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Liturgia de las Horas. 10 de julio. DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

INVITATORIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antífona

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

Salmo 23

ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que como hombre sube al cielo (S. Ireneo).

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,

el orbe y todos sus habitantes:

él la fundó sobre los mares,

él la afianzó sobre los ríos.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

¿Quién puede subir al monte del Señor?

¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

El hombre de manos inocentes

y puro corazón,

que no confía en los ídolos

ni jura contra el prójimo en falso.

Ése recibirá la bendición del Señor,

le hará justicia el Dios de salvación.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

Éste es el grupo que busca al Señor,

que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

¡Portones!, alzad los dinteles,

levantaos, puertas antiguas:

va a entrar el Rey de la gloria.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

¡Portones!, alzad los dinteles,

levantaos, puertas antiguas:

va a entrar el Rey de la gloria.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el Rey de la gloria.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. *

O bien el Salmo 94, el 99 o el 66.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

OFICIO DE LECTURA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Primicias son del sol de su Palabra

las luces fulgurantes de este día

despierte el corazón, que es Dios quien llama,

y su presencia es la que ilumina.

Jesús es el que viene y el que pasa

en Pascua permanente entre los hombres,

resuena en cada hermano su palabra,

revive en cada vida sus amores.

Abrid el corazón, es él quien llama

con voces apremiantes de ternura;

venid: habla, Señor, que tu palabra

es vida y salvación de quien la escucha.

El día del Señor, eterna Pascua,

que nuestro corazón inquieto espera,

en ágape de amor ya nos alcanza,

solemne memorial en toda fiesta.

Honor y gloria al Padre que nos ama,

y al Hijo que preside esta asamblea,

cenáculo de amor le sea el alma,

su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Día tras día te bendeciré, Señor. Aleluya.

Salmo 144

HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Justo eres tú, Señor, el que es y el que era, el Santo. (Ap 16, 5)

I

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;

bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día te bendeciré

y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,

es incalculable su grandeza;

una generación pondera tus obras a la otra,

y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,

y yo repito tus maravillas;

encarecen ellos tus temibles proezas,

y yo narro tus grandes acciones;

difunden la memoria de tu inmensa bondad,

y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,

lento a la cólera y rico en piedad;

el Señor es bueno con todos,

es cariñoso con todas sus creaturas.

Ant. Día tras día te bendeciré, Señor. Aleluya.

Ant. 2. Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo. Aleluya.

II

Que todas tus creaturas te den gracias, Señor,

que te bendigan tus fieles;

que proclamen la gloria de tu reinado,

que hablen de tus hazañas;

explicando tus proezas a los hombres,

la gloria y majestad de tu reinado.

Tu reinado es un reinado perpetuo,

tu gobierno va de edad en edad.

Ant. Tu reinado, Señor, es un reinado perpetuo. Aleluya.

Ant. 3. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Aleluya. *

III

El Señor es fiel a sus palabras,

bondadoso en todas sus acciones.

* El Señor sostiene a los que van a caer,

endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,

tú les das la comida a su tiempo;

abres tú la mano,

y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,

es bondadoso en todas sus acciones;

cerca está el Señor de los que lo invocan,

de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,

escucha sus gritos, y los salva.

El Señor guarda a los que lo aman,

pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,

todo viviente bendiga su santo nombre

por siempre jamás.

Ant. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Aleluya.

Versículo

V. Hijo mío, haz caso a mis palabras.

R. Presta oído a mis consejos.

PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de Job. 1, 1-22

JOB ES PRIVADO DE SUS BIENES

Había una vez en tierra de Hus un hombre que se llamaba Job. Era un hombre justo y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal. Tenía siete hijos y tres hijas. Tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas burras y una servidumbre numerosa. Era el más rico entre los hombres de Oriente.

            Sus hijos solían celebrar banquetes, un día en casa de cada uno, e invitaban a sus tres hermanas a comer con ellos. Terminados esos días de fiesta, Job los hacía venir para purificarlos: madrugaba y ofrecía un holocausto por cada uno, por si habían pecado y maldecido a Dios en su interior. Esto lo solía hacer Job cada vez.

            Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó:

            «¿De dónde vienes?»

            Él respondió:

            «De dar vueltas por la tierra.»

            El Señor le dijo:

            «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado que teme a Dios y se aparta del mal.»

            Satanás le respondió:

            «¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y a todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país; pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.»

            El Señor dijo:

            «Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.»

            Y Satanás se marchó.

            Un día que los hijos e hijas de Job comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:

            «Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalearon a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.»

            No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:

            «Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.»

            No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:

            «Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaleó a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.»

            No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:

            «Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.»

            Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:

            «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»

            En todo esto no pecó Job, ni dijo nada insensato contra Dios.

Responsorio. Jb 2, 10; 1, 21

R. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

* El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.

V. Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él.

R. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.

SEGUNDA LECTURA

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, Papa, sobre el libro de Job (Libro 1, 2. 36: PL 75, 529-530. 543-544).

UN HOMBRE SIMPLE Y HONRADO, TEMEROSO DE DIOS

Hay algunos cuya simplicidad llega hasta ignorar lo que es honrado. Esta simplicidad no es la simplicidad de la inocencia, ya que no los conduce a la virtud de la honradez; pues, en la medida en que no saben ser cautos por su honradez, su simplicidad deja de ser verdadera inocencia.

            De ahí que Pablo amonesta a los discípulos con estas palabras: Quiero que seáis sabios para el bien y simples para todo mal. Y dice también: Sed niños sólo en malicia; sed adultos en juicio.

            De ahí que la misma Verdad en persona manda a sus discípulos: Sed prudentes como serpientes y simples como palomas. Nos manda las dos cosas de manera inseparable, para que así la astucia de la serpiente complemente la simplicidad de la paloma y, a la inversa, la simplicidad de la paloma modere la astucia de la serpiente.

            Por esto el Espíritu Santo hizo visible a los hombres su presencia, no sólo con figura de paloma, sino también de fuego. La paloma, en efecto, representa la simplicidad, y el fuego representa el celo. Y así se mostró bajo esta doble figura, para que todos los que están llenos de él practiquen la simplicidad de la mansedumbre, sin por eso dejar de inflamarse en el celo de la honradez contra las culpas de los que delinquen.

            Simple y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal. Todo el que anhela la patria eterna vive con simplicidad y honradez: con simplicidad en sus obras, con honradez en su fe; con simplicidad en las buenas obras que realiza aquí abajo, con honradez por su intención que tiende a las cosas de arriba. Hay algunos, en efecto, a quienes les falta simplicidad en las buenas obras que realizan, porque buscan no la retribución espiritual, sino el aplauso de los hombres. Por esto dice con razón uno de los libros sapienciales: ¡Ay del hombre que va por dos caminos! Va por dos caminos el hombre pecador que, por una parte, realiza lo que es conforme a Dios, pero, por otra, busca con su intención un provecho mundano.

            Bien dice el libro de Job: Temeroso de Dios y apartado del mal; porque la santa Iglesia de los elegidos inicia su camino de simplicidad y honradez por el temor, pero lo lleva a la perfección por el amor. Ella, en efecto, se aparta radicalmente del mal, cuando, por amor a Dios, empieza a detestar el pecado. Cuando practica el bien movida sólo por el temor, todavía no se ha apartado totalmente del mal, ya que continúa pecando por el hecho de que querría pecar si pudiera hacerlo impunemente.

            Acertadamente, pues, se afirma de Job que era temeroso de Dios y, al mismo tiempo, apartado del mal; porque, cuando el amor sigue al temor, queda eliminada incluso aquella parte de culpa que subsistía en nuestro interior, por nuestro mal deseo.

Responsorio. Hb 13, 21; 2 M 1, 4

R. Que Dios os haga perfectos en todo bien, para hacer su voluntad,

* cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia por Jesucristo.

V. Que abra Dios vuestro corazón a su ley y a sus preceptos.

R. Cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia por Jesucristo.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,

a ti nuestra alabanza,

a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran

y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,

Dios del universo;

llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,

la multitud de los profetas te enaltece,

y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,

por todos los confines extendida,

con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,

Hijo eterno, unigénito de Dios,

Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,

tú el Hijo y Palabra del Padre,

tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,

tomaste la condición de esclavo

en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte

y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,

inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,

como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor

de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,

con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,

y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos

y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,

guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros. Señor,

ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,

no quede yo nunca defraudado.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

LAUDES

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Las sombras oscuras huyen,

ya va pasando la noche;

y el sol, con su luz de fuego,

nos disipa los temores.

Ya se apagan las estrellas

y se han encendido soles;

el rocío cae de los cielos

en el cáliz de las flores.

Las creaturas van vistiendo

sus galas y sus colores,

porque al nacer nuevo día

hacen nuevas las canciones.

¡Lucero, Cristo, del alba,

que paces entre esplendores,

apacienta nuestras vidas

ya sin sombras y sin noches!

¡Hermoso Cristo, el Cordero,

entre collados y montes! Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.

Salmo 92

GLORIA DEL DIOS CREADOR

Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo; alegrémonos y gocemos y démosle gracias. (Ap 19, 6. 7)

El Señor reina vestido de majestad,

el Señor, vestido y ceñido de poder:

así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,

y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,

levantan los ríos su voz,

levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,

más potente que el oleaje del mar,

más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;

la santidad es el adorno de tu casa,

Señor, por días sin término.

Ant. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.

Ant. 2. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.

Cántico. Dn 3, 57-88. 56

TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19, 5)

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;

astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;

vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;

fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;

témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;

noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,

ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;

mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;

aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;

bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya. *

Salmo 148

ALABANZA DEL DIOS CREADOR

Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. (Ap 5, 13)

Alabad al Señor en el cielo,

* alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo todos sus ángeles,

alabadlo todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna;

alabadlo, estrellas lucientes.

Alabadlo, espacios celestes,

y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,

porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua

y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,

cetáceos y abismos del mar.

Rayos, granizo, nieve y bruma,

viento huracanado que cumple sus órdenes.

Montes y todas las sierras,

árboles frutales y cedros.

Fieras y animales domésticos,

reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,

príncipes y jefes del mundo.

Los jóvenes y también las doncellas,

los viejos junto con los niños.

Alaben el nombre del Señor,

el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;

él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,

de Israel, su pueblo escogido.

Ant. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.

LECTURA BREVE. Ez 37, 12b-14

Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.

RESPONSORIO BREVE

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.

R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El buen samaritano se acercó al herido y le curó las llagas.

Cántico de Zacarías. Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo

con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El buen samaritano se acercó al herido y le curó las llagas.

PRECES

Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle:

Ilumina, Señor, a tu pueblo.

Te bendecimos, Señor, luz nuestra,

            porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día.

Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo,

            haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.

Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo,

            envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti.

Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas

            y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

Si preside el obispo, un sacerdote o un diácono:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Puede usar también la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.

R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

TERCIA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,

Amor, que en tus incendios nos abrasas:

renueva el alma de este pueblo tuyo

que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;

en su lucha tenaz, vigor y gracia:

haz germinar la caridad del Padre,

que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,

compañero divino de las almas:

ven con tu viento a sacudir al mundo

y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

Pueden usarse también, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.

SALMODIA

Ant. 1. En el peligro grité al Señor, y me escuchó. Aleluya.

Salmo 117

HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular. (Hch 4, 11)

I

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,

y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?

El Señor está conmigo y me auxilia,

veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor

que confiar en los magnates.

Ant. En el peligro grité al Señor, y me escuchó. Aleluya.

Ant. 2. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. Aleluya.

II

Todos los pueblos me rodeaban,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban cerrando el cerco,

en el nombre del Señor los rechacé;

me rodeaban como avispas,

ardiendo como fuego en las zarzas,

en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme

pero el Señor me ayudó;

el Señor es mi fuerza y mi energía,

él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria

en las tiendas de los justos:

«La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa,

la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte.

Ant. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. Aleluya.

Ant. 3. El Señor es Dios, él nos ilumina. Aleluya.

III

Abridme las puertas del triunfo,

y entraré para dar gracias al Señor.

Ésta es la puerta del Señor:

los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Señor, danos la salvación;

Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos

hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Ant. El Señor es Dios, él nos ilumina. Aleluya.

LECTURA BREVE. Rm 8, 15-16

No habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que clamamos: «¡Padre!». Este mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios.

V. En ti, Señor, está la fuente viva.

R. Y tu luz nos hace ver la luz.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

SEXTA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cuando la luz del día está en su cumbre,

eres, Señor Jesús, luz y alegría

de quienes en la fe y en la esperanza

celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda

de ser y de vivir eternamente;

sembradas de esperanzas nuestras vidas,

serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,

de tu radiante luz llena este día,

camino de alegría y de esperanza,

cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,

por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,

vivir ahora el fuego de tu Espíritu,

haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

O bien, tanto en los domingos como en las ferias:

Este mundo del hombre, en que él se afana

tras la felicidad que tanto ansia,

tú lo vistes, Señor, de luz temprana

y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra

el secreto más hondo de esta vida;

un nuevo cielo y una nueva tierra

colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,

no tardes en venir gloriosamente;

tu luz resplandeciente y tu victoria

inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Salmo 122

EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

Dos ciegos… se pusieron a gritar: «Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David» (Mt 20, 30).

A ti levanto mis ojos,

a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos

fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava

fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos

en el Señor, Dios nuestro,

esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,

que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada

del sarcasmo de los satisfechos,

del desprecio de los orgullosos.

Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Salmo 123

NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

El Señor dijo a Pablo: «No temas…, que yo estoy contigo» (Hch 18, 9-10).

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

–que lo diga Israel–,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó

como presa a sus dientes;

hemos salvado la vida como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

Salmo 124

EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO

La paz de Dios sobre Israel (Ga 6, 16).

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:

no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,

y el Señor rodea a su pueblo

ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados

sobre el lote de los justos,

no sea que los justos extiendan

su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,

a los sinceros de corazón;

y a los que se desvían por sendas tortuosas,

que los rechace el Señor con los malhechores.

¡Paz a Israel!

Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

LECTURA BREVE. Rm 8, 22-23

La creación entera, como bien lo sabemos, va suspirando y gimiendo toda ella, hasta el momento presente, como con dolores de parto. Y no es ella sola, también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro interior, anhelando la redención de nuestro cuerpo.

V. Bendice, alma mía, al Señor.

R. Él rescata tu vida de la fosa.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

NONA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Fundamento de todo lo que existe,

de tu pueblo elegido eterna roca,

de los tiempos Señor, que prometiste

dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,

tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte

para amarte y servirte en esta vida

y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa

en este atardecer que se avecina,

serena claridad y dulce brisa

será tu amor que todo lo domina. Amén.

O bien:

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado

tu gran amor, tu gran misericordia,

y tu fuerza nos das para seguirte

por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia

nuestra parte en tu obra salvadora,

 y, al llegar a la tarde de la vida,

en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,

a Jesús, que en su sangre nos redime,

y al Espíritu Santo, luz y guía

de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125

DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Como participáis en el sufrimiento, también participáis en el consuelo (2 Co 1, 7).

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando,

trayendo sus gavillas.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126

EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Sois edificación de Dios. (1 Co 3, 9)

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

los que coméis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;

una recompensa es el fruto de las entrañas:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor. *

Salmo 127

PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

«Que el Señor te bendiga desde Sión», es decir, desde su Iglesia (Arnobio).

¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien;

tu mujer, como una vid fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:

ésta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE. 2 Tm 1, 9

Dios nos ha salvado y nos ha llamado con santa llamada, no según nuestras obras, sino según su propio propósito y su gracia, que nos dio con Cristo Jesús antes de los tiempos eternos.

V. El Señor los condujo seguros, sin alarmas.

R. Los hizo entrar por las santas fronteras.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

10 de junio

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

II VÍSPERAS

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Santa Unidad y Trinidad beata:

con los destellos de tu brillo eterno,

infunde amor en nuestros corazones,

mientras se va alejando el sol de fuego.

Por la mañana te cantamos loas

y por la tarde te elevamos ruegos,

pidiéndote que estemos algún día

entre los que te alaban en el cielo.

Glorificados sean por los siglos

de los siglos el Padre y su Unigénito,

y que glorificado con entrambos

sea por tiempo igual el Paracleto. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya. *

Salmo 109, 1-5. 7

EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Él debe reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies. (1 Co 15, 25)

Oráculo del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha,

* y haré de tus enemigos

estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor

el poder de tu cetro:

somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,

entre esplendores sagrados;

yo mismo te engendré, como rocío,

antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:

«Tú eres sacerdote eterno

según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,

quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,

por eso levantará la cabeza.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya.

Ant. 2. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Salmo 110

GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente. (Ap 15, 3)

Doy gracias al Señor de todo corazón,

en compañía de los rectos, en la asamblea.

Grandes son las obras del Señor,

dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,

su generosidad dura por siempre;

ha hecho maravillas memorables,

el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,

recordando siempre su alianza;

mostró a su pueblo la fuerza de su poder,

dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,

todos sus preceptos merecen confianza:

son estables para siempre jamás,

se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,

ratificó para siempre su alianza,

su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,

tienen buen juicio los que lo practican;

la alabanza del Señor dura por siempre.

Ant. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el Oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Cántico. Cf. Ap 19, 1-2. 5-7

LAS BODAS DEL CORDERO

Aleluya.

La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.

(R. Aleluya.)

Porque sus juicios son verdaderos y justos.

R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.

Alabad al Señor, sus siervos todos.

(R. Aleluya.)

Los que le teméis, pequeños y grandes.

R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.

Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.

(R. Aleluya.)

Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.

R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.

Llegó la boda del Cordero.

(R. Aleluya.)

Su esposa se ha embellecido.

R. Aleluya, (aleluya).

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA BREVE. 1 Pe 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.

R. En la bóveda del cielo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Ten cuidado del prójimo, y yo te abonaré a mi vuelta lo que hayas gastado en su favor.

Cántico de la Santísima Virgen María. Lc 1, 46-55

ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ten cuidado del prójimo, y yo te abonaré a mi vuelta lo que hayas gastado en su favor.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó el mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Señor, tú que en el universo, obra de tus manos, nos revelas tu poder,

            haz que sepamos ver tu providencia en los acontecimientos del mundo.

Tú que por la victoria de tu Hijo en la cruz anunciaste la paz al mundo,

            líbranos de todo desaliento y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,

            concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos

            y fortalece a los débiles, para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que al tercer día resucitaste a tu Hijo gloriosamente del sepulcro,

            haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Cristo nos enseñó: Padre nuestro.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

Si preside el obispo, un sacerdote o un diácono:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Puede usar también la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.

R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

* * * * * *

10 de junio. Domingo

COMPLETAS DESPUÉS DE LAS II VÍSPERAS

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Todos examinan en silencio su conciencia. Terminado el examen se añade una fórmula penitencial:

II

V. Señor, ten misericordia de nosotros.

R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R. Y danos tu salvación.

Pueden usarse otras invocaciones penitenciales.

Si preside la celebración un ministro, él solo dice la absolución siguiente; en caso contrario, la dicen todos:

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

HIMNO

A continuación se dice uno de los himnos siguientes:

Cuando la luz del sol es ya poniente,

gracias, Señor, es nuestra melodía;

recibe, como ofrenda, amablemente,

nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño

de darle vida al día que fenece,

convierta en realidad lo que fue un sueño

tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte

de pecadora en justa, e ilumina

la senda de la vida y de la muerte

del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza

la noche oscura sobre nuestro día,

concédenos la paz y la esperanza

de esperar cada noche tu gran día. Amén.

O bien:

Se inclina ya mi frente,

sellado está el trabajo;

Señor, tu pecho sea

la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,

la voz deja su canto,

pero el amor enciende

su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,

con gran amor amado,

en tu gloria dormimos

y en sueños te adoramos. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90

A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE

Os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones (Lc 10, 19).

Tú que habitas al amparo del Altísimo,

que vives a la sombra del Omnipotente,

di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.

Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,

de la peste funesta.

Te cubrirá con sus plumas,

bajo sus alas te refugiarás:

su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,

ni la flecha que vuela de día,

ni la peste que se desliza en las tinieblas,

ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,

diez mil a tu derecha;

a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos

y verás la paga de los malvados,

porque hiciste del Señor tu refugio,

tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,

ni la plaga llegará hasta tu tienda,

porque a sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre áspides y víboras,

pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;

lo protegeré porque conoce mi nombre,

me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,

lo defenderé, lo glorificaré;

lo saciaré de largos días,

y le haré ver mi salvación.»

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE. Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón. Lc 2, 29-32

CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Oración

Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

Bendición

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.

R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

IV

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

O bien otra antífona o canto apropiado de la Santísima Virgen.

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