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La música mexicana del siglo XIX

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Durante la primera mitad del siglo XIX, gran parte de la música fue dedicada a personajes públicos de distintas filiaciones políticas. A través de estas melodías, podemos constatar el apoyo del que gozaban entre la población.  Si bien este repertorio ha dormido el sueño de los justos por largo tiempo, es apenas en estos años cuando se está volviendo a escuchar, y podemos calibrar mejor su verdadera calidad. 

     Por ejemplo, la marcha Santa Anna fue transcrita por un músico norteamericano que la escuchó momentos antes de la Batalla de la Angostura y dejó constancia que los ejércitos mexicanos la entonaban mientras estaban en guardia. También a Santa Anna le escribieron los valses titulados Los paseos matutinos y El vencedor de Tampico.  A su segunda esposa, Dolores Tosta, se le dedicó la Polka militar. Dos marchas fúnebres fueron muy conocidas, las escritas en honor de José Ma. Tornel y Lucas Alamán. 

     Una investigación de cuatro años me llevó a recopilar y grabar las partituras que los compositores mexicanos dedicaron a los combatientes de la Guerra de Reforma.  La música de moda de entonces llegaba de la Europa del Este: polkas, mazurkas, valses, camelinas, además de marchas, himnos y cantos fúnebres. Las dedicatorias a los protagonistas llaman la atención: la mayoría celebra a los héroes conservadores, entre ellos, los famosos generales Luis G. Osollo y, sobre todo, Miguel Miramón. También apareció un vals dedicado a su esposa, Concepción Lombardo de Miramón. De 21 títulos, dos refieren a personajes liberales: una polka mazurka a Benito Juárez, y una marcha fúnebre a los llamados Mártires de Tacubaya. 

     Y si examinamos la música compuesta durante el Segundo Imperio mexicano, sobresalen las obras de dos músicos extranjeros avecindados en la capital: Emile Palant y Johann R. Sawerthal.  Estas melodías rivalizaban con las obras a favor de la república, como lo son Dios salve a la nación de María Garfias, y la Marcha Zaragoza de Aniceto Ortega.

     Este repertorio fue esparcimiento, deleite y consuelo de los sufridos ciudadanos mexicanos que buscaban afanosamente una identidad nacional a través de los distintos proyectos de nación. La patria no sólo se forjó al fragor de las batallas y el estruendo de los cañones. sino también en los alegres y silenciosos compases de los papeles pautados.

Antonio Barberena

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