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Liturgia de las Horas. 20 de julio. MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

O bien: San Apolinar, obispo y mártir (ml).

INVITATORIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios.

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antífona

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Salmo 99

ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO

Los redimidos deben entonar un canto de victoria (S. Atanasio).

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con aclamaciones.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades.»

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

O bien el Salmo 94, el 66 o el 23.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

O bien: San Apolinar, obispo y mártir (ml).

OFICIO DE LECTURA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Pues busco, debo encontrar;

pues llamo, débenme abrir;

pues pido, me deben dar;

pues amo, débeme amar

aquel que me hizo vivir.

¿Calla? Un día me hablará.

¿Pasa? No lejos irá.

¿Me pone a prueba? Soy fiel.

¿Pasa? No lejos irá:

pues tiene alas mi alma, y va

volando detrás de él.

Es poderoso, mas no

podrá mi amor esquivar;

invisible se volvió,

mas ojos de lince yo

tengo y le habré de mirar.

Alma, sigue hasta el final

en pos del Bien de los bienes,

y consuélate en tu mal

pensando con fe total:

¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Salmo 102

HIMNO A LA MISERICORDIA DE DIOS

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto (Lc 1, 78).

I

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura;

él sacia de bienes tus anhelos,

y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia

y defiende a todos los oprimidos;

enseñó sus caminos a Moisés

y sus hazañas a los hijos de Israel.

Ant. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Ant. 2. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

II

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no está siempre acusando

ni guarda rencor perpetuo;

no nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre sus fieles;

como dista el oriente del ocaso,

así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,

siente el Señor ternura por sus fieles;

porque él sabe de qué estamos hechos,

se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,

florecen como flor del campo,

que el viento la roza, y ya no existe,

su terreno no volverá a verla.

Ant. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

Ant. 3. Bendecid al Señor, todas sus obras.

III

Pero la misericordia del Señor dura siempre,

su justicia pasa de hijos a nietos:

para los que guardan la alianza

y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,

su soberanía gobierna el universo.

Bendecid al Señor, ángeles suyos,

poderosos ejecutores de sus órdenes,

prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,

servidores que cumplís sus deseos.

Bendecid al Señor, todas sus obras,

en todo lugar de su imperio.

Bendice, alma mía, al Señor.

Ant. Bendecid al Señor, todas sus obras.

Versículo

V. Ábreme los ojos, Señor.

R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Job. 18,1-21

DISCURSO DE BILDAD. LA LUZ DEL MALVADO SE APAGA

Bildad de Suj habló a su vez y dijo:

            «¿Hasta cuándo irás a caza de palabras? Reflexiona, y luego hablaremos. ¿Por qué nos consideras unas bestias y nos tienes por idiotas? Tú, que te despedazas con tu cólera, ¿podrás dejar la tierra deshabitada o mudar las rocas de su sitio?

            La luz del malvado se apaga, y no brilla la llama de su hogar; se oscurece la luz de su tienda, y se le apaga la lámpara; se acortan sus pasos vigorosos, y sus propios planes lo derriban; sus pies lo llevan a la red, y camina entre mallas; un lazo lo sujeta por los tobillos, y la trampa se cierra sobre él; hay nudos escondidos en el suelo, y trampas en su senda.

            Lo rodean terrores que lo espantan, y dispersan sus pasos; su vigor queda demacrado, y la desgracia está junto a su costado; la enfermedad se ceba en su piel, devora sus miembros el primogénito de la muerte; lo arrancan de la paz de su tienda, para conducirlo al Rey de los terrores; el fuego se asienta en su tienda, y esparcen azufre en su morada; por debajo se secan sus raíces, por arriba se marchita su ramaje.

            Su recuerdo se acaba en el país, y queda sin nombre a la redonda; expulsado de la luz a las tinieblas, desterrado del mundo, sin prole ni descendencia entre su pueblo, sin un superviviente en su territorio.

            De su destino se espantan los del poniente, y los del levante se llenan de horror: “¡Ésta es la morada del malvado, el lugar del que no reconoce a Dios!”»

Responsorio. Jb 19, 2. 3. 6. 9. 11

R. ¿Hasta cuándo seguiréis afligiéndome y aplastándome con palabras? Me sonrojáis y me ultrajáis sin reparo.

* Sabed que es Dios quien me ha trastornado envolviéndome en sus redes.

V. Me ha despojado de mi honor; ardiendo en ira contra mí, me considera su enemigo.

R. Sabed que es Dios quien me ha trastornado envolviéndome en sus redes.

SEGUNDA LECTURA

Del libro de la Imitación de Cristo (Libro 2, 1-6).

EL REINO DE DIOS ES PAZ Y ALEGRÍA EN EL ESPÍRITU SANTO

Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable y tu alma encontrará la paz; pues el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo. Cristo vendrá a ti y te dará a probar su consuelo, si le preparas una digna morada en tu interior.

            Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se complace. Tiene él un frecuente trato con el hombre interior, platica dulcemente con él, lo consuela suavemente, le infunde una paz profunda y tiene con él una familiaridad admirable en extremo.

            Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo, para que se digne venir a ti y habitar en ti. Pues él dice: Si alguno me ama guardará mi palabra, y vendremos a fijar en él nuestra morada. De modo que hazle en ti lugar a Cristo. Si posees a Cristo, serás rico y con él te bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Pon en Dios toda tu confianza y sea él el objeto de tu veneración y de tu amor. Él responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga.

            No tienes aquí ciudad permanente. Dondequiera que estuvieres serás extranjero y peregrino; jamás tendrás reposo si no te unes íntimamente a Cristo.

            Pon tu pensamiento en el Altísimo y eleva a Cristo tu oración constantemente. Si no sabes meditar cosas sublimes y celestes, descansa en la pasión de Cristo, deleitándote en contemplar sus preciosas llagas. Sufre por Cristo y con Cristo, si quieres reinar con Cristo.

            Si una sola vez entrases perfectamente al interior de Jesús y gustases un poco de su ardiente amor, no te preocuparías ya de tus propias ventajas o desventajas; más bien te gozarías de las humillaciones que te hiciesen, porque el amor de Jesús hace que el hombre se menosprecie a sí mismo.

Responsorio. Sal 70, 1-2. 5

R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre;

* tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

V. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.

R. ú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

Oración

Mira con misericordia a estos tus hijos, Señor, y multiplica tu gracia sobre nosotros, para que, fervorosos en la fe, la esperanza y el amor, perseveremos en el fiel cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

O bien: San Apolinar, obispo y mártir (ml).

LAUDES

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Al retornar este día,

con voz alegre y canora,

celebrando al Redentor,

cantemos de Dios la gloria.

Por Cristo, el Creador inmenso

hizo la noche y la aurora,

con inmóvil ley fijando

la sucesión de las horas.

La luz eterna eres tú,

la antigua ley perfeccionas,

y no conoces crepúsculo,

y no te apagan las sombras.

Concédenos, Padre eterno,

que vivamos hoy con loa,

con que agrademos a Cristo,

si tu Espíritu nos colma. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. *

Salmo 107

ALABANZA AL SEÑOR Y PETICIÓN DE AUXILIO

Porque Cristo se ha elevado sobre el cielo, su gloria se anuncia sobre toda la tierra (Arnobio).

Dios mío, mi corazón está firme,

* para ti cantaré y tocaré, gloria mía.

Despertad, cítara y arpa,

despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor,

tocaré para ti ante las naciones:

por tu bondad, que es más grande que los cielos;

por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,

y llene la tierra tu gloria;

para que se salven tus predilectos,

que tu mano salvadora nos responda.

Dios habló en su santuario:

«Triunfante ocuparé Siquén,

parcelaré el valle de Sucot;

mío es Galaad, mío Manasés,

Efraím es yelmo de mi cabeza,

Judá es mi cetro;

Moab, una jofaina para lavarme,

sobre Edom echo mi sandalia,

sobre Filistea canto victoria.»

Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,

quién me conducirá a Edom,

si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado

y no sales ya con nuestras tropas?

Auxílianos contra el enemigo,

que la ayuda del hombre es inútil;

con Dios haremos proezas,

él pisoteará a nuestros enemigos.

Ant. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.

Ant. 2. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.

Cántico. Is 61, 10–62, 5

ALEGRÍA DEL PROFETA ANTE LA NUEVA JERUSALÉN

Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén…, arreglada como una novia que se adorna para su esposo (Cf. Ap 21, 2).

Desbordo de gozo en el Señor,

y me alegro con mi Dios:

porque me ha vestido un traje de gala

y me ha envuelto en un manto de triunfo,

como a un novio que se pone la corona,

o a una novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,

como un jardín hace brotar sus semillas,

así el Señor hará brotar la justicia

y los himnos, ante todos los pueblos.

Por amor de Sión no callaré,

por amor de Jerusalén no descansaré,

hasta que despunte la aurora de su justicia

y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia,

y los reyes, tu gloria;

te pondrán un nombre nuevo

pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor

y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada»;

ni a tu tierra, «Devastada»;

a ti te llamarán «Mi favorita»,

y a tu tierra, «Desposada»,

porque el Señor te prefiere a ti,

y tu tierra tendrá marido.

Como un joven se casa con su novia,

así te desposa el que te construyó;

la alegría que encuentra el marido con su esposa,

la encontrará tu Dios contigo.

Ant. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.

Ant. 3. Alabaré al Señor mientras viva.

Salmo 145

Alaba, alma mía, al Señor:

alabaré al Señor mientras viva,

tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,

seres de polvo que no pueden salvar;

exhalan el espíritu y vuelven al polvo,

ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,

el que espera en el Señor, su Dios,

que hizo el cielo y la tierra,

el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,

que hace justicia a los oprimidos,

que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,

el Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos,

el Señor guarda a los peregrinos;

sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad.

Ant. Alabaré al Señor mientras viva.

LECTURA BREVE. Dt 4, 39-40a

Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendigo al Señor en todo momento.

R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Su alabanza está siempre en mi boca.

R. En todo momento.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Bendigo al Señor en todo momento.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

Cántico de Zacarías. Lc 1, 68-79

EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo,

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo

con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

PRECES

Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos pues a él diciendo:

Rey de la gloria, escúchanos.

Te bendecimos, Señor, autor y consumador de nuestra fe,

            porque de las tinieblas nos has trasladado a tu luz admirable.

Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos,

            aumenta nuestra fe.

Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,

            y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.

Ayúdanos para que resistamos a la tentación, aguantemos en la tribulación

            y te demos gracias en la prosperidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Dejemos que el Espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, se una a nuestro espíritu, para clamar: Padre nuestro.

Oración

Recuerda, Señor, tu santa alianza consagrada con el nuevo sacramento de la sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados, y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

Si preside el obispo, un sacerdote o un diácono:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Puede usar también la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.

R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

TERCIA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

El trabajo, Señor, de cada día

nos sea por tu amor santificado,

convierte su dolor en alegría

de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea

en la noche oscura del amor que espera;

dulce huésped del alma, al que flaquea

dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,

demos gracias a Dios, que nos concede

la esperanza sin fin del don divino;

todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

Pueden usarse también, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.

SALMODIA

Ant. 1. A ti grito, Señor; espero tus palabras.

Salmo 118, 145-152

Te invoco de todo corazón;

respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;

a ti grito: sálvame,

y cumpliré tus decretos;

me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,

esperando tus palabras.

Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche,

meditando tu promesa;

escucha mi voz por tu misericordia,

con tus mandamientos dame vida;

ya se acercan mis inicuos perseguidores,

están lejos de tu voluntad.

Tú, Señor, estás cerca,

y todos tus mandatos son estables;

hace tiempo comprendí que tus preceptos

los fundaste para siempre.

Ant. A ti grito, Señor; espero tus palabras.

Ant. 2. El Señor sabe que los pensamientos del hombre son insustanciales.

Salmo 93

INVOCACIÓN A LA JUSTICIA DE DIOS CONTRA LOS OPRESORES

El vengador de todo esto es el Señor…, Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada (Cf. 1 Ts 4, 6-7).

I

Dios de la venganza, Señor,

Dios de la venganza, resplandece.

Levántate, juzga la tierra,

paga su merecido a los soberbios.

¿Hasta cuándo, Señor, los culpables,

hasta cuándo triunfarán los culpables?

Sueltan la lengua profiriendo insolencias,

se jactan los malhechores;

trituran, Señor, a tu pueblo,

oprimen a tu heredad;

asesinan a viudas y forasteros,

degüellan a los huérfanos,

y comentan: «Dios no lo ve,

el Dios de Jacob no se entera.»

Enteraos los más necios del pueblo,

ignorantes, ¿cuándo discurriréis?

El que plantó el oído, ¿no va a oír?;

el que formó el ojo, ¿no va a ver?;

el que educa a los pueblos, ¿no va a castigar?;

el que instruye al hombre, ¿no va a saber?

Sabe el Señor que los pensamientos del hombre

son insustanciales.

Ant. El Señor sabe que los pensamientos del hombre son insustanciales.

Ant. 3. El Señor será mi alcázar y mi roca de refugio.

II

Dichoso el hombre a quien tú educas,

al que enseñas tu ley,

dándole descanso tras los años duros,

mientras al malvado le cavan la fosa.

Porque el Señor no rechaza a su pueblo,

ni abandona su heredad:

el justo obtendrá su derecho,

y un porvenir los rectos de corazón.

¿Quién se pone a mi favor contra los perversos,

quién se coloca a mi lado frente a los malhechores?

Si el Señor no me hubiera auxiliado,

ya estaría yo habitando en el silencio.

Cuando me parece que voy a tropezar,

tu misericordia, Señor, me sostiene;

cuando se multiplican mis preocupaciones,

tus consuelos son mi delicia.

¿Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo

que dicta injusticias en nombre de la ley?

Aunque atenten contra la vida del justo

y condenen a muerte al inocente,

el Señor será mi alcázar,

Dios será mi roca de refugio.

Él les pagará su iniquidad,

los destruirá por sus maldades,

los destruirá el Señor, nuestro Dios.

Ant. El Señor será mi alcázar y mi roca de refugio.

LECTURA BREVE. 1 Co 10, 24. 31

Ninguno procure lo propio, sino lo del otro. Tanto si coméis como si bebéis o hacéis cualquier cosa, hacedlo a gloria de Dios.

V. Es bueno dar gracias al Señor.

R. Y tañer para tu nombre, oh Altísimo.

Oremos:

Señor, Padre santo, Dios fiel, tú que enviaste el Espíritu Santo prometido para que congregara a los hombres que el pecado había disgregado: ayúdanos a ser, en medio de nuestros hermanos, fermento de unidad y de paz. Por Cristo nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

SEXTA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te está cantando el martillo

y rueda en tu honor la rueda.

Puede que la luz no pueda

librar del humo su brillo.

¡Qué sudoroso y sencillo

te pones a mediodía,

Dios de esta dura porfía

de estar sin pausa creando,

y verte necesitando

del hombre más cada día!

Quien diga que Dios ha muerto

que salga a la luz y vea

si el mundo es o no tarea

de un Dios que sigue despierto.

Ya no es su sitio el desierto

ni en la montaña se esconde;

decid, si preguntan dónde,

que Dios está –sin mortaja–

en donde un hombre trabaja

y un corazón le responde. Amén.

O bien, tanto en los domingos como en las ferias:

Este mundo del hombre, en que él se afana

tras la felicidad que tanto ansia,

tú lo vistes, Señor, de luz temprana

y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra

el secreto más hondo de esta vida;

un nuevo cielo y una nueva tierra

colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,

no tardes en venir gloriosamente;

tu luz resplandeciente y tu victoria

inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Salmo 122

EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

Dos ciegos… se pusieron a gritar: «Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David» (Mt 20, 30).

A ti levanto mis ojos,

a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos

fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava

fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos

en el Señor, Dios nuestro,

esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,

que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada

del sarcasmo de los satisfechos,

del desprecio de los orgullosos.

Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Salmo 123

NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

El Señor dijo a Pablo: «No temas…, que yo estoy contigo» (Hch 18, 9-10).

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

–que lo diga Israel–,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó

como presa a sus dientes;

hemos salvado la vida como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Ant. 3. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

Salmo 124

EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO

La paz de Dios sobre Israel (Ga 6, 16).

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:

no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,

y el Señor rodea a su pueblo

ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados

sobre el lote de los justos,

no sea que los justos extiendan

su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,

a los sinceros de corazón;

y a los que se desvían por sendas tortuosas,

que los rechace el Señor con los malhechores.

¡Paz a Israel!

Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

LECTURA BREVE. Col 3, 17

Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él.

V. Te ofreceré un sacrificio de alabanza.

R. Invocando tu nombre, Señor.

Oremos:

Dios todopoderoso y lleno de amor, que a la mitad de nuestra jornada concedes un descanso a nuestra fatiga, contempla complacido el trabajo empezado, remedia nuestras deficiencias, y haz que nuestras obras te sean agradables. Por Cristo nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

NONA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Fundamento de todo lo que existe,

de tu pueblo elegido eterna roca,

de los tiempos Señor, que prometiste

dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,

tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte

para amarte y servirte en esta vida

y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa

en este atardecer que se avecina,

serena claridad y dulce brisa

será tu amor que todo lo domina. Amén.

O bien:

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado

tu gran amor, tu gran misericordia,

y tu fuerza nos das para seguirte

por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia

nuestra parte en tu obra salvadora,

 y, al llegar a la tarde de la vida,

en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,

a Jesús, que en su sangre nos redime,

y al Espíritu Santo, luz y guía

de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Salmo 125

DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Como participáis en el sufrimiento, también participáis en el consuelo (2 Co 1, 7).

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando,

trayendo sus gavillas.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Ant. 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Salmo 126

EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Sois edificación de Dios (1 Co 3, 9).

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

los que coméis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;

una recompensa es el fruto de las entrañas:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Ant. 3. Dichoso el que teme al Señor. *

Salmo 127

PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

«Que el Señor te bendiga desde Sión», es decir, desde su Iglesia (Arnobio).

¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien;

tu mujer, como una vid fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:

ésta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE. Col 3, 23-24

Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo bien que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor.

V. El Señor es mi heredad y mi copa.

R. Mi suerte está en tu mano.

Oremos:

Señor Jesucristo, que por la salvación de los hombres extendiste tus brazos en la cruz: haz que todas nuestras acciones te sean agradables y sirvan para manifestar al mundo tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

* * * * * *

20 de julio

MIÉRCOLES XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

O bien: San Apolinar, obispo y mártir (ml).

VÍSPERAS

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te bendecimos, Cristo, en esta noche:

Verbo de Dios y Luz de Luz eterna,

emisor del Espíritu Paráclito;

te bendecimos porque nos revelas

la triple luz de una indivisa gloria

y libras nuestras almas de tinieblas.

A la noche y al día has ordenado

que se releven siempre en paz fraterna;

la noche compasiva pone término

a nuestras aflicciones y tareas,

y, para comenzar el nuevo surco,

el día alegremente nos despierta.

Da un sueño muy ligero a nuestros párpados,

para que nuestra voz no permanezca

muda por mucho tiempo en tu alabanza;

mientras dormimos se mantenga en vela

toda tu creación, cantando salmos

en compañía de la turba angélica.

Y, mientras duerme nuestro humilde cuerpo,

nuestro espíritu cante a su manera:

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu,

en el día sin noche donde reinan;

al Uno y Trino, honor, poder, victoria,

por edades y edades sempiternas.» Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Señor, tu saber me sobrepasa.

Salmo 138, 1-18. 23-24

TODO ESTÁ PRESENTE A LOS OJOS DE DIOS

¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? (Rm 11, 34).

I

Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso,

todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,

y ya, Señor, te la sabes toda.

Me envuelves por doquier,

me cubres con tu mano.

Tanto saber me sobrepasa,

es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,

adónde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzará tu izquierda,

tu diestra llegará hasta mí.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,

que la luz se haga noche en torno a mí»,

ni la tiniebla es oscura para ti,

la noche es clara como el día.

Ant. Señor, tu saber me sobrepasa.

Ant. 2. Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

II

Tú has creado mis entrañas,

me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias,

porque me has formado portentosamente,

porque son admirables tus obras;

conocías hasta el fondo de mi alma,

no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,

y entretejiendo en lo profundo de la tierra,

tus ojos veían mis acciones,

se escribían todas en tu libro,

calculados estaban mis días

antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,

Dios mío, qué inmenso es su conjunto!

Si me pongo a contarlos, son más que arena;

si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,

ponme a prueba y conoce mis sentimientos,

mira si mi camino se desvía,

guíame por el camino eterno.

Ant. Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta.

Ant. 3. Todo fue creado por él y para él.

Cántico. Cf. Col 1, 12-20

HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda creatura;

pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;

todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.

Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:

haciendo la paz por la sangre de su cruz

con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Ant. Todo fue creado por él y para él.

LECTURA BREVE. 1 Jn 2, 3-6

Sabemos que hemos llegado a conocer a Cristo si guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, miente; y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra posee el perfecto amor de Dios. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que está siempre en él debe andar de continuo como él anduvo.

RESPONSORIO BREVE

V. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

R. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

V. A la sombra de tus alas escóndenos.

R. Como a las niñas de tus ojos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

Cántico de la Santísima Virgen María (Lc 1, 46-55).

ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo, dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, cuya bondad para con su pueblo es más grande que los cielos, y digámosle:

Que se alegren los que se acogen a ti, Señor.

Acuérdate, Señor, que enviaste a tu Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo;

            haz que su muerte gloriosa nos traiga la salvación.

Tú que constituiste a tus sacerdotes servidores de Cristo y administradores de tus misterios,

            concédeles un corazón fiel, ciencia abundante y caridad intensa.

Tú que desde el principio creaste hombre y mujer,

            guarda a todas las familias unidas en el verdadero amor.

Haz que los que has llamado a la castidad perfecta por el reino de los cielos,

            sigan con fidelidad a tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que enviaste a Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores,

            concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Movidos por el Espíritu Santo y llenos de su amor, dirijamos al Padre nuestra oración: Padre nuestro.

Oración

Acuérdate, Señor, de tu misericordia, y, ya que a los hambrientos los colmas de bienes, socorre nuestra indigencia con la abundancia de tus riquezas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

Si preside el obispo, un sacerdote o un diácono:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Puede usar también la bendición común:

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

V. Podéis ir en paz.

R. Demos gracias a Dios.

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

* * * * * *

20 de julio. Miércoles

COMPLETAS

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.

R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Todos examinan en silencio su conciencia. Terminado el examen se añade una fórmula penitencial:

III

V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos, Señor, ten piedad (de nosotros).

R. Señor, ten piedad (de nosotros).

V. Tú que has venido a llamar a los pecadores, Cristo, ten piedad (de nosotros).

R. Cristo, ten piedad (de nosotros).

V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros, Señor, ten piedad (de nosotros).

R. Señor, ten piedad (de nosotros).

Pueden usarse otras invocaciones penitenciales.

Si preside la celebración un ministro, él solo dice la absolución siguiente; en caso contrario, la dicen todos:

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

HIMNO

A continuación, se dice uno de los himnos siguientes:

Cuando la luz del sol es ya poniente,

gracias, Señor, es nuestra melodía;

recibe, como ofrenda, amablemente,

nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño

de darle vida al día que fenece,

convierta en realidad lo que fue un sueño

tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte

de pecadora en justa, e ilumina

la senda de la vida y de la muerte

del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza

la noche oscura sobre nuestro día,

concédenos la paz y la esperanza

de esperar cada noche tu gran día. Amén.

O bien:

Se inclina ya mi frente,

sellado está el trabajo;

Señor, tu pecho sea

la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,

la voz deja su canto,

pero el amor enciende

su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,

con gran amor amado,

en tu gloria dormimos

y en sueños te adoramos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.

Salmo 30, 2-6

SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).

A ti, Señor, me acojo:

no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo,

inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,

sé la roca de mi refugio,

un baluarte donde me salve,

tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:

sácame de la red que me han tendido,

porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:

tú, el Dios leal, me librarás.

Ant. Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.

Ant. 2. Desde lo hondo a ti grito, Señor. *

Salmo 129

DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR

Él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1, 21).

Desde lo hondo a ti grito, Señor;

* Señor, escucha mi voz;

estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos,

Señor, ¿quién podrá resistir?

Pero de ti procede el perdón,

y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,

espera en su palabra;

mi alma aguarda al Señor,

más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,

como el centinela la aurora;

porque del Señor viene la misericordia,

la redención copiosa;

y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Ant. Desde lo hondo a ti grito, Señor.

LECTURA BREVE. Ef 4, 26-27

No lleguéis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo. No dejéis lugar al diablo.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón. Lc 2, 29-32

CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Oración

Señor Jesucristo, tú que eres manso y humilde de corazón ofreces a los que vienen a ti un yugo llevadero y una carga ligera; dígnate, pues, aceptar los deseos y las acciones del día que hemos terminado: que podamos descansar durante la noche para que así, renovado nuestro cuerpo y nuestro espíritu, perseveremos constantes en tu servicio. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

CONCLUSIÓN

Bendición

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.

R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

II

Salve, Reina de los cielos

y Señora de los ángeles;

salve raíz, salve puerta,

que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,

entre todas la más bella;

salve, agraciada doncella,

ruega a Cristo por nosotros.

O bien otra antífona o canto apropiado de la Santísima Virgen.

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