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La Iglesia y la independencia de México: vigencia y compromisos

Iglesia e independencia

La conmemoración del inicio del movimiento de independencia en este mes patrio, más que consistir en una celebración “patriótica” y triunfalista, debe llevarnos a reflexionar cómo los ideales y aspiraciones por los que muchos lucharon hace 213 años, han quedado pendientes e inconclusos, no se cumplieron, o se olvidaron pronto. La injusticia, la desigualdad, la corrupción, y la falta de dignas condiciones de vida para una gran parte de la población sigue siendo, tristemente, en nuestra patria, una realidad.     

Siendo innegable el papel tan importante que laicos, clérigos, órdenes religiosas e instituciones eclesiásticas, jugaron en la gestación, desarrollo y consumación del complejo y doloroso proceso que nos llevó a constituirnos como nación independiente, no olvidemos que los cristianos seguimos teniendo delante de nosotros un gran e ineludible compromiso.

El papel que la Iglesia, y particularmente el clero católico, jugó en la guerra de emancipación, como se sabe, fue fundamental, debido a que su influencia, su prestigio y, sobre todo, su plena integración y compromiso con la sociedad, hicieron imprescindible su colaboración. ¿Seguimos los cristianos siendo significativos en un mundo y sociedad plurales y complejos, por nuestro testimonio y compromiso con las aspiraciones y problemas humanos?

Varios clérigos y religiosos, particularmente los peninsulares, y todos los obispos, nombrados por el rey según el Patronato, hace más de doscientos años permanecieron, por coherencia, fieles a la Corona, pero también muchos miembros del clero secular y regular criollo, inconformes, entre otras causas, por las injusticias y desigualdades, se mostraron partidarios de la independencia. Destacan, entre muchos otros, como sabemos por la historia, los curas párrocos Miguel Hidalgo, José María Morelos, y varios otros, quienes iniciaron y encabezaron una lucha armada en defensa de la religión católica, y contribuyeron a forjar la nueva patria mexicana. Como creyentes y sacerdotes, en aquellas circunstancias específicas, lucharon por los valores de la libertad y la igualdad, y dieron voz al reclamo de justicia de un pueblo sumido en la pobreza y la opresión, largamente padecidas. Su ministerio sacerdotal, del cual nunca renegaron, fue el que precisamente los acercó a los dolores y sufrimientos de su pueblo, y los movió a promover sus derechos. Los fieles, por su parte, correspondieron a su labor sacerdotal y religiosa con profundo afecto.[1] ¿Seguimos siendo hoy los creyentes, personas sensibles y solidarias con las necesidades y sufrimientos de nuestro pueblo?  


[1] Cf. Carta Pastoral del Episcopado Mexicano: Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra patria, n. 15.

No puede negarse, que el proceso de la independencia mexicana fue un movimiento político y social con profunda raigambre religiosa católica que, dentro del dramatismo de los hechos y sus excesos y abusos, constituye una herencia noble y rescatable que debemos valorar, agradecer y hacer vigente, anteponiendo el bien común sobre el personal, comprometiéndonos, cada uno desde nuestras propias trincheras, a construir una nación, una casa común más igualitaria, más justa y solidaria.

Pbro. Dr. Juan Carlos Casas García

Director del Depto. de Historia, Arte y Archivo Histórico de la CEM

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