La cultura oficial mexicana tiene la manía de poner a sus grandes intelectuales católicos
debajo del celemín. Una de estas luces que no brillan más porque prejuicios laicistas y
desatinos eclesiales nos hacen encerrarlos en el clóset es Alfonso Méndez Plancarte.
Méndez Plancarte fue un sacerdote jesuita que, además de encargarse de la primera
edición de las obras completas de sor Juana, fue traductor de Horacio y crítico de Rubén
Darío, Amado Nervo y Salvador Díaz Mirón. Sólo sus notas a la poesía de sor Juana
forman un libro de 300 cuartillas.
Antes de Méndez Plancarte, la poesía virreinal era juzgada como un “árido desierto” por
autoridades como Marcelino Menéndez y Pelayo. Fue él quien, depurando textos,
corrigiendo errores, fijando fechas, rescatando producciones olvidadas, preparó el terreno
para que Octavio Paz afirmara: «sin sus notas a un tiempo eruditas e inteligentes, sin su
saber y su sensibilidad, yo no habría podido escribir Las trampas de la fe».
Animador de Ábside, Méndez Plancarte encontró talentos como Rosario Castellanos y
Efrén Hernández. En sus tertulias, coincidían Andrés Henestrosa, Alí Chumacero, Juan
José Arreola, Jaime García Terrés… Aunque murió a los 45 años, su labor ayudó a que,
ahora, sor Juana sea un personaje patrio, protagonista de telenovelas, aunque se le haga la
injusticia de no leerla.
A Méndez Plancarte casi no se le recuerda. El recordar a hombres de esa talla va más
allá de honrar a los muertos. Somos los vivos quienes perdemos por no aprovechar mejor el
estupendo trabajo que hicieron. En lugar de ser como príncipes que miramos el mundo
desde la torre que construyeron nuestros antepasados, somos los barbajanes que demuelen
la escalera por donde subieron nuestros padres y abuelos. Como quiera, el bien que Alfonso
Méndez Plancarte hizo ya está hecho y el trabajo del editor es no figurar.
La cultura mexicana no necesita conservadurismo, pero le urge conservacionismo.
Ninguneada por la historia oficial y la crítica establecida, hay una larga y rica tradición
artística e intelectual de los católicos mexicanos. José Vasconcelos dijo: «México no es una
nación en formación, sino una decadencia que se precipita». Reconocer y admirar esa
tradición puede hacer mucho para que la caída sea menos calamitosa, para que reconstruir
las ruinas sea más fácil.
(Lo dicho sobre Alfonso Méndez Plancarte proviene de un libro breve, valioso, pero
inencontrable, de Henoch Valencia. Publicado por una editorial michoacana, contiene listas
de los artículos de Méndez Plancarte, que podrían reunirse en volúmenes de unidad
temática. Las razones por las que en México se pierden entre los demasiados libros autores
y obras como estos, por fallas en el sistema de relaciones y oficios que es una industria
editorial, podría ser un capítulo de la historia comprensiva de la cultura mexicana, donde
todos quieren escribir, pero pocos quieren leer. Tirios y troyanos no se hablan y el sueño de
una Hélade en español se desvanece, en una visión de los vencidos de la que no podemos
despertar.)
Mauricio Sanders, escritor