El padre jesuita Joseph de Acosta escribió la Historia natural y moral de las Indias, un libro donde Marco Polo se mezcla con san Ignacio. Su libro se publicó por primera vez en Sevilla, en 1590. La Historia es un compendio de experiencias sorprendentes, por ejemplo, comer banana por primera vez, y de la razón que les da sentido: Dios rico en misericordia, Creador de las bananas. Es una especie de manual para comerlas, maravillado como Adán o Eva.
Tres siglos y medio más tarde, el Fondo de Cultura Económica publicó 1100 ejemplares de la obra de Acosta, aunque sin el propósito de inculcar la teoría y práctica de las bananas. Antes bien, trataba de rescatar una «fuente histórica» y fijarla. El encargado de la edición fue Edmundo O’ Gorman. Aunque el prólogo de don Edmundo es una estupenda lección de historia, me quedo con el propósito original del libro. Prefiero hacer de cuenta que nunca he comido una banana, mamey, ni guayaba; jugar, con la cuchara en la boca, a que me estreno en chicos zapotes.
El padre Acosta enseña lo que enseña la Compañía y la Compañía enseña lo que enseña la Iglesia. La Iglesia enseña lo que Dios quiso que supiéramos los hombres, entre otras cosas, que nunca hay que pasar frente al frutero sin hacer una ligera reverencia, sin sentir el leve temor de que bien pude haber muerto sin probar una sandía, sin sentir la gratitud efervescente de pertenecer al número de los hombres que han bebido agua de piña.
De los bananos, Acosta escribe palabras como éstas: «Quítase fácilmente la cáscara o corteza, y todo lo demás es médula tiesa y tierna, y de muy buen comer, porque es sana y sustenta. Cómese el plátano como fruta, así crudo; ásase también, y guísase y hacen de él diversos potajes y aun conservas, y en todo dice bien. Hay unos plátanos pequeños y más delicados y blancos, que en la Española llaman dominicos; hay otros más gruesos y recios, y colorados».
Sobre las chirimoyas, escribe: «Es la anona del tamaño de pera muy grande, y así algo ahusada y abierta; todo lo de dentro es blando y tierno como manteca, y blanco y dulce, y de muy escogido gusto. No es manjar blanco, aunque es blanco manjar, ni aún el encarecimiento deja de ser largo, bien que tiene delicado y sabroso gusto, y a juicio de algunos es la mejor fruta de Indias». Con el librazo de Acosta, el Fondo hizo un librito en la colección Fondo 2000. El librito, que quizá se encuentra todavía en librerías, es barato y chiquito como el catecismo de Ripalda. También está lleno de alimento.
Mauricio Sanders
escritor