalén será habitada sin murallas por una multitud de seres humanos y animales. 9 Yo seré para ella – oráculo del Señor – una muralla de fuego a su alrededor y en ella seré su gloria.

10 ¡Arriba, ánimo, escapen del país del norte – oráculo del Señor -, ustedes a quienes dispersé a los cuatro vientos del cielo! -Oráculo del Señor. 11 ¡Ánimo, Sion; escapa, tú que habitas en Babilonia! 12 Porque el Señor del universo, del que soy su mensajero autorizado, dice así a las naciones que saquearon a ustedes: cualquiera que los toque a ustedes, toca la niña de mis ojos. 13 Yo alzaré mi mano contra ellas y serán saqueadas por sus mismos esclavos, entonces ustedes reconocerán que el Señor del universo me envió.

 14 Canta y alégrate, hermosa Sion, porque vengo a habitar en medio de ti – oráculo del Señor. 15 Aquel día muchas naciones se unirán al Señor y serán mi pueblo; yo habitaré en medio de ti, y tú, Sion, sabrás que el Señor del universo me envió a ti. 16 El Señor tomará a Judá como su posesión y su heredad en la tierra santa, y volverá a elegir a Jerusalén.

17 ¡Que todo ser viviente calle ante el Señor, porque está dispuesto a intervenir desde su santa morada!

 

El Señor me mostró al sumo sacerdote Josué [5]

Miq 4,4 // 3,2: Jds 9

 

3 1 El Señor me mostró al sumo sacerdote Josué, que estaba de pie delante del ángel del Señor y a su derecha estaba de pie también Satán para acusarlo. 2 El ángel del Señor dijo a Satán: “El Señor te reprima, Satán; el Señor que eligió a Jerusalén te reprima. ¿No es ese como un tizón sacado del fuego?”.   

3 Josué, vestido con ropas sucias, estaba  de pie ante el ángel; 4 este dijo a los que estaban de pie ante él: “Quítenle las ropas sucias”, y a él le dijo: “Mira, te despojo de tu culpa y te visto de fiesta”. 5 El ángel añadió: “Pónganle un turbante limpio en su cabeza”. Le pusieron el turbante limpio en su cabeza y lo revistieron. El ángel del Señor permanecía de pie.

 6 El ángel del Señor advirtió a Josué: 7 “Esto dice el Señor del universo: Si sigues mis caminos y cumples mis mandatos, también tú te encargarás de mi Templo, custodiarás mis atrios y te daré un puesto entre aquellos que están a mi servicio. 8 Escucha bien, sumo sacerdote Josué, tú y tus compañeros que te aconsejan, porque aquellos son un presagio profético. He aquí que traigo a mi servidor, el ‘Retoño’. 9 Aquí está la piedra que pongo ante Josué: una sola piedra con siete ojos; yo mismo grabaré su inscripción – oráculo del Señor del universo. En un solo día quitaré la culpa de esta tierra.

10 Aquel día – oráculo del Señor del universo – ustedes se invitarán unos a otros a estar bajo la vid y bajo la higuera”.            

 

Veo un candelabro de oro macizo[6]

 

4 1 El ángel que hablaba conmigo volvió, me despertó como se despierta a alguien de su sueño, 2 y me preguntó: “¿Qué estás viendo?”.

Respondí: “Veo un candelabro de oro macizo, con un recipiente encima; tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3 Hay dos olivos junto a él, uno a la derecha del recipiente y otro a su izquierda”. 4 Pregunté al ángel que me hablaba: “¿Qué significan estas cosas, mi señor?”.

5 El ángel que me hablaba contestó: “¿No sabes qué significan?”.

“No, señor mío”, respondí.

6 Entonces él me explicó así: “Esto dice el Señor a Zorobabel: No es por el poder ni por la fuerza, sino solo por mi espíritu – dice el Señor del universo. 7 ¿Qué cosa eres tú, gran montaña? Ante Zorobabel serás una llanura; él sacará la piedra angular entre aclamaciones: ¡qué hermosa, qué hermosa es ella!

8 La palabra del Señor me llegó: 9 “Las manos de Zorobabel pusieron los cimientos de este Templo y sus mismas manos lo acabarán. Así sabrán que el Señor del universo me envió a ustedes. 10 Aquellos que se burlaban de los modestos comienzos, luego se alegrarán al ver la plomada en manos de Zorobabel. Aquellos siete son los ojos del Señor que recorren toda la tierra.

11 Le pregunté de nuevo: “¿Qué significan aquellos dos olivos a la derecha y a la izquierda del candelabro?”.  12 Le hice una segunda pregunta: “¿Qué representan las dos ramas de olivo que están al lado de los dos tubos de oro y que vierten el aceite dorado?”.

13 Me contestó: “¿No sabes qué son ellos?”.

            “No, mi señor”, le respondí. 14 Entonces me dijo: “Son los dos ungidos que están al servicio del Señor de toda la tierra”.

 

Vi un manuscrito que volaba [7]

 

5 1 Volví a alzar la vista y vi un manuscrito que volaba. 2 Me preguntó: “¿Qué estás viendo?”. Contesté: “Veo un manuscrito que vuela, de diez metros de largo por cinco de ancho”. 3 Entonces añadió: “Esta es la maldición que se dirige a la superficie de todo el país, porque conforme a ella, todo ladrón y todo el que jura en falso serán expulsados”. 4 Yo la envío – oráculo del Señor del universo — para que entre en la casa del ladrón y del que jura en falso por mi nombre, para que se instale en sus casas y acaben en ruinas sus maderas y sus piedras.

 

Alza tu vista y mira lo que aparece

 

5 El ángel que hablaba conmigo se adelantó y me dijo: “Alza tu vista y mira lo que aparece”.

            6 Le pregunté: “¿Qué es?”.

            Me contestó: “Eso es una vasija, que representa la iniquidad de ellos en todo el país”, añadió él. 7 Entonces se levantó la tapa de plomo y había una mujer sentada en el interior de la vasija. 8 Él explicó: “Esta es la maldad”. La arrojó hasta el fondo de la vasija y la encerró con la tapa de plomo.

            9 Luego alcé la vista y vi a dos mujeres con alas de cigüeña aleteando en el viento, que y transportaban la vasija entre la tierra y el cielo. 10 Pregunté al ángel que hablaba conmigo: “¿Adónde se llevan la vasija?”.

            11 Me respondió: “Van a construirle un templo en el país de Senaar y cuando ya esté preparado, ella será colocada ahí sobre su pedestal”.

 

Vi cuatro carros de guerra [8]

 

6 1 Volví a alzar la vista y vi cuatro carros de guerra que salían de entre dos montañas; las montañas eran de bronce. 2 El primer carro tenía caballos rojos; el segundo, caballos negros; 3 el tercer carro, caballos blancos, y el cuarto, caballos manchados y robustos. Ap 6, 2-8; 19, 11; cf. Zac 1,8   4 Pregunté al ángel que me hablaba: “¿Qué significan estos, mi señor?”.

            5 El ángel me respondió: “Son los cuatro vientos del orbe, que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra. 6 Los caballos negros con su carro salen hacia el territorio del norte; los blancos parten detrás de ellos y los manchados avanzan hacia el territorio del sur. 7 Los caballos robustos salieron impacientes por recorrer la tierra”. Apenas les ordenó: “Vayan a recorrer la tierra”,  se pusieron a recorrerla. 8 A mí me gritó y me dijo: “Mira, los que se dirigen hacia el norte aplacarán mi enojo contra el país del norte”.

 

 

  1. La corona del sumo sacerdote

 

Fabrica una corona [9]

 

9 La palabra del Señor me llegó: 10 “Irás a hacer una colecta entre Jelday, Tobías y Yedaya, que han regresado de la cautividad en Babilonia, y después volverás. Ese mismo día irás a la casa de Josías, el hijo de Sofonías, 11 tomarás plata y oro, fabricarás una corona y la pondrás sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, el hijo de Josadac. 12 Le dirás: Así dice el Señor del universo: Este es el varón llamado ‘Retoño’; él retoñará y reconstruirá el templo del Señor. 13 Él mismo reedificará el templo del Señor, se revestirá de majestad y se sentará en su trono para gobernar. Junto a su trono habrá un sacerdote y la paz reinará entre los dos. 14 La corona será como un recuerdo en el templo del Señor para Jelday, Tobías, Yedaya, y para Jen, hijo de Sofonías. 15 Los que están lejos vendrán a reconstruir el templo del Señor. Entonces sabrán que el Señor del universo me ha enviado a ustedes. Esto sucederá si obedecen al Señor, su Dios.

 

 

  1. El ayuno y la justicia

 

Hagan justicia de verdad [10]

 

7 1 La palabra del Señor llegó a Zacarías en el cuarto año del reinado de Darío, el cuarto día del noveno mes, el de Casleu. 2 Por entonces Betel-Sareser había enviado a Réguen Mélec junto con una delegación para aplacar al Señor, 3 y preguntar a los sacerdotes del templo del Señor del universo y a los profetas lo siguiente: “¿Debo observar el duelo y la abstinencia del quinto mes, tal como lo he hecho durante tantos años?”.

            4 La palabra del  Señor del universo me llegó: 5 “Habla así a toda la gente del país y a los sacerdotes: Cuando ayunaban y hacían duelo el quinto y el séptimo mes, ya desde hace setenta años, ¿lo hacían con sinceridad por mi honor? 6 Cuando ustedes comen y beben, ¿no comen y beben en beneficio propio? 7 ¿No recuerdan las palabras pronunciadas por el Señor por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba habitada y segura, y cuando las ciudades de su entorno, el Negueb y la Sefela estaban poblados?”.

            8 La palabra del  Señor llegó a Zacarías: 9 “Así dice el Señor del universo: Hagan justicia de verdad y cada uno trate a su hermano con amor y misericordia. 10 No opriman a la viuda, al huérfano, al forastero ni al pobre, y no tramen nada malo entre ustedes. 11 Pero ellos no me hicieron caso, sino que me volvieron la espalda, se rebelaron y se taparon los oídos para no escucharme”. 12 Endurecieron su corazón como un diamante para no escuchar la ley, ni las palabras que el Señor del universo, por su espíritu, les había dirigido por medio de los antiguos profetas. Entonces estalló la ira del Señor del universo. 13 “Como no escucharon cuando los llamaba, tampoco los escuché cuando me llamaron, dice el Señor del universo. 14 Los dispersé entre todas aquellas naciones que desconocían, y tras su marcha el país quedó desolado, sin habitantes ni transeúntes. Así un hermoso país se convirtió en una desolación”.

 

 

  1. Así dice el Señor del universo

 

Volveré a Sion y habitaré en Jerusalén [11]

// 8,16: Ef 4,25

 

8 1 La palabra del Señor del universo llegó en estos términos:

 2 “Así dice el Señor del universo:

Siento un gran celo por Sion y me consumo de pasión por ella.

                3 Así dice el Señor:

Volveré a Sion y habitaré en Jerusalén.

Jerusalén se llamará ‘Ciudad Fiel’

y el monte del Señor del universo, ‘Monte Santo’.

                4 Así dice el Señor del universo:

Ancianos y ancianas volverán a sentarse en las plazas de Jerusalén,

cada uno con su bastón en la mano por su edad avanzada;

5 las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en ellas.

                6 Así dice el Señor del universo:

  Si en aquellos días todo esto pareciera imposible al resto de este pueblo ¿acaso también será imposible para mí? – oráculo del Señor del universo -.

                7 Así dice el Señor del universo:

Yo rescataré a mi pueblo de los países del oriente y del occidente;

8 los traeré para habitar en Jerusalén;

y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, en fidelidad y justicia.

                9 Así dice el Señor del universo: Anímense a trabajar, ustedes que oyeron estas palabras pronunciadas por los profetas en el tiempo que se echaron los  cimientos para reconstruir el templo, la casa del Señor del universo. 10 Porque antes de aquel tiempo no   se retribuía la tarea de los seres humanos ni de los animales; nadie podía moverse con seguridad a causa del opresor, porque yo mismo había enfrentado a las personas unas contra otras. 11 Pero desde ahora yo no actuaré como antes con el resto de este pueblo -oráculo del Señor del universo –. 12 Ahora sembraré la paz. La vid dará su fruto, la tierra dará su cosecha y el cielo su rocío. Yo entregaré todos estos bienes como posesión al resto de este pueblo. 13 Así, pueblo de Judá y de Israel, como antes ustedes fueron una maldición entre las naciones, ahora yo los salvaré y las convertiré en bendición. ¡No teman. Anímense a la reconstrucción!

            14 Porque así dice el Señor del universo: Como me propuse castigar a ustedes cuando sus antepasados me irritaron y no me arrepentí, declara el Señor del universo, 15 así en estos días he cambiado de parecer: he decidido hacer el bien a Jerusalén y al pueblo de Judá. ¡No teman! 16 Pero deben poner en práctica estas cosas: hablen la verdad unos con otros; juzguen con integridad en sus tribunales para lograr la paz; 17 no tramen el mal entre ustedes ni se acostumbren a jurar en falso, porque yo odio todas estas cosas –oráculo del Señor-”.

            18 La palabra del Señor del universo me llegó. 19 “Así dice el Señor del universo: El ayuno de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo se volverá para el pueblo de Judá ocasión de gozo, alegría y fiesta. ¡Amen la verdad y la paz!

            20 Así dice el Señor del universo: Todavía vendrán pueblos y habitantes de grandes ciudades. 21 Los habitantes de una ciudad marcharán a otra, diciendo: ‘Vayamos a implorar el perdón y la protección del Señor del universo. Yo también voy’. 22 Innumerables pueblos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a implorar la protección y el perdón del Señor del universo.

            23 Así dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de cada lengua extranjera aferrarán a un judío por el borde del manto y le dirán: ‘Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes’”.

 

 

 

  1. SEGUNDO ZACARÍAS

 

  1. Primera Parte: La salvación de Israel[12]

 

Junto a mi casa acamparé como un guardia

 

9 1 Oráculo. La palabra del Señor llega al país de Jadrac y se detiene en Damasco, porque la ciudad de Siria pertenece al Señor, como todas las tribus de Israel, 2 también Jamat, en la frontera, y Tiro y Sidón con toda su gran sabiduría. 3 Tiro se ha construido una fortaleza, ha amontonado plata como polvo y oro como lodo de las calles; 4 pero el Señor se lo quitará, arrojará su riqueza al mar y ella será devorada por el fuego. 5 Al verla, Ascalón se espantará, Gaza temblará de espanto, lo mismo que Ecrón, porque quedará sin esperanza. Desaparecerá el rey de Gaza, Ascalón quedará despoblada. 6 Habitarán bastardos en Asdod y yo abatiré la soberbia filistea. 7 Arrancaré la presa ensangrentada de su boca y sus alimentos prohibidos de entre sus dientes. Aun así quedará un resto para nuestro Dios, llegará a ser como una tribu de Judá, y Ecrón será como el jebuseo. 8 Junto a mi casa acamparé como un guardia contra todo ejército que va o que viene; ningún opresor volverá contra ellos, porque ahora vigilo con mis propios ojos.

 

 

Tu rey llega a ti[13]

Sal 89,25-26;  Mt 11,29 // 9,9: Mt 21,5; Jn 12,15

 

9 Danza de alegría, hermosa Sion,

grita de júbilo, ciudad de Jerusalén,

porque tu rey llega a ti; es justo y victorioso,

humilde y montado en un burro,

en un burrito, cría de una burra.                                                 

10 Aniquilaré los carros de guerra de Efraín

y la caballería de Jerusalén.

Los arcos de guerra serán rotos

y él anunciará la paz a las naciones.

Su gobierno se extenderá de un mar a otro,                               

desde el Éufrates hasta los confines de la tierra.

 

 

He tensado a Judá como un arco

 

11 En cuanto a ti, por la sangre de tu alianza,

sacaré a tus cautivos de la cisterna sin agua.

12 Vuélvanse esperanzados, cautivos, a la ciudad fortificada.

Hoy mismo lo vuelvo a anunciar: te haré retornar.

13 He tensado a Judá como un arco y he cargado de flechas a Efraín.

Incitaré a tus habitantes, Sion, contra los tuyos, Javán,

y te empuñaré, Sion, como espada de valiente.

14 El Señor aparecerá sobre ellos y disparará su flecha como un rayo;

el Señor Dios tocará la trompeta y avanzará entre las tempestades del sur.

15 El Señor del universo los protegerá;

vencerán y pisotearán a los que lanzan la honda,

beberán su sangre como si fuera vino,

hasta rebosar como la copa de las ofrendas, como los ángulos del altar.

16 Aquel día, el Señor, su Dios, salvará al rebaño de su pueblo,

brillarán en su tierra como piedras preciosas de una corona.

17 ¡Qué bondad, qué belleza!

El trigo hará prosperar a los jóvenes

y el vino nuevo alegrará a las muchachas.

 

 

El Señor del universo cuidará su rebaño

Nm 27,17; Mt 9,36

 

10 1 Pidan al Señor la lluvia para la primavera. El Señor que trae rayos y aguaceros dará la lluvia. A cada uno le dará hierba en su campo. 2 En cambio, los ídolos dan respuestas falsas, los adivinos ven mentiras, anuncian sueños vanos y ofrecen consuelos ilusorios. Por eso el pueblo vaga como ovejas afligidas por falta de pastor.                  

3 Ardo de cólera contra los pastores. Castigaré a los guías del rebaño.

El Señor del universo cuidará su rebaño, el pueblo de Judá,

y lo colocará como su caballo victorioso en el combate.

4 De él saldrá la piedra angular; de él, las estacas para las tiendas;

de él, los arcos para el combate y también de él saldrán juntos todos los caudillos.

5 Serán como soldados en la batalla que pisan el lodo de las calles;

lucharán porque el Señor está con ellos y confundirán a los jinetes.

6 Haré valiente al pueblo de Judá y daré la victoria al pueblo de José.

Los haré retornar a su patria porque me he compadecido de ellos

 como si nunca los hubiera rechazado,

porque yo soy el Señor, su Dios, y les responderé.

7 Los de Efraín serán como héroes;

se alegrará su corazón como con el buen vino;

al verlo también sus hijos se alegrarán. Su corazón se regocijará en el Señor.

8 Cuando los rescate los reuniré con un silbido,

y serán tan numerosos como antes.

9 Yo los dispersé entre los pueblos,

pero aun cuando estén lejos, se acordarán de mí, criarán a sus hijos y regresarán.

10 Los haré volver de Egipto, los recogeré de Asiria,

para llevarlos al territorio de Galaad y al Líbano,

y no se encontrará sitio suficiente para ellos.

11 Atravesarán el mar de la angustia, romperán las olas del mar,

secarán el cauce del Nilo, y entonces la soberbia de Asiria será abatida y el dominio de Egipto se acabará.

12 Pondrán su fortaleza en el Señor y en su nombre avanzarán –oráculo del Señor—.

 

 

Se oyen los gemidos

 

11 1 ¡Abre, Líbano, tus puertas y que el fuego devore tus cedros!

2 Gime, ciprés, porque el cedro ha caído,

y los majestuosos árboles fueron talados.

¡Giman, encinas de Basán, porque la espesa selva ha sido cortada!

3 Se oyen los gemidos de los pastores,

por la ruina de sus mejores pastizales;

se oye cómo rugen los cachorros de león,

por la devastación de la ribera del Jordán.

 

 

Me conseguí dos bastones

Jn 10,12-13 // 11,13: Mt 27,9

 

4 Así dice el Señor, mi Dios:

“Engorda las ovejas para la matanza, 5 las que sus compradores matan sin sentirse culpables, mientras sus vendedores exclaman: ‘Bendito sea el Señor, porque ya soy rico’. Ni siquiera sus propios pastores les tendrán compasión, 6 porque tampoco yo volveré a tener compasión de los habitantes del país –oráculo del Señor—. Yo mismo entregaré a cada uno al poder de su vecino y de su rey. Cuando destruyan el país, yo no los libraré de su control”.

            7 Me puse a engordar las ovejas que los mercaderes de ganado habían destinado a la matanza. Me conseguí dos bastones. A uno lo llamé ‘Gracia’ y al otro ‘Unión’, y seguí apacentando las ovejas. 8 En un solo mes despedí a tres pastores, porque me impacienté con ellos, y ellos se indignaron conmigo. 9 Les dije: “No voy a seguir pastoreando con ustedes; la oveja que deba morir, que se muera; la que deba perderse, que se pierda; y las que sobrevivan, que se devoren unas a otras”.

            10 Tomé mi bastón ‘Gracia’ y lo rompí, para cancelar así mi alianza que había pactado con todos los pueblos. 11 Aquel día quedó anulada, y los mercaderes de ovejas que me observaban comprendieron que era asunto del Señor. 12 Les propuse: “Si les parece bien a ustedes, páguenme mi sueldo; si no, déjenlo”. Ellos me pagaron el sueldo, treinta monedas de plata. 13 El Señor me instruyó: “Echa en la alcancía esa suma tan valiosa en la que fui valorado”. Tomé las treinta monedas de plata y las arrojé en la alcancía del templo del Señor. 14 Luego rompí mi segundo bastón ‘Unión’, para romper así la hermandad entre Judá e Israel.

            15 Luego el Señor me ordenó: “Compórtate como un pastor necio, 16 porque yo voy a nombrar en el país a un pastor que no se preocupe de las descarriadas, ni busque a las extraviadas, ni cure a las heridas ni siquiera alimente a las fuertes, sino que coma la carne de las bien cebadas y les arranque hasta las pezuñas”.

 

17 ¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño!                           

¡Hiera la espada su brazo y su ojo derecho!

¡Se paralice su brazo y su ojo derecho se ciegue!

 

 

  1. Segunda parte: Aquel día del Señor[14]

 

Aquel día

Zac 14,10; Dt 18,20; 1 Re 18,28; 2 Re 1,8; 23, 29; Is 51,17 // 12,10-11: Jn 19,37 ; Ap 1,7

 

12 1 Oráculo. La palabra del Señor sobre Israel. Oráculo del Señor que despliega el cielo, cimenta la tierra y forma el espíritu en el interior del ser humano:

2 “Yo haré de Jerusalén una copa embriagadora para todos los pueblos vecinos; pero también contra Judá habrá angustia en el asedio de Jerusalén.              

 

            3 Aquel día haré de Jerusalén una piedra muy pesada para todos los pueblos; cualquiera que intente levantarla quedará destrozado. Todas las naciones de la tierra se aliarán contra ella.          

 

            4 Aquel día –oráculo del Señor— espantaré a todos los caballos y sus jinetes se volverán locos. Fijaré mis ojos en el pueblo de Judá y dejaré ciegos a todos los caballos de los pueblos. 5 Entonces los jefes de Judá pensarán: “La fuerza de los habitantes de Jerusalén está en su Dios, el Señor del universo”.

 

            6 Aquel día convertiré a los jefes de Judá en un fuego ardiente en medio de la leña, en una antorcha encendida entre la paja. Devorarán a derecha e izquierda a todos los pueblos vecinos, y Jerusalén volverá a ser habitada en su lugar de siempre. 7 En primer lugar, el Señor salvará a las carpas de Judá, para que la familia de David y los habitantes de Jerusalén no se engrían de su esplendor sobre Judá.

 

8 Aquel día, el Señor protegerá a los habitantes de Jerusalén; aquel día, el más débil entre ellos será como David, y la dinastía de David será como Dios, como un ángel del Señor ante ellos.

 

9 Aquel día exterminaré a todas las naciones que ataquen a Jerusalén. 10 En cambio, sobre la dinastía de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron.[15] Harán duelo por él como se llora a un hijo único y lo llorarán con amargo dolor como se hace por el hijo mayor.

 

11 Aquel día, el duelo en Jerusalén será tan grande como el de Hadad-Rimón en el valle de Meguido. 12 El país hará duelo, cada familia por su parte: la familia de David aparte y también sus mujeres; la familia de Natán aparte y también sus mujeres; 13 la familia de Leví aparte y también sus mujeres; la familia de Semey aparte y también sus mujeres; 14 así todas las demás familias, cada una por su lado, y también sus mujeres.

 

13           1 Aquel día se abrirá una fuente donde la dinastía de David y los habitantes de Jerusalén puedan lavar su pecado y su impureza.

 

2 Aquel día –oráculo del Señor del universo— arrancaré del país los nombres de los ídolos y no se los invocará más. También quitaré del país a los falsos profetas y el espíritu de impureza. 3 Si alguien vuelve a profetizar, sus propios padres que lo engendraron le dirán: “No puedes seguir vivo, porque hablas mentiras en nombre del Señor”. Mientras esté profetizando, los mismos padres que lo engendraron lo matarán.     

           

4 Aquel día, cuando profeticen, los profetas se avergonzarán, cada uno de su propia visión, y no se vestirán el manto de piel para engañar,  5 sino que cada uno dirá: “No soy profeta; yo soy tan solo un campesino, porque la tierra es mi ocupación desde mi juventud”. 6 Si alguien le pregunta: “¿Qué son esas heridas que tienes en tus manos?”, él responderá: “Fui herido en casa de mis amigos”.              

 

 

Este es mi pueblo

Is 48,10; Sal 66,10 // 13,7: Mt 26,31; Mc 14,27

 

7 ¡Despierta, espada, contra mi pastor

y contra mi ayudante! –oráculo del Señor del universo-.

Hiere al pastor y se dispersará el rebaño;                        

hasta los más débiles golpearé.

8 En todo el país –oráculo del Señor–

serán exterminados dos tercios.

Estos perecerán y solo quedará un tercio,

9 al que yo lo haré pasar por el fuego,

lo purificaré como se purifica la plata,                          

lo refinaré como se refina el oro.                                   

Después él invocará mi nombre y yo le contestaré.

Yo diré: “Este es mi pueblo”, y él responderá: “El Señor es mi Dios”.

 

 

El día del Señor y la nueva Jerusalén[16]

Zac 12, 6;  Ez 47,1; Jl 4,18; Am 1,1; Mt 21,12; Mc 11,15; Lc 19,45; Jn 2,15; Ap 21,23; 22,1.3

 

14 1 Jerusalén, ya viene el día del Señor en que tus despojos serán repartidos en medio de ti. 2 Movilizaré a todas las naciones para atacar a Jerusalén. La ciudad será conquistada; las casas, saqueadas; las mujeres, violadas, y la mitad de la población marchará al destierro, pero el resto del pueblo no será expulsado de la ciudad, 3 porque el Señor saldrá y combatirá contra aquellas naciones, como peleó en el día de su combate, el día de la batalla.

 

4 Aquel día, las plantas de sus pies se posarán sobre el monte de los Olivos, situado frente a Jerusalén, al oriente. El monte de los Olivos se partirá en dos, de oriente a occidente, formando un enorme valle. Una mitad del monte se desplazará hacia el norte y la otra hacia el sur. 5 Ustedes huirán por el valle entre mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta Jasol. Ustedes huirán como huyeron cuando tembló la tierra en tiempos de Ozías, rey de Judá. Entonces el Señor, mi Dios, vendrá acompañado de todos los santos.

 

6 Aquel día no habrá luz de astros, ni frío ni hielo. 7 Será un día único, conocido solo por el Señor. No habrá sucesión de día y noche porque al atardecer seguirá brillando la luz.  

 

8 Aquel día brotarán aguas vivas de Jerusalén, que fluirán en verano como en invierno, una mitad hacia el mar oriental y otra hacia el mar occidental. 9 El Señor será rey de toda la tierra. Aquel día, el Señor será el único Dios, y único, su nombre.

 

10 Todo el territorio se transformará en llanura desde Gueba hasta Rimón al sur de Jerusalén. Jerusalén será enaltecida y habitada en su propio sitio, desde la puerta de Benjamín hasta la puerta Antigua y la puerta de los Ángulos, y desde la torre de Jananel hasta los lagares del rey. 11 Jerusalén estará habitada y no volverá a ser amenazada de exterminio; vivirán seguros en ella.                                  

 

12 A todos los pueblos que lucharon contra Jerusalén, el Señor les impondrá el siguiente castigo: se les pudrirá la carne estando con vida, se les pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en su boca. 13 Aquel día cundirá un pánico terrible entre ellos: si alguien agarra la mano de su prójimo, este la levantará en su contra.

14 También Judá luchará en Jerusalén, y se reunirán los tesoros de todas las naciones vecinas: oro, plata y gran abundancia de vestidos.

15 Los caballos, mulos, camellos, burros y todos los animales que estén en sus campamentos, sufrirán el mismo castigo.  

 

16 Los sobrevivientes de todas las naciones que invadieron Jerusalén subirán, año tras año, a adorar al rey, el Señor del universo, y a celebrar la fiesta de las Tiendas. 17 Si un pueblo no sube a Jerusalén para adorar al rey, el Señor del universo, no caerá la lluvia sobre su territorio. 18 Si la gente de Egipto no acude, ni sube, se abatirá sobre ella el mismo castigo que el Señor hará caer sobre las naciones que no acudan a la fiesta de las Tiendas. 19 Ese será el castigo para Egipto y para las naciones que se nieguen a subir a celebrar la fiesta de las Tiendas.

 

20 Aquel día, en los cascabeles de los caballos estará grabado: ‘Consagrado al Señor’, y las ollas del templo del Señor serán tan sagradas como los vasos de la aspersión que están ante el altar. 21 Todas las ollas en Jerusalén y en Judá serán consagradas al Señor del universo, de modo que los que acudan a ofrecer sacrificios las usarán para cocer la ofrenda.

En aquel día no habrá más mercaderes en el templo del Señor del universo. 

 

 

[1] 1,1-6. Zacarías presta atención a las lecciones del pasado y al llamado a la conversión. Recuerda a los repatriados que antes del exilio hubo profetas que predicaron esto mismo y que no fueron escuchados. Para no recaer en la antigua negligencia, la comunidad debe tener conciencia de su pasado. Por los pecados de los antepasados se destruyó el primer Templo.

[2] 1,7-17. Los jinetes hallan toda la tierra en paz (v. 11), pero falta la tranquilidad en Jerusalén y en Judá. Por eso el ángel pregunta sobre el fin del castigo. Dios impone el castigo a quienes se aprovecharon de su cólera para agravar la desgracia a su pueblo. Luego vendrá el bienestar para Jerusalén y Judá (vv. 16-17).

[3] 2,1-4. El cuerno es símbolo de fuerza. Los cuatro representan las naciones que embisten a Israel desde todos lados; el mal contra el pueblo de Dios es universal. Los herreros espantan a los cuernos. Además de reforzar la promesa de la primera visión (1,15), se hace más explícito que antes de la restauración de Judá y Jerusalén se producirá el derrumbe de sus opresores.

[4] 2,5-17. Jerusalén continúa en ruinas, las promesas no se cumplen. En su afán de animar al pueblo, el profeta proyecta una ciudad reconstruida pero sin murallas, para que pueda recibir no solo a los judíos aún dispersos en “el norte” (vv. 10-11), sino a todos los pueblos, para formar un solo pueblo con un solo Señor (v. 15) que reinará sobre todos (v. 17).

[5] 3,1-10. La visión se trata de la investidura del sumo sacerdote acusado por Satán (el “acusador” o “adversario”) en una corte celestial. Pese a las acusaciones, Josué es perdonado y vestido con ropa limpia. Mediante la visión, el profeta entroniza a Josué y da validez a su ministerio decretado por el mismo Dios. El ‘Retoño’ es el descendiente de David, el Mesías (Is 11,1). Los “siete ojos” son emblema del cuidado esmerado de Dios por su Templo.

[6] 4,1-14. Los desterrados judíos no perdieron la esperanza de que un descendiente de David volviera a ocupar el trono en Jerusalén. Se sueñan con dos tipos de Mesías: uno sacerdotal y otro civil. De un Dios universal, representado por el candelabro de siete lámparas, proceden dos ungidos, representados por los dos olivos: el sacerdote Josué y Zorobabel, el descendiente de David, en quien se han fijado las esperanzas de la restauración. Cada uno recibe su autoridad de servir y gobernar. Como en Ageo, los dos líderes se presentan como mediadores de la bendición a la comunidad.

[7] 5,1-11. Las dos visiones juntas –el manuscrito y el recipiente- plasman un retrato de la purificación de la comunidad. Dos pecados, síntesis de todos, deben desaparecer para adelantar la construcción: el robo, que ofende la sociedad, y el perjurio, que atenta contra Dios (vv. 1-4). El profeta se preocupa por la purificación total; la maldad será desterrada de la Tierra santa (vv. 5-11). Dos mujeres aladas la transportan hacia Babilonia (Senaar), cuna de toda maldad. Significa que la impiedad, alejada del pueblo de Dios, residirá en el ambiente de los poderes enemigos de Dios. Las dos visiones expresan la esperanza al desaparecer el mal de la tierra de Israel.

[8] 6,1-8. Los cuatro carruajes realizan una purificación hacia los cuatro puntos cardinales; solo se explicita cómo Dios aplaca su ira contra Babilonia, emblema de la maldad. La cifra cuatro recalca la soberanía universal.

[9] 6,9-15. El texto actual se refiere a la coronación del sumo sacerdote Josué como rey (v.11). Por el contexto,

parecería que originalmente se hablaba de la coronación de Zorobabel, el descendiente de David; y en el v. 13 del sacerdote Josué y de Zorobabel. El profeta intuía la restauración de las columnas de sostén para Israel, el sacerdote y el rey Mesías (v. 13). Por alguna razón que hoy se desconoce, se habría borrado el nombre de Zorobabel.

[10] 7,1-14. Se pregunta si se ha continuar con el ayuno que se practicaba durante los años del exilio en Babilonia (7,5), el profeta desenmascara los actos penitenciales que no tienen resonancia en la vida del pueblo. Recurre a los profetas anteriores e infunde el sentido de integridad y justicia social en la práctica religiosa (Am 5,21-24; Is 58,1-7). Si falta el interés por los desprotegidos de la sociedad, la religiosidad no tiene valor. La práctica de la justicia es imperativa. El profeta asegura a la nueva generación que los antiguos criterios siguen siendo válidos (vv. 9-12).

[11] 8,1-23. Un decálogo de promesas introducidas con la fórmula: “Así dice el Señor del universo”. Se trata de la restauración del país, pero el pueblo debe cumplir las condiciones para ello. La era de paz y bienestar alcanza dimensiones universales (vv. 20-23).

[12]9,1-11,17. La primera parte del Segundo Zacarías anuncia el sometimiento de los vecinos de Israel (9,1-8), la llegada triunfal del rey-mesías a Jerusalén (9,9-10) y la restauración del pueblo unido (9,11-10,12); termina con el lamento por el rechazo de un buen pastor (11,1-17), que intenta unificar al pueblo en la fidelidad. Habrá que esperar hasta Jesús, el buen pastor, para que el proyecto de Dios se cumpla (véanse Jn 10,1-21; 1 Pe 5,4). El tono de estos oráculos es el de un anuncio de salvación.

[13] 9,9-10. La alegría por la llegada de un pacífico rey Mesías, montado en un burro, revela que la paz y su dominio sobre toda la tierra, no se conquista por la fuerza de las armas ni por las alianzas humanas. Los evangelios (Mt 21,5; Jn 12,15) presentan la entrada de Jesús en Jerusalén como el cumplimiento de esta profecía.

[14]12,1-13,9. La segunda parte del Segundo Zacarías, que algunos atribuyen al Tercer Zacarías, comienza con nueve anuncios introducidos con la expresión «aquel día», que señala el «día del Señor», la intervención definitiva de Dios: el mismo Dios intervendrá para consolidar la restauración de Jerusalén y Judá frente a sus enemigos (12,1-9) y conducir al pueblo a la conversión y a la purificación (12,10-13,9). Después de esta purificación, solo quedará el «resto» (13,8-9) que anunciaron otros profetas (Is 4,3; Am 5,15; Miq 5,6-7; Sof 3,12).

[15] 12,10. La muerte del traspasado en el contexto del levantamiento del asedio de Jerusalén, del duelo nacional (vv.10-14) y de la apertura de la fuente de la salvación (13,1), muestra que en la redención intervienen un sufrimiento y una muerte misteriosos (cf. Is 52,13-53,12). Jn 19,37 lee este pasaje como profecía de la pasión salvadora de Cristo.

[16] 14,1-21. La llegada del Señor marca el nacer del nuevo mundo. Después de una batalla final en la que todas las naciones atacarán a Jerusalén (Ap 20,7-10), se producirá la victoria definitiva de Dios, que conlleva el castigo del pecador. Se anota la consagración total de Jerusalén y Judá a Dios; el culto existirá sin afán comercial y todo el poder militar y otras prácticas que antes se consideraban profanas quedarán bajo el sello de lo santo.